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Un soldado mas. (larry Stylinson) Terminada
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Un soldado mas. (larry Stylinson) Terminada
Nombre: Un soldado mas.
Autor: Marie Sexton
Adaptación: Si.
Género: Drama/Romance
Advertencias: Smut, contenido homoerótico, muerte de un personaje.
Sinopsis:
Es 1963. Ser gay es un pecado contra Dios. Y el mecánico de veintiocho años William conoce a Edward por primera vez.
A lo largo de los años se forma un lazo cercano entre ellos a pesar de los diecisiete años de diferencia. William le enseña a Edward a nadar y le ayuda con sus deberes. Los años pasan, Edward deja la escuela y se muda.
Y entonces Edward vuelve a casa. ¿Podrá superar William su diferencia de edad? Y si lo hace, ¿cómo podrá mantener a Edward en la América de 1970?
Autor: Marie Sexton
Adaptación: Si.
Género: Drama/Romance
Advertencias: Smut, contenido homoerótico, muerte de un personaje.
Sinopsis:
Es 1963. Ser gay es un pecado contra Dios. Y el mecánico de veintiocho años William conoce a Edward por primera vez.
A lo largo de los años se forma un lazo cercano entre ellos a pesar de los diecisiete años de diferencia. William le enseña a Edward a nadar y le ayuda con sus deberes. Los años pasan, Edward deja la escuela y se muda.
Y entonces Edward vuelve a casa. ¿Podrá superar William su diferencia de edad? Y si lo hace, ¿cómo podrá mantener a Edward en la América de 1970?
Última edición por love1dst el Miér 16 Abr 2014, 10:32 pm, editado 1 vez
Invitado
Invitado
Re: Un soldado mas. (larry Stylinson) Terminada
MADAFAKA!
Esto esta buenisimo joder...
ME ENCANTA!
Debes seguirla ya.
Yo se que no lo haras pero bueno... xD
Sube cuando puedas.
Rebe te quiere.
Esto esta buenisimo joder...
ME ENCANTA!
Debes seguirla ya.
Yo se que no lo haras pero bueno... xD
Sube cuando puedas.
Rebe te quiere.
Rebeca.
Re: Un soldado mas. (larry Stylinson) Terminada
Los 60', me muero.
Es el que citaste como 30 veces JAJAJ. Que lindo, pero va a ser doloroso como la mierda, eso es casi seguro.
Gracias por subirlo! ♥
Es el que citaste como 30 veces JAJAJ. Que lindo, pero va a ser doloroso como la mierda, eso es casi seguro.
Gracias por subirlo! ♥
Invitado
Invitado
Re: Un soldado mas. (larry Stylinson) Terminada
Muerte de un personaje. Okaso, eso ya me hizo sufrir, ah no. Bueno, suena doloroso, pero está bien, se ve demasiado bueno e intenso. Acá vamos... Ah.
:(L):
:(L):
Smile♡.
Re: Un soldado mas. (larry Stylinson) Terminada
Okay ya ¿Cuantas subistes que era "muerte de personaje" tu no eres una persona justa.
Solamente queria decir eso(?
Bye bye Liz
Solamente queria decir eso(?
Bye bye Liz
ElectricBlue13
Re: Un soldado mas. (larry Stylinson) Terminada
me gusta mucho porfaaaa siguelaaaaaaa¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
valenpiro
Re: Un soldado mas. (larry Stylinson) Terminada
Hey, ah espero que te guste, la sigo:))Rebeca. escribió:MADAFAKA!
Esto esta buenisimo joder...
ME ENCANTA!
Debes seguirla ya.
Yo se que no lo haras pero bueno... xD
Sube cuando puedas.
Rebe te quiere.
Invitado
Invitado
Re: Un soldado mas. (larry Stylinson) Terminada
hahahahaha, exagerada que eres debby!Debby escribió:Los 60', me muero.
Es el que citaste como 30 veces JAJAJ. Que lindo, pero va a ser doloroso como la mierda, eso es casi seguro.
Gracias por subirlo! ♥
Ah, la sigo:)
Invitado
Invitado
Re: Un soldado mas. (larry Stylinson) Terminada
Tu tranquila que esto no implica mucho dolor:)Smile♡. escribió:Muerte de un personaje. Okaso, eso ya me hizo sufrir, ah no. Bueno, suena doloroso, pero está bien, se ve demasiado bueno e intenso. Acá vamos... Ah.
:(L):
Invitado
Invitado
Re: Un soldado mas. (larry Stylinson) Terminada
Hey, esto no es dolor!ElectricBlue13 escribió:Okay ya ¿Cuantas subistes que era "muerte de personaje" tu no eres una persona justa.
Solamente queria decir eso(?
Bye bye Liz
Espero que te guste:)))
Invitado
Invitado
Re: Un soldado mas. (larry Stylinson) Terminada
La sigo:))))valenpiro escribió:me gusta mucho porfaaaa siguelaaaaaaa¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
Invitado
Invitado
Primera parte.
Conocí a Edward por primera vez ocho años antes. Él tenía once.
Yo veintiocho.
Era 1963 y acababa de volver a casa después un largo día arreglando coches. Era un día espantosamente caliente de Houston. En el taller en el que había estado trabajando hacía incluso más calor.
Llegar a casa no era un alivio demasiado grande. Mi apartamento no tenía aire acondicionado y era como un horno, como siempre. Engullí dos sándwiches de crema de cacahuete y gelatina y una cerveza, me fumé un porro agradablemente grande, y después me puse el bañador y me dirigí a la piscina. El edificio de mi apartamento estaba constituido por tres edificios que formaban una herradura alrededor de una gran piscina comunitaria, y no podía esperar a hundirme en el agua relativamente fresca. Así era como pasaba la mayoría de mis tardes durante el verano. Pasaría entre veinte y cuarenta minutos flotando lleno de felicidad en la superficie mientras se me pasaba el colocón, y después haría algunos largos antes de arrastrarme hasta la cama para levantarme a las seis a la mañana siguiente.
Llegué a la piscina algo después de las ocho, y esperaba tenerla toda para mí. Por lo que yo sabía, esa era la ventaja de ir tarde a la piscina. Pero en esa ocasión encontré a un niño que nunca había visto antes sentado en el borde, con los pies metidos dentro.
—¡Hola señor!— dijo cuando pasé la verja.
Gemí mentalmente. Compartir la piscina con niños era lo peor. Siempre estaban gritando y salpicando cuando todo lo que yo quería era un poco de relajación. Pero dije: —Hey.
—Soy Edward Styles,— dijo. —¿Cómo se llama?
—William.
—¿Cuál es tu apellido? Mi madre dice que tengo que llamar a los adultos por su apellido.
—Tomlinson.
—¿Tomli...?— intentó, inseguro.
Suspiré, deseando no por primera vez que el padre de mi padre hubiese hecho lo que otros inmigrantes decidieron hacer y hubiese americanizado su nombre. Pero no tuve esa suerte.
—Olvídalo, niño,— dije. —Sólo llámame William.
—Vale.— Era delgado y pálido y llevaba el cabello rizado oscuro corto.
Estaba en esa terrible etapa preadolescente donde no parecía ser más que dientes, orejas protuberantes y pies gigantes. —Mi madre y yo nos acabamos de mudar al apartamento doce...
—Eso está genial, chico,— dije, esperando acallar la historia de su vida, la cual presentía que se moría por compartir. Como para demostrarme que tenía razón, siguió hablando como si yo no hubiese dicho nada de nada.
—... en el edificio C. Mi hermana también, pero sólo tiene ocho años.
Quería venir a la piscina conmigo pero mamá dijo que no, que es demasiado pequeña, y que casi es su hora de ir a la cama de todos modos, pero como yo tengo once años puedo quedarme más rato fuera, de manera que dijo que podía venir a probar la piscina, y es realmente fenomenal, ¿no? Quiero decir, ¡nunca antes habíamos tenido piscina! Pero apuesto a que va a ser muy divertido. Antes vivíamos en...
Madre mía, iba a ser peor de lo que había pensado. Me hundí en la piscina y fui capaz de nadar en el silencio bajo el agua hasta el otro lado antes de salir a la superficie a su lado. Todavía seguía hablando.
—...murió el año pasado. Bueno, creo que en realidad ahora hacen más bien dos años, está a punto, y nos quedamos allí durante un tiempo, pero entonces mi madre dijo que no nos podíamos seguir permitiendo vivir allí y nos mudamos aquí. Trabaja en un restaurante calle abajo, sabes, así que dice que es perfecto porque está muy cerca, y tengo que cuidar de mi hermana hasta que madre llega a casa, pero eso normalmente es alrededor de las siete, y después de eso dice que puedo venir a la piscina y...
—Jesús, niño,— dije, exasperado, —cállate durante medio segundo, ¿sí?
—Claro,— dijo.
Y para mi sorpresa, lo hizo. Simplemente se quedó allí sentado sonriéndome, sin decir una palabra. Me quedé algo perplejo por su aquiescencia. —De acuerdo entonces,— dije, incómodo. —Sólo dame algunos minutos antes de que vuelvas a empezar a hablar.
—Claro, señor.
Realmente no esperaba que guardase silencio durante mucho rato, pero aceptaría lo que pudiese conseguir. Me estiré de espaldas, cerré los ojos y me dejé flotar en la superficie, capeando la cúspide del efecto de la droga, dejando que mi mente se apagase y mi cuerpo se enfriase, hasta que finalmente emergí al dulce valle inducido por el THC que me haría aguantar hasta la hora de irse a dormir. Abrí lentamente los párpados y miré en su dirección. Todavía estaba sentado en el mismo sitio, observándome.
—Gracias, niño.
—De nada, señor.
—Es William.
—Vale William.
—¿Cómo murió tu padre?
—En un accidente de coche.
—Vaya hombre, lo siento niño. Eso apesta.
—Lo sé,— dijo con un tono realista que era demasiado mayor para sus once años y que me desconcertó un poco.
—¿Vas a entrar?— pregunté. —¿O vas a quedarte ahí sentado toda la noche?
—No sé nadar.
—¿Hablas en serio?
—Mamá dice que quizás pueda permitirse las clases el año que viene.
Ya era suficiente malo vivir en el calor de Houston. ¿Ahora tenía acceso a la piscina pero no iba a ser capaz de usarla? Eso tenía que ser duro para un adulto, y una absoluta tortura para un niño de su edad. —Ven aquí, niño,— dije antes de que tuviera tiempo de pensar en lo mala idea que era. —Te enseñaré.
Así que para bien o para mal, terminé enseñando a Edward a nadar. Se reunió conmigo en la piscina las siguientes tres noches. Era un aprendiz rápido, y no era siquiera una mala compañía para ser un niño. Pero el viernes por la noche le dije que no estaría allí a la noche siguiente. Pude ver que estaba decepcionado, pero eso no importaba. Por supuesto que no iba a cambiar de idea. La noche del sábado era mi noche, cuando me escurriría hasta uno de los bares poco conocidos para tipos como yo; aquellos que preferían a otros tíos. Jamás traía a nadie a casa, pero una noche a la semana me permitía la libertad de ser tocado de verdad por otro hombre. Tanto si le seguía a su casa o sólo era una follada rápida en la habitación de atrás del bar, era algo, y no iba a abandonarlo por un niño.
—Todavía podemos quedar el domingo,— le dije.
—No puedo nadar los domingos,— dijo. —Mamá dice que es Sabbath.
Creo que cuando dios dice que no debes trabajar en Sabbath no se refería a nadar, pero mamá dice que es inapropiado.
No estaba seguro de que a Dios le importase el nadar o no, pero era evidente que no iba a contradecir a la madre del niño. —Entonces te veré el lunes.
Me siguió a todas partes el resto del verano, lo cual estuvo a punto de volverme majareta, pero una vez que empezó la escuela en invierno, encontró amigos de su edad.
Aún así, todavía le veía una o dos veces al mes, en la piscina o en el lavadero. Me traía el correo cuando dejaba la ciudad para visitar a mis viejos.
Acudía a mi cuando necesitaba ayuda con sus deberes, o cuando su madre le cabreaba. A veces me ponía de los nervios, pero la mayor parte del tiempo podía tolerarle. Era un chico listo y si le dejabas te hablaba hasta que se te caían las orejas. Más de una vez salté y le dije que cerrase el pico. Pero exactamente igual que ese primer día en la piscina, se lo tomaba con calma.
Lo bueno de un niño de su edad era que nunca hacía demasiadas de esas preguntas de: “¿Por qué no estaba saliendo nadie?” A la madura edad de veintiocho años, “¿por qué no me había asentado y casado? ¿Iba a quedarme soltero para siempre? ¿No quería a una mujer agradable que cuidase de mi?”
Esas eran preguntas que los adultos siempre parecían sentir que estaban justificados a hacer. Pensé que quizás podrían haber aprendido algo de Eddy.
A lo largo de los siguientes años, le vi crecer. Todavía era delgado y torpe y desgarbado, aunque finalmente creció hasta alcanzar su estatura. Jugó a baloncesto en el instituto, y era increíblemente brillante e inquisitivo.
En 1967 Timothy Leary tenía a todo el mundo excitado con lo de
“cuestionar a la autoridad”. En ocasiones pensaba que Eddy se tomaba el consejo demasiado en serio, pero para él era puramente académico.
Era mucho menos rebelde de lo que yo lo había sido a su edad.
Comprendimos pronto durante su segundo año de instituto que ya no podía ayudarle más con sus deberes. Él era mucho más inteligente de lo que yo nunca había sido, y la fila de números y letras que me ponía delante estaba más allá de mis capacidades. Era vergonzoso, pero no pareció guardarme rencor por ello.
Yo siempre había sido alguien que lo jodía todo. Había terminado el instituto, pero sólo a duras penas. Pasé los primeros años después de la graduación llenando depósitos de gasolina, hasta que mi jefe me tomó bajo su ala y me enseñó cómo arreglar coches. Era una manera de vivir, pero desde luego no era mi sueño. Sabía que Eddy tenía potencial, y esperaba que fuera más sabio de lo que yo lo había sido. Traté de hablar con él sobre ir a la universidad, pero siempre se me sacudía de encima. Estuve decepcionado cuando, el año antes de su tercer año en el instituto, me informó de que había dejado la escuela.
—¡Eddy, podrías haber ido a la universidad!,— dije con frustración. —¿por qué has abandonado ahora?
Era un miércoles por la noche entrado agosto de 1969, y el calor parecía tenderse como una manta a través de la ciudad, pesándonos a todos. Incluso el agua tibia de la piscina podía hacer poco para refrescarnos.
—El alquiler sigue subiendo, y las propinas de mi madre no,— dijo a la defensiva. —No puedo esperar que siga manteniéndome, William. Soy suficientemente mayor como para mantenerme por mi mismo.
Odiaba la idea de que echase a perder su inteligencia convirtiéndose en un empleaducho como yo, ¿pero qué podía decir? —¿Qué harás?— pregunté.
—He conseguido un trabajo en un rancho cerca de San Antonio. Con habitación y comida.
—El trabajo de un rancho es duro,— dije, pero sólo se encogió de hombros.
—Puedo manejarlo, y la paga es buena.
—¿Cuándo te vas?
—Mi madre me llevará en coche hasta allí mañana.
No quedaba mucho que decir después de eso. Nadamos un rato más, ahogándonos el uno al otro y haciendo payasadas como si ambos fuéramos niños, en lugar de que uno de nosotros estuviese en la treintena. Pero finalmente llegó la hora de irse.
—¿Hey, William?— dijo cuando estábamos a punto de separarnos en la verja.
—Gracias, tío.
—¿Por qué?
Se encogió de hombros, viéndose avergonzado. —Por estar ahí siempre que te he necesitado.
Aparte de enseñarle a nadar seis años antes, no me sentía como si hubiese hecho mucho por él. Pero su rostro estaba lleno de una sinceridad nerviosa, de manera que dije: —No es nada, niño.— Se vio un poco perturbado al referirme a él todavía como niño, lo cual me hizo reír. —Cuídate, Eddy.
—Tú también.
Invitado
Invitado
Re: Un soldado mas. (larry Stylinson) Terminada
A la mierda todo :'C
JAJAJA Lou es tan impaciente xD
Se hablan... creí que iba a durar mas pero no.
El Harry ya se va :C
Siguela pronto.
Rebe se despide.
JAJAJA Lou es tan impaciente xD
Se hablan... creí que iba a durar mas pero no.
El Harry ya se va :C
Siguela pronto.
Rebe se despide.
Rebeca.
Re: Un soldado mas. (larry Stylinson) Terminada
Los meses pasaron para mí como siempre lo habían hecho. El calor abrasador del verano disminuyó hasta el invierno. Puesto que Edward no estaba por allí ese año, fue su hermana Gemma quien me trajo el correo mientras estaba de visita a mis padres durante Navidad. Gemma me dijo que Eddy había estado en casa por las fiestas, pero ya se había vuelto a ir para cuando yo volví a casa.
Ese año tuve un lío superficial con un hombre casado llamado Frank.
Empezó en otoño y duró hasta finales de primavera. Me llamaba siempre que su esposa estaba fuera de la ciudad y pasábamos algunas horas juntos en su casa. No era nada parecido a una relación real. No es que yo hubiese tenido nunca una relación real. Aún así, me imaginé que era lo mejor que dos hombres gays podían esperar, incluso si significaba escabullirse y tener secretos. Pero en junio de 1970 su esposa le enfrentó, exigiendo saber si estaba teniendo una relación extramatrimonial. Él confesó que la tenía, aunque nunca admitió que era con otro hombre, y dejaron la cuidad. Nunca volví a oír de él. Odié tener que volver a los bares para tener sexo, pero aparte de eso, no había nada en nuestra relación que echar de menos.
Una caliente tarde verano en julio me encontró en la piscina, esperando a que pasase el calor del día de modo que pudiese volver a mi apartamento. A la edad de treinta y cinco, me estaba encontrando con que era más difícil el mantenerse en forma que cuando estaba en la veintena. Ni siquiera los trabajos más duros en el garaje eran suficientes para mantener a los michelines a raya. Ahora pasaba mucho más tiempo de mi rato en la piscina haciendo largos que flotando.
Cuando terminé me sorprendí al descubrir que ya no estaba solo. Había estado tan concentrado en el ejercicio que no me había percatado de que alguien nuevo había entrado en el área vallada de la piscina.
Aunque ahora definitivamente me percaté. Era difícil de pasar por alto. El hombre me estaba dando la espalda y vestía sólo un traje de baño corto y apretado. La piscina no estaba bien iluminada, pero él estaba directamente bajo una de las farolas de manera que pude que su cuerpo estaba muy moreno y tenía músculos. Fuera quien fuese, estaba bastante seguro de que no le había visto antes por los apartamentos. Y le estaba rezando a cualquier dios que pudiese estar escuchando para que fuera gay.
Y entonces se giró y dijo felizmente: —¡Hey Williaml! ¿Cómo has estado?
Mi sorprendido cerebro necesitó un minuto para conectar en mi cabeza esa voz con una persona. —¿Eddy?— pregunté, sorprendido.
—¿No me habías reconocido?
—No,— dije, y rió.
—No hay muy buena luz aquí fuera.
Eso era verdad, pero la verdadera razón por la que no le había reconocido era que ahora era una persona completamente diferente. Mi recuerdo de él era un niño delgado y patoso. Definitivamente, ahora ya no lo era. Sus brazos y su pecho eran musculosos, su estómago firme.
El cabello rizado oscuro que siempre había estado corto ahora le colgaba sobre los ojos. No le había visto desde el verano anterior, y en ese año definitivamente se había convertido en un hombre. Un hombre muy atractivo.
Estaba dividido entre desear mirar cada centímetro de él y sentirme como un pedófilo por pensar siquiera en mirar.
—He estado trabajando en ese rancho durante el pasado año,— dijo mientras se deslizaba con gracia dentro de la piscina. —Pero decidí venir a casa durante un tiempo.
—Eso es genial, niño,— dije, porque era lo único en que podía pensar en decir. Se hundió hasta la barbilla y empezó a nadar hacia donde yo estaba de pie, con el agua por el pecho. —¿Entonces te quedarás durante el verano?— pregunté.
—No durante tanto tiempo,— dijo. Ahora sólo estaba a un par de metros, nadando de manera estable. Con la luz pobre, sólo vi un destello de dientes cuando me sonrió. Y entonces su cabeza se hundió bajo el agua y alzó los pies, propulsándose bajo la superficie. Supe lo que iba a pasar, pero no me moví lo suficientemente rápido. Me agarró las rodillas desde abajo y me hizo perder el equilibrio, tirando de mi hacia abajo.
Cuando volví a la superficie, escupiendo y tosiendo agua, él se estaba riendo. —Solías hacerme eso cada vez que tenías oportunidad,— dijo.
—Supongo que me lo debías.
Su sonrisa se agrandó. —Todavía no estamos en paces, William.— Se abalanzó hacia mí, alzándose sobre el agua y bajando con las manos en mis hombros, empujándome de nuevo hacia abajo. Era un movimiento clásico, cualquier chico en el mundo, y probablemente también la mayoría de las chicas, le habían hecho una ahogadilla en una u otra ocasión a alguien exactamente del mismo modo. Esta vez estaba más preparado y tomé una buena bocanada de aire antes de que me hundiese. Todavía estaba riendo cuando emergí.
—¿Es algún tipo de reto?— bromeé.
Eddy rió. —Exactamente.
La palabra a duras penas había salido de su boca antes de que saltase sobre él, hundiéndolo como él me había hecho a mí. Salió riendo. —¿Eso es todo lo que tienes, viejo?
—¡Oh, ahora te has metido en problemas!— Yo también reía mientras le hundía. No se resistió mucho, y esta vez se quedó bajo el agua. Sabía que iba a intentar cogerme las piernas de nuevo, pero con la luz pobre no podía ver lo suficiente bajo la superficie como para saber desde que lado iba a venir.
Terminó golpeándome desde la izquierda. Uno de sus brazos me dio bajo las rodillas, haciendo que las piernas se me doblasen bajo el cuerpo. Y su otra mano... su otra mano aterrizó directa en mi entrepierna mientras me empujaba hacia abajo. No fue un impacto fuerte. Fue suave, casi exploratorio.
Me aparté de él con fuerza y emergí escupiendo. Él estaba riendo de nuevo, y desee poder verle la cara. Quería ver si estaba avergonzado, o no se había dado cuenta, o...
—Todavía no estamos en paces, Will,— dijo, y el timbre bajo y sugestivo de su voz me golpeó.
El contacto no había sido accidental.
Mi cuerpo estaba reaccionando contra mi voluntad, y estaba horrorizado.
¡Era Eddy! Le conocía desde que tenía sólo once años, delgaducho y combatiendo el acné. Le había enseñado a nadar. Le había ayudado con los deberes de matemáticas. Había jugado con él en la piscina más veces de las que podía contar, haciéndola ahogadillas como él acababa de hacérmela...
Bueno. No exactamente como él acababa de hacérmela.
Estaba empezando a volver a acercarse, y me encontré retrocediendo.
—Tengo que irme,— dije de manera temblorosa.
Su progreso hacia mí se detuvo. —Claro, Will,— dijo, aunque la decepción en su voz era evidente.
Salí tropezando de la piscina y cogí rápidamente mi toalla, agradecido de que entre eso y la luz pobre no pudiese ver el efecto que su toque tenía sobre mí. Odiaba estar excitado, ni que fuera un poco. Se sentía sucio. Como un pervertido.
No miré atrás mientras dejaba la piscina. Ni siquiera dije adiós.
* * * * *
Una vez que estuve de regreso en la comodidad de mi propio apartamento, tomé una ducha. Una ducha muy rápida y muy fría.
Normalmente la ducha después de nadar podría haber incluido el masturbarse, pero no iba a permitirme tal indulgencia después de lo que acababa de pasar.
Se sentía mal.
Me metí en la cama y me quedé allí tumbado, completamente despierto, reproduciendo el incidente en mi cabeza. ¿Lo había imaginado?
Ciertamente no había imaginado la mano en mi entrepierna. ¿Pero tenía la certeza de que había sido deliberado? A medida que lo pensaba más, decidí que había reaccionado en exceso. Primero de todo, nunca había habido ninguna señal de que él fuese gay. Por supuesto, no era como si hubiera hablado nunca de ello con él. Y no le había conocido tan bien. Después de todo, él sólo había sido un niño. Aún así, parecía improbable. Y después estaba el hecho de que era diecisiete años mayor que él. No estaba en mala forma para mi edad, pero él era joven, y atractivo. ¿Por qué perdería su tiempo en tirarme los trastos? ¡Yo sólo era un par de años más joven que su madre!
No había sido capaz de ver su expresión en la piscina. Mi convicción momentánea de que se estaba insinuando estaba basada en nada más que su voz. Y sólo había dicho seis palabras.
Era ridículo. Estaba siendo un idiota. En retrospectiva, lamentaba mi precipitada retirada de la piscina. Sin duda si me hubiese quedado mis sospechas habían demostrado ser infundadas.
Dejé escapar un suspiro de alivio, sintiendo que mi mundo volvía a tener sentido. Y finalmente me dormí.
* * * * *
A la noche siguiente volvió a aparecer en la piscina mientras terminaba mis largos. Esta vez no hubo chiquilladas. Mantuvo la distancia, hablando sin parar de su trabajo en la granja. Mientras conversábamos informalmente, mi creencia de que el contacto había sido accidental pareció quedar confirmada.
Me sentí ridículo por haber creído siquiera que se me había insinuado.
—Realmente tengo que irme,— le dije finalmente mientras salía de la piscina y empezaba a secarme. —Mañana tengo que ir a trabajar temprano.
—¿Will? ¿Puedo pedirte un favor?
—Claro.
—Compré un estéreo usado sin contrato. Lo llevé todo el camino hasta a casa y me di cuenta de que no tengo ni idea de cómo instalarlo. ¿Crees que puedes ayudarme con ello?
—Apuesta a que sí. Probablemente no mañana, pero podría venir el sábado por la mañana. ¿Alrededor de las diez?
—Eso sería genial,— dijo. —Gracias.
—No hay problema.— Estaba en el lado profundo de la piscina, aparentemente manteniéndose a flote. Mirándole en la casi oscuridad, a duras penas era más que una sombra. Era fácil de recordarlo como el adolescente escuálido que había sido el verano anterior. —Buenas noches, Eddy.
—Buenas noches,— dijo. Me giré para dejar la zona de la piscina, pero justo cuando estaba abriendo la verja, me llamó. —¿Hey, Will?
—¿Si?
Le hizo falta un segundo. Esperé, con una mano en la verja abierta, y finalmente dijo: —Ahora tengo dieciocho años, sabes.— Y así de simple, todo mi mundo quedó boca abajo. —Te veo el sábado.
* * * * *
La acertada frase de Eddy sobre su edad no me pasó por alto. Sólo había una razón por la que sentiría la necesidad de decirme su edad, y esa única razón era la razón más equivocada en la que podía pensar. Evité la piscina la noche del viernes, pero le había prometido que le ayudaría con su estéreo el sábado. Debatí el no ir, pero sabía que él sólo iría en mi búsqueda. Al final pareció más seguro ir a su casa y esperar que la presencia de su madre o su hermana detuvieran sus insinuaciones.
Su madre no estaba en el apartamento cuando llegué, pero su hermana Gemma me dejó pasar dentro. Me hizo un gesto displicente hacia la habitación antes de volver a su conversación de parloteo telefónico.
Eddy no estaba en su habitación, pero el equipo estéreo estaba apilado en un escritorio, y gemí cuando lo vi. Kilómetros de cable colgaba en un montón enredado desde detrás de cada pieza. Quien fuera que hubiera sido el dueño antes que Eddy evidentemente había hecho la cantidad mínima de trabajo necesario, descolgando sólo los suficientes cables como para que Eddy pudiese sacar los componentes de la vitrina.
Tendría que desenredar todo ese nido de ratas antes de que pudiese empezar siquiera a conectarlo.
—Menudo lío, ¿uh?— Oí a Edward detrás de mí.
—Es un desastre,— dije mientras me giraba para encararle. —¿Qué demonios estaban...?— Y cuales quiera que fueran las palabras que podría haber dicho después desaparecieron ante la vista de él.
Quitaba el aliento.
Era evidente que Eddy acababa de salir de la ducha. Le caían gotas de agua del pelo, moldeando los hombros fuertes y anchos. Llevaba sólo una toalla. Por encima de esta, su estómago era suave y plano. Por debajo de ella, sus piernas eran fuertes y bien torneadas.
—¿Si?— preguntó bromeando, interrumpiendo mis pensamientos más bien eróticos.
Aparté los ojos de sus piernas y los subí hasta su cara. Me estaba sonriendo con picardía, y le di la espalda tan rápidamente como pude.
“Tranquilizate, William”, me reprendí mentalmente. “Sólo conecta el maldito estéreo y sal de aquí”. —¿En qué estaban pensando?— pregunté de manera temblorosa.
—Creo que tenían prisa por librarse de él y poner el nuevo en su lugar,— dijo.
Oí como se abría y cerraba un cajón tras de mí. Me arriesgué a echar una mirada por encima del hombro. Me estaba dando la espalda. Había dejado caer la toalla y se estaba inclinando para ponerse unos pantalones cortos. Aunque su espalda estaba bronceada con un tono marrón profundo y oscuro, su trasero era de un blanco pálido, las nalgas increíblemente redondeadas y musculadas. Aparté los ojos de nuevo, cerrándolos con fuerza y tratando de pensar en béisbol. O en el equipo estéreo. O...
—¿Está todo bien, William?— preguntó.
—Claro.— Pero todo no estaba bien. Había algo muy mal en mi voz.
Decididamente era demasiado aguda. Y demasiado temblorosa.
—¿Quieres que intente ayudar, o debería sólo no meterme en medio?
—Ummm...— Abrí los ojos de nuevo y le miré. Se había puesto unos pantalones cortos, y realmente no había otra palabra para ellos. Cortos.
Pantalones cortos cortos. Hacía mucho tiempo posiblemente habían sido unos pantalones de deporte, pero les había cortado las perneras. Y hacía mucho tiempo probablemente le habían ido bien. Pero ahora eran un poco demasiado pequeños. Se habían lavado tantas veces que la tela parecía imposiblemente delgada. Estaba estirada y apretada y no hacía nada para disimular la figura de lo que había bajo ella. El dobladillo de las perneras cortadas se curvaba hacia arriba, revelando la curva en la parte alta de su muslo, donde descendía hacia...
“¡Señor ayúdame!” pensé mientras le daba la espalda. —Sólo quédate por ahí,— salté, y supe que salió mucho más enfadado de lo que había pretendido.
—Está bien,— dijo, sonando decepcionado.
No me importó. No me importaba si estaba herido, o decepcionado, o enfadado. No me importaba si estaba confuso. Sólo me importaba una cosa: salir pitando de allí antes de que mi cerebro se desconectase y permitiese a la parte excitada de mi cuerpo tomar el control.
Empecé tirando de los cables, resistiendo el impulso de desbocar mi frustración sobre ellos arrancándolos simplemente del estéreo. Empecé con la pieza de arriba y empecé a desconectar los diversos cables de los componentes. No llevó mucho tiempo, gracias a Dios. Sólo unos minutos. Y después algunos minutos más mientras lo desenredaba todo. Y algunos más a medida que empezaba a reconectarlos. La habitación estuvo completamente en silencio durante un rato, pero podía sentirlo detrás de mí observándome.
Traté de no pensar en esos malditos pantalones que llevaba.
Fallé. Miserablemente.
—Ya casi está,— dije. No era completamente verdad, pero sentía que necesitaba decir algo para romper el silencio.
—No hay prisa.— Pude notar sin mirar que ahora estaba justo detrás de mí. A menos de un palmo.
—Sólo... tengo que...— Cristo, ¿qué tenía que hacer? —Una vez que conecte este último cable, debería funcionar.
—Genial,— dijo, y ahora estaba incluso más cerca.
Mis manos temblorosas hicieron el trabajo más difícil de lo que debería haber sido, pero finalmente conecté el último componente. —¡Todo terminado!— anuncié. Me erguí y le di al botón de encendido.
No pasó nada.
Mierda.
—No funciona,— dijo. “Buen Señor, ¿cómo puede estar tan cerca?”
Sonaba como si estuviera casi encima de mí... y los pensamientos que me vinieron a la mente eran completamente inapropiados. Resistí el impulso de girarme y mirarle. ¡Eso no habría ayudado en nada!
Me incliné de nuevo sobre la parte de arriba del estéreo, mirando los cables que emergían de la parte de atrás. No podía pensar con claridad. Me martilleaba el corazón. ¿Por qué no se encendería esa maldita cosa de manera que pudiera salir de la habitación de Eddy? ¿Qué había pasado por alto?
Y entonces le sentí tocarme.
No era mucho. Sólo su mano, ligera y dubitativa sobre mis riñones, pero todo mi mundo desapareció de repente. Toda mi consciencia se redujo a ese punto de contacto. Tuve que obligarme a respirar.
—¿Will?— preguntó débilmente, su voz apenas un susurro.
“Oh Dios, esto no puede estar pasando,” pensé. “¿Cómo se supone que debo manejar esto?” No tenía ni idea, pero lo que me dije fue: ¡Actúa con normalidad! —No estoy seguro de por qué no funciona,— dije, y no pude creer lo mucho que me temblaba la voz.
—No te preocupes por eso.— Y entonces dio el último pequeño paso hacia mí. No podía verle, pero sentí cuando su entrepierna, y no había duda posible de que él estaba completamente erecto, se apretó con fuerza contra mi culo.
Me quedé congelado. Ni siquiera respiraba. Cada parte de mi estaba petrificado, excepto ese villano traidor en mis pantalones. Se estaba removiendo de un modo que estaba completamente mal. O bien. Dependiendo de cómo lo mirases.
—Creo que debería irme,— me las arreglé para decir, pero él no se movió de detrás mío. De hecho, se apretó más. Sentía su peso contra mi espalda y sus labios contra mi cuello.
—Por favor no, Will,— susurró. Su mano se deslizó por mi estómago, y la respiración se me atascó en la garganta. Se apretó contra mi más fuerte y su mano empezó a avanzar hacia mi entrepierna.
—Edward,— me obligué a decir, aunque mi cuerpo estaba gritándome que dejase de pensar y empezase a actuar, —esto está mal a tantos niveles.
—Ya no soy un niño,— dijo suavemente. Y entonces su mano descendió, acunando mi erección creciente a través de los vaqueros. Me oí gruñir.—Por favor,— susurró con voz ronca, —no digas no.
Respiré profundamente, luchando contra el deseo que me quemaba la boca del estómago. Me giré para afrontarlo, y retrocedió, sólo un poco.
Aún así, estaba muy, muy cerca. Éramos casi de la misma estatura, y me encontré mirando unos ojos del color de las esmeraldas. Mi erección estaba tensando la cremallera de los tejanos, y mi mente iba a toda velocidad con pensamientos sobre cómo se sentiría besarle. Mis ojos viajaron por su cuerpo muscular y bronceado hasta la delgada tela de los pantalones cortos, estirada incluso más prieta ahora sobre su polla erecta. Se estaba formando un pequeño punto húmedo en la tela donde la punta empujaba hacia la cintura elástica. Pensé en lo fácil que sería enganchar los dedos en ese elástico y quitar los pantalones de en medio. Me imaginé arrodillándome delante de él, sintiendo el peso de su polla contra la lengua, esa pequeña gota salada en la parte de atrás de mi garganta. Imaginé sus manos cogiéndome la cabeza, haciendo que bajara por su longitud.
—Oh Jesús,— gemí, cerrando los ojos con fuerza.
—¿Will?— preguntó en voz baja, y le sentí moverse más cerca. Sentí sus manos atrayéndome contra él, y ese bulto tentador apretándose contra el mío.
Sentí su respiración en mi mejilla y después sus labios contra mi oreja.
—Por favor, déjame tocarte,— susurró. Pero la voz que oí fue la voz del chico de mis recuerdos, joven y patoso, y me horrorizó.
—¡No puedo hacer esto!— dije, apartándole. —¡No puedo!— Me giré y salí de la habitación, corriendo prácticamente, y derribando casi a su hermana por mi prisa por salir por la puerta principal.
—Will, espera,— le oí gritar, pero ni siquiera pensé en detenerme.
* * * * *
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Re: Un soldado mas. (larry Stylinson) Terminada
Una vez alcanzada la seguridad de mi propio apartamento, cerré la puerta de un portazo y me apoyé contra ella como si tuviera que mantener a todo el mundo a ralla.
¿Y ahora qué?
Había una tirantez terrible en mi entrepierna, la sensación casi dolorosa de haber estado tan cerca y aún así no haber encontrado liberación. No podía sacármelo de la cabeza: la visión de su erección tensando la tela de sus pantalones, el calor de sus manos acercándome más, el sonido de su voz en mi oreja susurrando “Por favor, déjame tocarte.”
Desabroché mis pantalones con violencia y cogí mi polla todavía erecta, decidido a concederme algún tipo de alivio. Pero entonces llegó su recuerdo de niño, de sólo hacía siete años, desgarbado y patoso, sentado en el borde de la piscina, diciendo: “¡Hola, señor!”
Me detuve en seco, sintiéndome con náuseas y terriblemente sucio.
Una ducha fría. Eso era lo que necesitaba. Una ducha fría, y una cerveza.
O quizás un paquete de seis. Era sábado y no tenía que trabajar al día siguiente. Normalmente la noche del sábado significaba ir al bar y follar, pero no estaba seguro de que pudiese afrontarlo. No estaba seguro de que fuera capaz de evitar que mi mente se extraviase en su dirección, hacia Eddy.
¿Por qué yo? Ése era el pensamiento que seguía girando y girando en mi cabeza. ¿Por qué yo? Eddy tenía dieciocho años, buen físico y era completamente atractivo. Podía ir a un bar en la ciudad y conseguir al hombre que quisiese en cuestión de minutos. ¿Entonces por qué demonios quería a un mecánico de treinta y cinco años como yo?
Todavía estaba apoyado contra la puerta cuando llamó a ella, y casi salté del susto.
—¿Will?— llamó. —¿Estás ahí?
—¡NO!
—¿Puedo entrar?
—Eso definitivamente no es una buena idea.
Guardó silencio durante un momento, y después dijo: —No estaba enchufado. Es por eso por lo que no se encendía.
Me hizo falta medio segundo para entender de qué estaba hablando.
“¿Estéreos? ¿Estamos hablando de estéreos? ¿En serio?” —Me alegro de que lo averiguases.
—¿De verdad me vas a hacer estar de pie fuera?
—¡Sí!
Le oí suspirar profundamente. —Por favor, Will. Sólo quiero hablar contigo.
—¡Eso no era hablar!
—Lo sé. Yo...— Sus palabras se desvanecieron durante un momento, y cuando continuó, su voz era más suave. —Prometo ir un poco más despacio, ¿vale? Sólo déjame entrar.
—No sé, Eddy...
—No voy a ir a ninguna parte, Will,— dijo, con una nota de risa en la voz.—Tendrás que vértelas conmigo eventualmente.
¿Cuántas veces en mi vida había deseado a un compañero dispuesto que llamase a mi puerta? Ahora que uno lo había hecho estaba asustado de enfrentarlo. ¿Cómo de jodido era eso?
Abrí la puerta una rendija y le miré a través de ella. Todavía llevaba los mismos pantalones, pero se había puesto también una camiseta, y mantuve los ojos de manera decidida en su cara. —Guárdate las manos para ti,— dije de manera infantil.
Me sonrió, aunque era una sonrisa triste. —Lo haré.
Abrí la puerta y entré al salón, poniendo entre nosotros tanto espacio como pude. Entró, cerrando la puerta tras él y apoyándose contra ella exactamente como lo había hecho yo. Iba descalzo. Echó una ojeada a mi cremallera, y me sonrió, sonrojándose. —¿Te sientes mejor?
Bajé la vista y me sentí sonrojar también cuando comprendí que mis pantalones todavía estaban desabrochados.
—No,— salté, y los abroché.
—Lamento si he ido demasiado deprisa.
—Jesucristo, Eddy. ¡Te conozco desde que eras un niño! ¡Ir de cualquier modo es ir demasiado deprisa!
Miró el techo, pensativo, durante un minuto. —No comprendí que pudiera molestarte,— dijo en voz baja. —Quizás debería haber pensado en ello, pero no lo hice.
—Eddy, todavía eres un niño...
—No lo soy, Will. Ahora tengo dieciocho, y...
—Hay montones de chicos que estarán encantados de...
—No les quiero.
—No puedes quererme a mí, Eddy. ¡No de verdad!
—No hay tiempo...
—¿Qué quieres decir con que no hay...?
—He sido reclutado.
El aire pareció desaparecer de la habitación. Sentí una sensación terrorífica de vértigo y tuve que cerrar los ojos para evitar que la habitación girase. —¿Reclutado?— pregunté estúpidamente.
—Me voy en dos semanas desde el lunes.
Reclutado. El pequeño y dulce Edward, que no aprendió a nadar hasta que tuvo once años y finalmente creció cuando cumplió los quince y que era demasiado jodidamente inteligente para su propio bien. Ya era suficientemente malo que no hubiese ido a la universidad, pero ahora, ser reclutado. Enviado por el mundo al pozo séptico de una guerra, posiblemente para morir en la fétida jungla, luchando contra los Viet Cong por Dios sabía qué.
—¿Will?— dijo en voz baja, y cuando abrí los ojos, estaba delante de mí, sus ojos verdes mirando los míos. —Tengo dos semanas para vivir mi vida, Willam. Después será un entrenamiento básico, seguido de entrenamiento de infantería avanzada, y después empezaré mi servicio. Y eso podría ser todo, Will...
—¡No digas eso!
—... los dos sabemos que podría no volver a casa...
—Oh dios.
—... y todo lo que quiera hacer en mi vida, Will, tengo que hacerlo ahora.
Eso al menos explicaba su agresividad. Aún así, no estaba seguro de que justificase la debilidad de mi fuerza de voluntad.
—No tengo por qué ser yo, Eddy. Hay un bar en la ciudad. Te llevaré allí. Puedes encontrar a alguien de tu edad y...
Sus mejillas empezaron a enrojecerse, pero no apartó la vista. —No quiero que sea con un desconocido, Will.— Dio un paso más cerca. Traté de dar un paso atrás pero choqué con la pared detrás mío. —Podría hacerlo en la habitación trasera de un bar,— dijo, —o en el coche de algún chico. O ir a casa con alguien que nunca he conocido y esperar lo mejor. Pero esas son cosas que podría lamentar, Will. Esto no. No contigo. Sé que serás...— Sus palabras se desvanecieron, y cuando continuó, su voz era sólo un susurro. —Sé que me enseñarás qué hacer.
De repente sentí golpearme toda la extensión de lo que me estaba pidiendo. Me sorprendí por la sensación de responsabilidad que me inculcaba.
—¿Nunca antes has estado con nadie?
Ahora sus mejillas eran de un fuerte carmesí. —He tonteado un poco con chicas, pero,— cerró los ojos durante un momento, viéndose realmente avergonzado por primera vez. —Nunca pude... ya sabes... Hacer que las cosas funcionasen.— Sus ojos volvieron a encontrar los míos. Mirándolos, vi excitación. Pero en ellos también había algo parecido al miedo.
—Esto no es algo que podamos deshacer, Eddy. Tienes que estar seguro...
—¡Lo estoy!— Extendió la mano hacia mí, deteniéndose justo antes de que alcanzase mi cadera. La respiración se me atascó de todos modos en la garganta, sólo de anticipación. —Déjame tocarte ahora, Will. Por favor.
Correcto o incorrecto, mi control se estaba desvaneciendo. ¿Cuántas veces podía decir no? —Eddy,— dije, y mi voz ni siquiera sonó como mía. —Eres tan malditamente joven...
Dejó de esperar que le dijera que estaba bien. Se acercó más y las palabras murieron en mi boca. Uno de sus brazos me rodeó la cintura.
Su otra mano se deslizó, bajando por mi espalda, entre mis piernas, apretando, frotando entre mis nalgas, y gemí. Oh dios, realmente quería rendirme. Me apretó con fuerza contra él.
Se inclinó más cerca, rozando levemente sus labios sobre los míos. —Will,— susurró contra mis labios. —En menos de seis meses, el Ejército de Estados Unidos me pondrá un arma en las manos y me convertirá en un asesino. Si tengo suficiente edad para eso, ¿cómo puedo ser demasiado joven para esto?
Y entonces me besó.
Sus labios eran de una suavidad aterciopelada, dubitativos y dulces, y me oí gimotear cuando los restos de mi determinación se desmenuzaron. No me quedaban fuerzas para protestar. Los brazos que me sostenían era fuertes y seguros, y el pecho que sentía bajo las manos definitivamente pertenecía a un adulto, y cualquier recuerdo que tuviese de la persona que había sido antes huyó. Quizás mis razones para decir no habían sido buenas, y quizás no lo habían sido. De un modo u otro, ya no podía reunir ninguna convicción para ellas. Allí y ahora era un hombre en todos los sentidos, y me deseaba.
Confiaba en mí.
Le rodeé con los brazos y le devolví el beso, saboreando la sensación de su cuerpo duro contra el mío. Se frotó contra mí y dejé que mis dedos marcaran una estela hacia abajo, tocándole finalmente a través de la fina y tentadora tela de sus pantalones. Sólo el toque más ligero con la punta de los dedos y jadeó, empujando contra mi mano. Sus dedos empezaron a manejar torpemente la parte delantera de mis pantalones, y le detuve.
Me miró, sobresaltado, y supe que estaba asustado de que hubiese cambiado de idea. La súplica muda que vi en sus ojos me hizo sonreír.
— Vayamos al dormitorio,— dije, y el alivio en su rostro fue evidente.
Fue primero al final del corto pasillo hasta mi habitación mientras yo le echaba la llave a la puerta principal. No es que tuviera ninguna razón para esperar que la gente entrase sin llamar, pero pareció prudente. También me detuve en el baño para coger el bote de Vaselina. No estaba seguro de que fuéramos a llegar tan lejos, pero desde luego no hacía daño el estar preparado.
Cuando finalmente fui a mi dormitorio, encontré que se había deshecho de la poca ropa que había vestido. Estaba tumbado desnudo en mi cama, y la vista desde la puerta de la habitación era increíblemente excitante. Tenía las rodillas dobladas, los pies planos en la cama. No había mucho vello en su pecho, pero su polla erecta descansaba en un gran parche de rizos densos y castaños. El vello marcaba un sendero hacía su perineo, y el trozo que podía ver de lo que había debajo era suave y sin vello. Tenía toda la intención de explorar esa parte de él a conciencia.
Pero no todavía.
Observó con una anticipación nerviosa como me desvestía. Cuando estuve tan desnudo como él, me senté sobre sus caderas, bajando la vista hacia él. El calor de Houston estaba empezando a impregnar mi apartamento, y había una fina capa de sudor sobre su amplio pecho. La mayoría de mis encuentros sexuales eran rápidos e impersonales. La idea de tener una cantidad infinita de tiempo con él era emocionante, y la comprensión de que cada detalle le resultaría nuevo lo hacía incluso mejor.
Deslice los dedos bajando por su pecho hasta su ombligo y oí como se aceleraba su respiración en respuesta. Mis dedos continuaron hacia abajo, siguiendo el ligero y preciado rastro hacia el denso parche de rizos. Trató de arquearse hacia mi mano, pero con mi peso sobre sus caderas no podía moverse mucho. Gimió, la excitación y la frustración luchando por el dominio, y no pude evitar sonreír. Recordé cómo se sentía ser joven y tan impaciente.
Me incliné y pasé la lengua sobre su pezón. Todavía olía al jabón de su ducha, y aún así su piel ya sabía un poco salada. Succione la carne sensible en mi boca y lo hice rodar suavemente entre mis labios, y gimoteó un poco. Me desplacé al otro, moviendo primero la lengua en círculos alrededor, y pellizcándolo ligeramente después con los dientes.
—Oh dios,— gimió, arqueándose contra mí. Sus manos se cerraron en puños sobre las sábanas a sus costados.
Me moví hacia arriba de manera que pudiera mirarle a los ojos.
—Puedes decirme que me detenga en cualquier momento,— le dije.
Sacudió la cabeza. —No lo haré.
—Pero puedes,— enfaticé. —En cualquier momento.
—Vale.
—O si necesitas que vaya más lento.
—Vale.
Le besé ligeramente y sentí como se tensaba debajo de mí. —¿Qué va mal? — pregunté.
—¿Puedo tocarte ahora?— preguntó.
Reí antes de poder detenerme. —Creí que ya habíamos superado eso.
No me devolvió la sonrisa. Se veía nervioso, pero innegablemente excitado. —¿Harás eso de nuevo?— susurró.
Sonreí mientras volvía a bajar hasta su pezón. —¿Esto?— pregunté mientras volvía a tomarlo en la boca, apretándolo entre los labios.
—Siiii,— siseó mientras me cogía el pelo con una mano, empujándose contra mí. Incrementé la presión, mordiendo sólo un poco, y el aire siseó entre sus dientes. —Oh dios, no tenía ni idea de que pudiera sentirse tan bien,— dijo sin respiración, y me moví al otro lado.
Le provoqué ligeramente con la lengua durante un momento antes de pellizcarle con los dientes. Le mordí más fuerte esta vez. Jadeó, paralizado durante una fracción de segundo mientras esa pizca de dolor se convertía en placer, y entonces gimió con la parte baja de la garganta. Sus dos manos me sujetaron la cabeza, apretándome más contra su pecho mientras provocaba su carne sensible con los dientes.
Estaba jadeando con fuerza, frotando fuerte su polla erecta contra mí, y podría haber sido capaz de dejarle terminar así, pero quería darle más.
Mejor dejar esa ola regresar al mar en lugar de dejar que rompiese en la cresta tan pronto. Me aparté y me senté de manera que pudiera bajar la vista hacia él.
Sus pezones estaban duros, ligeramente húmedos, y de un rojo brillante contra el suave bronceado de la piel de su pecho. Era increíblemente hermoso, sus ojos verdes necesitados, suplicando por más.
Me moví de encima suyo, posicionándome de manera que estuviera tumbado entre sus piernas, y empecé a recorrer mi camino besando lentamente desde sus pezones, bajando por su estómago suave y plano.
Suspiró, y su respiración volvió a ralentizarse mientras se relajaba. Cuando eché una ojeada a su cara sus ojos estaban cerrados, pero no había duda en el mundo de que lo estaba disfrutando. Me moví alrededor de todos los rizos densos de vello, respirando su esencia pesada y almizcleña, besándole, pellizcándole. Mi mejilla rozó su polla, y jadeó, tensándose hacia mí, sus manos aferrando las sábanas a sus costados.
Me moví más abajo, hacia su perineo. Le acaricié allí, primero con la punta del dedo, y después con la lengua. Gruñó, un sonido bajo y profundo desde el pecho, mientras succionaba el grueso cordón de músculo. Me moría por seguir esa carne suave y sonrosada hacia abajo, pero me detuve. “Una cosa cada vez”. La primera vez necesitaba ser completamente para Eddy, y esa área en particular era una que quizás no esperaba que tocase todavía.
Puse la lengua en la gruesa base de su polla y subí lentamente y sin prisas. Dejé un rastro húmedo en la carne suelta del escroto hasta la base de su hombría, y después me deslicé incluso más perezosamente para pasar la lengua sobre el punto sensible justo bajo la hendidura.
—Will,— siseó. Eddy me cogió la cabeza, enredando urgentemente las manos en mi cabello.
—No todavía,— le dije. Usé los dedos para alzar su polla de manera que señalase hacia mi boca. Besé la punta y le sentí temblar de anticipación. Había gotas saladas de humedad en la punta, y las lamí antes de deslizar la lengua alrededor de la cima, una y otra vez, haciendo círculos suaves de manera deliberada. Su respiración tranquila se convirtió rápidamente en irregular, y sus gemidos se convirtieron en lloriqueos.
—Will,— dijo de nuevo. Había más urgencia esta vez, y supe que estaba cerca, mucho más cerca de lo que realmente quería estar, pero incapaz de detener la marea que se cernía sobre él. Decidí que ya le había provocado suficiente.
Succioné la cabeza de su hombría, deteniéndome justo bajo la cabeza y succionando con fuerza. Gritó y se tensó debajo mío. Afortunadamente yo sabía qué iba a hacer exactamente, incluso si él no lo sabía. Sus manos empujaron mi cabeza hacia abajo y sus caderas empujaron hacia arriba. Metió la polla profunda en mi garganta mientras se corría, su erección pulsando contra mi lengua. Succioné con fuerza, tragando rápido. Sabía exactamente cómo de genial se sentía que te arrancasen el placer de ese modo.
Eddy gritó de nuevo. —¡Oh dios!
Mi propia erección se frotaba contra las sábanas debajo mío, y me debatí sobre usar mi mano. Pero sólo durante un momento. Por ahora era suficiente con darle a él algo.
—¿Will?— me preguntó, tembloroso. Las manos de Eddy dejaron mi cabeza y me aparté de manera que pudiera alzar la vista hacia su rostro. Pensé que estaría feliz, pero en su lugar se veía preocupado. —Oh dios, Will, lo siento tanto...
—¿Por qué lo sientes?— pregunté, moviéndome rápidamente de manera que pudiera bajar la vista y verle la cara.
—No creo que debiese haber... mientras tú estabas...
Me las arreglé para evitar reírme de su turbación, aunque no pude evitar sonreír. —Sabía que iba a pasar.— Le vi relajarse un poco.
—¿Qué hay de ti?— preguntó, extendiendo la mano hacia mi polla. Se la aparté.
—Más tarde,— dije. Me incliné para besarle y vi la mirada de inquietud en sus ojos. Me moví lentamente, dándole tiempo de sobras para detenerme. Pero no lo hizo.
Su renuencia a besarme después de lo que acababa de hacer sólo duró un momento. Una vez que su lengua encontró la mía, gimió de nuevo y sus brazos me rodearon, sosteniéndome prietamente. Me besó fuerte y pareció casi saborear el sabor de su propia semilla en mi lengua.
Cuando me aparté y bajé la vista hacia él, me alegre de ver que realmente estaba sonriendo esta vez. —Dios santo, eso ha sido asombroso,— dijo, y reí mientras rodaba para dejar de estar encima suyo. Mi dormitorio se estaba calentando de manera incómoda y estaba mejor estar tumbado a su lado que estar encima de él.
Estuvimos allí tumbados en silencio durante un rato, mirando el techo, mientras él recuperaba el aliento. Yo todavía no podía creer del todo que aquello estuviera pasando. Me esforzaba en mantener a mi mente alejada del Eddy al que había conocido antes... y realmente tenía que separarlos con mucha firmeza en mi mente en dos personas diferentes: el Eddy que era un niño patoso, y el Eddy que era en mucho un adulto. Un adulto increíblemente sexy, ya puestos.
Empecé a pensar sobre lo de antes en su dormitorio... sus pantalones, y su persistencia, y mi retirada apresurada... y me encontré riendo. —
¿Realmente compraste ese estéreo sin contrato?— pregunté.
—No,— dijo, y aunque no le estaba mirando pude oír la sonrisa en su voz. —Es mío. Lo traje a casa desde el rancho y no lo había conectado todavía. Me imaginé que era una manera tan buena como cualquier otra de meterte en mi habitación.
—Truco sucio, Eddy.
Rió. —Quizás, pero era todo lo que se me ocurrió. Nunca antes había tratado de seducir nadie.
Eso tenía sentido. No es como si los chicos como nosotros tuviéramos oportunidades todos los días. —¿Cómo supiste sobre mi?— pregunté, porque intentaba muy duro el mantener un perfil bajo.
—Temía que me preguntaras eso.
Giré la cabeza para mirarlo. Me estaba sonriendo, pero había un ligero sonrojo subiéndole por las mejillas.
—¿Por qué?
Se giró hacia el otro lado, rodando hacia su lado de manera que pudiera alcanzar el borde de la cama y el cajón de abajo de la mesita de noche. El cajón donde guardaba mis revistas. No tenía muchas, quizás una docena de copias manoseadas de Físico Ilustrado, Jóvenes Adonis y Agrupación Griega Ilustrada. Eddy sacó una y me la tendió. —Las encontré cuando tenía catorce años,— dijo simplemente.
—¿Cómo?
—Estaba fisgoneando.
La confesión realista me hizo reír. —¿Qué estabas buscando?
—Nada en particular. Estaba aburrido. Te habías ido por Navidad y te estaba trayendo el correo. No quería ir a casa. Así que empecé a husmear, y las encontré.
—Supongo que debería haberlas escondido mejor,— dije, aunque nunca se me había ocurrido de verdad que podría necesitar hacerlo.
Rió. —Para cuando cumplí los dieciséis, no podía esperar a que te fueras de vacaciones para poder escurrirme aquí y mirarlas. Pensé en robar una, pero estaba demasiado asustado de que me atrapasen.— Eddy estaba tumbado de lado, encarándome, con la cabeza apoyada en una mano, y sus mejillas estaban empezando a sonrojarse de nuevo. —Solía venir aquí sólo para masturbarme,— dijo. —Pensaba en ti, haciendo lo mismo, mirando las mismas imágenes.— Sus ojos se fueron cerrando, y su voz se volvió más baja. — Realmente me excitaba, el pensar en ti. Pensar en ti masturbándote.— Abrió los ojos de nuevo. Tendió mano hacia mí, poniéndola sobre mi pecho, los dedos jugueteando con el vello. —Sé que todo esto te parece repentino, Will. Pero he estado pensando en ti desde hace mucho tiempo.
—No tenía ni idea.
Sonrió. —Tengo buena cara póquer.— Se alejó rodando de mi, sentándose en el borde de la cama. —Debería irme. Prometí que haría algo del trabajo de la casa para mi madre hoy, y me va a llevar a cenar fuera.
—Claro.— Me sorprendí ante la decepción que sentí por el pensamiento de que tuviera que marcharse.
Y como si me estuviera leyendo la mente, preguntó: —¿Puedo verte esta noche?
—Por supuesto,— dije.
—Es sábado,— dijo, dubitativo. —Normalmente vas a... otro sitio.— La mirada que me dirigió era una pregunta. Por supuesto, tenía razón.
Normalmente iba al bar los sábados.
—Estaré aquí,— dije, y sonrió.
—Puedo encontrarme contigo en la piscina.
—Eso suena perfecto,— le dije.
Me quedé allí tumbado, mirando cómo se ponía la ropa. No le llevó mucho tiempo. Sólo había llevado una camiseta y ese pedazo traidor de ropa que a duras penas se parecían a unos pantalones cortos. Una vez que estuvo vestido, se subió a la cama sobre las manos y las rodillas y bajó la vista hacia mí. — Gracias, Will.
—No me des las gracias, niño,— dije. —No es exactamente como si fuera altruismo por mi parte.
Sonrió ante eso. —Te veré esta noche.
* * * * *
Puesto que llegué a la piscina antes que él, empecé mis largos. No mucho después apareció una mujer con dos niños. Se sentó en una tumbona leyendo mientras los más jóvenes salpicaban y jugaban. Cuando Eddy apareció, nos saludamos y nos ignoramos aposta el uno al otro, flotando en los extremos contrarios de la piscina. Parecía como si no fueran a irse nunca, pero finalmente la mujer les atrapó, declarando que ya había pasado su hora de estar en la cama, y se marcharon, protestando durante todo el camino.
Para entonces estaba completamente oscuro, y las débiles luces alrededor del perímetro hacían poco para iluminar la piscina en sí misma. Yo estaba en el extremo profundo, agarrado del borde de manera que no tuviera que mantenerme a flote. Podía ver lo justo en la escasa luz como para saber que
Eddy estaba nadando muy lentamente en mi dirección.
—Dime que no te lo has repensado,— dijo.
—No,— le dije. —¿Y tú?
Rió, una risa gutural densa de excitación, y mi cuerpo ya estaba reaccionando a él. —Definitivamente no,— dijo, moviéndose todavía lentamente hacia mí. Ahora sólo estaba a un par de metros.
—Podemos ir arriba,— dije.
Sacudió la cabeza. —No.
—¿Seguramente no quieres ir a tu habitación?
Rió. —¡Dios, no!— Para entonces, estaba delante mío. Eddy tendió el brazo sobre mi hombro, agarrando la pared detrás de mí para estabilizarse. —Quiero quedarme aquí,— dijo insinuante.
—¿Aquí?— pregunté, inseguro. Mi pulso empezó a acelerarse sólo de pensar en ello.
—Si.— Se acercó más. Su erección se frotó contra la mía y gemí. Me besó la mandíbula, y entonces su lengua tocó mi oreja. —Te dije que solía pensar en ti,— susurró, y su mano libre se deslizó entre nosotros para frotarse contra mi polla erecta. —Esto es algo que he querido hacer desde hace mucho tiempo.
—¿Y si se viene alguien?— pregunté con nerviosismo.
Su risa en mi oreja era suave y gutural. —Ésa es la idea.
—¡Quiero decir a la piscina!
Rió de nuevo entre dientes y su mano me agarró más fuerte.
¡Oh Dios, me excitaba! Mi capacidad para protestar la ubicación se estaba desvaneciendo rápidamente. Sentí como sus dedos tiraban de la cintura elástica de mi bañador, y su mano se deslizó dentro, hirviéndome con su calor.
Su mano encontró mi polla desnuda y jadeé.
—Puedes ver la verja,— dijo, y su mano empezó a moverse sobre mí. —
Sólo dime si necesito parar.
Al final no habría sabido si alguien había pasado por la verja de todos modos. Podría haber explotado una bomba a tres metros de allí y no estaba seguro de que me hubiera dado cuenta. Se sujetó a la pared, y yo me sujeté a él. Eddy me besó con fuerza y deslicé la mano en su traje de baño.
Y después sólo hubo sensaciones. La humedad persistente del caluroso día, el líquido a duras penas fresco de la piscina, su respiración frenética contra mis labios, el sonido del agua contra el borde mezclado con sus gemidos silenciados, la sensación de su suave hombría en mi puño, y su mano fuerte y callosa acariciándome, apretándome, provocándome, hasta que grité. Me silenció, sus labios sellados contra los míos, y entonces también se corrió. Tuve que sujetar la pared de detrás mío con un brazo para sostenernos, porque él no parecía poder seguir haciéndolo.
Cuando los temblores hubieron pasado se separó un poco. Incluso en la tenue luz podía ver que estaba sonriendo.
—Eso ha sido tan divertido como lo imaginé,— dijo, y reí. —Puedo volver a encontrarme contigo aquí mañana por la noche.
—Creía que tu madre no te dejaba nadar en Sabbath.
—Ya no soy un niño,— dijo, repentinamente serio. —Además, creo que nadar podría ser el último de mis pecados.
—¿Te preocupa...?
—No.— Se movió y me besó rápidamente. —Buenas noches, Will.
—Buenas noches, Eddy.
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