Dare To Fall [Zayn Malik]

Capítulo 002

Prometí hallarte, encontrar una mínima parte de tu esencia, volver a tu lado como alguna vez lo estuve, sentirte completamente mío, en alma y cuerpo, entregarte mi amor, darte todo de mí, pero una fina línea nos separa, no creo ser capás de caer, no creo ser capás de despertarme a tu lado como alguna vez lo hice. El frio se adueña de mi cuerpo y el sonido calla, el viento clama a mi alrededor ¿Qué debo hacer? solo llévame lejos, donde el amanecer no solo sea el comienzo de un nuevo día, donde la luna caiga sobre nosotros y nos bañe en su blanco puro, donde tu nombre se mezcle con el mío como lo hacen las olas que rugen al compás del mar, sé mío, porque siempre fui tuya.

-          ¿No hay una manera para comunicarme con él? – Su rostro se desfiguró, parecía enfurecido, como si de un pecado mortal estuviese detallando –. Se lo suplico Rafael, ayúdeme.

Necesitaba oír su voz, reconocer su perfume, observar el infinito tono de sus ojos oscuros y perderme en ellos como si en un mar me escondería, anhelaba tocar su piel y sentir el calor corporal de la misma, sentirme protegida en sus brazos como ningún otro ser podría estarlo.

-          Zoe, no abuses de mi confianza y poder – Se dirigió a mí, mirándome detenidamente, meditando mis peticiones, como si mi mirada reflejase lo afligida que se encontraba mi alma –. Puede que algo te ayude, pero como sabes el consejo entero debe aprobar nuestras decisiones, Dios debe hacerlo.

-          ¿Es lo único que queda? – Mi ceño se frunce y la impotencia llega hasta los rincones más lejanos de mi interior, es como si un fuego indescriptible se apoderara de mí, la pena me consume y el tiempo se acaba.

-          Lamentablemente sí, ya no queda más por hacer, solo esperar que Dios esta vez este de nuestro lado – Sus orbes me examinaron, el azul intenso calaba en mí – Yo estaré de tu lado.


“Fue arrojado en tierra, y sus ángeles fueron arrojados con Él.”

Su puño estalló sobre la gran mesa de los sellos, donde cada destino era sepultado para volver a reabrir, donde el destino de la humanidad prevalecería. La furia desatada de su interior no pertenecía a los cielos, y su mirada envenenada carcomía el resto de las seis que se imponían a su alrededor.

-          Esto es inaceptable, ¡Un traidor en el Reino de Dios! No osarán cruzar las puertas con un alma corrupta – Bramó fuertemente su voz en mí dirección principalmente, Uriel llenó la sala de silencio luego de levantar su voz, hasta en la Tierra, los cielos tronaban.

-          No dejaremos entrar un alma en odio, una que ha llenado sus días de pecados mortales difíciles de perdonar, pero eso no será necesario, cada uno de ellos se le serán arrebatados – Finalmente calma y tranquilidad me hace recobrar las esperanzas, Miguel hace razonar a cada uno de ellos.

-          ¿Cómo crees que harás tal cosa? Sus alas se le fueron quitadas como todo derecho de volver a aquí, ya no nos pertenece ni su cuidado y mucho menos el alma de un traidor.

-          El volverá solo si nos demuestra que se merece entrar al Reino, su corazón se llenará de un nuevo amor y devoción, como algún día lo estuvo – Mis manos sudaban y mi voz temblaba, sabía lo que se avecinaba, la batalla aún no terminaba, sino que recién estaba por alzarse, entre la Tierra y el Cielo, entre el Bien y el Mal uno solo vencerá y el vencido sucumbirá su espíritu al tormento por la eternidad, sin salvar ni ser salvado.

-          ¿Cómo estaremos seguros de ello? – Espetó Miguel, sabía que me apoyaría solo necesitaba ligeramente confianza en mí.

Entonces sobre nosotros la luz abundó, la paz estuvo con nosotros y el Espíritu se presenció, a cada lado un ángel lo escoltaba y el trono flameaba ante nuestros ojos. El Señor despegó nuestras alas y encontró en nosotros la armonía que en segundos parecía miserable, se transformaba en contra de los miedos, del rechazo, el odio. 

-          La guerra no incluye a mis siete espíritus, paz en el Reino, paz en el Cielo, he oído de sus peticiones, sus inquietudes y exaltaciones, tengan fuerza, únanse, porque cuando el rugido despierte nada más que ustedes salvarán.

-          Señor, un intruso, un Ángel que ha caído pretende regresar, el amor nunca será más grande que la traición y el pecado más que la luz, nada podrá volver a ser como antes – Esta vez mi labio temblaba ante la escucha de una de las siete voces.

-          ¡Increíble! Mis manos están en llamas y mi corazón padece una tormenta. Aclamo por ayuda, no le den la espalda a uno de los suyos, piedad Señor piedad – Mi voz por última vez se levanta entre las tinieblas que parecen perseguirme.

-          ¡Imposible! – Braman entre todos, el bullicio ya me era ajeno, no podía percibir los dueños de las voces que se levantaban en mi contra –, Él ya no pertenece a aquí, ya no más.

-          ¡Sesenta Días! – Los rayos parecían lejanos pero aún así mi cuerpo entero se estremecía –, Para purificar su alma, una sola oportunidad, las puertas estarán abiertas pero su corazón deberá resplandecer, un Ángel merecerá y allí el Apocalipsis comenzará.

El silencio se expandió como una avalancha de soledad, tan solo segundos que contaban mi vida como una misma, las lágrimas que parecían no existir en mí desde hace siglos, se acumulaban en mis ojos; la misma Zoe que había sido, volvía a derrumbarse, un Arcángel que parecía tenerlo todo, pero no lo tenía nada. Sesenta días para prevalecer en la Tierra, entre el odio y el mal solo el Templo de Dios me salvaría de mis desdichas, tenía sesenta días para rescatarlo, tan solo sesenta días.