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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
W.A.R. |novela
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Re: W.A.R. |novela
Realmente no lo sé, dice que por robo de imagenes a otro foro, so.. no sé. Quizá usé alguna imagen y no sabía que la estaba robando ._.
No, mi computadora se queñó el disco duro y perdí todo lo que había escrito de TODO T-T
No, mi computadora se queñó el disco duro y perdí todo lo que había escrito de TODO T-T
Elayne:3
Re: W.A.R. |novela
si di no puede porque está baneada, y butter está ausente o no responde, porque no va la siguiente? digo, para no estancarla mas...
Invitado
Invitado
Re: W.A.R. |novela
Capítulo dos.
Hayleé Scott; Kurt Blaire.
—¡NO! ¡ME NIEGO! —chillé con energía, golpeando con el puño cerrado la mesa haciendo saltar el vaso lleno de lápides donde se leía El mejor padre del mundo.
El director dió un bote, sobresaltado y sorprendido.
—Tranquila, Hayleé —intentó tranquilizarme, moviendo las manos en gesto de que bajara el tono de voz pero eso me hizo enfurecer más—. Intenta respirar profundamente y serenarte.
Suspiré, reconociendo mi familiar tick nervioso en el ojo izquierdo, haciéndome latir el párpado. Contar de uno al diez no serviría, ya lo sabía yo. La furia hervia mi sangre y sentia el color de mis ojos aclararse, cosa que solo pasaba cuando yo realmente estaba cabreada.
—Toma asiento y déjame explicarte, Hayleé —dijo el director.
Obedecí, cayendo sobre la silla y mirando intensamente al director. Este se removió en su asiento, claramente incómodo. Crucé mis brazos sobre el pecho y quedé en silencio. No iba a hablar porque no tuviera nada que decir, si no porque las palabras que se me pasaban por la cabeza no deberían de oirse por el bien de todos.
—¿Y bien? —gruñí, tensando la mandíbula.
Él tomo aire y entrelazo sus dedos, colocando los codos sobre la mesa. Sus ojos, de color marrón me observaban, con miedo. Sentía su terror hacia mi persona.
—Ahora mismo, los chicos no tienen lugar donde reunirse para hacer las estrategias de fútbol...
—¿Y qué? —enarqué una ceja—. Hay decenas, ¡cientas de aulas disponibles! —me levanté bruscamente, tirando la silla a mi espalda y apoyando las manos en la mesa—. ¿Por qué diablos tienen que utilizar MI aula para hablar de estrategias de monos? —apreté los dientes.
El director tembló bajo mis palabras.
—Por ahora todas las aulas estan u ocupadas por otros clubs o reformándose y no es sano que nuestros jugadores estrella enfermen por estar rodeados por el olor a pintura...
—¿Y eso qué tiene que ver conmigo? ¿Acaso me interesa?
—Es por la imagen del instituto, Hayleé.
—¿Y por qué no ocupan otra aula? ¿Por qué no le molestan a otra?
Mi pecho subía y bajaba con rápidez. Mi respiración estaba agitada y mi corazón bombardeando con intensidad.
—Debes de comprender que... Tu club es el que menos miembros tienen y siempre pueden reunirse en otra aula...
—¿¡EN OTRA AULA!? —vale, me dejé la voz en ese grito—. NO PUEDE SER OTRO AULA.
—Serenate, por favor. Entiende que simplemente, vosotros no estais en las estatales y poca gente os tiene tomado en cuenta. Creo que la mayoría de las personas que permanecen en el instituto desconoce de vuestra existencia y... —se detuvo. Creo que pudo entender lo que sus palabras me hacian sentir.
—Claro y por eso mejor que nos den a nosotras por el culo, porque no somos "importantes" para este instituto lleno de machistas y sumisas. Como no —solté una risa amarga, moviéndome de un lado para otro, inquieta—. Pero que yo recuerde, director Smithers, el gimnasio o los vestuarios son un explendido lugar para formar jugadas.
El director suspiró y murmuró:
—¿Pero has olido como huele el vestuario de fútbol?
Me detuve, con los puños apretados. Las ganas de gritar se habían esfumado y ahora había pasado a mi lado pasivo. Al límite de mis rabietas. El brillo engañoso del hielo antes de desquebrajarse bajo tu peso.
—¿Ha oído hablar de algo llamado ducharse o desodorante —cuestioné tranquila—. Es algo higienico, ya sabe. Debería de darle una charla a sus pequeñas estrellas del zoologico al respecto. Quizá así su vestuarios no olerían a leoneras y podrían hablar allí de sus cosas, en vez de molestar a otros clubs —sonreí, sintiendome completamente orgullosa de mi ironía.
El director abrió la boca, dispuesto a protestar cuando le corté, dispuesta a soltar otra caja bomba de las mias. Me llevé una mano a la barbilla, de forma pensativa y dije:
—Además, ahora que lo recuerdo, el equipo FEMENINO de soccer, hace sus jugadas en los vestuarios o en la casa de alguna de las jugadoras. ¿Por qué ellos no pueden hacerlo?
Su boca rápidamente se cerró.
Oh, pobre señor Smithers, le había dejado sin argumentos donde sostenerse. pensé con sorna.
—No es lo mismo. Ellos...
—Si claro, son muy importantes. Iconos famosisimos, por favor. Coger un coche para hablar de golpearse y llevar una pelotita para marcar puntos es un gran riesgo. Mejor arruinen un club —agarré mi mochila, dispuesta a marcharme antes de destrozar algo o cometer un asesinato—. Esto no quedará así. Ya se lo digo yo. Vaya pensando en otra solución o habrá consecuencias.
Me marché de allí, con la cabeza bien alta y dando un portazo que retumbo por todas partes. La secretaria del director pronto desvió la mirada al darse cuenta de que la había pillado espiando nuestra "agradable" conversación. Ella dirigió la atención a la pantalla del ordenador y preguntó, apenas audiblemente:
—¿Ya acabo con el director, señorita Scott?
—Sí, me voy a clase. Buenas tardes, Cornelia.
Caminé por los pasillos, orgullosa de mi misma por como había manejado la situación. Me reventaba bastante el hecho de que siempre anteponían a los clubs masculinos antes de nosotras solamente por el hecho de que el mundo daba más importancia a las victorias de los hombres. Llevaba desde siempre en este instituto y no podía recordar algún día en el que los hombres no brillaran más que nosotras. Era desagradable y más para mi, que era una feminista en toda regla. De todas formas, tenía en mi mano al director, por el hecho de que le daba miedo. Mi aspecto, algo así como medio gótico, medio heavy asustaba a veces. Me hacía verme como una chica peligrosa y extraña y eso mantenía alejado a todos los estúpidos con dos neuronas —hablamos de especimes con suerte— que querían meterse en mis pantalones.
De todas formas, me molestaba. Vale, había que admitirlo: mi club no era el más númeroso, o el mejor del mundo pero me había costado lo suyo conseguir ser aceptadas. Tuve que luchar meses enteros por un aula, por un nombre y por ganarnos un mínimo presupuesto para nuestro material y excursiones. Sudor y sangre. Y no, claro que no estaba dispuesta a que ahora mi esfuerzo fuera tirado a la basura porque a nuestros animales personales les apeteciera. Que su aula estuviera en reformas, no era de mi incumbecia y tampoco debería de salpicarme a mi todo eso.
Toqué la puerta de mi clase de Arte, rezando a mi Diosa para que pudiera entrar y no perderme mi asignatura favorita. Pronto escuché algo así como un Adelante y abrí la puerta, encontrándome con mi profesora con una ceja arqueada, mirandome interrogante. Yo conocía esa mirada. Era una que decia [i[¿en qué clase de problemas de has metido esta vez, justiciera Hayleé?[/i]
Pronto me topé con las curiosas vistas de mis compañeros de clase, apartando la atención de sus blogs de dibujo y poniendo la oreja, esperando coger alguna jugosa información que espandir por el instituto, como si ellos fueran el viento de primavera y la razón por la que el director me había retenido en su despacho durante dos clases fuera el polen. Les lancé una rápida mirada envenenada, poniendo cara de qué miras. Algunos volvieron a sus quehaceres incomodados pero los más curiosos permanecieron en sus posiciones.
Me acerque a la profesora, con una sonrisa de disculpa.
—¿Qué ha pasado esta vez, Hunter? —me dijo, con tono materno.
Me encogí de hombros, indiferente.
—Ya sabes. El director queria hablar sobre mi club y algunas cosas más. Lo siento —murmuré, en tono confidencial—. ¿Aún puedo unirme a tu clase o debería de esperar a que acabara?
La señora Brooks sonrió.
—Puedes unirte, Hunter. Toma asiento.
Asentí y obedecí. Me senté al final de la clase, sola y me puse mis abriculares, con la intención de escuchar mucho Evanescence, We are the Fallen y Nocturna. Su música me concentraba demasiado. Eran sus voces y las guitarras lo que me adentraban en mi pequeño mundo. La señora Brooks nunca me decía nada respecto a marginarme con música al fondo de la clase. Era como su alumna preferida. Tenía grandes esperanzas depositadas en mi.
Saqué mi blog de dibujo y un lápiz y me decanté por seguir esta vez el modelo que se situaba plasmado en la pizarra, en forma de foto. Entrecerré los ojos y me dejé llevar por Bury me alive. Simplemente, desconecté del mundo real. Me encantaba el hecho que después de esto, las clases acababan y tenía reunión con mi club de ocultismo.
—¿Qué ocurrió? —preguntó Wesly al instante cuando pasé por el umbral de la puerta, entrando en el aula.
Arrugué el ceño, no muy segura de lo a qué se refería.
—Nos han contado que tuviste una "agradable" charla con el director —anunció Amy, espectrante.
Sonreí.
—Ah, eso —solté una risita estúpida y dejé la bandolera en un lado, encendiendo un par de velas—. Nada interesante —volteé, mirando a las siete chicas que me miraban interesadas, con sus ojos embargados de curiosidad.
Tome asiento, sentándome en uno de los cojines del suelo.
—Venga, no vayas con estas. Algo pasó —insistió Salem, con sus brazos cruzados frente a su pecho.
—Eso —le dió la razón Jem.
—Cuentan que torturaste al director. Se escuchaban muchos gritos desde su despacho —comentó Hanna.
Yo me reí, divertida. A veces, los chismes que recorrían el instituto eran realmente estúpidos. De un nivel tan absurdo que eran cómicos.
—Ojala —confesé.
—¿Entonces? —preguntó Amy.
Me encogí de hombros, indispuesta a hablar. Sabía que si sacaba el tema, volvería a cabrearme y ellas también lo harían y posiblemente acabariamos pinchándole las ruedas del coche al director, o haciendo la tópica jugarreta de tirar huevos a su casa. La idea en si era agradable pero no quería acabar en comisaria.
—Tonterias —respondí.
Todas callaron.
—Eres la jefa de todo esto. Ya sabes, la fundadora. Nosotras te somos sinceras y si tiene que ver algo con el club, también va con nosotras —soltó Roxana.
La miré sorprendida por sus palabras. Roxana no era de esas que hablaban en abundancia por eso me caía bien. Sabia apreciar los silencios y mantenerlos, sin tener que llenarlos de muletillas estúpidas.
Suspiré derrotada y dije, tapándome la cara:
—Probablemente tendremos que pensar en cambiar de sitio por un tiempo —froté mis ojos, con cansacio—. Los chimpances de fútbol necesitan un lugar donde reunirse y hacer el animal y el maravilloso director, tan noble y considerado como siempre ha decidido darle nuestra aula por el simple hecho de que somos el club menos númeroso.
Pronto estallaron las réplicas y las quejas.
—¿Y no pueden usar sus maravillosos vestuarios o el gimnasio? —graznó Salem, furiosa.
—Eso mismo sugerí yo pero al parecer, nuestras estrellas desconocen lo que es la higiene personal.
—¿Y por qué no se reunen en otra aula?
—Porque o estan ocupadas las clases o en obras y mejor que nos muramos nosotras por intoxificación que un par de inútiles que no saben sumar dos más dos sin calculadora.
—¿Y por qué no van fuera, al aire libre? —sugirió Jem.
La miré horrorizada, y me llevé una mano al pecho, dramaticalmente:
—¿Y exponer a nuestras estrellas a enfrentarse a una brisilla fresca? ¿Y si pillan una pulmonía? ¡Ay, no! —chillé, imitando una voz de niña pija, de esas que admiraban a los chicos—. No quiero que mis amados Ethan, Kurt o Luca se costipen y no puedan hacerme cosas cochinas en el armario del conserje —pasé una mano por mi cuerpo, haciéndo el idiota y consiguiendo que el ambiente tenso se esfumará.
Se escucharon un par de carcajadas.
—Bueno, ¿y piensas ganar esta batalla? —cuestionó Eath.
—Claramente —conteste de inmediato—. No voy a parar hasta conseguir que esos insectos vayan a otra parte a reunirse además, ¿qué harian con nuestro material y decorado? Seguramente lo destrozarían.
Gran mayoría de las chicas pusieron caras de horror. Tampoco entendí por qué nuestra aula. Era pequeña, con el tamaño justo para nosotras y ambientada a nuestro estilo. Una cortina con bolitas en la entrada, colgando frente a la puerta; millones de dibujos místicos en las paredes hechos por nosotras, junto a uno que otro poster de algún grupo de música o con una frase fisologica de la vida; atrapasueños colgando en cada ventana, con sus plumas bailando al son del viento; estanterias llenas de libros sobre magia, curación, mitología y demás; velas perfumadas en todas partes y un casete para poner música, para la hora de meditar... Era un aula apartada, técnicamente marginada del sonido y con vistas al patio trasero, donde yacían los árboles y a lo lejos un jardín botánico pequeño.
Amaba ese sitio. Por la mañana el sol entraba cálido, sin pasarse en exceso y por la tarde, al anochecer había unas vistas preciosas de la puesta de sol además de que ese sitio parecía mágico. Dudaba bastante que un número de subnormales supieran apreciar semejante joya.
Antes de poder inicar la hora, un fuerte jaleo procedente del pasillo llamó nuestra atención. Eran pasos y gritos. Chillidos masculinos. Mi mandíbula se tensó y caminé hacia la puerta pero antes de que pudiera tocar el pomo ésta se abrió con brusquedad tirándome al suelo y apagando las llamas de las velas de un soplido.
—¡Joder! Que oscuro esta esto —comentó una voz masculina.
Sentí la ira crecer en mi, al ver a un grupo de animales sin neuronas en el umbral de la puerta, contemplándonos sorprendidos.
—¿Quién llamo para que tuvieramos compañía esta tarde? —preguntó uno al aire, juguetonamente.
La madre que me pario pensé, completamente cabreada.
El director dió un bote, sobresaltado y sorprendido.
—Tranquila, Hayleé —intentó tranquilizarme, moviendo las manos en gesto de que bajara el tono de voz pero eso me hizo enfurecer más—. Intenta respirar profundamente y serenarte.
Suspiré, reconociendo mi familiar tick nervioso en el ojo izquierdo, haciéndome latir el párpado. Contar de uno al diez no serviría, ya lo sabía yo. La furia hervia mi sangre y sentia el color de mis ojos aclararse, cosa que solo pasaba cuando yo realmente estaba cabreada.
—Toma asiento y déjame explicarte, Hayleé —dijo el director.
Obedecí, cayendo sobre la silla y mirando intensamente al director. Este se removió en su asiento, claramente incómodo. Crucé mis brazos sobre el pecho y quedé en silencio. No iba a hablar porque no tuviera nada que decir, si no porque las palabras que se me pasaban por la cabeza no deberían de oirse por el bien de todos.
—¿Y bien? —gruñí, tensando la mandíbula.
Él tomo aire y entrelazo sus dedos, colocando los codos sobre la mesa. Sus ojos, de color marrón me observaban, con miedo. Sentía su terror hacia mi persona.
—Ahora mismo, los chicos no tienen lugar donde reunirse para hacer las estrategias de fútbol...
—¿Y qué? —enarqué una ceja—. Hay decenas, ¡cientas de aulas disponibles! —me levanté bruscamente, tirando la silla a mi espalda y apoyando las manos en la mesa—. ¿Por qué diablos tienen que utilizar MI aula para hablar de estrategias de monos? —apreté los dientes.
El director tembló bajo mis palabras.
—Por ahora todas las aulas estan u ocupadas por otros clubs o reformándose y no es sano que nuestros jugadores estrella enfermen por estar rodeados por el olor a pintura...
—¿Y eso qué tiene que ver conmigo? ¿Acaso me interesa?
—Es por la imagen del instituto, Hayleé.
—¿Y por qué no ocupan otra aula? ¿Por qué no le molestan a otra?
Mi pecho subía y bajaba con rápidez. Mi respiración estaba agitada y mi corazón bombardeando con intensidad.
—Debes de comprender que... Tu club es el que menos miembros tienen y siempre pueden reunirse en otra aula...
—¿¡EN OTRA AULA!? —vale, me dejé la voz en ese grito—. NO PUEDE SER OTRO AULA.
—Serenate, por favor. Entiende que simplemente, vosotros no estais en las estatales y poca gente os tiene tomado en cuenta. Creo que la mayoría de las personas que permanecen en el instituto desconoce de vuestra existencia y... —se detuvo. Creo que pudo entender lo que sus palabras me hacian sentir.
—Claro y por eso mejor que nos den a nosotras por el culo, porque no somos "importantes" para este instituto lleno de machistas y sumisas. Como no —solté una risa amarga, moviéndome de un lado para otro, inquieta—. Pero que yo recuerde, director Smithers, el gimnasio o los vestuarios son un explendido lugar para formar jugadas.
El director suspiró y murmuró:
—¿Pero has olido como huele el vestuario de fútbol?
Me detuve, con los puños apretados. Las ganas de gritar se habían esfumado y ahora había pasado a mi lado pasivo. Al límite de mis rabietas. El brillo engañoso del hielo antes de desquebrajarse bajo tu peso.
—¿Ha oído hablar de algo llamado ducharse o desodorante —cuestioné tranquila—. Es algo higienico, ya sabe. Debería de darle una charla a sus pequeñas estrellas del zoologico al respecto. Quizá así su vestuarios no olerían a leoneras y podrían hablar allí de sus cosas, en vez de molestar a otros clubs —sonreí, sintiendome completamente orgullosa de mi ironía.
El director abrió la boca, dispuesto a protestar cuando le corté, dispuesta a soltar otra caja bomba de las mias. Me llevé una mano a la barbilla, de forma pensativa y dije:
—Además, ahora que lo recuerdo, el equipo FEMENINO de soccer, hace sus jugadas en los vestuarios o en la casa de alguna de las jugadoras. ¿Por qué ellos no pueden hacerlo?
Su boca rápidamente se cerró.
Oh, pobre señor Smithers, le había dejado sin argumentos donde sostenerse. pensé con sorna.
—No es lo mismo. Ellos...
—Si claro, son muy importantes. Iconos famosisimos, por favor. Coger un coche para hablar de golpearse y llevar una pelotita para marcar puntos es un gran riesgo. Mejor arruinen un club —agarré mi mochila, dispuesta a marcharme antes de destrozar algo o cometer un asesinato—. Esto no quedará así. Ya se lo digo yo. Vaya pensando en otra solución o habrá consecuencias.
Me marché de allí, con la cabeza bien alta y dando un portazo que retumbo por todas partes. La secretaria del director pronto desvió la mirada al darse cuenta de que la había pillado espiando nuestra "agradable" conversación. Ella dirigió la atención a la pantalla del ordenador y preguntó, apenas audiblemente:
—¿Ya acabo con el director, señorita Scott?
—Sí, me voy a clase. Buenas tardes, Cornelia.
Caminé por los pasillos, orgullosa de mi misma por como había manejado la situación. Me reventaba bastante el hecho de que siempre anteponían a los clubs masculinos antes de nosotras solamente por el hecho de que el mundo daba más importancia a las victorias de los hombres. Llevaba desde siempre en este instituto y no podía recordar algún día en el que los hombres no brillaran más que nosotras. Era desagradable y más para mi, que era una feminista en toda regla. De todas formas, tenía en mi mano al director, por el hecho de que le daba miedo. Mi aspecto, algo así como medio gótico, medio heavy asustaba a veces. Me hacía verme como una chica peligrosa y extraña y eso mantenía alejado a todos los estúpidos con dos neuronas —hablamos de especimes con suerte— que querían meterse en mis pantalones.
De todas formas, me molestaba. Vale, había que admitirlo: mi club no era el más númeroso, o el mejor del mundo pero me había costado lo suyo conseguir ser aceptadas. Tuve que luchar meses enteros por un aula, por un nombre y por ganarnos un mínimo presupuesto para nuestro material y excursiones. Sudor y sangre. Y no, claro que no estaba dispuesta a que ahora mi esfuerzo fuera tirado a la basura porque a nuestros animales personales les apeteciera. Que su aula estuviera en reformas, no era de mi incumbecia y tampoco debería de salpicarme a mi todo eso.
Toqué la puerta de mi clase de Arte, rezando a mi Diosa para que pudiera entrar y no perderme mi asignatura favorita. Pronto escuché algo así como un Adelante y abrí la puerta, encontrándome con mi profesora con una ceja arqueada, mirandome interrogante. Yo conocía esa mirada. Era una que decia [i[¿en qué clase de problemas de has metido esta vez, justiciera Hayleé?[/i]
Pronto me topé con las curiosas vistas de mis compañeros de clase, apartando la atención de sus blogs de dibujo y poniendo la oreja, esperando coger alguna jugosa información que espandir por el instituto, como si ellos fueran el viento de primavera y la razón por la que el director me había retenido en su despacho durante dos clases fuera el polen. Les lancé una rápida mirada envenenada, poniendo cara de qué miras. Algunos volvieron a sus quehaceres incomodados pero los más curiosos permanecieron en sus posiciones.
Me acerque a la profesora, con una sonrisa de disculpa.
—¿Qué ha pasado esta vez, Hunter? —me dijo, con tono materno.
Me encogí de hombros, indiferente.
—Ya sabes. El director queria hablar sobre mi club y algunas cosas más. Lo siento —murmuré, en tono confidencial—. ¿Aún puedo unirme a tu clase o debería de esperar a que acabara?
La señora Brooks sonrió.
—Puedes unirte, Hunter. Toma asiento.
Asentí y obedecí. Me senté al final de la clase, sola y me puse mis abriculares, con la intención de escuchar mucho Evanescence, We are the Fallen y Nocturna. Su música me concentraba demasiado. Eran sus voces y las guitarras lo que me adentraban en mi pequeño mundo. La señora Brooks nunca me decía nada respecto a marginarme con música al fondo de la clase. Era como su alumna preferida. Tenía grandes esperanzas depositadas en mi.
Saqué mi blog de dibujo y un lápiz y me decanté por seguir esta vez el modelo que se situaba plasmado en la pizarra, en forma de foto. Entrecerré los ojos y me dejé llevar por Bury me alive. Simplemente, desconecté del mundo real. Me encantaba el hecho que después de esto, las clases acababan y tenía reunión con mi club de ocultismo.
{...}
—¿Qué ocurrió? —preguntó Wesly al instante cuando pasé por el umbral de la puerta, entrando en el aula.
Arrugué el ceño, no muy segura de lo a qué se refería.
—Nos han contado que tuviste una "agradable" charla con el director —anunció Amy, espectrante.
Sonreí.
—Ah, eso —solté una risita estúpida y dejé la bandolera en un lado, encendiendo un par de velas—. Nada interesante —volteé, mirando a las siete chicas que me miraban interesadas, con sus ojos embargados de curiosidad.
Tome asiento, sentándome en uno de los cojines del suelo.
—Venga, no vayas con estas. Algo pasó —insistió Salem, con sus brazos cruzados frente a su pecho.
—Eso —le dió la razón Jem.
—Cuentan que torturaste al director. Se escuchaban muchos gritos desde su despacho —comentó Hanna.
Yo me reí, divertida. A veces, los chismes que recorrían el instituto eran realmente estúpidos. De un nivel tan absurdo que eran cómicos.
—Ojala —confesé.
—¿Entonces? —preguntó Amy.
Me encogí de hombros, indispuesta a hablar. Sabía que si sacaba el tema, volvería a cabrearme y ellas también lo harían y posiblemente acabariamos pinchándole las ruedas del coche al director, o haciendo la tópica jugarreta de tirar huevos a su casa. La idea en si era agradable pero no quería acabar en comisaria.
—Tonterias —respondí.
Todas callaron.
—Eres la jefa de todo esto. Ya sabes, la fundadora. Nosotras te somos sinceras y si tiene que ver algo con el club, también va con nosotras —soltó Roxana.
La miré sorprendida por sus palabras. Roxana no era de esas que hablaban en abundancia por eso me caía bien. Sabia apreciar los silencios y mantenerlos, sin tener que llenarlos de muletillas estúpidas.
Suspiré derrotada y dije, tapándome la cara:
—Probablemente tendremos que pensar en cambiar de sitio por un tiempo —froté mis ojos, con cansacio—. Los chimpances de fútbol necesitan un lugar donde reunirse y hacer el animal y el maravilloso director, tan noble y considerado como siempre ha decidido darle nuestra aula por el simple hecho de que somos el club menos númeroso.
Pronto estallaron las réplicas y las quejas.
—¿Y no pueden usar sus maravillosos vestuarios o el gimnasio? —graznó Salem, furiosa.
—Eso mismo sugerí yo pero al parecer, nuestras estrellas desconocen lo que es la higiene personal.
—¿Y por qué no se reunen en otra aula?
—Porque o estan ocupadas las clases o en obras y mejor que nos muramos nosotras por intoxificación que un par de inútiles que no saben sumar dos más dos sin calculadora.
—¿Y por qué no van fuera, al aire libre? —sugirió Jem.
La miré horrorizada, y me llevé una mano al pecho, dramaticalmente:
—¿Y exponer a nuestras estrellas a enfrentarse a una brisilla fresca? ¿Y si pillan una pulmonía? ¡Ay, no! —chillé, imitando una voz de niña pija, de esas que admiraban a los chicos—. No quiero que mis amados Ethan, Kurt o Luca se costipen y no puedan hacerme cosas cochinas en el armario del conserje —pasé una mano por mi cuerpo, haciéndo el idiota y consiguiendo que el ambiente tenso se esfumará.
Se escucharon un par de carcajadas.
—Bueno, ¿y piensas ganar esta batalla? —cuestionó Eath.
—Claramente —conteste de inmediato—. No voy a parar hasta conseguir que esos insectos vayan a otra parte a reunirse además, ¿qué harian con nuestro material y decorado? Seguramente lo destrozarían.
Gran mayoría de las chicas pusieron caras de horror. Tampoco entendí por qué nuestra aula. Era pequeña, con el tamaño justo para nosotras y ambientada a nuestro estilo. Una cortina con bolitas en la entrada, colgando frente a la puerta; millones de dibujos místicos en las paredes hechos por nosotras, junto a uno que otro poster de algún grupo de música o con una frase fisologica de la vida; atrapasueños colgando en cada ventana, con sus plumas bailando al son del viento; estanterias llenas de libros sobre magia, curación, mitología y demás; velas perfumadas en todas partes y un casete para poner música, para la hora de meditar... Era un aula apartada, técnicamente marginada del sonido y con vistas al patio trasero, donde yacían los árboles y a lo lejos un jardín botánico pequeño.
Amaba ese sitio. Por la mañana el sol entraba cálido, sin pasarse en exceso y por la tarde, al anochecer había unas vistas preciosas de la puesta de sol además de que ese sitio parecía mágico. Dudaba bastante que un número de subnormales supieran apreciar semejante joya.
Antes de poder inicar la hora, un fuerte jaleo procedente del pasillo llamó nuestra atención. Eran pasos y gritos. Chillidos masculinos. Mi mandíbula se tensó y caminé hacia la puerta pero antes de que pudiera tocar el pomo ésta se abrió con brusquedad tirándome al suelo y apagando las llamas de las velas de un soplido.
—¡Joder! Que oscuro esta esto —comentó una voz masculina.
Sentí la ira crecer en mi, al ver a un grupo de animales sin neuronas en el umbral de la puerta, contemplándonos sorprendidos.
—¿Quién llamo para que tuvieramos compañía esta tarde? —preguntó uno al aire, juguetonamente.
La madre que me pario pensé, completamente cabreada.
Black Widow.
Re: W.A.R. |novela
amé el capítulo con toda mi vida! odio a los futbolistas ._. por qué tienen que andar por ahí arruinado todo?! ugh. que sean como nosotras c: civilizadas y buenas chicas que se reunen en casa de alguien u.u
baekhyun.
Re: W.A.R. |novela
NOO!!! Estuvo genial!! Oh god amo como escribes! Hayleé se ha convertido en mi ídola, ame como defendió su club, y nono casi muero con el final! Escribes tan hermoso♥ describes todo perfecto, idk, admiro tu manera de hacerlo, enserio.
Invitado
Invitado
Re: W.A.R. |novela
chicas se me había pasado por completo que sigo yo! pido mil disculpas porque enserio, se me borró de la cabeza, ahora entro a ver el tema y me di cuenta.. ya me pongo a escribir, disculpas enserio, soy la peor!
Invitado
Invitado
Re: W.A.R. |novela
Capítulo tres.
Amanda Murray; Ethan Parker
Luego de atrasar el despertador por quinta vez consecutiva decidí que debía levantarme si no quería llegar tarde a la secundaria. Arrastré mis pies desde mi habitación hasta el baño, en donde me encerré para darme una ducha rápida, sin ella, no podría despertarme y me esperaba una larga jornada.
En menos de diez minutos salí renovada de abajo del agua, me coloqué la ropa interior, una toalla en la cabeza y corrí hacia mi habitación, mi hermano aun dormía pero preferiría evitar que me viese con poca ropa, el idiota era capaz de filmarme y mandárselo a los futbolistas con tal de que lo dejasen entrar al equipo; loser.
Una vez en mi habitación, escurrí bien mi cabello y lo peiné dejándolo suelto y aun húmedo. Abrí mi armario donde un único estilo de ropa predominaba, y era deportiva. Me coloqué una sudadera negra holgada color gris oscuro, una calza del mismo color mis zapatillas nike favoritas gris con rosa y la chaqueta del Hamilton, probablemente a esa hora de la mañana estuviese un poco fresco.
Corrí escaleras abajo rumbo a la cocina, me serví el desayuno; tostadas con queso crema, jugo de naranja natural y una taza del complemento de vitaminas que la entrenadora nos recomendaba para un mejor rendimiento. Cuando terminé de prepararlo, lo bebí de un solo trago ante la atenta mirada de Jackson, mi hermano, quien acaba de entrar en la cocina.
—Buenos días a mi querida hermanita— Saludó mientras metía su cabeza en la heladera en busca de algo de comer.
—Iban bastante bien hasta que vi tu cara— Sonreí antes de darle un mordisco a la tostada.
—Oye, el día de hoy pareces una chica, llevas el pelo suelto y hasta usas calza ¿Sucede algo? — Preguntó en tono de burla, amaba fastidiarme.
—Estoy esperando que mi cabello se seque antes de atarlo, soy tan buena que no quería despertarte a ti ni a nuestros padres con el ruido del secador.
— ¿Qué hay de las calzas? Creí que no tenías trasero— Rió divertido.
—Es muy temprano y no empezaré mi día peleando contigo ¿Si? Adiós— Tomé mi jugo y salí de allí, me colgué la mochila al hombro, enchufé los auriculares al celular y al ver la hora decidí que sería mejor marcharme, a diferencia de Jackson, yo no tenía auto, por ser menor y además, mujer.
***
Llegué justo a tiempo para la primera hora, no solía llegar tarde, ni temprano, como todo lo que hacía en mi vida era en el momento justo, ni más ni menos, no tenía notas altas, ni bajas, las necesarias para pasar de año sin problemas. En lo único que realmente me destacaba era en el fútbol, porque era donde ponía todo mi empeño ya que era mi más grande pasión y mi pasaje de ida a la universidad, a donde mis padres deseaban que asistiera.
Cuando el primer timbre de la mañana sonó salí rumbo a la cafetería, si bien había desayunado, estaba hambrienta por alguna razón, debo admitir que me gusta comer, pero tengo a mi favor que no tengo facilidad para engordar y que entreno duro por lo cual nunca subo de peso. Cuando entré en esta observé cada mesa, como siempre se encontraban divididas en grupos; los del club de ciencias, las chicas del club de ocultismo, las del club de lectura, las animadoras, los nerds, los descerebrados futbolistas, entre otros. La verdad era que quitando a los especímenes extraños de los futbolistas me llevaba bien con todos, nunca había tenido una confrontación con ellos, pero son demasiada cosa como para relacionarse con las chicas de mi equipo y eso los convierte en el enemigo. Para llegar al otro lado de la cafetería donde se encontraba la comida, debía pasar junto a ellos o rodear el lugar, pero definitivamente esa no era opción por lo que caminé derecho mirando al suelo para no hacer contacto visual con nadie eso, hasta que noté como un pie se atravesó en mi camino y me vi obligada levantar la mirada para ver quién era el bromista. De inmediato frené y me choqué con los ojos zafiro de Parker, no sabía si Alex o Ethan, jamás los distinguí y poco me importaba hacerlo.
—Quita tu pie de mi camino— Solté con cierto tono de prepotencia, no solía tratar mal a la gente, pero ellos no merecían buen trato de mi parte.
—Que miedo, mira como tiemblo— levantó su mano simulando un temblor en un tono totalmente de burla.
—Si no lo quitas tú, lo haré yo y juro que no volverás a jugar futbol en tu estúpida vida— Luego de soltar esas crueles palabras me desconocí a mí misma, él solo soltó una aguda carcajada, en ese momento, la atención de toda la cafetería estaba puesta en nosotros.
— ¡Que ruda! — Exclamó dirigiendo por un momento la mirada a los simios que lo acompañaban en la mesa.
—No perderé más mí tiempo contigo— negué con la cabeza y pasé mis piernas sobre la de él mientras algunos soltaron silbidos, pude saber que había quedado completamente roja al sentir el calor de mis mejillas.
Pedí una malteada y ahora sí, me vi obligada a salir de la cafetería rodeando el lugar, no pasaría por aquella mesa una vez más.
—Alguien debería ponerlos en su lugar ¿No crees?— Sentí una voz femenina tras de mí y me vi obligada a voltear encontrándome con la deslumbrante capitana del equipo de animadoras, Meri.
—Nadie lo hará— Me encogí de hombros restándole importancia.
—Nadie nunca se lo ha propuesto, creo que si todas las chicas del Hamilton nos pusiéramos en su contra podríamos demostrarles que están muy lejos de ser lo tan buenos que se creen— Dijo algo enojada, eso era realmente extraño en América, era la chica más risueña y simpática que podía conocer.
—Hey ¿De dónde ha salido ese espíritu vengativo? Te desconozco amiga— dije riendo para quitar tensión, y aunque podía sentir que hablaba enserio ella también sonrió.
—Todos tenemos nuestro lado oscuro Amanda, solo que no lo dejamos salir hasta que llegamos a nuestro límite.
—Estas rara— fruncí el ceño mirándola fijo.
—Olvídalo— Sonrió y comenzamos a caminar por el pasillo sin rumbo específico.
***
Luego del entrenamiento con el equipo y la indignación de todas al enterarnos de que los malditos simios se habían quedado con el salón de las chicas del club de ocultismo, ya era hora de ir a casa. No me duché ya que iría trotando a casa para hacer otro poco de ejercicio, lo haría cuando llegase a mi hogar. Una vez más y como de costumbre, con mis auriculares puestos, comencé a buscar alguna canción entretenida y con “power” para hacer más ágil el camino a casa, mi vista estaba fijada en el teléfono móvil mientras caminaba sin apuro por el estacionamiento de la secundaria, fue entonces, que pese al alto volumen de la música que sonaba en mis oídos, sentí un fuerte bocinazo y me detuve a mirar. Cuando lo hice, tenía a apenas centímetros de mí, pude ver al chico furioso modulando algunas palabras pero pude escucharlo cuando quité mis audífonos.
—Hey ¿Estás loca? Fíjate por donde andas casi rayas mi auto— chilló bajándose de este y caminando hacia el capot asegurándose que todo estuviese en orden.
—Debes estar bromeando— lo miré anonadada ante tan egoísta actitud que estaba teniendo, ni siquiera me había mirado —Sabía que eras muy idiota, pero nunca pensé que tanto.
— ¿Idiota yo? Tu eres la que va por la vida cruzando calles sin mirar— exclamó ahora si levantando su vista hacia mí. Entendía porque muchas chicas estaban locas por él y su hermano, eran hermosos, tenían los ojos más bellos que pudiesen existir, pero abrían la boca y solo decían idioteces —Deberías disculparte.
—Claro que no, no he hecho nada, tú casi me atropellas, discúlpate tú.
— ¡Claro que no! — resopló con un irritante gesto de superioridad.
—Claro que no— Lo burlé antes de seguir caminando, no tenía ganas de seguir tan estúpida discusión sin argumento.
—Si mejor vete, tengo mejor vista desde aquí— rió sonoramente para luego tocar bocina al pasar a mi lado e irse del estacionamiento.
—Idiota— pensé en voz alta. Por un momento, recordé las palabras de Meri “Alguien debería ponerlos en su lugar” pero ¿Quién? ¿Cómo? Bufé antes de comenzar a trotar rumbo a casa.
- Spoiler:
- se ve sumamente corto, pero son 3 hojas de word... espero les agrade, lo hice en este rato ya que masomenos tenía una idea pero como ya explique, se me había pasado por completo que tenía que subir...
Invitado
Invitado
Re: W.A.R. |novela
ha estado muy bueno vic c: me encantó cuando lo enfrentó en la cafetería, y américa tiene razón A MATARLOS A TODOS xd.
baekhyun.
Re: W.A.R. |novela
gracias bella, me alegro que haya sido de tu agrado, estoy conforme con el resultado :)
nose quien sea heartcore, pero nunca se aparecio en el tema, o si?
nose quien sea heartcore, pero nunca se aparecio en el tema, o si?
Invitado
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