CHAPTER FIVE || Primera Parte

Una muchacha, baja, de tez blanca y cabello color castaño oscuro, pasaba la noche en una gasolinera, en la banca más específicamente.
Titilaba del frío mientras, muy a su pesar, recordaba aquella canción que tanto le gustaba.
Los hombres funcionarios del lugar, sutilmente le cuestionaban el porqué de su larga espera.
<< ¡Sólo espero, señor, espero! >> Refutaba la joven.
Habían pasado más de 3 horas y no se retiraba de su asiento, se notaba lo famélica que estaba y de vez en cuando cerraba los ojos.
Y sí, la última vez que los cerró, logró conciliar el sueño.


Unas manos frías tocaron su hombro, despertándola suavemente. Una señora, ya mayor, le sonreía con profunda compasión y la invitó a su “despacho” una pequeña oficina que estaba ubicada detrás de la cafetería, propiedad de la gasolinera.
—     Vamos, te traeré algo de comer, ¿Qué quieres? ¿Unas galletas de chocolate? ¿Un café?
—     Señora, es usted muy amable, pero, no me pregunte, tráigame lo que desee recibiré lo que sea — Indico ella, con una mísera sonrisa.
—     Si es así, ya vuelvo señorita — La invitó a sentarse en un pequeño sillón café y así mismo prendió la calefacción.

Cuando regresó, traía consigo una torta de chocolate, un café caliente y gran variedad de caramelos. La chica no dudo ni un instante y agradeció con una gran sonrisa. No quería verse desesperada así que pidió la ubicación del baño para poder lavarse las manos y tras hacer esto se sentó y empezó a comer con gran gusto todos los alimentos.
La señora con aspecto un poco desfavorable, con manchas en la cara y una nariz larga y afilada, se le quedó mirando, expectante.
—     ¿Cómo te llamas jovencita? ¿Has escapado de casa? ¿Quieres que llame a tus padres? — Preguntó con mucho ímpetu.
—     ¿Casa? No señora, no tengo, tenía claramente pero se ha desvanecido -Literalmente- un incendio es la causa, por ende, es muy fácil deducir que no tengo padres… — Iba a proseguir, pero la señora la ha interrumpido
—     ¡Dios mío! ¿Han muerto en el incendio? — Preguntó aterrada
—     Cálmese, soy huérfana, nunca he conocido a mis padres — La tranquilizo y al mismo tiempo tomaba el último sorbo de café
—     Lo siento mucho, debe ser difícil sobrellevar la vida que tienes
—     No crea, uno se acostumbra
—     Tal vez, pero no del todo… ¿Y cómo dijiste que te llamabas?
—     Vin… Vi, mi nombre es Vi
—     ¿Es así? O ¿Te gusta que te identifiquen de tal manera?
—     Si, bueno, me gusta que me digan así
La conversación, después de un tiempo se tornó monótona y aburridora, así que solo se recostó en aquel sillón, esperando que el sueño regresara a ella. Fue cuestión de segundos cuando de repente, un hombre alterado abre la puerta bruscamente, tenía una cara de desesperación impresionante.
Su frente estaba llena de sudor, estaba pálido y sus pupilas estaban dilatadas.
—     Discúlpeme si es que la interrumpo, pero necesito saber — Hizo énfasis en la palabra “Necesito” — Si ustedes prestan servicio automotriz, mi auto se ha averiado
—     Claro, siéntese, buscaré al mecánico — La señora, que ya estaba bastante alterada, salió rápidamente de su pequeña oficina.


El hombre, cuando logró calmarse, sus mejillas se empezaron a tornar un poco rojizas, limpió el sudor de su frente con la manga de su chaqueta y trató de controlar la ansiedad cruzándose de brazos.    Este, era, para la joven, exageradamente guapo.
Su cabello dorado y sus ojos, a pesar de tener grandes ojeras, era de un color azul intenso. ¡Duro demasiado tiempo delineando el contorno de sus labios! Delgados, finos y con un leve tono rosa.
Al notar cómo la muchacha lo observaba, indudablemente empezó a sentir cierto tipo de vergüenza, un frenesí y un nerviosismo impresionante.
Nadie nunca lo había observado de tal manera.

Aflojó un poco la corbata que llevaba puesta e intentó concentrarse en cualquier otra cosa. Sin embargo, cuando creía que lo estaba logrando entro la mujer y le indico que el mecánico necesitaba las llaves del vehículo para poder quitar la alarma y así mirar el daño que este tenía. Vi esperaba el regreso de este, cuando se percató de la hora por aquel reloj que colgaba en la pared, el corazón le dio un vuelco, “22:33” en menos de 30 minutos cerrarían la gasolinera ¿A dónde carajos irá a parar?
Parece que la señora ha logrado leer sus pensamientos.
—    

¿Por qué no le preguntas al tipo rubio si se le es posible llevarte a la ciudad? — Dijo ella, tomando la mano de Vi y sonriendo — Puede que aparente estar exaltado, sólo golpéalo cuando empiece a tornarse exagerado.
—     ¡Es una maravillosa idea! — Se incorporó de su asiento y salió de la oficina y enseguida de la… cafetería.


Vislumbró al tipo que hace un momento entró a la oficina. Su auto era increíble, su color era plata, bellísimo, si recordaba bien, aquel auto tenía una propaganda que repetían incontables veces por eso logró reconocerlo, era de marca Ford y este se denominaba “Fusion”
Se acercó disimuladamente hacia los hombres, y el rubio, quien estaba cruzado de brazos observando al mecánico hacer su trabajo, pasó una mano por su cabello, luciendo realmente encantador.
Vi, apretó el puño y al estar lo suficientemente cerca de él, mencionó:
—    
Recuerdo la propaganda de este auto a la perfección — El simplemente asintió, se tornó algo incómodo para ambos, pero se pudo sobrellevar la situación después de que el mecánico terminara su trabajo.

La muchacha al ver que el hombre cerraba el capó del auto, tomo fuerzas de donde no hay. Se acercó un poco y antes de empezar a hablar él se le adelantó.
—     ¿Necesitas que te lleve a casa? Sería un verdadero plac… este, si es que no hay nadie que venga por ti y eso — Abrió la puerta del piloto y se quedó mirándola con fija atención
—     De hecho, no, no tengo a nadie que venga a por mí
—     Bien, entonces, entra



Todo se volvió de un momento a otro tranquilo, por la radio pasaban todas aquellas canciones que le encantaban y se daba cuenta, mirándolo de reojo, como, al parar en un semáforo este volteaba a mirarla, sonreía levemente sin mostrar los dientes y seguía conduciendo subiéndole un poco más a la canción que ella tarareaba.

—     ¿Y cuál es la dirección de tu casa? — Le preguntó parando en el vigésimo semáforo
—     Este ehm, de hecho, no lo se…
—     ¿No lo sabes?
—     Pues es que
—     ¡Dios mío estas perdida! Debería llamar a tus padres, no mejor… ¡Iremos a la oficina de policía! ¿y si me acusan  de secuestro?
—     ¡¿De qué carajos estás hablando?! Simplemente no quiero llegar a casa… hoy — Mintió ella, cruzando los dedos detrás de su espalda “es mejor decir mentiras con un poquitico de verdad”
—     ¿Sabes? Yo tampoco deseo llegar hoy, veras me quedo con un amigo de mi padre y uno de sus sobrinos y bueno… no quiero aburrirte
—     No lo haces
—     Te lo comentare pero conozco un lugar que es perfecto para contar historias
—     ¿Así? y ¿Por qué? — Este simplemente le sonrió y empezó a conducir