Departure | Louis Tomlinson

Antoniette Alaska Côme nunca había sido arrastrada por un remolino de emociones tan grande, ni siquiera en sus días más locos. Dicha, agonía, terror, euforia. Con todo lo que había amado alguna vez y lo que podría amar en sus brazos, sería difícil encontrarle el lado negativo a la vida; exceptuando el hecho de que su felicidad era con un cristal pendiendo de un hilo. Los últimos meses bailaron ante sus ojos: los rostros de todas las personas que la habían apoyado, de una forma u otra. Por último las facciones que más daño le habían causado, esas que había visto tan solo por un par de segundos y habían quedado grabadas a fuego en su memoria. Esos ojos grises, que no dejaban de acecharla en sueños… y se echó a llorar.

— Toy, ¿qué ocurre? —preguntó él.

Pero ella no respondió, no sabía cómo enfrentarlo, se sentía perdida entre tantas sombras negras que se ocultaban detrás de su espalda y que en el momento menos indicado le envolvían entre sus mantos de soledad… pero eso era antes. Antes de que cayera en la confusión y en el rechazo de su parte. La verdad es que siempre había tenido en cuenta que solo era un chico ignorante y pobre a su lado, pero en el fondo de sí, aguardaba una esperanza significativa. Pensaba y pensaba en cualquier idea loca que pudiese sacarla del abismo en el que ella misma se había adentrado pero poco era razonable y nada era lo que tenía ahora. Las lágrimas comenzaron a terminarse mientras el pánico deseaba arribarse, todo lucía gris de repente y la respuesta a la interminable pregunta “¿Qué debo hacer?” apareció.

De a poco, las dudas y la incertidumbre se fueron apagando. Dejando un vacío en ella. Un vacío silencioso que no hacía preguntas con respuestas amenazadoras, que no ponía en duda su actuar, que no gritaba constantemente que corriera. Un vacío, un silencio. Reconfortante.

Él me sostenía. Sostenía mi mano mientras yo caminaba al borde del abismo. Él era la razón por la qué no caía. Pero no estaría al borde del peligro de no ser por él. Y aún tenía mis dudas. ¿Debería alejarme y correr hacia un lugar seguro? Pero sólo escuchar su corazón latiendo en su pecho me bastaba para seguir allí. Sin siquiera mirar mis pies, seguí caminando al borde del abismo.

Era una estupidez. Una locura y ella lo sabía. Ella sabía que cada vez la envenenaba más. Lentamente, pudriendo su alma desde adentro. Ella sabía que era él el culpable de todo esto. Ella sabía que era él quién le causaba este daño. Pero, ¿acaso estaba tan dañada que se había anulado cualquier fuerza de voluntad? ¿Acaso su droga era tan adictiva, que era dependiente? Dependiente de sus ojos, de sus labios, de su cabello, de su voz.

Aunque en la vida social existen dos grupos (amigos y enemigos) Para ella los enemigos son insignificantes, lo que hacen es darle al otro cierto valor y mas que ser enemigo del otro se convierten enemigos de si mismos. Nadie sabe si es su terquedad o su carácter lo que le impide dejar algo a medias. Así como todo tiene un comienzo, para ella todo tiene un final. Si el final es bueno o malo depende de cómo hayas jugado. De esta forma, entonces, lo entendió todo. Esa caída... había demostrado que su amor... no volvería, de nuevo.