Blind {One Shot.

Encendió de nuevo su lamparita, como si fuera a hacer el cambio en esa opaca y triste visión. La absoluta oscuridad la desesperaba, y a ella aun no se acostumbraba. Ya habían pasado seis meses después del accidente, y con agudo oído seguía recreando la escena de choque; el desconcertante estruendo que la despertó de entre sus sueños, se repetía cada noche. las luces rojas, y azules fueron lo último que logro ver con claridad, hasta sentir que el olor insoportable y asfixiante de la gasolina que se derramaba en un hilo hacia su cuerpo colapsado en el suelo, a un metro del auto; el cual tenía el parabrisas roto, por donde su cuerpo salió expulsado con gran impulso.  Su pálida piel ardía en un rojo brillante, las cuales a simple vista dolían en el alma; no tuvo tiempo siquiera de gritar, antes de perder la conciencia. Sus padres y dos hermanos menores murieron, dejándola a ella sola en un orfanato con el cual jamás se familiarizo; chocaba contra las paredes, tropezaba en los escalones peligrosamente y se perdía por horas hasta que alguien notaba su ausencia e iba a buscarla, encontrándola caminando descalza con los brazos extendidos y los ojos cristalinos, respirando entrecortadamente por la frustración.

Aun era solo una niña de quince años, por lo cual aun había esperanzas de ser adoptada.  Una familia de un alto nivel social, al oír su trágica historia, con el corazón en la garganta, tomaron la decisión de tenerla en su cuidado. La niña no protesto, y permitió que su nueva madre acariciara sus cabellos y la guiara de la mano hacia un auto. En un principio se tenso, nerviosa de subir y recordar en accidente, convencida de que tal vez volvería a repetirse aquella escena la cual difícilmente había intentado superar en su rehabilitación, pero con las dulces y suaves palabras de su nueva madre logro entrar. Desde entonces sintió un pequeño afecto por la mujer, que la durmió en su regazo y arrullo con su hermosa y cantarina voz.  El viaje en el auto fue largo, a pesar de que durmió bastante; luego la subieron a un avión, lo sintió algo pequeño a comparación de aquellos en los que ya había tomado con su familia, por lo que supuso que era privado. Horas después, su madre adoptiva la dejo en cuidado de una anciana, y se la presento como su nueva nana. Esta de la mano, la guió por toda la casa; era demasiado grande, pero bastante acogedora, y por último la guió a lo que sería su cuarto, donde se encontraba actualmente, llorando silenciosamente, con las esperanzas de volver a ver; por el suelo. Ya habían pasado dos noches, y no sintió rastro alguno de que sus padres adoptivos tuvieran hijos en casa. Tal vez ya eran adultos y vivían independientemente, o simplemente no tenían.  En cualquier caso, jamás fue capaz de preguntar.

La nana la despertó, y obedientemente, sin decir palabra se vistió y permitió que la guiaran al hospital, por unos exámenes matutinos. No hubo alguna noticia que la preocupara, ni menos que la alentara y diera fuerzas. Suspiro y cerro sus ojos, luego de ser revisados por unas enguantadas y frías manos profesionales. En el viaje de regreso a casa, tomo su reproductor y con un poco de dificultad logro reproducir su canción favorita y con la cabeza apoyada en el vidrio de la ventanilla, intento imaginar los arboles desfigurados por la velocidad. A pesar de haber perdido absolutamente la visión, su oído y tacto se agudizaron; de ellos dependía todos los días. Bajo del auto antes de que el chofer le abriera la puerta, y sola puso en práctica sus recuerdos desde el patio delantero hasta la casa. No tropezó ni una vez y antes de tomar la perilla de la puerta principal, su nana la tomo de la mano y la desvió para hacerla entrar por la puerta trasera. La anciana no le dijo nada, solamente la arrastraba hacia su cuarto, pero en el camino pudo escuchar la suave música del piano, sonrió, suponiendo que se trataba de su padre adoptivo; un famoso músico y compositor europeo.  La música paro, y el piano fue maltratado, enviando un sonido frustrante, como si se tratara de un aprendiz intentando tocar un tema; el cual se le hace difícil de interpretar.  Hubo un grito y un golpe sordo -"¡Hazlo de nuevo!" y luego las histérica protesta de un adolescente cansado. La niña sintió unas ganas indescriptibles de preguntar a la nana, pero las palabras no salían.  Aun ni siquiera la familia sabía su nombre, pues jamás respondía al  nombre con el que fue reportada.

Aun se le hacía difícil a Louis mover sus torpes dedos con más rapidez y suavidad, y jamás recordaba mantener su espalda recta y sentarse con elegancia, con la frente en alto y mirando hacia las partituras, por lo que siempre recibía fuertes golpes con una regla de madera por parte de su instructor.  Aquellas clases eran bastante costosas, y no cualquiera podía tener a un famoso músico y compositor europeo como profesor, pero aunque su familia no era bastante adinerada, hacían lo posible por darle el gusto a su hijo; que no tenía mucho tiempo más de vida. Su familia era muy consciente del sueño de su hijo; de su pasión y amor por el arte de la música y el canto. Aquel oji-azul era bastante talentoso y enérgico como para desperdiciar su talento y dejarlo en casa, esperando lentamente la muerte de su débil y enfermo corazón. Sus últimos años de vida, debían ser felices; así lo quería toda su familia y amigos y ¿por qué no?.

—Sigue practicando, y cuando regrese quiero que me hagas llorar de la felicidad y orgullo—El maestro se acomodo la corbata. Este era un hombre muy bien parecido; bastante alto, corpulento y guapo a pesar de su edad madura —Solo practica y no te distraigas — Poso su profunda mirada en Louis, amenazándolo. —Y no te atrevas a acercarte a mi hija— El oji-azul, con un poco de miedo e inseguridad asintió, sabiendo que le sería imposible encontrar alguna escusa para encontrarse con la hija adoptiva de su profesor. Ya conocía perfectamente la historia de la niña, o eso creía él; aun no tenía idea de su ceguera. Pero sentía una gran curiosidad y simpatía hacia ella, pues, solo quería y sabia como debía de sentirse ella, y que sabia lo bien que podría ayudarla y servirle de consuelo, ya que su vida también consistía en dolor, miedo y tristeza.

Siguió con la práctica, hasta ver que tres camionetas salieron de la residencia. Se quedo en la sala, caminando de un lado a otro, mirando a cada instante a las ventanas que daban al patio y abría las puertas de la sala, sacando la cabeza hacia el pasillo, en busca de  la niña; pero no había rastro alguno de ella. Se encontraba profundamente dormida en su cuarto, teniendo un buen sueño gracias a las hermosas melodías que emanaba el piano, que llegaban a su cuarto. Por primera vez no había tenido pesadillas. Entre bostezos consiguió salir de la cama; la música ya no sonaba. Introdujo sus pies en las pantuflas, y palpando las paredes fue al baño envuelta en una bata de ositos. Su estomago rugió, y con dificultad bajo las escaleras hacia la primera planta, doblando pasillos que ya había memorizado, hacia la cocina. En el camino, el oji-azul, que se encontraba sentado en la pequeña butaca frente al piano; vio pasar un pequeño cuerpo cubierto de estampados de ositos, caminando despacio y a trancones. Se incorporo rápidamente y abrió la puerta e intentando parecer lo mas casual posible paso por el lado de la niña, llevándose a la boca una goma de osito que había en un frasco sobre el piano.  La niña no se volvió a verle, por lo que lo ofendió y enfado un poco; quiso darse la vuelta y llamar imprudentemente su atención, pero la nana histérica corrió hacia la niña, la tomo del brazo y la alejo del pasillo hacia la cocina. La niña no protesto, ni emitió mínimo ruido. Uno de los guarda espaldas lo tomo del hombro y lo acompaño a la sala de música, no protesto; tampoco cuando se quedo parado en la puerta de la sala vigilando que el oji-azul no causara problemas. Así, que siguió practicando, esperando a que el guardaespaldas se cansara o lo citaran y dejara de vigilarlo con ojo pesado e intimidante. La niña, paseaba por el patio delantero, y por las ventanas alcanzaba a verle. Su forma de caminar, y de mirar hacia la nada sin percatarse de lo que pasaba por su lado le llamo la atención a louis, y se hizo la idea de la posible ceguera que padecía esa hermosa niña de semblante inquietante.  

—Hey—Llamo la atención del guardia. Una vez la obtuvo se acerco a él—¿Ves esa niña?—Apunto imprudente y descortésmente hacia ella—¿Que no ve? ¿Es ciega?—El guardia le lanzo la peor de las miradas, y se dio la vuelta sin responder. En ese instante entra un anciano de traje, con una bandeja con bocadillos en la mano derecha y un pañuelo blanco en la izquierda.

Louis al ver los bocadillos se lanzo a ellos y volvió a hacer la pregunta que le había hecho segundos antes al guardia. El anciano solo se llevo el dedo índice a los labios, pidiendo que guardara discreción y se retiro. Se sintió un poco apenado, y se dejo caer a la butaca, viendo a la niña de cabellos rojizos, que tocaba con los dedos los pétalos de las rosas. Sintió un leve anhelo de correr hacia afuera, y abrazar dulcemente a aquella niña de pijama divertida.  Desde entonces, siempre que visitaba la casa por la clases de música; estiraba el cuello para poder verla escondiéndose en el jardín; oliendo las rosas. Un sábado en la tarde, un poco retrasado encontró a la pelirroja junto a su padre en la sala de música. El hombre, fallidamente intentaba crear un vínculo con su hija adoptiva, tocando y cantándole su tema más exitoso. La niña sonreía levemente, con la cabeza agachada.  Hubo un momento en que un teléfono sonó, y la escena fue interrumpida, el hombre pidió disculpas a su hija y con un gesto cariñoso se despidió. Louis, se escondió en una habitación evitando que el profesor le viera. Luego asegurándose de que se había ido, salió del cuarto y se dirigió a la sala. Se sentó en la butaca junto a la niña y toco el piano. Ella levanto la cabeza y sonrió de oreja a oreja; el oji-azul interpretaba su canción favorita.

—¿La conoces?—Pregunto el muchacho, feliz de ver los hoyuelos de la pelirroja. Ella al oír su voz; una voz extraña. Frunció el ceño y se levanto de salto.—No te asustes—Le tomo la mano, pero deshizo el contacto al sentir algo extraño en su estomago—Mi nombre es Louis, Louis Tomlinson...—La niña se dio la vuelta y salió a correr. El oji-azul quiso detenerla, pero era mejor que la dejara ir.

La pelirroja no salía seguida de su cuarto, si no era para cenar. No volvió al jardín, y las prácticas del muchacho se hicieron frustrantes, pues creía que todo se debía a él; que era su culpa por intentar acercársele. La niña, por el otro lado le saltaba el corazón al escuchar las practicas de aquel muchacho con extraña y desesperante voz, que al haberla tomado de la mano logro hacerla sentir viva y feliz, pero se apenaba de volver a encontrárselo y temía que no controlaría los nervios al estar cerca de él. Tan solo se quedaba en su cuarto, recostada en su cama escuchando una y otra vez las interpretaciones en el piano del oji-azul. Una vez logro escucharle cantar; no era la voz más hermosa que había escuchado, pero logro hacerla desear escucharlo cantar todo el día y jamás cansarse de oírle.

Hubo un gran alboroto, su nana gritaba auxilio y las ruido de las sirenas se hacía cada vez mas fuerte por su proximidad. Era ya de noche, pero no lo suficientemente tarde; sintió un gran miedo, y no pudo evitar llorar y gritar recordando el accidente. Louis tuvo una recaída, y por  unos meses no volvió a visitar la casa; el piano se desafino y lleno de polvo. Los días se hicieron largos. Su padre, odiando la soledad del salón de música se tomo unas vacaciones para enseñarle a su hija a tocar un instrumento; la niña eligió el piano sin pensarlo; logro familiarizarse con él, y prácticamente se lo memorizo sin mucha dificultad, al igual que se le facilitaron un poco las cosas al haber tomado clases de música en su infancia. Por ahora había podido interpretar la mitad de su canción favorita, que desde un principio pidió a su padre que se la enseñara a tocar.  

El oji-azul fue dado de alta una semana después, y de inmediato retomo su vida normal. Volvió a la casa, y se dirigió al salón de música, sin evitar buscar con la mirada a la pelirroja.  Se sorprendió al escuchar que alguien tocaba, y acelero el paso para ver de quien se trataba. Se detuvo en seco, y sus manos empezaron a sudar; se veía realmente linda, con un delicado vestido azul cielo e interpretando su canción favorita. Se acerco silenciosamente, y a la mitad de la canción se equivoco y lanzo un gruñido de frustración.  Louis se sentó junto a ella en el momento que volvió a empezara a tocar y cuando vio que la niña empezaba a equivocarse la ayudo, y juntos terminaron la canción.  

—¿Lo-Louis?—Por primera vez hablo, y sintió que sus mejillas ardían de vergüenza "¿Y si no se trataba de el?"-
—Sí, soy yo—No pudo evitar sonreír y querer abrazarla; lo iba a hacer, pero un fuerte dolor punzante en su corazón detuvo su impulso. Saco de su abrigo un frasco con pastillas y se metió dos a la boca, con una mueca de dolor.
—¿Que fue ese ruido? ¿Estás bien?—Frunció el ceño, recordando ese sonido de pastillas cuando su abuelo sentía dolor en su corazón. La última vez que lo oyó fue cuando el frasco cayó al suelo y las pastillas se esparcieron en el suelo, y el anciano cayó al suelo muerto.

—Lo estoy, solo son caramelos ¿quieres uno? —La pelirroja asintió, y Louis tomo el frasco de gomas y con un "ah" le dio a entender a ella que abriera la boca, y se lo acerco, tocando accidentalmente sus labios. Rieron nerviosos, y unos pasos se escucharon en el pasillo. Louis corrió y se escondió detrás de una cortina, dejando a la niña con una sonrisa nerviosa pillada por su padre.

Sus siguientes encuentros transcurrieron de la misma manera; a escondidas y de solo unos minutos de intercambio de palabras, pues sus encuentros sin un adulto supervisándolos eran prohibidos en la casa. Louis había logrado fácilmente ganarse la confianza de la niña, y creía que solo estaba a un pequeño paso de conocer su nombre o el sobrenombre al que acostumbraba a ser llamada cuando tenía padres, hermanos, unos ojos sanos y una vida feliz. Las ansias de los muchachos de estar cerca unos minutos se intensificaba, y los sentimientos se iban haciendo claros entre ellos, no cabía duda de que se gustaban. Aunque, como es la primera vez que sienten estar enamorados, no saben si lo que hay entre ellos es amor, y si están destinados a vivir juntos o hasta que la muerte de por finalizado su joven amor.

—¿Como es tu nombre?—Volvió a preguntar el oji-azul, por enésima vez—¿Cómo te llamas? —Le susurro al oído, poniéndola nerviosa.
—No es necesario saberlo—Se incorporo, disidida a dejarlo solo e irse a su habitación;  cansada de estar escondida entre el jardín de rosas, al lado de un pequeño laberinto y una fuente con un ángel desnudo que emanaba agua por un garrón que sostenía.
—Puede ser—La tomo de la mano—Pero deseo saberlo ¿cómo es eso de no saber el nombre de tu futura esposa? ¡Es ridículo!—Bromeo.
—Deja de jugar.
—No juego. Serás mi esposa ¿Lo recuerdas? Cuando tocaste mi corazón...—“Era el tercer día  que Louis tomaba de la mano a la niña y la llevaba a un lugar escondido en la casa, para poder pasar un rato detallando sus hermosas y delicadas facciones, mientras intentaba hacerla sonreír."—¿Puedo tocar tu rostro Louis?—". La niña sintió el deseo de poder tener un recuerdo de su rostro en su mente, y sin pensarlo más lanzo la pregunta algo nerviosa, aun sabiendo que él lo permitiría. Repaso lentamente su nariz, sus ojos, sus mejillas, sus labios... ”—Eres realmente feo—" la niña se burlo, aunque en su mente lo dibujo bastante atractivo. Louis solo rió, y bromeo sobre su sensualidad. El oji-azul mantuvo la mano de la pelirroja en su mejilla, y luego la deslizo a su pecho; exactamente en su corazón. "—¿Lo sientes?—Ella asintió —Es por ti—La pelirroja quito su mano del pecho de Louis, pero el muchacho la volvió a tomar y le planto un beso en la mejilla. La niña se sonrojo, y con el ruido de unos pasos salieron a correr y no se vieron mas sino dos días después—“...Te confesé mi amor ¿no fui lo suficientemente claro?—Hubo un silencio incomodo. Louis apretó su mano, y en un acto veloz la acerco a su cuerpo y la tomo de la cintura, para plantarle un beso en los labios. Acaricio sus enrojecidas mejillas, hasta que se relajo y se dejo llevar por los labios de Louis. No duro mucho, y cuando se separaron se abrazaron fuertemente.
—Azul, mi nombre es Azul...—
Su padre los vio, y junto con sus guardaespaldas los separo. Dos hombres tomaron de los brazos a Louis, levantándolo en el aire; el muchacho forcejeo, pero le fue imposible. Azul gritaba su nombre y lloraba de rodillas en el césped, apretando con dolor el frasco de pastillas que se le cayó a Louis cuando fue arrastrado. La pelirroja fue encerrada en su cuarto, y casi fue golpeada en la furia de su padre, pero fue detenido a tiempo por su esposa. Azul descubrió el sentido de aquellas pastillas que el oji-azul hacía pasar por "dulces", y lloro toda la noche temiendo por su salud. Un año después, en el otoño sintió de regreso a Louis; el piano sonaba todas las tardes, con un poco de melancolía. Azul quiso salir y abrazarlo; pero, en las horas de práctica la encerraban en su cuarto con llave. Aun conservaba el frasco de pastillas, y siempre que lo recordaba lo apretaba en su pecho, justo en su corazón.  

—Por favor, quítala llave. Por favor...—Imploraba la muchacha a su nana, pero ella solo le aparto la mano bruscamente y salió del cuarto. Minutos después su padre abrió la puerta verificando que Azul se encontrara en su habitación y luego la cerro con llave.  La música sonó, y sin poder hacer nada se tumbo en el borde de su cama, con la espalda arqueada. La cerradura de su puerta hizo "click" pero nadie entro, así que apresurada se abalanzo a la puerta y cayó en los brazos de un hombre.
—Azul... —susurro el oji-azul en un sollozo. La pelirroja tomo su cara para asegurarse de que dé él se trataba y que no estaba soñando o era una broma.
—Louis—chillo, abrazándolo fuertemente y empapando su pecho de lágrimas.  El el tomo de las mejillas, y con un nudo en la garganta la miro a los ojos, deseando que solo por una vez pudiera verlo.  
—Prométeme que serás feliz—Sollozo—Te casaras y tendrás hijos... —Azul lo tomo de las mangas de su abrigo, apretándolo fuerte y pidiéndole que no se fuera—Te amo... —Tuvo que empujarla para poder marcharse. Su corazón dolió como nunca, y las lágrimas brotaron de sus dilatados ojos azules. No le quedaban más sino horas de vida, y con la mente revuelta todo ese tiempo alejado de ella decidió visitarla y enfrentar la realidad en último momento, ya que sentía que si se despedía antes le dolería aun mas, mientras esperaba la muerte.
Antes de marcharse, sintiendo como la vida lo dejaba; toco el piano por última vez, dedicado a Azul, su tema favorito. La muchacha se encontraba en el suelo, con los ojos cristalinos, abrazando sus piernas y al oír su canción empezó a sollozar, y en poco tiempo su cara se empapo. Ya en las últimas notas, el corazón de Louis se detuvo y con una última lágrima se dejo caer sobre el piano. Muerto.


—Ya puedes abrir tus ojos Azul—Luego de casi dos años de espera, volvió a ver. La ventana fue lo primero que capto, para luego ver el cielo azul, como si fuese él a quien mirara. Sonrió tristemente al ser abrazada y felicitada por sus padres adoptivos, estaba feliz, aunque sabía que no lo era completamente. Había un pequeño puesto en su corazón, vacio.  Y se encontraba allí, mirando claro y fijamente el cielo, gracias a una persona que tuvo que morir para que ella volviera ver, una persona que en su último minuto de vida decidió donar sus corneas para alguien que las necesitara, y ese alguien era a quien más extrañaba y amaba, por quien lloraba todas la noches.
"—Mi único deseo, es que ella vuelva a ver. Por favor, permítame donar mis ojos a su hija. Pronto moriré, pero ella aun tiene una vida por delante, y solo quiero que sea feliz. Por favor señor...—"
Y el último deseo de Louis William Tomlinson fue concebido. Aquel chico soñador y de buen corazón se convirtió en los ojos de su primer y último amor.