✞ ♡♥ LOVE IS WRITTEN WITH BLOOD (Harry Styles) ♥♡ ✞

Llegué al salón de clases y me senté en mi silla, no habían llegado muchos estudiantes todavía. El resto del día pasó monótono y fastidioso. Ninguna de las clases que me quedaban ese día, coincidieron con las de los desconocidos circunspectos. Por alguna razón los extrañaba, extrañaba que llegaran en momentos inoportunos como si hubiesen salido de la nada y me dieran unos sustos de muerte al hablarme. Sé que suena ridículo, pero es la verdad. Cuando finalizó la jornada, me dirigí al estacionamiento y me subí a mi auto. Finalmente arribé frente a la puerta de mi casa, bajé del auto. Entré y subí a mi habitación, deje mi mochila a un lado y me desvestí. Tomé un rápido pero relajante baño caliente, y me puse una camisa sencilla de color gris y mangas largas, una suave falda beige al estilo vintage, un gorro gris y unas converse negras. Necesitaba matar el tiempo, estaba muy aburrida. Me fui a dar una caminata por un amplio bosque que había cerca de allí. 

Hermosas flores de colores iluminaban el verde del monte a lo largo del camino, y un refrescante olor a madreselva inundaba el ambiente. Aspiré profundamente, relajándome por completo. Estuve caminando un rato distraídamente, sumergida en la perfección de la naturaleza. Pensando en todo lo que había ocurrido durante ese día… En los desconocidos jóvenes nuevos… Me abstraje hasta el punto en que no me percate de que oscurecía y debía volver a casa. Un ruido en seco me exhumó de mis recónditos pensamientos y caí en la cuenta de que había entrado en lo más inescrutable del bosque. Miré hacia ambos lados pero la espesura de los árboles no me permitía ver la salida, el cielo se ensombrecía y empecé a sentir cierto temor mientras caminaba en busca de alguna vía de escape de las profundidades de aquel bosque, cada vez era más absorbida por la oscuridad de la noche y en un intento desesperado por escapar de aquella consumidora penumbra, eché a correr sin rumbo con intenciones de salir de allí, pero lo único que hice fue adentrarme más en la frondosidad de aquella selva arborícola. Llegué a un lugar donde la ramificación de las arboledas era tan densa que se me hacía completamente imposible ver la claridad de la luna iluminando el cielo nocturno. El silencio era torturador, los únicos sonidos perceptibles eran los revoloteos de los murciélagos y los murmullos en la oscuridad producidos por mi propia mente para atormentarme en medio de aquel infierno sombrío. Sentí un frío muerto recorrerme la columna vertebral, mandando un impulso eléctrico a mis pies en señal de que corriera, de que huyera de aquel solitario lugar; pero, ¿hacia dónde? No me respondieron y simplemente me quedé allí, anclada al frío suelo de tierra en medio de la oscuridad devastadora de la noche. El movimiento de unos arbustos a mis espaldas me sacó de mi trance, el terror invadió mi cuerpo y mi corazón estalló en un sonoro latido, sentía como me golpeaba el pecho, lo escuchaba retumbar en mis oídos, mientras el viento me arañaba violentamente las mejillas; como advirtiéndome de la atroz bestia que me acechaba en esos instantes. Escuché un sonido agudo, tajante. En medio de un pavor inhumano me volteé lentamente apretando los puños, mientras mi cara palidecía por el terror. Un par de ojos rojos me observaban en medio de la enramada. Comencé a temblar bruscamente. Divisé un pequeño brillo en la oscuridad, al principio consideré que aquel desconocido me mutilaría despiadadamente a base de puñaladas con una especie de daga o navaja; entonces un relámpago perdido iluminó el cielo ennegrecido el tiempo suficiente para poder observar ligeramente entre la oscuridad, pero lo único que pude divisar del imperceptible sujeto oculto en las tinieblas, fue cuando esbozó una feroz sonrisa sedienta de sangre, dándome a entender la cruel realidad en la que me encontraba. Algo que toda mi vida me pareció imposible, inexistente, estúpido e infantil; los escépticos me llamarán trastornada o enferma, en una realidad donde existe un nombre para situaciones como estas: trastorno delirante postraumático, caracterizado por alteraciones en la percepción o la expresión de la realidad; o esquizofrenia, pero en este momento, aunque parezca inverosímil, yo sabía que era real. Y era aún peor que verse frente a frente con el asesino torturador más espantoso de todos los tiempos. En completo parálisis corporal y temblando horrorizada, contemplé la irregularidad de los incisivos del individuo frente a mí separado sólo por unos metros, ya que, siguiendo la fina línea de la estructura dental, donde se debían encontrar los dientes caninos, dos colmillos sobresalían notoriamente. Indefensa y completamente aterrorizada escuché los pasos del sujeto acercarse, no podía distinguir nada entre la oscuridad, pero sabía que ese… Ese…“Hombre” caminaba hacia mí en línea recta, dispuesto a atraparme entre sus garras. Sentí unos fuertes brazos tomarme rudamente por la cintura y me pegó a su helado cuerpo; me estremecí, el contacto repentino con su superficie fría me hizo erizar la piel. Lo empuje por el pecho con todas mis fuerzas pero simplemente me ganó la debilidad. Era completamente ridículo intentar luchar contra aquel individuo. Yo intentaba exhaustivamente zafarme de entre sus poderosos brazos, gritando ruidosamente; él ni siquiera se movía y aun así me era imposible escaparme de su agarre. Ya harto de que lo golpeara, lo rasguñara, lo mordiera y lo empujara, el sujeto me tomó con una mano por ambas muñecas sin ningún esfuerzo y me presionó contra su cuerpo. El miedo volvió a apoderarse de mí. El dominante se acercó a mi oreja, y bajó hasta llegar a mi cuello. Sentía su helada respiración sobre mi piel. Yo permanecía inmóvil, en silencio, esperando su siguiente movimiento, aunque yo ya sabía que me asesinaría. Sentí una ligera punzada a un lado de la yugular, cerré fuertemente mis ojos y esperé mi fin envuelta en un rictus de horror, cuando de repente.....

-¡NO LO HAGAS! ¡ES _____! ¡RECUERDA POR QUÉ NOS SEPARAMOS DEL CLAN!... Tú no eres como ellos... No dejes que te gane la tentación, recuerda quién eres… Nosotros estamos contigo, siempre estaremos contigo…-.

El desconocido se detuvo, quedándose inmóvil por unos instantes, suspiró pesadamente, y volvió su mirada hacia mí, finalmente me fue soltando poco a poco hasta que ya no sentí el agarre de sus fuertes manos en mi cintura. Una tenue caricia en mi mejilla me tomó por sorpresa, sintiendo en mi piel el frío de sus dedos. Los rojos luceros que hace unos momentos me miraban con un hambre cruel y voraz, a punto de asesinarme desalmadamente, se ablandaron y se tornaron de un color amarillo-grisáceo; lo miré fijamente, viendo a través de ellos, vi como su gesto tomaba la forma de una mueca apenada, mostrando gran arrepentimiento, encontrándome con una pobre alma desolada y abatida, llena de remordimiento, inundándome con un extraño sentimiento de culpa. Y una conocida voz, en un tono más ronco de lo normal, me habló amargamente.

-Para salir del bosque camina en línea recta hacia allá. -Sentí como tomaba mi pequeña mano caliente, en comparación de la suya, grande y helada, la mía podría caber fácilmente en la palma de su mano; y apuntaba en una dirección diagonal de donde nos encontrábamos-. Ahora corre, vete, y no vuelvas-.

Y dicho esto me soltó y corrió; casi voló, a una velocidad sobrehumana, por el camino de dónde provenía la voz que hace unos momentos había salvado mi vida, desapareciendo entre las tinieblas. En unos instantes me encontraba completamente sola en aquella selva oscura, igual que cuando había entrado. Confiándome estúpidamente de la palabra del individuo que casi acaba con mi vida, caminé en diagonal por donde me había indicado. Y efectivamente, a los cinco minutos me encontraba fuera de allí, en la entrada del mismo camino por el que me había internado en el bosque. Corrí hacia mi casa lo más rápido que mis piernas y mis pulmones me lo permitieron, paré un momento en la entrada apoyándome en el marco de la puerta en un intento por recobrar el aliento. Respirando entrecortadamente, entré, me senté en la silla del desayunador, puse mi cara en mis manos y comencé a llorar descontroladamente, las lágrimas salían a mares sin que yo pudiese hacer nada para detenerlas, no podía evitar sentirme impotente y agradecer a aquella misteriosa voz que había salvado mi vida. Las dos voces se me hacían conocidas, sé que las había escuchado en otra parte, pero no podía recordar dónde ni cuándo. 

Un suave golpeteo en la ventana de mi cuarto consiguió detener mi incontrolable llanto. Y haciendo de hígado, corazón, tomé enérgicamente un cuchillo de la cocina y me dirigí escaleras arriba, esperando encontrarme de nuevo con aquel extraño sujeto del bosque… Pero para mi sorpresa… Eso no ocurrió. Cuando llegué no había nadie, sólo una nota pegada con cinta adhesiva por fuera de la ventana, que decía sencillamente:

Bajé las escaleras lentamente y dejé el cuchillo a un lado, me senté en el sofá y encendí la televisión. Estaban pasando un noticiero, pero yo no prestaba atención, me encontraba demasiado abstraída leyendo una y otra vez la nota de aquel individuo…“El Desconocido”… ¿Quién coño era “El Desconocido”?, ¡¿que pretende ese loco?!... Casi me asesina desalmadamente y ahora se disculpa… Está mal de la cabeza. 

Unas palabras de la reportera cortaron mi pensamiento…

-Noticiero de último momento: Un extraño ataque fue descubierto esta noche en las alcantarillas del norte de la ciudad de San Fernando, California, un joven de aproximadamente 15 años de nombre Akira Kiyoshi, el cuerpo llevaba ahí más o menos una hora. Una pareja mayor que vivía en los alrededores salió a dar una caminata nocturna y lo encontraron allí, inmediatamente llamaron a la policía y se lo llevaron de urgencia al hospital en un intento por revivirlo, pero ya era demasiado tarde. El médico forense devela que en la autopsia encontró algo realmente extraño...-.

-Recibí el cuerpo del niño y me conmovió increíblemente, siquiera era mayor de edad, tenía unos 15, como mucho 16 años, era un joven apuesto de origen japonés, cuando abrí el cuerpo para investigarlo me sorprendí mucho. Alrededor de la mitad de la sangre que debía contener el cuerpo no estaba en el mismo, solo tenía un 46% de sangre y al parecer había sido extraída de él por la mordida de alguna especie de animal, ya que en el cuello se observaban dos profundas perforaciones al lado de la yugular, he intentado descubrir cuál pudo ser el causante, pero esa clase de mordida no está registrada con la dentadura de ningún animal, estoy anonadado-.

-¿Usted cree que nos encontremos frente a una nueva amenaza? Se rumorea que ha habido varios casos parecidos últimamente… ¿Deberíamos tomar medidas preventivas?-.

-Pues… Eso lo tendrá que notificar la policía, pero yo les recomendaría no salir a solas durante la noche-.

-Muchas gracias por el dato, Doctor. Pronto lo tendremos otra vez por aquí para recibir nuevas noticias acerca de los misteriosos ataques. Aquí Riley Jackson, buenas noches, televidentes-.

Apagué la televisión y me llevé las manos al rostro, aterrada. Estaba segura de que había sido él. El sujeto que me atacó en el bosque, yo sé que fue él… Tiene que ser él…

Me recosté en el sofá y me aferré a uno de los cojines; comencé a llorar. Me sentía culpable. Ese joven murió por mi culpa, porque yo hui, y dejé que El Desconocido, escapara… Soy una maldita egoísta. Debí morir… Era sólo un niño… Le quedaba tanto por conocer, por aprender… Y yo seguía aquí, lidiando con mi estúpida y cretina existencia, sin tener motivos para vivir….

Luego de unos momentos, súbitamente me desvanecí, cayendo en un profundo sueño envuelto en lágrimas de tormento.

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-¡Encuéntralo, maldita sea! -Abrí los ojos, agudizando mis sentidos… Un grito ronco, proveniente de mi habitación. Bruscamente me incorporé, escuchando atentamente como caían cosas a lo largo del suelo-.

Instintivamente miré mi reloj, las cinco de la mañana…. Comencé a temblar… Yo vivía sola… Nadie me visitaba, yo no tengo familia… Era irracional que alguien estuviera metido en mi casa… A menos, claro, que sea un ladrón… Pero… ¿Cómo subió a la segunda planta? En mi cuarto no hay balcón que dé al exterior y mucho menos escaleras…

De pronto recordé…. El colgante de mi madre… 

-¡No…! -Susurré horrorizada-.

Un avión de papel elaborado en plata… Y mi único recuerdo de ella. Lo único que aún tenía para no olvidar los buenos momentos que pasé junto a mi familia y lo mucho que los amaba y que ellos me amaban… 

Corrí hacia la escalera. No podía permitir que me arrebataran el único recuerdo feliz de mi infancia con el que mantengo memoria del último día junto a mi familia.

Estábamos sentados en el césped, las suaves matas me acariciaban los dedos, mientras veía como los insectos caminaban de un lado a otro entre las pequeñas hierbas verdes. Yo tenía 9 años, y mi padre había vuelto después de un mes de haber estado fuera de la ciudad por “asuntos del trabajo”, decía él. Mi madre quiso celebrarlo llevándonos de picnic a un hermoso campo abierto al final de la ciudad, a unos veinte kilómetros de donde vivíamos.

Aprovechamos la tarde entre juegos y corriendo por el campo mientras veíamos como pasaban las horas del día sin que nos importara en lo más mínimo. Eran los momentos más felices de toda mi vida. Y por la tarde nos sentamos sobre las suaves matas de césped a pasar el tiempo juntos mientras comíamos de la torta de chocolate especial de mamá y veíamos el atardecer. Recuerdo que siempre la comíamos juntos, y yo me manchaba la cara de chocolate, entonces tomaba un poco de la torta de mi padre y le ensuciaba el bigote, entonces el gritaba ¡besos de chocolate, besos de chocolate! Y nos perseguía a mí y a mamá para hacernos cosquillas…

-Cariño… -Me habló mi madre amorosamente-. Tengo algo para ti…-.

Sacó del bolsillo de sus vaqueros un pequeño y hermoso colgante de plata, resplandeciente, el sol se reflejaba en su superficie e iluminaba la mano de mi madre con un brillo radiante. Yo observé maravillada el celestial artefacto trabajado en aquella sustancia solidificada, mientras mis ojos se llenaban de emoción infantil. Lo tomé entre mis manos acariciándolo suavemente y después de mirarlo por unos momentos, me arrojé a los brazos de mis padres con una amplia sonrisa ingenua. Ellos me devolvieron el abrazo afectuosamente. Mi padre acariciaba uno de mis mechones con sutil delicadeza mientras mi madre me mantenía sentada sobre su regazo.

-¿Te gusta? -Preguntó mi madre con ojos resplandecientes-. Es un regalo de tu padre y mío para que sepas que siempre estaremos contigo, no importa cuán lejos debamos viajar por el trabajo, tú siempre estás presente… En nuestro corazón… Te amamos ____, no importa lo que pase, siempre lo haremos…-.

Pasaron las horas, y el dorado atardecer desapareció, abriendo paso a una poderosa tempestad. Los relámpagos iluminaban el cielo cubierto por nubes grises, y se escuchaban las permanentes gotas de lluvia estallar contra la mojada carretera, inundando el camino de vuelta. Sólo nosotros nos encontrábamos viajando a través de aquella autopista fantasma. La vista del parabrisas era cegada por aquel diluvio imperecedero.

-¿¡Cuándo llegaremos?! ¡Ya estoy harta de ir en este estúpido auto!-.

-Ya casi, cariño, tranquilízate. Recuerda que estamos un poco lejos de casa. -Me respondió mi padre sin apartar la vista de la carretera-.

-¡Pero yo quiero llegar ahora! -Golpeé la pared interna del automóvil con una de mis pequeñas manos regordetas-.

-Calma, dulzura, entiendo. Pero no falta mucho para que lleguemos. -Replicó mi madre en tono amoroso-.

-¡AHHH! ¡LOS ODIO, LOS ODIO! -Chillé y pataleé sobre el asiento de mi padre-.

-¡_____, BASTA! -Gritó mi padre; y volteó hacia la parte trasera, intentando apartar mis pies del asiento, mientras su otra mano se mantenía en el volante-.

-¡¡GEOFF, CUIDADO!!-.

Escuché el grito de mi madre, dos largas luces blancas surgieron en medio del camino sellado de toda capacidad visionaria debido al recio torrente de agua que caía en esos momentos sobre la autopista. Mi padre volteó su mirada hacia el volante en un intento desesperado por recuperar el control, pero ya era demasiado tarde, el enorme camión apareció en la parte frontal del parabrisas, colisionando violentamente contra nuestra pequeña van familiar. Y entonces, de pronto, todo se oscureció….

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Una penetrante luz amarilla me golpeó directo en los párpados, oprimí los ojos y los abrí lentamente, pestañeando ante el molesto resplandor que iluminaba la habitación. Una habitación blanca, completamente limpia. Miré a mí alrededor, me encontraba en una cama, unos tubos desconocidos me atravesaban las muñecas y se dirigían a una bolsa de un líquido transparente que colgaba del gancho de una especie de percha de hierro brillante, otro de ellos se encontraba adherido a mi nariz suavemente, dejando mi respiración deslizarse a través de él. Mantas calientes rodeaban mi cuerpo y me vestía una extraña bata azul con un estampado de flores grisáceas. Tragué saliva, tenía la boca reseca. Y en ese momento un dolor punzante hizo un recorrido desde mi espalda, pasando por mi costilla derecha y mis piernas. Dejé escapar un gemido de dolor y me llevé los brazos al abdomen, inmediatamente me acerqué una mano al cuello; al sentir el collar de mi madre, un gran suspiro de alivio emergió a través de mis labios. Miré hacia un lado y un hombre vestido con una larga bata blanca se me acercó. Tenía el cabello completamente encanecido, llevaba unos antiguos lentes de grueso marco redondo que habían resbalado hasta la punta de su prominente nariz europea, concentrada en un rostro que dejaba ver varias marcas del envejecimiento, como arrugas, ojeras y un mentón salido, pero aquel hombre se encontraba en perfectas condiciones de salud, habría jurado que podía, perfectamente, correr una maratón en el mismo tiempo que lo haría una persona joven de veinte años.

-¿Cómo estás, pequeña? -Me dijo el hombre dulcemente-.

Al no recibir respuesta, prosiguió hablando con una expresión melancólica en el rostro.

-Supongo que te preguntarás dónde estamos… -Él suspiró pesadamente-. Verás, yo soy tu doctor… Estás en el hospital… Tuviste un terrible accidente… Es un milagro que estés viva-.

-¿Dónde están mis papás?-.

El hombre me miró amargamente y tragó saliva. Dejó escapar un suspiro más prolongado que el anterior y tomó una de las sillas que había en la sala, la puso a un lado de la cama y se sentó. Me observó por un largo rato con expresión apesadumbrada, hasta que por fin se decidió a hablar, me respondió con voz triste, casi en un susurro.

-Escucha, pequeña… A veces, en la vida suceden cosas injustas que no podemos enmendar, son estrictas coincidencias, pero una leve coincidencia como esa puede ser para bien… O para mal… Puede cambiar nuestra vida y nuestra forma de pensar… O puede destruir la vida de uno, o de muchos inocentes. Pero lo cierto es, que todo pasa por algo, la vida sigue y las situaciones tienen que superarse, por más horribles que sean… -Yo lo escuchaba atentamente, sin comprender, al terminar esa frase guardó silencio por un lapso que a mí me pareció interminable-. Pequeña… Tus papás… Se fueron con Dios…-.

Las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas cuando los recuerdos afloraron mi mente. Llorando continué subiendo las escaleras para llegar a mi habitación; me parecía el camino más largo del mundo. Por fin llegué… Mi cuarto estaba completamente hecho un desastre… Los cajones abiertos, mi ropa tirada por todas partes, libros esparcidos sobre el suelo, mi cama deshecha, cada uno de los rincones estaba hecho mierda. Pero sólo habían robado una cosa….

En el centro del suelo se observaba un cofre de hierro color esmeralda en forma de corazón, que era el lugar especial donde guardaba el collar que mi madre me había obsequiado.

-¡No! -Repetí entre sollozos y me dejé caer al suelo. Gateé hasta donde la caja se encontraba y la tomé entre mis manos desesperadamente, deseando poder encontrar allí dentro mi recuerdo más preciado-.

Pero no estaba allí, mi único recuerdo feliz no estaba allí. Me arrastré por toda la habitación, frotando mis manos sobre el suelo, luchando por encontrar mi hermosa reliquia. Levanté libros, zapatos, ropa, busqué debajo de la cama y nada… Se lo habían llevado… Me habían extirpado mi felicidad en forma de collar. El que sea que lo haya hecho, acababa de hacer pedazos mi alma, acababa de desgarrar mi corazón, me arrancó el aliento, me arrancó mi vida. ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué sólo me pasan cosas malas?! ¡¿Por qué se lo habían llevado?!... No tenía gran valor financiero… Sólo emocional; tenía un significado… Y lo tenía sólo para mí… Sólo para mí… 

Me deslicé hasta quedar tendida en el frío suelo de cerámica y comencé a llorar convulsivamente; las lágrimas salían sin detenerse, no podía respirar… Y me restregaba el cuello con las manos, arrepintiéndome de no haber llevado el colgante puesto aquel día…

Es mi culpa… Todo es mi culpa……..