the circles.

The Circles.

Johnathan Lauper es un científico dedicado a la biología, sin embargo tiene otras aspiraciones. John desea descubrir qué sucede con el infierno, después de conocer 'La Divina Comedia' de Dante quiere probar qué tan real es la teoría de los nueve círculos del infierno.
Debido a su trabajo descubre que hay un momento en el que, antes de morir, puedes ver qué hay más allá; si hay un cielo o un infierno, si Dios existe, si algo de lo que creímos alguna vez es real.
Su teoría básicamente consiste en hacer agonizar a una persona a tal punto de que ella crea estar muerta y descubrir qué hay después de la muerte. Para probar su teoría reúne a diferentes personas, un hombre y una mujer por cada nivel del infierno. ¿Será la teoría de John cierta? ¿Ó sólo sacrificará vidas en vano?

¡hola!

Hola soy Ana Paula, pero llámenme Ann bc no me gusta mi nombre ah. Espero que les haya gustado la idea y planeo publicar el primer capítulo cuando vuelva de mis vacaciones; gracias por pasarse.

Capítulo uno.

Johnathan Lauper era un científico de cuarentaiséis años de edad, un hombre de estatura promedio y algo gordo, ojos castaños y el poco cabello que tenía era grisáceo. John siempre pareció un hombre mayor, sin embargo eso no le impidió conseguir una esposa joven y una vida llena de lujos.

Comenzó su día levantándose de la cama junto a Lilian, su esposa quien tenía treinta años y era una belleza impresionante. John se preguntaba el por qué se había fijado en él, pero jamás se lo había preguntado; siendo honesto tenía miedo de la respuesta.

Lilian estaba dormida plácidamente y su esposo no se molestó en despertarla.

Ése día era importante, muy importante, después de analizarlo y darle vueltas en su cabeza por años decidió que probaría la teoría del infierno. Primero comenzaría con algo sencillo, quería saber si el cielo existía así que consiguió al alma más pura que podía haber en el mundo: un niño. Sí, era desquiciado hacer agonizar a un niño pero tenía sus motivos, motivos importantes de la ciencia y sin duda al niño se le agradecería más tarde. Sus padres habían estado de acuerdo debido a que eran ateos y creían que era una pérdida de tiempo.

Se colocó su bata de laboratorio sin molestarse en darse una ducha, la emoción y los nervios eran demasiados como para esperar más tiempo; quería saberlo todo y estaba a sólo minutos de conocer los misterios de la muerte.

Bajó las escaleras hacia el sótano donde era su laboratorio. Jackson —su asistente— ya estaba ahí junto al niño con el cual se haría la prueba. Ambos permanecían en completo silencio y cuando vieron al científico bajar las escaleras se pusieron inmediatamente de pie.

—Buenos días, señor —saludó Jackson sin moverse de su lugar.
—Buenos días, Jackson.

John se acercó a ellos y miró al niño, parecía no tener más de seis años, tenía el cabello rubio, los ojos castaños y la nariz más perfecta que John jamás había visto. Pero no parecía asustado ni preocupado, se mantenía callado sin moverse ni hacer una señal de nervios.

—Hola —saludó John al niño—, soy John Lauper; te haré unas cuantas preguntas y tú las responderás honestamente, ¿está bien? —el niño asintió—. ¿Cuál es tu nombre y cuántos años tienes?

El pequeño dudó pero después comenzó a hablar.

—Me llamo Paul —dijo con voz aguda y clara—, tengo siete años.

John le hizo una seña a Jackson para que comenzara a tomar nota sobre todo lo que Paul dijera, cada detalle era importante para su investigación.

—Y, Paul, ¿crees en Dios?

El niño asintió.

—¿No te importa que tus padres no crean en él?
—Dios es real, señor —dijo Paul sin mirar a un punto en concreto; su mirada iba de aquí para allá, pero no tenía miedo.

John lo miró incrédulo, le parecía impresionante la fe que tenía ese niño; pero eso lo hacía un candidato perfecto para las pruebas. Además de que no parecía mentir, estaba completamente seguro de lo que decía y no lo ponía en duda ni por un segundo.

—Bien, Paul, ahora te haremos una prueba; sentirás que estás muriendo pero estarás completamente seguro, no hay peligro de perder la vida sólo que tú lo sentirás así, ¿de acuerdo? Quiero que nos digas todo lo que viste en cuanto te sientas mejor.

El niñito asintió y Jackson lo guió hacia una cama donde lo dejarían sin respirar por dos minutos. No había manera de que el niño muriera, sin embargo al estar tan cerca de la muerte experimentaría ciertos hechos nunca antes vistos o al menos ése era el plan de John.

John jamás se había sentido tan nervioso en toda su vida, pero confiaba en que la prueba sería todo un éxito. Había investigado junto con Jackson durante los dos últimos años, leído la Divina Comedia repetidas veces, también había leído la biblia y había investigado sobre casos de ‘casi muerte’. Hasta ahora todo indicaba que Paul estaría sano y salvo.

Jackson comenzó a instalar la máquina y le colocó a Paul una mascarilla que le impediría respirar. En cuanto la activó no sucedió mucho, Paul se quedó quieto en todo momento sin mostrar algún efecto e hizo dudar a John que la máquina estuviera prendida.

Después de un minuto Paul comenzó a moverse un poco pero no intentó quitarse la máscara, sólo movió las manos alrededor de los barrotes de la cama y después de unos segundos volvió a quedarse muy quieto.

Los siguientes segundos fueron los más largos de la vida de John, faltaban alrededor de quince segundos para que se cumplieran los dos minutos y Paul estaba completamente inmóvil. Su pecho cada vez se movía menos y esto alteró a Jackson quien quería quitarle la mascarilla al niño.

Cuando los dos minutos se cumplieron, Jackson se acercó con cautela a Paul y le quitó la mascarilla. John tenía razón, el niño aún estaba vivo aunque sus latidos eran muy bajos.

Por un rato Paul se mantuvo quieto y no abrió los ojos; sus latidos habían comenzado a aumentar cada vez más y John no dejaba de balancearse sobre sus talones mientras esto sucedía. Suponía que Paul estaría confundido o asustado cuando se despertara, sin embargo esperaba que el experimento hubiera sido un éxito.

—¿No cree que es una mala idea, señor? —preguntó Jackson junto a él cruzado de brazos.
—No, no creo que sea una mala idea, ¿no quieres saber qué hay más allá?
—Claro que quiero saberlo, pero no creo que esta sea una buena manera de descubrirlo. Si me permite decirlo, señor…
—Ya lo dijiste, Jackson —interrumpió John con voz ronca.
—No creo que Dios apruebe esto, hacer a las personas agonizar… Es algo muy complejo.

John sonrió socarrón y se volvió hacia Jackson.

—No espero que lo comprendas, Jackson, tienes a penas veinticuatro años; pero tienes la libertad de irte y yo continuaré esto por mi cuenta.

Jackson negó con la cabeza.

—No me refería a eso, me gusta trabajar con usted.

John asintió y volvió a mirar a Paul quien continuaba sin moverse y respiraba con tranquilidad. Quería ir y zarandear al niño hasta que abriera los ojos pero no le parecía correcto; debía mantenerse tranquilo y centrado en lo importante, no importaba cuántas ganas tuviera de saber qué diría el niño al despertar, tenía que ser paciente y esperar a que él despertara por su cuenta.

Paul abrió los ojos hasta después de media hora, tenía la mirada perdida pero no parecía confundido, de hecho parecía seguro de lo que iba a decir a continuación.

—El cielo es real.