♡You’re the last button that will fill my heart♡

― ¿Quieres acabar de una vez? ―El muchacho rezongó desde el suelo.
 Con sus piernas cruzadas, y el labio inferior apresado por sus dientes, enseñó el dedo del medio a su compañero. 
Ashton devolvió el grosero gesto en medio de un bufido. Realmente estaba en lo cierto, después de varias especulaciones, llegó a la conclusión de que Niall era un completo idiota, además de un ser patético. 
La presión que la situación le demandaba estaba haciendo estragos en su cuerpo, sentía la sofocación invadiéndole y el sólo hecho de imaginarse compartiendo el cuarto de un hotel con Cailin le causaba escalofríos. O peor, en su alcoba. 
Podría estar exagerando, quizá había llevado su imaginación demasiado lejos, suponiendo circunstancias de lo más bizarras. ¡Oh, por favor! Ashton se lo había dicho cientos de veces en el día, y él había asentido como todo un empollón, intentando convencerse a sí mismo que Cailin Widny no lo perseguía, y que mucho menos ansiaba acostarse con él. 
Porque, vamos, ¿Un miembro del consejo estudiantil del Dankworth en esas fachas? 
―No descarto aquella opción, Irwin. ―Se mordió la lengua sin querer, luego de observar―inconscientemente, cabe aclarar― como Harry Styles escapaba junto a una muchacha a los baños de hombres. Aquella fama de casanova le costaría caro, y el saltarse las clases también. 
«Joder, ten algo de dignidad, amigo»
―Mira, lo que tienes que hacer es no pensar mucho en el tema, sabes. Sí, por supuesto, Cailin es una preciosura pero no creo que te busque tan desesperadamente, tal vez quiere algún favor o…
La pura palabrería de su amigo quedó en el olvido―tampoco recordaba en qué momento empezó su charla―, en aquel segundo la escena cambió. De repente, era él quién caminaba apresurado de la mano de Cailin, mientras que en medio de besuqueos, se adentraban a un cubículo. 
El puñetazo y la expresión furibunda de Ashton fue lo que recibió después de varios insultos, pero ni siquiera eso pudo despertarlo del trance. Cuando apretó los ojos con fuerza, murmurando que no era real, escuchó un carraspeo que lo alertó. 
Horrorizado, con la boca abierta de la impresión, pudo observar a la mencionada. Ashton, como el cobarde que era, quiso excusarse, porque, ¡Joder! Estaban en problemas. Y todo por no estar en su salón.
―Veo que se están divirtiendo, muchachos. ―Su voz fue un total estremecimiento para Niall, quién ya se encontraba optando la iniciativa de coquetearle y así salir libre de los aprietos. ―No se preocupen en darme explicaciones, ando demasiada buena hoy día. Qué alivio, ¿no? ―Guiñó su ojo, y sin decir más, se largó.
Irwin silbó por lo bajo. 
―Vaya, te tiene cautivado, compañero. Mírate, tienes la boca abierta. 
Efectivamente, así era. 
Apretó los labios y miró a ambos lados, verificando que nadie haya observado su patética expresión.
Mierda, ¿Qué fue eso?
― ¡Será increíble, increíble, increíble! Te lo digo Niall. ¿Te imaginas la diversión? ¡Whoa! ―Dio un salto en su lugar en pela euforia, y ante la expectante mirada del rubio―quién presentía lo que vendría de parte del castaño―, colocó una mano en su hombro. 
―Iremos a California, hermano. ―Musitó con seriedad. El rubio sintió su corazón latir con fuerza, el entusiasmo de realizar tal viaje aún continuaba. Incluso, cuando la noticia había sido comentada hace horas, Louis continuaba festejando. ―De verdad, ni siquiera me importa el estúpido puesto en la estúpida feria, ¡Porque el jodido dinero será sólo para nosotros! 
Y él todavía intentaba asimilarlo.  
― ¡Oye, Ashton! ―El castaño corrió al otro, saltándole encima. Y por fin, Niall estuvo solo. 
―A ti no te importará, pero a mí sí. ―Gruñó. 
―Con que puesto de besos, ¿eh?
Ladeó el rostro, y el humo del cigarro le impactó de lleno. Tosió un par de veces, sin acostumbrarse del todo. La ronca risa de Harry confirmó su idea.
―Ajá.
―Podríamos cambiar, ¿sabes? ―Bromeó refiriéndose a su respectivo lugar en el tiro al blanco. Sin embargo, Niall le propinó un golpe en la cabeza. 
―No lo creo, tal vez pueda sacarle provecho. ―Alzó las cejas, y suspiró.
Tal vez…

Caden me mira por el rabillo del ojo. Le imito y con disimulo niego con la cabeza. Puedo darme cuenta de su preocupación, aquel labio apresado me lo demuestra. Tan protector, tan dulce.
—Oye, si quieres podemos largarnos e ir a tomar un café. 
—A ti no te gusta el café. 
Deja escapar un suspiro. 
—Es cierto. ¿Qué te parece una malteada?
Golpeo su hombro con suavidad, sin mirarlo. Mi campo de visión se encuentra en un solo punto: el rostro de Kay. Caminando tan agraciado, como si fuera  un modelo en plena pasarela. Aquellas muchachas del extremo, algunas con celulares en mano, parecen dispuestas a fotografiarlo y admirarlo como un dios griego. Ugh. 
No puedo negarlo. Un cosquilleo se hace presente en mis dedos, mis manos comienzan a sudar, y trato de frotarlas un poco sobre el pantalón de mezclilla. Me inquieta. Aun cuando hemos terminado, lo sigue haciendo. Y eso me frustra, me enoja. Pero, por más que no quiera aceptarlo, me prueba que todavía mis sentimientos siguen intactos. 
¿A quién engaño? Intento discutirlo cada vez que puedo, incluso ignoro los rumores sobre la nueva relación de Kay. ¿Debe importarme? Sí. Tal vez no sea su novia, tal vez no sienta nada más por mí; sin embargo, no puedo ignorar el hecho de que esté con alguien más. Eso sí que no lo puedo argumentar. 
—Oye. —Dice en un tenue susurro, y sé que lo hace por él. —Vamos por unas malteadas, ¿quieres? De seguro tienen de tu favorita. —Mis ojos se clavan en los suyos. Tan azules, tan brillantes, tan hermosos. A veces me pregunto por qué no pude enamorarme de Caden, de un tipo como él. Y la misma pregunta también abarca el por qué tuve que hacerlo de Kay. 
Supongo que caigo rendida a sus pies, una y otra vez. Hechizada, puede ser. Ese cabello rubio me produce ganas de acariciarlo, de enredar mis dedos sobre él. Es suave, y además, tiene un rico aroma. Muerdo mi labio sin pensarlo. ¿Tan obsesionada estoy? ¿Tan enamorada estoy? Sí, la respuesta nunca cambia. 
—Está bien, anda, ve a leer tu libro. —Le doy una sonrisa para tranquilizarlo. Asiente y no dice más. Entiende que no me gusta insistir. Y así, vuelve a su lectura; ésa que ha abandonado minutos atrás. 
Doy unos toques en la mesa con la punta de mis dedos, expulso el aire y me obligo a tranquilizarme. Espero que el ímpetu no me falle, espero que no acabe cayendo nuevamente a sus pies. Pero es imposible no hacerlo, en especial cuando me quedo hipnotizada. Me mira, no puedo descifrar ésa mirada. Es diferente a las demás, mas tengo la leve esperanza de que contenga amor. Y en ése segundo, vuelvo a caer.