cancelado.

Tomas el segundo y sprayberry. tu turno anterior, porque a ella no le gusta ser segunda y tú estás re emocionada (????)

¿CÓMO? ¿YA LO TIENES LISTO? me siento irresponsable, loca, me voy a escribir mi capítulo, así lo subo al tiro y luego subes el tuyo xd.

JAJAJAJAJA ayyyy. Yo siempre escribo en tercera persona, esto es extraño

Capítulo uno.

Cuando llego a la escuela, todos hablan de la noticia que dio el presidente Obama ayer por la noche. Yo la verdad es que no sé nada, justo ayer se me ocurrió la idea de ir a dormir temprano; para que vean cuánto ama el mundo que sufra por insomnio.
No puedo detenerme a escuchar nada, ya que me levanté muy tarde, así que en lo que corro hacia mi sala, escucho desligarse algunas palabras, como "enfermedad", "peligroso", "muerte", "investigación", "científicos" y "exámenes". No tienen sentido alguno, pero veré si en matemáticas, cuando todos tengan la mente lo suficientemente adormilada como para fijarse de que alguien está revolviendo su cerebro, me preocuparé de investigar. [/size]
Estoy a punto de entrar a tiempo -por primera vez en la historia- a la primera clase del día, corro con toda la rapidez que mis no muy largas piernas me permiten, pero antes de poder vislumbrar aunque sea un poco de la sala de clases, mi trasero rebota tres veces en el suelo y mi cabeza duele mucho. ¿Qué ha pasado? Oh sí, acaban de cerrarme la puerta en la cara. Bienvenidos a mi vida.
Me pregunto qué pasaría si en vez de tener la capacidad de integrarme a la mente del resto y hacer lo que quiera con ello, hubiese tenido una velocidad supernatural. Habría sido genial, sobretodo si consideramos que soy una despistada total y que ni el milagro más grande del mundo podría hacerme llegar temprano a clases. 
Estoy segura de que en otra vida yo era un oso... Tan sólo preocupada por comer y dormir.
El profesor de biología (uh, emitamos comentarios) sale de la sala y me mira con su típica mirada de Agnes-estamos-en-problemas. Comienza un largo discurso sobre cómo la irresponsabilidad podría afectar mis buenas notas y yo debato que sólo es por la primera hora. Él ya tiene cara de sufrir una grave migraña luego de los diez minutos de conversación, así que cuando él me dice —Señorita Sagebrush, váyase a la oficina del director—. Yo ya tengo sus recuerdos de esta mañana en mi papelera de reciclaje personal. 

Ah, la belleza de la vida.

Recojo la mochila del suelo y entro a la sala, con un profesor aún confuso y unos compañeros aún más al ver que éste les saluda de nuevo, que coloca el objetivo de la clase en la pizarra y que vuelve a explicar lo mismo que había explicado antes. ¿Cómo se todo eso? Créanme, los murmullos de todos en la sala denotan el haber usado por mucho tiempo los audífonos. O todos están histéricos o todos se están quedando sordos. 
Charlotte, mi compañera de banco, se levanta corriendo mientras ve una flota completa de más de 15 vehículos idénticamente negros detenerse en el estacionamiento de la escuela. En mi mente, en vez de mezclarse diez mil pensamientos diferentes como siempre, sólo se escucha uno con diez mil voces diferentes: han llegado, ya están aquí.
Y lo único que yo puedo pensar es: Por favor, no. 
Porque tengo el presentimiento de que algo malo va a pasarme, y no sólo a mí.


Ellos entran y mi corazón late más rápido y con más fuerza. Me cuesta respirar y mis oídos se tapan, casi como si estuviera a mucha altura. Tengo miedo.
No sé por qué tanto miedo, por lo que escuché, ellos sólo quieren hacernos unos exámenes para dictaminar quienes están enfermos, llevarnos a un programa y darnos el antídoto. Nadie morirá... Creo. Espero que no, porque si alguien muere no dudaré en vomitar.

De repente las puertas del salón se abren y seis científicos ingresan a la sala de clases, todos con sus características batas blancas y su cara de no haber dormido en siglos, aparte de un brillo en sus ojos. Comienzan a llamar, uno del principio de la lista y otro del final, y los hacen salir, guiados por dos de los seis científicos. La lista avanza con lentitud, mis ojos no paran de mirar el reloj de pared que parece sonar más fuerte que nunca. Tic toc.
De un momento a otro, escucho que llaman mi nombre, me seco el sudor que no sabía que tenían mis manos en mi vestido y con una sonrisa de "seguridad" camino a paso tembloroso. Parezco una jalea con la cara de Johnny Bravo pegada. Uh, aterrador.

Un científico me sonríe, mostrando los dientes. Le falta un canino y un molar, aparte de tener una dentadura bastante torcida... Casi como su sonrisa.
Hace que me siente en una silla de dentista -bastante irónico- acoplada a la biblioteca, y comienza a hacer las pruebas; La primera es simple, una prueba de sangre que el queda mirando por muchos minutos antes de decirme que pase al baño -también acoplado en la biblioteca- y dé mi prueba de orina. Y así pasan doce absurdas pruebas. Pero la décima tercera no me la espero: una cama que en vez de colchón tiene una red extraña aparte de muchas gruesas correas de cuero me espera. Él me dice que me recueste, que nada malo va a pasar, y me amarra las correas de manera que no pueda mover más allá de la cabeza. Quiero gritar, patalear o morder a alguien, pero algo en él se me hace escalofriante y puedo jurar que no es su dentadura...O no del todo. Y entonces, empieza el electrochoque. Paso por seis y en el séptimo no aguanto más y comienzo a sangrar, a vomitar y a retorcerme como puedo. Él detiene la máquina y se pone a correr.

—Tenemos a una— grita, antes de que yo cierre los ojos y no recuerde nada más.  

KSJDKSDS gracias, que lindo que te guste sí, te mando toda la inspiración que a mi no me quiso llegar (?????????)