And fade out again.

Acabo de escribir poyoshop.

1 de Noviembre de 1996.
Sentado en un banco nuevo de madera, él sonreía a su madre mientras esta pedía su helado favorito. El de chocolate. Hoy era su quinto cumpleaños.
Llevaba su traje nuevo. Todo un pequeño apuesto. Desde sus zapatos brillantes y lustrados, hasta su cabello meticulosamente arreglado. Su madre lo veía mientras este le sonreía. Él era feliz.
Caminaba tomado de la mano de su progenitora, alzaba la barbilla mientras aun saboreaba su helado.
Al pasar el trascurso, el helado se derretía. Por lo tanto él empezó a dar lametazos más constantes. Esto hizo que pequeñas embarraduras se filtraran por toda su cara, recorriendo su cuello hasta arruinar su nueva camisa blanca. Su madre, lo miro a los ojos. Y él los bajo, avergonzado.
Desde entonces su madre nunca volvió a comprarle un helado de chocolate.



1 de Noviembre de 1997
Hoy era su noveno cumpleaños. Llevaba una pequeña camisa negra mientras esperaba su sorpresa. Su madre llego con una enorme sonrisa mientras lo mirada. Lo estrecho en sus brazos hasta que él pensó que se ahogaría. Levanto la barbilla como él siempre lo solía hacer. Su madre le entrego un cuento. Peter pan. Esa misma noche, ella se lo leyó. Él era feliz.
Lo dejo en la habitación, mientras él, temía de los piratas. Algo había faltado. Y entonces, lo recordó. Abrió la puerta de  la alcoba de su madre, justo a tiempo para verla tomar algo de una botella.
―Mamá, olvidaste mi beso de buenas noches― dijo él mientras se acercaba a ella. Sonriente.
Pero ella se levantó antes de que él pudiera llegar a ella, y lo mando a su habitación.
Desde entonces su madre nunca volvió a darle un beso de buenas noches.


1 de Noviembre de 2000.
Hoy era su doceavo cumpleaños. Su cabello había crecido. Era el más alto de su clase. Su maestro decía lo brillante que podía llegar a ser. Entonces…él escribió un poema. Lo nombro “Ella” y lo empezó a leer frente a toda su clase. Su maestro aplaudió y le puso una gran A.
Ese día espero en el autobús mientras llevaba el poema en la mano. Él era feliz.
Al llegar a su casa, corrió a la cocina y vio a su madre hacer spagetti. Ella lo abrazo. Pero el teléfono sonó y ella fue a contestar. Al instante, empezó a gritar. Y él para calmarla intento leer su poema. Ella no lo escucho, solo bramó.  
Desde entonces no ha vuelto a escribir un poema.


1 de Noviembre de 2004.
Hoy era su decimosexto cumpleaños. Sus ojos eran tan azules como el verano. Su maestro de Biología dijo que tenía potencial. Sonreía todo el tiempo. Era la clase de chico ideal en cada lugar en el que lograba poner un pie. Molly —su novia― era una porrista. Él era un chico muy afortunado se decía mientras miraba el reflejo de su apariencia en el espejo. Él era feliz.
No tomo él autobús, solo camino. Al llegar, su madre no lo abrazo. Solo le sonrió.  
Ella aún no había hecho la cena, así que decidió sorprenderla. Hizo una gran ensalada. Llevo una ración a su madre y la tomo de la mano. Ella solo lo miró con una débil sonrisa ya. Entonces la probo y mientras la saboreaba su ceño cambio. Y entonces lo escupió. Olvido que a su mama no le gustaba el pimiento. Así que ella lo envió a su habitación.
Desde entonces él nunca volvió a cocinarle.

1 de Noviembre de 2006.
Hoy era su dieciochoavo cumpleaños. Era el día de su graduación. Su novia lo había dejado. Su maestro no volvió a repetir cuan inteligente era. Ahora su nueva vestimenta era el negro. No había vuelto a sonreír. Y entonces miro su reflejo en un charco de barro. Y entonces entendió lo que nunca fue. Un chico afortunado. Tenía el discurso que iba a decir preparado y tan ensayado como podía estar. Lo empezó a leer y no entendió el hilo de que trataba de expresar con él. Solo decía lo contento que podría estar este día, citaba una película muy singular…y nada más. Así que lo volvió a escribir.  
Llego a su casa. Y fue directo a su habitación. Subiendo los peldaños a gran escala estribo y solo volvió a mirarse en un espejo. Y no se reconoció. Solo era una sombra borrosa.
Así que solo se desnudó, y a pasos cortos entro a su bañera y la lleno de agua helada. Ensayo su nuevo discurso. Y se permitió soñar. Alzo su barbilla mientras una lagrima lastimera callo del ojo derecho. Había tomado una decisión. Recordó todo y solo asintió. Porque aprendió la lección que afloro en toda su vida. Inconscientemente metió su cabeza inmersa en la helada agua. Y entonces lo entendió.

Él no era feliz.