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Mensaje por issadanger Sáb 31 Mayo 2014, 5:32 pm

Bueno mis niñas de ahora en adelante les publicare en este nuevo tema. Asi que sigo con el maraton


Última edición por issadanger el Dom 27 Jul 2014, 6:39 am, editado 1 vez
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Mensaje por issadanger Sáb 31 Mayo 2014, 5:43 pm

CAPITULO TRECE PARTE CUATRO

La cara de ______ ardió en llamas ante los objetos que Tabitha apiló sobre el mostrador.
—¿Hacen que los pezones sepan a crema?
—Oh, sí, son fantásticos. No solo les dan sabor, sino que los tiñen para hacerte un poco más rosada y lo mejor de todo, tiene un toque de mentol que pone realmente duros tus pezones así como extra sensibles y los hombres se vuelven locos por ello. Simplemente adoran los pezones duros.
Kim y Pam se rieron.
______ se cubrió la cara con las manos y quería morir de vergüenza. Ya era bastante malo tener esas cosas, pero el hecho de que Tabitha conociera a Joe solo lo hacía todo más horroroso.
Ella estaba segura que él estaría mortificado al saber que una amiga suya la estaba ayudando a sacar estas cosas. Y para el momento en que se estaba subiendo de tono, _____ casi estaba demasiado avergonzada de volver al Santuario y enfrentarle.
Y cuando rebuscó para sacar su tarjeta de crédito para pagarlo, un alto y extremadamente guapo hombre salió de la trastienda. Vestido en jersey negro de cuello alto y unos pantalones flojos, frunció el ceño ante Tabitha que estaba todavía charlando con Pam.
—¿Estás bien, bebé? —le preguntó a Tabitha, sus ojos oscurecidos con preocupación cuando fue a colocar una mano contra su mejilla —estás extremadamente colorada.
Tabitha se volvió a él con un travieso chillido.
—Oh, agárrate, Zayn. Joe va a ser desarmado esta noche! —ella indicó con ambas manos a _____ quien quería arrastrase dentro de su bolso y ocultarse hasta que ser una anciana.
Para crédito de Val, él ni siquiera parpadeó. Ofreció a _____ una compadecida sonrisa.
—Ayuda si no reaccionas a sus comentarios. Tabitha vive para sacar a la gente de sus casillas. Sólo síguele la corriente y no la alientes.
Tabitha bufó.
—Que así sea. —ella le tendió la bolsa a ______ y le dio las gracias.
—Gracias —dijo ______.
—Buena suerte, cariño y recuerda… ¡fotos! —Tabitha esperó hasta que se marcharon antes de girarse sobre Zayn. —¿Puedes creer que nuestro Joe tenga un rollo?
Zayn bufó.
—Llámame provinciano, pero yo realmente no le considero mío. Y sí, puedo creer que el hombre tenga sexo. Lo que encuentro sorprendente es que sea la primera vez que conocemos a la mujer involucrada. —él se estiró por su teléfono—Quizás debiera llamarle y advertirle.
—Oh aparta eso. —ella lo devolvió a su bolsillo—Nuestro bebé está creciendo. ¡Estoy tan orgullosa!
 
____ apenas había dejado la bolsa en la habitación antes que la banda se tomara otro respiro. Sólo se había recostado en la cama cuando Joe abrió la puerta con una bandeja en las manos.
—¿Qué es eso?
—Pensé que quizás tendrías hambre. He llevado las opciones con Kim y ella escogió lo que deberías comer. —él lo dejó sobre la mesa a su lado.
_____ sonrió ante su consideración.
Efharisto.
Parakalo.
Ella se derritió ante su único acento cuando le dijo “de nada” en Griego.
—Me encanta la manera en la que hablas. Podría escuchar tu griego todo el día.
Él le tendió otra botella de zumo de manzana mientras tomaba un sorbo de su cerveza. ¿Estás completamente aburrida?
Ella se estiró y le quitó las gafas de sol de modo que pudiera ver sus ojos.
—No mucho. ¿Cómo va la actuación?
—Va todo bien. Podría matar a Colt por lastimarse la mano. La verdad es que no me gusta tocar en público.
—Pero tocas muy bien.
—Yeah, pero prefiero tocar para mí mismo. —había un travieso brillo en sus ojos ante el doble sentido.
Riéndose, ____ sacudió la cabeza ante él.
—Tú y Pam, siempre intentando avergonzarme.
—En mi defensa, es sólo porque estás adorable cuando te sonrojas.
Ella arrugó le arrugó la nariz mientras tragaba un sorbo de su zumo de manzana.
—¿Quieres un poco?
Ochi. —no, en Griego.
—¿Estás segura? —intentó tentarlo otra vez.
—Sí. —Joe recordó la última vez que había comido una manzana. Había sido el día en el huerto con Ryssa cuando le había rogado a su padre que no le enviara de regreso a la Atlántida. Incluso desde entonces, despreciaba la fruta. El sólo pensar en ello le revolvía el estómago.
—¿Cuántos sets más vas a tocar?
—Uno más.
Ella se mordió el labio de una manera que lo endurecía de desearla.
—Después seré yo quien te toque a ti…
Su pene saltó, listo para la acción incluso aunque su cerebro lo sabía mejor.
—Deberías reconsiderarlo.
Ella se estiró y tomó sus manos en las de ella. Su pulgar acariciaba contra su palma en una tierna caricia.
—¿Cuándo fue la última vez que le hiciste el amor a alguien, Joe?
Joe apartó la mirada cuando surgieron los dolorosos recuerdos. Honestamente, no podía recordarlo. ¿Había hecho realmente el amor a Artemisa? Quizás muy al principio. Pero había pasado mucho tiempo y no había sido últimamente.
Todo lo que él podía recordar era el dolor de sus críticas. La pura agonía de no ser nada más que su chico juguete, allí sólo para complacerla mientras no se permitiera tener ningún sentimiento u opinión de sí mismo. Solo ella podía mostrar el dolor y el disgusto mientras que él no tenía permitido nada. Ni siquiera su dignidad.
Lo que habían tenido era sexo. Básico y primitivo. No había verdaderas envueltas emociones reales al menos que fuera la furia.
Al igual que otros antes que ella, había odiado el hecho de que lo ansiaba y buscaba castigarlo por el hecho de que ella dormía con él. Simplemente se usaban el uno al otro. Si hubo algún tierno sentimiento real, lo habían hecho trizas hace siglos. No quedaba nada excepto destrozados restos de un ayer que ninguno podía volver a capturar.
—¿No puedes recordarlo? —preguntó _____.
—No realmente. —respondió él con sinceridad.
El corazón de ______ se encogió ante la manera en que él pronunció aquellas palabras. Ella tomó su barbilla y le volvió la cabeza hasta que la estuvo mirando.
—Voy a hacerte el amor, Joe. Esta noche, sacudiré tu mundo.
Joe presionó su mano a sus labios y mordisqueó las puntas de sus dedos mientras el temor y la indecisión lo llenaban. Esta noche podía costarle caro.
Nadie debería pagar por amar con sangre y hueso.
Aún así no conocía otra manera. Siempre había pagado por cada caricia y cada amabilidad. Nada le había sido dado libremente. La única pregunta que importaba era, ¿Valía la pena?
—¿Merecería _____ el costo?
Esperaba que así fuera. Él le volvió a poner las gafas.
—Volveré.
_____ lo observó cuando se marchaba y su corazón se dolió por él. ¿Cuáles eran los secretos que lo torturaban? ¿Por qué parecía tan asustado de tocarla?
Terminada su comida, fue al piso de abajo para observarlo. Pam y Kim estaban de pie en el frente, sonriendo. Ella pasó por detrás de ellas y les pellizcó el culo.
Pam la pellizcó de vuelta.
—Es asombroso, ¿verdad?
—Sí, lo es. —_______ saludó con la mano cuando vio a Joe mirándola.
Su respuesta fue una sincera aunque tímida sonrisa que le calentó el corazón y la puso caliente por todas partes. El hombre era tan selecto…
Ella se quedó allí durante varias canciones observando y escuchando a Joe. Cuando empezaron la canción final, volvió a subir de modo que pudiera prepararse.
 
Joe frunció el ceño cuando vio a ______ dejar la pista. ¿Se encuentra bien? Gesticuló a Pam.
Pam asintió de modo tranquilizador.
Aliviado, no podía esperar hasta que la canción terminara. Al instante de hacerlo, deslizó su Fender sobre la espalda, lo desenchufó, y saltó sobre la pista.
—Divertíos, chicos —le dijo Pam mientras Kim se reía tontamente— Os veremos a los dos más tarde. Dile a _______que me llame mañana.
—Lo haré. —Joe atravesó por entre el público mientras se dirigía escaleras arriba.
Justina y Katherine también los dejaron con una promesa de regresar en la mañana.
Joe cerró la puerta exterior y le pasó la llave antes de abrir la principal con una visual. Al momento en que vio a _______, se congeló. Vestida en un sheer black teddy que mostraba cada curva de su cuerpo, estaba deslumbrante. Se había pasado las manos por el pelo, haciendo que pareciera desordenado.
Haciéndola verse deliciosa.
—Déjame ir a darme una rápida afeitada.
Ella frunció el ceño.
—¿Afeitada?
Él se pasó el dorso de los dedos por la mandíbula, sintiendo como raspaba.
—No quiero arañarte.
Su prudencia tocó a ______. Hasta que intentó entrar en el cuarto de baño con la guitarra en su espalda. Él maldijo cuando esta quedó atascada en ambos lados de la entrada. Su cara se tiñó con el color de su vergüenza.
—Supongo que debería quitarme esto. —él la deslizó por encima de la cabeza antes de apoyarla contra la pared.
Ella se cubrió la sonrisa con la mano mientras intentaba no reírse. Podía ser tan adorable a veces.
Mientras él estaba en el cuarto de baño, ojeó rápidamente los apuntes que había hecho en el libro de Tabitha. Cuando él cerró el agua, ella dejó el libro en la mesilla de noche y trató de posar de manera seductora sobre la cama.
Joe detuvo la toalla contra su barbilla cuando vio a _____ sobre la cama con sus piernas dobladas bajo ella. Estaba intentando parecer seductora, pero con las gafas puestas, era una extraña combinación de la ______ seria y zorra.
Y esto hizo que se le pusiera dura. Tirando la toalla a un lado, dejó caer el abrigo en la entrada, entonces se sacó la camiseta por la cabeza.
_____ se quedó atónita por ese cuerpo y los músculos que se ondulaban. Él se arrodilló en la cama y gateó hacia ella como algún sigiloso y hambriento predador.
Se detuvo sobre ella cuando su largo pelo negro cayó hacia delante enmarcando su rostro. Sus cuerpos no estaban tocando, pero sus turbulentos ojos plateados la chamuscaban con calor. Los músculos de sus brazos se abultaron al soportar su peso cuando encontró su mirada. Era abierta, honesta, y al mismo tiempo el miedo detrás de aquellos ojos y se preguntaba que lo causaba. 
El olor del cuerpo y piel masculina la puso instantáneamente mojada. Él sumergió su cabeza hacia la suya y ella tembló cuando solo sus labios entraron en contacto con los suyos. Entonces aunque lentamente mientras profundizaba el beso a uno de una extrema potencia, se dejó ir sobre ella hasta que su peso presionó contra ella.
______ suspiró ante la increíble sensación de su cuerpo sobre el suyo, de sus delgadas caderas descansando entre sus piernas. Su corazón se desbocaba ante el bulto en sus pantalones presionándose contra el centro de su cuerpo. Había solo tanto de él. Ella se deleitó en el modo que él la rodeaba con fuerza y calidez.
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Mensaje por issadanger Sáb 31 Mayo 2014, 5:49 pm

CAPITULO TRECE PARTE QUINTA

Ella deslizó sus manos sobre su perfecto trasero, sintiendo sus músculos contraerse y tensarse mientras su boca aprisionaba la suya. Abrigando su cuerpo alrededor del suyo, giró sobre él hasta tenerlo debajo.
Joe  no se movió cuando ella se retiró para besar el declive desde su pecho hacia el ombligo. La vista de ella tan hambrienta por él lo hizo dolerse no solamente la lujuria sino de alguna parte interior que quería, sólo una vez, tener a alguien que realmente lo amara. Ella lo cubrió a través de los pantalones, haciéndolo gruñir de placer. Levantando la mirada, le sonrió mientras le pellizcaba el estómago. Su travesura era tan encantadora y dulce. Tan preciosa.
Él ahuecó su cara en las manos y le devolvió la sonrisa mientras procuraba gravar a fuego ese recuerdo en su corazón de modo que siempre lo tuviera cerca. Ella se movió para quitarle las botas. Todavía se sostuvo perfectamente mientras ella las desabrochaba y se las quitaba. Le lanzó la bota al suelo.
Le sacó la otra bota y la lanzó por encima del hombro antes de moverse hacia sus pantalones. Joe jadeó por aliento y lo sostuvo mientras ella se estiraba hacia su cremallera. La visión de su cabeza posicionada sobre su cremallera… Era casi suficiente para hacer que se corriera.
Ella volvió a subirse las gafas sobre la nariz. Sonriéndole, le desabrochó los pantalones. Joe esperó, su corazón latía acelerado mientras ella lentamente deslizaba la cremallera para exponerlo.
_______ se mordió el labio en satisfacción cuando lo liberó de sus pantalones. El hombre estaba completamente dotado y era enorme. No es que la sorprendiera. Sus anteriores encuentros con ese bulto le habían dado alguna idea de su tamaño, pero eso…
Ella le quitó los pantalones y se tomó un minuto para vagar por la belleza de su desnudo cuerpo. Tabitha tenía razón, podía hacerse rica si le sacaba fotos y las enviaba online. Él era impresionante. Absolutamente impresionante. Desde los anchos hombros hasta las estrechas caderas, bajando por esas largas y musculosas piernas moteadas de oscuro vello.
Y ella quería complacer cada pedacito de él.
Sacándose las gafas, las dejó sobre la mesilla, entonces volvió para acariciar su dureza.
Joe echó la cabeza hacia atrás cuando el placer lo asaltó. La observó con los ojos entrecerrados mientras estudiaba su pene. Abriendo los labios, empezó a tomar la punta en su boca, después retrocedió y frunció el ceño. Inclinó la cabeza y abrió los labios como si intentara averiguar la mejor manera de probarlo.
Ella se movió de nuevo hacia su pene, retrocediendo de nuevo… otra vez.
—Me estás matando, _______.
—Lo siento. —se apresuró a alejarse de él y se puso las gafas antes de abrir el cajón y sacar un libro.
Joe frunció el ceño mientras ella hojeaba las páginas a una sección que tenía un pequeño marcador de libros y apuntes en el margen.
—¿Qué estás haciendo?
Ella bajó el dedo por las notas.
—Sólo quiero asegurarme de que lo hago bien.
Inclinando sobre un codo, le mordisqueó el hombro, entonces jadeó ante los gráficos dibujos de una mujer bajando sobre un hombre. Él le sacó el libro de las manos y miró con ceño fruncido el título.
—¿Cómo Chupar su Pepino?
Ella se encogió de manera adorable.
—Sabes que no sé lo que estoy haciendo. Quería asegurarme de complacerte, también.
Aquellas palabras golpearon un acorde tan profundo dentro de él que durante un sólido minuto no pudo respirar debido al cúmulo de emociones que sintió por ella.
No hay nada que puedas hacer que no me complazca. —Él la besó suavemente mientras dejaba caer el libro al suelo—. No necesitas eso, _____ —le quitó las gafas y las volvió a colocar en su sitio antes de volver a sus labios—. Todo lo que tienes que hacer es tocarme y te prometo que estaré en éxtasis.
_____ tragó cuando le dirigió la mano a su pene y le mostró como acariciarle. Queriendo hacerle feliz, bajó la cabeza para probar la humedad que escapaba de la punta.
Joe dejó de moverse en el momento en que sus labios se cerraron alrededor de su pene. No queriendo lastimarla, no se atrevió ni a respirar mientras ella lo exploraba con la boca.
—Tienes la más dulce de las lenguas —gruñó él.
Ella deslizó las manos sobre sus muslos hasta ahuecar su saco mientras lo saboreaba. Joe estaba cegado por el placer de su toque. Incapaz de contenerse, se apartó de ella.
—Tengo mucho control, ______, pero no contigo haciendo eso y deseo tanto estar dentro de ti como para estropearlo.
—Bien. —Ella se inclinó de lado y se sacó las lujuriosas bragas negras. Joe observó como las deslizaba bajándolas por esas largas y gráciles piernas. Su boca se le hizo literalmente agua mientras su cuerpo se volvía tan duro que no podía dirigir ni una uña con él.
Ella tiró las bragas al suelo antes de sacar un preservativo de la mesilla de noche.
—¿Cómo lo hacemos?
Cuando lo desempaquetó y se lo puso, mil posiciones diferentes de cómo le gustaría tomarla juguetearon por su mente. Y sólo el pensamiento de estar dentro de ella era suficiente para hacerle gemir.
Pero el sexo siempre duele la primera vez y él era lo bastante grande para hacerlo insoportable para ella. Eso era lo último que quería.
—Primero, tenemos que hacer que tu cuerpo esté listo para mí.
—Yo estoy lista.
Él se rió de su impaciencia. Con el cuerpo ardiendo, hundió el pulgar dentro de ella. Ella mordió su labio y dio un respingo en respuesta.
—Estás mojada —él bajó la cabeza para lamerla y hacerla incluso más resbaladiza.
_____ abrió las piernas deseando sentir tanto de él como fuera posible.
—Me estás matando, Joseph.
—Paciencia, amor, paciencia. —él deslizó un largo dedo en su interior. Ella tembló en respuesta cuando su lengua giró y jugueteó. Ese dedo fue seguido por otro. Él deslizó su barbilla contra ella.
—Córrete para mí, ________. Quiero probarte.
Cuando él volvió a ella, no tuvo elección excepto obedecer. Su orgasmo salpicó a través de ella hasta que estuvo segura que moriría por ello. Ola después de ola se estrellaban sobre ella y él todavía no la penetraba.
En vez de eso, le dio la vuelta, sobre su estómago. Antes de que pudiera preguntarle que intentaba, empezó a masajearla. No un masaje normal, sino uno que aflojaba cada músculo de su cuerpo.
—No te quiero tensa, —le explicó, su voz espesa con su melódico acento.
—Oh, créeme, soy masilla. 
Su profunda risa llenó sus oídos antes de que él deslizara sus dedos dentro de ella otra vez.
Joe se mordió el labio mientras su cuerpo se dolía, queriendo estar dentro de ella. Ahora estaba incluso más mojada. Un orgasmo más y sería capaz de penetrarla sin mucho dolor.
Inclinándose, le pellizcó las nalgas.
______ gritó ante el placentero dolor que fue seguido por sus manos conduciéndose incluso más profundamente dentro de ella mientras Joe trasladaba su boca a besar la base de su columna. Él le empujó el vestido hasta los hombros con el rostro mientras sus manos obraban magia sobre su cuerpo. Entonces el movió la mano de modo que pudiera frotar su pene contra ella sin penetrarla. Ella jadeó ante la sensación mientras él movía las manos para cubrir sus pechos.
Esto era más de lo que ella podía soportar. Antes de que pudiera recuperar el aliento, su cuerpo explotó otra vez.
Esta vez, él se condujo profundamente en su cuerpo mientras su orgasmo remontaba. _____ gruñó ante la extraña sensación de su cuerpo dentro del suyo. El grosor sólo hacía su orgasmo más intenso.
Ella gritó por el ciego placer de esto.
Con la garganta seca, Joe no se movió cuando sintió el cuerpo de ella aferrando el suyo. Le tomó toda su fuerza no empujar, pero no era aún el momento. Su cuerpo todavía se estiraba para acomodarlo.
—¿Estás bien?
—¿Estás de broma? —Ella se deslizó bajando por su eje.
Él jadeó cuando el placer casi anuló su control.
—¿Eso es que sí?
—Sí. —jadeó ella, cerrando con fuerza los ojos mientras todo su cuerpo temblaba.
Ella se meció contra él incluso más fuerte.
—¡Para! —gritó Joe.
_____ se congeló, temiendo que lo hubiese lastimado.
—¿Qué pasa?
Él salió de ella y rodó sobre su espalda para mirarla. Le apartó el pelo de la cara antes de pasar la almohadilla de su pulgar por su labio inferior.
—Quiero correrme mientras te miro.
Ella le besó mientras él tiraba de ella sobre su cuerpo. Ella se sentó a horcajas sobre sus caderas mientras se besaban.
Joe bajó su mano por la espalda de ella hasta tocarse a sí mismo de modo que pudiera guiarse de regreso a su interior. Ellos jadearon al unísono cuando ella se hundió bajando sobre él.
Cuando lo hizo, sus pensamientos susurraron a través de su cabeza. ¿Lo estaré haciendo bien? Espero que no esté decepcionado. ¿Por qué no puedo hacerlo con las gafas puestas para así poder verle mejor? Por favor no estés decepcionado, Joe.
Aquellos dudosos pensamientos lo atravesaron. Más que nada la sinceridad en ellos, la preocupación por él trajeron lágrimas a sus ojos.
—Eres maravillosa, _______. Perfecta.
Ella se detuvo bizqueando ante él.
—¿De verdad?
—Sí —jadeó él, estirándose hacia debajo de modo que pudiera acariciarla mientras ella lo montaba lenta y fácilmente. Con la garganta apretada, su gentileza lograba penetrar donde los latigazos no lo habían hecho.
Una pequeña lágrima se deslizó desde la esquina de su ojo derecho.  Cerrándolos de golpe se rindió a ella. Ahora mismo, en este momento, ella era su dueña de una manera que nadie lo había sido antes.
No, ella no era su dueña.
Se daba a sí mismo a ella y por primera vez, entendía la diferencia. Entendía lo que significaba hacer el amor. Compartir su cuerpo con alguien no por obligación o miedo, sino porque los hacía estar más cerca.
En un único latido de corazón, él era suyo y ella era suya.
______ ardió ante la sensación de Joe profundamente en su interior. Toda su vida se había preguntado cómo se sentiría. Pero la imaginación no tenía nada que ver con esta realidad. Nada con la belleza de sentir la serena fuerza de Joe bajo ella.
Él era tan duro y fiero y todavía tan gentil. Lamentaba no poder avanzar en su interior o más al punto que pudiera abrigarse a su alrededor e impedir que le hicieran daño para siempre.
Si solo le dejara.
Joe ahuecó su cara en las manos y la besó apasionadamente un instante antes de correrse con tal fuerza que lo dejó temporalmente confuso. Gruñendo, se retiró para mirar fijamente sus ojos mientras saboreaba la primera verdadera dicha que alguna vez había conocido.
Y esta fue seguida por un temor tan profundo que su corazón dejó de latir. Ahora que habían terminado, ¿Cómo reaccionaría?
¿Lo apartaría? ¿Lloraría? ¿Lo odiaría? ¿Lo maldeciría?
Él contuvo la respiración, esperando.
Sonriendo, ella se inclinó contra su pecho y se acurrucó allí igual que una gatita mientras sus cuerpos estaban todavía unidos. Ella dejó escapar un profundo suspiro mientras acariciaba su hombro y brazo.
—Eso fue incluso mejor de lo que había soñado.
Joe se estremeció esperando todavía lo peor.
—¿No estás furiosa conmigo?
—¿Por qué debería? —ella tomó su mano en las de ella y se la llevó a los labios de modo que pudiera mordisquear sus nudillos.
Joe se relajó cuando se dio cuenta de que ella no estaba enfadada o molesta con él por lo que habían hecho.
Y cuanto más se relajaba, más disfrutaba de la sensación de su cuerpo desnudo tendido contra el suyo.
—Podría quedarme así para siempre.
—¿No sería fantástico?
El asintió mientras inclinaba su cabeza contra la de ella e inhalaba la esencia de su pelo. Desafortunadamente, él se sintió deslizarse fuera de ella. Maldición.
—Será mejor que me encargue de esto —él se movió de mala gana de su lado de modo que pudiera quitarse el condón.
_______ lo observó dejar la cama. Odiando no verle, se estiró a por sus gafas. Después de ponerlas en su lugar, abrió el Sprite que había dejado allí y tomó un sorbo.
Joe volvió con un paño mojado para ella.
—Lamento que sea tan desastroso.
Ella acarició sus labios con los dedos.
—Me gusta tu desastre. Yo creo que sabes maravillosamente. —ella intercambió su bebida por el paño.
Joe nunca había probado antes la soda. Curioso, le dio un sorbo y se sorprendió por la aguda acidez.
—Wow, esto es realmente bueno.
—¿No habías probado antes el Sprite?
—No.
Ella puso los ojos en blanco mientras se limpiaba.
—Lo sé, te atienes a la cerveza.
Joe no respondió mientras tomaba otro profundo trago. Ella frunció el ceño ante un extraña ola de vértigo atravesándole la cabeza. Si no supiera que era imposible, pensaría que se estaba achispando. Pero eso era imposible. Como dios, no podía emborracharse. E incluso si lo hiciera, no había nada en la soda que lo embriagara.
______ frunció el ceño cuando vio a Joe vaciar los 600 mililitros de Sprite de un trago.
—¿Joe?
—¿Hay más de esto?
Él estaba actuando de forma peculiar. Como si estuviera borracho.
—Debería haber otra botella en la nevera.
Él se lamió los labios mientras ahuecaba su barbilla en la mano.
—Sabes, eres hermosa para ser una humana.
—¿Qué sería si no?
Él se rió antes de besarla.
—Podrías ser una diosa, pero no eres lo bastante zorra para eso. Aunque, Katra no es una zorra. Ella es hermosa igual que tú. — Él inclinó la cabeza como si se le ocurriese otro arbitrario pensamiento—. Tengo que ver pronto a mi hija. Va a tener un bebé. Una niña sólo que no igual que ella. Este bebé suyo tendrá mucho más poder. Solo espero que tenga lo bastante de su padre y no sea una diosa de la destrucción. Ya hay demasiados de nosotros. Necesitamos más que sean innatamente buenos.
_____ estaba confundida por su extraño tono que era medio griego y medio inglés.
—¿De qué en el mundo me estás hablando? —No había manera de que fuese lo bastante viejo para tener una hija lo bastante mayor para dar a luz un bebé—. ¿Estás jodiendo conmigo, Joe?
Él le pellizcó el pecho.
—Ya lo he hecho, _______, y he disfrutado como no he disfrutado jamás. ¿Dónde está esa bebida?
Ella le tendió otra botella.
—¿Estás borracho?
—Me siento borracho —él levantó la mirada y sonrió intensamente—. Estoy borracho de tu belleza. Mira lo que me has hecho, humana. —él tomó un sorbo de Sprite, entonces lo dejó a un lado y se estiró a por ella—. Tócame, ______, me siento tan limpio y completo cuando me tocas.
Él frotó su mano contra su pecho, arrastrando sus uñas sobre sus pezones y cuando lo hizo, ella vio una cicatriz aparecer desde su garganta bajando todo el camino hasta su ombligo. Otra cicatriz, la marca de una mano, apareció rodeándole la garganta mientras su pelo cambiaba de negro a rubio.
—¿Joe?
Sus ojos se volvieron de un oscuro y fiero rojo.
Aterrada, ______ corrió hacia la puerta.
De algún modo Joe apareció frente a ella.
—¿A dónde vas?
Aterrada e insegura de él, tragó saliva.
—¿Qué eres?
—Soy un dios, _______. El último del panteón Atlante.

 
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JOSEPH - Joe y tu Continuación Volvi y Terminada Empty Re: JOSEPH - Joe y tu Continuación Volvi y Terminada

Mensaje por issadanger Sáb 31 Mayo 2014, 5:54 pm

CAPÍTULO CATORCE
 
 
Aterrada, ______ se alejó de Joe cuando esas palabras la atravesaron. Estaba loco… y estaba en una habitación insonorizada con un lunático.
¡Oh dios querido!
—Ok —dijo lentamente, estirando la palabra hasta que pudo pensar en alguna forma de conseguir llegar a la puerta tras él y salir indemne de la habitación antes de que la matara—. Calmémonos. ¿Puedo conseguir que el Joe normal y amigable regrese?
Parecía como si sus palabras lo lastimaran.
—No me tengas miedo, _____. Quería decirte que era un dios, pero no sabía cómo —cerrando los ojos, se deslizó contra la puerta para sentarse en el suelo con las piernas recogidas contra el pecho.
Ese gesto le recordó a un niño pequeño que estaba enfadado porque había sido enviado a su habitación por algo que no había querido hacer.
—Sabía que no te gustaría si descubrías la verdad. A nadie le gusto cuando lo descubren —levantó la mirada hacia ella y sus ojos volvieron a ese remolineante color plateado—. Le llamaron Joseph por el río del infortunio y la pena. Al igual que el río del Inframundo, su viaje será oscuro, largo y sin fin. Será capaz de dar vida y quitarla. Caminará a través de su vida solo y abandonado… buscando incluso amabilidad y encontrando siempre crueldad. Que los dioses se apiaden de ti, pequeño. Nadie más lo hará.
_______ frunció el ceño cuando recitó algo que obviamente le causaba un gran dolor.
—¿De dónde salió eso?
Un tic pulsó en su mandíbula mientras sus mejillas se teñían con color. ¿Cómo podía un lunático ser tan guapo?
—Eso fue lo que dijo la sacerdotisa sobre mí cuando nací en el mundo de los mortales como un dios maldito porque mi padre quería que mi madre me matara para evitar que nuestro panteón se viniera abajo —apartó la mirada—.  Desearía que lo hubiese hecho… No sabes lo que es caminar solo por el mundo siempre en medio de una muchedumbre. Todo el mundo me ve, pero nadie me conoce —dejó caer la cabeza en las manos—. Nunca debería haberte tocado. ¿Qué he hecho? Pagaré por esta noche durante el resto de la eternidad —la angustia en su tono la atravesó.
_______ se acercó lentamente.
—Si eres realmente un dios antiguo, pruébamelo. Haz que vea claramente sin mis gafas.
Él mantuvo la cara enterrada sobre sus brazos.
—De acuerdo.
La palabra apenas había dejado sus labios antes de que su visión se nublara. Jadeó con fuerza por el dolor. Quitándose las gafas, parpadeó y entonces jadeó cuando todo empezó a enfocarse. Todo.
Entonces su enmarañado babydoll se convirtió en un vestido de seda flotante que colgaba sobre su cuerpo y la cubría completamente. Incapaz de creerlo, deslizó las manos sobre la fría nube de material y miró alrededor de la habitación a las cosas que siempre habían sido sombras. Ahora era todo fuerte y nítido.
Todo.
Lo cual quería decir que tenía que tomar una decisión. Le estaba diciendo la verdad, era un ardiente sanador o ambos estaban locos.
Optó por la verdad, que explicaba mucho más que sólo su habilidad para ver claramente. Explicaba sus extraños ojos y la habilidad para leer un lenguaje que nadie había podido identificar siquiera.
Arrodillándose en el suelo a su lado, se aproximó cuidadosamente, lista para saltar si era necesario.
—Evitaste que muriera, ¿no es cierto?
Levantó la cabeza y se estiró para poner una mano sobre la pequeña cicatriz en el antebrazo que tenía desde un accidente infantil con una botella rota. Cuando la tocó, ésta brilló y se desvaneció.
—Sé que es mejor no interferir en el orden natural, pero no podía dejarte morir. No quería verte sufrir.
—¿Por qué lo hiciste?
Él dirigió la mano de ella a su cara, de modo que tocara su mejilla mientras la miraba. Sus ojos, y el dolor que había en ellos, quemaron profundamente su alma.
—Porqué no me siento hecho pedazos cuando me miras.
Esas palabras trajeron lágrimas a sus ojos.
—¿Por qué te sientes hecho pedazos?
Frotó la cara contra su palma y cuando habló, su respiración le chamuscó la piel. Pero eran sus palabras las que marcaron a hierro su corazón.
—Fui destrozado como niño y hecho a un lado, igual que un trozo de basura que nadie quiere. Pero tú no me tratas de esa manera. Ves en mí únicamente al humano y tocas cada parte de mí. Me haces sentir completo y querido.
_____ lo atrajo hacia ella y lo sostuvo cerca mientras las lágrimas caían finalmente.
—Amo cuando me sostienes —susurró contra su hombro.
______ inclinó la mejilla contra la coronilla de su cabeza.
—¿Por qué viniste a Nashville?
Se puso rígido en sus brazos, entonces habló en un lenguaje que no podía entender.
—No sé lo que estás diciendo, Joe.
Se echó hacia atrás y le acunó la cara de modo que ella pudiera ver la furia que teñía el exterior de sus ojos con una línea roja.
—Nadie puede saber de la Atlántida. No pueden saber de mi, _____. Nadie puede saber siquiera que estuve allí o lo que soy ahora. No pretendo lastimarte, pero no puedo dejar que me expongas. Jamás —gruñó la última palabra entre dientes.
Un temblor de miedo pasó a través de ella junto con una sacudida de furia.
—¿Fuiste el que mató a mis padres cuando se acercaron demasiado?
Él sacudió la cabeza en negación.
—No me gusta tomar vidas humanas. Son demasiado cortas. Daimons, demonios, inmortales y dioses… ellos son suficiente entretenimiento. Pero no me entrometo con humanos si puedo evitarlo. No les haría lo que me hicieron a mí.
—¿Qué te hicieron?
Hizo una mueca y se alejó. Intentó ponerse en pie, entonces se tambaleó y cayó de nuevo al suelo. Su expresión era de desconcierto, le recordaba a un niño no a un poderoso dios.
—¿Qué me pasa?
—Creo que estás borracho —parecía extremadamente embriagado.
—Estoy borracho, pero no sé por qué –empezó a tenderse en el suelo.
______ lo detuvo.
—Tenemos que conseguir que vuelvas a la cama. Vamos, dulzura, ayúdame a llevarte allí.
Mientras se dirigían hacia la cama, su pelo se volvió negro, después de un verde muy oscuro entrelazado con líneas negras. Incluso habiendo sido perforado, el piercing de su nariz se desvaneció junto con las cicatrices. Lo ayudó a tenderse y lo cubrió con una sábana. Cuando cerró los ojos, se dio cuenta de algo.
Por primera vez, estaba viendo a su persona real. Estaba completamente desnudo y expuesto. Y no estaba hablando de su cuerpo. No tenía defensas contra ella. Ni gafas de sol o piercings tras los que ocultarse. Estaba completamente vulnerable y algo le decía que nunca había estado de esa manera con nadie.
Le pasó la mano sobre el pecho cuando otro pensamiento atravesó su mente. Joseph era Atlante.
Atlante… Conocía los secretos que había tratado de aprender durante toda su vida. Dios querido, estaba tocando a alguien que había vivido miles y miles de años. Apenas podía concebirlo. Él había visto las culturas que siempre la habían fascinado.
—¿Joe?
—¿Mmmm?
—¿Cómo era la Atlántida?
Dejó escapar un cansado suspiro.
—Era horrible y hermosa.
—¿Puedes enseñármela?
 
Joe se despertó con el peor dolor, imaginable, atravesándole la cabeza. Por un mero instante, pensó que era humano nuevamente, despertándose después de una noche de beber en exceso y drogarse.
Pero esa vida había sido hacía miles de vidas.
Parpadeando para abrir los ojos, se encontró desnudo en la cama con _____ sentada en el suelo, mirándole como si estuviese en shock mientras un extraño ruido de fondo mantenía un ritmo apagado y repetitivo.
—¿Ocurre algo malo? —Preguntó, con la voz espesa y rasgada.
Ella levantó la cara mientras fruncía el ceño.
—Define “algo malo”.
Joe se pasó una mano por la cara.
—¿Me golpeaste con un martillo mientras dormía?
—No.
—¿Entonces por qué me siento de esa manera?
Ella no se movió de su posición en el suelo.
—Aparentemente no puedes aguantar un Sprite, tío.
—¿Qué…?
Señaló las dos botellas verdes de plástico vacías sobre la mesilla de noche.
—Sabías que cuando te emborrachas, ella se emborracha también.
—¿Ella?
_____ señaló hacia el extraño sonido que Joe había estado oyendo, pero ignorando. Se volvió a mirar para ver a Simi roncando, tendida en el suelo bajo la televisión, con las piernas apoyadas contra la pared mientras dormía sobre la espalda. Eso no habría sido tan malo, pero el hecho de que estuviera en su forma de demonio, con cuernos, cola y alas hizo que se le encogiera el estómago.
¿Qué había hecho?
Y entonces su mirada cayó en el holograma tridimensional sobre el suelo que era una réplica perfecta de la Atlántida. Incluso tenía gente diminuta moviéndose alrededor igual que alguna brillante y clara película…
Oh mierda.
Mierda, mierda, mierda. Eso era todo lo que podía pensar en decir cuando la incredulidad lo sobrecogió.
_____ se levantó lentamente y cruzó los brazos. Mirándolo con ojos entrecerrados, se acercó a la cama.
—No recuerdas nada de la pasada noche, ¿verdad?
—Nos recuerdo a nosotros… —bajó la mirada para ver la sangre en las sábanas que probaba esa parte de sus recuerdos. Habían dormido juntos. El recuerdo de ella acariciándole estaba gravado en su mente y en su piel.
—¿Pero no recuerdas el Sprite?
Negó con la cabeza.
—Interesante.
No sabía porque esa sola palabra lo aterraba, pero lo hacía.

—¿Interesante?
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Mensaje por issadanger Sáb 31 Mayo 2014, 6:00 pm

CAPITULO CATORCE PARTE DOS

Ella asintió.
—Eres un borracho muy tierno y bastante charlatán también.
Sintió como la sangre abandonaba su cara.
—¿Cómo de charlatán?
—Mucho… Apostolos.
Joe se incorporó, mortificado por lo que quizás le habría dicho. Por favor dioses, por favor… seguramente no le había contado lo que era. Seguramente no había sido tan estúpido para perder a la única persona que había encontrado que no lo veía como una puta. Y entonces fue cuando se dio cuenta de que no tenía puestas las gafas.
—Hice…
—¿Curarme los ojos? Sí. Después convocase a tu demonio y los dos os peleasteis sobre llevarme a la Atlántida. Simi fue la que hizo el mapa en el suelo de modo que pudiéramos quedarnos aquí porque decía que ir allí mientras los dos estabais borrachos quizás sería malo ya que probablemente la destruirías antes de que tu madre tuviera oportunidad de hacerlo. Y entonces me encogiste a tamaño juguete y me llevaste a través de la ciudad, calle por calle, contándome cosas sobre cada lugar, hasta que ambos os quedasteis fritos. Afortunadamente cuando lo hiciste, volví a ser grande.
Su estómago se derritió.
—¿Hice que alguno de nosotros te llevase físicamente a la verdadera Atlántida?
—Te diría que sí, para hacerte sudar. Pero Simi ganó la batalla y nos quedamos aquí.
Dejó escapar un largo suspiro aliviado por haber escuchado a su demonio. Gracias a los dioses por los pequeños favores.
Pero esto todavía no cambiaba el hecho de se había expuesto a _____. Completamente. Absolutamente.
Maldición.
Tragó al encontrarse su impávida mirada.
—¿Estás enfadada conmigo?
—Furiosa. Realmente. Pero entiendo las mentiras. Quiero decir, verás, ¿quién iba a creer que el caliente tío Gótico de veintiún años llevando una mochila negra es un omnipotente dios que viaja con un demonio como compañera? ¿Verdad? Es ridículo.
Joe se encogió cuando todos sus secretos prorrumpieron de su boca.
—Por cierto, sabes, tú y yo nos hemos conocimos hace tiempo.
Se quedó quieto intentando recordar el suceso sin poder.
—¿Cuándo?
Ella se sentó a su lado en la cama.
—Mil novecientos noventa y ocho. Estabas jugando al ajedrez con mi abuelo en el parque cuando tuvo un ataque al corazón. Yo tenía siete años.
Ahora Joe lo recordaba vívidamente. Theo había movido justamente su alfil para hacer mate a la Reina cuando el anciano se agarró el pecho y empezó a gruñir.
Su pequeña nieta con grandes ojos marrones y un torbellino de coletas marrones había venido corriendo.
—¡Papou! ¡Papou!
No queriendo que la niña viera morir a su abuelo… si es que ese era el destino de Theo ese día… Joe había convocado a Simi para que vigilara a la niña mientras llamaba a una ambulancia. Vigílala, Simi. Mantenla feliz y asegúrate de que tiene todo lo que necesite y quiera.
Entonces se marchó con Theo mientras Simi se llevaba a _______ de regreso al apartamento de Theo a esperar.
—¿Cómo pude haberlo olvidado?
Sacudió la cabeza mientras la miraba y finalmente vio las dulces facciones de la niña en la cara de la mujer ante él.
—Lo recuerdo.
—Sabes, pensé que eras Billy Idol.
Eso era algo que no podía entender del todo.
—¿Billy Idol? No me parezco en nada a él y nunca he tenido el pelo de punta.
Ella se encogió de hombros.
—Era la única estrella del rock que conocía que llevara pantalones de cuero, cadenas y gafas de sol… igual que tú ese día. También tenías el pelo púrpura, largo y un aro. Después, estuve diciéndole a todo el mundo que ese tío punky había salvado a mi papou. El idolatrarte a ti es en gran parte la razón de que Kim y Pam terminaran convertidas en Góticas… irónico realmente.
Echó un vistazo donde Simi todavía dormía contra la pared.
—No fue hasta que vi a Simi otra vez anoche que todo encajó en su lugar —cuando su mirada se centró en la suya, la inteligencia y acusación lo hicieron encogerse—. Tú eres el que sacó a mi abuelo de la casa en llamas cuando tenía siete años y lo trajo desde Grecia. El hombre que lo estuvo vigilando durante todo el camino hasta aquí y le contó las historias acerca de la Atlántida que él contó a su vez a mi padre y tío.
Joe quería negarlo, ¿Pero cómo podría? Ahora lo sabía todo.
—Sí.
Ella asintió.
—Solo por eso estoy controlando mi enfado hacia ti por mentirme y humillarme en público después de que no hiciera nada más que contar las historias que tú, tú mismo, le contaste a mi abuelo. ¿Cómo puedo estar enfadada con el hombre que salvó a un niño de siete años de un ataque Nazi sacándolo de su casa y salvándole la vida? Mi abuelo dice que le vendaste los ojos y entonces lo llevaste en brazos durante días hasta que alcanzasteis los muelles donde tuviste que sobornar a todo el mundo para conseguir sacarlo del país. Estaba tan asustado y dolorido por la pérdida de su familia. La única cosa que lo mantuvo cuerdo fue la profunda voz de Joseph diciéndole que haría que todo estuviese bien. Que no dejaría que nada le sucediera mientras el hombre lo sostenía y calmaba sus lágrimas… ese eras tú. Tú fuiste el que encontró a la familia americana que lo adoptó, quien le ayudó a financiar su primer deli, y toda su vida fuiste el hombre con el que se encontraba en el parque los domingos por la tarde para jugar al ajedrez —se limpió las lágrimas que hacían que los ojos se le humedecieran—. ¿Cómo podría odiarte?
Joe apartó la mirada cuando sus emociones lo confundieron. Todo el mundo lo había odiado siempre. ¿Cómo podía esperar que con ella fuera diferente?
____ tragó y miró a Simi.
—He hablado con ella tantas veces por teléfono y por mails. Mi prima Geary y yo llamamos a nuestra expedición El Proyecto Simi porque Simi fue la única que nos ayudó a encontrar la localización de la Atlántida.
Joe abrió desmesuradamente los ojos ante algo de lo que no tenía conocimiento. La furia chasqueó anteponiéndose a sus emociones mientras deseaba golpear a su demonio.
—¿Qué Simi hizo qué?
—Tú me lo dijiste, akri —dijo Simi desde su lugar en el suelo antes de bostezar con fuerza. Cuando habló de nuevo, su voz era una perfecta réplica de la suya—. Vigílala, Simi. Mantenla feliz y asegúrate de que tenga todo lo que necesite y quiera —su voz volvió a la normalidad—. Así que la Simi lo hizo akri. Justo como tú me lo dijiste.
—Eso era durante una tarde.
—Akri no le dijo eso a la Simi. Tú dijiste que la hiciera feliz así que Simi lo hizo. Si querías que me detuviera, deberías haberlo dicho.
Joe se pasó las manos a través del pelo al darse cuenta del dolor que le había causado a Theo cuando todo lo que había querido era ayudar al niño… que se había expuesto a sí mismo y revelado la situación de la Atlántida sin darse cuenta. Maldición.
—Se supone que sé como interactuar con humanos. ¿Cómo puedo haber sido tan estúpido?
_____ se inclinó sobre él, su cara tan dulce e invitante aunque, ahora mismo, era para ella una gran amenaza.
—No puedes vivir solo todo el tiempo, Joe… ¿O es Jose, Joseph o Apostolos? Ni siquiera sé cómo llamarte.
Llámame tuyo…
Era un pensamiento tan estúpido. Y sabía que era mejor dejarlo volar. La propietaria de su cuerpo y alma era Artemisa.
—No me importa cual uses. Respondo ante todos.
—Debes tener alguna preferencia.
—Solo su mamá, Akra-Apollymi, le llama Apostolos. Oh y algunas veces ese hombre demonio Jaden y Savitar quien siempre es encantador con la Simi. Él siempre le trae a Simi buenas cosas para comer. Pero yo creo que a Akri le gusta más Joe porque se lo dice a la mayoría de la gente que conoce de vez en cuando.
Joe le dedicó una seca mirada.
—Gracias, Sim.
—De nada, akri —dijo, ignorante a su sarcasmo—.  Ahora a la Simi le duele la cabeza. ¿Puedo dormir sobre ti donde se está cómodo hasta que deje de doler tanto? No me gusta ya el suelo. Lastima las alas de Simi.
Extendió su brazo.
—Por supuesto que puedes, Simykey.
Sonriendo, se transformó y voló en una oscura niebla hasta su cuerpo para formar el tatuaje de un pequeño dragón sobre su hombro.
_____ entrecerró los ojos ante la forma de Simi.
—Ahora conozco el secreto del tatuaje cambiante. ¿Tienes algunas sorpresas más para mí?
—Supongo que eso depende de lo que dijera la pasada noche. Diablos. ¿Hasta qué punto me pasé?
—Desde mi punto de vista, no todo lo que hubiera deseado.
Si fuera capaz de digerir el nudo del estómago, se habría reído de eso. Como estaba, lo mejor que podía llegar a hacer era sonreír.
—Te estás tomando todo esto bastante bien.
Se cruzó de piernas antes de encogerse de hombros de forma descuidada.
—¿Qué se suponía que iba a hacer? Quiero decir, no es como si tuviera precedentes para tratar con esto. No conozco a nadie que haya conocido a un tío que resulte ser un dios con su propio demonio personal. Demonios interiores, sí, pero un demonio que se convierte en un tatuaje… no. Definitivamente está fuera de toda posibilidad.
—Lo cierto es que eso no es completamente cierto.
Ella parpadeó.
—¿Qué quieres decir?
—Deberías preguntarle a tu prima Geary. Su marido, Arik, solía ser un Oneroi.
_____ permanecía todavía perfectamente sentada como si no pudiera creer lo que acababa de decirle. Debía ser divertido para él dado el modo en que ella parecía aceptarlo todo. Después de una breve pausa, hizo una simple pregunta.
—¿Arik era un dios Griego de los Sueños?
Asintió.
______ se cubrió la boca con la mano.
—Así que por eso Geary dejó la caza de la Atlántida. ¡Qué zorra! Fue justo después de que conociera a Arik en Grecia —con expresión enfadada, le pegó en el muslo.
—¡Ow! —Joe se frotó el golpe, agradecido de que no le pegara algo más arriba de la pierna—. ¿Eso porque ha sido?
—¿Por qué no me lo dijiste?
—No es exactamente algo que hablemos con los humanos. La mayoría no son tan razonables como lo estás siendo tú.
—Sí bueno, sabes, esto no cambia nada —su mirada mostraba cada pizca de su determinación—. Todavía intento ser la primera en descubrir la Atlántida.
Joe frunció el ceño resuelto a interponerse. Esta era una batalla que iba a ganar, sin importar lo que costara.
—No seas cabezota, _____. Déjalo ir.

—Para ti es fácil decirlo. No has conocido la burla que mi familia ha vivido porque le contaste a mi abuelo una historia que embrujó la imaginación de sus hijos. Ambos mi padre y mi tío dieron su vida por encontrar la Atlántida y probar que estaba allí. No puedo hacer menos que resucitar su reputación.
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Mensaje por issadanger Sáb 31 Mayo 2014, 6:05 pm

CAPITULO CATORCE PARTE TRES


Le tomó la cara entre las manos e intentó hacerla entender por qué no podía hacer eso.
—Están muertos, ______. Su reputación no significa nada para ellos.
Joe la sintió apretar los dientes cuando la furia y el dolor parpadearon en sus ojos marrones.
—Ellos lo significan todo para mí.
¿Cómo podía hacerle ver su punto de vista?
—Quieres salvar la reputación de tu padre y yo quiero conservar la mía. En este tema estamos en guerra. Nadie puede saber siquiera que la Atlántida fue destruida.
—Eres un dios. ¿Por qué debería esa localización dañar tu reputación?
Una punzada de esperanza pasó a través de él.
—¿Te dije porque estaba en la Atlántida siendo humano?
—No.
Oh gracias a los dioses que incluso estando borracho al menos había tenido un gramo de auto conservación. El alivio y la alegría manaron a través suyo. No le sorprendía que todavía le respetara.
Y eso era por lo que no podía dejar que nadie supiera acerca de la Atlántida.
—¿Por qué no puedes dejarlo estar?
—Por qué amaba a mi padre. Se lo debo.
Joe entrecerró los ojos.
—¿Me destruirías en el proceso?
____ sacudió la cabeza, intentando entender porque era tan insistente.
—Esto no tiene ningún sentido. ¿Cómo podría esa posibilidad herirte?
Dile la verdad, Apostolos. Joe se sobresaltó ante el sonido de la voz de su madre en la cabeza.
Miró hacia el techo cuando sintió su presencia. Has estado considerablemente tranquila todo este tiempo, Matera. ¿Por qué no me hablaste sobre tus sacerdotisas?
¿Por qué debería? Además tú sabes que tengo que tener devotos para mantener mis poderes de dios con su fuerza actual. ¿Crees que los Daimons son los únicos que me pagan hospedaje?
Sí, estúpidamente lo pensaba.
Muéstrale el diario, m´gios.
¿Y si me traiciona?
Es una humana. La mataré si te lastima.
Pero no se lo permitiría y lo sabía.
No puedo, Matera. No quiero que también me mire así.
¿Y si no lo hace? ¿Qué pasa si está siendo honesta y para ella no eres nada más que un amigo? Tu pasado no me importa. Tampoco le importa a Savitar o a Simi. Debes aprender a confiar alguna vez, Apostolos. ¿No crees que quizás sea la única persona que no te juzgue por algo que fue hecho en contra de tu voluntad? Dale una razón para abandonar la Atlántida. Déjala entender.
Se volvió hacia _____, aterrado ante el pensamiento de ver la misma pena que había visto en los ojos de Ryssa, en los suyos. Le gustaba el hecho de que _____ lo viese como un humano normal.
Aunque ahora sabía que era un dios y su trato no había cambiado. Quizás su madre tuviera razón. Quizás debiera confiar en ella.
—No puedes vivir en la oscuridad todo el tiempo, chico —las palabras de Savitar lo perseguían—. Antes o después todo el mundo se queda con el culo al aire. Pero sabes que la mayoría de las veces todavía te ríes de ello, agradeciendo la diversión que causa la herida.
Eso era verdad. Con todo, la única cosa que Joe entendía en la profundidad de su alma era que el dolor físico sanaba mucho antes que uno mental.
—Por favor no me lastimes, ______ –susurró en Atlante. Sintiéndose enfermo por el temor, pero decidido confiar en su madre. Extendió la mano y utilizó sus poderes para traer la mochila de regreso a su regazo.
Joe dejó escapar una risa nerviosa.
—No estabas bromeando acerca de esos trucos de Jedi, ¿verdad?
—En realidad, no —alcanzó el fondo y sacó el último diario. Su estómago se anudó hasta el punto de temer que estuviera realmente enfermo, se lo tendió.
—Te concedo la habilidad para leerlo fluidamente. Pero quiero que sepas que lo estoy haciendo en contra de mi mejor juicio y te estoy confiando algo sobre mí que no se ha sabido jamás. Nadie. Este es el secreto por el que mataría con tal de protegerlo. ¿Lo entiendes?
_____ tragó ante el ominoso tono de su voz. ¿Qué podía contener que era tan apabullante para un dios?
—Lo entiendo.
Puso la mochila en el suelo.
—Voy a darme una ducha mientras lees.
Ella no se movió hasta que dejó la cama. Curiosa, abrió el libro y jadeó cuando se dio cuenta de que era capaz de leerlo como si fuera inglés. Conocía cada letra, cada definición. Era increíble y cuando leyó, vio las escenas tan claras en su mente como si estuviera viendo una reveladora película.
Al principio sólo eran los íntimos e inocuos detalles de la vida de una princesa hasta que empezó a hablar de su hermano…
La puta.
 
Joe dejó que el agua se deslizara sobre su piel mientras luchaba con el dolor y la rabia en su interior. _____ nunca lo volvería a mirar de la misma manera. Jamás.
¿Por qué diablos había escuchado a su madre? Debería haber destruido cada uno de los diarios de su hermana.
Soy un completo gilipollas.
No había manera de negar la verdad. Siempre había estado marcado por un pasado que nunca quiso. En ese momento odiaba a Estes incluso más de lo que lo había odiado antes. Era el único jodido bastardo que lo había privado de todo.
Incluso del respeto de _____.
Cerrando el agua, salió de la ducha para encontrársela en el umbral de la puerta, mirándole fijamente. La vergüenza y el azoramiento lo llenaron ante su silencio mientras cogía una toalla para secarse. Se preparó para sus insultos y rabia.
—Siento haberte manchado, _____. No tenía derecho.
Una simple lágrima se deslizó por su cara cuando se aproximó.
Joe se tensó esperando su bofetada e insultos. No se merecía menos y no esperaba nada más. Así que cuando lo atrajo a sus brazos y lo besó, estaba completamente atónito.
______ se apartó de sus labios y le pasó los brazos rodeándole el cuello para mantenerlo cerca cuando la verdad del horror de su vida humana la rasgó. Y pensar que se había atrevido a acusarlo de no entender lo que era ser burlado y humillado. Gracias a Dios que no tenía idea de la profundidad de su pena hacía la burla de la suya.
No podía hablar debido a la telaraña de emociones que se reunieron en su garganta ahogándola. Estaba enfadada por él y su roto corazón.
Y en ese momento, se dio cuenta de lo mucho que amaba a ese hombre. Ahora las palabras de Takeshi tenían completo sentido para ella.
“Cuida de él, ______. Y recuerda que requiere un gran coraje y corazón para un hombre que no conoce la amabilidad mostrársela a otros. Incluso la más salvaje de las bestias puede ser domesticada por una paciente y gentil mano”.
Deslizó la mano por su lisa y perfecta espalda mientras recordaba las historias de sus palizas. Ni siquiera habían dejado que su espalda cicatrizara para que la densa y cicatrizada piel lo ayudara a escudarse del dolor de nuevos latigazos. Lo que le habían hecho estaba mal…
—Siento tanto lo que te hicieron, Joseph. Lo siento mucho.
Joe cerró los ojos cuando la sostuvo contra él y jadeó.
—¿No me condenas?
—¿Por qué?
—Yo soy… —no podía permitirse decirle la palabra puta.
______ apretó su abrazo cuando recordó sus palabras acerca de estar roto la noche anterior. Eso era lo que había querido decir con ellas. Echándose atrás, ahuecó su cara en las manos de modo que pudiera ver su sinceridad.
—Nada ha cambiado entre nosotros. No me importa tu pasado, Joe. A mí no. Todo lo que me importa es el hombre frente a mí ahora mismo.
—Yo no soy un hombre, ______.
No, no lo era. Era un dios. Poderoso. Humilde. Tierno y mortal. Por primera vez, entendía todos los vislumbres que había visto de él.
—Lo sé. Pero si crees que tu divinidad te excusa de bajar la tapa del baño, piénsalo otra vez.
Joe se rió, asombrado por su fuerza y humor sin importar la situación.
—No suelo tener a nadie quedándose conmigo.
—Lo sé. Siempre tuve suerte. Mi familia lucharía con el mismísimo diablo para mantenerme a salvo. No puedo imaginar la fortaleza que necesitaste para estar solo en el mundo. No tener a nadie que te protegiera de aquellos que te lastimaron. Pero no te abandonaré. Si no soy otra cosa en mi vida, si soy leal para aquellos a los que llamo amigos. Y estaré más que honrada de ser tu amiga, Joseph, si me dejas.
El dolor le arrasó el corazón ante su ofrecimiento y la simple verdad que no podía negar.
—Nunca he tenido un amigo que supiera sobre mí antes.
No podía contar a Artemisa como amiga y esa carencia de conocimiento era lo que había terminado con la muerte de Jerry. Si hubiera confiado lo bastante en Jerry, sólo por una vez, para presentarle a Simi, Jerry no se habría acostado con ella porque habría sabido que le pertenecía. Era un error que les había costado todo a ambos.
—Sé lo que estás pensando, Joe —dijo, dando un paso atrás para mirarle—. Tienes que confiar en mí y nunca te abandonaré.
El tiempo lo diría.
Bajó la mirada y sonrió cálidamente.
—Por cierto, estás muy mono desnudo. Ahora vístete. Tengo algunas preguntas para ti.
Estuvo vestido al instante.
Los ojos de _____ se agrandaron ante sus poderes.
—Sabes que eso podría serme de utilidad. Apuesto a que nunca llegas tarde, ¿huh?
—Lo intento. ¿Ahora, qué preguntas tienes?
Ella lo dirigió de regreso a la habitación donde el diario estaba tendido sobre la cama.
—Anoche me dijiste que tenías una hija embarazada. Ahora por la fecha del diario, se la edad que tienes. ¿Qué edad tiene ella?
—Yo tenía veintiuno cuando ella nació —era la explicación más fácil para la edad de Kat.
______ levantó el diario y lo abrió por la marca de papel donde había dejado la lectura.
—De acuerdo así que es una tatara-tatara-tatara-abuela —hizo una anotación en el margen del diario—. ¿Quién es su madre?
—Prefiero no decirlo.
—Artemisa. Entiendo. Nunca hablaremos de ello.
Frunció el ceño ante su habilidad para suponer y estar tan satisfecha acerca de su pelirrojo problema.
—Cómo…
Colocó una mano en sus labios para evitar que hablara.
—Lo deduje por el diario ya que la protegías incluso cuando se negaba a devolverte el favor. Pero mi próxima pregunta para ti es ¿Qué va a hacer cuando sepa sobre mí?
 
Satara permaneció oculta en las sombras del Santuario, fingiendo ser un cliente en una mesa sorbiendo su cerveza de cuello largo, un desagradable brebaje, mientras esperaba  que Joseph dejara la habitación donde había estado recluido con su recién descubierta mascota. El único verdadero regalo de su padre, Apolo, había sido darle la habilidad de ser indetectable para otros dioses. Lo había hecho de modo que pudiera espiar para él. Poco sabía que usaba el regalo en su contra más que para él. Para un dios de la profecía, su padre podía ser increíblemente denso. Su ego era tal que no podía concebir que nadie adorara el suelo por donde pasara.
Y a causa de su regalo, para Joseph, incluso con todos los poderes que poseía, le estaba blindada. Qué bonito tener un dispositivo de camuflaje anti-atlante.
Lo cual había sido de mucha ayuda anoche mientras estaba en el club intentando obtener información para Stryker y en vez de eso había descubierto la actual obsesión femenina de Joseph. O debería decir, debilidad.
El diario que buscaba estaba allí, podía sentirlo tirando de ella, pero el dios Atlante lo protegía y mientras lo hiciera no sería capaz de tocarlo sin arriesgarse a su ira.
Así que estaba esperando a que bajara la guardia y dejara su mochila o al bollito descuidado. Y si sus demonios hacían bien su trabajo, tendría de un tiro el libro de Ryssa y los secretos que contenía.
Satara jadeó cuando sintió dolor en el pecho que significaba que Joe había dejado el edificio. Sonriendo, se levantó y se dirigió escaleras arriba para robar su más preciada posesión.
 
 
 

 
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