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Los Ojos Negros
O W N :: Originales :: Originales :: One Shot's (originales)
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Los Ojos Negros
Nombre: Los Ojos Negros.
Autor: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Adaptación: No.
Género: Thriller.
Contenido: Suspenso, terror, acción.
Advertencias: No distribuir sin mi expresa autorización o será considerado plagio. Cualquier duda, problema, queja..., se me puede avisar vía mp.
Otras páginas: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] y [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].
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Los Ojos Negros
Creía que no me daba cuenta, creía que se podía sentar en su oxidada silla de metal y observarme tras las blancas cortinas ya percudidas y yo no me daría cuenta. Aún así, jamás dije nada y en ese momento tampoco lo haría. Salí por mi venta y me senté a orillas de la cornisa, con apenas la ropa interior sobre mi piel y un porro ya encendido en mi mano derecha.
Cualquiera se habría puesto por lo menos un abrigo, pero sabiendo de ese par de ojos observándome, no podía pensar en nada más que verme lo mejor y más natural posible, porque eso era todo a lo que me incitaba, a intentar ser quien en verdad era y no lo que otros esperaban de mi; aunque vivía con la extraña sensación de que aquello ya no era necesario, que fuera lo que fuera, ya lo sabía todo de mi. Le di una calada al pequeño cigarrillo y me eche hacia atrás sobre las frías tejas color azabache, en aquel momento tan solo quería ver las estrellas. No había ni una, aún cuando lo intentara frotándome los ojos.
La vida siempre me ha hecho miserable, y durante mi existencia —porque así es, solo he sido un ser existente sin ningún propósito aparente—, había estado en total aislamiento, viendo a otros crecer mientras yo continuaba buscando algo que me proporcionara felicidad, cosa que jamás había encontrado. Y aquella noche no era diferente, aquella noche nada habitaba el cielo, aquella noche era simplemente una confirmación más de que solo me sumiría en la soledad hasta mis últimos días.
Así que cerré los ojos y di otra calada, esperando que de esa manera mi mente comenzara a imaginar alguna cosa que la distrajera del desastre en que había estado por siempre. De pronto me sentí flotar, a miles de metros sobre suelo, la liviandad de una partícula de polvo jamás podría ser comparada con la que yo experimentaba en ese momento. Tomé tanto aire como me fue posible y en cuestión de segundos me hallaba riendo fuertemente, mientras observaba los fosfenos danzarines en mis parpados, aquellas manchas luminosas se movían de arriba a abajo, y de un lado a otro, algunas veces al ritmo de un vals y otras tan fuerte como lo indicaba el rock pesado. Intenté dejar de reír, pero aquellos sonidos histriónicos ya no estaban bajo mi control. Así como tampoco estaba bajo mi control el movimiento desenfrenado de mi cuerpo que rodaba de un lado a otro desacomodando cada pizarra.
« ¡Hey que estás haciendo ahí!» Esa voz grave, casi masculina, acabó con toda la diversión. Abrí los ojos y me encontré cara a cara con aquella mujer a la que tanto odiaba por la forma en la que siempre me trataba. Y por más que hubiera deseado no hacer caso a sus implícitas palabras, me puse en pie con cuidado en cuanto lo dijo y enfilé el camino de nuevo hacia mi ventana, sin darme cuenta mi pie desnudo se resbaló con una de las pizarras que acababa de mover, la droga cayó al suelo y yo me hallé apenas sosteniéndome con las puntas de los dedos de la horrible cornisa con pintura desgastada.
Un grito sordo de la mujer propio del susto, el tronar de algunas pizarras caídas, y mis pies moviéndose frenéticamente, raspando contra la pared, buscando algo de que sostenerse: todo eso escuché justo antes de perder las fuerzas y caer al vacío, seguramente diez metros acabarían con mi existencia de una u otra manera.
Intenté pensar en algún motivo por el cual las cosas no debieran acabar así, alguna razón que me dijera que sería una gran pérdida para la humanidad y que muchos lamentarían esta muerte, pero nada, por mi mente no cruzaba ni siquiera una persona que pudiera extrañarme, porque seguramente aquella mujer quizás lloraría por unos días, quizás semanas, pero después todo pasaría y volvería a ser tan feliz como lo era antes de mi nacimiento. Y ahí estaba, lamentándome de nuevo por una vida tan desgraciada, entonces lo recordé, aquel par de ojos que tanto disfrutaban la vista obtenida cada noche tanto en el tejado como en mi habitación, jamás conocería a quien poseyera aquellos ojos que inexplicablemente me habían obligado hacer locuras y maldecir a los mismos cielos. Giré como pude mi cabeza para mirar hacia su casa, fue un momento de total iluminación en el que pude observar aquel rostro huesudo, aquellos labios carnosos, aquella nariz perfectamente cincelada y aquellos ojos negros que dejarían en mi corazón una intriga que jamás desaparecería, después todo fue oscuridad y dolor.
« ¡Hora de desayunar!» De nuevo esa voz horrible, suponía que desaparecería después de aquella caída. Abrí los ojos y me encontré en mi habitación, en mi cama, las cobijas de algodón me resguardaban del frío de la madrugada. Me senté aún con todo confuso, observé mi cuerpo y no había nada en el, ni un solo rasguño. ¡Esto no podía ser! Salí rápido de las sabanas y ni siquiera le presté atención a la fría madera, solo tenía un objetivo, algo que no tardé en hacer. Miré en la pared de pintura azul el calendario, lunes después de acción de gracias. El mismo día, el mismo mes, el mismo año en el que creía haber muerto. Mi decepción no se hizo esperar al comprender que aquella caída había sido producto de sueños.
Terminé de arreglarme quince minutos después, salí de mi cuarto, abrí la puerta de entrada y la cerré justo antes de que la mujer terminara una oración que me maldecía por no obedecerle, luego bajé las escaleras vertiginosamente. Mantuve el paso, el instituto estaba a solo cuatro cuadras, no tardaría más que otros quince minutos y me sobraba tiempo, aún así tenía prisa, pero no alcancé a alejarme sino unos cuantos metros de mi horrible edificio cuando mis pies tomaron otra dirección, una dirección que me llevó a parar justo en frente del hogar de los ojos negros. Una vez ahí, observé con cuidado, con más cuidado del que había tenido en años, era un lugar bonito de apenas dos pisos, algunas flores adornaban el frente y una camioneta vieja sobresalía del garaje. Pero nada podría haber sido mejor que su silueta asomándose levemente por la ventana, aún escondida por las cortinas, justo al lado de la silla de metal cuyo brillo por el sol apenas se distinguía en esa posición. Le miré un momento, aún no sabía porque nunca había conocido a esa persona, ni le había visto salir, ni podar el pasto, ni recibir visitas, ni nada; pero aún así sabía que me observaba con su horrible y oxidado telescopio, sabía que se dormía solo unos minutos después de que yo lo hiciera, y que despertaba justo antes de que la mujer me llamara, incluso sabía que adoraba cada una de las cosas que me veía hacer.
El ruido de una bocina me desconcentró, miré una vez más la figura en la obscuridad y después corrí hacia el instituto, llegaría tarde, de nuevo.
« ¿Podría ir al baño?» pregunté a la maestra, esperé su asentimiento y después caminé a través de mis estúpidos compañeros de clase hasta la puerta del aula. Di unos cuantos pasos, me escabullí por varios pasillos y cerré varias puertas hasta que la seguridad me invadió, entonces saqué un nuevo y recién adquirido porro, lo froté primero un poco en mi nariz, saturándome con ese olor mágico, después saqué un fósforo y lo encendí para darle una fuerte calada, era delicioso, y lo habría sido aún más si el tiempo no me estuviera acosando. Eché las cenizas en una maceta y volví flotando sobre mis pasos al salón. Abrí la puerta mecánicamente, llegué a mi puesto, abrí el cuaderno y hundí mi rostro en los apuntes sin sentido que había tomado minutos antes, pero una fuerza más allá de mi me hizo levantar la cabeza para así encontrarme con los ojos negros con los que había soñado, contuve la respiración mientras le observaba, apenas si alcanzaba a distinguir las palabras: “maestro sustituto” saliendo de su boca. Él me miró, sonriendo encantadoramente, luego miró a la maestra que se iba y después comenzó con su clase de ciencias avanzadas, de todo lo que imaginé pasaría en el día, esto no se pasó por mi mente.
El hombre, —del que desconocía su nombre, y que tampoco preguntaría por miedo a ser objeto de broma de mis compañeros, por milésima vez en la semana—, anotó algunas cosas en el tablero acrílico, nos puso a hacer un trabajo y de nuevo se sentó en la silla de madera y cuero de maestros. Podía sentirlo mirándome de vez en cuando, sonriendo en cada momento, pero no era capaz de sostenerle la mirada, mi corazón estaba lleno de la intriga que había tenido en el sueño. Aún no descubría si aquello era bueno o no.
Terminé mi ensayo y me levanté para entregárselo, así podría irme. Caminé con cuidado hasta él, dejé el papel medianamente arrugado sobre el escritorio y después me fui, sintiendo sus ojos negros aún clavados en mi espalda.
Los chicos gritaban mientras corrían de un lado a otro y las chicas cuchicheaban sus infames chismes en pequeños grupos. Yo aún me excluía en una esquina del gran patio, en donde comía un desastroso sándwich y observaba, con miedo a que me descubriera, al nuevo profesor. El hombre se hallaba hablando con la maestra que lo había presentado al grupo, cada cierto tanto mostraba sus perfectos dientes, formando así unos hoyuelos en sus vacuas mejillas, de pronto llevó su vista hasta donde yo estaba y nuestros ojos se encontraron, todo lo que hice fue bajar la mirada, esperé unos segundos y después noté como hablaba con una de las chicas de mi grupo que estaba cerca de él, ahora los tres miraban hacia donde yo estaba. De pronto la chica le hizo señas a sus amigas que comenzaron a venir hacia mí, guardé con torpeza mis cosas y corrí hacia la salida, pero unos chicos me taparon la entrada impidiéndome el paso. Busque rápidamente algún otro lugar por el cual huir pero no hallé ninguno, de un momento a otro todos se hallaban caminando hacia mí, encerrándome con sus cuerpos, cuando estuvieron lo suficientemente cerca, el chico más fuerte se acerco tomándome por la cintura hasta levantarme por el aire, no entendía nada. Expiraba miedo por cada uno de mis poros, me habían hecho muchas bromas antes, me habían humillado a más no poder, me habían dañado la psique con sus palabras durante años, pero el daño físico no había formado parte de ninguno de esos hechos, nunca. Sentí mis manos temblar, miré hacia abajo a todas aquellas cabezas y termine sorprendiéndome al darme cuenta de que todos me observaban con adoración, unas chicas tomaron mis pies y otras mis brazos, los chicos sostenían con cuidado el resto de mi cuerpo, solo fue cuestión de tiempo para escucharlos vitorear mi nombre mientras me dejaban volar por el aire por intervalos de segundos, esto no era de ninguna forma natural. Aún así disfruté del momento, en mi interior se formaba una sensación irreconocible que me llenaba por completo, era como si mi corazón fuera a explotar, de pronto me di cuenta que la piel de mi rostro se hallaba estirada dejando ver mis dientes, era una sonrisa a causa de lo que estaba sucediendo, la seguridad no era muy alta pero podría decir que aquello era felicidad, aquel sentimiento que me hacia querer abrazar a todos aquellos que me alababan en ese momento. Suspiré unas veces e incluso me pellizqué para saber que no era un sueño, y no lo era, todos me querían ahora debido a unas palabras de aquel extraño, y eso me hacía feliz. Miré al dueño de los ojos negros que esta vez me observaba con una sonrisa arrogante mientras fumaba algo, no tardó mucho para que el olor invadiera el lugar que se hallaba completamente cerrado, ese olor tan conocido y prohibido que vino acompañado por una espesa humareda, pronto todos nos vimos cubiertos por aquellos despojos naturales, parpadeé intentando limpiar mis retinas pero ya era muy tarde, había perdido de vista sus ojos y no lograba identificar nada, nada más que la tos que venía de mis pulmones.
Comencé a removerme intentando que me bajarán, pero nadie cedía, finalmente me moví con tanta violencia que terminé cayendo al suelo.
«Aush» susurré cerrando los ojos y esperando que aquellos que acababan de adorarme acudieran en mi ayuda, pero no había nadie y yo sentía mi mano dolorida. Entreabrí los ojos y me vi en una habitación desconocida frente a un escritorio de metal. Giré la cabeza en busca de algo que se me hiciera conocido, pero no había visto ninguna de aquellas cosas antes, todas aquellas cosas que ahora notaba, eran color rosa, eran irreconocibles para mí. Intenté levantarme pero la punzada de dolor llegó rápidamente, la mano estaba torcida. Utilicé la otra hasta incorporarme, era un cuarto pequeño y vacío a excepción del escritorio metálico. Hallé una puerta a mi derecha y la abrí, fuera el color era verde, verde como el pasto en la mañana, e incluso olía así, a fresco, inspiré con fuerza y después salí del cuarto, quería saber en dónde me hallaba, quería saber quien me había llevado hasta ahí.
Caminé unos metros a través de un pasillo, metros que parecían interminables, luego de eso llegué a un salón algo más grande que la habitación, ahí el color cambiaba a negro y el olor era como a azufre, me tapé la nariz e intenté distinguir algo, eso habría sido imposible de no ser por una pequeña lámpara de luz ultravioleta que reposaba en una esquina. Busqué una nueva salida y hallé otra puerta, caminé hasta ella con temor, giré la perilla y la abrí, el rechinar de esta solo me causó un miedo mayor, aún así intenté ser valiente y terminar con lo que había empezado.
La puerta dio un golpe seco contra la pared y yo observé con sorpresa un cuarto rojo en el que encontré a aquel hombre parado contra la pared, dándome la espalda, golpeándose la cabeza contra el muro, me pregunté si acaso debía ir y pedirle explicaciones por lo que me estaba sucediendo, pero no era capaz, sin embargo una fuerza extraña hizo presencia y me impulsó a ir hacia él, estando a la distancia adecuada alargué mi brazo para tocar su hombro, la tela estaba muy caliente y era bastante áspera así que la retiré casi de inmediato, él se dio la vuelta con lentitud y de nuevo sus ojos negros, ahora con las pupilas dilatadas, se encontraron con los míos y en sus carnosos labios se formó una sonrisa, una sonrisa horrible que deformaba su rostro, observé con terror sus puntiagudos dientes y la parálisis se apoderó de mi cuerpo mientras él iba eliminando la distancia entre nosotros, de su boca salía un liquido viscoso y gris que me asqueó. Cerré los ojos, esto debía ser una alucinación como todo lo que me estaba sucediendo, sí, eso era, esto debía acabar, esos ojos negros no podían resultar en esto. Pero nada, por más que parpadeara solo conseguía verlo acercándose más y más. De repente unas nuevas energías se apoderaron de mi y logré darme vuelta para correr, sentí sus manos rozando mi piel, cerré la puerta con la mano lastimada —algo que me causo un grito ahogado—, atravesé el cuarto negro, el pasillo verde y volví a la habitación rosa, una vez allí cerré la puerta con fuerza y fui bajo el escritorio de metal, me acurruqué y tomé mis piernas entre mis brazos sin dejar de observar la puerta frente a mí, sabía que era inevitable el que llegará, pero al menos podría pasar mis últimos minutos recapacitando, ya no había salida, ninguna ventana por la cual escapar o saltar, ni mucho menos una humareda que me llevará a otro sitio, solo estaba yo con mis miedos. Esta vez pensé en aquella mujer que me levantaba todas las mañanas y me daba de comer, tuve la mínima esperanza de que quizás me estaba buscando, o de que al menos esta vez sí podría extrañarme, pero en mi interior seguían los mismos sentimientos de angustia que solo concluían que nunca nadie extrañaría mi partida y que finalmente terminarían olvidándome, si es que quizás, en algún momento se habían percatado de mi presencia.
Un brisa fresca comenzó a recorrer mi cuerpo lentamente, era imposible, no había corrientes de aire por ningún lugar, lo había revisado bien, de pronto los vellos de mi cuerpo entero se erizaron, mis manos comenzaron a sudar frío y mi respiración se aceleró hasta el punto que podía escuchar los agitados golpes de mi corazón contra mi tórax al notar en donde comenzaba la gélida brisa, justo en mi nuca, el temblor se impuso con mayor vigor y mi mandíbula comenzó a desencajarse varios milímetros a medida que giraba la cabeza, mi nariz se llenó con un olor a muerte y mis ojos se encontraron con la encarnación misma, propagada por aquellos ojos negros, alcancé a mover mi cuerpo, pero me hallaba bajo su apretado agarre justo en donde me había lastimado de la nada, una nueva punzada de dolor arrancó una parte de mi alma y mi boca logro abrirse antes de que él me atrapará con la suya.
Tomé aire con fuerza, mis parpados pesaban, aún así abrí los ojos, todo era borroso, sobre mi había un gran círculo con algunas figuras colgando de el, el aparato daba vueltas causándome aún más sueño, abrí la boca para hablar, pero de ella solo salieron ruidos extraños, era un llanto, un llanto de bebe, entré en pánico. Moví mis brazos y piernas pero apenas veía los primeros sobre mi cabeza, además solo veía vigas de madera en todas direcciones. Solté ese llanto con mayor fuerza, oí unos pasos y segundos después estaban sobre mí los ojos negros, mirándome con devoción.
«Shhhh, shhhh.» Me arrullaba como una nana vieja, pero los sonidos no dejaban de salir desde lo más profundo de mis entrañas. Intentó calmarme de nuevo pero mi llanto no cesaba, finalmente se alejó un poco de mi, yendo hacia una mesita, una vez ahí, tomó una pequeña botella lila, aplico un poco del contenido sobre su muñeca y cuando se sintió convencido lo llevó hasta mi, colocando el chupón entre mis labios, dejé que el liquido se deslizara por mi garganta, pero terminé atragantándome en cuanto sentí el sabor, un sabor que solo sentí cada vez que me abofetearon con fuerza, me estaba alimentando con sangre, asquerosa y sucia sangre. Moví la cabeza para que quitara la botella de mi boca, pero él la dejo ahí, la sangre ahora se regaba por mis costados, era demasiada, por el tamaño de aquel tetero, el contenido se tendría que haber acabado hacía mucho, pero aún con eso ya sentía la horrible sustancia llenándome las orejas y las fosas nasales.
Cerré los ojos, no sabía cuando terminaría esto, no sabía porque me estaba sucediendo a mí, solo me estaban atormentando y nada más. Escenas cortas de las últimas horas —si es que se trataba de horas—, pasaban por mi mente, repitiéndose una y otra vez, alargando mi sufrimiento, era un títere en manos de un ser macabro. Esa intriga en mi corazón jamás había sido buena, no sabía cómo ni porque había llegado él a mi vida, pero entendía que había estado ahí siempre, acabando con todas mis posibilidades de vivir. Intenté respirar pero la sangre me estaba ahogando ¿acaso esto nunca terminaría? Negué un poco más con la cabeza y abrí los ojos para perderme en la oscuridad sádica de los suyos. Entonces lo comprendí, finalmente descubrí que me encontraba en reclusión dentro de mi propio sueño... O quizás fuera el de él.
Cualquiera se habría puesto por lo menos un abrigo, pero sabiendo de ese par de ojos observándome, no podía pensar en nada más que verme lo mejor y más natural posible, porque eso era todo a lo que me incitaba, a intentar ser quien en verdad era y no lo que otros esperaban de mi; aunque vivía con la extraña sensación de que aquello ya no era necesario, que fuera lo que fuera, ya lo sabía todo de mi. Le di una calada al pequeño cigarrillo y me eche hacia atrás sobre las frías tejas color azabache, en aquel momento tan solo quería ver las estrellas. No había ni una, aún cuando lo intentara frotándome los ojos.
La vida siempre me ha hecho miserable, y durante mi existencia —porque así es, solo he sido un ser existente sin ningún propósito aparente—, había estado en total aislamiento, viendo a otros crecer mientras yo continuaba buscando algo que me proporcionara felicidad, cosa que jamás había encontrado. Y aquella noche no era diferente, aquella noche nada habitaba el cielo, aquella noche era simplemente una confirmación más de que solo me sumiría en la soledad hasta mis últimos días.
Así que cerré los ojos y di otra calada, esperando que de esa manera mi mente comenzara a imaginar alguna cosa que la distrajera del desastre en que había estado por siempre. De pronto me sentí flotar, a miles de metros sobre suelo, la liviandad de una partícula de polvo jamás podría ser comparada con la que yo experimentaba en ese momento. Tomé tanto aire como me fue posible y en cuestión de segundos me hallaba riendo fuertemente, mientras observaba los fosfenos danzarines en mis parpados, aquellas manchas luminosas se movían de arriba a abajo, y de un lado a otro, algunas veces al ritmo de un vals y otras tan fuerte como lo indicaba el rock pesado. Intenté dejar de reír, pero aquellos sonidos histriónicos ya no estaban bajo mi control. Así como tampoco estaba bajo mi control el movimiento desenfrenado de mi cuerpo que rodaba de un lado a otro desacomodando cada pizarra.
« ¡Hey que estás haciendo ahí!» Esa voz grave, casi masculina, acabó con toda la diversión. Abrí los ojos y me encontré cara a cara con aquella mujer a la que tanto odiaba por la forma en la que siempre me trataba. Y por más que hubiera deseado no hacer caso a sus implícitas palabras, me puse en pie con cuidado en cuanto lo dijo y enfilé el camino de nuevo hacia mi ventana, sin darme cuenta mi pie desnudo se resbaló con una de las pizarras que acababa de mover, la droga cayó al suelo y yo me hallé apenas sosteniéndome con las puntas de los dedos de la horrible cornisa con pintura desgastada.
Un grito sordo de la mujer propio del susto, el tronar de algunas pizarras caídas, y mis pies moviéndose frenéticamente, raspando contra la pared, buscando algo de que sostenerse: todo eso escuché justo antes de perder las fuerzas y caer al vacío, seguramente diez metros acabarían con mi existencia de una u otra manera.
Intenté pensar en algún motivo por el cual las cosas no debieran acabar así, alguna razón que me dijera que sería una gran pérdida para la humanidad y que muchos lamentarían esta muerte, pero nada, por mi mente no cruzaba ni siquiera una persona que pudiera extrañarme, porque seguramente aquella mujer quizás lloraría por unos días, quizás semanas, pero después todo pasaría y volvería a ser tan feliz como lo era antes de mi nacimiento. Y ahí estaba, lamentándome de nuevo por una vida tan desgraciada, entonces lo recordé, aquel par de ojos que tanto disfrutaban la vista obtenida cada noche tanto en el tejado como en mi habitación, jamás conocería a quien poseyera aquellos ojos que inexplicablemente me habían obligado hacer locuras y maldecir a los mismos cielos. Giré como pude mi cabeza para mirar hacia su casa, fue un momento de total iluminación en el que pude observar aquel rostro huesudo, aquellos labios carnosos, aquella nariz perfectamente cincelada y aquellos ojos negros que dejarían en mi corazón una intriga que jamás desaparecería, después todo fue oscuridad y dolor.
« ¡Hora de desayunar!» De nuevo esa voz horrible, suponía que desaparecería después de aquella caída. Abrí los ojos y me encontré en mi habitación, en mi cama, las cobijas de algodón me resguardaban del frío de la madrugada. Me senté aún con todo confuso, observé mi cuerpo y no había nada en el, ni un solo rasguño. ¡Esto no podía ser! Salí rápido de las sabanas y ni siquiera le presté atención a la fría madera, solo tenía un objetivo, algo que no tardé en hacer. Miré en la pared de pintura azul el calendario, lunes después de acción de gracias. El mismo día, el mismo mes, el mismo año en el que creía haber muerto. Mi decepción no se hizo esperar al comprender que aquella caída había sido producto de sueños.
Terminé de arreglarme quince minutos después, salí de mi cuarto, abrí la puerta de entrada y la cerré justo antes de que la mujer terminara una oración que me maldecía por no obedecerle, luego bajé las escaleras vertiginosamente. Mantuve el paso, el instituto estaba a solo cuatro cuadras, no tardaría más que otros quince minutos y me sobraba tiempo, aún así tenía prisa, pero no alcancé a alejarme sino unos cuantos metros de mi horrible edificio cuando mis pies tomaron otra dirección, una dirección que me llevó a parar justo en frente del hogar de los ojos negros. Una vez ahí, observé con cuidado, con más cuidado del que había tenido en años, era un lugar bonito de apenas dos pisos, algunas flores adornaban el frente y una camioneta vieja sobresalía del garaje. Pero nada podría haber sido mejor que su silueta asomándose levemente por la ventana, aún escondida por las cortinas, justo al lado de la silla de metal cuyo brillo por el sol apenas se distinguía en esa posición. Le miré un momento, aún no sabía porque nunca había conocido a esa persona, ni le había visto salir, ni podar el pasto, ni recibir visitas, ni nada; pero aún así sabía que me observaba con su horrible y oxidado telescopio, sabía que se dormía solo unos minutos después de que yo lo hiciera, y que despertaba justo antes de que la mujer me llamara, incluso sabía que adoraba cada una de las cosas que me veía hacer.
El ruido de una bocina me desconcentró, miré una vez más la figura en la obscuridad y después corrí hacia el instituto, llegaría tarde, de nuevo.
« ¿Podría ir al baño?» pregunté a la maestra, esperé su asentimiento y después caminé a través de mis estúpidos compañeros de clase hasta la puerta del aula. Di unos cuantos pasos, me escabullí por varios pasillos y cerré varias puertas hasta que la seguridad me invadió, entonces saqué un nuevo y recién adquirido porro, lo froté primero un poco en mi nariz, saturándome con ese olor mágico, después saqué un fósforo y lo encendí para darle una fuerte calada, era delicioso, y lo habría sido aún más si el tiempo no me estuviera acosando. Eché las cenizas en una maceta y volví flotando sobre mis pasos al salón. Abrí la puerta mecánicamente, llegué a mi puesto, abrí el cuaderno y hundí mi rostro en los apuntes sin sentido que había tomado minutos antes, pero una fuerza más allá de mi me hizo levantar la cabeza para así encontrarme con los ojos negros con los que había soñado, contuve la respiración mientras le observaba, apenas si alcanzaba a distinguir las palabras: “maestro sustituto” saliendo de su boca. Él me miró, sonriendo encantadoramente, luego miró a la maestra que se iba y después comenzó con su clase de ciencias avanzadas, de todo lo que imaginé pasaría en el día, esto no se pasó por mi mente.
El hombre, —del que desconocía su nombre, y que tampoco preguntaría por miedo a ser objeto de broma de mis compañeros, por milésima vez en la semana—, anotó algunas cosas en el tablero acrílico, nos puso a hacer un trabajo y de nuevo se sentó en la silla de madera y cuero de maestros. Podía sentirlo mirándome de vez en cuando, sonriendo en cada momento, pero no era capaz de sostenerle la mirada, mi corazón estaba lleno de la intriga que había tenido en el sueño. Aún no descubría si aquello era bueno o no.
Terminé mi ensayo y me levanté para entregárselo, así podría irme. Caminé con cuidado hasta él, dejé el papel medianamente arrugado sobre el escritorio y después me fui, sintiendo sus ojos negros aún clavados en mi espalda.
Los chicos gritaban mientras corrían de un lado a otro y las chicas cuchicheaban sus infames chismes en pequeños grupos. Yo aún me excluía en una esquina del gran patio, en donde comía un desastroso sándwich y observaba, con miedo a que me descubriera, al nuevo profesor. El hombre se hallaba hablando con la maestra que lo había presentado al grupo, cada cierto tanto mostraba sus perfectos dientes, formando así unos hoyuelos en sus vacuas mejillas, de pronto llevó su vista hasta donde yo estaba y nuestros ojos se encontraron, todo lo que hice fue bajar la mirada, esperé unos segundos y después noté como hablaba con una de las chicas de mi grupo que estaba cerca de él, ahora los tres miraban hacia donde yo estaba. De pronto la chica le hizo señas a sus amigas que comenzaron a venir hacia mí, guardé con torpeza mis cosas y corrí hacia la salida, pero unos chicos me taparon la entrada impidiéndome el paso. Busque rápidamente algún otro lugar por el cual huir pero no hallé ninguno, de un momento a otro todos se hallaban caminando hacia mí, encerrándome con sus cuerpos, cuando estuvieron lo suficientemente cerca, el chico más fuerte se acerco tomándome por la cintura hasta levantarme por el aire, no entendía nada. Expiraba miedo por cada uno de mis poros, me habían hecho muchas bromas antes, me habían humillado a más no poder, me habían dañado la psique con sus palabras durante años, pero el daño físico no había formado parte de ninguno de esos hechos, nunca. Sentí mis manos temblar, miré hacia abajo a todas aquellas cabezas y termine sorprendiéndome al darme cuenta de que todos me observaban con adoración, unas chicas tomaron mis pies y otras mis brazos, los chicos sostenían con cuidado el resto de mi cuerpo, solo fue cuestión de tiempo para escucharlos vitorear mi nombre mientras me dejaban volar por el aire por intervalos de segundos, esto no era de ninguna forma natural. Aún así disfruté del momento, en mi interior se formaba una sensación irreconocible que me llenaba por completo, era como si mi corazón fuera a explotar, de pronto me di cuenta que la piel de mi rostro se hallaba estirada dejando ver mis dientes, era una sonrisa a causa de lo que estaba sucediendo, la seguridad no era muy alta pero podría decir que aquello era felicidad, aquel sentimiento que me hacia querer abrazar a todos aquellos que me alababan en ese momento. Suspiré unas veces e incluso me pellizqué para saber que no era un sueño, y no lo era, todos me querían ahora debido a unas palabras de aquel extraño, y eso me hacía feliz. Miré al dueño de los ojos negros que esta vez me observaba con una sonrisa arrogante mientras fumaba algo, no tardó mucho para que el olor invadiera el lugar que se hallaba completamente cerrado, ese olor tan conocido y prohibido que vino acompañado por una espesa humareda, pronto todos nos vimos cubiertos por aquellos despojos naturales, parpadeé intentando limpiar mis retinas pero ya era muy tarde, había perdido de vista sus ojos y no lograba identificar nada, nada más que la tos que venía de mis pulmones.
Comencé a removerme intentando que me bajarán, pero nadie cedía, finalmente me moví con tanta violencia que terminé cayendo al suelo.
«Aush» susurré cerrando los ojos y esperando que aquellos que acababan de adorarme acudieran en mi ayuda, pero no había nadie y yo sentía mi mano dolorida. Entreabrí los ojos y me vi en una habitación desconocida frente a un escritorio de metal. Giré la cabeza en busca de algo que se me hiciera conocido, pero no había visto ninguna de aquellas cosas antes, todas aquellas cosas que ahora notaba, eran color rosa, eran irreconocibles para mí. Intenté levantarme pero la punzada de dolor llegó rápidamente, la mano estaba torcida. Utilicé la otra hasta incorporarme, era un cuarto pequeño y vacío a excepción del escritorio metálico. Hallé una puerta a mi derecha y la abrí, fuera el color era verde, verde como el pasto en la mañana, e incluso olía así, a fresco, inspiré con fuerza y después salí del cuarto, quería saber en dónde me hallaba, quería saber quien me había llevado hasta ahí.
Caminé unos metros a través de un pasillo, metros que parecían interminables, luego de eso llegué a un salón algo más grande que la habitación, ahí el color cambiaba a negro y el olor era como a azufre, me tapé la nariz e intenté distinguir algo, eso habría sido imposible de no ser por una pequeña lámpara de luz ultravioleta que reposaba en una esquina. Busqué una nueva salida y hallé otra puerta, caminé hasta ella con temor, giré la perilla y la abrí, el rechinar de esta solo me causó un miedo mayor, aún así intenté ser valiente y terminar con lo que había empezado.
La puerta dio un golpe seco contra la pared y yo observé con sorpresa un cuarto rojo en el que encontré a aquel hombre parado contra la pared, dándome la espalda, golpeándose la cabeza contra el muro, me pregunté si acaso debía ir y pedirle explicaciones por lo que me estaba sucediendo, pero no era capaz, sin embargo una fuerza extraña hizo presencia y me impulsó a ir hacia él, estando a la distancia adecuada alargué mi brazo para tocar su hombro, la tela estaba muy caliente y era bastante áspera así que la retiré casi de inmediato, él se dio la vuelta con lentitud y de nuevo sus ojos negros, ahora con las pupilas dilatadas, se encontraron con los míos y en sus carnosos labios se formó una sonrisa, una sonrisa horrible que deformaba su rostro, observé con terror sus puntiagudos dientes y la parálisis se apoderó de mi cuerpo mientras él iba eliminando la distancia entre nosotros, de su boca salía un liquido viscoso y gris que me asqueó. Cerré los ojos, esto debía ser una alucinación como todo lo que me estaba sucediendo, sí, eso era, esto debía acabar, esos ojos negros no podían resultar en esto. Pero nada, por más que parpadeara solo conseguía verlo acercándose más y más. De repente unas nuevas energías se apoderaron de mi y logré darme vuelta para correr, sentí sus manos rozando mi piel, cerré la puerta con la mano lastimada —algo que me causo un grito ahogado—, atravesé el cuarto negro, el pasillo verde y volví a la habitación rosa, una vez allí cerré la puerta con fuerza y fui bajo el escritorio de metal, me acurruqué y tomé mis piernas entre mis brazos sin dejar de observar la puerta frente a mí, sabía que era inevitable el que llegará, pero al menos podría pasar mis últimos minutos recapacitando, ya no había salida, ninguna ventana por la cual escapar o saltar, ni mucho menos una humareda que me llevará a otro sitio, solo estaba yo con mis miedos. Esta vez pensé en aquella mujer que me levantaba todas las mañanas y me daba de comer, tuve la mínima esperanza de que quizás me estaba buscando, o de que al menos esta vez sí podría extrañarme, pero en mi interior seguían los mismos sentimientos de angustia que solo concluían que nunca nadie extrañaría mi partida y que finalmente terminarían olvidándome, si es que quizás, en algún momento se habían percatado de mi presencia.
Un brisa fresca comenzó a recorrer mi cuerpo lentamente, era imposible, no había corrientes de aire por ningún lugar, lo había revisado bien, de pronto los vellos de mi cuerpo entero se erizaron, mis manos comenzaron a sudar frío y mi respiración se aceleró hasta el punto que podía escuchar los agitados golpes de mi corazón contra mi tórax al notar en donde comenzaba la gélida brisa, justo en mi nuca, el temblor se impuso con mayor vigor y mi mandíbula comenzó a desencajarse varios milímetros a medida que giraba la cabeza, mi nariz se llenó con un olor a muerte y mis ojos se encontraron con la encarnación misma, propagada por aquellos ojos negros, alcancé a mover mi cuerpo, pero me hallaba bajo su apretado agarre justo en donde me había lastimado de la nada, una nueva punzada de dolor arrancó una parte de mi alma y mi boca logro abrirse antes de que él me atrapará con la suya.
Tomé aire con fuerza, mis parpados pesaban, aún así abrí los ojos, todo era borroso, sobre mi había un gran círculo con algunas figuras colgando de el, el aparato daba vueltas causándome aún más sueño, abrí la boca para hablar, pero de ella solo salieron ruidos extraños, era un llanto, un llanto de bebe, entré en pánico. Moví mis brazos y piernas pero apenas veía los primeros sobre mi cabeza, además solo veía vigas de madera en todas direcciones. Solté ese llanto con mayor fuerza, oí unos pasos y segundos después estaban sobre mí los ojos negros, mirándome con devoción.
«Shhhh, shhhh.» Me arrullaba como una nana vieja, pero los sonidos no dejaban de salir desde lo más profundo de mis entrañas. Intentó calmarme de nuevo pero mi llanto no cesaba, finalmente se alejó un poco de mi, yendo hacia una mesita, una vez ahí, tomó una pequeña botella lila, aplico un poco del contenido sobre su muñeca y cuando se sintió convencido lo llevó hasta mi, colocando el chupón entre mis labios, dejé que el liquido se deslizara por mi garganta, pero terminé atragantándome en cuanto sentí el sabor, un sabor que solo sentí cada vez que me abofetearon con fuerza, me estaba alimentando con sangre, asquerosa y sucia sangre. Moví la cabeza para que quitara la botella de mi boca, pero él la dejo ahí, la sangre ahora se regaba por mis costados, era demasiada, por el tamaño de aquel tetero, el contenido se tendría que haber acabado hacía mucho, pero aún con eso ya sentía la horrible sustancia llenándome las orejas y las fosas nasales.
Cerré los ojos, no sabía cuando terminaría esto, no sabía porque me estaba sucediendo a mí, solo me estaban atormentando y nada más. Escenas cortas de las últimas horas —si es que se trataba de horas—, pasaban por mi mente, repitiéndose una y otra vez, alargando mi sufrimiento, era un títere en manos de un ser macabro. Esa intriga en mi corazón jamás había sido buena, no sabía cómo ni porque había llegado él a mi vida, pero entendía que había estado ahí siempre, acabando con todas mis posibilidades de vivir. Intenté respirar pero la sangre me estaba ahogando ¿acaso esto nunca terminaría? Negué un poco más con la cabeza y abrí los ojos para perderme en la oscuridad sádica de los suyos. Entonces lo comprendí, finalmente descubrí que me encontraba en reclusión dentro de mi propio sueño... O quizás fuera el de él.
darko.
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