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NO ME OLVIDES ♥ JOE Y TÚ (Adaptación)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: NO ME OLVIDES ♥ JOE Y TÚ (Adaptación)
Capitulo 3
21 de Septiembre
Querido Diario:
Como no tuve tiempo de escribir esta mañana, decidí hacerlo ahora, mientras espero el autobús. Las cosas no están saliendo como planeé. Tengo que entregar ese famoso resumen el lunes y la biblioteca no tiene el libro que necesito. Todd me invitó a salir otra vez… A lo mejor, una de mis fantasías está por convertirse en realidad. ¿Se habrá vuelto loco por mí? Sin embargo, lo extraño de esta situación es que yo no estoy segura de querer salir con él. Anoche no pude dejar de pensar en Nathan, aunque no por que me parezca un buen mozo irresistible. Me siento rara en todo. Tampoco me puedo sacar de la cabeza a ese idiota y grosero de Joe. Y por si todo esto fuera poco, mis padres se han puesto tan pesados que no se dan cuenta de nada. Mamá ni siquiera reparó en que no probé bocado en el desayuno esta mañana. Si la situación se prolonga demasiado, moriré de inanición antes de que logre machacar en sus cabezotas que estoy terriblemente deprimida. ¿O debo decir que he caído en un pozo depresivo? Lo que fuera; mi plan se está yendo a pique. Tal vez deba mejorar mi actuación.
El chillido de unos frenos aerodinámicos avisó a ______ que había llegado el autobús. Guardó el diario en su mochila a las apuradas, se puso de pie y desenterró del bolsillo de sus jeans el cambio justo que tenía preparado para pagar su pasaje. Ése era otro tema que la fastidiaba: tener siempre a mano las monedas para el dichoso transporte.
En lugar de bajarse en la parada que quedaba en la puerta del Hogar, esperó la siguiente, ubicada frente al bar. Cruzó la calzada corriendo, empujó las pesadas puertas de vidrio y abrió. Se sentó en uno de los bancos y miró a su alrededor, buscando a Nathan.
El lugar estaba casi vacío. Algunos clientes ocupaban un par de reservados y también había un hombre inclinado sobre su periódico, al otro lado del mostrador.
Nathan entró por unas puertas vaivén que estaban detrás de la barra. Llevaba una pila de bandejas llenas de vasos. ______ no pudo contener el impulso de mirar el movimiento de los potentes músculos de sus brazos. Sólo esperaba no haberse puesto demasiado en evidencia. Pero le sobraba media hora y no había muchas formas de matar el tiempo en ese lugar.
Sacó su libro de francés, lo abrió y trató de concentrarse en la conjugación de los verbos. Imposible. Nathan la distraía demasiado. Con disimulo, lo espió de reojo mientras descargaba las bandejas sobre el mostrador de atrás. Cuando se volvió para acercarse a ella, ______ bajó la vista automáticamente.
― Hola ― la saludó. Sacó su anotador y el lápiz. ― ¿Qué vas a tomar?
― Una Coca. –Se quedó contemplando su espalda mientras trabajaba. Con movimientos firmes y seguros, llenó el vaso con hielo picado. Luego lo colocó debajo de la máquina expendedora. Parecía tener mucha confianza en sí mismo.
Se volvió y colocó la bebida frente a ella.
― Gracias.
Él le sonrió.
― No vives aquí. ― Fue una afirmación, no una pregunta.
______ desenvolvió la pajita y la deslizó dentro del vaso.
― Vivo en el este.
―Con calma ______ ― se dijo ―. Tranquila.
― ¿Qué haces por aquí, entonces?
― Trabajo como voluntaria aquí enfrente. Pero mi turno comienza a las y media.
― ¿Voluntaria? ¿Te refieres al Hogar, a Lavender House?
______ sonrió.
― Sí. ¿Te sorprende?
Nathan se encogió de hombros.
― Me pareces muy joven. Eso es todo.
― Tengo diecisiete ― dijo, ganando cada vez más confianza. La mirada de él delataba que estaba impresionado. ______ decidió hacer un nuevo avance. ― Además, creo que debemos ayudarnos unos a otros, ¿no?
― Claro. ― Nathan tomó la cafetera y vertió un poco más de la humeante bebida en la taza del hombre sentado en el extremo de la barra, quien le agradeció entre dientes. ― Pero yo, entre el trabajo y la escuela, ayudar al prójimo es un lujo que no puedo darme. Con esto no quiero decir que esté mal lo que haces. Al contrario, me parece maravilloso.
― Te hace sentir bien ― acotó ______.
― Sí, lo sé. Nosotros también aportamos nuestro granito de arena. Henry, el propietario de este lugar, a veces me pide que vaya a llevar un pastel o una Tarta al Hogar. No es mucho, pero al menos colaboramos. Algunos pacientes vienen a tomar café. Si no estoy muy ocupado, les doy charla o jugamos una partida rápida a los naipes.
― Es muy amable de tu parte. ― Apuró un sorbo de Coca. ― ¿A qué colegio vas?
― Landsdale JC. Espero poder ir a Santa Barbara después de eso ― dijo él ―. ¿Cómo te llamas?
― ______ McNab. ¿Y tú? ― preguntó ella, aunque ya lo sabía.
― Nathan Laurie. ― Le obsequió una amplia sonrisa. ― Supongo que te veré muy seguido por aquí. Ah… Con respecto al otro día, en el autobús.
― ¿Qué? ―¡Demonios! Se acordó. Ahora creerá que soy una idiota.
― Oh, no es nada.
Mientras él atendía un cliente y a otro, conversaron hasta que ______ tuvo que marcharse. Se enteró de que Nathan vivía con su madre viuda, que estudiaba en la universidad y que aspiraba a convertirse en psicólogo algún día. Notó que había despertado interés en él. Lástima que no tuviera auto. Pagó la cuenta y pensó que, si empezaban a salir juntos, tal vez sus padres se apiadaran de ella y le devolvieran su licencia de conducir.
Estaba de muy buen ánimo cuando subió las escalinatas de Lavender House. Hasta saludó a la señora Drake con una sonrisa de oreja a oreja. Sin embargo, su humor cambió cuando le asignaron la tarea del día: limpiar los baños. Esperaba recordar como se hacía. La última vez que había cumplido con esa tarea tenía doce años. Desde entonces, en su casa contrataron una mucama para la limpieza.
Una hora y media después, se dio cuenta de que, al fin y al cabo, no había sido tan terrible como creyó en un primer momento. Enjuagó el lavabo de la habitación de Jamie Brubaker y se quitó los guantes de goma. Al abrir la puerta del baño encontró a Jamie, un paciente con sida, descansando muy tranquilo. Momentos antes, luego de una conversación de diez minutos con él, había decidido que era una persona muy interesante. Antes de enfermarse, se desempeñaba como piloto en una aerolínea.
Sin embargo, se alegró de que estuviera dormido. Pobre. Hasta una breve charla lo agotaba.
Una vez fuera, colocó el balde con los artículos de limpieza en el carro y tachó la habitación. Sólo le quedaban dos y luego podría bajar para preparar las bandejas con la cena. Esa tarea le gustaba. Por lo menos, mientras acomodaba los platos y envolvía cubiertos tenía alguien con quien hablar. Empujó el carro por el pasillo y frunció el entrecejo al notar que el próximo baño que le tocaba era el de Joe. Tal como le habían indicado, golpeó suavemente la puerta y luego asomó la cabeza. Le habían dicho que, si los pacientes estaban durmiendo, no tenía que molestarlos a menos que fuera estrictamente necesario.
Joe estaba sentado junto a la ventana.
― Pasa ― le dijo, en voz baja.
― Vengo a limpiar tu cuarto ― explicó.
― Adelante. ― Le sonrió con simpatía.
______ apoyó el balde con sus cosas en el piso y comenzó a cerrar la puerta.
― Déjala abierta ― indicó Joe.
______ alzó la cabeza y lo vio de pie afuera.
― ¿Por qué? ― le preguntó ―. ¿Te espanta verme refregando lavabos?
― Lavabos no ― corrigió, apoyado contra el marco ―. Inodoros.
― Muy gracioso. ― Estuvo tentada de cerrarle la puerta en la nariz, pero lo cierto era que se alegraba de tener alguien con quien conversar. ― ¿Por qué no estás en la cama?
― Porque no estoy cansado. Y necesito compañía. Hasta la tuya me vendría bien.
― Muchas gracias. ― Roció la bañera con un producto de limpieza. ― Debes de estar muy desesperado para sentir necesidad de hablar conmigo. ― Experimentó una repentina irritación. De acuerdo, puede que ella estuviera en mejores condiciones que él y tampoco trabajaba allí por que era generosa, pero eso no le daba derecho de ser tan… tan… despectivo. ― ¿Qué pasa? ¿No tienes amigos?
Joe se rió y apartó un mechón de pelo de sus ojos. El gesto atrajo la mirada de ______ a sus manos y brazos. Eran tan delgados, que parecían piel y hueso; las venas de las manos se marcaban claramente en su piel morena. La irritación de ______ desapareció al ver la enfermedad. Habría apostado su mensualidad entera a que debajo del conjunto deportivo de algodón que llevaba puesto, el resto de su cuerpo estaría igualmente arruinado.
― La mayoría de mis amigos viven en Los Ángeles. Y a diferencia de los tuyos, papi no les regaló un auto para su decimoséptimo cumpleaños.
― Es bueno que te enteres de que yo viajo en autobús ― refunfuño ______, despidiéndose de su compasión.
― Sí, pero apuesto a que tienes un auto.
Ella cerró la boca y colocó el trapo de limpieza debajo del grifo. Moribundo o no, era un idiota. Si tenía o no razón, era tema aparte. Claro que tenía auto. ¿Y con eso qué? ¿Acaso tenía que sentirse culpable porque sus padres trabajaban mucho y le regalaban cosas bonitas?
― Lo tienes, ¿verdad? ― continúo él ― -. ¿Qué marca es? ¿Un llamativo convertible, un juguete que cuesta mucho dinero y que papi no quiere que traigas a un barrio como éste?
― No es un convertible ― contestó ella. Abrió el grifo y enjuagó con abundante agua los bordes de la bañera. ― Es un auto chico.
― ¿Entonces por qué vienes en el autobús?
Tuvo intenciones de decirle que no quería traerlo a ese barrio humilde por lo que él había conjeturado, pero, para su asombro, no le pareció bien mentirle.
― Cuando me arrestaron, mis padres me quitaron la licencia.
― Un golpe bajo, ¿eh? ― murmuró, aunque ______ supo que no sentía ninguna pena por ella ―. Por lo menos, la recuperarás cuando hayas cumplido tu condena. A propósito, ¿Cuánto tiempo te quedarás aquí?
― Tengo que cumplir trescientas horas de servicio comunitarios ― contestó, mientras se levantaba del piso ―. A razón de veinte horas por semana, saca la cuenta. Si necesitas ayuda, puedo prestarte la calculadora que tengo en mi mochila.
― Puedes guardártela. Siempre he tenido diez de promedio en matemáticas ― le contestó. Volvió a reírse.
Ella se sorprendió.
― ¿De veras?
― Por supuesto ― repuso, orgulloso ―. ¿Qué pensabas? ¿Que los que tenemos nombres latinos sólo servimos para atacar a la gente en patota y manejar cascajos?
― Yo no dije eso ― se defendió, molesta porque él estaba acusándola de encasillar a las personas en estereotipos racistas.
― ¿Entonces por qué te sorprendieron mis calificaciones?
― Porque sí, eso es todo. ― Joe estaba incomodándola. ______ estaba asombrada de sí misma. Nunca se había creído prejuiciosa. Pero si así era, ¿por qué se había asombrado tanto al enterarse de sus calificaciones?
― De acuerdo ― admitió él, cauteloso ―. Tal vez no me creías un rufián violador de mujeres.
― Y tal vez yo no debí sorprenderme tanto ― concedió ella. Por alguna extraña razón, se sentía obligada a ser honesta con ese chico. ― De todas maneras, lamento haberte ofendido.
― No te preocupes. Yo tampoco debí haberte atacado de inmediato. Supongo que soy un poco sensible en cuanto a los sajones. Para que sepas, toda mi vida he sido un alumno de diez. Me otorgaron una beca para la universidad. ― Se encogió de hombros y concentró su atención en las cerámicas del piso. ― Por supuesto, jamás llegaré a usarla.
______ lo miró fijo. No sabía qué decir. Sí bien Joe no era santo de su devoción, en ese momento le inspiraba una profunda tristeza. Una beca completa y jamás tendría oportunidad de poner un pie en la universidad. Recordó su modesto seis cincuenta de promedio y la insistencia de sus padres para que lo levantara. Dios, que injusto. Idiota o no, Joe Jonas se había quemado las pestañas para ingresar a la universidad. Nadie tenía esas calificaciones si no se mataba estudiando.
― Oye, te pido disculpas. Realmente debes de haberte esforzado mucho, tantos diez no pueden salir de la galera.
― No me compadezcas ― le dijo él y levantó la mirada buscando la suya. Sus ojos eran oscuras cavernas de antigua sabiduría. Infinitamente tristes, infinitamente comprensivos. ______ sintió un nudo en la garganta. Movió los labios, luchando por decir algo… pero no hubo palabras. No había nada que decir.
― A veces ― continuó Joe en un tono suave ―, tú atrapas al león. Otras, el león te atrapa a ti.
______ intentó borrar de su mente esos últimos minutos con Joe. Se quitó los guantes de goma y miró sus manos. Tenía la piel colorada, irritada. A pesar de todas las precauciones que había tomado, fue imposible que no le entrara agua. Tenía que acordarse de humectar sus manos con abundante loción una vez que llegara a casa.
―A veces, el león te atrapa a ti.
Aquellas palabras hacían eco en sus oídos mientras guardaba los artículos de limpieza en el armario. Oyó a la señora Thomas que cantaba en voz baja en la cocina. Se apoyó en el marco de la puerta y suspiró. Tenía que dejar de pensar en él. Después de todo, no eran amigos ni nada por el estilo.
― ______ ― la llamó la señora Thomas ―. Las bandejas están listas para preparar.
Entró de inmediato en la cocina, feliz por tener algo que hacer para mantenerse ocupada. Pero no resultó. Acomodar cubiertos no requería tanta destreza mental como para distraer sus pensamientos de Joe. No podía borrar aquel rostro de su mente. Perecía tan, tan…
― ______ ¿Qué estas haciendo? La voz de la señora Thomas interrumpió sus cavilaciones.
― ¿Eh? ― Se sobresaltó, asustada. Vio a la mujer que miraba azorada la bandeja. ― Oh, me distraje. Supongo que Jamie no necesita tres juegos de cubiertos.
― Mmm. Me parece que estabas pensando en algo muy serio ― comentó la señora Thomas, con un tono cordial ―. ¿Será que este lugar comienza a afectarte?
― ¿Afectarme? ― repitió ______. Por supuesto que sí. Afectaría a cualquiera. Santo Dios. Acababa de pasar las últimas dos horas refregando inodoros y conversando con gente que estaría muerta para Navidad. ― ¿Quiere saber si me deprime?
― Algo así. ― La mujer se dirigió a la cocina y levantó la tapa de la cacerola con los spaghetti. ― ¿Quieres hablar del tema?
______ la contempló detenidamente. En los tres días que llevaba trabajando allí, siempre había visto a la cocinera con una sonrisa a flor de labios y una palabra afectuosa para todo el que pasara por allí.
Monse_Jonas
Re: NO ME OLVIDES ♥ JOE Y TÚ (Adaptación)
Bienvenida Aranza, lo bueno es que te pasaste.
Chicas espero les guste el capi.
Saludos a todas xD
Y gracias por comentar
Chicas espero les guste el capi.
Saludos a todas xD
Y gracias por comentar
Monse_Jonas
Re: NO ME OLVIDES ♥ JOE Y TÚ (Adaptación)
Me siento tan triste cuando pienso en ellos!!!.... En niños y adultos con todo tipo de enfermedad terminal!!!!!..... Y sus familias!!!!!... Y me acuerdo de mi mami!!!... Que un día los ves bien y al otro ya no estarán a tu lado!!!!... Y ya nunca los veras ni escucharás!!!!!....
chelis
Re: NO ME OLVIDES ♥ JOE Y TÚ (Adaptación)
Capitulo 3 Segunda Parte
― ¿Cómo hace para evitar que todo esto la afecte? ― le preguntó por fin.
― No hago nada. ― Le dirigió una mirada distraída. ― Me afecta. Esto afecta a cualquiera. La gente viene aquí a pasar un par de semanas o quizás un mes; esperan la muerte y, mientras tanto, tú te encariñas con ellos. Aprendes a quererlos, te preocupas por su bienestar, y de pronto te sorprendes rezando para que se produzca un milagro, por que no quieres que se mueran. Se volvió y miró a ______. Pero se mueren de todas maneras y me molesta. Especialmente cuando se trata de personas jóvenes.
― ¿Cómo Joe?
La expresión de la mujer se convirtió en una sonrisa serena.
― Ese chico es especial.
― ¿Por qué?
― Tiene tanto para dar en este mundo. ― Meneó la cabeza. ― No es como la mayoría de los jóvenes. Es distinto. Sensible. Mira las cosas desde otra óptica porque se ha visto obligado a enfrentar algo que un chico a su edad no tendría por que asumir. Su muerte parece una injusticia. Cuando por fin le llegue la hora se me destrozará el corazón.
― ¿Entonces por qué hace esto? ¿Por qué se queda aquí?
― Es mi trabajo.
______ meneó la cabeza.
― Usted es muy trabajadora y una excelente cocinera. Conseguiría trabajo en cualquier parte.
― Bueno, gracias. ― La señora Thomas sonrió, orgullosa por el cumplido hacia su comida. ― Eres mucho más perspicaz de lo que creí. Sí, lo hago por que quiero. Por que alguien tiene que hacerlo y ese alguien bien puedo ser yo. Por lo menos, tengo oportunidad de dar a los pacientes un poco de alegría y bienestar en sus últimos días. Es lo que la Biblia nos manda y yo obedezco.
― Es religiosa.
― En un lugar como éste ― contestó, volviendo su atención a la cacerola ―, un poco de fe ayuda.
― Supongo que sí. ― Si bien detestaba reconocerlo, aunque fuera ante sí misma, sentía curiosidad por saber más de Joe. ― Eh… ¿Cuánto tiempo le queda?
― Dos meses, tal vez tres.
Se puso tensa.
― ¿Qué es exactamente lo que tiene? ― Polly ya le había contado, pero una parte de sí quería oírlo de otros labios. ― ¿Qué le pasa?
― El corazón no le funciona como corresponde. ― Meneó la cabeza con tristeza. Los médicos lo han intentado todo, pero sin éxito.
― ¿No puede recibir un trasplante o algo?
― No. Las válvulas y el tejido que las rodea están tan dañados por la infección virósica, que un trasplante sería imposible.
Polly le había dicho lo mismo, pero ella sospechaba que tal vez habría otra razón por la que no podía conseguir un donante.
― ¿Están completamente seguros de eso? Quiero decir, ¿cómo saben que no resultará? Si es una cuestión de dinero…
― No es por dinero ― la interrumpió la señora Thomas, y se volvió para mirarla a los ojos ―. Así es la medicina. No hay razón para practicar un trasplante si no va a dar resultado. Y es una lástima. Ese chico no sólo es inteligente, sino talentoso. Un artista con todas las letras. Tendrías que ver sus pinturas.
La chica se quedó contemplando con detenimiento a la cocinera y tuvo que contenerse para no seguir discutiendo con ella respecto de la negativa a practicar un trasplante de corazón a Joe. La señora Thomas no le mentía. Por la expresión de su rostro, cualquiera se habría dado cuenta de que la idea de su muerte la perturbaba tanto como a ella. Si no había manera, no la había y punto.
― ¿Pinta? ― preguntó ―. ¿Cuadros?
― Ajá. Y no simplemente, en Los Ángeles. Un mural. Salió fotografiado en el periódico. Se interrumpió cuando la señora Meeker, la enfermera de turno, entró en la cocina a buscar café. Las dos mujeres comenzaron a charlar entre sí y dejaron a ______ sola con sus pensamientos.
Terminó con las bandejas y las acomodó en una pila en el carro. Mientras lo empujaba por el pasillo desierto, camino al ascensor, pensó que por un lado admiraba a la gente como la señora Thomas, pero, por el otro, la consideraba un poco extraña. No podía creer que alguien quisiera de verdad trabajar en un lugar como ése. No entendía por qué esa mujer no salía de allí corriendo despavorida. Sabía que en cualquier momento ella se sentiría así. Esa gente estaba muriéndose. Las lágrimas se agolparon en sus ojos cuando recordó la charla con Jamie. Demonios. Qué agradable era. No merecía morir. Tenía apenas cuarenta y tantos años. ¡Y pensar que pocos días atrás le habría parecido todo un gerente! Ahora le resultaba dolorosamente joven.
Sintió que una lágrima le hacía cosquillas en el mentón. Se la secó con la manga, irritada, y empujó el carro hacia el interior del ascensor. Tal vez hacerse la deprimida delante de sus padres no sería una actuación, después de todo.
La última bandeja fue para Joe. ______ detestaba tener que volver a su cuarto, pero no le quedaba otro remedio. Él se daría cuenta de que lo habrían dejado sin cena. Tomó la bandeja del carro y llamó a la puerta.
― Pasa ― le dijo él.
Estaba en la cama, con la cabecera levantada para poder apoyar la espalda. ______ le llevó la bandeja, la apoyó sobre la mesa rodante y luego la colocó frente a él.
Joe retiró la cubierta de su plato.
― Spaghetti. ― Chasqueó los labios y desenrolló los cubiertos de la servilleta en la que ______ los había envuelto con tanta meticulosidad. ― Nadie hace los spaghetti como la señora Thomas. Es una especialista en arte culinario.
― Es buena ― coincidió ella.
― ¿Comiste alguno de sus platos?
― Los probé un par de veces. Pero no hace falta comerlo para darte cuenta de que es excelente. Con sólo percibir el aroma, se te hace agua a boca. ― ______ se dio cuenta de que tenía hambre. Lástima que no hubiera pasta para ella. Y no porque la señora Thomas le hubiera mezquinado una porción, sino porque no tenía tiempo. No podía darse el lujo de perder el autobús que la llevaría de regreso a casa. Se dirigió a la puerta y fue entonces cuando vio en los estantes de Joe el libro que había visto el día anterior.
― ¿Me lo prestas?
Joe alzó la vista, con la boca llena. Notó que señalaba el libro de bolsillo, apresuró a tragar la comida y asintió con la cabeza.
― Me pareció oír que ya lo habías leído.
― Así es ― confirmó ella, y arrebató el libro del estante antes de que Joe se arrepintiera. Pero tengo que releerlo. Debo entregar un resumen el lunes y la biblioteca del colegio no lo tenía.
― Vaya que eres una chica de muchos recursos.
― ¿Y qué significa eso? ― Realmente, no sabía por qué siempre le daba lugar para que él la pusiera en esas situaciones.
― Exactamente lo que he dicho. Tú, que por supuesto eres la honestidad personificada, entregarás un resumen sobre un libro que ya has leído. Claro. De ese modo, te ahorrarás mucho tiempo ― deslizó con sarcasmo.
― ¿Y con eso, qué? ― ¡Por Dios, que idiota! ― No voy a comprar una versión resumida para hacer el trabajo. Ya lo he leído.
― De todas maneras, en mi opinión, eso es hacer trampa ― le dijo, mientras se introducía otro bocado.
― ¿Eres sordo o qué? No es hacer trampa. Yo ya leí el maldito libro ― vociferó ella.
― Es hacer trampa ― insistió él ―. El objeto de entregar un resumen sobre un libro es, justamente, tener que leerlo. Si tú te basas en uno que ya has leído, el objetivo queda sin cumplir.
______ no podía creer lo que estaba oyendo. ¿Quién era él? ¿El alumno ejemplar de la Asociación Nacional de Docentes?
― Señoras y señores, he aquí al Señor Perfecto ― retrucó ______, usando uno de los clichés favoritos de su amiga Jeniffer. ― No pretenderás que crea que tú nunca lo hiciste.
― Por supuesto que lo hice ― dijo él ―. Hice trampas en algunos resúmenes de libros y en uno o dos exámenes. ¿Y sabes qué? Ahora estoy arrepentido. Es una de las pocas cosas que lamento.
El comentario la dejo helada.
― ¿Por qué?
― Porqué lo más fácil no siempre es lo mejor ― respondió con franqueza ― Aprendes a enfrentar las cosas duras de la vida cuando estás en una situación como la mía.
______ se puso de pie y lo miró con detenimiento. No sabía que decir; tampoco qué había querido decir él en realidad.
Joe suspiró y le dirigió una sonrisa extraña.
― No tengas miedo, nena, no espero que me entiendas. Anda, llévate el libro. Ojala te saques un diez.
― Gracias ― respondió ella entre dientes ―. Más tarde volveré por tu bandeja.
Cuando regresó, Joe estaba dormido. Sin hacer ruido, abrió la puerta y entró en la habitación en puntas de pie. Notó que se le dificultaba la respiración; tenía el rostro pálido. La luz de la lámpara que estaba sobre la mesa de noche enfocaba directamente a sus ojos cerrados, pero él seguía durmiendo. ______ tomó la tapa metálica del plato frunció el entrecejo; las tres cuartas partes de los spaghetti estaban intactas. Recogió la bandeja. ¿Tendría que informarlo a alguien? Joe no había comido mucho. Si bien ella no conocía mucho a los enfermos, suponía que debían alimentarse bien para no perder las fuerzas.
Cerró la puerta y llevó el carro por el pasillo, hacia el ascensor. Abajo se encontró con la señora Meeker. Cuando le mostró el plato de Joe y le dijo que se había quedado dormido con la luz encendida, la enfermera asintió con la cabeza.
― No te preocupes por él ― le aconsejó ―. Le apagaré la luz y me aseguraré de que se acueste como es debido cuando haga mi ronda nocturna.
― Pero comió poco ― protestó ______. No tenía la menor idea de por qué se preocupaba tanto por Joe Jonas. Si era tan ocurrente como para hacer ciertos comentarios, bien podía cuidar de su propio cuerpo.
La señora Meeker sonrió con amargura.
― Lo sé. Nunca come mucho. ______, escucha mi consejo. Esta gente se está muriendo. Por más que les des toda la comida y el descanso del mundo, no evitarás ese final. Por lo tanto, no extremes esfuerzos para salvarlos. No puedes. Si tomas las cosas demasiado a pecho, lo único que conseguirás es una úlcera.
― ¿Pero cómo hace usted para no preocuparse por ellos? ― preguntó. ¡Demonios! ¿Qué le estaba pasando? Apenas diez segundos antes había llegado a la conclusión de que Joe podía cuidarse solo, y sin embargo insistía en preocuparse porque no había terminado de comer los malditos spaghetti. Como si él fuera a agradecerle su preocupación. Pero, por lo visto, no podía evitarlo.
― Les doy lo mejor de mí ― contestó la enfermera ―. Trato de hacerles la vida lo más placentera y cómoda posible. Siempre estoy al lado de ellos, incluso en las ocasiones en que lo único que quieren es que me siente en silencio junto a su cama. A veces es todo lo que puedes hacer.
______ perdió el autobús de las siete y tuvo que tomar el de las siete y veinte. Masticando insultos por lo bajo, se subió y ocupó el primer asiento libre que vio. Llegaría tarde a cenar. Estaba muerta de hambre y afuera había comenzado a caer la noche. Dios, tenía que irse de Lavender House con la luz del día. La idea de regresar a su casa en autobús, en plena oscuridad, superaba los límites de lo tolerable para ella.
Entró a toda prisa en un almacén antes de ir a su casa y se equipó con bastantes provisiones: una bolsa de pretzels, algunas papitas y una barra de chocolate.
― Hola, ______ ― la saludó su madre desde el comedor ―. Llegas tarde.
______ dejó su mochila sobre la mesa del vestíbulo y fabricó una expresión de tristeza y melancolía en el rostro. Se dio cuenta de que no tendría que esforzarse demasiado para que su aspecto fuera lamentable. Lo único que debía hacer era recordar a Jamie y a Joe.
Tomó su lugar en la mesa del comedor. Su padre la miró por encima de sus elegantes anteojos y le sonrió.
― Hola, querida. ¿Por qué llegaste tan tarde?
______ abrió el fuego.
― Perdí el autobús. Tuve que ayudar a la señora Thomas con algunas cenas que se demoraron. Algunos pacientes son muy lentos, es decir, tardan mucho en comer. No puedo apurarlos. No sería justo. Están en una situación tan… penosa.
Eileen miró a su esposo y luego a ______.
― De todas maneras, es importante que llegues a tiempo a casa ― señaló, tajante. Todavía tienes que hacer tu tarea. Date prisa y come.
______ miró la fuente de pollo que estaba en el centro de la mesa. Se le hizo agua la boca. Las ventanas de su nariz aletearon ante el tentador aroma. En ese momento, los pretzels, uno de sus bocadillos favoritos, perdieron todo su atractivo para ella. Pero sólo Dios sabía cuánto deseaba no tener que volver más a ese lugar.
Segundo disparo.
― Hablando de tareas ― comenzó. Retiró la silla y se puso de pie. ― Será mejor que empiece ya. Mañana tengo prueba de francés.
― Pero no has probado bocado ― protestó la madre ―. Sé que la tarea es importante, pero también lo es tu salud.
______ sintió el llamado de su conciencia, pero logró ignorarlo. Quería ― no, necesitaba ― conseguir la preocupación de sus padres.
― Mi salud es perfecta, créeme. Después de trabajar en Lavender House, esa idea se te graba muy bien en la cabeza. Simplemente, no tengo apetito.
― Sin embargo, tendrías que tener hambre ― contravino Eileen-. Esta mañana tampoco desayunaste y anoche apenas picaste algo de la cena. ― Entrecerró los ojos, pensativa. ― No estarás padeciendo uno de esos desórdenes de la alimentación, ¿verdad?
De modo que había estado atenta nomás, pensó ______, triunfante.
― No soy anoréxica ― se defendió. Lo único que le faltaba era que sus padres también la fastidiaran por eso. ― Es sólo que no tengo mucho apetito.
― Tienes que comer algo ― recomendó su padre. Se lo veía preocupado.
______ se encogió de hombros.
― Papá, estoy inapetente, tengo una pila de tarea para hacer y un cansancio que me mata. Quiero dormir un poco esta noche.
Por las miradas que intercambiaron sus padres, se dio cuenta de que por fin se estaba saliendo con la suya. En un día o dos más, los tendría en un puño.
Una vez que su padre tomara conciencia de los horrendos efectos que ese lugar estaba produciendo en su adorada hija, removería cielo y tierra para sacarla de allí.
Monse_Jonas
Re: NO ME OLVIDES ♥ JOE Y TÚ (Adaptación)
Aquí les dejo el capi chicas.
Si u.u Chelis es tan triste y da rabia, bueno, yo nunca he tenido un familiar con una enfermedad terminal pero despuès de haber leído este libro me he de maginar lo que se ha de sentir y aún así no comprenderlo del todo u.u
Si u.u Chelis es tan triste y da rabia, bueno, yo nunca he tenido un familiar con una enfermedad terminal pero despuès de haber leído este libro me he de maginar lo que se ha de sentir y aún así no comprenderlo del todo u.u
Monse_Jonas
Re: NO ME OLVIDES ♥ JOE Y TÚ (Adaptación)
Es muy triste!!!!.... Y frustrante!!!...
el no saber como ayudarlos!!!!!....
Mi ma decía que si nosotros sintiéramos lo que a ella le dolia ..... Estaríamos llorando y gritando!!!!!.... Pero rollos son personas muy fuertes y valientes!!!!!....
el no saber como ayudarlos!!!!!....
Mi ma decía que si nosotros sintiéramos lo que a ella le dolia ..... Estaríamos llorando y gritando!!!!!.... Pero rollos son personas muy fuertes y valientes!!!!!....
chelis
Re: NO ME OLVIDES ♥ JOE Y TÚ (Adaptación)
Chicas mañana les subo capis se los prometo ñ_ñ
Monse_Jonas
Re: NO ME OLVIDES ♥ JOE Y TÚ (Adaptación)
Capitulo 4
22 de septiembre
Querido Diario:
Me quedé dormida otra vez, de modo que estoy escribiendo en el banco de la parada de autobús. No sé qué me pasa. ¡Esta mañana eché a perder una excelente oportunidad para escapar de Lavender House! Mamá me preparó quacker con canela. La última vez que gocé de semejante privilegio tenia diez años. Indicio más que evidente de que la preocupación por mi la estaba matando. De todos modos, había empezado a comer mi cereal cuando papá se presenta en la cocina y desparrama su pesada osamenta sobre una de las sillas. ¡No podía creerlo! Hacía años que no compartía el desayuno conmigo. Y empezó con la perorata de que, por muy ocupados que estuvieran él y mamá, me querían mucho, que lamentaba que me hubieran impuesto servicios comunitarios, pero que así yo aprendería a responsabilizarme de mis actos… bla, bla, bla. Todo eso venía a que querían saber qué era lo que me estaba molestando. Y fue entonces cuando o embarré todo. Dejé la cuchara, tomé mi mochila y les contesté que todo estaba BIEN. Estas fueron mis palabras textuales: “Oh, no se preocupen por mi. Solo tengo que acostumbrarme a mis nuevas actividades”. Tampoco fue muy brillante de mi parte engullirme todo el cereal que mamá me preparó. Mis padres parecían haberse quitado un enorme peso de encima. Qué estúpida, ¿no? Nunca podré salir de ese lugar. No puedo creer que haya sido tan idiota.
Después de eso, mi jornada fue cuesta abajo. Durante el almuerzo, Jennifer me dijo que, después del partido del viernes por la noche, Todd la llevaría a cenar.
_____ frunció el entrecejo al leer la última línea de su diario. No supo qué escribir a continuación, cuales eran sus prioridades. Por lo general, no tenía dificultad en expresar sus sentimientos. El problema era que no sabía cómo me sentía. La vida la confundía demasiado. Habría tenido que estar desolada por la traición de su mejor amiga, pero no era así. Por sobre todas las cosas, se sentía irritada. Tendría que estar furiosa consigo misma por haber echado a perder la oportunidad de decir adiós para siempre a Lavender House, pero no lo estaba.
―Oh, bueno — pensó cuando levantó la vista y vio que se acercaba el autobús —, tal vez comienzo a acostumbrarme a esto.
Su ánimo dio un giro de ciento ochenta grados cuando entró en el bar y vio a Nathan detrás del mostrador, sosteniendo un vaso de Coca en la mano.
— Hola. Te vi bajar del autobús. Espero que sea esto lo que quieres tomar — dijo, agitando el vaso en dirección de ella.
Se sintió halagada.
— Así es.
Se miraron a los ojos durante un momento; el silencio fue un tanto inquietante. Luego los dos hablaron a la vez.
— _____
— Nathan
Entre carcajadas, él dijo:
— Las damas primero.
— Quería saber si trabajas todos los días. — Se sorprendió de sus propias palabras. Distaba mucho de actuar con cautela. Pero por alguna razón, tal vez a causa del Hogar, ya no quería jugar. Nathan le gustaba. Quería saber si él gustaba de ella o si solo estaba malinterpretando las cosas, y quería ser cortés.
— Menos los domingos — respondió, con una chispa de picardía en la mirada.
_____ frunció el entrecejo.
— ¿Qué te resulta tan gracioso? — Dios, preferiría morir si él estaba riéndose de ella, si se había dado cuenta de que la había flechado.
— Nada. Solo que estaba por preguntarte lo mismo.
— Menos los domingos — repitió _____ con profundo alivio. Si bien quería ser honesta, no le habría caído muy bien que él no la tomara en serio.
La miró boquiabierto
— ¿Trabajas como voluntaria seis días por semana? — le preguntó con aire incrédulo —. Por Dios, ¿qué eres? ¿Una santa?
_____ no supo qué decir. ¿Cómo explicar que había cercenado prácticamente todos sus ratos libres? No quería confesar el verdadero motivo de su trabajo en Lavender House. Todavía no. No hasta que no se conocieran mejor.
— No soy una santa — contestó, y se encogió de hombros con indiferencia —, sino una persona común y corriente. Pero cuando uno decide hacer algo, debe asumir una especie de compromiso, ¿no crees?
— Si, claro, pero seis días por semana… — No parecía convencido.
_____ no quería que la creyera rara. Tal vez había tenido que decirle la verdad. Pero justo en ese momento él le dirigió una sonrisa de admiración y decidió no dejarse llevar por sus emociones. Aunque nadie la había mirado así en toda su vida, esos ojos no lograrían arrancarle la verdad.
— Bueno, parece una idea un poco loca, pero buena. Tienes razón — concedió Nathan —. Los compromisos son importantes.
— Tú trabajas seis días por semana — señaló ella, sintiéndose incómoda de repente —. Es mucho más duro que hacer de voluntaria.
— Sólo porque no tengo más remedio — confesó —. En casa necesitamos mi sueldo. — Se interrumpió y se alejó. Por un momento la muchacha lo creyó avergonzado, pero cuando él se volvió, notó que tenía un lienzo mojado en la mano. Sin mirarla, comenzó a limpiar una mancha que no existía en la barra. — Este… ¿y qué opina tu novio de que trabajes como voluntaria?
— Oh, por ahora no salgo con nadie — dijo ella, tratando de no sonreír. Su forma de indagar no fue exactamente sutil, pero efectivo al fin. — ¿Qué opina tu novia de tu horario?
— Yo tampoco estoy saliendo con nadie. Rompí con mi ex novia el pasado junio — explicó y levantó la vista para mirarla a los ojos —. No quisiera que me tomaras por un descarado, pero la verdad es que me gustas. Eres bonita, inteligente y muy estudiosa. Pero por sobre todas las cosas, admiro la clase de persona que eres. Es difícil encontrar a una chica que decida invertir su tiempo libre ayudando en un hogar para enfermos terminales.
— Bueno, no es tan sacrificado.
-Si que lo es — insistió Nathan. Hizo una pausa e inspiró profundamente. — Me gustaría invitarte a salir, pero no tengo mucho tiempo libre y tampoco auto.
Asombrada por su honestidad, lo contempló. Gustaba de ella. Gustaba de verdad.
Yo también quisiera salir contigo — confesó —. Y como habrás notado, al igual que tu tengo muchas ocupaciones.
Una sonrisa perezosa iluminó el rostro del muchacho.
— Ya se nos ocurrirá algo. Tenemos los domingos libres.
―Y yo tengo las salidas prohibidas‖, pensó _____. Buscó con desesperación el modo de escapar de esa situación. ¿Por qué no le habría dicho la verdad desde un principio? Obvio: porque él no la habría considerado tan santa. ¡Pero ahora estaba a punto de invitarla a salir el domingo! Tendría que inventar alguna excusa.
— Tal vez esto te parezca extraño — continuó Nathan, imperturbable por el silencio de la chica —, pero podríamos ir juntos a la biblioteca. Sé que no es el programa más divertido…
— Está bien — aceptó ella de inmediato. La biblioteca. Gracias a Dios, Nathan acababa de escoger el único sitio que sus padres no le habían vedado. — Seguramente tendrás que estudiar.
—Tengo un examen cuatrimestral pendiente — explicó —. Pero en un par de horas me alcanzarán para hacer la investigación. Después podríamos ir a cenar juntos.
— Estupendo. El lunes yo tengo que entregar un resumen sobre un libro. Puedo escribirlo mientras tú te dedicas a la investigación. Decidió que se preocuparía por la supuesta cena en otro momento. Por ahora, solo quería asegurarse de poder concertar la cita con él.
— Como ya te dije, no tengo auto pero puedo pasar a buscarte para que tomemos el autobús juntos.
— no, no te molestes. Mejor nos encontramos en la biblioteca. Será más fácil para ambos.
Entró un cliente y se sentó en el extremo de la barra. Nathan asintió con la cabeza y comenzó a alejarse de ella.
Monse_Jonas
Re: NO ME OLVIDES ♥ JOE Y TÚ (Adaptación)
Capitulo 4 Segunda Parte
— ¿A la una en punto te parece bien? — preguntó.
— Perfecto.
Ese cliente fue el primero de la multitud que entró después. _____ no tuvo otra ocasión de charlar con él y luego se marchó. Le sonrió y lo saludó con la mano mientras él llevaba una bandeja cargada hacia uno de los sectores reservados. Como no pudo saludarla con la mano, le dirigió una sonrisa cálida que le llegó hasta el alma.
Mientras se encaminaba a Lavender House, repasó mentalmente el argumento que usaría con sus padres. En teoría, tendría que ser muy sencillo. No podrían impedir que realizara un trabajo de investigación en la biblioteca. En cuanto a la cena, lo resolvería sobre la marcha, el mismo domingo.
— Sin lugar a dudas, esto es mucho mejor que limpiar inodoros— comentó _____ mientras guardaba la aspiradora en el armario del pasillo.
— Por supuesto — coincidió Polly con una sonrisa. Con aquel ajustadísimo conjunto deportivo amarillo de cuello de terciopelo negro y sus sandalias de cuero con tacones de diez centímetros sujetas a los talones con una tira elastizada, distaba mucho de ser el modelo de voluntaria en un hogar para enfermos terminales. Sin embargo, durante las dos últimas horas había trabajado a la par de _____, sacudiendo muebles y limpiando el salón en general. La chica concluyó en que, a pesar de ese aspecto extravagante que la caracterizaba, Polly era divertida, amable, liberal y muy inteligente. Se enteró de que trabajaba allí porque había perdido a su único hermano a consecuencia del sida. _____ no supo que decirle, solo murmuro entre dientes lo que sentía. Sus palabras de condolencia no la dejaron satisfecha, pero, de todas maneras, Polly se las agradeció.
— No sé si tú estarás en las mismas condiciones que yo — dijo, estirando los brazos por encima de la cabeza —, pero mi espalda no da más. Necesito descansar. Voy arriba a ver si Jamie quiere jugar a las cartas.
— Es muy compinche suyo, ¿verdad? — preguntó _____. Si bien habían mantenido una charla muy distendida mientras compartían las tareas de limpieza, Polly en ningún momento la perturbo con preguntas espinosas. _____ se sentía agradecida por ello. Sin embargo, tenía una gran curiosidad. No podía entender por que una persona como ella, que ya había perdido a un ser querido a causa del sida, pasaba tantas horas de su tiempo libre con un hombre que moriría muy pronto de la misma enfermedad ¿Cómo podría hacer algo así?
— Jamie es un encanto — Polly se sacudió una pelusa que tenia sobre el hombro. —Y pienso que, si yo no hubiera estado con Jim hasta el último momento, otra persona habría tenido que hacerlo. No sé, me parece que estoy saldando una especie de deuda. Tuve la suerte de poder estar con mi hermano cuando se estaba muriendo. Pero hay mucha gente que no tiene a nadie que los visite, que les tienda la mano o que les dedique unos momentos para conversar. Y supongo que Jamie y yo nos llevamos muy bien porque somos de la misma generación. Los dos recordamos la Crisis de Misiles de Cuba y a Howdy Doody. Al ver la expresión de asombro de _____, Polly rió. Tu no siquiera habías nacido, niña. De todas maneras, al parecer tenemos mucho de que hablar. Da gusto conocerlo.
— Es mejor que ciertas personas que yo conozco — mascullo _____ con sorna. Dirigió una rápida mirada de fastidio hacia atrás. Joe, con un libro en la mano, había salido al jardín hacia media hora.
Al pasar, la saludo con un indiferente:
— Hola, princesa _____. Que suerte contar con vuestra honorable presencia.
Polly se echo a reír.
— No te lo tomes tan a la tremenda. Joe es un buen chico. Lo creas o no, suele observarte desde la ventana. Pero ni se te ocurra decirle que te lo conté. Se pondría furioso.
— Claro. Seguro que se queda allí espiándome a que yo pase para arrojarme un balde de agua fría desde arriba — comentó _____. Sin embargo, en el fondo se sentía halagada. Había algo en Joe que la hacía…
No podía precisar que era con exactitud, pero sabía que él podía influir en ella con mucha más facilidad que cualquier otra persona de las que conocía.
— ¿Por qué no sales y le haces un poco de compañía antes de que caiga la noche? — sugirió Polly cuando se encaminaba a la escalera.
— ¿No tenemos que seguir con la limpieza? — Quería evitar un posible enfrentamiento con la señora Drake. La directora la tenía en la mira, como si todavía sospechara que era capaz de robarse la platería.
Polly se detuvo y se volvió.
— No, por hoy hemos terminado con los quehaceres domésticos. Parte de nuestro trabajo consiste en acompañar a los pacientes. Es la razón principal de nuestra presencia aquí. Como ya te dije, muchos de ellos no reciben ninguna visita.
— Oh, de acuerdo — Se quedó de pie junto a la puerta del armario. Decidió esperar a que Polly subiera y luego iría a visitar a otro paciente. Tal vez el señor Kemper quería jugar a las cartas.
Pero no lo hizo. En cambio, se dirigió lentamente hacia las puertas ventana que daban al salón de atrás.
Una vez en la terraza, se detuvo para investigar el lugar con la mirada.
El jardín estaba protegido por una pared de piedra de unos tres metros y medio de altura. Dos escalones más abajo se extendía una terraza de lajas y, a continuación de ésta, nacía el césped verde esmeralda. Una línea de canteros con margaritas, alegrías del hogar, rosas, enredaderas con flores marfil y otras trepadoras que _____ no pudo identificar, recorría el perímetro de la cerca. En el centro del jardín había un inmenso roble y, a su sombra, una mesa de picnic con varios bancos. Joe estaba sentado en uno de ellos, observándola.
_____ cruzó la terraza y avanzó hacia él. No quería verlo, pero se sintió obligada. Una de las razones por las que se había quedado dormida esa mañana fue un comentario de Joe. Y ahora necesitaba pedirle un favor.
— Hola — lo saludó.
— Hola. — Joe miró hacia la derecha. — ¿No es fascinante?
Ella siguió la dirección de su mirada.
— ¿Qué es fascinante? ¿La pared?
— No, tonta. Los colores. Los colores del atardecer.
— Lo único que veo es que está oscureciendo. Mira, Joe, con respecto a lo que dijiste ayer…
— Olvida lo que dije — la interrumpió con impaciencia —. Mira otra vez. Pero esta vez, mira hasta que veas algo de verdad.
— ¿Ver qué?
— Levántame el ánimo, ¿quieres? — refunfuñó —. Este pobre chico se está muriendo. Simplemente abre los ojos y concéntrate.
_____ cerró la boca, respiró hondo y miró el jardín. Con la puesta del sol, las sombras se habían alargado; el aire sereno transportaba el aroma de las rosas y del césped recién cortado. Suspiró y dejó que las dulces fragancias del crepúsculo llenaran sus pulmones.
Pero no vio ningún color. ¿Sería que la enfermedad o los medicamentos habían dañado el cerebro de Joe?
Sintió que él la tomaba de la muñeca. La hizo sentar a su lado.
— Sigue observando. No dejes de hacerlo — le murmuró al oído —. No verás colores brillantes; solo los tenues tonos pastel de la luz que se apaga. Pero son espectaculares. Hay dos o tres matices lavanda, nada más.
De pronto, al oírlo pronunciar esas palabras, _____ lo entendió todo. Todavía era de día, pero había algo distinto. El césped parecía más oscuro, más exquisito, como una alfombra de terciopelo; las enredaderas dibujaban puntiagudos diseños contra el muro de piedra y, sobre ellos, las hojas del roble se agitaban suavemente por el viento. _____ contemplo su entorno y, por primera vez, vio el crepúsculo tal como era. Joe tenía razón. Había colores. Muy tenues, casi fantasmales, pero delicados y bellos a la pálida luz del día. Las marcadas sombras contra la pared de piedra, el color intenso del césped recién cortado, los matices lavanda de la sombra se perdían en forma casi imperceptible en el horizonte. Una escena encantadora. Y ella la veía por primera vez.
— Siéntelo — le dijo Joe.
_____ suspiró. La inundo una profunda sensación de paz. La débil luz parecía marchitar todo el jardín, convertirlo en un lugar casi místico. A la distancia, oyó el trino de un pájaro. Sin darse cuenta, contuvo la respiración y una sonrisa lenta curvo sus labios.
Joe rió.
— Notaste la diferencia, ¿verdad?
— Nunca había reparado en ello — confesó en un susurro, por temor a interrumpir la magia del momento con voces estridentes —. Es tan hermoso… Y los pájaros… Casi había olvidado cómo cantan.
— Bueno, el atardecer no es la mejor hora para escuchar. Espera a que llegue la primavera y podrás oír el canto de las aves nocturnas.
— ¿Aves nocturnas? — Lo miró, dudando. ¿Estaría burlándose de ella? ¿Qué clase de aves nocturnas?
— ¿Y quién sabe cuáles son? Lo único que sé es que chillan tan fuerte que me hacen perder la mitad de mis horas de sueño. Recuerdo que a veces me acostaba a la dos de la mañana, agotado después de haber estudiado mucho, y esos malditos pájaros empezaban a desgañitarse como una banda de mariachis. Me volvían loco. Después aprendí a disfrutarlo.
— Yo nunca los oí.
Joe se encogió de hombros.
— Entonces eres sorda, porque ese chillido es tan agudo que levanta a los muertos. ¿Habías salido al jardín por alguna razón?
La pregunta la volvió a la realidad de inmediato. Frunció el entrecejo.
— En realidad, sí.
— ¿Vas a decírmela o me darás veinte oportunidades para que adivine?
— Si no te apuras tanto, te lo diré. En verdad, Joe, ¿tienes necesidad de ser tan grosero?
— Es un don. Sonrió. De acuerdo, niña. Empecemos. Se puso serio y carraspeó. Bien, Princesa _____, ¿en qué puedo ayudarla?
La muchacha llevó los ojos al cielo.
— Para empezar, deja de llamarme así.
— Sus deseos son órdenes para mí.
_____ ignoró el sarcasmo. Necesitaba pedirle un favor. Tanto él como su maldita perorata le habían hecho remorder la conciencia. Pero ni loca se lo habría confesado.
— Tengo que pedirte que me prestes otro libro.
Abrió los ojos, sorprendido.
— ¿Te pidieron otro resumen?
— No, es el mismo — admitió de mala gana —. Pero tu hostilidad dio frutos. Casi no pegué ojo anoche. — ¡Demonios! ¿Qué pasaba con ella? Cada vez que abría la boca frente a ese chico decía exactamente lo que no quería decir.
— Es un halago para mí. — Sacó pecho, arrogante. — Es evidente que tengo mucha más influencia sobre ti de la que pensaba.
— Que no se te suba a la cabeza — le aconsejó —. Si consideras mi estado emocional desde que me arrestaron, cualquiera podría influir en mí.
— Te remuerde la conciencia, ¿verdad? — aventuró.
— No seas tonto –respondió ella —. Tengo la conciencia bien limpia. Simplemente, estuve pensando en tus consejos y decidí que, por única vez, tenías razón. Hacer el resumen de un libro que ya leí sería jugar sucio. Además, como ya te dije, estos días me siento muy confundida. Eso es todo.
Joe la miró un instante.
— Sí, me doy cuenta. Cometes un error estúpido te pescan, y después todos te toman por una ladrona. Debe de haberte afectado, ¿no?
_____ asintió. Así se sentía exactamente.
— Cuando me dijiste que preparar un resumen sobre un libro que ya había leído era hacer trampa… bueno, supongo que se acercó bastante a…
— Robar — terminó por ella, con tono comprensivo.
_____ volvió a asentir con la cabeza; estaba demasiado avergonzada como para hablar.
— De acuerdo — dijo él, con tomo áspero —. ¿Qué quieres que te preste?
— ¿Tienes otros libros de ciencia ficción?
— Es como preguntarle al Papa si tiene agua bendita. — Se puso de pie. _____ notó que tuvo que apoyarse en la mesa para levantarse del banco y no supo si debía ayudarlo. El instinto le indicó que no. Tal vez sería capaz de darle un puñetazo en medio de la nariz si se atrevía a tocarlo.
— Vamos –gruñó —, busquemos en mi biblioteca.
Llegar al cuarto de Joe les demandó uno diez minutos. No bien entraron, se dejó caer pesadamente sobre la cama, con la respiración agitada. No tenía buen aspecto. En esa oportunidad, a _____ le importó muy poco si se sentiría o no herido en su orgullo masculino.
— ¿Estás bien?
— Por supuesto que no — rezongó, y tosió —. Si estuviera bien, no me habrían internado en este lugar. — Señaló la biblioteca. — Busca allí. Yo voy a descansar.
_____ se quedó mirándolo un instante y, al ver cómo apretaba las mandíbulas, decidió apartarse. Tenía un botón de llamado junto a su cama. Esperaba que llamase a la enfermera, si necesitaba ayuda de verdad. Ella no podía hacer mucho por él; en esas circunstancias, sus conocimientos le habrían sido tan útiles como los de una niñita de jardín de infantes. Se hincó frente a los libros y lamentó no saber practicar la resucitación cardiopulmonar. Por primera vez en su vida, se arrepintió de no haber hecho ese curso. ¿Y si le daba un ataque al corazón?
Los títulos de los libros se presentaban como un manchón confuso frente a sus ojos; estaba tan concentrada escuchando la respiración de Joe que no distinguía la diferencia entre Asimov y una novela de Viaje a las Estrellas. Después de unos minutos, lo oyó suspirar y respirar con más lentitud. Por fin, pareció volver a la normalidad.
_____ se sintió aliviada. Vio un libro de John Wyndham, uno de sus autores favoritos, que todavía no había leído. Lo tomó y se puso de pie.
— ¿Me prestas éste?
Joe asintió.
— Pero acuérdate de devolvérmelo.
— ¿Te gusta Wyndham?
— ¿Lo tendría en mi biblioteca si no me gustara? — Otra vez se hundió en las almohadas. — ¿Cuáles son tus otros autores favoritos?
— Me gustan casi todos menos Heinlein y los que escriben fantasía.
— Aj, ese género es espantoso — coincidió Joe —, pero Heinlein me gusta. ¿Leíste Stranger in a Strange Land?
_____ hizo una mueca.
— No me gusto. Más bien me resultó bastante aburrido.
— ¿Estas bromeando? Se puso furioso. Es uno de los mejores libros de ciencia ficción que se haya escrito jamás. Es un clásico, como la trilogía Foundation o la serie Dunes.
— Pon los pies en la tierra, ¿quieres? — Protestó _____ —. A nadie se le ocurriría relacionarlos uno con el otro. — Pocos segundos más, y estaba sentada en la cama de Joe, sosteniendo una encarnizada y maravillosa discusión que sólo los amantes de la literatura podían entender.
Durante la media hora que siguió, se dedicaron a comparar, discutir y comentar docenas de libros y autores diferentes. No dejaron de conversar sino hasta que entró Polly, trayendo la bandeja con la cena para Joe.
— Estamos un poco retrasados hoy — se disculpó Polly, mientras apoyaba la bandeja —. La señora Thomas no pudo hornear sus galletas.
_____ miró su reloj.
— Santo Dios. Las siete y cinco.
— El tiempo vuela cuando una la pasa bien, ¿verdad? — comentó Polly.
— _____ no estaba pasándola bien — se opuso Joe —. Estaba poniendo su cabeza como un manso cordero para que yo se la cortara con mis razonamientos.
— Sólo en tus sueños, mentiroso — dijo _____ —. Mañana seguiremos con esto. Será mejor que me vaya ya o perderé el autobús.
Sin embargo, lo cierto era que _____ estaba pasándola muy bien.
El sábado trabajó como una esclava y, aunque Joe hubiera estado levantado y con buen ánimo, no habría tenido tiempo de charlar con él.
No bien puso un pie en el hogar, la señora Drake la mantuvo ocupada hasta que se puso la chaqueta para marcharse.
Cuando entró en el living de su casa, notó que sus padres estaban de buenas. Por lo tanto, _____ decidió jugarse y ver qué podía hacer con respecto a su cena del domingo con Nathan.
Para su asombro, fue una tarea sumamente sencilla. No le hicieron ninguna cuestión cuando anunció que iría a la biblioteca el domingo por la tarde y que tal vez se quedara allí hasta que cerrase. Sabía que su mentira quedaría cubierta siempre y cuando no se encontrara con nadie conocido durante la cena.
Pasó el resto del sábado leyendo el libro de Wyndham y lo terminó el domingo por la mañana. Las horas pasaban lentamente. Sus padres se fueron al club a las once y media. A las once y treinta y dos, se vistió para su cita con Nathan.
Le llevó casi una hora decidir qué ropa se pondría.
Nathan estaba sentado afuera cuando llegó ella, minutos después de pasada la una.
— Hola — la saludó, y se puso de pie del banco de piedra en el que estaba sentado. Llevaba unos _____s gastados, ajustados al cuerpo como una segunda piel, y una camisa azul arremangada.
— Lamento haber llegado tarde — se disculpó — pero el autobús estaba demorado.
— No tiene importancia. — Sonrió. — Yo acabo de llegar. ¿Quieres que entremos para empezar ya?
Durante las siguientes dos horas, ambos fingieron concentrarse en sus respectivas tareas. Pero _____ advirtió que cada vez que levantaba la vista, él la miraba; ella también había cometido el mismo pecado, mirándolo de reojo siempre que pensaba que él no la veía. Por suerte, era buena para hacer resúmenes, pues la proximidad de Nathan había hecho estragos en su poder de concentración.
— ¿Ya estás por terminar? — murmuró Nathan a su oído.
Ella asintió, miró su reloj y vio que eran casi las tres y media. La biblioteca cerraba a las cinco. ¡Tendría prácticamente dos horas para estar con él antes de volver a casa!
— ¿Quieres comer ahora — le preguntó Nathan al salir — o prefieres ir a dar un paseo antes?
— ¿Por qué no vamos a la cafetería que está en la Quinta y Edinger? Tengo que volver a mi casa a las cinco y media.
— Me parece bien. — Le tomó la mano.
Mientras caminaban, charlaron con espontaneidad. Cuando llegaron al restaurante, _____ se convenció de que Nathan era el chico más maravilloso que había conocido en la vida.
Ella pidió una hamburguesa y él un plato a base de pescado. — Como tantas hamburguesas en Henry´s, que ya me tienen harto — explicó con una sonrisa —. A veces sueño que me ahogo en un inmenso recipiente con aceite de cocina.
_____ se echó a reír.
— ¿Cuánto hace que trabajas allí?
— Cuatro años. Empecé cuando estaba en segundo año. — Tomó su café. — Cuando murió papá, tuve que empezar a trabajar para mantener a mi madre.
— Debe de haber sido muy difícil para ti. — Nunca había conocido a alguien de esa edad que se hubiera visto en la obligación de trabajar para mantenerse. — Quiero decir que, por tu trabajo, deben quedarte muy pocas horas para dedicar a la vida social.
— Uno hace lo que tiene que hacer. Es cuestión de organizar los horarios — repuso Nathan — Digamos que se me cortaron todas las actividades extracurriculares, pero no puedo decir que me haya perdido mucho. He hecho muchos amigos en Henry´s.
— ¿Allí conociste a tu novia? — La pregunta se escapo de sus labios antes de que pudiera detenerla. Se quiso morir cuando la oyó.
— ¡No! Gina habría preferido que la enterraran viva antes de tener que comer en un antro grasiento como Henry´s. Sonrió. La conocí en la clase de inglés. Mantuvimos una relación bastante estable durante un año, hasta que se dio cuenta de que yo no era un chico de alcurnia a quien se le había ocurrido trabajar medio día para matar el tiempo.
_____ tomo una para frita.
— ¿No le gustaba que trabajaras?
— No solo mi trabajo le fastidiaba — contesto —, sino toda mi persona. Yo era el símbolo de su rebeldía contra los padres. En ese momento no lo supe, claro. Demonios. Yo creí que ellos aprobaban la relación que teníamos. Gina me decía que me admiraban por el hecho de que trabajaba para mantener a mi madre. Pero me mentía. Ellos no estaban de acuerdo conmigo ni con mis orígenes. Un día, Gina creció. Supero su etapa de rebeldía y también me dejo atrás a mí.
— Lo lamento — murmuró _____.
— No lo lamentes. No estaba enamorado de ella. — Volvió a sonreír. — Más bien, me sentía muy atraído físicamente. Pero toda esta experiencia me ha enseñado algo importante sobre las relaciones.
_____ se puso tensa.
— ¿Qué?
Nathan la miró directamente a los ojos.
— Que lo que se construye sobre una mentira nunca dura.
Monse_Jonas
Re: NO ME OLVIDES ♥ JOE Y TÚ (Adaptación)
Chicas, espero les guste.
Saludos
Gracias por comentar xD
Saludos
Gracias por comentar xD
Monse_Jonas
Re: NO ME OLVIDES ♥ JOE Y TÚ (Adaptación)
jOe es increíble!!!!...
Y nathan tiene mucha razón!!!..
Y nathan tiene mucha razón!!!..
chelis
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