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"Un Lugar Para Joe"
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Un Lugar Para Joe"
SuzzeyMVy escribió:Gracias es bueno informarme entonces varia en país y quizás hoy les ponga la sipnosisjulieta_black escribió:Hoooolaaaa
Por fin apareciste!!!!
ya necesitaba caps jejjejje
Bueno con respecto a tu duda
Yo soy de colombia
Y aqui en los colegios depende del calendario academico
El geberal q es el B se sale a finales de noviembre y entran de nuevo la primera semana de febrero
Son mas o menos 2 meses y unos diitas
Y ps si estamos en verano!!!! Aunque ha llovido varios dias por q los cambios climaticos estan bien severos
Ahhh y ya quiero leer la sinospsis de la nueva nove que vas a adptar si es como esta o la anterior q subiste seguro la amare!!!!
Ya casi termina la nove :( y muchas gracias por leerla y leer las novelas a adapto o escribí eso me motiva gracias :) tu no tienes o si? Si es así me pasare Alomejor en tu firma están los links o q memoria tengo :3
Hooooooolaaaaaaaaa
Ya quiero saber que va a pasar con joe y nick!!! Y si se va a vender la granja o q va a suceder
Yyy siiii tengo dos noves!! Jeje estan ahí en mi firma..son de mi autoria e imaginacion jejejje
Bueno y cuando vas a subir otra adaptacion!! Ya quiero leer la sinopsis jejejejje
Julieta♥
Re: "Un Lugar Para Joe"
Capítulo 26
El reverendo Allen tuvo la amabilidad de acompañar a Alice a casa, puesto que parecía que su marido se había olvidado de ella.
Ella sabía por qué, por supuesto. ______ Maitland.
Alice invitó al reverendo a tomar el té, pero afortunadamente el hombre no aceptó la invitación. Ella subió a su habitación y argumentó que tenía un terrible dolor de cabeza para retirarse ante la posibilidad de tener visitas. Quería estar sola para pensar.
Nick siempre había estado enamorado de ______. Alice lo sabía. Lo había sabido desde el primer día que llegó a aquel pueblo perdido, desde la primera vez que había visto a aquella mujer con su desgastado vestido de algodón marrón entrar en el colmado que Nickhabía comprado con el dinero de su padre. Lo había sabido por la forma en que su marido la miró, con furia y dolor. Y hambre. El hecho de que ______ fuese ahora una mujer casada no cambiaba nada.
Durante ocho años de matrimonio, Alice había podido averiguar muy poco, porque su marido hablaba poco de su pasado, pero sabía que su marido quería construir un imperio sólo por una razón: para demostrar su valía a todos. Para humillar a todos aquellos que en su día le habían mirado por encima del hombro, incluyendo la mujer para la que nunca había sido suficiente.
Alice se dejó caer en el borde de la cama y se quitó el sombrero con gesto de agotamiento. Se abanicó con el sombrero de paja y recordó melancólicamente la fresca brisa de Newport, lo maravilloso que había sido visitar a sus amigos y poder ir de compras por las elegantes tiendas. Miró por la ventana el campo ondulado, que parecía extenderse de manera interminable en la distancia. Sintió como si estuviese lejos de cualquier sitio. Apenas llevaba en Luisiana veinticuatro horas y ya sentía una terrible añoranza de casa.
¿Por qué, por qué, por qué quería Nickconstruir allí su imperio? Cuando le conoció, había hablado de Luisiana como si lo odiase. Cuando se casó con él, ella dio por supuesto que su padre le metería en la naviera, o en la fábrica textil, o en cualquiera de los negocios que poseía. Nunca pensó que entre los dos pondrían en marcha un proyecto que la acabase mandando tan lejos de su casa.
Hubiese deseado dejarlo sin más. Dejarlo con su nueva Atlanta, su vía de ferrocarril y sus recuerdos de _____ Maitland. Pero no podía. Sabía que sus infantiles alardes y sus maneras agresivas sólo eran una forma de disfrazar una vida entera sintiéndose inferior. Ella lo quería. Pero deseaba irse a casa.
Su padre estaría con ellos la semana siguiente. Quería controlar los planos del ferrocarril y estudiar la ruta que se pensaba seguir. Alice sabía que se le estaba agotando la paciencia con aquel proyecto, gracias en parte a la semilla de la duda que ella misma había plantado en él durante las semanas que habían pasado juntos en Nueva York y en Newport, gracias a las sutiles indirectas que ella misma había lanzado a los inversores durante las fiestas y las reuniones. Sólo cabía esperar que sus esfuerzos no hubieran sido en vano. Si Nick no conseguía hacerse con la tierra de ___________ para cuando su padre llegase, si su padre finalmente comprobaba lo desgraciada que era allí, y si sus indirectas habían alterado suficientemente a los inversores como para que presionasen, su padre abandonaría al fin aquel ridículo proyecto.
Alice miró fijamente por la ventana los campos de algodón de Nickque para ella no eran más que una vasta tierra baldía de color blanco y confió en que se cumpliesen sus deseos.
Después de la comida del domingo, Joe pasó la tarde poniendo el cristal de las ventanas que ______ había comprado en Monroe. Ella y las niñas fueron al melocotonar a recoger los últimos melocotones, aquellos que habían estado demasiado verdes unos días atrás. Bastante antes de ponerse el sol, Joe acabó con la ventana, y cuando entró en la cocina, encontró a _______ y a las niñas rodeadas de cestos de fruta y de tarros de cristal. El aire estaba impregnado de aroma a melocotones, clavo y canela.
Le habría gustado darse la vuelta y salir de la cocina, pero las niñas tenían otros planes. Inmediatamente le cogieron para que les ayudase. Miró a _______, pero ella no dijo nada, así que decidió quedarse. Resultó especialmente útil para transportar cubos llenos de agua desde el pozo y para colocar los tarros llenos en las estanterías más altas de la despensa.
Cuando ya no le necesitaban, se quedó sentado en la mesa observando intrigado. _______ parecía tener el proceso orquestado como si fuese una fábrica y las niñas entrenadas como si fueran trabajadoras en cadena. Miranda lavaba y secaba los tarros; Becky pelaba la fruta, quitaba el hueso y la partía; Carrie llenaba los tarros que había sobre la mesa con los trozos de fruta y después les echaba almíbar, mientras ______ rellenaba el resto de tarros con el resultado. Después cerraba cada tarro con una tapa metálica y los metía dentro de dos gigantescos recipientes con agua que se ponían al fuego para hervir. Mientras tanto, se preparaba otra tanda.
Cuando el último tarro estuvo sellado y metido en el agua, ______ y Becky prepararon una rápida cena mientras Joe les contaba a Carrie y a Miranda algunos de sus increíbles cuentos irlandeses poniendo una cara tan seria como la de un jugador de póquer que hubiera apostado cincuenta dólares en la mesa sin tener una buena baza. Las dos niñas no se perdían ni una sola palabra, tal como lo había hecho el propio Joe cuando era niño y le contaban historias. Para cuando acabaron de cenar, les había convencido completamente de que los duendes existían.
Querían otro cuento, pero _______ anunció que era la hora del baño y de prepararse para ir a la cama. La madre levantó las manos para detener el aluvión de protestas que sabía que iba a seguir.
—Kate me ha dicho hoy en la iglesia, que ayer por la noche no os bañasteis como debíais —dijo— y mañana empezáis la escuela, así que todas arriba. Luego tendréis otro cuento.
Las niñas salieron de la cocina en tropel y _____ miró a Joe:
—Les contarás otro cuento, ¿verdad? —le preguntó vacilante.
—Sí, si quieren.
Sorprendentemente, ella le sonrió. Después cogió una tetera con agua hirviendo del fuego y subió arriba. Joe fue a su habitación y cogió un puro de su bolsa. Luego arrastró una silla de la cocina hasta el porche de atrás y se sentó.
Hacía una noche serena y cálida y la luna llena iluminaba el jardín. Las luciérnagas —las niñas las llamaban gusanos de luz— brillaban de vez en cuando. Se oían los grillos y el croar de las ranas, un coro que en su día había odiado, pero al que debía haberse acostumbrado, porque ya casi ni lo oía.
A través de la ventana abierta de arriba podía oír a Carrie y a Miranda discutiendo por el jabón. Suponía que sería siempre de aquel modo en las noches que tocase baño.
Apoyó la cabeza contra la pared y cerró los ojos sonriendo. _______
aguantó la pelea durante unos diez segundos.
—No quiero oíros a ninguna de las dos otra vez —dijo al final— o vais directamente a la cama y os quedáis sin el cuento de Joe.
La pelea cesó al instante. Él no se había dado cuenta de que sus historias tenían tanto valor.
Miranda fue la primera que bajó de nuevo, descalza y vestida ya para irse a la cama, con el pelo húmedo por el baño. Chester, su sombra, bajó justo detrás de ella.
Se acurrucó en el regazo de Joe y le rodeó el cuello con el brazo, observándole con expresión solemne. Al cabo de un momento, la niña frunció el ceño como si estuviese pensando algo muy importante.
—¿Qué es lo que estás pensando, mó paisté? —le preguntó, apartándole un húmedo mechón de pelo de la frente.
Miranda ladeó la cabeza.
—Como te has casado con mamá, ¿quiere eso decir que te podemos llamar papá a partir de ahora?
Apartó la mano de su cabello y sintió que iba a sufrir un ataque de pánico. El matrimonio era una farsa y él no era su padre, pero miró a los ojos de la niña y, aunque hubiera querido, no pudo decirle que no.
—Si quieres…
Ella sonrió encantada y acomodó la cabeza bajo su barbilla.
—Cuéntame otra historia sobre duendes —le ordenó.
—Creo que tenemos que esperar a tus hermanas —dijo, pero apenas había terminado la frase, apareció Carrie. Por la cara de desilusión de la chiquilla, se dio cuenta de que Miranda le debía haber arrebatado el sitio de honor, así que, con un suspiro de resignación, movió a la niña para que se sentase en una de sus rodillas.
—Venga.
Carrie se instaló felizmente en la otra rodilla de Joe y así los encontró _____. Se detuvo junto a la puerta mirándolos algo divertida.
Joe se acordó de la noche en que ______ llegó y encontró a las niñas acurrucadas contra él profundamente dormidas, pero en ese momento no le resultó tan embarazoso.
—¿Becky no baja? —le preguntó.
_____ sonrió abiertamente.
—Me acaba de informar de que ya tiene catorce años y ya es demasiado mayor para que le cuenten cuentos antes de irse a dormir. —Llevó una silla de la cocina al porche y la colocó junto a Joe—. Sin embargo, yo no. Puedes empezar.
En aquella ocasión, él pudo contar la historia de Cuchulain y la corte de Emer sin que la audiencia se quedase dormida, cerrando el cuento con las palabras siguientes:
—Así fue cómo Emer fue cortejada como deseaba, y así fue cómo Cuchulain logró su mano y la convirtió en su reina. Vivieron felices para siempre —añadió. No era realmente cierto, pero no creía que las legendarias infidelidades de Cuchulain fuesen muy apropiadas como cuentos para niñas pequeñas.
Querían otro cuento, claro está, pero _____ se opuso.
—Es hora de irse a la cama —dijo con firmeza, y se levantó—. Mañana es el primer día de colegio. Venga.
Las niñas se bajaron del regazo de _____ a regañadientes y siguieron a su madre dentro de casa.
Él oyó la voz frustrada de Carrie.
—No entiendo por qué tenemos que irnos tan pronto a la cama. Ni siquiera tengo sueño. Me quedaré allí tumbada sin poder dormir en lugar de escuchar otra estupenda historia.
Joe sonrió. Carrie siempre tenía un razonamiento lógico e inteligente para salirse con la suya. Con su madre no le funcionaba, pero ella no dejaba de intentarlo.
De pronto, oyó el sonido de pasos rápidos y Miranda volvió hasta él. Se detuvo junto a su silla.
—Se me ha olvidado decirte buenas noches —dijo sin aliento—. Buenas noches, papá.
Se puso de puntillas y le plantó un beso en la mejilla. Después se dio la vuelta y salió corriendo hacia dentro, dejando a Joe reponiéndose del impacto de aquella simple palabra. Llevaba implícita una carga de responsabilidades para las que él no estaba preparado. Lo que le había dicho a _____ dos noches atrás era la pura verdad. No sabía cómo ejercer de padre.
Se sintió de pronto inquieto y se puso en pie saliendo del porche. Sacó su puro y lo encendió. Cruzó el jardín y caminó entre los destartalados edificios que se veían de un gris plateado iluminados por la Luna.
«Papá.»
Otro hombre se habría sentido halagado, incluso encantado con la idea. Pero no Joe. Él estaba asustado. Qué irónico resultaba que las palabras de una niña pudieran despertar en él más miedo que todas las balas, las cárceles y el dolor al que se había enfrentado. Le invadió la desesperada necesidad de huir, pero no podía huir, era demasiado tarde. Era un padre.
Quizás debía empezar a pensar en el futuro, pero no podía. No podía pensar en el inacabable paso de los días, los meses y los años que le aguardaban. No podía aceptar la idea de que quedarse allí era para bien, de que no podía marchar, de que nunca encontraría paz. Lo único que podía hacer era lo que siempre había hecho. Enfrentarse a los días, uno a uno.
Cuando volvió a la casa, ______ estaba en el porche. Ella lo observó mientras atravesaba el jardín. Joe se detuvo al pie de las escaleras, tiró al suelo la colilla de su cigarro y lo aplastó con la bota.
—He ido a dar un paseo.
—Hace buena noche —le señaló la silla junto a ella—. Siéntate un momento conmigo.
No quería, pero se vio a sí mismo dirigiéndose hacia la silla en lugar de alejarse. Se sentó. Sintió que debía decir algo, pero no sabía qué decir. No sabía lo que ______ esperaba. Se recostó en la silla y se echó para atrás. Se movió inquieto intentando encontrar una postura cómoda, pero no podía relajarse.
—Es una pena que no tengamos el balancín del porche —dijo ella—. Sería mucho más cómodo que estas sillas.
No era la silla lo que le hacía estar incómodo.
—¿Un balancín?
Ella asintió.
—Había uno aquí afuera. Mi padre se lo regaló a mi madre. Creo que, de todos los regalos que le hizo, ése era su favorito. Recuerdo que estaba pintado de color blanco y tenía cojines estampados. Mi madre y mi padre solían sentarse en él en las noches de verano, balanceándose cogidos de la mano como si todavía fueran novios —sonrió—. Una noche, me levanté a escondidas para coger unas galletas. Yo debía estar en la cama y les vi aquí afuera. Estaban… —se calló de pronto y se alisó la falda algo nerviosa—. Mamá estaba sentada en el regazo de papá y se estaban besando. Para mí fue toda una sorpresa. Nunca me hubiese imaginado a mis padres haciendo algo así.
Joe nunca había pensado realmente qué hacían los maridos y sus mujeres en las noches de verano, pero si estaban enamorados, probablemente debían sentarse en balancines en el porche y besarse mientras los niños dormían.
—¿Qué pasó con él?
_____ tardó en responder.
—Cuando mi madre murió, a mi padre le resultaba durísimo verlo cada noche y saber que ella ya no iba a sentarse nunca más allí. Una noche salí y le encontré con la cabeza hundida en las manos llorando. Al día siguiente, cogí el balancín y lo regalé. Quizás hice mal, pero no podía soportar verle sufrir de ese modo.
Eso también era amor, pensó Joe, el dolor y la pérdida. Se dio la vuelta y miró el jardín iluminado por la Luna. Pensó en todas las personas a las que él había amado. Todas se habían ido y el dolor de perderlas era algo que no quería volver a sentir.
Se hizo de nuevo el silencio, pero _____ no hizo intento alguno por romperlo. Joe se dio cuenta que no esperaba que le diese conversación y empezó a relajarse un poco. Se le pasó por la cabeza que igual _____ lo único que quería era exactamente lo que estaban haciendo, estar allí sentada compartiendo la tranquilidad de la noche con él. De algún modo, conforme el silencio se alargaba, Joe empezó a sentir que era incluso agradable.
—Se está haciendo tarde.
La suave voz de _____ rompió esa agradable tranquilidad. Él no se movió, pero sus músculos se tensaron. Sabía lo que estaba diciendo, con el rabillo del ojo vio que se estrujaba nerviosamente la falda con la mano, arrugando la gastada tela azul.
—Es hora de irse a la cama —añadió levantándose.
Joe no estaba preparado para la avalancha de emociones que esas palabras le provocaron, la repentina e irresistible necesidad de ella y la necesidad de abrazarla, apretarla contra él, protegerla de cualquier peligro que hubiera en el mundo. Pero cuando volviesen las pesadillas, ¿quién le protegería a ella de él?
—Buenas noches —dijo él con voz neutra sin mirarla—. Que duermas bien.
_______ vaciló moviéndose incómoda junto a su silla.
—¿No subes?
Joe se acordó de la noche de Monroe, de cómo se había quedado dormido con ______ entre sus brazos, un sueño sin pesadillas ni fantasmas del pasado, sin demonios que lo acechasen. Pero podían volver y no podía estar con ella cuando eso ocurriese.
—No.
_____ siguió sin irse.
—Joe, quiero que vengas arriba conmigo.
Puso una mano sobre su hombro y él se puso rígido.
—No puedo —dijo—. Lo siento.
Cerró los ojos y respiró profundamente, a la espera. Pareció transcurrir una eternidad hasta que _____ apretó la mano ligeramente y después le soltó, alejándose para entrar en casa.
Joe recordaba vívidamente la noche en Monroe, cada botón que había desabrochado, cada curva de su cuerpo, cada uno de sus gemidos de placer, su pérdida completa de control. Recordaba haberse quedado dormido y haber despertado con su aroma, sintiéndola; un placer casi tan grande como hacerle el amor. Había una paz en todo ello que no había experimentado desde niño y que pensó que nunca volvería a encontrar.
Pero la paz era una ilusión y no duraría. Sus pesadillas volverían cuando su lado oscuro emergiese sin previo aviso, entre gruñidos y furia, bañado en sudor y chillando, o peor aún, suplicando piedad, patético y roto. Ella había vislumbrado algo de ese otro hombre y él sabía que le había asustado. Incluso podría hacerle daño, golpearla en medio de la oscuridad al no saber dónde estaba, al no poder reconocerla, al no poder separar el presente del pasado.
Se la imaginó arriba en su habitación, tumbada en la cama con el cabello suelto sobre la almohada, con el camisón de botones perlados alrededor de sus piernas, sin nada más debajo de la delicada tela, excepto su suavidad y su calidez. Se sintió presa del deseo, un deseo hambriento, ardiente y desesperado.
Era insoportable desearla con tanta intensidad, impensable necesitarla con ese anhelo tan desesperado, peligroso creer que de algún modo ella conseguía mantener alejados sus demonios. No quería necesitarla, porque la necesidad creaba dependencia. No podía confiar en ella, porque en la confianza anidaba la traición. Era mejor no ver el paraíso antes que verlo un instante, poder asirlo y después perderlo.
Se fue a su habitación y durmió con sus demonios para despertarse solo.
El lunes fue el primer día de colegio, y como todas las mañanas del primer día de colegio que había vivido _____ con anterioridad, resultó ser una prueba para ella. Carrie no quería llevar esos tontos lazos en el pelo y odiaba su uniforme escolar porque tenía un volante fruncido. Miranda estaba llorando porque al darse cuenta de que su madre no estaría con ella, toda su ilusión por ir al colegio se había desvanecido. Becky se quejaba porque decía que no era adecuado ofrecerle a la señorita Sheridan como regalo en el primer día de colegio otra vez tres tarros de melocotón en almíbar. Joe no resultó ser de ninguna ayuda. Se escabulló por la puerta de atrás a mitad del desayuno, justo en el momento en que Miranda vomitó. Era evidente que los jaleos domésticos eran todavía algo extraño para él. _____ vio cómo se marchaba y se preguntó si siempre sería así.
Cuando llegó Oren para llevarse a las niñas al colegio junto con sus chicos, _____ sintió un enorme alivio al verlas marchar. Entró en la cocina, donde parecía que había pasado la Armada de la Unión, se remangó y empezó a recoger el desastre.
Le bastaron treinta minutos, el tiempo suficiente para fregar todos los platos del desayuno, y de pronto se dio cuenta de que, por primera vez en muchos años, estaba completamente sola en casa. Miranda siempre había estado en casa con ella y eso había hecho más fácil el primer día de colegio de Becky y Carrie. Pero aquel día Miranda ya se había ido al colegio con ellas y no estaba en casa agarrada a sus faldas y reclamando atención.
Se sentó en una de las sillas de la cocina y de pronto se sintió muy sola. La casa estaba tan silenciosa. Echaba de menos a su niña.
Chester se puso a su lado y le acarició la mano con el hocico, indicándole que él también echaba de menos a Miranda. ______ le dio una palmadita en la cabeza, se apartó una lágrima solitaria de la mejilla con gesto impaciente y se dijo a sí misma que no debía ser tan boba. Tenía montañas de ropa que lavar y quedarse ahí sentada no iba a solucionar nada.
Pero en lugar de ponerse manos a la obra, tal como debía, puso el codo en la mesa, apoyó la mejilla en su mano y se quedó mirando fijamente y con desolación la cocina vacía.
Se preguntó qué estaría haciendo Joe. Probablemente evitarla. No podía culparle por ello. Nunca había querido atarse a una granja y a una familia ya hecha. Sólo se había casado con ella por obligación. Pensó melancólicamente en aquella noche en Monroe, cómo por un breve instante él le había dejado entrar en su solitaria vida y el precio que había tenido que pagar por ello.
Sintió una profunda desolación al pensar que tendría que pasar su vida amándole y que no la amaba, que no la quería, que incluso podría odiarla por lo que había estado obligado a hacer. ______ sabía que podía despertarse cualquier día y encontrar que se había marchado.
Miró hacia el techo y confesó su mayor temor al único que sabía que la estaba escuchando.
—¿Cómo hago para que olvide el pasado? —susurró—. Le quiero tanto, pero me temo que no es suficiente.
Sabía que lo único que podía hacer era seguir amándole y esperar lo mejor. No iba a ir con pies de plomo, o a preocuparse por lo que pudiera pasar, o hundirse en la autocompasión. Se levantó de la mesa y se puso a trabajar.
Al mediodía, la colada colgaba del tendedero, había regado el jardín y en el fuego ardía una cazuela con sopa de verduras. Puso una bandeja de pan de maíz en el horno y fue a buscar a Joe para decirle que la comida estaba lista. Pero no le encontró en el jardín ni en ninguno de los edificios que rodeaban la casa y se quedó preguntándose dónde habría ido.
Pero no siguió buscándole. Cuando se sentía agobiado, se retiraba a una distancia prudencial para estar solo. Era su forma de actuar, y ella no iba a ir persiguiéndole. Comió sola, planchó y procuró no pensar en lo silenciosa y vacía que estaba la casa.
A media tarde, ya no podía soportar la tranquilidad por más tiempo. Fue de nuevo en busca de Joe. En esa ocasión le resultó mucho más fácil encontrarle. Estaba en la vieja cabaña donde Nate guardaba las herramientas, buscando entre sus cosas. Levantó la vista cuando ella entró en la caseta polvorienta y oscura.
—Te has quedado sin comer —le dijo procurando que su voz sonase indiferente. Se preguntó dónde había estado, cómo había pasado el día, pero no le interrogó.
—¿Tienes hambre? —le preguntó.
Él negó con la cabeza.
—Gracias, pero ya se ha hecho tarde. Me esperaré a la cena —cogió un cubo roñoso y señaló un montón de trastos viejos sin usar en un rincón—. ¿Te importa si utilizo algo de eso?
—Claro que no. No tienes que pedirme permiso, Joe —dijo con voz tranquila—. Ahora ésta también es tu casa.
Joe apretó los labios y se dio la vuelta arrodillándose para hurgar entre un montón de herramientas. —Sí, supongo que así es.
No parecía feliz al decirlo, pero ¿qué podía esperar? Para evitar que sus pensamientos siguiesen un doloroso curso, cambió de tema.
—¿Qué es lo que vas a hacer con esos trastos?
—No lo sé. Pero es una pena dejarlos aquí esperando que las termitas los devoren. —Hizo una pausa y levantó la vista para mirarla—. Mientras arreglaba el tejado, noté que me sentaba bien volver a tener un martillo en la mano. Hacía mucho tiempo que no trabajaba la madera.
—¿Es eso lo que hacías en Irlanda?
Él asintió.
—Empecé a trabajar como aprendiz de carpintero con dieciséis años.
______ se apoyó en la pared de la cabaña cubierta de polvo de Nate junto a la puerta mientras Joe seguía rebuscando entre el contenido de una caja.
—¿Lo dejaste para ser boxeador?
—No —contestó poniéndose en pie y levantando la caja. La colocó junto a _____ en un banco de trabajo—. Lo dejé para ser un rebelde —dijo sacando una lija de la caja para examinarla de cerca—. Un feniano, una pesadilla constante para el Imperio británico.
Ella recordó sus amargas palabras cuando estaba borracho dos noches atrás, y supo por la mirada irónica que él le lanzó que Joe también se acordaba. Pero no tenía ninguna intención de entrar en el tema del alcohol, bajo ningún concepto, en aquel momento.
—Feniano —repitió despacio. Era una extraña palabra—. ¿Tiene que ver con algún tipo de sociedad secreta?
—Sí. La Hermandad Republicana Irlandesa —dejó la lija de nuevo en la caja—. Tu hombre tenía buenas herramientas.
Sus palabras le resultaron tan graciosas que sin poder evitarlo rompió a reír.
Joe la miró extrañado.
—¿He dicho algo divertido?
_______ se tapó la boca con la mano y sacudió la cabeza riéndose y sin poder hablar.
—Nate tenía casi setenta años —dijo finalmente—. Era negro como el carbón, con una larga y rala barba blanca, y tenía los dientes amarillos de mascar tabaco —puso cara de asco—. Una costumbre asquerosa. Era un viejo entrañable, pero no era ni por asomo «mi hombre» como tú dices.
—Es una forma de hablar, cielo. En Irlanda decimos «tu hombre» para referirnos a alguien que conoces, o a alguien que acabas de conocer, o incluso a un extraño que se te presenta. De hecho —añadió sonriendo— ahora que lo pienso, puedes usarlo para referirte prácticamente a todo el mundo.
—Es curioso cómo la gente utiliza las palabras de forma diferente, ¿verdad?
—Bueno, los irlandeses tienen fama de usar expresiones que los demás encuentran divertidas.
—¿Como cuáles?
—Si me encuentro con alguien que no he visto en mucho tiempo, probablemente le diré algo como: «Pero mira, Daniel O'Shea, ¿eres el mismo?»
Ella sonrió.
—Bueno, aquí también decimos cosas que los yanquis encuentran raras.
—Esa es una de ellas.
—¿El qué?
—En Irlanda todos los americanos son yanquis.
______ irguió la cabeza.
—Yo no soy una yanqui. Llamarme algo así puede ser el principio de una pelea.
—Me acordaré de eso —le dijo sonriendo maliciosamente—. O tendré que seguir agachándome para esquivar tus lanzamientos de huevos.
Y así, de pronto, estaban riéndose los dos. Ella le miró y se acordó de lo que había pasado después de los huevos. Poco a poco la risa se fue desvaneciendo.
_______ sintió un extraño hormigueo por todo el cuerpo. Él se acercó tan sólo unos milímetros y ella se dio cuenta de que iba a besarle. Se acercó hacia él.
—¡Papá! ¡Mamá! ¿Dónde estáis?
La voz de Miranda les hizo dar un salto hacia atrás a ambos. Pero ninguno de los dos apartó la mirada. _____ se pasó la lengua por los labios secos y vio que Joe le observaba.
—Las niñas están en casa —dijo.
—Ya me he dado cuenta —contestó él secamente.
—¿Papá? ¿Mamá? ¿Dónde estáis?
______, que llevaba todo el día añorando a las niñas, se sintió casi molesta por la intromisión. Salió por la puerta de la caseta y miró hacia la casa. Becky y Carrie se acercaban por las escaleras del porche y Miranda les había tomado la delantera.
—¡Estamos aquí! —llamó saludándolas con la mano. También saludó a Oren y a sus cuatro niños en edades escolares mientras éste daba la vuelta al carromato para irse a su casa.
Miranda llegó volando a la caseta y _____ sonrió abriéndole los brazos. Pero la niña pasó de largo, le saludó con un mero «hola, mamá» y entró en la cabaña corriendo buscando a Joe.
_______ se dio la vuelta y desde el marco de la puerta observó sorprendida y algo divertida cómo Joe tomaba a la niña en sus brazos.
—¡Mira, papá! —dijo excitada, sujetando un pedazo de papel en una mano y rodeando a Joe por el cuello con el otro brazo—. Mira lo que he dibujado en la escuela. Es un canguro. Viven en Australia. Me lo ha dicho la señorita Sheridan.
¿Papá? ______ estaba demasiado sorprendida como para sentirse herida por la falta de atención. Miranda le había llamado papá y a Joe no parecía importarle. De hecho, ni siquiera parecía sorprendido.
Él observó el dibujo.
—Desde luego, pequeña. Sí, es un canguro. Es un dibujo fantástico. Creo que tendremos que enmarcarlo y colgarlo en alguna pared de la casa —miró a _____— ¿no crees?
—Por supuesto —contestó ella riendo, apartando la cabeza para disimular y contener otro arrebato de llanto. Pero esta vez no eran lágrimas de melancolía.
Carrie fue la siguiente en llegar e inmediatamente requirió la atención del padre, mostrándole su dibujo de un castillo y explicándole para qué servía un parapeto.
Becky llegó la última. Le mostró a joe un intrincado mapa de Irlanda que había dibujado con todos los condados y sus principales ciudades. Él le leyó en voz alta los nombres tan poco familiares para ella: Sligo, Leitrim, Donegal…
A través de sus ojos borrosos, _____ observó a sus hijas clamando la atención de Joe y por primera vez tuvo esperanzas sobre su matrimonio. Fue junto a ellos y echó un vistazo a los dibujos que habían hecho sus hijas. Después de alabarlos hasta la saciedad, dijo:
—Hay galletas en la cocina. —Las tres salieron corriendo de la cabaña—. Sólo dos cada una o no cenaréis. Y dejad las fiambreras de la comida —les gritó.
Volvió su atención hacia Joe, que sostenía el dibujo de Miranda en la mano y lo estaba estudiando.
—¿Un canguro? —le preguntó dubitativo mirándola.
______ se acercó para mirar de nuevo el dibujo y después le dio la vuelta a la hoja de papel.
—Definitivamente, es un canguro.
A la mañana siguiente, Joe se despertó con el ruido presuroso de pasos en el piso de arriba. Eran las niñas preparándose para ir al colegio. Luego de vestirse, fue a cortar leña para ______, la llevó a la cocina y encendió el fuego. Después cogió el cubo que había colgado de la pared y fue a ordeñar la vaca, pues ______ estaba demasiado ocupada ayudando a las niñas a prepararse. Creía que necesitaría algo de ayuda en sus tareas.
Ella lo encontró en el establo. Joe levantó la vista cuando ella entró y se fijó en su expresión desconcertada.
—Estás ordeñando la vaca —dijo.
—No tienes por qué estar tan sorprendida. Sé cómo hacerlo —sacó el cubo lleno de debajo de Princess, se puso en pie, dejó a un lado el taburete para ordeñar y le tendió el cubo de leche a _______. Ella lo cogió, pero lo siguió mirando como si fuese lo último que esperase haber visto en su vida. Joe notó que la cara de _____ se iluminaba con una radiante sonrisa.
De pronto se sintió incómodo. No quería que se sintiese tan encantada con aquel gesto.
—He pensado que necesitarías algo de ayuda por la mañana ahora que las niñas van a la escuela —explicó apartando la vista. Señaló el saco de pienso para los pollos en el rincón—. Si te parece, me ocuparé también de dar de comer a las gallinas.
—Gracias —dijo ella dirigiéndose a la puerta con el cubo de leche en la mano. En la puerta se detuvo y se dio la vuelta—. ¿Joe?
—¿Sí?
—Si me traes los huevos, prepararé el desayuno. Tengo pan fresco en el horno esta mañana.
Desapareció por la puerta antes de que él pudiera responder, pero sus palabras aliviaron la tensión de Joe, que fue sustituida por una sensación de satisfacción.
A partir de aquella mañana, se estableció una rutina en la casa. Mientras _____ ayudaba a las niñas a prepararse para ir a la escuela, Conor se ocupaba de las tareas matinales. Cuando le llevaba la leche y los huevos, ______ preparaba el desayuno mientras él se bañaba y se afeitaba con el agua que ella le había calentado previamente. Después del desayuno, las niñas se iban a la escuela y los dos se dedicaban a hacer sus tareas. Con un tácito acuerdo, dividieron el trabajo en dos partes diferenciadas: mientras ______ se ocupaba de las tareas de la casa, Joe lo hacía de todo el trabajo exterior y de todo lo que requiriese una escalera.
Para su sorpresa, descubrió que la rutina que iba definiendo sus días no le resultaba agobiante. Era libre de decidir cómo pasar el día, podía hacer el trabajo que le apeteciese y le resultaba estimulante. En lugar de sentirse agobiado, empezó a sentirse bastante satisfecho cuando trabajaba duramente y se mantenía ocupado durante todo el día, cuando llegaban las niñas por la tarde y le explicaban lo que habían aprendido ese día, cuando se sentaba a cenar y les oía bendecir la mesa, cuando en el frescor de la noche se sentaba junto a _______ en la incómoda silla del porche trasero y disfrutaba de la quietud y la serenidad.
El reverendo Allen tuvo la amabilidad de acompañar a Alice a casa, puesto que parecía que su marido se había olvidado de ella.
Ella sabía por qué, por supuesto. ______ Maitland.
Alice invitó al reverendo a tomar el té, pero afortunadamente el hombre no aceptó la invitación. Ella subió a su habitación y argumentó que tenía un terrible dolor de cabeza para retirarse ante la posibilidad de tener visitas. Quería estar sola para pensar.
Nick siempre había estado enamorado de ______. Alice lo sabía. Lo había sabido desde el primer día que llegó a aquel pueblo perdido, desde la primera vez que había visto a aquella mujer con su desgastado vestido de algodón marrón entrar en el colmado que Nickhabía comprado con el dinero de su padre. Lo había sabido por la forma en que su marido la miró, con furia y dolor. Y hambre. El hecho de que ______ fuese ahora una mujer casada no cambiaba nada.
Durante ocho años de matrimonio, Alice había podido averiguar muy poco, porque su marido hablaba poco de su pasado, pero sabía que su marido quería construir un imperio sólo por una razón: para demostrar su valía a todos. Para humillar a todos aquellos que en su día le habían mirado por encima del hombro, incluyendo la mujer para la que nunca había sido suficiente.
Alice se dejó caer en el borde de la cama y se quitó el sombrero con gesto de agotamiento. Se abanicó con el sombrero de paja y recordó melancólicamente la fresca brisa de Newport, lo maravilloso que había sido visitar a sus amigos y poder ir de compras por las elegantes tiendas. Miró por la ventana el campo ondulado, que parecía extenderse de manera interminable en la distancia. Sintió como si estuviese lejos de cualquier sitio. Apenas llevaba en Luisiana veinticuatro horas y ya sentía una terrible añoranza de casa.
¿Por qué, por qué, por qué quería Nickconstruir allí su imperio? Cuando le conoció, había hablado de Luisiana como si lo odiase. Cuando se casó con él, ella dio por supuesto que su padre le metería en la naviera, o en la fábrica textil, o en cualquiera de los negocios que poseía. Nunca pensó que entre los dos pondrían en marcha un proyecto que la acabase mandando tan lejos de su casa.
Hubiese deseado dejarlo sin más. Dejarlo con su nueva Atlanta, su vía de ferrocarril y sus recuerdos de _____ Maitland. Pero no podía. Sabía que sus infantiles alardes y sus maneras agresivas sólo eran una forma de disfrazar una vida entera sintiéndose inferior. Ella lo quería. Pero deseaba irse a casa.
Su padre estaría con ellos la semana siguiente. Quería controlar los planos del ferrocarril y estudiar la ruta que se pensaba seguir. Alice sabía que se le estaba agotando la paciencia con aquel proyecto, gracias en parte a la semilla de la duda que ella misma había plantado en él durante las semanas que habían pasado juntos en Nueva York y en Newport, gracias a las sutiles indirectas que ella misma había lanzado a los inversores durante las fiestas y las reuniones. Sólo cabía esperar que sus esfuerzos no hubieran sido en vano. Si Nick no conseguía hacerse con la tierra de ___________ para cuando su padre llegase, si su padre finalmente comprobaba lo desgraciada que era allí, y si sus indirectas habían alterado suficientemente a los inversores como para que presionasen, su padre abandonaría al fin aquel ridículo proyecto.
Alice miró fijamente por la ventana los campos de algodón de Nickque para ella no eran más que una vasta tierra baldía de color blanco y confió en que se cumpliesen sus deseos.
Después de la comida del domingo, Joe pasó la tarde poniendo el cristal de las ventanas que ______ había comprado en Monroe. Ella y las niñas fueron al melocotonar a recoger los últimos melocotones, aquellos que habían estado demasiado verdes unos días atrás. Bastante antes de ponerse el sol, Joe acabó con la ventana, y cuando entró en la cocina, encontró a _______ y a las niñas rodeadas de cestos de fruta y de tarros de cristal. El aire estaba impregnado de aroma a melocotones, clavo y canela.
Le habría gustado darse la vuelta y salir de la cocina, pero las niñas tenían otros planes. Inmediatamente le cogieron para que les ayudase. Miró a _______, pero ella no dijo nada, así que decidió quedarse. Resultó especialmente útil para transportar cubos llenos de agua desde el pozo y para colocar los tarros llenos en las estanterías más altas de la despensa.
Cuando ya no le necesitaban, se quedó sentado en la mesa observando intrigado. _______ parecía tener el proceso orquestado como si fuese una fábrica y las niñas entrenadas como si fueran trabajadoras en cadena. Miranda lavaba y secaba los tarros; Becky pelaba la fruta, quitaba el hueso y la partía; Carrie llenaba los tarros que había sobre la mesa con los trozos de fruta y después les echaba almíbar, mientras ______ rellenaba el resto de tarros con el resultado. Después cerraba cada tarro con una tapa metálica y los metía dentro de dos gigantescos recipientes con agua que se ponían al fuego para hervir. Mientras tanto, se preparaba otra tanda.
Cuando el último tarro estuvo sellado y metido en el agua, ______ y Becky prepararon una rápida cena mientras Joe les contaba a Carrie y a Miranda algunos de sus increíbles cuentos irlandeses poniendo una cara tan seria como la de un jugador de póquer que hubiera apostado cincuenta dólares en la mesa sin tener una buena baza. Las dos niñas no se perdían ni una sola palabra, tal como lo había hecho el propio Joe cuando era niño y le contaban historias. Para cuando acabaron de cenar, les había convencido completamente de que los duendes existían.
Querían otro cuento, pero _______ anunció que era la hora del baño y de prepararse para ir a la cama. La madre levantó las manos para detener el aluvión de protestas que sabía que iba a seguir.
—Kate me ha dicho hoy en la iglesia, que ayer por la noche no os bañasteis como debíais —dijo— y mañana empezáis la escuela, así que todas arriba. Luego tendréis otro cuento.
Las niñas salieron de la cocina en tropel y _____ miró a Joe:
—Les contarás otro cuento, ¿verdad? —le preguntó vacilante.
—Sí, si quieren.
Sorprendentemente, ella le sonrió. Después cogió una tetera con agua hirviendo del fuego y subió arriba. Joe fue a su habitación y cogió un puro de su bolsa. Luego arrastró una silla de la cocina hasta el porche de atrás y se sentó.
Hacía una noche serena y cálida y la luna llena iluminaba el jardín. Las luciérnagas —las niñas las llamaban gusanos de luz— brillaban de vez en cuando. Se oían los grillos y el croar de las ranas, un coro que en su día había odiado, pero al que debía haberse acostumbrado, porque ya casi ni lo oía.
A través de la ventana abierta de arriba podía oír a Carrie y a Miranda discutiendo por el jabón. Suponía que sería siempre de aquel modo en las noches que tocase baño.
Apoyó la cabeza contra la pared y cerró los ojos sonriendo. _______
aguantó la pelea durante unos diez segundos.
—No quiero oíros a ninguna de las dos otra vez —dijo al final— o vais directamente a la cama y os quedáis sin el cuento de Joe.
La pelea cesó al instante. Él no se había dado cuenta de que sus historias tenían tanto valor.
Miranda fue la primera que bajó de nuevo, descalza y vestida ya para irse a la cama, con el pelo húmedo por el baño. Chester, su sombra, bajó justo detrás de ella.
Se acurrucó en el regazo de Joe y le rodeó el cuello con el brazo, observándole con expresión solemne. Al cabo de un momento, la niña frunció el ceño como si estuviese pensando algo muy importante.
—¿Qué es lo que estás pensando, mó paisté? —le preguntó, apartándole un húmedo mechón de pelo de la frente.
Miranda ladeó la cabeza.
—Como te has casado con mamá, ¿quiere eso decir que te podemos llamar papá a partir de ahora?
Apartó la mano de su cabello y sintió que iba a sufrir un ataque de pánico. El matrimonio era una farsa y él no era su padre, pero miró a los ojos de la niña y, aunque hubiera querido, no pudo decirle que no.
—Si quieres…
Ella sonrió encantada y acomodó la cabeza bajo su barbilla.
—Cuéntame otra historia sobre duendes —le ordenó.
—Creo que tenemos que esperar a tus hermanas —dijo, pero apenas había terminado la frase, apareció Carrie. Por la cara de desilusión de la chiquilla, se dio cuenta de que Miranda le debía haber arrebatado el sitio de honor, así que, con un suspiro de resignación, movió a la niña para que se sentase en una de sus rodillas.
—Venga.
Carrie se instaló felizmente en la otra rodilla de Joe y así los encontró _____. Se detuvo junto a la puerta mirándolos algo divertida.
Joe se acordó de la noche en que ______ llegó y encontró a las niñas acurrucadas contra él profundamente dormidas, pero en ese momento no le resultó tan embarazoso.
—¿Becky no baja? —le preguntó.
_____ sonrió abiertamente.
—Me acaba de informar de que ya tiene catorce años y ya es demasiado mayor para que le cuenten cuentos antes de irse a dormir. —Llevó una silla de la cocina al porche y la colocó junto a Joe—. Sin embargo, yo no. Puedes empezar.
En aquella ocasión, él pudo contar la historia de Cuchulain y la corte de Emer sin que la audiencia se quedase dormida, cerrando el cuento con las palabras siguientes:
—Así fue cómo Emer fue cortejada como deseaba, y así fue cómo Cuchulain logró su mano y la convirtió en su reina. Vivieron felices para siempre —añadió. No era realmente cierto, pero no creía que las legendarias infidelidades de Cuchulain fuesen muy apropiadas como cuentos para niñas pequeñas.
Querían otro cuento, claro está, pero _____ se opuso.
—Es hora de irse a la cama —dijo con firmeza, y se levantó—. Mañana es el primer día de colegio. Venga.
Las niñas se bajaron del regazo de _____ a regañadientes y siguieron a su madre dentro de casa.
Él oyó la voz frustrada de Carrie.
—No entiendo por qué tenemos que irnos tan pronto a la cama. Ni siquiera tengo sueño. Me quedaré allí tumbada sin poder dormir en lugar de escuchar otra estupenda historia.
Joe sonrió. Carrie siempre tenía un razonamiento lógico e inteligente para salirse con la suya. Con su madre no le funcionaba, pero ella no dejaba de intentarlo.
De pronto, oyó el sonido de pasos rápidos y Miranda volvió hasta él. Se detuvo junto a su silla.
—Se me ha olvidado decirte buenas noches —dijo sin aliento—. Buenas noches, papá.
Se puso de puntillas y le plantó un beso en la mejilla. Después se dio la vuelta y salió corriendo hacia dentro, dejando a Joe reponiéndose del impacto de aquella simple palabra. Llevaba implícita una carga de responsabilidades para las que él no estaba preparado. Lo que le había dicho a _____ dos noches atrás era la pura verdad. No sabía cómo ejercer de padre.
Se sintió de pronto inquieto y se puso en pie saliendo del porche. Sacó su puro y lo encendió. Cruzó el jardín y caminó entre los destartalados edificios que se veían de un gris plateado iluminados por la Luna.
«Papá.»
Otro hombre se habría sentido halagado, incluso encantado con la idea. Pero no Joe. Él estaba asustado. Qué irónico resultaba que las palabras de una niña pudieran despertar en él más miedo que todas las balas, las cárceles y el dolor al que se había enfrentado. Le invadió la desesperada necesidad de huir, pero no podía huir, era demasiado tarde. Era un padre.
Quizás debía empezar a pensar en el futuro, pero no podía. No podía pensar en el inacabable paso de los días, los meses y los años que le aguardaban. No podía aceptar la idea de que quedarse allí era para bien, de que no podía marchar, de que nunca encontraría paz. Lo único que podía hacer era lo que siempre había hecho. Enfrentarse a los días, uno a uno.
Cuando volvió a la casa, ______ estaba en el porche. Ella lo observó mientras atravesaba el jardín. Joe se detuvo al pie de las escaleras, tiró al suelo la colilla de su cigarro y lo aplastó con la bota.
—He ido a dar un paseo.
—Hace buena noche —le señaló la silla junto a ella—. Siéntate un momento conmigo.
No quería, pero se vio a sí mismo dirigiéndose hacia la silla en lugar de alejarse. Se sentó. Sintió que debía decir algo, pero no sabía qué decir. No sabía lo que ______ esperaba. Se recostó en la silla y se echó para atrás. Se movió inquieto intentando encontrar una postura cómoda, pero no podía relajarse.
—Es una pena que no tengamos el balancín del porche —dijo ella—. Sería mucho más cómodo que estas sillas.
No era la silla lo que le hacía estar incómodo.
—¿Un balancín?
Ella asintió.
—Había uno aquí afuera. Mi padre se lo regaló a mi madre. Creo que, de todos los regalos que le hizo, ése era su favorito. Recuerdo que estaba pintado de color blanco y tenía cojines estampados. Mi madre y mi padre solían sentarse en él en las noches de verano, balanceándose cogidos de la mano como si todavía fueran novios —sonrió—. Una noche, me levanté a escondidas para coger unas galletas. Yo debía estar en la cama y les vi aquí afuera. Estaban… —se calló de pronto y se alisó la falda algo nerviosa—. Mamá estaba sentada en el regazo de papá y se estaban besando. Para mí fue toda una sorpresa. Nunca me hubiese imaginado a mis padres haciendo algo así.
Joe nunca había pensado realmente qué hacían los maridos y sus mujeres en las noches de verano, pero si estaban enamorados, probablemente debían sentarse en balancines en el porche y besarse mientras los niños dormían.
—¿Qué pasó con él?
_____ tardó en responder.
—Cuando mi madre murió, a mi padre le resultaba durísimo verlo cada noche y saber que ella ya no iba a sentarse nunca más allí. Una noche salí y le encontré con la cabeza hundida en las manos llorando. Al día siguiente, cogí el balancín y lo regalé. Quizás hice mal, pero no podía soportar verle sufrir de ese modo.
Eso también era amor, pensó Joe, el dolor y la pérdida. Se dio la vuelta y miró el jardín iluminado por la Luna. Pensó en todas las personas a las que él había amado. Todas se habían ido y el dolor de perderlas era algo que no quería volver a sentir.
Se hizo de nuevo el silencio, pero _____ no hizo intento alguno por romperlo. Joe se dio cuenta que no esperaba que le diese conversación y empezó a relajarse un poco. Se le pasó por la cabeza que igual _____ lo único que quería era exactamente lo que estaban haciendo, estar allí sentada compartiendo la tranquilidad de la noche con él. De algún modo, conforme el silencio se alargaba, Joe empezó a sentir que era incluso agradable.
—Se está haciendo tarde.
La suave voz de _____ rompió esa agradable tranquilidad. Él no se movió, pero sus músculos se tensaron. Sabía lo que estaba diciendo, con el rabillo del ojo vio que se estrujaba nerviosamente la falda con la mano, arrugando la gastada tela azul.
—Es hora de irse a la cama —añadió levantándose.
Joe no estaba preparado para la avalancha de emociones que esas palabras le provocaron, la repentina e irresistible necesidad de ella y la necesidad de abrazarla, apretarla contra él, protegerla de cualquier peligro que hubiera en el mundo. Pero cuando volviesen las pesadillas, ¿quién le protegería a ella de él?
—Buenas noches —dijo él con voz neutra sin mirarla—. Que duermas bien.
_______ vaciló moviéndose incómoda junto a su silla.
—¿No subes?
Joe se acordó de la noche de Monroe, de cómo se había quedado dormido con ______ entre sus brazos, un sueño sin pesadillas ni fantasmas del pasado, sin demonios que lo acechasen. Pero podían volver y no podía estar con ella cuando eso ocurriese.
—No.
_____ siguió sin irse.
—Joe, quiero que vengas arriba conmigo.
Puso una mano sobre su hombro y él se puso rígido.
—No puedo —dijo—. Lo siento.
Cerró los ojos y respiró profundamente, a la espera. Pareció transcurrir una eternidad hasta que _____ apretó la mano ligeramente y después le soltó, alejándose para entrar en casa.
Joe recordaba vívidamente la noche en Monroe, cada botón que había desabrochado, cada curva de su cuerpo, cada uno de sus gemidos de placer, su pérdida completa de control. Recordaba haberse quedado dormido y haber despertado con su aroma, sintiéndola; un placer casi tan grande como hacerle el amor. Había una paz en todo ello que no había experimentado desde niño y que pensó que nunca volvería a encontrar.
Pero la paz era una ilusión y no duraría. Sus pesadillas volverían cuando su lado oscuro emergiese sin previo aviso, entre gruñidos y furia, bañado en sudor y chillando, o peor aún, suplicando piedad, patético y roto. Ella había vislumbrado algo de ese otro hombre y él sabía que le había asustado. Incluso podría hacerle daño, golpearla en medio de la oscuridad al no saber dónde estaba, al no poder reconocerla, al no poder separar el presente del pasado.
Se la imaginó arriba en su habitación, tumbada en la cama con el cabello suelto sobre la almohada, con el camisón de botones perlados alrededor de sus piernas, sin nada más debajo de la delicada tela, excepto su suavidad y su calidez. Se sintió presa del deseo, un deseo hambriento, ardiente y desesperado.
Era insoportable desearla con tanta intensidad, impensable necesitarla con ese anhelo tan desesperado, peligroso creer que de algún modo ella conseguía mantener alejados sus demonios. No quería necesitarla, porque la necesidad creaba dependencia. No podía confiar en ella, porque en la confianza anidaba la traición. Era mejor no ver el paraíso antes que verlo un instante, poder asirlo y después perderlo.
Se fue a su habitación y durmió con sus demonios para despertarse solo.
El lunes fue el primer día de colegio, y como todas las mañanas del primer día de colegio que había vivido _____ con anterioridad, resultó ser una prueba para ella. Carrie no quería llevar esos tontos lazos en el pelo y odiaba su uniforme escolar porque tenía un volante fruncido. Miranda estaba llorando porque al darse cuenta de que su madre no estaría con ella, toda su ilusión por ir al colegio se había desvanecido. Becky se quejaba porque decía que no era adecuado ofrecerle a la señorita Sheridan como regalo en el primer día de colegio otra vez tres tarros de melocotón en almíbar. Joe no resultó ser de ninguna ayuda. Se escabulló por la puerta de atrás a mitad del desayuno, justo en el momento en que Miranda vomitó. Era evidente que los jaleos domésticos eran todavía algo extraño para él. _____ vio cómo se marchaba y se preguntó si siempre sería así.
Cuando llegó Oren para llevarse a las niñas al colegio junto con sus chicos, _____ sintió un enorme alivio al verlas marchar. Entró en la cocina, donde parecía que había pasado la Armada de la Unión, se remangó y empezó a recoger el desastre.
Le bastaron treinta minutos, el tiempo suficiente para fregar todos los platos del desayuno, y de pronto se dio cuenta de que, por primera vez en muchos años, estaba completamente sola en casa. Miranda siempre había estado en casa con ella y eso había hecho más fácil el primer día de colegio de Becky y Carrie. Pero aquel día Miranda ya se había ido al colegio con ellas y no estaba en casa agarrada a sus faldas y reclamando atención.
Se sentó en una de las sillas de la cocina y de pronto se sintió muy sola. La casa estaba tan silenciosa. Echaba de menos a su niña.
Chester se puso a su lado y le acarició la mano con el hocico, indicándole que él también echaba de menos a Miranda. ______ le dio una palmadita en la cabeza, se apartó una lágrima solitaria de la mejilla con gesto impaciente y se dijo a sí misma que no debía ser tan boba. Tenía montañas de ropa que lavar y quedarse ahí sentada no iba a solucionar nada.
Pero en lugar de ponerse manos a la obra, tal como debía, puso el codo en la mesa, apoyó la mejilla en su mano y se quedó mirando fijamente y con desolación la cocina vacía.
Se preguntó qué estaría haciendo Joe. Probablemente evitarla. No podía culparle por ello. Nunca había querido atarse a una granja y a una familia ya hecha. Sólo se había casado con ella por obligación. Pensó melancólicamente en aquella noche en Monroe, cómo por un breve instante él le había dejado entrar en su solitaria vida y el precio que había tenido que pagar por ello.
Sintió una profunda desolación al pensar que tendría que pasar su vida amándole y que no la amaba, que no la quería, que incluso podría odiarla por lo que había estado obligado a hacer. ______ sabía que podía despertarse cualquier día y encontrar que se había marchado.
Miró hacia el techo y confesó su mayor temor al único que sabía que la estaba escuchando.
—¿Cómo hago para que olvide el pasado? —susurró—. Le quiero tanto, pero me temo que no es suficiente.
Sabía que lo único que podía hacer era seguir amándole y esperar lo mejor. No iba a ir con pies de plomo, o a preocuparse por lo que pudiera pasar, o hundirse en la autocompasión. Se levantó de la mesa y se puso a trabajar.
Al mediodía, la colada colgaba del tendedero, había regado el jardín y en el fuego ardía una cazuela con sopa de verduras. Puso una bandeja de pan de maíz en el horno y fue a buscar a Joe para decirle que la comida estaba lista. Pero no le encontró en el jardín ni en ninguno de los edificios que rodeaban la casa y se quedó preguntándose dónde habría ido.
Pero no siguió buscándole. Cuando se sentía agobiado, se retiraba a una distancia prudencial para estar solo. Era su forma de actuar, y ella no iba a ir persiguiéndole. Comió sola, planchó y procuró no pensar en lo silenciosa y vacía que estaba la casa.
A media tarde, ya no podía soportar la tranquilidad por más tiempo. Fue de nuevo en busca de Joe. En esa ocasión le resultó mucho más fácil encontrarle. Estaba en la vieja cabaña donde Nate guardaba las herramientas, buscando entre sus cosas. Levantó la vista cuando ella entró en la caseta polvorienta y oscura.
—Te has quedado sin comer —le dijo procurando que su voz sonase indiferente. Se preguntó dónde había estado, cómo había pasado el día, pero no le interrogó.
—¿Tienes hambre? —le preguntó.
Él negó con la cabeza.
—Gracias, pero ya se ha hecho tarde. Me esperaré a la cena —cogió un cubo roñoso y señaló un montón de trastos viejos sin usar en un rincón—. ¿Te importa si utilizo algo de eso?
—Claro que no. No tienes que pedirme permiso, Joe —dijo con voz tranquila—. Ahora ésta también es tu casa.
Joe apretó los labios y se dio la vuelta arrodillándose para hurgar entre un montón de herramientas. —Sí, supongo que así es.
No parecía feliz al decirlo, pero ¿qué podía esperar? Para evitar que sus pensamientos siguiesen un doloroso curso, cambió de tema.
—¿Qué es lo que vas a hacer con esos trastos?
—No lo sé. Pero es una pena dejarlos aquí esperando que las termitas los devoren. —Hizo una pausa y levantó la vista para mirarla—. Mientras arreglaba el tejado, noté que me sentaba bien volver a tener un martillo en la mano. Hacía mucho tiempo que no trabajaba la madera.
—¿Es eso lo que hacías en Irlanda?
Él asintió.
—Empecé a trabajar como aprendiz de carpintero con dieciséis años.
______ se apoyó en la pared de la cabaña cubierta de polvo de Nate junto a la puerta mientras Joe seguía rebuscando entre el contenido de una caja.
—¿Lo dejaste para ser boxeador?
—No —contestó poniéndose en pie y levantando la caja. La colocó junto a _____ en un banco de trabajo—. Lo dejé para ser un rebelde —dijo sacando una lija de la caja para examinarla de cerca—. Un feniano, una pesadilla constante para el Imperio británico.
Ella recordó sus amargas palabras cuando estaba borracho dos noches atrás, y supo por la mirada irónica que él le lanzó que Joe también se acordaba. Pero no tenía ninguna intención de entrar en el tema del alcohol, bajo ningún concepto, en aquel momento.
—Feniano —repitió despacio. Era una extraña palabra—. ¿Tiene que ver con algún tipo de sociedad secreta?
—Sí. La Hermandad Republicana Irlandesa —dejó la lija de nuevo en la caja—. Tu hombre tenía buenas herramientas.
Sus palabras le resultaron tan graciosas que sin poder evitarlo rompió a reír.
Joe la miró extrañado.
—¿He dicho algo divertido?
_______ se tapó la boca con la mano y sacudió la cabeza riéndose y sin poder hablar.
—Nate tenía casi setenta años —dijo finalmente—. Era negro como el carbón, con una larga y rala barba blanca, y tenía los dientes amarillos de mascar tabaco —puso cara de asco—. Una costumbre asquerosa. Era un viejo entrañable, pero no era ni por asomo «mi hombre» como tú dices.
—Es una forma de hablar, cielo. En Irlanda decimos «tu hombre» para referirnos a alguien que conoces, o a alguien que acabas de conocer, o incluso a un extraño que se te presenta. De hecho —añadió sonriendo— ahora que lo pienso, puedes usarlo para referirte prácticamente a todo el mundo.
—Es curioso cómo la gente utiliza las palabras de forma diferente, ¿verdad?
—Bueno, los irlandeses tienen fama de usar expresiones que los demás encuentran divertidas.
—¿Como cuáles?
—Si me encuentro con alguien que no he visto en mucho tiempo, probablemente le diré algo como: «Pero mira, Daniel O'Shea, ¿eres el mismo?»
Ella sonrió.
—Bueno, aquí también decimos cosas que los yanquis encuentran raras.
—Esa es una de ellas.
—¿El qué?
—En Irlanda todos los americanos son yanquis.
______ irguió la cabeza.
—Yo no soy una yanqui. Llamarme algo así puede ser el principio de una pelea.
—Me acordaré de eso —le dijo sonriendo maliciosamente—. O tendré que seguir agachándome para esquivar tus lanzamientos de huevos.
Y así, de pronto, estaban riéndose los dos. Ella le miró y se acordó de lo que había pasado después de los huevos. Poco a poco la risa se fue desvaneciendo.
_______ sintió un extraño hormigueo por todo el cuerpo. Él se acercó tan sólo unos milímetros y ella se dio cuenta de que iba a besarle. Se acercó hacia él.
—¡Papá! ¡Mamá! ¿Dónde estáis?
La voz de Miranda les hizo dar un salto hacia atrás a ambos. Pero ninguno de los dos apartó la mirada. _____ se pasó la lengua por los labios secos y vio que Joe le observaba.
—Las niñas están en casa —dijo.
—Ya me he dado cuenta —contestó él secamente.
—¿Papá? ¿Mamá? ¿Dónde estáis?
______, que llevaba todo el día añorando a las niñas, se sintió casi molesta por la intromisión. Salió por la puerta de la caseta y miró hacia la casa. Becky y Carrie se acercaban por las escaleras del porche y Miranda les había tomado la delantera.
—¡Estamos aquí! —llamó saludándolas con la mano. También saludó a Oren y a sus cuatro niños en edades escolares mientras éste daba la vuelta al carromato para irse a su casa.
Miranda llegó volando a la caseta y _____ sonrió abriéndole los brazos. Pero la niña pasó de largo, le saludó con un mero «hola, mamá» y entró en la cabaña corriendo buscando a Joe.
_______ se dio la vuelta y desde el marco de la puerta observó sorprendida y algo divertida cómo Joe tomaba a la niña en sus brazos.
—¡Mira, papá! —dijo excitada, sujetando un pedazo de papel en una mano y rodeando a Joe por el cuello con el otro brazo—. Mira lo que he dibujado en la escuela. Es un canguro. Viven en Australia. Me lo ha dicho la señorita Sheridan.
¿Papá? ______ estaba demasiado sorprendida como para sentirse herida por la falta de atención. Miranda le había llamado papá y a Joe no parecía importarle. De hecho, ni siquiera parecía sorprendido.
Él observó el dibujo.
—Desde luego, pequeña. Sí, es un canguro. Es un dibujo fantástico. Creo que tendremos que enmarcarlo y colgarlo en alguna pared de la casa —miró a _____— ¿no crees?
—Por supuesto —contestó ella riendo, apartando la cabeza para disimular y contener otro arrebato de llanto. Pero esta vez no eran lágrimas de melancolía.
Carrie fue la siguiente en llegar e inmediatamente requirió la atención del padre, mostrándole su dibujo de un castillo y explicándole para qué servía un parapeto.
Becky llegó la última. Le mostró a joe un intrincado mapa de Irlanda que había dibujado con todos los condados y sus principales ciudades. Él le leyó en voz alta los nombres tan poco familiares para ella: Sligo, Leitrim, Donegal…
A través de sus ojos borrosos, _____ observó a sus hijas clamando la atención de Joe y por primera vez tuvo esperanzas sobre su matrimonio. Fue junto a ellos y echó un vistazo a los dibujos que habían hecho sus hijas. Después de alabarlos hasta la saciedad, dijo:
—Hay galletas en la cocina. —Las tres salieron corriendo de la cabaña—. Sólo dos cada una o no cenaréis. Y dejad las fiambreras de la comida —les gritó.
Volvió su atención hacia Joe, que sostenía el dibujo de Miranda en la mano y lo estaba estudiando.
—¿Un canguro? —le preguntó dubitativo mirándola.
______ se acercó para mirar de nuevo el dibujo y después le dio la vuelta a la hoja de papel.
—Definitivamente, es un canguro.
A la mañana siguiente, Joe se despertó con el ruido presuroso de pasos en el piso de arriba. Eran las niñas preparándose para ir al colegio. Luego de vestirse, fue a cortar leña para ______, la llevó a la cocina y encendió el fuego. Después cogió el cubo que había colgado de la pared y fue a ordeñar la vaca, pues ______ estaba demasiado ocupada ayudando a las niñas a prepararse. Creía que necesitaría algo de ayuda en sus tareas.
Ella lo encontró en el establo. Joe levantó la vista cuando ella entró y se fijó en su expresión desconcertada.
—Estás ordeñando la vaca —dijo.
—No tienes por qué estar tan sorprendida. Sé cómo hacerlo —sacó el cubo lleno de debajo de Princess, se puso en pie, dejó a un lado el taburete para ordeñar y le tendió el cubo de leche a _______. Ella lo cogió, pero lo siguió mirando como si fuese lo último que esperase haber visto en su vida. Joe notó que la cara de _____ se iluminaba con una radiante sonrisa.
De pronto se sintió incómodo. No quería que se sintiese tan encantada con aquel gesto.
—He pensado que necesitarías algo de ayuda por la mañana ahora que las niñas van a la escuela —explicó apartando la vista. Señaló el saco de pienso para los pollos en el rincón—. Si te parece, me ocuparé también de dar de comer a las gallinas.
—Gracias —dijo ella dirigiéndose a la puerta con el cubo de leche en la mano. En la puerta se detuvo y se dio la vuelta—. ¿Joe?
—¿Sí?
—Si me traes los huevos, prepararé el desayuno. Tengo pan fresco en el horno esta mañana.
Desapareció por la puerta antes de que él pudiera responder, pero sus palabras aliviaron la tensión de Joe, que fue sustituida por una sensación de satisfacción.
A partir de aquella mañana, se estableció una rutina en la casa. Mientras _____ ayudaba a las niñas a prepararse para ir a la escuela, Conor se ocupaba de las tareas matinales. Cuando le llevaba la leche y los huevos, ______ preparaba el desayuno mientras él se bañaba y se afeitaba con el agua que ella le había calentado previamente. Después del desayuno, las niñas se iban a la escuela y los dos se dedicaban a hacer sus tareas. Con un tácito acuerdo, dividieron el trabajo en dos partes diferenciadas: mientras ______ se ocupaba de las tareas de la casa, Joe lo hacía de todo el trabajo exterior y de todo lo que requiriese una escalera.
Para su sorpresa, descubrió que la rutina que iba definiendo sus días no le resultaba agobiante. Era libre de decidir cómo pasar el día, podía hacer el trabajo que le apeteciese y le resultaba estimulante. En lugar de sentirse agobiado, empezó a sentirse bastante satisfecho cuando trabajaba duramente y se mantenía ocupado durante todo el día, cuando llegaban las niñas por la tarde y le explicaban lo que habían aprendido ese día, cuando se sentaba a cenar y les oía bendecir la mesa, cuando en el frescor de la noche se sentaba junto a _______ en la incómoda silla del porche trasero y disfrutaba de la quietud y la serenidad.
Suzzey
Re: "Un Lugar Para Joe"
En lo más profundo de él, algo lo llevaba hacia esos momentos con ella, como una planta que vira hacia la luz del sol. Pero no creía que pudiera durar. Y aunque una parte de él lo esperaba, lo ansiaba, otra parte se mantenía inquieta y tensa, a la espera de que todo terminase, de que todo a su alrededor se rompiera en pedazos.
Continuaba durmiendo solo y ______ no hizo ningún otro intento de cambiar la situación. Sabía que ella no entendía sus razones, pero no podía explicárselas. Había pasado la mayor parte de su vida solo y nunca había sentido el deseo de confiar en alguien. No podía hacerlo ahora. Pero había ocasiones, cuando estaban sentados en el porche el uno junto al otro, cuando la veía bajar la cabeza sobre la costura, el rostro iluminado dulcemente por la luz del candil a través de la ventana de la cocina, en que sentía el abrumador deseo de confiar en ella. Pero la vergüenza lo mantenía en silencio.
Había ocasiones también en las que lo único que quería era cogerla, llevarla escaleras arriba y hacerle el amor. Sólo la visión de su cabello al sol o el sonido de su voz cuando pronunciaba su nombre bastaban para excitarlo. Pero se acordaba de todas las mujeres que había tenido y que se habían despertado por la mañana para encontrarse con que él ya se había marchado. Y no podía tratar a ______ de aquel modo. Se merecía un hombre que durmiese junto a ella después de hacer el amor, y él no podía hacer eso.
Todavía tenía pesadillas, y avanzada la noche, cuando todo el mundo dormía en la casa, a menudo se dirigía a la cabaña de las herramientas con un candil y trabajaba algunas horas, manteniendo sus demonios a raya con un martillo y una sierra en lugar de con un saco de boxeo. Estaba haciendo algo especial y no quería pensar en la razón por la que lo estaba haciendo.
Continuaba durmiendo solo y ______ no hizo ningún otro intento de cambiar la situación. Sabía que ella no entendía sus razones, pero no podía explicárselas. Había pasado la mayor parte de su vida solo y nunca había sentido el deseo de confiar en alguien. No podía hacerlo ahora. Pero había ocasiones, cuando estaban sentados en el porche el uno junto al otro, cuando la veía bajar la cabeza sobre la costura, el rostro iluminado dulcemente por la luz del candil a través de la ventana de la cocina, en que sentía el abrumador deseo de confiar en ella. Pero la vergüenza lo mantenía en silencio.
Había ocasiones también en las que lo único que quería era cogerla, llevarla escaleras arriba y hacerle el amor. Sólo la visión de su cabello al sol o el sonido de su voz cuando pronunciaba su nombre bastaban para excitarlo. Pero se acordaba de todas las mujeres que había tenido y que se habían despertado por la mañana para encontrarse con que él ya se había marchado. Y no podía tratar a ______ de aquel modo. Se merecía un hombre que durmiese junto a ella después de hacer el amor, y él no podía hacer eso.
Todavía tenía pesadillas, y avanzada la noche, cuando todo el mundo dormía en la casa, a menudo se dirigía a la cabaña de las herramientas con un candil y trabajaba algunas horas, manteniendo sus demonios a raya con un martillo y una sierra en lugar de con un saco de boxeo. Estaba haciendo algo especial y no quería pensar en la razón por la que lo estaba haciendo.
Suzzey
Re: "Un Lugar Para Joe"
ME ENCANTARON LOS CAPITULOS OJALA QUE JOE PRONTO PUEDA DEJAR TODOS SUS MIEDOS ATRAS........ SIGUELAAAAAAAAAAA
lorenitajonas
Re: "Un Lugar Para Joe"
amo la nove enserio cada
vez esta mas linda
ja
joebedria hacer todo eso realidad levarse y hacerle eso
jajajaja
sigue porfa quiero mas
vez esta mas linda
ja
joebedria hacer todo eso realidad levarse y hacerle eso
jajajaja
sigue porfa quiero mas
andreita
Re: "Un Lugar Para Joe"
Jajaja me encantaaaaaaaa
Graciasss por subir
Wow fueron muchos caps
Las demas novelas deberian apreder de la tuya
Ok ok me calmooo
Sigeeeeee pleaseere!!
Graciasss por subir
Wow fueron muchos caps
Las demas novelas deberian apreder de la tuya
Ok ok me calmooo
Sigeeeeee pleaseere!!
Heaven.Foster
Re: "Un Lugar Para Joe"
aaaaaaaaaaaaaaaaaaiiiiii es un balancin verdad?????
porfaaaa pon otroo capiiiiisss
porfaaaa pon otroo capiiiiisss
chelis
Re: "Un Lugar Para Joe"
Definitivamente...hermoso
Pero ya es hora de que ceda con la pobre rayis
Ella lo retequecontra..ama!!!
Bueno y quien no jejejejej
Siguela plisssss
Sube cap!!!!!!
Beshitos!!!!!
Pero ya es hora de que ceda con la pobre rayis
Ella lo retequecontra..ama!!!
Bueno y quien no jejejejej
Siguela plisssss
Sube cap!!!!!!
Beshitos!!!!!
Julieta♥
Re: "Un Lugar Para Joe"
Ya empeze a leer tu nov pero no tienes el Link de la primera partejulieta_black escribió:Definitivamente...hermoso
Pero ya es hora de que ceda con la pobre rayis
Ella lo retequecontra..ama!!!
Bueno y quien no jejejejej
Siguela plisssss
Sube cap!!!!!!
Beshitos!!!!!
Suzzey
Re: "Un Lugar Para Joe"
SuzzeyMVy escribió:Ya empeze a leer tu nov pero no tienes el Link de la primera partejulieta_black escribió:Definitivamente...hermoso
Pero ya es hora de que ceda con la pobre rayis
Ella lo retequecontra..ama!!!
Bueno y quien no jejejejej
Siguela plisssss
Sube cap!!!!!!
Beshitos!!!!!
Uuupppsss si, no me habia dado cuenta
Apenes llegue a mi casa ( el miercoles) pongo el link de la primera temporada ;)
Julieta♥
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