It's Just...

It's Just...

by darko.

Corría tan rápido como sus piernas se lo permitían, el sol le daba en los ojos pero intentó ignorarlo, a pesar de que sintiera como poco a poco dejaba de distinguir las formas frente a ella, no se detendría, no permitiría que le viera bajo ningún aspecto en las condiciones en las que se encontraba, aunque seguramente él ya estaba más que confundido por sus acciones.

Se detuvo en seco en cuanto se dio cuenta de en donde estaba, su inconsciente la había llevado justo frente a la gran verja que daba paso al estadio del campus. Llevó sus manos a sus rodillas y se dedicó a mirar el suelo, doblada como estaba, tomó aire, algo que le costaba debido al reciente ejercicio; una risilla comenzó a salir desde lo más profundo de sus entrañas, aquello era inconcebible e irónico, suspiró y levantó los ojos en cuanto la risa hubo cesado, aunque no podía evitar el estiramiento de sus músculos faciales, esa sonrisa en su rostro prevalecería tan solo por otros minutos.

Observó el metal brillante ante los rayos provenientes del cielo, algunos reflejos le lastimaban pero no tanto como las palabras que acababa de escuchar, ¿en qué estaría pensando cuando se le confesó de esa manera tan estúpida? ¿Acaso no la conocía? La respuesta era un no rotundo después de los lamentables hechos. Movió la cabeza de un lado a otro, sus pies ahora se movían con vida propia y la llevaban hacia adentro, hacia el lugar donde tuvieron su primera conversación importante, su primer beso, la primera vez que se detuvieron antes de algo más "profundo". Se detuvo en seco, de nuevo, no era una buena idea entrar ahí, sería algo muy obvio… quizás tan obvio que a la final no la buscaría en aquel lugar, un juego perfecto para la psique de aquel idiota.

Dio un paso más, aún indecisa, tendría que trepar la verja si en realidad lo iba a hacer. No lo pensó más, colocó manos y pies, sobre y entre, y como fuera, por los rombos metálicos, maldiciéndose por la cobardía mostrada anteriormente, buscando algo que la eludiera de la maroma burda que intentaba; finalmente vio el pavimento a unos dos metros bajo ella y se aferró al delgado cilindro en el que estaba, en la cúspide de aquello que la separaba de las gradas y el forraje sintético. Y seguía tomando malas decisiones, por su mente pasó su cabeza revotando contra el suelo y dejándola inconsciente, posiblemente se desangraría y nadie la encontraría hasta pasados unos días, consecuencia del receso en el que estaban todos los equipos deportivos. Alejó las ideas violentas propias de su naturaleza y paso la pierna que le faltaba al otro lado de la verja, tomó aire y se dejo caer. Una caída esplendida que le sorprendió, casi parecía un felino; solo eso bastó para que la confianza volviera a su cuerpo. Caminó de nuevo y comenzó a rememorar lo que la había llevado hasta ahí… Al castaño parecían haberle nacido manos, muchas de ellas, todas recorriendo su cuerpo y causándole placer, sintió como con una le apretaba un pecho sobre la tela, mientras que con otra le levantaba una pierna y le unía a él, haciéndole sentir sobre el pantalón toda la fuerte virilidad que poseía.

—No sabes cuantas veces he soñado con esto —decía con una voz ronca aún pegado a sus labios, aprovechando para tomar todo el aire que alcanzaba, no quería separarse de ella ni por un momento.

— ¿Si? Dime cuantas, vamos —respondió ella, el saber que la había imaginado en esa situación, quizás aventurándose en lo que pronto pasaría, recorriendo su cuerpo desnudo, atravesándola…, le excitaba demasiado.

—Conténtate con saber que no te vas a decepcionar. —Esa idea ni siquiera se había pasado por su mente, Louis, ¿decepcionarla? ¡Imposible! Lo conocía desde hacía como un año, y aunque no se había fijado demasiado en él antes, solo habían bastado unas pocas conversaciones para saber que de verdad valía la pena. En serio, lo valía. No solo era atlético, después de todo el cuerpo no lo es todo, también era inteligente, sarcástico y gracioso, y muchas otras cualidades, prácticamente una especie de alma gemela que se acoplaba a ella. Y ese era el maldito problema, ella no quería nada de esa basura romántica, solo un polvo y algo de amistad, si es que la segunda acaso era probable, si es que eso acaso valía más que lo que quería.

Decidió concentrarse en lo que estaba pasando, no quería que aquellas ideas le bajaran la libido, lo tomó por la nuca acercándolo para meter su lengua aún más en su boca, degustándolo tanto como le fuera posible, con la otra mano comenzó a desabrochar el cinturón, inútil cinto que solo le separaba de su objetivo, su latente y pétreo objetivo. Soltó la hebilla, haló el cuero y voilà: con hábiles manos había logrado en dos segundos lo que Louis no había conseguido en cinco minutos, lo tenía frente a si con el pantalón abajo y los bóxers a punto de correr con la misma fortuna, su gran miembro se distinguía angustiado bajo la tela. Tragó saliva y después miro hacia abajo, hacia su cuerpo, la camisa apenas desabotonada, era frustrante y gracioso.

—Lo siento, me pones nervioso —dijo apenado.  

—Déjame ayudarte. —Sonrió burlona ante su incapacidad para desnudar a una chica. Quizás se había equivocado y él resultara un total fracaso en la cama. Él la vio suspicaz, sabía lo que estaba pensando, negó con la cabeza y se rió.

—No es lo que piensas Dai. Simplemente... —dudó. Lo que iba a decir quizás acabará con todo. Pero debía hacerlo, era la oportunidad en persona—. Simplemente me pongo nervioso cuando intento hacerle el amor a mi chica.

El sostén lavanda apenas cubría los voluptuosos pechos con los que tanto había soñado, pero eso era todo lo que él vería, la chica dejo de desabotonar la blusa negra que llevaba, paralizada ante lo que había escuchado. Si había llegado a una conclusión con sus amigas era que “hacer el amor” no es exactamente igual a “echarse un polvo”. Lo miró a los ojos color celeste y su rostro encarnó el terror.

—Me estas jodiendo, ¿verdad? —preguntó entre la frustración y el enojo.

—Eso intento linda, pero no me lo permites. Vamos —respondió él tomándola por la cintura, disimulando su tono, casi tragándose sus anteriores palabras. Luchando con todo su ser.

—Sí, bueno, pues con eso apagas a cualquiera. —Y su queja no era para menos, aún no podía entender ese extraño sentido del humor que él tenía, e incluso le molestaba de sobremanera el que jugara con algo así—. Hagamos algo Lou. Vamos a hacer lo que vinimos a hacer y tú te vas a quedar callado, ¿vale? No quiero que de tu boca salgan más sandeces, no necesitas un “Te amo” para llevarme a la cama. Creo que esto lo hemos deseado los dos. No engaños, no mentiras. —Negó con su cabeza—. Ahora ven —dicho esto lo tomó por la camisa para acercarlo a ella, quería volver a sentir sus labios sobre los suyos, y sus manos sobre su piel; pero esas palabras le habían molestado al chico. Se mordió la lengua y separó la cabeza negando.

—Dai, no. Tú no entiendes. No son mentiras, yo en realidad te… —Y eso era todo lo que ella podía soportar, después de su última y desastrosa relación, no estaba dispuesta a entablar algo así con alguien. Se impulsó con ayuda de la pared, abrió la puerta y salió al verde campo, corriendo tanto como podía, evitando las pequeñas lagunas y las trampas de arena, ahora se lamentaba por haber parado en aquella cabaña.


Y ahora ahí estaba, caminando por pasillos desolados, casilleros y vestidores. Pensó en darse una ducha, quizás podría terminar con lo que había empezado unos minutos antes, de esa manera al menos no pensaría en ninguna otra cosa. No, no era una buena idea. Se fijó mejor en su ubicación, rodeada por muros en obra gris que no le indicaban nada, se había perdido. Caminó unos metros más y finalmente encontró un mapa de evacuación: tres salidas cerca de ella, dos baños, un cuarto de conserje y una salida directa al campo. La última opción era tentadora así que se decidió por ella, tres metros hacia adelante, doblar a la derecha, caminar, doblar a la izquierda, doblar a la izquierda y derecho; ahora podía vislumbrar luz natural.

La sensación en sus pies era distinta, corrió de nuevo hasta que creyó estar en medio del campo, en donde se dejo caer de espaldas, observando sobre ella el cielo que poco a poco se oscurecía, ahora tenía un leve resplandor rojo. Cerró los ojos y tomó aire con fuerza, para después soltarlo de la misma forma, aclarando su mente con cada bocanada de vida que tomaba y confundiéndose de nuevo cada vez que la soltaba. Pero al menos nadie la molestaría en un tiempo, estaba en paz, disfrutando hasta cierto punto del silencio que solo se veía interrumpido por las melodías de algunas aves y los motores de algún avión en los más alto, y claro, no podía ignorar las bocinas de los autos, lo cual era extraño en un estadio en medio de un campus, pero las bocinas se acercaban más y más, casi parecía que el auto del que provenían pudiera arrollarla en cualquier momento. Enderezó su cuerpo hasta recargarse en sus codos, buscando la causa del ruido, y ahí estaba, un carrito de golf con la delantera verde, acercándose a ella, acercándose a toda velocidad. Demonios, le pasaría por encima si no se quitaba. El auto se disminuía la distancia y ella no hallaba que hacer, finalmente rodó por el pasto hasta quitarse del camino; el auto se detuvo y de el bajó Louis. Después de todo su escondite no era demasiado para él, simplemente obvio y nada más. Aunque probablemente eso es lo que ella quería, después de todo es lo que iba a pasar metiéndose con el ayudante del entrenador que tenía acceso a cada llave.

— ¡Eres un maldito hijo de pe…!

— ¡Hey! ¡Cuida tu vocabulario Daiana! —le interrumpió. Eso solo causó que la chica se enojara más, se levantó y avanzó hacia él.

— ¿Qué cuide mi vocabulario, imbécil? ¡¿Qué cuide mi vocabulario?! ¡Estuviste a punto de arrollarme! ¡¿Y así quieres que cuide mi vocabulario?! —decía mientras se acomodaba a su altura y le daba golpes en el estomago, buscando puntos débiles, algo difícil.

— ¡Creo que eso es lo menos que pude hacer después de que me dejarás con una erección que estaba a punto de romper mi ropa interior! —Ella se detuvo, conteniendo una sonrisa. En serio, ¿Por qué le hacía eso ahora? —. Eres una cobarde Daiana Gomez —lamentó él. Ella de nuevo se enojó y le dio un empujón que lo lanzó al suelo. El castaño la miro sorprendido por lo que acababa de hacer, pero no se quedaría atrás, colocó los pies tras sus largas, hermosas y formadas piernas y la empujó hacia adelante, haciendo que cayera casi sobre él, sosteniéndola lo más posible para que no se lastimara. El cabello largo y lacio de la chica cayó sobre su rostro, ahora todo lo que veía lo veía de un marrón oscuro. Movió los labios y la lengua intentando sacar los cabellos que se habían colado en su boca.

— ¿Y aparte me chupas el cabello? —expresó ella con una risa contenida.

—Verdad. Debería usar mi lengua para chupar cosas de ti distintas a tu cabello. —Y ya, los dos se dejaron llevar por el placer de la comedia, riendo fuertemente, sus voces apenas se perdían en el viento. La chica dejó caer su cabeza sobre el pecho del muchacho y respiró con fuerza, asimilando lo que acababa de suceder. Finalmente habló con un hilo de voz.

—No puedo amarte Louis.

—Lo sé —admitió él con tristeza. Eso era también doloroso para ella que alzó la cabeza para verlo a los ojos, echando su cabello hacia atrás para mejorar la visión.

—No es eso Lou, es solo… —Es solo… ¿Qué era? ¿Por qué no podía? Suspiró frustrada y se abalanzó sobre sus labios tomándolo por el cabello. Él le respondió con la misma pasión, permitiendo que sus lenguas juguetearán de rincón en rincón. La chica se acomodó colocando las piernas a cada lado de aquel cuerpo musculoso, frotando su sexo contra el suyo, sintiendo pequeñas oleadas de placer. Llevó sus manos a la parte baja de su vientre y comenzó a subir la camiseta roja que él llevaba, el chico se sostuvo sobre los codos dándole espacio para después quitar la prenda. Dios… se relamió los labios mientras pasaba las manos por su trabajado pecho. Lo miró con ojos llenos de lujuria y volvió a besarlo, solo por un momento ya que él la separó para terminar con la camisa negra, ahora desabotonaba con toda la agilidad posible, seguro de cada movimiento. Dejó la camisa bajar por sus hombros y besó cada pecho sobre la tela de encaje lavanda. Se enderezó un poco y desabrochó con cuidado el sostén, quitándolo con cuidado, impresionándose ante la belleza del cuerpo semidesnudo que tenía en frente.

—Eres perfecta —soltó con devoción. Miró de nuevo los pechos desnudos y después comenzó a masajearlos, solo unos segundos, mirando la forma y sintiendo la textura, la suave piel apenas se deslizaba entre sus dedos. No aguanto más, llevó el pezón derecho a su boca, el sabor era inexplicable, lo lamió con cuidado con la punta de su lengua mientras su mano izquierda jugaba con el otro, dándole pequeños pellizcos y halándolo con suavidad. La chica de ojos chocolate soltaba pequeños suspiros de placer, echó su espalda hacía atrás y se sostuvo colocando las manos sobre la hierba sintética, todo en busca de darle un mayor acceso a su amante que aparte no dedicaba toda su atención a sus pechos, él aún tenía mente para su sexo, con su mano libre había desabrochado el pantalón y ahora realizaba movimientos circulares en su punto de máximo placer, pronto llegaría al orgasmo. Cerró los ojos y comenzó a ver estrellas, enormes y brillantes estrellas; el chico llevó su mano un poco más adentro y ella no lo pudo contener más, gimió de forma sonora y sintió las arcadas recorrerle desde la punta de los pies, dejándola exhausta después de unos minutos.

—Dios, Dios… Louis… —Apenas si podía hablar, se quedó como estaba, sosteniéndose en las manos, arqueada hacia atrás, respirando con dificultad. Él la miraba con una sonrisa torcida, disfrutando de sus reacciones, orgulloso de que aquella expresión salvaje la hubiera ocasionado él. Se quedaron de esa manera otro rato, hasta que ella se sintió recuperada y levantó la vista para encontrarse con la de él, ahora estaba un poco avergonzada. Sonrió con timidez y después se puso manos a la obra para quitarle el pantalón.

— ¿Qué haces? —preguntó confundido, ella rodó los ojos.

— ¿Qué parece? —Esas palabras gritaban: sarcasmo, desde cualquier punto de vista.

—Ya, ya, lo sé. Pero creí que no podrías aguantar más. —Se rió.

— ¡Hey! Me ofendes —exclamó ella acompañando sus palabras con una mala mirada, aún así le bajo el jean y los bóxers en un solo movimiento, después hizo lo mismo con lo que le quedaba a ella. Tomó las prendas y las colocó a un lado, acto seguido examinó al chico. Estaba mucho mejor así, como Dios lo había traído al mundo. Observó su miembro, estaba apenas lánguido, ¿Qué podría hacer? Había millones de cosas que podría hacer ahora solo para devolverle las sensaciones que le acababa de causar; aún así se decidió por la más simple pero no menos placentera. Volvió a su posición inicial, apenas rozando sus sexos, le dedicó una mirada ociosa y después comenzó a masturbarlo con las dos manos, de arriba abajo, masajeando de vez en cuando sus testículos e intercalando los movimientos con lamidas desde estos hasta el glande. El sabor era algo salado, propio de las últimas maromas del día. Aún así era un manjar para su lengua.

—Linda, me voy a correr —gruñó él al cabo de unos momentos, y no era eso precisamente lo que quería, quería por lo menos estar dentro de ella.  

—Muy bien, ¿tienes un preservativo? —preguntó sabiendo a lo que se refería, el hizo una mueca y negó con la cabeza haciéndola suspirar conforme—. Mira, tomo la píldora, pero solo dime que no te has acostado con ninguna perra que pudiera contagiarte algo.

— ¿Tu cuentas? —interrogó divertido, a lo que ella solo atinó a golpearle fuertemente en un brazo.

—Lo haría si me hubieras conseguido antes —respondió intentando seguir su sucio juego—. Anda dime —casi suplicó. Esa respuesta podría cambiar algunas cosas entre ellos, si es que la declaración amorosa no había causado ya el daño suficiente. Tomó aire y espero su respuesta.

—Digamos que desde que te vi he estado en algo así como celibato —habló después de lo que parecieron años. Aquello era casi perfecto. La chica permitió que la penetrara en un solo movimiento que la lleno completa y le sacó un gritito, lo disfrutó dentro de ella por tan solo unos segundos, después comenzó a mover sus caderas, rasguñándole el pecho con cada mete y saca, sintiéndolo en lo más profundo. Echó el cuerpo hacia adelante hasta sentir sus pechos chocar contra el pecho vigoroso. Continuó con la cadencia a la que ya se había acostumbrado, un movimiento lento y rápido, cambiante conforme el avance del tiempo. Su pubis se frotaba contra el de él incrementando la deliciosa sensación. Llevó sus labios hasta fundirlos con los de él, no sin evitar morderlo, y entonces sintió las cosas claras, claro que podía amarlo, incluso quizás ya lo hacía, aunque eso no lo podría afirmar ahora, solo necesitaba que pasaran algunos días, o semanas, o bueno, necesitaba simplemente pasar más cosas con él para poder estar segura, obviamente el sexo aceleraría las cosas. Contrajo los músculos en su vientre bajo y se sintió llegar, de nuevo; lo miró a los ojos como para avisarle, pero vio los suyos nublarse, y supo que lo harían juntos, se movió un poco más y de nuevo comenzó a ver aquellas estrellas. Así ambos llegaron al clímax, ella de una forma más intensa que antes y él con un grito ahogado en el que apenas se distinguía el nombre de la chica que amaba.
Él se movió a un lado para darle espacio, aún sin salir de su cuerpo, disfrutando de aquel calor húmedo en el que se encontraba, ella solo dejo su cabeza caer sobre el cuello de él. Ninguno de los dos sentía el frío de la noche que ya los había alcanzado y que apenas les regalaba la luz de la luna.

—Podrás tachar el campo de fútbol de tu lista. Al fin —bufó ella y él rió.

—Si claro, pero ahora necesito un masaje en el trasero.