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El duque - Adaptación [Nick&Tu]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: El duque - Adaptación [Nick&Tu]
Gracias por los coments,
Bienvenidas a las nuevas lectoras ...
en vdd si les esta gustando, si quieren que la siga???
si si mas tarde subo cap
las quiero <3
Bienvenidas a las nuevas lectoras ...
en vdd si les esta gustando, si quieren que la siga???
si si mas tarde subo cap
las quiero <3
Andiie
Re: El duque - Adaptación [Nick&Tu]
ESO NO SE PREGUNTS ES OBVIO QUE QUERMOS K LA SIGAS!!!
ME ENCANTARON LOS CAPS!!!! AWWWWW!!!
ESTUVIERON SUPER HIPER MEGA WOWSSS!!!!
SIGUELA!!!!!
ME ENCANTARON LOS CAPS!!!! AWWWWW!!!
ESTUVIERON SUPER HIPER MEGA WOWSSS!!!!
SIGUELA!!!!!
Just Me! Melissa! :)
Re: El duque - Adaptación [Nick&Tu]
Quiero que Nicholas vuelva a ver a la Rayis, me encanta la pareja que hacen (bueno, la que me imgino que hacen, ya que no han hablado mucho :P )
Cuando lei el cap se me vino una idea a la mente... y si el prometido de la Rayis (no me acuerdo su nombre) esta con ella por su dinero? es decir, Nicholas es el primogenito de su padre, y por ende, el heredero de toda la fortuna de este, dejando al tipo (de vuelta no recuerdo el nombre) practicamente en la calle... verdad?
siguela!!!!!
Cuando lei el cap se me vino una idea a la mente... y si el prometido de la Rayis (no me acuerdo su nombre) esta con ella por su dinero? es decir, Nicholas es el primogenito de su padre, y por ende, el heredero de toda la fortuna de este, dejando al tipo (de vuelta no recuerdo el nombre) practicamente en la calle... verdad?
siguela!!!!!
eli_jonatika
Re: El duque - Adaptación [Nick&Tu]
eli_jonatika escribió:Quiero que Nicholas vuelva a ver a la Rayis, me encanta la pareja que hacen (bueno, la que me imgino que hacen, ya que no han hablado mucho :P )
Cuando lei el cap se me vino una idea a la mente... y si el prometido de la Rayis (no me acuerdo su nombre) esta con ella por su dinero? es decir, Nicholas es el primogenito de su padre, y por ende, el heredero de toda la fortuna de este, dejando al tipo (de vuelta no recuerdo el nombre) practicamente en la calle... verdad?
siguela!!!!!
Tienes razon, eres adivina o ya la leiste?
hahaha es broma,
pero si tienes razon talves es por eso,
pero no lo dire hahaha xd
Andiie
Re: El duque - Adaptación [Nick&Tu]
CAPITULO 2 - Parte 2
Quizá sería mejor que no volviese. No le haría ningún bien ver de nuevo a la señorita Welsley.
Paró sin problemas un coche de alquiler y le dio la dirección de su padre al cochero. No tenía ningún sentido retrasarlo más. Cuanto antes acabara con aquel asunto, antes podría disponer de la fortuna de su padre, la mayor parte de la cual éste le había robado a su madre, y regresar a Escocia. Ya había visto bastante del mundo de más allá de Loch Glenshea, lo suficiente para toda la vida. Haría las necesarias reparaciones en el castillo y las tierras, y pasaría el resto de su existencia como un rico terrateniente y señor. Era la vida para la que estaba hecho, y no para ser un caballero inglés.
Tal vez hasta algún día llegara a casarse.
«Quizás una chica a la que le guste la poesía podría apreciar la belleza de las Highlands», le tentó una voz dentro de la cabeza.
Suspiró. Bonita manera de no pensar en cierta chica inglesa de ojos de cierva.
Era inútil incluso pensarlo. No había nada que le pudiera hacer creer que la señorita Welsley hubiera tenido el menor interés por él, y tampoco nada que asegurase que su interés por ella continuaría después de conocerla mejor. Probablemente nunca la volvería a ver. De hecho, se esforzaría porque así fuese.
Mientras el coche avanzaba por el barrio llamado Mayfair, Nicholas se preguntó cómo se le podía haber ocurrido a su padre la idea de vivir en Escocia. Era cierto que Escocia no carecía de castillos y grandes haciendas, pero Mayfair era el seno de la aristocracia inglesa, y cada casa parecía más espléndida que la anterior. Ante él pasaban grandes muros de piedra con columnas griegas y más ventanas de las que una persona podía contar con los de dedos de las manos y los pies. En Inglaterra existía un impuesto sobre las ventanas. La mayor parte de ese impuesto debía de recaudarse en Mayfair.
El coche se detuvo finalmente y Nicholas bajó. Lanzó una rápida ojeada a la casa antes de volverse hacia el cochero.
—¿Estáis seguro de que es aquí?
—Ésta es la dirección que me habéis dado, señor —afirmó el cochero.
Nicholas tragó saliva con fuerza y asintió con la cabeza.
—Gracias. —Le lanzó unas cuantas monedas y avanzó hacia la casa, con el paquete del libro aún bajo el brazo.
Nunca supo cómo consiguió que las piernas le llevaran hasta la puerta. Le temblaban de tal manera que incluso se sorprendió de mantenerse en pie, y mucho más de poder moverse. Tenía que ser un error. ¡Aquella casa, aquella casa increíble no podía ser suya!
La verja de hierro se abrió con un ligero toque, mostrándole una vista completa de la mansión Brahm.
Era enorme; varios pisos se alzaban en estilo neoclásico: un gran templo griego que exigía la admiración de todos aquellos que lo contemplaban. Estaba construida con gran-des bloques de piedra de un tono dorado y constaba de tres pisos. Altas columnas se erguían en la parte frontal entre las ventanas y flanqueando las grandes puertas de roble.
Un camino de gravilla cortaba un jardín de césped de un verde intenso, tan espeso que parecía terciopelo. No se veía ni una mala hierba ni un matorral, excepto por los in-maculados setos recortados con formas de animales situados ante la casa.
Había recorrido tres cuartas partes del sendero que conducía a la puerta cuando oyó el golpeteo de cascos de caballo acercándose por detrás rápidamente. Se volvió y vio a un caballo con un jinete lanzándose sobre él.
—¡Fuera del paso! —gritó el jinete, con el humor de un hombre acostumbrado a que los demás cumplan su voluntad.
Nicholas no esperó a que se lo repitiera. Se lanzó hacia un lado esquivando por poco
al caballo. Aterrizó sobre el césped con tanta fuerza que se le cortó la respiración.
¡Maldito estúpido! ¡Aquel idiota podría haberle matado!
Inspiró hondo y se puso en pie; sacudió el sombrero y se lo volvió a poner. Esperaba que la casera de donde se alojaba supiera quitar las manchas de hierba, porque tenía un oscuro manchón a lo largo del costado de su abrigo nuevo. Su abuela habría dado una buena reprimenda al imprudente jinete.
Era evidente que el jinete o bien trabajaba en la casa o bien era un invitado. Como nuevo duque de Brahm, Nicholas le diría a aquel gamberro exactamente lo que opinaba sobre ser atropellado en su propio jardín. Sentía un profundo desagrado por la gente que no respetaba a los demás. Le habían educado para ser amable.
Malhumorado y con expresión seria, Nicholas continuó hacia la casa a paso más ligero. Llamó con la aldaba y esperó, controlando su enfado, a que le permitieran entrar.
La puerta se abrió, mostrando a un mayordomo vestido de austero negro. El hombre parecía un estudio pictórico sobre la ausencia de color. Pelo cano, tez blanca, ojos pálidos y ropa de un profundo negro. A Nicholas le hizo pensar en un tablero de ajedrez.
—¿Sí? —entonó. Su voz era tan neutra como el resto.
—Deseo ver a la duquesa —respondió Nicholas con tanta cortesía como podía mostrar un hombre que había estado a punto de ser atropellado.
La fría mirada del mayordomo lo recorrió de arriba abajo, notando las manchas de césped en los pantalones y el abrigo. Era evidente que no le gustó lo que vio.
—La duquesa no se halla en casa hoy. Buenos días.
La puerta casi se le cerró en las narices antes de que Nicholas se diera cuenta de que lo estaban echando. Rápidamente, puso la mano para impedir que la puerta se cerrara. El mayordomo le lanzó una mirada de odio.
—Sed tan amable de retirar la mano, señor. Si tenéis algo que vender, llamad a la puerta de servicio.
Nicholas frunció el entrecejo. Podía ser que estuviera un poco desarreglado, gracias al loco del caballo, y sus ropas podían no estar a la última moda, pero ¡seguro que no pa-recía un vulgar buhonero!
—No vendo nada —masculló con los dientes apretados.
—Entonces, a no ser que tengáis una tarjeta que dejar para mi señora, os sugiero que volváis en otro momento —dijo el anciano, empujando la puerta.
El buen humor de Nicholas se había agotado. ¿Qué diablos pasaba en aquel país olvidado de Dios? ¡Incluso los sirvientes creían ser mejores que nadie!
—Soy —rugió Nicholas— el duque de Brahm y ésta es mi casa, y a no ser que queráis empezar a buscaros un nuevo empleo por la mañAndy, me dejaréis entrar ahora mismo.
Bueno, eso sin duda había captado la atención del mayordomo. La puerta se abrió en el acto y el mayordomo lo contempló con una mezcla de horror y miedo.
—¿Quién decís que sois?
Nicholas se quitó el sombrero y entró en la casa, mirando furiosamente al hombrecillo.
—Soy Nicholas MacLaughlin de Glenshea, el primogénito y heredero de Ethan Fitzgerald. ¿Y quién sois vos?
—Pe... perdonadme, mi señor —dijo, haciendo una reverencia—. Soy Peters.
El mayordomo lo miraba de una manera diferente. Los claros ojos le brillaban con lo que parecían lágrimas. Si aquel carcamal empezaba a sollozar, Nicolas lo golpearía; en cuanto superara el sentimiento de culpa por haberle hecho llorar.
—Dios mío, pero si sois igual que él —murmuró Peters.
Nicholas no necesitó que le dijera de quién hablaba.
—No es cierto —replicó sin pensar, con voz cortante—. ¿Por qué no me mostráis dónde puedo esperar a la duquesa?
Demonios, acababa de poner los pies en la casa y ya estaba comportándose como si fuera el señor de la mansión. Normalmente se avergonzaría de usar su posición social para intimidar a otra persona, pero aún estaba demasiado enfadado para preocuparse por el llorón de Peters y sus sentimientos.
—Por aquí, mi señor. —Peters cruzó el recibidor con paso rápido—. ¿Puedo decir que es un honor conoceros finalmente, excelencia?
—Mm —gruñó Nicholas, sin atreverse a hablar.
Paró sin problemas un coche de alquiler y le dio la dirección de su padre al cochero. No tenía ningún sentido retrasarlo más. Cuanto antes acabara con aquel asunto, antes podría disponer de la fortuna de su padre, la mayor parte de la cual éste le había robado a su madre, y regresar a Escocia. Ya había visto bastante del mundo de más allá de Loch Glenshea, lo suficiente para toda la vida. Haría las necesarias reparaciones en el castillo y las tierras, y pasaría el resto de su existencia como un rico terrateniente y señor. Era la vida para la que estaba hecho, y no para ser un caballero inglés.
Tal vez hasta algún día llegara a casarse.
«Quizás una chica a la que le guste la poesía podría apreciar la belleza de las Highlands», le tentó una voz dentro de la cabeza.
Suspiró. Bonita manera de no pensar en cierta chica inglesa de ojos de cierva.
Era inútil incluso pensarlo. No había nada que le pudiera hacer creer que la señorita Welsley hubiera tenido el menor interés por él, y tampoco nada que asegurase que su interés por ella continuaría después de conocerla mejor. Probablemente nunca la volvería a ver. De hecho, se esforzaría porque así fuese.
Mientras el coche avanzaba por el barrio llamado Mayfair, Nicholas se preguntó cómo se le podía haber ocurrido a su padre la idea de vivir en Escocia. Era cierto que Escocia no carecía de castillos y grandes haciendas, pero Mayfair era el seno de la aristocracia inglesa, y cada casa parecía más espléndida que la anterior. Ante él pasaban grandes muros de piedra con columnas griegas y más ventanas de las que una persona podía contar con los de dedos de las manos y los pies. En Inglaterra existía un impuesto sobre las ventanas. La mayor parte de ese impuesto debía de recaudarse en Mayfair.
El coche se detuvo finalmente y Nicholas bajó. Lanzó una rápida ojeada a la casa antes de volverse hacia el cochero.
—¿Estáis seguro de que es aquí?
—Ésta es la dirección que me habéis dado, señor —afirmó el cochero.
Nicholas tragó saliva con fuerza y asintió con la cabeza.
—Gracias. —Le lanzó unas cuantas monedas y avanzó hacia la casa, con el paquete del libro aún bajo el brazo.
Nunca supo cómo consiguió que las piernas le llevaran hasta la puerta. Le temblaban de tal manera que incluso se sorprendió de mantenerse en pie, y mucho más de poder moverse. Tenía que ser un error. ¡Aquella casa, aquella casa increíble no podía ser suya!
La verja de hierro se abrió con un ligero toque, mostrándole una vista completa de la mansión Brahm.
Era enorme; varios pisos se alzaban en estilo neoclásico: un gran templo griego que exigía la admiración de todos aquellos que lo contemplaban. Estaba construida con gran-des bloques de piedra de un tono dorado y constaba de tres pisos. Altas columnas se erguían en la parte frontal entre las ventanas y flanqueando las grandes puertas de roble.
Un camino de gravilla cortaba un jardín de césped de un verde intenso, tan espeso que parecía terciopelo. No se veía ni una mala hierba ni un matorral, excepto por los in-maculados setos recortados con formas de animales situados ante la casa.
Había recorrido tres cuartas partes del sendero que conducía a la puerta cuando oyó el golpeteo de cascos de caballo acercándose por detrás rápidamente. Se volvió y vio a un caballo con un jinete lanzándose sobre él.
—¡Fuera del paso! —gritó el jinete, con el humor de un hombre acostumbrado a que los demás cumplan su voluntad.
Nicholas no esperó a que se lo repitiera. Se lanzó hacia un lado esquivando por poco
al caballo. Aterrizó sobre el césped con tanta fuerza que se le cortó la respiración.
¡Maldito estúpido! ¡Aquel idiota podría haberle matado!
Inspiró hondo y se puso en pie; sacudió el sombrero y se lo volvió a poner. Esperaba que la casera de donde se alojaba supiera quitar las manchas de hierba, porque tenía un oscuro manchón a lo largo del costado de su abrigo nuevo. Su abuela habría dado una buena reprimenda al imprudente jinete.
Era evidente que el jinete o bien trabajaba en la casa o bien era un invitado. Como nuevo duque de Brahm, Nicholas le diría a aquel gamberro exactamente lo que opinaba sobre ser atropellado en su propio jardín. Sentía un profundo desagrado por la gente que no respetaba a los demás. Le habían educado para ser amable.
Malhumorado y con expresión seria, Nicholas continuó hacia la casa a paso más ligero. Llamó con la aldaba y esperó, controlando su enfado, a que le permitieran entrar.
La puerta se abrió, mostrando a un mayordomo vestido de austero negro. El hombre parecía un estudio pictórico sobre la ausencia de color. Pelo cano, tez blanca, ojos pálidos y ropa de un profundo negro. A Nicholas le hizo pensar en un tablero de ajedrez.
—¿Sí? —entonó. Su voz era tan neutra como el resto.
—Deseo ver a la duquesa —respondió Nicholas con tanta cortesía como podía mostrar un hombre que había estado a punto de ser atropellado.
La fría mirada del mayordomo lo recorrió de arriba abajo, notando las manchas de césped en los pantalones y el abrigo. Era evidente que no le gustó lo que vio.
—La duquesa no se halla en casa hoy. Buenos días.
La puerta casi se le cerró en las narices antes de que Nicholas se diera cuenta de que lo estaban echando. Rápidamente, puso la mano para impedir que la puerta se cerrara. El mayordomo le lanzó una mirada de odio.
—Sed tan amable de retirar la mano, señor. Si tenéis algo que vender, llamad a la puerta de servicio.
Nicholas frunció el entrecejo. Podía ser que estuviera un poco desarreglado, gracias al loco del caballo, y sus ropas podían no estar a la última moda, pero ¡seguro que no pa-recía un vulgar buhonero!
—No vendo nada —masculló con los dientes apretados.
—Entonces, a no ser que tengáis una tarjeta que dejar para mi señora, os sugiero que volváis en otro momento —dijo el anciano, empujando la puerta.
El buen humor de Nicholas se había agotado. ¿Qué diablos pasaba en aquel país olvidado de Dios? ¡Incluso los sirvientes creían ser mejores que nadie!
—Soy —rugió Nicholas— el duque de Brahm y ésta es mi casa, y a no ser que queráis empezar a buscaros un nuevo empleo por la mañAndy, me dejaréis entrar ahora mismo.
Bueno, eso sin duda había captado la atención del mayordomo. La puerta se abrió en el acto y el mayordomo lo contempló con una mezcla de horror y miedo.
—¿Quién decís que sois?
Nicholas se quitó el sombrero y entró en la casa, mirando furiosamente al hombrecillo.
—Soy Nicholas MacLaughlin de Glenshea, el primogénito y heredero de Ethan Fitzgerald. ¿Y quién sois vos?
—Pe... perdonadme, mi señor —dijo, haciendo una reverencia—. Soy Peters.
El mayordomo lo miraba de una manera diferente. Los claros ojos le brillaban con lo que parecían lágrimas. Si aquel carcamal empezaba a sollozar, Nicolas lo golpearía; en cuanto superara el sentimiento de culpa por haberle hecho llorar.
—Dios mío, pero si sois igual que él —murmuró Peters.
Nicholas no necesitó que le dijera de quién hablaba.
—No es cierto —replicó sin pensar, con voz cortante—. ¿Por qué no me mostráis dónde puedo esperar a la duquesa?
Demonios, acababa de poner los pies en la casa y ya estaba comportándose como si fuera el señor de la mansión. Normalmente se avergonzaría de usar su posición social para intimidar a otra persona, pero aún estaba demasiado enfadado para preocuparse por el llorón de Peters y sus sentimientos.
—Por aquí, mi señor. —Peters cruzó el recibidor con paso rápido—. ¿Puedo decir que es un honor conoceros finalmente, excelencia?
—Mm —gruñó Nicholas, sin atreverse a hablar.
Andiie
Re: El duque - Adaptación [Nick&Tu]
CAPITULO 2 - Parte 3
El salón recibidor de la mansión era tan impresionante como el exterior, con el pulido suelo de mármol y estatuas de tamaño natural de dioses y diosas griegas. Nicholas agradeció que Peters fuera delante de él y no pudiera verle mover la cabeza de lado a lado para contemplar asombrado las bellas esculturas y los cuadros que le rodeaban.
¿Y todo aquello era suyo? Resultaba demasiado increíble para ser cierto.
Peters lo condujo a una pequeña salita pintada de blanco y rosa. La decoración era muy femenina, muy de casa de muñecas. Obviamente era una sala usada exclusivamente por una mujer.
Sentada en un elegante sofá se hallaba una minúscula mujer de pelo castaño que comenzaba a canear. Llevaba un vestido negro y tenía un pañuelo negro arrugado en el puño.
—Excelencia —dijo el mayordomo suavemente, como si le desagradara molestarla cuando se hallaba obviamente turbada—. Hay alguien que desea veros.
Nicholas esperó a que la mujer alzara la cabeza. No lo hizo. Era como si no hubiera oído nada.
Peters se sonrojó al no encontrar respuesta.
—¿Excelencia? —dijo en voz más alta.
Esta vez la mujer lo oyó. Se podía leer sorpresa en su rostro cuando volvió la mirada hacia ellos.
—¿Sí, Peters? —Su tono era esperanzado. ¿Habría estado esperándolo?, se preguntó Nicholas. ¿O era que cualquier interrupción en su pena la animaba?
El mayordomo se apartó para que ella pudiera ver a Nicholas.
—El duque está aquí, excelencia.
Posiblemente Peters podría haber elegido una mejor manera de presentarlo. La mención de la palabra «duque» hizo que se iluminara de placer el rostro de la mujer, hasta que inmediatamente se dio cuenta de que el duque al que Peters se refería no podía ser su esposo. La decepción y el dolor que ensombrecieron sus delicados rasgos al volver el rostro hacia él, produjeron en Nicholas una dolorosa sensación.
La mujer lo miró como si estuviera viendo a un fantasma.
—Oh, Dios mío —murmuró, apretando el pañuelo contra su seno—. Eres el hijo de Ethan.
Resultaba difícil no compadecer a la mujer, que tan evidentemente turbada se sentía por su aparición.
—Lo soy, duquesa Brahm —repuso Nicholas, con una reverencia.
Ella se puso en pie y se acercó a él con las manos extendidas.
—Oh, no debes llamarme por mi título. Llámame Hester. —Le tomó la mano que él tenía libre—. Después de todo, debería haber sido tu madrastra.
Que dijera «debería haber sido» indicó a Nicolas que Hester sabía algo del comportamiento de su padre para con su madre y que no lo aprobaba del todo, un hecho que inmediatamente le ganó su simpatía.
—Deseo disculparme si mi llegada os ha causado algún pesar —dijo Nicholas mientras se dirigía hacia el pequeño sofá, que parecía como si fuera a romperse bajo su peso.
—Tonterías —repuso Hester mientras se sentaban—. No hace falta que te diga que nos sorprendimos mucho. Me temo que no sabía nada de ti hasta justo antes de morir Ethan. —Se secó los ojos.
—Pero hace un momento... Quiero decir, pensaba que lo sabíais.
—No. —Hester negó con la cabeza, mientras le sonreía comprensivamente—. Ethan, tu padre, me lo confesó todo en su lecho de muerte. Me sentí... muy contrariada al descubrir que te mantuvieron alejado de nosotros durante todos estos años.
¿Alejado de ellos? Lo decía como si a Nicholas no le hubieran permitido visitarlo en lugar de no desear su visita.
—¿Nosotros? —Ella no podía esperar que él creyera que su padre realmente había querido verlo alguna vez.
—Sí. Tu hermano, tu hermana y yo.
¡Hermanos! ¡Nicholas no podía dar crédito a sus oídos! Toda su vida había querido tener un hermano o una hermana, alguien con quien compartir su mezclada herencia angloescocesa y que le entendiera.
Pero su hermano y su hermana no eran como él. Eran ingleses.
—Sí. Tienes una hermana, Marie, y un hermano llamado Richard —le explicó Hester, sonriendo amablemente ante su evidente sorpresa.
En aquel preciso instante, la puerta de la sala se abrió y entró corriendo una joven de unos dieciséis o diecisiete años. Llevaba un vestido lavanda pálido, un color adecuado para el medio luto, y el cabello tostado le caía por la espalda formando una masa de pesados rizos y lazos rosa.
—¿Es realmente él? —gritó, y se quedó inmóvil cuando su mirada cayó sobre Nicholas.
Cuando sus miradas se encontraron, fue como un golpe directo. Excepto por el hecho de que los ojos de la muchacha eran de un azul sorprendente, no era posible negar que era su hermana, porque se parecía tanto a Nicholas como podía parecérsele una chica sin dejar de ser encantadora.
Nicholas se puso en pie a tiempo para agarrarla cuando ella se le tiró a los brazos con un alegre «¡Oh!». No había esperado una recepción así. No se esperaba amabilidad.
Sin saber muy bien qué hacer, contestó al exuberante abrazo de Marie con otro mucho más torpe, y luego dio un paso atrás para contemplarla.
—Estoy tan contenta de que estés aquí —dijo ella—. Cuando padre nos habló de ti, no podía creer que tuviera otro hermano, y ¡además escocés! ¡Me gusta tanto vuestro poeta, el señor Burns!
A Nicholas se le escapó una risita.
—Nosotros también apreciamos mucho a Robbie, gracias.
La expresión de Marie se entristeció y le aparecieron unas ojeras negras. Eso le recordó a Nicholas que aunque su hermana lo recibiera con alegría, aún seguía llorando a su padre. Sólo habían pasado unos meses desde la muerte de Ethan Fitzgerald, pero había sido una larga enfermedad la que le había llevado a la tumba, cosa que suavizó ligeramente el impacto de su muerte.
—Bueno, bueno —dijo una voz desde el otro lado de la habitación—. Si no me equivoco, diría que mi hermano mayor por fin ha llegado.
La voz era suave y educada, rígidamente correcta, pero algo en ella produjo un escalofrío a Nicholas.
Se volvió hacia la puerta desde donde un hombre, un poco más joven y más bajo que él, le observaba con una mirada de resentimiento.
Richard Fitzgerald tenía los ojos azules de su padre, pero nada más. En todo lo demás era la viva imagen de su madre: pelo cobrizo y rasgos agradables. Nicholas se preguntó si ésa era la razón por la que los ojos de su hermano se entrecerraron cuando contempló su aspecto. Por mucho que despreciara a su padre, su madre siempre le había dicho que era igual que él.
Marie fue saltando hacia Richard, ignorante de la tensión que había entre los dos jóvenes.
—¡Oh, Richard! ¿No es maravilloso? —exclamó, tomándolo de la mano y llevándolo hacia Nicholas— ¿Y no es igual que papá?
Richard irradiaba hostilidad y Nicolas no le podía culpar por ello. El joven debía de haberse pasado toda la vida pensando que él sería el próximo duque, y de repente le arrebataba el título un hermano cuya existencia desconocía.
Cuando se acercó, Nicholas se dio cuenta de que Richard era el jinete loco que le había hecho tirarse al césped. Cualquier compasión que hubiera podido sentir hacia su hermano desapareció rápidamente. '
Era evidente que Richard había llegado a la misma conclusión.
—Esto... —dijo, con un ligero toque de burla en la voz—. Eres el tipo al que casi atropello en el jardín, ¿no es cierto?
—¿Qué? —exclamó Hester, poniéndose en pie—. Richard, ¿en qué estabas pensando?
Richard sonrió a su madre, pero Nicholas notó que sus ojos no sonreían.
—No me esperaba que hubiera nadie caminando por el sendero, mamá. Además —su mirada se desplazó hacia Nicholas—, no ha pasado nada, ¿eh, hermano?
—Nada. —Nicolas apretó los labios con fuerza.
—Y no es que no te puedas permitir un abrigo nuevo ahora que eres el duque —prosiguió Richard.
Sus ojos eran duros como piedras mientras que su voz era des-preocupada y jovial—. De todas formas, pido disculpas por mi mal comportamiento. —Le ofreció la mano a Nicholas.
Nicholas la aceptó.
—Y yo pido disculpas por haber nacido antes —repuso en un tono tan alegre como el de su hermano. Pero le dio la mano con un mínimo de fuerza, para que supiera que no le había engañado con su falsa cordialidad.
Por un instante, Richard dejó caer su máscara y Nicholas vio lo dolido y furioso que estaba. Oh, sí, su padre tenía mucho de lo que responder. Quizás él y su hermano pudieran encontrar algún terreno común en la rabia que ambos sentían contra su padre.
—Me he tomado la libertad de ordenar que prepararan una habitación para ti —comentó Hester cuando Nicholas soltó la mano de su hermano—. Lo único que necesitáis es enviar a por tus cosas.
—No quisiera molestar... —Nicholas fue interrumpido por Hester y Marie, que insistían en que se quedase. Después de todo, era su casa.
Tenía que admitir que le gustaría tener la oportunidad de llegar a conocerlas mejor, y hallaba una cierta satisfacción en dormir bajo aquel techo, sabiendo que su padre probablemente se removería en su tumba con sólo pensar en ello.
—Debes quedarte —insistió Hester—. Me niego a aceptar una negativa. Es tu casa y debes tratarla como tal, empezando por unirte a nosotros en la cena de esta noche. La prometida de Richard y sus padres también estarán presentes.
A Richard se le veía claramente incómodo.
—Estoy seguro de que mi hermano tiene mejores cosas que hacer esta noche, mamá.
—Al contrario —le informó Nicholas con una gran sonrisa, sin hacer caso del sentimiento de culpa que le roía el estómago—. Estaré encantado.
¿Y todo aquello era suyo? Resultaba demasiado increíble para ser cierto.
Peters lo condujo a una pequeña salita pintada de blanco y rosa. La decoración era muy femenina, muy de casa de muñecas. Obviamente era una sala usada exclusivamente por una mujer.
Sentada en un elegante sofá se hallaba una minúscula mujer de pelo castaño que comenzaba a canear. Llevaba un vestido negro y tenía un pañuelo negro arrugado en el puño.
—Excelencia —dijo el mayordomo suavemente, como si le desagradara molestarla cuando se hallaba obviamente turbada—. Hay alguien que desea veros.
Nicholas esperó a que la mujer alzara la cabeza. No lo hizo. Era como si no hubiera oído nada.
Peters se sonrojó al no encontrar respuesta.
—¿Excelencia? —dijo en voz más alta.
Esta vez la mujer lo oyó. Se podía leer sorpresa en su rostro cuando volvió la mirada hacia ellos.
—¿Sí, Peters? —Su tono era esperanzado. ¿Habría estado esperándolo?, se preguntó Nicholas. ¿O era que cualquier interrupción en su pena la animaba?
El mayordomo se apartó para que ella pudiera ver a Nicholas.
—El duque está aquí, excelencia.
Posiblemente Peters podría haber elegido una mejor manera de presentarlo. La mención de la palabra «duque» hizo que se iluminara de placer el rostro de la mujer, hasta que inmediatamente se dio cuenta de que el duque al que Peters se refería no podía ser su esposo. La decepción y el dolor que ensombrecieron sus delicados rasgos al volver el rostro hacia él, produjeron en Nicholas una dolorosa sensación.
La mujer lo miró como si estuviera viendo a un fantasma.
—Oh, Dios mío —murmuró, apretando el pañuelo contra su seno—. Eres el hijo de Ethan.
Resultaba difícil no compadecer a la mujer, que tan evidentemente turbada se sentía por su aparición.
—Lo soy, duquesa Brahm —repuso Nicholas, con una reverencia.
Ella se puso en pie y se acercó a él con las manos extendidas.
—Oh, no debes llamarme por mi título. Llámame Hester. —Le tomó la mano que él tenía libre—. Después de todo, debería haber sido tu madrastra.
Que dijera «debería haber sido» indicó a Nicolas que Hester sabía algo del comportamiento de su padre para con su madre y que no lo aprobaba del todo, un hecho que inmediatamente le ganó su simpatía.
—Deseo disculparme si mi llegada os ha causado algún pesar —dijo Nicholas mientras se dirigía hacia el pequeño sofá, que parecía como si fuera a romperse bajo su peso.
—Tonterías —repuso Hester mientras se sentaban—. No hace falta que te diga que nos sorprendimos mucho. Me temo que no sabía nada de ti hasta justo antes de morir Ethan. —Se secó los ojos.
—Pero hace un momento... Quiero decir, pensaba que lo sabíais.
—No. —Hester negó con la cabeza, mientras le sonreía comprensivamente—. Ethan, tu padre, me lo confesó todo en su lecho de muerte. Me sentí... muy contrariada al descubrir que te mantuvieron alejado de nosotros durante todos estos años.
¿Alejado de ellos? Lo decía como si a Nicholas no le hubieran permitido visitarlo en lugar de no desear su visita.
—¿Nosotros? —Ella no podía esperar que él creyera que su padre realmente había querido verlo alguna vez.
—Sí. Tu hermano, tu hermana y yo.
¡Hermanos! ¡Nicholas no podía dar crédito a sus oídos! Toda su vida había querido tener un hermano o una hermana, alguien con quien compartir su mezclada herencia angloescocesa y que le entendiera.
Pero su hermano y su hermana no eran como él. Eran ingleses.
—Sí. Tienes una hermana, Marie, y un hermano llamado Richard —le explicó Hester, sonriendo amablemente ante su evidente sorpresa.
En aquel preciso instante, la puerta de la sala se abrió y entró corriendo una joven de unos dieciséis o diecisiete años. Llevaba un vestido lavanda pálido, un color adecuado para el medio luto, y el cabello tostado le caía por la espalda formando una masa de pesados rizos y lazos rosa.
—¿Es realmente él? —gritó, y se quedó inmóvil cuando su mirada cayó sobre Nicholas.
Cuando sus miradas se encontraron, fue como un golpe directo. Excepto por el hecho de que los ojos de la muchacha eran de un azul sorprendente, no era posible negar que era su hermana, porque se parecía tanto a Nicholas como podía parecérsele una chica sin dejar de ser encantadora.
Nicholas se puso en pie a tiempo para agarrarla cuando ella se le tiró a los brazos con un alegre «¡Oh!». No había esperado una recepción así. No se esperaba amabilidad.
Sin saber muy bien qué hacer, contestó al exuberante abrazo de Marie con otro mucho más torpe, y luego dio un paso atrás para contemplarla.
—Estoy tan contenta de que estés aquí —dijo ella—. Cuando padre nos habló de ti, no podía creer que tuviera otro hermano, y ¡además escocés! ¡Me gusta tanto vuestro poeta, el señor Burns!
A Nicholas se le escapó una risita.
—Nosotros también apreciamos mucho a Robbie, gracias.
La expresión de Marie se entristeció y le aparecieron unas ojeras negras. Eso le recordó a Nicholas que aunque su hermana lo recibiera con alegría, aún seguía llorando a su padre. Sólo habían pasado unos meses desde la muerte de Ethan Fitzgerald, pero había sido una larga enfermedad la que le había llevado a la tumba, cosa que suavizó ligeramente el impacto de su muerte.
—Bueno, bueno —dijo una voz desde el otro lado de la habitación—. Si no me equivoco, diría que mi hermano mayor por fin ha llegado.
La voz era suave y educada, rígidamente correcta, pero algo en ella produjo un escalofrío a Nicholas.
Se volvió hacia la puerta desde donde un hombre, un poco más joven y más bajo que él, le observaba con una mirada de resentimiento.
Richard Fitzgerald tenía los ojos azules de su padre, pero nada más. En todo lo demás era la viva imagen de su madre: pelo cobrizo y rasgos agradables. Nicholas se preguntó si ésa era la razón por la que los ojos de su hermano se entrecerraron cuando contempló su aspecto. Por mucho que despreciara a su padre, su madre siempre le había dicho que era igual que él.
Marie fue saltando hacia Richard, ignorante de la tensión que había entre los dos jóvenes.
—¡Oh, Richard! ¿No es maravilloso? —exclamó, tomándolo de la mano y llevándolo hacia Nicholas— ¿Y no es igual que papá?
Richard irradiaba hostilidad y Nicolas no le podía culpar por ello. El joven debía de haberse pasado toda la vida pensando que él sería el próximo duque, y de repente le arrebataba el título un hermano cuya existencia desconocía.
Cuando se acercó, Nicholas se dio cuenta de que Richard era el jinete loco que le había hecho tirarse al césped. Cualquier compasión que hubiera podido sentir hacia su hermano desapareció rápidamente. '
Era evidente que Richard había llegado a la misma conclusión.
—Esto... —dijo, con un ligero toque de burla en la voz—. Eres el tipo al que casi atropello en el jardín, ¿no es cierto?
—¿Qué? —exclamó Hester, poniéndose en pie—. Richard, ¿en qué estabas pensando?
Richard sonrió a su madre, pero Nicholas notó que sus ojos no sonreían.
—No me esperaba que hubiera nadie caminando por el sendero, mamá. Además —su mirada se desplazó hacia Nicholas—, no ha pasado nada, ¿eh, hermano?
—Nada. —Nicolas apretó los labios con fuerza.
—Y no es que no te puedas permitir un abrigo nuevo ahora que eres el duque —prosiguió Richard.
Sus ojos eran duros como piedras mientras que su voz era des-preocupada y jovial—. De todas formas, pido disculpas por mi mal comportamiento. —Le ofreció la mano a Nicholas.
Nicholas la aceptó.
—Y yo pido disculpas por haber nacido antes —repuso en un tono tan alegre como el de su hermano. Pero le dio la mano con un mínimo de fuerza, para que supiera que no le había engañado con su falsa cordialidad.
Por un instante, Richard dejó caer su máscara y Nicholas vio lo dolido y furioso que estaba. Oh, sí, su padre tenía mucho de lo que responder. Quizás él y su hermano pudieran encontrar algún terreno común en la rabia que ambos sentían contra su padre.
—Me he tomado la libertad de ordenar que prepararan una habitación para ti —comentó Hester cuando Nicholas soltó la mano de su hermano—. Lo único que necesitáis es enviar a por tus cosas.
—No quisiera molestar... —Nicholas fue interrumpido por Hester y Marie, que insistían en que se quedase. Después de todo, era su casa.
Tenía que admitir que le gustaría tener la oportunidad de llegar a conocerlas mejor, y hallaba una cierta satisfacción en dormir bajo aquel techo, sabiendo que su padre probablemente se removería en su tumba con sólo pensar en ello.
—Debes quedarte —insistió Hester—. Me niego a aceptar una negativa. Es tu casa y debes tratarla como tal, empezando por unirte a nosotros en la cena de esta noche. La prometida de Richard y sus padres también estarán presentes.
A Richard se le veía claramente incómodo.
—Estoy seguro de que mi hermano tiene mejores cosas que hacer esta noche, mamá.
—Al contrario —le informó Nicholas con una gran sonrisa, sin hacer caso del sentimiento de culpa que le roía el estómago—. Estaré encantado.
Andiie
Re: El duque - Adaptación [Nick&Tu]
Jaja no me agrada ritch..
Amo a nick :)
Siguela please no seas mala
:)
Amo a nick :)
Siguela please no seas mala
:)
#Fire Rouge..*
Re: El duque - Adaptación [Nick&Tu]
Odio a Richard es tan dios ni siquiera puedo decir la palabra como se le ocurre hacerle eso a nick que bobis que es pro
pero SEGUIIIIIIIIIIILAAAAAAAA PLZZZ SEGUILAAA :)
pero SEGUIIIIIIIIIIILAAAAAAAA PLZZZ SEGUILAAA :)
raqel d' Jonas(NJJ<3
Re: El duque - Adaptación [Nick&Tu]
Nueva lectoraa! hhah al fin leo!
esta buenisimaaaaa
chanchanchan cuando ____ y Nick se vean
Y cuando Richar se entere que tambn le quitara la esposa juajajajjaja
SIGUELAAAAA
esta buenisimaaaaa
chanchanchan cuando ____ y Nick se vean
Y cuando Richar se entere que tambn le quitara la esposa juajajajjaja
SIGUELAAAAA
Creadora
Re: El duque - Adaptación [Nick&Tu]
oh q bn! me imagino la cara de nicholas cuando sepa q la prometida de su "hermano" es la rayis :twisted:
manuh♥
Re: El duque - Adaptación [Nick&Tu]
Lo primero que voy a decir es... quien rayos cobra impuestos por las ventanas? jajajaja no se les ocurria que cobrar acaso? SON VENTANAS! jajajaja
Desde ya, Marie y Hester me parecen exelentes personas, me agradan bastante, y esta demas aclarar que muchisimo mas que Richard ¬¬. Comparto la opinion de Nicholas, a mi tampoco me agradan las personas que no tienen respeto por los demas, me criaron de la misma manera que a el (cpn respecto a lo de ser amable)
Me alegro mucho de que Hester y Marie lo hayan recibido con tanta amabilidad y simpatia, y en particular me agrada Marie, se ve que tiene mucho en comun con Nicholas, incluso mas alla de su aspecto fisico.
Me fascino esta novela, siguela!!!!!
P.D.: acerte!! jajajaja
Desde ya, Marie y Hester me parecen exelentes personas, me agradan bastante, y esta demas aclarar que muchisimo mas que Richard ¬¬. Comparto la opinion de Nicholas, a mi tampoco me agradan las personas que no tienen respeto por los demas, me criaron de la misma manera que a el (cpn respecto a lo de ser amable)
Me alegro mucho de que Hester y Marie lo hayan recibido con tanta amabilidad y simpatia, y en particular me agrada Marie, se ve que tiene mucho en comun con Nicholas, incluso mas alla de su aspecto fisico.
Me fascino esta novela, siguela!!!!!
P.D.: acerte!! jajajaja
eli_jonatika
Re: El duque - Adaptación [Nick&Tu]
Aw muchas gracias por sus coments
Bienvenidas a las niñas nuevas :D
hahaha por sus coments veo que ya a todas
les cae bien mal Richard? ,,, a quien no,
y como avance la nove les caera peor xD just saying
ahorita subo caps
Bienvenidas a las niñas nuevas :D
hahaha por sus coments veo que ya a todas
les cae bien mal Richard? ,,, a quien no,
y como avance la nove les caera peor xD just saying
ahorita subo caps
Andiie
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