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La amante prohibida del jefe (Nick&tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: La amante prohibida del jefe (Nick&tu)
Yo tambien quiero que mi papá invite a Nick Jonas a una fiesta para mi (?
Seguila! :D
Pd: Perdon por no comentar antes.. pero hace como 16 hs que no tengo luz en mi casa y ahora mismo estoy de mi abuela :/
Un beso! (:
Seguila! :D
Pd: Perdon por no comentar antes.. pero hace como 16 hs que no tengo luz en mi casa y ahora mismo estoy de mi abuela :/
Un beso! (:
Daai.Jonas.Lovato
Re: La amante prohibida del jefe (Nick&tu)
Capítulo 2
_______ ENTRÓ en la carretera de acceso a Beville Holdings y se paró en el control de seguridad. Sonrió a Ted, el guarda que vigilaba la puerta en el turno de mañana. Normalmente Ted le devolvía la sonrisa y se limitaba a apretar el botón que levantaba la barrera para que pudiera pasar.
Ese día, sin embargo, Ted abrió la ventanilla de la cabina y le hizo gestos a ________ para que bajara la de su coche.
—Está aquí —le dijo con tono de conspiración—. El nuevo jefe.
—¿Qué?
A _________ se le hizo un nudo en el estómago. Esperaba ver a Nicholas Jonas en el trabajo, pero no tan pronto.
—¿No leyó lo de la absorción en el periódico de ayer? —le preguntó Ted.
—Eh... No —replicó ________, simulando no estar enterada.
En el trabajo no hacía exactamente el papel de rubia tontita, pero intentaba no dar pistas sobre quién era realmente. Le gustaba porque así pasaba por ser una chica de Gladesville de clase trabajadora. Nadie de su trabajo había estado nunca en su apartamento con vistas al mar ni había relacionado su apellido, Henrie, con la dinastía de los diamantes.
—Se llama Jonas y llegó hace más de una hora para inspeccionar la fábrica. Estará pronto en su sección, así que no llegue tarde.
—¿Cómo es? —preguntó ________, no pudiendo reprimir su curiosidad.
—No muy malo. Creo que mi trabajo está a salvo. Llegó al control después de las siete y dijo quién era, le pedí su identificación y parece que le gustó.
—Bien por ti. ¿Qué conducía? Seguro que un cochazo.
—Un deportivo azul oscuro. _________ esbozó un gesto de desagrado. Típico. Su padre le había dicho el día anterior que Nicholas Jonas no era el clásico playboy, a pesar de vivir en un ático, pero a hombres como ése siempre se les acababa notando lo que realmente eran y, supuestamente, los coches de los ricos reflejaban su auténtica personalidad y poder.
En una ocasión, ________ había recorrido Sydney a toda velocidad en un descapotable rojo, un regalo de su padre cuando había cumplido veintiún años. Después, cuando había empezado a trabajar, lo había cambiado por un utilitario blanco para evitar que en el trabajo pensaran que era una ricachona. Quería caer bien por ella misma, no por su dinero.
—Gracias por el aviso, Ted —dijo ___________. Siguió hacia el aparcamiento de los empleados, que estaba sorprendentemente lleno. Todos los coches de los jefes estaban allí, algo inusual un lunes a esa hora. Debían de haberse enterado también de la absorción y habían decidido causar buena impresión
El único sitio libre en la zona del aparcamiento mas cercana al edificio principal era la plaza contigua a un deportivo azul oscuro. ________ dudó, pero finalmente, decidida a no dejarse dominar por los nervios, deslizó su coche al lado del deportivo.
No valía la pena ponerse así. Al fin y al cabo, sólo era un hombre rico que le había resultado atractivo. Había estado casada con uno igual.
De acuerdo, había encontrado muy atractivo a Nicholas Jonas en la fotografía, ¿y qué?
Una vez hubiera visto al hombre real, seguro que su personalidad altanera haría desaparecer los aleteos en el estómago.
Tenía que admitir que el deportivo azul oscuro sugería que Nicholas Jonas a lo mejor no era un playboy como su ex. David habría elegido un coche ostentoso, dorado o plateado.
________ dio la vuelta por detrás de su coche y abrió la puerta del acompañante para llevarse el bolso, así aprovechaba para echar un vistazo dentro del deportivo azul. No había nada en los asientos de cuero ni en el suelo, nada que le diera una idea de cómo podía ser Nicholas Jonas. Nada, excepto que el coche estaba extraordinariamente limpio y ordenado, no había una pizca de suciedad por ningún sitio, ni una mancha. El coche brillaba por dentro y por fuera.
Las personas así solían ser muy críticas y controladoras.
—Será mejor que salgas de aquí, muchachita. —murmuró.
Echó la llave a la puerta de su coche y salio apresurada hacia las oficinas principales, un edificio de ladrillos construido al principio de los sesenta y totalmente reformado el año anterior.
Viendo el lugar, parecía que en la empresa todo fuera de perlas, nadie podría creer que Beville Holdings no hubiera dado beneficios los últimos años.
________ empujó la puerta principal y, a través de la desierta recepción, se dirigió a los aseos. Su reloj de muñeca marcaba las ocho y veintitrés, tenía solo cinco minutos para recomponer su aspecto antes de sentarse detrás del mostrador semicircular de la recepción y mostrarse como una mujer fría, calmada y con dominio de sí misma.
Nicholas se despidió del capataz de la fábrica, le agradeció la ayuda prestada y rechazó amablemente su oferta de acompañarle a las oficinas principales. Quería pensar y decidió que lo haría mejor si caminaba solo.
Mientras paseaba por el sendero bien señalizado, se preguntaba por qué había comprado una empresa que se dedicaba a fabricar gel de baño, champú, crema solar y lociones. ¿Que demonios sabía él de esos productos? Nada de nada.
De todos modos, supuso que, como decía la máxima que seguían los buenos vendedores, «una venta es una venta». Pero, a juzgar por los rendimientos de los dos últimos años, a Beville Holdings parecía no haberle funcionado muy bien la máxima.
O eso, o los costes de producción eran demasiado altos, o la gestión no era muy eficiente.
Nicholas deseó haber hecho más investigación de mercado antes de haberse lanzado el viernes anterior y haber comprado el paquete de acciones que controlaba la compañía.
Nunca antes en su vida había comprado una empresa por un sueño.
Había sucedido la noche del sábado anterior, la noche que había roto con Selena. Estaba nervioso porque ella estaba alterada y lo último que había querido era hacerle daño.
Se habían conocido seis meses antes en una cena que había sido mortalmente aburrida hasta que habían coincidido en la mesa. Después habían descubierto que los anfitriones habían estado haciendo de casamenteros con ellos. Selena se había divorciado hacía poco, tenía su misma edad, era delgada, morena y muy atractiva, además de inteligente y segura de sí misma. Nicholas había acabado en la cama con ella esa misma noche; era la primera mujer con la que estaba desde que Delta había muerto cuatro años atrás. Su libido había vencido finalmente al dolor y había vuelto a la vida.
Con la perspectiva dada por el tiempo, Nicholas estaba sorprendido de haber permanecido célibe durante tantos años. El sexo siempre había sido muy importante para él.
Había descubierto los placeres de la carne a los dieciséis años con una chica de diecinueve que sabia un par de cosas más que él. Ella vivía dos puertas más allá de su casa y había dedicado una larga tarde de sábado de un caluroso verano a enseñarle lo que había que hacer para darse placer mutuamente. Cuando la familia de ella se mudó, Nicholas estuvo hundido una buena temporada. A los dieciséis años, era imposible separar el amor de la lujuria.
Al final, se había repuesto de su mal de amores y desde entonces, siempre había tenido pareja, aunque no se había vuelto a enamorar hasta que había conocido a Delta. Otra mujer mayor que él, pero en aquella ocasión con quince años más: cuarenta y dos de ella frente a sus veintisiete. Y, sin embargo, habían sido muy felices juntos.
Por supuesto, todo el mundo pensaba que se había casado con la mujer de su antiguo jefe por pura ambición. Seguramente, ni siquiera Selena le había creído cuando le había dicho que siempre había amado a su esposa
Nicholas suponía que era razonable que después de dormir con Selena todos los fines de semana durante seis meses, ella esperara que le pidiera el matrimonio. En su defensa podía decir que desde el principio de su relación había dejado claro que no pensaba volverse a casar.
Durante la noche del sábado anterior. Selena había empezado a presionarle para que se casara con ella, pero el o podía. Porque, aunque Selena era muy atractiva, no estaba enamorado, y una vez que uno había estado profundamente enamorado, no podía conformarse con menos. Después de que Selena se hubiera marchado con gesto airado diciendo que no quería volverle a ver, no había podido conciliar el sueño, así que se había tomado una pastilla para dormir de las que el médico le había recetado después de la muerte de Delta, que ya estaban caducadas.
Había dormido y soñado mucho, sobre todo con Delta diciéndole, como solía hacer durante aquella horrible semana final, que no debía afligirse, que, algún día, encontraría a alguien mejor para él de lo que ella había sido, una mujer que le daría hijos y una vida maravillosa.
Sueños estúpidos que nunca se cumplirían.
Y entonces, aparentemente unos segundos antes de despertarse, había aparecido ese otro sueño extraño y preocupantemente real. Iba conduciendo por el campo y, de repente, en medio de un prado, había visto una valla publicitaria enorme con una chica rubia de espaldas y desnuda de cintura para arriba. El efecto era increíblemente excitante, tenía un tipo delgado, pero lleno de curvas, una piel lisa como la porcelana y un pelo dorado brillante que le caía hasta la mitad de la espalda. Con los brazos levantados por encima de la cabeza, sostenía un bote de champú contra un cielo azul brillante. Del bote salían rayos dorados como si fuese el sol. En la parte inferior del cartel podía leerse: EMPIEZA TODOS LOS DÍAS CON SUNSHINE.
En el sueño, Nicholas se había salido por la derecha de la carretera hasta chocar contra la rubia. El accidente le había hecho despertar del susto. Le había tranquilizado ser consciente de que sólo había sido un sueño, pero la imagen del cartel publicitario se había quedado tentadoramente grabada en su cabeza todo ese día, le obsesionaba.
Sabía que no había visto un anuncio así en su vida. Le sonaba vagamente una marca llamada Sunshine. Pero la relacionaba con un producto de limpieza, no con un champú.
Esa misma tarde, había llamado a Kevin Miller. Kevin llevaba una agencia de publicidad a la que recurría ocasionalmente, y le había preguntado si conocía un champú llamado Sunshine o algún anuncio parecido. Kevin no sabía nada.
Nicholas había ido entonces a un supermercado y había descubierto que había gran cantidad de productos con la etiqueta Sunshine, todos fabricados por una empresa llamada Bevílle Holdings. Posteriores investigaciones a través de su agente de Bolsa le habían revelado que Beville Holdings era un fabricante pequeño, pero bien situado en el mercado, que pertenecía a una gran compañía inglesa. Las acciones de Beville estaban bastante bajas debido a que ni había dado beneficios, ni había producido dividendos decentes desde hacía dos años.
«Y una semana después aquí estoy», se dijo Nicholas. «Propietario de semejante ruina de empresa».
Cuando quiso darse cuenta, estaba de pie en la puerta principal del edificio de las oficinas, moviendo la cabeza con ironía frente al cartel de Beville Holdings. No creía en absoluto en el destino o el karma. De hecho, era un hombre práctico.
Pero no podía negar que había sido poco práctico la última semana. Aquel sueño loco le había apartado de sus tradicionales negocios sobre seguro. Tan pronto como había descubierto que existía una empresa real que fabricaba los productos Sunshine, se había visto impelido a comprarla sin hacer antes un estudio de mercado serio.
Cole pensaba que había perdido la cabeza.
De todos modos, si hubiera escuchado siempre a Cole, nunca habría comprado nada. Cole era un gran asistente personal, pero desde luego no el hombre más decidido del mundo. No le había gustado el riesgo nunca, tuviera la forma que tuviera.
Los hombres de negocios, en ocasiones, tenían que asumir riesgos. Aunque la mayor parte de las veces fueran riesgos afrontados con información previa. Nicholas tenia que asumir que aquella vez estaba solo.
«De todas formas, puede ser un proyecto interesante», se dijo a si mismo mientras daba una vuelta por Beville Holdings. Un autentico reto. Últimamente sentía que estaba cayendo en la rutina.
El éxito dependería de lo que descubriera allí, decidió mientras empujaba la puerta de cristal. Si había problemas serios en los departamentos de ventas y marketing, la situación iba a ser delicada.
Las indemnizaciones millonarias eran siempre la única solución para deshacerse de los malos ejecutivos. Y eso era muy caro.
Vaya decoración, pensó Nicholas según puso el pie en la alfombra color jade que cubría el suelo de la amplia zona de recepción. Alzó las cejas mientras echaba un vistazo a los sillones de cuero color crema y las acuarelas de lujosos marcos que alegraban las paredes, también de color crema. Acabo deteniendo la mirada en el moderno mostrador de recepción totalmente desierto.
Estaba mirando en su reloj la hora, las ocho y veintiocho minutos, cuando aprecio un movimiento por el rabillo del ojo. Nicholas se volvió a tiempo de ver salir a una joven del aseo de señoras.
El corazón le dio un vuelco en el pecho. Era rubia y bonita. Llevaba un vestido verde pálido que se ceñía sobre unos pechos perfectos y cuya tela susurraba alrededor de unas hermosas piernas. La joven pareció asustarse al encontrarse con él y se detuvo en mitad del camino. Casi inmediatamente, sacudió su adorable cabeza y se dirigió hacia él meciendo las caderas.
—Buenos días, señor Jonas —dijo secamente, y le tendió la mano—. Siento no haber estado aquí para recibirle cuando ha llegado, pero empiezo a trabajar a las ocho y media.
Así que sabía quién era. Seguramente habría visto su foto en el periódico el día anterior, pensó Nicholas mientras tomaba la mano entre las suyas y se percataba de que de cerca era aún más bella.
—Está todo perfectamente, señorita...
—Henrie —le informó—, _______ Henrie. Yo... soy la recepcionista.
Nicholas sabia que muchas empresas contrataban gente con buena presencia para atender la recepción, Pero aquella chica estaba totalmente desaprovechada en aquel puesto. Podría haber sido modelo.
.
Ese día, sin embargo, Ted abrió la ventanilla de la cabina y le hizo gestos a ________ para que bajara la de su coche.
—Está aquí —le dijo con tono de conspiración—. El nuevo jefe.
—¿Qué?
A _________ se le hizo un nudo en el estómago. Esperaba ver a Nicholas Jonas en el trabajo, pero no tan pronto.
—¿No leyó lo de la absorción en el periódico de ayer? —le preguntó Ted.
—Eh... No —replicó ________, simulando no estar enterada.
En el trabajo no hacía exactamente el papel de rubia tontita, pero intentaba no dar pistas sobre quién era realmente. Le gustaba porque así pasaba por ser una chica de Gladesville de clase trabajadora. Nadie de su trabajo había estado nunca en su apartamento con vistas al mar ni había relacionado su apellido, Henrie, con la dinastía de los diamantes.
—Se llama Jonas y llegó hace más de una hora para inspeccionar la fábrica. Estará pronto en su sección, así que no llegue tarde.
—¿Cómo es? —preguntó ________, no pudiendo reprimir su curiosidad.
—No muy malo. Creo que mi trabajo está a salvo. Llegó al control después de las siete y dijo quién era, le pedí su identificación y parece que le gustó.
—Bien por ti. ¿Qué conducía? Seguro que un cochazo.
—Un deportivo azul oscuro. _________ esbozó un gesto de desagrado. Típico. Su padre le había dicho el día anterior que Nicholas Jonas no era el clásico playboy, a pesar de vivir en un ático, pero a hombres como ése siempre se les acababa notando lo que realmente eran y, supuestamente, los coches de los ricos reflejaban su auténtica personalidad y poder.
En una ocasión, ________ había recorrido Sydney a toda velocidad en un descapotable rojo, un regalo de su padre cuando había cumplido veintiún años. Después, cuando había empezado a trabajar, lo había cambiado por un utilitario blanco para evitar que en el trabajo pensaran que era una ricachona. Quería caer bien por ella misma, no por su dinero.
—Gracias por el aviso, Ted —dijo ___________. Siguió hacia el aparcamiento de los empleados, que estaba sorprendentemente lleno. Todos los coches de los jefes estaban allí, algo inusual un lunes a esa hora. Debían de haberse enterado también de la absorción y habían decidido causar buena impresión
El único sitio libre en la zona del aparcamiento mas cercana al edificio principal era la plaza contigua a un deportivo azul oscuro. ________ dudó, pero finalmente, decidida a no dejarse dominar por los nervios, deslizó su coche al lado del deportivo.
No valía la pena ponerse así. Al fin y al cabo, sólo era un hombre rico que le había resultado atractivo. Había estado casada con uno igual.
De acuerdo, había encontrado muy atractivo a Nicholas Jonas en la fotografía, ¿y qué?
Una vez hubiera visto al hombre real, seguro que su personalidad altanera haría desaparecer los aleteos en el estómago.
Tenía que admitir que el deportivo azul oscuro sugería que Nicholas Jonas a lo mejor no era un playboy como su ex. David habría elegido un coche ostentoso, dorado o plateado.
________ dio la vuelta por detrás de su coche y abrió la puerta del acompañante para llevarse el bolso, así aprovechaba para echar un vistazo dentro del deportivo azul. No había nada en los asientos de cuero ni en el suelo, nada que le diera una idea de cómo podía ser Nicholas Jonas. Nada, excepto que el coche estaba extraordinariamente limpio y ordenado, no había una pizca de suciedad por ningún sitio, ni una mancha. El coche brillaba por dentro y por fuera.
Las personas así solían ser muy críticas y controladoras.
—Será mejor que salgas de aquí, muchachita. —murmuró.
Echó la llave a la puerta de su coche y salio apresurada hacia las oficinas principales, un edificio de ladrillos construido al principio de los sesenta y totalmente reformado el año anterior.
Viendo el lugar, parecía que en la empresa todo fuera de perlas, nadie podría creer que Beville Holdings no hubiera dado beneficios los últimos años.
________ empujó la puerta principal y, a través de la desierta recepción, se dirigió a los aseos. Su reloj de muñeca marcaba las ocho y veintitrés, tenía solo cinco minutos para recomponer su aspecto antes de sentarse detrás del mostrador semicircular de la recepción y mostrarse como una mujer fría, calmada y con dominio de sí misma.
Nicholas se despidió del capataz de la fábrica, le agradeció la ayuda prestada y rechazó amablemente su oferta de acompañarle a las oficinas principales. Quería pensar y decidió que lo haría mejor si caminaba solo.
Mientras paseaba por el sendero bien señalizado, se preguntaba por qué había comprado una empresa que se dedicaba a fabricar gel de baño, champú, crema solar y lociones. ¿Que demonios sabía él de esos productos? Nada de nada.
De todos modos, supuso que, como decía la máxima que seguían los buenos vendedores, «una venta es una venta». Pero, a juzgar por los rendimientos de los dos últimos años, a Beville Holdings parecía no haberle funcionado muy bien la máxima.
O eso, o los costes de producción eran demasiado altos, o la gestión no era muy eficiente.
Nicholas deseó haber hecho más investigación de mercado antes de haberse lanzado el viernes anterior y haber comprado el paquete de acciones que controlaba la compañía.
Nunca antes en su vida había comprado una empresa por un sueño.
Había sucedido la noche del sábado anterior, la noche que había roto con Selena. Estaba nervioso porque ella estaba alterada y lo último que había querido era hacerle daño.
Se habían conocido seis meses antes en una cena que había sido mortalmente aburrida hasta que habían coincidido en la mesa. Después habían descubierto que los anfitriones habían estado haciendo de casamenteros con ellos. Selena se había divorciado hacía poco, tenía su misma edad, era delgada, morena y muy atractiva, además de inteligente y segura de sí misma. Nicholas había acabado en la cama con ella esa misma noche; era la primera mujer con la que estaba desde que Delta había muerto cuatro años atrás. Su libido había vencido finalmente al dolor y había vuelto a la vida.
Con la perspectiva dada por el tiempo, Nicholas estaba sorprendido de haber permanecido célibe durante tantos años. El sexo siempre había sido muy importante para él.
Había descubierto los placeres de la carne a los dieciséis años con una chica de diecinueve que sabia un par de cosas más que él. Ella vivía dos puertas más allá de su casa y había dedicado una larga tarde de sábado de un caluroso verano a enseñarle lo que había que hacer para darse placer mutuamente. Cuando la familia de ella se mudó, Nicholas estuvo hundido una buena temporada. A los dieciséis años, era imposible separar el amor de la lujuria.
Al final, se había repuesto de su mal de amores y desde entonces, siempre había tenido pareja, aunque no se había vuelto a enamorar hasta que había conocido a Delta. Otra mujer mayor que él, pero en aquella ocasión con quince años más: cuarenta y dos de ella frente a sus veintisiete. Y, sin embargo, habían sido muy felices juntos.
Por supuesto, todo el mundo pensaba que se había casado con la mujer de su antiguo jefe por pura ambición. Seguramente, ni siquiera Selena le había creído cuando le había dicho que siempre había amado a su esposa
Nicholas suponía que era razonable que después de dormir con Selena todos los fines de semana durante seis meses, ella esperara que le pidiera el matrimonio. En su defensa podía decir que desde el principio de su relación había dejado claro que no pensaba volverse a casar.
Durante la noche del sábado anterior. Selena había empezado a presionarle para que se casara con ella, pero el o podía. Porque, aunque Selena era muy atractiva, no estaba enamorado, y una vez que uno había estado profundamente enamorado, no podía conformarse con menos. Después de que Selena se hubiera marchado con gesto airado diciendo que no quería volverle a ver, no había podido conciliar el sueño, así que se había tomado una pastilla para dormir de las que el médico le había recetado después de la muerte de Delta, que ya estaban caducadas.
Había dormido y soñado mucho, sobre todo con Delta diciéndole, como solía hacer durante aquella horrible semana final, que no debía afligirse, que, algún día, encontraría a alguien mejor para él de lo que ella había sido, una mujer que le daría hijos y una vida maravillosa.
Sueños estúpidos que nunca se cumplirían.
Y entonces, aparentemente unos segundos antes de despertarse, había aparecido ese otro sueño extraño y preocupantemente real. Iba conduciendo por el campo y, de repente, en medio de un prado, había visto una valla publicitaria enorme con una chica rubia de espaldas y desnuda de cintura para arriba. El efecto era increíblemente excitante, tenía un tipo delgado, pero lleno de curvas, una piel lisa como la porcelana y un pelo dorado brillante que le caía hasta la mitad de la espalda. Con los brazos levantados por encima de la cabeza, sostenía un bote de champú contra un cielo azul brillante. Del bote salían rayos dorados como si fuese el sol. En la parte inferior del cartel podía leerse: EMPIEZA TODOS LOS DÍAS CON SUNSHINE.
En el sueño, Nicholas se había salido por la derecha de la carretera hasta chocar contra la rubia. El accidente le había hecho despertar del susto. Le había tranquilizado ser consciente de que sólo había sido un sueño, pero la imagen del cartel publicitario se había quedado tentadoramente grabada en su cabeza todo ese día, le obsesionaba.
Sabía que no había visto un anuncio así en su vida. Le sonaba vagamente una marca llamada Sunshine. Pero la relacionaba con un producto de limpieza, no con un champú.
Esa misma tarde, había llamado a Kevin Miller. Kevin llevaba una agencia de publicidad a la que recurría ocasionalmente, y le había preguntado si conocía un champú llamado Sunshine o algún anuncio parecido. Kevin no sabía nada.
Nicholas había ido entonces a un supermercado y había descubierto que había gran cantidad de productos con la etiqueta Sunshine, todos fabricados por una empresa llamada Bevílle Holdings. Posteriores investigaciones a través de su agente de Bolsa le habían revelado que Beville Holdings era un fabricante pequeño, pero bien situado en el mercado, que pertenecía a una gran compañía inglesa. Las acciones de Beville estaban bastante bajas debido a que ni había dado beneficios, ni había producido dividendos decentes desde hacía dos años.
«Y una semana después aquí estoy», se dijo Nicholas. «Propietario de semejante ruina de empresa».
Cuando quiso darse cuenta, estaba de pie en la puerta principal del edificio de las oficinas, moviendo la cabeza con ironía frente al cartel de Beville Holdings. No creía en absoluto en el destino o el karma. De hecho, era un hombre práctico.
Pero no podía negar que había sido poco práctico la última semana. Aquel sueño loco le había apartado de sus tradicionales negocios sobre seguro. Tan pronto como había descubierto que existía una empresa real que fabricaba los productos Sunshine, se había visto impelido a comprarla sin hacer antes un estudio de mercado serio.
Cole pensaba que había perdido la cabeza.
De todos modos, si hubiera escuchado siempre a Cole, nunca habría comprado nada. Cole era un gran asistente personal, pero desde luego no el hombre más decidido del mundo. No le había gustado el riesgo nunca, tuviera la forma que tuviera.
Los hombres de negocios, en ocasiones, tenían que asumir riesgos. Aunque la mayor parte de las veces fueran riesgos afrontados con información previa. Nicholas tenia que asumir que aquella vez estaba solo.
«De todas formas, puede ser un proyecto interesante», se dijo a si mismo mientras daba una vuelta por Beville Holdings. Un autentico reto. Últimamente sentía que estaba cayendo en la rutina.
El éxito dependería de lo que descubriera allí, decidió mientras empujaba la puerta de cristal. Si había problemas serios en los departamentos de ventas y marketing, la situación iba a ser delicada.
Las indemnizaciones millonarias eran siempre la única solución para deshacerse de los malos ejecutivos. Y eso era muy caro.
Vaya decoración, pensó Nicholas según puso el pie en la alfombra color jade que cubría el suelo de la amplia zona de recepción. Alzó las cejas mientras echaba un vistazo a los sillones de cuero color crema y las acuarelas de lujosos marcos que alegraban las paredes, también de color crema. Acabo deteniendo la mirada en el moderno mostrador de recepción totalmente desierto.
Estaba mirando en su reloj la hora, las ocho y veintiocho minutos, cuando aprecio un movimiento por el rabillo del ojo. Nicholas se volvió a tiempo de ver salir a una joven del aseo de señoras.
El corazón le dio un vuelco en el pecho. Era rubia y bonita. Llevaba un vestido verde pálido que se ceñía sobre unos pechos perfectos y cuya tela susurraba alrededor de unas hermosas piernas. La joven pareció asustarse al encontrarse con él y se detuvo en mitad del camino. Casi inmediatamente, sacudió su adorable cabeza y se dirigió hacia él meciendo las caderas.
—Buenos días, señor Jonas —dijo secamente, y le tendió la mano—. Siento no haber estado aquí para recibirle cuando ha llegado, pero empiezo a trabajar a las ocho y media.
Así que sabía quién era. Seguramente habría visto su foto en el periódico el día anterior, pensó Nicholas mientras tomaba la mano entre las suyas y se percataba de que de cerca era aún más bella.
—Está todo perfectamente, señorita...
—Henrie —le informó—, _______ Henrie. Yo... soy la recepcionista.
Nicholas sabia que muchas empresas contrataban gente con buena presencia para atender la recepción, Pero aquella chica estaba totalmente desaprovechada en aquel puesto. Podría haber sido modelo.
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_____________________________________
To be continued
heyIt's Egla Lovato Jonas
Re: La amante prohibida del jefe (Nick&tu)
Daai.Jonas.McGinty ~ escribió:Yo tambien quiero que mi papá invite a Nick Jonas a una fiesta para mi (?
Seguila! :D
Pd: Perdon por no comentar antes.. pero hace como 16 hs que no tengo luz en mi casa y ahora mismo estoy de mi abuela :/
Un beso! (:
aww grcias lindaa por seguir leiiendo mi nove(:
heyIt's Egla Lovato Jonas
Re: La amante prohibida del jefe (Nick&tu)
SEGUILAAA PLZZZ :D SEGUILAAA PLZZZ :D
raqel d' Jonas(NJJ<3
Re: La amante prohibida del jefe (Nick&tu)
me enknto siguela plisssssssssssssssssss
jonatic&diectioner
Re: La amante prohibida del jefe (Nick&tu)
no paro de hacer gestos mientras leo XD es tan... no sé pero AAAAAH! quiero continuar leyendo!! :D porfavor siguela!!!! :D
Saruc.LM.
Re: La amante prohibida del jefe (Nick&tu)
Yo sigo aqui!
Es que no pude pasarme antes pero estoy aquí!
Ame el cap!
Amo a Nick .Amo a Joe .Amo a kevin y Danielle(Team Kanielle)
Sos Team Jemi??
Besos!Te quiero
Es que no pude pasarme antes pero estoy aquí!
Ame el cap!
Amo a Nick .Amo a Joe .Amo a kevin y Danielle(Team Kanielle)
Sos Team Jemi??
Besos!Te quiero
Sunny
Re: La amante prohibida del jefe (Nick&tu)
Hahahaha holaa li.daa muchas gracias por leer mi nove(:SaRaH-WhIteWinTeR escribió:no paro de hacer gestos mientras leo XD es tan... no sé pero AAAAAH! quiero continuar leyendo!! :D porfavor siguela!!!! :D
heyIt's Egla Lovato Jonas
Re: La amante prohibida del jefe (Nick&tu)
Hahaha gracias(:Lula_Jonas escribió:Yo sigo aqui!
Es que no pude pasarme antes pero estoy aquí!
Ame el cap!
Amo a Nick .Amo a Joe .Amo a kevin y Danielle(Team Kanielle)
Sos Team Jemi??
Besos!Te quiero
obvio soi gheam Kanielle(:
heyIt's Egla Lovato Jonas
Re: La amante prohibida del jefe (Nick&tu)
NUEVA LECTORA!!!
Creo que ya he comenzado a leer esta novela en otra ocasion, pero no logro recordarla, jeje
Bueno, espero que subas pronto, estare esperando :D
Creo que ya he comenzado a leer esta novela en otra ocasion, pero no logro recordarla, jeje
Bueno, espero que subas pronto, estare esperando :D
LittleThings
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