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El Infierno De Zayn Malik y Tu ~HOT~
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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El Infierno De Zayn Malik y Tu ~HOT~
[ Sinopsis
Una novela profunda y sugerente, llena de intriga, seducción y perdón. Tan enigmática como la identidad de su autor… El misterioso y atractivo profesor Zayn Malik, reconocido especialista en Dante, es un hombre torturado por su pasado y orgulloso del prestigio que ha conseguido, aunque también es consciente de que es un imán para el pecado y, especialmente, para la lujuria. Cuando la virtuosa _____ Mitchell se matricula en el máster que Zayn imparte en la Universidad de Toronto, la vida de éste cambia irrevocablemente. La relación que mantiene con su nueva alumna lo obligará a enfrentarse a sus demonios personales y lo conducirá a una fascinante exploración del sexo, el amor y la redención. Con ingenio y sarcasmo, el autor cuenta la odisea de Zayn a través de su particular infierno de tentación y amor prohibido. ][/center]
Una novela profunda y sugerente, llena de intriga, seducción y perdón. Tan enigmática como la identidad de su autor… El misterioso y atractivo profesor Zayn Malik, reconocido especialista en Dante, es un hombre torturado por su pasado y orgulloso del prestigio que ha conseguido, aunque también es consciente de que es un imán para el pecado y, especialmente, para la lujuria. Cuando la virtuosa _____ Mitchell se matricula en el máster que Zayn imparte en la Universidad de Toronto, la vida de éste cambia irrevocablemente. La relación que mantiene con su nueva alumna lo obligará a enfrentarse a sus demonios personales y lo conducirá a una fascinante exploración del sexo, el amor y la redención. Con ingenio y sarcasmo, el autor cuenta la odisea de Zayn a través de su particular infierno de tentación y amor prohibido. ][/center]
TRES COMENTARIOS Y SUBO EL PRIMER CAPITULO <3
kathemalik1003
Re: El Infierno De Zayn Malik y Tu ~HOT~
Capitulo 1:
— ¿Señorita Mitchell? La voz del profesor Zayn Malik atravesó el aula en dirección a la atractiva joven de cabello castaño sentada en las últimas filas. Perdida en sus pensamientos, o en la traducción, tenía la cabeza gacha, mientras tomaba notas frenéticamente en su cuaderno. Diez pares de ojos se volvieron hacia ella y contemplaron su cara pálida, sus largas pestañas y sus delgados dedos, que sostenían un bolígrafo. Luego, esos mismos diez pares de ojos se volvieron hacia el profesor, que permanecía inmóvil y había empezado a fruncir el cejo. Su actitud mordaz contrastaba vivamente con la atractiva simetría de sus rasgos: con sus ojos, grandes y expresivos, y su boca de labios gruesos. Era uno de esos hombres guapos de aspecto duro, pero en esos momentos su gesto amargo y severo estropeaba el efecto. —Ejem. Una tos discreta a su derecha llamó la atención de la joven, que levantó la vista hacia el estudiante de anchos hombros sentado a su lado. Sonriendo, éste señaló con la mirada hacia el profesor. Ella siguió el recorrido de su mirada y se encontró con unos ojos castaños y muy enfadados. Tragó saliva audiblemente. —Estoy esperando una respuesta, señorita Mitchell. Si le apetece unirse a la clase —añadió, con una voz tan glacial como su mirada. El resto de alumnos del seminario se revolvieron inquietos en sus asientos y se dirigieron miradas furtivas. En éstas se leían preguntas del tipo « ¿Qué mosca le ha picado?», pero ninguno dijo nada. (Porque es de sobra conocido que los licenciados odian enfrentarse a sus profesores sobre el tema que sea, no digamos ya por una falta de educación.) La joven abrió la boca para contestar, pero cambió de opinión en seguida y la cerró, sin apartar la vista en ningún momento de aquellos imperturbables ojos castaños. Los de ella estaban tan abiertos que le daban aspecto de conejito asustado. — ¿Habla nuestro idioma, señorita Mitchell? —se burló el profesor. A una chica morena sentada a la derecha de él se le escapó la risa, aunque trató de disimularla con una tos poco convincente. Todos los ojos volvieron a dirigirse hacia el conejito asustado, que se había ruborizado furiosamente y que agachó la cabeza, apartando la vista del profesor. —Dado que la señorita Mitchell parece estar asistiendo a un seminario paralelo en un idioma distinto, ¿tal vez alguien sería tan amable de responder a mi pregunta? La belleza morena sentada a su lado estuvo encantada de hacerlo. Se volvió hacia él y le dirigió una sonrisa deslumbrante, mientras respondía a su pregunta con todo detalle, gesticulando mucho con las manos mientras citaba a Dante en italiano. Al terminar, dedicó una sonrisa ácida a la recién llegada, se volvió de nuevo hacia el señor Malik y suspiró. Lo único que le faltó fue rodar un poco por el suelo y frotarse contra su pierna para demostrarle que nada la haría más feliz que ser su mascota. (Aunque a él no le habría gustado nada que lo hiciera.) El profesor frunció el cejo de manera casi imperceptible a nadie en particular y se volvió para escribir en la pizarra. El conejito asustado parpadeó con fuerza varias veces mientras seguía tomando apuntes, pero gracias a Dios no lloró. Más tarde, mientras el señor Malik seguía hablando sin parar sobre el conflicto entre güelfos y gibelinos, un trozo de papel doblado apareció sobre el diccionario de italiano del conejito asustado. Al principio ella no se dio cuenta, pero un nuevo «Ejem» hizo que se volviera hacia el guapo joven sentado a su lado. Esta vez él le dedicó una sonrisa más amplia y le señaló la nota con los ojos. Al verla, ella parpadeó sorprendida. Vigilando la espalda del profesor, que no dejaba de rodear con círculos palabras italianas, se llevó la nota al regazo y la abrió discretamente. Malik es un asno. Aunque nadie que no hubiera estado observándola se habría dado cuenta, al leer la nota se ruborizó de un modo distinto. Le aparecieron dos nubes de color rosa en las mejillas mientras sonreía. No fue una sonrisa de las que dejan los dientes al descubierto, ni de las que hacen aparecer arrugas de expresión ni hoyuelos, pero era una sonrisa. Se volvió hacia su vecino, que le sonrió a su vez, franco y amistoso. — ¿Algo divertido que quiera compartir con nosotros, señorita Mitchell? Los ojos de la nueva alumna se abrieron aterrorizados y la sonrisa de su nuevo amigo desapareció de su cara al volverse para mirar al profesor. Sin atreverse a enfrentarse al señor Malik, ella bajó la cabeza y se quedó inmóvil, mordisqueándose el labio inferior. —Ha sido culpa mía, profesor. Le estaba preguntando por qué página íbamos —dijo el chico, tratando de protegerla. —Una pregunta poco apropiada para un estudiante que está preparando el doctorado, Liam. Pero ya que lo preguntas, estamos empezando el primer canto. Espero que seas capaz de encontrarlo sin la ayuda de la señorita Mitchell. Ah, y ¿señorita Mitchell? La cola del conejito asustado tembló un poco al levantar la vista hacia él. —La espero en mi despacho después de clase. Al acabar el seminario, ____ Mitchell guardó apresuradamente el trozo de papel dentro del diccionario de italiano, junto a la entrada de la palabra asino, asno. —Siento lo que ha pasado. Soy Liam Payne —la saludó su amable compañero, tendiéndole una enorme mano. La joven se la estrechó y Liam se maravilló de lo pequeña que era la de ella comparada con la suya. Podría rompérsela con sólo doblar la muñeca. —Hola, Liam. Yo soy ____. ____ Mitchell. —Encantado de tenerte por aquí, ____. Siento que Malik se haya comportado como un gilipollas. Ahora entenderás por qué su apodo es El Profesor, con mayúscula —dijo él, con no poco sarcasmo. Ella se ruborizó levemente y volvió a centrarse en sus libros. —Eres nueva, ¿no? —continuó Liam, ladeando la cabeza para mirarla. —Acabo de llegar de la Universidad de Saint Joseph. Él asintió como si la conociera. — ¿Has venido a hacer un curso de doctorado? —Sí. —Señalando hacia las primeras filas, añadió—: Ya sé que no lo parece, pero teóricamente estoy estudiando para especializarme en Dante. El chico soltó un silbido de admiración. —Entonces, ¿estás aquí por Malik? Ella asintió y, al fijarse en su cuello, Liam se dio cuenta de que el pulso se le aceleraba. Como no encontraba una explicación para ello, se olvidó del tema, aunque más tarde volvería a acordarse. —Tiene un carácter difícil, por lo que no tiene demasiados alumnos, pero es mi director de tesis. Y también el de Christa Peterson, ya la conoces. — ¿Christa? —La coqueta de la primera fila. Es su otra alumna de doctorado, aunque su auténtico objetivo es convertirse en la futura señora Malik. Acaba de llegar y ya le hace galletas, se deja caer por su despacho, le envía mensajes telefónicos. Es increíble. ____ asintió, pero no dijo nada. —Christa no parece consciente de la estricta política de no confraternización de la Universidad de Toronto —explicó Liam, que fue recompensado con una sonrisa preciosa. Se dijo que iba a tener que hacer sonreír a ____ Mitchell más a menudo. Pero eso tendría que esperar, de momento. —Será mejor que vayas. Quería verte después de clase y te estará esperando. ____ guardó sus cosas a toda prisa en la vieja mochila L. L. Bean que la había acompañado desde su primer año en la universidad. —Ejem, no sé dónde está su despacho. —Cuando salgas, gira a la izquierda y luego gira otra vez a la izquierda. El suyo es el último, al final del pasillo. Buena suerte y, si no nos vemos antes, hasta la próxima clase. Ella le dedicó una sonrisa agradecida y salió del aula. Al doblar la esquina, vio que El Profesor había dejado la puerta del despacho abierta. Se quedó delante, nerviosa, dudando sobre si llamar primero o asomar la cabeza directamente. Tras unos segundos de duda, se decidió por la primera opción. Armándose de valor, respiró hondo, contuvo el aliento y levantó el puño. Justo entonces, oyó: —Siento no haberte devuelto la llamada. ¡Estaba en clase! — exclamó la voz enfadada que ya empezaba a resultarle familiar. Se hizo un breve silencio antes de que volviera a hablar—: ¡Porque era el primer seminario de este curso, idiota, y porque la última vez que hablé con ella me dijo que estaba bien! ____ se apartó de la puerta. Al parecer, el señor Malik estaba hablando por teléfono, gritándole a alguien. No quería ser su siguiente víctima, así que decidió huir y afrontar las consecuencias más tarde. Pero justo entonces lo oyó sollozar. Fue un sonido ronco, desgarrador, que le llegó al alma, impidiéndole marcharse. — ¡Claro que habría querido estar allí! La quería. Claro que habría querido estar allí. Le llegó otro sollozo desde detrás de la puerta—. No sé a qué hora llegaré. Diles que voy de camino. Iré al aeropuerto y tomaré el primer avión que salga, pero no sé cuándo llegaré. Otra pausa. —Lo sé. Diles que lo siento. Que lo siento mucho... —Su voz se perdió entre sollozos y _____ lo oyó colgar el teléfono.
Dado a que nadie comento decidi subir el pri,er capitulo para haber si se emocionan por la novela se los aseguro chocas es una novela muy lindaaa y Yo les avisareee si hay capitulos hott
— ¿Señorita Mitchell? La voz del profesor Zayn Malik atravesó el aula en dirección a la atractiva joven de cabello castaño sentada en las últimas filas. Perdida en sus pensamientos, o en la traducción, tenía la cabeza gacha, mientras tomaba notas frenéticamente en su cuaderno. Diez pares de ojos se volvieron hacia ella y contemplaron su cara pálida, sus largas pestañas y sus delgados dedos, que sostenían un bolígrafo. Luego, esos mismos diez pares de ojos se volvieron hacia el profesor, que permanecía inmóvil y había empezado a fruncir el cejo. Su actitud mordaz contrastaba vivamente con la atractiva simetría de sus rasgos: con sus ojos, grandes y expresivos, y su boca de labios gruesos. Era uno de esos hombres guapos de aspecto duro, pero en esos momentos su gesto amargo y severo estropeaba el efecto. —Ejem. Una tos discreta a su derecha llamó la atención de la joven, que levantó la vista hacia el estudiante de anchos hombros sentado a su lado. Sonriendo, éste señaló con la mirada hacia el profesor. Ella siguió el recorrido de su mirada y se encontró con unos ojos castaños y muy enfadados. Tragó saliva audiblemente. —Estoy esperando una respuesta, señorita Mitchell. Si le apetece unirse a la clase —añadió, con una voz tan glacial como su mirada. El resto de alumnos del seminario se revolvieron inquietos en sus asientos y se dirigieron miradas furtivas. En éstas se leían preguntas del tipo « ¿Qué mosca le ha picado?», pero ninguno dijo nada. (Porque es de sobra conocido que los licenciados odian enfrentarse a sus profesores sobre el tema que sea, no digamos ya por una falta de educación.) La joven abrió la boca para contestar, pero cambió de opinión en seguida y la cerró, sin apartar la vista en ningún momento de aquellos imperturbables ojos castaños. Los de ella estaban tan abiertos que le daban aspecto de conejito asustado. — ¿Habla nuestro idioma, señorita Mitchell? —se burló el profesor. A una chica morena sentada a la derecha de él se le escapó la risa, aunque trató de disimularla con una tos poco convincente. Todos los ojos volvieron a dirigirse hacia el conejito asustado, que se había ruborizado furiosamente y que agachó la cabeza, apartando la vista del profesor. —Dado que la señorita Mitchell parece estar asistiendo a un seminario paralelo en un idioma distinto, ¿tal vez alguien sería tan amable de responder a mi pregunta? La belleza morena sentada a su lado estuvo encantada de hacerlo. Se volvió hacia él y le dirigió una sonrisa deslumbrante, mientras respondía a su pregunta con todo detalle, gesticulando mucho con las manos mientras citaba a Dante en italiano. Al terminar, dedicó una sonrisa ácida a la recién llegada, se volvió de nuevo hacia el señor Malik y suspiró. Lo único que le faltó fue rodar un poco por el suelo y frotarse contra su pierna para demostrarle que nada la haría más feliz que ser su mascota. (Aunque a él no le habría gustado nada que lo hiciera.) El profesor frunció el cejo de manera casi imperceptible a nadie en particular y se volvió para escribir en la pizarra. El conejito asustado parpadeó con fuerza varias veces mientras seguía tomando apuntes, pero gracias a Dios no lloró. Más tarde, mientras el señor Malik seguía hablando sin parar sobre el conflicto entre güelfos y gibelinos, un trozo de papel doblado apareció sobre el diccionario de italiano del conejito asustado. Al principio ella no se dio cuenta, pero un nuevo «Ejem» hizo que se volviera hacia el guapo joven sentado a su lado. Esta vez él le dedicó una sonrisa más amplia y le señaló la nota con los ojos. Al verla, ella parpadeó sorprendida. Vigilando la espalda del profesor, que no dejaba de rodear con círculos palabras italianas, se llevó la nota al regazo y la abrió discretamente. Malik es un asno. Aunque nadie que no hubiera estado observándola se habría dado cuenta, al leer la nota se ruborizó de un modo distinto. Le aparecieron dos nubes de color rosa en las mejillas mientras sonreía. No fue una sonrisa de las que dejan los dientes al descubierto, ni de las que hacen aparecer arrugas de expresión ni hoyuelos, pero era una sonrisa. Se volvió hacia su vecino, que le sonrió a su vez, franco y amistoso. — ¿Algo divertido que quiera compartir con nosotros, señorita Mitchell? Los ojos de la nueva alumna se abrieron aterrorizados y la sonrisa de su nuevo amigo desapareció de su cara al volverse para mirar al profesor. Sin atreverse a enfrentarse al señor Malik, ella bajó la cabeza y se quedó inmóvil, mordisqueándose el labio inferior. —Ha sido culpa mía, profesor. Le estaba preguntando por qué página íbamos —dijo el chico, tratando de protegerla. —Una pregunta poco apropiada para un estudiante que está preparando el doctorado, Liam. Pero ya que lo preguntas, estamos empezando el primer canto. Espero que seas capaz de encontrarlo sin la ayuda de la señorita Mitchell. Ah, y ¿señorita Mitchell? La cola del conejito asustado tembló un poco al levantar la vista hacia él. —La espero en mi despacho después de clase. Al acabar el seminario, ____ Mitchell guardó apresuradamente el trozo de papel dentro del diccionario de italiano, junto a la entrada de la palabra asino, asno. —Siento lo que ha pasado. Soy Liam Payne —la saludó su amable compañero, tendiéndole una enorme mano. La joven se la estrechó y Liam se maravilló de lo pequeña que era la de ella comparada con la suya. Podría rompérsela con sólo doblar la muñeca. —Hola, Liam. Yo soy ____. ____ Mitchell. —Encantado de tenerte por aquí, ____. Siento que Malik se haya comportado como un gilipollas. Ahora entenderás por qué su apodo es El Profesor, con mayúscula —dijo él, con no poco sarcasmo. Ella se ruborizó levemente y volvió a centrarse en sus libros. —Eres nueva, ¿no? —continuó Liam, ladeando la cabeza para mirarla. —Acabo de llegar de la Universidad de Saint Joseph. Él asintió como si la conociera. — ¿Has venido a hacer un curso de doctorado? —Sí. —Señalando hacia las primeras filas, añadió—: Ya sé que no lo parece, pero teóricamente estoy estudiando para especializarme en Dante. El chico soltó un silbido de admiración. —Entonces, ¿estás aquí por Malik? Ella asintió y, al fijarse en su cuello, Liam se dio cuenta de que el pulso se le aceleraba. Como no encontraba una explicación para ello, se olvidó del tema, aunque más tarde volvería a acordarse. —Tiene un carácter difícil, por lo que no tiene demasiados alumnos, pero es mi director de tesis. Y también el de Christa Peterson, ya la conoces. — ¿Christa? —La coqueta de la primera fila. Es su otra alumna de doctorado, aunque su auténtico objetivo es convertirse en la futura señora Malik. Acaba de llegar y ya le hace galletas, se deja caer por su despacho, le envía mensajes telefónicos. Es increíble. ____ asintió, pero no dijo nada. —Christa no parece consciente de la estricta política de no confraternización de la Universidad de Toronto —explicó Liam, que fue recompensado con una sonrisa preciosa. Se dijo que iba a tener que hacer sonreír a ____ Mitchell más a menudo. Pero eso tendría que esperar, de momento. —Será mejor que vayas. Quería verte después de clase y te estará esperando. ____ guardó sus cosas a toda prisa en la vieja mochila L. L. Bean que la había acompañado desde su primer año en la universidad. —Ejem, no sé dónde está su despacho. —Cuando salgas, gira a la izquierda y luego gira otra vez a la izquierda. El suyo es el último, al final del pasillo. Buena suerte y, si no nos vemos antes, hasta la próxima clase. Ella le dedicó una sonrisa agradecida y salió del aula. Al doblar la esquina, vio que El Profesor había dejado la puerta del despacho abierta. Se quedó delante, nerviosa, dudando sobre si llamar primero o asomar la cabeza directamente. Tras unos segundos de duda, se decidió por la primera opción. Armándose de valor, respiró hondo, contuvo el aliento y levantó el puño. Justo entonces, oyó: —Siento no haberte devuelto la llamada. ¡Estaba en clase! — exclamó la voz enfadada que ya empezaba a resultarle familiar. Se hizo un breve silencio antes de que volviera a hablar—: ¡Porque era el primer seminario de este curso, idiota, y porque la última vez que hablé con ella me dijo que estaba bien! ____ se apartó de la puerta. Al parecer, el señor Malik estaba hablando por teléfono, gritándole a alguien. No quería ser su siguiente víctima, así que decidió huir y afrontar las consecuencias más tarde. Pero justo entonces lo oyó sollozar. Fue un sonido ronco, desgarrador, que le llegó al alma, impidiéndole marcharse. — ¡Claro que habría querido estar allí! La quería. Claro que habría querido estar allí. Le llegó otro sollozo desde detrás de la puerta—. No sé a qué hora llegaré. Diles que voy de camino. Iré al aeropuerto y tomaré el primer avión que salga, pero no sé cuándo llegaré. Otra pausa. —Lo sé. Diles que lo siento. Que lo siento mucho... —Su voz se perdió entre sollozos y _____ lo oyó colgar el teléfono.
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