Huéspedes.{audiciones abiertas.

Observó la enorme casa que tenía en frente, sin duda, no había cambiado nada. Todo seguía exactamente como lo recordaba. Las paredes pintadas de un color amarillo claro, el techo de tejas de color gris, el césped estaba bien cuidado, y unas que otras flores lo adornaban, había un camino que llegaba hasta la puerta y en este había pequeños faroles de color negro.

Suspiró y caminó hasta llegar a la entrada de la casa, tocó el timbre, y en unos instantes, apareció su hermana, Eleanor Calder.

—Hola, Emma—saludó la castaña, mientras le daba un efusivo abrazo—Pasa—se hizo a un lado, para permitirle el paso. La joven se adentró y un olor a vainilla inundo sus fosas nasales— ¿Como haz estado?—preguntó sonriente, luego de sentarse en el sofá—

—Bien. Arizona, no es como pensé, pero logré acostumbrarme—se encogió de hombros. Su hermana le miró confundida—Es decir, estar alejada de Londres, que es donde nací y me crecí—

—Pero, tu decidiste irte a Arizona, con papá—dijo extrañada—

—Papá a cambiado mucho, Eleanor—se levantó del sofá y caminó observando las fotos que había arriba de la chimenea—

—¿A que te refieres?—se levantó y caminó hasta llegar a su lado, al darse la vuelta notó que Eleanor tenía el ceño fruncido—

—Desde que mamá lo abandonó, se a vuelto un adicto. Fue a rehabilitación por unos meses, pero luego lo abandonó—explicó aún sin quitar la vista de los retratos que había allí— Creo que no fue muy buena la idea de venir aquí, él esta solo, me necesita. Todas las noches llora, se siente solo, aún con mi presencia—la miró fijamente—

—Emma, tu sabes que papá es fuerte. Él podrá solo—sonrió a medias—

—No lo se, Eleanor. Yo soy lo único que tiene, tú estas aquí y tienes una vida, mientras que la mía es en Arizona, junto a él.

—No te preocupes ¿si?—posó sus manos en los hombros de su hermana— cuando vuelvas, iremos las dos juntas y ayudaremos a papá, verás que todo esto se arreglará—ella asintió débilmente— ahora, vamos al estudio a ver a los chicos—

—¿Al estudio?—preguntó confundida—

—Si—afirmó, tomó la mano de Emma y jaló de ella hasta llegar al garaje—

En todo el camino, ninguna de las dos dijo nada, Emma mantenía la vista fija en la ventana mientras pensaba que es lo que estaría haciendo su padre, temía dejarlo solo por si hiciera alguna locura, ella siempre lo apoyo en todo él era su fuerte, siempre trató de ayudarlo a dejar el vicio por las bebidas y las drogas, pero no podía, él ponía resistencia a todo. Se sentía culpable por todo lo que le pasaba, pero, en cierto modo no era su culpa, si no la de su madre, quién le dijo que lo dejaba por una carta, una maldita carta, que hizo que la vida de su padre se pusiera patas arriba.

Al llegar, Eleanor se quedó un rato mirándo a su hermana. Su vida era frustrante, se odiaba a si misma, por dejar a Emma sola. Pero, haría lo que fuera para que ella y su padre fueran felices.

Se adentraron al estudio y buscaron el camerín de los chicos, tocaron la puerta y la abrió un hombre alto y fornido.

—Hola, Eleanor y....—miro medio raro a Emma, quién mantenía la mirada fija en el piso—

—Ella es mi hermana, Paul.Emma Calder—sonrió—

—¿Hermana?—dijo confundido— Nunca nos dijiste que tenías una hermana—

—¿Quién es, Paul?—se escuchó un grito de adentro de la habitación. Paul se hizo a un lado dejándolas pasar—

—¿Quién eres?—preguntó un chico de unos preciosos ojos verdes—

—Emma Calder—respondió con una sonrisa en sus labios—