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Skin hecho por Hardrock de Captain Knows Best. Personalización del skin por Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Latidos} m.c.
O W N :: Fanfiction :: Fanfiction :: One Shot's
Página 1 de 1. • Comparte
Latidos} m.c.
- ficha:
- • Nombre: Latidos.
• Autor: Yo, Ro aka Berry.
• Adaptación: No
• Género: Romance
• Advertencias: No
• Otras páginas: Wattpad, en el usuario RoWonderwall.
latidos.
Todo era blanco. La cama, las paredes, ella. Nunca la había visto así, tan pálida. Tan despojada de vida. Y, ¿sabes? Jamás imaginé que tendría que presenciar algo así. Me cambié de posición una y otra vez, ese sillón era lo más incómodo del mundo entero.
Mi cabeza iba muy despacio en esos momentos. Ni siquiera sabía lo que había pasado. Aunque creía tener una idea sobre las consecuencias. No era bueno, no era nada bonito. Pero iba a estar ahí, ¿era ella consciente de eso? Lo prometí el día de nuestra boda. Iba a estar ahí, pasase lo que pasase.
Apreté su mano con fuerza, reconfortándola aunque sabía que no lo sentía. Estaba conectada a muchos aparatos. Una lágrima se deslizó por mi mejilla. Ni siquiera tenía fuerzas de secarla. No quería aquello. Por ello no dejaba de repetirlo una y otra vez. Despierta.
Una chica preciosa estaba delante de mí. Y yo ni siquiera podía expresarle lo mucho que me había colgado de ella en los últimos meses. Recordé aquel día en que la vi por primera vez, Elena. Era bella sin saberlo. Y tres meses después lo era mucho más.
Todos esos matices, esas palabras que habíamos compartido. Desde que la conocí, supe que era la única. Cada vez que le dejaba ganar en el Mario Kart se ponía tan contenta… verdaderamente su sonrisa era lo único que me importaba del mundo en aquellos momentos.
Entonces me miró, con aquellos ojos tan profundos que tenía. Su boca se curvó en una sonrisa torcida. Por un momento, los dos dejamos de hacer caso al juego. Ni siquiera estábamos mirando la pantalla. Nos prestábamos atención el uno al otro.
—El azul era mi color favorito— empezó— pero he decidido que ya no. Prefiero el tono de tus ojos.
La besé. Por primera vez en toda mi vida la atraje más hacia mi cuerpo. Porque me estaba correspondiendo. Y, aunque no podía creerlo, mi cuerpo en realidad pensaba que aquello era lo correcto. Que sus labios eran de los míos, porque encajaban perfectamente. Y no necesité nada más para ser feliz en aquellos momentos.
—Si te gano al Mario Kart, ¿serás mi novia? — pregunté con una sonrisa al separarme de ella. Elena se fingió indignada
—¿Qué tipo de declaración de amor es esa, Clifford? — entonces me tocó sonreír a mí, y la atraje para besarla de nuevo.
—La mía.
Y gané. Lo recordaba perfectamente porque unos días después la llevé de primera cita a ver una película de superhéroes. No podía creerme que una chica tan fantástica quisiera salir conmigo, y menos que fuera tan parecida a mí en todo.
Esa chica se encontraba ahora a mi lado. Mi Elena. Respiraba con dificultad, y yo no podía hacer nada. Parecía que cada inspiración era una tortura nueva, por mucho que el oxígeno entrase en su cuerpo, le dolía. Podía verlo. Me sentía tan frustrado… No podía ayudarla. Despierta.
—Esta es la cita más rara que he tenido en toda mi vida— dijo Calum, medio enfurruñado. Solté una carcajada al ver su cara.
Cuando mi novia dijo que tenía una persona perfecta para Calum, una chica que realmente le haría feliz, no me imaginé que se referiría a Robin. Pero tendría que haberlo pensado mejor, cuando vino con la idea de la cita doble. Elena era predecible para mí.
—Y… ¿a qué te dedicas, Robin? — preguntó Calum, interesado. Por fin aparecieron las dos chicas del baño.
—Pues… hace cinco meses era groupie de vuestro grupo, pero desde que Elena y Michael son novios, me dedico a zorrear con todos los fans de mi nueva mejor amiga famosa— guiñó un ojo con una sonrisa y Cal se atragantó con su bebida. Nunca supe si de la impresión o de lo preciosa que le había parecido.
La cita fue bien. Bonita. Bastante graciosa. Entendí por fin la relación que tenía con tu mejor amiga, y la vi mejor. La entendía cada vez más. Y la quería muchísimo. Como siempre, tuvio razón en todo y formaste una pareja nueva, formada por nuestros dos mejores amigos.
Siempre fue un ángel. Tienes que tener eso claro. Porque Elena era sin duda la mejor persona que había conocido. Mi razón para ser mejor. Quería hacerlo todo bien, por ella. Porque parecía que ella siempre tomaba las mejores decisiones, deleitando a todo el mundo.
Aunque no te creas que no tenía defectos. Miles. Y aún los tiene. Pero, ¿qué más daban? Cada vez que sonreía todos y cada uno de ellos quedaban eclipsados. Y cada vez que hablaba, con aquella cabeza tan prodigiosa y tan deslenguada, mi vida daba un bote. Despierta.
Había llegado el día, por fin. Conocería a sus padres. Jamás en mi vida había estado tan nervioso, ni siquiera cuando habíamos tocado en los Billaboard. Era tan nuevo… Me sentía inseguro. Una y otra vez me alisaba la camisa que me había puesto.
Elena me miró con una sonrisa. Me aseguró que estaría bien, que no me preocupase. Sin embargo, no podía. Parecía que no lo veía. Mi pelo era de un color diferente al resto de chicos, llevaba pendientes, tatuajes, tocaba en una banda. Seguro que no me aceptarían.
—Eres perfecto. Y, digan lo que digan ellos, solo son mis padres. Y yo te quiero, no me importa nada más.— Fue la primera vez que me dijo que me quería. La primera de muchas. Y así, entré en la casa de sus padres.
Les gusté. Fue increíble. Me acogieron y, aunque me hicieron preguntas, no hicieron más que sonreírme. Imaginé que también podía ser porque no hablaban inglés y yo no entendía ni papa de español. Pero aun así, su hermano Álvaro sí podía hablar conmigo. Y le caí bien.
Me contó cosas de ella de cuando era pequeña. Por supuesto Elena no dejaba de pegarle en el brazo una y otra vez, sonrojada. Se avergonzaba de ella misma cuando tenía catorce años. Pero a mí me parecía tan adorable… Era mía. Mi Elena. Despierta.
Estaba preciosa aquella noche. Por primera vez la vi en un vestido largo, verde azulado. Llevaba el pelo recogido, y le hacía la sonrisa todavía más grande. Era el día de nuestro segundo aniversario de novios.
Me había comprado una nueva consola y yo la abracé. Habíamos prometido no regalarnos nada y ninguno lo había cumplido. Mas estaba nervioso. Ella no sabía por qué, y pronto me preguntó. Entonces le di su regalo. Eran unas llaves y llevaban un llavero en el que se podía leer el nombre que mis fans habían puesto a nuestra pareja: “Mikelena”.
—¿Qué es esto, Mike? — preguntó, alzando una ceja. Le sonreí, queriendo tomarle un poco el pelo.
—Unas llaves, que por cierto, llevan un llavero de lo más bonito y original— le guiñé un ojo y ella se impacientó.
—Sí, pero, ¿qué abren? — quise seguir jugando un poco más con mi preciosa novia.
—Una puerta.
—¡Michael! — me pegó un golpe en el brazo, con las llaves. Solté una carcajada.
—La puerta de nuestra nueva casa— confesé, sonrojándome. Todavía estaba inseguro con respecto a eso. ¿Querría venirse a vivir conmigo?
Me abrazó. Y no tuve duda. Estaba más contenta que nunca. Una lágrima se deslizó por su mejilla y yo la besé. La quería.
Aquella noche recogimos todas sus cosas, del apartamento compartido con Robin. No la dejamos dormir en toda la noche, aunque tampoco le importó. Se la pasó hablando por teléfono con Calum. Elena sonreía al ver a su amiga tan feliz y yo sonreía al verla a ella feliz.
Dos días después Elena se instalaba en la casa, para quedarse. Era grande, un chalet familiar en una zona tranquila y preciosa. Un hogar para formar una familia. Éramos jóvenes pero sabíamos bien lo que queríamos. Despierta.
Compré un nuevo videojuego, uno que ni siquiera estaba en el mercado todavía. Elena se puso muy contenta, y todavía no sabía lo que le tenía preparado. Era de Mario, como la primera vez que le confesé sin palabras lo que sentía.
Había cambiado mucho desde aquella vez. Ya no era alérgico al amor y no me costaba decirle lo mucho que la quería. Porque a su lado todas esas palabras parecían cotidianas, completamente normales.
La dejé ganar aposta. Y cuando el juego anunció que Elena, el jugador uno, era la ganadora, algo más apareció en la pantalla. De repente se puso negra, y en blanco y grande se leyó “¿Quieres casarte conmigo?”
Antes de que pudiera reaccionar, me puse de rodillas delante de ella, con el anillo que había comprado. Hasta yo, siendo un chico, podía apreciar su belleza. Elena simplemente asintió, incapaz de decir una palabra.
Fui el hombre más feliz del mundo. Ver su cara, su sonrisa, sus lágrimas contenidas de emoción… No tuvo precio. Me iba a casar con la chica de mis sueños.
Cada vez que veía a mi prometida pasear con su anillo de compromiso en la mano, enseñarlo por ahí y su cara de felicidad cuando la felicitaban, me sentía el hombre más afortunado del mundo. Lo era y lo sigo siendo. Despierta.
Nuestra boda fue simplemente preciosa. Estuvo nerviosa días antes, pero se desarrolló tal y como lo habíamos planeado. No había nada de qué preocuparse, ¿no es cierto? Los dos íbamos a casarnos con la persona a la que amábamos.
Cuando la vi caminar por el pasillo, del brazo de su padre y con un largo velo blanco cubriendo su cara, no pude contener la lágrima que se deslizó por mi mejilla. Al llegar al altar la recogió, con una sonrisa. Estábamos preparados.
Al y Ashton habían escrito una cosa preciosa para nosotros, y la leyeron en la ceremonia, delante de todos los invitados. Nuestro amor les había llegado también a ellos, y, aun estando también enamorados, los había inspirado.
Calum y Robin también tenían que leer algo, al menos así lo habían decidido ellos mismos. Pero no subieron juntos. Su mejor amiga subió y leyó algo con lágrimas en los ojos, bajó y se fue. Calum se quedó solo en el altar, a nuestro lado, e improvisó lo que imaginamos que había estado preparando.
Y llegó el momento de besar a la novia. Si te digo la verdad, no fue especialmente precioso, ni romántico. Fue un beso cliché y más pensado en el público que para nosotros. Fue rápido pero lo dimos todo, porque era nuestro primer beso de nuestra nueva vida.
Jamás olvidaré nuestro primer vals. Ni el asqueroso brindis que hicimos, con los brazos entrelazados. No sé de quién fue la idea, pero realmente era una tontería. Le manché el vestido de novia y menos mal que los dos habíamos bebido de más, porque realmente en aquel momento pensé que no me perdonaría nunca.
Ni siquiera se dio cuenta, y es una historia que no pienso contarle nunca. Estaba tan preciosa… es raro que un chico recuerde cómo iba vestida una mujer. Pero yo lo recordaba a la perfección. Cada detalle. Y sus ojos brillando a la luz de las caras lámparas… Despierta.
Nuestra primera crisis de casados fue por culpa de nuestros mejores amigos. Qué estupidez, pero qué mal lo pasamos. Estuvimos dos días enteros sin hablarnos, justo después de volver de la luna de miel.
¿Sabes por qué? Porque, después de lo que pasó en la boda, fuimos a hablar con Calum. Nos contó que Robin había roto con él y ni siquiera sabía el motivo. Le había devuelto el anillo de compromiso, y estaba realmente destrozado.
Entonces cada uno nos pusimos de un bando. A defender a nuestros amigos. Robin no quiso hablar con ella hasta pasados dos días, que fue el tiempo que necesitó para sacarle la información y pedirme perdón por no haber hablado conmigo. La perdoné con un abrazo.
Robin estaba embarazada. Estaba tan asustada que hasta había dejado a Calum, al hombre de su vida. Y todo porque no se veía capaz de formar una familia. Elena no me lo contó. Vino ella, con lágrimas de culpa en los ojos y sosteniéndose la tripa, misma a casa a disculparse por el daño causado.
Vi el miedo en sus ojos. Y, sin embargo, dos años después, lo sigue enfrentando bien. Habló con Calum y él le aportó el apoyo que necesitaba. Se querían muchísimo, pero de un modo completamente diferente al nuestro.
La abrazó tantas veces que de verdad pensaba que me dejaría por ella. Robin y Elena. Desde que supo que estaba embarazada, no se alejó de su lado. El embarazo fue bastante coñazo, si te digo la verdad, porque Elena siempre quería estar con ella, y no conmigo, y Robin siempre tenía antojo de algo, aunque años después me enteraría de que se inventaba aquellas cosas solo para poner de los nervios a Calum. Despierta.
Calum y Robin siempre fueron unos salidos. Lo que me extrañaba era que ella no se hubiera quedado embarazada antes. Una vez se lo dije, mientras cuidábamos a su precioso hijo, y ella me pegó en el brazo. No era algo con lo que bromear, porque lo había pasado bastante mal. El caso era que nos dejaban a su cargo todos los viernes por la tarde. A Elena no le importaba, era tan buena madre… y yo aprendí con ella.
Recuerdo mejor los momentos malos que los buenos. Una vez le dimos de comer al niño en vez de su potito, pizza. No tenía dientes, pero le gustó tanto que tuvimos que pasarla por la licuadora y convertirla en papilla para que pudiera comer. También se me cayó… repetidas veces. Aunque eso Calum y Robin nunca lo supieron, y tampoco es necesario que lo hagan.
Siempre nos gustó el hecho de ser padres, y lo teníamos todo tan planeado… Una lágrima rodó por mi mejilla y me vi obligado a salir de la habitación. Necesitaba calmarme. Fui al baño y me eché agua en la cara. Necesitaba saber que todo estaría bien, para poder transmitírtelo a ti. Despierta.
El día en el que los dos supimos que estaba embarazada fue el día más feliz de nuestras vida. Nunca habíamos llorado tanto de alegría, juntos. Hicimos tantos planes, compramos tantas cosas… Nos gustaban tantos nombres que el bebé tenía más de diez apodos nuevos. Quise a Elena más de lo que la había querido nunca. Y besaba su tripa creciente todas las noches, cantándole también al hijo que llevaba dentro. Nuestro hijo. Qué bien sonaba.
Tardé media hora justa en salir del baño. Y en esa media hora, Elena se despertó. El médico la examinó. Estaba en lo cierto.
Cogí su mano todo el rato, pero ella no estaba preparada para la noticia. Había perdido el bebé. Ya no estaba. Se rompió. Vi cómo escondía su rostro en sus manos y lloraba, de verdad. Tu madre no pudo soportarlo.
Hoy, después de dos años de esto y tres de casados, está embarazada de nuevo. Parece ser que tu hermana está bien, lleva ya cinco meses sin ninguna anomalía. Y hemos llegado a la conclusión de que igual tú, bebé, no estabas destinado a nacer por algún motivo que desconocemos. Pero, ¿sabes? Por mucho que no tuvieras nombre, que no supiéramos si eras niño o niña… te queremos igual. Siempre lo hicimos y siempre lo haremos. Porque eras nuestro primer hijo. Estás ahí, en nuestros corazones. Nos costó mucho rehacernos y, cuando lo conseguimos, escribí esta carta.
Nadie la ha leído, solo tú, mi niño. Y ahora va a ser quemada porque ese es su destino. Tus padres te quisieron, desde el día en el que supieron de tu existencia, ¿vale? Y lo siguen haciendo, todos los días.
Hasta siempre, bebé.
Mi cabeza iba muy despacio en esos momentos. Ni siquiera sabía lo que había pasado. Aunque creía tener una idea sobre las consecuencias. No era bueno, no era nada bonito. Pero iba a estar ahí, ¿era ella consciente de eso? Lo prometí el día de nuestra boda. Iba a estar ahí, pasase lo que pasase.
Apreté su mano con fuerza, reconfortándola aunque sabía que no lo sentía. Estaba conectada a muchos aparatos. Una lágrima se deslizó por mi mejilla. Ni siquiera tenía fuerzas de secarla. No quería aquello. Por ello no dejaba de repetirlo una y otra vez. Despierta.
Una chica preciosa estaba delante de mí. Y yo ni siquiera podía expresarle lo mucho que me había colgado de ella en los últimos meses. Recordé aquel día en que la vi por primera vez, Elena. Era bella sin saberlo. Y tres meses después lo era mucho más.
Todos esos matices, esas palabras que habíamos compartido. Desde que la conocí, supe que era la única. Cada vez que le dejaba ganar en el Mario Kart se ponía tan contenta… verdaderamente su sonrisa era lo único que me importaba del mundo en aquellos momentos.
Entonces me miró, con aquellos ojos tan profundos que tenía. Su boca se curvó en una sonrisa torcida. Por un momento, los dos dejamos de hacer caso al juego. Ni siquiera estábamos mirando la pantalla. Nos prestábamos atención el uno al otro.
—El azul era mi color favorito— empezó— pero he decidido que ya no. Prefiero el tono de tus ojos.
La besé. Por primera vez en toda mi vida la atraje más hacia mi cuerpo. Porque me estaba correspondiendo. Y, aunque no podía creerlo, mi cuerpo en realidad pensaba que aquello era lo correcto. Que sus labios eran de los míos, porque encajaban perfectamente. Y no necesité nada más para ser feliz en aquellos momentos.
—Si te gano al Mario Kart, ¿serás mi novia? — pregunté con una sonrisa al separarme de ella. Elena se fingió indignada
—¿Qué tipo de declaración de amor es esa, Clifford? — entonces me tocó sonreír a mí, y la atraje para besarla de nuevo.
—La mía.
Y gané. Lo recordaba perfectamente porque unos días después la llevé de primera cita a ver una película de superhéroes. No podía creerme que una chica tan fantástica quisiera salir conmigo, y menos que fuera tan parecida a mí en todo.
Esa chica se encontraba ahora a mi lado. Mi Elena. Respiraba con dificultad, y yo no podía hacer nada. Parecía que cada inspiración era una tortura nueva, por mucho que el oxígeno entrase en su cuerpo, le dolía. Podía verlo. Me sentía tan frustrado… No podía ayudarla. Despierta.
—Esta es la cita más rara que he tenido en toda mi vida— dijo Calum, medio enfurruñado. Solté una carcajada al ver su cara.
Cuando mi novia dijo que tenía una persona perfecta para Calum, una chica que realmente le haría feliz, no me imaginé que se referiría a Robin. Pero tendría que haberlo pensado mejor, cuando vino con la idea de la cita doble. Elena era predecible para mí.
—Y… ¿a qué te dedicas, Robin? — preguntó Calum, interesado. Por fin aparecieron las dos chicas del baño.
—Pues… hace cinco meses era groupie de vuestro grupo, pero desde que Elena y Michael son novios, me dedico a zorrear con todos los fans de mi nueva mejor amiga famosa— guiñó un ojo con una sonrisa y Cal se atragantó con su bebida. Nunca supe si de la impresión o de lo preciosa que le había parecido.
La cita fue bien. Bonita. Bastante graciosa. Entendí por fin la relación que tenía con tu mejor amiga, y la vi mejor. La entendía cada vez más. Y la quería muchísimo. Como siempre, tuvio razón en todo y formaste una pareja nueva, formada por nuestros dos mejores amigos.
Siempre fue un ángel. Tienes que tener eso claro. Porque Elena era sin duda la mejor persona que había conocido. Mi razón para ser mejor. Quería hacerlo todo bien, por ella. Porque parecía que ella siempre tomaba las mejores decisiones, deleitando a todo el mundo.
Aunque no te creas que no tenía defectos. Miles. Y aún los tiene. Pero, ¿qué más daban? Cada vez que sonreía todos y cada uno de ellos quedaban eclipsados. Y cada vez que hablaba, con aquella cabeza tan prodigiosa y tan deslenguada, mi vida daba un bote. Despierta.
Había llegado el día, por fin. Conocería a sus padres. Jamás en mi vida había estado tan nervioso, ni siquiera cuando habíamos tocado en los Billaboard. Era tan nuevo… Me sentía inseguro. Una y otra vez me alisaba la camisa que me había puesto.
Elena me miró con una sonrisa. Me aseguró que estaría bien, que no me preocupase. Sin embargo, no podía. Parecía que no lo veía. Mi pelo era de un color diferente al resto de chicos, llevaba pendientes, tatuajes, tocaba en una banda. Seguro que no me aceptarían.
—Eres perfecto. Y, digan lo que digan ellos, solo son mis padres. Y yo te quiero, no me importa nada más.— Fue la primera vez que me dijo que me quería. La primera de muchas. Y así, entré en la casa de sus padres.
Les gusté. Fue increíble. Me acogieron y, aunque me hicieron preguntas, no hicieron más que sonreírme. Imaginé que también podía ser porque no hablaban inglés y yo no entendía ni papa de español. Pero aun así, su hermano Álvaro sí podía hablar conmigo. Y le caí bien.
Me contó cosas de ella de cuando era pequeña. Por supuesto Elena no dejaba de pegarle en el brazo una y otra vez, sonrojada. Se avergonzaba de ella misma cuando tenía catorce años. Pero a mí me parecía tan adorable… Era mía. Mi Elena. Despierta.
Estaba preciosa aquella noche. Por primera vez la vi en un vestido largo, verde azulado. Llevaba el pelo recogido, y le hacía la sonrisa todavía más grande. Era el día de nuestro segundo aniversario de novios.
Me había comprado una nueva consola y yo la abracé. Habíamos prometido no regalarnos nada y ninguno lo había cumplido. Mas estaba nervioso. Ella no sabía por qué, y pronto me preguntó. Entonces le di su regalo. Eran unas llaves y llevaban un llavero en el que se podía leer el nombre que mis fans habían puesto a nuestra pareja: “Mikelena”.
—¿Qué es esto, Mike? — preguntó, alzando una ceja. Le sonreí, queriendo tomarle un poco el pelo.
—Unas llaves, que por cierto, llevan un llavero de lo más bonito y original— le guiñé un ojo y ella se impacientó.
—Sí, pero, ¿qué abren? — quise seguir jugando un poco más con mi preciosa novia.
—Una puerta.
—¡Michael! — me pegó un golpe en el brazo, con las llaves. Solté una carcajada.
—La puerta de nuestra nueva casa— confesé, sonrojándome. Todavía estaba inseguro con respecto a eso. ¿Querría venirse a vivir conmigo?
Me abrazó. Y no tuve duda. Estaba más contenta que nunca. Una lágrima se deslizó por su mejilla y yo la besé. La quería.
Aquella noche recogimos todas sus cosas, del apartamento compartido con Robin. No la dejamos dormir en toda la noche, aunque tampoco le importó. Se la pasó hablando por teléfono con Calum. Elena sonreía al ver a su amiga tan feliz y yo sonreía al verla a ella feliz.
Dos días después Elena se instalaba en la casa, para quedarse. Era grande, un chalet familiar en una zona tranquila y preciosa. Un hogar para formar una familia. Éramos jóvenes pero sabíamos bien lo que queríamos. Despierta.
Compré un nuevo videojuego, uno que ni siquiera estaba en el mercado todavía. Elena se puso muy contenta, y todavía no sabía lo que le tenía preparado. Era de Mario, como la primera vez que le confesé sin palabras lo que sentía.
Había cambiado mucho desde aquella vez. Ya no era alérgico al amor y no me costaba decirle lo mucho que la quería. Porque a su lado todas esas palabras parecían cotidianas, completamente normales.
La dejé ganar aposta. Y cuando el juego anunció que Elena, el jugador uno, era la ganadora, algo más apareció en la pantalla. De repente se puso negra, y en blanco y grande se leyó “¿Quieres casarte conmigo?”
Antes de que pudiera reaccionar, me puse de rodillas delante de ella, con el anillo que había comprado. Hasta yo, siendo un chico, podía apreciar su belleza. Elena simplemente asintió, incapaz de decir una palabra.
Fui el hombre más feliz del mundo. Ver su cara, su sonrisa, sus lágrimas contenidas de emoción… No tuvo precio. Me iba a casar con la chica de mis sueños.
Cada vez que veía a mi prometida pasear con su anillo de compromiso en la mano, enseñarlo por ahí y su cara de felicidad cuando la felicitaban, me sentía el hombre más afortunado del mundo. Lo era y lo sigo siendo. Despierta.
Nuestra boda fue simplemente preciosa. Estuvo nerviosa días antes, pero se desarrolló tal y como lo habíamos planeado. No había nada de qué preocuparse, ¿no es cierto? Los dos íbamos a casarnos con la persona a la que amábamos.
Cuando la vi caminar por el pasillo, del brazo de su padre y con un largo velo blanco cubriendo su cara, no pude contener la lágrima que se deslizó por mi mejilla. Al llegar al altar la recogió, con una sonrisa. Estábamos preparados.
Al y Ashton habían escrito una cosa preciosa para nosotros, y la leyeron en la ceremonia, delante de todos los invitados. Nuestro amor les había llegado también a ellos, y, aun estando también enamorados, los había inspirado.
Calum y Robin también tenían que leer algo, al menos así lo habían decidido ellos mismos. Pero no subieron juntos. Su mejor amiga subió y leyó algo con lágrimas en los ojos, bajó y se fue. Calum se quedó solo en el altar, a nuestro lado, e improvisó lo que imaginamos que había estado preparando.
Y llegó el momento de besar a la novia. Si te digo la verdad, no fue especialmente precioso, ni romántico. Fue un beso cliché y más pensado en el público que para nosotros. Fue rápido pero lo dimos todo, porque era nuestro primer beso de nuestra nueva vida.
Jamás olvidaré nuestro primer vals. Ni el asqueroso brindis que hicimos, con los brazos entrelazados. No sé de quién fue la idea, pero realmente era una tontería. Le manché el vestido de novia y menos mal que los dos habíamos bebido de más, porque realmente en aquel momento pensé que no me perdonaría nunca.
Ni siquiera se dio cuenta, y es una historia que no pienso contarle nunca. Estaba tan preciosa… es raro que un chico recuerde cómo iba vestida una mujer. Pero yo lo recordaba a la perfección. Cada detalle. Y sus ojos brillando a la luz de las caras lámparas… Despierta.
Nuestra primera crisis de casados fue por culpa de nuestros mejores amigos. Qué estupidez, pero qué mal lo pasamos. Estuvimos dos días enteros sin hablarnos, justo después de volver de la luna de miel.
¿Sabes por qué? Porque, después de lo que pasó en la boda, fuimos a hablar con Calum. Nos contó que Robin había roto con él y ni siquiera sabía el motivo. Le había devuelto el anillo de compromiso, y estaba realmente destrozado.
Entonces cada uno nos pusimos de un bando. A defender a nuestros amigos. Robin no quiso hablar con ella hasta pasados dos días, que fue el tiempo que necesitó para sacarle la información y pedirme perdón por no haber hablado conmigo. La perdoné con un abrazo.
Robin estaba embarazada. Estaba tan asustada que hasta había dejado a Calum, al hombre de su vida. Y todo porque no se veía capaz de formar una familia. Elena no me lo contó. Vino ella, con lágrimas de culpa en los ojos y sosteniéndose la tripa, misma a casa a disculparse por el daño causado.
Vi el miedo en sus ojos. Y, sin embargo, dos años después, lo sigue enfrentando bien. Habló con Calum y él le aportó el apoyo que necesitaba. Se querían muchísimo, pero de un modo completamente diferente al nuestro.
La abrazó tantas veces que de verdad pensaba que me dejaría por ella. Robin y Elena. Desde que supo que estaba embarazada, no se alejó de su lado. El embarazo fue bastante coñazo, si te digo la verdad, porque Elena siempre quería estar con ella, y no conmigo, y Robin siempre tenía antojo de algo, aunque años después me enteraría de que se inventaba aquellas cosas solo para poner de los nervios a Calum. Despierta.
Calum y Robin siempre fueron unos salidos. Lo que me extrañaba era que ella no se hubiera quedado embarazada antes. Una vez se lo dije, mientras cuidábamos a su precioso hijo, y ella me pegó en el brazo. No era algo con lo que bromear, porque lo había pasado bastante mal. El caso era que nos dejaban a su cargo todos los viernes por la tarde. A Elena no le importaba, era tan buena madre… y yo aprendí con ella.
Recuerdo mejor los momentos malos que los buenos. Una vez le dimos de comer al niño en vez de su potito, pizza. No tenía dientes, pero le gustó tanto que tuvimos que pasarla por la licuadora y convertirla en papilla para que pudiera comer. También se me cayó… repetidas veces. Aunque eso Calum y Robin nunca lo supieron, y tampoco es necesario que lo hagan.
Siempre nos gustó el hecho de ser padres, y lo teníamos todo tan planeado… Una lágrima rodó por mi mejilla y me vi obligado a salir de la habitación. Necesitaba calmarme. Fui al baño y me eché agua en la cara. Necesitaba saber que todo estaría bien, para poder transmitírtelo a ti. Despierta.
El día en el que los dos supimos que estaba embarazada fue el día más feliz de nuestras vida. Nunca habíamos llorado tanto de alegría, juntos. Hicimos tantos planes, compramos tantas cosas… Nos gustaban tantos nombres que el bebé tenía más de diez apodos nuevos. Quise a Elena más de lo que la había querido nunca. Y besaba su tripa creciente todas las noches, cantándole también al hijo que llevaba dentro. Nuestro hijo. Qué bien sonaba.
Tardé media hora justa en salir del baño. Y en esa media hora, Elena se despertó. El médico la examinó. Estaba en lo cierto.
Cogí su mano todo el rato, pero ella no estaba preparada para la noticia. Había perdido el bebé. Ya no estaba. Se rompió. Vi cómo escondía su rostro en sus manos y lloraba, de verdad. Tu madre no pudo soportarlo.
Hoy, después de dos años de esto y tres de casados, está embarazada de nuevo. Parece ser que tu hermana está bien, lleva ya cinco meses sin ninguna anomalía. Y hemos llegado a la conclusión de que igual tú, bebé, no estabas destinado a nacer por algún motivo que desconocemos. Pero, ¿sabes? Por mucho que no tuvieras nombre, que no supiéramos si eras niño o niña… te queremos igual. Siempre lo hicimos y siempre lo haremos. Porque eras nuestro primer hijo. Estás ahí, en nuestros corazones. Nos costó mucho rehacernos y, cuando lo conseguimos, escribí esta carta.
Nadie la ha leído, solo tú, mi niño. Y ahora va a ser quemada porque ese es su destino. Tus padres te quisieron, desde el día en el que supieron de tu existencia, ¿vale? Y lo siguen haciendo, todos los días.
Hasta siempre, bebé.
Michael.
blake.
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Lun 11 Nov 2024, 12:38 am por lovesick
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Miér 06 Nov 2024, 10:08 am por hange.
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Lun 04 Nov 2024, 11:42 am por indigo.
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