Olvidando a John

Nadie sabe muy bien lo que es el amor o cómo se siente hasta que se enamora perdidamente de alguien. Y nadie tiene conciencia de lo que se siente perder a esa persona, ser traicionado por ella o simplemente no correspondido. El amor puede tener diferentes formas y todas ellas pueden ser correctas, pero a veces ponerle una definición concreta es imposible porque el amor nunca va a ser lo mismo para una persona que para otra. Sobre esto último es que se trata mi vida.

Mi historia empieza mucho tiempo atrás, yo a penas tenía ocho años, pero fue en esa época que conocí a la persona que iba a poner mi mundo de cabezas en un futuro no muy lejano. Como todos los años, las maestras nos ponían a ensayar para el acto de fin de año. Lo tenían todo preparado. No solo se habían esforzado lo suficiente para elegir el disfraz más patético de todos -el mismo consistía en una túnica amarilla con brillos en las mangas y en el cuello, como si fuéramos monjes de algún coro, bueno, en realidad sí era un coro pero eso no tiene importancia ahora- sino que también se les había ocurrido la excelente idea de mezclar nuestro grado con otro.
 
 Los chicos de ese curso sólo nos llevaban un año así que yo conocía a algunos de ellos pero no a todos. Tercer y cuarto grado estábamos siendo ordenados en una fila que iba desde el más alto hasta el más bajo, por lo que yo era una de las últimas. Detrás mío, desgraciadamente, estaba un chico que era bastante engreído y que siempre estaba insultando, algo que no es propio de un nene de nueve o diez años, por lo que a muchos no les caía bien, al menos no a las nenas. Recuerdo que este nene estaba diciendo algo inapropiado y entonces yo bufé y comenté algo en voz baja sobre él. No esperaba que nadie me escuchara pero el chico que tenía delante mío lo hizo y se dio vuelta. 
 -¿Por qué te cae mal? -me preguntó. -No es malo. -sus ojos tenían un brillo que nunca había visto antes y me sonreía ampliamente. No supe qué contestarle y la verdad es que no recuerdo muy bien lo que le respondí en ese entonces pero después de eso seguimos hablando. Hablamos durante todo el ensayo. Él se llamaba John. Supongo que me habrá contado muchas cosas sobre él pero ya no las recuerdo. Yo estaba hechizada por sus ojos y no podía hacer otra cosa que escucharlo. Estaba tan distraída por el que cuando nos hicieron subir a una gradas casi me caígo, y lo hubiera hecho de no ser porque John me atrapó a tiempo. Creo que fue en ese momento que me enamoré de él, sí, los niños también pueden enamorarse. 

Una vez que el ensayo terminó me dijo que tenía novia, por supuesto que en ese entonces eramos los dos muy pequeños pero debo admitir que me desilusioné un poco aunque yo también tenía novio en ese entonces. A esa edad tener novio significaba como mucho tomarse de las manos y escribirse cartitas, ahora las cosas se han vuelto mucho más complicadas. Tal vez, demasiado.

 Y así fue cómo lo conocí. Es increíble cómo tu vida puede ser marcada por un instante y cómo una persona puede hacerte tomar todas las decisiones incorrectas. Después de tantos errores, lágrimas y palabras vacías, he decidido que aquel maldito instante no puede gobernar mi vida, que aquellos ojos por más misteriosos que sean son ciegos y que aquella sonrisa encantadora no anuncia nada bueno. 

Estoy cansada de este juego. Estoy cansada de él. Es hora de que lo olvide de una vez por todas y para siempre.
El juego antes tenía un solo jugador, ahora va a tener dos. 
¿Están listos?