cancelado.

que lindo que te haya encantado
ya está el capítulo *-*

oh yes ahre no

lsdlskjdsdkj gracias zoe ;_;
es que agnes es agnes (?) igual de tarada que yo, pero ella tiene más estilo (????)
sí, me di cuenta un poco tarde del parentesco u_u
¡Sí! lo has pillado e.é

kajskajsa gracias, Ali *-* buee, sólo si con manera única te refieres a manera tarada, si no, pos no (?)
lsajja dale, esperaré el capítulo entonces

Eso, eso :jum:

Capítulo dos.

Hace muchos ayeres…

Puedo afírmales con total certeza que mi vida siempre resulto un verdadero enigma para mis progenitores y para mí mismo. No sé con total seguridad desde cuándo comenzó toda esta locura a la que se le define como vida. Estoy seguro que no nací de esta extraña manera; ya que aun recuerdo que de niño sentía. Pues aun guardo en mis recuerdos los labios de la primera niña que bese, y es que como olvidarlo, si me resultaron tan cálidos, con un sabor a fresa que mi inundo la boca en una explosión de sabores auténticos y originales, únicos e irrepetibles. Aquello sucedió cuando apenas tenía ocho años, mis cabellos rubios la habían encantado y a mí me parecía grosero negarle un beso, miento, la verdad es que moría por experimentar lo que era el intercambio de saliva, estaba tan emocionado y conmocionado estupefacto como solo se puede estar cuando se va a besar por primera vez.
Creo que mi patética vida comenzó a extinguirse al cumplir los once años, por lo menos fue ahí cuando fui perdiendo lo que era el gusto; en las golosinas de azúcar se ausentaba poco a poco el sabor, el pastel ya no me hacía sonreír, el picante ya no me provocaba lágrimas. En ese entonces pensaba que era porque estaba creciendo, ya saben, los adultos no hacen tanto alboroto por la comida o por lo menos no como los niños, no se emocionan con el paladar. Con el paso del tiempo me percaté de que algo andaba mal en mí. Un año después deje de sentir la humedad de los labios de mi madre que me arropaba cada noche, los golpees que me daban mi hermano no me causaban dolor alguno, cosa que lo hacía enfadar, y cuando mi abuela pellizcaba mis cachetes ya no sentía esa molestia ingrata. Pequeños detalles que no pensé en algún momento lograr extrañar. Pero como siempre se quiere lo que no se tiene y de esta manera el inconformismo cobra vida en nuestras existencias, siendo un intruso al que todos detestamos.
Volviendo a lo importante. Según el avance de los días todo a mí alrededor fue desapareciendo, convirtiéndose en una sombra de mi alegre y escaso pasado. Mi vida tal como la conocía había terminado tan rápido, de una manera que nunca terminaría de entender. Cuando se lo conté a mi familia la cosa se trastorno más, la insistencia de mi madre por asegurar de que esto era provocado por una enfermedad (algo que la verdad tenía un poco de sentido), las acusaciones de mi hermano que afirmaban que era un extraterrestre me ponían los nervios de punta, hipótesis que quizás resultara más cierta que la primera.  Los médicos nunca encontraran nada malo ni por fuera ni por dentro, aseguraban que fuese lo que fuese no tenía sentido alguno. Lo cual solo apagaba más la llama de esperanza que se resguardaba entre los corazones perdidos de mis seres queridos.
Toda mi vida estaba condenada, a pesar de que en ese momento era muy joven y no lo comprendía.

Fue entonces cuando el caos se libero; estábamos visitando Estados Unidos, dejando atrás la hermosa Rusia. Nos habían recomendado uno de los mejores médicos de Washington, por lo menos eso nos afirmaban.  Recuerdo que Anton, mi hermano, que era unos años mayores que yo, iba peleando conmigo en el transcurso del viaje –No lo entiendo, el fenómeno aquí es él, no tengo motivo alguno para venir- comento desde el asiento trasero en lo que padre esquivaba un bache. –Anton, es tu hermano y sobre todo tienes que apoyarlo, estarán siempre juntos.- madre siempre tan dulce conmigo. Las palabras de esa mujer que me había dado vida no pudieron resultar más proféticas. Estábamos ajenos a ese país y nada tenía porque salir mal. Sin embargo aún recuerdo sus gritos; cuando un camión de gasolina impacto de manera sorpresiva con nuestro automóvil, y adivinen, no sentí ni el más fuerte de los golpes, aquella vez fui la última vez que sangre, la última vez que vería ese líquido rojo, la última gota que me hizo sentir humano. Las llamas no tardaron mucho en invadir el auto, fue una escena aterradora y que aun recuerdo con exactitud. -¡Sergey!- mi hermano me gritaba, desesperado por agua y por aire freso, rogando por la vida, aferrándose a su existencia -¡Ayúdame!- comprendí entonces la importancia de mi don. Abrase a Anton como si la maldita vida dependiera de eso (y es que si dependía de eso) de manera que mi cuerpo recibiera las llamas, no me preocupaba en lo más mínimo porque… ¡No sentía nada! –Sacadme de aquí…- le dio tiempo de balbucear para luego perder la conciencia. No sé cómo, pero un niño de trece años saco a su hermano mayor del auto, arrastrando lo que el fuego no había consumido de él. Las patrullas comenzaron a llegar, los bomberos y paramédicos intentaron consolarme. Estaba en shock, ya no tenía ganas de hablar, ya no tenía ganas de nada. Aun se interpone en mis sueños aquel momento, tengo claramente la imagen de los cuerpos calcinados de mis padres colocados en esas bolsas negras. El traje negro del funeral, los abrazos del pésame, las lagrimas que gente derramaba por mí. Pero ellos no tenían porque llorara porque él que estaba sufriendo era yo y no ellos, afortunados que no tenían ni idea de lo que era el verdadero dolor.
Después de eso ignore por completo mi enfermedad, lo cual nombre como mi maldición.

Octubre/2014
Actualmente mi hermano y yo vivimos con mi abuela en Washington. Anton perdió las piernas en el accidente. A veces siento que me culpa con su mirada, que me reclama el no haberlo podido salvar por completo, aun así siempre dice que me está agradecido. Él ya tiene veintiuno, está en la universidad, supongo que no es fácil ir en sillas de ruedas pero esto es Estados Unidos y la discriminación está en segundo plano, por lo menos nadie juzga a nadie. Quizás los accidentes son más frecuentes de lo que se cree o la ignorancia es menos.
-Me voy a la escuela abuela- mi pocas palabras aseguraban una despedida final que no había planeado esa mañana. La anciana de setenta años me había preparado el desayuno, algo que me parecía patético ya que no podía saborear ni el maldito jugo. –Me llevare una manzana- le avise para que no hiciera reproche alguno de mi afán por nunca comer nada al salir el sol. Mi hermano y yo habíamos tomado la decisión de no decirle nada a mi abuela sobre mí… de lo que sea que tengo. Mis padres lo habían mantenido  en secreto ya que no querían preocupar a nadie, muy listo de su parte, me habían ahorrado el futuro de ser señalado como un maldito fenómeno. De seguro pensaban lo mismo que todos, que era un maldito monstro, pero no los culpo ya que al final de todo es lo que soy, aprendí a aceptarlo y a vivir con ello, corrijo, aprendí a coexistir con esto.

Era Octubre. El autobús escolar paso por mí como de costumbre. Se detuvo el metal amarillo en un vecindario tranquilo con residentes normales, por lo menos sin contarme. La preparatoria era para mi criterio una total pérdida de tiempo, no me beneficiaba en nada, solo me mantenía algo entretenido, pero mi hermano y abuela me obligaban a ir.
Tenían aquel extraño presentimientos de que resultaría un día bastante…complejo.
Y el comienzo estaba ahí representado por una chica nueva en mi asiento. Una dama que cambiaria todo; mis reglas de socialización se desvanecerían, mi hipocresía y egoísmo se verían obligados a quedarse atrás. Mi ego se convertirá en calma y tranquilidad, mi arrogancia será remplazada por la bondad. ¿Enserio creen que sería así de cabrón? ¿Cambiar solo por unos ojitos pispiretos?
La ira se mezclaba entonces con la dulzura. Y, “Es que todos saben que me siento solo, que me gusta sentirme al margen de todo, que prefiero el vano silencio que las risas”. Nunca he sido un chico de muchas palabras así que para evitar hablar decido sentarme a su lado, ignorando su presencia, concentrándome fijamente en la ventanilla del autobús, por lo menos me había dejado el mejor lugar, donde podía ver pasar tan rápido todo el mundo exterior.  
–Hola- y con esa maldita palabra basto para que abriera los ojos como platos, voltee para encararle, asegurándome para que esto fuera real. Me encuentro con un rostro blanco, unos ojos verdes llenos de vida y esa dentadura perfecta que presumía en una sonrisa. Pasaba por alto su cabello, que estaba recogido en una corona de trenza, lo cual no la hacía ver tan femenina. – ¿Me estás hablando?- le pregunte mientras alzaba una ceja “¿Quién se había creído?” No entendía el motivo de su saludo, era algo inútil, algo que simplemente no tenía relevancia alguna.  –Sí, te estoy hablando- la pelirroja no se venció tan fácilmente. La mire confundido – Soy Dafne, estudiante de intercambio- y su dulce voz penetro entre mis oídos, que por alguna extraña razón acelero mi pulso “¿Es que tenia pulso? ¿Es que aun era humano?”.

Y aplicando rápidamente la regla numero uno evadí a la chica de una manera algo delicada –Lo siento, no quiero hablar- le aclare y luego me coloque los audífonos en los oídos, dejando claro que fuera lo que me tuviera que decir no me interesaba para nada. Ya uego me perdí en un ruido que parecía grito, cruzándome de brazos y cerrando los ojos decidido solo a poner atención en el sonido que provenía del aparato “Vamos a escaparnos un rato” y entre aquella música que a varios les gustas logre entonces conciliar el sueño. Durante un par de minutos en los que el autobús hacia su pequeño recorrido rumbo al lugar que me atormentaba  y que de una o de otra forma me hacía sentir observado. A pesar de tener mis parpados pesados cubriendo mis corneas logre sentir (y que irónico suena) una mirada cálida que completaba mi ser ¿Cómo era eso posible? ¿Cómo es que algo que no podía ver lograba acelerar los latidos de mi corazón fantasma? Por primera vez en mucho tiempo me sentí como un verdadero humano, a pesar de estar bajo los límites de los sueños.
No sabía de dónde había llegado esa conexión especial ¿Qué eres esto que me había tomado por sorpresa? No lograba descubrirlo, pero lo investigaría.

En aquel pequeño sueño pude ver lo que venía; una visión tan confusa y perturbadora que no pude descifrar con total claridad.

Una liosa mezcla de imágenes oscuras compartiendo un escenario tétrico. Una mujer de ojos zafiro que usaba cubre boca; se podía deducir que era una enfermera. Una aguja de inyección que intentaba perforar mi piel,  un grito vago de otro chico. Y al final de toda esta locura pude verme a mí mismo sobre una cama de operaciones, intentado ser profanado con un bisturí. Aquellos guantes blancos que luchaban para abrirme, aquella anestesia que no estaba funcionando y cuando creí haber visto lo peor, el yo que estaba sobre esa plataforma de metal volteo la cabeza y se encontró con la musa de cabello pasión, mientras le extirpaban aun consiente algo de su interior.

Desperté de golpe, algo sudado y aun con esas imágenes en mi cabeza, había sido eso una más de mis visones que solo podía lograr obtener cuando estaba bajo la hipnosis de la irrealidad. Tenía una cara que podía bien decir que acaba de volver de la muerte, pero no había sido eso si no una pesadilla cualquiera que en realidad era una entrada inexplicable a un mundo donde podía ser tan vivido. Confundido me pregunte si esta era la verdadera realidad ¿Qué era lo que iba a pasar? >>Si hubiera visto la T.V ayer ya tendría una idea<<.

El sol resplandeciente se presumía en lo alto del cielo, comenzó a brillar aun más de lo que acostumbraba y estaba decidido a sacar todo su resplandor, como si también quisiera tener un poco de protagonismo en este día, mientras tanto yo me preguntaba si ¿Algún día lograría sentir su calor? Una vez fui normal y aún tengo la esperanza de volver a serlo, una fé vana y que carecía de verdadero motivación pero que aun me veía obligado a mantener en la cumbre de lo imposible, escondida bajo los mayores deseos de mi persona.

Caminaba solo por los pasillos, concentrado en la nada e ignorando la risa y las palabras de los demás. Envidaba todo eso; que ellos pudieran ser normales y preocuparse por cosas de chicos, cosas cualquieras. Colocando frente al metal de mi casillero puse la clave, para luego meter unos libros de historia sobre la caja esa que se suponía debía proteger mis objetos personales.
-Hola- y de nuevo esa voz sencilla y dulce me tomo por sorpresa. Un saludo que era mi bendición, un perfume que me moría por oler, una piel que mis entrañas querían acariciar. Cosas sin sentido pero que sentía, hechos que jamás se harían realidad. Era de nuevo la pelirroja. Pensé haberle dejado la cosa clara, pero por lo visto no había sido persistente. La chica llevaba un suéter verde de lana, de mangas largas. Pude observar que podía esconder sus largos dedos en las mangas dándole esto un aspecto de niña pequeña, aumentando su ternura. El suéter estaba acompañado con unos jeans. Si no fuera por ese maldito peinado les juro que la extraña atracción sería más fuerte. La fémina desprendía un aire de ternura y tranquilidad, un maldito aire que necesitaba respirar pero que me era una odisea. -¿ya quieres hablar?- No parecía molesta por mi conducta, lo había tomado bien, Dafne lo entendió. –Tengo clases- me mantuve frío como los últimos años en mi vida escolar. No estaba dispuesto a perder mi reputación por una chica de ojos agradables. –Está bien- y abrió el casillero que estaba a mi lado. ¡Genial! Ahora tendría que verla entre clase y clase por lo que restaba del año ¿Cómo esquivaría todo eso? No siempre tendría la fuerza de voluntad para batear a una chica como ella. –Aunque puedes decirme tu nombre- Dafne resultaba ser más pequeña de estatura, más que yo. Así que si nos abrazáramos podíamos conseguir el famoso abrazo perfecto. Su cabeza roja quedaría justamente debajo de mi barbilla y podría hundir su rostro de ángel en mi pecho. El único problema sería que no sentiría nada. Durante unos minutos la quede mirando, contemplando su belleza de musa, era sencilla pero mágica, irresistible, incluso llegue a pensar que era una hechicera >>Si existía un irnmortal como yo porque no una hechicera<<. –Sergey- le compartí entonces mi nombre por primera vez a una persona de manera directa, se me había sido imposible negarme. Ella sonrió triunfante, suponía que ya tenía lo que quería y que no me molestaría más… no podía estar más equivocado.
Nunca pensé que estuviéramos en el mismo salón y mucho menos que decidiera sentarse a mi lado… maldición.

La primera hora era de literatura, el profesor hablaba de poesía y mierda que no entendía en lo más mínimo. Era notorio mi poco interés sobre la clase, por lo menos quedo claro cuando tire un bostezo. Dafne no dejaba de mirarme, sus ojos me ponían algo incomodo pero me obligaba a ignorar su tonta presencia. –bss- voltee los ojos con ese llamado que intentaba ser discreto. –¿No te apetece una aventura?...- un susurro leve y seductor que llevaba inocencia con sí. Aventura era lo que estaba por suceder. Quizás Dafne tenía planeada una huida de la escuela, algo que no sería tan fácil llevar a cabo puesto que en ese momento la clase más aburrida del mundo se convirtió en algo que pasaría a la historia. Cuando los hombres de batas blancas irrumpieron en el aula fue cuando por primera vez preste atención al frente y lo único que podía pensar era “Mierda”.
Sabía que no pasaría las pruebas, ni siquiera la primera. Ni con la aguja más fuerte mi piel podría ser perforada. Pueden ustedes imaginar cómo disfrute la cara de esos idiotas, no me negué en acompañarlos, no tenia porque pelear, no aun.

Nota:

omg, ali, tu capítulo ha sido fantástico...Creo que Zoe pudo poner en palabras lo que yo siento...o sea, me dejaste sin aliento ni palabras...Ha sido genial, realmente,
por cierto, aviso que ems (nicola.) está llena de exámenes y todo eso :c so, la que sigue, tiene 5 días contando desde hoy para subir su capítulo, y ems queda al final de la ronda. besos