Dare To Fall [Zayn Malik]

Capítulo 001

Perdida, encontrada, un alma que volvió a dejar escurrir de sus manos aquello que alguna vez había conseguido, el amor. Décadas de eterna soledad y agonía, años de sufrimiento y dolor, meses de incertidumbre y melancolía, días puros y otros corruptos, noches oscuras sin la luz estrellada que antes adornaba mi camino.


Un Ángel sin motivo de serlo, la luz para muchos, que necesita su propia luz para avanzar a través de las tinieblas de su abandonado corazón. Sin sentir o pesar, sin emoción o sentimiento que no arraigue mi vida a él, que no lo halle en el. Un cielo que a pesar de la luminosidad, la bruma lo opacaba llenándose de un vacío de miseria en la cual mi alma vagaba en pena. 


Sufriendo día a día un castigo que me había arrebatado aquél por el cual tanto había implorado, anhelado que se sostenga firme a mi lado, cuando sentía que no necesitaba nada más, cuando en realidad estaba más perdida que encontrada, como pensaba. Un castigo irrelevante y desgarrador, que había arrasado con mi espíritu, mi luz, mi ser. Llenándonos a ambos de oscuridad excesiva, destructiva. 


Una búsqueda implacable de una razón por la cual ser y creer, una búsqueda de su ser. Había tentado contra mis superiores, contra mis prójimos, pero por sobre todo había tentado contra mí misma concediendo un deseo que era imposible entre ambos.  Un deseo que llenaba mi interior y hacía volar incansablemente mis sentimientos y emociones, un deseo que iba más allá de la razón y la realidad, y ese único deseo siempre sería él, sin dudarlo ni por trece décadas. 


Pero el tiempo de todos se acaba, algún día como todo empieza, todo culmina. Cuando los cielos truenen y el viento ruja, tan solo mantente firme. Porque la eternidad, incluso para nosotros, a veces, no lo era para siempre. “No jures para siempre, simplemente jura por hoy, mañana jura nuevamente”






La duda creciente en mi interior se profana inmediatamente castigando a mis ruidosos e incesantes pensamientos que logran quitar la calma que procedía a mí alrededor. Con paso apresurado y postura firme, cruzo el umbral de la puerta, nunca dejando atrás mi superioridad altanera. 


- ¡Son una amenaza! – Exclama Uriel, el que todo lo cuida. Sus incomprensibles peticiones son más que ruidos incansables en mis oídos. 


- ¡Escuchen! – La razón y coherencia vuelve a mí, y como nunca, el pánico azota mi interior fuertemente –, No podemos ir contra ellos. 


- Zoe, lo siento pero debemos terminar con ellos, son ordenes del Señor – Explica ágil y calmadamente Miguel, pero era imposible, ni él me haría dejar ir a quién amaba. 


- ¡No! Nadie morirá, nadie caerá en pena mientras yo esté aquí – Me opuse entre ellos elevando mi postura entre todos, yo también tenía voto en cualquier propuesta de los cielos. 


- ¡Esto no recae en nosotros Zoe! – Una voz se eleva pero mi atención está completamente registrada en la disputa, no dejaría que nada les ocurra –. Son unos corruptos.


- ¡No me importa! No todos son así, y si debo hacer hasta lo imposible porque ello no suceda, lo haré, las alas no me tiemblan – Encesté mi mirada fulminante en cada uno de ellos, dentro del cuerpo de Arcángeles era la única mujer, pero a pesar de todo, mi voz se haría escuchar por sobre todos. 


- Escucha tus palabras, y comprende, él ya no está aquí, morirá – El único que entendía los acertijos y rebeliones de mi mente, y por ende hasta los más grandes miedos y temores que usaría en mi contra. 


- Entiendan, mientras yo pertenezca al cuerpo de Arcángeles, los humanos prevalecerán – Afirmé justa, nadie comprendía mi pesar por ellos, pero esto iba más allá del que alguna vez fue mío, ninguno de ellos había experimentado en carne propia lo que un humano si, ninguno de ellos había ascendido a los cielos luego de dejar su cuerpo y permanecer en alma, ninguno como yo, ninguno como Dios. 


- Tal vez, no lo pertenecerás más – Exclamó entre los ocho. 


- Si así lo desean.



Mis pasos resonaron en todo su esplendor llegando a ser bruscos y detonantes, la tela de mis prendas que hacía contacto con el blanquecino debajo suyo,  se elevó por la velocidad de mi caminar y como todo lo demás mis cabellos rojizos se alzaron por mi delgada espalda al descubierto, detallando más mis orbes claros. Con un último paso las puertas de los cielos se abrieron ante mí implorando mi pasar entre ellas. 


- Aunque no lo quieras querida Zoe, este será el final.


Mis alas se alzan, el gris del comienzo se expande cada vez oscureciéndose a través del camino, demostrando fortaleza y superioridad, sufrimiento y vida, y elevan imponiendo fuerza ante las palabras y el futuro, ante lo incierto y lo callado, lo esperado e inesperado, ante ellos y ante mí. 


Como un abismo mi mente se precipitaba a ordenar ideas, pensamientos claros y oscuros, ¿Qué sería de mí dejando todo lo que se me había otorgando? Nunca sobreviviría plena ante la vida, tampoco serviría a mi Padre misericordioso, pero lo que si obtendría sería el amor, un sentimiento de agobio incesante de emociones inexplicables que intentarían llenar el vació de lo que dejaría aquí. Solo necesitaba una razón, una tentación que corrompa mi alma pura e intachable, mi serenidad y devoción por mis seres, por Dios. La calma me recorrió como una corriente eléctrica y en esos momentos supe que se avecinaba. 


- Revélate… - Exclame con potencia observando a mí alrededor, ¿Quién osaba a seguirme?


- Arcángel Zoe, hay otras maneras – Por la eternidad calmo y pasivo razonante e imponente, Miguel alumbraba siempre el camino a la devoción de nuestros seres. 


- ¡¿Cómo te atreves a exponerte en mi mente?! – Azoté a si mismo contra una presión celestial que lo abatió.

 
- ¡Zoe! – Exclamó acercándose a mí figura que nunca se rendiría, si yo no me respetaba aquí nadie lo haría –, La guerra no es contra nosotros, no tientes a los nuestros – Espetó observando mi rostro detenidamente, estaba asegurándose de poder comprender qué sentía, algo que difícilmente era descubierto entre nosotros. 


- Lo siento – Comuniqué gélidamente sintiendo como cada partícula de mi cuerpo de sumía a la tranquilidad junto a su mirada. 


- Espero que podamos platicar pacíficamente, como lo que somos – Sus alas se batieron, era increíble  como en mí azotaba la calma.


- Comienza… 


- He oído tus emociones aclamar en tu mente, un llamado de auxilio en la misericordia de tu alma – Expresó sincero y abatido - Nada se puede contra el Señor, pero si así tu lo deseas, puedo ayudarte en tu camino cuidando tus pasos sobre la humanidad. 


- ¿Y cómo piensas hacerlo? Nadie ha cuestionado al Padre, mucho menos contra una decisión que arriesgaría a sus propios hijos, sangre de su sangre – Hablo aún menos convencida –. Mi trabajo está aquí por ello pienso renunciar a él.


- ¡No sucumbirás a los infiernos! – Gritó atemorizado, siglos compartiendo el aura divina, nunca podría desprenderme tan fácilmente. 


- Si eso es lo que debo… 


Sus llamativos ojos aclamaron los míos por última vez exponiendo en mí un sentimiento de rendición, de impotencia y dolor que habitaba intranquilamente. Y como una llama que prendía desde mi interior, la sensatez se adueñó de mi cuerpo, nunca podría tentar a los cielos, no como él lo hizo, pero algo tendría que suceder, que llegaran a comprender que era imposible eliminar a toda una raza, a todo un pueblo lleno de seres diferentes, únicos y bellos. Algunos corruptos otros no, algunos serenos y puros, otros no, pero de igual manera sendos eran equivalente a los ojos de cualquier ser. 


Necesitaba encontrarlo, salvarlo de entre tanta agonía y prohibición, tenía que volver a mi lado, de cualquier manera posible.