One last time.

Sus labios estaban quebrados. Su rostro era tan pálido como los huesos. Su cabello castaño y largo, ausente de brillo. Su piel tan fría.  Toda ella opaca. En ese momento sus ojos vacíos. Que una vez ocultaron el secreto del universo.  Y yo aún la sujetaba entre mis brazos.
Todavía recuerdo cuando la conocí. Su sonrisa. Recuerdo como sus abrazos parecían debilitarse poco a poco. Como me dijo todo y cada uno de sus secretos, hasta… hasta que termino con el más importante. Ojala ese lo hubiera hecho de primero.  Todo se repite en mi mente una y otra vez. Como película.

—Está bien, Neith. No duele. —Alargo su mano con esfuerzo, y acaricio el rostro del castaño. Este se encontraba lleno de lágrimas, la urgencia destellaba en sus oscuros ojos color marrón. Ella le regalo una sonrisa débil; mientras la luz de sus ojos se agotaba poco a poco, cada vez más rápido. —No pasa nada, estoy bien. —El negó, mientras aun la sostenía en sus brazos.
—No… ¿Por qué ahora? ¿Por qué no antes? Pudimos estar a tiempo de…
—Ya no importa, Neith. —Frunció los labios mientras aun lo contemplaba.- Neith… ¿Podrías abrazarme? —Dijo en un murmullo.
— ¿Qué? —La miro extrañado por el repentino cambio de tema. Aunque en ese momento la tenía en sus brazos y no la soltaría, ella lo sabía.
—Como ese que me diste cuando nos encontramos en Venecia. ¿Lo recuerdas? ¿Cómo después de eso siempre que nos encontramos me abrazaste así? —Ella espero una respuesta pero no llego.

El solo la miro con tristeza y sin poder decir nada. Ella se estaba yendo, y sabía que con ella se llevaba una gran parte de él. Pero el tono de sus palabras le decía que ella si lo quiso, sin importar cuanto trato de mantenerlo apartado de esa manera. Llego a quererlo demasiado. El la acerco a su pecho, aun sin decir nada, y la abrazo. Como lo hizo esa vez, queriéndola como aquellas ves, sintiendo su cercanía y a la vez su lejanía.
— Esta es nuestra última vez, Neith…

La puerta se abrió en dando un golpe a la pared. La quitaron de sus brazos, aunque él no quería soltarla nunca, sabía que debía, pero no deseaba apartarse de su lado ni un solo segundo. Después de eso, todo pasó tan rápido para Neithan. Aún estaba aturdido por lo sucedido, que ni siquiera presto atención cuando los padres de Venice, incluso su amigo que le preguntaba qué había sucedido, llegaron a la sala del hospital. Fue el primero en levantarse y casi-correr hasta la doctora que salía por la puerta donde minutos antes había entrado Venice

—Los familiares de la paciente Venice Zanata. —Un grito ahogado de horror se expandió por la habitación en cuestión de segundos. Al igual que las lágrimas, maldiciones y preguntas. Había sucedido lo que Venice había marcado, para si misma, como inevitable hace tanto tiempo. Y justo esa misma tarde a Neithan. Venice había desvanecido,  había dejado atrás un cuero pálido y sin vida, tal como se sentía Neithan.