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The American Dream | NC | 2.
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Re: The American Dream | NC | 2.
He terminado mi capítulo y aviso que está largo (13 páginas) lo subiré en dos partes para que no se abrumen leyendo.
Invitado
Invitado
Re: The American Dream | NC | 2.
- Spoiler:
- Me inspiré, lo sé, ando leyendo hp, no me culpen.
sigue vale.
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Por: Felidae.
– Nathan Mallete, Lynn Fray, Demi Ackless, Carrie Morgenster.
Despertó con un sobresalto, sintiendo como su cuerpo creyó, por un minuto, que caía al vacío. Parpadeó en la penumbra mientras las imágenes de su pesadilla se borraban una por una dejando nada más que un vago recuerdo que le aseguraba que había tenido un sueño como hace mucho que no lo hacía. Talló sus ojos y estirándose, se sentó en la cama. Había perdido todo tipo de cansancio posible.
Revolvió su cabello y se metió a la ducha sin fijarse si quiera en la hora, Nathan sabía que era temprano, ¿las cuatro, quizás? Cuando salió sintió su piel fría como en una noche de invierno, se vistió rápidamente sin hacer ruido tal y salió de su habitación dando zancadas hacía el otro lado de la institución. Según parecía aún todos, incluyendo a los directores, dormían.
Se acercó por el largo pasillo de puertas y se introdujo en la que reconoció como la de Lore. Debido a que no tenía visión nocturna sólo reconoció un puñado de sombras, pero sabía de memoria cual sería la de Lorreine. La encontró muy pegada a la pared, con el rostro descansando a un lado de la almohada y las piernas casi a la altura de su pecho. Nathan se deslizó junto a ella y Lore se estremeció ante el frío contacto de su piel.
—Nate… —Murmuró con la voz ronca y somnolienta sin abrir los ojos—. Dime que eres tú.
—Soy yo, Lore. —Eso pareció calmarla y enviarla otra vez al mundo de los sueños, no sin antes estirarse y acomodarse junto a él. Sus cuerpos encajaban como las piezas hermanas de un rompecabezas. Nathan sintió que el sueño tiraba de sus parpados. De repente, junto a Lore, no le aterraba dormir y tener pesadillas.
Con ese pensamiento se quedó dormido y soñó con un espejo. El espejo no reflejaba perfectamente su rostro, no lo hacía ni por un poco, al otro lado había una persona con el infierno en sus ojos. El diablo miraba directamente a Nathan y a él le parecía más familiar de lo que él querría alguna vez admitir. Los bordes de su visión estaban borrosos, pero se intentaba enfocar lo más posible en tal hombre, sin embargo si no conociera a nadie mejor, diría que lucía exactamente como él.
Pronto se fue desvaneciendo, poco a poco a poco y se despertó con un suave meneo. Abrió los ojos para encontrar a Lore. El corazón le latía a mil.
—Nathan, ¿qué haces aquí, carajo? —Susurró.
—No podía dormir —Murmuró somnoliento mientras se estiraba.
—Tienes que irte.
— ¿Qué hora es?
— ¿Cómo las seis? —Nate enfocó a su amiga. Se notaba que recién despertaba, con sus ojos aún llorosos y la mata que tenía por cabello, además podía ver que evidentemente luchaba con un terrible dolor de cabeza, Nate esbozó una sonrisa perezosa y con un silencioso quejido se incorporó.
Cuando se orientó, encontró que las sombras que había visto al llegar adquirían forma: En un lado estaba Lya, quien dormida parecía poseer la paz más grande del mundo, sin un ápice de maquillaje o de ropa que dejaba demasiado a la imaginación lucía muy bonita. Nate se prometió que si se hacía más amigo de ella, la protegería exactamente como protegía a Lore.
Junto a la otra pared había una chica que él no conocía (pero que eventualmente lo haría al venir más seguido a la habitación) y más allá, estaba Carrie quien dormía en posición fetal; no podía ver su rostro, sólo sus rodillas y su mata espesa de cabello castaño. Se despidió en silencio y se fue asegurándose de que no hubiera nadie. Trotó hacía la cafetería para estirar los músculos y encontró a Lynn con una taza de café garabateando algo un block de hojas. Pidió café con leche y se acercó sin hacer ruido hasta dónde estaba la rubia, la observó trabajar lo que parecían horas.
Esbozó una sonrisa socarrona al darle forma al dibujo.
No era tan malo (¿cómo podía ser malo?) el hecho de que no pudiera dormir. Era normal en ella, después de todo el asunto de la fiesta, después de todo el asunto del novio de sophie, después de todo el asunto de sophie.
Pero Lynn no se veía tan privada del sueño desde hacía ya mucho, cuando había comenzado a tocar a Bach y dibujaba cuervos picoteando un cadáver aún caliente de una joven muy parecida a ella que lloraba sangre. Sí, Lynn había obtenido noches enteras sin pesadillas y medias lunas desvaneciéndose en su brazo en aquellos tiempos, cuando se colocaba audífonos para no escuchar a Justin golpear a su madre y a Louis follándose a la putilla de turno.
Sin embargo hoy, el primer día en ese instituto que ya no le parecía sin tan maravilloso ni tan emocionante, no había pegado el ojo en toda la noche mientras observaba, con la luz de la luna derramándose de la ventana que ella evitó cerrar, los patrones del techo e intentaba darles sentido mientras se imaginaba viviendo otra vida, con otra familia, con otra situación.
Finalmente cuando sintió que sus músculos pedían a gritos estirarse y su mente pedía llorando que se levantara de una buena vez, tiró sus sábanas a un lado y se metió en la ducha sin hacer ruido alguno. Para entonces el amanecer había comenzado a molestar sus ojos con lo que cubrió finalmente la cortina para evitar molestar a sus amigas y mientras se vestía y se peinaba el cabello de paja se preguntó qué habría de fantástico en ese día y por qué se había metido en ese terrible lugar.
Quería salir de inmediato. Sin embargo sabía, sabía porque había leído el manual cerca de cincuenta veces, que no podría cancelar la matrícula. Así como sabría que sería expuesta a castigos y que así mismo podía ser expulsada.
Lynn consideró que podría incumplir las normas, sólo había tres strikes para su liberación, no tenía por qué ser difícil, pero su lado orgulloso sacó pecho diciendo que esa no era la forma en la que quería salir de la institución del infierno, ¿expulsada? No, no, Lynn quería salir por la puerta grande y con la cabeza en alto. Envió así sus pensamientos sobre rendirse a lo más profundo de su mente y se preocupó principalmente por otros asuntos.
Siendo apenas las seis de la mañana y con block, lápiz y goma en mano salió de su cuarto, entró a la cafetería y vio que las cocineras ya empezaban su labor, se acercó y pidió amablemente un café el cual no le negaron que calentó sus manos en tanto lo acunó entre ellas y quemó sus labios y su lengua cuando tomó el primer sorbo mientras sentía que el vapor acariciaba su rostro. Con la lengua inmovilizada e insensible se sentó en una de las mesas que vio y comenzó a garabatear sin pensar realmente lo que hacía. En su hoja de papel apareció un dibujo que ni siquiera ella recordó exactamente.
Una rosa con dos rostros a su lado parecía ser el resultado de su arte. Se rebanó los sesos intentando recordar dónde había visto tal imagen y preguntándose por qué la había hecho tan fácilmente. Había tenido que observarla otras veces, varias veces, detalladamente porque mientras más se movía su mano, más matices y tonos adquiría. Casi parecía que su mano se moviera sola. A un punto del dibujo tiró el lápiz aterrada a un lado de la mesa y observó aterrada su brillante nueva obra de arte.
Después de la reunión, Demi no sabía qué hacer exactamente. Sentía ese día como un día de escuela cualquiera, en los que se levantaba con un solo pensamiento en mente: volver a dormir. Había tomado clases de modelaje y como le pareció que sería estúpido sólo estar en una clase, se metió también en la de actuación. ¿Qué más daba? Era modelo, podía manejar su cuerpo.
Observaba distraída el cuaderno que tenía entre manos y se cuestionaba sobre los aspectos de la vida sin nada qué hacer más que mover los pies como niña pequeña debido a su poca estatura. Demi siempre se cuestionaba por qué era tan pequeña cuando ella, su padre, su madre y Charles superaban todos el metro con setenta y cinco. No, ella tenía que medir un metro con sesenta y uno. Mordisqueó la goma del lápiz mientras pensaba qué colocaría como portada.
Elevó la vista con el lápiz aún en la boca sintiendo como si un radar se activara y anunciara alegremente la presencia de aquel con el que compartía lazo sanguíneo. Buscó entre las cabezas una mata de cabello castaño y ruloso y la encontró hablando con una chica. Demi tragó un pedazo de goma mientras observaba la situación.
A veces olvidaba que él era sólo un adolescente, así como ella. Técnicamente ella no lo culpaba por nada, porque ella no era así. Sí Charles había querido marcharse era cuestión de él, eso no quita el amargo dolor en el pecho cada vez que pensaba en él y las veces que lloró pensando en que sí estuviera él las cosas serían diferentes. Pero Demi no se iba a quedar ahí llorando como si fuera la víctima, no sería una cobarde. Había tomado las riendas de su vida y estaba ahí por ella y por nadie más.
Bueno, casi algo como eso. Miró hacia el otro lado. Una rubia hablaba entretenidamente con un chico de cabello castaño, comenzó a morder más duro el lápiz. Demi había estado en fiestas antes, sabía que las personas ligaban y luego nunca más volvían a tocar el tema, sólo que ella había sido tan apartada de todo ello que no sabía si era de las veces en la que dejas el tema de lado o lo abordas, con esa duda en mente, había evitado a Simone toda la mañana.
Siendo sincera no tenía ni idea de qué iba a estudiar ella, suponiendo que lo sabría luego, pero ella era una persona curiosa, de las que mete la mano al fuego para saber si realmente quema, lo que le había costado un par de experiencias de vida cuando era pequeña. Demi se cuestionó por qué realmente su sexualidad era un problema para ella. No que no le gustara ser homosexual, la verdad ni siquiera le importaba, quizás sería que era aún bastante joven y reservada. Y vulnerable, sobre todo eso.
—Demi. —Escuchó a su lado, se giró para encontrar al chico con él que había compartido un par de palabras la noche anterior; Nathan.
—Hey —Dijo animadamente, este se sentó junto a ella, él sí tocaba el piso con los pies—. Qué tal, Natt.
—Natt, dios mío —Lucía extrañado y divertido—. Me dicen de muchas maneras, Dems: Nate, Nathan, Nathaniel. Nunca me dijeron Natt.
—Bien, seré la primera —Comentó moviendo los pies animadamente—. Aún no me respondes.
—Ah, todo bien por mi parte. Lore, la conocerás, ¿la de comentarios mordaces? Hizo tantas tonterías anoche que tendré para reírme de ella semanas. —Demi sonrió y dejó el lápiz en la mitad del cuaderno.
— ¿Y tú que estudias?
—Huh, cambio repentino de tema —Dijo con un tono que Demi no logró identificar, ¿curiosidad? Podría ser. Ella no quería hablar de tonterías de ebrios, en realidad—. Bueno, soy músico.
— ¿Cantas? —Comentó algo extrañada.
—No, no. Toco batería, bajo, guitarra y piano. Alguien tiene que hacer la música, sino las bandas no existiría y todo sería cuestión de boy/girl-bands estúpidas.
—Tenemos a un crítico de la música por aquí. —Comentó con sarcasmo, Nate sonrió, mostrando todos los dientes.
—No sólo de música —Comentó casualmente—. Entonces… ¿qué pasó entre tú y la rubia esa del fondo? —Dijo apuntando con la cabeza, Demi siguió el ademán aunque sabía lo que vería.
— ¿Simone? No mucho —Nathan le dedicó una mirada y Demi sintió sus mejillas teñirse carmesí—, ¡No, no! Quiero decir, es que… ¡Dios, Natt, si me miras así me la haces difícil! —El moreno largó una carcajada, Demi se rio y pasó una mano por su rostro sonrojado.
—No te miro entonces —Dijo y se cubrió los ojos, esta vez fue Demi quien se rio.
—Bien, mira, estaban estos chicos que la estaban molestando por ser homosexual y entonces yo salí en su defensa confesando que soy homosexual también y quedé en completo ridículo y bueno… más tarde, ella estaba ebria, y quería disculparse y hablar y al final me tenía contra la pared y yo no podía huir y me besó. Pero fue un beso casto y, dios, Natt, te burlas de mí. —Nate se descubrió el rostro, tenía una sonrisa sincera en el rostro.
—Hey, mujercita, no quedas en ridículo por ser homosexual, quedas en ridículo por molestar a los homosexuales. Y sí algún imbécil hace algún comentario, déjamelo a mí, ¿vale?
— ¿Cómo sabías que soy homosexual?
—Demi, he estado rodeado de homosexuales en potencia toda mi vida, son cosas que simplemente sabes.
—Bien, vale. Sí tú dices… Sabes, hace poco he estado hablando con Rex, un amigo mío, sobre el extraño odio de tiene Lore por Jena, no sé si tu sabrás algo.
—Justamente tenía la misma duda, pero le pregunté esta mañana y me dijo que no, al menos no vi duda en sus ojos, así que si miente y tiene algo contra ella porque la conoce de algo o quien sabe, lo oculta muy bien. Lo dice su mejor amigo de toda la vida.
— ¿Toda la vida? Dios, Natt, ¿Cómo la soportas?
—Bueno, no lo sé, créeme… Es complicado, Lore y yo tenemos “fases”, ¿sabes? Crecimos juntos la verdad, crecí con ella, ambos teníamos problemas. Yo más que ella si es sobre alardear pero bueno, la cuestión es que cuando sabes por lo que ha pasado, entiendes su actitud, su coraza contra el mundo. Luego están en los que realmente confía, que a la larga somos pocos, y es una persona diferente, no diría que el cien por ciento, pero al menos aprendes a tratarla. Quiero a Lore, así de imposible como suene, y ella me quiere a mí, y si bien estamos hablando como personas civilizadas es porque me agradas, pero puedo llegar a ser una patada en los dientes, lo digo en serio… Yo sólo digo que es una chica con el peso del mundo en sus hombros. Es testaruda, no dejará que le ayudes con su carga, y nunca, nunca se mostrará débil a menos que esté completamente destruida. Seguramente no lo verás así, pero para mí, Lore es una gran persona.
—Suenas muy convencido.
—Bueno, lo estoy. Confío en Lore con los ojos cerrados.
—Eso está bien. Espero llegar a querer a Rex así como quieres a Lore.
—El cariño nunca es igual, es como las huellas digitales o los copos de nieve. Tengo que irme, bonita charla, a propósito. Y, uhm, ¿Dems?
— ¿Si, Natt?
—Deberías aclarar las cosas con Simone. —Le guiñó un ojo y se marchó. Demi observó el cuaderno en su regazo cuando el timbre irrumpió estridentemente en sus oídos. Suspiró y se levantó, dispuesta a ir a su siguiente clase.
Para Carrie era más sencillo no preocuparse por tantas cosas al mismo tiempo. Tenía clase de escritura dónde seguramente (segurísimo) se encontraría con Travis e intentaría tomarse todo con calma porque en general pensar mucho hacia que le doliera la cabeza como no te imaginas.
Toda su vida, desde que perdió a su madre, comenzó a ser tratada de una manera diferente, si era por la forma en la que pensaba o las elocuencias que decía, Carrie no lo tenía en claro, lo que sí sabía era que todos pensaban que era estúpida o que estaba loca. No, Carrie no estaba loca, seguramente estaba más cuerda que mucha gente en ese lugar, sólo que cuando pasas por cosas como las que ha pasado la vida adquiere matices diferentes, matices que para los demás son raros.
Carrie no se quejaba, ni se sentía mal, ni siquiera le importaba lo que la multitud dijera de ella, lo que le aterraba era la multitud en sí. Adolescentes dispuestos a llevarse al mundo por delante, qué miedo.
De cualquier manera, ella mantenía sus ojos bien enfocados en los libros mientras buscaba alguno de Agatha Cristie, si encontrara Diez Negritos sería fantástico. Se acercaba al género policiaco cuando rebotó contra el cuerpo de una chica. Carrie no hacía más que tropezar con todos y todo, a ese paso necesitaría ponerse rodilleras, coderas y casco en lo que duraba su estadía en ese lugar.
—Lo siento mucho, no te vi. —Escuchó que alguien exclamaba y sintió un par de manos tirando de ella, se dejó llevar y se encontró con una chica de cabello castaño muy linda, le sonrió torpemente.
—No, es mi culpa. Buscaba un libro y… —Se fijó que la chica tenía un puñado de libros, entre ellos el que ella buscaba. Suspiró—. Y es el que tiene ahí. —La chica castaña miró al manojo de libros y comprendió.
—Lo siento mucho, sí lo necesitas…
— ¡No!, no. Lo leí hace mucho, es sólo que me dejé mi ejemplar en casa —Se golpeó la frente en broma—. Torpe que soy.
—Vale. Soy Maggie.
—Un gusto Maggie, soy Carrie.
—Y bueno, ¿tienes clase de…?
—Escritura, pintura. Sí, con suerte algún día venderé un best-seller o algo así.
—Bueno, yo lo leería un libro de Carrie…
—Morgenster. —Completó
—Tienes nombre de escritora.
—Quizás lo abrevie, como J. K. Rowlling. Algo como C. M. Nourth.
—Bueno, ella lo hizo para que se leyeran sus libros, en eso entonces el machismo aún abundaba bastante.
—No es como si fuera muy diferente de ahora, de cualquier manera. —Comentó encogiéndose de hombros, se enfocó en la estantería con libros que tenía frente a ella. Un libro con pasta no tan antigua llamó su atención, tiró de él y al ver que no tenía título, abrió la primera página para buscarlo.
En letras enormes se leían las palabras “Carretera Maldita” y más abajo decía el autor del libro: Stephen King.
—Gran libro —Comentó Maggie. Carrie le echó una ojeada y decidió por quedárselo.
—Entonces me lo recomiendas —Comentó casualmente mientras buscaba algo más, Maggie también había comenzado a buscar por las repisas.
—Definitivamente. Por qué no te lo lees y me dices qué te parece.
—No creo que mi opinión sea muy constructiva, quiero decir, tienes pinta de ser tan inteligente, y entonces estoy yo —murmuró sin escuchar lo que decía realmente—, traumada, disléxica… —Con un libro a medio sacar se dio cuenta de lo que había dicho y se sintió estúpida. Cuando se giró a Maggie esta la mirada sorprendida.
— ¿Eres… eres disléxica? —Ahora Ma
ggie la miraba como sí hubiera hecho un comentario de las hadas. Carrie tiró del libro mientras asentía con algo de vergüenza.
—Lo siento, Nathan me dice que no debo hablar de mi condición. Es sólo que a veces digo cosas por decirlas, lo siento. —No miraba a Maggie, leía el título del libro, “El club de los incomprendidos”. Pasó los dedos por el hundido con el nombre del autor, Gilbert Keith Chesterton.
—No está mal, no la verdad. Sí alguna vez… alguna vez necesitas ayuda con algo, yo estoy dispuesta a ayudarte, en serio…
—No quiero tu pena —Dijo algo más hosca de lo normal. Miró a Maggie quien se sonrojaba y seguía buscando—. Ah, lo siento. Es sólo que este libro —Lo levantó para que Maggie lo observara—, “El club de los incomprendidos”, era el favorito de mi madre. Siempre lo leía. —Abrió el libro en la mitad y comenzó a leer—. “¿Por qué? ¡Pues porque estaba en medio de la carretera, naturalmente!” estalló el joven “Habría podido estar muy pronto en medio del cementerio del Keusal Green. Y, hablando más claro, podría decir que este hombre debería encontrarse ahora en medio del Hanwell Asylum. Puede haberse escapado de allí, y así lo creo yo, cuando se pasea por en medio de una carretera como ésta y vuelve su cabeza para admirar el paisaje, como si estuviera solo en medio del desierto del Sahara. Porque cualquier idiota medio razonable de esta ciudad moderna sabe que los automovilistas no pueden ver lo que hay al otro lado de esta colina cuando suben hacia la cima, y si yo no hubiera oído el automóvil…” —No encontró voz para seguirlo leyendo, cerró el libro y lo colocó sobre el de Stephen.
—Tu madre, ella… ¿está bien?
—Murió —Dijo, pero esta vez no era ni cortante ni agresiva, sólo sonaba ausente—, si es a lo que te refieres, de cualquier manera —Comentó encogiéndose de hombros.
—Lo siento mucho.
—Sí, también yo. Creo que está mejor dónde quiera que esté —Tiró de un último libro. “Las normas de la casa” de Jordi Picout—. ¿Estás buscando algo en específico? ¿Quieres que te ayude?
—No, creo que estaré bien con este batallón de libros —Dijo señalando su pila.
—Necesitas ayuda entonces. —Dijo y sin decir más tiró de los libros de Maggie dejándola con la mitad. Maggie comenzó a caminar junto a ella mientras salían por el largo pasadizo lleno de libros.
—Y te parece, no sé, después de clases, ¿tomar un café?
—Eso sería espectacular. No tengo más qué hacer, de cualquier manera.
A la puerta de la biblioteca, justo cuando el timbre anunciaba que las clases iniciaban, Carrie le entregó los libros a Maggie, ella agradeció y recordó lo del café, Carrie se despidió con un gesto con la mano y se alejó camino a la clase de escritura… deteniéndose inmediato porque iba en la dirección contraria. Con un suspiro cansado se giró en redondo y apretó el paso camino a su clase con los ojos fijos en el suelo, casualmente se encontró mirando su pila de libros, había algo mal pero no sabía qué.
Se detuvo en seco cuando supo por qué, durante cinco minutos había estado mirando la carátula con dos estatuas negras enterradas en la arena y el gran título en la parte superior. “Diez Negritos”. Se giró con la esperanza de encontrar a Maggie pero no había rastro de ella, sintiéndose de lo peor se giró y camino hacía su clase de escritura.
Se lo devolvería después.
Revolvió su cabello y se metió a la ducha sin fijarse si quiera en la hora, Nathan sabía que era temprano, ¿las cuatro, quizás? Cuando salió sintió su piel fría como en una noche de invierno, se vistió rápidamente sin hacer ruido tal y salió de su habitación dando zancadas hacía el otro lado de la institución. Según parecía aún todos, incluyendo a los directores, dormían.
Se acercó por el largo pasillo de puertas y se introdujo en la que reconoció como la de Lore. Debido a que no tenía visión nocturna sólo reconoció un puñado de sombras, pero sabía de memoria cual sería la de Lorreine. La encontró muy pegada a la pared, con el rostro descansando a un lado de la almohada y las piernas casi a la altura de su pecho. Nathan se deslizó junto a ella y Lore se estremeció ante el frío contacto de su piel.
—Nate… —Murmuró con la voz ronca y somnolienta sin abrir los ojos—. Dime que eres tú.
—Soy yo, Lore. —Eso pareció calmarla y enviarla otra vez al mundo de los sueños, no sin antes estirarse y acomodarse junto a él. Sus cuerpos encajaban como las piezas hermanas de un rompecabezas. Nathan sintió que el sueño tiraba de sus parpados. De repente, junto a Lore, no le aterraba dormir y tener pesadillas.
Con ese pensamiento se quedó dormido y soñó con un espejo. El espejo no reflejaba perfectamente su rostro, no lo hacía ni por un poco, al otro lado había una persona con el infierno en sus ojos. El diablo miraba directamente a Nathan y a él le parecía más familiar de lo que él querría alguna vez admitir. Los bordes de su visión estaban borrosos, pero se intentaba enfocar lo más posible en tal hombre, sin embargo si no conociera a nadie mejor, diría que lucía exactamente como él.
Pronto se fue desvaneciendo, poco a poco a poco y se despertó con un suave meneo. Abrió los ojos para encontrar a Lore. El corazón le latía a mil.
—Nathan, ¿qué haces aquí, carajo? —Susurró.
—No podía dormir —Murmuró somnoliento mientras se estiraba.
—Tienes que irte.
— ¿Qué hora es?
— ¿Cómo las seis? —Nate enfocó a su amiga. Se notaba que recién despertaba, con sus ojos aún llorosos y la mata que tenía por cabello, además podía ver que evidentemente luchaba con un terrible dolor de cabeza, Nate esbozó una sonrisa perezosa y con un silencioso quejido se incorporó.
Cuando se orientó, encontró que las sombras que había visto al llegar adquirían forma: En un lado estaba Lya, quien dormida parecía poseer la paz más grande del mundo, sin un ápice de maquillaje o de ropa que dejaba demasiado a la imaginación lucía muy bonita. Nate se prometió que si se hacía más amigo de ella, la protegería exactamente como protegía a Lore.
Junto a la otra pared había una chica que él no conocía (pero que eventualmente lo haría al venir más seguido a la habitación) y más allá, estaba Carrie quien dormía en posición fetal; no podía ver su rostro, sólo sus rodillas y su mata espesa de cabello castaño. Se despidió en silencio y se fue asegurándose de que no hubiera nadie. Trotó hacía la cafetería para estirar los músculos y encontró a Lynn con una taza de café garabateando algo un block de hojas. Pidió café con leche y se acercó sin hacer ruido hasta dónde estaba la rubia, la observó trabajar lo que parecían horas.
Esbozó una sonrisa socarrona al darle forma al dibujo.
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No era tan malo (¿cómo podía ser malo?) el hecho de que no pudiera dormir. Era normal en ella, después de todo el asunto de la fiesta, después de todo el asunto del novio de sophie, después de todo el asunto de sophie.
Pero Lynn no se veía tan privada del sueño desde hacía ya mucho, cuando había comenzado a tocar a Bach y dibujaba cuervos picoteando un cadáver aún caliente de una joven muy parecida a ella que lloraba sangre. Sí, Lynn había obtenido noches enteras sin pesadillas y medias lunas desvaneciéndose en su brazo en aquellos tiempos, cuando se colocaba audífonos para no escuchar a Justin golpear a su madre y a Louis follándose a la putilla de turno.
Sin embargo hoy, el primer día en ese instituto que ya no le parecía sin tan maravilloso ni tan emocionante, no había pegado el ojo en toda la noche mientras observaba, con la luz de la luna derramándose de la ventana que ella evitó cerrar, los patrones del techo e intentaba darles sentido mientras se imaginaba viviendo otra vida, con otra familia, con otra situación.
Finalmente cuando sintió que sus músculos pedían a gritos estirarse y su mente pedía llorando que se levantara de una buena vez, tiró sus sábanas a un lado y se metió en la ducha sin hacer ruido alguno. Para entonces el amanecer había comenzado a molestar sus ojos con lo que cubrió finalmente la cortina para evitar molestar a sus amigas y mientras se vestía y se peinaba el cabello de paja se preguntó qué habría de fantástico en ese día y por qué se había metido en ese terrible lugar.
Quería salir de inmediato. Sin embargo sabía, sabía porque había leído el manual cerca de cincuenta veces, que no podría cancelar la matrícula. Así como sabría que sería expuesta a castigos y que así mismo podía ser expulsada.
Lynn consideró que podría incumplir las normas, sólo había tres strikes para su liberación, no tenía por qué ser difícil, pero su lado orgulloso sacó pecho diciendo que esa no era la forma en la que quería salir de la institución del infierno, ¿expulsada? No, no, Lynn quería salir por la puerta grande y con la cabeza en alto. Envió así sus pensamientos sobre rendirse a lo más profundo de su mente y se preocupó principalmente por otros asuntos.
Siendo apenas las seis de la mañana y con block, lápiz y goma en mano salió de su cuarto, entró a la cafetería y vio que las cocineras ya empezaban su labor, se acercó y pidió amablemente un café el cual no le negaron que calentó sus manos en tanto lo acunó entre ellas y quemó sus labios y su lengua cuando tomó el primer sorbo mientras sentía que el vapor acariciaba su rostro. Con la lengua inmovilizada e insensible se sentó en una de las mesas que vio y comenzó a garabatear sin pensar realmente lo que hacía. En su hoja de papel apareció un dibujo que ni siquiera ella recordó exactamente.
Una rosa con dos rostros a su lado parecía ser el resultado de su arte. Se rebanó los sesos intentando recordar dónde había visto tal imagen y preguntándose por qué la había hecho tan fácilmente. Había tenido que observarla otras veces, varias veces, detalladamente porque mientras más se movía su mano, más matices y tonos adquiría. Casi parecía que su mano se moviera sola. A un punto del dibujo tiró el lápiz aterrada a un lado de la mesa y observó aterrada su brillante nueva obra de arte.
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Después de la reunión, Demi no sabía qué hacer exactamente. Sentía ese día como un día de escuela cualquiera, en los que se levantaba con un solo pensamiento en mente: volver a dormir. Había tomado clases de modelaje y como le pareció que sería estúpido sólo estar en una clase, se metió también en la de actuación. ¿Qué más daba? Era modelo, podía manejar su cuerpo.
Observaba distraída el cuaderno que tenía entre manos y se cuestionaba sobre los aspectos de la vida sin nada qué hacer más que mover los pies como niña pequeña debido a su poca estatura. Demi siempre se cuestionaba por qué era tan pequeña cuando ella, su padre, su madre y Charles superaban todos el metro con setenta y cinco. No, ella tenía que medir un metro con sesenta y uno. Mordisqueó la goma del lápiz mientras pensaba qué colocaría como portada.
Elevó la vista con el lápiz aún en la boca sintiendo como si un radar se activara y anunciara alegremente la presencia de aquel con el que compartía lazo sanguíneo. Buscó entre las cabezas una mata de cabello castaño y ruloso y la encontró hablando con una chica. Demi tragó un pedazo de goma mientras observaba la situación.
A veces olvidaba que él era sólo un adolescente, así como ella. Técnicamente ella no lo culpaba por nada, porque ella no era así. Sí Charles había querido marcharse era cuestión de él, eso no quita el amargo dolor en el pecho cada vez que pensaba en él y las veces que lloró pensando en que sí estuviera él las cosas serían diferentes. Pero Demi no se iba a quedar ahí llorando como si fuera la víctima, no sería una cobarde. Había tomado las riendas de su vida y estaba ahí por ella y por nadie más.
Bueno, casi algo como eso. Miró hacia el otro lado. Una rubia hablaba entretenidamente con un chico de cabello castaño, comenzó a morder más duro el lápiz. Demi había estado en fiestas antes, sabía que las personas ligaban y luego nunca más volvían a tocar el tema, sólo que ella había sido tan apartada de todo ello que no sabía si era de las veces en la que dejas el tema de lado o lo abordas, con esa duda en mente, había evitado a Simone toda la mañana.
Siendo sincera no tenía ni idea de qué iba a estudiar ella, suponiendo que lo sabría luego, pero ella era una persona curiosa, de las que mete la mano al fuego para saber si realmente quema, lo que le había costado un par de experiencias de vida cuando era pequeña. Demi se cuestionó por qué realmente su sexualidad era un problema para ella. No que no le gustara ser homosexual, la verdad ni siquiera le importaba, quizás sería que era aún bastante joven y reservada. Y vulnerable, sobre todo eso.
—Demi. —Escuchó a su lado, se giró para encontrar al chico con él que había compartido un par de palabras la noche anterior; Nathan.
—Hey —Dijo animadamente, este se sentó junto a ella, él sí tocaba el piso con los pies—. Qué tal, Natt.
—Natt, dios mío —Lucía extrañado y divertido—. Me dicen de muchas maneras, Dems: Nate, Nathan, Nathaniel. Nunca me dijeron Natt.
—Bien, seré la primera —Comentó moviendo los pies animadamente—. Aún no me respondes.
—Ah, todo bien por mi parte. Lore, la conocerás, ¿la de comentarios mordaces? Hizo tantas tonterías anoche que tendré para reírme de ella semanas. —Demi sonrió y dejó el lápiz en la mitad del cuaderno.
— ¿Y tú que estudias?
—Huh, cambio repentino de tema —Dijo con un tono que Demi no logró identificar, ¿curiosidad? Podría ser. Ella no quería hablar de tonterías de ebrios, en realidad—. Bueno, soy músico.
— ¿Cantas? —Comentó algo extrañada.
—No, no. Toco batería, bajo, guitarra y piano. Alguien tiene que hacer la música, sino las bandas no existiría y todo sería cuestión de boy/girl-bands estúpidas.
—Tenemos a un crítico de la música por aquí. —Comentó con sarcasmo, Nate sonrió, mostrando todos los dientes.
—No sólo de música —Comentó casualmente—. Entonces… ¿qué pasó entre tú y la rubia esa del fondo? —Dijo apuntando con la cabeza, Demi siguió el ademán aunque sabía lo que vería.
— ¿Simone? No mucho —Nathan le dedicó una mirada y Demi sintió sus mejillas teñirse carmesí—, ¡No, no! Quiero decir, es que… ¡Dios, Natt, si me miras así me la haces difícil! —El moreno largó una carcajada, Demi se rio y pasó una mano por su rostro sonrojado.
—No te miro entonces —Dijo y se cubrió los ojos, esta vez fue Demi quien se rio.
—Bien, mira, estaban estos chicos que la estaban molestando por ser homosexual y entonces yo salí en su defensa confesando que soy homosexual también y quedé en completo ridículo y bueno… más tarde, ella estaba ebria, y quería disculparse y hablar y al final me tenía contra la pared y yo no podía huir y me besó. Pero fue un beso casto y, dios, Natt, te burlas de mí. —Nate se descubrió el rostro, tenía una sonrisa sincera en el rostro.
—Hey, mujercita, no quedas en ridículo por ser homosexual, quedas en ridículo por molestar a los homosexuales. Y sí algún imbécil hace algún comentario, déjamelo a mí, ¿vale?
— ¿Cómo sabías que soy homosexual?
—Demi, he estado rodeado de homosexuales en potencia toda mi vida, son cosas que simplemente sabes.
—Bien, vale. Sí tú dices… Sabes, hace poco he estado hablando con Rex, un amigo mío, sobre el extraño odio de tiene Lore por Jena, no sé si tu sabrás algo.
—Justamente tenía la misma duda, pero le pregunté esta mañana y me dijo que no, al menos no vi duda en sus ojos, así que si miente y tiene algo contra ella porque la conoce de algo o quien sabe, lo oculta muy bien. Lo dice su mejor amigo de toda la vida.
— ¿Toda la vida? Dios, Natt, ¿Cómo la soportas?
—Bueno, no lo sé, créeme… Es complicado, Lore y yo tenemos “fases”, ¿sabes? Crecimos juntos la verdad, crecí con ella, ambos teníamos problemas. Yo más que ella si es sobre alardear pero bueno, la cuestión es que cuando sabes por lo que ha pasado, entiendes su actitud, su coraza contra el mundo. Luego están en los que realmente confía, que a la larga somos pocos, y es una persona diferente, no diría que el cien por ciento, pero al menos aprendes a tratarla. Quiero a Lore, así de imposible como suene, y ella me quiere a mí, y si bien estamos hablando como personas civilizadas es porque me agradas, pero puedo llegar a ser una patada en los dientes, lo digo en serio… Yo sólo digo que es una chica con el peso del mundo en sus hombros. Es testaruda, no dejará que le ayudes con su carga, y nunca, nunca se mostrará débil a menos que esté completamente destruida. Seguramente no lo verás así, pero para mí, Lore es una gran persona.
—Suenas muy convencido.
—Bueno, lo estoy. Confío en Lore con los ojos cerrados.
—Eso está bien. Espero llegar a querer a Rex así como quieres a Lore.
—El cariño nunca es igual, es como las huellas digitales o los copos de nieve. Tengo que irme, bonita charla, a propósito. Y, uhm, ¿Dems?
— ¿Si, Natt?
—Deberías aclarar las cosas con Simone. —Le guiñó un ojo y se marchó. Demi observó el cuaderno en su regazo cuando el timbre irrumpió estridentemente en sus oídos. Suspiró y se levantó, dispuesta a ir a su siguiente clase.
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Para Carrie era más sencillo no preocuparse por tantas cosas al mismo tiempo. Tenía clase de escritura dónde seguramente (segurísimo) se encontraría con Travis e intentaría tomarse todo con calma porque en general pensar mucho hacia que le doliera la cabeza como no te imaginas.
Toda su vida, desde que perdió a su madre, comenzó a ser tratada de una manera diferente, si era por la forma en la que pensaba o las elocuencias que decía, Carrie no lo tenía en claro, lo que sí sabía era que todos pensaban que era estúpida o que estaba loca. No, Carrie no estaba loca, seguramente estaba más cuerda que mucha gente en ese lugar, sólo que cuando pasas por cosas como las que ha pasado la vida adquiere matices diferentes, matices que para los demás son raros.
Carrie no se quejaba, ni se sentía mal, ni siquiera le importaba lo que la multitud dijera de ella, lo que le aterraba era la multitud en sí. Adolescentes dispuestos a llevarse al mundo por delante, qué miedo.
De cualquier manera, ella mantenía sus ojos bien enfocados en los libros mientras buscaba alguno de Agatha Cristie, si encontrara Diez Negritos sería fantástico. Se acercaba al género policiaco cuando rebotó contra el cuerpo de una chica. Carrie no hacía más que tropezar con todos y todo, a ese paso necesitaría ponerse rodilleras, coderas y casco en lo que duraba su estadía en ese lugar.
—Lo siento mucho, no te vi. —Escuchó que alguien exclamaba y sintió un par de manos tirando de ella, se dejó llevar y se encontró con una chica de cabello castaño muy linda, le sonrió torpemente.
—No, es mi culpa. Buscaba un libro y… —Se fijó que la chica tenía un puñado de libros, entre ellos el que ella buscaba. Suspiró—. Y es el que tiene ahí. —La chica castaña miró al manojo de libros y comprendió.
—Lo siento mucho, sí lo necesitas…
— ¡No!, no. Lo leí hace mucho, es sólo que me dejé mi ejemplar en casa —Se golpeó la frente en broma—. Torpe que soy.
—Vale. Soy Maggie.
—Un gusto Maggie, soy Carrie.
—Y bueno, ¿tienes clase de…?
—Escritura, pintura. Sí, con suerte algún día venderé un best-seller o algo así.
—Bueno, yo lo leería un libro de Carrie…
—Morgenster. —Completó
—Tienes nombre de escritora.
—Quizás lo abrevie, como J. K. Rowlling. Algo como C. M. Nourth.
—Bueno, ella lo hizo para que se leyeran sus libros, en eso entonces el machismo aún abundaba bastante.
—No es como si fuera muy diferente de ahora, de cualquier manera. —Comentó encogiéndose de hombros, se enfocó en la estantería con libros que tenía frente a ella. Un libro con pasta no tan antigua llamó su atención, tiró de él y al ver que no tenía título, abrió la primera página para buscarlo.
En letras enormes se leían las palabras “Carretera Maldita” y más abajo decía el autor del libro: Stephen King.
—Gran libro —Comentó Maggie. Carrie le echó una ojeada y decidió por quedárselo.
—Entonces me lo recomiendas —Comentó casualmente mientras buscaba algo más, Maggie también había comenzado a buscar por las repisas.
—Definitivamente. Por qué no te lo lees y me dices qué te parece.
—No creo que mi opinión sea muy constructiva, quiero decir, tienes pinta de ser tan inteligente, y entonces estoy yo —murmuró sin escuchar lo que decía realmente—, traumada, disléxica… —Con un libro a medio sacar se dio cuenta de lo que había dicho y se sintió estúpida. Cuando se giró a Maggie esta la mirada sorprendida.
— ¿Eres… eres disléxica? —Ahora Ma
ggie la miraba como sí hubiera hecho un comentario de las hadas. Carrie tiró del libro mientras asentía con algo de vergüenza.
—Lo siento, Nathan me dice que no debo hablar de mi condición. Es sólo que a veces digo cosas por decirlas, lo siento. —No miraba a Maggie, leía el título del libro, “El club de los incomprendidos”. Pasó los dedos por el hundido con el nombre del autor, Gilbert Keith Chesterton.
—No está mal, no la verdad. Sí alguna vez… alguna vez necesitas ayuda con algo, yo estoy dispuesta a ayudarte, en serio…
—No quiero tu pena —Dijo algo más hosca de lo normal. Miró a Maggie quien se sonrojaba y seguía buscando—. Ah, lo siento. Es sólo que este libro —Lo levantó para que Maggie lo observara—, “El club de los incomprendidos”, era el favorito de mi madre. Siempre lo leía. —Abrió el libro en la mitad y comenzó a leer—. “¿Por qué? ¡Pues porque estaba en medio de la carretera, naturalmente!” estalló el joven “Habría podido estar muy pronto en medio del cementerio del Keusal Green. Y, hablando más claro, podría decir que este hombre debería encontrarse ahora en medio del Hanwell Asylum. Puede haberse escapado de allí, y así lo creo yo, cuando se pasea por en medio de una carretera como ésta y vuelve su cabeza para admirar el paisaje, como si estuviera solo en medio del desierto del Sahara. Porque cualquier idiota medio razonable de esta ciudad moderna sabe que los automovilistas no pueden ver lo que hay al otro lado de esta colina cuando suben hacia la cima, y si yo no hubiera oído el automóvil…” —No encontró voz para seguirlo leyendo, cerró el libro y lo colocó sobre el de Stephen.
—Tu madre, ella… ¿está bien?
—Murió —Dijo, pero esta vez no era ni cortante ni agresiva, sólo sonaba ausente—, si es a lo que te refieres, de cualquier manera —Comentó encogiéndose de hombros.
—Lo siento mucho.
—Sí, también yo. Creo que está mejor dónde quiera que esté —Tiró de un último libro. “Las normas de la casa” de Jordi Picout—. ¿Estás buscando algo en específico? ¿Quieres que te ayude?
—No, creo que estaré bien con este batallón de libros —Dijo señalando su pila.
—Necesitas ayuda entonces. —Dijo y sin decir más tiró de los libros de Maggie dejándola con la mitad. Maggie comenzó a caminar junto a ella mientras salían por el largo pasadizo lleno de libros.
—Y te parece, no sé, después de clases, ¿tomar un café?
—Eso sería espectacular. No tengo más qué hacer, de cualquier manera.
A la puerta de la biblioteca, justo cuando el timbre anunciaba que las clases iniciaban, Carrie le entregó los libros a Maggie, ella agradeció y recordó lo del café, Carrie se despidió con un gesto con la mano y se alejó camino a la clase de escritura… deteniéndose inmediato porque iba en la dirección contraria. Con un suspiro cansado se giró en redondo y apretó el paso camino a su clase con los ojos fijos en el suelo, casualmente se encontró mirando su pila de libros, había algo mal pero no sabía qué.
Se detuvo en seco cuando supo por qué, durante cinco minutos había estado mirando la carátula con dos estatuas negras enterradas en la arena y el gran título en la parte superior. “Diez Negritos”. Se giró con la esperanza de encontrar a Maggie pero no había rastro de ella, sintiéndose de lo peor se giró y camino hacía su clase de escritura.
Se lo devolvería después.
Última edición por Felidae. el Mar 05 Ago 2014, 2:26 am, editado 2 veces
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Re: The American Dream | NC | 2.
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Por: Felidae.
– Alaska Wright, Oliver Slient, Daniel Smith, Demi Ackless.
Alaska se había despertado pensando que sí Chris no le había inventado un mejor apodo, entonces se iría de la casa. Luego recordó que no era realmente una mascota, que no vivía con él pero que sí le había colocado un apodo terrible. Así que después de la reunión y conocer a todo sus profesores (no recordaba ni tres nombres) había estado buscando al rubio número uno. Había visto dos rubios más que reconoció con un par de rasgos suyos. Serían sus hermanos, pero ni rastro alguno del rubio mayor.
Así que con un resoplido caminaba a su clase pensando que se había retirado de un colegio sólo para entrar a uno incluso peor (Alaska aún extrañaba su mp3, su celular y sobre todo su laptop). Y con hermanos a la vista. Antes podía escapar de ellos, podía pretender que no eran familia (no es como si se parecieran mucho, de cualquier manera) e ignorarlos cuando venían caminando y ellos lo notarían normal porque estaba en un grado menor y no dirían nada, entonces irían a su casa en ese horrible autobús amarillo aún sentados en diferentes lugares (Travis en los primeros asientos, Camille en los medianos y Alaska en los últimos) y bajando en paradas que no eran las de su casa porque no querían que supieran que eran familia. La primera en bajarse era Alaska, que tenía que caminar dos calles para llegar a casa, unas semanas después de que sus hermanos dejaran de preguntarle por qué hacía eso, se dio cuenta de que Camille también se bajaba una calle antes, y luego estaba Travis que con el camino despejado se bajaba en la calle correcta.
Recordó algo melancólica la forma en la que los vidrios de la ventana vibraban cada vez que el motor rugía a la vida o la forma en la que había una parte del suelo metálico dañada con lo que tenías qué fijarte dónde pisabas para no dar de bruces en la mitad del pasadizo. Recordaba como subía, con sus amigas, los pies a los espaldares de los asientos de adelante, que por lo general se llenaban con chicos con los que bromeaban y jugaban.
Extrañamente, Alaska extrañaba eso. Pero lo extrañaba más allá que la institución; cuando su padre había muerto, Alaska había abandonado todos esos hábitos, había comenzado a actuar como un robot que se bajaba en la parada correcta y que se refugiaba en una esquina con las rodillas sujetando su mentón mientras escuchaba las risas de las que eran sus amigos.
Alaska había entrado en depresión, y en realidad nunca supo si sus hermanos lo sabían o si les importaba si quiera.
Quería a los Wright, eran su familia, pero si las circunstancias no fueran tan diferentes, tal vez si no hubieran tomado caminos tan separados, tal vez si su padre siguiera vivo y fumando tabaco y Alaska no sintiera que sus pulmones se volvían de cartón cuando se acercaba a su nube de humo, y si Travis no dijera la palabra “Dios” cerca de mil veces al día, y si Camille no estuviera tan nerviosa todo el tiempo. Tal vez la familia Wright sería mejor.
Alaska pensaba tristemente en su padre, pensando que se merecía una muerte mejor, quizás una vida mejor también, ¿pero no merecíamos todos una vida mejor?
Con las lágrimas quemando la parte posterior de su garganta encontró a Chris hablando con Nasti. No quiso molestarlo, nunca fue su intención, pero casualmente cuando ella estaba a punto de darse la vuelta, con el libro pegado a su pecho y los ojos en agua, él la sintió y dejó automáticamente a Nasti para ir a dónde estaba ella.
Con ese simple acto, el agua resbaló por sus mejillas hasta que hundía el rostro ardiente en la camiseta de Chris mientras él acariciaba su cabello.
Oliver observaba un ejemplar digno de una contemplación eterna. Una chica con piel tostada y cabello negro estaba más allá, hablando con personas que él no conocía. De cualquier manera no le interesaba, tenía los ojos fijos en la morena, a quien miraba por encima de la taza de café. Estaba tan distraído en sus pensamientos, preguntándose cómo se llamaría que no notó cuando Nova se había sentado junto a él, sin embargo al verla, la abrazó y se giró para iniciar la conversación.
— ¿Qué tal dormiste?
—Bien, ya sabes —Murmuró distraída mientras observaba la taza de café—. ¿Qué tal tú?
—Dormí como bebé. ¿Sucede algo, Nova?
— ¿Sabes por qué no me es usual juntarme con mujeres? —Preguntó de repente. Él negó con la cabeza—. Porque es menos drama. Las mujeres pueden ser realmente dramáticas.
—Yo sé de eso. —Nova miró a Oliver por encima de la taza mientras tomaba un sorbo. Entonces la dejó sobre la mesa.
—Lo objetaría pero ni siquiera yo aguantaría esa discusión. —Oliver levantó la taza de café como haciendo un brindis con alguien imaginario.
—Historia de la vida real. —Nova se rio y levantó la taza para chocarla con la suya, con un duro clic y un poco de café caliente derramándose por la mesa, cada vez quería más al idiota que tenía en frente. Oliver parecía dispuesto a comentar algo mientras se llevaba la taza a la boca pero más allá de él alguien llamó su atención.
La primera chica que había fichado en tanto había llegado a tal decrépito y anti-moderno lugar había entrado como una sombra a la cafetería, con los ojos vidriosos y levemente enrojecidos. Con lo demás no daba señal alguna de haber llorado en lo absoluto lo que lo puso a pensar en cómo hacían las mujeres para ocultar las cosas que sentían aunque estás quemaran en sí mismas.
Oliver ni siquiera escuchaba ya lo que Nova le decía, con lo que intentó torpemente enfocarse en ella, sin embargo cuando cogió el hilo de la conversación, lo encontró realmente poco útil a comparación de observar a Alaska. Aún se sentía estúpido por lo que había dicho anoche, quizás una disculpa no estaría demás. Definitivamente no, nunca estaría de más tal cosa.
—Oliver, sí quieres ir a hablarle…
—Te veo después de clase, Nova. —Comentó como forma de despedida dejando la taza sobre la mesa. Cuando estaba caminando hacia Alaska se giró hacía sus espaldas, dónde había estado la otra chica, esta casualmente levantó la mirada en el momento justo y después de mirarse un par de veces, ella agitó la mano en forma de saludo. Oliver se la devolvió regalándole una sonrisa que ella devolvió y siguió con sus asuntos.
Se giró para encontrar a Alaska a medio metro de distancia—Si me tocas, gritaré —Amenazó señalando con un dedo el rostro del chico. Oliver se rio despreocupadamente pero sabía que lo decía en serio.
—Pensé que debería disculparme.
— ¿Por ser un idiota? Sí, deberías —Se cruzó de brazos—. Escucho.
—Alaska. Eres hermosa —La mirada dura de la castaña se ablandó por mucho, su propio agarre de brazos flaqueó—, y yo soy un idiota, y lo siento mucho. La verdad ni siquiera empezamos bien… —Murmuró y enganchó los pulgares a sus vaqueros—. No puedes olvidar que fui un idiota, pero sí todo lo demás, ¿qué te parece? —Dijo expectante, sus ojos brillaban, Alaska sintió que no tenía pie para ser mala persona, con lo que soltó un resoplido y asintió, soltando sus brazos y apoyando uno en su cadera.
—Eso es de lejos lo mejor que ha salido de tu boca desde que la abriste. —señaló con una pequeña sonrisa.
— ¿Ni siquiera que te mencioné lo hermosa que eres?
— ¡Oh, cállate! —Dijo con las mejillas ardiendo mientras lo golpeaba suavemente en el brazo.
—Genial, entonces, ¿te veo por ahí?
—Seguramente. —Dijo apretando los labios y meciéndose en sus talones, con un suave meneo se dispuso a caminar a una de las mesas, una con chico rubio y otro de cabello castaño. Oliver se sentía más que intrigado.
—Olvídalo, Romeo, tenemos clases en cinco —Dijo Nova a sus espaldas, se giró para encontrarla dando los últimos sorbos a su café—. ¿Ves canto conmigo, no?
—Sip. Por cierto, el de pelo raro sigue mirándote.
—Lleva así toda la mañana —Dijo restándole importancia—. Yo digo que si no habla entonces pasará a ser raro y quizás deba ir a hablar con los directores.
— ¿Quieres que hable con él?
—No, seguramente lo asustarás —Dejó la taza en la mesa más cercana—. Vamos.
Nova entrelazó brazos con él y comenzaron a caminar a la salida de la cafetería cuando la imagen contraría se acercaba, la chica busca-problemas, Lore y el más-tatuajes-que-piel caminaban hacía ellos, Nate se rio a carcajadas cuando vio a Nova y esta esbozó una sonrisa burlona, Lore parecía ser la única desentendida pero no preguntó nada.
Finalmente Nova y Oliver avanzaron sin decir nada, y no fue sino a mitad de camino que sonó una fuerte campana indicando las clases nuevamente. A Oliver le gustaban los colegios, le gustaba ir y pretender que no estaba forrado en dinero, porque desde que su padre había obtenido la empresa de su tío difunto no dejaba de gastar dinero innecesariamente.
Al pensar en su tío pensó en el chico que había visto el primer día, justo lo veía con una chica de cabello pelirrojo/castaño (no era posible saber, realmente) y pensó que había algo extraño que los unía. Aún recordaba su voz preguntándole su apellido. Se estremeció.
— ¿Sucede algo?
—Oh, no. ¿No tienes frío?
—Bueno, estamos a inicios de Septiembre, el invierno vendrá más a mediados de octubre, así que no, no tengo frío. ¿Estás bien?
—Perfectamente, sólo recordaba gente muerta.
Todos decían que era molesta, grosera e irrespetuosa, pero para Daniel, Lore era una persona interesante. Así la describía, in-te-re-san-te. Era normal las reacciones que tenían todos hacía ella, pero había algo extraño sobre Lore que le decía que le perdonaría cualquier cosa. Quizás la forma en la que miraba a ese chico y luego lo negaba, como si le pareciera terrible estar enamorada, como si no debiera mostrar que es humana.
Daniel estaba camino a la clase de danza, distraído en sus pensamientos y sin hacer ruido alguno o seña cualquiera de que existía, en realidad en tiempos anteriores se enfocaba tanto en pasar desapercibido que incluso en esa institución los alumnos chocaban con él aunque hubieran estado caminando en la misma línea desde hace mucho. Daniel no se quejaba de la vida que había elegido, pero sí era solitaria. Mucho.
Sin embargo tenía lo que muchos no, la habilidad de ser casi invisible, casi. Estaban las personas que prestaban más atención, que miraban dos veces por dónde pisar antes de hacerlo, entonces lo encontraban y parecía como el alumno que nunca más verían, porque técnicamente así era.
Daniel vio a Chanel caminando desde el otro lado del pasillo y cuando pasó junto a ella (venía sumida en un libro) tiró de ella para que se detuviera, ella lo miró sorprendida.
—Cielos, Daniel, no te había visto. —Dijo cerrando el libro y acomodando su maletín para meterlo ahí, cuando estaba a punto de cerrarlo hizo un gesto que indicó que se había olvidado de algo importante.
—Te has olvidado anotar la página. —Adivinó Daniel, Chanel rio mientras asentía y dejó el tema, se colgó nuevamente el maletín.
—Qué te digo, a veces no sé dónde tengo la cabeza.
—No deberías sentirte mal, hay muchas personas en el mundo, incluyendo la mayoría que nos rodean, que no saben dónde dejan su sentido común, o peor, su humanidad.
—Suenas como sí supieras mucho de eso.
—Bueno, lo sé. Cuando eres un caso perdido como yo —Se señaló a sí mismo—, aprendes a vivir con tus miedos, no a luchar contra ellos. A veces simplemente le temes al miedo.
—No me hablas de psicología ahora, por favor. —Dijo en una súplica que Daniel encontró adorable, tiró un brazo por encima de Chanel haciéndola tambalear mientras se reían.
— ¿Te siguen molestando? Ya sabes que a veces puedo desaparecer, puedo darle un buen susto a alguien.
— ¿Qué es eso? No creo que la gente no vea a alguien como tú, Daniel.
—Créelo. ¿Quieres pruebas? —Chanel se lo pensó pero asintió finalmente, Daniel le indicó con un gesto que se quedara ahí y se metió en la cafetería, las personas pasaban de él, algunas tropezaban, se sentó en una banca dónde segundos más tardes una chica dejó su bolso, se disculpó enormemente al ver a Daniel ahí y él aceptó las disculpas y volvió rápidamente con Chanel—. ¿Ves?
—Tienes qué enseñarme a hacer eso.
—De ninguna manera —Dijo con una sonrisa mientras la giraba para que caminara por el otro lado.
—Yo digo que hay que ser especial para hacer eso. Quizás debes ser un alma pura, apuesto que por eso puedes hacerlo, creo que no he encontrado a alguien más pur…
—No, no Channie —Interrumpió Daniel apretando sus hombros—. Ningún hombre, ni siquiera yo, es puro. —Chanel pareció dispuesta a decir algo pero finalmente guardó silencio, entonces se colocó junto a Daniel.
— ¿Quieres que te cuente sobre mi libro?
— ¿Dado a que nunca lo leeré porque no es mi tipo de libros? Sí. —Chanel aplaudió y comenzó a relatar.
—Bueno, está esta chica que se llama Hazel…
Daniel no escuchaba a Chanel, se sentía mal por no hacerlo pero estaba pensando en otra cosa, en muchas cosas y en nada en lo absoluto, le gustaba verse sumido entre sus pensamientos, a veces asentía o negaba cuando Chanel decía algo pero parecía extrañamente perdido. No fue nada más ni nada menos que la campana lo que lo sacó de tal terrible estado, se sintió aturdido y casi se cae, Chanel tiró del él lo mejor que pudo, claramente preocupada, pero cuando logró enfocarse se disculpó vivamente.
A Chanel no le importaba nada que no fuera su estado y le aconsejó ir a la enfermería, pero Daniel estaba bien, estaba tan perfectamente como él podía estarlo.
—Estoy bien —Mintió por décima vez a Chanel.
Demi buscaba a Rex con la mirada. ¿Dónde carajos podía meterse alguien tan grande como él? Se inclinó tan alto como pudo sobre sus pequeños pies casi perdiendo el equilibrio buscando la mata de cabello castaño que estaba segura que reconocería con facilidad, Demi tenía la capacidad de reconocer a las personas como si un lazo invisible la uniera a tales personas.
Se giró redondo buscando nuevamente sin embargo no encontró mucho, ya la gente comenzaba a irse.
—Hey, Demi. ¡Piensa rápido! —Escuchó a sus espaldas, se giró torpemente para ver un balón viniendo hacía ella, ni siquiera logró esquivarlo, el balón dio de plano en su estómago cortando su respiración, Demi sintió como cada gota de aire dejaba sus pulmones y cayó lentamente hacia atrás, sintiendo los bordes de su visión nublarse. Lo sintió todo como en cámara lenta.
Fueron sólo momentos para que la contusión llegara a mayores, sentía que iba a vomitar, sentía como si aplastaran su cerebro por la falta de aire. Escuchaba un terrible pitido en sus oídos pero más allá podía escuchar parte de una discusión.
—Eres…idiota…se te ocurre…es muy pequeña…tu culpa.
—No pensé…lo siento tanto…no fue mi intención.
—Hay que…enfermería…luce pálida…
Demi no reconocía voces pero se obligó a abrir los ojos, encontró sombras sobre ella, sombras que no logró enfocar por el terrible dolor de cabeza, todos se dieron cuenta de que había abierto los ojos, tomó todo el aire que pudo y pronunció con una voz arrastrada y suave que estaba bien.
Así que con un resoplido caminaba a su clase pensando que se había retirado de un colegio sólo para entrar a uno incluso peor (Alaska aún extrañaba su mp3, su celular y sobre todo su laptop). Y con hermanos a la vista. Antes podía escapar de ellos, podía pretender que no eran familia (no es como si se parecieran mucho, de cualquier manera) e ignorarlos cuando venían caminando y ellos lo notarían normal porque estaba en un grado menor y no dirían nada, entonces irían a su casa en ese horrible autobús amarillo aún sentados en diferentes lugares (Travis en los primeros asientos, Camille en los medianos y Alaska en los últimos) y bajando en paradas que no eran las de su casa porque no querían que supieran que eran familia. La primera en bajarse era Alaska, que tenía que caminar dos calles para llegar a casa, unas semanas después de que sus hermanos dejaran de preguntarle por qué hacía eso, se dio cuenta de que Camille también se bajaba una calle antes, y luego estaba Travis que con el camino despejado se bajaba en la calle correcta.
Recordó algo melancólica la forma en la que los vidrios de la ventana vibraban cada vez que el motor rugía a la vida o la forma en la que había una parte del suelo metálico dañada con lo que tenías qué fijarte dónde pisabas para no dar de bruces en la mitad del pasadizo. Recordaba como subía, con sus amigas, los pies a los espaldares de los asientos de adelante, que por lo general se llenaban con chicos con los que bromeaban y jugaban.
Extrañamente, Alaska extrañaba eso. Pero lo extrañaba más allá que la institución; cuando su padre había muerto, Alaska había abandonado todos esos hábitos, había comenzado a actuar como un robot que se bajaba en la parada correcta y que se refugiaba en una esquina con las rodillas sujetando su mentón mientras escuchaba las risas de las que eran sus amigos.
Alaska había entrado en depresión, y en realidad nunca supo si sus hermanos lo sabían o si les importaba si quiera.
Quería a los Wright, eran su familia, pero si las circunstancias no fueran tan diferentes, tal vez si no hubieran tomado caminos tan separados, tal vez si su padre siguiera vivo y fumando tabaco y Alaska no sintiera que sus pulmones se volvían de cartón cuando se acercaba a su nube de humo, y si Travis no dijera la palabra “Dios” cerca de mil veces al día, y si Camille no estuviera tan nerviosa todo el tiempo. Tal vez la familia Wright sería mejor.
Alaska pensaba tristemente en su padre, pensando que se merecía una muerte mejor, quizás una vida mejor también, ¿pero no merecíamos todos una vida mejor?
Con las lágrimas quemando la parte posterior de su garganta encontró a Chris hablando con Nasti. No quiso molestarlo, nunca fue su intención, pero casualmente cuando ella estaba a punto de darse la vuelta, con el libro pegado a su pecho y los ojos en agua, él la sintió y dejó automáticamente a Nasti para ir a dónde estaba ella.
Con ese simple acto, el agua resbaló por sus mejillas hasta que hundía el rostro ardiente en la camiseta de Chris mientras él acariciaba su cabello.
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Oliver observaba un ejemplar digno de una contemplación eterna. Una chica con piel tostada y cabello negro estaba más allá, hablando con personas que él no conocía. De cualquier manera no le interesaba, tenía los ojos fijos en la morena, a quien miraba por encima de la taza de café. Estaba tan distraído en sus pensamientos, preguntándose cómo se llamaría que no notó cuando Nova se había sentado junto a él, sin embargo al verla, la abrazó y se giró para iniciar la conversación.
— ¿Qué tal dormiste?
—Bien, ya sabes —Murmuró distraída mientras observaba la taza de café—. ¿Qué tal tú?
—Dormí como bebé. ¿Sucede algo, Nova?
— ¿Sabes por qué no me es usual juntarme con mujeres? —Preguntó de repente. Él negó con la cabeza—. Porque es menos drama. Las mujeres pueden ser realmente dramáticas.
—Yo sé de eso. —Nova miró a Oliver por encima de la taza mientras tomaba un sorbo. Entonces la dejó sobre la mesa.
—Lo objetaría pero ni siquiera yo aguantaría esa discusión. —Oliver levantó la taza de café como haciendo un brindis con alguien imaginario.
—Historia de la vida real. —Nova se rio y levantó la taza para chocarla con la suya, con un duro clic y un poco de café caliente derramándose por la mesa, cada vez quería más al idiota que tenía en frente. Oliver parecía dispuesto a comentar algo mientras se llevaba la taza a la boca pero más allá de él alguien llamó su atención.
La primera chica que había fichado en tanto había llegado a tal decrépito y anti-moderno lugar había entrado como una sombra a la cafetería, con los ojos vidriosos y levemente enrojecidos. Con lo demás no daba señal alguna de haber llorado en lo absoluto lo que lo puso a pensar en cómo hacían las mujeres para ocultar las cosas que sentían aunque estás quemaran en sí mismas.
Oliver ni siquiera escuchaba ya lo que Nova le decía, con lo que intentó torpemente enfocarse en ella, sin embargo cuando cogió el hilo de la conversación, lo encontró realmente poco útil a comparación de observar a Alaska. Aún se sentía estúpido por lo que había dicho anoche, quizás una disculpa no estaría demás. Definitivamente no, nunca estaría de más tal cosa.
—Oliver, sí quieres ir a hablarle…
—Te veo después de clase, Nova. —Comentó como forma de despedida dejando la taza sobre la mesa. Cuando estaba caminando hacia Alaska se giró hacía sus espaldas, dónde había estado la otra chica, esta casualmente levantó la mirada en el momento justo y después de mirarse un par de veces, ella agitó la mano en forma de saludo. Oliver se la devolvió regalándole una sonrisa que ella devolvió y siguió con sus asuntos.
Se giró para encontrar a Alaska a medio metro de distancia—Si me tocas, gritaré —Amenazó señalando con un dedo el rostro del chico. Oliver se rio despreocupadamente pero sabía que lo decía en serio.
—Pensé que debería disculparme.
— ¿Por ser un idiota? Sí, deberías —Se cruzó de brazos—. Escucho.
—Alaska. Eres hermosa —La mirada dura de la castaña se ablandó por mucho, su propio agarre de brazos flaqueó—, y yo soy un idiota, y lo siento mucho. La verdad ni siquiera empezamos bien… —Murmuró y enganchó los pulgares a sus vaqueros—. No puedes olvidar que fui un idiota, pero sí todo lo demás, ¿qué te parece? —Dijo expectante, sus ojos brillaban, Alaska sintió que no tenía pie para ser mala persona, con lo que soltó un resoplido y asintió, soltando sus brazos y apoyando uno en su cadera.
—Eso es de lejos lo mejor que ha salido de tu boca desde que la abriste. —señaló con una pequeña sonrisa.
— ¿Ni siquiera que te mencioné lo hermosa que eres?
— ¡Oh, cállate! —Dijo con las mejillas ardiendo mientras lo golpeaba suavemente en el brazo.
—Genial, entonces, ¿te veo por ahí?
—Seguramente. —Dijo apretando los labios y meciéndose en sus talones, con un suave meneo se dispuso a caminar a una de las mesas, una con chico rubio y otro de cabello castaño. Oliver se sentía más que intrigado.
—Olvídalo, Romeo, tenemos clases en cinco —Dijo Nova a sus espaldas, se giró para encontrarla dando los últimos sorbos a su café—. ¿Ves canto conmigo, no?
—Sip. Por cierto, el de pelo raro sigue mirándote.
—Lleva así toda la mañana —Dijo restándole importancia—. Yo digo que si no habla entonces pasará a ser raro y quizás deba ir a hablar con los directores.
— ¿Quieres que hable con él?
—No, seguramente lo asustarás —Dejó la taza en la mesa más cercana—. Vamos.
Nova entrelazó brazos con él y comenzaron a caminar a la salida de la cafetería cuando la imagen contraría se acercaba, la chica busca-problemas, Lore y el más-tatuajes-que-piel caminaban hacía ellos, Nate se rio a carcajadas cuando vio a Nova y esta esbozó una sonrisa burlona, Lore parecía ser la única desentendida pero no preguntó nada.
Finalmente Nova y Oliver avanzaron sin decir nada, y no fue sino a mitad de camino que sonó una fuerte campana indicando las clases nuevamente. A Oliver le gustaban los colegios, le gustaba ir y pretender que no estaba forrado en dinero, porque desde que su padre había obtenido la empresa de su tío difunto no dejaba de gastar dinero innecesariamente.
Al pensar en su tío pensó en el chico que había visto el primer día, justo lo veía con una chica de cabello pelirrojo/castaño (no era posible saber, realmente) y pensó que había algo extraño que los unía. Aún recordaba su voz preguntándole su apellido. Se estremeció.
— ¿Sucede algo?
—Oh, no. ¿No tienes frío?
—Bueno, estamos a inicios de Septiembre, el invierno vendrá más a mediados de octubre, así que no, no tengo frío. ¿Estás bien?
—Perfectamente, sólo recordaba gente muerta.
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Todos decían que era molesta, grosera e irrespetuosa, pero para Daniel, Lore era una persona interesante. Así la describía, in-te-re-san-te. Era normal las reacciones que tenían todos hacía ella, pero había algo extraño sobre Lore que le decía que le perdonaría cualquier cosa. Quizás la forma en la que miraba a ese chico y luego lo negaba, como si le pareciera terrible estar enamorada, como si no debiera mostrar que es humana.
Daniel estaba camino a la clase de danza, distraído en sus pensamientos y sin hacer ruido alguno o seña cualquiera de que existía, en realidad en tiempos anteriores se enfocaba tanto en pasar desapercibido que incluso en esa institución los alumnos chocaban con él aunque hubieran estado caminando en la misma línea desde hace mucho. Daniel no se quejaba de la vida que había elegido, pero sí era solitaria. Mucho.
Sin embargo tenía lo que muchos no, la habilidad de ser casi invisible, casi. Estaban las personas que prestaban más atención, que miraban dos veces por dónde pisar antes de hacerlo, entonces lo encontraban y parecía como el alumno que nunca más verían, porque técnicamente así era.
Daniel vio a Chanel caminando desde el otro lado del pasillo y cuando pasó junto a ella (venía sumida en un libro) tiró de ella para que se detuviera, ella lo miró sorprendida.
—Cielos, Daniel, no te había visto. —Dijo cerrando el libro y acomodando su maletín para meterlo ahí, cuando estaba a punto de cerrarlo hizo un gesto que indicó que se había olvidado de algo importante.
—Te has olvidado anotar la página. —Adivinó Daniel, Chanel rio mientras asentía y dejó el tema, se colgó nuevamente el maletín.
—Qué te digo, a veces no sé dónde tengo la cabeza.
—No deberías sentirte mal, hay muchas personas en el mundo, incluyendo la mayoría que nos rodean, que no saben dónde dejan su sentido común, o peor, su humanidad.
—Suenas como sí supieras mucho de eso.
—Bueno, lo sé. Cuando eres un caso perdido como yo —Se señaló a sí mismo—, aprendes a vivir con tus miedos, no a luchar contra ellos. A veces simplemente le temes al miedo.
—No me hablas de psicología ahora, por favor. —Dijo en una súplica que Daniel encontró adorable, tiró un brazo por encima de Chanel haciéndola tambalear mientras se reían.
— ¿Te siguen molestando? Ya sabes que a veces puedo desaparecer, puedo darle un buen susto a alguien.
— ¿Qué es eso? No creo que la gente no vea a alguien como tú, Daniel.
—Créelo. ¿Quieres pruebas? —Chanel se lo pensó pero asintió finalmente, Daniel le indicó con un gesto que se quedara ahí y se metió en la cafetería, las personas pasaban de él, algunas tropezaban, se sentó en una banca dónde segundos más tardes una chica dejó su bolso, se disculpó enormemente al ver a Daniel ahí y él aceptó las disculpas y volvió rápidamente con Chanel—. ¿Ves?
—Tienes qué enseñarme a hacer eso.
—De ninguna manera —Dijo con una sonrisa mientras la giraba para que caminara por el otro lado.
—Yo digo que hay que ser especial para hacer eso. Quizás debes ser un alma pura, apuesto que por eso puedes hacerlo, creo que no he encontrado a alguien más pur…
—No, no Channie —Interrumpió Daniel apretando sus hombros—. Ningún hombre, ni siquiera yo, es puro. —Chanel pareció dispuesta a decir algo pero finalmente guardó silencio, entonces se colocó junto a Daniel.
— ¿Quieres que te cuente sobre mi libro?
— ¿Dado a que nunca lo leeré porque no es mi tipo de libros? Sí. —Chanel aplaudió y comenzó a relatar.
—Bueno, está esta chica que se llama Hazel…
Daniel no escuchaba a Chanel, se sentía mal por no hacerlo pero estaba pensando en otra cosa, en muchas cosas y en nada en lo absoluto, le gustaba verse sumido entre sus pensamientos, a veces asentía o negaba cuando Chanel decía algo pero parecía extrañamente perdido. No fue nada más ni nada menos que la campana lo que lo sacó de tal terrible estado, se sintió aturdido y casi se cae, Chanel tiró del él lo mejor que pudo, claramente preocupada, pero cuando logró enfocarse se disculpó vivamente.
A Chanel no le importaba nada que no fuera su estado y le aconsejó ir a la enfermería, pero Daniel estaba bien, estaba tan perfectamente como él podía estarlo.
—Estoy bien —Mintió por décima vez a Chanel.
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Demi buscaba a Rex con la mirada. ¿Dónde carajos podía meterse alguien tan grande como él? Se inclinó tan alto como pudo sobre sus pequeños pies casi perdiendo el equilibrio buscando la mata de cabello castaño que estaba segura que reconocería con facilidad, Demi tenía la capacidad de reconocer a las personas como si un lazo invisible la uniera a tales personas.
Se giró redondo buscando nuevamente sin embargo no encontró mucho, ya la gente comenzaba a irse.
—Hey, Demi. ¡Piensa rápido! —Escuchó a sus espaldas, se giró torpemente para ver un balón viniendo hacía ella, ni siquiera logró esquivarlo, el balón dio de plano en su estómago cortando su respiración, Demi sintió como cada gota de aire dejaba sus pulmones y cayó lentamente hacia atrás, sintiendo los bordes de su visión nublarse. Lo sintió todo como en cámara lenta.
Fueron sólo momentos para que la contusión llegara a mayores, sentía que iba a vomitar, sentía como si aplastaran su cerebro por la falta de aire. Escuchaba un terrible pitido en sus oídos pero más allá podía escuchar parte de una discusión.
—Eres…idiota…se te ocurre…es muy pequeña…tu culpa.
—No pensé…lo siento tanto…no fue mi intención.
—Hay que…enfermería…luce pálida…
Demi no reconocía voces pero se obligó a abrir los ojos, encontró sombras sobre ella, sombras que no logró enfocar por el terrible dolor de cabeza, todos se dieron cuenta de que había abierto los ojos, tomó todo el aire que pudo y pronunció con una voz arrastrada y suave que estaba bien.
Última edición por Felidae. el Mar 05 Ago 2014, 2:26 am, editado 1 vez
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Re: The American Dream | NC | 2.
- mightie:
- idk, yo amo y soy tím loathan, ellos son la amistad perfecta, PLS. Luego Lore y Daniel, idk, los amo, los amo. La verdad quiero ver como salen las cosas con lore y lys bc ellos are meant to be. Luego está aidan así como pidiéndole a cam ser la novia sin pedirlo realmente y luego travis like big brother is in da house, en realidad la actitud de travis sería linda de no ser por su fanatismo. Amo como rex trata a dems like son la pareja de amigos más cute del mundo plus demi es toda ella so es incluso mejor. en mi opinión jenna se merece el bullying por perra. chirs y stefan hablando de amor son lo más cuca del mundo. idk, adoro mucho a chris
comento horrible, lo sé.
Invitado
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Re: The American Dream | NC | 2.
Valu askdjasdjnasjn ya leí tu capítulo sandjakd escribes rápido ;__; y lo comento después de que termine de escribir ;_;
pd. pero lo amé kjasdjkadjsa (?)
pd. pero lo amé kjasdjkadjsa (?)
Atenea.
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Re: The American Dream | NC | 2.
Ah, por cierto, cambié un poco el orden de escritoras... pasen a verlo
Atenea.
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Re: The American Dream | NC | 2.
QueDaqueen. escribió:Ah, por cierto, cambié un poco el orden de escritoras... pasen a verlo
qUe
quE
QUE
que
¿¿¿¿¿¿¿¿
nayeon.
Re: The American Dream | NC | 2.
SI, SOFI
LO CAMBIE
PQ LA QUE MANDA ACÁ SOY YO
okno :c
te amo
LO CAMBIE
PQ LA QUE MANDA ACÁ SOY YO
okno :c
te amo
Atenea.
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Re: The American Dream | NC | 2.
PER PER PERO ESTOY TAN ARRIBA TENGO MIEDO ME VOY A TERMINAR MUERINDO A CAUSA DE ESTA NC SEPANLODaqueen. escribió:SI, SOFI
LO CAMBIE
PQ LA QUE MANDA ACÁ SOY YO
okno :c
te amo
nayeon.
Re: The American Dream | NC | 2.
siempre estabas en ese puesto
si quieres te bajo :c vos dime <3
si quieres te bajo :c vos dime <3
Atenea.
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Re: The American Dream | NC | 2.
lloreishonDaqueen. escribió:siempre estabas en ese puesto
si quieres te bajo :c vos dime <3
nayeon.
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