Addicts | N.C

Abrí los ojos con lentitud. La luz del sol entraba por la ventana sin cortina y daba directamente en mis ojos, lo que provocó que soltara un pequeño gruñido. Me senté en la cama con las sábanas aún sobre mí y estiré los brazos hacia adelante haciendo que uno que otro hueso sonara. Quité las sabanas de mis piernas y salí de la cama.
Entré al baño y me observé durante un largo rato. Mi cabello rubio parecía el ring de boxeo de los pajaritos, mis ojos estaban rojos y bajo ellos había dos grandes bolsas negras. Suspiré cansada y entré a la ducha por algo de confort.
Salí envolviendo mi cuerpo en una gran toalla roja con mi nombre bordado en una de las esquinas; siempre he amado esta toalla, es como una parte de él que sigue en mí. Suspiré y me dirigí hacia mi armario, tomé lo primero que encontré y me vestí. Un gran abrigo con el rostro de John Lennon, unos jeans un poco holgados y unas Vans grises, al igual que le abrigo. Tomé mi mochila de la silla frente al escritorio y bajé las escaleras a paso rápido.
Por razones obvias mi casa se encontraba totalmente vacía, por lo que no tuve que inventar alguna que otra excusa para no desayunar. Saqué mi teléfono y los auriculares de la mochila y salí rumbo a la escuela.
La voz de Alex Turner inundó toda mi cabeza mientras me hacía paso hacia el infierno, mejor conocido como el instituto. No entiendo cómo pueden llamar así a un lugar donde las personas marginan a los demás, si no es de la misma clase social, del mismo color o peso, es totalmente ridículo.
Maldije por lo bajo al llegar al colegio y sentir todas las miradas sobre mí. Sé que debería estar acostumbrada, después de la muerte de mi hermano, todos me miran con lástima, pero es inevitable no sentirme incómoda ante tantas miradas.
—Buen día pequeña— levanto la mirada de mi celular y me encuentro con los ojos marrones de Josh.
—Buen día— digo colocando el teléfono y los auriculares en el bolsillo delantero del abrigo.
—¿Cómo dormiste?— me encogí de hombros en forma de respuesta —¿No dormiste bien verdad? — le dediqué una pequeña sonrisa y asentí. Desde la muerte de mi hermano me he limitado sólo a decir lo más importante, siento que es una pérdida de tiempo y energía hablar cosas sin sentido —Pequeña debes ya superarlo, han pasado cinco meses.
—Es muy poco tiempo— digo en apenas un susurro, sintiendo mis ojos llenarse de lágrimas.
—Oh, pequeña— de repente siento sus fuertes brazos alrededor de mí y me limito a esconder mi rostro en su pecho; no iba llorar, y mucho menos delante de todo el mundo.
El timbre sonó retumbando en mis oídos como una bomba y me adentré más a los brazos escuchando su risa.
—Me voy a clases— susurro luego de unos segundos, alejándome un poco de él.
—Bien— responde y luego besa mi frente como siempre ha hecho. Le sonrío y me hago paso hacia mi casillero, es obvio que llegaré tarde así que decido caminar lo más lento posible. Después de todo es historia y en verdad odio al señor Jhonson.
Llegué a mi casillero y coloqué la clave, saqué el cuaderno de historia y mi pequeño cuaderno. Suspiré tirando la puerta, quizás me dejan en detención y no tengo que llegar a casa y sentirme sola una vez más.
—¿Por qué tanta furia? — pregunta una voz ronca detrás de mí. Me volteo y me encuentro con unos hermosos ojos azules viéndome fijamente.
—¿Acaso te importa? — respondo de mala gana.
—Tampoco la pagues conmigo muñeca— enarco una ceja y doy media vuelta para dirigirme hacia el salón. Lo último que necesito es alguien molestando. De camino al salón de historia miro el reloj de mi teléfono y me doy cuenta de que ya han pasado diez minutos, ¿Para qué ir a tomar esa clase cuando puedo hacer algo más interesante?
Sonrío para mí y me desvío hacia la derecha para poder llegar al patio trasero de la escuela. Camino hacia el árbol más alejado del edificio y me siento. Abro mi pequeño cuaderno y escribo: “Pequeña muñeca de porcelana, llena de dolor y sufrimiento, fingiendo ser feliz y con cicatrices cubriendo tus muñecas”.
No entiendo por qué la sociedad pone a las muñecas de porcelana tan perfectas, es decir, podrían simplemente ser infelices y no darlo conocer. Todo el tiempo con una sonrisa plasmada, con perfección en todo su alrededor, nada puede ser tan perfecto. Mínimo algo de tristeza debe haber en sus pequeñas y frágiles vidas.
Lost and insecure, you found me… you found me. Escucho luego de unos minutos, observo el lugar en busca del sonido. Lying on the floor, surrender surrender…  What you had to wait? Where were you? Where were you? Cierro los ojos dejándome llevar por la hermosa melodía que recorría todo mi ser. You found me, sin duda una de las canciones más perfectas que he escuchado.
Me levanto y sigo el sonido del piano y la hermosa voz, dejándome envolver por la ronca y hermosa voz que cantaba mi canción preferida. Camino entre los arbustos que dividen el patio trasero de los salones del primer nivel del edificio. Y observo ventana por ventana hasta toparme con la melodía mucho más clara  just a little late, you found me… you found me, in the end everyone ends up alone losing hearts the only one who ever know who I am, who I am not and who I wanna be.
Sus ojos estaban cerrados, su pelo rubio desordenado y sus cabeza moviéndose al ritmo de la melodía. Sin duda lo más perfecto que había visto. Un hermoso piercing descansaba en su labio inferior y sus labios se curvaban en una increíblemente sexy y tierna sonrisa.
De repente sus ojos se abren encontrándome con los mismos ojos azules que me hablaron en el pasillo. Luego de un segundo abro los ojos como platos y me agacho rogándole a Dios y a todo lo bueno y hermoso de este mundo que no me haya visto.
Gateo entre los arbustos lo más rápido posible tratando de evitar que me vea pero sé que es una pérdida de energía ya que escucho su voz detrás de mí, diciendo hey. Siento la sangre llegando a mis mejillas mientras me volteo y veo al chico recostado de la ventana con una gran sonrisa en sus perfectos y rosados labios.
—Ho-hola— digo levantándome, y dándome una cachetada mental por estar tartamudeando frente a un chico.
—¿Te entretenías? — pregunta, sacudo el césped de mis pantalones y luego lo miro enarcando una ceja.
—Sólo pasaba— respondí encogiéndome de hombros. Su sonrisa se hizo aún más grande mientras salía por la ventana y se dirigía.
—Soy Ashton— dice una vez frente a mí mientras levantaba una mano en forma de saludo.
—Danielle— contesto tomando su mano. Su sonrisa, como si fuese posible, se agranda cuando le saludo y eso hace que yo también lo haga. Por más que odie las sonrisas, debo decir que la suya es hermosa.
El timbre suena haciéndome saber que todavía tenía su mano junto a la mía, por lo que la quito con rapidez y sin pensarlo dos veces corro hacia mi siguiente clase, no tengo amigos y él no será la excepción.