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Naviad Magica (Nick y Tu) Adaptacion
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Naviad Magica (Nick y Tu) Adaptacion
¿Unos pocos cientos de dólares? Que de todos modos había ahorrado al devolver el jersey. Sin pensárselo dos veces, se metió en un rincón entre artículos de Channel y marcó el número que aparecía en la tarjeta.
-ImageMakers -ronroneó una suave voz masculina-. Le habla Richard Gifford. ¿En qué puedo ayudarle?
La voz encajaba con la tarjeta.
-Me gustaría solicitar una cita -su tono se equiparó al de su interlocutor en ecuánime profesionalismo-. Es decir, si el señor o la señorita Ewing reciben a clientes por las noches, porque sólo estoy disponible en ese horario.
-La señorita Ewing recibe a los clientes cuando a estos les viene bien -reinó una pausa-. Su siguiente horario disponible para la noche es para el nueve de febrero. ¿Quiere que...?
Se preguntó por qué había dado por hecho que podría conseguir que la cambiaran en un abrir y cerrar de ojos.
-Lo siento -dijo-, pero estoy de paso aquí y...
-¿Quién le ha dado nuestro teléfono? -el interés del hombre pareció acrecentarse.
-Santa Claus.
-Bien. La señorita Ewing ha tenido una cancelación repentina. Puede recibirla esta noche. De hecho, ahora mismo. ¿Cuándo la esperamos?
______ se sintió aturdida y algo intimidada. Pero se había comprometido con un cambio de imagen y no iba a dejar que la dominara la cobardía.
-Soy afortunada -manifestó-. Estaré allí... -miró el reloj. La tarde había volado-. Estaré allí a las siete.
No estaba lejos. Con diez minutos tendría suficiente. Salió de Bloomingdale's, pero en la calle se detuvo, dio media vuelta y regresó a toda velocidad a la sección masculina. Unos minutos más tarde, había pagado ciento sesenta y cinco dólares por una camisa de rayas azules y blancas de un tamaño muy grande.
También había agotado siete de sus diez minutos. «La puntualidad es clave para el éxito en la vida. Llegad cuando digáis que vais a llegar, y daos un margen para un posible atasco en el tráfico, algo que no podéis controlar...»
-Madre -musitó mientras metía la tarjeta de crédito en el bolso-. Ya te lo he dicho. Déjame en paz.
Aunque sabía que la Calle Sesenta y Siete con la Quinta sería una zona de casas bonitas, no estaba preparada para una mansión. Típica residencia de Manhattan, era pequeña para los tamaños habituales de las mansiones. Se arrebujó en su abrigo de cachemira negro y subió hasta las enormes puertas dobles.
No había buzones ni timbres, ninguna lista de médicos, dentistas o psicólogos que hubieran convertido esa otrora orgullosa residencia familiar en su consulta profesional. Parecía no haber más alternativa que recurrir a un llamador de latón con forma fálica que se golpeaba sobre dos bolas metálicas. Comenzaba a cuestionarse la sabiduría del paso dado cuando la puerta se abrió y la gloriosa figura de un hombre dijo:
-¿Le gusta el llamador? Yo mismo lo elegí -sin esperar una respuesta, añadió-: Pase. La señorita Ewing la recibirá de inmediato.
-Pero yo...
-Me encargaré de su abrigo.
-Gracias. Yo...
-Sígame, por favor.
Rindiéndose, lo siguió a través de un recibidor enorme, a través de un suelo de mármol, iluminado por una resplandeciente araña de cristal, más allá de una escalera amplia y algunos muebles que daban la impresión de que deberían exhibir carteles de No Se Toca. Richard abrió las dos mitades de una alta puerta francesa.
-La señorita Trent desea verla -anunció antes de guiar a _______ delante de él.
-Hola, encanto -dijo una voz-. Pasa y siéntate.
Un vistazo a la mujer que había detrás del escritorio y supo que se hallaba en el lugar equivocado. Giró con la intención de huir, pero Richard le bloqueó el paso. Giró otra vez.
-¿Sabe? -comenzó con voz trémula-, quizá no sea lo más apropiado por mi parte dar este cambio en un punto extremadamente ocupado de mi vida.
-Au contraire -afirmó la señorita Ewing, arrastrando las palabras-. A mí me parece que ha llegado aquí justo a tiempo.
Arrastrando los pies, ______ se dirigió al sillón que había frente al escritorio. Era un sillón normal, y se sintió mejor al sentarse. Por otro lado, la mesa era un alarmante conjunto de ramas y cuernos, coronada por una plancha de piedra que daba la impresión de que debería haber aplastado el escritorio en el momento de su instalación.
La señorita Ewing era una mujer diminuta con una enorme cabeza de pelo rubio engominado y lacado. Mitad mujer, mitad cabello. Su rostro era delgado y de facciones marcadas. Los ojos, enormes y azules, la sorprendieron con su destello de inteligencia. Y la boca, un corte estrecho de color rosado sobre un rostro bronceado y curtido, se alzaba en las esquinas. Podía rondar los cincuenta años o los noventa. Costaba decidirlo.
«Es una casa de prostitución y acabo de conocer a mi primera madame».
-ImageMakers -ronroneó una suave voz masculina-. Le habla Richard Gifford. ¿En qué puedo ayudarle?
La voz encajaba con la tarjeta.
-Me gustaría solicitar una cita -su tono se equiparó al de su interlocutor en ecuánime profesionalismo-. Es decir, si el señor o la señorita Ewing reciben a clientes por las noches, porque sólo estoy disponible en ese horario.
-La señorita Ewing recibe a los clientes cuando a estos les viene bien -reinó una pausa-. Su siguiente horario disponible para la noche es para el nueve de febrero. ¿Quiere que...?
Se preguntó por qué había dado por hecho que podría conseguir que la cambiaran en un abrir y cerrar de ojos.
-Lo siento -dijo-, pero estoy de paso aquí y...
-¿Quién le ha dado nuestro teléfono? -el interés del hombre pareció acrecentarse.
-Santa Claus.
-Bien. La señorita Ewing ha tenido una cancelación repentina. Puede recibirla esta noche. De hecho, ahora mismo. ¿Cuándo la esperamos?
______ se sintió aturdida y algo intimidada. Pero se había comprometido con un cambio de imagen y no iba a dejar que la dominara la cobardía.
-Soy afortunada -manifestó-. Estaré allí... -miró el reloj. La tarde había volado-. Estaré allí a las siete.
No estaba lejos. Con diez minutos tendría suficiente. Salió de Bloomingdale's, pero en la calle se detuvo, dio media vuelta y regresó a toda velocidad a la sección masculina. Unos minutos más tarde, había pagado ciento sesenta y cinco dólares por una camisa de rayas azules y blancas de un tamaño muy grande.
También había agotado siete de sus diez minutos. «La puntualidad es clave para el éxito en la vida. Llegad cuando digáis que vais a llegar, y daos un margen para un posible atasco en el tráfico, algo que no podéis controlar...»
-Madre -musitó mientras metía la tarjeta de crédito en el bolso-. Ya te lo he dicho. Déjame en paz.
Aunque sabía que la Calle Sesenta y Siete con la Quinta sería una zona de casas bonitas, no estaba preparada para una mansión. Típica residencia de Manhattan, era pequeña para los tamaños habituales de las mansiones. Se arrebujó en su abrigo de cachemira negro y subió hasta las enormes puertas dobles.
No había buzones ni timbres, ninguna lista de médicos, dentistas o psicólogos que hubieran convertido esa otrora orgullosa residencia familiar en su consulta profesional. Parecía no haber más alternativa que recurrir a un llamador de latón con forma fálica que se golpeaba sobre dos bolas metálicas. Comenzaba a cuestionarse la sabiduría del paso dado cuando la puerta se abrió y la gloriosa figura de un hombre dijo:
-¿Le gusta el llamador? Yo mismo lo elegí -sin esperar una respuesta, añadió-: Pase. La señorita Ewing la recibirá de inmediato.
-Pero yo...
-Me encargaré de su abrigo.
-Gracias. Yo...
-Sígame, por favor.
Rindiéndose, lo siguió a través de un recibidor enorme, a través de un suelo de mármol, iluminado por una resplandeciente araña de cristal, más allá de una escalera amplia y algunos muebles que daban la impresión de que deberían exhibir carteles de No Se Toca. Richard abrió las dos mitades de una alta puerta francesa.
-La señorita Trent desea verla -anunció antes de guiar a _______ delante de él.
-Hola, encanto -dijo una voz-. Pasa y siéntate.
Un vistazo a la mujer que había detrás del escritorio y supo que se hallaba en el lugar equivocado. Giró con la intención de huir, pero Richard le bloqueó el paso. Giró otra vez.
-¿Sabe? -comenzó con voz trémula-, quizá no sea lo más apropiado por mi parte dar este cambio en un punto extremadamente ocupado de mi vida.
-Au contraire -afirmó la señorita Ewing, arrastrando las palabras-. A mí me parece que ha llegado aquí justo a tiempo.
Arrastrando los pies, ______ se dirigió al sillón que había frente al escritorio. Era un sillón normal, y se sintió mejor al sentarse. Por otro lado, la mesa era un alarmante conjunto de ramas y cuernos, coronada por una plancha de piedra que daba la impresión de que debería haber aplastado el escritorio en el momento de su instalación.
La señorita Ewing era una mujer diminuta con una enorme cabeza de pelo rubio engominado y lacado. Mitad mujer, mitad cabello. Su rostro era delgado y de facciones marcadas. Los ojos, enormes y azules, la sorprendieron con su destello de inteligencia. Y la boca, un corte estrecho de color rosado sobre un rostro bronceado y curtido, se alzaba en las esquinas. Podía rondar los cincuenta años o los noventa. Costaba decidirlo.
«Es una casa de prostitución y acabo de conocer a mi primera madame».
tefisasias
Re: Naviad Magica (Nick y Tu) Adaptacion
Como si las piernas tuvieran muelles, _____ se tensó, preparada para la acción. Pero primero debía distraer a la mujer de la que era su primera intención: huir.
-Qué mesa tan interesante, señorita Ewing -dijo, adelantando el torso.
-Maybelle, encanto, sólo llámame Maybelle, y por el amor del cielo, relájate. Tienes el aspecto de alguien a punto de huir.
Sorprendida como una ladrona de tiendas con un rimel escondido en la manga, trató de parecer menos obvia. Sin dejar de mirar a Maybelle, tuvo que reconocer que la sencilla chaqueta negra de la mujer parecía cara. Lo único que podía ver de la blusa que llevaba debajo, era el escote de algo con un motivo de piel de serpiente. Eso no tenía nada alarmante.
-¿Quieres un poco de café?
-¿Tiene descafeinado?
La mujer suspiró.
-Otra de esas. Estos jóvenes -comentó, luego chilló-. ¡Dickie! -luego continuó con su tono nasal normal-. Eres capaz de quedarte despierta toda la noche, pero te asusta la cafeína.
Richard reapareció.
-¿Ha llamado? -preguntó con elocuencia.
-Tengo otra bebedora de descafeinados. Prepáranos una cafetera, ¿quieres, cariño?
-Ya está haciéndose -respondió Richard, o Dickie-. Maybelle, te dije que no iba a querer tu brebaje cargado.
Maybelle lo miró con expresión descontenta mientras desaparecía, silencioso como un gato.
-Ya nadie quiere café de verdad -comentó.
_____ comenzó a preocuparse otra vez. Sus buenos modales le indicaban que debía quedarse el tiempo suficiente para la taza de café que acababa de pedir, pero no más tiempo, y había un par de cosas que debía aclarar antes de revelar algo de sí misma a esa supuesta creadora de imagen, que parecía como si ella misma necesitara un cambio.
-¿Cuánto cobra por sus servicios?
-Todavía no es necesario que hablemos de eso -indicó Maybelle con un movimiento de una mano llena de diamantes.
_______ oyó un carraspeo, y luego apareció Richard, que se situó detrás de Maybelle como si fuera un guardaespaldas.
-La señorita Ewing cobra cien dólares la hora y prefiere ver a las clientas nuevas a diario durante la primera semana, espaciando las citas en las semanas subsiguientes -entonó como si fuera una grabación-. La verá cada noche a las siete y a las cuatro los fines de semana hasta nuevo aviso. Una clienta típica, puede esperar una factura de unos dos mil dólares. ¿Leche y azúcar? -añadió, rodeando la mesa con la bandeja de plata que había estado sosteniendo mientras proporcionaba la información.
-Solo, gracias.
Maybelle sonrió.
-Vaya, aún queda algo de esperanza para ti.
______ frunció el ceño. Había una cosa más que tenía que saber.
-¿Qué clase de preparación posee para este negocio? -preguntó, esforzándose por decirlo con amabilidad, como si sólo le interesaran los antecedentes de Maybelle.
-¿Preparación? -rió Maybelle con estridencia-. No hace falta que te preocupes por eso, cariño. Me preparé en un montón de cosas. Mira los diplomas -con el pulgar señaló por encima del hombro mientras Richard abandonaba la habitación.
______ tomó el asa de una exquisita taza de porcelana como si fuera la única pieza a la vista después de un naufragio, y dirigió la mirada hacia la pared detrás de Maybelle. Estaba llena de diplomas enmarcados en dorado.
Entrecerró los ojos. Los diplomas se podían falsificar con facilidad. Tenía la poderosa impresión de que la mujer que había detrás del escritorio no titubearía en comprar diplomas a granel.
-Además -decía Maybelle-, mírame -se puso de pie.
Ese era el problema. ______ la estaba mirando. La mujer no debía medir más de metro cincuenta, y debajo de la elegante chaqueta negra vio unos vaqueros claros y un par de botas con tacón de color negro, con flores amarillas y púrpura.
_____ parpadeó, vaciló, dejó el plato en el borde de la mesa y se incorporó, sin dejar de sostener la taza por su delicada asa. Con cuidado rodeó la mesa para unirse a Maybelle junto a la pared.
Muchos de los diplomas procedían de escuelas por correspondencia y declaraban que había concluido con éxito cursos en una asombrosa variedad de campos, desde las matemáticas hasta la cerámica.
-No les prestes atención -Maybelle los descartó con un gesto displicente de la mano. Los diamantes enormes de sus anillos proyectaron arco iris por el techo alto de la habitación-. Tomé esos cursos para pasar el rato y educarme a la muerte de Hadley. Mi marido -explicó.
-Lo siento- dijo ______.
-Yo también lo sentí, y me aburrí mucho sin tener a alguien con quien pelearme -avanzó a lo largo de la pared, seguida de ______.
Ahí había diplomas escritos en caracteres chinos y uno de la Escuela de Diseño Parsons.
-¿Ha sido diseñadora de interiores? -preguntó, mirando otra vez el escritorio.
-Oh, sí. Fue ahí cuando más me divertí.
-Además de ser un campo lucrativo.
-No -Maybelle se mostró reflexiva-. El dinero jamás me interesó mucho. Sin embargo, me aburro con facilidad, de modo que lo siguiente que saqué fue un doctorado en Psicología Clínica...
El café se vertió sobre los únicos pantalones negros de ______.
-... para saber a lo que vosotros, los jóvenes, os enfrentáis en el mundo de los negocios. ¿A qué campo profesional has dicho que te dedicabas?
El doctorado era de la universidad Johns Hopkins.
-Soy abogada -respondió con más humildad.
-Puede que sea el siguiente diploma que consiga declaró Maybelle-. La media naranja de Dickie está involucrado en una demanda con un montón de gente, y he de decirte que el abogado que los lleva se va a forrar cuando acabe todo.
______ se puso tensa.
-Ah, ¿qué clase de demanda?
Maybelle regresó al escritorio y ______ volvió a seguirla.
-Sucedió algo descabellado -comenzó mientras se sentaba-. Tiene el gusanillo del mundo del espectáculo, e iba a una audición para un papel en el que querían a un pelirrojo... No podía ser. Era imposible.
-Ahora que hemos llegado a conocernos, ¿te importa si me quito la chaqueta? -Maybelle se interrumpió a sí misma, quitándosela sin aguardar una respuesta.
-Por supuesto que... -miró la camiseta que había debajo de la chaqueta- no -no exhibía el habitual motivo de piel de serpiente. Retrataba a una pitón enroscada en torno al cuerpo flaco de Maybelle, con la cabeza bajando por un hombro.
-... y ese líquido le tiñó la cabeza de verde.
-¡No! -exclamó, quebrando el contacto visual con la pitón al darse cuenta de que tenía algo mucho peor que una serpiente de lo que preocuparse.
-Oh, sí -corroboró, malinterpretando la reacción explosiva de _____-. Y es muy minucioso en eso del desarrollo del personaje, ¿sabes? De modo que no sólo se tiñó el pelo de la cabeza, no señor. Se tiñó todo, si entiendes por dónde voy.
______, sentada en el mismo borde del sillón, preguntó:
-¿Quiere decir que...?
-Quiero decir que durante un tiempo hasta sus genitales fueron verdes -respondió Maybelle-. Y quiero asegurarte que estaba muy disgustado -hizo una pausa momentánea-. Tienen un apartamento aquí, en la casa. La conversación a veces se vuelve muy personal.
-Maybelle, hay algo que debo decirle -comenzó ______. ¿Cómo iba a poder ayudarla si tenía un conflicto de intereses?
Maybelle se adelantó.
-Desde luego, y aquí estoy yo hablando de otras cosas. Todas venís en busca de ayuda. ______ sopesó sus opciones. Esa mujer podía estar chiflada, pero tenía todos esos diplomas y esos diamantes, y poseía ojos inteligentes. ¿Por qué debía saber que estaba en el bando contrario en la demanda de su inquilino? Sólo porque ella se sentía moralmente obligada a contárselo. Pero, ¿por qué? Si Maybelle estuviera involucrada en el caso, sería diferente, pero...
Mientras su mente daba vueltas en círculos, Maybelle continuó:
-No sé qué es lo que te preocupa tanto. Eres bonita. Eres inteligente. ¿Qué quieres cambiar?
¿De lugar? ¿Volver al hotel y recordar esa experiencia únicamente como una velada interesante? Después de sopesar todas las pruebas, la conclusión a la que llegó fue que en el transcurso de un día trascendental, había pedido algo a Santa Claus, se había presentado allí, había empleado una aldaba fálica y no había huido. Quizá nunca volviera a mostrar ese valor. «Es ahora o nunca».
-A mí -susurró-. Quiero cambiarme, desde dentro.
tefisasias
Re: Naviad Magica (Nick y Tu) Adaptacion
Capítulo 5
-La boda fue un éxito -comentó Athena-. Tenía que competir con todas esas esnobs con que se acompaña la princesa y sabía que no había un diseñador en la faz de la tierra que las impresionara, de modo que bajé a la Cuarenta Oeste y compré toneladas y toneladas de chifón de seda en distintos colores, y entonces...
«Quizá se hizo la liposucción y por accidente le succionaron el cerebro junto con la grasa». Carter forzó una sonrisa dedicada a la mujer que tenía sentada frente a él en Le Bernardin. Athena medía un metro ochenta y estaba aún más flaca que la última vez que la había visto, cuando había pesado unos cuarenta y cuatro kilos. La cena que no estaba tomando, le iba a costar, tranquilamente, unos doscientos cincuenta dólares.
-... Instituto de Moda, y la enrolló a mi alrededor como si fuera una toga -hizo una breve pausa-. Más o menos como una toga, porque las togas por lo general son blancas, ¿verdad? Pero esta no lo era... esta era de todos esos colores que yo había elegido, de modo...
«Gracias por aclarármelo». Trató de imaginar que mantenía una conversación de ese estilo con _____, pero no pudo. «Me pregunto con quién habrá salido. ¿Alguien a quien conoce desde hace tiempo? ¿Un amigo de la familia? ¿Un pariente?»
Era verdad que ______ y él habían mantenido una conversación sobre calcetines. ¿Qué sentido había tenido toda esa escena? Se había acercado con aire remilgado para interferir en su compra de calcetines, como si supiera mejor que él los que iba a necesitar... y al tenerla allí de pie, bastante irritado con esa actitud de sabidilla, había experimentado el impulso extraño de besarla. Cuanto más cerca había estado, más fuerte el impulso. Había tenido que controlarse para no besarla en la tienda.
-Cuando esa anoréxica de Simonetta me vio, chilló. Luego se me acercó corriendo y me dijo: «¿Quién te hizo ese vestido tan divino?», pero lo dijo en italiano, y yo pensé que intentaba atacarme por haber subido la oferta por aquel apartamento que ella quería, así que me enfadé de verdad y estuve a punto de tirarle del pelo, pero Fernando se presento justo a tiempo y me tradujo al inglés lo que había dicho...
-¿Postre? -preguntó, con la esperanza de no sonar tan desesperado como se sentía.
-En cuanto termine de contarte -respondió Athena-. De modo que le dije que había encontrado un diseñador nuevo del que no pensaba hablarle a nadie hasta estar segura de tener su más absoluta y total lealtad -frunció los labios brillantes y carnosos hasta formar una línea severa.
-Le robaste el apartamento -indicó Nick-. ¿No crees que le debes un diseñador de ropa? -santo cielo, me estoy metiendo en la conversación. Dentro de diez minutos le preguntaré si soy más un tipo de hombre Brioni o... ¿cómo se llamaba aquel tipo de los trajes cruzados amplios? Ambrose. Armand. Eso es, creo, Ar...»
Athena plantó los diez centímetros de tacón de aguja en el suelo debajo de la mesa. Fue lo bastante dramático como para sobresaltarlo.
-No había ningún diseñador –manifestó-, con voz grave-. Era un estudiante del Instituto de Moda. Ahí estaba la gracia, que hice algo realmente creativo y dejé a Simonetta aturdida, y tú ni siquiera me escuchabas.
-Te escuchaba -protestó-. Te envolvió como en una toga. Quiero decir, las telas que compraste, las pasó a tu alrededor como en una toga de muchos colores -se sentía bastante avergonzado de sus modales. Cuando se salía tanto como él, tarde o temprano se vivía una de esas noches de aburrimiento, pero uno aprendía a comportarse con decencia lo que duraba la catástrofe, para luego no volver a llamar a la mujer.
Debía de haber disfrutado de su última cita con Athena, de lo contrario, no habría vuelto a llamarla. Lo gracioso era que no podía recordar cuándo había tenido lugar dicha cita.
-Estaba preciosa -la voz de Athena subió un poco-. Soy preciosa. Y tú no me estás prestando la más mínima atención -se puso de pie-. No tomaría tu postre ni aunque fuera el último postre que alguien fuera a ofrecerme. Voy a reunirme con Fernando en el bar Fressen. Él me presta atención -le lanzó una mirada de desaprobación-. Él -añadió como golpe final- se viste de Armani.
«Ese es el nombre. Armani». Sin lamentar nada salvo el hecho de haber sido grosero con Athena, llamó al camarero.
De vuelta al St. Regis, le pareció significativo no poder recordar la última cita con Athena. Pero una cosa era segura, no habría otra. Brie... Brie era una joven trabajadora y sensata, una vendedora de bonos en Wall Street.
Tomarían un chuletón y ella pediría el suyo medio hecho. La noche del día siguiente iría mejor.
Se preguntó cómo estaría yendo la noche de _______.
Después del discurso de Maybelle, _______ seguía sintiéndose obstinada ante la insistencia de la mujer de que al día siguiente se pusiera la chaqueta roja de Carol. Había argüido que era demasiado sexy para un ambiente de trabajo. En uno o dos días compraría algo más luminoso.
Sin embargo, como le había dicho a Nick que esa noche iba a salir, era mejor que diera la impresión de que acababa de llegar ante la eventualidad de que se presentara de forma inesperada. De modo que se cambió los pantalones negros por la falda negra y la blusa negra por la blanca; volvió a ponerse la chaqueta. Se hallaba en el salón, trabajando y prestándole poca atención a una película en la televisión cuando oyó que la tarjeta era introducida en la cerradura y la puerta se abría. Sobresaltada, alzó la vista.
-nick. Llegas pronto -el simple hecho de verlo hacía que el corazón le diera un vuelco.
-Tú has llegado antes -la miró furioso-. ¿Ha sido una buena cita?
-Fabulosa -repuso con una sonrisa que esperó que lo engañara-. Pero me puse a pensar en el caso.
-Yo también -sonaba gruñón-. Voy a llevar el material a mi habitación para trabajar un rato.
Ella se levantó de un salto.
-Puedes trabajar aquí. Yo iré a mi habitación. Pensé que irías...
-Pues no es así. He vuelto, ¿de acuerdo? Pero quédate donde estás.
-No, no, yo... -la miró con tanta impaciencia que calló, decidiendo dejar el tema. La puerta de él se cerró con fuerza y en la suite reinó el silencio.
______ volvió a bajar el volumen de la película y se puso a leer otra vez el informe de los primeros intentos de Sensuous de resolver el caso Verde con los demandantes. Aún consideraba que la oferta realizada por su empresa era extremadamente generosa. Sin embargo, la señorita Angell había visto una oportunidad y había convencido a los clientes que había agrupado de que estar verde podía representar millones.
Tal como Maybelle había dado a entender, la señorita Angell era la que ganaría millones. Abogados.
También ella era abogada. ¿Qué hacía criticando las costumbres de los miembros de su propia profesión? Pero ella jamás haría lo que estaba haciendo la señorita Angell, y estaba bastante segura de que tampoco lo haría Nick. Aunque en realidad, desconocía qué podía o no podía hacer Nick.
No había disfrutado lo suficiente de la cita con Athena como para pasar la noche con ella, y eso le encantaba. Y había mostrado curiosidad acerca de su cita. Eso era aún más emocionante.
Se miró. Quizá Maybelle tuviera razón. Costaría creer que había tenido un encuentro ardiente e intenso vestida con esa ropa. Sin embargo, la chaqueta roja era demasiado, demasiado...
-¡______! -un grito procedente de la habitación de Nick-. ¿Tienes una... -se abrió la puerta- copia de Lindon contra Hanson, ya sabes, aquel otro caso de tinte para el pelo...?
-Aquí -buscó la copia en su maletín. Con los calcetines, la camisa medio abierta, Nick parecía somnoliento y devastadoramente deseable. Sacó el documento y, con él, media docena de hojas cayó al suelo.
Él las recogió con una mano grande.
tefisasias
Re: Naviad Magica (Nick y Tu) Adaptacion
-Le pedí a Brenda que me pasara una copia al portátil, pero supongo que no lo hizo. O la archivó en algún sitio donde sólo ella podría encontrarla -gruñó-. No sé por qué ya nadie hace nada bien. Eh, ¿qué es esto?
Pudo ver lo que sostenía y se sintió profundamente abochornada, su intimidad violada.
-Mmmm, es mi, ah, lista para la maleta. Supongo que tú lo llamarías programa de guardarropa. Aquí tienes...
-De modo que es así como lo haces. «Martes: pantalones negros, chaqueta y camisa negras. Miércoles: falda negra, chaqueta, camisa blanca, pañuelo. Jueves, viernes, lunes... ¿qué haces los fines de semana? ¿Vas desnuda? -movió las cejas con exageración.
Ella apretó los dientes para ocultar el escalofrío que la recorrió.
-No en invierno. Me pongo los pantalones negros con un jersey. Dame eso.
La mantuvo a raya.
-Lunes: Chaqueta negra, falda negra, blusa beige. Sí que usas la chaqueta negra.
-Sólo necesitas una -lo miró con frialdad.
-¿Y si le pasa algo?
-A una chaqueta negra de lana no le puede pasar nada que no se solucione con un poco de agua fría.
-¿Nada?
-En ese caso, la mandas al tinte.
Él entrecerró los ojos.
-¿Y si es algo que no se pueda solucionar en seguida? ¿Y si, por ejemplo, sucediera algo ahora mismo? ¿De verdad crees que el hotel te va a limpiar la chaqueta y devolvértela por la mañana?
-No, pero, ¿qué podría pasar? -lo vio buscar algo en el bolsillo de sus pantalones y, por algún motivo, eso la puso nerviosa.
-Oh, quizá algo así -con un gesto veloz, cortó la esquina de un pequeño envoltorio de plástico y apuntó la abertura en su dirección. Masas informes de color amarillo surcaron el aire y cayeron sobre su ropa. Dio un salto.
-¡Nick! Esto es... esto es... ¡mostaza!
Le dedicó una sonrisa perversa.
-Así es. ¿Y ahora qué vas a hacer?
-Me voy a mi habitación -repuso con voz helada, y se marchó.
Allí observó la ruina de la chaqueta que había planeado ponerse todos los días. En la falda había algunos puntos de mostaza que, probablemente, podría solucionar ella misma, o podría volver a ponerse los pantalones negros, que apenas olían al café que se había derramado en la casa de Maybelle, pero aunque lograra eliminar la mostaza de la chaqueta, el día siguiente olería fatal.
Enterró la cara entre las manos. Después de todo, iba a tener que ponerse la chaqueta roja.
Nick abrió la puerta del dormitorio con cautela y vio que _____ salía de su habitación como si esperara una emboscada. Se reunió con ella en el centro del salón, donde se observaron como las líneas opuestas de un partido de fútbol.
El equipo de _____ era el de rojo. Carraspeó.
-Tenías otra cosa para ponerte.
-Por fortuna -exhibió la chaqueta negra manchada.
Era una bomba de rojo. Llevaba una chaqueta sorprendentemente ceñida y sexy que disparaba la imaginación... aunque no era lo único que disparaba.
-Dame eso -le tomó la chaqueta, la metió en la bolsa de plástico que proporcionaba el hotel y la colgó en el exterior de la puerta-. La recogerán, la mandarán al tinte y te la devolverán esta noche. Figurará en mi factura -añadió, y entonces se sintió más en control. Y cada vez más tonto mientras ella lo observaba en silencio.
-¿En qué pensabas cuando lo hiciste? preguntó al final.
-No lo sé.
-¿Por qué tenías mostaza en el bolsillo? ¿Llevaste a Athena a comer una hamburguesa?
-No, Athena y yo fuimos a comer pescado crudo muy caro. Luego yo fui a comer una hamburguesa.
-Oh -se pasó al hombro un bolso negro, recogió el maletín y se dirigió hacia la puerta. Lo miró brevemente.
Su papel era seguirla hacia los ascensores, lo que hizo, sintiéndose como un joven avergonzado. ¿Qué lo había impulsado a cometer un acto tan infantil como mancharla de mostaza? Ese extraño comportamiento debía tener algo que ver con el humor con el que había llegado a casa después de soportar dos horas de conversación vacía con Athena y encontrar a ______ perfectamente arreglada y trabajando. Ese estado de ánimo, más el efecto que ella estaba ejerciendo en él, hacían que volviera a comportarse como un adolescente.
Mientras le miraba la espalda y tenía esos pensamientos realizó un descubrimiento importante. Tenía el trasero más bonito, redondeado y pequeño que cualquier hombre podía esperar encontrar en una mujer. De pronto, ella se volvió y Nick alzó con celeridad la vista, pero no antes de que ella lo sorprendiera mirándole el trasero.
«Un buen comienzo para conseguir que te respete». Lo único que había conseguido hasta el momento era hacer que ____ pareciera un poco menos respetable con esa chaqueta roja. La chaqueta que le realzaba el trasero. «Para ya, Compton». Llegaron al vestíbulo y pudo oler huevos y beicon, oyó el sonido de los cubiertos. Pretendía tomar un desayuno opíparo.
Ayudaría que ella estuviera sentada. Si es que era capaz de mantener los ojos apartados del escote. Descendía entre sus pechos, que la chaqueta hacía sobresalir y a los que se pegaba.
El calor lo recorría en oleadas, y sólo era el desayuno. Debía mantener las manos lejos de ella. Si no lo hacía, el respeto que sentía por él alcanzaría el punto más bajo desde que se conocían. Era duro. Era fuerte. Podía hacerlo. No había problema.
-Señorita Angell -dijo Nick, y extendió la mano-. Nick Compton.
-_____ Trent -se presentó _____ y también alargó la mano-. Me alegro de conocerla en persona después de todas las conversaciones tele... -calló. El problema era que Phoebe Angell aún sostenía la mano de Nick y parecía estar derritiéndose delante de los dos.
Era tan alta como _____ y ahí se terminaba el parecido. Phoebe Angell tenía el pelo negro y lo llevaba corto y en varias direcciones, penetrantes ojos negros, piel del color de un flan de almendras, los labios y las uñas de un gris metálico y una falda de piel negra lo bastante corta como para que en Illinois le quitaran la licencia para ejercer la abogacía. La lucía con una blusa blanca impecable. Zapatos rojos puntiagudos, a la moda, y tacones de diez centímetros. En una palabra, era impresionante.
______ supuso que podía vestirse de esa manera porque ejercía la abogacía con su padre. El bufete de Angell & Angell se hallaba situado en un prestigioso edificio del centro y en una planta alta. Estando sólo ellos dos, con un personal de apoyo compuesto de ayudantes y pasantes, no era un bufete grande, pero sí lujoso. _____ se preguntó qué era lo que ambicionaba Phoebe Angell, por qué consideraba que ganar ese caso sería un punto crucial en su vida profesional.
Los tres se hallaban en la puerta abierta del despacho de Phoebe, donde ésta había salido a recibirlos. Un retrato enorme de Alphonse Angell dominaba la pared que había frente a su escritorio. Hombre de aspecto formidable, ni siquiera había esbozado una sonrisa para posar. _______ se preguntó cómo conseguía Phoebe sacar adelante algún trabajo bajo el escrutinio vigilante de esos fríos ojos negros. Tembló.
Después de haber evaluado a la oposición con la mano aún colgando en el aire, Mallory miró de reojo al hombre que se suponía que estaba de su lado. Quizá fuera una fantasía proyectada por su propio cerebro, pero daba la impresión de querer recuperar la mano, y la sonrisa que exhibía era impersonal.
-Gracias, Phoebe -manifestó ______, abandonando la posibilidad de estrecharle la mano-, por ofrecernos su sala de conferencias para las declaraciones.
-¿Mmmm? -comentó Phoebe como en un sueño-. Oh, sí -soltó la mano de Nick y recuperó su aplomó con admirable velocidad, conduciéndolos a la sala de conferencias en cuestión, situada a varias puertas de su despacho-. Parecía lo más sensato, ya que todos los demandantes viven cerca de aquí. El tinte verde estaba concentrado en el Lote Número 12867, expedido a Nueva jersey.
«Lo sabemos». No apartó los ojos de los de la otra abogada.
-Además -continuó Phoebe, sellando su destino con ______-, jamás he conocido a un habitante del medio oeste que no quisiera disfrutar de un viaje con gastos pagados a Nueva York. Y he de decir que no puedo culparla -puso los ojos en blanco, como descartando la ética de trabajo, los patrones y los valores del medio oeste.
______ no sabía por dónde empezar... «No es un viaje con gastos pagados», «Mantén las manos lejos de Nick» o «Nos vemos en la parte de atrás de tu bufete y veremos cómo cambiar esa actitud hacia el medio oeste».
El codo de Nick la contuvo. Estuvo segura de que fue algo fortuito que la rozara justo debajo del pecho. No obstante, la dejó sin aliento, de modo que no dijo ni hizo nada drástico, sólo se subió un poco la falda con sumo disimulo.
-¿Su padre participará en el caso? -le preguntó a Phoebe.
-Mi padre está centrado en un caso importante en Minneapolis -respondió con brusquedad-. No estará en el bufete. Desde luego, hablaré del caso con él. Le interesa mucho -miró hacia su despacho, donde colgaba el cuadro.
-Esta mañana vamos a escuchar a Tammy Sue Teezer, ¿verdad? -preguntó Nick, comenzando a depositar sobre la mesa el contenido de su maletín.
-Sí -repuso Phoebe-. Llegará en unos minutos. Ya están aquí la estenógrafa del tribunal y también el cámara. He pedido café y pastas para la mañana, sándwiches y galletitas para la tarde. Si tienen tiempo para empezar con Kevin Knightson, estará disponible a la una. ¿Algo más?
-Eso es perfecto para nosotros -indicó Nic-. Nos prepararemos.
-Griten si necesitan algo más antes de que llegue Tammy Sue -indicó Phoebe.
-Viaje con gastos pagados -musitó _____.
-Es una Viuda Negra -susurró Nick-. Los demandantes debieron de ser masilla en sus manos.
tefisasias
Re: Naviad Magica (Nick y Tu) Adaptacion
-Limo -dijo _____-. Es verde.
-Buen chiste -dijo él sin atisbo alguno de diversión en la voz-. Voy a colocar a la testigo en la cabecera de la mesa y yo me sentaré a un lado. Tú siéntate a mi izquierda, la estenógrafa ha solicitado su propia mesa anexa, que está ahí -señaló-. El cámara estará en el otro extremo de la mesa con una visión directa de la testigo, y la Viuda Negra puede sentarse junto a su clienta. ¿Y esa falda? No puedo imaginarte yendo al trabajo con una falda así.
«Pues prepárate para una sorpresa, amiguito». El pensamiento pasó como una ráfaga salvaje por su mente. ¿De verdad estaba pensando en seguir el consejo de Maybelle para conseguir la atención de Nick?
Desde luego, esa mañana se había mostrado fascinado con su trasero.
Aunque reajustara su exterior, aún le quedaba mucho trabajo por hacer en su interior.
-La Tierra a _____.
-Oh, lo siento -dijo-. El acuerdo suena bien. Tammy Sue Teezer -añadió-. ¿Será su verdadero nombre?
-Esa pregunta figura en mi lista -indicó Nick.
-Estoy preparado -anunció el cámara.
Desde su posición en un extremo de la mesa, grabaría todos los interrogatorios. Si el caso iba a juicio, el jurado podría observar las cintas para ver a cada testigo en persona.
-¿Señorita White? -le preguntó Nick a la estenógrafa del tribunal, una mujer de mediana edad sentada ante su máquina de taquigrafía.
-Preparada -respondió.
-Que pase la primera testigo -dijo Nick.
Phoebe apareció ante la puerta con una mujer que probablemente no era tan joven como parecía a primera vista. La falda negra de cuero era más corta que la de Phoebe y la cazadora de motera era mitad cuero y mitad cremalleras. Tenía el pelo corto, rizado y de una peculiar tonalidad de verde en los extremos. Podía justificarse porque el que le había crecido era casi blanco. El peróxido no había eliminado el verde, simplemente lo había atenuado un poco.
-Hola -saludó y posó para el cámara, luego se sentó y extendió unas uñas que eran rojas en el centro y verdes en los extremos. Causó toda una impresión.
-Buenos días, señorita Teezer -dijo Nick y se atragantó. Maldijo. Iba a reírse. Le lanzó una mirada desesperada a _____, quien le devolvió un gesto ceñudo y reprobador. Logró presentarlos a los dos, luego dijo-: Intente relajarse. Aquí no se encuentra en un juicio. Todos somos amigos y colegas profesionales que tratan de alcanzar una solución equitativa a un problema difícil.
Costaría imaginar a alguien más relajado que a Tammy Sue. Estaba reclinada en el sillón, con una bota apoyada en la rodilla y mascando chicle.
-Diga su nombre completo, por favor, para la estenógrafa del tribunal.
-Como he dicho, Tammy Sue Teezer.
-¿Es el nombre que recibió al nacer?
-No -los labios rojos formaron un mohín.
-¿Qué nombre recibió al nacer?
-Kimberly.
-¿Kimberly...?
-Kimberly Johnson.
-Gracias. ¿A qué se dedica?
-¿Puedo hacerle una pregunta a mi abogada?
-Desde luego.
Mientras escuchaba los murmullos del otro lado de la mesa, recogió la pluma y comenzó a moverla entre los dedos índice y anular. Se había prometido dejar de hacer eso. Se le daba mejor la otra promesa... apagar a las mujeres, no encenderlas. Había hecho lo que había podido con Phoebe Angell, p
ero percibía problemas en su futuro. No pensaba recurrir a la testosterona para alcanzar una solución en el caso, sin importar lo pragmática que pudiera parecer esa solución...
-Servicios -respondió Tammy Sue con dulzura-. Servicios personales.
-Ya conozco por sus respuestas a los interrogatorios que se dedica a servicios personales, Tammy Sue -expuso Nick-. Me gustaría que me dijera con exactitud qué servicios desempeña. ¿Comprende la pregunta?
Tammy Sue ladeó la cabeza en gesto reflexivo.
-Sí. Supongo que podría decir que ofrezco servicios de naturaleza personal -le sonrió al cámara.
-Necesita ser más específica -insistió, comenzando a frustrarse. ¿Por qué se mostraba tan evasiva?
-No, no lo necesita -contestó Phoebe por Tammy.
-Sí lo necesita -persistió Nick-. ¿Es usted enfermera, Tammy Sue? ¿Entrenadora personal? ¿Ama de llaves? ¿Manicura?
-Protesto por la pregunta -dijo Phoebe.
-Nick -intervino ___ con suavidad-, quizá podamos referirnos a Tammy Sue como profesional de «servicios de acompañamiento» cuando le hablemos al jurado.
Se preguntó hasta dónde podía ser obtuso.
-Perfecto -aceptó. Carraspeó-. ¿Lugar de residencia? ¿O también deberíamos evitar esa pregunta?
-Vivo en el 455 de la Calle Dieciocho Oeste -respondió con orgullo, aunque la barbilla comenzó a temblarle-. Espero que pueda seguir viviendo allí. En marzo y abril tuve que recurrir a casi todos mis ahorros al no poder trabajar debido a mi pelo.
Si en algún momento se había preguntado por qué Phoebe Angell había elegido a una prostituta como una de sus testigos principales, había quedado claro. Dos horas más tarde, va no tenía ganas de reír. Había agotado su lista de preguntas neutrales. ¿Había seguido las indicaciones? Sí lo había hecho. Al pie de la letra. ¿Se había puesto guantes de goma? El tinte había penetrado en los guantes. ¿Había probado primero el tinte en unos pocos cabellos? No, porque llevaba usando esa tonalidad de Sensuous desde que había decidido pasar de rubia a pelirroja y siempre le había funcionado con anterioridad.
Había llegado la hora para la gran pregunta.
-¿De modo que no pudo... solicitar... ningún cliente durante qué período de tiempo? ¿Y cuánto cobra por... mmm, servicio? ¿Y cuántos... servicios de esa clase hace al día?
Esperó parecer más ecuánime que como se sentía.
-Protesto con determinación a esa pregunta -intervino Phoebe.
-Señorita Angell, usted sabe tan bien como yo que los daños no se pueden evaluar a menos que sepamos cuántos ingresos se han perdido.
Phoebe miró a su cliente, luego a Nick.
-Ya le proporcionaremos esa información.
-De acuerdo. Me reservo el derecho para volver a interrogar a la testigo después de que nos haya dado la información. Tammy Sue -dijo al final-, creo que eso es todo por el momento. Gracias por su colaboración. El resto... -e incluyó a la estenógrafa y al cámara -... pararemos para un descanso -cuando _____ y él volvieron a estar solos, añadió-: ¿No tienes mejor opinión de mí al no saber reconocer a una prostituta cuando hay una justo delante de mí?
Para su sorpresa, ella rió entre dientes. No supo si era una buena o mala señal.
tefisasias
Re: Naviad Magica (Nick y Tu) Adaptacion
Capítulo 6
Los dos almorzaron los sándwiches que Phoebe había proporcionado, ya que a la una en punto interrogarían a Kevin Knightson, el cliente de Phoebe Angell.
El hombre joven que entró en la habitación era atractivo y musculoso. El fluido pelo rubio adquiría un exuberante tono verde hojas de primavera a partir de la mitad de su extensión. Entró luciendo una sonrisa preparada para la cámara, miró a ______, luego a NICK, abrió la boca para hablar y volvió a cerrarla, como un actor necesitado de que le apuntasen.
Phoebe, quien lo había conducido al interior, le lanzó una mirada penetrante y se la proporcionó.
-Siéntese aquí -le apartó la silla de la cabecera de la mesa y él obedeció.
_____ notó que le temblaba la boca en las comisuras. Parecía asustado.
-¿Sucede algo? -inquirió NICK.
-Oh, no -repuso-. Lo que pasa es que no esperaba una... habitación tan grande. Ni un cámara. Ni... -bajó la vista a la mesa- galletitas -su voz era profunda y sonora, pero también tenía un deje suave, y el comentario terminó en algo muy parecido a una risita.
«Sí», pensó ____, «está nervioso».
-Tenga una -NICK adelantó el plato hacia él-. Relájese -continuó, ofreciéndole el mismo discurso que le había dado a Tammy Sue y que probablemente le daría a cada testigo... que todos eran amigos y que sólo trataban de llegar a la verdad. Luego ofreció-: ¿Café?
-Por favor. Gracias. Mucho mejor que la leche -dijo el testigo. Luego recogió una servilleta de la mesa, se la llevó a la boca y resopló sobre ella. Recobrado, se sirvió una gran cantidad de edulcorante de cero calorías, añadió leche, revolvió con vigor y al final miró a NICK.
Éste quebró el silencio.
-¿Podemos empezar ya? Quiere decir su nombre para la estenógrafa, por favor.
-Kevin Knightson -sonrió.
-¿Dirección?
-225 de la Calle Sesenta y Siete Este.
______ se quedó helada. La dirección no había significado nada al estudiar los interrogatorios, pero sí en ese momento. Era la de Maybelle. De modo que Kevin Knightson era la media naranja de Richard.
«¿Qué he hecho para merecer esto?» ______ comenzó a redactar una nota para poder pasarle a NICK. Pero, ¿qué decirle que no llegara a revelar que había consultado a una creadora de imagen? Lo consideraría una tontería. Peor, querría saber por qué. Kevin no la conocía, de modo que no podría delatarla. Sin embargo, deseó haberle contado a Maybelle por qué se hallaba en Nueva York. Sería lo primero que hiciera esa noche.
-¿Ocupación?
Kevin titubeó.
-Soy actor de profesión -sonrió otra vez y añadió-: Se supone que tiene que preguntar «¿En qué restaurante?»
NICK le devolvió la sonrisa.
-Sé que es una profesión dura -repuso con verdadera simpatía en la voz-. Le deseo toda la suerte del mundo. Entonces... ¿en qué restaurante?
Todos rieron menos ______. Estaba ocupada redactando la nota mental.
-En marzo trabajaba para el Blue Hill en el Greenwich Village -respondió Kevin-. Eso terminó cuando aparecí con el pelo verde, aparte de las cejas y las uñas.
-Sí -aceptó NICK pensativo-. Y desde entonces, ¿ha estado empleado?
-De forma esporádica -contestó Kevin-. Haciendo esto y aquello. Chapuzas para mi casera, algunas tareas para un decorador de interiores y, mmm, cosas temporales.
-¿Dónde trabaja ahora?
-Me opongo a esa línea de interrogatorio -intervino Phoebe.
-¿Sobre su trabajo? -preguntó NICK sorprendido.
-Puedo asegurarles que no está ocupado en nada ilegal o inmoral -insistió Phoebe con obstinación.
-La parte demandada tiene derecho a conocer su historia laboral para evaluar los perjuicios -NICK sonó igual de pertinaz.
Phoebe adoptó un aire de arrogancia moral.
-Es sencillamente un trabajo que requiere una cierta dosis de anonimato. Agradecería que respetaran su intimidad.
NICK suspiró.
-Supongo que podemos hacerlo, por el momento. Sin embargo, me reservo el derecho de citar a este testigo en el juicio para interrogarlo en el tribunal.
-Cuando quiera -ronroneó Kevin.
______ aprovechó la oportunidad para deslizarle la nota a nICK. Él la leyó y frunció el ceño. Comenzó a escribir con rapidez, luego le devolvió a _____ el bloc de notas.
Ésta leyó la respuesta y jadeó en voz alta. «¿Quieres decir que te has acostado con él?» Al darse cuenta de que tanto Phoebe y Kevin como el cámara la miraban, dijo:
-Lo siento. Hace un poco de calor aquí, ¿verdad? -se abanicó con el bloc de notas.
Nadie respondió. Al parecer, no lo creían. Mientras Nick pasaba a la siguiente pregunta, ella escribió: «¡Claro que no me he acostado con él!» Golpeó a Nick en el codo con el bloc, pero estaba ocupado interrogando.
-¿Cuáles fueron sus ingresos como actor antes de tomar la decisión de teñirse el pelo de rojo para la audición en cuestión? Deje que lo exponga de esta manera. ¿Cuáles fueron sus ingresos el año pasado?
Mmm... -musitó Kevin-. Quinientos del espectáculo del barco, doscientos cincuenta de la Feria de juguetes... -continuó musitando para sí mismo durante varios minutos y al final anunció una cantidad que no habría cubierto una mensualidad de la hipoteca de _____.
-¿Y cuánto gana en su trabajo actual?
-Mmm... -Kevin desvió la vista antes de tartamudear una cantidad.
-¿De modo que ahora gana más que antes del supuesto incidente desafortunado con el tinte?
Hasta ______- se sobresaltó por la sequedad de la voz de Nick.
-Pero habría podido conseguir ese papel -insistió Kevin-, si no me hubiera...
Nick se dedicó a hacer preguntas y a escribir en el bloc al mismo tiempo. Luego le deslizó el bloc a ella.
«Entonces, ¿de qué os conocéis?»
«No es asunto tuyo», replicó ella, acercando el bloc hacia él.
«Desde luego que lo es. Es testigo en un caso en el que me he comprometido para ganar»».
-Quizá este sea un momento adecuado para un descanso -intervino Phoebe con mordacidad-. Los dos podréis discutir verbalmente vuestros problemas en vez de marear ese bloc de notas.
-Perfecto -aceptó Nick-.
-Perfecto -convino _____.
Se miraron con ojos centelleantes mientras Phoebe, Kevin, el cámara y la estenógrafa se retiraban.
-¿Y bien? -dijo él con ojos centelleantes.
tefisasias
Re: Naviad Magica (Nick y Tu) Adaptacion
Holaa!
see vee super interesantee.... estee nick mee encantaa!!
Siiguellaaa :)
see vee super interesantee.... estee nick mee encantaa!!
Siiguellaaa :)
Catiita!
Re: Naviad Magica (Nick y Tu) Adaptacion
-Él no me conoce. Yo conozco a alguien que lo conoce a él, eso es todo. La información sobre Kevin surgió en una conversación desligada del interrogatorio. Es pura coincidencia.
Nick la observó largo rato, luego pareció calmarse un poco.
-Se comportó de forma peculiar al entrar.
-Es imposible que me conociera –insistió ella-. A menos que Richard o Maybelle le mencionaran mi nombre. Pero eso no sería ético.
Nick la observaba con atención.
-¿Conocerlo te impediría hacer bien tu trabajo?
-Claro que no -«sólo podría impedirme obtener mi nueva imagen, eso es todo».
-¿Estás segura?
-Absolutamente.
-De acuerdo -gruño-. Supongo que me excedí en mi reacción. ¡Phoebe! -gritó a través de la puerta cerrada. Estamos listos para continuar.
-Aquí tienes tu otra chaqueta -dijo él, pasándole la bolsa de plástico del tinte una vez en el hotel-. Refréscate y podremos tomar una copa juntos antes de que salgamos. Tengo cosas de las que hablar contigo... ah, cosas sobre los interrogatorios de hoy –carraspeó-. Varias cosas.
-Gracias. Me siento lo bastante tensa como para aceptar algo fuerte. Me apetecería un margarita -se marchó con un leve contoneo de las caderas.
En el dormitorio, se desabotonó despacio la chaqueta roja, se quitó la blusa negra por la cabeza y se quedó quieta un momento, mirándose en el espejo. El sujetador era negro, pero sin encaje. Había llevado otro sujetador.
Era blanco... aunque tampoco con encaje. Se quitó el negro.
Luego examinó con atención la falda. Era muy bonita, con un corte excelente y llegaba hasta la rodilla, incluso después de haber doblado la cintura. La enrolló otra vez, y otra. En ese momento mostró bastante más pierna sin abultarse demasiado en la cintura. Después de contemplar la chaqueta negra en la bolsa, volvió a ponerse la roja, se la abotonó y se miró otra vez de frente.
-Ayyy -musitó-. No puedo hacerlo.
Se quitó las manos de los ojos. El botón superior de la chaqueta llegaba justo debajo de sus pechos. Las solapas se curvaban sobre ellos, casi cubriéndolos, aunque no del todo. Si mantenía los hombros encorvados...
Pero ésa no era la idea. Un milímetro por vez, irguió los hombros y sintió que los pechos subían. Entraría en el salón de esa manera, mostrando todo lo que tenía y orgullosa de ello.
Una mujer lanzada a la seducción. Esa era la actitud que necesitaba.
De modo que era eso lo que haría, justo después de cepillarse los dientes, retocarse el lápiz de labios, lavar el sujetador y la blusa, sacarle brillo a los zapatos...
«Nunca te desvíes, nunca te desvíes, nunca te des...»
Esa era la voz inconfundible de Ellen Trent, débil, con menor presencia, pero aún allí. Maldijo en voz baja. No era como si pretendiera abandonar todo lo que había aprendido de su madre. Le gustaba la eficacia y la pulcritud. Sólo pensaba relajar un poco toda la rigidez para ver si eso le proporcionaba un poco más de suavidad, de feminidad.
Diablos. Se lavó los dientes, se puso carmín y regresó al lado de nick.
Al salir al salón, él alzó la vista y pudo ver la expresión aturdida que pasó por su cara. Con rapidez volvió a centrarse en el documento que había estado leyendo.
-Te refrescas muy bien -musitó.
-Gracias -se sentó en el borde del sillón y con suma lentitud cruzó las piernas-. ¿Prefieres tomar la copa aquí o bajar al bar del hotel?
-Aquí. Ya las he pedido. Les dije que se dieran prisa.
-Bien. He de estar en otra parte a las siete.
-Yo también. ¿A qué hora tienes que salir?
-Debería irme a las siete menos cuarto.
-Yo también.
-Veo que tenemos el mismo horario.
-Exacto. Disponemos de unos treinta minutos para hablar -volvió a mirarla y se movió un poco en el sillón mullido que ocupaba. Ella se adelantó y le ofreció una sonrisa de ánimo-. Bien. ¿Qué impresión te causaron hoy los testigos? -preguntó, y clavó la vista en el escote de la chaqueta.
«Contrólate», gruñó para sus adentros. «Contrólate y no quieras devorarla. Eres un abogado. Actúa como tal. Ella es tu colega de profesión. Trátala como tal. No pienso dejarla ir a ver a nadie con ese aspecto. ¿Y cómo vas a detenerla?»
-El tiempo juega a nuestro favor -repuso _____, con expresión pensativa y al parecer ajena al hecho de que sus pechos prácticamente querían estallar la ropa.
Y qué pechos. Cuando iban a la facultad de Derecho no tenía esos pechos. No podría haberlos tenido, de lo contrario, los habría notado.
Las llamas le apuñalaron la entrepierna al darse cuenta de que no llevaba sujetador, o, de llevarlo, era el de escote más pronunciado del mercado. Maldición.
Volvió a cambiar de posición en un intento vano de esconder la clara evidencia de lo que tenía en la mente y dijo:
-Estoy de acuerdo. El ritmo lento de la ley juega a nuestro favor.
-Nadie se puso enfermo, el daño no es permanente y la dura experiencia ya casi ha pasado para los demandantes, al menos en términos de apariencia personal.
-Sí. Veamos -con el fin de tener algo que hacer con las manos al igual que algo con lo que cubrirse el regazo, Nick recogió el calendario impreso de los acontecimientos-. El incidente del tinte tuvo lugar el diecisiete de marzo. El lote salió el veinticuatro... estuvo a la venta el... exacto... el último frasco se compró el... y se utilizó una semana más tarde... De modo que la persona que adquirió ese último frasco ha dispuesto de seis meses para que le crezca el pelo. Si Kevin se hubiera cortado la mitad del pelo, ya sería rubio otra vez.
Había mencionado a Kevin adrede. Quería ver la reacción de ella. Se le ruborizó un poco.
-¿Ha presentado Phoebe ya las fotos del pelo de sus clientes? -le preguntó.
-No. No están programadas hasta dentro de diez días.
-¿No podemos conseguir que acelere el proceso?
-Lo más probable es que no.
-Podemos intentarlo.
-Inténtalo tú.
-Lo haré -convino ______-. ¿Qué hay de los otros daños que reclaman?
Le contestó distraído. No creía que estuviera saliendo con Kevin Knightson. Estaba tan seguro como se podía estar en esos casos de que a Kevin le interesaban más otros hombres que salir con ______. Entonces, ¿cuál era la conexión?
-Es una pena que no tuviéramos éxito en las negociaciones con los demandantes en la primavera. De haberlo conseguido, quizá habríamos logrado rehabilitar a Tammy Sue. Ahora podría estar vendiendo cosméticos en unos grandes almacenes -suspiró.
Nick contuvo el aliento, a la espera de que esos pechos se liberaran por completo de la chaqueta.
-Tu departamento legal llevó muy bien las negociaciones. El problema es que Phoebe los atrapó. ¿Sabemos cómo lo hizo?
-Según me han contado -indicó ______-, sus padres y ella se encontraban en su club de campo en Nueva jersey, hablando con unos amigos que conocían a alguien que conocía a alguien cuyo pelo se había vuelto verde... ya sabes cómo se extienden esas noticias. Phoebe captó las implicaciones y se centró en ello. Es un buitre -concluyó cuando llegaron sus copas.
Un buitre y una viuda negra. Al salir de su bufete, le había deslizado su número privado de teléfono. Una vez más, Nick se enfrentó a la vergonzosa posibilidad de que le hubieran asignado el caso por ese motivo, para seducir a Phoebe y convencerla de alcanzar un acuerdo.
Bebió un sorbo de whisky. Podía hacerlo... podía seducir a Phoebe para alcanzar un acuerdo. Así se haría justicia. Sensuous estaba dispuesta a pagar una suma global de cincuenta millones. Phoebe se quedaría con el cincuenta por ciento. Pero ella solicitaba cien millones. Si el juez se acercaba a esa cantidad, después de años de apelaciones y recursos y de generar enormes facturas legales, eso podría representar la bancarrota para la empresa.
Miró a ______-. Perseguía la sal alrededor del borde de su copa con la punta de una pequeña lengua rosada. Mirarla le producía más calor que el whisky. Sí, suponía que podía seducir a Phoebe, pero no disfrutaría y terminaría por odiarse. No, iba a llevar esa situación y ese caso con el cerebro, y se cercioraría de que _____ lo notara.
-¿Sabes? -dijo él, sintiéndose como un torbellino de hormonas al tiempo que trataba de sonar como el abogado más entregado y responsable de toda la profesión-, no tenemos nada que hacer saliendo esta noche. Ninguno de los dos. Deberíamos tener una cena de trabajo. Juntos funcionamos mejor. Voy a llamar a Brie para decirle que quedaremos otro día -la miró con gesto expectante. Era su turno. Parecía sorprendida y ominosamente insegura.
-No puedo...
Nick frunció el ceño.
-Bueno, supongo que puedo... -corrigió ella.
El corazón de Nick se iluminó. Enarcó las cejas, diciéndole en silencio: «Continúa, continúa».
-Lo haremos así -repuso al final-. He de ir a romper la cita en persona y luego quedaré contigo para cenar. Podré terminar a las ocho y cuarto. ¿Quieres que recurramos al servicio de habitaciones o salimos?
-Veré si consigo una mesa en el Judson Grill. Es lo bastante ruidoso como para que podamos hablar sin que nadie nos oiga.
Alzó el teléfono y marcó información. Sabía que no podía pasar una velada en la suite sin saltar sobre ella. Ese sólo era el Paso Uno: No dejar que nadie saltara sobre ella. El Paso Dos era ganarse el respeto de ______ por su inteligencia y habilidad profesional, que para él significaba llegar a un acuerdo en ese caso y salvar la empresa. Se le hizo agua la boca al pensar en el Paso Tres: cuando conseguiría que deseara su cuerpo, que siempre había sido la parte fácil.
tefisasias
Re: Naviad Magica (Nick y Tu) Adaptacion
-Tengo la reserva -gritó a través de la puerta, ya que ella se había retirado para hacer Dios sabía qué.
-No es más que una cena de trabajo -le dijo _____ sin aliento a Maybelle quince minutos más tarde.
-¡Hurra! -exclamó la otra-. ¡Un avance! ¡Dickie! -y luego a ___---. Hemos de ir de compras.
_____ se quedó boquiabierta.
-No puedo. Le dije a Nick que estaría en el restaurante a las ocho y cuarto.
-¿Y? Yo he de regresar aquí a las ocho para reunirme con el presidente.
-¿El presidente?
¿Sí? -preguntó Richard al cruzar la puerta.
-Nuestros abrigos. Saca el coche. Vamos a Bergdorf's.
-¿El presidente? -repitió ______.
-Oh, oh, de compras -dijo Dickie, pero regresó en medio minuto con el abrigo negro de cachemira de _____ y uno para Maybelle, que parecían varias llamas cosidas.
Se lo puso encima de un top con lentejuelas y rayas diagonales de color púrpura, amarillo y rojo. Hacía que pareciera un loro.
-No nuestro presidente -explicó de repente, como si acabara de asimilar la pregunta de ______-. Es el presidente de un país pequeño. De esos que llaman de economía emergente. Necesita un cambio de imagen si quiere ganar las próximas elecciones. Tampoco debería habértelo contado. Vamos, cariño, no hay, tiempo que perder.
-No necesito más ropa -protestó ______ mientras Maybelle la arrastraba al coche.
Era un Cadillac enorme de color azul claro. Richard iba al volante.
-Claro que necesitas más ropa, como esa chaqueta roja -contradijo Maybelle-. No me extraña que él no quisiera que vieras a nadie más esta noche.
¿Por eso había sugerido una cena de trabajo?
-He de reconocer que forzó mi mano, y esa es la única razón por la que llevo la chaqueta roja -indicó, y le contó lo sucedido con la mostaza.
Maybelle rió.
-Suena como si hubiera ansiado que te quitaras esa chaqueta negra.
-Entonces, me pondré otra vez la roja.
-No puedes ponértela todas las veces o te descubrirá -arguyó Maybelle.
-Entonces mañana me pondré el traje negro, le guste o no a Nick -Maybelle la miró-. De acuerdo -capituló-, quizá pueda comprar otra chaqueta sexy para ponerme mañana. Pero después realmente he de irme para reunirme con Nick.
Justo lo que yo tenía en mente -corroboró Maybelle-. Tú sígueme, cariño, y llegarás a ese restaurante a tiempo.
-Maybelle, hace semanas que no te vemos -exclamó una vendedora mientras cruzaba a toda velocidad el suelo alfombrado.
Estaban en Bergdorf Goodman, una tienda cara que una persona sensata tendería a evitar, y se hallaban en la tercera planta, la dedicada a firmas famosas. Sin embargo, la vendedora se dirigía hacia un loro que lucía botas vaqueras e iba envuelta en llamas. A Mallory esa hospitalidad le resultó acogedora. Maybelle se quitó el abrigo y lo dejó caer sobre un banco, como si fuera la dueña del local.
-Hace semanas que no tengo a una clienta que necesitara ropa. Ésta la necesita y deprisa -su diminuta figura fue de un expositor a otro, en ese momento más parecida a un colibrí que a un loro.
-Necesitamos un par de trajes sexys...
-Dije sólo un traje... quiero decir, una chaqueta -replicó _____, deteniéndose para inspeccionar una etiqueta con un precio y pasarse la mano por la frente-. Me la pondré con los pantalones y la falda negros.
-O algún otro pantalón o falda negros -indicó Maybelle.
______ la alcanzó en la boutique dedicada a Gianfranco Ferré y le habló en susurros:
-Maybelle, gano un buen sueldo, pero no me puedo permitir...
Maybelle descartó ese razonamiento absurdo con un gesto de la mano cargada de diamantes.
-Aquí tengo cuenta -explicó-. Más adelante ya podremos hablar del dinero.
______ gimió. Más adelante seguiría siendo mucho dinero.
De algún modo se vio en el vestidor, con Maybelle y la vendedora quitándole su ropa y poniéndole las prendas nuevas.
-Creo que podremos sacar adelante el fin de semana sin ropa interior -le confió Maybelle a la vendedora como si ______ no se hallara presente-. Y ahora, cariño, eso es lo que yo llamo un traje negro.
Se volvió lentamente hacia el espejo. La chaqueta de ese traje tenía hombros estrechos, una cintura muy marcada y era demasiado corta incluso para cubrirle medio trasero. Los pantalones eran tan ceñidos que sin las aberturas en los costados no habría sido capaz de pasar los pies.
Estaba fantástica. Hasta ella misma tuvo que reconocerlo. Apretó los dientes.
-De acuerdo, me llevaré todo el traje. Pero nada más.
-Déjate puestos los pantalones nuevos -indicó Maybelle-. Ahorrará tiempo.
Además del traje negro, abandonó esa planta con una chaqueta ligera que hacía juego con sus ojos y una blusa nueva, una falda que no era tan corta como la de Phoebe Angell, aunque casi, y otra muy ceñida que le llegaba hasta la mitad de las pantorrillas. Tanto Maybelle como la vendedora, en cuyos ojos habían empezado a centellear símbolos de dólar, insistieron en que la larga debía ponérsela con tacones muy altos.
Por eso marchaban a toda velocidad hacia los zapatos de marca en la quinta planta... para reducir aún más las acciones y los ahorros que tenía, con los que había albergado la intención de vivir mejor cuando se jubilara. Allí la vendedora comenzó a conferenciar con un vendedor que la había mirado con arrogancia hasta que vio a Maybelle. En un tiempo asombrosamente breve, ______ dispuso de unos zapatos de Prada con unos tacones como rascacielos.
-¿Tienen esos zapatos de plástico que cubren...?
-Botas para la nieve -interrumpió Maybelle-. Queremos un par con tacones no muy altos y con piel hasta los tobillos. No las guarde. Las llevará puestas.
Y en cuanto se las probó, comprendió que no podría vivir sin ellas. Ya había dejado de mirar los precios. Era ése el momento en que necesitaba vivir, no cuando se jubilara. Terminaría de pagarle a Maybelle en dos, tres, cuatro, diez años y luego empezaría a ahorrar otra vez.
La dominó el pánico. ¿En qué estaba pensando? Su madre la repudiaría.
A su lado, Maybelle dijo con serenidad:
-Haré que te lleven el resto de las cosas a la suite de tu hotel. Y me cercioraré de que tu joven amigo no se encuentre presente cuando las entreguen. Y ahora, vete. Dispones de veinte minutos, tiempo de sobra.
-He de decirle algo antes de irme.
-Dispara.
Respiró hondo.
-Soy abogada de Sensuous, la empresa que fabricó el tinte que le dio al pelo de Kevin un color verde. Iba a contárselo anoche, pero, de algún modo, se cambió de tema.
Fue extraño que Maybelle no pareciera sorprendida. Descartó la confesión que ____ había temido realizar con uno de sus típicos gestos de mano.
tefisasias
Re: Naviad Magica (Nick y Tu) Adaptacion
-No te preocupes por eso, cariño -abrió muchos los ojos azules e inocentes-. Aquí todos somos profesionales. Eso no va a tener nada que ver con los consejos que te ofrezca.
-No lo habría sabido si no lo hubiéramos interrogado hoy -expuso ______, aliviada de que Maybelle no pareciera molesta.
-Y eso no habría representado ningún problema si yo no me hubiera ido de la lengua anoche -indicó Maybelle antes de suspirar-. No sé qué me impulsó a hacerlo. Entonces, cuando me contó que hoy lo interrogasteis, yo...
Eso la sobresaltó.
-¿Le contó que yo lo interrogué?
-Él me contó que lo habían interrogado -aclaró, clavándole otra vez esos ojos inocentes-. Tú me contaste que lo habías interrogado. Creo que Kevin lamenta haberse dejado arrastrar a esta demanda -prosiguió Maybelle-. De no haberlo hecho, podríamos haber restaurado por completo el cuarto de baño de arriba... diablos, yo misma podría haber realizado el trabajo; y Kevin podría haber tenido cortes de pelo y manicuras gratis hasta que se le hubiera ido el tinte verde, al menos donde se puede ver. Y podría haber estado sirviendo mesas y haciendo pruebas otra vez... en lugar de, bueno, haciendo lo que hace ahora.
En esos momentos, _____ lo supo. Aquello explicaba que Kevin no hubiera querido decir a qué se dedicaba, e incluso entendía su broma acerca de la leche y las galletitas, lo que tradicionalmente dejaban los niños a Santa Claus.
-Maybelle, ¿quién era Santa Claus?
Maybelle pareció disgustada.
-Nunca he podido guardar un secreto. Sí, Kevin es tu Santa Claus.
tefisasias
Re: Naviad Magica (Nick y Tu) Adaptacion
Capítulo 7
Nick se hallaba en el bar, sin beber, simplemente con el codo apoyado en la barra mientras observaba la puerta y contaba los minutos... las ocho y doce, ocho y trece, ocho y catorce.
Cuando la vio entrar y el pulso se le desbocó y el corazón empezó a bombear toda la sangre hacia el sur, observó que ella no parecía especialmente contenta de verlo.
-Hola -lo saludó, mirando el local antes que a él-. ¿Llevas mucho rato esperando?
-Cuatro minutos -mintió. Llevaba allí desde las ocho, por si el hombre al que había ido a ver la acompañaba hasta el restaurante. Pero estaba sola. La examinó con atención-. Nuestra mesa está lista.
Una mujer de aspecto muy neoyorquino y cosmopolita le quitó el abrigo antes de que Nick la dirigiera hacia la encargada del local, quien hizo que un camarero con coleta los llevara a la mesa. Él avanzó detrás de _____. La buena noticia eran sus pantalones. No eran esos holgados y con pinzas que había llevado en el avión. Esos le estaban tan ceñidos, que iba a tener que llamar a los bomberos para que la ayudaran a salir de ellos. Aunque ya que compartían la suite, él se ofrecía voluntario para ir al rescate.
Esa deliciosa fantasía se desvaneció al recordar que al salir del St. Regis había lucido una falda. ¿Qué indicaba un cambio de ropa que no se había producido en la intimidad de su dormitorio?
Se sentaron. Ella adelantó el torso. Nick cerró los ojos, y al volver a abrirlos, la vio jugar con los cubiertos. Se preguntó cuáles habían sido sus planes para la velada. Aparte de cambiarse de ropa.
La respuesta lo golpeó en el estómago. El tipo con el que había salido le había arrancado la falda. ______ se había visto obligada a ponerse los pantalones, que debía guardar en el apartamento de él, porque no se los había visto con anterioridad. Cualquier idiota podía deducir lo que eso significaba.
El camarero con la coleta regresó a su mesa.
-¿Les gustaría empezar con un cóctel antes de la cena?
-No -dijo _____.
-¿Les traigo los menús?
-Sí -aceptó Nick.
-¿Y una carta de vinos?
-Desde luego.
Tendría que averiguar qué relación mantenía con ese tipo. Mejor saberlo.
-Algo te mantiene tensa -comentó después de haberle echado un breve vistazo al menú y a la carta de vinos-. Espero que tu acompañante no se enfadara cuando le dijiste que tenías que trabajar.
-¿Quién? -alzó la vista del menú-. Oh. No -dio la impresión de verlo por primera vez-. Yo pensaba que tú estabas tenso por algo. ¿Brie se enfadó?
-No puso objeción -respondió. De hecho, Brie le había dicho que también ella necesitaba trabajar, que las acciones bajaban y los bonos subían y que tenía que atacar mientras la situación estuviera caliente.
-¿Ese de ahí es Regis Philbin? -preguntó ella a continuación.
-No me sorprendería -indicó Nick-. Es un restaurante frecuentado por los magnates de los medios. Volviendo a tu cita. Si no ha sido él quien te ha contrariado, ¿qué lo ha hecho?
-¿Están listos para pedir? -preguntó el camarero, acercándose.
-Sí, lo estamos. ¿_____?
-Ensalada de pera y roquefort y mollejas de ternera.
Él no le quitaba la vista de encima.
-Yo tomaré los mejillones y el chuletón. Compartiremos unos aros de cebolla. Y una botella de... -había olvidado el vino y tuvo que quebrar el contacto visual con ella.
No podía sentir celos. No tenía ningún derecho sobre _____. Pero sí se sentía responsable por ella, sentía la necesidad de protegerla de los lobos y de otra clase de depredadores.
-¿Tiene algo que ver con ese tal Kevin? -insistió cuando el camarero se hubo marchado. Vio que se ruborizaba y que exhibía una expresión de gran culpabilidad.
-Su vino, señor -indicó el sumiller, ofreciendo la botella a la inspección de Nick.
-Perfecto -repuso sin mirarla-. No, no quiero probarlo. Simplemente, sírvalo.
_____ había recorrido la distancia desde Bergdorf's hasta el restaurante con la esperanza de que sus elegantes botas nuevas fallaran en la primera prueba. Resbalaría en la helada acera y se caería. Con lo bien que se le daba no llamar la atención, podía quedarse quieta en las frías baldosas hasta congelarse y morir, lo que parecía infinitamente preferible a contarle a Nick que Kevin conocía su deseo más profundo.
Les había contado a los testigos de la oposición que para Navidad quería conseguir al abogado de la defensa. Kevin podría chantajearla. ¿Hasta dónde llegaría ella para evitar que le revelara a Nick lo que sentía por él? Peor aún, ¿y si Kevin le estaba contando en ese momento a Phoebe que tenían a la abogada de la defensa en un aprieto? Gimió.
-¿Perdona? -Nick enarcó las cejas.
-Me da pánico contarte lo que tengo que contarte -al menos ya había dado un paso.
Él dio la impresión de ponerse un poco tenso.
-Siempre es mejor no reservarse nada y quitárselo de encima.
Ella suspiró.
-Kevin era el Santa Claus de los grandes almacenes.
-¿Cómo lo sabes?
Había llegado el momento de mentir.
-Preferiría no contártelo -apretó los labios y supo que él no iba a conformarse con esa respuesta, pero le daría un segundo para pensar en otra.
-Yo preferiría que me lo contaras -también él apretó los labios.
-Una Torre de Roquefort y Pera para la dama -entonó el camarero-. Y mejillones al curry para usted, señor, además de unos deliciosos aros de cebolla.
_______ atacó la ensalada con fingido ímpetu, pero incluso con la vista baja podía sentir que le perforaba un agujero a través de la frente.
-Lo adiviné -anunció de repente.
-Lo adivinaste.
-Sí.
-¿Cómo?
-Oh, su voz. Algo.
-De modo que sólo se trata de una conjetura por tu parte.
-No, luego se lo pregunté.
-¿Cuándo?
-En un momento en que tú... no estabas presente.
Él frunció el ceño, tratando de recordar un momento durante la tarde en el que Kevin y ella hubieran podido estar a solas, y ella esperó que no se concentrara demasiado. No iba a encontrar ninguno porque ninguno había habido.
-Comprendo -aceptó Nick al final-. Bueno, ahora que hemos aclarado eso, quizá podamos volver a trabajar. ¿Cómo crees que deberíamos llevar a la mujer con los dientes verdes que vamos a interrogar mañana?
Nick pensó que podría hablar y rumiar al mismo tiempo. No creía que se lo hubiera preguntado a Kevin. No creía que hubiera habido un momento en el que hubiera salido de la sala mientras Kevin y ella seguían dentro. Aún mantenía secretos. Por no mencionar quiénes habían sido sus citas.
Y lo peor era que le importaba. Ese era el problema. No era el momento idóneo para que su relación se volviera física, pero se la veía tan hermosa, tan deseable, con esos pechos blancos. Podría haberse acostado con esa mujer cinco años atrás si hubiera activado su encanto cuando tuvo la oportunidad, y el hecho de no haber aprovechado esa oportunidad lo estaba matando.
Tenía que quitársela de la cabeza, aunque no era su mente la que le planteaba problemas, hasta que hubiera cerrado con éxito el caso y ella se desmayara de admiración. De modo que saldría con Brie al día siguiente por la noche y con otra el viernes, y luego ya pensaría en algo para salvar el fin de semana.
______ discutía con él incluso en ese momento, y no podía culparla, porque había estado fantaseando con ella y dicho algo estúpido. Se acabaron las estupideces. Su vida dependía de ello.
Fue a la mañana siguiente cuando _____ sintió el pleno impacto de su reciente desvío del sendero conocido de orden y serenidad.
Cuando Nick salió de la habitación que ocupaba con aspecto de estar listo para desayunar, ella se hallaba vestida con los nuevos pantalones ceñidos, la chaqueta azul verdosa, un escandaloso top que Maybelle había metido en la bolsa en el último instante y los Prada de tacones altos, mientras sacaba de forma metódica todo el contenido de su bolso.
-¿Qué haces?
-No encuentro mi tarjeta de crédito.
-Llama y pide que te envíen otra.
Le lanzó una mirada que habría enorgullecido a su madre.
-De acuerdo -musitó él-. ¿Cuándo fue la última vez que la usaste?
Trató de centrarse en la tarjeta perdida y no en la boca cíe Nick.
-En Bloomingdale's, creo, cuando fuimos a comprar calcetines.
-Lo más probable es que la guardaras en algún lugar raro.
-Nunca, como dices tú, guardo mi tarjeta en un lugar raro. Tiene su sitio y es ahí donde la pongo.
-Debí imaginarlo -comentó con sarcasmo. Pero esta vez... -le apuntó con un dedo triunfal- no lo hiciste.
Ella apretó la boca.
-No necesito que alguien que ni siquiera es capaz de guardar unos calcetines me indique eso.
-No, supongo que no. Tú nunca olvidas nada, ¿verdad? -se acercó a la mesa, escudriñando los objetos diseminados sobre ella-. Veamos qué hay aquí -añadió con una sonrisa que no podría calificarse de amistosa.
-Mantente alejado de mi bolso -le ordenó.
-Sólo busco tu tarjeta de crédito, no toco nada -expuso-. Un bolso lleno de material de primeros auxilios no es muy privado, ¿no? Santo cielo. Qué tenemos aquí. Un equipo diminuto de herramientas. Un tubo de súper pegamento. ¿Guardas por alguna parte una grúa plegable? ¿Y dónde llevas la cinta aislante?
El rostro de ella se encendió. De hecho, siempre llevaba consigo un rollo de cinta adhesiva y de cinta aislante, al igual que unas tijeras, dos agujas, una con hilo negro y la otra con hilo blanco, dos imperdibles, discos de velero...
-Es bueno estar preparada para una emergencia.
-¿Con cuánta frecuencia tienes una emergencia? -quiso saber.
-De vez en cuando tengo que repasar un bajo.
El alzó la cara hacia el techo.
-Oh... santo cielo, es una crisis. Que echen a esa mujer de la reunión. Le cuelga el bajo.
-Si exhibes tu mejor aspecto, trabajas mejor -repuso ella, aunque a sus propios oídos sonó poco convincente.
-No necesariamente. Por ejemplo, tengo un aspecto estupendo -comenzó a ayudarla a sacar cosas del bolso de mano. Cuando se encontró con una caja que contenía exactamente doce aspirinas, la abrió, puso una en su mano y se la tomó sin agua-. Y ahora voy a trabajar mejor. ¡Eh! Aquí tienes la tarjeta de crédito -la extrajo de un bolsillo interior y la alzó con gesto de triunfo.
-Gracias -dijo, sintiéndose cansada-. Jamás la habría buscado allí. Ese es el bolsillo para mi agenda electrónica, no el de la tarjeta de crédito. No me extraña no haber podido encontrarla.
-Creo que funciona mejor cuando no sabes dónde está todo -comentó él mientras Nick volvía a guardar las cosas-. De ese modo, cuando pierdes algo, sabes que tendrás que buscarlo por todas partes.
-Veo un defecto en tu razonamiento -musitó ella.
-Podemos discutirlo durante el desayuno. ¿Lista? Esta mañana voy a pedir tortitas. Tantos huevos me están dando demasiada energía.
«Yo conozco una manera estupenda en que podrías utilizarla».
-Ve a la sala de conferencias -dijo cuando llegaron a Angell y Angell-. Voy a hablar con Phoebe acerca de acelerar la presentación de las pruebas fotográficas.
-Buena suerte -le deseó.
tefisasias
Re: Naviad Magica (Nick y Tu) Adaptacion
Dejó el maletín en el pasillo, justo al lado de la sala de conferencias, y fue hacia el despacho de Phoebe, donde oyó voces a través de la puerta entreabierta. En realidad, sólo una voz; la de ella.
-Hago lo que puedo, padre -decía-. Pero no me gusta. No es ético y... Lo sé -añadió tras escuchar largo rato. Sonaba vencida-. Sí, padre, lo sé. Dura y pragmática -recitó un momento más tarde-. Seguiré intentándolo, desde luego.
_____ se alejó con sigilo. Alphonse Angell controlaba las decisiones de Phoebe desde Minneapolis. Se preguntó qué querría que hiciera su hija que ésta consideraba poco ético.
-¿Aceptó? -preguntó Nick al verla regresar a la sala de conferencias.
-Hablaré con ella más tarde -respondió-. Estaba ocupada.
-Te acobardaste -los ojos le brillaron con expresión perversa.
-¡No es verdad!
-Apuesto que sí.
-Si es así, que mis dientes se vuelvan verdes -juró-. Y ahora calla. Aquí viene nuestra testigo.
-Lo que no entiendo -dijo Maybelle- es por qué esa mujer no se hace blanquear los dientes.
-Lo que yo no entiendo -dijo la experta en maquillaje-, es por qué abrió la boca al máximo y echó la cabeza atrás en pleno proceso de teñirse el pelo.
_____ contuvo un suspiro impaciente, más que nada para no soplarle en la cara a la experta. Maybelle había decretado que se reunieran en Bergdorf's a las siete, y _____ casi había llegado bañada en lágrimas, queriendo contarle a Maybelle que, a pesar de la chaqueta roja, de los pantalones con los que apenas podía sentarse y de las coquetas botas, la noche anterior no había pasado nada. De hecho, lo primero que había hecho Nick cuando llegaron al hotel, había sido llamar a Brie para repetir la cita esa noche.
En realidad, había llorado un poco al quitar las etiquetas de la ropa nueva para colgarla... había llorado por Nick y por el dinero que había gastado. O no gastado, ya que aún no había llegado a pagar por los artículos. Y luego, para rematarlo, Nick había invitado a Phoebe Angell a comer.
-Quiero decir, esos tratamientos de blanqueado son increíbles -decía Maybelle. Convencí al presidente de que se sometiera a uno.
La experta en maquillaje se detuvo en seco con el lápiz para los labios.
-¿El presidente?
No el nuestro -intervino ______, orgullosa de poder añadir algo a la conversación-. El presidente de una nación emergente que necesita cambiar de imagen para ser reelegido.
-Exacto -dijo Maybelle-. Desde luego, comprendo que esa mujer de la que hablas espere hasta después del juicio...
-No va a haber ningún juicio -intervino _____.
-Quédese quieta -pidió la maquilladora.
-Claro que no va a haber ningún juicio, pero supón que lo hubiera, ella querría esperar a que terminara, pero Kevin me ha dicho que la mujer afirma que es permanente.
-Tiene fundas -explicó _____ con los labios cerrados-. Ése es el problema.
-Pero, ¿por qué abrió la boca y echó la cabeza atrás? -insistió la maquilladora.
-Porque -silbó ___ a través de los dientes- se estaba tiñendo el pelo de rojo y...
-Ya puede abrir la boca.
-... tiñendo el pelo de rojo para el papel de Annie Ado en la obra teatral Oklahoma, y de repente tuvo ganas de ensayar la canción I Can't Say No.
-Gracias. Me siento mejor al saberlo.
-¿Y qué pasa con las fundas? -Maybelle se ciñó al tema.
-Se pueden blanquear los dientes pero no las fundas de porcelana -explicó ______.
-Vaya. Desde luego, me alegro de que el presidente tenga todos sus dientes.
-Ya está -anunció la maquilladora-. Mírese.
______ tuvo que reconocer que los colores eran sutiles. Pero no le convencieron las pestañas.
-La gente pensará que son falsas -le susurró a Maybelle, ya que no quería herir los sentimientos de la experta.
Maybelle suspiró.
-Oh, cariño, casi eres un caso perdido. De verdad. Pero si piensas que me voy a rendir contigo, olvídalo. Vamos a dar con algo que te haga sentir sexy, eso es lo único que cuenta -pasó de amiga exasperada a consejera en una fracción de segundo-. No suelo meterme en temas freudianos, pero creo que en tu caso podría ser interesante saber de dónde sacaste la idea de lo que se supone que debe ser una mujer.
La dejó sorprendida. Lentamente, metió la mano en su voluminoso bolso y sacó el último libro de su madre. Lo extendió hacia Maybelle.
-Lea esto -dijo-. Nos ahorrará mucho tiempo.
-Santo cielo. ¿Quién lo escribió? -alejó el libro, en apariencia para verlo mejor.
-Mi madre.
-Eso debe de ser interesante. Gracias, cariño, lo leeré. Aquí tienes tu maquillaje -aunque _____ no había visto que se intercambiara dinero ni tarjetas de crédito, la vendedora había presentado una bolsa llena de maquillaje, que Maybelle le entregó a ella-. Ve a casa y sorprende a ese hombre con tu nueva cara. Observa qué sucede. Volvamos a quedar aquí mañana por la noche. Parece que aquí nos va mejor que en la oficina. Quizá sea por el escritorio y tanto cuerno.
Y se marchó. Entonces, ____ se volvió hacia la maquilladora.
-¿No tengo que pagar por estas cosas?
-Oh, no. Ya está solucionado.
-No puedo dejar que vaya comprando cosas que tendré que pagar más adelante -dijo, perdiendo su natural necesidad de discreción por el pánico que la dominó-. No sé el precio de ningún artículo que he comprado en los dos últimos días. Podría estar en la bancarrota sin saberlo.
-Oh -la joven descartó la idea con un movimiento displicente de la mano-, no se preocupe por eso. Deje que Maybelle se divierta.
-No puedo evitar que me caiga bien -comentó_______ con más desesperación-, pero hay un límite a la diversión que le puedo permitir.
La joven rió.
-Puede que acabe sin pagar por nada -afirmó.
-¿Qué?
-No conoce a Maybelle, ¿verdad?
-Tiene muchos, muchos diplomas -anunció con tono sombrío.
-Y también muchas, muchas parcelas de tierra de Texas -explicó la experta-. Las heredó cuando murió su marido.
-¿Qué tamaño tiene cada parcela?
-¿Cómo voy a saberlo? -respondió la muchacha-. Pero son muchos acres, y algunos están justo a las afueras de la ciudad -la sonrisa se amplió, y en ese momento fue simplemente una joven bonita y agradable que era realmente buena con el maquillaje.
-¿Qué ciudad?
-Dallas.
-Ahhh.
-Sí, y en las tierras que estaban en West Texas, donde Maybelle vivía, había mucho petróleo -rió entre dientes.
-Petróleo -soltó otro «ahhh».
-Hablo de un montón de petróleo. Maybelle decía que se volvió deprimente vivir con ese olor -la joven rió abiertamente-. Yo le dije que era la clase de depresión que no me importaría tener.
-Entonces... tiene cuenta aquí y acaba de...
-Las vendedoras reciben una pequeña sesión de orientación cuando empiezan a trabajar en Bergdorf's -explicó la joven-. Maybelle elige, nosotros lo sumamos y lo enviamos a contabilidad, contabilidad habla con el contable de ella y éste envía dinero. Todos felices.
______ se vio reducida a murmurar estupideces del tipo de «Ya veo», «Bmmm», «Ohhh». Le dio las gracias a la joven por la información y se preparaba para marcharse cuando la maquilladora dijo:
-Puse algunas instrucciones en la bolsa. No estoy segura de que prestara atención mientras le maquillaba la cara.
-Gracias dijo _____-. Tiene razón.
-No se preocupe. Si tiene algún problema, venga a verme. Yo puedo arreglar las cosas pequeñas, Maybelle puede arreglar las grandes.
-¿De verdad lo cree?
La cara de la joven exhibió una expresión misteriosa.
-Le apuesto un brillo Pink Pearl para los labios a que el presidente al que está aconsejando sale reelegido
tefisasias
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