Mirrors {Louis Tomlinson

Había tanta gente a mi alrededor, ninguno de ellos me observaba con detenimiento. Pero tú... tú eras distinta. Tus ojos atravesaban mi alma, dejándome completamente expuesto. Desnudo. Débil. Bajo tu mirada, yo no podía esconderme, caí rendido a tus encantos hipnóticos sin un pasaje de retorno.
Sin embargo, parecías silenciar tus pensamientos, eras como una caja llena de misterios y encrucijadas que cada célula de mi cuerpo quería descubrir. Eras mi pregunta sin respuesta. ¿Por qué no me dejabas amarte? ¿Por qué te encaprichabas en negarme?
Mi miserable vida seguiría monótona si tu no te encontraras allí a mi lado, no quiero perderte. No puedo perderte.

Tu eres mi espejo. Tu reflejas mi otra mitad.






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Sigo sin ser muy buena para la introducciones de mis novelas, pero acá les dejo mi nueva idea. Creo que es la tercera novela que inicio oficialmente acá, sin embargo la estoy subiendo también en otra página. Por cierto, me llamo Pamela, pero diganme Pamm por favor. No voy a necesitar chicas, ya no estoy muy interesada en hacer audiciones...por el momento.
Sin más nada qué decir, me retiro.
Pamm las quiere.

El aroma a café recién molido inundó cada uno de mis sentidos agravando mis ansias de tomar un sorbo. Afuera no había otra cosa mas que nieve y un viento helado que derribaba cualquier rastro de calidez en mi cuerpo; y, a pesar de intentar reconfortarme con mis propias manos, el escudo no era lo suficientemente protector.

Probablemente le hubiese agradecido a la castaña por haberme arrastrado al Starbucks más cercano, el cual estaba equipado con el mejor sistema calienta-traseros-congelados. Sin embargo, fue ella quien en un principio me había tomado de rehén para despojarme de la comodidad de mi hogar.

Una gran novela de Edgar Allan Poe y un revoltoso chiquillo como hermano, aguardaban pacientemente por mis cuidados intensivos. Mas yo me encontraba en medio de un local bullicioso -esperando a recibir mi cuota de café diaria- en vez de estar gastando mi tiempo en ellos. Me resultaba imposible no rezongar.

—Deja de alarmarte, solo serán un par de horas.— Revoleé mis ojos en respuesta. Con mi ceño fruncido, más siete años de amistad, no me sorprendía en absoluto su pequeño don de leer mi mente.— Juliette, Thomas está más que bien. Dale espacio al pequeño.

—Tiene siete años, Ally. No comprendo tu punto— reprimí una sonrisa, pues, solo a ella se le ocurría tales cosas.

—Tú ya sabes...— comentó como si fuese la cosa más obvia del mundo, no obstante, tenía la leve intuición de que solo lo decía para ganar tiempo y dar otro tipo de respuesta—...la casa para ti solo, y la libertad de hacer lo que te plazca— sonrió orgullosa de haber encontrado un argumento sólido para respaldar su comentario. Sí, yo también había desarrollado aquel dichoso don.

Negué risueña evitando tocar el tema nuevamente. Después de todo, Allison solo quería que dejara el papel de madre sustituta por un momento. Ella solo quería que me preocupara en ser una adolescente más del montón.

Como si fuese así de simple...

Cuando el muchacho en pleno desarrollo hormonal, de delantal verde y voz irritable, mencionó nuestros nombres fuimos de inmediato en busca de nuestros lattes - tal vez yo con un poco más de ansiedad, después de todo, amaba el café. Media vuelta y comenzamos a rondar por el local en busca de dos asientos cómodos para charlar. Afortunadamente, había una mesa en desuso a un costado del ventanal y en una esquina bastante alejada del oído indeseado del público.

Mis manos rodeaban el pequeño vaso desechable con la esperanza de que mis extremidades cobraran un poco de vida, acto seguido, tomé un sorbo para que cumpliera la misma función en mi interior. Mis ojos se distrajeron con una pobre anciana que intentaba caminar por sobre la espesa nieve, si no estuviese aquel rectángulo de vidrio entre medio de ambas yo hubiese corrido, alarmada, a socorrerla.

—Me pregunto cuándo fue que te volviste tan preocupona— sacándome de mis pensamientos, ella me observaba divertida por la escena.

—Me pregunto cuándo te volviste tan molesta— contraataqué con una sonrisa victoriosa. Ally simplemente rió mientras, a su vez, tomaba un trozo del delicioso muffin de chocolate y se preparaba a disgustarlo.

—Molesta o no, me amas así— su alterego hablaba en esta ocasión. Pestañeaba rápidamente mientras ponía ambas manos bajo su mentón para hacerla lucir  adorable. Tomé un pedazo del postre para utilizarlo como proyectil. Agradecía tener a un hermanito mayor con quien practicar mis lanzamientos, de lo contrario, el pequeño trozo hubiese aterrizado en la espalda del chico sentado detrás de mi amiga en vez de a su nariz .

—¡Oye!— se quejó arrugando su nariz así como su frente -una mueca característica de ella—Sé más amable conmigo.

—Solo calla y escucha, he olvidado contarte algo— cambié drásticamente de tema para evitar que su enojo temporal transmutara a  permanente.

—¡Cuenta, cuenta!— su frente se alisó y las puntas de sus labios se elevaron; podía palparse su emoción.

— No es la gran cosa Ally— y es que, verdaderamente no era la gran cosa.

—Julls, siempre que dices eso, termina siendo irónicamente lo contrario— su tono jugaba entre la reprenda y la diversión— Ahora, ¡Cuenta, cuenta!— a veces dudaba de sus 19 años, pues fácilmente actuaba como una de quince años menos.

—Tú sabes cuál es el labor de mi padre— asintió expectante— Pues, trabajaré con él— encogí los hombros antes de tomar nuevamente el vaso y saborear el dulce líquido marrón.


El pegajoso sonido de guitarras acústicas más la melodiosa voz de John Lennon, no dejaban de torturarme desde hace, exactamente, veinte minutos. Hacia rato había dejado de leer los mensajes hormonales de mi mejor amiga, pues deducía que todos ellos conservaban el mismo contenido, y no importaba cuántos derivados encontrara de la palabra "sexy", no deseaba discutir del  supuesto-increíble-físico del príncipe de Inglaterra.

Mi trabajo consistía en mantener un perfecto orden dentro del palacio, por ello, me resultaba totalmente absurdo la insistencia de Allison en hacerle ojitos al futuro gobernante de nuestra nación.  —¿Te imaginas como futura reina del Reino Unido?— preguntó seguido de un suspiro enamorado.


En serio, ¿Qué rayos había tomado? Realmente trataba de mantener mi mente concentrada en terminar de preparar el almuerzo en vez de en las locuras emitidas esta mañana.

—Julls, ¿me haces macarrones con queso?— la tierna voz del chiquillo me hizo lamentar haber puesto en el menú de hoy: albóndigas con arroz. Y fue aún peor, verlo usar en mi contra su irresistible sonrisa acompañada de un hoyuelo.

Thomas había sido el último integrante de la familia Sparks. Su pelo negro, por parte de mi padre, y ojos grises, cortesía de mi madre, habían conformado al niño más tierno y travieso del mundo. A sus siete años, con sus aires de aventurero e innata curiosidad, había recorrido cada hueco y rincón del patio trasero de la casa, trayendo consigo, toda clase de insectos y anfibios.

Recuerdo la vez que había despertado, no hace mucho tiempo, y una viscosa rana me observaba con sus perlas negras. Solo fue cuestión de un "croar" para que saliera disparatada de mi cama y gritara a todo pulmón por ayuda. Mi padre, y el causante de mi prematuro infarto, aparecieron repentinamente en mi cuarto, y percatándose de la situación, atraparon al pequeño animal para luego liberarlo y regañarme por mi sobre-exageración. Bueno, tal vez ese solo fue mi padre.

—Prometo hacerlos hoy en la cena— le sonreí esperando convencerlo de aquella manera.

—¿Por el dedito?— y su meñique en forma de garfio esperaba al mío para sellar el trato.

—Por el dedito.