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Hiding My Heart. |Harry Styles| Comedia Romántica. |Adaptación|
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Hiding My Heart. |Harry Styles| Comedia Romántica. |Adaptación|
Hiding My Heart
Cuatro bodas.
Tres ex novios contrariados.
Dos prótesis mamarias de silicona.
Y un hombre guapísimo…
Cuando falta menos de una hora para que su mejor amiga vaya camino del altar, _______ trata de llevar a cabo la tarea más importante que tiene como dama de honor: dejar a su amiga en el punto de partida.
Aunque las circunstancias no parecen jugar a su favor, al menos su confianza se ve reforzada por sus nuevas prótesis de silicona. Sólo hasta que el deslumbrantemente apuesto Harry las descubre asomando por su vestido.
_______ es una periodista vivaz de 23 años que tiene los pies en la tierra, que nunca se ha enamorado y que empieza a creer que nunca lo hará. No es de extrañar que, ante la perspectiva de ser dama de honor en un buen número de inminentes bodas, se sienta completamente atemorizada. Sin embargo, cuando Harry comienza a ser una constante en las ceremonias, las cosas sin duda empiezan a ir mejor. Solo que, al descubrir que él sale con la despampanante y egocéntrica Valentina y tener un desafortunado incidente con un vibrador de veinticinco centímetros, no todo sale como _______ había esperado...
- Spoiler:
- Nombre. Hiding My Heart
Autor. No se, no me acuerdo.
Adaptación. Si.
Genero. Comedia Romántica.
Advertencias: No necesitare chicas.
pinkfloyd.
Re: Hiding My Heart. |Harry Styles| Comedia Romántica. |Adaptación|
Capitulo Uno.
Bosque de Bowland, Lancashire.
Sábado 24 de febrero
Mi mejor amiga va a casarse dentro de cincuenta y dos minutos y la suite del hotel está como los campos destinados al Festival de Glastonbury tres días después de haberse iniciado la fiesta.
Hay un montón de parafernalia propia de las bodas desparramada por toda la habitación, entre la que incluyo a la mismísima novia. Diana todavía lleva puesta la bata y solo se ha maquillado a medias. Mientras tanto yo me he pasado los últimos diez minutos tratando de arreglar por todos los medios las flores que lleva en el pelo, después de que se las pillara con la puerta del coche al volver de la peluquería.
Vuelvo a rociar sus tirabuzones con una generosa cantidad de laca y tiro el bote vacío sobre la cama con dosel.
—¿Estás segura de que aguantarán, _______? —pregunta mientras se pone rímel a toda prisa ante un enorme espejo antiguo. Le he puesto laca suficiente como para que el peluquero Trevor Sorbie tenga una jubilación más que generosa, así que sí, sí estoy bastante segura.
—Sin duda —digo.
—Pero no parecen muy artificiales, ¿verdad? —continúa diciendo mientras coge un tarro de perlas bronceadoras.
Toco los tirabuzones con cautela. Parecen estar hechos de fibra de vidrio.
—Claro que no —miento, recolocando estratégicamente trozos de follaje sobre las más de treinta horquillas que lleva en el pelo—. Las flores están perfectas. Tu cabello está perfecto. Todo está perfecto.
Me mira, nada convencida.
Estamos en la suite nupcial de un hotel en Whitewell, en el Bosque de Bowland, una zona de tanta belleza que inspiró a Tolkien para crear la Comarca en El Señor de los Anillos, y tan tranquila que la mismísima Reina ha afirmado que le gustaría retirase aquí, cosa que puede hacer porque probablemente pertenece al 0,001 por ciento de la población que puede permitírselo.
De todos modos, no hemos tenido tiempo de contemplar el paisaje. Y en estos momentos hemos echado a perder la maravillosa suite llena de antigüedades muy chic.
—¡Genial! Excelente. ¡Bien! Gracias —dice Diana, sin aliento—. De acuerdo, ¿ahora qué?
No sé por qué me lo pregunta a mí. Porque nadie podría estar menos cualificado que yo en una ocasión como esta.
Primero de todo, no estoy acostumbrada a todo esto de las bodas. La última a la que fui se celebró a mediados de los años noventa, cuando Carol, la prima de mi madre, se casó con el desgarbado amor de su vida, Brian. Al cabo de tres años se había fugado con una pintora y decoradora de ciento ocho kilos. Carol quedó destrozada, a pesar de que no podía negarse el buen trabajo que había hecho su rival en el recibidor, las escaleras y el rellano.
En aquella boda llevé una falda globo y no me solté de la mano del paje durante todo el día. Si hubiera sabido que aquella iba a ser una de las relaciones más importantes de mi vida, habría tratado de recordar su nombre.
Lo que me lleva a la segunda razón por la que Diana haría mejor en pedir consejo al sillón que hay en un rincón de la habitación: dudo mucho que yo llegue a casarme algún día.
Antes de que se lleven una impresión equivocada, debería aclarar algo importante. No es que no quiera casarme, me encantaría. Lo que pasa es que no creo que lo haga.
Porque existe un hecho, un hecho muy preocupante: ya he alcanzado la edad madura de 23 años y puedo afirmar con toda sinceridad que nunca me he enamorado. Ni siquiera me he acercado a ese estado. Lo que significa que nunca me las he arreglado para estar con alguien más de tres meses. En resumen, soy al compromiso lo que Pamela Anderson es a los sujetadores de copa A: una elección muy poco acertada.
Lo curioso es que he conocido a mucha gente que cree que eso es motivo de celebración. Asumen que mi incapacidad para atarme a nadie me hace joven, independiente y completamente liberada.
Pero no me siento así. Como todo el mundo, leí El eunuco femenino en la última etapa de la escuela secundaria y no me depilé las axilas en tres semanas, pero sé que la emancipación no es eso.
Un ejemplo típico es el de Gareth, con el que rompí la semana pasada. Gareth era, es, encantador. Sonrisa bonita. Buen corazón. Buen trabajo. Encantador. Y, como siempre, todo empezó bien, pasando noches muy agradables frente a una botella de Chianti en un bar de Penny Lane, cerca de mi casa en Liverpool, y perezosas tardes de domingo en el cine.
Apenas llevábamos cuatro semanas juntos cuando él sugirió que pasáramos tres días de vacaciones en una caravana con su madre y su padre en el norte de Gales. Yo ya sabía que era demasiado tarde.
Había dejado de pensar en el hoyuelo tan mono que tenía en la barbilla y no podía dejar de pensar en la porquería que tenía bajo las uñas de los pies. Y en el hecho que lo más intelectual que había en su estantería fuera un catálogo de Auto‑Trader. Y… bueno, mejor no sigo hablando.
No hace falta decir que soy consciente de que nada de lo que hizo o dijo fue tan terrible y, sin duda, no puede compararse con lo que muchas mujeres tienen que aguantar. Sin embargo, mientras no dejaba de repetirme a mí misma que había cosas peores que el hecho de que un hombre pensara que George Eliot era el tipo que salía en la serie de televisión Minder, en mi fuero interno sabía que no estaba hecho para mí.
Lo que está bien. Pero es que nunca parecen estar hechos para mí.
Sin embargo, después de un lapso de tiempo de veintidós años, tengo tres bodas en el mismo año y soy dama de honor en cada una de ellas. Aunque si lo que está ocurriendo hoy es lo habitual, no creo que mis nervios puedan soportarlo.
—¡Zapatos! —proclama Diana mientras va de un lado a otro de la habitación, apartando cosas de en medio.
Miro el reloj: faltan treinta y un minutos. Diana deambula por la habitación como una adolescente que espera el resultado de su prueba de embarazo. Coge la barra de labios, pero vacila.
—Quizá debería ponerme el vestido ahora —dice—. No, espera, necesito ponerme las medias. Oh, un momento, ¿debería retocarme el pelo con las tenacillas primero? ¿Tú qué crees?
¿Y yo qué sé?
—Esto… las medias —sugiero.
—Tienes razón. Sí. Las medias. Dios, ¿dónde están?
pinkfloyd.
Re: Hiding My Heart. |Harry Styles| Comedia Romántica. |Adaptación|
Capitulo Dos.
Me gustaría decir que la boda es la que ha causado este caos, pero la escena que tengo ante mí es solo un microcosmos de lo que ha sido la vida de Diana durante los últimos cinco años. Durante ese tiempo, no es que sus niveles de estrés hayan sobrepasado el techo, es que han atravesado tres pisos, un desván bien protegido y el tejado también.
El inicio de este estado de histeria coincidió con su vuelta a la jornada laboral completa después de que su hija Polly naciera cuatro años atrás. Llegó a convertirse en un caso terminal cuando el bebé número dos, Scarlett (que es el color de la cara de Diana en estos momentos) nació el pasado noviembre.
Diana saca todas las cosas que tiene en la bolsa y las deja en el suelo una por una, hasta que encuentra las medias.
—Tengo que tener mucho cuidado con ellas —dice.
Se sienta en el borde de la cama, abre el paquete, saca una de las medias y mete el dedo gordo con la misma delicadeza con la que un albañil se pondría unas Doc Martens. Como cabía esperar, el pie atraviesa la media y la desgarra de tal forma que se me pone el vello de punta.
—Oh, **** —empieza a decir, pero como Polly acaba de entrar en la habitación, evita decir algo de lo que podría arrepentirse—. ¡Dios! ¡Dios! ¡Dios! —repite—. Solo tengo estas. ¡Y me costaron dieciocho libras!
—¿Qué? —No me lo puedo creer—. Por dieciocho libras no solo deberían ser a prueba de dedos, sino que además deberían soportar una explosión nuclear.
Quedan veintiséis minutos. Puede que sea una novata pero sé lo suficiente como para ser consciente de que deberíamos haber progresado más. La atmósfera de este sitio empieza a parecerse a la de un episodio de Urgencias.
—Vamos a ver —digo—. ¿Qué puedo hacer para ayudarte?
—Esto… peina a Polly —grita Diana mientras entra en el baño a la carrera en busca de su collar.
—Vamos, Pol —digo alegremente. Pero la perspectiva de poder embadurnar la alfombra con crema hidratante Molton Brown le resulta más atractiva a Polly.
—Vamos, cariño —repito, tratando de que mi voz no suene desesperada, sino firme y amable—. De verdad que tengo que arreglarte el pelo. De verdad.
Apenas me hace caso mientras ataca el jabón de manos Naran Ji.
—Vale, ¿quién quiere parecer una modelo? —pregunto, ya que necesito algo, cualquier cosa, que pueda convencerla.
—¡Yo! —exclama, poniéndose de pie de un salto—. ¡Quiero ser modelo cuando sea mayor!
No puedo creer la suerte que tengo. La semana pasada quería ser bióloga marina.
Hago dos coletas con los suaves y rubios tirabuzones de Polly, les añado unas cuantas horquillas brillantes y miro el reloj. Quedan veintitrés minutos. Aún tengo mi vestido colgado detrás de la puerta y todo lo que he podido hacer con respecto a mi maquillaje es tapar el grano que tengo en la barbilla con un poco de Clearasil.
Decido que lo mejor que puedo hacer es arreglarme a toda prisa para poder ayudar después a la novia con su vestido. Me meto en el baño y, sentada sobre el borde de la lujosa bañera de pies, empiezo a maquillarme con la precisión de una niña de tres años que concursa en una competición de pintura expresionista.
Cuando termino, cojo el vestido de detrás de la puerta y me lo pongo con dificultad,
poniendo especial cuidado en no dejar manchas de desodorante en los costados. Después me miro en el espejo para valorar el resultado.
No está mal. No soy precisamente J‑Lo, pero no está mal.
El vestido favorece mi figura, y eso es un punto a su favor cuando la naturaleza te dota de una constitución típicamente inglesa. No es que sea gorda. De hecho, en conjunto, estoy casi en el peso medio. Lo que pasa es que la parte superior de mi cuerpo (sin apenas pecho) y la inferior (tengo el cul.o grande), de algún modo parecen pertenecer a personas distintas.
El pelo me llega por los hombros y es de color castaño claro por naturaleza, pero hace años que casi ha rozado el rubio, debido a una adicción a los aclaradores de cabello que ha desembocado en la actualidad en unas verdaderas mechas.
Hoy me lo han rizado de manera muy laboriosa. Perdón, me lo han alborotado de manera que pareciera «natural», cosa que ha llevado dos horas y cuarto y ha necesitado suficientes productos para el pelo de alta definición como para inflar un espantapájaros. Y a pesar de haberme maquillado de manera tan caótica y del molesto grano que tengo en la barbilla, empiezo a sentir que el resultado es bastante bueno.
Estoy a punto de salir del baño para atender a Diana cuando veo mi bolsa al lado del lavamanos y me doy cuenta de que me he olvidado de algo. De algo de crucial importancia. De algo que me dará el toque final. Mis prótesis mamarias de silicona.
Más espectaculares que un wonderbra y, con un precio de 49,99 libras, mucho más baratas que la cirugía. Me moría de ganas de tener la ocasión de ponérmelas. Me las meto debajo del escote y me las coloco, antes de contemplar los resultados.
No puedo evitar sonreír.
No saldría en la portada de la revista Nuts, pero constituye una mejora con respecto a lo que la naturaleza me ha proporcionado (o mejor dicho, no me ha proporcionado). Me dispongo a enseñarle a Diana mis nuevos atributos cuando oigo un alarido que proviene de la habitación contigua.
La novia está teniendo un enfrentamiento.
pinkfloyd.
Re: Hiding My Heart. |Harry Styles| Comedia Romántica. |Adaptación|
seguillaaaaaa ahhhhhhhhhhhh
belu ibarra
Re: Hiding My Heart. |Harry Styles| Comedia Romántica. |Adaptación|
seguila.hace mas de un año que vengo revisando tu novela y nunca subiste nada!!!!!! tendria que pegarte por hacerme esto y nada amo la forma en que narras.me llega y me da ganas de leer ,un capitulo y soy feliz plis,un año e.e espero leas esto, beso
belu ibarra
Re: Hiding My Heart. |Harry Styles| Comedia Romántica. |Adaptación|
mira, nena, no pienso seguirla porque está cancelada. y la verdad es que no la he escrito yo.belu ibarra escribió:seguila.hace mas de un año que vengo revisando tu novela y nunca subiste nada!!!!!! tendria que pegarte por hacerme esto y nada amo la forma en que narras.me llega y me da ganas de leer ,un capitulo y soy feliz plis,un año e.e espero leas esto, beso
pinkfloyd.
Re: Hiding My Heart. |Harry Styles| Comedia Romántica. |Adaptación|
ok,me quedo claro}
da igual
da igual
belu ibarra
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