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The American Dream | NC | 2.
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Re: The American Dream | NC | 2.
"billion" los comentarios de Sofi desde el celu son oro puro
bxmbshell.
Re: The American Dream | NC | 2.
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Por: Daqueen.
– Lorreine, Lysandro, Aidan, Camille, Terrence, Jenna & Christian.
— Se sincera conmigo, mejor amiga, ¿qué tienes en contra de Jenna Fox? —la voz del moreno logro que volteara su vista del pasillo hacía el rostro de él.
— Nada.
— Nada, ajá, y yo nací ayer ¿no? —pregunto con sarcasmo.
— Eso responde a mi pregunta al porqué de tu poco intelecto, Nat.
— Haré como si no escuche eso, ahora responde.
— No es que tenga algo en contra de ella, solo… ¿es tan malo tener a alguien a quién molestar como se te plazca? —cuestiono con seriedad mientras se cruzaba de brazos, a la par en que los dos se detenían en la entrada de la cafetería.
— No, es solo que creo que tus comentarios son algo, por no decir demasiado, hirientes hacia ella. Mira que hasta ya recibiste un llamado de atención.
— Ni me lo recuerdes, por favor —advirtió adentrándose y posteriormente encaminarse hacia la fila de estudiantes que esperaban para ser atendidos por la cocinera.
— Solo digo que deberías tener cuidado en no decir aquellos comentarios frente a los directores y algunos de los maestros… Puedes joder a medio mundo mientras alguno de ellos no esté presente, así como yo lo hago.
— Nathan, eres un maldito dolor de cabeza para todo el mundo —se quejó la morena mientras ambos se sentaban en una mesa dentro de la cafetería de la institución.
— Sabes que a ti te jodo de una manera más o menos amable, Lorreine –comento el chico tatuado mientras tomaba de su botella de jugo de naranja−. Si no me agradarás las cosas serían completamente diferentes.
— No quiero saber cómo tratarás a la persona que te caiga como una patada en el culo.
— Esa boca —reprendió el moreno señalándola con seriedad.
— Sinceramente, no sé cómo le he hecho todos estos años para soportarte, Nat.
— ¿Qué te puede decir, mi querida Lorreine? Tengo un encanto y tú no pudiste evitar caer en él.
— Sí, claro, idiota —respondió con agresividad la morena intentando recordar cada cosa que había hecho durante la fiesta de bienvenida. Maldecía a Nathaniel por no haberla detenido ¿quién sabe que estupideces había cometido?— Pues alguien que sí se resiste a tus encantos es nuestra querida Lilith.
— Me es indiferente.
— Mientes —objetó la morena señalándolo con el tenedor.
— Piensa lo que quieras, Lorreine.
— Eso haré, querido.
— Por lo menos no fui yo que se besó con una decena de jóvenes con las hormonas alborotadas estando borracho —comento Nathaniel con diversión a causa del recuerdo de la noche del baile. Lorreine se quedó callada tratando de procesar lo que acababa de decir su amigo. El tenedor de plástico se rompió y simplemente atino a matar con la mirada a su mejor amigo.
— ¿De qué mierda hablas, Nathaniel? —exigió la oji marrón levantándose de su asiento y recargándose en la mesa.
— Solo digo que más de alguno aquí disfruto de un beso de tu parte, Lore… aunque nada se compara con el baile que tuviste con aquel rubio psicópata de Zeppelin.
Y no se quedó para escuchar algo más por parte del joven tatuado. Lorreine estaba eufórica, ¿qué tanto había hecho la noche del baile de San Valentín? Se maldijo, a ella, a Nathaniel y al idiota que le había puesto alcohol al ponche de frutas… aunque en realidad, maldecía a todo el mundo en estos momentos.
Solo tenía algo claro en mente: debía hablar con Zeppelin, aunque fuera la última cosa que quisiera hacer en el mundo. Busco con la mirada la mata rubia alborotada del chico, hasta que lo encontró en una mesa del rincón hablando con otro rubio, igual de alto, con la misma sonrisa burlesca, y posiblemente, con la misma personalidad tan idiota que tenía su acompañante. No lo conocía, pero quién se llevará con Zeppelin no daba muchos comentarios buenos que decir.
— Zeppelin —el rubio volteó de inmediato en cuanto escuchó la voz de su tan apreciado crush—, ¿estas ocupado?
— No —respondió, dándole a entender a Derek que lo vería más tarde… mucho más tarde si las cosas salían como quería—. Jamás lo estaría para ti, cariño.
— Grotesco —habló la morena dirigiéndose hacia una de las mesas vacías de la cafetería, más bien, una de las más alejadas, lo último que deseaba es que la vincularan con alguien como lo era él—. Seré directa…
— Me encantan las que son directas.
— Calla y escucha. ¿Qué mierda hicimos en el baile, Zeppelin?
— Preferiría que de tus labios saliera “Zep”, pareciera que no te caigo bien, Lore.
— No me caes bien, eso es verdad.
— ¿Puedo saber el porqué de tu desagrado hacía mí? No me conoces.
— No, no te conozco y no quiero hacerlo… ¿podrías responder la pregunta, Hitchcock?
— ¿No te acuerdas de verdad todo lo que hicimos en el baile, Lorreine? —por el tono que había usado el rubio, la oji marrón supo que nada bueno le esperaba, ¿Por qué diablos había bebido de más?
— Por algo te pregunto, idiota… así que dime exactamente qué locura hice en la fiesta.
— Solo te responderé que gozaste gratamente mi compañía, hermosa —comento el oji azul con una sonrisa llena de arrogancia mientras se recargaba sobre la mesa y se colocaba de manera en que la distancia que separaba su rostro del de Lorreine eran solo un par de centímetros— ¿Quieres repetir? Porque gustosamente te ayudaría a recordar.
— Ni loca —hablo después de regularizar su respiración ante la cercanía que había entre ella y Zep.
Sí, el chico tenía un excelente físico, eso no se le podía negar a nadie, pero la personalidad de mierda que poseía acaba con todo. Ni siquiera Nathan era tan frío e insensible con los demás.
— Ya lo veremos, Lorreine —pronunció con una sonrisa de autosuficiencia, antes de retirarse con paso lento del lugar.
— ¿Por qué no un chico lindo con una actitud pacifista y tierna me habla como él? —pensó en voz alta mientras veía la entrada de la cafetería, como si su príncipe azul fuera a atravesar aquella puerta en unos segundos.
Pero vio lo más parecido a un príncipe…
Meneo su cabeza para borrar todos sus pensamientos anteriores. Lo último que quería estando dentro de esta academia era estar en una relación…, eso sería una gran distracción para todos sus planes y es lo que menos quería. Aun así no podía negar el hecho de que Lysandro le atraía… y demasiado para su propio gusto.
Simplemente se quedó observándolo a distancia. Cómo se encontraba conviviendo con una pequeña rubia que le causo ternura, pero de alguna forma envidia al no estar en sus zapatos en estos momentos. Se detuvo a ver como el castaño sonreía y lanzaba carcajadas al aire por algo chistoso que le haya contado aquella blonda. Automáticamente sintió como se formaba una sonrisa en sus propios labios… y de alguna manera, se dio cuenta de que ver feliz a Lysandro la hacía feliz…
— ¿A quién observamos? —alguien susurró en su oído causando un escalofrío por todo el cuerpo y que saltará sobre su asiento. Volteo a ver al chistoso que la había sorprendido y se topó con una mata de cabellos rubios y unos ojos azules hermosos.
— A nadie, idiota.
— Pero cuanto amor hay en tus palabras, Lorreine —comento el rubio con sarcasmo y aquello en parte le dio algo de gracia a la morena… la suficiente como para sonreír.
— Lo sé, soy la persona más tierna y dulce de toda la academia —siguió su juego a la vez que lo veía de reojo. Su mirada aún se concentraba en Lysandro.
— Corrección: de todo el mundo —inclinó la cabeza al recalcar aquello—. Pero dime… ¿a quién espías, Lore? —Insistió con una sonrisa burlesca— No, espera, yo adivino —añadió tratando de dirigir su mirada hacia donde veía la morena—. Así que observabas a nuestro buen amigo Lysandro, eh —elevó las cejas de modo divertido, cosa que no le dio la más mínima gracia a Lorreine.
— Por supuesto que no.
— Vamos, tenme algo de confianza, no pienso contarle a alguien tu pequeño secreto sobre que te gusta Lysandro Hardiggan —ella sabía que Daniel estaba siendo completamente sincero, pero no quería admitir el hecho de que el castaño había llamado su atención desde el primer día en que le ayudo con su maleta.
— De acuerdo, sí, me gusta, pero cuidado con que andes diciendo esto a alguien más, James —advirtió señalándolo con el dedo índice.
— Soy un libro cerrado con los secretos de mis amigos…, bueno, si es que somos amigos.
— Tranquilo… lo somos —aseguró la oji marrón parándose de su lugar—, algo así.
Lysandro no evito seguir con la mirada a la morena, viendo cómo se retiraba de la cafetería con su habitual caminar digno de una modelo, aunque ella no lo fuera.
— ¡Lysandro! —su nombre pronunciado con elevación logró que saliera de la pequeña burbuja en la que se había metido. Volteó a ver a una no muy contenta Simone debido a la ignorancia por parte de él.
— Lo siento ¿qué me decías? —trató de disculparse poniendo una cara de cachorro, una cara de la que no se pudo resistir la pequeña rubia.
— Awww, sabes que no puedo contra tu cara de perrito regañado —habló mientras agarraba ambos cachetes del castaño. Cosa que no le gustó, pero no opuso resistencia—. Te decía que se me hicieron demasiados los profesores que tendremos todo este año.
— Sí, eso creo.
— Ni siquiera recuerdo cinco de sus nombres.
— Que mala memoria la tuya, Simone —comento aún con la mirada fija en la morena, pero escuchando las palabras de su amiga.
— Lysandro me gustaría que cuando estuviese hablando, me vieras a mí y no al trasero de alguna chica superficial.
— Lo siento, y no veía su trasero…, eso suena tan grotesco, Simone.
— Pues no sé qué veías, Lys.
— ¿Todas las chicas de acá te son superficiales entonces? —indagó el oji azul batiendo una cuchara en su taza de café humeante.
— No todas, hay excepciones —respondió enfatizando la palabra «excepciones» moviendo su taza de café.
— ¿Cómo quiénes?
— Te darás cuenta de quiénes durante todo el año, Lys —fue la única respuesta de su amiga y aquello lo dejo un poco picado por la curiosidad que tenía.
El pequeño almuerzo que había tenido con Simone ya se había terminado y para cuando cayó de nuevo en el mundo real se dio cuenta que se hallaba frente a la puerta de su habitación. Lysandro se seguía preguntando porque era que le habían tocado unos compañeros de cuarto tan incompatibles a su personalidad: Zeppelin siendo un bravucón con cero sentimiento de culpabilidad ante el Bullying que cometía a todos; Nathan con una aura misterioso y que causaba que le tuviera algo de pavor tan solo de verlo; y Travis… bueno, era el único amable con él, aunque no pudiera pasar más de cinco minutos conversando con el oji verde sin que éste pronunciara algo relacionado con Dios.
Se adentró a su habitación largando un gran suspiro. No había nadie dentro, lo cual agradeció, no estaba del mejor ánimo como para charlar con alguien… o que alguien fingiera que él no estaba ahí. De todas maneras, nunca estaba de ánimo para entablar una conversación con alguien más que no fuera Simone.
Se estaba comenzando a preguntar cómo le haría durante los siguientes meses para poder cambiar aquello y no irse de la academia sin que solo una persona supiera quién es él. Se mentalizó que empezaría con su buena actitud de ser alguien más social en cuanto se iniciarán las clases mañana. ¿Quién sabe? Sus compañeros de salón podrían resultar más agradables que los de su habitación.
— Nada.
— Nada, ajá, y yo nací ayer ¿no? —pregunto con sarcasmo.
— Eso responde a mi pregunta al porqué de tu poco intelecto, Nat.
— Haré como si no escuche eso, ahora responde.
— No es que tenga algo en contra de ella, solo… ¿es tan malo tener a alguien a quién molestar como se te plazca? —cuestiono con seriedad mientras se cruzaba de brazos, a la par en que los dos se detenían en la entrada de la cafetería.
— No, es solo que creo que tus comentarios son algo, por no decir demasiado, hirientes hacia ella. Mira que hasta ya recibiste un llamado de atención.
— Ni me lo recuerdes, por favor —advirtió adentrándose y posteriormente encaminarse hacia la fila de estudiantes que esperaban para ser atendidos por la cocinera.
— Solo digo que deberías tener cuidado en no decir aquellos comentarios frente a los directores y algunos de los maestros… Puedes joder a medio mundo mientras alguno de ellos no esté presente, así como yo lo hago.
— Nathan, eres un maldito dolor de cabeza para todo el mundo —se quejó la morena mientras ambos se sentaban en una mesa dentro de la cafetería de la institución.
— Sabes que a ti te jodo de una manera más o menos amable, Lorreine –comento el chico tatuado mientras tomaba de su botella de jugo de naranja−. Si no me agradarás las cosas serían completamente diferentes.
— No quiero saber cómo tratarás a la persona que te caiga como una patada en el culo.
— Esa boca —reprendió el moreno señalándola con seriedad.
— Sinceramente, no sé cómo le he hecho todos estos años para soportarte, Nat.
— ¿Qué te puede decir, mi querida Lorreine? Tengo un encanto y tú no pudiste evitar caer en él.
— Sí, claro, idiota —respondió con agresividad la morena intentando recordar cada cosa que había hecho durante la fiesta de bienvenida. Maldecía a Nathaniel por no haberla detenido ¿quién sabe que estupideces había cometido?— Pues alguien que sí se resiste a tus encantos es nuestra querida Lilith.
— Me es indiferente.
— Mientes —objetó la morena señalándolo con el tenedor.
— Piensa lo que quieras, Lorreine.
— Eso haré, querido.
— Por lo menos no fui yo que se besó con una decena de jóvenes con las hormonas alborotadas estando borracho —comento Nathaniel con diversión a causa del recuerdo de la noche del baile. Lorreine se quedó callada tratando de procesar lo que acababa de decir su amigo. El tenedor de plástico se rompió y simplemente atino a matar con la mirada a su mejor amigo.
— ¿De qué mierda hablas, Nathaniel? —exigió la oji marrón levantándose de su asiento y recargándose en la mesa.
— Solo digo que más de alguno aquí disfruto de un beso de tu parte, Lore… aunque nada se compara con el baile que tuviste con aquel rubio psicópata de Zeppelin.
Y no se quedó para escuchar algo más por parte del joven tatuado. Lorreine estaba eufórica, ¿qué tanto había hecho la noche del baile de San Valentín? Se maldijo, a ella, a Nathaniel y al idiota que le había puesto alcohol al ponche de frutas… aunque en realidad, maldecía a todo el mundo en estos momentos.
Solo tenía algo claro en mente: debía hablar con Zeppelin, aunque fuera la última cosa que quisiera hacer en el mundo. Busco con la mirada la mata rubia alborotada del chico, hasta que lo encontró en una mesa del rincón hablando con otro rubio, igual de alto, con la misma sonrisa burlesca, y posiblemente, con la misma personalidad tan idiota que tenía su acompañante. No lo conocía, pero quién se llevará con Zeppelin no daba muchos comentarios buenos que decir.
— Zeppelin —el rubio volteó de inmediato en cuanto escuchó la voz de su tan apreciado crush—, ¿estas ocupado?
— No —respondió, dándole a entender a Derek que lo vería más tarde… mucho más tarde si las cosas salían como quería—. Jamás lo estaría para ti, cariño.
— Grotesco —habló la morena dirigiéndose hacia una de las mesas vacías de la cafetería, más bien, una de las más alejadas, lo último que deseaba es que la vincularan con alguien como lo era él—. Seré directa…
— Me encantan las que son directas.
— Calla y escucha. ¿Qué mierda hicimos en el baile, Zeppelin?
— Preferiría que de tus labios saliera “Zep”, pareciera que no te caigo bien, Lore.
— No me caes bien, eso es verdad.
— ¿Puedo saber el porqué de tu desagrado hacía mí? No me conoces.
— No, no te conozco y no quiero hacerlo… ¿podrías responder la pregunta, Hitchcock?
— ¿No te acuerdas de verdad todo lo que hicimos en el baile, Lorreine? —por el tono que había usado el rubio, la oji marrón supo que nada bueno le esperaba, ¿Por qué diablos había bebido de más?
— Por algo te pregunto, idiota… así que dime exactamente qué locura hice en la fiesta.
— Solo te responderé que gozaste gratamente mi compañía, hermosa —comento el oji azul con una sonrisa llena de arrogancia mientras se recargaba sobre la mesa y se colocaba de manera en que la distancia que separaba su rostro del de Lorreine eran solo un par de centímetros— ¿Quieres repetir? Porque gustosamente te ayudaría a recordar.
— Ni loca —hablo después de regularizar su respiración ante la cercanía que había entre ella y Zep.
Sí, el chico tenía un excelente físico, eso no se le podía negar a nadie, pero la personalidad de mierda que poseía acaba con todo. Ni siquiera Nathan era tan frío e insensible con los demás.
— Ya lo veremos, Lorreine —pronunció con una sonrisa de autosuficiencia, antes de retirarse con paso lento del lugar.
— ¿Por qué no un chico lindo con una actitud pacifista y tierna me habla como él? —pensó en voz alta mientras veía la entrada de la cafetería, como si su príncipe azul fuera a atravesar aquella puerta en unos segundos.
Pero vio lo más parecido a un príncipe…
Meneo su cabeza para borrar todos sus pensamientos anteriores. Lo último que quería estando dentro de esta academia era estar en una relación…, eso sería una gran distracción para todos sus planes y es lo que menos quería. Aun así no podía negar el hecho de que Lysandro le atraía… y demasiado para su propio gusto.
Simplemente se quedó observándolo a distancia. Cómo se encontraba conviviendo con una pequeña rubia que le causo ternura, pero de alguna forma envidia al no estar en sus zapatos en estos momentos. Se detuvo a ver como el castaño sonreía y lanzaba carcajadas al aire por algo chistoso que le haya contado aquella blonda. Automáticamente sintió como se formaba una sonrisa en sus propios labios… y de alguna manera, se dio cuenta de que ver feliz a Lysandro la hacía feliz…
— ¿A quién observamos? —alguien susurró en su oído causando un escalofrío por todo el cuerpo y que saltará sobre su asiento. Volteo a ver al chistoso que la había sorprendido y se topó con una mata de cabellos rubios y unos ojos azules hermosos.
— A nadie, idiota.
— Pero cuanto amor hay en tus palabras, Lorreine —comento el rubio con sarcasmo y aquello en parte le dio algo de gracia a la morena… la suficiente como para sonreír.
— Lo sé, soy la persona más tierna y dulce de toda la academia —siguió su juego a la vez que lo veía de reojo. Su mirada aún se concentraba en Lysandro.
— Corrección: de todo el mundo —inclinó la cabeza al recalcar aquello—. Pero dime… ¿a quién espías, Lore? —Insistió con una sonrisa burlesca— No, espera, yo adivino —añadió tratando de dirigir su mirada hacia donde veía la morena—. Así que observabas a nuestro buen amigo Lysandro, eh —elevó las cejas de modo divertido, cosa que no le dio la más mínima gracia a Lorreine.
— Por supuesto que no.
— Vamos, tenme algo de confianza, no pienso contarle a alguien tu pequeño secreto sobre que te gusta Lysandro Hardiggan —ella sabía que Daniel estaba siendo completamente sincero, pero no quería admitir el hecho de que el castaño había llamado su atención desde el primer día en que le ayudo con su maleta.
— De acuerdo, sí, me gusta, pero cuidado con que andes diciendo esto a alguien más, James —advirtió señalándolo con el dedo índice.
— Soy un libro cerrado con los secretos de mis amigos…, bueno, si es que somos amigos.
— Tranquilo… lo somos —aseguró la oji marrón parándose de su lugar—, algo así.
Lysandro no evito seguir con la mirada a la morena, viendo cómo se retiraba de la cafetería con su habitual caminar digno de una modelo, aunque ella no lo fuera.
— ¡Lysandro! —su nombre pronunciado con elevación logró que saliera de la pequeña burbuja en la que se había metido. Volteó a ver a una no muy contenta Simone debido a la ignorancia por parte de él.
— Lo siento ¿qué me decías? —trató de disculparse poniendo una cara de cachorro, una cara de la que no se pudo resistir la pequeña rubia.
— Awww, sabes que no puedo contra tu cara de perrito regañado —habló mientras agarraba ambos cachetes del castaño. Cosa que no le gustó, pero no opuso resistencia—. Te decía que se me hicieron demasiados los profesores que tendremos todo este año.
— Sí, eso creo.
— Ni siquiera recuerdo cinco de sus nombres.
— Que mala memoria la tuya, Simone —comento aún con la mirada fija en la morena, pero escuchando las palabras de su amiga.
— Lysandro me gustaría que cuando estuviese hablando, me vieras a mí y no al trasero de alguna chica superficial.
— Lo siento, y no veía su trasero…, eso suena tan grotesco, Simone.
— Pues no sé qué veías, Lys.
— ¿Todas las chicas de acá te son superficiales entonces? —indagó el oji azul batiendo una cuchara en su taza de café humeante.
— No todas, hay excepciones —respondió enfatizando la palabra «excepciones» moviendo su taza de café.
— ¿Cómo quiénes?
— Te darás cuenta de quiénes durante todo el año, Lys —fue la única respuesta de su amiga y aquello lo dejo un poco picado por la curiosidad que tenía.
El pequeño almuerzo que había tenido con Simone ya se había terminado y para cuando cayó de nuevo en el mundo real se dio cuenta que se hallaba frente a la puerta de su habitación. Lysandro se seguía preguntando porque era que le habían tocado unos compañeros de cuarto tan incompatibles a su personalidad: Zeppelin siendo un bravucón con cero sentimiento de culpabilidad ante el Bullying que cometía a todos; Nathan con una aura misterioso y que causaba que le tuviera algo de pavor tan solo de verlo; y Travis… bueno, era el único amable con él, aunque no pudiera pasar más de cinco minutos conversando con el oji verde sin que éste pronunciara algo relacionado con Dios.
Se adentró a su habitación largando un gran suspiro. No había nadie dentro, lo cual agradeció, no estaba del mejor ánimo como para charlar con alguien… o que alguien fingiera que él no estaba ahí. De todas maneras, nunca estaba de ánimo para entablar una conversación con alguien más que no fuera Simone.
Se estaba comenzando a preguntar cómo le haría durante los siguientes meses para poder cambiar aquello y no irse de la academia sin que solo una persona supiera quién es él. Se mentalizó que empezaría con su buena actitud de ser alguien más social en cuanto se iniciarán las clases mañana. ¿Quién sabe? Sus compañeros de salón podrían resultar más agradables que los de su habitación.
±±±
Jenna se estaba comenzando a cansar de los ataques de Lorreine, es decir, ¿qué le había hecho a ella como para que insinuará aquellos comentarios, peor aún, frente a todos los de la academia? Lo tenía muy claro, la morena no tenía ética ni moral para pisotear a cualquiera que se cruzará en su camino. Tal vez Jenna no fuera la persona más amigable de la escuela, o la más amable cuando alguien se acercaba a hablarle, o simpática, divertida y graciosa. Puso los ojos en blancos, sabía que estabas más que claro que no era la persona favorita de la mayoría, pero no quería que los demás le dieran ya una etiqueta; ya se imaginaba su frente con la palabra “zorra” enmarcada, gracias a Lorreine.
Suspiró. Cada día que pasaba solo se convencía de que entrar a la academia había sido uno de los peores errores de su corta vida. En este lugar se había encontrado con un pasado que quería olvidar, y ahora, posiblemente nadie quiera acercársele por temor que pueda robarle cada galán.
— ¿Hola? Tierra llamando a Jenna, ¿se encuentra ahí o ya perdí a mi amiga? —pestaño en cuanto capto una mano frente a sus ojos, tratando de volverla a la realidad.
— No, Hugo, aún no me has perdido.
— Me alegra saber eso, ¿en qué tanto pensabas, Jenn?
— Creo que tienes una idea algo claro de lo que pienso, Hugo.
— ¿Sigues pensando en lo que la perra de Lorreine te digo en la reunión, Jenna? —cuestiono Luna caminando junto a ambos.
— Lunetta, esa boca.
— ¿Qué? No tiene nada de malo decir la verdad, ¿o sí? Lo único que digo es que alguien debería hacer algo para bajarla de la nube en la que se encuentra.
— ¿Golpearla?
— Jenna, sin violencia, por favor —suplicó Hugo en tono cansado.
— Solo bromeaba —indicó la castaña, sonriéndole con burla—. Gallina.
— No soy una gallina —la señalo con el dedo, para después colocar un brazo por encima de los hombros de ella, y el otro, encima de los hombros de la blonda—. Pero díganme, mis chicas… ¿listas para el primer día de clases?
— Solo ruego porque Lorreine no se haya metido a modelaje, porque ahí sí, la suerte jamás ha estado de mi lado.
— ¿Hablas porque te topaste con tu ex novio aquí mismo, y te diste cuenta que probablemente lo verás todos los días? —Jenna se detuvo en seco ante la pregunta de Luna.
— Luna… —advirtió Hugo, para que ella entendiera que ese no era un tema por tocar.
— Vamos, somos amigos, ¿no? Podemos confiarnos lo que sea.
— Luna, es solo que simplemente no quiero hablar de ese tema, ¿de acuerdo?
— Vamos a la habitación mejor, Jenna —la pequeña rubia la jalo del brazo, impidiéndole que se excusará, y dejando a Hugo solo en el pasillo.
— Siéntate, toma algo y desahógate —la coloco en su cama, tendiéndole un pequeño envase plateado.
— Estás loca si crees que me emborracharé ahora, dentro de mi habitación.
— Jenna, no estamos en horario de clases, aún. Ninguna de nuestras compañeras, si es que entran mientras estamos acá, dirá algo, deja me encargo de eso.
— ¿Por qué te molestas tanto, Luna?
— Necesitas hablar con alguien de ese tema. Tú piensas que no quieres, y que es mejor tratar de olvidarlo. Pero en el fondo sabes que no es así, que no puedes simplemente dar vuelta a la página y terminar ese capítulo en tu vida. Tarde o temprano, deberás admitir, que te odias a ti misma por lo que hiciste.
— ¿Vendrás con clases de moral ahora? ¿En serio? Tengo suficiente con que, gracias a Lorreine, todos me ven como una puta barata. No necesito que alguien finja que le intereso y que le preocupo.
— No finjo, Jenna. Mira, sé que apenas nos conocemos de… ¿hace una semana? Probablemente, tendremos nuestras peleas, como cualquier amistad que las tiene, pero no te hace daño dejar que alguien entre a tu vida y te ayude a seguir adelante.
— ¿Por qué supones que necesito ayuda? No la necesite desde que Terrence se fue, no la necesito ahora. Puedo con mi vida sin tener a alguien a mi lado.
— Jenna… no siempre uno podrá mantener intacta aquella fuerza para seguir de pie y no romperse.
— Puedo cuidarme sola, Luna.
— Toma un trago, y me avisas cuando quieras hablar —le coloco el envase plateado entre sus manos.
Media hora más tarde, ambas empezaban a sentir el efecto del alcohol en su cuerpo. Debían agradecer que ninguna de sus compañeras haya vuelto a la habitación después de la reunión.
— Comencemos con la historia de tu vida, Jenna.
— ¿Qué quieres escuchar, Luna? ¿Cómo nos conocimos Terrence y yo? Es una larga historia.
— Puedo sacrificar mi tiempo para escucharte.
— Llegó de la nada y para cuando me di cuenta, me volvía loca de solo hablar con él o mirarlo. Prácticamente me la pasaba ignorándolo la mayoría del tiempo, me costó admitir a mí misma que me gustaba, y más decírselo. Todo iba bien, pero lo eché a perder.
— ¿Por qué lo hiciste?
— No lo sé, creo que tenía miedo de hasta donde llegarían las cosas con Terrence, me refiero a que, no quería terminar completamente loca por alguien, aunque valía la pena arriesgarme en ese momento. Él valía la pena y yo fui la única que arruino las cosas. Entiendo el hecho de que me odie como nadie en este mundo, porque, vamos, yo misma me odio por haber sido tan estúpida en dejarlo ir y herirlo.
— Jenna… no creo que Terrence te odie.
— Luna, mira a tu alrededor. La dos veces que nos hemos encontrado acá, él mismo me ha recalcado lo que le hice, y me trague todo lo que le quería decir porque no tengo ningún derecho en excusarme.
— ¿Qué es lo que le querías, o más bien, quieres decirle? —ambas se recostaron en la cama de la castaña, cada una abrazando un almohadón.
— Que lamento haberlo herido y que daría lo que fuera porque las cosas fueran diferentes.
— ¿A qué te refieres con eso? —un bostezo salió de los labios de la rubia.
— A que me duele el resentimiento que tiene conmigo y que, aun le sigo queriendo. No sé, es difícil olvidarse de alguien como él —guardo silencio por unos minutos mientras procesaba todo lo que había dicho. Volteo a ver a su amiga, dándose cuenta que ésta se había quedado profundamente dormida—. Dulces sueños, Luna.
Suspiró. Cada día que pasaba solo se convencía de que entrar a la academia había sido uno de los peores errores de su corta vida. En este lugar se había encontrado con un pasado que quería olvidar, y ahora, posiblemente nadie quiera acercársele por temor que pueda robarle cada galán.
— ¿Hola? Tierra llamando a Jenna, ¿se encuentra ahí o ya perdí a mi amiga? —pestaño en cuanto capto una mano frente a sus ojos, tratando de volverla a la realidad.
— No, Hugo, aún no me has perdido.
— Me alegra saber eso, ¿en qué tanto pensabas, Jenn?
— Creo que tienes una idea algo claro de lo que pienso, Hugo.
— ¿Sigues pensando en lo que la perra de Lorreine te digo en la reunión, Jenna? —cuestiono Luna caminando junto a ambos.
— Lunetta, esa boca.
— ¿Qué? No tiene nada de malo decir la verdad, ¿o sí? Lo único que digo es que alguien debería hacer algo para bajarla de la nube en la que se encuentra.
— ¿Golpearla?
— Jenna, sin violencia, por favor —suplicó Hugo en tono cansado.
— Solo bromeaba —indicó la castaña, sonriéndole con burla—. Gallina.
— No soy una gallina —la señalo con el dedo, para después colocar un brazo por encima de los hombros de ella, y el otro, encima de los hombros de la blonda—. Pero díganme, mis chicas… ¿listas para el primer día de clases?
— Solo ruego porque Lorreine no se haya metido a modelaje, porque ahí sí, la suerte jamás ha estado de mi lado.
— ¿Hablas porque te topaste con tu ex novio aquí mismo, y te diste cuenta que probablemente lo verás todos los días? —Jenna se detuvo en seco ante la pregunta de Luna.
— Luna… —advirtió Hugo, para que ella entendiera que ese no era un tema por tocar.
— Vamos, somos amigos, ¿no? Podemos confiarnos lo que sea.
— Luna, es solo que simplemente no quiero hablar de ese tema, ¿de acuerdo?
— Vamos a la habitación mejor, Jenna —la pequeña rubia la jalo del brazo, impidiéndole que se excusará, y dejando a Hugo solo en el pasillo.
— Siéntate, toma algo y desahógate —la coloco en su cama, tendiéndole un pequeño envase plateado.
— Estás loca si crees que me emborracharé ahora, dentro de mi habitación.
— Jenna, no estamos en horario de clases, aún. Ninguna de nuestras compañeras, si es que entran mientras estamos acá, dirá algo, deja me encargo de eso.
— ¿Por qué te molestas tanto, Luna?
— Necesitas hablar con alguien de ese tema. Tú piensas que no quieres, y que es mejor tratar de olvidarlo. Pero en el fondo sabes que no es así, que no puedes simplemente dar vuelta a la página y terminar ese capítulo en tu vida. Tarde o temprano, deberás admitir, que te odias a ti misma por lo que hiciste.
— ¿Vendrás con clases de moral ahora? ¿En serio? Tengo suficiente con que, gracias a Lorreine, todos me ven como una puta barata. No necesito que alguien finja que le intereso y que le preocupo.
— No finjo, Jenna. Mira, sé que apenas nos conocemos de… ¿hace una semana? Probablemente, tendremos nuestras peleas, como cualquier amistad que las tiene, pero no te hace daño dejar que alguien entre a tu vida y te ayude a seguir adelante.
— ¿Por qué supones que necesito ayuda? No la necesite desde que Terrence se fue, no la necesito ahora. Puedo con mi vida sin tener a alguien a mi lado.
— Jenna… no siempre uno podrá mantener intacta aquella fuerza para seguir de pie y no romperse.
— Puedo cuidarme sola, Luna.
— Toma un trago, y me avisas cuando quieras hablar —le coloco el envase plateado entre sus manos.
Media hora más tarde, ambas empezaban a sentir el efecto del alcohol en su cuerpo. Debían agradecer que ninguna de sus compañeras haya vuelto a la habitación después de la reunión.
— Comencemos con la historia de tu vida, Jenna.
— ¿Qué quieres escuchar, Luna? ¿Cómo nos conocimos Terrence y yo? Es una larga historia.
— Puedo sacrificar mi tiempo para escucharte.
— Llegó de la nada y para cuando me di cuenta, me volvía loca de solo hablar con él o mirarlo. Prácticamente me la pasaba ignorándolo la mayoría del tiempo, me costó admitir a mí misma que me gustaba, y más decírselo. Todo iba bien, pero lo eché a perder.
— ¿Por qué lo hiciste?
— No lo sé, creo que tenía miedo de hasta donde llegarían las cosas con Terrence, me refiero a que, no quería terminar completamente loca por alguien, aunque valía la pena arriesgarme en ese momento. Él valía la pena y yo fui la única que arruino las cosas. Entiendo el hecho de que me odie como nadie en este mundo, porque, vamos, yo misma me odio por haber sido tan estúpida en dejarlo ir y herirlo.
— Jenna… no creo que Terrence te odie.
— Luna, mira a tu alrededor. La dos veces que nos hemos encontrado acá, él mismo me ha recalcado lo que le hice, y me trague todo lo que le quería decir porque no tengo ningún derecho en excusarme.
— ¿Qué es lo que le querías, o más bien, quieres decirle? —ambas se recostaron en la cama de la castaña, cada una abrazando un almohadón.
— Que lamento haberlo herido y que daría lo que fuera porque las cosas fueran diferentes.
— ¿A qué te refieres con eso? —un bostezo salió de los labios de la rubia.
— A que me duele el resentimiento que tiene conmigo y que, aun le sigo queriendo. No sé, es difícil olvidarse de alguien como él —guardo silencio por unos minutos mientras procesaba todo lo que había dicho. Volteo a ver a su amiga, dándose cuenta que ésta se había quedado profundamente dormida—. Dulces sueños, Luna.
±±±
— Terrence… ¿tú crees que Lorreine y Jenna se conocen de antes?
— ¿A qué te refieres, Andy? —el castaño y la rubia iban avanzando por los pasillos hacia su respectivos salones para dar inicio a lo que serían las clases.
— No lo sé, son solo suposiciones mías.
— Deberías dejar de suponer cosas…
— Es que, se me ocurrió aquello por la manera en la que Lorreine ha tratado a tu ex novia en las reuniones que hemos tenido…, eso y que pareciera conocerla porque lo que dice de ella es tan cierto y… —dejo la frase inconclusa al notar la cara de pocos amigos que tenía su amigo— No debería volver a tocar el tema nunca más.
— O tal vez yo no debí haberte dicho nada en un principio.
Los siguientes cinco minutos transcurrieron lentamente con un silencio incómodo entre ambos. Terrence volteo a ver a su amiga, para darse cuenta que ésta se encontraba con la cabeza mirando hacia sus pies. Se dio cuenta que había sido algo o demasiado duro con la rubia. Suspiró. No quería comportarse de esa manera con ella, pero cuando salía el tema de Jenna, simplemente todo buen humor en él desaparecía.
— Lo siento. No fue mi intención ser cortante contigo, Andy.
— No te preocupes, yo debo aprender a cerrar la boca cuando comienzo a hablar sobre temas que no te agradan y que no me incumben en lo absoluto.
— No es eso, Andy, es solo que… Aún no puedo creer que me la haya vuelto a encontrar después de varios meses. Los Ángeles es una ciudad lo suficientemente grande como para que dos personas se encuentren de casualidad. ¡Y solo mira las casualidades de la vida y la poca suerte que tengo! No solo me la encontré de nuevo, si no que deberé convivir con ella los siguientes meses hasta que termine el curso.
— No necesariamente tienen que platicar, eso es otra cosa, Rex.
— Demi… tarde o temprano pasará, y eso, eso es precisamente lo que no quería que sucediera, no de nuevo.
— ¿Por qué? Ya paso mucho tiempo, Rex. Las cosas cambian.
— Los sentimientos no.
— ¿A qué te refieres? —la oji azul arrugo la frente, tratando de captar lo que había mencionado su amigo.
— Aún la quiero, Andy. Yo aún quiero a Jenna —vaya, debía admitir que decir eso en voz alta le había costado demasiado.
— Terrence…—se vio interrumpida por el sonido de un timbre ensordecedor. Los dos sintieron como si sus oídos fueran a explotar— ¿Qué mierda? Lo que te decía era que… —volvió a sonar el timbre, dando a entender que no debía haber ni un alumno en los pasillos— Bueno, tú y yo hablaremos después de clases. Espera, según el horario, a todos nos toca… ¡¿educación física?! ¡¿Es una jodida broma?! ¡¿Qué clase de mente tan maligna tienen como para ponernos esa materia como la primera del día?! ¡Y es lunes, por el amor de Dios! —Terrence no sabía que iba a romper sus oídos primero, si el timbre o la aguda voz de su mejor amiga en estos momentos. Abrió en grande los ojos cuando sintió que alguien lo jalaba de la camisa con fuerza—. Dime que es una pesadilla y que aún sigo plácidamente dormida en mi cama, Rex.
— Primero, déjame respirar… segundo, no, Andy, no es una pesadilla y tampoco estás plácidamente dormida en tu cama.
Ambos se adentraron al gimnasio que se hallaba en la puerta siguiente. Era grande, lo suficiente como para todos los alumnos. Había hileras de escaleras en ambos lados del salón y una cuerda colgada desde el techo hasta el suelo. Igualmente, a distancia, a un lado de una de las canastas de básquetbol, había estantes con balones (futbol, vóleibol, básquetbol). Terrence noto que todos los alumnos —aunque no sabía con certeza cuantos eran en total— ya estaban adentro de la habitación.
— Moriré antes de llegar a la segunda hora —se quejó la rubia de su amiga. El castaño intuyo que ella no era la única que se sentía así. A él tampoco le agradaba la idea.
— Ese no es el espíritu que nos gusta, señorita Ackles —todos voltearon hacia dónde provenía aquella grave voz, dándose cuenta que los profesores ya habían entrado.
— Sin ofender, profesor, pero nadie en estos momentos tiene ese espíritu —puntualizo la rubia.
— Tal vez, pero haremos que lo sientan durante el transcurso de la clase de hoy, para que se vayan acostumbrando a que todos los días, a esta misma hora deberán sentirlo.
— Espere… ¿nos está diciendo que tendremos está materia como la primera durante toda la semana? —espeto Luna.
— Efectivamente, señorita Radaquer.
— Vayan a sus casilleros, cámbiense de ropa, porque dudo que quieran dejar sudada la que tienen puesta, y regresen para que empecemos con unas cuantas vueltas alrededor del gimnasio.
— ¿Casilleros? —la voz de Prudence se escuchó entre todos los alumnos.
— En las dos puertas que se encuentran detrás de nosotros, están los casilleros de cada uno de ustedes, cada uno tendrá una muda que usar en cada una de las clases, una toalla para que se duchen en los baños que están al final de los casilleros, y un par de zapatillas deportivas. Chicos, tengan en cuenta que estarán separados hombres y mujeres, así que no intenten pasarse de listos.
— ¿Qué se supone que haremos hoy? —quiso saber uno de los gemelos Cartairs, Ezra.
— Un par de vueltas alrededor del gimnasio, nada complicado, jóvenes —pronunció con voz suave la profesora.
— ¿Con la palabra “nada complicado”, a cuántas vueltas se refiere? —Kat se cruzó de brazos mientras veía a la profesora.
— Unas 20 vueltas para mujeres y 30 para los hombres.
— ¡¿Qué?!
— A excepción del joven Zeppelin, que, como habíamos acordado en la reunión, él estaba más que dispuesto a hacer 50 vueltas, ¿verdad, joven Hitchcock?
— Está loco si cree que lo haré.
— No estoy preguntando, y si se comienza a cansar, no se preocupe, estaré con usted para darle ánimos a terminar —el rubio no dijo una palabra más ante la voz demandante que había usado el maestro.
Una hora después, Terrence se encontraba sentado en las gradas del gimnasio, recuperando el aliento e hidratándose con una botella de agua, como los demás lo hacían.
— ¿Cansado? —una voz grave llamó su atención. Volteo a ver, y se encontró con un castaño de ojos azules. No recordaba haberlo visto
antes, pero no era de esperar que lo hiciera. Terrence apenas si sabía el nombre de como 6 personas.
— Algo, ¿tu?
— Igual, no es de que me agrade despertarme temprano para dar vueltas como loco unas 30 veces —comento el oji azul sentándose a su lado.
— Bueno, si quiera no haremos 50.
— Cierto, aunque, tomemos en cuenta de que Zeppelin se lo tiene merecido —ambos rieron para alivianar el ambiente.
— Terrence —se presentó el castaño número uno estirando su mano.
— Seth.
— Dime, ¿a qué se debe que te me hayas acercado a hablar?
— No lo sé, parecías tan solo acá sentado, además, no es como que me agradaran todos los demás.
— ¿Estás diciéndome que te parecía anti social estando sentado y solo?
— Si te digo que sí, pensarás que soy un idiota, si te digo que no, te estaría mintiendo —ambos se rieron, alivianando el ambiente.
— Me agradas, Seth.
— Es un halago el que me digas eso. Pero dime, ¿has disfrutado tu estadía hasta el momento?
— Si…
— Eso no sonó a un sí sincero.
— Digamos que me encontré con alguien que no deseaba volver a ver, al menos, esperar hacerlo otra vez.
— Entiendo… ex novia que te rompió el corazón.
— Algo así —no quería decir más, porque sabía que hablar del tema solo lo pondría de mal humor—. Pero dime tú… ¿alguna chica en particular que haya captado tu atención, Seth?
— Digamos que no soy el mejor en ese tema, pero… hay una chica que me llamo la atención.
— ¿Quién?
— Nina Cohen.
— Oh, no la conozco, pero… podría ayudarte con eso.
— ¿Ah sí? ¿Cómo?
— No lo sé aún —se rieron—, pero ya veré que hago.
— ¿A qué te refieres, Andy? —el castaño y la rubia iban avanzando por los pasillos hacia su respectivos salones para dar inicio a lo que serían las clases.
— No lo sé, son solo suposiciones mías.
— Deberías dejar de suponer cosas…
— Es que, se me ocurrió aquello por la manera en la que Lorreine ha tratado a tu ex novia en las reuniones que hemos tenido…, eso y que pareciera conocerla porque lo que dice de ella es tan cierto y… —dejo la frase inconclusa al notar la cara de pocos amigos que tenía su amigo— No debería volver a tocar el tema nunca más.
— O tal vez yo no debí haberte dicho nada en un principio.
Los siguientes cinco minutos transcurrieron lentamente con un silencio incómodo entre ambos. Terrence volteo a ver a su amiga, para darse cuenta que ésta se encontraba con la cabeza mirando hacia sus pies. Se dio cuenta que había sido algo o demasiado duro con la rubia. Suspiró. No quería comportarse de esa manera con ella, pero cuando salía el tema de Jenna, simplemente todo buen humor en él desaparecía.
— Lo siento. No fue mi intención ser cortante contigo, Andy.
— No te preocupes, yo debo aprender a cerrar la boca cuando comienzo a hablar sobre temas que no te agradan y que no me incumben en lo absoluto.
— No es eso, Andy, es solo que… Aún no puedo creer que me la haya vuelto a encontrar después de varios meses. Los Ángeles es una ciudad lo suficientemente grande como para que dos personas se encuentren de casualidad. ¡Y solo mira las casualidades de la vida y la poca suerte que tengo! No solo me la encontré de nuevo, si no que deberé convivir con ella los siguientes meses hasta que termine el curso.
— No necesariamente tienen que platicar, eso es otra cosa, Rex.
— Demi… tarde o temprano pasará, y eso, eso es precisamente lo que no quería que sucediera, no de nuevo.
— ¿Por qué? Ya paso mucho tiempo, Rex. Las cosas cambian.
— Los sentimientos no.
— ¿A qué te refieres? —la oji azul arrugo la frente, tratando de captar lo que había mencionado su amigo.
— Aún la quiero, Andy. Yo aún quiero a Jenna —vaya, debía admitir que decir eso en voz alta le había costado demasiado.
— Terrence…—se vio interrumpida por el sonido de un timbre ensordecedor. Los dos sintieron como si sus oídos fueran a explotar— ¿Qué mierda? Lo que te decía era que… —volvió a sonar el timbre, dando a entender que no debía haber ni un alumno en los pasillos— Bueno, tú y yo hablaremos después de clases. Espera, según el horario, a todos nos toca… ¡¿educación física?! ¡¿Es una jodida broma?! ¡¿Qué clase de mente tan maligna tienen como para ponernos esa materia como la primera del día?! ¡Y es lunes, por el amor de Dios! —Terrence no sabía que iba a romper sus oídos primero, si el timbre o la aguda voz de su mejor amiga en estos momentos. Abrió en grande los ojos cuando sintió que alguien lo jalaba de la camisa con fuerza—. Dime que es una pesadilla y que aún sigo plácidamente dormida en mi cama, Rex.
— Primero, déjame respirar… segundo, no, Andy, no es una pesadilla y tampoco estás plácidamente dormida en tu cama.
Ambos se adentraron al gimnasio que se hallaba en la puerta siguiente. Era grande, lo suficiente como para todos los alumnos. Había hileras de escaleras en ambos lados del salón y una cuerda colgada desde el techo hasta el suelo. Igualmente, a distancia, a un lado de una de las canastas de básquetbol, había estantes con balones (futbol, vóleibol, básquetbol). Terrence noto que todos los alumnos —aunque no sabía con certeza cuantos eran en total— ya estaban adentro de la habitación.
— Moriré antes de llegar a la segunda hora —se quejó la rubia de su amiga. El castaño intuyo que ella no era la única que se sentía así. A él tampoco le agradaba la idea.
— Ese no es el espíritu que nos gusta, señorita Ackles —todos voltearon hacia dónde provenía aquella grave voz, dándose cuenta que los profesores ya habían entrado.
— Sin ofender, profesor, pero nadie en estos momentos tiene ese espíritu —puntualizo la rubia.
— Tal vez, pero haremos que lo sientan durante el transcurso de la clase de hoy, para que se vayan acostumbrando a que todos los días, a esta misma hora deberán sentirlo.
— Espere… ¿nos está diciendo que tendremos está materia como la primera durante toda la semana? —espeto Luna.
— Efectivamente, señorita Radaquer.
— Vayan a sus casilleros, cámbiense de ropa, porque dudo que quieran dejar sudada la que tienen puesta, y regresen para que empecemos con unas cuantas vueltas alrededor del gimnasio.
— ¿Casilleros? —la voz de Prudence se escuchó entre todos los alumnos.
— En las dos puertas que se encuentran detrás de nosotros, están los casilleros de cada uno de ustedes, cada uno tendrá una muda que usar en cada una de las clases, una toalla para que se duchen en los baños que están al final de los casilleros, y un par de zapatillas deportivas. Chicos, tengan en cuenta que estarán separados hombres y mujeres, así que no intenten pasarse de listos.
— ¿Qué se supone que haremos hoy? —quiso saber uno de los gemelos Cartairs, Ezra.
— Un par de vueltas alrededor del gimnasio, nada complicado, jóvenes —pronunció con voz suave la profesora.
— ¿Con la palabra “nada complicado”, a cuántas vueltas se refiere? —Kat se cruzó de brazos mientras veía a la profesora.
— Unas 20 vueltas para mujeres y 30 para los hombres.
— ¡¿Qué?!
— A excepción del joven Zeppelin, que, como habíamos acordado en la reunión, él estaba más que dispuesto a hacer 50 vueltas, ¿verdad, joven Hitchcock?
— Está loco si cree que lo haré.
— No estoy preguntando, y si se comienza a cansar, no se preocupe, estaré con usted para darle ánimos a terminar —el rubio no dijo una palabra más ante la voz demandante que había usado el maestro.
Una hora después, Terrence se encontraba sentado en las gradas del gimnasio, recuperando el aliento e hidratándose con una botella de agua, como los demás lo hacían.
— ¿Cansado? —una voz grave llamó su atención. Volteo a ver, y se encontró con un castaño de ojos azules. No recordaba haberlo visto
antes, pero no era de esperar que lo hiciera. Terrence apenas si sabía el nombre de como 6 personas.
— Algo, ¿tu?
— Igual, no es de que me agrade despertarme temprano para dar vueltas como loco unas 30 veces —comento el oji azul sentándose a su lado.
— Bueno, si quiera no haremos 50.
— Cierto, aunque, tomemos en cuenta de que Zeppelin se lo tiene merecido —ambos rieron para alivianar el ambiente.
— Terrence —se presentó el castaño número uno estirando su mano.
— Seth.
— Dime, ¿a qué se debe que te me hayas acercado a hablar?
— No lo sé, parecías tan solo acá sentado, además, no es como que me agradaran todos los demás.
— ¿Estás diciéndome que te parecía anti social estando sentado y solo?
— Si te digo que sí, pensarás que soy un idiota, si te digo que no, te estaría mintiendo —ambos se rieron, alivianando el ambiente.
— Me agradas, Seth.
— Es un halago el que me digas eso. Pero dime, ¿has disfrutado tu estadía hasta el momento?
— Si…
— Eso no sonó a un sí sincero.
— Digamos que me encontré con alguien que no deseaba volver a ver, al menos, esperar hacerlo otra vez.
— Entiendo… ex novia que te rompió el corazón.
— Algo así —no quería decir más, porque sabía que hablar del tema solo lo pondría de mal humor—. Pero dime tú… ¿alguna chica en particular que haya captado tu atención, Seth?
— Digamos que no soy el mejor en ese tema, pero… hay una chica que me llamo la atención.
— ¿Quién?
— Nina Cohen.
— Oh, no la conozco, pero… podría ayudarte con eso.
— ¿Ah sí? ¿Cómo?
— No lo sé aún —se rieron—, pero ya veré que hago.
±±±
— Lysandro… ¿sabías que tienes unos hermosos y perfectos ojos? —comento una castaña enganchándose al brazo del joven, que solo la quedo miro con completa extrañez ante la repentina cercanía, más no se movió o hizo algún movimiento que detallara incomodidad.
— Este… ¿no? —respondió sin saber que decir con exactitud. No conocía a la chica, solamente sabía su nombre… solamente eso y se sentía algo raro por platicar con alguien más que no fuera Simone— Pero gracias por el cumplido, Cheyenne.
— Agh, no me digas Cheyenne —habló la oji marrón posicionándose en frente de él—. Dime Chanel.
— Este… de acuerdo, Chanel —comento el oji azul ofreciendo una sonrisa llena de amabilidad y simpatía. La pequeña y debilucha castaña sintió su corazón desfallecer ante tanta hermosura—. Y tú también tienes unos ojos hermosos, aunque supongo que eso ya te lo habían dicho.
— No. De hecho eres el primero que me dice un cumplido estando acá –respondió la castaña sonrojada por el alago—, así que muchas gracias, Lys.
— No hay de que, solo digo lo que es obvio para la gente –añadió el joven Hardiggan agarrando la mano de la joven—. ¿Quieres comer? Digo, así nos conocemos y me cuentas que tal te fue en tu primer día de clases…
— ¡Sí! —exclamó abrazándolo por el cuello e impidiéndole terminar la frase. Lysandro solo se preguntaba en qué demonios se había metido ahora.
— Este… ¿no? —respondió sin saber que decir con exactitud. No conocía a la chica, solamente sabía su nombre… solamente eso y se sentía algo raro por platicar con alguien más que no fuera Simone— Pero gracias por el cumplido, Cheyenne.
— Agh, no me digas Cheyenne —habló la oji marrón posicionándose en frente de él—. Dime Chanel.
— Este… de acuerdo, Chanel —comento el oji azul ofreciendo una sonrisa llena de amabilidad y simpatía. La pequeña y debilucha castaña sintió su corazón desfallecer ante tanta hermosura—. Y tú también tienes unos ojos hermosos, aunque supongo que eso ya te lo habían dicho.
— No. De hecho eres el primero que me dice un cumplido estando acá –respondió la castaña sonrojada por el alago—, así que muchas gracias, Lys.
— No hay de que, solo digo lo que es obvio para la gente –añadió el joven Hardiggan agarrando la mano de la joven—. ¿Quieres comer? Digo, así nos conocemos y me cuentas que tal te fue en tu primer día de clases…
— ¡Sí! —exclamó abrazándolo por el cuello e impidiéndole terminar la frase. Lysandro solo se preguntaba en qué demonios se había metido ahora.
±±±
Aidan caminaba a través de los pasillos en busca del dormitorio de Camille. Eran las 7 de la mañana y, sinceramente, se cuestionaba porque el de haberse levantado tan temprano, aun así, no tenía nada de sueño, y se había pasado casi toda la noche pensando y pensando en su propia vida. Quería mejorar la persona que era, por su hermana, pero sobre todo, por él mismo. No quería pasar las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana, con la cara larga y pensando solamente en sus padres. Aunque debía ser sincero, de que no era solamente por esas cosas que quisiera cambiar. En parte, lo quería hacer por Camille, ella era tan dulce y buena con todos, y él tan… malditamente antipático con la mayoría. No quería pensar que ella merecía a alguien mejor —aunque esa fuera la verdad.
Se estaba volviendo loco. Nunca antes se había sentido tan bien estando a lado de otra persona…, no recordaba haberse sentido tan tranquilo, feliz, cómodo. Tenía que ser honesto, y es que la verdad era que, no se había sentido tan bien desde hace un largo tiempo; y aquello, lo originaba Camille. Detuvo sus pensamientos al llegar a la habitación. Toco un par de veces, despacio, lo último que quería era que despertarán las compañeras de ella, lo terminarían echando a patadas.
— ¿Aidan? —pregunto una soñolienta castaña mientras se tallaba los ojos para cerciorarse de que lo que veía era real y no producto de su imaginación, siendo que aún seguía sumida en su sueño en cuanto escucho que alguien tocaba la puerta de la habitación.
— Buenos días, Camille —la saludó el moreno dándole un beso en la mejilla, causando que las mejillas de la oji marrón se pusieran de un lindo color carmesí; eso solo causo que Aidan se sintiera más emocionado con la decisión que había tomado en cuanto llego a su cuarto después del baile—. Este... ¿no te desperté, o si? —pregunto sintiéndose algo estúpido por venir tan temprano a buscarla, es decir, ¿quién está despierto a las 7 de la mañana?
— Si, que diga no —se autocorrigió la castaña y aquello causo que el moreno se riera, pero no una risa burlona, sino más bien una que detallaba ternura—. No te preocupes, rara vez madrugo los sábados, supongo que hoy es un día de esos.
— Dudo mucho aquello, pero hare como si te creyera —comento el moreno brindándole una sonrisa resplandeciente—. Y dime... ¿qué haces en cuanto madrugas?
— Déjame recordar —colocó su dedo índice en su mentón a modo de pensar ¿cuándo fue la última vez que Aidan se sentía derretir por tanta ternura con alguien que no fuera su hermana?—. Me preparó una taza de café para despertar por completo, aunque siempre me tomó más de cuatro o cinco tazas al día si te soy sincera, me colocó ropa cómoda para salir a correr por una media hora, regresó, me ducho y arreglo, me dispongo a leer algún libro o a seguir con la lectura de alguno que haya dejado pendiente mientras tomo otra taza de café para matar el tiempo y... ¿te estoy aburriendo cierto?
— No, todo lo contrario —aseguro el moreno dando un paso al frente y acortando la distancia que los separaba a ambos—. Y da la casualidad que justamente esas actividades haremos el día de hoy, y de paso me cuentas como te fue en tu primera semana. Dime ¿te espero aquí para ir a correr o prefieres que espere en el patio trasero? —sin duda alguna, Camille quería saltar de alegría en estos momento y lanzarse hacia los brazos de Aidan para repartirle una decena de besos, pero logro controlar sus hormonas antes de cometer algo de lo que se arrepintiera después.
— Nos vemos en el patio, Aidan —respondió la castaña dando un paso al frente y quedando solo a un par de centímetros de distancia entre los dos.
Podía sentir la respiración lenta de Anderson y sabía que ella apenas si podía inhalar un poco de oxígeno. Le sonrió para después depositar un corto, pero dulce beso en la mejilla del moreno y seguidamente adentrarse nuevamente en su habitación antes de perder por completo el control.
Se estaba volviendo loco. Nunca antes se había sentido tan bien estando a lado de otra persona…, no recordaba haberse sentido tan tranquilo, feliz, cómodo. Tenía que ser honesto, y es que la verdad era que, no se había sentido tan bien desde hace un largo tiempo; y aquello, lo originaba Camille. Detuvo sus pensamientos al llegar a la habitación. Toco un par de veces, despacio, lo último que quería era que despertarán las compañeras de ella, lo terminarían echando a patadas.
— ¿Aidan? —pregunto una soñolienta castaña mientras se tallaba los ojos para cerciorarse de que lo que veía era real y no producto de su imaginación, siendo que aún seguía sumida en su sueño en cuanto escucho que alguien tocaba la puerta de la habitación.
— Buenos días, Camille —la saludó el moreno dándole un beso en la mejilla, causando que las mejillas de la oji marrón se pusieran de un lindo color carmesí; eso solo causo que Aidan se sintiera más emocionado con la decisión que había tomado en cuanto llego a su cuarto después del baile—. Este... ¿no te desperté, o si? —pregunto sintiéndose algo estúpido por venir tan temprano a buscarla, es decir, ¿quién está despierto a las 7 de la mañana?
— Si, que diga no —se autocorrigió la castaña y aquello causo que el moreno se riera, pero no una risa burlona, sino más bien una que detallaba ternura—. No te preocupes, rara vez madrugo los sábados, supongo que hoy es un día de esos.
— Dudo mucho aquello, pero hare como si te creyera —comento el moreno brindándole una sonrisa resplandeciente—. Y dime... ¿qué haces en cuanto madrugas?
— Déjame recordar —colocó su dedo índice en su mentón a modo de pensar ¿cuándo fue la última vez que Aidan se sentía derretir por tanta ternura con alguien que no fuera su hermana?—. Me preparó una taza de café para despertar por completo, aunque siempre me tomó más de cuatro o cinco tazas al día si te soy sincera, me colocó ropa cómoda para salir a correr por una media hora, regresó, me ducho y arreglo, me dispongo a leer algún libro o a seguir con la lectura de alguno que haya dejado pendiente mientras tomo otra taza de café para matar el tiempo y... ¿te estoy aburriendo cierto?
— No, todo lo contrario —aseguro el moreno dando un paso al frente y acortando la distancia que los separaba a ambos—. Y da la casualidad que justamente esas actividades haremos el día de hoy, y de paso me cuentas como te fue en tu primera semana. Dime ¿te espero aquí para ir a correr o prefieres que espere en el patio trasero? —sin duda alguna, Camille quería saltar de alegría en estos momento y lanzarse hacia los brazos de Aidan para repartirle una decena de besos, pero logro controlar sus hormonas antes de cometer algo de lo que se arrepintiera después.
— Nos vemos en el patio, Aidan —respondió la castaña dando un paso al frente y quedando solo a un par de centímetros de distancia entre los dos.
Podía sentir la respiración lenta de Anderson y sabía que ella apenas si podía inhalar un poco de oxígeno. Le sonrió para después depositar un corto, pero dulce beso en la mejilla del moreno y seguidamente adentrarse nuevamente en su habitación antes de perder por completo el control.
±±±
La primera semana de clases ya había terminado y Lysandro se sentía agradecido de haberla pasado completo. De hecho, no fue tan terrible como él supuso en un principio. Busco con la mirada una cabellera larga y rubia. Quería platicar con Simone y que ésta le contará como le había ido en su primera semana, al igual que él lo haría con ella. De igual manera, hablar con ella de asuntos más personales.
— Simone —la llamó Lysandro colocándose a un lado de ella, estando ambos en el piso de uno de los tantos pasillos de la edificación.
— Dime, Lys.
— Este… no ya nada, disculpa las molestias —se disculpó, no podía preguntarle a la rubia de su pequeña amiga la duda que lo carcomía desde la mañana en donde se enteró que ella se inclinaba hacia el otro lado.
— Lysandro —habló con seriedad la oji azul volteando a verlo.
— ¿Cómo fue que supiste que te gustaban las chicas? —preguntó sin detenerse, sabía que este era un tema delicado para usarlo como un tipo de conversación, pero desde aquella mañana en la que los dos rubios, Derek y Zeppelin, la habían molestado con la preferencia sexual de la rubia quería saber más de ella y de su historia. Realmente, Simone le importaba como una gran amiga y le había agarrado un gran cariño con demasiada rapidez.
— Fue a los trece años —respondió la pequeña rubia suspirando con pesadez ante el recuerdo. Lysandro supo que le costaba el rememorar aquellos tiempos, sabía lo que se sentía… recordar cosas que dolían era demasiado para cualquier persona—. Me enamoré de una chica, de verdad que lo hice, pero jamás me anime en decirle lo que sentía por ella —conto colocándose frente a él para que la viera directamente a los ojos. Había una gran tristeza dentro de esas dos perlas azules, y el castaño solo quería detener la conversación, más no menciono palabra alguna—. La veía todos los días, veía como sonreía y como platicaba con todo el mundo —una pequeña sonrisa de tristeza se dibujó en el rostro de Simone—. El día en que me había armado de valor para decirle todo lo que sentía por ella… —hablo con un hilo de voz− nos dieron la noticia de que se había suicidado —y una pequeña lágrima desbordo por su rostro al terminar de hablar.
— Perdón si te hice recordar cosas difíciles, Simone —se disculpó limpiando la pequeña lágrima que había derramado su amiga—. No tenía idea.
— Tranquilo, Lys —aseguro la oji azul sonriéndole con dulzura y acomodándose a un lado de él otra vez—. Pero gracias.
— ¿Por qué?
— Por preocuparte por mí y por ser un gran amigo —recargo su cabeza en el hombre del oji azul, y él supo que también debía contar su historia. Simone lo hizo, y ella merecía que él también se abriera.
— Una noche, durante la cena de noche buena —comenzó con voz baja ya que aún le dolía el recuerdo de aquel acontecimiento en que lo había perdido todo: su vida y lo que él era antes de lo ocurrido—, entraron dos hombres encapuchados a mi casa. Solo estábamos mis padres y yo, mi hermana estaba en casa de una amiga suya. Estaba saliendo del estudio de mi padre cuando los vi entrar, los seguí con un bate hasta la cocina donde se hallaban mis padres, pero llegue tarde, Simone —un sollozo causo que se le cortara la voz mientras hablaba; la oji azul apretó la mano de su amigo dándole fuerzas—. Mis padres ya se encontraban en el suelo con sangre alrededor de ellos. Perdí el control y me lance a uno de los hombres causando que éste disparara accidentalmente su pistola matando a su compañero; lo golpee con el bate no sé cuántas veces antes de que me disparo, logrando perder el conocimiento —para cuando se dio cuenta, su ojos ya estaban derramando lágrimas ante el recuerdo de aquella noche.
— Lys…
— Me costó volver a encontrarle sentido a mi vida ¿sabes? Sabía que tenía una hermana a la cual cuidar y apoyar, pero no podía, Simone… no podía ni mirarla a los ojos sin recordar a mi madre o a mi padre. Me perdí a mí mismo demasiado tiempo y deje de ser quién era después del homicidio de mis papás —sorbió su nariz mientras se limpiaba su rostro lleno de lágrimas—. Sé que ya pasaron casi 8 años, pero esa noche me marco de una manera en la que no me deja en paz ni un solo día.
— Lysandro… mírame —habló la blonda de su amiga agarrando el rostro del castaño entre sus delicadas manos—. Tú no tienes la culpa de nada de lo que paso, si no esos hombres. Son cosas que aunque no queramos que sucedan, pasan, tal vez no a todo el mundo, pero ocurren y uno debe aprender a seguir con su vida día a día. Sé que jamás superarás lo ocurrido, nadie lo haría, cosas así jamás se superan; uno simplemente aprender a vivir con el dolor día a día, y disminuye, pero no termina por irse completamente. Pero mírate, sigues aquí ¿no? Eso significa que tú mismo decidiste luchar y seguir adelante, por ti y por tu hermana. Tal vez no conocí a tus padres, pero sé que estarían orgullosos de ti y de que hayas salido adelante. Ellos te amaban, Lys… al igual que tú a ellos, eso jamás lo olvides.
Y el oji azul solo atino a llorar abrazando a su amiga para sacar todo indicio de dolor que sentía.
— Simone —la llamó Lysandro colocándose a un lado de ella, estando ambos en el piso de uno de los tantos pasillos de la edificación.
— Dime, Lys.
— Este… no ya nada, disculpa las molestias —se disculpó, no podía preguntarle a la rubia de su pequeña amiga la duda que lo carcomía desde la mañana en donde se enteró que ella se inclinaba hacia el otro lado.
— Lysandro —habló con seriedad la oji azul volteando a verlo.
— ¿Cómo fue que supiste que te gustaban las chicas? —preguntó sin detenerse, sabía que este era un tema delicado para usarlo como un tipo de conversación, pero desde aquella mañana en la que los dos rubios, Derek y Zeppelin, la habían molestado con la preferencia sexual de la rubia quería saber más de ella y de su historia. Realmente, Simone le importaba como una gran amiga y le había agarrado un gran cariño con demasiada rapidez.
— Fue a los trece años —respondió la pequeña rubia suspirando con pesadez ante el recuerdo. Lysandro supo que le costaba el rememorar aquellos tiempos, sabía lo que se sentía… recordar cosas que dolían era demasiado para cualquier persona—. Me enamoré de una chica, de verdad que lo hice, pero jamás me anime en decirle lo que sentía por ella —conto colocándose frente a él para que la viera directamente a los ojos. Había una gran tristeza dentro de esas dos perlas azules, y el castaño solo quería detener la conversación, más no menciono palabra alguna—. La veía todos los días, veía como sonreía y como platicaba con todo el mundo —una pequeña sonrisa de tristeza se dibujó en el rostro de Simone—. El día en que me había armado de valor para decirle todo lo que sentía por ella… —hablo con un hilo de voz− nos dieron la noticia de que se había suicidado —y una pequeña lágrima desbordo por su rostro al terminar de hablar.
— Perdón si te hice recordar cosas difíciles, Simone —se disculpó limpiando la pequeña lágrima que había derramado su amiga—. No tenía idea.
— Tranquilo, Lys —aseguro la oji azul sonriéndole con dulzura y acomodándose a un lado de él otra vez—. Pero gracias.
— ¿Por qué?
— Por preocuparte por mí y por ser un gran amigo —recargo su cabeza en el hombre del oji azul, y él supo que también debía contar su historia. Simone lo hizo, y ella merecía que él también se abriera.
— Una noche, durante la cena de noche buena —comenzó con voz baja ya que aún le dolía el recuerdo de aquel acontecimiento en que lo había perdido todo: su vida y lo que él era antes de lo ocurrido—, entraron dos hombres encapuchados a mi casa. Solo estábamos mis padres y yo, mi hermana estaba en casa de una amiga suya. Estaba saliendo del estudio de mi padre cuando los vi entrar, los seguí con un bate hasta la cocina donde se hallaban mis padres, pero llegue tarde, Simone —un sollozo causo que se le cortara la voz mientras hablaba; la oji azul apretó la mano de su amigo dándole fuerzas—. Mis padres ya se encontraban en el suelo con sangre alrededor de ellos. Perdí el control y me lance a uno de los hombres causando que éste disparara accidentalmente su pistola matando a su compañero; lo golpee con el bate no sé cuántas veces antes de que me disparo, logrando perder el conocimiento —para cuando se dio cuenta, su ojos ya estaban derramando lágrimas ante el recuerdo de aquella noche.
— Lys…
— Me costó volver a encontrarle sentido a mi vida ¿sabes? Sabía que tenía una hermana a la cual cuidar y apoyar, pero no podía, Simone… no podía ni mirarla a los ojos sin recordar a mi madre o a mi padre. Me perdí a mí mismo demasiado tiempo y deje de ser quién era después del homicidio de mis papás —sorbió su nariz mientras se limpiaba su rostro lleno de lágrimas—. Sé que ya pasaron casi 8 años, pero esa noche me marco de una manera en la que no me deja en paz ni un solo día.
— Lysandro… mírame —habló la blonda de su amiga agarrando el rostro del castaño entre sus delicadas manos—. Tú no tienes la culpa de nada de lo que paso, si no esos hombres. Son cosas que aunque no queramos que sucedan, pasan, tal vez no a todo el mundo, pero ocurren y uno debe aprender a seguir con su vida día a día. Sé que jamás superarás lo ocurrido, nadie lo haría, cosas así jamás se superan; uno simplemente aprender a vivir con el dolor día a día, y disminuye, pero no termina por irse completamente. Pero mírate, sigues aquí ¿no? Eso significa que tú mismo decidiste luchar y seguir adelante, por ti y por tu hermana. Tal vez no conocí a tus padres, pero sé que estarían orgullosos de ti y de que hayas salido adelante. Ellos te amaban, Lys… al igual que tú a ellos, eso jamás lo olvides.
Y el oji azul solo atino a llorar abrazando a su amiga para sacar todo indicio de dolor que sentía.
±±±
— ¿Stefan? —llamó a su amigo, que de inmediato volteo para saber que quería el rubio.
— Dime, Chris.
— ¿Cómo es que…? ¿Cómo es que puedes acercarte a una…, una mujer?
— ¿Te gusta alguien?
— Shh —lo cayó el oji azul asegurándose de que nadie los estaba escuchando—. No lo digas tan fuerte, aquí los rumores corren más rápido que el arroyo de un río.
— ¿Quién es la afortunada? —pregunto el castaño haciendo una cara de cachorro a modo de insistencia. Chris lo miró con seriedad, dándole a entender que no diría nada, sin embargo, la risa por las facciones que había hecho Stefan, pudieron contra su voluntad y no tuvo más remedio que largar una carcajada.
— De acuerdo, te lo diré —comento dejando de reír y regulando su respiración—. Si prometes no decirle a nadie.
— Lo prometo —aseguro su compañero alzando su mano a modo de promesa.
— Anastasia Quinn, listo, lo dije —confeso el mayor de los Cartairs tomando una posición seria con los brazos cruzados por debajo de su pecho.
— Awww, pero si esa mujer te trae loco, Chris —comento Stefan agarrando los cachetes del rubio a modo de burla.
— A todos nos trae loco una mujer.
— Así es la vida amigo —acompaño el castaño elevando sus hombros sin saber que más decir—. Pero, quita esa cara larga, hombre. Mira, es sábado, y como comunicaron los Directores entre semana: todos los sábados y domingos los tenemos libres para poder salir de este lugar; así que propongo que salgamos, tomemos un helado… aunque eso suena como si fuéramos una pareja, y nos relajemos.
— ¿En serio crees que tengo ganas de salir y relajarme?
— Mira, Christian. Sé que en esta semana tú y tus hermanos tuvieron que recordar algo que les sucedió hace dos años. No conocí a tu madre, pero sé perfectamente que a ella no le hubiese gustado ver que sus hijos tuvieran una cara larga cada vez que pensarán en ella y lo que le sucedió. No soy el mejor dando consejos, lo acepto, soy muy malo en eso, pero se cómo divertirme y que los demás lo hagan para que olviden, si quiera por un momento, las cosas malas de la vida. Y eso es exactamente lo que haré contigo hoy… y mañana.
— No es solo el tema de mi madre lo que me tiene así, siéndote sincero.
— ¿Qué más te tiene tan abatido?
— Mis hermanos, no sé, es solo como si… ninguno de ellos me tomaran importancia. ¿Sabes? Pensé que éramos los cuatro juntos, de alguna manera lo creía. Pero desde que llegamos a la academia, no he cruzado palabra con ninguno, excepto con Sean, plática, la cual no fue nada agradable.
— Christian…, tus hermanos y tú, pasaron por algo muy duro, es normal que haya habido consecuencias, como cambios en cada uno de ustedes…, no es fácil superar la muerte de alguien tan cercano. Pero no te sopeses tanto con ese tema de la distancia, verás que cuando menos lo esperes, te sentarás un día con tus hermanos a platicar y te sentirás bien.
— Te equivocas en algo, Stefan.
— ¿En qué?
— Si eres bueno con los consejos —se levantaron de una banca situada en el pasillo. El rubio cogió a su amigo del hombro para avanzar hacia la entrada de la academia—. Y tú pagarás los helados.
— Me arriesgaré a quedar pobre por ti.
— Dime, Chris.
— ¿Cómo es que…? ¿Cómo es que puedes acercarte a una…, una mujer?
— ¿Te gusta alguien?
— Shh —lo cayó el oji azul asegurándose de que nadie los estaba escuchando—. No lo digas tan fuerte, aquí los rumores corren más rápido que el arroyo de un río.
— ¿Quién es la afortunada? —pregunto el castaño haciendo una cara de cachorro a modo de insistencia. Chris lo miró con seriedad, dándole a entender que no diría nada, sin embargo, la risa por las facciones que había hecho Stefan, pudieron contra su voluntad y no tuvo más remedio que largar una carcajada.
— De acuerdo, te lo diré —comento dejando de reír y regulando su respiración—. Si prometes no decirle a nadie.
— Lo prometo —aseguro su compañero alzando su mano a modo de promesa.
— Anastasia Quinn, listo, lo dije —confeso el mayor de los Cartairs tomando una posición seria con los brazos cruzados por debajo de su pecho.
— Awww, pero si esa mujer te trae loco, Chris —comento Stefan agarrando los cachetes del rubio a modo de burla.
— A todos nos trae loco una mujer.
— Así es la vida amigo —acompaño el castaño elevando sus hombros sin saber que más decir—. Pero, quita esa cara larga, hombre. Mira, es sábado, y como comunicaron los Directores entre semana: todos los sábados y domingos los tenemos libres para poder salir de este lugar; así que propongo que salgamos, tomemos un helado… aunque eso suena como si fuéramos una pareja, y nos relajemos.
— ¿En serio crees que tengo ganas de salir y relajarme?
— Mira, Christian. Sé que en esta semana tú y tus hermanos tuvieron que recordar algo que les sucedió hace dos años. No conocí a tu madre, pero sé perfectamente que a ella no le hubiese gustado ver que sus hijos tuvieran una cara larga cada vez que pensarán en ella y lo que le sucedió. No soy el mejor dando consejos, lo acepto, soy muy malo en eso, pero se cómo divertirme y que los demás lo hagan para que olviden, si quiera por un momento, las cosas malas de la vida. Y eso es exactamente lo que haré contigo hoy… y mañana.
— No es solo el tema de mi madre lo que me tiene así, siéndote sincero.
— ¿Qué más te tiene tan abatido?
— Mis hermanos, no sé, es solo como si… ninguno de ellos me tomaran importancia. ¿Sabes? Pensé que éramos los cuatro juntos, de alguna manera lo creía. Pero desde que llegamos a la academia, no he cruzado palabra con ninguno, excepto con Sean, plática, la cual no fue nada agradable.
— Christian…, tus hermanos y tú, pasaron por algo muy duro, es normal que haya habido consecuencias, como cambios en cada uno de ustedes…, no es fácil superar la muerte de alguien tan cercano. Pero no te sopeses tanto con ese tema de la distancia, verás que cuando menos lo esperes, te sentarás un día con tus hermanos a platicar y te sentirás bien.
— Te equivocas en algo, Stefan.
— ¿En qué?
— Si eres bueno con los consejos —se levantaron de una banca situada en el pasillo. El rubio cogió a su amigo del hombro para avanzar hacia la entrada de la academia—. Y tú pagarás los helados.
— Me arriesgaré a quedar pobre por ti.
±±±
— Creo que aquí está bien, Aidan.
— ¿Pasa algo? —pregunto ante la inesperada acción de la castaña al detenerse.
— No, nada. Me gusta caminar sola de vez en cuando y puedo encontrar mi habitación por cuenta propia—aseguró sonriéndole con dulzura.
— De acuerdo, señorita, acepto el hecho de que quiera deshacerse de mí. Este es el adiós… por hoy —añadió poniendo un mechón castaño tras la oreja de Camille—. ¿Te he mencionada que me gustan tus ojos?
— No —fue la única respuesta que se cruzó por su mente debido a que el nerviosismo comenzaba a hacer acto de presencia en la escena. Volteo la mirada, para que el oji miel no viera el estado emocional que le provocaron aquellas palabras.
— Oh, entonces creo que tampoco te he dicho que me encanta que te pongas nerviosa cuando estoy cerca de ti ¿o sí? —añadió con una sonrisa divertida, tomándola de la cintura para acercarla hacia él.
— Tampoco —no sabía que responder en estos momentos debido a un par de detalles: nunca se había hallado tan cerca de un chico; nadie le había hablado de esa manera; y jamás se había sentido tan sorprendentemente bien a lado de alguien.
— Entonces me doy cuenta que he tardado en mencionarte aquello.
— Sí, creo que sí.
— Camille…
— Aidan… —habló tratando de relajarse un poco y dejarse llevar por el momento.
— ¿Sí o no?
— No responderé sin antes escuchar la pregunta.
— No la diré, pero puedo darte una pista de que trata —antes de que Camille pudiera protestar, él tomo su cabeza delicadamente con la mano sobrante para unir sus labios con los de ella, en un beso lento y delicado, pero en el que no cabía duda de lo que sentían el uno por el otro.
— ¿Entonces…? —inquirió Aidan al separarse, aún con tiempo de ver como Camille mantenía los ojos cerrados, permitiéndose disfrutar de aquello.
— Lo pensaré —se limitó a responder, aún sorprendida por el beso y con un cosquilleo interno que no la dejaba en paz.
— No es la respuesta que me esperaba, pero podré esperar —se despidió, no sin antes depositar otro casto beso en los labios de la castaña.
Suspiro, sacando todo el aire que contenía. No podía borrar aquella sonrisa de la típica chica enamorada, y tampoco hacer a un lado todos los sentimientos que el moreno despertaba en ella.
— ¿Tú y Aidan salen juntos? —la castaña dio un pequeño salto en su lugar ante las palabras de Travis, ya que, recién llegaba a su lado y no se había percatado desde cuándo.
— Por dios, Travis, deja de aparecerte como si fueras un fantasma.
— No uses el nombre de Dios en vano, Camille.
— Como quieras, ¿qué buscabas?
— Te pregunte algo, hermanita —el oji verde se cruzó de brazos, proporcionándole a su hermana una mirada seria a modo de espera por su respuesta.
— No es de tu incumbencia —objetó la oji marrón brindando una sonrisa sarcástica.
— Por supuesto que lo es, eres mi hermana, tengo derecho de saber cada cosa de tu vida y cerciorarme de que no cometas un acto impuro que dañe tu imagen ante nuestro Señor.
— ¡Bien! Sí, Aidan y yo estamos saliendo –respondió con exasperación. Amaba a Travis, pero la mayor parte del tiempo que platicaba con él quería meterle un calcetín en la boca para que se detuviera de hablar y hablar de solamente cosas religiosas—. ¿Algún problema con eso?
— Mientras tú y ese chico se mantengan a una distancia lo suficientemente prudente y no cometan actos en contra de las leyes y mandamientos de Dios todo estará bien.
— Travis, basta.
— Sólo quiero lo mejor para ti, Camille… no dejaré que cualquier adolescente con pinta de chico malo que use sus encantos —menciono, recalcando con obviedad la última palabra— te ilusione para luego lastimarte.
— Lo sé, pero Aidan es diferente.
— No lo sabes…, recién lo conoces.
— ¿Sabes que, Travis? Esta conversación, ya se terminó.
— ¡Espera! —vocifero el castaño para que no se fuera por completo.
− ¿Ahora qué? –trato de sonar serena, pero su paciencia ya se estaba terminando.
— No dejes que te lleve por el mal camino, hermana. No sabemos en qué andadas está ese pobre chico —fue lo último que menciono su hermano antes de salir como alma que lleva el diablo.
— ¡Travis!
Suspiró. De nada le servía decirle al oji verde que la dejará hacer su vida personal como ella quería…, siempre estaría ahí para que nada malo le pasara. De pronto se dio cuenta que no tenía nada que hacer con su hermano; él era la única imagen masculina que tenía para saber qué cosas debe y no debe hacer en esta vida. Sabía que si su padre aun estuviera con vida, actuaría de la misma forma —tal vez peor— que Travis.
Una sonrisa de melancolía se dibujó en su rostro. Lo extrañaba, lo seguía extrañando incluso cada día mucho más que el anterior. Ninguno se podía dar una idea de la añoranza que sentía en estos momentos por el pasado. Bajo su vista, hacia el reloj de oro que portaba en su muñeca derecha. Lo acarició y en el acto sintió como un cuerpo pesado chocaba contra el suyo, causando que ambos aterrizaran en el suelo… uno encima del otro.
— Lo siento tanto… —Hugo había comenzado con la disculpa, dejando la mitad de la oración flotando en el aire al detener su mirada en los ojos marrones de Camille. Hermosa, esa era la única palabra con la que podría definirla.
— Este… yo… —de la misma manera en la que el rubio se detuvo en sus ojos, ella no podía romper aquella extraña conexión en la que se habían sumergido. Fue hasta que se dio cuenta de que el joven se hallaba encima de su pequeño cuerpo cuando enfoco su vista hacia otro lugar— ¿Podrías salirte de encima, por favor? —pidió de la manera más atentamente posible, ya que sentía como sus mejillas se coloraban y a la vez como la temperatura comenzaba a elevarse a su alrededor.
— ¿Ah? —Fue el único monosílabo que salió de los labios rosados del oji verde hasta salir de su trance y darse cuenta de la posición en la que se encontraban— ¡Oh, sí, sí, si claro! —respondió levantándose y ayudando a la castaña de igual manera.
— Ya puedes soltarme la mano —comento con timidez la oji marrón al ver que el chico aun no soltaba su mano después de ayudarla a levantarse.
— Por supuesto —verdaderamente no podía recordar en estos momentos si había hecho alguna otra escena tan ridícula y penosa como esta en el pasado. ¿Qué le pasaba a Hugo que simplemente no podía pensar con racionalidad al momento de ver a la castaña?—. Discúlpame por lo anterior, yo… no me di cuenta por donde caminaba —se disculpó, tratando de no sentirse más idiota con cada palabra que mencionaba.
— No te preocupes, yo soy la que se distrajo al caminar —comento la oji marrón para que no se sintiera tan culpable. Hugo no podía estar más encantado con ella de lo que ya lo estaba, simplemente eso ya no se podía.
— Hugo Dowall —se presentó estrechando su mano con la de la jovencita, logrando sentir un pequeño toque durante el contacto.
— Camille Wright —se sentía algo incomoda, pero a la vez quería seguir platicando con él sin tener alguna razón coherente por el momento.
— Lindo nombre para alguien tan linda como…—dejo inconclusa la frase al darse cuenta de lo que decía e internamente maldiciéndose por su atrevimiento.
— Gracias —le sonrió a modo de respuesta la mediana de los Wright, intentando no hacer tan notable el color en sus mejillas y el revoloteo que había sentido en su estómago—. Hasta luego, Hugo.
Se dio media vuelta para continuar su camino y dando un largo suspiro para dejar salir todo lo que sentía en estos momentos. Sin embargo, el color verde claro de los ojos de Hugo Dowall se mantuvo intacto en sus pensamientos con cada paso que daba hacia su habitación.
— ¿Pasa algo? —pregunto ante la inesperada acción de la castaña al detenerse.
— No, nada. Me gusta caminar sola de vez en cuando y puedo encontrar mi habitación por cuenta propia—aseguró sonriéndole con dulzura.
— De acuerdo, señorita, acepto el hecho de que quiera deshacerse de mí. Este es el adiós… por hoy —añadió poniendo un mechón castaño tras la oreja de Camille—. ¿Te he mencionada que me gustan tus ojos?
— No —fue la única respuesta que se cruzó por su mente debido a que el nerviosismo comenzaba a hacer acto de presencia en la escena. Volteo la mirada, para que el oji miel no viera el estado emocional que le provocaron aquellas palabras.
— Oh, entonces creo que tampoco te he dicho que me encanta que te pongas nerviosa cuando estoy cerca de ti ¿o sí? —añadió con una sonrisa divertida, tomándola de la cintura para acercarla hacia él.
— Tampoco —no sabía que responder en estos momentos debido a un par de detalles: nunca se había hallado tan cerca de un chico; nadie le había hablado de esa manera; y jamás se había sentido tan sorprendentemente bien a lado de alguien.
— Entonces me doy cuenta que he tardado en mencionarte aquello.
— Sí, creo que sí.
— Camille…
— Aidan… —habló tratando de relajarse un poco y dejarse llevar por el momento.
— ¿Sí o no?
— No responderé sin antes escuchar la pregunta.
— No la diré, pero puedo darte una pista de que trata —antes de que Camille pudiera protestar, él tomo su cabeza delicadamente con la mano sobrante para unir sus labios con los de ella, en un beso lento y delicado, pero en el que no cabía duda de lo que sentían el uno por el otro.
— ¿Entonces…? —inquirió Aidan al separarse, aún con tiempo de ver como Camille mantenía los ojos cerrados, permitiéndose disfrutar de aquello.
— Lo pensaré —se limitó a responder, aún sorprendida por el beso y con un cosquilleo interno que no la dejaba en paz.
— No es la respuesta que me esperaba, pero podré esperar —se despidió, no sin antes depositar otro casto beso en los labios de la castaña.
Suspiro, sacando todo el aire que contenía. No podía borrar aquella sonrisa de la típica chica enamorada, y tampoco hacer a un lado todos los sentimientos que el moreno despertaba en ella.
— ¿Tú y Aidan salen juntos? —la castaña dio un pequeño salto en su lugar ante las palabras de Travis, ya que, recién llegaba a su lado y no se había percatado desde cuándo.
— Por dios, Travis, deja de aparecerte como si fueras un fantasma.
— No uses el nombre de Dios en vano, Camille.
— Como quieras, ¿qué buscabas?
— Te pregunte algo, hermanita —el oji verde se cruzó de brazos, proporcionándole a su hermana una mirada seria a modo de espera por su respuesta.
— No es de tu incumbencia —objetó la oji marrón brindando una sonrisa sarcástica.
— Por supuesto que lo es, eres mi hermana, tengo derecho de saber cada cosa de tu vida y cerciorarme de que no cometas un acto impuro que dañe tu imagen ante nuestro Señor.
— ¡Bien! Sí, Aidan y yo estamos saliendo –respondió con exasperación. Amaba a Travis, pero la mayor parte del tiempo que platicaba con él quería meterle un calcetín en la boca para que se detuviera de hablar y hablar de solamente cosas religiosas—. ¿Algún problema con eso?
— Mientras tú y ese chico se mantengan a una distancia lo suficientemente prudente y no cometan actos en contra de las leyes y mandamientos de Dios todo estará bien.
— Travis, basta.
— Sólo quiero lo mejor para ti, Camille… no dejaré que cualquier adolescente con pinta de chico malo que use sus encantos —menciono, recalcando con obviedad la última palabra— te ilusione para luego lastimarte.
— Lo sé, pero Aidan es diferente.
— No lo sabes…, recién lo conoces.
— ¿Sabes que, Travis? Esta conversación, ya se terminó.
— ¡Espera! —vocifero el castaño para que no se fuera por completo.
− ¿Ahora qué? –trato de sonar serena, pero su paciencia ya se estaba terminando.
— No dejes que te lleve por el mal camino, hermana. No sabemos en qué andadas está ese pobre chico —fue lo último que menciono su hermano antes de salir como alma que lleva el diablo.
— ¡Travis!
Suspiró. De nada le servía decirle al oji verde que la dejará hacer su vida personal como ella quería…, siempre estaría ahí para que nada malo le pasara. De pronto se dio cuenta que no tenía nada que hacer con su hermano; él era la única imagen masculina que tenía para saber qué cosas debe y no debe hacer en esta vida. Sabía que si su padre aun estuviera con vida, actuaría de la misma forma —tal vez peor— que Travis.
Una sonrisa de melancolía se dibujó en su rostro. Lo extrañaba, lo seguía extrañando incluso cada día mucho más que el anterior. Ninguno se podía dar una idea de la añoranza que sentía en estos momentos por el pasado. Bajo su vista, hacia el reloj de oro que portaba en su muñeca derecha. Lo acarició y en el acto sintió como un cuerpo pesado chocaba contra el suyo, causando que ambos aterrizaran en el suelo… uno encima del otro.
— Lo siento tanto… —Hugo había comenzado con la disculpa, dejando la mitad de la oración flotando en el aire al detener su mirada en los ojos marrones de Camille. Hermosa, esa era la única palabra con la que podría definirla.
— Este… yo… —de la misma manera en la que el rubio se detuvo en sus ojos, ella no podía romper aquella extraña conexión en la que se habían sumergido. Fue hasta que se dio cuenta de que el joven se hallaba encima de su pequeño cuerpo cuando enfoco su vista hacia otro lugar— ¿Podrías salirte de encima, por favor? —pidió de la manera más atentamente posible, ya que sentía como sus mejillas se coloraban y a la vez como la temperatura comenzaba a elevarse a su alrededor.
— ¿Ah? —Fue el único monosílabo que salió de los labios rosados del oji verde hasta salir de su trance y darse cuenta de la posición en la que se encontraban— ¡Oh, sí, sí, si claro! —respondió levantándose y ayudando a la castaña de igual manera.
— Ya puedes soltarme la mano —comento con timidez la oji marrón al ver que el chico aun no soltaba su mano después de ayudarla a levantarse.
— Por supuesto —verdaderamente no podía recordar en estos momentos si había hecho alguna otra escena tan ridícula y penosa como esta en el pasado. ¿Qué le pasaba a Hugo que simplemente no podía pensar con racionalidad al momento de ver a la castaña?—. Discúlpame por lo anterior, yo… no me di cuenta por donde caminaba —se disculpó, tratando de no sentirse más idiota con cada palabra que mencionaba.
— No te preocupes, yo soy la que se distrajo al caminar —comento la oji marrón para que no se sintiera tan culpable. Hugo no podía estar más encantado con ella de lo que ya lo estaba, simplemente eso ya no se podía.
— Hugo Dowall —se presentó estrechando su mano con la de la jovencita, logrando sentir un pequeño toque durante el contacto.
— Camille Wright —se sentía algo incomoda, pero a la vez quería seguir platicando con él sin tener alguna razón coherente por el momento.
— Lindo nombre para alguien tan linda como…—dejo inconclusa la frase al darse cuenta de lo que decía e internamente maldiciéndose por su atrevimiento.
— Gracias —le sonrió a modo de respuesta la mediana de los Wright, intentando no hacer tan notable el color en sus mejillas y el revoloteo que había sentido en su estómago—. Hasta luego, Hugo.
Se dio media vuelta para continuar su camino y dando un largo suspiro para dejar salir todo lo que sentía en estos momentos. Sin embargo, el color verde claro de los ojos de Hugo Dowall se mantuvo intacto en sus pensamientos con cada paso que daba hacia su habitación.
Última edición por Daqueen. el Jue 31 Jul 2014, 11:17 pm, editado 1 vez
Atenea.
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Re: The American Dream | NC | 2.
pd. debo pedir disculpa por la gran demora, las amo ;___; así mismo, lamento si no agregue a más personajes, todas las ideas que tenía se fueron :c
pd2. SIGUE VALU
pd2. SIGUE VALU
Atenea.
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Re: The American Dream | NC | 2.
[center]CHICAS LEEAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAN:
Es lo que pusieron de la nc en premiaciones, y la verdad, fue tan sakdnasjkdasndas, debo agradecerles demasiado a ustedes también por haber aceptado, las amooo, wnas <333 ;_;
THE AMERICAN DREAM. {Daqueen.}
Una historia donde fácilmente nos podemos relacionar con los personajes. Realistas, con actitudes cotidianas y fascinantes a la hora de hablar, es imposible no sentirse identificado con al menos uno de ellos.
Textos donde el viaje de cada uno de los susodichos se relata con suma precisión y encanto, que muy pocos pueden lograr. Diálogos sencillos y sumamente atractivos para que el lector, con tan solo una leída, se puede sentir atraído a seguir con la lectura que maravilla.
Es lo que pusieron de la nc en premiaciones, y la verdad, fue tan sakdnasjkdasndas, debo agradecerles demasiado a ustedes también por haber aceptado, las amooo, wnas <333 ;_;
Atenea.
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