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"Un Lugar Para Joe"
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Un Lugar Para Joe"
julieta_black escribió:A ver y de donde eres???
Yo soy de colombia
Vivo en bogota
Aunque en estos momentos
Estoy en villavicencio
Que es tierra caliente
Visitando a mis abuelos (por eso no tengo internet...por q no hay computadaor...mis abuelitos ya estan viejitos) y tios y primos
Y me quedare una semana mas
Si es una adaptación el autor es algo de Laura pero la vrd no recuerdo creo q esta al inicio de la novela y se llama un lugar para conor.
Yo soy de Mexico :3 y vivo en Monterrey y también cuando hace calor es terrible
Orita esta padre el clima ni muy caluroso /: ni muy frio :)
Última edición por SuzzeyMVy el Jue 29 Dic 2011, 11:33 am, editado 1 vez
Suzzey
Re: "Un Lugar Para Joe"
Ya acabaste en cuanto termine de comer subiré el capjulieta_black escribió:Mmmmm cuanto falta para la pagina 10!!!!!!!
Suzzey
Re: "Un Lugar Para Joe"
ESTADO: esperando cap..... jejejeje
¿A ver si pasan por mi nove y mis shot's? ;)
https://onlywn.activoforo.com/t8715-all-this-time-joe-y-tu#655224 (nove)
https://onlywn.activoforo.com/t8476-una-caida-de-amor-joe-y-tu (shot)
https://onlywn.activoforo.com/t8493-lamour-est-pour-lair-nick-j-y-tu (shot)
¿A ver si pasan por mi nove y mis shot's? ;)
https://onlywn.activoforo.com/t8715-all-this-time-joe-y-tu#655224 (nove)
https://onlywn.activoforo.com/t8476-una-caida-de-amor-joe-y-tu (shot)
https://onlywn.activoforo.com/t8493-lamour-est-pour-lair-nick-j-y-tu (shot)
mary(mariana)
Re: "Un Lugar Para Joe"
Era casi de noche cuando ______ regresó a casa. Las niñas estaban en la cocina y levantaron la vista esperanzadas al verla entrar.
—¿No ha vuelto?
—No, mamá —respondió Becky sacando del horno una barra de pan de maíz—. Ya he terminado de preparar la cena.
______ miró a Carrie y a Miranda y vio la desilusión en sus rostros.
Atravesó la habitación y rodeó a Becky con el brazo.
—Gracias, cariño. Será mejor que comamos.
Así lo hicieron y la cena transcurrió en un inusitado silencio.
Fue Miranda la que lo rompió finalmente preguntando en voz alta lo que todas estaban pensando.
—¿Ha huido de casa el señor Joe, mamá?
—¡El señor Joe no haría eso! —gritó Carrie dejando caer la cuchara dentro del guiso y mirando a su hermana indignada—. No se marcharía sin decir adiós. Sé que no lo haría.
______ alargó la mano y la apoyó con gesto de consuelo en el brazo de su hija.
—Sé que te gusta el señor JOe, pero puede que se haya marchado. Acuérdate de que ésta no es su casa.
—Deberíamos buscarlo —dijo Carrie—. A lo mejor se ha caído, puede que esté herido.
—He mirado por todas partes —contestó suavemente _____—. Además, ahora es de noche. No podemos ir a buscarlo en medio de la oscuridad. —Vio la expresión alicaída de la pequeña y añadió—: Iremos a buscarle por la mañana.
Después de cenar, acostó a las taciturnas niñas y se fue a la cocina donde puso la plancha a calentar. Podía sacar algo de trabajo y siempre había mucha plancha. Sabía que no podría dormirse todavía, no antes de que él volviese. Si es que volvía.
Qué estupidez. Mientras planchaba, pensó que probablemente estaba ya a mitad de camino hacia Shreveport y que debía estar contenta. Era un hombre que no necesitaba a nadie, que podía recoger sus cosas y seguir adelante sin mirar atrás. Además, las niñas le habían tomado demasiado cariño. Se alegraba de que se hubiera marchado.
Oyó un ruido fuera y corrió hasta la puerta con un grito de alivio. La abrió de par en par dispuesta a decirle a Joe Branigan que las había tenido muy preocupadas. Pero no había nadie. Salió y se dirigió hasta las escaleras del porche y escudriñó la oscuridad, más allá de la zona iluminada por la tenue luz que salía de la ventana de la cocina. Pero no pudo ver nada. No había regresado. Se dio la vuelta para entrar en casa, pero le llamó la atención un movimiento en la sombra. Se quedó helada cuando vio que de la oscuridad salía un hombre que se acercaba hacia la zona iluminada del porche. No era Joe.
—Buenas noches, _______ —dijo Joshua Harlan acercándosele con andares algo inestables. Puso una bota en el primer escalón, se agarró a la baranda y le sonrió. Tenía la mejilla abultada por la bola de tabaco de mascar.
______ notó un escalofrío recorriéndole la espalda al ver su sonrisa y se acordó de la advertencia de Oren de que tuviese cuidado. Todos los Harlan eran unos matones, y también sabía por su voz pastosa y sus andares tambaleantes que Joshua estaba borracho. Pero lo miró de frente acordándose de la época en que la familia de Joshua vivía al otro lado de Sugar Creek y de todas las veces en que él y sus hermanos se habían burlado de ella, le habían tirado del pelo y habían intentado intimidarla. En aquel entonces lo habían conseguido, pero no lo lograrían aquella noche.
—Buenas noches, Joshua, un poco tarde para dar un paseo, ¿no?
Él se encogió de hombros y se metió la mano en el bolsillo de los pantalones.
—Hace una buena noche, ¿no crees?
—No, no lo creo. Si quieres que te dé mi opinión, hace demasiado calor y humedad —cruzó los brazos—. ¿Qué es lo que quieres, Joshua?
Él giró la cabeza y escupió un chorro de saliva mezclada con tabaco al suelo.
— Nick estará fuera en viaje de negocios durante varias semanas, pero me ha pedido que me acerque mientras él no está y averigüe si has cambiado de opinión.
¿Cuántas veces tenía que repetir su respuesta para que la aceptaran?
—No, no he cambiado de opinión.
—También me ha dicho que está dispuesto a subir su oferta cien dólares más.
—La respuesta sigue siendo no. Dile a Nick que no importa el dinero que me ofrezca, no voy a vender mi tierra.
Joshua asintió y movió la bola de tabaco al otro lado de la boca.
—Se lo diré.
Giró levemente la cabeza y miró en dirección al melocotonar.
—¿Qué tal están tus melocotoneros últimamente?
______ se puso tensa.
—Mis melocotoneros están bien, Joshua. Díselo a Nick.
Se dio la vuelta para entrar en casa, pero no había dado ni dos pasos cuando el hombre la cogió por el brazo y la obligó a girarse:
—Ah, me alegra oírlo. Son buenos árboles y sería una pena que les ocurriese algo. Un incendio, por ejemplo.
—¡Déjame! —gritó ella intentando desasirse de él.
—Un incendio podría destrozar toda tu cosecha —insistió Joshua agarrándola más fuerte—. ¿Por qué no vendes la tierra ahora y ya está?
—He dicho que no, Joshua, y lo digo de verdad —levantó el brazo que tenía libre para golpearle, pero él le cogió por la muñeca. La acorraló contra la puerta de la casa y se acercó más.
—Creo que harías bien en aceptar la oferta de Nick, muy bien.
El olor a aguardiente y tabaco le provocaron náuseas. Apartó el rostro y por primera vez en su vida, tuvo verdadero miedo de Joshua y no sabía qué hacer.
Pero antes de que pudiese pensar en algo, se vio libre de repente. Oyó un grito de sorpresa y volvió la cabeza a tiempo para ver cómo Joe cogía a Joshua, más bajo que él, por el cuello y lo apartaba de ella.
—Creo que no le interesa, tío —dijo Joe con la mandíbula tensa, estirando el brazo de Joshua hacia atrás y retorciéndoselo—. ¿Hace falta que te explique lo que significa la palabra «no»?
Le torció aún más el brazo en la espalda y Joshua dejó escapar un grito de dolor, negando con la cabeza. ______ vio aliviada cómo Joe lo llevaba hasta el final del porche y lo acorralaba contra el pasamanos. Le cogió la camisa con la mano izquierda, y después le golpeó en medio de la cara con la derecha.
______ oyó el horrible ruido de los huesos al chocar y parpadeó. Joe levantó a Joshua por encima de la barandilla y lo lanzó al suelo. Su cuerpo hizo un ruido sordo al caer.
—Creo que estás en una propiedad privada —dijo apoyándose en la barandilla—. Ahora lárgate de aquí.
Joshua se levantó a trompicones.
—Bastardo irlandés —gimió llevándose la mano a la cara—. Me has roto la nariz.
Joe empezó a dar la vuelta a la barandilla en su busca con la intención de romperle el resto de los huesos, pero Joshua se dio la vuelta y salió disparado perdiéndose en la oscuridad.
_____ lanzó un suspiro de alivio y se dejó caer contra la puerta.
—¿Estás bien? —le preguntó Joe atravesando el porche y deteniéndose frente a ella.
—Estoy bien —contestó ella irguiéndose, pero en seguida empezó a temblar y se le doblaron las rodillas.
Joe la cogió y la atrajo hacia él para que mantuviese el equilibrio. _____ le rodeó el cuello con las manos y hundió el rostro en su pecho.
—He oído un ruido —dijo con voz ahogada—. Creía que eras tú. Pero Joshua me ha cogido y no sabía qué hacer.
Joe pensó en lo que podría haber pasado de haber llegado unos minutos más tarde y notó que la rabia volvía a apoderarse de él. La rodeó con fuerza, protector.
—¿Te ha hecho daño?
—No —dijo _____ sacudiendo la cabeza—. Estaba borracho y un poco pesado.
Él le pasó la mano por la espalda acariciándola con dulzura, y la rabia desapareció para transformarse en algo totalmente distinto e inesperado. Ternura.
—Está bien —murmuró, apoyando los labios en su cabello—. Está bien.
—Lo sé —susurró _____.
La abrazó durante un buen rato, disfrutando de la calidez de su cuerpo y de la suavidad de su cabello bajo su mandíbula. Cuando ella se apartó, Joe supo que debía dejarla marchar, pero no quería hacerlo. Tuvo que hacer un esfuerzo para bajar los brazos y dar un paso hacia atrás, liberándola.
_____ se estiró el delantal y se apartó un mechón de pelo que le caía por la cara, tan nerviosa y tímida que Joe sonrió.
—Gracias. Estoy bien —y sin mirarlo añadió en voz baja—: Pensábamos que te habías marchado.
—Lo hice.
_____ levantó el rostro.
—¿Por qué has vuelto?
No le dijo la verdad.
—No encontré a nadie que me llevase al pueblo —mintió.
—Me alegro de que hayas vuelto —murmuró ella—. Gracias.
—¿Quién era? ¿Lo conoces?
—Sí —dijo ____ suspirando.
—¿Qué quería?
Ella cruzó los brazos, pasó junto a Joe y se apoyó en la baranda mirando a la oscuridad.
—Es una larga historia.
—Precisamente estos días me sobra el tiempo. ¿Qué quería, _____?
—Quería asustarme. ¿Te lo imaginas? Joshua creyéndose que puede asustarme —se rio, pero a Joe le pareció que era una risa de inseguridad.
—¿Asustarte? —preguntó frunciendo el ceño. Atravesó el porche y le puso una mano en el hombro, haciendo que se diese la vuelta—. ¿Por qué?
—Trabaja para un hombre rico y poderoso que quiere construir una vía de ferrocarril que pase justo por aquí. Quiere mi tierra. Esta es la única tierra que no ha podido conseguir de todas las que atraviesa su ruta.
—Pero ¿querrá comprártela?
—Oh, sí —dijo ____ sonriendo irónicamente—. Me ha hecho una generosa oferta. Pero me temo que soy algo tozuda al respecto. No voy a vender. Así que está tratando de intimidarme para que venda. Estoy segura de que mandó a Joshua aquí para eso.
Joe casi sintió ganas de reírse ante la ironía. Llevaba toda su vida viendo a la gente aterrorizada, muerta de hambre, desahuciada, todo por un pedazo de tierra. Había visto a la gente trabajando duro, sin descanso, rompiéndose la espalda y el alma en sus pequeñas granjas, sólo para dejárselas a sus hijos y para que ellos siguiesen trabajándola duramente. Y había viajado hasta la otra punta del mundo sólo para ver lo mismo. ¿Es que nadie se daba cuenta de que no merecía la pena?
—Sólo es un trozo de tierra, _____.
—¡No! —gritó mirándolo y con una determinación en el rostro que él nunca le había visto antes—. No es sólo un pedazo de tierra. Es mi hogar. Mi familia ha vivido aquí durante setenta años, cinco generaciones de Monroe han nacido aquí, cinco generaciones han vertido sudor y sangre por esta tierra. Mis hermanos murieron defendiéndola. Peachtree es mi legado y mi responsabilidad.
—Pero si te están amenazando.
—Tonterías. No me echarán de mis tierras con amenazas vacías de explotadores y bribones avariciosos.
Observó la determinación de su barbilla y se preguntó cuántos rostros como el suyo había visto en su vida. Docenas, quizá centenares. Todos ellos creyendo que las raíces y los lazos familiares eran más importantes que cualquier otra cosa, todos ellos legando la tierra y las tradiciones de generación en generación, todos ellos creyendo que algún día las cosas mejorarían, si no para ellos, sí para sus hijos.
Pero Joe sabía que las cosas no mejoraban, y que no se podía luchar eternamente. Los arrendatarios eran desahuciados, las vías de ferrocarril se construían, los niños sin hogar pasaban hambre y la vida era injusta.
—Así que no te echarán de tus tierras, ¿verdad, _____? —Había un atisbo de burla en su voz—. ¿Y cómo lo conseguirás?
—Los ignoraré.
—Ah, es una brillante idea, sí. La próxima vez que ese Joshua venga por aquí, dejaré que te maltrate y observaré cómo lo ignoras.
_____ le lanzó una mirada furiosa que le indicó que no le sentaba muy bien el sarcasmo.
—Pelearé.
—¿Cómo?
—No lo sé, de alguna manera.
Joe miró su cara orgullosa y llena de determinación y se preguntó cuánto tiempo aguantaría las amenazas de esa gente. Los hombres ricos y poderosos no dejaban que una mujer se interpusiese en su camino. No tenía ni idea de con qué se enfrentaba.
Abrió la boca para decirle la amarga verdad, pero en su rostro pudo ver un atisbo del brillo de sus ideales perdidos, y no tuvo valor para decirle que los explotadores y los bribones generalmente eran los vencedores.
Joe se despertó a la mañana siguiente pensando que había sido un blando la noche anterior. Un auténtico blando. No había forma posible de que _____ pudiese enfrentarse a esos especuladores y debería habérselo dicho. Decidió hablar con ella después del desayuno. Le había explicado que aquellos hombres le habían hecho una generosa oferta por su tierra. Si la vendía, podía utilizar el dinero para comprarse otra parcela de tierra donde además hubiese una casa sin cercas deterioradas ni un tejado con goteras. Era la única solución razonable y Joe pensó que tenía la obligación de hacérselo ver a ______.
La encontró en el establo poniendo paja fresca en una de las cuadras.
Ella lo miró por encima de la valla de la cuadra.
—Buenos días.
Joe decidió ir directo al grano, así que atravesó el establo, abrió la valla y le dijo:
—¿Sigues pensando en pelear con esos hombres?
_____ se apoyó en el rastrillo que tenía en la mano y se apartó un mechón de pelo que le caía sobre la frente.
—Por supuesto.
—Confiaba en que lo hubieses pensado un poco y hubieses cambiado de opinión.
Ella movió la cabeza negativamente.
—No —contestó, y se giró volviendo a hundir el rastrillo en el montón de paja a sus pies—. ¿Por qué habría de hacerlo?
—Porque ellos tienen dinero y está claro que tú no. Porque ellos tienen poder y tú no. Porque es una batalla perdida.
—Ya te lo he dicho, éste es mi hogar. No me obligarán a dejar mi tierra.
—No estás siendo razonable.
_____ dejó de trabajar y lo miró.
—¿Qué es lo razonable? —le preguntó con suavidad—. ¿Coger el dinero y marcharme? Eso es lo que tú harías, ¿verdad?
Pensó en las innumerables veces en que había librado esa batalla consigo mismo, conociendo el curso razonable, incapaz de seguirlo, rebelándose contra él. Y siempre se había arrepentido de su rebeldía más tarde.
—Sí —dijo—. Eso es lo que yo haría.
—Bueno, yo no soy como tú —contestó ella y siguió con su tarea—. No voy a irme a ningún sitio.
—¿Y qué piensas hacer? ¿Ponerte delante de la puerta y decirles a los chicos malos que se vayan?
—No hace falta que seas sarcástico.
—¡Por el amor de Dios! —Dio un paso al frente y le quitó el rastrillo de las manos, obligándola a prestarle atención—. Esto no es una parroquia —dijo apoyando el rastrillo en un rincón de la cuadra—. El tipo que estuvo ayer aquí no venía a tomar una taza de té.
—Ya te lo dije. Conozco a Joshua de toda la vida. No me habría hecho daño. Sólo quería asustarme.
—Bien. ¿Y qué pasará si la próxima vez que viene decide asustarte un poco más? —Le vio erguir la barbilla y pensó que nunca antes había conocido mujer más exasperante—. ¿Qué vas a hacer? Es un hombre y tú una mujer. Dios, ¿te lo tengo que explicar con más detalles?
_____ se puso como la grana.
—Bueno, tú estás aquí. No podrá hacerme nada.
—Yo sólo me quedaré para ayudarte a recolectar los melocotones —le rebatió—. Después me iré. ¿Qué harás entonces?
Ella apretó los labios y no contestó.
—¿Qué harás? —preguntó de nuevo.
—¡No lo sé! —gritó ella mirándolo fijamente—. Pero no voy a dejar que Joshua Harlan me intimide.
—¿Y qué pasa con las niñas? ¿Estás dispuesta a ponerlas en peligro?
—Joshua no les hará nada a las niñas. Sólo es el matón de Nick, y Nick nunca le ordenaría hacer daño a mis hijas.
Joe oyó el nombre y se echó para atrás como si le acabasen de dar un puñetazo en el estómago.
—¿Quién?
— Nick Tyler. Él es el hombre que quiere mis tierras.
Joe se pasó la mano por el pelo.
—No, no, no —gruñó moviendo la cabeza—. Soy hombre muerto.
_____ frunció el ceño perpleja.
—¿De qué estás hablando?
Él se dio la vuelta sin prestar atención a su pregunta.
—De entre todas las estupideces y majaderías que he hecho… Nick Tyler. ¡Oh, Dios mío!
Joe pensó en el carro del granjero que lo podría haber llevado lejos de aquel lugar, y se habría querido dar a sí mismo una patada en el trasero por ser tan estúpido.
—Tendría que haber seguido mi camino.
«Si alguna vez vuelves a cruzarte en mi camino, chaval, te haré pedazos como si fueses un palo seco y servirás de pasto a las llamas.»
Apartó el recuerdo de su cabeza con frustración y violencia. El hecho de haber golpeado al matón de Nick la noche anterior haría que volviesen a darle una paliza, o algo peor. Se volvería a marchar, pero esta vez de verdad. Mantener la promesa hecha a una mujer no merecía la pena.
—¿Joe?
La suave voz de _____ irrumpió en sus tumultuosos pensamientos. Se dio la vuelta y se apoyó en uno de los laterales de la cuadra.
— Nick Tyler es el hombre que ordenó que me dieran una paliza.
—¿Qué? Por el amor de Dios, ¿por qué?
Él frunció el ceño.
—Porque fui un idiota. Un estúpido bastardo que no soporta que le digan lo que tiene que hacer.
—¿De qué estás hablando?
Joe se pasó la mano por la barbilla y dejó escapar un suspiro.
— Nick había organizado el combate contra Elroy Harlan.
—Sí, lo sé. Vi un anuncio del combate en el colmado.
— Nick financió las apuestas, era el corredor de apuestas. Cuando vio que podía perder dinero si yo ganaba, me ordenó que cayese noqueado.
—Me temo que no entiendo mucho de apuestas. ¿Qué quieres decir?
—Dejarse ganar, perder a propósito. Dejo que Elroy me dé un buen golpe, me caigo al suelo, gimo y gruño un poco para que resulte convincente. Elroy gana la pelea y Nick saca un buen tajo. Yo cobro igualmente mis veinticinco dólares y todos contentos.
—Pero eso sería hacer trampas.
Joe dejó escapar una carcajada al ver la mirada de desaprobación de _____.
—Pero ¿qué te crees, que Nick es un ciudadano respetable que nunca haría nada deshonesto?
Ella se sonrojó al ver que Joe se reía de su inocencia.
—Pero no hiciste lo que Nick quería, ¿por qué?
—Nunca se me ha dado muy bien acatar órdenes. Como te he dicho, fui un idiota. Así que los chicos de Nick decidieron darme una lección. Él mismo me dijo que si volvía a cruzarme en su camino, sería peor, mucho peor.
—¡Oh, Dios mío! —_____ se llevó las manos a la cara.
Joe asintió aprobando su expresión.
—Cuando todo lo demás falle, reza. Buena idea. Mientras estés en ello, pídele al Señor a ver si consideraría la posibilidad de dejarme salir de ésta sin que me rompan otra vez las costillas, ¿de acuerdo?
____ emitió un gemido de angustia y se dio la vuelta.
—Deberías marcharte —dijo en voz baja mirando la paja que rodeaba sus pies—. No me gustaría que te hiriesen de nuevo por mi enfrentamiento con Nick.
—______, sé razonable. Si le vendes la tierra, con el dinero podrás comprar una granja en otro sitio, una que no sea demasiado grande para que la puedas llevar tú sola. No podrás ganar de ningún modo.
Despacio, ella se giró hacia él cuadrando sus hombros e irguiendo la espalda.
—He estado rechazando las ofertas de Nick para comprar mis tierras desde hace casi cuatro años. Confío en poder seguir rechazándolas unos años más hasta que finalmente se canse de pedírmelo y abandone —dijo, y se volvió de nuevo para coger el rastrillo—. Aprecio tu consejo, señor Branigan, pero tal como has señalado claramente, te marchas y mi tierra no es de tu incumbencia.
Así que volvía a ser el señor Branigan. Joe la observó durante un rato, pero ella siguió con sus tareas como si él no estuviese allí, así que supo que la discusión había terminado.
Ella tenía razón, claro está. No era su tierra y no era asunto suyo. Lo más inteligente que podía hacer era marcharse ya.
Salió del establo y, sin pensar hacia dónde se dirigía, cogió el primer camino que encontró. ______ estaba librando una batalla perdida, pero era su elección. Si quería seguir luchando por ese pedazo de tierra, ¿quién era él para interferir?
Se imaginó cómo se enfrentaría a todo aquello sola, sin que él estuviese allí para protegerla. Sabía que la presión no haría más que crecer. Se imaginó que Joshua volvería para amenazarla, o algo peor, y la rabia que sintió al pensarlo salió a la superficie. No era asunto suyo, se dijo a sí mismo enterrando su furia. Ya había vivido suficientes causas perdidas. Se iba.
—¡Señor Joe!
La voz de Carrie interrumpió sus pensamientos. No quería ver a las niñas en aquel momento, así que se detuvo un instante y después siguió caminando como si no hubiese oído nada, acelerando el paso.
—¡Señor Joe! ¡Espérenos!
En aquella ocasión era Miranda. Podía oír sus pasos corriendo detrás de él por el camino de tierra dura.
—Mierda —murmuró pasándose la mano por el pelo. Se detuvo de golpe y se dio la vuelta, abandonándose a su suerte.
Las tres niñas venían hacia él por el camino; Carrie y Miranda corriendo y Becky detrás a paso más lento, procurando actuar como si fuese una digna señorita.
Carrie fue la primera en alcanzarlo.
—¡Ha vuelto! —gritó tirándose encima de él—. ¡Sabía que volvería! ¡Lo sabía!
Y lo miró con los ojos brillantes llenos de confianza.
—¿Lo sabías? —murmuró anonadado ante la fe inquebrantable que la niña tenía en él. Si pudiera saber lo poco que se la merecía.
Miranda siguió a su hermana y lo abrazó con un grito de alegría.
—¡Ha vuelto! Teníamos miedo de que nos hubiese dejado.
—¡Yo no tenía miedo! —dijo Carrie cogiéndolo de la mano—. Sabía que no nos abandonaría.
Oh, Dios. El corazón le dio un vuelco y se sintió como un animal sin alma. Apretó la mano de Carrie, tan pequeña.
—¿Adónde fue? —le preguntó la niña.
—Fui a dar un paseo y me perdí —mintió.
—La próxima vez iremos con usted —le aseguró Miranda agarrándole las piernas con los brazos—. Si vamos nosotras, no se perderá; sobre todo con Becky, ella nunca se pierde.
—Eso es verdad —añadió la hermana mayor, que estaba de pie frente a él. Sonrió con timidez—. Nunca me pierdo.
Joe paseó la mirada por las tres caras que lo estaban observando. Lo único que había hecho era ayudar en el parto de un ternero, jugar un poco a las damas, arreglar un tejado y contar unos cuantos cuentos, nada muy especial. Pero aquellas niñas se empeñaban en mirarlo como si fuera una especie de héroe. Le habían echado de menos.
«Así que ¿cómo se van a sentir, cuando estés en la carretera de nuevo, cuando no vuelvas?»
Seguramente abandonadas. Traicionadas. Heridas. Sintió de nuevo el incómodo cargo de conciencia, y no le gustó lo más mínimo. En una ocasión se había disfrazado de héroe, tenía una causa por la que luchar, se había sentido valiente, noble… Pero todo había sido un fiasco, su valentía se había roto en el momento crucial y Joe sabía que no era ningún héroe.
Aquél no era su hogar. Aquellas niñas no eran sus hijas. _____ no era su mujer. No eran responsabilidad suya. Él tenía su propia vida y ellas no tenían cabida en ella, así que no iba a sentirse culpable por dejarlas allí solas. De ningún modo.
Pero sí, se sentía tremendamente culpable.
Joe no comentó nada más sobre la pequeña guerra de ____. Estuvo callado durante todo el desayuno y después se puso a trabajar en el tejado. Se pasó el día allí arriba y sólo bajó para comer y para cenar. Tras de la cena, salió a dar un paseo. Solo.
Cuando ____ acostó a las niñas, él todavía no había regresado. _____ recorrió la primera planta de la casa, pero no le encontró, así que salió al porche de atrás y vio que salía luz de la puerta del establo. ¿Qué estaría haciendo allí? Caminó hasta el establo y se detuvo en la puerta mirando fijamente a Joe y al saco de arena que había colgado de una viga con ayuda de una cuerda. Estaba desnudo de cintura para arriba y golpeaba con los puños el saco.
_____ lo observó fascinada. El trabajo al aire libre le había tostado la piel y en ella contrastaban más las cicatrices que le cubrían la espalda, de un blanco vivido contra el marrón color nuez. Tenía los músculos de los brazos en tensión y se le contraían y estiraban dinámicamente mientras golpeaba el saco y lo hacía bailar.
En su mente, ______ recordó la imagen de la noche anterior cuando había golpeado a Joshua casi sin esfuerzo y con rapidez, para sólo unos momentos más tarde rodearla con sus brazos como un escudo para protegerla. Pensó en aquella tarde en la cocina y en el modo en que la había tocado, con unas manos tan fuertes como para partir a alguien en dos, pero tan tiernas como para poder acariciarla con ternura. Sentía curiosidad por la naturaleza contradictoria de aquel hombre.
Joe se abrazó al saco cuando regresó hasta él como si estuviese mareado y no pudiese mantenerse en pie. Entonces la vio en el marco de la puerta. Su respiración entrecortada se mezcló con el sonido de los grillos que entraba a través de la ventana abierta.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—He visto la luz, y no sé… pensaba que tú…
Joe le lanzó una mirada furibunda.
—He venido aquí para estar solo.
Ella vio la furia en sus ojos y oyó el claro rechazo en su voz.
—No quería molestar.
Sabía que tenía que marcharse, pero parecía como si sus pies se hubiesen quedado clavados. Lo recordó jugueteando nerviosamente con el cuello alto de su vestido. Anhelaba que él la volviese a tomar en sus brazos.
—_______ —dijo él ásperamente.
Dio un paso hacia ella, después otro, después otro, hasta estar justo delante de ella a unos pocos centímetros. _____ vio cómo se le nublaban los ojos, cómo le bajaban las pestañas e instintivamente se balanceó hacia él, deseando que la besase.
Pero él no se movió. El sonido de los grillos marcó los segundos que transcurrieron mientras se miraban.
—Me quedaré hasta la cosecha, porque te lo prometí —dijo rompiendo el silencio y con la voz repentinamente áspera como un latigazo—. Después me iré.
Sus palabras la atravesaron, la hirieron, le causaron dolor. Porque no eran otra cosa que la verdad. Levantó la mano y tocó la línea inflexible y dura de sus labios.
—Lo sé.
Joe dio un paso atrás como si su caricia le hubiese quemado.
—Vete, _____ —le dijo, y ella pudo notar una ligera súplica en su voz—. Vete ahora mismo.
Ella lo miró mientras se dirigía de nuevo al saco y lo golpeaba con el puño con tanta fuerza que logró que diese contra la pared opuesta. Se dio la vuelta y se marchó.
Sus palabras la siguieron hasta la casa. «Después me iré.»
Había pronunciado esas palabras ya varias veces. ¿Por qué le dolía oírlas aquella noche? _____ se detuvo en medio del jardín y giró la cabeza para mirar la luz que salía de la puerta abierta del establo. Le dolía porque estaba enamorada de él.
Quería que dejase de vagabundear y se quedase con ella. Quería que estuviese allí cada mañana cuando se despertase y cada noche cuando se fuese a dormir. Quería oír cómo contaba historias a las niñas, quería que la volviese a tocar y a besar. Quería que encontrase consuelo en sus colinas de Luisiana y que dejase de preguntarse qué había más allá de ellas.
No quería que se quedase por su guerra contra Nick, ni quería que se quedase por sentirse obligado a cumplir una promesa.
Quería que se quedase porque la amaba. Pero no la amaba. Quizá sintiese algo de afecto por ella, pero nada más. Y darse cuenta de ello era lo que más le dolía.
—¿No ha vuelto?
—No, mamá —respondió Becky sacando del horno una barra de pan de maíz—. Ya he terminado de preparar la cena.
______ miró a Carrie y a Miranda y vio la desilusión en sus rostros.
Atravesó la habitación y rodeó a Becky con el brazo.
—Gracias, cariño. Será mejor que comamos.
Así lo hicieron y la cena transcurrió en un inusitado silencio.
Fue Miranda la que lo rompió finalmente preguntando en voz alta lo que todas estaban pensando.
—¿Ha huido de casa el señor Joe, mamá?
—¡El señor Joe no haría eso! —gritó Carrie dejando caer la cuchara dentro del guiso y mirando a su hermana indignada—. No se marcharía sin decir adiós. Sé que no lo haría.
______ alargó la mano y la apoyó con gesto de consuelo en el brazo de su hija.
—Sé que te gusta el señor JOe, pero puede que se haya marchado. Acuérdate de que ésta no es su casa.
—Deberíamos buscarlo —dijo Carrie—. A lo mejor se ha caído, puede que esté herido.
—He mirado por todas partes —contestó suavemente _____—. Además, ahora es de noche. No podemos ir a buscarlo en medio de la oscuridad. —Vio la expresión alicaída de la pequeña y añadió—: Iremos a buscarle por la mañana.
Después de cenar, acostó a las taciturnas niñas y se fue a la cocina donde puso la plancha a calentar. Podía sacar algo de trabajo y siempre había mucha plancha. Sabía que no podría dormirse todavía, no antes de que él volviese. Si es que volvía.
Qué estupidez. Mientras planchaba, pensó que probablemente estaba ya a mitad de camino hacia Shreveport y que debía estar contenta. Era un hombre que no necesitaba a nadie, que podía recoger sus cosas y seguir adelante sin mirar atrás. Además, las niñas le habían tomado demasiado cariño. Se alegraba de que se hubiera marchado.
Oyó un ruido fuera y corrió hasta la puerta con un grito de alivio. La abrió de par en par dispuesta a decirle a Joe Branigan que las había tenido muy preocupadas. Pero no había nadie. Salió y se dirigió hasta las escaleras del porche y escudriñó la oscuridad, más allá de la zona iluminada por la tenue luz que salía de la ventana de la cocina. Pero no pudo ver nada. No había regresado. Se dio la vuelta para entrar en casa, pero le llamó la atención un movimiento en la sombra. Se quedó helada cuando vio que de la oscuridad salía un hombre que se acercaba hacia la zona iluminada del porche. No era Joe.
—Buenas noches, _______ —dijo Joshua Harlan acercándosele con andares algo inestables. Puso una bota en el primer escalón, se agarró a la baranda y le sonrió. Tenía la mejilla abultada por la bola de tabaco de mascar.
______ notó un escalofrío recorriéndole la espalda al ver su sonrisa y se acordó de la advertencia de Oren de que tuviese cuidado. Todos los Harlan eran unos matones, y también sabía por su voz pastosa y sus andares tambaleantes que Joshua estaba borracho. Pero lo miró de frente acordándose de la época en que la familia de Joshua vivía al otro lado de Sugar Creek y de todas las veces en que él y sus hermanos se habían burlado de ella, le habían tirado del pelo y habían intentado intimidarla. En aquel entonces lo habían conseguido, pero no lo lograrían aquella noche.
—Buenas noches, Joshua, un poco tarde para dar un paseo, ¿no?
Él se encogió de hombros y se metió la mano en el bolsillo de los pantalones.
—Hace una buena noche, ¿no crees?
—No, no lo creo. Si quieres que te dé mi opinión, hace demasiado calor y humedad —cruzó los brazos—. ¿Qué es lo que quieres, Joshua?
Él giró la cabeza y escupió un chorro de saliva mezclada con tabaco al suelo.
— Nick estará fuera en viaje de negocios durante varias semanas, pero me ha pedido que me acerque mientras él no está y averigüe si has cambiado de opinión.
¿Cuántas veces tenía que repetir su respuesta para que la aceptaran?
—No, no he cambiado de opinión.
—También me ha dicho que está dispuesto a subir su oferta cien dólares más.
—La respuesta sigue siendo no. Dile a Nick que no importa el dinero que me ofrezca, no voy a vender mi tierra.
Joshua asintió y movió la bola de tabaco al otro lado de la boca.
—Se lo diré.
Giró levemente la cabeza y miró en dirección al melocotonar.
—¿Qué tal están tus melocotoneros últimamente?
______ se puso tensa.
—Mis melocotoneros están bien, Joshua. Díselo a Nick.
Se dio la vuelta para entrar en casa, pero no había dado ni dos pasos cuando el hombre la cogió por el brazo y la obligó a girarse:
—Ah, me alegra oírlo. Son buenos árboles y sería una pena que les ocurriese algo. Un incendio, por ejemplo.
—¡Déjame! —gritó ella intentando desasirse de él.
—Un incendio podría destrozar toda tu cosecha —insistió Joshua agarrándola más fuerte—. ¿Por qué no vendes la tierra ahora y ya está?
—He dicho que no, Joshua, y lo digo de verdad —levantó el brazo que tenía libre para golpearle, pero él le cogió por la muñeca. La acorraló contra la puerta de la casa y se acercó más.
—Creo que harías bien en aceptar la oferta de Nick, muy bien.
El olor a aguardiente y tabaco le provocaron náuseas. Apartó el rostro y por primera vez en su vida, tuvo verdadero miedo de Joshua y no sabía qué hacer.
Pero antes de que pudiese pensar en algo, se vio libre de repente. Oyó un grito de sorpresa y volvió la cabeza a tiempo para ver cómo Joe cogía a Joshua, más bajo que él, por el cuello y lo apartaba de ella.
—Creo que no le interesa, tío —dijo Joe con la mandíbula tensa, estirando el brazo de Joshua hacia atrás y retorciéndoselo—. ¿Hace falta que te explique lo que significa la palabra «no»?
Le torció aún más el brazo en la espalda y Joshua dejó escapar un grito de dolor, negando con la cabeza. ______ vio aliviada cómo Joe lo llevaba hasta el final del porche y lo acorralaba contra el pasamanos. Le cogió la camisa con la mano izquierda, y después le golpeó en medio de la cara con la derecha.
______ oyó el horrible ruido de los huesos al chocar y parpadeó. Joe levantó a Joshua por encima de la barandilla y lo lanzó al suelo. Su cuerpo hizo un ruido sordo al caer.
—Creo que estás en una propiedad privada —dijo apoyándose en la barandilla—. Ahora lárgate de aquí.
Joshua se levantó a trompicones.
—Bastardo irlandés —gimió llevándose la mano a la cara—. Me has roto la nariz.
Joe empezó a dar la vuelta a la barandilla en su busca con la intención de romperle el resto de los huesos, pero Joshua se dio la vuelta y salió disparado perdiéndose en la oscuridad.
_____ lanzó un suspiro de alivio y se dejó caer contra la puerta.
—¿Estás bien? —le preguntó Joe atravesando el porche y deteniéndose frente a ella.
—Estoy bien —contestó ella irguiéndose, pero en seguida empezó a temblar y se le doblaron las rodillas.
Joe la cogió y la atrajo hacia él para que mantuviese el equilibrio. _____ le rodeó el cuello con las manos y hundió el rostro en su pecho.
—He oído un ruido —dijo con voz ahogada—. Creía que eras tú. Pero Joshua me ha cogido y no sabía qué hacer.
Joe pensó en lo que podría haber pasado de haber llegado unos minutos más tarde y notó que la rabia volvía a apoderarse de él. La rodeó con fuerza, protector.
—¿Te ha hecho daño?
—No —dijo _____ sacudiendo la cabeza—. Estaba borracho y un poco pesado.
Él le pasó la mano por la espalda acariciándola con dulzura, y la rabia desapareció para transformarse en algo totalmente distinto e inesperado. Ternura.
—Está bien —murmuró, apoyando los labios en su cabello—. Está bien.
—Lo sé —susurró _____.
La abrazó durante un buen rato, disfrutando de la calidez de su cuerpo y de la suavidad de su cabello bajo su mandíbula. Cuando ella se apartó, Joe supo que debía dejarla marchar, pero no quería hacerlo. Tuvo que hacer un esfuerzo para bajar los brazos y dar un paso hacia atrás, liberándola.
_____ se estiró el delantal y se apartó un mechón de pelo que le caía por la cara, tan nerviosa y tímida que Joe sonrió.
—Gracias. Estoy bien —y sin mirarlo añadió en voz baja—: Pensábamos que te habías marchado.
—Lo hice.
_____ levantó el rostro.
—¿Por qué has vuelto?
No le dijo la verdad.
—No encontré a nadie que me llevase al pueblo —mintió.
—Me alegro de que hayas vuelto —murmuró ella—. Gracias.
—¿Quién era? ¿Lo conoces?
—Sí —dijo ____ suspirando.
—¿Qué quería?
Ella cruzó los brazos, pasó junto a Joe y se apoyó en la baranda mirando a la oscuridad.
—Es una larga historia.
—Precisamente estos días me sobra el tiempo. ¿Qué quería, _____?
—Quería asustarme. ¿Te lo imaginas? Joshua creyéndose que puede asustarme —se rio, pero a Joe le pareció que era una risa de inseguridad.
—¿Asustarte? —preguntó frunciendo el ceño. Atravesó el porche y le puso una mano en el hombro, haciendo que se diese la vuelta—. ¿Por qué?
—Trabaja para un hombre rico y poderoso que quiere construir una vía de ferrocarril que pase justo por aquí. Quiere mi tierra. Esta es la única tierra que no ha podido conseguir de todas las que atraviesa su ruta.
—Pero ¿querrá comprártela?
—Oh, sí —dijo ____ sonriendo irónicamente—. Me ha hecho una generosa oferta. Pero me temo que soy algo tozuda al respecto. No voy a vender. Así que está tratando de intimidarme para que venda. Estoy segura de que mandó a Joshua aquí para eso.
Joe casi sintió ganas de reírse ante la ironía. Llevaba toda su vida viendo a la gente aterrorizada, muerta de hambre, desahuciada, todo por un pedazo de tierra. Había visto a la gente trabajando duro, sin descanso, rompiéndose la espalda y el alma en sus pequeñas granjas, sólo para dejárselas a sus hijos y para que ellos siguiesen trabajándola duramente. Y había viajado hasta la otra punta del mundo sólo para ver lo mismo. ¿Es que nadie se daba cuenta de que no merecía la pena?
—Sólo es un trozo de tierra, _____.
—¡No! —gritó mirándolo y con una determinación en el rostro que él nunca le había visto antes—. No es sólo un pedazo de tierra. Es mi hogar. Mi familia ha vivido aquí durante setenta años, cinco generaciones de Monroe han nacido aquí, cinco generaciones han vertido sudor y sangre por esta tierra. Mis hermanos murieron defendiéndola. Peachtree es mi legado y mi responsabilidad.
—Pero si te están amenazando.
—Tonterías. No me echarán de mis tierras con amenazas vacías de explotadores y bribones avariciosos.
Observó la determinación de su barbilla y se preguntó cuántos rostros como el suyo había visto en su vida. Docenas, quizá centenares. Todos ellos creyendo que las raíces y los lazos familiares eran más importantes que cualquier otra cosa, todos ellos legando la tierra y las tradiciones de generación en generación, todos ellos creyendo que algún día las cosas mejorarían, si no para ellos, sí para sus hijos.
Pero Joe sabía que las cosas no mejoraban, y que no se podía luchar eternamente. Los arrendatarios eran desahuciados, las vías de ferrocarril se construían, los niños sin hogar pasaban hambre y la vida era injusta.
—Así que no te echarán de tus tierras, ¿verdad, _____? —Había un atisbo de burla en su voz—. ¿Y cómo lo conseguirás?
—Los ignoraré.
—Ah, es una brillante idea, sí. La próxima vez que ese Joshua venga por aquí, dejaré que te maltrate y observaré cómo lo ignoras.
_____ le lanzó una mirada furiosa que le indicó que no le sentaba muy bien el sarcasmo.
—Pelearé.
—¿Cómo?
—No lo sé, de alguna manera.
Joe miró su cara orgullosa y llena de determinación y se preguntó cuánto tiempo aguantaría las amenazas de esa gente. Los hombres ricos y poderosos no dejaban que una mujer se interpusiese en su camino. No tenía ni idea de con qué se enfrentaba.
Abrió la boca para decirle la amarga verdad, pero en su rostro pudo ver un atisbo del brillo de sus ideales perdidos, y no tuvo valor para decirle que los explotadores y los bribones generalmente eran los vencedores.
Joe se despertó a la mañana siguiente pensando que había sido un blando la noche anterior. Un auténtico blando. No había forma posible de que _____ pudiese enfrentarse a esos especuladores y debería habérselo dicho. Decidió hablar con ella después del desayuno. Le había explicado que aquellos hombres le habían hecho una generosa oferta por su tierra. Si la vendía, podía utilizar el dinero para comprarse otra parcela de tierra donde además hubiese una casa sin cercas deterioradas ni un tejado con goteras. Era la única solución razonable y Joe pensó que tenía la obligación de hacérselo ver a ______.
La encontró en el establo poniendo paja fresca en una de las cuadras.
Ella lo miró por encima de la valla de la cuadra.
—Buenos días.
Joe decidió ir directo al grano, así que atravesó el establo, abrió la valla y le dijo:
—¿Sigues pensando en pelear con esos hombres?
_____ se apoyó en el rastrillo que tenía en la mano y se apartó un mechón de pelo que le caía sobre la frente.
—Por supuesto.
—Confiaba en que lo hubieses pensado un poco y hubieses cambiado de opinión.
Ella movió la cabeza negativamente.
—No —contestó, y se giró volviendo a hundir el rastrillo en el montón de paja a sus pies—. ¿Por qué habría de hacerlo?
—Porque ellos tienen dinero y está claro que tú no. Porque ellos tienen poder y tú no. Porque es una batalla perdida.
—Ya te lo he dicho, éste es mi hogar. No me obligarán a dejar mi tierra.
—No estás siendo razonable.
_____ dejó de trabajar y lo miró.
—¿Qué es lo razonable? —le preguntó con suavidad—. ¿Coger el dinero y marcharme? Eso es lo que tú harías, ¿verdad?
Pensó en las innumerables veces en que había librado esa batalla consigo mismo, conociendo el curso razonable, incapaz de seguirlo, rebelándose contra él. Y siempre se había arrepentido de su rebeldía más tarde.
—Sí —dijo—. Eso es lo que yo haría.
—Bueno, yo no soy como tú —contestó ella y siguió con su tarea—. No voy a irme a ningún sitio.
—¿Y qué piensas hacer? ¿Ponerte delante de la puerta y decirles a los chicos malos que se vayan?
—No hace falta que seas sarcástico.
—¡Por el amor de Dios! —Dio un paso al frente y le quitó el rastrillo de las manos, obligándola a prestarle atención—. Esto no es una parroquia —dijo apoyando el rastrillo en un rincón de la cuadra—. El tipo que estuvo ayer aquí no venía a tomar una taza de té.
—Ya te lo dije. Conozco a Joshua de toda la vida. No me habría hecho daño. Sólo quería asustarme.
—Bien. ¿Y qué pasará si la próxima vez que viene decide asustarte un poco más? —Le vio erguir la barbilla y pensó que nunca antes había conocido mujer más exasperante—. ¿Qué vas a hacer? Es un hombre y tú una mujer. Dios, ¿te lo tengo que explicar con más detalles?
_____ se puso como la grana.
—Bueno, tú estás aquí. No podrá hacerme nada.
—Yo sólo me quedaré para ayudarte a recolectar los melocotones —le rebatió—. Después me iré. ¿Qué harás entonces?
Ella apretó los labios y no contestó.
—¿Qué harás? —preguntó de nuevo.
—¡No lo sé! —gritó ella mirándolo fijamente—. Pero no voy a dejar que Joshua Harlan me intimide.
—¿Y qué pasa con las niñas? ¿Estás dispuesta a ponerlas en peligro?
—Joshua no les hará nada a las niñas. Sólo es el matón de Nick, y Nick nunca le ordenaría hacer daño a mis hijas.
Joe oyó el nombre y se echó para atrás como si le acabasen de dar un puñetazo en el estómago.
—¿Quién?
— Nick Tyler. Él es el hombre que quiere mis tierras.
Joe se pasó la mano por el pelo.
—No, no, no —gruñó moviendo la cabeza—. Soy hombre muerto.
_____ frunció el ceño perpleja.
—¿De qué estás hablando?
Él se dio la vuelta sin prestar atención a su pregunta.
—De entre todas las estupideces y majaderías que he hecho… Nick Tyler. ¡Oh, Dios mío!
Joe pensó en el carro del granjero que lo podría haber llevado lejos de aquel lugar, y se habría querido dar a sí mismo una patada en el trasero por ser tan estúpido.
—Tendría que haber seguido mi camino.
«Si alguna vez vuelves a cruzarte en mi camino, chaval, te haré pedazos como si fueses un palo seco y servirás de pasto a las llamas.»
Apartó el recuerdo de su cabeza con frustración y violencia. El hecho de haber golpeado al matón de Nick la noche anterior haría que volviesen a darle una paliza, o algo peor. Se volvería a marchar, pero esta vez de verdad. Mantener la promesa hecha a una mujer no merecía la pena.
—¿Joe?
La suave voz de _____ irrumpió en sus tumultuosos pensamientos. Se dio la vuelta y se apoyó en uno de los laterales de la cuadra.
— Nick Tyler es el hombre que ordenó que me dieran una paliza.
—¿Qué? Por el amor de Dios, ¿por qué?
Él frunció el ceño.
—Porque fui un idiota. Un estúpido bastardo que no soporta que le digan lo que tiene que hacer.
—¿De qué estás hablando?
Joe se pasó la mano por la barbilla y dejó escapar un suspiro.
— Nick había organizado el combate contra Elroy Harlan.
—Sí, lo sé. Vi un anuncio del combate en el colmado.
— Nick financió las apuestas, era el corredor de apuestas. Cuando vio que podía perder dinero si yo ganaba, me ordenó que cayese noqueado.
—Me temo que no entiendo mucho de apuestas. ¿Qué quieres decir?
—Dejarse ganar, perder a propósito. Dejo que Elroy me dé un buen golpe, me caigo al suelo, gimo y gruño un poco para que resulte convincente. Elroy gana la pelea y Nick saca un buen tajo. Yo cobro igualmente mis veinticinco dólares y todos contentos.
—Pero eso sería hacer trampas.
Joe dejó escapar una carcajada al ver la mirada de desaprobación de _____.
—Pero ¿qué te crees, que Nick es un ciudadano respetable que nunca haría nada deshonesto?
Ella se sonrojó al ver que Joe se reía de su inocencia.
—Pero no hiciste lo que Nick quería, ¿por qué?
—Nunca se me ha dado muy bien acatar órdenes. Como te he dicho, fui un idiota. Así que los chicos de Nick decidieron darme una lección. Él mismo me dijo que si volvía a cruzarme en su camino, sería peor, mucho peor.
—¡Oh, Dios mío! —_____ se llevó las manos a la cara.
Joe asintió aprobando su expresión.
—Cuando todo lo demás falle, reza. Buena idea. Mientras estés en ello, pídele al Señor a ver si consideraría la posibilidad de dejarme salir de ésta sin que me rompan otra vez las costillas, ¿de acuerdo?
____ emitió un gemido de angustia y se dio la vuelta.
—Deberías marcharte —dijo en voz baja mirando la paja que rodeaba sus pies—. No me gustaría que te hiriesen de nuevo por mi enfrentamiento con Nick.
—______, sé razonable. Si le vendes la tierra, con el dinero podrás comprar una granja en otro sitio, una que no sea demasiado grande para que la puedas llevar tú sola. No podrás ganar de ningún modo.
Despacio, ella se giró hacia él cuadrando sus hombros e irguiendo la espalda.
—He estado rechazando las ofertas de Nick para comprar mis tierras desde hace casi cuatro años. Confío en poder seguir rechazándolas unos años más hasta que finalmente se canse de pedírmelo y abandone —dijo, y se volvió de nuevo para coger el rastrillo—. Aprecio tu consejo, señor Branigan, pero tal como has señalado claramente, te marchas y mi tierra no es de tu incumbencia.
Así que volvía a ser el señor Branigan. Joe la observó durante un rato, pero ella siguió con sus tareas como si él no estuviese allí, así que supo que la discusión había terminado.
Ella tenía razón, claro está. No era su tierra y no era asunto suyo. Lo más inteligente que podía hacer era marcharse ya.
Salió del establo y, sin pensar hacia dónde se dirigía, cogió el primer camino que encontró. ______ estaba librando una batalla perdida, pero era su elección. Si quería seguir luchando por ese pedazo de tierra, ¿quién era él para interferir?
Se imaginó cómo se enfrentaría a todo aquello sola, sin que él estuviese allí para protegerla. Sabía que la presión no haría más que crecer. Se imaginó que Joshua volvería para amenazarla, o algo peor, y la rabia que sintió al pensarlo salió a la superficie. No era asunto suyo, se dijo a sí mismo enterrando su furia. Ya había vivido suficientes causas perdidas. Se iba.
—¡Señor Joe!
La voz de Carrie interrumpió sus pensamientos. No quería ver a las niñas en aquel momento, así que se detuvo un instante y después siguió caminando como si no hubiese oído nada, acelerando el paso.
—¡Señor Joe! ¡Espérenos!
En aquella ocasión era Miranda. Podía oír sus pasos corriendo detrás de él por el camino de tierra dura.
—Mierda —murmuró pasándose la mano por el pelo. Se detuvo de golpe y se dio la vuelta, abandonándose a su suerte.
Las tres niñas venían hacia él por el camino; Carrie y Miranda corriendo y Becky detrás a paso más lento, procurando actuar como si fuese una digna señorita.
Carrie fue la primera en alcanzarlo.
—¡Ha vuelto! —gritó tirándose encima de él—. ¡Sabía que volvería! ¡Lo sabía!
Y lo miró con los ojos brillantes llenos de confianza.
—¿Lo sabías? —murmuró anonadado ante la fe inquebrantable que la niña tenía en él. Si pudiera saber lo poco que se la merecía.
Miranda siguió a su hermana y lo abrazó con un grito de alegría.
—¡Ha vuelto! Teníamos miedo de que nos hubiese dejado.
—¡Yo no tenía miedo! —dijo Carrie cogiéndolo de la mano—. Sabía que no nos abandonaría.
Oh, Dios. El corazón le dio un vuelco y se sintió como un animal sin alma. Apretó la mano de Carrie, tan pequeña.
—¿Adónde fue? —le preguntó la niña.
—Fui a dar un paseo y me perdí —mintió.
—La próxima vez iremos con usted —le aseguró Miranda agarrándole las piernas con los brazos—. Si vamos nosotras, no se perderá; sobre todo con Becky, ella nunca se pierde.
—Eso es verdad —añadió la hermana mayor, que estaba de pie frente a él. Sonrió con timidez—. Nunca me pierdo.
Joe paseó la mirada por las tres caras que lo estaban observando. Lo único que había hecho era ayudar en el parto de un ternero, jugar un poco a las damas, arreglar un tejado y contar unos cuantos cuentos, nada muy especial. Pero aquellas niñas se empeñaban en mirarlo como si fuera una especie de héroe. Le habían echado de menos.
«Así que ¿cómo se van a sentir, cuando estés en la carretera de nuevo, cuando no vuelvas?»
Seguramente abandonadas. Traicionadas. Heridas. Sintió de nuevo el incómodo cargo de conciencia, y no le gustó lo más mínimo. En una ocasión se había disfrazado de héroe, tenía una causa por la que luchar, se había sentido valiente, noble… Pero todo había sido un fiasco, su valentía se había roto en el momento crucial y Joe sabía que no era ningún héroe.
Aquél no era su hogar. Aquellas niñas no eran sus hijas. _____ no era su mujer. No eran responsabilidad suya. Él tenía su propia vida y ellas no tenían cabida en ella, así que no iba a sentirse culpable por dejarlas allí solas. De ningún modo.
Pero sí, se sentía tremendamente culpable.
Joe no comentó nada más sobre la pequeña guerra de ____. Estuvo callado durante todo el desayuno y después se puso a trabajar en el tejado. Se pasó el día allí arriba y sólo bajó para comer y para cenar. Tras de la cena, salió a dar un paseo. Solo.
Cuando ____ acostó a las niñas, él todavía no había regresado. _____ recorrió la primera planta de la casa, pero no le encontró, así que salió al porche de atrás y vio que salía luz de la puerta del establo. ¿Qué estaría haciendo allí? Caminó hasta el establo y se detuvo en la puerta mirando fijamente a Joe y al saco de arena que había colgado de una viga con ayuda de una cuerda. Estaba desnudo de cintura para arriba y golpeaba con los puños el saco.
_____ lo observó fascinada. El trabajo al aire libre le había tostado la piel y en ella contrastaban más las cicatrices que le cubrían la espalda, de un blanco vivido contra el marrón color nuez. Tenía los músculos de los brazos en tensión y se le contraían y estiraban dinámicamente mientras golpeaba el saco y lo hacía bailar.
En su mente, ______ recordó la imagen de la noche anterior cuando había golpeado a Joshua casi sin esfuerzo y con rapidez, para sólo unos momentos más tarde rodearla con sus brazos como un escudo para protegerla. Pensó en aquella tarde en la cocina y en el modo en que la había tocado, con unas manos tan fuertes como para partir a alguien en dos, pero tan tiernas como para poder acariciarla con ternura. Sentía curiosidad por la naturaleza contradictoria de aquel hombre.
Joe se abrazó al saco cuando regresó hasta él como si estuviese mareado y no pudiese mantenerse en pie. Entonces la vio en el marco de la puerta. Su respiración entrecortada se mezcló con el sonido de los grillos que entraba a través de la ventana abierta.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—He visto la luz, y no sé… pensaba que tú…
Joe le lanzó una mirada furibunda.
—He venido aquí para estar solo.
Ella vio la furia en sus ojos y oyó el claro rechazo en su voz.
—No quería molestar.
Sabía que tenía que marcharse, pero parecía como si sus pies se hubiesen quedado clavados. Lo recordó jugueteando nerviosamente con el cuello alto de su vestido. Anhelaba que él la volviese a tomar en sus brazos.
—_______ —dijo él ásperamente.
Dio un paso hacia ella, después otro, después otro, hasta estar justo delante de ella a unos pocos centímetros. _____ vio cómo se le nublaban los ojos, cómo le bajaban las pestañas e instintivamente se balanceó hacia él, deseando que la besase.
Pero él no se movió. El sonido de los grillos marcó los segundos que transcurrieron mientras se miraban.
—Me quedaré hasta la cosecha, porque te lo prometí —dijo rompiendo el silencio y con la voz repentinamente áspera como un latigazo—. Después me iré.
Sus palabras la atravesaron, la hirieron, le causaron dolor. Porque no eran otra cosa que la verdad. Levantó la mano y tocó la línea inflexible y dura de sus labios.
—Lo sé.
Joe dio un paso atrás como si su caricia le hubiese quemado.
—Vete, _____ —le dijo, y ella pudo notar una ligera súplica en su voz—. Vete ahora mismo.
Ella lo miró mientras se dirigía de nuevo al saco y lo golpeaba con el puño con tanta fuerza que logró que diese contra la pared opuesta. Se dio la vuelta y se marchó.
Sus palabras la siguieron hasta la casa. «Después me iré.»
Había pronunciado esas palabras ya varias veces. ¿Por qué le dolía oírlas aquella noche? _____ se detuvo en medio del jardín y giró la cabeza para mirar la luz que salía de la puerta abierta del establo. Le dolía porque estaba enamorada de él.
Quería que dejase de vagabundear y se quedase con ella. Quería que estuviese allí cada mañana cuando se despertase y cada noche cuando se fuese a dormir. Quería oír cómo contaba historias a las niñas, quería que la volviese a tocar y a besar. Quería que encontrase consuelo en sus colinas de Luisiana y que dejase de preguntarse qué había más allá de ellas.
No quería que se quedase por su guerra contra Nick, ni quería que se quedase por sentirse obligado a cumplir una promesa.
Quería que se quedase porque la amaba. Pero no la amaba. Quizá sintiese algo de afecto por ella, pero nada más. Y darse cuenta de ello era lo que más le dolía.
Suzzey
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