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Paradise.
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Paradise.
Paradise.
"And dreams of paradise." No comentar y no al plagio.
Última edición por Jace. el Vie 03 Oct 2014, 8:22 am, editado 2 veces
trunks
Re: Paradise.
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Querido Ronaldo Castillo:
Mira que me he tomado la molestia de escribirte, después de todo lo sucedido, y es por que a pesar de las sombras del pasado yo te quiero Rony.
Tal vez no leas esta carta, aunque aún así seguiré escribiendo por si acaso, pero quiero expresarte mediante este presente algunas cosas. Cosas muy importantes que deberías de saber en verdad.
¿Cómo puedo decirte todo en un simple trozo de papel que puede terminar en un bote de basura? Simplemente no lo se, de igual manera ya no tengo nada más que perder con mandarte una simple carta que te dará igual. ¿No es así?
Pero aún así tratare de decirte todo en este objeto artificial, con las palabras que debí de haberte dicho en persona desde hace unos días, pero ya no hay tiempo; es la hora lo confesar todo.
La última vez que te vi son ahora simples capturas borrosas que se quedarán por siempre en mi memoria. Tu tenías veinte años apenas, de seguro después de estos dos años ya debiste de haber cumplido los veintidós, es inimaginable para mi en verdad.
Recuerdo que tú y yo tuvimos una gran discusión por culpa de las normas, pero nunca entendiste que esas reglas eran para protegerte, y así nunca me escuchabas de igual manera. Parecías un pez, sin orejas, pero más bien eras como un conejo, de orejas grandes que fingía no escuchar a su alrededor.
Recuerdo que saliste de casa hecho una furia, tus ojos avellana parecían como el fuego, estaban llameantes y tu cara había adoptado un tono carmesí algo cómico, además tus puños estaban cerrados y tus dientes parecían gruñirme con esa sonrisa tan cínica que me dedicaste. Tu cabello estaba todo desordenado de tanto que te lo jalabas que hasta la idea de una versión tuya sin tus castaños cabellos se coló en mis pensamientos fugazmente, creyéndolo que aquello no era más que una simple comedia, pero era obvio que no era tiempo de tomarse a la ligera la discusión y más cuando te enrabiaste como loco.
Eso me dolió mucho, aunque yo trate de ser fuerte todo este tiempo y nunca lo logré, me afectó demasiado en verdad.
Y esa es la última imagen tuya que conservé durante dos largos años.
Después de aquello, no quiero hablar más del tema, todo empezó. Mis "aventuras" comenzaron después de que te vi partir de mi lado.
¿Cuales aventuras?
¡Las aventuras que viví por tu partida!
Decidí llamar "aventuras" a esos encuentros, ya que para mi eso eran. Así es Rony, mis aventuras comenzaron cuando conocí a esas personas, esas grandes celebridades que ya no están más en este mundo.
Una semana después de que te fuiste me encontré a la rubia en la calle. Yo había salido a dar un paseo por el parque que esta solamente a tres cuadras de casa, aunque ya no se sentía como un hogar si tu no estabas ahí, hacia frío y todos estaban tapados de pies a cabeza; excepto aquella mujer. Ella llevaba un vestido blanco de falda con vuelo antiguo, su cabello dorado estaba corto y tenía volumen, lo lucía muy bien, su piel tan blanca hacia resaltar sus labios rojos como la cereza. Y no fue hasta que mentalmente la comparé con la hermosa mujer la cual era una de mis favoritas la distinguí; se trataba de Marilyn Monroe.
Se que eso suena loco y algo descabellado querido Rony, pero es la verdad, sabes que yo no miento. Aunque después de leer este último párrafo, casi juraría que tus pensamientos hacia mi no son nada positivos y me has de creer demente, pero aún así te aprecio mucho, por lo que te seguiré contando.
Así sucedieron las cosas por estos dos largos, dolorosos y reflexivos años, Ronaldo. Días extraños para mi.
El encuentro que más me gusto sin duda alguna fue el que tuve 2 meses después de tu partida. Lo vi a el, vi al rey del pop. Vi a Michael Jackson, a mi gran ídolo.
¡Sorprendente! ¿No lo crees? Recuerdo perfectamente como él llevaba puesto su vestuario como en el video de tu canción favorita, Leave Me Alone, y no se sí era alguna broma o algo...pero definitivamente fue coincidencia encontrarlo como a ti te hubiese gustado verlo.
Después de todos los encuentros, aventuras para mi, me puse a pensar una y otra vez: ¿por qué me sucede esto? ¿Por qué a mi? Esas preguntas rondaban en mi cabeza una y otra vez desde hace solamente 4 meses, pero no obtenía respuesta alguna. ¡Nadie podía explicarme aquello! Incluso tuve que ir con muchos psicólogos aparte de esas personas que ven el más allá, estafadores para ti, para saber que era todo eso. Pero nunca obtuve una respuesta coherente y convincente sobre mis aventuras.
Así paso el tiempo y hace exactamente 2 horas que me enteré de todo, de porque los vi a ellos. No dudé en escribirte esto en cuanto antes.
Te contare como paso, tu debes de saber esto en cuanto antes sea posible, aunque la carta tal vez te llegue 4 días después.
Estaba hace ya un buen rato en el jardín trasero mirando las estrellas, cuando después de varios minutos alguien se sentó a mi lado y me hizo compañía.
Era un hombre de cabello castaño y largo, de ojos cansados pero sabios detrás de unas gafas circulares, su voz era inconfundible...por lo que el sentimiento de alegría me invadió cuando reconocí a Lennon.
Él me miro fijamente durante unos minutos, sentía como miraba más allá de lo que los demás podían, me resultaba extrañamente reconfortante estar así que me olvide de todo lo demás, de los problemas, el olvido, la decepción e incluso las penas me sentí mejor que nunca, querido mío, me sentía contento e incluso, como no me había sentido desde tu partida, me sentía vivo. Cuando el me dijo que no le fallará...lo comprendo todo. Me estoy muriendo. La depresión que me dio después después de que te marcharás fue tan grande que solamente ayudo aún más a acortar mi escaso tiempo de vida.
Yo se que esto no te afectara mucho, ya que me odias Rony, de seguro y estarás feliz de escuchar esta noticia. Pero ahora estaré en un lugar mejor, junto con tu madre.
He vivido una gran aventura al verlos a todos ellos, a todos mis grandes ídolos.
Fue una gran aventura toda mi vida. Adiós querido Ronaldo. Recuerda que siempre te amare.
Cuando estés leyendo esto yo ya estaré muerto, siempre lo estuve para ti de todas formas. Moriré mañana al medio día. Así que estoy muerto ahora mismo, hijo mío.
Atte: Robbie Castillo.
Mira que me he tomado la molestia de escribirte, después de todo lo sucedido, y es por que a pesar de las sombras del pasado yo te quiero Rony.
Tal vez no leas esta carta, aunque aún así seguiré escribiendo por si acaso, pero quiero expresarte mediante este presente algunas cosas. Cosas muy importantes que deberías de saber en verdad.
¿Cómo puedo decirte todo en un simple trozo de papel que puede terminar en un bote de basura? Simplemente no lo se, de igual manera ya no tengo nada más que perder con mandarte una simple carta que te dará igual. ¿No es así?
Pero aún así tratare de decirte todo en este objeto artificial, con las palabras que debí de haberte dicho en persona desde hace unos días, pero ya no hay tiempo; es la hora lo confesar todo.
La última vez que te vi son ahora simples capturas borrosas que se quedarán por siempre en mi memoria. Tu tenías veinte años apenas, de seguro después de estos dos años ya debiste de haber cumplido los veintidós, es inimaginable para mi en verdad.
Recuerdo que tú y yo tuvimos una gran discusión por culpa de las normas, pero nunca entendiste que esas reglas eran para protegerte, y así nunca me escuchabas de igual manera. Parecías un pez, sin orejas, pero más bien eras como un conejo, de orejas grandes que fingía no escuchar a su alrededor.
Recuerdo que saliste de casa hecho una furia, tus ojos avellana parecían como el fuego, estaban llameantes y tu cara había adoptado un tono carmesí algo cómico, además tus puños estaban cerrados y tus dientes parecían gruñirme con esa sonrisa tan cínica que me dedicaste. Tu cabello estaba todo desordenado de tanto que te lo jalabas que hasta la idea de una versión tuya sin tus castaños cabellos se coló en mis pensamientos fugazmente, creyéndolo que aquello no era más que una simple comedia, pero era obvio que no era tiempo de tomarse a la ligera la discusión y más cuando te enrabiaste como loco.
Eso me dolió mucho, aunque yo trate de ser fuerte todo este tiempo y nunca lo logré, me afectó demasiado en verdad.
Y esa es la última imagen tuya que conservé durante dos largos años.
Después de aquello, no quiero hablar más del tema, todo empezó. Mis "aventuras" comenzaron después de que te vi partir de mi lado.
¿Cuales aventuras?
¡Las aventuras que viví por tu partida!
Decidí llamar "aventuras" a esos encuentros, ya que para mi eso eran. Así es Rony, mis aventuras comenzaron cuando conocí a esas personas, esas grandes celebridades que ya no están más en este mundo.
Una semana después de que te fuiste me encontré a la rubia en la calle. Yo había salido a dar un paseo por el parque que esta solamente a tres cuadras de casa, aunque ya no se sentía como un hogar si tu no estabas ahí, hacia frío y todos estaban tapados de pies a cabeza; excepto aquella mujer. Ella llevaba un vestido blanco de falda con vuelo antiguo, su cabello dorado estaba corto y tenía volumen, lo lucía muy bien, su piel tan blanca hacia resaltar sus labios rojos como la cereza. Y no fue hasta que mentalmente la comparé con la hermosa mujer la cual era una de mis favoritas la distinguí; se trataba de Marilyn Monroe.
Se que eso suena loco y algo descabellado querido Rony, pero es la verdad, sabes que yo no miento. Aunque después de leer este último párrafo, casi juraría que tus pensamientos hacia mi no son nada positivos y me has de creer demente, pero aún así te aprecio mucho, por lo que te seguiré contando.
Así sucedieron las cosas por estos dos largos, dolorosos y reflexivos años, Ronaldo. Días extraños para mi.
El encuentro que más me gusto sin duda alguna fue el que tuve 2 meses después de tu partida. Lo vi a el, vi al rey del pop. Vi a Michael Jackson, a mi gran ídolo.
¡Sorprendente! ¿No lo crees? Recuerdo perfectamente como él llevaba puesto su vestuario como en el video de tu canción favorita, Leave Me Alone, y no se sí era alguna broma o algo...pero definitivamente fue coincidencia encontrarlo como a ti te hubiese gustado verlo.
Después de todos los encuentros, aventuras para mi, me puse a pensar una y otra vez: ¿por qué me sucede esto? ¿Por qué a mi? Esas preguntas rondaban en mi cabeza una y otra vez desde hace solamente 4 meses, pero no obtenía respuesta alguna. ¡Nadie podía explicarme aquello! Incluso tuve que ir con muchos psicólogos aparte de esas personas que ven el más allá, estafadores para ti, para saber que era todo eso. Pero nunca obtuve una respuesta coherente y convincente sobre mis aventuras.
Así paso el tiempo y hace exactamente 2 horas que me enteré de todo, de porque los vi a ellos. No dudé en escribirte esto en cuanto antes.
Te contare como paso, tu debes de saber esto en cuanto antes sea posible, aunque la carta tal vez te llegue 4 días después.
Estaba hace ya un buen rato en el jardín trasero mirando las estrellas, cuando después de varios minutos alguien se sentó a mi lado y me hizo compañía.
Era un hombre de cabello castaño y largo, de ojos cansados pero sabios detrás de unas gafas circulares, su voz era inconfundible...por lo que el sentimiento de alegría me invadió cuando reconocí a Lennon.
Él me miro fijamente durante unos minutos, sentía como miraba más allá de lo que los demás podían, me resultaba extrañamente reconfortante estar así que me olvide de todo lo demás, de los problemas, el olvido, la decepción e incluso las penas me sentí mejor que nunca, querido mío, me sentía contento e incluso, como no me había sentido desde tu partida, me sentía vivo. Cuando el me dijo que no le fallará...lo comprendo todo. Me estoy muriendo. La depresión que me dio después después de que te marcharás fue tan grande que solamente ayudo aún más a acortar mi escaso tiempo de vida.
Yo se que esto no te afectara mucho, ya que me odias Rony, de seguro y estarás feliz de escuchar esta noticia. Pero ahora estaré en un lugar mejor, junto con tu madre.
He vivido una gran aventura al verlos a todos ellos, a todos mis grandes ídolos.
Fue una gran aventura toda mi vida. Adiós querido Ronaldo. Recuerda que siempre te amare.
Cuando estés leyendo esto yo ya estaré muerto, siempre lo estuve para ti de todas formas. Moriré mañana al medio día. Así que estoy muerto ahora mismo, hijo mío.
Atte: Robbie Castillo.
Última edición por mcfly. el Mar 08 Sep 2015, 3:57 pm, editado 14 veces
trunks
Re: Paradise.
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Abrió sus ojos de par en par.
Sombra y la oscuridad fueron las primeras palabras que le vinieron a su mente al ver lo que le rodeaba; la nada en viva representación podía ser.
Su respiración era lo único que podía escuchar en la negrura que le rodeaba, más sin embargo se movía, el sonido no era presente pero el movimiento si.
Debajo de ella misma sentía como la plataforma en la que se encontraba avanzaba hacia adelante, sin explicación alguna de que era aquello, pero podía asegurar que estaba sola y probablemente alguien le abría tendido alguna trampa en la que había caído.
¿Pero por que era que no recordaba nada? Eso ni ella misma lo sabía.
Deseaba con toda su alma que aquello fuese solamente una pesadilla, descubriendo cuando por una violenta sacudida con la que su cuerpo saltó y calló dándose un buen golpe en la cabeza se trataba de la realidad, el pánico junto con el miedo era lo único que se mezclaba en la conciencia de ella.
Se trató de poner en pie de poco a poco, sujetándose de la fría y rasposa pared en la que anteriormente su espalda estaba recargada, ganándose un buen dolor de cabeza y el temblor de sus delgadas piernas. Sentía frío, y curiosamente portaba mucha tela, dándose cuenta de que llevaba puesto un extraño vestido comenzó a pensar. ¿Un vestido?
Llevó ambas manos a su cabeza, perdiendo así el equilibrio y cayendo a su vez en el suelo que se movía por debajo de ella, exclamó algo que no tenía sentido que ni siquiera estaba segura de que había exclamado algo. Su cabello era largo y lacio pero estaba atado a ambos lados de su cabeza. Con listones sedosos bien amarrados formando dos coletas.
Un sollozo involuntario salió de sus labios e inmediatamente sintió tibias lágrimas recorrer sus mejillas, estaba llorando en silencio ya que su garganta no le permitía hacer más, sus manos fueron directamente a sus ojos tratando de parar el llanto. Escabulló una vez más en su menta para ver que era lo que recordaba.
Lo único que pudo distinguir fue un par de ojos color rojo cereza, cherry, que le miraban fijamente. ¿Era posible que una persona tuviese ojos de aquel color? Se preguntó ella segundo tras segundo.
Otro sollozo silencioso iba a soltar cuando entonces se vio impulsada hacia adelante si previó aviso, causándole un raspón en sus rodillas desnudas por el corto vestido y las medias que no llegaban más arriba de diez centímetros.
Tosió y se limpió el rastro de lágrimas para después ponerse de pie. Con más éxito que la anterior vez ya que el dolor de cabeza no llego.
¿Su nombre? No lo recordaba. ¿Edad? Ni idea tenía. ¿Qué demonios era todo aquello? Mucho menos lo sabía.
Un odio repentino invadió su cordura hacia ella misma, tratándose a sí misma de una estúpida por no recordar nada, la amnesia, todo era culpa de ella.
Abrió la garganta para soltar un gritó que jamás llegó y se abalanzó contra la pared para empezar a golpearla, rasguñarla y patearla. Parecía alguien a quién el tiempo le había traído la locura de obsequio.
Las puntas de su largo y lacio cabello se balanceaban de izquierda a derecha por encima de su estómago cubierto por el vestido con cada rabieta que descargaba contra la pared.
Sentía las palmas de sus manos en carne viva, las muñecas temblorosas y las uñas rotas al igual que sangrando. Pero no sentía dolor, no le importaba, y se sentía completamente extraña. Como si ya no se reconociera a si misma.
Se dejo caer en el suelo con los ojos cerrados y su respiración agitada. Las rodillas le temblaban y estaban acalambradas al igual que los brazos.
Soltó un suspiro inconscientemente y se dejo llevar por su imaginación.
El cielo se abría paso ante ella, las nubes le rodeaban y de ellas pequeñas cabezas de ángeles eran visibles, la luz era tan cegadora que le hizo entrecerrar sus ojos por un momento mientras se acostumbraba. El sonido de una canción dulce inundó sus oídos dándole una sensación de placer y paz a la vez.
Una vez se acostumbró al resplandor ensoñador abrió sus ojos de par en par. Deseó inmediatamente que no lo hubiese hecho, pero era tarde, ya que como dos grandes esferas frente a ella unos ojos cherry le miraban. Eran aquellos que ella había visto en su mente anteriormente.
No estaba en el cielo, las nubes no le rodeaban y los ángeles no le miraban, todo había sido una alucinación suya. Estaba frente a unos gigantescos ojos.
Y no estaban solos, una boca, una nariz, orejas y cabello dorado estaban presentes también. Una niña, pensó ella, pero no se trataba exactamente de ello.
Una mano se introdujo en la caja donde ella estaba tendida y con cuidado la tomó para después alzarla en el aire con los pies colgando. Trató de moverse pero le fue imposible, un escalofrío le recorrió el cuerpo entero y no se lo permitió.
Estaba en una habitación, lo supo cuando una cama junto con barios muebles aparecieron en su campo de visión, de paredes color crema y un techo color azul cielo.
Encima de la cama había algo, algo que llamó la atención de ella, parecía ser un juego de té y algunas personas a su alrededor.
Dañó su garganta cuando hizo un intento por gritar, quería llamar la atención de aquellas personas, y lo intento tres veces más hasta que el terror llegó una vez más a ella. No eran personas, si no muñecas, y todas estaban maltratadas al igual que sucias.
Unas no tenían brazos, otras piernas y la gran mayoría estaban casi calvas.
Todas a excepción de una con el cabello negro y de grandes ojos color cereza, ella le miró con detenimiento y se aterró cuando le guiñó un ojo aquella muñeca pelinegra.
Su campo de visión fue obstruido por la cara redonda de una niña con cabellos dorados, mejillas rosadas y ojos cherry. No podría tener más de ocho años, pensaba ella, ya que conservaba muchos gestos infantiles en su cara pero tenía unos que otros rasgos que le causaban escalofríos.
Parecía tierna y dulce; pero no lo era.
Sonrió para ella y con su otra mano acaricio su cabello atado aún en coletas, el tacto de la criatura era frío y parecía quemar, una punzada de dolor le recorrió el cuerpo cuando la rubia niña murmuraba algo por lo bajó sonriendo de lado.
Se retorció en las manos de la chiquilla pero de un momento a otro inmóvil se quedo, paralizada le pareció, y sus ojos fijos se quedaron también.
En su mente una puerta pareció abrirse y los recuerdos inundaron su mente.
No era una niña, era una criatura y ella no era ya humana.
—Eres Cindy —susurró la criatura acariciando su rostro—, y seremos amigas para siempre.
Involuntariamente los labios de Cindy se curvaron lentamente en una sonrisa que se quedó impresa ahí, para siempre, y para la eternidad.
Ella se volvió en una muñeca.
Sombra y la oscuridad fueron las primeras palabras que le vinieron a su mente al ver lo que le rodeaba; la nada en viva representación podía ser.
Su respiración era lo único que podía escuchar en la negrura que le rodeaba, más sin embargo se movía, el sonido no era presente pero el movimiento si.
Debajo de ella misma sentía como la plataforma en la que se encontraba avanzaba hacia adelante, sin explicación alguna de que era aquello, pero podía asegurar que estaba sola y probablemente alguien le abría tendido alguna trampa en la que había caído.
¿Pero por que era que no recordaba nada? Eso ni ella misma lo sabía.
Deseaba con toda su alma que aquello fuese solamente una pesadilla, descubriendo cuando por una violenta sacudida con la que su cuerpo saltó y calló dándose un buen golpe en la cabeza se trataba de la realidad, el pánico junto con el miedo era lo único que se mezclaba en la conciencia de ella.
Se trató de poner en pie de poco a poco, sujetándose de la fría y rasposa pared en la que anteriormente su espalda estaba recargada, ganándose un buen dolor de cabeza y el temblor de sus delgadas piernas. Sentía frío, y curiosamente portaba mucha tela, dándose cuenta de que llevaba puesto un extraño vestido comenzó a pensar. ¿Un vestido?
Llevó ambas manos a su cabeza, perdiendo así el equilibrio y cayendo a su vez en el suelo que se movía por debajo de ella, exclamó algo que no tenía sentido que ni siquiera estaba segura de que había exclamado algo. Su cabello era largo y lacio pero estaba atado a ambos lados de su cabeza. Con listones sedosos bien amarrados formando dos coletas.
Un sollozo involuntario salió de sus labios e inmediatamente sintió tibias lágrimas recorrer sus mejillas, estaba llorando en silencio ya que su garganta no le permitía hacer más, sus manos fueron directamente a sus ojos tratando de parar el llanto. Escabulló una vez más en su menta para ver que era lo que recordaba.
Lo único que pudo distinguir fue un par de ojos color rojo cereza, cherry, que le miraban fijamente. ¿Era posible que una persona tuviese ojos de aquel color? Se preguntó ella segundo tras segundo.
Otro sollozo silencioso iba a soltar cuando entonces se vio impulsada hacia adelante si previó aviso, causándole un raspón en sus rodillas desnudas por el corto vestido y las medias que no llegaban más arriba de diez centímetros.
Tosió y se limpió el rastro de lágrimas para después ponerse de pie. Con más éxito que la anterior vez ya que el dolor de cabeza no llego.
¿Su nombre? No lo recordaba. ¿Edad? Ni idea tenía. ¿Qué demonios era todo aquello? Mucho menos lo sabía.
Un odio repentino invadió su cordura hacia ella misma, tratándose a sí misma de una estúpida por no recordar nada, la amnesia, todo era culpa de ella.
Abrió la garganta para soltar un gritó que jamás llegó y se abalanzó contra la pared para empezar a golpearla, rasguñarla y patearla. Parecía alguien a quién el tiempo le había traído la locura de obsequio.
Las puntas de su largo y lacio cabello se balanceaban de izquierda a derecha por encima de su estómago cubierto por el vestido con cada rabieta que descargaba contra la pared.
Sentía las palmas de sus manos en carne viva, las muñecas temblorosas y las uñas rotas al igual que sangrando. Pero no sentía dolor, no le importaba, y se sentía completamente extraña. Como si ya no se reconociera a si misma.
Se dejo caer en el suelo con los ojos cerrados y su respiración agitada. Las rodillas le temblaban y estaban acalambradas al igual que los brazos.
Soltó un suspiro inconscientemente y se dejo llevar por su imaginación.
El cielo se abría paso ante ella, las nubes le rodeaban y de ellas pequeñas cabezas de ángeles eran visibles, la luz era tan cegadora que le hizo entrecerrar sus ojos por un momento mientras se acostumbraba. El sonido de una canción dulce inundó sus oídos dándole una sensación de placer y paz a la vez.
Una vez se acostumbró al resplandor ensoñador abrió sus ojos de par en par. Deseó inmediatamente que no lo hubiese hecho, pero era tarde, ya que como dos grandes esferas frente a ella unos ojos cherry le miraban. Eran aquellos que ella había visto en su mente anteriormente.
No estaba en el cielo, las nubes no le rodeaban y los ángeles no le miraban, todo había sido una alucinación suya. Estaba frente a unos gigantescos ojos.
Y no estaban solos, una boca, una nariz, orejas y cabello dorado estaban presentes también. Una niña, pensó ella, pero no se trataba exactamente de ello.
Una mano se introdujo en la caja donde ella estaba tendida y con cuidado la tomó para después alzarla en el aire con los pies colgando. Trató de moverse pero le fue imposible, un escalofrío le recorrió el cuerpo entero y no se lo permitió.
Estaba en una habitación, lo supo cuando una cama junto con barios muebles aparecieron en su campo de visión, de paredes color crema y un techo color azul cielo.
Encima de la cama había algo, algo que llamó la atención de ella, parecía ser un juego de té y algunas personas a su alrededor.
Dañó su garganta cuando hizo un intento por gritar, quería llamar la atención de aquellas personas, y lo intento tres veces más hasta que el terror llegó una vez más a ella. No eran personas, si no muñecas, y todas estaban maltratadas al igual que sucias.
Unas no tenían brazos, otras piernas y la gran mayoría estaban casi calvas.
Todas a excepción de una con el cabello negro y de grandes ojos color cereza, ella le miró con detenimiento y se aterró cuando le guiñó un ojo aquella muñeca pelinegra.
Su campo de visión fue obstruido por la cara redonda de una niña con cabellos dorados, mejillas rosadas y ojos cherry. No podría tener más de ocho años, pensaba ella, ya que conservaba muchos gestos infantiles en su cara pero tenía unos que otros rasgos que le causaban escalofríos.
Parecía tierna y dulce; pero no lo era.
Sonrió para ella y con su otra mano acaricio su cabello atado aún en coletas, el tacto de la criatura era frío y parecía quemar, una punzada de dolor le recorrió el cuerpo cuando la rubia niña murmuraba algo por lo bajó sonriendo de lado.
Se retorció en las manos de la chiquilla pero de un momento a otro inmóvil se quedo, paralizada le pareció, y sus ojos fijos se quedaron también.
En su mente una puerta pareció abrirse y los recuerdos inundaron su mente.
No era una niña, era una criatura y ella no era ya humana.
—Eres Cindy —susurró la criatura acariciando su rostro—, y seremos amigas para siempre.
Involuntariamente los labios de Cindy se curvaron lentamente en una sonrisa que se quedó impresa ahí, para siempre, y para la eternidad.
Ella se volvió en una muñeca.
Última edición por frodo. el Dom 08 Feb 2015, 5:33 pm, editado 6 veces
trunks
Re: Paradise.
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Enciendo el cigarrillo que tengo en mis labios, yo bebo para recordar y fumo para olvidar, haciendo que los sentimientos de ira se esfume y la paz se haga camino en mi cabeza. Me despido con un beso de cualquier gramo de dolor.
Bajo las escaleras tranquilamente, en la cocina se aprecia la típica escena de cada mañana, él se encuentra ebrio y sigue bebiendo sin control alguno; ella le grita y desesperadamente trata de arrebatarle la lata de la mano. Rezo en silencio y me escabullo por la cocina dispuesto a salir de la realidad.
La guitarra que cuelga de mi hombro izquierdo golpetea mi espalda con cada paso que doy, basta una calada al cigarrillo para sentirme bien, e ignoro a los demonios que me persiguen entre las sombras del pasado por no afrontar lo que es real.
Camino por calles conocidas y desciendo por los bajos barrios de la ciudad, dos cuadras, después cuatro y así sigo mi camino hasta que se vuelven más de veinte, los árboles frondosos se convierten en unos completamente secos y las gigantes casas se vuelven pequeñas moradas abandonadas.
Finch me sonríe desde su lugar en el suelo, Jamie me saluda con un apretón de manos y César se dedica a alzar una ceja en forma de burla.
Tomo asiento al lado de Finch y cierro mis ojos ahuyentando todo lo que me atormenta, la guitarra reposa ahora sobre mi regazo, esperando que al final del día todo pueda mejorar finalmente.
Jamie me tiende un porro encendido y sin pensarlo dos veces se lo arrebato para darle una gran calada, sintiendo como mi cuerpo se comienza a llenar de las sustancias ilegales que contiene, me siento mejor ahora.
Las horas pasan al igual que la noción del tiempo. La tarde llega y el sol se alza cada vez más sobre los edificios bellos que caracterizan a Nottingham, que tal vez pudiese apreciar si no me encontrara en un estado adormecedor e hipnotizado por el alcohol, tabaco y la marihuana, mis ojos están rojos, la voz se vuelve cada vez más ronca y cualquier pensamiento lógico se esfuma de mi mente.
Me encuentro a las seis riendo inconscientemente del andar de César con un cigarrillo en los labios, el sexto de este día, y me olvido de todo lo demás.
Coloco mejor la guitarra en mi regazo y las cuerdas comienzo a acariciar con mis dedos, haciendo que suene una hermosa melodía.
Corro por algunos callejones oscuros y olvidados dentro de mi cabeza, los recuerdos inundan mi mente intoxicada, dándole así un lugar nuevo en mis pensamientos a aquello que había sepultado desde tiempo atrás.
"—Una canción no tiene sentido si no lo haces con amor, Swan."
Cierro los ojos y me concentro más en el recuerdo de su dulce voz susurrando en mi oído al escribir las canciones.
"—No tocas la guitarra con los dedos, si no que lo haces con el alma y corazón."
Su cabello rubio aparece entre las sombras dentro de mi cabeza, su sonrisa brillante, el hoyuelo de su mejilla derecha, sus ojos miel...toda ella.
"—No es normal que te hagas daño a ti mismo, eso es masoquismo.
—Jamás me hago daño cariño.
—Inconscientemente lo haces, aunque no lo sepas, y eso es grave Swan."
Una luz aparece en la oscuridad e ilumina los rincones más oscuros que me habían atormentado desde hace años todas las noches.
Inconsciente de lo que había pasado abro los ojos, sorprendido, aturdido por todo aquello que había quedado en el olvido; a ella.
Sigo tocando algunos acordes que me resultan extrañamente familiar, consciente de que Finch, Jamie y César me miran, y no es hasta que retiro mi mano de la guitarra que me doy cuenta del temblor que está presente en mi cuerpo. Estoy temblando.
Sin decir una palabra me levanto del suelo y comienzo a caminar, alzo dos dedos sobre mi hombro derecho a mis amigos como una señal de despedida, con la guitarra golpeteando en mi espalda. Joder, el cambio era inevitable.
Todo cambia, lo veo y lo siento, veo de otra forma los diferentes estilos de arquitectura de la ciudad, admiro y contemplo a la vez absolutamente todo. Como si fuese otra persona, otro yo.
Enciendo un cigarrillo inmediatamente y deseo que el mundo a mi alrededor desaparezca. Dejándome completamente solo.
El sol se esconde detrás de los edificios antiguos de Clifton, reflejando las sombras de los árboles del parque por el cual camino, y miro aquello como una gran obra de arte por encima de mis cabellos lacios que cubren casi por completo mis ojos grises. Todo cambia, algo esta cambiando, lo esta haciendo.
Cabello rubio, ojos miel, sonrisa encantadora y un hoyuelo en la mejilla izquierda, todo parece convertirse en un rompecabezas y se une mostrándome el pasado. Lizzie.
Frente a la puerta de mi casa las lágrimas resbalan por mis mejillas sin parar, recordándome el pasado en el cual sufrí y que olvide tiempo después, lágrimas de pena, tristeza y odio. ¿Cómo se puede olvidar algo como el amor?
Alzo la cabeza y miro el cielo que comienza a oscurecerse, la luna comienza a iluminar como en aquella noche, de repente llevándome a algo que podría llamarse déjà vu.
De nueva cuenta alzo dos dedos y no dejo de mirar el cielo.
Entro a mi casa, los gritos siguen siendo audibles, pero hay algo diferente. Y es que él la sujeta por el brazo fuertemente, ella sisea mientras solloza.
Miro atentamente la escena, parpadeando, aturdido por creer que eso es normal en una familia desde hace tiempo. Eso no está bien.
Corro hacia mi madre y la retiro del agarre que él le da, empujandolo fuera de su alcance y el mío, los ojos azules de ella están rojos al igual que cristalinos. Como Lizzie antes de que se fuera.
Bramidos se escuchan pero yo lo ignoro, empujo a el hombre gordo fuera de mi casa, cerrando tras él la puerta para que jamás vuelva o alguien más entre.
Todo cambia, y lo presiento, algo es diferente en el ambiente.
Mis lágrimas siguen cayendo al igual que las de ella, me mira temblando y la atraigo a mi para darle un fuerte abrazo. El primero desde hace cinco años.
Lloro en silencio aún abrazando a mi madre, consciente de que ahora todo término al fin, el pasado y los demonios se esfuman finalmente de ambos dejándonos en paz.
Dejándome en paz por haber olvidado la muerte de Lizzie, a la cual una gran enfermedad como el cáncer pudo vencer su hermosa vida, pero que finalmente recuerdo; después de cinco años.
Dejándola tranquila al saber que el amor no consta de un hombre a tu lado como marido, sino que el de un hijo puede ser mejor, abriendo sus ojos a la realidad.
Ahora todo cambia y ambos lo sentimos.
Susurro un "está bien" repetidas veces en su oído y ella se aferra más a mi.
—Esta bien, todo va a ser diferente ahora. —repite mis palabras ahogadamente.
Sonreímos y nos separamos. Ella me mira fijamente y yo le devuelvo la mirada.
Toma mi mano y besa dos de mis dedos, el índice y el medio, con los cuales ya me había despedido anteriormente de los vicios y el olvido.
Alza dos dedos de su propia mano y se despide de lo que se convertirá en pasado.
Ahora todo parece cambiar.
Bajo las escaleras tranquilamente, en la cocina se aprecia la típica escena de cada mañana, él se encuentra ebrio y sigue bebiendo sin control alguno; ella le grita y desesperadamente trata de arrebatarle la lata de la mano. Rezo en silencio y me escabullo por la cocina dispuesto a salir de la realidad.
La guitarra que cuelga de mi hombro izquierdo golpetea mi espalda con cada paso que doy, basta una calada al cigarrillo para sentirme bien, e ignoro a los demonios que me persiguen entre las sombras del pasado por no afrontar lo que es real.
Camino por calles conocidas y desciendo por los bajos barrios de la ciudad, dos cuadras, después cuatro y así sigo mi camino hasta que se vuelven más de veinte, los árboles frondosos se convierten en unos completamente secos y las gigantes casas se vuelven pequeñas moradas abandonadas.
Finch me sonríe desde su lugar en el suelo, Jamie me saluda con un apretón de manos y César se dedica a alzar una ceja en forma de burla.
Tomo asiento al lado de Finch y cierro mis ojos ahuyentando todo lo que me atormenta, la guitarra reposa ahora sobre mi regazo, esperando que al final del día todo pueda mejorar finalmente.
Jamie me tiende un porro encendido y sin pensarlo dos veces se lo arrebato para darle una gran calada, sintiendo como mi cuerpo se comienza a llenar de las sustancias ilegales que contiene, me siento mejor ahora.
Las horas pasan al igual que la noción del tiempo. La tarde llega y el sol se alza cada vez más sobre los edificios bellos que caracterizan a Nottingham, que tal vez pudiese apreciar si no me encontrara en un estado adormecedor e hipnotizado por el alcohol, tabaco y la marihuana, mis ojos están rojos, la voz se vuelve cada vez más ronca y cualquier pensamiento lógico se esfuma de mi mente.
Me encuentro a las seis riendo inconscientemente del andar de César con un cigarrillo en los labios, el sexto de este día, y me olvido de todo lo demás.
Coloco mejor la guitarra en mi regazo y las cuerdas comienzo a acariciar con mis dedos, haciendo que suene una hermosa melodía.
Corro por algunos callejones oscuros y olvidados dentro de mi cabeza, los recuerdos inundan mi mente intoxicada, dándole así un lugar nuevo en mis pensamientos a aquello que había sepultado desde tiempo atrás.
"—Una canción no tiene sentido si no lo haces con amor, Swan."
Cierro los ojos y me concentro más en el recuerdo de su dulce voz susurrando en mi oído al escribir las canciones.
"—No tocas la guitarra con los dedos, si no que lo haces con el alma y corazón."
Su cabello rubio aparece entre las sombras dentro de mi cabeza, su sonrisa brillante, el hoyuelo de su mejilla derecha, sus ojos miel...toda ella.
"—No es normal que te hagas daño a ti mismo, eso es masoquismo.
—Jamás me hago daño cariño.
—Inconscientemente lo haces, aunque no lo sepas, y eso es grave Swan."
Una luz aparece en la oscuridad e ilumina los rincones más oscuros que me habían atormentado desde hace años todas las noches.
Inconsciente de lo que había pasado abro los ojos, sorprendido, aturdido por todo aquello que había quedado en el olvido; a ella.
Sigo tocando algunos acordes que me resultan extrañamente familiar, consciente de que Finch, Jamie y César me miran, y no es hasta que retiro mi mano de la guitarra que me doy cuenta del temblor que está presente en mi cuerpo. Estoy temblando.
Sin decir una palabra me levanto del suelo y comienzo a caminar, alzo dos dedos sobre mi hombro derecho a mis amigos como una señal de despedida, con la guitarra golpeteando en mi espalda. Joder, el cambio era inevitable.
Todo cambia, lo veo y lo siento, veo de otra forma los diferentes estilos de arquitectura de la ciudad, admiro y contemplo a la vez absolutamente todo. Como si fuese otra persona, otro yo.
Enciendo un cigarrillo inmediatamente y deseo que el mundo a mi alrededor desaparezca. Dejándome completamente solo.
El sol se esconde detrás de los edificios antiguos de Clifton, reflejando las sombras de los árboles del parque por el cual camino, y miro aquello como una gran obra de arte por encima de mis cabellos lacios que cubren casi por completo mis ojos grises. Todo cambia, algo esta cambiando, lo esta haciendo.
Cabello rubio, ojos miel, sonrisa encantadora y un hoyuelo en la mejilla izquierda, todo parece convertirse en un rompecabezas y se une mostrándome el pasado. Lizzie.
Frente a la puerta de mi casa las lágrimas resbalan por mis mejillas sin parar, recordándome el pasado en el cual sufrí y que olvide tiempo después, lágrimas de pena, tristeza y odio. ¿Cómo se puede olvidar algo como el amor?
Alzo la cabeza y miro el cielo que comienza a oscurecerse, la luna comienza a iluminar como en aquella noche, de repente llevándome a algo que podría llamarse déjà vu.
De nueva cuenta alzo dos dedos y no dejo de mirar el cielo.
Entro a mi casa, los gritos siguen siendo audibles, pero hay algo diferente. Y es que él la sujeta por el brazo fuertemente, ella sisea mientras solloza.
Miro atentamente la escena, parpadeando, aturdido por creer que eso es normal en una familia desde hace tiempo. Eso no está bien.
Corro hacia mi madre y la retiro del agarre que él le da, empujandolo fuera de su alcance y el mío, los ojos azules de ella están rojos al igual que cristalinos. Como Lizzie antes de que se fuera.
Bramidos se escuchan pero yo lo ignoro, empujo a el hombre gordo fuera de mi casa, cerrando tras él la puerta para que jamás vuelva o alguien más entre.
Todo cambia, y lo presiento, algo es diferente en el ambiente.
Mis lágrimas siguen cayendo al igual que las de ella, me mira temblando y la atraigo a mi para darle un fuerte abrazo. El primero desde hace cinco años.
Lloro en silencio aún abrazando a mi madre, consciente de que ahora todo término al fin, el pasado y los demonios se esfuman finalmente de ambos dejándonos en paz.
Dejándome en paz por haber olvidado la muerte de Lizzie, a la cual una gran enfermedad como el cáncer pudo vencer su hermosa vida, pero que finalmente recuerdo; después de cinco años.
Dejándola tranquila al saber que el amor no consta de un hombre a tu lado como marido, sino que el de un hijo puede ser mejor, abriendo sus ojos a la realidad.
Ahora todo cambia y ambos lo sentimos.
Susurro un "está bien" repetidas veces en su oído y ella se aferra más a mi.
—Esta bien, todo va a ser diferente ahora. —repite mis palabras ahogadamente.
Sonreímos y nos separamos. Ella me mira fijamente y yo le devuelvo la mirada.
Toma mi mano y besa dos de mis dedos, el índice y el medio, con los cuales ya me había despedido anteriormente de los vicios y el olvido.
Alza dos dedos de su propia mano y se despide de lo que se convertirá en pasado.
Ahora todo parece cambiar.
Inspired by two fingers; jake bugg.
Última edición por mcfly. el Lun 07 Sep 2015, 5:43 pm, editado 5 veces
trunks
Re: Paradise.
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Miraba a todas partes rápidamente, estaba totalmente atento ante cualquier cosa que pudiese pasar en mi entorno, pestañeando de la oscuridad muy seguido.
Estaba sólo en aquel lugar y fui abandonado, totalmente abandonado a mi propia suerte, para ver que era lo que ocurría conmigo, pensaba algunas veces.
No recordaba nada, todo pasó tan rápido que parecían ser capturas borrosas en mi mente nada más, los días parecían desaparecer y con ellos las personas. Desaparecían de la nada.
Me levanté del polvoriento suelo y miré más allá del norte, donde estaban la mayoría de los edificios de la ciudad. Los muros de aquellos ahora eran escombros, parecía que se seguían derrumbando, mi ciudad se derrumbaba. O ya estaba totalmente derrumbada desde hace mucho tiempo.
El cielo estaba lleno de nubes grises, todo se veía tan triste con ellas ahí, trayendo la oscuridad desde arriba. Y eso no era bueno.
No tardaría en caer un diluvio algo fuerte por aquí, lo supe cuando las primeras gotas de agua cayeron en mi rostro, despertándome de mis reflexiones.
Cerré mis ojos lentamente, llevándome a una oscuridad tremenda.
Pero al hacerlo todo parecía normal, parecía como si no hubiese cambiado nada, que todo seguía siendo igual. Todo me resulta familiar, muy familiar.
Parecía como si hubiera estado aquí antes, parecía que yo ya había estado aquí; replicaba mi mente una y otra vez.
Y no era por ser pesimista ni mucho menos, pero, ¿como podía ser optimista sobre esto?
Todos fueron atrapados y se sumergieron en sus vicios, en sus preferencias, mientras el polvo se asentaba a su alrededor. A nuestro alrededor. Alrededor de donde me encontraba minutos atrás.
Con mis ojos ya abiertos me di cuenta de la realidad, eso era verdad, todo había pasado. La ciudad a la que amábamos fue desmoronada, los muros se cayeron y todo lo que quedó son simples escombros y yo, un pobre chico abandonado a su propia suerte.
Esto debía de pasar, esto estaba más que escrito en nuestro destino.
Las calles estaban solas y con escombros a sus costados. Algunos cuerpos yacían tirados por todas partes, por lo que debes en cuando debía de pasarles por encima para poder pasar, ya que bloqueaban mi paso.
Eso era una catástrofe, todo era un desastre, era más que una simple tragedia.
Los recuerdos volvieron a mi en cuanto entré por el umbral, que debería de tener una puerta, de lo que solía ser mi morada; antes de que aquello pasará.
Todo estaba hecho trizas y esparcido por el suelo. Eso ya no parecía un hogar, ya no parecía mi hogar, el lugar en el que crecí y me fomente para enfrentarme a lo que fuera en un futuro. Pero no creía poder sobrevivir a esto. No fui criado para sobrevivir a una catástrofe.
Caí de rodillas al suelo y mis manos fueron directamente a cubrir mis ojos, que se estaban aguando, no ayudaba en mucho ya que ambas manos estaban mugrientas y de seguro me llenarían la cara de mugre, ceniza o alguna otra cosa que haya tocado.
No debía de llorar, no debería de darle el lujo de hacerlo al destino. Debería de estar pensando mejor en como sobrevivir.
Oh, ¿pero por donde empezaba?
Estaba rodeado de escombros, de los escombros que mostraban nuestros pecados. Eran los escombros de nuestros pecados.
Y los muros seguían derrumbándose, todo seguía cayendo, en la ciudad que amábamos.
Grandes nubes rodaron sobre las colinas, trayendo desde arriba la oscuridad. Los relámpagos se escucharon e indicaron que aún no terminaba, que sólo fue el comienzo y seguía algo más. Eso fue sólo una lección, de la que nadie sobrevivió, a excepción de mi.
Eso significaba algo, que yo no era como los demás, los muros no me enterraron como a ellos; yo era diferente y especial.
¡No vale la pena llorar! ¡Eso no ayuda de nada! ¡No me podía arrepentir de algo que ya estaba hecho! ¡No podía seguir con estas penas!
Pero no era tan valiente, siempre sentiría pena pasará lo que pasará.
Unos trozos de cristal estaban un poco más allá de mi derecha, tomé uno procurando no cortarme y lo coloque frente a mi.
Cabello azabache todo desordenado, ojos grandes y negros, piel pálida, facciones finas y a la vez sombrías. Ese era yo. Aquel que está en el espejo era yo, el que sobrevivió. Ese era yo.
Arrojé lejos el trozo de cristal para poder tomar algo más.
Entre los escombros estaba el adorno que solía estar colgado en el techo de la sala, unos pájaros de madera volando atados a unos finos hilos delgados.
Los contemplé para después colgarlos en mis manos y usarlos de marionetas.
Los pájaros tenían alas, ellos podían volar, ellos eran libres y ellos no fueron como nosotros. Deseé ser como uno de ellos y escapar de ahí, irme muy lejos para olvidar.
Los pájaros no eran humanos, ellos no cometían pecados y ellos no fueron víctimas de aquella atrocidad. Lograron sobrevivir, al igual que yo.
Si cerraba los ojos parecía como si no hubiese pasado nada. Como si toda la ciudad no hubiera terminado como Pompeya.
Estaba sólo en aquel lugar y fui abandonado, totalmente abandonado a mi propia suerte, para ver que era lo que ocurría conmigo, pensaba algunas veces.
No recordaba nada, todo pasó tan rápido que parecían ser capturas borrosas en mi mente nada más, los días parecían desaparecer y con ellos las personas. Desaparecían de la nada.
Me levanté del polvoriento suelo y miré más allá del norte, donde estaban la mayoría de los edificios de la ciudad. Los muros de aquellos ahora eran escombros, parecía que se seguían derrumbando, mi ciudad se derrumbaba. O ya estaba totalmente derrumbada desde hace mucho tiempo.
El cielo estaba lleno de nubes grises, todo se veía tan triste con ellas ahí, trayendo la oscuridad desde arriba. Y eso no era bueno.
No tardaría en caer un diluvio algo fuerte por aquí, lo supe cuando las primeras gotas de agua cayeron en mi rostro, despertándome de mis reflexiones.
Cerré mis ojos lentamente, llevándome a una oscuridad tremenda.
Pero al hacerlo todo parecía normal, parecía como si no hubiese cambiado nada, que todo seguía siendo igual. Todo me resulta familiar, muy familiar.
Parecía como si hubiera estado aquí antes, parecía que yo ya había estado aquí; replicaba mi mente una y otra vez.
Y no era por ser pesimista ni mucho menos, pero, ¿como podía ser optimista sobre esto?
Todos fueron atrapados y se sumergieron en sus vicios, en sus preferencias, mientras el polvo se asentaba a su alrededor. A nuestro alrededor. Alrededor de donde me encontraba minutos atrás.
Con mis ojos ya abiertos me di cuenta de la realidad, eso era verdad, todo había pasado. La ciudad a la que amábamos fue desmoronada, los muros se cayeron y todo lo que quedó son simples escombros y yo, un pobre chico abandonado a su propia suerte.
Esto debía de pasar, esto estaba más que escrito en nuestro destino.
Las calles estaban solas y con escombros a sus costados. Algunos cuerpos yacían tirados por todas partes, por lo que debes en cuando debía de pasarles por encima para poder pasar, ya que bloqueaban mi paso.
Eso era una catástrofe, todo era un desastre, era más que una simple tragedia.
Los recuerdos volvieron a mi en cuanto entré por el umbral, que debería de tener una puerta, de lo que solía ser mi morada; antes de que aquello pasará.
Todo estaba hecho trizas y esparcido por el suelo. Eso ya no parecía un hogar, ya no parecía mi hogar, el lugar en el que crecí y me fomente para enfrentarme a lo que fuera en un futuro. Pero no creía poder sobrevivir a esto. No fui criado para sobrevivir a una catástrofe.
Caí de rodillas al suelo y mis manos fueron directamente a cubrir mis ojos, que se estaban aguando, no ayudaba en mucho ya que ambas manos estaban mugrientas y de seguro me llenarían la cara de mugre, ceniza o alguna otra cosa que haya tocado.
No debía de llorar, no debería de darle el lujo de hacerlo al destino. Debería de estar pensando mejor en como sobrevivir.
Oh, ¿pero por donde empezaba?
Estaba rodeado de escombros, de los escombros que mostraban nuestros pecados. Eran los escombros de nuestros pecados.
Y los muros seguían derrumbándose, todo seguía cayendo, en la ciudad que amábamos.
Grandes nubes rodaron sobre las colinas, trayendo desde arriba la oscuridad. Los relámpagos se escucharon e indicaron que aún no terminaba, que sólo fue el comienzo y seguía algo más. Eso fue sólo una lección, de la que nadie sobrevivió, a excepción de mi.
Eso significaba algo, que yo no era como los demás, los muros no me enterraron como a ellos; yo era diferente y especial.
¡No vale la pena llorar! ¡Eso no ayuda de nada! ¡No me podía arrepentir de algo que ya estaba hecho! ¡No podía seguir con estas penas!
Pero no era tan valiente, siempre sentiría pena pasará lo que pasará.
Unos trozos de cristal estaban un poco más allá de mi derecha, tomé uno procurando no cortarme y lo coloque frente a mi.
Cabello azabache todo desordenado, ojos grandes y negros, piel pálida, facciones finas y a la vez sombrías. Ese era yo. Aquel que está en el espejo era yo, el que sobrevivió. Ese era yo.
Arrojé lejos el trozo de cristal para poder tomar algo más.
Entre los escombros estaba el adorno que solía estar colgado en el techo de la sala, unos pájaros de madera volando atados a unos finos hilos delgados.
Los contemplé para después colgarlos en mis manos y usarlos de marionetas.
Los pájaros tenían alas, ellos podían volar, ellos eran libres y ellos no fueron como nosotros. Deseé ser como uno de ellos y escapar de ahí, irme muy lejos para olvidar.
Los pájaros no eran humanos, ellos no cometían pecados y ellos no fueron víctimas de aquella atrocidad. Lograron sobrevivir, al igual que yo.
Si cerraba los ojos parecía como si no hubiese pasado nada. Como si toda la ciudad no hubiera terminado como Pompeya.
Inspired by pompeii; bastille.
Última edición por mcfly. el Lun 07 Sep 2015, 5:45 pm, editado 2 veces
trunks
Re: Paradise.
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La luz del sol volvía su cabello de un color rubio cenizo y le daba la apariencia de un ángel, un pequeño ángel de apenas cuatro años de edad.
El niño jugaba en el jardín trasero de la casa mientras su madre, Margaret, decoraba la explanada de césped para la nueva etapa que la primavera traería consigo. Flores de todos los colores yacían plantadas a los costados del jardín en frente de las cercas, dándole una apariencia vivaz, como si una guerra de pintura hubiese tenido lugar ahí anteriormente.
La mujer de cabellos rubios como el oro miró el cielo entrecerrando los ojos por el resplandor que proporcionaba el sol de aquella mañana tan normal. Sus ojos azules parpadeaban para ver con mejor claridad el fino color de los corazones sangrantes que plantó a lado de la puerta de entrada a la cocina y sus labios se curvaban en una gran sonrisa cuando escuchaba al niño reír.
El mediodía estaba próximo a llegar y todavía faltaba por plantar un árbol de cerezo que había conseguido gracias a que su temporada estaba ya iniciando.
El traje blanco con detalles en morado y verde, junto con las alas, paseaba de izquierda a derecha, de adelante hacia atrás, y por todos los rincones del terreno grande que tenían como jardín. Abel gritaba y reía mientras corría fingiendo que volaba.
Margaret dejo de lado a las Convallaria majalis, nombre científico que se le asignó a las flores que crecían mayormente en Europa pequeñas y blancas similares a pequeñas campanas, que plantaba para verificar que el pequeño rubio estaba bien.
—¿Abel? —preguntó la señora Evans cuando encontró debajo de la sombra de un árbol el pequeño vaquero que su hijo tenía, Woody, como él le decía.
Tomó en sus manos al muñeco y lo examino fijamente.
Abel siempre decía que Woody era un increíble vaquero, que era osado, inteligente y un gran guardián del pueblo. Mas sin embargo al chiquillo no le interesaba aquel personaje más que el astronauta, aquel que le hacía fantaseara día y noche con ir al espacio y poder volar como lo hacia él.
—¡Mami!
La señora rubia alzó la cabeza y se encontró con los ojos color azul cielo de su hijo.
Abel se encontraba sobre el árbol sentado en una de las ramas más bajas de este, aunque estaban fuera del alcance de Margaret, y le sonreía levemente a su madre.
Arqueó una ceja en forma juguetona y se cruzó de brazos ella.
El muñeco espacial se encontraba en los brazos del niño como diario, sonriendo y con los ojos bien abiertos, que portaba el mismo uniforme que él.
Para tener cuatro años recién cumplidos el rubio resultaba ser un niño inteligente que hacia todo lo posible por lograr lo que quería. No temía ni lloraba, en verdad era muy extraño verlo sentimental, pues se dedicaba a sonreír diario y de buscar nuevas aventuras.
De la rama al césped eran por lo menos tres metros de distancia, aunque eso no le impidió al ojiazul que saltara y aterrizara como si nada en el suelo blando por capaz de tierra debajo de verde pastizal, frente a su madre.
—¿Qué te eh dicho sobre saltar así Abel?
—Que no debo de hacerlo. —contestó sonriendo sin mostrar sus pequeños dientes— Pero Buzz salta y vuela mama. Yo soy Buzz Lightyear y puedo hacer todo eso.
—Muy bien, aunque recuerda que Buzz sigue órdenes y reglas, así que debes de obedecerme Abel. Puedes fracturarte algún día.
El niño resopló por lo bajó y se dio media vuelta para seguir corriendo con su astronauta en manos.
Un estruendoso sonido llegó a los oídos de la señora Evans y pesadamente dejó lo que hacía de lado para adentrarse en la cocina de su casa. El teléfono inalámbrico encima de la barra del comedor sonaba indicando que una llamada entrante se hacía presente.
La mujer tomó en sus manos el aparato inalámbrico y contestó.
—Señora Evans, llama el doctor Jones para informarle algo, los estudios han sido terminados. —dijo la voz ronca de Richard Jones, el doctor de la familia, a través del altavoz.
—¿En serio? —cuestionó Margaret colocando un mechón de su cabello que se había escapado de su trenza detrás de la oreja.
—Demoraron menos tiempo de lo que esperábamos en verdad. Los análisis y estudios eran extraños e inconclusos cuando se trataba con Abel, pero ahora que todo esta resuelto sabemos el porqué de ello, las respuestas fueron encontradas Margaret. —mencionó con un tono que parecía no tener nada bueno en lo que diría a continuación.
—¿Qué tiene Abel? —preguntó sin rodeos la mujer tratando de mantenerse fuerte.
La respiración de Richard por el otro lado de la línea se hizo más pesada y estaba en silencio absoluto.
Desde qué el pequeño había nacido les habían dicho a ella y su marido que el niño era sano, pero tenía algo muy extraño, aunque no lo sería por siempre y que poseía probablemente una enfermedad grave. Con el paso del tiempo sometieron al rubio a pequeños tratamientos, pruebas y análisis para poder ver que era lo que pasaba con él. Pruebas inconclusas, claro esta, pues nunca encontraron que era lo que padecía el niño; hasta aquella mañana a inicios de la primavera.
—Richard, por favor necesito que me lo digas ahora. ¿Qué tiene Abel?
—No importa lo que tiene, él va a morir...
Mo alcanzó a escuchar nada más porque arrojó el aparato fuertemente y salió corriendo hacia el gran jardín.
Miró desesperada a los costados por si el niño se encontraba allí, pero no, corrió al árbol en el que anteriormente se había subido y sus ojos se nublaron de agua cuando no encontró al pequeño ahí.
—¡Abel! —gritó una vez— ¡Abel, hijo!
De nueva cuenta llamó a gritos al rubio y nadie le contesto. Su cuerpo involuntariamente comenzó a temblar y sentía como si su alma se partiese en dos partes.
Un escalofrío recorrió se espalda y un grito convidado con un sollozo salió de su garganta. Calló en el césped y se quedo inmóvil sollozando.
Frente a él yacía el pequeño astronauta de su hijo y más allá estaba el rubio.
Cuentan que cuando alguien muere la madre lo siente, ese instinto de madre que le avisa cuando su hijo está en problemas ó le ocurre algo, y Margaret sintió como si le hubiesen sacado el corazón. Su pecho dolió y se retorcía entre la yerba verde del jardín.
Sollozos era lo único que salía de su garganta mientras intentaba gritar.
Sus ojos entrecerrados por la luz le impedían ver más allá de su campo de visión normal. Intentaba calmarse pero le era casi imposible.
No sabía con exactitud cuanto había pasado hasta que reacciono y lentamente se levantó del suelo. Sus shorts estaban llenos de tierra y su blusa igual.
Se imaginaba sus ojos rojos e hinchados, nada lejos de la realidad, mientras seguía sollozando y volvía a correr para encontrar a su hijo.
Llegó temblando al lado de Abel y se arrodilló a su lado mientras lo abrazaba.
—Abel...hijo despierta...—susurraba mientras le daba pequeñas palmadas en sus mejillas al niño.
Sus ojos azul cielo estaban cerrados y su boca que comúnmente sonreía estaba curvada en una mueca. Sus mejillas habían perdido color al igual que su tez.
Sin duda alguna el cuerpo del niño era inmóvil ya. Estaba muerto.
Volvió a llorar con su hijo en brazos mientras acunaba su rostro para mirarlo una vez más, por última vez.
La mujer lentamente miró al cielo con los ojos aún con lágrimas en ellos.
—Tú siempre serás mi Buzz Lightyear. —habló al cielo figurando que el pequeño rubio se encontraba allá mirándole— Hasta el infinito y más allá Abel.
El niño jugaba en el jardín trasero de la casa mientras su madre, Margaret, decoraba la explanada de césped para la nueva etapa que la primavera traería consigo. Flores de todos los colores yacían plantadas a los costados del jardín en frente de las cercas, dándole una apariencia vivaz, como si una guerra de pintura hubiese tenido lugar ahí anteriormente.
La mujer de cabellos rubios como el oro miró el cielo entrecerrando los ojos por el resplandor que proporcionaba el sol de aquella mañana tan normal. Sus ojos azules parpadeaban para ver con mejor claridad el fino color de los corazones sangrantes que plantó a lado de la puerta de entrada a la cocina y sus labios se curvaban en una gran sonrisa cuando escuchaba al niño reír.
El mediodía estaba próximo a llegar y todavía faltaba por plantar un árbol de cerezo que había conseguido gracias a que su temporada estaba ya iniciando.
El traje blanco con detalles en morado y verde, junto con las alas, paseaba de izquierda a derecha, de adelante hacia atrás, y por todos los rincones del terreno grande que tenían como jardín. Abel gritaba y reía mientras corría fingiendo que volaba.
Margaret dejo de lado a las Convallaria majalis, nombre científico que se le asignó a las flores que crecían mayormente en Europa pequeñas y blancas similares a pequeñas campanas, que plantaba para verificar que el pequeño rubio estaba bien.
—¿Abel? —preguntó la señora Evans cuando encontró debajo de la sombra de un árbol el pequeño vaquero que su hijo tenía, Woody, como él le decía.
Tomó en sus manos al muñeco y lo examino fijamente.
Abel siempre decía que Woody era un increíble vaquero, que era osado, inteligente y un gran guardián del pueblo. Mas sin embargo al chiquillo no le interesaba aquel personaje más que el astronauta, aquel que le hacía fantaseara día y noche con ir al espacio y poder volar como lo hacia él.
—¡Mami!
La señora rubia alzó la cabeza y se encontró con los ojos color azul cielo de su hijo.
Abel se encontraba sobre el árbol sentado en una de las ramas más bajas de este, aunque estaban fuera del alcance de Margaret, y le sonreía levemente a su madre.
Arqueó una ceja en forma juguetona y se cruzó de brazos ella.
El muñeco espacial se encontraba en los brazos del niño como diario, sonriendo y con los ojos bien abiertos, que portaba el mismo uniforme que él.
Para tener cuatro años recién cumplidos el rubio resultaba ser un niño inteligente que hacia todo lo posible por lograr lo que quería. No temía ni lloraba, en verdad era muy extraño verlo sentimental, pues se dedicaba a sonreír diario y de buscar nuevas aventuras.
De la rama al césped eran por lo menos tres metros de distancia, aunque eso no le impidió al ojiazul que saltara y aterrizara como si nada en el suelo blando por capaz de tierra debajo de verde pastizal, frente a su madre.
—¿Qué te eh dicho sobre saltar así Abel?
—Que no debo de hacerlo. —contestó sonriendo sin mostrar sus pequeños dientes— Pero Buzz salta y vuela mama. Yo soy Buzz Lightyear y puedo hacer todo eso.
—Muy bien, aunque recuerda que Buzz sigue órdenes y reglas, así que debes de obedecerme Abel. Puedes fracturarte algún día.
El niño resopló por lo bajó y se dio media vuelta para seguir corriendo con su astronauta en manos.
Un estruendoso sonido llegó a los oídos de la señora Evans y pesadamente dejó lo que hacía de lado para adentrarse en la cocina de su casa. El teléfono inalámbrico encima de la barra del comedor sonaba indicando que una llamada entrante se hacía presente.
La mujer tomó en sus manos el aparato inalámbrico y contestó.
—Señora Evans, llama el doctor Jones para informarle algo, los estudios han sido terminados. —dijo la voz ronca de Richard Jones, el doctor de la familia, a través del altavoz.
—¿En serio? —cuestionó Margaret colocando un mechón de su cabello que se había escapado de su trenza detrás de la oreja.
—Demoraron menos tiempo de lo que esperábamos en verdad. Los análisis y estudios eran extraños e inconclusos cuando se trataba con Abel, pero ahora que todo esta resuelto sabemos el porqué de ello, las respuestas fueron encontradas Margaret. —mencionó con un tono que parecía no tener nada bueno en lo que diría a continuación.
—¿Qué tiene Abel? —preguntó sin rodeos la mujer tratando de mantenerse fuerte.
La respiración de Richard por el otro lado de la línea se hizo más pesada y estaba en silencio absoluto.
Desde qué el pequeño había nacido les habían dicho a ella y su marido que el niño era sano, pero tenía algo muy extraño, aunque no lo sería por siempre y que poseía probablemente una enfermedad grave. Con el paso del tiempo sometieron al rubio a pequeños tratamientos, pruebas y análisis para poder ver que era lo que pasaba con él. Pruebas inconclusas, claro esta, pues nunca encontraron que era lo que padecía el niño; hasta aquella mañana a inicios de la primavera.
—Richard, por favor necesito que me lo digas ahora. ¿Qué tiene Abel?
—No importa lo que tiene, él va a morir...
Mo alcanzó a escuchar nada más porque arrojó el aparato fuertemente y salió corriendo hacia el gran jardín.
Miró desesperada a los costados por si el niño se encontraba allí, pero no, corrió al árbol en el que anteriormente se había subido y sus ojos se nublaron de agua cuando no encontró al pequeño ahí.
—¡Abel! —gritó una vez— ¡Abel, hijo!
De nueva cuenta llamó a gritos al rubio y nadie le contesto. Su cuerpo involuntariamente comenzó a temblar y sentía como si su alma se partiese en dos partes.
Un escalofrío recorrió se espalda y un grito convidado con un sollozo salió de su garganta. Calló en el césped y se quedo inmóvil sollozando.
Frente a él yacía el pequeño astronauta de su hijo y más allá estaba el rubio.
Cuentan que cuando alguien muere la madre lo siente, ese instinto de madre que le avisa cuando su hijo está en problemas ó le ocurre algo, y Margaret sintió como si le hubiesen sacado el corazón. Su pecho dolió y se retorcía entre la yerba verde del jardín.
Sollozos era lo único que salía de su garganta mientras intentaba gritar.
Sus ojos entrecerrados por la luz le impedían ver más allá de su campo de visión normal. Intentaba calmarse pero le era casi imposible.
No sabía con exactitud cuanto había pasado hasta que reacciono y lentamente se levantó del suelo. Sus shorts estaban llenos de tierra y su blusa igual.
Se imaginaba sus ojos rojos e hinchados, nada lejos de la realidad, mientras seguía sollozando y volvía a correr para encontrar a su hijo.
Llegó temblando al lado de Abel y se arrodilló a su lado mientras lo abrazaba.
—Abel...hijo despierta...—susurraba mientras le daba pequeñas palmadas en sus mejillas al niño.
Sus ojos azul cielo estaban cerrados y su boca que comúnmente sonreía estaba curvada en una mueca. Sus mejillas habían perdido color al igual que su tez.
Sin duda alguna el cuerpo del niño era inmóvil ya. Estaba muerto.
Volvió a llorar con su hijo en brazos mientras acunaba su rostro para mirarlo una vez más, por última vez.
La mujer lentamente miró al cielo con los ojos aún con lágrimas en ellos.
—Tú siempre serás mi Buzz Lightyear. —habló al cielo figurando que el pequeño rubio se encontraba allá mirándole— Hasta el infinito y más allá Abel.
trunks
Re: Paradise.
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El cielo es humo y fuego, las llamas se alzan cada vez más sobre las sombras que rodean ahora la ciudad, eso demuestra que el fin está aquí.
El señor de la montaña solitaria vuela por encima de la ciudad, sus alas de murciélago gigantescas arrasan con todo lo que se pone a su paso, su hermosa piel escamosa roja-dorada reluce entre la luz proveniente del caos que él mismo ha hecho.
Todos se preparan para morir, algunos se encienden ya entre las llamas que se extienden cada vez más por encima de nuestra ciudad, todos están preparados para ver arder las laderas de la montaña por segunda y última vez. La desolación esta cerca; eso todos lo saben.
Y Smaug el dorado sigue desatando el caos en la ciudad, el fuego abraza completamente la superficie flotante en el lago, gritos y llantos llenan el vacío de la noche junto con el arder de las llamas. Veo fuego en la montaña, en los árboles, en las casas y en toda la ciudad; es lo único que se puede ver, las lenguas de fuego por allá y acá.
Todo arde y mis ojos cubro, la oscuridad vuelve y con ella la muerte de mis hermanos, todo por los hijos de Durín.
Con la ciudad en llamas a mis espaldas subo al lugar en el cual mi familia fue deshonrada tiempo atrás, donde la muerte acecha, decidido a terminar con lo que mi abuelo no pudo. La flecha negra que reposa en mi espalda es finalmente descubierta ante el pueblo sobre la vivienda del emperador.
La ballesta que reposa ahí sigue ilesa y tan vieja como cuentan aún, coloco la flecha que con el tiempo escondí y comienzo a probar mi destino con amargura
Las bestias no hablan pero los dragones si, bastan un par de palabras con él para ganarme toda su atención, grandes ojos que me miran con furia rojiza. Alza sus alas frente a mi y se prepara para disparar, veo fuego dentro de él, una bola de fuego crece en su garganta cuando abre su boca sin darse cuenta de que sé su punto débil; disparo y la flecha impacta directamente en el hueco de su estómago libre de escamas.
Mientras el cielo se desmorona en pedazos su sombra se estrella sobre la ciudad del lago. Y con esa sombra sobre el suelo escucho a mi pueblo gritando. Celebrando que ha llegado al fin la desolación, no para la ciudad del lago pero si para Smaug el terrible, ellos gritan y yo miro a mi alrededor. Destrucción, caos, muerte, ruinas y victoria, pero sin embargo veo fuego ardiendo aún. Esgaroth ardió tiempo atrás; la ciudad del lago igual pero resultamos victoriosos en una segunda oportunidad.
Mientras la ciudad arde y todos huyen durante la noche, el cielo estrellado es testigo de lo ocurrido, nadie recuerda a los hijos de Durín. ¿Qué es de aquellos doce enanos y aquel pequeño que iba con ellos? Aquellos que, sin duda alguna, son los causantes de la catástrofe que causó la temible criatura, pero también los informantes de su debilidad. Los asistentes de un héroe para toda mi gente; y ese héroe soy yo.
Los gritos de victoria sobrepasan los de dolor, las caras sonrientes suplantan los muertos de vida y las palmadas que siento en mi espalda al bajar no hacen que deje de lado lo que consideran irrelevante ellos: veo fuego aún.
El señor de la montaña solitaria vuela por encima de la ciudad, sus alas de murciélago gigantescas arrasan con todo lo que se pone a su paso, su hermosa piel escamosa roja-dorada reluce entre la luz proveniente del caos que él mismo ha hecho.
Todos se preparan para morir, algunos se encienden ya entre las llamas que se extienden cada vez más por encima de nuestra ciudad, todos están preparados para ver arder las laderas de la montaña por segunda y última vez. La desolación esta cerca; eso todos lo saben.
Y Smaug el dorado sigue desatando el caos en la ciudad, el fuego abraza completamente la superficie flotante en el lago, gritos y llantos llenan el vacío de la noche junto con el arder de las llamas. Veo fuego en la montaña, en los árboles, en las casas y en toda la ciudad; es lo único que se puede ver, las lenguas de fuego por allá y acá.
Todo arde y mis ojos cubro, la oscuridad vuelve y con ella la muerte de mis hermanos, todo por los hijos de Durín.
Con la ciudad en llamas a mis espaldas subo al lugar en el cual mi familia fue deshonrada tiempo atrás, donde la muerte acecha, decidido a terminar con lo que mi abuelo no pudo. La flecha negra que reposa en mi espalda es finalmente descubierta ante el pueblo sobre la vivienda del emperador.
La ballesta que reposa ahí sigue ilesa y tan vieja como cuentan aún, coloco la flecha que con el tiempo escondí y comienzo a probar mi destino con amargura
Las bestias no hablan pero los dragones si, bastan un par de palabras con él para ganarme toda su atención, grandes ojos que me miran con furia rojiza. Alza sus alas frente a mi y se prepara para disparar, veo fuego dentro de él, una bola de fuego crece en su garganta cuando abre su boca sin darse cuenta de que sé su punto débil; disparo y la flecha impacta directamente en el hueco de su estómago libre de escamas.
Mientras el cielo se desmorona en pedazos su sombra se estrella sobre la ciudad del lago. Y con esa sombra sobre el suelo escucho a mi pueblo gritando. Celebrando que ha llegado al fin la desolación, no para la ciudad del lago pero si para Smaug el terrible, ellos gritan y yo miro a mi alrededor. Destrucción, caos, muerte, ruinas y victoria, pero sin embargo veo fuego ardiendo aún. Esgaroth ardió tiempo atrás; la ciudad del lago igual pero resultamos victoriosos en una segunda oportunidad.
Mientras la ciudad arde y todos huyen durante la noche, el cielo estrellado es testigo de lo ocurrido, nadie recuerda a los hijos de Durín. ¿Qué es de aquellos doce enanos y aquel pequeño que iba con ellos? Aquellos que, sin duda alguna, son los causantes de la catástrofe que causó la temible criatura, pero también los informantes de su debilidad. Los asistentes de un héroe para toda mi gente; y ese héroe soy yo.
Los gritos de victoria sobrepasan los de dolor, las caras sonrientes suplantan los muertos de vida y las palmadas que siento en mi espalda al bajar no hacen que deje de lado lo que consideran irrelevante ellos: veo fuego aún.
Inspired by i see fire; ed sheeran.
trunks
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