Opposite. Nc. | Capitulo 3 subido |

Eran total mente distintos, él era el fuego y ella el agua, no tenían nada en común, pero lo unía el amor que se sentían o el que van a sentir
Nadie sabe tu pasado y mucho menos tú futuro, pero alguien alguna vez me dijo: El amor existe y solo hay dos tipos: Las almas gemelas y ¿Los polos opuestos? En este último nunca creí, siempre pensé que era algo inventado por las publicidades para que compres producto, pero ahora que me pongo a pensar ¿Quién nunca se enamoró de alguien totalmente opuesto? Aunque sea un sueño hecho por tu cabeza nunca te lo pudiste sacar de tu cabeza.
Les contaré 1 historia de 10 chicos que se enamoraron y por alguna razón eran opuestos ¿Te gustaría leerla? ¿Te animas a saber si tu opuesto te quiere o te odia? Pues bienvenido al mundo de los amores extraños…
Bienvenido a Opposite…

— Jackson, vamos, ahora, no me importa cuánto demores en intentar peinarte el cabello, sal, en este momento. — Lizz, no creo que puedas ver lo que intento hacer salvo que tengas rayos equis en los ojos, y de eso estoy bien segura, ahora déjame peinarme tranquila—. Mentí, ni siquiera había tocado el peine, solo quería estar sola, por unos minutos, para que ella bajase de la primera planta de la casa donde están dos cuartos (entre ellos el mío) y un baño, hasta la cocina que haga el desayuno y listo, sale a su trabajo y me quedo con Charlie.

— Como sea, ¿quieres tocino con huevos o un desayuno latino? No tengo mucho tiempo, pero creo que soy capaz de hacer eso—, golpeó con sus uñas la madera amarillenta—. Está bien, uno latino será, pero créeme, apenas sientas el olor a comida saldrás maldita gorda. Reí. Amo cuando su tono enfadado sale a flote, Elizabeth Rogers no puede comer más de lo necesario o es capaz de explotar en sus ajustados jeans. Gracias al cielo eso no pasa conmigo, tengo un… ¿cómo se dice? ¿Autoestima? No es eso, ah, sí, tengo un metabolismo que quema calorías cómo loco. La comida qué tu comprarías para un mes a mí suele durarme unos, no sé, ¿dos semanas? Aproximadamente. “Jack, ¿dónde estás? prometiste llegar temprano hoy, ya sabes, para hacer la entrada triunfal que Katherine quiere ver.”
—Clarisse Coleman; la única chica que puede joderme la vida tanto como salvarla. No me malinterpreten, es una gran persona solo un poco… molesta, okey, muy pero muy molesta. Pero le tengo un afecto especial, suele apoyarme ciertas veces más que mis amigas, Rouselind Roberts, Camile Rodríguez y Janneth Maison. Ella son buena y todo, solo un poco, no sé, en algunos momentos, son ignorantes para conmigo y para con todos.

— Robert, buenos días, ¿Qué desayunaré hoy? — Creo que le dicen waffles, no me interesa cómo se llamen realmente mientras se vendan—, Roberto Giménez, es alguien así cómo mi padre-jefe, él es muy amigo de mi nuevo padre adoptivo y de su familia, los Sthepan Filds—. Asique chico, vente a tomar órdenes. Suspiré, no es el mejor trabajo, pero prefiero esto antes que están pidiendo mucho dinero a mis nuevos padres, hice eso una vez y me devolvieron a los días, quiero ganarme las cosas con mi trabajo, y poder ir tranquilo a el instituto. Estoy acostumbrado a esto de cambiar de colegios pasados meses tan solo, que llega a un punto que me da lo mismo, total, mal o bien no conseguiré amigos o buenas notas. Me puse mi uniforme, solo una hora y tendré que salir corriendo a la escuela…

— Hola, mi nombre es Jason, ¿qué van a ordenar? —
—  ¿Lista Jack?— sí respondo que no, de todos modos me empujaran sobre la puerta, harán que me tambaleé, y caiga sobre los, ridículamente, alto tacones que Camile consiguió para mí. Calzas de goma, las detesto, tacones, los odio también, estoy maquillada, lo cual es lo que menos aborrezco, pero con un chaqueta que me hacer sudar en la espalda y axilas y una remera con una estúpida frase que dice “fuck you” en letra que sospecho que es Arial Black; todo gracias a una jodida apuesta con Irenne Frutos, una compañera. Esto es una escuela, una institución educativa que hoy por hoy parece prostíbulo barato. Sí solo hubiese dejado que Janneth conteste… ella sería la que estuviera hoy a las siete de la mañana con estos zapatos.

— ¡Bienvenida a Roses Red School, Jackson Walters!— alguien gritó y una luz me cegó ¿qué es eso? ¿Reflectores? ¿El sol? Maldita sea, quiero desaparecer. — Ahora que Keyla Lauren se fue, eres oficialmente la engreída y plástica nueva de…— paró de hablar, porque literalmente un chico tiró al suelo a Rouselind. — Mierda, lo siento, perdón, ¿cómo te llamas?— se disculpó el causante de aquel incidente.
— No te importa, y no me importa saber tu nombre, solo fuera de mi vista maldito nuevo—. Lloriqueando corrió Rouse hasta el baño de mujeres, las dos miradas acusadoras de Camile y de Janneth me avisaron lo enojadas que estaban con el chico y que estarían efectivamente dónde yo había predicado.

— Clarisse, ¿puedes ir a ver si ella está bien?— la rubia asintió rápidamente y corriendo se fue. No es por nada, pero ciertas veces, me da pena, si no se junta conmigo y mis amigas se queda sola, sin nadie… Como yo. — ¿Hey tu amiga está bien? No fue mi intención solo… no la ví.

Siempre he odiado el sol por las mañanas, es la única cosa que me desagrada cuando despierto. Un enorme problema porque aturde a mis ojos, y mientras trato de levantarme y darme ánimos a mi misma, el sol lo arruina todo obligándome a cerrar mis parpados y tomarme otra media hora para dormir, lo cual es malo, porque necesito almenos cuarenta minutos para elegir el atuendo, zapatos y peinado adecuado para el instituto.

Mamá solía levantarme por las mañanas, solía cerrar las cortinas antes de irrumpir mi sueño, pero desde que ella falleció, me he tenido que levantar por mi cuenta haciendo un gran esfuerzo para lograrlo. 

Cuando por fin desperté, la odiosa luz fue directo a mis ojos, bufé con molestia y frote mis parpados con intención de que se acostumbraran a la luz que abarcaba toda mi habitación. Nunca odie las mañanas, pero eso no quería decir que ellas no me molestaran de vez en cuando, eran la razón de a veces mi mal humor, pero de igual forma me gustaba despertar, siempre trataba de encontrarle el lado bueno de las cosas, siempre, desde que mamá murió.

Cuando por fin logre poner pie fuera de la cama, me estiré con pereza tratando de despertar un poco más. Fui directo al baño, y acomodé la temperatura del agua para adentrarme en ella. Tiempo después, me desnudé y dejé que las gotas se estrellaran contra mi cuerpo, tratando de sonreír por que hoy sería un gran día, en realidad, esperaba a que lo fuera.

—Buenos días, cariño—Papá estaba sentado en el comedor. Sostenía el periódico, y unas gafas en el puente de su nariz ayudaban a que lo leyera.

—Hola—Pronuncié en un murmuro, tomando mi lugar de siempre. Él dobló el periódico correctamente, y lo dejó aún lado de su plato, me miró y sonrió con amabilidad, llevándose un vaso de jugo a su boca.

Admiraba a papá, él había sufrido mucho desde la muerte de mamá, recuerdo que solía llorar por las noches, y también solía beber a grandes cantidades hasta perder el conocimiento y quedarse dormido en cualquier lugar. Recuerdo los problemas que conllevo sus acciones en el pasado, más sin embargo estaba orgullosa de él, y creo que él también lo esta de mí. Tratamos de sobrevivir a un tiempo de depresión, y logramos superarlo, una muerte siempre es muy dolorosa y difícil.

—¡Margareth!—Papá exclamó de repente, y una anciana de por lo menos unos setenta y siete años, se adentró con prisa al comedor sosteniendo entre sus brazos una bandeja con alimentos servidos en ella. Se posicionó a mi lado, y comenzó a ordenar mi desayuno, para luego retirarse con rapidez, y un guiño de su parte para mí.

—Deberías aumentarle el suelo—Bromeé, y papá río, sin mirarme.

—Se que Margareth siempre ha estado para ti, Ging, pero no la consideres de la familia—Lo miré expectante, y el se encogió de hombros restándole importancia al asunto. Papá consideraba a Maggie una simple mucama que nos había servido por años, pero yo la consideraba como mi abuela, una persona especial la cual siempre estuvo junto a mí. Ella no se merecía tratos desdichados, ella se merecía algo mejor.

Bufé, y lleve a mi boca trozos cortados en pequeños cubitos de frutas, mastiqué con tranquilidad, y al terminar me paré con agilidad, evadiendo el despedirme de papá.

—¿Has terminado?—Preguntó mientras masticaba, obligando a detener mi paso cerca, muy cerca de la puerta.

—Si—Dije para luego soltar un suspiró—Te veo más tarde, papá—El asintió.

—Que te vaya bien, linda—Su mirada demostró cariño, y asentí, caminando hacia él, y besándole la mejilla con ternura. Era inevitable tratar de molestarme con él, él no se lo merecía, era el mejor papá del mundo entero.

Al salir de casa, un viento algo frío me esperó, acomodé mi cabello para que las ondas cayeran naturalmente por mis hombros, y caminé hasta la acera fijándome en ambas direcciones de la calle, poniendo atención por si veía venir el coche de Killie y Millie.

Killie y Millie eran mis dos mejores amigas, y por supuesto hermanas gemelas. Eran de una gran estatura, con demasiadas curvas, rubias, y Killie tenía ojos verdes, a cambió de Millie que tenía ojos azules.

Cuando el coche aparcó frente de mí, Joshua bajó con elegancia y una sonrisa algo boba en sus labios, sostenía un bolso de mujer entre sus brazos y me miraba con desagrado fingido. Sonreí al verles, y luego abrí la puerta del coche para subir en el asiento copiloto.

—Odio tus vestidos, Ging—Dijo Joshua con una mueca en sus labios, y reí con ganas al escuchar su queja.

—Los odias por que yo pueda usarlos y tú no—Él suspiró teatralmente, y me golpeó suavemente en la cabeza, estirándose para poder hacerlo desde su lugar.

—Auch—Me quejé con una sonrisa, y me miré en el espejo retrovisor para inspeccionar mis labios.

—Joshua a tenido una cita anoche con su primo lejano, linda, ellos obviamente no han llegado a segunda base, si no, Joshua ahora estuviera brincando de alegría—Killie bromeó con sarcasmo, pero por la cara que Joshua puso dude un poco en el tono que la rubia usó.

—Bueno, tendrás más suerte la próxima, Josh—Él puso sus ojos en blanco, y se acomodó en el asiento separándose por unos buenos centímetros de Millie.

Al llegar, las miradas se posaron en nosotros como si fuéramos algo fuera de lo normal, pero eso no quería decir que lo fuéramos, de echo, era porque Killie y Millie eran populares, al igual que Josh, y un poco al igual que yo.

No me consideraba parte de los 'populares' solían ser malas personas, groseras, y egocéntricas, yo aún pensaba en juegos de mesa, y los besos solían asquearme.

Cuando el coche aparcó, baje con rapidez de esté, y giré rápido tratando de evadir a Steven, pero un coche corto mi caminó, casi atropellándome.

—Dios—Susurré quedándome estática, y llevándome la palma de la mano a mi pecho, mi respiración se hizo errática, y mis rodillas comenzaron a temblar con frenesí.

—¡Idiota!—Gritó Killie, parándose junto a mí, y apoyando una mano en mi hombro derecho.

Millie y Joshua miraron desde lejos, al igual que todos los demás que miraron aquella escena que puedo terminar mal.

El coche se quedó quieto, y luego de el salió un chico rubio, vestido casualmente y que llevaba unos lentes ray ban. Bajó con estilo  y rodeó el coche hasta estar parado frente a mí. No quito sus lentes así que no tuve la gracia de verle a los ojos, sin embargo podía sentir como su mirada era pesada, y me calentaba todo el ser; sentía como su presencia me removió el estómago, y escalofríos e incomodidad invadieron el ambiente.

—Lo lamento—Murmuró con suavidad, y luego se giró de nuevo, para ir a su auto.

Un silencio inundaba el ambiente, y el ruido que rompió aquello fue su coche arrancando con rapidez. Vi como se estacionó lugares algo alejados, y entonces el ruido volvió a pronunciarse alrededor. Killie me golpeó el hombro, y me ayudó a caminar con torpeza hacia el instituto.

—Soy yo o Beck Harrison acaba de decirte lo lamento—Dijo Joshua con sorpresa en su voz, y comprendí. El chico malo, el rudo, el matón, el más temido de todo el instituto me acaba de pedir una disculpa por el casi accidente ocurrido, y yo había reaccionado toda idiota. Por eso el silencio por parte de los demás, y también el aire incomodo y un tanto misterioso que el chico desprendió.

—Y también casi me atropelló—Terminé la oración, y estudié la escena. Por lo que decían Beck Harrison no solía disculparse, y mucho menos hablarte, pero hoy había roto aquello, conmigo.

Suelo prestar atención en las clases, y más si estás se tratan de literatura que es mi materia favorita, pero hoy no era así, hoy mi mente ocupaba los hechos ocurridos de hace apenas unas horas atrás. Tan solo recordar el ambiente que se había producido cuando él me miro, mi estómago se revolvía, y me dejaba sentimientos extraños.

—Si no pones atención, Henry se molestará y te enviará a detención, cariño—Joshua me susurró al oído, y me acomodé mejor en el asiento, mirando hacia al frente, y me obligué a prestar aunque fuera un poco de atención, pero la imagen del chico, no me dejaba en paz.

Algo peligroso, y misterioso, y a mi mente vino el dicho de "Si juegas con fuego te puedes quemar", sin embargo yo no haría nada para acercarmele, él era el más temido de todo el instituto, podría decir que hasta yo le tenía miedo. No tenía que darle importancia a lo que ocurrió, y debería dejar de pensar en aquel rubio con aire de superioridad, pero siempre fui curiosa y amante del misterio y la aventura, y sí, quería averiguar porque la disculpa hacia mí.