El diario de Sydney Madison.

— ¿Perdón? Son tus sobrinos, búscalos tu — quiso darse media vuelta, dispuesta a irse pero la voz seca de su padre volvió a emitir sonido.
— Soy tu padre y acá se hace lo que yo digo. — elevó un poco la voz.
— No, porque esta no es tu casa, es la de tus padres maldito dependiente. — “dos podían jugar a este juego” pensó.
— ¿Sabas por qué estoy acá? — le retó.
— Tal vez para ocultarte de la policía, quien sabe, de todos modos, lo que menos haces es ser un buen hijo responsable de y ayudar a tu pobre padre de setenta años con el campo, ¿sabías que está diagnosticado, a no conducir más de 500 millas? No, por supuesto que no, estas muy ocupado haciendo dios sabe que cosas. — gritó.
— ¿Cómo sabes eso? ¿Quién te dice esas barbaridades? Por dios, madura de una puta vez, tu madre debió de estar llenándote la cabeza…— la chica interrumpió.
— La única persona que debe madurar eres tú, cuarenta y seis años para nada, soy mucho más madura que lo que tú nunca serás. Mi madre no me llenó ni me llena la cabeza de nada, joder, acepta que tu hija es más madura que vos y te lleva treinta años de diferencia, sé diferenciar las mentiras de las verdad, todo gracias a vos y tu universo de mentiras, ignorancia y movimientos misteriosos, ten en cuenta esto, tu no eres mi puto padre, jamás estuviste conmigo y no lo estrás porque no te importa y no intentes negarlo. — vociferó sacando muchas cosas escondidas para luego voltearse e irse a la casa de Brian.

***

“No stop signs, speed limit, Nobody's going to slow me down, Like a wheel, going to spin it, Nobody's going to mess me around, Hey Satan, played my dues, Playing in a rocking band, Hey Momma, just look at me, I'm on my way to the promised land. I'm on the highway to hell, Highway to hell…” — apagó el despertador, y se revolvió en su cama, dispuesta a volver a dormir, eran como las siete de la mañana, y en vacaciones, ella jamás se levantaba, porque ciertas veces estaba ocupada en conciliar el sueño de nuevo, en sus días hábiles se dedica a levantarse seis en punto de la mañana, cambiarse, y despertarse lo suficiente Para pasear a su perro y a las seis y media tomar el colectivo en frente de su casa.
— Siney, sabes que tienes que levantarte. — su abuela irrumpió en su habitación.
— Abuela, ya lo hablamos, es Sydney, no Syney, y lo sé, pero es que estoy cómoda. — se estiró.
— Vamos, sabes lo apurado que es tu abuelo. — le dijo buscando sabe dios qué cosas en uno de los roperos grandes de roble.
— Está bien, ¿y ellos? — preguntó haciendo referencia a sus primos.
— Duermen…— respondió.
— ¿Qué? ¿Por qué? Claro, yo como soy mayor tengo que levantarme más temprano. — hundió su cara en la almohada. — No es justo. — gritó.
— Oh, por dios, no hagas berrinches y levántate, ahora. — salió por la puerta.

***

“NO quiero irme, quiero quedarme más tiempo, pero no puedo, tengo que volver, hacer tarea e ir a la escuela, estúpida escuela...”
— Olvidé despedirme. — dijo mientras se peinaba.
“Hola, sabes que soy yo, quería despedirme, porque tengo que irme.” — envió un mensaje al celular de Brian.
Él, estaba todavía en su cama, estaba recostado mirando el techo, cuando el teléfono sonó, ni siquiera tenía ganas de buscarlo en su mesa de luz. Era un mensaje, el tono lo decía, pero la luz lo cegaba. Toda estaba a oscuras y la luz del el celular era lo único que se veía. Cuando lo leyó solo sonrió, el quedarse casi ciego por la luz. Tecleó un mensaje rápido, con errores ortográficos y abreviaciones. Y dejó el teléfono debajo de la almohada, esperando su respuesta.
Y ella lo recibió, en una de las puertas delanteras de las casa, y quedó ahí apoyada en el marco plateado leyendo el mensaje.
“T vas? Tan pronto? No puedes venir siquiera quince minutos a despedirte? Solo quince, prometo no hacer bromas.”
Si algo odiaba Sydney, era la mala ortografía en los textos, estaba como loca buscándolos, por todos lados. Asique con mucha paciencia escribió un de repuesta. 
“Lo siento, no, estoy a diez minutos de irme.”
Y al parecer eso fue lo que deprimió el día del chico, ni siquiera una adiós y estaba como a unos treinta metros de distancia.
“está bien, nos vemos en vacaciones, ¿okay? Te mando una beso + te vale que vengas, que kiero.”
Ese mensaje definitivamente fue la cosa más paralizante de toda la semana o del mes inclusive, la noticia del año, quien sabe, estaba por responderle, pero se preguntó, ¿ella también lo quiere? Claro que hablamos del ámbito, general, el de amistad, no más que eso, de ese que cariño que le agarras a un amigo por conocerlo de mucho tiempo aunque ellos se conozcan hace siete u ocho días, máximo. Tal vez el chico es simplemente amigable, o se trata de una broma, o le gusta coquetear con sus nuevas amigas para hacer que se acostumbren o algo parecido, será por lo que fuere parecía más razonable que la respuesta obvia.
— Madison, vamos no tengo todo el día para ti. — gruñó su primo mayor empujando levemente la cintura de la castaña para poder pasar,  porque estaba ocupando todo el espacio. Detrás de el niño apareció una simpática figura más pequeña de cabello liso y ojos color chocolate, redondos y grandes, Octavio recién levantado, ocultando una sonrisa traviesa en sus labios.
— Hola Sarsotti, un gusto; gracias por levantarte, una hora tarde, por tu culpa llegaré tarde para ver el concierto de Lady Gaga. — dijo ella en voz alta llamando la atención del niño mientras ayudaba al menor a poner su valija en el maletero al igual que las suyas.
— ¿Perdón? ¿Acaso crees que tu estúpido concierto del extraterrestre es más importante que mi partido? — preguntó molesto. Llamando la atención de su prima que intentaba responder el mensaje de Brian.
— ¿Partido? El que darte toda la tarde sentado en una banca al rayo del sol, no es jugar y por ende no es tu partido. — le recordó entrando en el auto. Y en unos segundos envió un mensaje a un chico moreno que vivía justo al lado de la casa de sus abuelos paternos.
El muchacho recostado entre interminables mantas color azul marino miraba el teléfono con su pantalla sin luz esperando a que prendiera. Y al encenderse la pantalla y notar que era un mensaje lo abrió con entusiasmo.
“Tienes que aprender ortografía ¿sabes? Y sí, obviamente volveré, peor no te ilusiones, no es por ti, también te mando un beso. P/d: también te quiero.”
Un carcajada se escapó de sus labios, él enserio podía imaginarse a la chica diciéndole esas palabras, casi todas, porque por alguna extraña razón no lograba imaginar a Sydney Madison diciéndole que lo quería.
“hortografía, qu es eso? porque no me enseñas? Se que volveras por mi, me quieres? Genial, por fin alguien lo hace!” y tomándole el pelo, pasó toda la mañana y unas horas de la tarde haciendo que Sydney, no durmiera en todo el viaje de regreso y que sus primos lo único que hicieran era escuchar música de Lady gaga, Nirvana, Pink Floyd, ACDC y Katy Perry.
“Ya pasaron como cinco horas de viaje de regreso a mi casa, es genial, pasé toda estas horas leyendo algunos libros de Agatha Christie y revisando mi celular cada minutos, no es como si quisiera que Brian conteste mis mensajes es solo que, me gusta hablar con alguien, es muy divertidos y hasta mensaje unos ‘jajaja’ erróneos con la esperanza que los corrija, hemos parado en una estación de servicio, ‘el viejo pedro’ gran nombre. Como sea, comimos algo y volvimos al auto pero claro no sin antes por mi parte correr tres veces al largo de la parcela para estirar las piernas bajar la comida y poder ir al baño. Sacando de contexto la discusión con el tarado de mi ‘padre’ toda la semana estuvo bien, y fue divertida, y aunque realmente no quiera volver a mi cuidad para comenzar las clases, necesito tener a mis amigos conmigo, principalmente a Danna, Candela, Juan Ignacio y Fabio, los de la escuela, pueden esperar. Si cada vacaciones en que pueda ir a la casa de mis abuelos Brian y Luca van a estar, entonces prometo portarme bien, son una gran compañía y disfruto más estos días que en los que estaba tirada en el sillón blanco mirando canales por el decodificador de DIRECTV. Cambios como estos, me gustan.”