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Mensaje por arancibiawanda_95@hotmail Vie 20 Jun 2014, 2:19 pm

nombre: UN TRATO PERFECTO

autor: wanda bel-air
adaptación: si esta adaptada a un libro que lei y esta bueno asique lo adapte!!
advertencias: no voy a subir tan seguido porque debo editar la nove desde mi teléfono y es complicado (no tengo lap asique es un proceso complicado
cuando haigan escenas hot avisaré




Tras recibir un duro revés del destino, ________ había decidido renunciar al amor y a los hombres. La vida ya era suficientemente complicada como para agregar al príncipe sapo a la ecuación. Pero una inesperada visita nocturna de su vecino le anticipó que su vida no volvería a ser la misma. 
Harry no quería saber nada de compromiso, las mujeres entraban y salían de su cama como los clientes de su restaurante, pero la escandalosa propuesta de su dulce, inocente y homicida vecina era algo que no podía rechazar. Dos reglas y un trato. Todo era perfecto ¿o no? 


Última edición por arancibiawanda_95@hotmail el Vie 04 Jul 2014, 8:12 pm, editado 3 veces
arancibiawanda_95@hotmail
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Un Trato Perfecto{HARRY STYLES Y TU(HOT)} necesito lectoras que comenten  Empty Re: Un Trato Perfecto{HARRY STYLES Y TU(HOT)} necesito lectoras que comenten

Mensaje por Framboise Vie 20 Jun 2014, 2:27 pm

Parece interesante el concepto de la novela c:
Primera y fiel lectora c:
¡Siguela!!!
Me llamo Daniella, pero me puedes decir Dani 
Framboise
Framboise


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Un Trato Perfecto{HARRY STYLES Y TU(HOT)} necesito lectoras que comenten  Empty Re: Un Trato Perfecto{HARRY STYLES Y TU(HOT)} necesito lectoras que comenten

Mensaje por arancibiawanda_95@hotmail Vie 20 Jun 2014, 2:47 pm

Framboise escribió:Parece interesante el concepto de la novela c:
Primera y fiel lectora c:
¡Siguela!!!
Me llamo Daniella, pero me puedes decir Dani 
graciasss!!! ya subo!! gracias por pasarte...
arancibiawanda_95@hotmail
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Un Trato Perfecto{HARRY STYLES Y TU(HOT)} necesito lectoras que comenten  Empty Re: Un Trato Perfecto{HARRY STYLES Y TU(HOT)} necesito lectoras que comenten

Mensaje por arancibiawanda_95@hotmail Vie 20 Jun 2014, 3:06 pm

PROLOGO
    
Un gran estruendo irrumpió en el silencio de la noche y ______ no
pudo evitar sobresaltarse. Se incorporó rápidamente en su cama y lanzó
una mirada al despertador de la mesilla. Desde luego no era hora de
levantarse, apenas eran las dos de la mañana. Miró hacia la ventana y pudo
ver cómo caía la lluvia dejando un rastro apenas perceptible en los cristales
de su habitación.
Adoraba ese estado del tiempo.
Sintió la necesidad de salir de la cama, abrir la ventana y respirar
profundamente el olor a tierra mojada, antes de que la razón acudiera a ella
y la obligara a volver a acostarse.
Descalza, pisó sobre su suave alfombra, lo que hizo que un extraño
sentimiento de comodidad y esperanza subiera por cada terminación
nerviosa de su cuerpo. Abrió la ventana y aspiró con fuerza.
Un golpe brusco la sacó de su ensoñación haciéndola girarse y
mirar hacia la puerta abierta de su dormitorio. Más allá no había otra cosa
que el oscuro pasillo que conectaba su espacio personal con la puerta de su
casa.
¿Qué estaría pasando en la escalera? ¿Algún vecino necesitaría
ayuda?
Cogió rápidamente una bata, se puso sus zapatillas de conejito
azules y se dirigió hacia la puerta blindada de su hogar, colocó las palmas
de sus manos en la madera de la puerta y pegó la oreja para escuchar
atentamente.
Unos leves gemidos al otro lado hicieron que se separara con
brusquedad. Su respiración se aceleró, sus manos empezaron a sudar y
entrecerró la mirada mientras decidía como debería actuar.
Alguien estaba sufriendo. Tendría que hacer algo, desde luego no
abrirla, no tenía ningún arma a mano y no quería resultar herida y
empeorar una situación que tenía toda la pinta de ser lo suficientemente
mala.
Se acercó de nuevo a la puerta y esta vez espió por la mirilla.
Apenas si se veía un contorno de dos personas muy pegadas. No podía
distinguir quiénes eran, ni siquiera si eran hombres o mujeres, pero sí sabía
que algo no estaba bien.
Armándose de valor, cogió uno de los paraguas que tenía en el
paragüero al lado de la entrada, abrió con ímpetu la puerta y amenazó a la
extraña pareja que estaba pegada sobre la pared:
-Alto ahí -gritó-. No se muevan o llamaré a la policía.
Un sonido de sorpresa seguido de una maldición, llegó hasta ella
atravesando el pequeño hall que había entre las puertas de los dos hogares.
Uno de los desconocidos encendió la luz y la fulminó con la mirada.
-¿Se puede saber qué le pasa? -preguntó-. ¿Qué pretende hacer con
ese paraguas?
-No se mueva. He oído como atacaba a esa...
Miró a la mujer y de nuevo al chico. Volvió a mirar a la chica y
de pronto comprendió lo que estaba pasando. La joven estaba medio
desnuda, su blusa desabrochada dejaba ver el delicado sujetador de encaje
que alzaba unos pechos absolutamente perfectos y la falda estaba subida
hasta más arriba de lo decoroso. El chico a su vez llevaba el torso
desnudo y la cremallera de los pantalones abierta. La comprensión
hizo que se sonrojara de inmediato. No tuvo ni una sola oportunidad de
evitarlo.
-Oh, no -susurró-. Lo siento mucho -añadió rápidamente
apartando la mirada y bajando el amenazante paraguas.
-Sí, exactamente... -la mirada irritada del adolescente de no más de 20 años hizo que _______ se sintiera mucho peor.
-Lo siento. Pensé que... -lo miró y la garganta se le secó de
inmediato -pensé que le estaba haciendo daño y yo...
-Pensó mal -dijo la mujer, también parecía bastante molesta. Al
parecer esa era su especialidad últimamente, hacer que todo el mundo se
enfadara con ella. Acabaría muriendo sola, con una docena de gatos
comiéndose su cadáver.
-Lo siento. Me iré y les dejaré con... -el sonrojo se incrementó de
nuevo- lo siento -dijo sin añadir más explicaciones.
Entró en casa y cerró la puerta a su espalda, se apoyó contra ella y
se dejó resbalar suavemente hasta el suelo, donde encogió las piernas
abrazándose y descansando su cabeza sobre ellas, mientras la vergüenza se
extendía por cada célula de su cuerpo. Nunca dejaría de meter la pata, al
parecer era algo que le venía de fábrica.
"Por favor, Dios - susurró - no dejes que vuelva a hacer algo así".
Apoyó de nuevo la cabeza contra la puerta y miró al techo. No
pretendía escuchar pero no pudo evitar oír el ruido que hizo la puerta de su
vecino al cerrarse con fuerza tras ellos, dejándola inevitablemente sumida
en sus pensamientos.
"Vaya forma de darme a conocer al bombón de en frente. Desde
luego soy toda una conquistadora...".
"Un momento - pensó- ¿bombón? ¿Desde cuando se fijaba ella en el
aspecto de los hombres...?".
"Desde ahora - le contestó su mente- No podemos evitar darnos
cuenta de la suma perfección de ese Dios griego de piel dorada, pelo
castaño y ojos esmeralda".
Sonrió a la oscuridad.
"Ese torso musculoso...".
"Y ese delicioso bulto en...".
"¡Shhhhh! ¡No digas eso! - regañó a su alter ego- Nosotras no nos
fijamos en esas cosas”.
"Ja, ¡eso dices tú!”
"Eso decimos nosotras. Tú eres yo, no lo olvides”.
"Yo soy tu mejor parte”.
"Tengo que hacer algo para disculparme... susurró. ¿Una bandeja de
galletitas de chocolate?”.
Su mente no contestó. Realmente estaba mal, hablando consigo
misma, pero era una actividad que había empezado a llevar a cabo después
de la ruptura con el idiota de su ex. Ese hombre había destruido su
autoestima, su vida y sus sueños. Desde luego no quería otro hombre en su
vida que le hiciera lo mismo por segunda vez. Estaba mejor sola y ese
vecino tan... encantador -pensó con sarcasmo- no iba a tentarla en absoluto.
Había metido la pata pero todo el mundo cometía errores.
Hornearía una bandeja de galletas y le pediría disculpas y si después de eso
él seguía enfadado, pues no haría nada más. Lamentaba la confusión pero
el pasado no se podía cambiar. Lo había aprendido por las malas.
Sacudió la cabeza para sacarse esas locas ideas, se apoyó en las
manos para darse impulso y levantarse y se volvió de nuevo a la cama.
Quizá si se acurrucaba allí con su osito favorito y se quedaba dormida,

podría pensar que todo aquello solo había sido un mal sueño.
arancibiawanda_95@hotmail
arancibiawanda_95@hotmail


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Un Trato Perfecto{HARRY STYLES Y TU(HOT)} necesito lectoras que comenten  Empty Re: Un Trato Perfecto{HARRY STYLES Y TU(HOT)} necesito lectoras que comenten

Mensaje por arancibiawanda_95@hotmail Vie 20 Jun 2014, 3:08 pm

SI COMENTAN LES SUBO 2 CAPÍTULOS!!!
arancibiawanda_95@hotmail
arancibiawanda_95@hotmail


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Un Trato Perfecto{HARRY STYLES Y TU(HOT)} necesito lectoras que comenten  Empty ESPERO QUE SE SUMEN MAS LECTORAS ;(

Mensaje por arancibiawanda_95@hotmail Vie 20 Jun 2014, 3:39 pm

Un Trato Perfecto{HARRY STYLES Y TU(HOT)} necesito lectoras que comenten  1129725545  Un Trato Perfecto{HARRY STYLES Y TU(HOT)} necesito lectoras que comenten  1129725545  Un Trato Perfecto{HARRY STYLES Y TU(HOT)} necesito lectoras que comenten  1129725545  Un Trato Perfecto{HARRY STYLES Y TU(HOT)} necesito lectoras que comenten  1129725545  Un Trato Perfecto{HARRY STYLES Y TU(HOT)} necesito lectoras que comenten  1129725545  Un Trato Perfecto{HARRY STYLES Y TU(HOT)} necesito lectoras que comenten  1129725545  Un Trato Perfecto{HARRY STYLES Y TU(HOT)} necesito lectoras que comenten  1187795894  Un Trato Perfecto{HARRY STYLES Y TU(HOT)} necesito lectoras que comenten  1187795894  Un Trato Perfecto{HARRY STYLES Y TU(HOT)} necesito lectoras que comenten  1187795894  Un Trato Perfecto{HARRY STYLES Y TU(HOT)} necesito lectoras que comenten  1187795894  Un Trato Perfecto{HARRY STYLES Y TU(HOT)} necesito lectoras que comenten  1187795894  Un Trato Perfecto{HARRY STYLES Y TU(HOT)} necesito lectoras que comenten  1187795894 

AQUI LES DEJO EL PRIMER CAPÍTULO PARA LA INTERESADAS Un Trato Perfecto{HARRY STYLES Y TU(HOT)} necesito lectoras que comenten  4120812466 


CAPÍTULO 1 {THE WEDDING PIANIST}




Una semana más tarde
Las puertas del Saint Joseph's estaban abiertas de par en par. Los
invitados no dejaban de entrar y el maître parecía tener una sonrisa
perfecta para todos, mientras comprobaba sus invitaciones y les asignaba a
un camarero que les llevaba hasta su destino. Era un local de lujo, un
restaurante al que solo iba la élite y donde apenas celebraban ese tipo de
reuniones, pero aquella boda debía ser especial, pensó _______. Nunca le
habían ofrecido tanto dinero por tocar el piano durante una comida; no
solía interpretar el Ave María o la Marcha Nupcial en los restaurantes. La
mayor parte de ellos no contaban con un piano y los que lo hacían solían
tener pianistas contratados que se encargaban de amenizar ese tipo de
encuentros. _______ solía acompañar a un cantante que había conocido antes
del accidente. Él siempre había estado muy impresionado por su habilidad
y había decidido contratarla tras su retiro. El sueldo era malo, el trabajo
agotador y su muñeca herida cada vez se resentía más. Pasaban los fines de
semana corriendo de una iglesia a otra y cuando el día finalizaba no le
quedaba otra que coger su dolorida muñeca y cubrirla con una manta
eléctrica para que el calor aliviara la tensión de los tendones. Un
desagradable accidente la había dejado en muy malas condiciones,
afortunadamente todavía podía tocar lo suficiente como para comer con lo
que ganaba con su música.
Trató de dejar a  un lado ese oscuro pensamiento mientras apretaba
su mano derecha en un puño y la abría de nuevo probando la agilidad y el
dolor. Era soportable, así que esperaba poder hacer un buen trabajo. El
repertorio que tenía preparado había sido seleccionado especialmente por
los novios y había gran variedad. Desde piezas clásicas hasta las más
modernas canciones de amor, pasando por uno de sus temas favoritos: la
banda sonora de la película Ghost.
Cuando el maître la vio, su gesto se transformó. Parecía haber
perdido su sonrisa nada más posarla sobre ella y sabía porqué: aunque iba
bien vestida, con el pelo recogido en un casto moño y su leve y natural
maquillaje, se notaba a leguas que no era rica. No como el resto de
invitados, ni la gente que solía frecuentar el lugar. Ella era una trabajadora
más y el hombre parecía tener olfato para detectarlo.
Caminó hacia él mostrando su mejor sonrisa. Siempre se lograba
más con azúcar que con vinagre, incluso con las personas desagradables.
-Buenos días -saludó ______-, soy la pianista.
El hombre arqueó una ceja y la miró de arriba a abajo con un gesto
de desprecio. No se molestó ni en saludarla, ni en mirarla cuando
respondió, sino que mantuvo su vista fija en el libro de clientes.
-Siga ese pasillo hasta el fondo y tuerza a la derecha. No tiene
pérdida.
______ se quedó allí de pie, alternando su mirada entre el
desagradable hombre y el lugar por el que tenía que dirigirse. No sabía si
darle las gracias o comportarse tan bruscamente como él, sin embargo su
buena educación se impuso.
-Gracias -susurró-. ¿Hay algún lugar donde pueda dejar mi
abrigo?
El hombre la miró como si no se hubiera dado cuenta de que
todavía estaba allí y el desagrado cubrió las facciones de su rostro una vez
más. Llamó a la mujer encargada del guardarropa, Eliza, que amablemente
le ayudó a quitarse su abrigo y la acompañó hasta el salón.
-No se preocupe -dijo la mujer mayor dedicándole una amable
sonrisa-, suele comportarse así con todos, pero en el fondo no es mal
chico.
Aunque _______ no dijo nada, debió manifestar su incredulidad porque
la mujer se rio levemente y añadió:
-Lo sé, lo sé. Es difícil de creer pero le estoy diciendo la verdad.
Habían llegado al final del pasillo, así que le abrió la puerta de la
derecha.
-Aquí es.
La mujer la precedió dirigiéndola hasta el piano. El salón era
precioso, parecía sacado de una película y cumplir el sueño de todas las
niñas que soñaban con casarse algún día a la manera de las princesas.
Era un espacio muy amplio, con mesas redondas y sillas a su
alrededor, todas forradas con las más exquisitas telas en tonos blancos y
crema. Las vajillas relucían y las copas brillaban reflejando los cálidos
rayos de sol que se colaban por la ventana. Hacía frío fuera, pero lo cierto
es que en aquel lugar se estaba como en el Paraíso. La temperatura era
perfecta y además de las preciosas vistas, el gusto del mobiliario, la
disposición de las mesas y la ubicación del piano de cola más
impresionante que ______ hubiera visto, había un olor floral que te hacía
recordar la primavera, a pesar de que todavía quedaba mucho para que las
primeras flores asomaran su cabecita al sol. Era el lugar que ella habría
elegido para celebrar su boda.
Otra cosa que salió mal, pensó. Su expresión se turbó y la rabia y el
dolor se mezclaron de nuevo en su corazón. Apretó su mano derecha en un
acto reflejo y la aflojó de golpe, sintiendo la sacudida de dolor que
acompañaba siempre al gesto.
Eliza la miró preocupada.
-¿Está bien, querida? -le preguntó-. Parece aturdida.
-Estoy bien -respondió con una sonrisa forzada. -Este lugar es
precioso. Perfecto.
-Sí, lo es -estuvo de acuerdo la mujer-. Espero que se sienta
cómoda con el piano; lo han traído especialmente para la ocasión. Vino un
afinador hace unos días, así que debería estar en condiciones óptimas para
usted.
-Seguro que así será.
Miró a su alrededor una vez más fijándose en cada detalle,
memorizando y disfrutando de aquel sueño, para terminar con sus ojos
sobre el piano. Colocó las partituras en el atril y pasó los dedos dulcemente
por la superficie del mismo; le gustaba sentir la textura de la madera
pulida. No solía tener la suerte de tocar en una joya como esa a menudo en
los últimos tiempos y era algo que echaba de menos. Si su vida hubiera
sido como estaba destinada a ser (o como ella pensaba que en algún
momento había estado destinada a ser) habría sido mucho más normal para
ella enfrentarse a lugares lujosos, pianos perfectos y un público selecto. Lo
echaba de menos.
-¿Algo va mal, querida? -preguntó Eliza de nuevo-. Se ha quedado
un poco pálida.
-Estoy bien, no se preocupe. Solo un recuerdo triste -explicó-.
Pero ya pasó.
-¿Un antiguo amor? -se interesó la mujer-. Este lugar suele hacer
aflorar el lado romántico de las jovencitas, pero no se preocupe, muy
pronto encontrará a su príncipe azul -la sarcástica mirada que le lanzó
______ hizo que la mujer diera un paso atrás.
-El príncipe azul no es para mí.
Tiró del taburete del piano, lo colocó a la distancia óptima, se sentó
y comenzó a ejercitar sus dedos por el teclado realizando unos pequeños
ejercicios de calentamiento.
La mujer mayor le posó una mano en el hombro para llamar su
atención y explicó:
-Todos tenemos un príncipe azul ahí fuera, solo hay que aferrarse a
él cuando_______ la miró por encima del hombro y contestó.
-Yo ya encontré al mío y resultó ser un sapo.
La mujer chasqueó la lengua:
-Entonces no era tu príncipe. Solo era un sapo.
________ sonrió.
-No pensé que fuera una romántica, Eliza -los ojos de la mujer
mayor brillaron de regocijo.
-Lo soy ahora y siempre lo seré. Yo encontré a mi príncipe y tú...
-A________ -ofreció ella cuando la mujer la miró inquisitiva.
-Tú, ________, encontrarás al tuyo -la cálida sonrisa y la seguridad de
sus palabras casi hicieron que la creyera, casi.
-No todos tenemos tanta suerte -contestó encogiéndose de
hombros.
Eliza la miró con pena, pero no insistió más.
-Los invitados entrarán en una media hora, se espera que empieces
a tocar cuando los camareros sirvan el primer plato.
________ asintió.
-Lo sé, está bien. Estoy lista.
Con una sonrisa de despedida la mujer desapareció de su vista.
Y ahora, _______, concéntrate, ya. Se arengó en silencio.
Cerró los ojos y retomó sus ejercicios, tenía quince minutos para
hacer que su mano derecha se calentara y estuviera lista para hacer frente a
las dos horas que tenía por delante.
Haría un buen trabajo, aunque esa noche no pudiera ni sostener un
lápiz.
 
CON HARRY
Harry se removió dentro de su esmoquin. Era un joven sencillo y
odiaba vestirse de aquella guisa, pero su hermano mayor(hermanastro) se casaba y no
podía hacer otra cosa.
Había prometido que iba a comportarse bien y que no los dejaría en
ridículo.
Había hablado demasiado. Pero claro, en aquel momento no pensó
que lo enfundarían en un estrecho esmoquin que se pegaba a su cuerpo
como una segunda piel y que le pondrían una corbata que estaba tratando
de estrangularlo. Habría estado igual de bien con su habitual camiseta de
algodón y sus vaqueros gastados. Al fin y al cabo era el cocinero. No sabía
como había sido capaz de hacer nada vestido de aquella guisa.
-¡Basta ya! -escuchó a su espalda-. Va a estropear su traje, señor.
Eliza había hablado haciéndole agitar la cabeza resignado.
Un instante después una mujer mayor a la que Harry adoraba había
aparecido frente a él. La había contratado al abrir su restaurante, ella había
sido su niñera, casi su madre y cuando había crecido no había querido
perderla, así que allí estaba, atendiendo su guardarropa. Además era su
mejor espía. Siempre vigilaba a los empleados y lo ponía al día sobre
aquellos que necesitaban mejorar su comportamiento o una invitación para
abandonar el barco.
Precisamente por ella el Saint Joseph's iba tan bien. Estaba seguro.
-No hice nada -se quejó él usando su tono infantil-, es que esto
pica.
-¡Harry Edward Styles Cox, ya está bien! -dijo la mujer con su tono
más estricto-. Ya no eres un niño pero si me obligas todavía puedo darte
unos azotes.
Harry sonrió reproduciendo su mirada más caliente:
-Cuando quieras, cariño -le dijo con tono ronco mientras alzaba las
cejas y la tomaba de la cintura.
-Oh, tontorrón -dijo la mujer mayor sonrojándose y dando un paso
lejos de él-. Si te pillara mi Raúl te iba a dar de lo lindo, por coqueto.
Harry pareció ofenderse.
-No soy coqueto, maldita sea, eso solo se puede decir de una mujer.
A Eliza le hizo gracia su reacción.
-Pues tú eres coqueto, siempre coqueteando. Pero te conozco muy
bien, señorito y sé que ahí dentro guardas muchas cosas que tratas de
ocultar a los demás.
-Sí, nena, guardo auténticos tesoros -le explicó alzando y bajando
las cejas varias veces.
-No tienes remedio, sapito -le dijo dulcemente la mujer.
-No me llames así. No me gusta.
-Cuando crezcas -le miró severamente para que no la
interrumpiera cuando él hizo ademán de interrumpirla- cuando crezcas,
porque todavía sigues siendo un crío con 20 años... entonces
conocerás a una mujer que hará que dejes de ser un sapito y te comportes
como corresponde a un hombre.
Harry puso los ojos en blanco, pero no replicó. Sabía que con Eliza
siempre tenía las de perder.
-Por cierto -añadió ella cambiando de tema-, ya ha llegado la
pianista. ¿Te gustaría conocerla? Es una mujer muy agradable.
Harry arqueó una ceja.
-¿No estarás tratando de hacer de celestina?
-No, ¿por quién me tomas? Esa chiquilla no es para ti -la mujer lo
miró muy seria, como advirtiéndole que no se acercara a ella-, pero quizá
deberías ir y comprobar que ha traído el repertorio correcto. Ya sabes que
Ethan se enfadará si algo no sale perfecto.
-Sí, sí. Lo sé. Iré a hablar con esa mujer -contestó molesto dando
por perdida la posibilidad de deshacerse de la corbata y dirigiéndose hacia
el salón donde iba a celebrarse el banquete.
Harry se había ofrecido para celebrar la boda de su hermano Ethan
en el Saint Joseph's, ahora se preguntaba si habría hecho bien. Había
preparado hasta el más minúsculo detalle, pero si algo iba mal le cortarían
el cuello.
Abrió la puerta doble de cristal que daba acceso desde la cocina al
salón y la dejó abierta, era el lugar por el que los camareros pasarían para
servir los suculentos platos que se había pasado parte de la mañana
preparando. Cuando entró en el salón decidió que se había hecho un buen
trabajo, aunque quizá había demasiado toque femenino por todas partes.
Eliza siempre conseguía lo que quería y sabía que su cuñada estaría
feliz con el resultado. Y por ende, su hermano, pues solo quería hacer feliz
a su esposa.
La mujer ya estaba sentada al piano. Apenas podía ver su perfil,
pero parecía muy joven, mucho más de lo que habría esperado. Rondaría
los veinte, quizá veintitres años, no podía tener muchos más. Llevaba
un atuendo conservador en negro, un vestido sensillo. Sus zapatos eran de tacón, elegantes pero
cómodos. Y sus manos eran delicadas, una de ellas estaba cubierta por un
guante negro de encaje, que dejaba sus blancos y largos dedos libres para
poder efectuar una buena ejecución de sus piezas.
Harry caminó hacia ella para intercambiar un par de palabras, se
detuvo a un metro de distancia aproximadamente y carraspeó. La mujer
inmediatamente dejó de tocar, se levantó y se giró para mirarlo.
Al verla de frente sufrió un dejà vu, sentía que la había visto antes
en alguna parte, pero no pudo recordar donde. Tenía un rostro común con
una mirada sincera, una nariz ancha y picuda y una boca grande de labios
carnosos. No era precisamente una belleza y sin embargo sus labios
parecían estar hechos para sonreír. Tenía unas leves arruguitas de
expresión en la comisura de los labios.
Ahora no sonreía, lo estaba mirando completamente horrorizada.
-¡Oh, Dios mío! -exclamó nerviosa-, ¡eres tú!
Había abierto mucho los ojos y lo miraba estupefacta. Desde luego
no esperaba verlo allí, al parecer se habían conocido con anterioridad
aunque él no lograba ubicar cuándo o de qué forma. Sin embargo dudaba
que fuera una de las muchas aventuras que había tenido en su vida, no era
para nada su tipo.
-¿Nos conocemos? -preguntó mirándola curioso.
-¿No te acuerdas? -pareció casi aliviada al hacer la pregunta.
-Lo cierto es que siento que te conozco, pero no sé de qué.
-Puede que sea mejor así -dijo mientras asentía con decisión- soy
______ Candice Blanche, la pianista.
-Harry Styles -le dedicó una sonrisa mientras con la mano
abarcaba la sala- el dueño de todo esto... He venido para comprobar el
repertorio, si me lo permites.
-Claro, todo tuyo -le pasó un libro con una serie de partituras. No
pudo evitar pellizcarse el labio inferior con dos dedos, nerviosa, mientras
el hombre las revisaba.
-Correcto -finalizó mientras le tendía el cuaderno-, ______ -añadió
pronunciando su nombre con una cadencia que hizo que un escalofrío le
recorriera el cuerpo-. Seguro que todo irá bien.
Le dedicó una sonrisa tranquilizadora y se giró para marcharse por
donde había venido, pero antes de desaparecer le preguntó mirándola por
encima del hombro:
-¿No vas a decirme de qué nos conocemos?
-Quizá en otro momento. Ahora debo concentrarme en mi trabajo.
Harry le dedicó una sonrisa ladeada que hacía derretirse a la mayor
parte de las mujeres.
-Está bien. Hasta pronto, ______.
-Hasta pronto, Harry -susurró con la mirada fija en su espalda.
Apenas un par de minutos después, ya en la cocina, escuchó de
nuevo una sucesión de escalas antes de que todo se quedara en silencio.

Los invitados entraron al salón y la fiesta comenzó.












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Un Trato Perfecto{HARRY STYLES Y TU(HOT)} necesito lectoras que comenten  Empty Un Trato Perfecto{HARRY STYLES Y TU(HOT)} NUEVO CAPÍTULO

Mensaje por arancibiawanda_95@hotmail Dom 29 Jun 2014, 1:46 pm

Capítulo 2
    _______ estaba acurrucada en su sillón favorito, con su manta
favorita y viendo su película favorita. Le gustaba hacerlo los domingos por
la noche después de su jornada laboral. Le venía bien quitarse el estrés del
cuerpo, producido por tanta felicidad de esas parejas que se comprometían
para pasar una vida juntos. Ella una vez había soñado lo mismo, pero no
había salido bien y ahora...
No quería pensar en eso. No ahora de todos modos.
Se centró en la película y dejó que su mente se imbuyera en los
personajes, olvidando la pena, el rencor y todo lo que no había conseguido.
Disfrutó de cada parte, de cada momento tierno, de la tristeza y la emoción
del amor verdadero. Hasta que se hizo un nudo en su corazón y las
lágrimas comenzaron a rodar rápidamente por sus mejillas como un dique
imposible de parar.
Cuando aparecieron en la pantalla los créditos de la película, cogió
un pañuelo de papel y se sorbió con fuerza. Tomó la taza de chocolate
caliente que había preparado un rato antes y la bebió de un trago,
lamiéndose los restos de los labios y dejando la jarra en su lugar.
Apartó la manta, se levantó, quitó el DVD e hizo un gesto del dolor
al coger la caja con la mano mala. La caja se cayó al suelo con un
estruendo y sus lágrimas se hicieron más insistentes, cayó de rodillas
observando su mano sin el guante y lloró con más fuerza. Todo se había
perdido por una mala elección, todo.
Las cicatrices irregulares afeaban la suave piel que un día había
cubierto su mano. Su mejor atributo. Sabía que no era guapa, siempre lo
había sabido. Tenía un rostro común y un cuerpo demasiado normal. No
poseía excesivas curvas, su pelo no era hermoso. Ir a la peluquería significaba una pérdida de tiempo y dinero. No, no era guapa y nunca lo había sido, pero sí había tenido unas manos bonitas, preciosas, perfectas. Unas manos que
ejecutaban virtuosamente las más suculentas y exquisitas piezas que jamás
se hubieran conocido. Los clásicos surgían a través de ella como un
torrente de emociones y sentimientos. Ella no interpretaba música, era
música. Una sutil diferencia pero que separaba la brillantez del
virtuosismo. Y ella en otro tiempo, había sido una virtuosa. Ahora ya no
poseía ni siquiera esa belleza. Lo había perdido todo.
Todavía te queda tu trabajo  -le dijo la voz de su mente. La única
con la que se relacionaba en los últimos tiempos.
Un trabajo que apenas puedo hacer -contestó en voz alta.
Pero un trabajo que te gusta -contraatacó la voz.
Sí, me gusta. Hoy he disfrutado mucho -sorbió por la nariz
mientras esbozaba una tímida sonrisa- hacía tiempo que no tocaba en un
piano tan perfecto. Fue increíble. Casi como en los viejos tiempos.
Fue como en los viejos tiempos, sin el casi -replicó la voz.
Sí, pero ahora lo estoy pagando.
Mereció la pena -la voz confiada y segura de su mente no le dio
opción a negar la verdad absoluta.
Sí, mereció la pena -confirmó.
Se levantó, dejó la manta y el DVD en el sillón, apagó la tele y
envolvió su mano derecha en un paño caliente, después se fue directamente
a la cama. El descanso, junto con el calor, le vendría bien y curaría su
cuerpo, su alma y su espíritu.
Al día siguiente estaría como nueva.
 
 Harry abrió la puerta de su piso después de un día duro.
La boda había sido un éxito, su hermano había agradecido su
esfuerzo y le había felicitado por el trabajo bien hecho. Él le quitó
importancia con un gesto y Ethan lo había abrazado con un gracias tan
sentido, que había tenido que morderse la lengua para no decir algo cursi,
de lo que luego se hubiera arrepentido y que su hermano no le hubiera
permitido olvidar jamás.
Dejó las llaves sobre el mueble de la entrada y se dirigió a su
habitación.
Se deshizo de la corbata nada más entrar en la puerta y la dejó caer
al suelo, no prestaba mucha atención a ese tipo de cosas. Después se
deshizo de la chaqueta, que cayó un par de pasos más allá, se descalzó y
lanzó los zapatos. Uno cayó encima de la maceta que había llevado su
hermana para decorar su diáfano piso de soltero y el otro atravesó la puerta
de la cocina. Se deshizo de la camisa, arrancando los diminutos botones, no
pensaba volver a ponerse ese saco de tortura de nuevo; ya podían casarse
todos sus hermanos o quien fuera que no volverían a pillarle con algo así,
así que no le preocupó demasiado destrozar la cara y delicada prenda.
Después se desabrochó el pantalón, se lo bajó, sacó los pies y lo dejó
abandonado muy cerca de la puerta del salón. Dio un paso más hacia su
habitación y se deshizo de los calzoncillos.
Hasta eso le sobraba.
No quería ropa sobre su cuerpo, necesitaba la libertad. Libre como
el viento, así le gustaba estar, así le gustaba ser. Presenciar una boda, la
boda de su propio hermano, había hecho que se aterrara. Él jamás caería en
las redes de ninguna mujer.
Abrió la puerta de su dormitorio, entró y estuvo a punto de dar un
grito cuando la vio metida en su cama. Un bulto perezoso que iba
estirándose lentamente. Estaba desnuda y esperándolo. ¡Con las ganas que
tenía de estar solo esa noche!
Maldijo.
Ella le miró invitadora llamándolo con su dedo índice para que se
acercara.
Él ignoró su desnudez, la chica le había visto muchas veces
desnudo, así que el pudor estaba de más. Caminó confiado y seguro y
cuando estuvo a su lado y ella llevó sus manos hacia su torso para
acariciarle el pecho, le preguntó fríamente:
-¿Qué haces aquí, Laura? -la mujer se tensó y trató de apartar la
mano, pero se la aferró con fuerza entre los dedos y la mantuvo pegada a su
pecho.
-Vine para sorprenderte -le dijo tirando con fuerza de su mano
para liberarla-, pero he cambiado de idea.
El mohín de sus labios le dio a entender que había hecho algo mal.
-Mira esta noche no tengo tiempo para jueguecitos, será mejor que
te vayas antes de que me ponga de mal humor.
La chica recuperó su mano con dificultad, cayendo hacia atrás del
impulso y golpeándose levemente la cabeza; seguramente le saldría un
pequeño chichón. Sin embargo eso no evitó que lo mirara furiosa, tirara del
edredón para cubrirse con él y bajara de la cama mientras buscaba entre el
caos del dormitorio su ropa interior. Encontró las bragas y se las puso antes
de mirarlo de nuevo.
-Eres un egoísta, Harry.
-Ya te he dicho que no tengo tiempo para eso esta noche. ¿Qué
haces aquí y cómo has entrado? -el ceño fruncido del joven daba a
entender que no iba a dejarla evadir la pregunta y que hasta que no le diera
una respuesta que le satisficiera nadie iba a ir a ninguna parte.
-Vine para sorprenderte, ya te lo dije tonto -de nuevo parecía
dispuesta a seducirlo, aunque parte de la rabia que acababa de mostrarle
seguía allí, en las profundidades de sus ojos.
Dejó caer el edredón a sus pies mostrándole una vista completa y de
cerca de su cuerpo perfecto, parecido a tantos otros cuerpos perfectos de
los que Harry había disfrutado en incontables ocasiones.
Gran parte de aquella mujer era de plástico.
Harry se frotó los ojos con cansancio y reuniendo toda la paciencia
que le quedaba preguntó:
-Haz el favor de decirme cómo has entrado. Estaba cerrado con
llave.
-Pues con una llave, ¿cómo sino? -contestó sonriente.
-¿De dónde la has sacado? No recuerdo haberte dado ninguna llave,
Lucía -la mujer le lanzó una mirada fulminante, como si quisiera acabar
con su vida en aquel mismo instante. Se dio la vuelta, recogió el vestido y
se lo metió por la cabeza mientras se calzaba sus pequeños zapatitos de
tacón y le contestaba:
-La saqué del cajón -explicó-, ya te dije que quería sorprenderte
pero no te lo mereces -de nuevo le lanzó una de sus peligrosas miradas y
añadió: ni siquiera recuerdas como me llamo. ¿No es cierto?
-No tengo tiempo para lidiar con una mujer histérica, dame la llave
y márchate -le pidió mirándola con seriedad. Harry era un joven que
raras veces se ponía serio, pero podía ser de granito cuando se lo proponía.
Ella le lanzó las llaves al pecho, que después de golpearle cayeron
al suelo, cogió su bolso y salió corriendo hacia la puerta de entrada, no sin
antes decirle:
-Quédate tus estúpidas llaves, no las quiero -le dirigió una sonrisa
malvada por encima del hombro justo antes de atravesar la puerta de la
entrada-,  ya tengo lo que vine a buscar -añadió mientras le mostraba un
cuaderno negro de piel.
Harry lo reconoció inmediatamente. Era el que guardaba las recetas
secretas de los platos que habían dado fama a su restaurante. No podía
perderlas. No es que importara que se conocieran -ya no, en todo caso pero
tenía un valor sentimental muy especial para él y no quería perderlo.
La siguió hasta el hall de entrada y atravesó la puerta, quedándose
tal y como su madre lo trajo al mundo de pie en la escalera. Tratando de
convencerla de que le devolviera lo que le había robado.
-A ti no te sirve para nada, Luna. Devuélvemelo antes de que me
enfade de veras. No te gustaría verme enfadado, te lo aseguro.
La mujer lo desafió mientras arqueaba una ceja:
-Adelante, enfádate.
Harry apretó los puños con fuerza y separó las piernas, tomó un par
de respiraciones profundas tratando de controlarse y le repitió la orden.
-Devuélvemelo ahora mismo -debió de verle algo peligroso en la
mirada porque se encogió un poco y le dijo:
-¿Lo quieres? -Harry apretó los dientes-,  pues corre a buscarlo.
Lanzó el cuaderno por el hueco de la escalera. Harry la pasó a toda
velocidad tratando de alcanzarlo antes de que cayera pero no pudo evitarlo,
así que corrió hacia abajo para atraparlo antes de que nadie más diera con
él.
La chica miró a Harry furiosa y después miró hacia la puerta
entreabierta de la casa, de nuevo miró al joven que acababa de romperle
el corazón y devolvió su vista a la puerta.
Una risa siniestra abandonó su garganta cuando con un par de pasos
se acercó a la puerta y la cerró.
¡Que se las apañara él solito ahora!
Volvió a reír pensando que merecía eso y mucho más.
Bajó las escaleras lentamente y con elegancia; cuando llegó al
primero, Harry volvía de vuelta. La fulminó con la mirada pero no la tocó,
se limitó a decirle:
-Ni se te ocurra volver.
-No pensaba hacerlo -contestó levantando la cabeza orgullosa-, ¡y
por cierto mi nombre es Lili, imbécil!
El joven no se molestó ni en volverse. Siguió caminando mientras
ella observaba su exquisito trasero. La verdad es que era un bombón,
estaba para comérselo sin duda. Había hecho eso -literalmente- varias
veces y él no le había dado nada a cambio. Ni siquiera la había respetado lo
suficiente como para aprenderse su nombre.
-Te mereces todo lo que te va a pasar -añadió en voz baja.
No llegó a oídos de Harry, que siguió subiendo.
Ella aceleró el paso, quería llegar a su coche antes de que se diera
cuenta de lo que había hecho. El muy cabrón se merecía que lo arrestaran
por exhibicionismo y alteración del orden público. Era lo menos que podía
pasarle.
Satisfecha atravesó el portal y pulsó el botón para desbloquear las
puertas del coche automáticamente. Se subió, encendió el motor y salió
volando del aparcamiento con una gran carcajada. Por una vez aquel
donjuán había recibido una muy merecida lección.
 -Hija de puta... -gritó Harry cuando llegó a casa y vio que la puerta
estaba cerrada a cal y canto. No tenía llaves, ni ropa, ni móvil, ¡nada!
¿Qué diablos iba a hacer? Aquella fulana se la había jugado bien.
-Desde el primer momento supe que me la iba a jugar...
Mentiroso, le susurró el subconsciente.
-Vale -se rindió-, tengo la cremallera demasiado ligera.
Se frotó los ojos de nuevo con las manos.
-Estoy cansado, ¡maldita sea! Solo quería llegar a casa y dormir un
poco ¿es tanto pedir?
Levantó la cabeza y miró a su alrededor, suspirando supo que solo
tenía una opción. Llamar a la loca del paraguas y esperar que se apiadara
de él. Había recibido sus galletas con una nota de disculpa y le habían
sacado una sonrisa, sabía que lo había pasado ella peor que él. Cuando se
había dado cuenta de lo que pasaba en realidad, había estado tan
avergonzada que pensó que iba a entrar en combustión espontánea. Era una
chica extraña, muy extraña, pero parecía tener cierto sentido de la
solidaridad.
La otra noche había salido para rescatarlo... o para pegarle con el
paraguas, no estaba muy seguro pero sin duda le había hecho disfrutar de lo
lindo. Quizá no en el momento, que el deseo no le dejaba hilvanar un
pensamiento coherente, pero sí horas después, despejado, con una caja de
galletas y una nota de disculpa, había sentido una ternura que llevaba sin
sentir mucho tiempo.
Más animado caminó hacia la puerta y llamó al timbre, esperando

nervioso una respuesta.








SI COMENTAN LES SUBO UN CAPÍTULO YA!!
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Un Trato Perfecto{HARRY STYLES Y TU(HOT)} necesito lectoras que comenten  Empty Re: Un Trato Perfecto{HARRY STYLES Y TU(HOT)} necesito lectoras que comenten

Mensaje por arancibiawanda_95@hotmail Dom 29 Jun 2014, 2:39 pm

Capítulo 3 ( A naked boy in my door)
Estaba profundamente dormida cuando una explosión, o algo muy
parecido, la sacó de golpe de uno de los mejores sueños de su vida.
Se estaba sintiendo tan bien, había tanto amor, tanta ternura, tanto
todo... Ella era la que una vez había sido, vivía su sueño con un hombre
maravilloso a su lado que la hacía sentir mucho más que especial, la hacía
sentir amada. Todo había acabado cuando el auditorio explotó
instantáneamente y ella salió del sueño con una sensación de pérdida tan
profunda, que no pudo ahogar un gemido lastimero.
El mismo intenso sonido volvió a interrumpir el silencio.
_______ salió de la cama, se deshizo del paño ya frío que cubría su
mano derecha, se colocó el guante y se puso la bata. Después atravesó la
puerta de su habitación hasta llegar al origen del sonido.
Otro golpe la guió hasta la entrada. Se puso de puntillas para espiar
fuera y lo que vio la dejó de piedra. Dejó de espiar y se recostó contra la
puerta cerrando los ojos con fuerza.
-Ábrame -dijo el joven al otro lado-, acabo de oír pasos.
_______ se pellizco el labio inferior entre los dedos mientras pensaba
qué hacer.
-Por favor... -insistió el joven-,  necesito algo de ayuda.
Lo cierto es que sabía que no era un psicópata, pero ignoraba si
sería buena idea abrir la puerta e identificarse. Ahora las piezas del puzzle
empezarían a encajar y si él descubría que la vecina homicida y la pianista
eran la misma persona, algunas de las ofertas de trabajo que había recibido
esa misma mañana se irían al traste.
¿Qué hacer entonces?
¿Ser buena ciudadana o mantener sus propios intereses egoístas?
Antes de girarse ya sabía cuál iba a ser su decisión. Soltó el aire que
había estado conteniendo, se estiró, echando bien atrás los hombros y
sostuvo en su mano izquierda la manilla. Apenas tardó un minuto más en
bajarla y abrir, dando paso a la visión más pecaminosa que hubiera visto en
su vida.
-¡Tú! -dijo él completamente sorprendido.
Estaba pasando lo que _______ había temido. Finalmente la reconocía.
-Sí, yo -le confirmó mientras se excusaba con una sonrisa-, siento
no haberte dicho esta mañana quien era... pero necesitaba el trabajo y...
-No te disculpes, está todo olvidado -la miraba con diversión-. Por
cierto, gracias por las galletas; tienes un toque maravilloso con la
repostería.
-Gracias -contestó ella con timidez-. ¿En qué puedo ayudarte?
-Ah, sí, eso... -añadió mientras miraba hacia abajo recordando su
desnudez.
Ella siguió su mirada e inmediatamente se sonrojó, Harry arqueó
una ceja inquisitiva y después se cubrió sus partes pudendas con el
cuaderno.
-He tenido un problemilla y necesito ayuda.
_______ tragó saliva tratando de apartar la mirada del cuerpo más
magnífico que había visto en su vida. Concentró todo su esfuerzo en
mirarle a los ojos.
-¿Y qué tipo de ayuda es esa?
Estaba nerviosa, notó Harry. ¿En qué estaría pensando? Le hubiera
gustado entrar en su cabecita durante un par de minutos. En esta ocasión
cruzó los brazos, quedando completamente desnudo a su vista, pero ella se
concentró en no apartar la mirada de sus ojos.
-Algo para cubrirme y una llamada. Eso es todo.
______ le devolvió una sonrisa y sin decir nada, dio un paso atrás para
que pudiera entrar en la casa.
-Te buscaré una toalla... eso debería bastar, por ahora.
Se alejó a toda prisa por el pasillo tras cerrar la puerta una vez que
él estuvo dentro. Lo que le permitió echar un vistazo al piso. Se parecía
bastante al suyo, al menos arquitectónicamente, sin embargo la decoración
era sutil y más femenina. Este sí parecía un hogar.
Caminó hacia el lugar por donde había desaparecido ella hasta
llegar al fondo del pasillo, suponía que el salón estaría situado en una de
las puertas de la derecha. _______ salió de una de las de la izquierda, un
dormitorio en el que debía de guardar la ropa de baño. Venía cargada con
un albornoz azul que daba la sensación de ser bastante grande.
Cuando lo vio de pie frente a la puerta, volvió a concentrarse en
mirarlo a los ojos. Harry ya no se cubría, ¿para qué? No tenía nada extraño
tampoco y estaba cansado.
-Toma -dijo ofreciéndole el albornoz-. Es nuevo y bastante
grande, debería servirte.
-Gracias.
Lo agarró mientras rozaba deliberadamente sus dedos, lo que hizo
que retirara la mano inmediatamente. Harry tuvo que contener una sonrisa
satisfecha.
-Puedes usar el teléfono del salón, es justo la puerta que tienes
frente a ti.
Harry asintió mientras se pasaba la prenda por los brazos, deslizaba
el cuaderno en el bolsillo derecho y se ajustaba el cinturón.
-Muchas gracias, ______.
-De nada, Haroldo -contestó con una sonrisa. Él le lanzó una
mirada helada por la sorpresa.
-Soy Harry, no Haroldo.
-Oh, discúlpame. Me había parecido... Lo siento.
El sonrojo acudió a sus mejillas y él se relajó.
-Mejor haré esa llamada, no quiero importunarte más de lo
necesario.
-No me molestas -se apresuró a añadir ella-. Además creo que te
debía una. Así estamos en paz ¿no?
Él se detuvo y se giró de nuevo para quedar frente a ella.
-Tenemos un trato -añadió extendiendo su mano derecha, ella por
el contrario le alargó la izquierda.
Él la tomó y se la llevó a los labios, para besarle la palma.
-Y esto sella nuestro acuerdo, señorita.
Le guiñó un ojo y entró al salón.
_______ entró tras él para indicarle donde estaba el teléfono aunque ya
lo había localizado solo. Echó un vistazo al desorden y volvió a sonrojarse,
pensando que podía haber recogido antes de irse acostar, esperaba que él
no lo notara.
Harry se limitó a sonreír al fijarse en el desastre que era la mesa y la
manta que caía descuidadamente sobre el sofá.
Marcó un número que sabía de memoria y ella le dejó a solas para
que tuviera privacidad suficiente para realizar su llamada.
Con un suspiro apenas contenido, abandonó la habitación.
 Harry contuvo la respiración mientras escuchaba los tonos de la
llamada rezando en silencio para que su hermana estuviera en casa. Era la
única a la que se atrevía a llamar. Cualquier otra persona no le dejaría
olvidar jamás aquel incidente. Su hermana tampoco, claro, pero ella solía
ser más discreta.
Con voz somnolienta contestó al tercer tono:
-¿Sí?  -escuchó Harry al otro lado.
-Ey, nena. Soy yo, Hazza; necesito una ayudita -su voz sonó casi
infantil. Volvía a tener seis años y su hermana mayor acudía a auxiliarle.
-¿Harry? ¿Se puede saber qué ocurre? ¿Estás bien?
-Sí, sí. Estoy bien, cariño. Pero necesito que traigas las llaves de
repuesto de mi casa. Las he perdido y no puedo entrar.
En su tono había cierto grado de vergüenza, no era la primera vez
que le sucedía. Agradeció que su hermana no conociera los detalles.
-Ven a mi casa a buscarlas tú mismo, Harry. No voy a salir a estas
horas... ¡Son casi las tres de la madrugada! -como no le contestó
inmediatamente ella comenzó a sospechar-. ¿Exactamente cómo has
perdido las llaves?
Harry suspiró y se preparó para su reacción.
-Una mujer enojada cerró la puerta de mi casa con las llaves
dentro -explicó con tono cansado-. He tenido la suerte de que mi vecina
estaba en casa y me permite utilizar su teléfono. No llevaba nada encima
cuando me quedé atrapado fuera.
-¿Cómo que no llevabas nada encima? Nunca te separas de tu
móvil -preguntó extrañada.
-Cariño, no llevaba nada encima -explicó recalcando la palabra
"nada".
Su hermana estaba dormida y no cayó en la cuenta de lo que le
estaba diciendo.
-¿Ni siquiera la cartera? -preguntó.
-Gem, mi amor -dijo con paciencia-. Estaba completamente
desnudo cuando me quedé atrapado en la escalera.
Su hermana soltó un gemido de sorpresa e incredulidad y le soltó:
-¡Desnudo! ¿Y qué se supone que le hiciste a esa mujer? Por Dios,
Harold... ¿la echaste de tu cama o qué? -parecía completamente indignada
en nombre de la chica.
-Gemma -advirtió con calma-. Me dejó fuera, yo no le hice
nada... La encontré en mi cama al llegar a casa.
Escuchó una maldición en labios de su dulce hermana, añadió un
par de comentarios degradantes sobre los hombres y sus costumbres ligeras
y finalmente suspiró:
-Mira Harry, ahora mismo no puedo ir. Mañana tengo una reunión
muy importante a primera hora de la mañana y si salgo ahora no podré
volver a dormir en toda la noche. Necesito la mente despejada para lo que
tengo que hacer. Pídele hospicio a tu vecina esta noche. Mañana a la hora
del almuerzo me pasaré por ahí para dejarte las llaves ¿está bien?
-Pero... -intentó quejarse él.
-No hay peros que valgan. Seguro que a esa mujer no le importa
que utilices su sofá unas cuantas horas. Utiliza tu encanto -añadió mientras
con un bostezo le colgaba el teléfono.
Harry soltó una maldición y devolvió el aparato a su lugar. Se giró y
abrió la puerta del salón para buscar a _______. No tardó demasiado, pues se
acercaba con una bandeja que oscilaba peligrosamente sobre su mano
izquierda.
-Déjame que te ayude con eso -le dijo mientras se la cogía y la
llevaba hasta la mesa.
-Gracias -contestó ella-, hice chocolate caliente. Creo que puede
venirnos bien. Especialmente a ti, debes de tener frío. No es buen tiempo
para pasearse ligero de ropa ¿no?
Harry arqueó una ceja ante el tono divertido de ella. Ya no parecía
avergonzada, desde luego.
-Tienes razón, aunque no he tenido mucho tiempo para pensar en el
frío. La adrenalina se ocupó de eso hasta ahora. No debiste recordarme el
mal tiempo -la regañó.
Ella le miró con los ojos brillantes y una expresión extraña.
-Mi especialidad -ofreció- es fastidiar a los demás.
Hizo un gesto para indicarle que tomara asiento en el sofá y ella se
sentó en el sillón de la izquierda. Le acercó una taza de chocolate mientras
tomaba la suya.
-Perdona el desorden.
-No te preocupes, puedo asegurarte que mi casa está mucho peor. Y
hablando de eso... me temo que no conseguiré mis llaves hasta mañana a la
hora del almuerzo. ¿Crees que podría ocupar tu sofá mientras tanto?
-preguntó un tanto avergonzado.
-No hay problema -tomó un sorbo de chocolate y después se lamió
el labio superior donde habían quedado algunos restos. Harry siguió la
dirección de su lengua sin querer.
Esa chica no era su tipo y más le valía recordarlo. Le vendría bien
estar un tiempo sin mujeres.
-Te deberé una muy grande...
-No te preocupes, ya pactaremos las condiciones de nuestro
acuerdo para que me la devuelvas.
Él le lanzó una mirada sorprendida.
-Una negociadora dura ¿no?
-No sabes cuánto -dijo mientras tomaba otro sorbo de chocolate-.
Iré a buscarte algunas mantas y una almohada para que puedas estar
cómodo.
-No, espera. Hablemos un poco. Me gustaría conocerte más, ______.
-No hay mucho que conocer, Harry.
Él sonrió.
-Yo creo que me queda mucho por descubrir -la calidez de su
mirada la hizo sentirse tranquila al instante.
Hacía tiempo que no se sentía tan segura con nadie.
-¿Llevas mucho tiempo tocando? -preguntó haciendo un gesto
hacia el piano de pie colocado en la pared de enfrente.
Sintió como la joven se tensaba inmediatamente, miró hacia el
instrumento con una mirada llena de pena, dio un sorbo más a su chocolate
y explicó:
-Toda mi vida. Desde antes de que pueda recordar. Probablemente
nací con un piano pegado a mis manos.
-Pobre... -susurró Harry compungido.
-¿Pobre? -preguntó intrigada.
-Sí, pobrecita de tu madre. No me imagino como es dar a luz un
piano... ouch.
Puso cara de auténtico pavor y _______ soltó una carcajada. Le miró y
captó el brillo de sus ojos, lo que la hizo tragar con fuerza.
-Eres diferente, Harry -dijo mientras le mantenía la mirada.
Él pareció tensarse y aunque no dejó de sonreír, su sonrisa ahora era
forzada, manteniendo una pose. Así que queriendo aligerar el tema le dijo:
-¿Llevas dirigiendo restaurantes de lujo toda tu vida?
Harry la miró de nuevo divertido.
-¿Qué te hace pensar que dirijo restaurantes de lujo?
-El Saint Joseph's es un restaurante de lujo y dijiste que eras el jefe
-aportó encogiéndose de hombros.
-Bueno técnicamente es verdad, pero no soy dueño de muchos
restaurantes de lujo, soy dueño de uno solo: el Saint Joseph's y no soy solo
el dueño... Soy el chef.
Ella le miró con los ojos muy abiertos.
-¿Chef?
-Exactamente. Soy cocinero ¿qué pensabas? -la miró entrecerrando
los ojos y luego añadió: ah, ya sé, pensaste que era un niño rico a quien le
habían dado una cadena de restaurantes de lujo para tenerle entretenido
¿no?
-¡No! -se indignó ella levantándose del asiento.
Cuando se dio cuenta de lo que había hecho bajó la cabeza
avergonzada, tratando de ocultar su rubor y se sentó.
-Disculpa. Me dejo llevar por...
-La pasión -terminó él en su lugar-. Eso es algo fascinante.
-No soy una mujer apasionada, Harry. Solo que a veces me
emociono con las cosas. En fin, te prometo que me voy a comportar.
Guardó silencio un momento y con una sonrisa de disculpa explicó:
-No pensaba que fueras un niño rico... bueno, quizá sí lo hice
durante un rato. Hasta que pensé que eras mi vecino y luego concluí que
nadie que viva en un lugar así está podrido de millones. No está mal
-explicó mientras le miraba a los ojos- pero ambos sabemos que esto está
muy lejos de ser el Rich.
Harry soltó una carcajada, dejó la taza vacía sobre la mesa y se
levantó.
-Desde luego no tienes pelos en la lengua.
-He aprendido que lo más fácil es decir lo que piensas
directamente, a la larga me ahorro disgustos.
-Puede que tengas razón -concordó-, pero a veces cierta sutileza y
engaño no está de más.
-Créeme cuando te digo esto, de las mentiras no sale nada bueno.
Una nube oscura se cruzó en su mirada cuando se levantó para
recoger las tazas y ponerlas sobre la bandeja para llevarlas a la cocina.
Sin darse cuenta usó la mano mala para coger la taza que Harry
había utilizado, sintió el dolor instantáneo lo que hizo que sus músculos
fallaran y soltara la taza, que cayó al suelo haciéndose añicos y dejando
marcado la impoluta superficie de madera.
-Mierda -susurró llena de rabia.
Harry tomó su mano derecha enguantada con cuidado y le preguntó:
-¿Qué te ocurre en la mano?
-Nada -contestó demasiado rápidamente tirando de ella y
haciéndose daño con el gesto.
-No me parece que eso sea nada. Déjame ver -pidió con dulzura.
-¿También eres médico? -la agresividad en su voz hizo que él
diera un paso atrás-. Lo siento -se disculpó inmediatamente-, no quería
decir eso. Ha sido un día muy largo y estoy cansada.
-No te preocupes. Déjame ayudarte.
Cogió la bandeja y la siguió hasta la cocina. Después ella le indicó
que le siguiera para darle las mantas y la almohada. Entró con ella al
dormitorio, un lugar cómodo pero sin grandes pretensiones; una cómoda
cama de matrimonio ocupaba la mayor parte de la estancia, había un
armario de madera bastante amplio a los pies y un par de mesillas a ambos
lados. Era un dormitorio sencillo y acogedor y de pronto Harry sintió
nostalgia.
¿Qué se sentiría al vivir en un hogar?
Agitó la cabeza para sacudir esos extraños pensamientos.
Cogió las mantas y la almohada que ella le indicó y caminó hacia la
puerta. Al llegar se giró brevemente para desear un rápido "buenas noches"

y desapareció de su vista directo al sofá.
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