goodbye.

Goodbye.

Hoy es el día. El día de hoy perderé a mi mejor amigo, mi amante y compañero. Todavía no puedo creer que él deba irse y me deje aquí sola, con la falta que me hace. Solamente lo conozco hace un año, pero lo quiero tanto que no sé qué haré el día de mañana cuando ya no este con él.
Su mirada juguetona, su sonrisa, su carisma y su forma de ver la vida de forma positiva son cosas que extrañaré de él. Hasta su carácter bizarro me hará falta.
El hecho que no lo volveré a ver me hace sentir tanto dolor. Pero debo afrontarlo e ir a darle un último adiós aunque no lo quiera.
Paro mi caminar en medio de la puerta negra de su casa. Antes de tocar él me abre la puerta sorprendiéndome.
 
— ¡Me estaba volviendo loco pensando que no vendrías!— exclama mirándome a los ojos. — Beth, estoy a punto de viajar y llegas tarde, ¿Estás loca? Acabamos de perder quince minutos—dice mirando la hora en su teléfono móvil.
—Tranquilízate, Jason—le sonrío—. Estoy aquí y eso es lo que cuenta tonto.
 
Lo miro y no puedo ver ni un rastro de diversión en su mirada. Creo que se encuentra enojado. Maldición. Justo cuando creí que este día terminaría aún peor él sonríe y yo también.
 
—Abrázame.
 
Y es todo lo que necesito escuchar para tomarlo entre mis brazos y tratar de olvidarlo todo por un segundo.
 

No veo razón por la cual deba seguir quedándome para verlo partir. Jason insistió en que lo acompañará al aeropuerto, pero no puedo soportar que dentro de quince minutos él me dejará para siempre. Simplemente no puedo.
 
 
—Jason, debo irme—me levanto del asiento—.
— ¿De qué estás hablando? ¿Lo dices en serio?—me toma de la mano y tira de mí para volver a sentarme.
—Oh, vamos Jason. Tus últimas palabras serán: te enviaré mensajes todos los días, volveré y estaremos juntos, esto no es una despedida solamente un hasta luego y más estupideces—no quiero ser dura, pero debo decir la verdad—. Dirás que esto es verdadero y para siempre. Pero no lo es.
 
Ya no puedo seguir hablando. Tengo un nudo en la garganta y lágrimas caen por mis mejillas sin cesar. Jason únicamente me abraza en silencio. Sé que también le duele tener que irse pero trata de no demostrarlo por mí, para que no me duela aún más. Lo conozco demasiado para no darme cuenta de sus sentimientos.
Observo desde lejos los horarios en que abren la entrada hacia los vuelos y veo que solamente nos queda nueve minutos.
 
—Tienes razón—.
— ¿Qué?—pregunto sin poder creer lo que escucho.
—Nuestra relación no durará, Beth—me mira fijo a los ojos acercando su rostro al mío—. El tiempo nos robará esto que tenemos juntos. Pero sé y tengo la esperanza de que el destino nos volverá a unir. No sé si tendremos que esperar dos, cinco o diez años, pero nos volveremos a ver—bajo la mirada hacia el suelo y él toma mi rostro entre sus manos—. No llores, por favor. Sé que podrás seguir tus sueños y tener la vida que siempre quisiste. Pero en el momento que tengas todas las posibilidades de ser feliz te faltará algo, sentirás un vacío en ti, y ahí apareceré yo para darte cuenta que ya no necesitas nada más—.
— ¿Qué te hago pensar eso?—pregunto riendo. Hasta en los momentos más tristes puede hacerme reír—.
—Solamente puedo decirte que lo sé—.
 
Reímos juntos y me separó un poco de él limpiándome las lágrimas. Vuelvo a mirar los horarios de vuelo y nos quedan cinco minutos antes que deba irse.
 
—Tú siempre cumples tus promesas, así que promételo y estaré tranquila—.
—Lo prometo y te lo aseguraré—se vuelve de rodillas y abre su bolso buscando algo—.
 
Lo miro confundida mientras él sigue revolviendo sus pertenencias. Me entrega su disco favorito: Rubber Soul de The Beatles. Yo se lo había regalado por su cumpleaños hace un año. No puedo creer que me lo dé a mí.
 
—Señorita Hoffman, confío en que es muy comprensiva y entenderá que no le estoy ofreciendo un regalo, más bien, es un préstamo de confianza—sonríe y lo miro estupefacta. Aún sin creerlo—. Cuando nos volvamos a encontrar me lo devolverás. Sabes que es mi disco preferido; no estoy dispuesto a comprarme uno y tampoco viviré toda mi vida sin volver a escucharlo contigo. Esta es mi promesa.
—Gracias, Jason—lo abrazo aún más fuerte—.
 
Sin darme cuenta del tiempo que ha pasado, llego el momento del adiós.
Nos miramos a los ojos y sin saber que decir, lo beso. Él me corresponde tiernamente. Mueve sus manos por mi cintura y levemente me acerca hacia él. Yo lo abrazo por los hombros sin dejar de besarlo. Jason se separa de mí, suspira y me regala una sonrisa nostálgica.
 
—Adiós, Beth. Hasta algún futuro bueno o malo—levanta su bolso con la mano derecha y se aleja de mí caminando—.
—Adiós, Jason—.
 
Hace apenas unos minutos estaba llorando y ahora me encuentro feliz. No sé cómo decirlo bien.
Doy media vuelta para salir de allí mientras leo la lista de canciones de Rubber Soul.
El fin de un nuevo comienzo empezó. Estaré esperándote algún día, lo sé, Jason.