Sick sad world.

Llegará el día en que los desadaptados sociales dominen el mundo. En cada instituto hay más de un chico o chica que ronda por los pasillos, escondido o escondida en sus grandes ropas y pasando desapercibido. Pero, ¿Qué pasa cuando los reyes de la invisibilidad deciden crear un grupo, una fraternidad, para no estar tan solos?

Un grupo pequeño de jóvenes de nivel bachillerato deciden juntarse en una sola casa y compartir techo con personas iguales a ellos. Chicos que siguen el mismo patrón. Unos más sabihondos que otros, alguno que otro artístico, un obsesionado con los videojuegos, algún músico reprimido, quizá un chico prodigio, un fanático de la informática, un futuro científico millonario, tal vez alguno con una estupenda aptitud a las matemáticas… En este grupo hay de todo pero, todos comparten los mismos adjetivos calificativos del cuerpo estudiantil. De las personas que se convierten en seres horribles a causa de la superficialidad, la popularidad o la adolescencia.

Esta casa llena de hormonales jóvenes preparatorianos un poco más maduros que la mayoría de los chicos entre dieciséis y diecisiete años, se aventuran a la experiencia más grata de su vida. Vivir con el peso de ser un desadaptado social, un raro, un perdedor… Aunque rodeado con el más cálido de los valores: la amistad. El mundo enfermo y triste de estos chicos se convierte en alegría, ¿Qué más se puede pedir? Aunque, estando encerrados en este lugar, se arriesgan a caer en las banales, sosas y sobrevaloradas emociones humanas… Como el amor, por ejemplo.