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imagine.
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»escritos y codes de mi autoría.
»capítulos y os para audiciones.
»escritos y codes de mi autoría.
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tobias.
Re: imagine.
Capítulo cuatro.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]Se quedó un buen rato recargada en el árbol esperando a Chuck. Estudió un poco más el Área. Ese nuevo lugar de pesadillas en el que estaría destinada a vivir por un largo tiempo. Las sombras de las paredes se habían alargado, trepando por los lados de piedra cubiertas de hierba.
Eso ayudó a Bárbara a comprender las direcciones; el edificio de madera estaba en la esquina noroeste, sumergido en las sombras. Una arboleada al suroeste, la granja, donde algunos chicos aun caminaban por los campos. Los animales estaban en la esquina sureste, mugiendo y croando. Precisamente en medio del lugar, el hoyo de la Caja aún permanecía abierto, como si la estuviera invitando a saltar y buscar su hogar.
Cerca de ahí, estaba un edificio grande hecho de bloques de concreto y una amenazante puerta de acero, era la única entrada. No había ventanas. Una manija enorme y redonda hecha de acero parecía ser la única manera de abrir la puerta. Bárbara no sabía qué sentir, curiosidad por saber qué había dentro o temor por descubrirlo.
Bárbara se fijó en las cuatro grandes aberturas de la puerta principal en el medio de las paredes del Área. Pero antes de que pudiera estudiarlas bien Chuck ya había llegado, con un par de sándwiches acompañados por manzanas y dos tazas metálicas que debían ser agua.
—Sartén no estaba muy feliz de que invadiera su cocina antes de cenar —comentó Chuck sentándose al lado del árbol y entregándole un sándwich a Bárbara. Ella vaciló, después de lo que había visto no tenía ni un poco de apetito. Pronto el hambre terminó por vencerla y le dio un enorme mordisco. Un sabor maravilloso llenó su boca.
—Moría de hambre —murmuró Bárbara después de dar otro bocado.
—Te lo dije —dijo Chuck y mordió su sándwich.
Después de acabarse el sándwich, Bárbara decidió preguntar finalmente sus preocupaciones.
—¿Qué le sucede a Ben? Ya ni parece humano.
—No lo sé —respondió Chuck—, no lo he visto.
Bárbara decidió no presionarlo, quizá así le diera algo de información.
—No quieres verlo, créeme —continuó mordiendo manzanas mientras estudiaba las enormes grietas de las paredes. Aunque le parecía difícil hacerlo desde donde estaba sentada, había algo extraño en las orillas de las piedras de la salida a los corredores de afuera.
—¿Qué hay allá afuera?
Chuck vaciló.
—Jamás he estado fuera del Área.
—Sé que me ocultas algo —dijo finalmente, mordiendo el último bocado de la manzana y tomando un buen trago de agua. La frustración de no obtener respuestas había comenzado a alterarla—. ¿Por qué son tan reservados?
—Las cosas son raras, y la mayoría de nosotros no lo sabemos todo, ni siquiera la mitad.
A Bárbara le molestaba que a Chuck no le molestara no saber nada. Parecía que le era indiferente el que le hubieran quitado su vida. ¿Qué sucedía con aquellos chicos? Todos parecían estar locos. Bárbara se levantó y comenzó a caminar hacia las aberturas gigantes, nadie había dicho que no podía echar un vistazo.
—¡Hey, espera! —gritó Chuck, corriendo para alcanzarla—. Ten cuidado, están a punto de cerrar.
—¿Cerrar qué?
—Las puertas, obviamente.
—No veo ninguna puerta por aquí —Bárbara sabía que Chuck no le estaba mintiendo. Empezó a sentirse incómoda y redujo el paso, ya sin tantas ganas de entrar al lugar.
—¿Cómo les dices tú a esas enormes aberturas? —Chuck apuntó a los huevos en las paredes que ahora estaban muy cerca.
—Enormes aberturas —respondió Bárbara obvia.
—Bueno, pues son puertas, y se cierran cada noche.
—¿Cómo que se cierran?
—Lo verás por ti misma en un minuto, los corredores volverán pronto, y esas paredes se moverán hasta que no haya huecos.
Bárbara no podía entender cómo esas paredes iban a moverse, ¡eran inmensas! Trató de convencerse de que no se cerrarían, quizá Chuck sólo estaba jugando con ella, no era posible que aquellas puertas se movieran.
Llegaron a la enorme abertura que conducía hacia afuera. Bárbara abrió la boca, pero vaciló, aquello parecía ser un laberinto.
—Esta se llama puerta este —dijo Chuck con orgullo.
Bárbara apenas lo escuchó, estaba atónita por lo grande que era la puerta de cerca. Tenía por lo menos unos 6 metros de ancho, la abertura de la pared llegaba hasta la cima. Las orillas que bordeaban la abertura eran lisas, excepto por un extraño patrón repetitivo en ambos lados. En el lado izquierdo de la puerta, había hoyos profundos de varios centímetros de diámetro y espaciados por un pie grabados en la piedra. En el lado derecho de la puerta, barras de un pie de largo salían de la orilla de la pared, también tenían varios centímetros de diámetro y seguían el mismo patrón que los hoyos de enfrente; su propósito era obvio.
—¿No era broma? —preguntó Bárbara—, ¿las paredes en verdad se mueven?
—¿Por qué te mentiría con eso? Las paredes sí se mueven.
Bárbara se sintió sofocada. No le gustaba la idea de que los muros se cerraran y la dejaran atrapada en el Área. Además, ¿por qué debían cerrarse? Eso la aterrorizaba, todo ahí la aterrorizaba.
—Las paredes se mueven —dijo Chuck frustrado—, no sé cómo pero se mueven con un ruido espantoso. Lo mismo pasa en el laberinto, las paredes se mueven cada noche.
Bárbara se giró a ver a Chuck, él había admitido que era un laberinto.
—¿Qué dijiste?
—¿Eh?
—Dijiste que era un laberinto, eso es un laberinto, ¿cierto? —la cara de Chuck se puso del mismo color que una manzana, estaba rojo, casi ardiendo.
—Me rindo, me rindo contigo —dijo el chico y se fue a sentar al árbol que habían dejado minutos atrás.
Bárbara lo ignoró, estaba mucho más interesada por saber qué había fuera del Área. Sabía que era un laberinto, pero quería saber por qué las puertas se cerraban, ¿qué había en el laberinto? El suelo del laberinto estaba hecho de los mismos bloques inmensos de las paredes. La hierba parecía mucho más espesa ahí afuera.
Su corazón se detuvo cuando un chico apareció en el laberinto dando vuelta en una esquina frente a ella. Entrando al sendero principal desde uno de los pasajes de la derecha corriendo hacia ella y hacia el Área. Estaba cubierto de sudor, su cara se había vuelto roja y tenía la ropa pegada al cuerpo. El chico no se detuvo, vio unos segundos a Bárbara y después se dirigió al edificio de concreto que estaba cerca de La Caja.
Se preguntó por qué no exploraban el laberinto de noche, quizá podrían encontrar algo interesante. Luego se dio cuenta de que otros chicos entraban por las otras tres aberturas, todos corriendo y con un aspecto espantoso. No parecía haber nada bueno en el laberinto si aquellos chicos volvían tan asustados y lastimados.
Bárbara se le quedó mirando al edificio donde entraban los corredores, aquél lugar le parecía escalofriante.
Alguien tiró de su manga, sacándola de sus pensamientos, Chuck había vuelto. Antes de que Bárbara pudiera pensar, las preguntas ya comenzaban a brotarle.
—¿Quiénes son ellos y qué hacen? ¿Qué hay en ese edificio? ¿Por qué viven dentro de un laberinto?
—No te diré ni una sola palabra —dijo Chuck con cierta autoridad—. Deberías ir a la cama temprano, pareces necesitar un descanso. ¡Ah! Está a punto de suceder.
—¿Qué? —preguntó Bárbara extrañada de que Chuck se comportara como un adulto en lugar de un niñito de su edad.
Un fuerte estruendo rasgó el aire haciendo saltar a Bárbara, le siguió un crujido aplastante. Bárbara cayó hacia atrás por el temblor que habían causado las puertas que comenzaban a cerrarse encerrándola en el Área.
—Tranquila, novata —le gritó Chuck—. No es nada.
Bárbara a penas alcanzó a escuchar, estaba demasiado perdida mirando a las paredes cerrándose. Se paró y dio unos pasos hacia atrás para poder observar mejor, la enorme pared de la derecha parecía haber violado las leyes de la física, se deslizaba por la tierra arrojando chispas mientras se tallaba contra la piedra.
El sonido la había estremecido hasta los huesos. Bárbara se percató de que sólo esa pared se movía, dirigiéndose a la pared de la izquierda para sellarse. Vio a su alrededor las otras paredes haciendo lo mismo que lo que hacía la que tenía frente suyo. Las paredes ya habían terminado casi de cerrarse, estaba completamente atrapada y la cabeza le daba muchas vueltas.
Trató de no entrar en pánico y salir corriendo como una desquiciada, pero le parecía difícil, se sentía demasiado asustada. Pensó en correr lo más rápido posible e intentar huir hacia el laberinto, pero el sentido común y la lógica eran más poderosos, por algo debían cerrarse esas paredes.
«Los protegemos de lo que hay afuera». Esa voz brotó rápido en su mente y tan rápido como lo había hecho desapareció, supuso que había alguien hablando dentro de su mente pero la lógica la invadió y supuso que serían sus mismos pensamientos. Pero aquella voz le había sonado tan real y familiar.
La pared llegó al final de su camino y con un boom se cerró dejando el Área aislada de todo lo que había afuera. Después de unos minutos se tranquilizó, quizá la voz en su cabeza tenía razón.
—Increíble —dijo sintiéndose estúpida.
—Te acostumbrarás después de un tiempo.
Bárbara volvió a mirar a su alrededor otra vez, la sensación de pánico era muy diferente ahora que las paredes estaban cerradas. No había manera de treparlas, no hasta que se abrieran de nuevo y seguramente faltaba mucho para eso lo que la hizo entrar en desesperación. Pensó en lo que podía haber afuera, debía ser algo muy grande y horrible como para que las paredes fueran así de altas y anchas.
—Vamos —dijo Chuck jalando a Bárbara de la manga—. Créeme cuando llega la noche quieres estar en tu cama.
Bárbara sabía que no tenía otra opción, debía irse ya a dormir. Apartó todos sus pensamientos y siguió a Chuck.
Eso ayudó a Bárbara a comprender las direcciones; el edificio de madera estaba en la esquina noroeste, sumergido en las sombras. Una arboleada al suroeste, la granja, donde algunos chicos aun caminaban por los campos. Los animales estaban en la esquina sureste, mugiendo y croando. Precisamente en medio del lugar, el hoyo de la Caja aún permanecía abierto, como si la estuviera invitando a saltar y buscar su hogar.
Cerca de ahí, estaba un edificio grande hecho de bloques de concreto y una amenazante puerta de acero, era la única entrada. No había ventanas. Una manija enorme y redonda hecha de acero parecía ser la única manera de abrir la puerta. Bárbara no sabía qué sentir, curiosidad por saber qué había dentro o temor por descubrirlo.
Bárbara se fijó en las cuatro grandes aberturas de la puerta principal en el medio de las paredes del Área. Pero antes de que pudiera estudiarlas bien Chuck ya había llegado, con un par de sándwiches acompañados por manzanas y dos tazas metálicas que debían ser agua.
—Sartén no estaba muy feliz de que invadiera su cocina antes de cenar —comentó Chuck sentándose al lado del árbol y entregándole un sándwich a Bárbara. Ella vaciló, después de lo que había visto no tenía ni un poco de apetito. Pronto el hambre terminó por vencerla y le dio un enorme mordisco. Un sabor maravilloso llenó su boca.
—Moría de hambre —murmuró Bárbara después de dar otro bocado.
—Te lo dije —dijo Chuck y mordió su sándwich.
Después de acabarse el sándwich, Bárbara decidió preguntar finalmente sus preocupaciones.
—¿Qué le sucede a Ben? Ya ni parece humano.
—No lo sé —respondió Chuck—, no lo he visto.
Bárbara decidió no presionarlo, quizá así le diera algo de información.
—No quieres verlo, créeme —continuó mordiendo manzanas mientras estudiaba las enormes grietas de las paredes. Aunque le parecía difícil hacerlo desde donde estaba sentada, había algo extraño en las orillas de las piedras de la salida a los corredores de afuera.
—¿Qué hay allá afuera?
Chuck vaciló.
—Jamás he estado fuera del Área.
—Sé que me ocultas algo —dijo finalmente, mordiendo el último bocado de la manzana y tomando un buen trago de agua. La frustración de no obtener respuestas había comenzado a alterarla—. ¿Por qué son tan reservados?
—Las cosas son raras, y la mayoría de nosotros no lo sabemos todo, ni siquiera la mitad.
A Bárbara le molestaba que a Chuck no le molestara no saber nada. Parecía que le era indiferente el que le hubieran quitado su vida. ¿Qué sucedía con aquellos chicos? Todos parecían estar locos. Bárbara se levantó y comenzó a caminar hacia las aberturas gigantes, nadie había dicho que no podía echar un vistazo.
—¡Hey, espera! —gritó Chuck, corriendo para alcanzarla—. Ten cuidado, están a punto de cerrar.
—¿Cerrar qué?
—Las puertas, obviamente.
—No veo ninguna puerta por aquí —Bárbara sabía que Chuck no le estaba mintiendo. Empezó a sentirse incómoda y redujo el paso, ya sin tantas ganas de entrar al lugar.
—¿Cómo les dices tú a esas enormes aberturas? —Chuck apuntó a los huevos en las paredes que ahora estaban muy cerca.
—Enormes aberturas —respondió Bárbara obvia.
—Bueno, pues son puertas, y se cierran cada noche.
—¿Cómo que se cierran?
—Lo verás por ti misma en un minuto, los corredores volverán pronto, y esas paredes se moverán hasta que no haya huecos.
Bárbara no podía entender cómo esas paredes iban a moverse, ¡eran inmensas! Trató de convencerse de que no se cerrarían, quizá Chuck sólo estaba jugando con ella, no era posible que aquellas puertas se movieran.
Llegaron a la enorme abertura que conducía hacia afuera. Bárbara abrió la boca, pero vaciló, aquello parecía ser un laberinto.
—Esta se llama puerta este —dijo Chuck con orgullo.
Bárbara apenas lo escuchó, estaba atónita por lo grande que era la puerta de cerca. Tenía por lo menos unos 6 metros de ancho, la abertura de la pared llegaba hasta la cima. Las orillas que bordeaban la abertura eran lisas, excepto por un extraño patrón repetitivo en ambos lados. En el lado izquierdo de la puerta, había hoyos profundos de varios centímetros de diámetro y espaciados por un pie grabados en la piedra. En el lado derecho de la puerta, barras de un pie de largo salían de la orilla de la pared, también tenían varios centímetros de diámetro y seguían el mismo patrón que los hoyos de enfrente; su propósito era obvio.
—¿No era broma? —preguntó Bárbara—, ¿las paredes en verdad se mueven?
—¿Por qué te mentiría con eso? Las paredes sí se mueven.
Bárbara se sintió sofocada. No le gustaba la idea de que los muros se cerraran y la dejaran atrapada en el Área. Además, ¿por qué debían cerrarse? Eso la aterrorizaba, todo ahí la aterrorizaba.
—Las paredes se mueven —dijo Chuck frustrado—, no sé cómo pero se mueven con un ruido espantoso. Lo mismo pasa en el laberinto, las paredes se mueven cada noche.
Bárbara se giró a ver a Chuck, él había admitido que era un laberinto.
—¿Qué dijiste?
—¿Eh?
—Dijiste que era un laberinto, eso es un laberinto, ¿cierto? —la cara de Chuck se puso del mismo color que una manzana, estaba rojo, casi ardiendo.
—Me rindo, me rindo contigo —dijo el chico y se fue a sentar al árbol que habían dejado minutos atrás.
Bárbara lo ignoró, estaba mucho más interesada por saber qué había fuera del Área. Sabía que era un laberinto, pero quería saber por qué las puertas se cerraban, ¿qué había en el laberinto? El suelo del laberinto estaba hecho de los mismos bloques inmensos de las paredes. La hierba parecía mucho más espesa ahí afuera.
Su corazón se detuvo cuando un chico apareció en el laberinto dando vuelta en una esquina frente a ella. Entrando al sendero principal desde uno de los pasajes de la derecha corriendo hacia ella y hacia el Área. Estaba cubierto de sudor, su cara se había vuelto roja y tenía la ropa pegada al cuerpo. El chico no se detuvo, vio unos segundos a Bárbara y después se dirigió al edificio de concreto que estaba cerca de La Caja.
Se preguntó por qué no exploraban el laberinto de noche, quizá podrían encontrar algo interesante. Luego se dio cuenta de que otros chicos entraban por las otras tres aberturas, todos corriendo y con un aspecto espantoso. No parecía haber nada bueno en el laberinto si aquellos chicos volvían tan asustados y lastimados.
Bárbara se le quedó mirando al edificio donde entraban los corredores, aquél lugar le parecía escalofriante.
Alguien tiró de su manga, sacándola de sus pensamientos, Chuck había vuelto. Antes de que Bárbara pudiera pensar, las preguntas ya comenzaban a brotarle.
—¿Quiénes son ellos y qué hacen? ¿Qué hay en ese edificio? ¿Por qué viven dentro de un laberinto?
—No te diré ni una sola palabra —dijo Chuck con cierta autoridad—. Deberías ir a la cama temprano, pareces necesitar un descanso. ¡Ah! Está a punto de suceder.
—¿Qué? —preguntó Bárbara extrañada de que Chuck se comportara como un adulto en lugar de un niñito de su edad.
Un fuerte estruendo rasgó el aire haciendo saltar a Bárbara, le siguió un crujido aplastante. Bárbara cayó hacia atrás por el temblor que habían causado las puertas que comenzaban a cerrarse encerrándola en el Área.
—Tranquila, novata —le gritó Chuck—. No es nada.
Bárbara a penas alcanzó a escuchar, estaba demasiado perdida mirando a las paredes cerrándose. Se paró y dio unos pasos hacia atrás para poder observar mejor, la enorme pared de la derecha parecía haber violado las leyes de la física, se deslizaba por la tierra arrojando chispas mientras se tallaba contra la piedra.
El sonido la había estremecido hasta los huesos. Bárbara se percató de que sólo esa pared se movía, dirigiéndose a la pared de la izquierda para sellarse. Vio a su alrededor las otras paredes haciendo lo mismo que lo que hacía la que tenía frente suyo. Las paredes ya habían terminado casi de cerrarse, estaba completamente atrapada y la cabeza le daba muchas vueltas.
Trató de no entrar en pánico y salir corriendo como una desquiciada, pero le parecía difícil, se sentía demasiado asustada. Pensó en correr lo más rápido posible e intentar huir hacia el laberinto, pero el sentido común y la lógica eran más poderosos, por algo debían cerrarse esas paredes.
«Los protegemos de lo que hay afuera». Esa voz brotó rápido en su mente y tan rápido como lo había hecho desapareció, supuso que había alguien hablando dentro de su mente pero la lógica la invadió y supuso que serían sus mismos pensamientos. Pero aquella voz le había sonado tan real y familiar.
La pared llegó al final de su camino y con un boom se cerró dejando el Área aislada de todo lo que había afuera. Después de unos minutos se tranquilizó, quizá la voz en su cabeza tenía razón.
—Increíble —dijo sintiéndose estúpida.
—Te acostumbrarás después de un tiempo.
Bárbara volvió a mirar a su alrededor otra vez, la sensación de pánico era muy diferente ahora que las paredes estaban cerradas. No había manera de treparlas, no hasta que se abrieran de nuevo y seguramente faltaba mucho para eso lo que la hizo entrar en desesperación. Pensó en lo que podía haber afuera, debía ser algo muy grande y horrible como para que las paredes fueran así de altas y anchas.
—Vamos —dijo Chuck jalando a Bárbara de la manga—. Créeme cuando llega la noche quieres estar en tu cama.
Bárbara sabía que no tenía otra opción, debía irse ya a dormir. Apartó todos sus pensamientos y siguió a Chuck.
capítulo 4 del fanfiction 'glances' basado en maze runner.
tobias.
Re: imagine.
Capítulo cuatro.
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Entraron a un edificio que parecía completamente abandonado, era oscuro y tétrico dándole un aspecto bastante tenebroso. Había varias casas alrededor que parecían tan abandonadas como el edificio, pero Will no estaba tan seguro de que estuvieran vacías. Subió las escaleras detrás del hombre y éstas no dejaban de rechinar con cada paso que daba, parecía que lloraban por el peso del hombre y de Will.
Will se ocultaba en las sombras intentando que el corpulento hombre que estaba delante de él no lo viera. Aunque no parecía humano, ni cazador de sombras, parecía peligroso ya que era dos o tres veces el tamaño de Will.
Cuando llegaron al piso de arriba, éste estaba iluminado por la tenue luz de unas cuantas velas. En medio de la sala había dos mujeres, una alta y esbelta, la otra era baja y gorda. Ambas mostraron una maliciosa sonrisa llena de colmillos filosos. El hombre dejó a Jenna en el suelo y Will se vio tentado a acercarse y ayudarla.
—Gracias, Amycus, puedes irte —dijo la mujer más delgada.
—Mi paga.
—Eso se te dará más adelante, si ella es importante para el Cónsul podemos sacarle mucho por ella.
El hombre asiente y se acerca a donde está Will. Él comienza a desesperarse, ¿dónde demonios se puede esconder? Caminó rápidamente por el oscuro pasillo y abrió la primera puerta que encontró. El lugar estaba completamente vacío, salvo por una cama que se hallaba en el centro de la habitación, se ocultó detrás de ella y esperó a que hubiera algún ruido o algo. Nada. No se escuchaba nada, todo estaba en completo silencio.
Con el tiempo comenzó a sentirse cansado, sus ojos comenzaron cerrarse y sus sentidos a fallarle. Se quedó dormido recargado en la cama con las rodillas pegadas al pecho y sus manos rodeándolas.
…
Cuando despertó seguía en la misma habitación y en la misma posición con la que se había quedado dormido, tenía el cuerpo dolorido y las piernas entumecidas.
Se paró y vio a Jenna descansando en la cama que estaba en la habitación. Parecía completamente recuperada, aunque le habían quitado la ropa de cazadora de sombras, ahora llevaba un camisón blanco y ligero. Abrazaba las mantas con ambos brazos y se le veía intranquila.
Will se acercó a ella y la sacudió de un lado a otro intentando que despertara. Ella ni siquiera mostraba señales de vida, él contuvo las ganas de gritarle por su nombre, seguramente eso alertaría a cualquier cosa que estuviera en la casa y eso sí sería un problema.
—Jenna, Jenna, Jenna —dijo una y otra vez, zarandeándola.
Después de un buen rato así, lo que Will sintió que fueron horas, Jenna abrió los ojos por fin. Tenía el rostro más pálido de lo usual y unas ojeras moradas rodeaban sus ojos. Se rascó los ojos y miró a Will, se puso más pálida si eso era posible y Will creyó que le habían hechizado o algo, nunca la había visto así. La chica fuerte y ruda no estaba, ahora parecía asustada. Sin duda en otra situación él se hubiera burlado, pero no era ni la situación ni el momento correcto para burlarse cuando la vio casi morir.
—¿Qué sucedió?
—Después de que me dijeras muchas mentiras —ella bufó—, bien, muchos insultos que yo considero inciertos, alguien te apuñaló y caíste al suelo sangrando. Un tipo te tomó en brazos y te trajo aquí, yo sólo te seguí. Dijeron que tú eras importante para el Cónsul.
Jenna frunció el ceño. Tal vez el Cónsul tenía una especie de manía con ella, pero no creyó que fuera a ser tan grave. Además lo odiaba, siempre lo había hecho, le parecía ciego e idiota. Pero desde lo que había dicho Magnus sospechaba algo malo de él, siempre lo había hecho, parecía amar a los nefilim, pero le parecían débiles, creía que tenían demasiados sentimientos. Eso le había gustado de Jenna, que no demostraba sus sentimientos, que siempre los mantenía ocultos.
—Tenemos que salir de aquí. —Fue lo único que dijo. Tenía ganas de hablar muchas cosas, pero no con Will Herondale, quizá con Jem sí.
—Eso ya lo había deducido, pero la única manera de salir de aquí es por la puerta y no creo que sea tan fácil.
—Mmm… Dame un arma, rápido.
Will la miró con desconfianza pero le tendió un cuchillo serafín.
—Malik —dijo él antes de que Jenna pudiera preguntar el nombre del cuchillo.
—Escucha, Herondale, yo distraeré a lo que sea que esté afuera. Tú busca una salida, no te garantizo mucho tiempo, sólo unos cuantos minutos.
Él asiente y Jenna sale de la habitación escondiéndose el cuchillo serafín entre el camisón. Vio cómo la chica se perdía entre las sombras. Tenía que buscar la salida rápido, odiaba aquel lugar tan diabólico.
Abrió la puerta con el mayor sigilo que pudo, tratando de no notarse mucho y no hacer ruido. Las escaleras serían un grave problema, sin duda cuando las bajara éstas crujirían y lo delatarían. Miró a su alrededor, debía haber otra salida, la que fuera.
Fue buscando en cada rincón y puerta posible esperando ver una ventana o algo, pero las habitaciones carecían de decoración y mobiliario. A menos que abriera un hoyo en la pared y eso sería muy sospechoso. Tenían que bajar las escaleras y salir por la puerta principal, donde sin duda habría guardia o algo.
Bajó las escaleras tratando de hacer el menos ruido posible, pero era muy difícil, las escaleras chillaban como si fueran a romperse en cualquier segundo. Cuando llegó a la planta principal se sorprendió al ver a Jenna y a las dos mujeres mirándola, ella parecía tranquila y no se movía mucho.
Trató de esconderse pero ya era muy tarde, la mujer corpulenta ya lo había visto y corría hacia él. Sacó un cuchillo serafín y se preparó para pelear con lo que fuera esa mujer, posiblemente una bruja. La bruja se abalanzó sobre él y Will blandió el cuchillo rápidamente asestándole un buen golpe en el costado derecho. La mujer soltó un chillido diabólico y Will aprovechó que estaba distraída para bajar las escaleras junto a Jenna. Ella ya se había encargado de la otra bruja clavándole el cuchillo cerca el pecho, pero no lo suficiente al centro para matarla.
—¡Malditos nefilim! —bramó la bruja corpulenta abalanzándose sobre Jenna.
La chica se movió pero no muy rápido, la mujer consiguió hacerle un corte en el brazo y la sangre roja comenzó a brotarle lentamente. Pero Jenna no gritó, ni siquiera le importó, golpeó con fuerza a la bruja en la barbilla haciendo que perdiera el equilibrio y cayera al suelo.
No había rastro de la bruja delgada pero ambos sabían que era ahora o nunca. Will tomó a Jenna por la muñeca y pateó la puerta con fuerza para salir corriendo a las calles de Londres. Corrieron sin volverse en ningún segundo, si los seguían era un misterio pues preferían adelantarse bastante hasta quedar lejos del alcance de ambas brujas.
Cuando comenzaron a reconocer las calles de Londres dejaron de correr, estaban cerca del Instituto, o eso era lo que creían.
La gente se detenía a mirarlos despectivamente, no era común ver a un chico vestido de negro con la ropa repleta de sangre y a una chica de camisón con el brazo sangrándole. Jenna quería ponerse una marca para curar la herida o algún glamour para que dejaran de verlos, pero la idea parecía ridícula pues los mundanos los verían.
Las marcas de Jenna eran muy visibles en su pálida piel, en especial la que tenía en medio de ambos pechos. Las piernas era lo único que tenía libre de marcas, pero los brazos, cuello y torso estaban repletos de marcas y cicatrices que le habían causado tantas batallas.
La chica Lightwood iba descalza y sentía los pies doloridos y sucios de pisar las calles sin protección alguna. No sabía cuánto restaba para llegar al Instituto pero quería llegar ya, necesitaba una marca urgentemente y bañarse. Amaba bañarse, la relajaba y además ella tenía una manía con el orden y la limpieza, amaba ver todo perfectamente limpio y ordenado, no toleraba ver a algo fuera de su lugar.
Will se había equivocado, aún faltaba mucho para llegar al Instituto, y sabía que Jenna se sentía cansada y le dolía la herida. Además que tuviera el brazo cubierto de sangre roja y seca no ayudaba mucho. Se detuvo y se sentó en una banca que estaba ahí. Jenna lo imitó y suspiró.
La chica arrancó una parte del camisón y la ató a su brazo, o al menos lo intentó porque le parecía difícil hacerlo con una sola mano.
—Déjame ayudarte. —Dijo Will, le limpió la sangre con un pedazo de su remera que había arrancado. Después le ató la tela fuertemente para detener la hemorragia. No había sangrado demasiado gracias a que no había cortado alguna vena o alguna parte importante.
—Gracias —respondió mirándose el brazo.
—Escucha, tenemos dos opciones: una es caminar hasta que nos sangren los pies porque el Instituto está muy lejos. Y la otra es quedarnos en un hotel que no queda muy lejos de aquí.
—El hotel, obviamente.
Jenna tarda un poco en recuperarse y poder seguir caminando junto a Will. Le dolía el cuerpo, se preguntaba cómo los mundanos podían caminar sin alguna runa y curarse sin ningún iratze. La vida de los mundanos le parecía aburrida y sin emoción alguna, tenían una rutina y tener una rutina significa que ya lo tienes todo planeado cuando es lo inesperado lo que te cambia la vida.
No tardaron más de cinco minutos en llegar al hotel que Will se refería, a simple vista parecía viejo y horrible. Pero era algo que Will había sugerido, Jenna no se esperaba algo muy hermoso ni lujoso ni nada parecido. El nombre del lugar era, “La paloma feliz”.
—¿Vienes aquí para demostrar que prefieres una paloma antes que un pato?
—Oh, no. Vengo aquí porque es completamente agradable —dice esbozando una sonrisa.
Will dejó que Jenna pasara primero. El lugar no era tan horrible como se veía por fuera; las paredes eran de diferentes tonos de café, el suelo era rojo y parecía hecho de varias alfombras. Había un escritorio en una esquina de la sala donde una mujer que no parecía humana anotaba algo con sus manos palmeadas. La mujer tenía el cabello morado y la piel verdosa, sus labios eran delgados y tenía los ojos del mismo color que su cabello. Cuando vio a Will esbozó una fugaz sonrisa mostrando dientes afilados.
—Señor Herondale, ¿se quedará toda la noche?
—Sí, Leslie, te agradecería que nos dieras habitaciones separadas.
—Oh, señor Herondale, creo que habrá un problema con eso, sólo queda una habitación disponible y ella podría tomarla, usted podría venir conmigo —dijo lo último con una sonrisa maliciosa. Jenna sintió que iba a vomitar, se le había revuelto el estómago de sólo oír a esa cosa hablar.
—Me gusta su oferta, pero creo que ahora sería inapropiado, tomaremos la habitación. Gracias, Leslie.
—Por nada, señor Herondale —dijo con cierta decepción—, es la número treinta y cuatro.
Will asintió y tomó a Jenna por la mano para llevarla escaleras arriba.
—¿Así que tienes una especie de fan con cabello púrpura? —preguntó Jenna tirándose en la cama que había en la habitación. Las sábanas eran color blanco, la habitación no era del todo grande ni lujosa, pero era aceptable. Había un pequeño armario cerca de la ventana y una puerta que conducía al baño.
—Ella intenta seducirme, pero no me atrae, ¿realmente cree que quiero que sus manos palmeadas pasen por mi cuerpo? —Will sacude la cabeza y sonríe—. Por cierto, Lightwood, cállate, que soy buen hombre y te dejé dormir en la cama mientras que dormiré como perro en el suelo.
—Aún puedes ir con tu novia de dedos palmeados, ella te dejaría su cama y su virginidad de pasada.
—¿Y tú crees que sea virgen?
—Ni idea, pero no creo que sea prudente ir a preguntárselo.
Will suelta una carcajada y se acuesta en el suelo junto a la cama donde Jenna descansa mirando al techo. Pensaba en contarle a Will lo que había dicho Magnus, después de todo el había oído hablar a ambas brujas, él sabía que Jenna era importante para el Cónsul y quizá si le decía lo que sabía podrían armar un rompecabezas muy complicado pero bastante útil.
capítulo 4 del fanfiction 'to love is to destroy' basado en cazadores de sombras: los orígenes.
Última edición por tobias. el Lun 30 Jun 2014, 6:56 pm, editado 1 vez
tobias.
Re: imagine.
I love you.
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Recordaba a Joshua como la persona más alegre y simpática del planeta, siempre lo había sido, al menos conmigo.
Amaba sus ojos azules como el océano, sus largas y oscuras pestañas, su cabello oscuro y siempre alborotado, su nariz y labios perfectos que había sentido tantas veces. Él en pocas palabras era perfecto. No podía describirlo de otra manera que no fuera esa, incluso en su carácter y personalidad era perfecto, siempre era educado, no había vez en que no me dejara pasar primero o pagara la comida diciéndome que jamás permitiría que pagara yo, era de lo más caballeroso, amable, lindo, alegre, honesto. Después de tanto tiempo juntos no había logrado encontrarle ni un sólo defecto.
Pero él ya no estaba, se había ido para siempre y lo más probable sería que no volviera a hablar con él, jamás volvería a sentir sus labios, sus abrazos, sus caricias, ya no podría ver su sonrisa, no volvería a escuchar sus chistes malos. Iba a extrañarlo demasiado. No quería que se fuera y aunque me doliera verlo ahí en una cama conectado a un aparato para poder respirar, quería que viviera, que despertara de ese estúpido coma y regresara conmigo.
Todo era mi culpa, si hubiera sido más consciente, si hubiera sido más cuidadosa, él no estaría ahí como un muerto. Preferiría que todo esto me pasara a mí, que fuera yo quien estuviera casi muerta y sin sentir nada, creyendo que ya estoy muerta. Sería lo mejor. Él no merece morir, ni siquiera puedo creer que el médico haya sugerido la idea de desconectarlo del aparato para que dejase de respirar. No lo permitiría bajo ninguna circunstancia. Sus padres tampoco parecen de acuerdo, pero parece que soy yo quien más sufre y, lo más probable es que sea así.
Las lágrimas corren por mis mejillas pero no digo ni una sola palabra, ni siquiera un suspiro. Me dedico a mirarlo ahí. Inmóvil. No me gusta verlo así, es como si no fuera él, recuerdo como nunca podía quedarse quieto, ni siquiera cuando dormía. Siempre se movía de un lado a otro, dormido o despierto. Era demasiado activo, le gustaba hablar demasiado, era difícil hacerlo callar, a veces solía ser imprudente —la mayoría del tiempo—, pero igual amaba la manera en que movía la boca para hablar.
Sin duda su sentido del humor era de lo que más me gustaba de él, podía sacarte una sonrisa siempre, cuando sentías que ya no había nada en este mundo que pudiera hacerte sonreír él te demostraba que había mil y un motivos para ser feliz. Ahora sin él no sé si seré feliz realmente.
Me acerco a él y le acaricio el cabello, cada vez que lo miro recuerdo los momentos en los que estaba conmigo y éramos felices. Recuerdo que siempre me llevaba al parque a caminar, decía que me hacía bien un poco de aire fresco y siempre tenía razón menos aquella vez, donde crucé la calle como si no hubiera peligro, recuerdo sus gritos diciendo que regresara y me alejara de ahí pero yo fui una estúpida y no me di cuenta de lo que decía hasta que me empujó contra el otro lado de la calle y el automóvil lo arrolló a él.
Recuerdo cómo chillé, la manera en la que corrí a ayudarlo y me di cuenta de que era tarde. Recuerdo al dueño del automóvil llorando a mi lado y pidiendo una ambulancia lo más rápido posible. Recuerdo haber visto cómo moría, sabía que lo perdía para siempre. Quisiera que no hubiera sido así, que hubiera podido decirle adiós al menos, que hubiera podido despedirme, pero no, todo había sucedido tan rápido. Había sido un accidente, un accidente que le costó la vida.
Tomo su mano por última vez y siento las lágrimas bajando una tras otras por mis mejillas, el nudo en la garganta que suplica salir. Su mano está caliente como siempre, incluso cuando hacía frío el estaba caliente, no había un día en el que su piel no fuera reconfortante. Aferro su mano a la mía como si eso fuera a despertarlo, quería que lo hiciera, no había dejado de pedirle a Dios ni por un día que él regresara, que la que estuviera en ese estado fuera yo y no él. Pero no sucedía nada, cuando despertaba me daba cuenta que seguía en ese incómodo sofá en la sala del hospital con los ojos hinchados por tanto llorar.
—Jess. —Me dijo su madre desde el otro lado de la habitación. En cuanto la vi noté que ella había llorado al igual que yo, tenía la cara roja y los ojos cristalinos— Debes de saber que él te amaba, siempre lo hizo, recuerdo cómo me habló de ti cuando te conoció, no dejaba de decirme que eras la chica más hermosa y simpática que había conocido. Después me dijo que iba a pedirte que fueras su novia, creía que dirías que no, siempre lo creyó, creía que tú eras demasiado buena para él —sonrió ligeramente dejando caer las lágrimas. Yo no sabía nada de eso, jamás creí que él dijera todas esas cosas sobre mí, nunca me pasó por la cabeza—. Siempre fuiste especial para él.
—Yo también lo amo —dije con la voz entrecortada.
—Lo sé. Pero tienes que entender que aunque es la cosa más cruel —sabía lo que iba a decir, lo sabía perfectamente—. Eso ya no es vida, creo... creo que debemos desconectarlo.
—No.
—Jess.
—¡Es su hijo! —le chillé de pronto— ¡no puede matar a su propio hijo!
Ella niega con la cabeza y se va de la habitación. Tal vez lo que le dije la hizo sentir muy mal, pero es cierto, está matando a su hijo, no puede hacerlo, puede que él despierte pero si lo desconecta no lo sabremos jamás, él permanecerá así hasta que vuelva a despertar.
Vuelvo a mirarlo y me pongo a razonar lo que dijo Marie, su madre, quizá tenga razón, lo que él está viviendo no se lo merece, no merece estar así, no merece nada de lo que pasó. Yo sí. Toco su rostro y no hace ni un sólo movimiento, él ya estaría muerto de no ser por aquel aparato que hace que respire.
Marie vuelve a entrar en la habitación seguida de su esposo y el doctor, su esposo y ella están abrazados y ninguno deja de llorar. Ella me mira exigiendo una respuesta y asiento, sé que él haría lo que fuera mejor para mí. Fueron segundos, de un segundo a otro él ya no estaba conmigo.
Él se había ido para siempre.
Amaba sus ojos azules como el océano, sus largas y oscuras pestañas, su cabello oscuro y siempre alborotado, su nariz y labios perfectos que había sentido tantas veces. Él en pocas palabras era perfecto. No podía describirlo de otra manera que no fuera esa, incluso en su carácter y personalidad era perfecto, siempre era educado, no había vez en que no me dejara pasar primero o pagara la comida diciéndome que jamás permitiría que pagara yo, era de lo más caballeroso, amable, lindo, alegre, honesto. Después de tanto tiempo juntos no había logrado encontrarle ni un sólo defecto.
Pero él ya no estaba, se había ido para siempre y lo más probable sería que no volviera a hablar con él, jamás volvería a sentir sus labios, sus abrazos, sus caricias, ya no podría ver su sonrisa, no volvería a escuchar sus chistes malos. Iba a extrañarlo demasiado. No quería que se fuera y aunque me doliera verlo ahí en una cama conectado a un aparato para poder respirar, quería que viviera, que despertara de ese estúpido coma y regresara conmigo.
Todo era mi culpa, si hubiera sido más consciente, si hubiera sido más cuidadosa, él no estaría ahí como un muerto. Preferiría que todo esto me pasara a mí, que fuera yo quien estuviera casi muerta y sin sentir nada, creyendo que ya estoy muerta. Sería lo mejor. Él no merece morir, ni siquiera puedo creer que el médico haya sugerido la idea de desconectarlo del aparato para que dejase de respirar. No lo permitiría bajo ninguna circunstancia. Sus padres tampoco parecen de acuerdo, pero parece que soy yo quien más sufre y, lo más probable es que sea así.
Las lágrimas corren por mis mejillas pero no digo ni una sola palabra, ni siquiera un suspiro. Me dedico a mirarlo ahí. Inmóvil. No me gusta verlo así, es como si no fuera él, recuerdo como nunca podía quedarse quieto, ni siquiera cuando dormía. Siempre se movía de un lado a otro, dormido o despierto. Era demasiado activo, le gustaba hablar demasiado, era difícil hacerlo callar, a veces solía ser imprudente —la mayoría del tiempo—, pero igual amaba la manera en que movía la boca para hablar.
Sin duda su sentido del humor era de lo que más me gustaba de él, podía sacarte una sonrisa siempre, cuando sentías que ya no había nada en este mundo que pudiera hacerte sonreír él te demostraba que había mil y un motivos para ser feliz. Ahora sin él no sé si seré feliz realmente.
Me acerco a él y le acaricio el cabello, cada vez que lo miro recuerdo los momentos en los que estaba conmigo y éramos felices. Recuerdo que siempre me llevaba al parque a caminar, decía que me hacía bien un poco de aire fresco y siempre tenía razón menos aquella vez, donde crucé la calle como si no hubiera peligro, recuerdo sus gritos diciendo que regresara y me alejara de ahí pero yo fui una estúpida y no me di cuenta de lo que decía hasta que me empujó contra el otro lado de la calle y el automóvil lo arrolló a él.
Recuerdo cómo chillé, la manera en la que corrí a ayudarlo y me di cuenta de que era tarde. Recuerdo al dueño del automóvil llorando a mi lado y pidiendo una ambulancia lo más rápido posible. Recuerdo haber visto cómo moría, sabía que lo perdía para siempre. Quisiera que no hubiera sido así, que hubiera podido decirle adiós al menos, que hubiera podido despedirme, pero no, todo había sucedido tan rápido. Había sido un accidente, un accidente que le costó la vida.
Tomo su mano por última vez y siento las lágrimas bajando una tras otras por mis mejillas, el nudo en la garganta que suplica salir. Su mano está caliente como siempre, incluso cuando hacía frío el estaba caliente, no había un día en el que su piel no fuera reconfortante. Aferro su mano a la mía como si eso fuera a despertarlo, quería que lo hiciera, no había dejado de pedirle a Dios ni por un día que él regresara, que la que estuviera en ese estado fuera yo y no él. Pero no sucedía nada, cuando despertaba me daba cuenta que seguía en ese incómodo sofá en la sala del hospital con los ojos hinchados por tanto llorar.
—Jess. —Me dijo su madre desde el otro lado de la habitación. En cuanto la vi noté que ella había llorado al igual que yo, tenía la cara roja y los ojos cristalinos— Debes de saber que él te amaba, siempre lo hizo, recuerdo cómo me habló de ti cuando te conoció, no dejaba de decirme que eras la chica más hermosa y simpática que había conocido. Después me dijo que iba a pedirte que fueras su novia, creía que dirías que no, siempre lo creyó, creía que tú eras demasiado buena para él —sonrió ligeramente dejando caer las lágrimas. Yo no sabía nada de eso, jamás creí que él dijera todas esas cosas sobre mí, nunca me pasó por la cabeza—. Siempre fuiste especial para él.
—Yo también lo amo —dije con la voz entrecortada.
—Lo sé. Pero tienes que entender que aunque es la cosa más cruel —sabía lo que iba a decir, lo sabía perfectamente—. Eso ya no es vida, creo... creo que debemos desconectarlo.
—No.
—Jess.
—¡Es su hijo! —le chillé de pronto— ¡no puede matar a su propio hijo!
Ella niega con la cabeza y se va de la habitación. Tal vez lo que le dije la hizo sentir muy mal, pero es cierto, está matando a su hijo, no puede hacerlo, puede que él despierte pero si lo desconecta no lo sabremos jamás, él permanecerá así hasta que vuelva a despertar.
Vuelvo a mirarlo y me pongo a razonar lo que dijo Marie, su madre, quizá tenga razón, lo que él está viviendo no se lo merece, no merece estar así, no merece nada de lo que pasó. Yo sí. Toco su rostro y no hace ni un sólo movimiento, él ya estaría muerto de no ser por aquel aparato que hace que respire.
Marie vuelve a entrar en la habitación seguida de su esposo y el doctor, su esposo y ella están abrazados y ninguno deja de llorar. Ella me mira exigiendo una respuesta y asiento, sé que él haría lo que fuera mejor para mí. Fueron segundos, de un segundo a otro él ya no estaba conmigo.
Él se había ido para siempre.
one shot 'i love you', original
tobias.
Re: imagine.
Capítulo 02
❝Él está vivo y yo voy a mantenerlo así.❞
Antes de dormir deseé algo, estar ahí, con él, evitar su muerte y ser felices, ¿suena ridículo? Quizá lo es, nunca pasará y no pierdo nada soñando. Sólo desearía conocerlo, hablar con él, ser amigos, evitar su muerte.
Me miro al espejo y me esfuerzo por sonreír, me veo como una drogadicta tratando de ocultar su adicción. Pero lograra convencer a mi madre. Mi relación con ella es complicada, no hay otra palabra para definirlo. Cree que soy una especie de chica fenómeno así que se esfuerza porque tenga vida social, me lleva a conocer chicas y chicos, me compra demasiada ropa a la moda, confieso que es odioso. Tal vez crean que estoy loca, que cualquier persona quisiera una madre así, pero yo no.
Me pongo unos jeans negros y ajustados —lo único que mi madre considera moderno en mí—, una remera blanca con la frase “sex, drugs & rock ‘n roll” y unas zapatillas blancas con un moñito negro. No soy buena cuando se trata de moda y estilo.
—¡Barbie, recuerda que hoy es nuestro día madre e hija! —dice mi madre llamando a mi puerta recordándome lo malo que es mi día.
Odio que me llame ‘Barbie’. No soy una Barbie y jamás lo seré, prefiero que me llame por mi nombre completo, no de esa manera porque me hace sentir que ella quiere que yo sea perfecta y jamás lo seré, no lo suficiente para satisfacerla.
Me cepillo el cabello dejándolo suelto y me pongo mi collar que tiene una llave de oro. No sé qué significa, pero para mí es como darle el permiso —la llave— de entrar a tu vida. Es cursi, lo sé.
Por último me lavo los dientes y bajo las escaleras y me encuentro con mi madre sosteniendo su bolso demasiado emocionada. Mi madre es idéntica a mí, pero en vieja, salvo por su cabello que es negro y el mío castaño. Fuera de eso somos una especie de copia.
Salimos de la casa y subimos al auto. En cuanto enciende el auto comienza a poner canciones de Miley Cyrus, Demi Lovato, Paramore, Justin Bieber —su platónico— y One Direction. No es por sonar mala, pero odio esa clase de música, todas las canciones se parecen. A decir verdad me gusta la música de los 60’s, 70’s, 80’s, me parece mucho mejor que la que hay hoy en día.
Comienza a hablarme sobre cientos de cosas y yo sólo miro por la ventana y digo ‘sí’. Tal vez esté mal que no le preste atención, pero es que no me interesa.
Miro a las personas pasar junto a mí a toda velocidad hasta que paramos frente a un semáforo, odio esas cosas, no sirven de nada. O tal vez soy un fenómeno que odia a todo creado por el hombre, lo que es más probable.
Mi mirada se topa con un chico rubio muy atractivo, alto, delgado pero fornido… Newt. Demonios, estoy segura de que es él, ¿quién si no?
Me bajo del auto a toda velocidad y corro hacia él, mi madre me mira preocupada y suelta gritos diciendo que vuelva al auto. Pero me concentro en cruzar la calle por entre los autos antes de que el semáforo permita el paso. Espero que por primera vez sea de utilidad y no haga que me aplasten. Mi madre no puede bajarse del auto así que tengo cinco minutos hasta que ella busque estacionamiento y venga a buscarme.
El rubio me mira corriendo entre los carros. Es él, demonios, él está muerto, ¿qué hace vivo y coleando? Quizá sólo esté soñando, ahora nos besaremos y despertaré dentro de un rato.
Cuando llego al otro lado de la calle junto a él me inspecciona de arriba abajo, parece que estuviera viendo un fantasma cuando la situación es al revés. ¡Él está muerto! Quizá sea como esa película ‘Trascender’ y ahora él intente conquistar el mundo. Estoy delirando, eso es oficial.
—Hola, ¿eres nuevo en la ciudad? —le pregunto tratando de ocultar la emoción.
—Supongo, bueno, no recuerdo nada. Soy Newt por cierto.
¡Es él, es él, es él, es él! Lo sabía, mi instinto de lectora me lo decía, demonios. Quiero embarazarlo o que él me embarace, no me importa. ¡Es él, está vivo!
—Bárbara —respondo tratando de parecer aburrida.
—¿Sabes si aquí hay Cranks? Está repleto de gente y no logro encontrar a mis amigos, creo que nos secuestraron los Cranks. ¿Tú eres parte de ellos?
—Oh, ellos aún no han logrado llegar aquí. Todos estamos sanos por ahora. ¿Te sonaría extraño si te digo que tienes que venir conmigo?
—Suena extraño considerando que corriste desde el otro extremo de la calle sólo para preguntarme si soy nuevo aquí.
—Mi madre me corrió del auto —pésima mentira, lo sé por como frunce el ceño.
—Parecía que te habías escapado, ¿sabes? Ella gritaba como desquiciada tu nombre.
—Bien, me escapé y tú te topaste en mi camino. Tenemos que hablar algunas cosas, ¿vienes o no?
Asiente y comienzo a caminar sin saber a dónde demonios lo llevaré. Los minutos transcurren en silencio y pienso en qué le diré a mi madre cuando llegue con un chico desconocido. No puedo decirle quién es, creerá que me volví loca.
—Escucha, la historia que sabrá mi madre es que éramos muy amigos porque nos veíamos en la biblioteca. Tus padres murieron, estás solo y no tienes a dónde ir. ¿Está claro?
—¿Qué es eso de biblioteca? ¿Es comida, un lugar o qué?
—Donde lees libros, genio. Bien, ahí está mi mamá. Actúa como si fuéramos mejores amigos y todo saldrá bien.
Él suelta una carcajada y yo lo imito tratando de sonar convincente, jamás creí que esto pasaría. En fin, es un sueño y pronto despertaré, quizá debería besarlo o algo. Me rodea por los hombros y siento mariposas en el estómago, es demasiada sensualidad para mí.
Mi madre me espera con los brazos cruzados y no cambia de expresión cuando llegamos. Adiós vida, moriré.
—Bárbara Angelina Rottmayer —lo dijo, dijo mi horrible nombre completo, hay una razón por la que pongo ‘A.’ En lugar de Angelina—. ¿Qué pensabas? ¿Cómo pudiste atravesarte la calle como semejante loca?
—Mamá, él es mi mejor amigo Daniel —si sabe que se llama Newt lo descubrirá—. Nos conocemos por un curso en la biblioteca, iremos a tomar un café, ¿te molesta?
—Oh —dice con pesar—, bien, ¿llevas la tarjeta? —asiento—. Cuídense, un placer, Daniel.
—Lo mismo digo.
Caminamos en silencio hasta que entro al único lugar donde alguien puede estar en paz: la biblioteca. La mujer de ahí me saluda amistosamente y subimos a la zona de arriba, nadie va a ahí; está prohibida, pero la dueña me deja pasar a leer para poder concentrarme. Nos sentamos en el suelo y lo miro por un rato.
—¿Qué es lo último que recuerdas? —pregunto.
—Estábamos con CRUEL en su cuartel o algo así dijo La Rata —no pido explicaciones, sé quién es la rata y que muere—. Nos separó a todos para hacernos pruebas, supongo que esta es mi prueba.
¡Lo tengo! Él aún no sabe que tiene la Llamarada o que morirá, quizá pueda salvarlo. Esto no es coincidencia, lo voy a salvar así me cueste un ojo.
—Me alegra que lo descubrieras, Newt. —Digo fingiendo que soy parte de CRUEL, aunque preferiría la muerte siendo honesta—. La prueba que te haremos más adelante será sencilla, no te preocupes, estaré ahí cuando suceda.
Lo siguiente es buscar un psicólogo, la señora Farmiga. Ella sabe todo a cerca de esto además de que leyó los libros, quizá pueda ayudarme a quitarle esa cosa de la cabeza.
—Acompáñeme, por favor.
Salimos de la biblioteca y entramos a un taxi, esto tiene que ser rápido. La mujer tiene que curarlo, quizá sea sólo un sueño, vaya mente que tengo. Aunque sea un sueño lo salvaré.
Tardamos alrededor de quince minutos en llegar al consultorio de la señora Farmiga, suerte que no es muy famosa y puede ayudarme, siempre está dispuesta. Entramos y la mujer está sentada bebiendo café. Sonríe al verme, parece bastante feliz de que la haya visitado.
—Hola, señora Farmiga —saludo y le hago una seña para hablar en privado mientras que siento a Newt en una de las sillas—. Escuche, sé que sonará raro pero es…
—Newt —interrumpe.
—Exacto. Él no sabe que tiene la Llamarada y podemos salvarlo, ¿por favor?
—Veré qué puedo hacer. Déjalo aquí.
No pensaba irme, podría quedarme sentada seis horas pero no me iba a ir.
—Newt, te quedarás con la señora Farmiga. No importa qué te pida, debes hacerlo. Es por tu bien.
—Nada de esto es por mi bien, ¿escucha? Al final van a ejecutarnos o algo despiadado.
Si supiera que lo estoy salvando… En fin, la señora Farmiga lo lleva dentro de su consultorio y él no protesta, aunque sospecho que algo anda mal, ¿por qué no protesta?
♡♡♡
Me levanté de la cama para comenzar un nuevo día fingiendo que todo estaba bien y era una chica feliz. Creo que la mayor mentira que he dicho comenzó a los siete años y sigue activa: ‘estoy bien’. Qué frase más estúpida, no estoy bien. Quizá se escuche patético, pero sé que alguien en este planeta lo comprenderá; perder a tu personaje favorito es como si te arrancaran el corazón. Da igual, las personas comunes y corrientes no lo entienden, creen que estamos locos por añorar a alguien que jamás conociste cuando lo conoces mejor que a ti mismo. Creo que todos deberían ir al infierno, en fin, es mi vida y no puedo cambiarla.Me miro al espejo y me esfuerzo por sonreír, me veo como una drogadicta tratando de ocultar su adicción. Pero lograra convencer a mi madre. Mi relación con ella es complicada, no hay otra palabra para definirlo. Cree que soy una especie de chica fenómeno así que se esfuerza porque tenga vida social, me lleva a conocer chicas y chicos, me compra demasiada ropa a la moda, confieso que es odioso. Tal vez crean que estoy loca, que cualquier persona quisiera una madre así, pero yo no.
Me pongo unos jeans negros y ajustados —lo único que mi madre considera moderno en mí—, una remera blanca con la frase “sex, drugs & rock ‘n roll” y unas zapatillas blancas con un moñito negro. No soy buena cuando se trata de moda y estilo.
—¡Barbie, recuerda que hoy es nuestro día madre e hija! —dice mi madre llamando a mi puerta recordándome lo malo que es mi día.
Odio que me llame ‘Barbie’. No soy una Barbie y jamás lo seré, prefiero que me llame por mi nombre completo, no de esa manera porque me hace sentir que ella quiere que yo sea perfecta y jamás lo seré, no lo suficiente para satisfacerla.
Me cepillo el cabello dejándolo suelto y me pongo mi collar que tiene una llave de oro. No sé qué significa, pero para mí es como darle el permiso —la llave— de entrar a tu vida. Es cursi, lo sé.
Por último me lavo los dientes y bajo las escaleras y me encuentro con mi madre sosteniendo su bolso demasiado emocionada. Mi madre es idéntica a mí, pero en vieja, salvo por su cabello que es negro y el mío castaño. Fuera de eso somos una especie de copia.
Salimos de la casa y subimos al auto. En cuanto enciende el auto comienza a poner canciones de Miley Cyrus, Demi Lovato, Paramore, Justin Bieber —su platónico— y One Direction. No es por sonar mala, pero odio esa clase de música, todas las canciones se parecen. A decir verdad me gusta la música de los 60’s, 70’s, 80’s, me parece mucho mejor que la que hay hoy en día.
Comienza a hablarme sobre cientos de cosas y yo sólo miro por la ventana y digo ‘sí’. Tal vez esté mal que no le preste atención, pero es que no me interesa.
Miro a las personas pasar junto a mí a toda velocidad hasta que paramos frente a un semáforo, odio esas cosas, no sirven de nada. O tal vez soy un fenómeno que odia a todo creado por el hombre, lo que es más probable.
Mi mirada se topa con un chico rubio muy atractivo, alto, delgado pero fornido… Newt. Demonios, estoy segura de que es él, ¿quién si no?
Me bajo del auto a toda velocidad y corro hacia él, mi madre me mira preocupada y suelta gritos diciendo que vuelva al auto. Pero me concentro en cruzar la calle por entre los autos antes de que el semáforo permita el paso. Espero que por primera vez sea de utilidad y no haga que me aplasten. Mi madre no puede bajarse del auto así que tengo cinco minutos hasta que ella busque estacionamiento y venga a buscarme.
El rubio me mira corriendo entre los carros. Es él, demonios, él está muerto, ¿qué hace vivo y coleando? Quizá sólo esté soñando, ahora nos besaremos y despertaré dentro de un rato.
Cuando llego al otro lado de la calle junto a él me inspecciona de arriba abajo, parece que estuviera viendo un fantasma cuando la situación es al revés. ¡Él está muerto! Quizá sea como esa película ‘Trascender’ y ahora él intente conquistar el mundo. Estoy delirando, eso es oficial.
—Hola, ¿eres nuevo en la ciudad? —le pregunto tratando de ocultar la emoción.
—Supongo, bueno, no recuerdo nada. Soy Newt por cierto.
¡Es él, es él, es él, es él! Lo sabía, mi instinto de lectora me lo decía, demonios. Quiero embarazarlo o que él me embarace, no me importa. ¡Es él, está vivo!
—Bárbara —respondo tratando de parecer aburrida.
—¿Sabes si aquí hay Cranks? Está repleto de gente y no logro encontrar a mis amigos, creo que nos secuestraron los Cranks. ¿Tú eres parte de ellos?
—Oh, ellos aún no han logrado llegar aquí. Todos estamos sanos por ahora. ¿Te sonaría extraño si te digo que tienes que venir conmigo?
—Suena extraño considerando que corriste desde el otro extremo de la calle sólo para preguntarme si soy nuevo aquí.
—Mi madre me corrió del auto —pésima mentira, lo sé por como frunce el ceño.
—Parecía que te habías escapado, ¿sabes? Ella gritaba como desquiciada tu nombre.
—Bien, me escapé y tú te topaste en mi camino. Tenemos que hablar algunas cosas, ¿vienes o no?
Asiente y comienzo a caminar sin saber a dónde demonios lo llevaré. Los minutos transcurren en silencio y pienso en qué le diré a mi madre cuando llegue con un chico desconocido. No puedo decirle quién es, creerá que me volví loca.
—Escucha, la historia que sabrá mi madre es que éramos muy amigos porque nos veíamos en la biblioteca. Tus padres murieron, estás solo y no tienes a dónde ir. ¿Está claro?
—¿Qué es eso de biblioteca? ¿Es comida, un lugar o qué?
—Donde lees libros, genio. Bien, ahí está mi mamá. Actúa como si fuéramos mejores amigos y todo saldrá bien.
Él suelta una carcajada y yo lo imito tratando de sonar convincente, jamás creí que esto pasaría. En fin, es un sueño y pronto despertaré, quizá debería besarlo o algo. Me rodea por los hombros y siento mariposas en el estómago, es demasiada sensualidad para mí.
Mi madre me espera con los brazos cruzados y no cambia de expresión cuando llegamos. Adiós vida, moriré.
—Bárbara Angelina Rottmayer —lo dijo, dijo mi horrible nombre completo, hay una razón por la que pongo ‘A.’ En lugar de Angelina—. ¿Qué pensabas? ¿Cómo pudiste atravesarte la calle como semejante loca?
—Mamá, él es mi mejor amigo Daniel —si sabe que se llama Newt lo descubrirá—. Nos conocemos por un curso en la biblioteca, iremos a tomar un café, ¿te molesta?
—Oh —dice con pesar—, bien, ¿llevas la tarjeta? —asiento—. Cuídense, un placer, Daniel.
—Lo mismo digo.
Caminamos en silencio hasta que entro al único lugar donde alguien puede estar en paz: la biblioteca. La mujer de ahí me saluda amistosamente y subimos a la zona de arriba, nadie va a ahí; está prohibida, pero la dueña me deja pasar a leer para poder concentrarme. Nos sentamos en el suelo y lo miro por un rato.
—¿Qué es lo último que recuerdas? —pregunto.
—Estábamos con CRUEL en su cuartel o algo así dijo La Rata —no pido explicaciones, sé quién es la rata y que muere—. Nos separó a todos para hacernos pruebas, supongo que esta es mi prueba.
¡Lo tengo! Él aún no sabe que tiene la Llamarada o que morirá, quizá pueda salvarlo. Esto no es coincidencia, lo voy a salvar así me cueste un ojo.
—Me alegra que lo descubrieras, Newt. —Digo fingiendo que soy parte de CRUEL, aunque preferiría la muerte siendo honesta—. La prueba que te haremos más adelante será sencilla, no te preocupes, estaré ahí cuando suceda.
Lo siguiente es buscar un psicólogo, la señora Farmiga. Ella sabe todo a cerca de esto además de que leyó los libros, quizá pueda ayudarme a quitarle esa cosa de la cabeza.
—Acompáñeme, por favor.
Salimos de la biblioteca y entramos a un taxi, esto tiene que ser rápido. La mujer tiene que curarlo, quizá sea sólo un sueño, vaya mente que tengo. Aunque sea un sueño lo salvaré.
Tardamos alrededor de quince minutos en llegar al consultorio de la señora Farmiga, suerte que no es muy famosa y puede ayudarme, siempre está dispuesta. Entramos y la mujer está sentada bebiendo café. Sonríe al verme, parece bastante feliz de que la haya visitado.
—Hola, señora Farmiga —saludo y le hago una seña para hablar en privado mientras que siento a Newt en una de las sillas—. Escuche, sé que sonará raro pero es…
—Newt —interrumpe.
—Exacto. Él no sabe que tiene la Llamarada y podemos salvarlo, ¿por favor?
—Veré qué puedo hacer. Déjalo aquí.
No pensaba irme, podría quedarme sentada seis horas pero no me iba a ir.
—Newt, te quedarás con la señora Farmiga. No importa qué te pida, debes hacerlo. Es por tu bien.
—Nada de esto es por mi bien, ¿escucha? Al final van a ejecutarnos o algo despiadado.
Si supiera que lo estoy salvando… En fin, la señora Farmiga lo lleva dentro de su consultorio y él no protesta, aunque sospecho que algo anda mal, ¿por qué no protesta?
♡♡♡
Las horas pasan y sigo ahí sentada esperando una respuesta. No tardo en quedarme profundamente dormida en la silla de madera, es incómoda pero estoy tan cansada, ayer no dormí del todo bien por mi llanto.death characters, nc. EL CODE ES DE ZOE, no es mío.
tobias.
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