Miedo al rechazo. {HarryStyles}

Caminaba bajo el nublado cielo, que cada vez se tornaba más gris y amenazaba con llover a cántaros, rumbo a Mc'Donalds; el único lugar en donde podría mejorar mi humor (sí, una triple con queso me subía el ánimo). Hoy había sido uno de los más agotadores días de mi vida, primero había viajado en un avión quince horas y luego los paparazzis nos habían seguido hasta el hotel, esto de ser la nueva banda del momento no se me dá muy bien, pero claro, también tiene muchas ventajas.
Extraño a mis amigos, a mi familia, la escuela y sobre todo la vida normal, sin tantas reglas y contratos, viajes de aquí para allá, y creo que desde que concursé para 'The X Factor' hace dos años, no he dormido más de siete horas seguidas, y sinceramente extraño mi cama. Pero pude conocer mayor parte del mundo y conocí a los que ahora son mis mejores amigos, cumpliendo mi sueño junto a ellos, no puedo quejarme.
Sin darme cuenta, sumido en mis pensamientos, llegué a la puerta del centro comercial donde se encontraba el puesto de comida rápida que tanto ansiaba en esos momentos. Contemplé a dos niños pobres, que tendían una sucia gorra, pidiendo limosna. Pensé que podría comprarles una hamburguesa, debían de estar hambrientos.

―Oigan, chicos. ―capté su atención, en cuclillas, y los dos dirigieron sus miradas a mí.
―¿Sí, señor? ―dijo la niña, un poco más alta que su hermano, con la cara sucia y sus ojos color musgo cristalizados.
―Tomen, ―deposité dos billetes de cincuenta en su gorra―  y quédense aquí, iré a traerles un regalo.

Los dos niños sonrieron y asintieron en modo de agradecimiento, la verdad me enfadaba mucho no poder hacer más que eso. Entré, y agradecí a Dios que el lugar no estuviera tan poblado, solo unas pocas personas se me acercaron, y me pidieron fotos y autógrafos. Caminé hacia la caja tratando de apresurarme, a pesar de que era verano, afuera hacía frío y cada vez iba disminuyendo la temperatura, aproximándose una tormenta.
Una chica rebuscaba en su bolso, al parecer dinero o su billetera, ya que a la cajera se le estaba acabando la paciencia. Metió la mano en los bolsillos de sus pantalones de jean gastados, y sacó un billete de veinte tendiéndoselo a la morocha que esperaba con cara de pocos amigos.

―Dígame que con eso alcanza, por favor. ―susurró la chica casi en tono de súplica.
―Son $16,99. ―le entregó dos 'cajitas felices' a la rubia, que soltó un suspiro de alivio― ¿qué juguete va a querer llevar, señorita? ―dijo la chica, con total irritación.
―Deme ese muñeco de acción, Batman, y esa muñequita Kellie. ―tomó apresurada las bolsas que contenían lo que acababa de comprar y se dio vuelta con total rapidez, amagando a salir corriendo, pero sin querer le impedí el paso.
―Lo siento. ―dije sonriendo, a ella poco pareció importarle, ya qué me devolvió la sonrisa y salió disparada.

Me dejé llevar, no sé que fue lo que me hizo seguirla o lo que me hizo perder la noción, pero salí tras ella. Al llegar a la puerta me quedé contemplando el tierno momento en el que ella les entregaba a esos dos niños las cajitas felices, estos la abrazaron, y, sin darle importancia lo sucio que estaban, les devolvió el abrazo. Colocó el vuelto de los veinte dólares en la gorra que yacía en el suelo, y se paró, dispuesta a marcharse.

―Gracias. ―dijo el más pequeño, abriendo la caja de la hamburguesa, mientras ella se ponía de pie ya que había permanecido quieta en la misma posición que había estado yo hace unos minutos.
―También tienen dos juguetes nuevos, están adentro de la bolsa. ―señaló la envoltura color marrón, que contenían los dos pequeños juguetes.

Ellos sonrieron, y buscaron en la bolsa, una vez que los hallaron, abrazaron las piernas de la rubia en modo de agradecimiento. Ésta sonrió, y comenzó a caminar en dirección contraria donde estaban esos pequeños.
Sé que de mi parte no haberles comprado el 'regalo' a los niños fue muy descortés y de mal gusto, pero ella ya se me había adelantado y necesitaba seguirla.

―Lo siento mucho pequeños, no pude traerles el regalo porque esa chica lo hizo antes que yo, pero les dejo dinero para que vayan ustedes mismos y elijan lo que quieran. ―deposité cien dólares y corrí tras la rubia.

Frené unos dos metros antes de llegar a su lado, no sabía que iba a decirle, tampoco por qué la seguía. Decidí dejarme llevar una vez más y comencé a caminar a su lado.

―Realmente eres una de las pocas personas que hacen eso hoy en día. ―dije tratando de sonar amable.
―Y allí te das cuenta que no todas las personas son egoístas y mal agradecidas ―dijo sonriendo, mirándome como si me conociera de toda la vida― Me llamo Luna, y tú?
―Harry. ―le devolví la sonrisa. En ese momento, por más que no había comido mi hamburguesa, mi buen humor estaba presente.
―Espera... ―frenó de golpe, y achinó sus ojos― ¿tú no eres de esa banda... ―hizo una pausa― 'One Direction' o algo así?
―Sí. ―reí ante sus gestos, esperando que no sea una fan haciéndose la tonta.
―¿Es divertido ser famoso? Digo, yo cuando era pequeña soñaba con cantar y actuar, pero bueno, después se volvió en algo patético e imposible... ―asimiló lo que había dicho, y abrió los ojos como platos― No quiero decir que tu carrera sea patética, pero... ―calló, una vez más― Lo siento, hablo mucho y casi siempre meto la pata. ―dijo rápido, sonriendo avergonzada y jugando con sus dedos cubiertos por guantes rosados con ranitas de lana. Reí al verlos, ella sonrió roja como un tomate y los escondió tras su espalda.
―Está bien, casi siempre meto la pata, es decir, se supone que yo no cometo errores y esas cosas,  y bla bla bla ―dije recordando lo mucho que me molestaba que creyeran que era perfecto.
―Yo pienso que no por ser famoso tienes que ser perfecto, digo, sigues siendo una persona, no? ―sonreí, ella había dado justo en el clavo― y claro Luna, no va a ser un robot. ―susurró con un tono sarcástico, que oí perfectamente y reí ante sus comentarios.
―No, no soy un robot, gracias a Dios. ―sonreí, y contemplé sus hermosos ojos color miel, que a simple vista podían distinguirse.
―¿Tengo algo en la ceja? ¿Está mal depilada? Ay, que vergüenza. ―dijo rápidamente, tocándose el entrecejo. Me eché a reír, ella era todo un personaje.
―No, Luna, tus cejas están bien depiladas, una igual a la otra. Sólo estaba mirando el color de tus hermosos ojos, son color miel, no? ―suspiró aliviada, yo cada vez estaba más inseguro de las palabras que salían de mi boca, no quería meter la pata y que ella se viera forjada a irse. Extrañamente, ella sonrió y no fue una sonrisa divertida, si no, una sonrisa tímida y coqueta.

No sabía que me atraía tanto, si su forma de tratarme como alguien más, su sentido del humor que me hacía acordar a mi mejor amigo Louis, o sus increíbles sonrisas. Pero si sabía que desde ese momento, en los tres meses que iba a estar allí, no podría separarme de ella.

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