Never enough {Niall Horan.

Emma se desliza lentamente por la puerta hasta quedar sentada en el suelo con las piernas flexionadas contra su pecho. Sin hacerse esperar, las lágrimas comienzan a deslizarse  libremente por sus pálidas mejillas. Piensa cuantas veces esas cuatro paredes han visto la misma escena repetirse día tras día. Sin embargo, ella en su interior sabe que hoy todo va a ser diferente.
Levanta la manga izquierda de su pullover, dejando al descubierto su brazo con cicatrices antiguas y heridas recientes, aún abiertas. Desliza lentamente las yemas de sus dedos por cada una de ellas, sintiendo la áspera piel bajo su tacto. Cierra sus ojos y comienza a recordar las razones que la llevaron a autolesionarse. Nuevas lágrimas comienzan a deslizarse por su rostro, pero esta vez en forma torrencial. Recuerda las constantes burlas. Cada palabra que parecía una puñalada y terminaba sangrando en sus muñecas.
Nunca fue suficiente. Nunca fue lo suficientemente linda, inteligente, simpática, delgada, sociable, y la lista continuaba así extensamente. Muchas veces se preguntaba qué había mal en ella, porqué no podía ser como las demás. Pero cada día las personas a su alrededor le hacían recordar todos y cada uno de sus defectos, incluso su familia. A veces solo quería que todo acabara de una vez, pero como siempre, no era lo suficientemente valiente cómo para hacerlo.
Se levanta con las pocas fuerzas que aún posee y se sitúa frente al espejo. Rápidamente cubre su rostro con sus manos. Odia la imagen que éste le devuelve. Sus manos se dirigen hacia la base de su pullover y lo sube hasta el comienzo de su busto. Lo primero que observa son las cicatrices que se extienden por gran parte de la pálida piel de su vientre. Para luego dirigir su mirada hacia las costillas y huesos de la pelvis que sobresalen notablemente. A pesar de ello siente que está gorda. O por lo menos eso es lo que todos se encargaron de demostrarle. Ella jamás estuvo gorda, de hecho, su peso siempre estuvo por debajo de lo normal. Sin embargo, a partir de ello, la comida se convirtió en un nuevo enemigo para ella. Por lo que la casi nula cantidad de comida que ingería salía siempre por donde entraba.  
¿Amigos? Podría decirse que casi no conocía esa palabra ya que nadie se acercaba a ella, a no ser que fuera para burlarse. Sin embargo, sería una sería una mentira decir que no tenía amigos, ya que estaba él. Niall James Horan. Era la única persona, que desde un primer momento, se acercó a ella amablemente, sin ninguna intención de degradarla. Los recuerdos de cómo lo conoció inundan su mente.


Emma se encontraba en su casillero buscando los libros para su primera clase. Una vez que los tuvo en sus manos, cerró el casillero y se dispuso a caminar rápidamente hacia el aula para conseguir un lugar al fondo de la clase y pasar lo más desapercibida posible. Pero no pudo dar siquiera un paso cuando sintió que alguien la empujaba fuertemente.
Cuando estuvo en el suelo con todos los libros y hojas dispersos a su alrededor, pudo ver a las causantes de su caída. Ellas se miraron entre sí y comenzaron a reírse, para luego irse, dejándola allí. Emma pensó con tristeza;  año nuevo, misma mierda.
Suspiró pesadamente y se levantó del suelo. Comenzó a levantar las hojas y libros, pero un te ayudo, la hizo detener en su cometido. Miró frente a ella y sus ojos chocaron con dos hermosas orbes celestes. Quedó desconcertada, no solo por aquella maravillosa mirada, sino también porque él se había acercado para ayudarla. Se dio cuenta que jamás había visto ese chico antes, debía ser nuevo.
Una voz con un acento particular que no logró descifrar de dónde sería, interrumpió sus pensamientos.
- ¿Estás bien? - preguntó el chico, mientras comenzaba a recoger los papeles.
- S-i, si estoy bien.
- Alguien debería hacerles saber cuánto pueden llegar a dañar a una persona con sus “bromas” - dijo despectivamente.
- Si… supongo... - contestó sin darle mucha importancia a su comentario.
- ¿Supones?- dijo encarcando su ceja izquierda.
- Quiero decir… - hizo una pequeña pausa - te ves como la clase de chico que encajaría perfectamente en el grupo de ellas - indicó señalando despreciativamente hacia el lugar donde segundos antes se encontraban.
Rápidamente se dio cuenta que lo había dicho en voz alta y quiso taparse la boca.
- Claramente lo dices porque no me conoces - murmuró mientras le entregaba todas las hojas cuidadosamente ordenadas.
- L-lo si-siento - trató de disculparse, avergonzada. Era la primera persona que no se acercaba con el fin de burlase y ella lo trataba de petulante. ¡Brillante Emma!
- No tienes que disculparte - le sonrió.  
Emma pensó que esa sonrisa podría fácilmente iluminar hasta el más gris de los días.
- Por cierto soy Niall, Niall Horan.  
- Emma Walker - le dedicó una pequeña sonrisa - ¿Eres nuevo, cierto?
- Sí, hace unos días me mude aquí. Estoy en un intercambio.  Soy de Mullingar, Irlanda - hizo una pausa y miró en dirección hacia el pasillo abarrotado de alumnos, donde se encontraban las aulas - Podrías decirme cuál es el aula 15-B.
- Claro, también voy allí.  
Ambos chicos comenzaron a caminar, hasta perderse entre la multitud de estudiantes.


Sonríe al darse cuenta cómo se había equivocado al juzgar a Niall. Él era el chico más tierno y dulce que alguien pudiera conocer. Pronto entendió la frase despreciativa con que había se había referido hacia las chicas que la maltrataban. Él también había pasado por las situaciones que Emma vivía constantemente, por ello había aceptado hacer el intercambio.
Siempre estuvo con ella en las buenas y en las malas. La defendió cuando se burlaban de ella y estuvo para consolarla cuando lo necesitó. Rápidamente se enamoró de él. De hecho desde el primer momento que lo vio, percibió que se convertiría en alguien especial para ella. Sin embargo siempre supo que jamás iba ser lo suficientemente buena para él. Se merecía a alguien mejor; más linda, sociable, divertida, fuerte, agradable. No ella y su oscuridad.
Este último pensamiento la regresa abruptamente a la realidad. Camina lentamente hacia la pequeña mesa que se encuentra frente al espejo. Abre uno de los cajones y revuelve entre su contenido hasta encontrar lo que busca. El filo de la cuchilla casi brilla ante sus ojos.
Regresa hacia la puerta y se desliza nuevamente hasta sentarse en el suelo. Sin esperar, desliza la cuchilla suavemente hasta lograr un corte de gran longitud. Pequeños puntos rojos pasan a convertirse rápidamente en una línea espesa sangrante. Roza nuevamente su muñeca, pero esta vez en un corte más profundo. Vuelve a hundir la cuchilla en su fina piel una, dos, tres veces más. Y sigue así hasta que su brazo se encuentra marcado casi en su totalidad. Realiza el mismo procedimiento en su otro brazo. Para luego dirigir la cuchilla hacia su abdomen donde efectúa, también, numerosos cortes. En el frío suelo comienzan a caer pequeñas gotas color carmín, uniéndose lentamente hasta llegar a formar un charco de sangre.
Este era el único dolor que ella podía controlar. Aunque, ya hacía un tiempo, se había dado cuenta que el alivio que le proporcionaba no era suficiente. Simplemente no podía seguir más, estaba luchando una guerra perdida. Lo intentó y lo intentó. Pero sabía que todo había terminado, no había nada más que hacer. Toda la luz en su interior se había apagado.
Decide que ya es hora. Se levanta y busca lo que es para ella su último alivio. Toma con las manos temblorosas el frasco repleto de pastillas que se encuentra muy bien escondido por ella. Un nudo se forma en su garganta y sus ojos comienzan a humedecerse nuevamente. Piensa irónicamente que no había vivido mucho y a la vez había vivido demasiado. Abre el pequeño frasco y comienza a ingerirlas en pequeñas cantidades hasta que éste queda completamente vacío. Deja que el  frasco se deslice por sus manos hasta caer en el suelo, quebrándose en pequeñas piezas.
Pasados unos minutos, tal vez horas, no lo sabe con exactitud, comienza a sentir cómo las pocas fuerzan que tiene van abandonándola. Su vista comienza a nublarse, siente su cuerpo flotar y todo se vuelve de color oscuro. Le parece escuchar cómo alguien golpea la puerta, pero no le presta importancia. Sus párpados no responden, le cuesta respirar. Siente de nuevo esa oscuridad espesa, asfixiante, que la envuelve entre sus etéreos brazos. A lo lejos, puede escuchar el azote de la puerta y cómo alguien grita su nombre. Para luego caer en una profunda oscuridad.


Los únicos ruidos que pueden escucharse en la habitación son los sollozos del chico y el sonido intermitente proveniente del monitor cardíaco. Blancas paredes rodean la cama donde yace Emma, en un estado casi exánime, rodeada por numerosos cables y  tubos. A un lado de la cama se encuentra una pequeña silla, ocupada por el chico de cabellos rubios. Su mirada se encuentra perdida en un punto inexacto de la habitación. Fuera de ella pueden escucharse llantos desconsolados de los padres y familiares de la chica.  
La mirada celeste vacía del chico se posa en Emma. Primero observa su bello rostro, sus ojos se encuentran cerrados. Casi parece que estuviera en un pacifico sueño, de no ser por su desolado semblante. Luego dirige su mirada a los brazos, encontrándose con las incontables marcas rojas que se extienden por todo ellos. Comienza a llorar desconsoladamente, sin poder evitarlo. Se pregunta cómo es que no se había dado cuenta de todo aquello. Se siente culpable, una basura. Él sabía cómo sufría por culpa de personas perversas que le hacían daño. En esos momentos quiere gritar desesperadamente.
Se desploma sobre el cuerpo de la chica, llorando con tortura. Tiene miedo. Está aterrorizado de perderla. El la ama. Desde el primer momento en que su mirada se cruzo con la verdosa de ella percibió que iba a convertirse en alguien importante en su vida. Pero jamás había tenido el coraje de decírselo. ¿Por qué? Por una simple razón, tenía miedo. Tenía miedo que ella no sintiera lo mismo y fuera rechazado, y su hermosa amistad terminara. Por lo que decidió guardar sus sentimientos y no perderla jamás. Juró estar con Emma siempre que lo necesitara para apoyarla, defenderla y no permitir que nadie le hiciera daño. Pero evidentemente había fallado. En ese momento el odio hacia sí mismo es indescriptible. Más lágrimas comienzan a caer por su rostro, pero esta vez hay dolor y rabia en ellas.    
- Yo te amo Emma - le dice entre sollozos - Jamás te lo dije porque fui un maldito cobarde que temía perderte. Pero ahora sé que puedo perderte para siempre y yo soy el culpable. No estuve cuando me necesitaste, si hubiera estado junto a ti nada de esto hubiera pasado.
Jadea, tratando de recuperar el aliento para poder hablar con claridad.
- Tienes que ser fuerte, para poder salir de esto y podamos estar juntos por el resto de nuestras vidas. Juro que jamás voy a permitir que alguien vuelva a dañarte y voy a estar para abrazarte cada vez que decaigas en tu inseguridad. Jamás vas a volver a hacerte daño a ti misma. Eres la persona más maravillosa y hermosa que he podido conocer... - hace una breve pausa - Solo tienes que ser fuerte por favor - y apoya su cabeza sobre el hombro de la chica.  
En ese momento, el sonido intermitente proveniente del monitor cardíaco se convierte en un sonido fijo y continuo. Niall levanta la cabeza exaltado y observa la gráfica en la pequeña pantalla. En ella puede contemplarse cómo las líneas que subían y bajaban momentos antes, comienzan a transformarse en líneas rectas.
Como si todo pasara en cámara lenta ante sus ojos, ve cómo un grupo de enfermeros entran a la habitación y le piden que salga de allí. Afuera toda la familia de la chica se desespera rápidamente y el llanto se hace más doloroso, si es que esto es posible.
Durante unos minutos, de la habitación en la que se encuentra Emma entran y salen médicos y enfermeros con expresiones indescifrables. Todos en la sala de espera aguardan noticas con sus corazones destrozados.
Luego de un rato, por fin un médico sale de la habitación. El hombre se dirige con la mirada hacia donde se encuentran Niall y los familiares de Emma.
- ¿Familiares de la paciente Emma Walker?
Todos asienten, nadie se atreve a decir si quiera una palabra.
- Lamento informarles que la paciente Emma Walker falleció...
En ese momento, todo sonido cesa para Niall. Ve a los familiares de la chica llorando atormentadamente, al médico que sigue hablando con los padres, que se encuentran destrozados, pero no hay ningún sonido. Siente que el mundo se le cae encima y algo en su interior se quiebra. Es ahí cuando el chico cae sin fuerzas al suelo y comienza a llorar y gritar desconsoladamente.
La había perdido para siempre.
Y ella nuevamente no había sido suficiente. No fue lo suficientemente fuerte para seguir, como él le había pedido.