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"El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
please chicas pongan me gusta :D
https://www.facebook.com/photo.php?fbid=295478637160196&set=o.157170947943&type=1&theater
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Florjudith96
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
Cuando puedas Siguela :) Felices Fiestas por si no entro antes un beso :D
Flor
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
QUIERO CAP PLIS!!
QUIERO CAP PLIS!!
QUIERO CAP PLIS!!
Karli Jonas
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
Al fin exhaustos el uno en brazos del otro. Nicholas rió acurrucado en su cuello.
— ¿Qué te parece tan gracioso? —preguntó ella mientras contemplaba el cielo rosado.
— ¿Me prometes que no vas a agredirme?
— ¡Claro! —dijo ella muy seria.
—Bien, tengo que confesarte algo —dijo él, divertido. —La apuesta era con cuatro bolas, ¿recuerdas?
—Sí.
—Te diste la vuelta, ¿te acuerdas? —inquirió él, y le llevó un dedo a los labios inflamados.
—No podía mirar. Tenía miedo de que fallaras añadió tímidamente.
—Fallé. Sólo metí tres. Empujé la cuarta bola a la tronera —confesó como si nada.
— ¿Qué hiciste qué? —exclamó ella.
—Hice trampas. Descaradamente. Incluso amenacé a Anderson con despedirlo si se atrevía a decir una palabra —sonrió.
____ entrecerró los ojos.
—Nicholas Jonas, ¡qué vergüenza! —dijo ella. Él asintió, risueño. —Aunque supongo que no soy quién para censurarte.
Nicholas arqueó ligeramente las cejas
— ¿Y eso por qué?
—Sólo gané cien libras, no mil —dijo ella con dulzura.
El soltó una sonora carcajada.
niñas como estan!!! sorry pero este cap es cortito :/ mañana les subo mas largo sii?? esq ahora no tengo time y pues... para navidad les tengo una solpresita :fiu: jejeje esperenla ;)
— ¿Qué te parece tan gracioso? —preguntó ella mientras contemplaba el cielo rosado.
— ¿Me prometes que no vas a agredirme?
— ¡Claro! —dijo ella muy seria.
—Bien, tengo que confesarte algo —dijo él, divertido. —La apuesta era con cuatro bolas, ¿recuerdas?
—Sí.
—Te diste la vuelta, ¿te acuerdas? —inquirió él, y le llevó un dedo a los labios inflamados.
—No podía mirar. Tenía miedo de que fallaras añadió tímidamente.
—Fallé. Sólo metí tres. Empujé la cuarta bola a la tronera —confesó como si nada.
— ¿Qué hiciste qué? —exclamó ella.
—Hice trampas. Descaradamente. Incluso amenacé a Anderson con despedirlo si se atrevía a decir una palabra —sonrió.
____ entrecerró los ojos.
—Nicholas Jonas, ¡qué vergüenza! —dijo ella. Él asintió, risueño. —Aunque supongo que no soy quién para censurarte.
Nicholas arqueó ligeramente las cejas
— ¿Y eso por qué?
—Sólo gané cien libras, no mil —dijo ella con dulzura.
El soltó una sonora carcajada.
niñas como estan!!! sorry pero este cap es cortito :/ mañana les subo mas largo sii?? esq ahora no tengo time y pues... para navidad les tengo una solpresita :fiu: jejeje esperenla ;)
Andrea P. Jonas:)
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
Aunque sea cortito fue lindo!
Amo la nove Andy!
Amo la nove Andy!
Sunny
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
NO TE PREOCUPES LO LEERE HASTA PASADOOO MÑN
PEROOO
FELIZ NAVIDAD!!!!!!!!
JEJEJEJEJE
PASATELO SUUUPEEEERRR
PEROOO
FELIZ NAVIDAD!!!!!!!!
JEJEJEJEJE
PASATELO SUUUPEEEERRR
chelis
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
Ohhh no te preocupes me encanto el CAP
Ahhhh mi Nick todo tierno le confeso lo del billar
Aww!! <3 así o mas dulce
Ohhh que ansias me encantan las sorpresas :D
FLEIZ NAVIDAD!! :D :D :D
Ahhhh mi Nick todo tierno le confeso lo del billar
Aww!! <3 así o mas dulce
Ohhh que ansias me encantan las sorpresas :D
FLEIZ NAVIDAD!! :D :D :D
Karli Jonas
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
afjkasdfjsd
Q LINDO!!!
ME ENCANTO!
SIGUELA!!!
Q LINDO!!!
ME ENCANTO!
SIGUELA!!!
Just Me! Melissa! :)
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
Holaa niñas!!!!!!! FELIZ NAVIDAD!!!!!!!!!!!!!! espero que todos sus deseos y metas se cumplan y q santa les haya traido todo lo ke pidieron!!!!! por mi parte les dejo unos caps de regalo!!!!
Andrea P. Jonas:)
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
CAPITULO 12
Londres.
____ golpeó la superficie de la mesa con la pluma seca y se quedó mirando por la ventana la rama agitada por la brisa primaveral. Le costaba creer que estuviese en landres y, más aún, que la ciudad ya no tuviese para ella el atractivo que había tenido en su día. Cuando Nicholas le había comunicado que tenían que irse, ella le había dicho que no quería moverse de Blessing Park. El tiempo que habían pasado allí había sido idílico, los días más dichosos y placenteros de su vida. Él le había respondido que era poco práctico quedarse allí para siempre, y que cuanto antes la presentara en sociedad, antes decaería el interés por ella. A ____ le daba igual que la presentara en sociedad o no, pero obviamente a él sí le importaba, y Joe no le había servido de mucho, porque había apoyado la decisión de su amigo. Sonrió para sus adentros al recordar que en cierta ocasión la había amenazado con dejarla en Blessing Park. Sentada en su enorme despacho de la casa de Londres, repasando los cientos de invitaciones que habían recibido, deseó haberle pedido aquella amenaza por escrito.
Aún no se había aventurado a salir, salvo para ir a la exclusiva modista a la que Nicholas se había empeñado en pagar una pequeña fortuna para que la vistiese de la más exquisita alta costura. Su prima Dani se habría quedado pasmada con los tejidos y los estilos. Su única otra salida había sido para acompañar a la anciana tía abuela de Nicholas a una tetería una tarde.
Aquella salida había causado bastante revuelo. Su té con la tía Neva, algo senil, había empezado sin incidentes, pero, cuando otros clientes se habían percatado de que era la esposa del misterioso marqués de Darfield, se había producido una riada constante de visitas a su mesa, todas ellas en busca de una presentación. Se estaban asfixiando en aquel establecimiento, y a la tía Neva se la veía muy pálida. ____ se había visto obligada a hablar casi con la sala entera para poder sacar a la anciana sana y salva de aquella aglomeración y llevarla hasta el coche que las esperaba.
Semejante interés en ella le resultaba peculiar, claro que Nicholas era una especie de celebridad. Había oído suficientes cotilleos para saber que la aristocracia londinense casi creía que había resucitado de entre los muertos, pero ella no tenía nada de particular. No obstante, si aquella tarde en la tetería o la pila de invitaciones significaban algo, todos aquellos nobles debían de estar muy interesados en ella. Y aquella noche, pensó aterrada, era el baile de los Delacorte. Sebastián le había dicho que era el acontecimiento de la Temporada, al que asistiría todo el que era alguien.
—Lady Darfield, ¿ha decidido si aceptará la invitación de la duquesa de Kent? —le recordó el secretario.
____ aparto la vista de la ventana para mirarlo.
— ¡Ah! No sé, Sebastián, ¿qué te parece? —preguntó apática.
—En mi opinión, uno no rechaza a la duquesa de Kent a menos que se encuentre en su lecho de muerte —dijo.
____ gimió, dejó la pluma y se levantó de pronto.
— ¡Hoy no puedo pensar! Sebastián, discúlpame, por favor. Creo que necesito dar un paseo.
—Pero ¡milady! —protestó el hombre mientras ____ se detenía para estirarse las faldas. — ¡Hay un montón de correspondencia por responder!
____ sonrió y le dio una palmadita en el brazo.
—Seguro que puedes encargarte tú de ella —le dijo sonriente y salió por la puerta a pesar de sus protestas.
Se detuvo lo justo para coger un sombrero y un par de guantes; luego salió con garbo a la bulliciosa calle en dirección a Hyde Park. Hacia un día estupendo y, en el parque, empezó a serenarse. Se convenció de que estaba siendo ridícula. No había nada que temer aquella noche; no iba a hacer nada desastroso, como salir escorada de la pista de baile y tropezarse con un camarero cargado de bebidas. Mientras reía para sí imaginándolo, divisó un grupo de ancianas que la llamaban y la saludaban enérgicamente con sus pañuelos blancos desde el otro lado del césped. ____ gruñó, sonrió, les devolvió el saludo y empezó a caminar lo más rápido que pudo sin que pareciese que corría. Las mujeres se encaminaron hacia ella.
Para la edad que tenían, aquellas tres damas corrían bastante y terminaron dándole alcance en un recodo del sendero, en pleno parque. ____ suspiró y aminoró el paso cuando resultó obvio que la seguirían hasta la puerta de su casa si era necesario; después se volvió de mala gana, forzando una sonrisa.
—Discúlpeme, milady, pero me gustaría presentarme. ¡Soy lady Thistlecourt, su vecina! declaró la mujer algo regordeta con voz quebrada mientras recobraba el aliento. Se abanicó el rostro acalorado con la mano enguantada, tan enérgicamente que a ____ le recordó el aleteo de un colibrí.
—Un placer, lady Thistlecourt —murmuró ____. — ¿Es usted vecina de Blessing Park?
— ¡No, no! ¡Me refería a la residencia de Audley Street! Vivimos enfrente del parque, cerca de Belgrave Square —jadeó, señalando en dirección completamente opuesta a Audley Street.
»Estábamos ansiosas por conocerla y darle la bienvenida a nuestro país. —Sonrió y miró a sus dos acompañantes, que, escudriñándola, asintieron con la cabeza entusiasmadas. —Permítame que le presente a lady Billingsly —dijo, señalando a la mujer que tenía a su derecha—y a lady Fitzgerald. —La mujer bajita de su izquierda hizo una reverencia en perfecta sincronía con lady Billingsly.
—Buenos días, señoras. Un placer —____ sonrió, retrocediendo tímidamente un paso, —pero no quisiera interrumpir su paseo por el parque...
— ¡Bobadas! ¡Véngase a pasear con nosotras! —propuso lady Thistlecourt y se llevó la mano a la cabeza para recolocarse el escurridizo sombrero, que se le había resbalado, sin duda, como consecuencia de la carrera por el sendero.
—Oh, gracias, pero tengo un compromiso importante esta tarde y sólo he salido a tomar un poco el aire. Sólo un instante. Uno o dos minutos. —Con disimulo, la joven retrocedió un paso más.
Pero lady Thistlecourt, que no había vuelto a correr desde que era niña, no tenía intención de perder de vista a la máxima atracción de la Temporada.
—Lady Darfield, si no está familiarizada con nuestro parque, es muy posible que se pierda. Más le vale quedarse con nosotras —insistió.
—Sí, ¿lleva aquí mucho tiempo, es decir, lo bastante para saber moverse por Hyde Park, o acaba de llegar a Londres? —inquirió lady Fitzgerald, mirando fijamente el vestido de ____.
Avergonzada, ésta se miro el vestido dorado de día que llevaba, de pronto consciente de que, para su horror, no llevaba la prenda de pasear obligada.
—Sólo he salido un momento. Vaya, ni siquiera voy vestida para la ocasión —dijo nerviosa, quitándose un hilo imaginario del regazo. —No tenía previsto ir muy lejos —se justificó.
—Ese es un color de lo más inusual, ¿no, querida? —observó lady Billingsly.
____ se mordió el labio inferior y se propuso ignorar tan exhaustivo examen. La opinión de aquellas mujeres no era un augurio de lo que pudiera suceder aquella noche en el baile de los Delacorte. No eran más que tres ancianas que querían conocerla, e inspeccionarle el vestido. Sin darse cuenta, retrocedió un paso más, dispuesta a salir corriendo si hacía falta y devanándose los sesos en busca de una excusa cortes.
—Probablemente tenga una modista del continente —declaró lady Billingsly a sus compañeras, luego miro ceñuda a ____ e inquirió: — ¿Verdad? Su modista es del continente, ¿no es así?
— ¡Ay, cielos, qué tarde es! —exclamó ____. —Señoras, si me disculpan, debo irme.
—Y nosotras. La acompañamos a Audley Street. ¡No nos quedaríamos tranquilas dejándola hacer ese camino sola! ¡Únicamente Dios sabe qué peligros pueden acechar tras esos árboles! —declaró lady Thistlecourt y, lanzando una mirada de complicidad a sus acompañantes, descansó el peso de su cuerpo en una sola pierna y esperó a que ____ se acercara.
Esta suspiró y miró al suelo. De nada servía insistir en que casi podía verse su casa de Audley Street desde allí mismo, así que se resignó a que aquellas mujeres la acompañaran. Sin duda esperarían que las invitase a tomar el té.
Lady Billingsly carraspeó. La joven levantó la vista; las tres miraban fijamente por encima del hombro de ____. También ella miró por encima de su hombro y sonrió aliviada. Se les acercaba el duque de Southerland, del brazo de una anciana de enormes tirabuzones que le colgaban por la cara regordeta. El sí que era vecino suyo, propietario de la magnífica casa de al lado, y ____ y él habían intercambiado saludos corteses en un par de ocasiones.
— ¡Madre mía, no puedo creerlo! ¡Es el duque! —susurró admirada una de las mujeres. — ¡Si él nunca viene a Londres para la Temporada! ¡Seguro que va a declararse a la señorita Reese!
— ¿A la señorita Reese? ¿Has perdido el juicio, Rose? —susurró otra de ellas presa de la histeria.
____ sonrió agradecida cuando el duque se les acercó; no se habría alegrado más si hubiese sido el propio Nicholas. Él le respondió con una sonrisa exageradamente encantadora que reveló sus patas de gallo.
—Lady Darfield —dijo con una gran reverencia cuando llegó hasta ella. —Permítame que le presente a mi ría, lady Paddington.
____ saludó cortésmente a la mujer, que abrió mucho los ojos.
— ¡Un verdadero placer! —declaró la anciana entusiasmada. — ¡Tenía tantas ganas de conocerla! Cuando Alex me dijo que Darfield se había casado, ¡casi no me lo creía! Pensé que bromeaba hasta que vi la noticia en el Times con mis propios ojos. ¡El Times no se inventaría una historia semejante! —espetó con una sonrisa de oreja a oreja.
—Por lo visto, yo si —rió Alex, sonriendo cariñoso a su tía.
Ella le respondió dándole en el brazo con un par de guantes, sin dejar de mirar a ____ con sus ojos pequeños mientras el duque saludaba a su repentina compañía.
— ¡Vaya, es cierto lo que dicen!, ¿verdad, Alex? Es preciosa —comentó lady Paddington. Luego deslizó la mirada hacia las tres mujeres situadas detrás de ____ y frunció el cejo. —Buenos días, Hortense —añadió con frialdad.
— ¡Por favor, Clara! ¿No estarás enfadada aún por ese estúpido juego? —exclamó lady Thistlecourt.
—No, Hortense. ¡Yo no me enfado por algo tan tonto como un juego de cartas, gracias! —le replicó lady Paddington y, soltándose del brazo de Alex, se acercó torpemente a las tres mujeres y se enzarzó de inmediato en una discusión con lady Thistlecourt sobre el susodicho juego.
Alex sonrió а ____ y sus ojos verdes chispearon.
—Alguien debería haberla prevenido contra los merodeadores de este parque —Le dijo, dedicando una mirada significativa a las tres mujeres, cuya conversación iba animándose a medida que todas ellas alzaban simultáneamente el tono de voz. ____ las observó risueña mientras discutían.
—No esperaba que nadie fuese a acosarme —murmuró.
Él rió y le susurró:
— ¿Quiere que intente rescatarla de las merodeadoras? —Cuando ____ asintió con la cabeza, Alex le guiñó un ojo y se enderezó. — ¿Tía Paddy? —las cuatro mujeres enmudecieron de inmediato y se volvieron, perplejas, a un tiempo, hacia el duque. —Voy a acompañar a lady Darfield a casa. ¿Te recojo en un cuarto de hora?
Las señoras accedieron. El duque le ofreció el brazo a ____ y, tras despedirse, se alejaron despacio.
Alex rió.
—No lo creerá, pero hay un grupo de merodeadoras, una docena o así, que ronda las mejores casas de Londres. Yo me las he encontrado en más de una ocasión en el salón de mi tía. Les encanta jugar a las cartas; de hecho, se podría decir que las obsesiona.
— ¡No! —____ se fingió sorprendida. —Tendré que hablar con mi mayordomo. El suele advertirme de todos los peligros. —El aristócrata sonrió, pero ____ se puso muy seria de repente. —Debo confesar que no tengo ni la menor idea de por qué les intereso tanto.
—Muy sencillo. Una mujer hermosa, nueva en Londres y entre la nobleza. —____ se sonrojó y él respondió a su timidez con una sonrisa perfecta. —Pero, sobre todo, se ha casado usted con el escandaloso Diablo de Darfield —señaló con dramatismo. —Como es lógico, las merodeadoras, que tienen mucho tiempo libre, sienten curiosidad.
____ alzó los ojos al cielo.
—«Como es lógico» —suspiró—. ¡Es tan injusto que lo llamen así! No tiene ni un gramo de maldad en el cuerpo.
—Recuerdan los rumores.
Apartó la vista del camino para mirarlo a los ojos.
— ¿Se refiere a los escándalos de su padre? Eso está más que olvidado.
El duque la miró detenidamente un instante.
—Lady Darfield, si me permite el atrevimiento, ¿puedo darle mi opinión? —le preguntó al rato.
—Por favor.
—En realidad, es difícil de explicar, la aristocracia londinense es como un parásito que se alimenta de las desgracias ajenas. Darfield... Nicholas, en mi modesta opinión, nunca ha hecho nada para merecer los terribles chismorreos que se han propagado sobre él —empezó.
____ recordó de pronto a la señora Petty y las cosas horribles que dijo sobre Nicholas.
— ¿Qué escándalos fueron ésos? He oído decir que es muy popular entre las damas, ¿se refiere a eso?
Sonriente, Alex negó con la cabeza.
— ¿Quien le ha dicho eso? Estoy convencido de que a Nicholas no le agradaría pensar que haya podido creerse alguna de esas espantosas historias...
— ¿Y cómo no me la voy a creer si nadie me lo explica? —le preguntó visiblemente desesperada.
Alex lo meditó mientras la observaba con curiosidad.
—Si me da su palabra de que no hablará con nadie de lo que estoy a punto de contarle... Se lo cuento sólo para que entienda a que se debe tanto interés en su persona —dijo de mala gana. ____ asintió en seguida con la cabeza. El noble guardó silencio unos segundos, mirando fijamente el sendero que tenían delante mientras ordenaba sus ideas. —Nicholas y yo éramos niños y estábamos estudiando en Eton cuando tuvieron lugar los primeros escándalos. Por lo visto, su padre se jugó la fortuna familiar, y a él lo sacaron del colegio. Lord Darfield era un hombre poseído, sinceramente. Ganaba unas libras y perdía el doble. No era aficionado a ningún juego en concreto, apostaba a lo que fuese. Pedía dinero prestado a cualquiera (familia, amigos, socios...), aparentemente para liquidar deudas, pero luego se lo jugaba también. Los Jonas debían a casi todo el mundo y, durante años, les hicieron el vacio, los miraban como si fuesen leprosos. Nicholas, al parecer, se llevó la peor parte de la deshonra de su padre: el maltrato físico. Antes de cumplir la mayoría de edad, huyó a las guerras francesas. Ocultando su identidad, luchó en las trincheras entre hombres corrientes, pues jamás se había sabido de un heredero a un título nobiliario que combatiera como plebeyo. Al regresar, por lo visto, se encontró con que la situación había empeorado. Algo mayor y más sensato por entonces, hizo lo único que podía hacer para salvar a su familia de la ruina absoluta. Se dedicó al comercio, una profesión del todo inaceptable para la aristocracia londinense. No obstante, Nicholas se echó al mar y, con los años, hizo una fortuna que empleó en liquidar las deudas de su padre. Por desgracia, a pesar de que había amasado una fortuna mucho mayor de lo que era necesario para restablecer el honor de la familia, su padre continuó jugándosela. Al final, el marqués empeoró tanto de su dolencia hepática, fruto de su fuerte predilección por el whisky, que ya no podía jugar. Nicholas pudo recobrar el buen nombre de la familia, disminuyeron las habladurías y los Jonas dejaron de ser los indeseables que habían sido.
Londres.
____ golpeó la superficie de la mesa con la pluma seca y se quedó mirando por la ventana la rama agitada por la brisa primaveral. Le costaba creer que estuviese en landres y, más aún, que la ciudad ya no tuviese para ella el atractivo que había tenido en su día. Cuando Nicholas le había comunicado que tenían que irse, ella le había dicho que no quería moverse de Blessing Park. El tiempo que habían pasado allí había sido idílico, los días más dichosos y placenteros de su vida. Él le había respondido que era poco práctico quedarse allí para siempre, y que cuanto antes la presentara en sociedad, antes decaería el interés por ella. A ____ le daba igual que la presentara en sociedad o no, pero obviamente a él sí le importaba, y Joe no le había servido de mucho, porque había apoyado la decisión de su amigo. Sonrió para sus adentros al recordar que en cierta ocasión la había amenazado con dejarla en Blessing Park. Sentada en su enorme despacho de la casa de Londres, repasando los cientos de invitaciones que habían recibido, deseó haberle pedido aquella amenaza por escrito.
Aún no se había aventurado a salir, salvo para ir a la exclusiva modista a la que Nicholas se había empeñado en pagar una pequeña fortuna para que la vistiese de la más exquisita alta costura. Su prima Dani se habría quedado pasmada con los tejidos y los estilos. Su única otra salida había sido para acompañar a la anciana tía abuela de Nicholas a una tetería una tarde.
Aquella salida había causado bastante revuelo. Su té con la tía Neva, algo senil, había empezado sin incidentes, pero, cuando otros clientes se habían percatado de que era la esposa del misterioso marqués de Darfield, se había producido una riada constante de visitas a su mesa, todas ellas en busca de una presentación. Se estaban asfixiando en aquel establecimiento, y a la tía Neva se la veía muy pálida. ____ se había visto obligada a hablar casi con la sala entera para poder sacar a la anciana sana y salva de aquella aglomeración y llevarla hasta el coche que las esperaba.
Semejante interés en ella le resultaba peculiar, claro que Nicholas era una especie de celebridad. Había oído suficientes cotilleos para saber que la aristocracia londinense casi creía que había resucitado de entre los muertos, pero ella no tenía nada de particular. No obstante, si aquella tarde en la tetería o la pila de invitaciones significaban algo, todos aquellos nobles debían de estar muy interesados en ella. Y aquella noche, pensó aterrada, era el baile de los Delacorte. Sebastián le había dicho que era el acontecimiento de la Temporada, al que asistiría todo el que era alguien.
—Lady Darfield, ¿ha decidido si aceptará la invitación de la duquesa de Kent? —le recordó el secretario.
____ aparto la vista de la ventana para mirarlo.
— ¡Ah! No sé, Sebastián, ¿qué te parece? —preguntó apática.
—En mi opinión, uno no rechaza a la duquesa de Kent a menos que se encuentre en su lecho de muerte —dijo.
____ gimió, dejó la pluma y se levantó de pronto.
— ¡Hoy no puedo pensar! Sebastián, discúlpame, por favor. Creo que necesito dar un paseo.
—Pero ¡milady! —protestó el hombre mientras ____ se detenía para estirarse las faldas. — ¡Hay un montón de correspondencia por responder!
____ sonrió y le dio una palmadita en el brazo.
—Seguro que puedes encargarte tú de ella —le dijo sonriente y salió por la puerta a pesar de sus protestas.
Se detuvo lo justo para coger un sombrero y un par de guantes; luego salió con garbo a la bulliciosa calle en dirección a Hyde Park. Hacia un día estupendo y, en el parque, empezó a serenarse. Se convenció de que estaba siendo ridícula. No había nada que temer aquella noche; no iba a hacer nada desastroso, como salir escorada de la pista de baile y tropezarse con un camarero cargado de bebidas. Mientras reía para sí imaginándolo, divisó un grupo de ancianas que la llamaban y la saludaban enérgicamente con sus pañuelos blancos desde el otro lado del césped. ____ gruñó, sonrió, les devolvió el saludo y empezó a caminar lo más rápido que pudo sin que pareciese que corría. Las mujeres se encaminaron hacia ella.
Para la edad que tenían, aquellas tres damas corrían bastante y terminaron dándole alcance en un recodo del sendero, en pleno parque. ____ suspiró y aminoró el paso cuando resultó obvio que la seguirían hasta la puerta de su casa si era necesario; después se volvió de mala gana, forzando una sonrisa.
—Discúlpeme, milady, pero me gustaría presentarme. ¡Soy lady Thistlecourt, su vecina! declaró la mujer algo regordeta con voz quebrada mientras recobraba el aliento. Se abanicó el rostro acalorado con la mano enguantada, tan enérgicamente que a ____ le recordó el aleteo de un colibrí.
—Un placer, lady Thistlecourt —murmuró ____. — ¿Es usted vecina de Blessing Park?
— ¡No, no! ¡Me refería a la residencia de Audley Street! Vivimos enfrente del parque, cerca de Belgrave Square —jadeó, señalando en dirección completamente opuesta a Audley Street.
»Estábamos ansiosas por conocerla y darle la bienvenida a nuestro país. —Sonrió y miró a sus dos acompañantes, que, escudriñándola, asintieron con la cabeza entusiasmadas. —Permítame que le presente a lady Billingsly —dijo, señalando a la mujer que tenía a su derecha—y a lady Fitzgerald. —La mujer bajita de su izquierda hizo una reverencia en perfecta sincronía con lady Billingsly.
—Buenos días, señoras. Un placer —____ sonrió, retrocediendo tímidamente un paso, —pero no quisiera interrumpir su paseo por el parque...
— ¡Bobadas! ¡Véngase a pasear con nosotras! —propuso lady Thistlecourt y se llevó la mano a la cabeza para recolocarse el escurridizo sombrero, que se le había resbalado, sin duda, como consecuencia de la carrera por el sendero.
—Oh, gracias, pero tengo un compromiso importante esta tarde y sólo he salido a tomar un poco el aire. Sólo un instante. Uno o dos minutos. —Con disimulo, la joven retrocedió un paso más.
Pero lady Thistlecourt, que no había vuelto a correr desde que era niña, no tenía intención de perder de vista a la máxima atracción de la Temporada.
—Lady Darfield, si no está familiarizada con nuestro parque, es muy posible que se pierda. Más le vale quedarse con nosotras —insistió.
—Sí, ¿lleva aquí mucho tiempo, es decir, lo bastante para saber moverse por Hyde Park, o acaba de llegar a Londres? —inquirió lady Fitzgerald, mirando fijamente el vestido de ____.
Avergonzada, ésta se miro el vestido dorado de día que llevaba, de pronto consciente de que, para su horror, no llevaba la prenda de pasear obligada.
—Sólo he salido un momento. Vaya, ni siquiera voy vestida para la ocasión —dijo nerviosa, quitándose un hilo imaginario del regazo. —No tenía previsto ir muy lejos —se justificó.
—Ese es un color de lo más inusual, ¿no, querida? —observó lady Billingsly.
____ se mordió el labio inferior y se propuso ignorar tan exhaustivo examen. La opinión de aquellas mujeres no era un augurio de lo que pudiera suceder aquella noche en el baile de los Delacorte. No eran más que tres ancianas que querían conocerla, e inspeccionarle el vestido. Sin darse cuenta, retrocedió un paso más, dispuesta a salir corriendo si hacía falta y devanándose los sesos en busca de una excusa cortes.
—Probablemente tenga una modista del continente —declaró lady Billingsly a sus compañeras, luego miro ceñuda a ____ e inquirió: — ¿Verdad? Su modista es del continente, ¿no es así?
— ¡Ay, cielos, qué tarde es! —exclamó ____. —Señoras, si me disculpan, debo irme.
—Y nosotras. La acompañamos a Audley Street. ¡No nos quedaríamos tranquilas dejándola hacer ese camino sola! ¡Únicamente Dios sabe qué peligros pueden acechar tras esos árboles! —declaró lady Thistlecourt y, lanzando una mirada de complicidad a sus acompañantes, descansó el peso de su cuerpo en una sola pierna y esperó a que ____ se acercara.
Esta suspiró y miró al suelo. De nada servía insistir en que casi podía verse su casa de Audley Street desde allí mismo, así que se resignó a que aquellas mujeres la acompañaran. Sin duda esperarían que las invitase a tomar el té.
Lady Billingsly carraspeó. La joven levantó la vista; las tres miraban fijamente por encima del hombro de ____. También ella miró por encima de su hombro y sonrió aliviada. Se les acercaba el duque de Southerland, del brazo de una anciana de enormes tirabuzones que le colgaban por la cara regordeta. El sí que era vecino suyo, propietario de la magnífica casa de al lado, y ____ y él habían intercambiado saludos corteses en un par de ocasiones.
— ¡Madre mía, no puedo creerlo! ¡Es el duque! —susurró admirada una de las mujeres. — ¡Si él nunca viene a Londres para la Temporada! ¡Seguro que va a declararse a la señorita Reese!
— ¿A la señorita Reese? ¿Has perdido el juicio, Rose? —susurró otra de ellas presa de la histeria.
____ sonrió agradecida cuando el duque se les acercó; no se habría alegrado más si hubiese sido el propio Nicholas. Él le respondió con una sonrisa exageradamente encantadora que reveló sus patas de gallo.
—Lady Darfield —dijo con una gran reverencia cuando llegó hasta ella. —Permítame que le presente a mi ría, lady Paddington.
____ saludó cortésmente a la mujer, que abrió mucho los ojos.
— ¡Un verdadero placer! —declaró la anciana entusiasmada. — ¡Tenía tantas ganas de conocerla! Cuando Alex me dijo que Darfield se había casado, ¡casi no me lo creía! Pensé que bromeaba hasta que vi la noticia en el Times con mis propios ojos. ¡El Times no se inventaría una historia semejante! —espetó con una sonrisa de oreja a oreja.
—Por lo visto, yo si —rió Alex, sonriendo cariñoso a su tía.
Ella le respondió dándole en el brazo con un par de guantes, sin dejar de mirar a ____ con sus ojos pequeños mientras el duque saludaba a su repentina compañía.
— ¡Vaya, es cierto lo que dicen!, ¿verdad, Alex? Es preciosa —comentó lady Paddington. Luego deslizó la mirada hacia las tres mujeres situadas detrás de ____ y frunció el cejo. —Buenos días, Hortense —añadió con frialdad.
— ¡Por favor, Clara! ¿No estarás enfadada aún por ese estúpido juego? —exclamó lady Thistlecourt.
—No, Hortense. ¡Yo no me enfado por algo tan tonto como un juego de cartas, gracias! —le replicó lady Paddington y, soltándose del brazo de Alex, se acercó torpemente a las tres mujeres y se enzarzó de inmediato en una discusión con lady Thistlecourt sobre el susodicho juego.
Alex sonrió а ____ y sus ojos verdes chispearon.
—Alguien debería haberla prevenido contra los merodeadores de este parque —Le dijo, dedicando una mirada significativa a las tres mujeres, cuya conversación iba animándose a medida que todas ellas alzaban simultáneamente el tono de voz. ____ las observó risueña mientras discutían.
—No esperaba que nadie fuese a acosarme —murmuró.
Él rió y le susurró:
— ¿Quiere que intente rescatarla de las merodeadoras? —Cuando ____ asintió con la cabeza, Alex le guiñó un ojo y se enderezó. — ¿Tía Paddy? —las cuatro mujeres enmudecieron de inmediato y se volvieron, perplejas, a un tiempo, hacia el duque. —Voy a acompañar a lady Darfield a casa. ¿Te recojo en un cuarto de hora?
Las señoras accedieron. El duque le ofreció el brazo a ____ y, tras despedirse, se alejaron despacio.
Alex rió.
—No lo creerá, pero hay un grupo de merodeadoras, una docena o así, que ronda las mejores casas de Londres. Yo me las he encontrado en más de una ocasión en el salón de mi tía. Les encanta jugar a las cartas; de hecho, se podría decir que las obsesiona.
— ¡No! —____ se fingió sorprendida. —Tendré que hablar con mi mayordomo. El suele advertirme de todos los peligros. —El aristócrata sonrió, pero ____ se puso muy seria de repente. —Debo confesar que no tengo ni la menor idea de por qué les intereso tanto.
—Muy sencillo. Una mujer hermosa, nueva en Londres y entre la nobleza. —____ se sonrojó y él respondió a su timidez con una sonrisa perfecta. —Pero, sobre todo, se ha casado usted con el escandaloso Diablo de Darfield —señaló con dramatismo. —Como es lógico, las merodeadoras, que tienen mucho tiempo libre, sienten curiosidad.
____ alzó los ojos al cielo.
—«Como es lógico» —suspiró—. ¡Es tan injusto que lo llamen así! No tiene ni un gramo de maldad en el cuerpo.
—Recuerdan los rumores.
Apartó la vista del camino para mirarlo a los ojos.
— ¿Se refiere a los escándalos de su padre? Eso está más que olvidado.
El duque la miró detenidamente un instante.
—Lady Darfield, si me permite el atrevimiento, ¿puedo darle mi opinión? —le preguntó al rato.
—Por favor.
—En realidad, es difícil de explicar, la aristocracia londinense es como un parásito que se alimenta de las desgracias ajenas. Darfield... Nicholas, en mi modesta opinión, nunca ha hecho nada para merecer los terribles chismorreos que se han propagado sobre él —empezó.
____ recordó de pronto a la señora Petty y las cosas horribles que dijo sobre Nicholas.
— ¿Qué escándalos fueron ésos? He oído decir que es muy popular entre las damas, ¿se refiere a eso?
Sonriente, Alex negó con la cabeza.
— ¿Quien le ha dicho eso? Estoy convencido de que a Nicholas no le agradaría pensar que haya podido creerse alguna de esas espantosas historias...
— ¿Y cómo no me la voy a creer si nadie me lo explica? —le preguntó visiblemente desesperada.
Alex lo meditó mientras la observaba con curiosidad.
—Si me da su palabra de que no hablará con nadie de lo que estoy a punto de contarle... Se lo cuento sólo para que entienda a que se debe tanto interés en su persona —dijo de mala gana. ____ asintió en seguida con la cabeza. El noble guardó silencio unos segundos, mirando fijamente el sendero que tenían delante mientras ordenaba sus ideas. —Nicholas y yo éramos niños y estábamos estudiando en Eton cuando tuvieron lugar los primeros escándalos. Por lo visto, su padre se jugó la fortuna familiar, y a él lo sacaron del colegio. Lord Darfield era un hombre poseído, sinceramente. Ganaba unas libras y perdía el doble. No era aficionado a ningún juego en concreto, apostaba a lo que fuese. Pedía dinero prestado a cualquiera (familia, amigos, socios...), aparentemente para liquidar deudas, pero luego se lo jugaba también. Los Jonas debían a casi todo el mundo y, durante años, les hicieron el vacio, los miraban como si fuesen leprosos. Nicholas, al parecer, se llevó la peor parte de la deshonra de su padre: el maltrato físico. Antes de cumplir la mayoría de edad, huyó a las guerras francesas. Ocultando su identidad, luchó en las trincheras entre hombres corrientes, pues jamás se había sabido de un heredero a un título nobiliario que combatiera como plebeyo. Al regresar, por lo visto, se encontró con que la situación había empeorado. Algo mayor y más sensato por entonces, hizo lo único que podía hacer para salvar a su familia de la ruina absoluta. Se dedicó al comercio, una profesión del todo inaceptable para la aristocracia londinense. No obstante, Nicholas se echó al mar y, con los años, hizo una fortuna que empleó en liquidar las deudas de su padre. Por desgracia, a pesar de que había amasado una fortuna mucho mayor de lo que era necesario para restablecer el honor de la familia, su padre continuó jugándosela. Al final, el marqués empeoró tanto de su dolencia hepática, fruto de su fuerte predilección por el whisky, que ya no podía jugar. Nicholas pudo recobrar el buen nombre de la familia, disminuyeron las habladurías y los Jonas dejaron de ser los indeseables que habían sido.
Andrea P. Jonas:)
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
Mientras caminaban, ____ imaginó a Nicholas trabajando sin cesar para devolver el prestigio a su familia, y suspiró. Todo aquel tiempo, ella lo había creído surcando feliz los mares, trabajando para forjarse un futuro... por ella. De pronto se ruborizó, avergonzada de su estupidez.
—Amasando su fortuna, Nicholas se granjeó algunas enemistades —prosiguió Alex, y su semblante se oscureció, —más concretamente la de un inglés que se las daba de virtuoso, pero era un pirata, empezó a circular el rumor de que el pirata no era otro que el Diablo de Darfield. A la aristocracia inglesa, como es lógico, no le costó creer esa noticia, porque Nicholas había amasado no una, sino dos fortunas en sus viajes. El origen de semejante rumor era un despiadado hombre de negocios al que Nicholas había tenido ocasión de conocer en puertos extranjeros. Era él quien pirateaba y, cuando Nicholas lo amenazó con desenmascararlo y apoderarse de sus rutas, el hombre le dio la vuelta al asunto y lo acusó a él de pirata. Sin embargo, como la acusación carecía completamente de fundamento, Darfield sobrevivió, y todo iba bien hasta que su hermana Marian se presentó en sociedad. Yo estaba en el continente por aquella época, pero creí entender que la escasa buena voluntad que se había concedido a Nicholas no era extensible a ella. No tenía pretendientes. A fin de cuentas, su hermano era un comerciante y el estigma de la familia pesaba más sobre ella que sobre su hermano. Una mujer joven y hermosa sin una sola propuesta de matrimonio en la Temporada de su presentación. En algunos círculos, aquello significó el fin de la pobre muchacha.
Extasiada con su relato, ____ se inclinó hacia él, con los ojos como platos.
— ¡Qué horror para ella! —murmuró.
Alex asintió con la cabeza.
—Cuando toda la aristocracia londinense te da la espalda, hace falta un pequeño milagro para que vuelvan a aceptarte. Algún tiempo después, creo que Marian pensó que se había producido el milagro en forma de pretendiente cuando un inglés, que acababa de regresar de un viaje, la vio en Brighton y se enamoró perdidamente de ella. La cortejó de modo oficial y, cuando Nicholas volvió del Mediterráneo, le presentó una petición de mano, porque su padre no estaba capacitado para cumplir con su deber. Nicholas la rechazó de plano, el pretendiente era el mismo pirata que había propagado los rumores sobre él. Como es lógico. Marian quedó destrozada. Un par de años después, Ian McShane, un socio menor de Nicholas, tuvo ocasión de conocerla en Blessing Park, y los dos se enamoraron. Un joven escocés, apuesto pero sin título. No obstante, Nicholas bendijo la unión de buen grado. Tras la boda, McShane se llevó a Marian a Escocia, donde creo que residen en la actualidad. El suyo fue un noviazgo formal, con toda seguridad, pero, cuando la aristocracia londinense se enteró del enlace, empezó a correr el rumor de que no había sido formal en absoluto, que McShane la había mancillado... Algunos incluso se atrevieron a decir que estaba embarazada.
____ se llevó la mano a la garganta. Al acercarse a Park Lane, Alex frunció el cejo.
—Todo mentiras, por supuesto, pero, como McShane era escocés y no tenía titulo, los horrendos rumores persistieron. Por suerte, Marian nunca ha sabido del escándalo que siguió a su boda. Todo aquello recayó en Nicholas —dijo el duque con solemnidad. Se detuvo a la entrada del parque y miró a ____. —Además, como bien sabe, después de la boda, tuvo lugar la trágica muerte de lady Darfield. Su prematuro fallecimiento se produjo sólo quince días después y corrió el rumor de que se había colgado por evitar la vergüenza de la deshonra de su hija. Lord Darfield murió al poco tiempo.
—Cielo santo —exclamó ____ en voz baja, consciente de la rabia que crecía en su interior.
Jamás había conocido a un hombre más bueno, más cariñoso y más generoso que Nicholas, pensó furiosa, y no sentía más que desprecio y odio por aquellos que querían destrozarlo. Bajó la mirada, muda de frustración, hasta que Alex le dio una palmadita en la mano.
—Durante los últimos años, Nicholas ha preferido quedarse en Blessing Park cuando no está de viaje. Poco a poco ha ido reconstruyendo el honor familiar ganándose una reputación romo socio de negocios justo y sagaz, y liquidando todas las deudas de los Jonas. El tiempo y su ausencia habían contribuido a sanar las viejas heridas, sin duda. El año pasado se encontraba casualmente en Londres durante la Temporada y, de forma inusual, asistió a un baile. Como se había mantenido recluido tamos años, de pronto se convirtió en el esquivo marqués de Darfield y, sorprendentemente, todo el mundo quería conocerlo. Pasó a ser el invitado más codiciado. No asistió más que a algunos eventos y regresó a Blessing Park en cuanto pudo. Desde entonces, el misticismo de su figura no ha hecho más que intensificarse. No es difícil imaginar el frenesí que se produjo cuando se hizo público su matrimonio. Ahora es usted la persona más perseguida de la Temporada.
____ palideció.
— ¡Ay, Dios mío! ¿Y qué voy a hacer? —gimoteó.
Alex rió.
—Estoy convencido de que encontrará el modo, lady Darfield. Sinceramente, creo que podría conquistar hasta a un macho cabrío con una sola de sus sonrisas. Lo hará bien, y me atrevería a decir que la mitad femenina de la aristocracia londinense se pondrá verde de envidia.
Ella se sonrojó y lo miró con timidez.
—Lord Southerland, ha sido muy amable. Gracias por rescatarme —dijo y se dispuso a continuar el camino, entonces titubeó, se volvió y le cogió una mano entre las suyas. —Me hacía falta escuchar todo eso. Gracias —añadió en voz baja y, tras apretarle suavemente la mano, cruzó la calle con briosa elegancia.
Alex Christian se quedó a la entrada del parque, viéndola dirigirse a Audley Street, sonriendo afectuoso. En cuanto ella desapareció de la vista, él suspiró y regresó al parque en busca de su tía y de sus compañeras de merodeos.
A primera hora de la noche, Nicholas volvió de White's, donde, por primera vez en muchos años, disfrutó de una partida de cartas. Resultaba curioso lo fácil que era llevarse bien con la sociedad civilizada cuando uno no era el blanco de los chismorreos malintencionados. Aquel pensamiento no lo hizo encariñarse con la aristocracia londinense, ni mucho menos, pero pasó una tarde relajada en cualquier caso.
Mientras subía a su cuarto, sonrió para sus adentros La ilusión de aquella sociedad civilizada por ver a lady Darfield era muy evidente. Todos los conocidos a los que había saludado en White's le habían preguntado si asistiría al baile de los Delacorte y si iría acompañado de su preciosa esposa. Un hombre le había preguntado incluso qué se pondría ella, pregunta que le había extrañado mucho. Cuando Nicholas le había respondido que no tenía ni la menor idea, el hombre había confesado avergonzado que su esposa sentía curiosidad.
También Joe protestó porque no había podido adelantar nada de trabajo por la cantidad de visitas que lo habían asediado con preguntas sobre los marqueses de Darfield. El amigo de Nicholas estaba visiblemente harto de tanto interés, pero sonreía muy divertido al relatarle las argucias de algunos ilustres miembros de la aristocracia londinense por conocer a ____. Nicholas rió por lo bajo mientras se desanudaba el corbatín y lo dejaba a un lado. Se sentía medio tentado de no asistir al baile y dejar a sus antiguos (y numerosos) detractores esperando ilusionados toda la noche a una mujer que jamás aparecería; les estaría bien empleado. Seguramente a ____ no le importaría; cuando la había dejado aquella mañana, estaba hecha un manojo de nervios por el baile.
Nicholas pidió que le prepararan un baño caliente y se desnudó. Al ponerse la bata que Damon le ofrecía, captó el aroma de ____ en el terciopelo negro. Se llevó el tejido a la cara e inspiró hondo. Lo cierto era que quería que todos aquellos nobles vieran la joya con la que se había casado. Después de años de vejaciones, quería que los hombres lo miraran con envidia y saberse vencedor. Quería que las mujeres que se le habían echado encima descaradamente durante la anterior Temporada supiesen el tipo de mujer que le interesaba. Lo cierto era que él esperaba aquella noche con mayor ilusión que nadie en todo Londres.
Mientras se bañaba, llegaron a su oídos notas musicales procedentes de la habitación contigua.
—Parece que la señora está de buen humor, señor —murmuró Damon al tiempo que le ofrecía una toalla.
Nicholas sonrió.
—Parece. —Se sujetó la toalla a la cintura y, acercándose a la palangana, se enjabonó la cara y empezó a afeitarse.
— ¿Qué crees tú, Damon, me visto de negro esta noche? —inquirió mientras se recortaba las patillas.
—Sí, milord, y, si me permite la sugerencia, el chaleco de seda color plata.
—Estupendo. En la cómoda encontrarás un estuche con unas amatistas. Sácalo también —le ordenó Nicholas, y se secó la cara con la toalla. Mientras se vestía, la música siguió colándose en su cuarto, y sintió que no podía contenerse. —Date prisa, Damon. Me espera una mujer hermosa —añadió en voz baja, y el asistente, por lo general impasible, rió.
Cuando hubo terminado de vestirse, Damon manifestó su admiración con un silbido, algo de lo más inusual.
—Si me lo permite, milord, esta noche... está usted... extraordinario.
Nicholas sonrió mientras se ajustaba el corbatín por última vez.
—Como sigas piropeándome... —replicó, y rió al ver que el criado se ruborizaba.
Cogió el estuche de la cómoda y cruzó la puerta que comunicaba su cuarto con el de ____.
Ella no lo oyó entrar en la habitación. Estaba de pie delante del hogar; el violín en un sofá, a su lado. Miraba el fuego fijamente, absorta en sus pensamientos, con la cabeza gacha y las manos cogidas a la espalda, la luz oscilante del fuego ensombrecía los exquisitos rasgos de su rostro
¡Cielo santo!, con qué facilidad le robaba el aliento.
Llevaba un delicado vestido de satén rosa pálido, con un escote pronunciado que revelaba la tentadora protuberancia de su busto, ceñido a la cintura y de vuelo en la falda; el corpiño bordado llevaba incrustaciones de perlas diminutas, igual que el bajo y las mangas, y, en la falda, esas perlas formaban un complicado diseño. Se había peinado la melena hacia atrás, de la forma poco usual que ella prefería y que tan bien le sentaba. Llevaba un collar también de perlas trenzado entre los tirabuzones gruesos y oscuros. Tenía el aspecto de una auténtica princesa, y Nicholas se sintió invadido de un irremediable orgullo.
—Debo estar soñando. Pareces un ángel —dijo entusiasmado desde la puerta.
____ se sobresaltó al oír su voz y, azorada, le sonrió. Cuando Nicholas entró en la habitación, ella le hizo una reverencia.
—Buenas noches, milord esposo —señaló con timidez.
El frunció el cejo mientras la ayudaba a erguirse.
— ¿Milord? Jamás me has llamado...
Con una risita tonta, ella le llevó un dedo a los labios. Él le cogió la mano y le besó la palma, y luego los labios. El aroma a lilas ascendió entre los dos, y Nicholas, a regañadientes, se retiró.
—Dime, ¿cómo es posible que estés aún más despampanante que nunca? —le susurró.
Ella sonrió nerviosa.
—Exageras. Tú sí que estás guapísimo. Pensé que era yo la que debía llamar la atención.
—No te quepa la menor duda de que todas las miradas serán para ti, cariño —le dijo convencido, pasándole un brazo por la cintura y acercándosela al ver que su sonrisa se desvanecía. —Tampoco te quepa duda de que voy a estar a tu lado todo el tiempo —añadió besándole la frente. Luego le cogió las delicadas manos y se retiró para volver a admirarla. — ¿Por qué ya nunca te pones los pendientes de amatistas, ____? Hacen juego con tus preciosos ojos —observó él.
Ella se sonrojó un poco.
—Supongo que los he aborrecido
—Pues a mí me gustan. ¿Por qué no te los pones hoy?
____, que se sentía culpable, desvió la mirada.
—Se los he regalado a Sarah.
Nicholas se fingió espantado
— ¿A Sarah? Pero ¿qué bicho te ha picado?
—Estaba harta de ellos —insistió ella. — ¿No te gustan mis perlas?
—Me gustan las amatistas. Tanto que, de haber estado presente cuando cumpliste los dieciséis, te habría regalado un par —dijo como si tal cosa.
Visiblemente sorprendida, la joven abrió mucho los ojos.
— ¿Cómo sabes tú eso? —inquirió.
—Da igual. —Rió y le entregó el estuche de terciopelo. —Quiero regalarte estas amatistas, cielo.
____ respiró hondo mientras lo abría despacio. Dentro había un par de pendientes ovalados de amatista engarzados en dos pequeños diamantes, además de una gargantilla y un brazalete a juego, también de amatistas intercaladas con diamantes. También había un anillo con una amatista de corte cuadrado engastada en él.
—Amasando su fortuna, Nicholas se granjeó algunas enemistades —prosiguió Alex, y su semblante se oscureció, —más concretamente la de un inglés que se las daba de virtuoso, pero era un pirata, empezó a circular el rumor de que el pirata no era otro que el Diablo de Darfield. A la aristocracia inglesa, como es lógico, no le costó creer esa noticia, porque Nicholas había amasado no una, sino dos fortunas en sus viajes. El origen de semejante rumor era un despiadado hombre de negocios al que Nicholas había tenido ocasión de conocer en puertos extranjeros. Era él quien pirateaba y, cuando Nicholas lo amenazó con desenmascararlo y apoderarse de sus rutas, el hombre le dio la vuelta al asunto y lo acusó a él de pirata. Sin embargo, como la acusación carecía completamente de fundamento, Darfield sobrevivió, y todo iba bien hasta que su hermana Marian se presentó en sociedad. Yo estaba en el continente por aquella época, pero creí entender que la escasa buena voluntad que se había concedido a Nicholas no era extensible a ella. No tenía pretendientes. A fin de cuentas, su hermano era un comerciante y el estigma de la familia pesaba más sobre ella que sobre su hermano. Una mujer joven y hermosa sin una sola propuesta de matrimonio en la Temporada de su presentación. En algunos círculos, aquello significó el fin de la pobre muchacha.
Extasiada con su relato, ____ se inclinó hacia él, con los ojos como platos.
— ¡Qué horror para ella! —murmuró.
Alex asintió con la cabeza.
—Cuando toda la aristocracia londinense te da la espalda, hace falta un pequeño milagro para que vuelvan a aceptarte. Algún tiempo después, creo que Marian pensó que se había producido el milagro en forma de pretendiente cuando un inglés, que acababa de regresar de un viaje, la vio en Brighton y se enamoró perdidamente de ella. La cortejó de modo oficial y, cuando Nicholas volvió del Mediterráneo, le presentó una petición de mano, porque su padre no estaba capacitado para cumplir con su deber. Nicholas la rechazó de plano, el pretendiente era el mismo pirata que había propagado los rumores sobre él. Como es lógico. Marian quedó destrozada. Un par de años después, Ian McShane, un socio menor de Nicholas, tuvo ocasión de conocerla en Blessing Park, y los dos se enamoraron. Un joven escocés, apuesto pero sin título. No obstante, Nicholas bendijo la unión de buen grado. Tras la boda, McShane se llevó a Marian a Escocia, donde creo que residen en la actualidad. El suyo fue un noviazgo formal, con toda seguridad, pero, cuando la aristocracia londinense se enteró del enlace, empezó a correr el rumor de que no había sido formal en absoluto, que McShane la había mancillado... Algunos incluso se atrevieron a decir que estaba embarazada.
____ se llevó la mano a la garganta. Al acercarse a Park Lane, Alex frunció el cejo.
—Todo mentiras, por supuesto, pero, como McShane era escocés y no tenía titulo, los horrendos rumores persistieron. Por suerte, Marian nunca ha sabido del escándalo que siguió a su boda. Todo aquello recayó en Nicholas —dijo el duque con solemnidad. Se detuvo a la entrada del parque y miró a ____. —Además, como bien sabe, después de la boda, tuvo lugar la trágica muerte de lady Darfield. Su prematuro fallecimiento se produjo sólo quince días después y corrió el rumor de que se había colgado por evitar la vergüenza de la deshonra de su hija. Lord Darfield murió al poco tiempo.
—Cielo santo —exclamó ____ en voz baja, consciente de la rabia que crecía en su interior.
Jamás había conocido a un hombre más bueno, más cariñoso y más generoso que Nicholas, pensó furiosa, y no sentía más que desprecio y odio por aquellos que querían destrozarlo. Bajó la mirada, muda de frustración, hasta que Alex le dio una palmadita en la mano.
—Durante los últimos años, Nicholas ha preferido quedarse en Blessing Park cuando no está de viaje. Poco a poco ha ido reconstruyendo el honor familiar ganándose una reputación romo socio de negocios justo y sagaz, y liquidando todas las deudas de los Jonas. El tiempo y su ausencia habían contribuido a sanar las viejas heridas, sin duda. El año pasado se encontraba casualmente en Londres durante la Temporada y, de forma inusual, asistió a un baile. Como se había mantenido recluido tamos años, de pronto se convirtió en el esquivo marqués de Darfield y, sorprendentemente, todo el mundo quería conocerlo. Pasó a ser el invitado más codiciado. No asistió más que a algunos eventos y regresó a Blessing Park en cuanto pudo. Desde entonces, el misticismo de su figura no ha hecho más que intensificarse. No es difícil imaginar el frenesí que se produjo cuando se hizo público su matrimonio. Ahora es usted la persona más perseguida de la Temporada.
____ palideció.
— ¡Ay, Dios mío! ¿Y qué voy a hacer? —gimoteó.
Alex rió.
—Estoy convencido de que encontrará el modo, lady Darfield. Sinceramente, creo que podría conquistar hasta a un macho cabrío con una sola de sus sonrisas. Lo hará bien, y me atrevería a decir que la mitad femenina de la aristocracia londinense se pondrá verde de envidia.
Ella se sonrojó y lo miró con timidez.
—Lord Southerland, ha sido muy amable. Gracias por rescatarme —dijo y se dispuso a continuar el camino, entonces titubeó, se volvió y le cogió una mano entre las suyas. —Me hacía falta escuchar todo eso. Gracias —añadió en voz baja y, tras apretarle suavemente la mano, cruzó la calle con briosa elegancia.
Alex Christian se quedó a la entrada del parque, viéndola dirigirse a Audley Street, sonriendo afectuoso. En cuanto ella desapareció de la vista, él suspiró y regresó al parque en busca de su tía y de sus compañeras de merodeos.
A primera hora de la noche, Nicholas volvió de White's, donde, por primera vez en muchos años, disfrutó de una partida de cartas. Resultaba curioso lo fácil que era llevarse bien con la sociedad civilizada cuando uno no era el blanco de los chismorreos malintencionados. Aquel pensamiento no lo hizo encariñarse con la aristocracia londinense, ni mucho menos, pero pasó una tarde relajada en cualquier caso.
Mientras subía a su cuarto, sonrió para sus adentros La ilusión de aquella sociedad civilizada por ver a lady Darfield era muy evidente. Todos los conocidos a los que había saludado en White's le habían preguntado si asistiría al baile de los Delacorte y si iría acompañado de su preciosa esposa. Un hombre le había preguntado incluso qué se pondría ella, pregunta que le había extrañado mucho. Cuando Nicholas le había respondido que no tenía ni la menor idea, el hombre había confesado avergonzado que su esposa sentía curiosidad.
También Joe protestó porque no había podido adelantar nada de trabajo por la cantidad de visitas que lo habían asediado con preguntas sobre los marqueses de Darfield. El amigo de Nicholas estaba visiblemente harto de tanto interés, pero sonreía muy divertido al relatarle las argucias de algunos ilustres miembros de la aristocracia londinense por conocer a ____. Nicholas rió por lo bajo mientras se desanudaba el corbatín y lo dejaba a un lado. Se sentía medio tentado de no asistir al baile y dejar a sus antiguos (y numerosos) detractores esperando ilusionados toda la noche a una mujer que jamás aparecería; les estaría bien empleado. Seguramente a ____ no le importaría; cuando la había dejado aquella mañana, estaba hecha un manojo de nervios por el baile.
Nicholas pidió que le prepararan un baño caliente y se desnudó. Al ponerse la bata que Damon le ofrecía, captó el aroma de ____ en el terciopelo negro. Se llevó el tejido a la cara e inspiró hondo. Lo cierto era que quería que todos aquellos nobles vieran la joya con la que se había casado. Después de años de vejaciones, quería que los hombres lo miraran con envidia y saberse vencedor. Quería que las mujeres que se le habían echado encima descaradamente durante la anterior Temporada supiesen el tipo de mujer que le interesaba. Lo cierto era que él esperaba aquella noche con mayor ilusión que nadie en todo Londres.
Mientras se bañaba, llegaron a su oídos notas musicales procedentes de la habitación contigua.
—Parece que la señora está de buen humor, señor —murmuró Damon al tiempo que le ofrecía una toalla.
Nicholas sonrió.
—Parece. —Se sujetó la toalla a la cintura y, acercándose a la palangana, se enjabonó la cara y empezó a afeitarse.
— ¿Qué crees tú, Damon, me visto de negro esta noche? —inquirió mientras se recortaba las patillas.
—Sí, milord, y, si me permite la sugerencia, el chaleco de seda color plata.
—Estupendo. En la cómoda encontrarás un estuche con unas amatistas. Sácalo también —le ordenó Nicholas, y se secó la cara con la toalla. Mientras se vestía, la música siguió colándose en su cuarto, y sintió que no podía contenerse. —Date prisa, Damon. Me espera una mujer hermosa —añadió en voz baja, y el asistente, por lo general impasible, rió.
Cuando hubo terminado de vestirse, Damon manifestó su admiración con un silbido, algo de lo más inusual.
—Si me lo permite, milord, esta noche... está usted... extraordinario.
Nicholas sonrió mientras se ajustaba el corbatín por última vez.
—Como sigas piropeándome... —replicó, y rió al ver que el criado se ruborizaba.
Cogió el estuche de la cómoda y cruzó la puerta que comunicaba su cuarto con el de ____.
Ella no lo oyó entrar en la habitación. Estaba de pie delante del hogar; el violín en un sofá, a su lado. Miraba el fuego fijamente, absorta en sus pensamientos, con la cabeza gacha y las manos cogidas a la espalda, la luz oscilante del fuego ensombrecía los exquisitos rasgos de su rostro
¡Cielo santo!, con qué facilidad le robaba el aliento.
Llevaba un delicado vestido de satén rosa pálido, con un escote pronunciado que revelaba la tentadora protuberancia de su busto, ceñido a la cintura y de vuelo en la falda; el corpiño bordado llevaba incrustaciones de perlas diminutas, igual que el bajo y las mangas, y, en la falda, esas perlas formaban un complicado diseño. Se había peinado la melena hacia atrás, de la forma poco usual que ella prefería y que tan bien le sentaba. Llevaba un collar también de perlas trenzado entre los tirabuzones gruesos y oscuros. Tenía el aspecto de una auténtica princesa, y Nicholas se sintió invadido de un irremediable orgullo.
—Debo estar soñando. Pareces un ángel —dijo entusiasmado desde la puerta.
____ se sobresaltó al oír su voz y, azorada, le sonrió. Cuando Nicholas entró en la habitación, ella le hizo una reverencia.
—Buenas noches, milord esposo —señaló con timidez.
El frunció el cejo mientras la ayudaba a erguirse.
— ¿Milord? Jamás me has llamado...
Con una risita tonta, ella le llevó un dedo a los labios. Él le cogió la mano y le besó la palma, y luego los labios. El aroma a lilas ascendió entre los dos, y Nicholas, a regañadientes, se retiró.
—Dime, ¿cómo es posible que estés aún más despampanante que nunca? —le susurró.
Ella sonrió nerviosa.
—Exageras. Tú sí que estás guapísimo. Pensé que era yo la que debía llamar la atención.
—No te quepa la menor duda de que todas las miradas serán para ti, cariño —le dijo convencido, pasándole un brazo por la cintura y acercándosela al ver que su sonrisa se desvanecía. —Tampoco te quepa duda de que voy a estar a tu lado todo el tiempo —añadió besándole la frente. Luego le cogió las delicadas manos y se retiró para volver a admirarla. — ¿Por qué ya nunca te pones los pendientes de amatistas, ____? Hacen juego con tus preciosos ojos —observó él.
Ella se sonrojó un poco.
—Supongo que los he aborrecido
—Pues a mí me gustan. ¿Por qué no te los pones hoy?
____, que se sentía culpable, desvió la mirada.
—Se los he regalado a Sarah.
Nicholas se fingió espantado
— ¿A Sarah? Pero ¿qué bicho te ha picado?
—Estaba harta de ellos —insistió ella. — ¿No te gustan mis perlas?
—Me gustan las amatistas. Tanto que, de haber estado presente cuando cumpliste los dieciséis, te habría regalado un par —dijo como si tal cosa.
Visiblemente sorprendida, la joven abrió mucho los ojos.
— ¿Cómo sabes tú eso? —inquirió.
—Da igual. —Rió y le entregó el estuche de terciopelo. —Quiero regalarte estas amatistas, cielo.
____ respiró hondo mientras lo abría despacio. Dentro había un par de pendientes ovalados de amatista engarzados en dos pequeños diamantes, además de una gargantilla y un brazalete a juego, también de amatistas intercaladas con diamantes. También había un anillo con una amatista de corte cuadrado engastada en él.
Andrea P. Jonas:)
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
— ¡Ay, Nicholas! —susurró ella y se llevó la mano temblorosa a la garganta mientras contemplaba atónita el regalo.
Nicholas se situó detrás de ella, le desabrochó el collar de perlas que llevaba puesto y lo dejó a un lado. ____, que seguía mirando pasmada las joyas, ni se dio cuenta de que él quitaba las perlas y le adornaba el esbelto cuello con las amatistas. Nicholas le puso las manos en los hombros y la hizo girar para que pudiera verse en el espejo. Ella inspiró despacio ante la resplandeciente gargantilla, luego se puso en seguida los pendientes y el brazalete, y sus ojos violeta brillaron como valiosas gemas. —Son preciosos —susurró.
Nicholas, que no creía comparable la belleza de las joyas a la de su esposa, le besó la nuca y sacó el anillo del estuche.
—Al fin te regalo un anillo de compromiso en condiciones —proclamó en voz baja.
Cuando le puso el anillo en el dedo, a ____ se le empañaron los ojos y extendió la mano para admirarlo.
— ¿Te he dicho alguna vez cuánto te quiero? —le preguntó ella al poco.
—Desde esta mañana, no —rió él.
Dejó de hacerlo en cuanto ella se le colgó del cuello y unió su boca a la de él, besándolo con una pasión que hizo que a Nicholas le hirviese la sangre. Si aquello duraba, al diablo con los Delacorte. Se vio obligado a zafarse de ella para no estropearle el peinado y el vestido. La turbación de su esposo la hizo reír, luego se volvió una vez más para verse las amatistas en el espejo, y declaró que eran perfectas para su vestido. Nicholas no sabía si eso era cierto o no, pero entre el destello de los pendientes, el de sus ojos chispeantes y el de su luminosa sonrisa, casi estaba cegado, y le daba igual.
—Y ahora, mi querida marquesa, si estas lista, me parece que nos esperan en un baile —dijo y, con una reverencia y una floritura dignas de una reina, le ofreció galante su brazo.
LISTO NIÑAS ESPERO Q LES HAYA GUSTADO SU REGALITO
Nicholas se situó detrás de ella, le desabrochó el collar de perlas que llevaba puesto y lo dejó a un lado. ____, que seguía mirando pasmada las joyas, ni se dio cuenta de que él quitaba las perlas y le adornaba el esbelto cuello con las amatistas. Nicholas le puso las manos en los hombros y la hizo girar para que pudiera verse en el espejo. Ella inspiró despacio ante la resplandeciente gargantilla, luego se puso en seguida los pendientes y el brazalete, y sus ojos violeta brillaron como valiosas gemas. —Son preciosos —susurró.
Nicholas, que no creía comparable la belleza de las joyas a la de su esposa, le besó la nuca y sacó el anillo del estuche.
—Al fin te regalo un anillo de compromiso en condiciones —proclamó en voz baja.
Cuando le puso el anillo en el dedo, a ____ se le empañaron los ojos y extendió la mano para admirarlo.
— ¿Te he dicho alguna vez cuánto te quiero? —le preguntó ella al poco.
—Desde esta mañana, no —rió él.
Dejó de hacerlo en cuanto ella se le colgó del cuello y unió su boca a la de él, besándolo con una pasión que hizo que a Nicholas le hirviese la sangre. Si aquello duraba, al diablo con los Delacorte. Se vio obligado a zafarse de ella para no estropearle el peinado y el vestido. La turbación de su esposo la hizo reír, luego se volvió una vez más para verse las amatistas en el espejo, y declaró que eran perfectas para su vestido. Nicholas no sabía si eso era cierto o no, pero entre el destello de los pendientes, el de sus ojos chispeantes y el de su luminosa sonrisa, casi estaba cegado, y le daba igual.
—Y ahora, mi querida marquesa, si estas lista, me parece que nos esperan en un baile —dijo y, con una reverencia y una floritura dignas de una reina, le ofreció galante su brazo.
LISTO NIÑAS ESPERO Q LES HAYA GUSTADO SU REGALITO
Andrea P. Jonas:)
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
NO LO PUEDO CREEEEERRR QUE HERMOSOS CAAAPIIISSS
JEJEJE GRACIAS POR SUUUBIIRRR
AHORA QUIERO MAS CAAAPIIIIISSS PORFAAAA
JEJEJE GRACIAS POR SUUUBIIRRR
AHORA QUIERO MAS CAAAPIIIIISSS PORFAAAA
chelis
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