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Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú]
HOLAAAA!! :3
Ya estoy aquí...
Sé que he estado unos días sin subir aquí, es que hoy tenía un examen de todo el trimestre de historia.. u.uu
Bueno, el caso es que ya lo he hecho y me ha salido muy bien :D Y por eso estoy feliz y en unos momentos os subiré unos cuantos caps!!! ^^
:3
Ya estoy aquí...
Sé que he estado unos días sin subir aquí, es que hoy tenía un examen de todo el trimestre de historia.. u.uu
Bueno, el caso es que ya lo he hecho y me ha salido muy bien :D Y por eso estoy feliz y en unos momentos os subiré unos cuantos caps!!! ^^
:3
SandyJonas
Re: Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú]
por SandyJonas Hoy a las 2:07 pm
HOLAAAA!! :3
Ya estoy aquí...
Sé que he estado unos días sin subir aquí, es que hoy tenía un examen de todo el trimestre de historia.. u.uu
Bueno, el caso es que ya lo he hecho y me ha salido muy bien Y por eso estoy feliz y en unos momentos os subiré unos cuantos caps!!! ^^
:3
siii cxap....
jamileth
Re: Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú]
Capítulo 20
El año anterior.
—_____, _____. —Daniella aporrea chillando la puerta del baño. Pero _____ no la oye. Está bajo la ducha y como si eso no bastase la radio cercana transmite a todo volumen una canción del año anterior de U2. Finalmente, _____ oye algo. Unos golpes fuertes que no siguen el ritmo del batería. Cierra el agua, luego, todavía chorreando, alarga el brazo bajando el volumen.
—¿Qué pasa?
Daniela suspira al otro lado de la puerta.
—Finalmente, hace una hora que te estoy llamando. Pallina al teléfono.
—Dile que estoy en la ducha, que la llamo dentro de cinco minutos.
—Dice que es algo urgentísimo.
_____ resopla.
—¡Está bien! Dani, ¿me traes el teléfono?
—Ya lo he hecho. —_____ abre la puerta. Daniela está allí con el inalámbrico en la mano.
—No te alargues mucho, estoy esperando que me llame Giulia.
_____ se seca la oreja antes de apoyar sobre ella el teléfono.
—¿Qué es tan urgente?
—Nada, solo quería saludarte. ¿Qué haces?
—Estaba duchándome. No sé cómo lo haces, pero me llamas siempre cuando estoy bajo el agua.
—¿No sales con Marco?
—No, esta noche va a casa de un amigo a repasar. Tiene el examen dentro de dos días. Biología.
Pallina se queda por un momento en silencio. Decide no decirle nada.
—Estupendo, entonces paso a recogerte dentro de diez minutos.
_____ coge una toalla pequeña y se frota el pelo.
—No puedo.
—Venga, vamos a tomar una pizza.
—¿Y si luego me llama Marco? Ha apagado su móvil, tiene que estudiar…
—Dile a Dani que le diga que te llame más tarde o que te busque en el tuyo.
¡Venga, volvemos enseguida!
_____ trata de replicar. Pero todas las excusas —cansancio, deberes por hacer y un increíble deseo de quedarse en casa en bata y camisón delante de la tele— son inútiles. Poco después se encuentra sentada en la Vespa detrás de Pallina, que conduce temeraria en el tráfico de las nueve.
_____ tiene el pelo todavía mojado, un suéter con la inscripción California y una expresión de fastidio.
—Vas a hacer que acabe por tener un accidente.
—Pero ¡si esta noche hace calor!
—Me refería al modo en que conduces.
Pallina reduce la velocidad y gira a la derecha en el Ponte Milvio.
_____ se acerca a la mejilla de Pallina para que su amiga la oiga.
—¿Por dónde vas?
—¿Por qué?
—¿No vamos a Baffetto?
—No.
—¿Ha pasado algo?
—De vez en cuando hay que cambiar. Te has convertido en una metódica, _____.
Siempre a Baffetto, siempre ocho en latín, ¡siempre lo mismo! Por cierto, ¿con quién sales ahora?
—¿Cómo que con quién salgo? Con Marco, ¿no?
_____ mira sorprendida a Pallina. No sabe por qué, pero está segura de que a ella
Marco no le gusta.
—Ves, _____, también en eso eres demasiado aburrida. Tendrías que cambiar.
—¿Bromeas? ¡Me gusta muchísimo!
—No exageres…
—No, Pallina, en serio. ¡Me importa un montón!
—¿Cómo te puede importar tanto si apenas hace cinco meses que estás con él?
—Lo sé, pero estoy completamente enamorada, tal vez porque es mi primera historia importante.
Pallina reduce las marchas con rabia. Ya, tu primera historia importante y justo con ese gusano, piensa Pallina. Luego mete la tercera y emboca la plaza Mazzini.
Después reduce a segunda y dobla a la derecha. _____ se aferra a su cintura cuando entran en la tercera travesía, la de la Nuova Fiorentina. Fabio, el hijo del propietario, está en la puerta. Cuando las ve, las saluda saliéndoles al encuentro. Está muy unido a las dos. En realidad, tiene debilidad por _____, aunque siempre lo haya ocultado.
Fabio las acomoda en la hilera de mesas que hay a la derecha, nada más entrar, junto a la caja. Desde allí se puede ver todo el local. Un camarero les trae de inmediato el menú. Pero Pallina sabe ya qué pedir.
—¡Ay, hacen un calzone maravilloso! Tiene de todo: queso con huevo, mozzarella y trocitos de jamón. ¡Como para desmayarse!
_____ controla en el menú si hay algo menos deletéreo para su dieta. Pero Pallina es convincente.
—En ese caso, dos calzone y dos cervezas medias claras.
_____ mira preocupada a su amiga.
—¿También cerveza? Por lo visto quieres que reviente.
—¡Venga, por una vez! ¡Esta noche tenemos que celebrar!
—¿El qué?
—Bueno, hacía mucho tiempo que no salíamos solas.
_____ piensa que es verdad. Últimamente, las pocas veces que ha salido lo ha hecho siempre con Marco. Le gusta estar allí, en aquel momento, con su amiga.
Pallina está hurgando en los bolsillos de su cazadora. Al final saca de uno de ellos una peineta con brillantitos y corazoncitos de piedra dura de colores, se recoge el pelo y lo atraviesa con la peineta, sujetándolo. Su bonita cara redonda queda despejada. _____ le sonríe.
—Esa peineta es preciosa. Te queda muy bien.
—¿Te gusta? La he comprado en la plaza Carli da Bruscoli.
—¿Te importa si me la compro también? Tal vez un poco distinta. Tenía una parecida pero la he perdido.
—Bromeas, estoy acostumbrada a que me copien. Soy una chica que marca la moda. ¿Sabes que cuando voy ahora a las tiendas me dan las cosas gratis? Basta con que me las ponga. ¡He decidido que desde mañana pido un porcentaje!
Se ríen. En ese momento llegan las cervezas. _____ las mira. Son enormes.
—¿Esta es la media? ¿Y si hubiera sido la grande?
Pallina levanta la jarra.
—Venga, deja de protestar. —La hace chocar con fuerza contra la jarra de _____.
Un poco de cerveza se derrama de ella, espumando sobre el mantel.
—Por nuestra libertad.
_____ la corrige:
—Provisional…
Pallina le sonríe levemente como diciendo: concedido. Acto seguido, beben las dos. _____ es la primera en ceder. Llegada a un cuarto de la jaira, deja de beber. Pallina sigue todavía un poco, bebiéndose más de la mitad.
—Ahhh. —Pallina deja caer con fuerza la jarra sobre la mesa—. Esto sí que me hacía falta.
Y se limpia la boca restregándosela violentamente con la servilleta. De vez en cuando le divierte jugar a hacerse la dura. _____ abre una bolsa de grissini. Saca uno ligeramente tostado y lo mordisquea. A continuación, mira a su alrededor por el local. Grupos de chicos charlan divertidos dividiendo a triángulos una pizza con tomate. Muchachas refinadas se obstinan en comer con el tenedor hasta las aceitunas ascolanas. Una pareja de jóvenes habla divertida mientras espera que les sirvan. Ella es una chica bastante guapa con el pelo oscuro y no demasiado largo. Él le sirve amablemente la bebida. Está de espaldas. _____ no sabe por qué, pero le resulta familiar. Un camarero pasa junto a ellas. El muchacho lo detiene. Le pregunta dónde están sus pizzas. _____ le ve la cara. Es Marco. El grissini se le rompe entre las manos a la vez que algo más se resquebraja dentro de ella. Recuerdos, emociones, momentos preciosos, frases dulces susurradas empiezan a girar en un remolino de ilusión. _____ palidece. Pallina lo advierte.
—¿Qué pasa?
_____ no consigue hablar. Le indica el fondo de la sala. Pallina se da la vuelta. El camarero se está alejando de una mesa. Pallina lo ve. Marco está allí, sonríe a una chica sentada frente a él. Le acaricia la mano, confiado en la llegada de las pizzas y, sobre todo, en lo que vendrá a continuación aquella noche. Pallina se vuelve de nuevo hacia _____.
—Menudo hijo de puta. Nada de tópico. ¡Todos los hombres son realmente iguales! Tenía el examen de biología, ¿eh? ¡Ese está preparando el de anatomía! — _____ agacha en silencio la cabeza. Una lágrima ingenua le resbala por la mejilla. Se detiene indecisa un instante en la barbilla, luego, empujada por el dolor, efectúa un salto en el vacío.
Pallina mira a su amiga con pesar.
—Perdona, no quería.
Se saca del bolsillo de los pantalones una bandana de colores y se la da.
—Ten, no es lo más apropiado para la situación, puede que resulte demasiado alegre, pero siempre es mejor que nada.
_____ suelta una extraña carcajada con un cierto regusto a llanto. Acto seguido, se seca las lágrimas y levanta la nariz. Sus ojos brillantes, ligeramente enrojecidos, vuelven a mirar a su amiga. _____ suelta otra carcajada. En realidad suena como un sollozo. Pallina le acaricia la barbilla, arrastrando al hacerlo otra lágrima indecisa.
—Venga, no hagas eso, ese gusano no se lo merece. ¿Cuándo encontrará a otra como tú? Es él el que debería llorar. No sabe lo que se ha perdido. De ahora en adelante no tendrá más remedio que salir con tías como esa.
Pallina se vuelve de nuevo para mirar la mesa de Marco. _____ lo hace también.
Siente una nueva punzada en el estómago. La caza del tesoro. Los paseos en Villa Glori, los besos al caer la tarde, mirarse a los ojos y decirse: te quiero. Imágenes dulcemente etéreas se desvanecen barridas por un viento de tristeza. _____ trata de sonreír.
—Bueno, no me parece tan fea.
Pallina sacude la cabeza. _____ es increíble, incluso en una situación como esa no puede por menos que ser sincera. _____ coge la cerveza y da un largo sorbo. A continuación apoya con fuerza la jarra sobre la mesa y se limpia enérgicamente la boca con la servilleta imitando a Pallina.
—Dios, cómo lo odio.
—¡Bien! Así me gusta. ¡Tenemos que castigarlo! —Pallina hace chocar su jarra con la de su amiga, luego ambas se acaban la cerveza con un largo y sufrido sorbo.
_____, ligeramente confundida, nada acostumbrada a beber y a todo el resto, sonríe decidida a su amiga.
—Tienes razón, ¡me la tiene que pagar! Tengo una idea. ¡Vamos con Fabio!
Marco ríe divertido mientras sirve a la chica Galestro frío. Sabe divertir a una mujer casi tanto como es incapaz de elegir un buen vino.
Aquella noche, la Nuova Fiorentina puede sentirse orgullosa. Nunca ha tenido un camarero tan atractivo. Una camarera, para ser más exactos. _____ avanza entre las mesas con las pizzas en la mano. No le cabe ninguna duda. Aquella con la mozzarella sin anchoas es para Marco. Cuántas veces se la ha oído pedir. Cuántas veces, además, se la ha hecho probar con amor, metiéndole un trozo en la boca. Otra punzada. Decide que es mejor no pensar en ello. Se da la vuelta. Fabio y Pallina están junto a la caja. Le sonríen incitándola desde lejos. _____ osa. Está aturdida. La cerveza estaba buena y ahora la está ayudando a llegar hasta la mesa de Marco.
—Esta es para usted.
Coloca la focaccia blanca con jamón y con poco aceite delante de la chica, que la mira estupefacta.
—¡Y esta es para ti, gusano! —A Marco no le da tiempo a sorprenderse. La mozzarella sin anchoas y el tomate le chorrean por la cabeza mientras la pizza caliente se transforma en un abrasador e incómodo sombrero. Fabio y Pallina estallan en aplausos, seguidos de todo el restaurante. _____, algo borracha, se inclina para dar las gracias. Luego se aleja del brazo de Pallina seguida por los divertidos comentarios de los presentes y la mirada asombrada de la muchacha ignorante.
Regresan silenciosas en la Vespa. _____ se abraza estrechamente a Pallina. Y no porque tenga miedo. En la calle hay mucho menos tráfico. Con la cabeza apoyada en el hombro de su amiga contempla desfilar los árboles por delante de ella, las luces lejanas rojas y blancas de los coches. Un autobús naranja pasa junto a ellas. Cierra los ojos. Un estremecimiento se apodera de ella, después la abandona. Tiene frío y calor, y se siente sola. Siempre en silencio, llegan a casa. _____ baja de la Vespa.
—Gracias, Pallina.
—¿De qué? Yo no he hecho nada.
_____ le sonríe.
—La cerveza estaba buenísima. Mañana te ofrezco la merienda en el colegio.
Hay que celebrar.
—¿El qué?
—La total libertad. —Pallina la abraza. _____ cierra los ojos. Se le escapa un sollozo, luego se separa y se apresura a marcharse. Pallina la mira subir los escalones corriendo y desaparecer en el portal. A continuación arranca la Vespa y se aleja en la noche. Más tarde, mientras _____ se desviste, saca el dinero del bolsillo de los vaqueros. Cuando vuelve a meter la mano en él para ver si todavía queda algo, se queda estupefacta. En medio de todas aquellas lágrimas, asoma una sonrisa. La peineta de Pallina con los brillantitos y los corazoncitos está allí. Se la ha metido en los pantalones, mientras se abrazaban.
Un pequeño regalo para darle ánimos, para hacerla sonreír. Lo ha conseguido.
Pallina es realmente una amiga. Al pobre de Marco, en cambio, le ha salido el tiro por la culata. _____ sonríe mientras se pone el pijama. Piensa que aquella tragedia tiene, en el fondo, un lado divertido. Si hubiéramos ido al Baffetto como siempre no lo habríamos pillado nunca. _____ se lava los dientes. Qué extraño, mira que decidir justo esa noche ir a la Nuova Fiorentina… _____ se desliza entre las sábanas. Sí, Marco ha tenido mala suerte y espero que sea así por el resto de su vida.
Pallina gira a la derecha. Decide pasar a saludar a su amigo Dema. Un gato cruza la calle. Ni siquiera se fija en si es negro o no. Pallina no cree en la mala suerte. Prefiere mil veces la pizza de Baffetto que la calzone de la Nuova Fiorentina. No la cambiaría por nada del mundo. Pero aquella noche, cuando Fabio la llamó para decirle que estaba allí el novio de _____ con otra, no dudó ni por un momento. Era la ocasión que esperaba desde hacía tiempo. Se había enterado de demasiadas historias sobre Marco. No podía tratarse solo de rumores. Pero, si se lo hubiera contado, estaba segura de que _____ no le habría creído. O tal vez sí. Y entonces se habría arruinado una amistad. Mejor culpar al destino. Pallina llama a
Dema por el telefonillo. Le responde una voz somnolienta.
—Hola, ¿quién es?
—Pallina. Hecho.
—¿Lo habéis pillado?
—¡In fraganti! Como un ratón con el queso en la boca o, mejor, ¡como un gusano con la pizza en la cabeza!
—¿Por qué, qué ha pasado?
—Si bajas te lo cuento.
—¿Y cómo se lo ha tomado _____?
—Bastante mal…
—Espera, me visto y bajo.
Pallina se peina el pelo hacia atrás. Solo por un momento echa de menos su peineta. Aunque está convencida de que es mejor así, lo lamenta por _____. Tal vez sufra un poco. Pero es mejor ahora que después. Cuando estuviera más colada por él.
No tardará en volver a estar alegre. Y la sonrisa de una amiga vale mucho más que una peineta, mucho más que una pizza Margarita. Aunque sea la de Baffetto.
El año anterior.
—_____, _____. —Daniella aporrea chillando la puerta del baño. Pero _____ no la oye. Está bajo la ducha y como si eso no bastase la radio cercana transmite a todo volumen una canción del año anterior de U2. Finalmente, _____ oye algo. Unos golpes fuertes que no siguen el ritmo del batería. Cierra el agua, luego, todavía chorreando, alarga el brazo bajando el volumen.
—¿Qué pasa?
Daniela suspira al otro lado de la puerta.
—Finalmente, hace una hora que te estoy llamando. Pallina al teléfono.
—Dile que estoy en la ducha, que la llamo dentro de cinco minutos.
—Dice que es algo urgentísimo.
_____ resopla.
—¡Está bien! Dani, ¿me traes el teléfono?
—Ya lo he hecho. —_____ abre la puerta. Daniela está allí con el inalámbrico en la mano.
—No te alargues mucho, estoy esperando que me llame Giulia.
_____ se seca la oreja antes de apoyar sobre ella el teléfono.
—¿Qué es tan urgente?
—Nada, solo quería saludarte. ¿Qué haces?
—Estaba duchándome. No sé cómo lo haces, pero me llamas siempre cuando estoy bajo el agua.
—¿No sales con Marco?
—No, esta noche va a casa de un amigo a repasar. Tiene el examen dentro de dos días. Biología.
Pallina se queda por un momento en silencio. Decide no decirle nada.
—Estupendo, entonces paso a recogerte dentro de diez minutos.
_____ coge una toalla pequeña y se frota el pelo.
—No puedo.
—Venga, vamos a tomar una pizza.
—¿Y si luego me llama Marco? Ha apagado su móvil, tiene que estudiar…
—Dile a Dani que le diga que te llame más tarde o que te busque en el tuyo.
¡Venga, volvemos enseguida!
_____ trata de replicar. Pero todas las excusas —cansancio, deberes por hacer y un increíble deseo de quedarse en casa en bata y camisón delante de la tele— son inútiles. Poco después se encuentra sentada en la Vespa detrás de Pallina, que conduce temeraria en el tráfico de las nueve.
_____ tiene el pelo todavía mojado, un suéter con la inscripción California y una expresión de fastidio.
—Vas a hacer que acabe por tener un accidente.
—Pero ¡si esta noche hace calor!
—Me refería al modo en que conduces.
Pallina reduce la velocidad y gira a la derecha en el Ponte Milvio.
_____ se acerca a la mejilla de Pallina para que su amiga la oiga.
—¿Por dónde vas?
—¿Por qué?
—¿No vamos a Baffetto?
—No.
—¿Ha pasado algo?
—De vez en cuando hay que cambiar. Te has convertido en una metódica, _____.
Siempre a Baffetto, siempre ocho en latín, ¡siempre lo mismo! Por cierto, ¿con quién sales ahora?
—¿Cómo que con quién salgo? Con Marco, ¿no?
_____ mira sorprendida a Pallina. No sabe por qué, pero está segura de que a ella
Marco no le gusta.
—Ves, _____, también en eso eres demasiado aburrida. Tendrías que cambiar.
—¿Bromeas? ¡Me gusta muchísimo!
—No exageres…
—No, Pallina, en serio. ¡Me importa un montón!
—¿Cómo te puede importar tanto si apenas hace cinco meses que estás con él?
—Lo sé, pero estoy completamente enamorada, tal vez porque es mi primera historia importante.
Pallina reduce las marchas con rabia. Ya, tu primera historia importante y justo con ese gusano, piensa Pallina. Luego mete la tercera y emboca la plaza Mazzini.
Después reduce a segunda y dobla a la derecha. _____ se aferra a su cintura cuando entran en la tercera travesía, la de la Nuova Fiorentina. Fabio, el hijo del propietario, está en la puerta. Cuando las ve, las saluda saliéndoles al encuentro. Está muy unido a las dos. En realidad, tiene debilidad por _____, aunque siempre lo haya ocultado.
Fabio las acomoda en la hilera de mesas que hay a la derecha, nada más entrar, junto a la caja. Desde allí se puede ver todo el local. Un camarero les trae de inmediato el menú. Pero Pallina sabe ya qué pedir.
—¡Ay, hacen un calzone maravilloso! Tiene de todo: queso con huevo, mozzarella y trocitos de jamón. ¡Como para desmayarse!
_____ controla en el menú si hay algo menos deletéreo para su dieta. Pero Pallina es convincente.
—En ese caso, dos calzone y dos cervezas medias claras.
_____ mira preocupada a su amiga.
—¿También cerveza? Por lo visto quieres que reviente.
—¡Venga, por una vez! ¡Esta noche tenemos que celebrar!
—¿El qué?
—Bueno, hacía mucho tiempo que no salíamos solas.
_____ piensa que es verdad. Últimamente, las pocas veces que ha salido lo ha hecho siempre con Marco. Le gusta estar allí, en aquel momento, con su amiga.
Pallina está hurgando en los bolsillos de su cazadora. Al final saca de uno de ellos una peineta con brillantitos y corazoncitos de piedra dura de colores, se recoge el pelo y lo atraviesa con la peineta, sujetándolo. Su bonita cara redonda queda despejada. _____ le sonríe.
—Esa peineta es preciosa. Te queda muy bien.
—¿Te gusta? La he comprado en la plaza Carli da Bruscoli.
—¿Te importa si me la compro también? Tal vez un poco distinta. Tenía una parecida pero la he perdido.
—Bromeas, estoy acostumbrada a que me copien. Soy una chica que marca la moda. ¿Sabes que cuando voy ahora a las tiendas me dan las cosas gratis? Basta con que me las ponga. ¡He decidido que desde mañana pido un porcentaje!
Se ríen. En ese momento llegan las cervezas. _____ las mira. Son enormes.
—¿Esta es la media? ¿Y si hubiera sido la grande?
Pallina levanta la jarra.
—Venga, deja de protestar. —La hace chocar con fuerza contra la jarra de _____.
Un poco de cerveza se derrama de ella, espumando sobre el mantel.
—Por nuestra libertad.
_____ la corrige:
—Provisional…
Pallina le sonríe levemente como diciendo: concedido. Acto seguido, beben las dos. _____ es la primera en ceder. Llegada a un cuarto de la jaira, deja de beber. Pallina sigue todavía un poco, bebiéndose más de la mitad.
—Ahhh. —Pallina deja caer con fuerza la jarra sobre la mesa—. Esto sí que me hacía falta.
Y se limpia la boca restregándosela violentamente con la servilleta. De vez en cuando le divierte jugar a hacerse la dura. _____ abre una bolsa de grissini. Saca uno ligeramente tostado y lo mordisquea. A continuación, mira a su alrededor por el local. Grupos de chicos charlan divertidos dividiendo a triángulos una pizza con tomate. Muchachas refinadas se obstinan en comer con el tenedor hasta las aceitunas ascolanas. Una pareja de jóvenes habla divertida mientras espera que les sirvan. Ella es una chica bastante guapa con el pelo oscuro y no demasiado largo. Él le sirve amablemente la bebida. Está de espaldas. _____ no sabe por qué, pero le resulta familiar. Un camarero pasa junto a ellas. El muchacho lo detiene. Le pregunta dónde están sus pizzas. _____ le ve la cara. Es Marco. El grissini se le rompe entre las manos a la vez que algo más se resquebraja dentro de ella. Recuerdos, emociones, momentos preciosos, frases dulces susurradas empiezan a girar en un remolino de ilusión. _____ palidece. Pallina lo advierte.
—¿Qué pasa?
_____ no consigue hablar. Le indica el fondo de la sala. Pallina se da la vuelta. El camarero se está alejando de una mesa. Pallina lo ve. Marco está allí, sonríe a una chica sentada frente a él. Le acaricia la mano, confiado en la llegada de las pizzas y, sobre todo, en lo que vendrá a continuación aquella noche. Pallina se vuelve de nuevo hacia _____.
—Menudo hijo de puta. Nada de tópico. ¡Todos los hombres son realmente iguales! Tenía el examen de biología, ¿eh? ¡Ese está preparando el de anatomía! — _____ agacha en silencio la cabeza. Una lágrima ingenua le resbala por la mejilla. Se detiene indecisa un instante en la barbilla, luego, empujada por el dolor, efectúa un salto en el vacío.
Pallina mira a su amiga con pesar.
—Perdona, no quería.
Se saca del bolsillo de los pantalones una bandana de colores y se la da.
—Ten, no es lo más apropiado para la situación, puede que resulte demasiado alegre, pero siempre es mejor que nada.
_____ suelta una extraña carcajada con un cierto regusto a llanto. Acto seguido, se seca las lágrimas y levanta la nariz. Sus ojos brillantes, ligeramente enrojecidos, vuelven a mirar a su amiga. _____ suelta otra carcajada. En realidad suena como un sollozo. Pallina le acaricia la barbilla, arrastrando al hacerlo otra lágrima indecisa.
—Venga, no hagas eso, ese gusano no se lo merece. ¿Cuándo encontrará a otra como tú? Es él el que debería llorar. No sabe lo que se ha perdido. De ahora en adelante no tendrá más remedio que salir con tías como esa.
Pallina se vuelve de nuevo para mirar la mesa de Marco. _____ lo hace también.
Siente una nueva punzada en el estómago. La caza del tesoro. Los paseos en Villa Glori, los besos al caer la tarde, mirarse a los ojos y decirse: te quiero. Imágenes dulcemente etéreas se desvanecen barridas por un viento de tristeza. _____ trata de sonreír.
—Bueno, no me parece tan fea.
Pallina sacude la cabeza. _____ es increíble, incluso en una situación como esa no puede por menos que ser sincera. _____ coge la cerveza y da un largo sorbo. A continuación apoya con fuerza la jarra sobre la mesa y se limpia enérgicamente la boca con la servilleta imitando a Pallina.
—Dios, cómo lo odio.
—¡Bien! Así me gusta. ¡Tenemos que castigarlo! —Pallina hace chocar su jarra con la de su amiga, luego ambas se acaban la cerveza con un largo y sufrido sorbo.
_____, ligeramente confundida, nada acostumbrada a beber y a todo el resto, sonríe decidida a su amiga.
—Tienes razón, ¡me la tiene que pagar! Tengo una idea. ¡Vamos con Fabio!
Marco ríe divertido mientras sirve a la chica Galestro frío. Sabe divertir a una mujer casi tanto como es incapaz de elegir un buen vino.
Aquella noche, la Nuova Fiorentina puede sentirse orgullosa. Nunca ha tenido un camarero tan atractivo. Una camarera, para ser más exactos. _____ avanza entre las mesas con las pizzas en la mano. No le cabe ninguna duda. Aquella con la mozzarella sin anchoas es para Marco. Cuántas veces se la ha oído pedir. Cuántas veces, además, se la ha hecho probar con amor, metiéndole un trozo en la boca. Otra punzada. Decide que es mejor no pensar en ello. Se da la vuelta. Fabio y Pallina están junto a la caja. Le sonríen incitándola desde lejos. _____ osa. Está aturdida. La cerveza estaba buena y ahora la está ayudando a llegar hasta la mesa de Marco.
—Esta es para usted.
Coloca la focaccia blanca con jamón y con poco aceite delante de la chica, que la mira estupefacta.
—¡Y esta es para ti, gusano! —A Marco no le da tiempo a sorprenderse. La mozzarella sin anchoas y el tomate le chorrean por la cabeza mientras la pizza caliente se transforma en un abrasador e incómodo sombrero. Fabio y Pallina estallan en aplausos, seguidos de todo el restaurante. _____, algo borracha, se inclina para dar las gracias. Luego se aleja del brazo de Pallina seguida por los divertidos comentarios de los presentes y la mirada asombrada de la muchacha ignorante.
Regresan silenciosas en la Vespa. _____ se abraza estrechamente a Pallina. Y no porque tenga miedo. En la calle hay mucho menos tráfico. Con la cabeza apoyada en el hombro de su amiga contempla desfilar los árboles por delante de ella, las luces lejanas rojas y blancas de los coches. Un autobús naranja pasa junto a ellas. Cierra los ojos. Un estremecimiento se apodera de ella, después la abandona. Tiene frío y calor, y se siente sola. Siempre en silencio, llegan a casa. _____ baja de la Vespa.
—Gracias, Pallina.
—¿De qué? Yo no he hecho nada.
_____ le sonríe.
—La cerveza estaba buenísima. Mañana te ofrezco la merienda en el colegio.
Hay que celebrar.
—¿El qué?
—La total libertad. —Pallina la abraza. _____ cierra los ojos. Se le escapa un sollozo, luego se separa y se apresura a marcharse. Pallina la mira subir los escalones corriendo y desaparecer en el portal. A continuación arranca la Vespa y se aleja en la noche. Más tarde, mientras _____ se desviste, saca el dinero del bolsillo de los vaqueros. Cuando vuelve a meter la mano en él para ver si todavía queda algo, se queda estupefacta. En medio de todas aquellas lágrimas, asoma una sonrisa. La peineta de Pallina con los brillantitos y los corazoncitos está allí. Se la ha metido en los pantalones, mientras se abrazaban.
Un pequeño regalo para darle ánimos, para hacerla sonreír. Lo ha conseguido.
Pallina es realmente una amiga. Al pobre de Marco, en cambio, le ha salido el tiro por la culata. _____ sonríe mientras se pone el pijama. Piensa que aquella tragedia tiene, en el fondo, un lado divertido. Si hubiéramos ido al Baffetto como siempre no lo habríamos pillado nunca. _____ se lava los dientes. Qué extraño, mira que decidir justo esa noche ir a la Nuova Fiorentina… _____ se desliza entre las sábanas. Sí, Marco ha tenido mala suerte y espero que sea así por el resto de su vida.
Pallina gira a la derecha. Decide pasar a saludar a su amigo Dema. Un gato cruza la calle. Ni siquiera se fija en si es negro o no. Pallina no cree en la mala suerte. Prefiere mil veces la pizza de Baffetto que la calzone de la Nuova Fiorentina. No la cambiaría por nada del mundo. Pero aquella noche, cuando Fabio la llamó para decirle que estaba allí el novio de _____ con otra, no dudó ni por un momento. Era la ocasión que esperaba desde hacía tiempo. Se había enterado de demasiadas historias sobre Marco. No podía tratarse solo de rumores. Pero, si se lo hubiera contado, estaba segura de que _____ no le habría creído. O tal vez sí. Y entonces se habría arruinado una amistad. Mejor culpar al destino. Pallina llama a
Dema por el telefonillo. Le responde una voz somnolienta.
—Hola, ¿quién es?
—Pallina. Hecho.
—¿Lo habéis pillado?
—¡In fraganti! Como un ratón con el queso en la boca o, mejor, ¡como un gusano con la pizza en la cabeza!
—¿Por qué, qué ha pasado?
—Si bajas te lo cuento.
—¿Y cómo se lo ha tomado _____?
—Bastante mal…
—Espera, me visto y bajo.
Pallina se peina el pelo hacia atrás. Solo por un momento echa de menos su peineta. Aunque está convencida de que es mejor así, lo lamenta por _____. Tal vez sufra un poco. Pero es mejor ahora que después. Cuando estuviera más colada por él.
No tardará en volver a estar alegre. Y la sonrisa de una amiga vale mucho más que una peineta, mucho más que una pizza Margarita. Aunque sea la de Baffetto.
SandyJonas
Re: Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú]
Capítulo 21
Bajo la ducha, _____ se peina el pelo lleno de bálsamo. En el 103.10 de la radio transmiten los últimos éxitos americanos. Anastasia ha subido al tercer puesto. _____ echa la cabeza hacia atrás mecida por aquella lenta melodía. Una ligera cascada de agua le quita el bálsamo, que se desliza por su cara, rozándole las facciones, las delicadas protuberancias.
Alguien llama a la puerta.
—_____… te llaman por teléfono.
Es Daniela.
—Voy enseguida. —Se envuelve rápida en una toalla y va hasta la puerta.
Daniela le da el inalámbrico.
—Date prisa, estoy esperando que Andrea me llame. —_____ se encierra de nuevo en el baño y se sienta sobre la suave tapa de la taza.
La voz de Pallina parece excitada.
—¿Estabas en la ducha?
—¡Claro, si no, no me habrías llamado! ¿Qué es lo que es tan urgente?
—Pollo me ha llamado hace diez segundos. Me ha dicho que el otro día se lo pasó muy bien conmigo. Me ha pedido disculpas por lo que pasó en el restaurante y me ha dicho que me quiere ver. Me ha pedido que esta noche vaya con él a las carreras.
—¿A qué carreras?
—Esta noche todos van a la Olímpica con las motos y hacen carreras. A toda velocidad, dos en cada moto sobre una sola rueda. ¿Te acuerdas? Francesca nos dijo que había ido. Dijo que era muy guay. ¡Ella ha sido incluso camomila…!
—¿Camomila?
—Sí, a las que van detrás las llaman así porque tienen el cinturón doble de
Camomilla5 para atarse al que conduce. La regla es que deben ir vueltas con la cara hacia atrás.
—¿Vueltas con la cara hacia atrás? Pallina, ¿qué te pasa?, ¿has perdido la cabeza? Casi empiezo a lamentar haberme sacrificado por ti…
—¿A qué sacrificio te refieres?
—¿Cómo que a qué? ¡La comunicación y todo lo demás!
—¡Venga, la estás haciendo durar demasiado, esa historia de la comunicación!
—Sí, bueno, pero mientras tanto, yo estoy castigada y no puedo salir hasta el lunes.
—Está bien, pero mira que yo no te estoy pidiendo que vengas conmigo. Solo quería un consejo. ¿Qué piensas, voy?
—Ir a ver a los que corren es aún más idiota que correr con las motos. Además, puedes hacer lo que quieras.
—Bueno, tal vez tengas razón. Por cierto. Le he dicho a Dema que salgo con
Pollo. ¿Estás contenta?
—¿Yo? ¿Y a mí qué me importa? Es tu amigo. Solo te dije que, en mi opinión, si se enteraba por otro le iba a sentar mal.
—Sí, ya lo he entendido. En cambio no le ha sentado nada mal. A mí me parecía incluso contento. ¿Ves cómo te habías equivocado? No era verdad que estaba enamorado de mí.
_____ se acerca al espejo. Quita con la toalla un poco de vapor. Aparece su imagen con el teléfono en la mano y aire de fastidio. A veces Pallina resulta realmente exasperante.
—Bueno, mejor así, ¿no?
—¿Sabes qué te digo, _____? Me has convencido. No voy a las carreras.
—¡Bien! Hablamos luego.
_____ sale del baño. Pasa delante de Daniela y le devuelve el teléfono. Daniela no dice nada, pero parece molesta, como si quisiera hacer notar que su hermana ha pasado demasiado tiempo al teléfono. _____ va a su habitación y empieza a secarse el pelo. Entra Daniela con el teléfono.
—Es Dema. Es inútil que te diga que todavía vale lo mismo de antes.
_____ apaga el secador y coge el teléfono.
—Hola, Dema, ¿cómo estás?
—Fatal.
_____ escucha en silencio. Casi parece que hayan escrito para él Unʹemozione per
Sempre, la canción de Eros. «Vorrei poterti ricordare così…» Pero ¿en qué modo, si no tiene nada que recordar? _____ renuncia a decírselo. También porque Dema le hace mil preguntas.
—Pero cómo, después de todo el tiempo que he ido detrás de ella, ¿va y empieza a salir con ese? Y, además, ¿quién es?
—Se llama Pollo, es todo lo que sé.
—¿Pollo? ¡Qué nombre! ¿Qué espera encontrar en él? Es un violento, uno de esos gamberros que vinieron la otra noche a la fiesta de Roberta. Chusma, ¡y Pallina va y se enamora!
—Bah, enamorada, Dema… ¡le gustará!
—No, no, enamorada. ¡Me lo ha dicho ella!
—Ya sabes todo lo que dice Pallina, ¿no? La conoces mejor que yo. Esta noche, por ejemplo, quiere ir a ver las carreras en la Olimpica… Cinco segundos después cambia de idea. ¿Ves cómo es? A lo mejor dentro de poco se da cuenta del error que ha cometido y rectifica. Venga, Dema, ya verás cómo pasa eso.
Dema permanece en silencio. Se ha creído sus palabras o, en cualquier caso, ha querido creer en ellas. «Pobre», piensa _____. ¡Y menos mal que no estaba enamorado!
—Sí, puede que tengas razón. Tal vez pase justo eso.
—Ya lo verás, Dema, es solo cuestión de tiempo.
—Sí, solo espero que no sea demasiado. —Luego, trata de quitarle hierro a todo aquel asunto—. _____, por favor, no le digas nada a Pallina de esta llamada.
—Por supuesto, y ánimo, ¿eh?
—Sí, gracias. —Cuelgan.
Entra Daniela.
—Caramba, Pallina sale con Pollo, ¡increíble! Y Dema, claro, está destrozado.
—Ya, pobre, lleva una vida detrás de ella.
—¡Sin esperanza! Es el clásico amigo de las mujeres.
Tras emitir ese duro juicio, Daniela se aleja con el teléfono pero, antes de que pueda salir de la habitación, el aparato vuelve a sonar.
—Hola. Sí, ahora te la paso. _____, te lo suplico, no estés una hora.
—¿Quién es?
—Pallina.
—¡Lo intentaré! —_____ coge el teléfono.
—¿Has roto con Pollo?
—¡No!
—Lástima…
—¿Con quién hablabas que estaba siempre ocupado?
—Con Dema, está destrozado.
—¡No!
—¡Sí, le ha sentado fatal! Pobre, me ha pedido que no te lo diga. Te lo ruego, haz como si no supieras nada, ¿eh?
—Tal vez no debía haberle dicho que salgo con Pollo.
—Pero ¿qué dices, Pallina?, si se hubiese enterado habría sido peor.
—Habría podido esperar hasta el último momento.
—¿Qué último momento? Podrías no salir con Pollo y basta.
—No toquemos ese tema. Digamos, más bien, que he decidido que en la vida es mucho más divertido ser idiotas…
—¿Y entonces?
—Entonces, voy a las carreras.
_____ sacude la cabeza. A esas alturas, el pelo ya casi se le ha secado solo.
—Está bien, diviértete.
—Me ha llamado Pollo y pasa a recogerme enseguida. ¿Qué piensas, tengo que ir allí a divertirme o a hacer la que se queda mirando las carreras y se aburre un poco?
Pallina se ha pasado. _____ explota.
—Oye, Pallina. Vete a las carreras, sube a una de esas motos, haz el caballito, sal con todos los gamberros de este mundo pero, por favor, ¡no le des tantas vueltas!
Pallina suelta una carcajada.
—Tienes razón. Pero, escucha, tienes que hacerme un último favor. Como no sé a qué hora acaban las carreras, le he dicho a mi madre que voy a dormir a tu casa.
—¿Y si tu madre llama?
—Imposible. Esa no me busca nunca… Más bien déjame las llaves bajo la alfombrilla del portal. En el sitio de siempre.
—Está bien.
—Ah, no te olvides, ¿eh? ¡Pobre Dema! ¿Crees que debo hacer algo?
—Me parece que por hoy ya has hecho bastante, Pallina.
_____ apaga el teléfono. Daniela casi se lo arranca de las manos.
—Menos mal que te he pedido que no estuvieras mucho, ¿eh?
—¡Qué puedo hacer! Ya has oído el lío que se ha armado. Te lo ruego, no se lo digas a nadie, lo de Pollo y Pallina.
—¿Y a quién quieres que se lo diga?
El teléfono suena de nuevo. Es Giulia.
—¿Se puede saber a quién se le ha quedado pegado el teléfono a la oreja?
—Hola, Giuli. Perdona, eh, era mi hermana.
Daniela va a su habitación. Nada más cerrar la puerta, revienta al no poderse aguantar.
—No sabes qué noticia, Giulia. ¡Pallina sale con Pollo!
—¡No!
—¡Sí! ¡Dema está destrozado pero, te lo suplico, no se lo digas a nadie!
—Por supuesto, faltaría más. —Giulia escucha el resto de la historia pensando ya en lo que le va a contar más tarde a Giovanna y Stefania.
Bajo la ducha, _____ se peina el pelo lleno de bálsamo. En el 103.10 de la radio transmiten los últimos éxitos americanos. Anastasia ha subido al tercer puesto. _____ echa la cabeza hacia atrás mecida por aquella lenta melodía. Una ligera cascada de agua le quita el bálsamo, que se desliza por su cara, rozándole las facciones, las delicadas protuberancias.
Alguien llama a la puerta.
—_____… te llaman por teléfono.
Es Daniela.
—Voy enseguida. —Se envuelve rápida en una toalla y va hasta la puerta.
Daniela le da el inalámbrico.
—Date prisa, estoy esperando que Andrea me llame. —_____ se encierra de nuevo en el baño y se sienta sobre la suave tapa de la taza.
La voz de Pallina parece excitada.
—¿Estabas en la ducha?
—¡Claro, si no, no me habrías llamado! ¿Qué es lo que es tan urgente?
—Pollo me ha llamado hace diez segundos. Me ha dicho que el otro día se lo pasó muy bien conmigo. Me ha pedido disculpas por lo que pasó en el restaurante y me ha dicho que me quiere ver. Me ha pedido que esta noche vaya con él a las carreras.
—¿A qué carreras?
—Esta noche todos van a la Olímpica con las motos y hacen carreras. A toda velocidad, dos en cada moto sobre una sola rueda. ¿Te acuerdas? Francesca nos dijo que había ido. Dijo que era muy guay. ¡Ella ha sido incluso camomila…!
—¿Camomila?
—Sí, a las que van detrás las llaman así porque tienen el cinturón doble de
Camomilla5 para atarse al que conduce. La regla es que deben ir vueltas con la cara hacia atrás.
—¿Vueltas con la cara hacia atrás? Pallina, ¿qué te pasa?, ¿has perdido la cabeza? Casi empiezo a lamentar haberme sacrificado por ti…
—¿A qué sacrificio te refieres?
—¿Cómo que a qué? ¡La comunicación y todo lo demás!
—¡Venga, la estás haciendo durar demasiado, esa historia de la comunicación!
—Sí, bueno, pero mientras tanto, yo estoy castigada y no puedo salir hasta el lunes.
—Está bien, pero mira que yo no te estoy pidiendo que vengas conmigo. Solo quería un consejo. ¿Qué piensas, voy?
—Ir a ver a los que corren es aún más idiota que correr con las motos. Además, puedes hacer lo que quieras.
—Bueno, tal vez tengas razón. Por cierto. Le he dicho a Dema que salgo con
Pollo. ¿Estás contenta?
—¿Yo? ¿Y a mí qué me importa? Es tu amigo. Solo te dije que, en mi opinión, si se enteraba por otro le iba a sentar mal.
—Sí, ya lo he entendido. En cambio no le ha sentado nada mal. A mí me parecía incluso contento. ¿Ves cómo te habías equivocado? No era verdad que estaba enamorado de mí.
_____ se acerca al espejo. Quita con la toalla un poco de vapor. Aparece su imagen con el teléfono en la mano y aire de fastidio. A veces Pallina resulta realmente exasperante.
—Bueno, mejor así, ¿no?
—¿Sabes qué te digo, _____? Me has convencido. No voy a las carreras.
—¡Bien! Hablamos luego.
_____ sale del baño. Pasa delante de Daniela y le devuelve el teléfono. Daniela no dice nada, pero parece molesta, como si quisiera hacer notar que su hermana ha pasado demasiado tiempo al teléfono. _____ va a su habitación y empieza a secarse el pelo. Entra Daniela con el teléfono.
—Es Dema. Es inútil que te diga que todavía vale lo mismo de antes.
_____ apaga el secador y coge el teléfono.
—Hola, Dema, ¿cómo estás?
—Fatal.
_____ escucha en silencio. Casi parece que hayan escrito para él Unʹemozione per
Sempre, la canción de Eros. «Vorrei poterti ricordare così…» Pero ¿en qué modo, si no tiene nada que recordar? _____ renuncia a decírselo. También porque Dema le hace mil preguntas.
—Pero cómo, después de todo el tiempo que he ido detrás de ella, ¿va y empieza a salir con ese? Y, además, ¿quién es?
—Se llama Pollo, es todo lo que sé.
—¿Pollo? ¡Qué nombre! ¿Qué espera encontrar en él? Es un violento, uno de esos gamberros que vinieron la otra noche a la fiesta de Roberta. Chusma, ¡y Pallina va y se enamora!
—Bah, enamorada, Dema… ¡le gustará!
—No, no, enamorada. ¡Me lo ha dicho ella!
—Ya sabes todo lo que dice Pallina, ¿no? La conoces mejor que yo. Esta noche, por ejemplo, quiere ir a ver las carreras en la Olimpica… Cinco segundos después cambia de idea. ¿Ves cómo es? A lo mejor dentro de poco se da cuenta del error que ha cometido y rectifica. Venga, Dema, ya verás cómo pasa eso.
Dema permanece en silencio. Se ha creído sus palabras o, en cualquier caso, ha querido creer en ellas. «Pobre», piensa _____. ¡Y menos mal que no estaba enamorado!
—Sí, puede que tengas razón. Tal vez pase justo eso.
—Ya lo verás, Dema, es solo cuestión de tiempo.
—Sí, solo espero que no sea demasiado. —Luego, trata de quitarle hierro a todo aquel asunto—. _____, por favor, no le digas nada a Pallina de esta llamada.
—Por supuesto, y ánimo, ¿eh?
—Sí, gracias. —Cuelgan.
Entra Daniela.
—Caramba, Pallina sale con Pollo, ¡increíble! Y Dema, claro, está destrozado.
—Ya, pobre, lleva una vida detrás de ella.
—¡Sin esperanza! Es el clásico amigo de las mujeres.
Tras emitir ese duro juicio, Daniela se aleja con el teléfono pero, antes de que pueda salir de la habitación, el aparato vuelve a sonar.
—Hola. Sí, ahora te la paso. _____, te lo suplico, no estés una hora.
—¿Quién es?
—Pallina.
—¡Lo intentaré! —_____ coge el teléfono.
—¿Has roto con Pollo?
—¡No!
—Lástima…
—¿Con quién hablabas que estaba siempre ocupado?
—Con Dema, está destrozado.
—¡No!
—¡Sí, le ha sentado fatal! Pobre, me ha pedido que no te lo diga. Te lo ruego, haz como si no supieras nada, ¿eh?
—Tal vez no debía haberle dicho que salgo con Pollo.
—Pero ¿qué dices, Pallina?, si se hubiese enterado habría sido peor.
—Habría podido esperar hasta el último momento.
—¿Qué último momento? Podrías no salir con Pollo y basta.
—No toquemos ese tema. Digamos, más bien, que he decidido que en la vida es mucho más divertido ser idiotas…
—¿Y entonces?
—Entonces, voy a las carreras.
_____ sacude la cabeza. A esas alturas, el pelo ya casi se le ha secado solo.
—Está bien, diviértete.
—Me ha llamado Pollo y pasa a recogerme enseguida. ¿Qué piensas, tengo que ir allí a divertirme o a hacer la que se queda mirando las carreras y se aburre un poco?
Pallina se ha pasado. _____ explota.
—Oye, Pallina. Vete a las carreras, sube a una de esas motos, haz el caballito, sal con todos los gamberros de este mundo pero, por favor, ¡no le des tantas vueltas!
Pallina suelta una carcajada.
—Tienes razón. Pero, escucha, tienes que hacerme un último favor. Como no sé a qué hora acaban las carreras, le he dicho a mi madre que voy a dormir a tu casa.
—¿Y si tu madre llama?
—Imposible. Esa no me busca nunca… Más bien déjame las llaves bajo la alfombrilla del portal. En el sitio de siempre.
—Está bien.
—Ah, no te olvides, ¿eh? ¡Pobre Dema! ¿Crees que debo hacer algo?
—Me parece que por hoy ya has hecho bastante, Pallina.
_____ apaga el teléfono. Daniela casi se lo arranca de las manos.
—Menos mal que te he pedido que no estuvieras mucho, ¿eh?
—¡Qué puedo hacer! Ya has oído el lío que se ha armado. Te lo ruego, no se lo digas a nadie, lo de Pollo y Pallina.
—¿Y a quién quieres que se lo diga?
El teléfono suena de nuevo. Es Giulia.
—¿Se puede saber a quién se le ha quedado pegado el teléfono a la oreja?
—Hola, Giuli. Perdona, eh, era mi hermana.
Daniela va a su habitación. Nada más cerrar la puerta, revienta al no poderse aguantar.
—No sabes qué noticia, Giulia. ¡Pallina sale con Pollo!
—¡No!
—¡Sí! ¡Dema está destrozado pero, te lo suplico, no se lo digas a nadie!
—Por supuesto, faltaría más. —Giulia escucha el resto de la historia pensando ya en lo que le va a contar más tarde a Giovanna y Stefania.
SandyJonas
Re: Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú]
Capítulo 22; Parte 1
_____ sale de su habitación. Lleva puesta una bata rosa suave y acolchada sobre un pijama de felpa azul claro, y en los pies unas cálidas zapatillas. La ducha le ha ayudado a recuperarse del cansancio del footing, pero no está nada contenta. Aquella noche la dieta solo le permite una miserable manzana verde. Cruza el pasillo. Justo en ese momento siente girar la llave en la cerradura de la puerta. Su padre.
—¡Papá! —_____ corre a su encuentro.
—_____.
Su padre está furioso. _____ se detiene.
—¿Qué ha pasado? No me digas que no he puesto bien la Vespa, que no has conseguido entrar en el garaje…
—¡Qué narices me importa a mí la Vespa! Hoy han venido a verme los Accado.
Al oír aquellas palabras, _____ palidece. ¿Cómo no se le ha ocurrido antes?
Debería haberles contado a sus padres todo lo que pasó.
Raffaella, que ha acabado de lavar las dos manzanas verdes preparando de ese modo la cena, entra en el salón.
—¿Qué querían de ti los Accado? ¿Qué ha pasado? ¿Qué tiene que ver _____?
Claudio mira a su hija.
—No lo sé. Dínoslo tú, _____, ¿qué tienes que ver?
—¿Yo? ¡Yo no tengo nada que ver!
Daniela se asoma a la puerta.
—¡Es verdad, ella no tiene nada que ver!
Raffaella se vuelve hacia Daniela.
—Tú calla, nadie te ha preguntado.
Claudio coge a _____ por un brazo.
—Puede que no sea culpa tuya, ¡pero ese que estaba contigo tiene que ver y cómo! Accado ha tenido que ir al hospital. Tiene el tabique nasal fracturado en dos puntos. El hueso se ha hundido y el médico ha dicho que medio centímetro más y le agujereaba el cerebro.
_____ permanece en silencio. Claudio la mira. Su hija está descompuesta. Le suelta el brazo.
—Puede que no me hayas entendido, _____, medio centímetro más y Accado habría muerto…
_____ traga saliva. Se le ha pasado el hambre. Ahora ni siquiera le apetece la manzana. Raffaella mira preocupada a su hija, luego, al verla tan alterada, adopta un tono sereno y tranquilo.
—_____, por favor, ¿puedes contarme esa historia?
_____ alza los ojos. Son claros y están asustados. Es como si la viera por primera vez aquella noche. Empieza con un «Nada, mamá» y prosigue contándoselo todo. La fiesta, los que se colaron, Chicco, que llamó a la policía, esos que hicieron como que se marchaban y, en cambio, los esperaron debajo de casa. La persecución, el BMW destrozado. Chicco que se para, el chico de la moto azul le pega, Accado interviene y el chico le pega también a él.
—Pero cómo, ¿Accado te dejó sola con ese gamberro? ¿Con ese violento, no te llevó con él?
Raffaella está conmocionada. _____ no sabe qué contestarle.
—Puede que pensase que se trataba de un amigo mío, yo qué sé. Lo único que te puedo decir es que, después de los golpes, todos escaparon de allí y yo me quedé a solas con él.
Claudio sacude la cabeza.
—Es cierto que Accado escapó. Se arriesgaba a morir desangrado con esa nariz rota. En cualquier caso, se ha acabado para ese muchacho. Filippo lo ha denunciado.
Hoy vinieron a mi despacho a contarme toda la historia por corrección. Me dijeron que procederán por vía legal. Quieren saber el nombre y los apellidos de ese chico.
¿Cómo se llama?
—Joe.
Claudio mira perplejo a _____.
—¿Cómo Joe?
—Joe. Se llama así. Yo, al menos, lo he oído nombrar siempre así.
—¿Y eso por qué, es americano?
Daniela interviene.
—¡Qué va a ser americano, papá! Es un apodo.
Claudio mira a sus hijas.
—Pero digo yo que ese chico tendrá un nombre, ¿o no?
_____ le sonríe.
—Claro que lo tiene, pero yo no lo sé.
Claudio pierde de nuevo la paciencia.
—Pero ¿cómo les puedo decir yo a los Accado que mi hija va por ahí con uno que ni siquiera sabe cómo se llama?
—Yo no voy por ahí con él. Estaba con Chicco… ya te lo he dicho.
Raffaella interviene.
—Sí, pero luego volviste a casa en moto con él.
—Pero, mamá, si Chicco y los Accado se habían marchado, ¿de qué otro modo podía volver? ¿Me quedaba ahí en la calle, de noche? ¿Qué hacía, volver a casa sola?
Lo intenté. Pero pasados unos minutos se paró uno tremendo con un Golf y empezó a molestarme. Entonces hice que me acompañara.
Claudio apenas puede creer lo que oye.
—¡No, si ahora resulta que tendremos que darle las gracias a ese Joe!
Raffaella mira enfadada a sus hijas.
—No podemos hacer un papelón semejante. ¿Lo habéis entendido? Quiero saber de inmediato el nombre de ese chico. ¿Está claro? —En ese momento, _____ recuerda lo que le dijo Daniela esa misma mañana. Todavía era pronto, ella estaba medio dormida, pero está segura.
—Dani, tú sabes cómo se llama. ¡Díselo!
Daniela mira a _____ sorprendida. ¿Qué le pasa, se ha vuelto loca? ¿Decirlo?
¿Denunciar a Joe? Recuerda lo que le hicieron a Brandelli y muchas otras historias más que le han contado. Le destrozarían la Vespa, le pegarían, la violarían.
Escribirían cosas terribles sobre las paredes del colegio con su nombre, cosas indecentes que, desgraciadamente, todavía no ha hecho. ¿Denunciarlo? Pierde la memoria en un abrir y cerrar de ojos.
—Mamá, solo sé que se llama Joe.
_____ arremete contra su hermana.
—¡Mentirosa! ¡Eres una mentirosa! Yo no me acuerdo, pero esta mañana me has dicho su nombre. Tú y tus amigas lo conocéis de sobra.
—Pero ¿qué estás diciendo?
—¡Eres solo una cobarde, no lo quieres decir porque tienes miedo! Tú sabes cómo se llama.
—No, no lo sé.
—¡Sí que lo sabes!
_____ se interrumpe repentinamente. Como si algo se hubiera abierto, desatado, aclarado en su mente. Ahora recuerda.
—Joseph Jonas. Se llama así. Lo llaman Joe.
A continuación, mira a su hermana y cita sus palabras:
—Yo y mis amigas lo llamamos 10 y matrícula de honor.
—Muy bien, _____. —Claudio saca del bolsillo una hoja sobre la que anota todo.
Escribe el nombre antes de olvidarlo. Mientras escribe se pone nervioso. Ha leído algo que tendría que haber hecho, pero ya es demasiado tarde.
Daniela mira a su hermana.
—Te sientes fuerte, ¿eh? ¿No entiendes lo que te van a hacer? Te destrozarán la
Vespa, te pegarán, escribirán sobre ti en las paredes del colegio.
—Pues vaya, la Vespa está ya destrozada. Dudo que escriban algo sobre las paredes, entre otras cosas, porque no creo que ninguno de ellos sepa escribir. Y si me quieren hacer daño papá me protegerá, ¿verdad?
_____ se vuelve hacia él. Claudio piensa en Accado, imagina el dolor que se debe sentir cuando a uno le rompen la nariz.
—Claro, _____, puedes contar conmigo.
Se pregunta hasta qué punto es cierta aquella afirmación. Puede que no demasiado. Pero, al menos, ha conseguido lo que pretendía. _____, ya más tranquila, va a la cocina. Coge su manzana verde y la lava de nuevo. Acto seguido, manteniéndola alzada en el vacío por el rabito, empieza a girarla. Cada vuelta, una letra. Cuando el rabito se rompe, la inicial donde se ha detenido corresponde a la de la persona que piensa en ti. A, B, C, D. El rabito se rompe con un ruido seco.
Ha salido la D. ¿A quién conoce que empiece por la D? A nadie, no se le ocurre nadie. Menos mal que no ha salido la S. Es difícil que un rabito resista tanto. Pero, aun en el caso de que hubiera salido esa letra, no se habría preocupado demasiado.
No tiene miedo. _____ pasa por delante de su madre. Le sonríe. Raffaella la contempla alejarse. Está orgullosa de su hija. _____ sí que se le parece. No como Daniela. Su miedo, en el fondo, está justificado. Daniela es igual que su padre. Claudio pone el traje gris sobre la cama.
—Ah, cariño, ¿has comprado la cafetera grande?
—No, me he olvidado.
Raffaella se encierra en el baño. Pero cómo es posible, piensa Claudio, lo he escrito incluso en la lista de la compra. Decide no decir nada justificando de este modo aún más el carácter de Daniela. Claudio, elegida una camisa, la arroja sobre la cama. Luego pone encima su corbata preferida. Quién sabe, tal vez esa noche consiga ponérsela.
_____ sale de su habitación. Lleva puesta una bata rosa suave y acolchada sobre un pijama de felpa azul claro, y en los pies unas cálidas zapatillas. La ducha le ha ayudado a recuperarse del cansancio del footing, pero no está nada contenta. Aquella noche la dieta solo le permite una miserable manzana verde. Cruza el pasillo. Justo en ese momento siente girar la llave en la cerradura de la puerta. Su padre.
—¡Papá! —_____ corre a su encuentro.
—_____.
Su padre está furioso. _____ se detiene.
—¿Qué ha pasado? No me digas que no he puesto bien la Vespa, que no has conseguido entrar en el garaje…
—¡Qué narices me importa a mí la Vespa! Hoy han venido a verme los Accado.
Al oír aquellas palabras, _____ palidece. ¿Cómo no se le ha ocurrido antes?
Debería haberles contado a sus padres todo lo que pasó.
Raffaella, que ha acabado de lavar las dos manzanas verdes preparando de ese modo la cena, entra en el salón.
—¿Qué querían de ti los Accado? ¿Qué ha pasado? ¿Qué tiene que ver _____?
Claudio mira a su hija.
—No lo sé. Dínoslo tú, _____, ¿qué tienes que ver?
—¿Yo? ¡Yo no tengo nada que ver!
Daniela se asoma a la puerta.
—¡Es verdad, ella no tiene nada que ver!
Raffaella se vuelve hacia Daniela.
—Tú calla, nadie te ha preguntado.
Claudio coge a _____ por un brazo.
—Puede que no sea culpa tuya, ¡pero ese que estaba contigo tiene que ver y cómo! Accado ha tenido que ir al hospital. Tiene el tabique nasal fracturado en dos puntos. El hueso se ha hundido y el médico ha dicho que medio centímetro más y le agujereaba el cerebro.
_____ permanece en silencio. Claudio la mira. Su hija está descompuesta. Le suelta el brazo.
—Puede que no me hayas entendido, _____, medio centímetro más y Accado habría muerto…
_____ traga saliva. Se le ha pasado el hambre. Ahora ni siquiera le apetece la manzana. Raffaella mira preocupada a su hija, luego, al verla tan alterada, adopta un tono sereno y tranquilo.
—_____, por favor, ¿puedes contarme esa historia?
_____ alza los ojos. Son claros y están asustados. Es como si la viera por primera vez aquella noche. Empieza con un «Nada, mamá» y prosigue contándoselo todo. La fiesta, los que se colaron, Chicco, que llamó a la policía, esos que hicieron como que se marchaban y, en cambio, los esperaron debajo de casa. La persecución, el BMW destrozado. Chicco que se para, el chico de la moto azul le pega, Accado interviene y el chico le pega también a él.
—Pero cómo, ¿Accado te dejó sola con ese gamberro? ¿Con ese violento, no te llevó con él?
Raffaella está conmocionada. _____ no sabe qué contestarle.
—Puede que pensase que se trataba de un amigo mío, yo qué sé. Lo único que te puedo decir es que, después de los golpes, todos escaparon de allí y yo me quedé a solas con él.
Claudio sacude la cabeza.
—Es cierto que Accado escapó. Se arriesgaba a morir desangrado con esa nariz rota. En cualquier caso, se ha acabado para ese muchacho. Filippo lo ha denunciado.
Hoy vinieron a mi despacho a contarme toda la historia por corrección. Me dijeron que procederán por vía legal. Quieren saber el nombre y los apellidos de ese chico.
¿Cómo se llama?
—Joe.
Claudio mira perplejo a _____.
—¿Cómo Joe?
—Joe. Se llama así. Yo, al menos, lo he oído nombrar siempre así.
—¿Y eso por qué, es americano?
Daniela interviene.
—¡Qué va a ser americano, papá! Es un apodo.
Claudio mira a sus hijas.
—Pero digo yo que ese chico tendrá un nombre, ¿o no?
_____ le sonríe.
—Claro que lo tiene, pero yo no lo sé.
Claudio pierde de nuevo la paciencia.
—Pero ¿cómo les puedo decir yo a los Accado que mi hija va por ahí con uno que ni siquiera sabe cómo se llama?
—Yo no voy por ahí con él. Estaba con Chicco… ya te lo he dicho.
Raffaella interviene.
—Sí, pero luego volviste a casa en moto con él.
—Pero, mamá, si Chicco y los Accado se habían marchado, ¿de qué otro modo podía volver? ¿Me quedaba ahí en la calle, de noche? ¿Qué hacía, volver a casa sola?
Lo intenté. Pero pasados unos minutos se paró uno tremendo con un Golf y empezó a molestarme. Entonces hice que me acompañara.
Claudio apenas puede creer lo que oye.
—¡No, si ahora resulta que tendremos que darle las gracias a ese Joe!
Raffaella mira enfadada a sus hijas.
—No podemos hacer un papelón semejante. ¿Lo habéis entendido? Quiero saber de inmediato el nombre de ese chico. ¿Está claro? —En ese momento, _____ recuerda lo que le dijo Daniela esa misma mañana. Todavía era pronto, ella estaba medio dormida, pero está segura.
—Dani, tú sabes cómo se llama. ¡Díselo!
Daniela mira a _____ sorprendida. ¿Qué le pasa, se ha vuelto loca? ¿Decirlo?
¿Denunciar a Joe? Recuerda lo que le hicieron a Brandelli y muchas otras historias más que le han contado. Le destrozarían la Vespa, le pegarían, la violarían.
Escribirían cosas terribles sobre las paredes del colegio con su nombre, cosas indecentes que, desgraciadamente, todavía no ha hecho. ¿Denunciarlo? Pierde la memoria en un abrir y cerrar de ojos.
—Mamá, solo sé que se llama Joe.
_____ arremete contra su hermana.
—¡Mentirosa! ¡Eres una mentirosa! Yo no me acuerdo, pero esta mañana me has dicho su nombre. Tú y tus amigas lo conocéis de sobra.
—Pero ¿qué estás diciendo?
—¡Eres solo una cobarde, no lo quieres decir porque tienes miedo! Tú sabes cómo se llama.
—No, no lo sé.
—¡Sí que lo sabes!
_____ se interrumpe repentinamente. Como si algo se hubiera abierto, desatado, aclarado en su mente. Ahora recuerda.
—Joseph Jonas. Se llama así. Lo llaman Joe.
A continuación, mira a su hermana y cita sus palabras:
—Yo y mis amigas lo llamamos 10 y matrícula de honor.
—Muy bien, _____. —Claudio saca del bolsillo una hoja sobre la que anota todo.
Escribe el nombre antes de olvidarlo. Mientras escribe se pone nervioso. Ha leído algo que tendría que haber hecho, pero ya es demasiado tarde.
Daniela mira a su hermana.
—Te sientes fuerte, ¿eh? ¿No entiendes lo que te van a hacer? Te destrozarán la
Vespa, te pegarán, escribirán sobre ti en las paredes del colegio.
—Pues vaya, la Vespa está ya destrozada. Dudo que escriban algo sobre las paredes, entre otras cosas, porque no creo que ninguno de ellos sepa escribir. Y si me quieren hacer daño papá me protegerá, ¿verdad?
_____ se vuelve hacia él. Claudio piensa en Accado, imagina el dolor que se debe sentir cuando a uno le rompen la nariz.
—Claro, _____, puedes contar conmigo.
Se pregunta hasta qué punto es cierta aquella afirmación. Puede que no demasiado. Pero, al menos, ha conseguido lo que pretendía. _____, ya más tranquila, va a la cocina. Coge su manzana verde y la lava de nuevo. Acto seguido, manteniéndola alzada en el vacío por el rabito, empieza a girarla. Cada vuelta, una letra. Cuando el rabito se rompe, la inicial donde se ha detenido corresponde a la de la persona que piensa en ti. A, B, C, D. El rabito se rompe con un ruido seco.
Ha salido la D. ¿A quién conoce que empiece por la D? A nadie, no se le ocurre nadie. Menos mal que no ha salido la S. Es difícil que un rabito resista tanto. Pero, aun en el caso de que hubiera salido esa letra, no se habría preocupado demasiado.
No tiene miedo. _____ pasa por delante de su madre. Le sonríe. Raffaella la contempla alejarse. Está orgullosa de su hija. _____ sí que se le parece. No como Daniela. Su miedo, en el fondo, está justificado. Daniela es igual que su padre. Claudio pone el traje gris sobre la cama.
—Ah, cariño, ¿has comprado la cafetera grande?
—No, me he olvidado.
Raffaella se encierra en el baño. Pero cómo es posible, piensa Claudio, lo he escrito incluso en la lista de la compra. Decide no decir nada justificando de este modo aún más el carácter de Daniela. Claudio, elegida una camisa, la arroja sobre la cama. Luego pone encima su corbata preferida. Quién sabe, tal vez esa noche consiga ponérsela.
SandyJonas
Re: Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú]
Capítulo 22; Parte 2
Sus padres salen rogándoles, como todas las noches, que no le abran a nadie.
Inmediatamente después, _____ baja corriendo en batín y, sin que nadie la vea, esconde las llaves de casa bajo la alfombrilla del portal. A saber dónde estará Pallina en ese momento. En las carreras de motos de la Olimpica. Contenta ella…
Daniela está en el pasillo. Habla con Andrea Palombi por teléfono mientras garabatea con un bolígrafo sus nombres y algunos corazoncitos sobre un folio.
Andrea, al oír que Daniela no le contesta, siente curiosidad.
—Dani, ¿qué estás haciendo?
—Nada.
—¿Cómo nada? Oigo ruidos.
—Estoy escribiendo.
—Ah, ¿y qué escribes?
—Nada… —miente—. Estoy dibujando.
—Ah, entiendo. ¿Así que dibujas mientras hablas conmigo?
—Eh, no, te escucho. He entendido todo.
—Entonces repítelo.
Daniela resopla.
—Lunes, miércoles y viernes vas al gimnasio, martes y jueves a inglés.
—¿A qué hora?
Daniela piensa por un momento.
—A las cinco.
—A las seis. ¿Lo ves como no me estabas escuchando?
—Claro que sí, solo que no me acuerdo. ¿Has entendido en cambio por qué antes no podía hablar?
—Sí, porque estaban tus padres y se estaban despidiendo.
—Exacto: te hacía sí, er, eh. Y tú no me entendías.
—¿Cómo puedo entenderlo si tú no me lo dices?
—¿Cómo puedo decírtelo si mis padres estaban delante? ¡Mira que eres listo!
Tengo una idea: tenemos que ponernos de acuerdo sobre una palabra para cuando no podamos hablar.
—¿Tipo?
—No sé, pensemos…
—Podremos decir el nombre de mi academia de inglés.
—¿Cuál es?
—¡Ves cómo no me escuchas! British.
—Sí, British me gusta.
_____ pasa en ese momento por el pasillo y se detiene delante de su hermana.
—¿Es posible que te pases la vida al teléfono?
Daniela no le contesta. Decide recurrir de inmediato a la nueva palabra.
—British.
Andrea se queda perplejo por un momento.
—¿Qué pasa, no puedes hablar?
—¡Claro! ¿Por qué digo British si no? Así, sin ton ni son. Entonces, ¿para qué hemos decido usarla?
—Está bien, pero ¿yo cómo puedo saber que ahora no puedes hablar?
—Ah, no, lo tienes que saber. He dicho British.
—Sí, pero pensaba que tal vez estuvieras probando para ver qué tal suena.
Esta conversación, no precisamente metafísica, se ve interrumpida repentinamente por la voz inflexible de una señorita de la Telecom.
—Atención. Llamada urbana urgente para el número… —Daniela y Andrea se callan. Esperan la primera cifra para saber a cuál de los dos buscan—. 3… 2…
Daniela habla por encima de la voz de la señorita.
—Es para mí. ¡Será Giulia!
—¿Hablamos más tarde?
—Sí, te llamo en cuanto acabe. ¡British! —Andrea se ríe—. En ese caso quiere decir algo así como: «Te quiero mucho.»
—Yo también. —Cuelgan. _____ mira a su hermana. Qué extraño que haya obedecido tan pronto.
—Nos han hecho una llamada urbana urgente.
—¡Ya me parecía a mí! Era demasiado extraño que colgaras solo porque te lo hubiera dicho yo. Serán papá y mamá enojados porque tienen que decirnos algo y la línea está siempre ocupada.
—¡Qué va! Esta es sin duda Giulia, quedamos en volvernos a llamar.
Esperan en silencio junto al teléfono. Listas para levantar el auricular a la primera llamada. Como dos participantes en un concurso televisivo donde hay que ser el primero en apretar el botón y dar la respuesta exacta. El teléfono suena.
Daniela es la más rápida.
—¿Giulia? —Respuesta equivocada—. Ah, perdone, sí, ahora se la paso. Es para ti. —_____ arranca el auricular de las manos de Daniela.
—¿Sí?
Aquel sentimiento de satisfacción se convierte de inmediato en una grave desazón. Es la madre de Pallina. Daniela sonríe.
—No estés mucho, ¿eh?
_____ prueba a darle una patada. Daniela la esquiva. _____ se concentra en la llamada.
—Ah, sí, señora, buenas noches. —Escucha a la madre de Pallina.
Naturalmente, quiere hablar con su hija—. La verdad es que está durmiendo. —Acto seguido, arriesgándose como nunca—: ¿Quiere que la despierte? —_____ entorna los ojos y aprieta los dientes esperando a que se produzca la respuesta.
—No, no te preocupes. Puedo decírtelo a ti.
Ha salido bien.
—Mañana por la mañana tenemos una cita para hacer los análisis de sangre. De modo que tienes que decirle que no coma cuando se levante y que iré a recogerla hacia las siete. Entrará a segunda hora, si no nos retrasamos mucho. —_____ se ha relajado ya.
—Sí, de todos modos, a primera hora tenemos religión… —_____ piensa que aquella materia no le sirve de nada a su amiga. El alma de Pallina, entre mentiras y novios violentos, se ha perdido ya irremediablemente.
—Recuerda, _____, no le dejes comer.
—No, señora. No se preocupe.
_____ cuelga. Daniela pasa junto a ella lista para apoderarse de nuevo del teléfono.
—Te ha ido bien, ¿eh?
—Le ha ido bien a Pallina. Si la pilla es asunto suyo. ¿Qué tengo que ver yo? —
_____ se apresura a llamar al móvil de Pallina. Nada que hacer: está apagado. Claro.
Está durmiendo en mi casa y en mi casa no tiene cobertura. ¿Para qué la llamo? ¿De qué me preocupo? Al límite, la que se arriesga es ella. Es más, ni siquiera me tengo que poner nerviosa.
_____ se prepara una camomila. Dos rodajas de limón, un sobrecito de Dietor y se echa sobre el sofá. Las piernas dobladas hacia atrás, los pies metidos en el pliegue de un almohadón, justo en el sitio más caliente. Se pone a mirar la televisión. Daniela, por supuesto, vuelve a llamar a Andrea. Le cuenta la historia de Pallina, la llamada de su madre, la mentira de _____ y muchas otras cosas más que ellos encuentran divertidísimas. En la tele del salón un poco de zapping. Una retransmisión sobre las civilizaciones antiguas, una historia de amor más contemporánea, un concurso demasiado difícil. _____ piensa un momento, sentada en el sofá. No. Esa respuesta no la sabe. La voz de Daniela llega desde el pasillo alegre y divertida. Dulces palabras de amor se confunden entre frescas risas. _____ apaga la tele. Pallina llegará antes de las siete.
—Buenas noches, Dani.
Daniela le sonríe a su hermana.
—Buenas noches.
_____ ni siquiera prueba a repetirle de nuevo que no tenga ocupado el teléfono.
¿Para qué? Se lava los dientes. Coloca sobre la silla el uniforme para el día siguiente, prepara la bolsa y se mete en la cama. Recita una oración mirando el techo. Se siente un poco distraída. Luego apaga la luz. Da vueltas en la cama tratando de conciliar el sueño. En vano. ¿Y si Pallina decidiera ir directamente al colegio? Esa es capaz de todo. A lo mejor pasa toda la noche fuera y hace que Pollo la acompañe al Falconieri mientras su madre viene a recogerla a su casa. ¡Maldita Pallina! ¿Por qué no puede ser una enamorada como las demás? Se pasa dos horas al teléfono como su hermana y ya está. No causa tantos daños, solo una factura un poco más sustanciosa. No, ella tiene que ir a las carreras. Tiene que ser la novia del duro. ¡Maldita Pallina! Baja de la cama y se viste apresuradamente. Se pone solo un suéter y unos de vaqueros, luego va hasta la habitación de Daniela y coge sus Superga azules. Pasa por delante de su hermana. Como no podía ser de otro modo, sigue colgada del teléfono.
—Voy a avisar a Pallina.
Daniela la mira asombrada.
—¿Vas al invernadero? Yo también quiero ir.
—¿Al invernadero? Voy a la Olimpica. Donde hacen las carreras.
—¡Eh! Se llama el invernadero.
—¿Y por qué?
—¡Por todas las flores que hay a lo largo del camino! En recuerdo de todos los que han muerto.
_____ se pasa la mano por la frente.
—Solo me faltaba eso… ¡el invernadero!
Coge la cazadora colgada en el pasillo y hace ademán de salir. Daniela la detiene.
—¡Te lo suplico, _____, llévame contigo!
—Pero bueno, ¿acaso os habéis vuelto todas locas? Pallina, tú y yo frecuentando ese invernadero. Podríamos incluso hacer una carrera en moto, ¿eh?
—Si te pones el cinturón de Camomilla te eligen ellos y te llevan detrás, coge el mío, venga, piensa qué guay, hacer la camomila.
_____ piensa en la que se ha bebido antes de ir a la cama. Todo inútil. Se levanta el cuello de la cazadora. Se siente como si estuviera sentada frente al presentador de un concurso en el que ella es la única participante. ¿Qué vas a hacer allí? ¿Por qué vas al invernadero, entre ramos de flores en honor de aquellos que han muerto? ¿A esa carretera donde unos grupos de exaltados en moto se arriesgan a acabar del mismo modo? La respuesta le parece fácil. Va a avisar a Pallina de que vuelva antes de la siete. A esa misma Pallina a la que le gusta ir a lugares absurdos, esa Pallina que no sabe nada de latín. La Pallina a la que a ella le gusta soplar aunque eso suponga recibir una mala nota. Sí, ella va allí sobre todo por su amiga Pallina. O al menos eso es lo que quisiera creer.
—No te lo repito más, Daniela. Cuelga el teléfono. —Luego sale corriendo con la peineta de los brillantitos en el pelo y el corazón, curiosamente, a mil por hora.
Sus padres salen rogándoles, como todas las noches, que no le abran a nadie.
Inmediatamente después, _____ baja corriendo en batín y, sin que nadie la vea, esconde las llaves de casa bajo la alfombrilla del portal. A saber dónde estará Pallina en ese momento. En las carreras de motos de la Olimpica. Contenta ella…
Daniela está en el pasillo. Habla con Andrea Palombi por teléfono mientras garabatea con un bolígrafo sus nombres y algunos corazoncitos sobre un folio.
Andrea, al oír que Daniela no le contesta, siente curiosidad.
—Dani, ¿qué estás haciendo?
—Nada.
—¿Cómo nada? Oigo ruidos.
—Estoy escribiendo.
—Ah, ¿y qué escribes?
—Nada… —miente—. Estoy dibujando.
—Ah, entiendo. ¿Así que dibujas mientras hablas conmigo?
—Eh, no, te escucho. He entendido todo.
—Entonces repítelo.
Daniela resopla.
—Lunes, miércoles y viernes vas al gimnasio, martes y jueves a inglés.
—¿A qué hora?
Daniela piensa por un momento.
—A las cinco.
—A las seis. ¿Lo ves como no me estabas escuchando?
—Claro que sí, solo que no me acuerdo. ¿Has entendido en cambio por qué antes no podía hablar?
—Sí, porque estaban tus padres y se estaban despidiendo.
—Exacto: te hacía sí, er, eh. Y tú no me entendías.
—¿Cómo puedo entenderlo si tú no me lo dices?
—¿Cómo puedo decírtelo si mis padres estaban delante? ¡Mira que eres listo!
Tengo una idea: tenemos que ponernos de acuerdo sobre una palabra para cuando no podamos hablar.
—¿Tipo?
—No sé, pensemos…
—Podremos decir el nombre de mi academia de inglés.
—¿Cuál es?
—¡Ves cómo no me escuchas! British.
—Sí, British me gusta.
_____ pasa en ese momento por el pasillo y se detiene delante de su hermana.
—¿Es posible que te pases la vida al teléfono?
Daniela no le contesta. Decide recurrir de inmediato a la nueva palabra.
—British.
Andrea se queda perplejo por un momento.
—¿Qué pasa, no puedes hablar?
—¡Claro! ¿Por qué digo British si no? Así, sin ton ni son. Entonces, ¿para qué hemos decido usarla?
—Está bien, pero ¿yo cómo puedo saber que ahora no puedes hablar?
—Ah, no, lo tienes que saber. He dicho British.
—Sí, pero pensaba que tal vez estuvieras probando para ver qué tal suena.
Esta conversación, no precisamente metafísica, se ve interrumpida repentinamente por la voz inflexible de una señorita de la Telecom.
—Atención. Llamada urbana urgente para el número… —Daniela y Andrea se callan. Esperan la primera cifra para saber a cuál de los dos buscan—. 3… 2…
Daniela habla por encima de la voz de la señorita.
—Es para mí. ¡Será Giulia!
—¿Hablamos más tarde?
—Sí, te llamo en cuanto acabe. ¡British! —Andrea se ríe—. En ese caso quiere decir algo así como: «Te quiero mucho.»
—Yo también. —Cuelgan. _____ mira a su hermana. Qué extraño que haya obedecido tan pronto.
—Nos han hecho una llamada urbana urgente.
—¡Ya me parecía a mí! Era demasiado extraño que colgaras solo porque te lo hubiera dicho yo. Serán papá y mamá enojados porque tienen que decirnos algo y la línea está siempre ocupada.
—¡Qué va! Esta es sin duda Giulia, quedamos en volvernos a llamar.
Esperan en silencio junto al teléfono. Listas para levantar el auricular a la primera llamada. Como dos participantes en un concurso televisivo donde hay que ser el primero en apretar el botón y dar la respuesta exacta. El teléfono suena.
Daniela es la más rápida.
—¿Giulia? —Respuesta equivocada—. Ah, perdone, sí, ahora se la paso. Es para ti. —_____ arranca el auricular de las manos de Daniela.
—¿Sí?
Aquel sentimiento de satisfacción se convierte de inmediato en una grave desazón. Es la madre de Pallina. Daniela sonríe.
—No estés mucho, ¿eh?
_____ prueba a darle una patada. Daniela la esquiva. _____ se concentra en la llamada.
—Ah, sí, señora, buenas noches. —Escucha a la madre de Pallina.
Naturalmente, quiere hablar con su hija—. La verdad es que está durmiendo. —Acto seguido, arriesgándose como nunca—: ¿Quiere que la despierte? —_____ entorna los ojos y aprieta los dientes esperando a que se produzca la respuesta.
—No, no te preocupes. Puedo decírtelo a ti.
Ha salido bien.
—Mañana por la mañana tenemos una cita para hacer los análisis de sangre. De modo que tienes que decirle que no coma cuando se levante y que iré a recogerla hacia las siete. Entrará a segunda hora, si no nos retrasamos mucho. —_____ se ha relajado ya.
—Sí, de todos modos, a primera hora tenemos religión… —_____ piensa que aquella materia no le sirve de nada a su amiga. El alma de Pallina, entre mentiras y novios violentos, se ha perdido ya irremediablemente.
—Recuerda, _____, no le dejes comer.
—No, señora. No se preocupe.
_____ cuelga. Daniela pasa junto a ella lista para apoderarse de nuevo del teléfono.
—Te ha ido bien, ¿eh?
—Le ha ido bien a Pallina. Si la pilla es asunto suyo. ¿Qué tengo que ver yo? —
_____ se apresura a llamar al móvil de Pallina. Nada que hacer: está apagado. Claro.
Está durmiendo en mi casa y en mi casa no tiene cobertura. ¿Para qué la llamo? ¿De qué me preocupo? Al límite, la que se arriesga es ella. Es más, ni siquiera me tengo que poner nerviosa.
_____ se prepara una camomila. Dos rodajas de limón, un sobrecito de Dietor y se echa sobre el sofá. Las piernas dobladas hacia atrás, los pies metidos en el pliegue de un almohadón, justo en el sitio más caliente. Se pone a mirar la televisión. Daniela, por supuesto, vuelve a llamar a Andrea. Le cuenta la historia de Pallina, la llamada de su madre, la mentira de _____ y muchas otras cosas más que ellos encuentran divertidísimas. En la tele del salón un poco de zapping. Una retransmisión sobre las civilizaciones antiguas, una historia de amor más contemporánea, un concurso demasiado difícil. _____ piensa un momento, sentada en el sofá. No. Esa respuesta no la sabe. La voz de Daniela llega desde el pasillo alegre y divertida. Dulces palabras de amor se confunden entre frescas risas. _____ apaga la tele. Pallina llegará antes de las siete.
—Buenas noches, Dani.
Daniela le sonríe a su hermana.
—Buenas noches.
_____ ni siquiera prueba a repetirle de nuevo que no tenga ocupado el teléfono.
¿Para qué? Se lava los dientes. Coloca sobre la silla el uniforme para el día siguiente, prepara la bolsa y se mete en la cama. Recita una oración mirando el techo. Se siente un poco distraída. Luego apaga la luz. Da vueltas en la cama tratando de conciliar el sueño. En vano. ¿Y si Pallina decidiera ir directamente al colegio? Esa es capaz de todo. A lo mejor pasa toda la noche fuera y hace que Pollo la acompañe al Falconieri mientras su madre viene a recogerla a su casa. ¡Maldita Pallina! ¿Por qué no puede ser una enamorada como las demás? Se pasa dos horas al teléfono como su hermana y ya está. No causa tantos daños, solo una factura un poco más sustanciosa. No, ella tiene que ir a las carreras. Tiene que ser la novia del duro. ¡Maldita Pallina! Baja de la cama y se viste apresuradamente. Se pone solo un suéter y unos de vaqueros, luego va hasta la habitación de Daniela y coge sus Superga azules. Pasa por delante de su hermana. Como no podía ser de otro modo, sigue colgada del teléfono.
—Voy a avisar a Pallina.
Daniela la mira asombrada.
—¿Vas al invernadero? Yo también quiero ir.
—¿Al invernadero? Voy a la Olimpica. Donde hacen las carreras.
—¡Eh! Se llama el invernadero.
—¿Y por qué?
—¡Por todas las flores que hay a lo largo del camino! En recuerdo de todos los que han muerto.
_____ se pasa la mano por la frente.
—Solo me faltaba eso… ¡el invernadero!
Coge la cazadora colgada en el pasillo y hace ademán de salir. Daniela la detiene.
—¡Te lo suplico, _____, llévame contigo!
—Pero bueno, ¿acaso os habéis vuelto todas locas? Pallina, tú y yo frecuentando ese invernadero. Podríamos incluso hacer una carrera en moto, ¿eh?
—Si te pones el cinturón de Camomilla te eligen ellos y te llevan detrás, coge el mío, venga, piensa qué guay, hacer la camomila.
_____ piensa en la que se ha bebido antes de ir a la cama. Todo inútil. Se levanta el cuello de la cazadora. Se siente como si estuviera sentada frente al presentador de un concurso en el que ella es la única participante. ¿Qué vas a hacer allí? ¿Por qué vas al invernadero, entre ramos de flores en honor de aquellos que han muerto? ¿A esa carretera donde unos grupos de exaltados en moto se arriesgan a acabar del mismo modo? La respuesta le parece fácil. Va a avisar a Pallina de que vuelva antes de la siete. A esa misma Pallina a la que le gusta ir a lugares absurdos, esa Pallina que no sabe nada de latín. La Pallina a la que a ella le gusta soplar aunque eso suponga recibir una mala nota. Sí, ella va allí sobre todo por su amiga Pallina. O al menos eso es lo que quisiera creer.
—No te lo repito más, Daniela. Cuelga el teléfono. —Luego sale corriendo con la peineta de los brillantitos en el pelo y el corazón, curiosamente, a mil por hora.
SandyJonas
Re: Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú]
Capítulo 23; Parte 1
A ambos márgenes de la carretera de amplia curva hay mucha gente. Algunos
jeep Patrol con las puertas abiertas disparan música sin cesar. Muchachos con el pelo
rubio teñido, con camisetas y gorras americanas, de físico enjuto, se fingen surfistas y
en poses estatuarias se pasan, obsesionados por el físico, una cerveza. Un poco más
allá, junto a un Maggiolone7 descapotable, otro grupo, mucho más realista, se está
liando un porro.
Más allá, unas personas de cierta edad a la búsqueda de una noche
emocionante, se agrupan alrededor de un Jaguar. Junto a ellos, una pareja de amigos
contempla divertida aquel absurdo torbellino.
Motocicletas sobre una sola rueda, motos que zumban veloces, muchachos que
pasan de pie sobre los pedales mirando a su alrededor para ver si hay alguien que
conocen, saludando a sus amigos.
_____ empieza a subir por la suave pendiente con su Vespa trucada. Una vez en
lo alto, se queda sin habla. Cláxones de todo tipo, agudos y graves, suenan como
enloquecidos. Al estruendo de los motores responden nuevos rugidos. Luces de faros
de diferentes colores iluminan la carretera como si se tratara de una enorme
discoteca.
En una pequeña explanada hay un puesto de esos móviles que venden bebidas
y bocadillos calientes. Está haciendo su agosto. _____ se detiene delante de él y pone el
soporte a la Vespa. La cierra. Una Free sobre una sola rueda le pasa tan cerca que
_____ casi pierde el equilibrio. Un muchacho de unos quince años como mucho vuelve
a caer sobre la rueda delantera riendo groseramente. Frena derrapando y vuelve a
arrancar en sentido inverso. Hace de nuevo el caballito con las piernas fuera de sitio,
ligeramente desequilibrado.
_____ mira distraída en derredor. Luego echa de nuevo a andar, tropieza con un
tipo con el pelo al rape, una cazadora negra de piel y un pendiente en la oreja
derecha. Parece tener una gran prisa.
—Mira por dónde cojones vas, ¿no?
_____ se disculpa. Se vuelve a preguntar qué estará haciendo en aquel sitio. De
repente, ve a Gloria, la hija de los Accado. Está allí, sentada en el suelo, sobre una
cazadora vaquera. A su lado está Dario, su novio. _____ se acerca a ellos.
—Hola, Gloria.
—Hola, ¿cómo estás?
—Bien.
—¿Conoces a Dario?
—Sí, nos hemos visto ya.
Se intercambian una sonrisa tratando de recordar dónde y cuándo.
—Oye, siento lo que le pasó a tu padre.
—¿Ah, sí? Bueno, a mí me importa un comino. Se lo tiene bien merecido. Así
aprende a no meterse donde no le llaman. Siempre tiene que estar en medio, decir lo
que piensa. Finalmente se ha topado con uno que lo ha puesto en su sitio.
—Pero ¡es tu padre!
—Sí, pero es también un coñazo.
Dario se ha encendido un cigarrillo.
—Estoy de acuerdo. Es más, dale las gracias a Joe de mi parte. ¿Sabes que no
me deja subir a su casa? Tengo que esperar siempre abajo, para salir con Gloria. Y no
porque tenga ningún interés en verlo. Es una cuestión de principios, ¿no?
_____ se pregunta a qué principios se referirá. Dario le pasa el cigarrillo a Gloria.
—Claro que si el que le daba el cabezazo era yo, habría visto las estrellas.
Dario suelta una carcajada.
Gloria da una calada, luego mira a _____ sonriendo.
—¿Y qué, estás saliendo con Joe?
—¿Yo? ¡Tú estás loca! Bueno, yo me voy, tengo que encontrar a Pallina.
Se aleja. Se ha equivocado. Los dos están locos. Una hija feliz de que a su padre
lo hayan vapuleado. Su novio disgustado por no haber podido hacerlo él. Increíble.
Sobre una pequeña elevación, detrás de una red agujereada, está Pollo. Está sentado
sobre una gruesa moto y charla alegremente con una chica que tiene abrazada entre
las piernas. La chica lleva una gorra azul con la visera y la inscripción NY delante. El
pelo negro recogido en una cola le sale de la gorra entre el cierre y la costura. Viste
una cazadora con las mangas blancas plastificadas de típica chica pompón
americana. El cinturón doble de Camomilla, un par de mallas azul oscuras y las
Superga a juego la hacen parecer un poco más italiana. Esa loca desenfrenada que se
ríe y mueve divertida la cabeza besando de vez en cuando a Pollo es Pallina. _____ se
acerca. Su amiga la ve.
—¡Eh, hola, qué sorpresa! —Sale a su encuentro y la abraza—. Estoy muy
contenta de que hayas venido.
—Yo para nada. Al contrario, ¡quiero irme lo antes posible!
—Por cierto, ¿qué haces aquí? ¿No es una idiotez venir a las carreras?
—De hecho, eres realmente una idiota. ¡Tu madre ha llamado!
—¿No…? ¿Y tú qué le has dicho?
—Que estabas durmiendo.
—¿Y se lo ha creído?
—Sí.
Pallina silba.
—¡Menos mal!
—Sí, pero me ha dicho que mañana por la mañana te viene a recoger pronto,
que tienes que ir a hacer los análisis y te saltas la primera hora.
Pallina da un salto de alegría.
—¡Yuhuu! —Su entusiasmo, sin embargo, no dura mucho—. Pero mañana a
primera hora tenemos religión, ¿no?
—Sí.
—Qué rabia, ¿no puedo hacer los análisis el viernes que tenemos italiano?
—Bueno, en cualquier caso, pasará a recogerte a las siete, así que trata de volver
pronto, ¿eh?
—¡Quédate, venga! —Pallina coge del brazo a _____ y la arrastra hacia donde
está Pollo—. ¿A qué hora se acaba esto?
Pollo sonríe a _____ que lo saluda resignada.
—Pronto, como mucho en dos horas se habrá acabado todo. Luego nos vamos a
comer una buena pizza, ¿eh?
Pallina mira entusiasmada a su amiga.
—¡Venga, no seas muermo! —dice mientras Pollo sonríe y se enciende un
cigarrillo—. Venga, que está también Joe, se alegrará de verte.
—¡Sí, pero yo no! Pallina, yo me vuelvo a casa. Trata de volver pronto. ¡No
quiero tener problemas con tu madre por tu culpa!
_____ advierte un letrero en el suelo en el borde de la carretera. Es de madera, y
en el centro hay una foto de un chico junto a un círculo mitad negro y mitad blanco.
El símbolo de la vida. Esa misma vida que el chico en cuestión ha dejado de tener. En
él está escrito: «Era rápido y fuerte pero al final el Señor no se comportó con él como
un verdadero señor. No quiso concederle el desquite. Sus amigos.»
—¡Menudos amigos que sois! ¡Y hasta os da por hacer de poetas! Prefiero estar
sola que tener amigos como vosotros que me ayudan a matarme.
—¿Qué coño has venido a hacer aquí si nada te parece bien? —dice Pollo
tirando al suelo el cigarrillo.
Luego, su voz.
—Pero ¿es posible que no consigas llevarte bien con nadie? Tienes realmente un
carácter asqueroso, ¿eh?
Es Joe. Plantado delante de ella con su sonrisa insolente.
—Da la casualidad de que yo me llevo bien con todos. Jamás he tenido una
discusión en mi vida, puede que porque siempre he frecuentado un cierto tipo de
gente. Solo hace poco que mis amistades han empeorado, tal vez por culpa de
alguien… —Mira alusivamente a Pallina, quien a su vez alza la mirada resoplando.
—Ya lo sé, de todos modos, lo mires como lo mires, es siempre culpa mía.
—¿Acaso no he venido hasta aquí solo para avisarte?
—Pero bueno, ¿no has venido por mí? —Joe se pone delante de ella—. Estoy
seguro de que has venido a verme correr…
Su cara se acerca demasiado peligrosamente a la de ella. _____ lo esquiva
haciéndose a un lado.
—Pero si ni siquiera sabía que estabas aquí. —Enrojece.
—Lo sabías, lo sabías. Te has puesto roja como un pimiento. Ves, no te conviene
contar mentiras, no eres capaz.
_____ se calla. Exasperada con aquel maldito rubor y con el corazón que,
desobediente, le late con fuerza. Joe se acerca a ella lentamente. Su cara se encuentra
de nuevo demasiado próxima a la de _____. Le sonríe.
—No entiendo por qué te preocupas tanto. ¿Tienes miedo de decirlo?
—¿Miedo? ¿Miedo yo? ¿Y de quién? Tú no me das miedo. Solo me produces
risa. ¿Quieres saber algo? Esta noche te he denunciado. —Esta vez es ella la que se
acerca a la cara de Joe—. ¿Has entendido? He dicho que has sido tú el que le pegó al
señor Accado. Ese al que diste un cabezazo. Les he dado tu nombre. Imagínate, pues,
el miedo que te tengo…
Pollo baja de la moto y se dirige deprisa hacia _____.
—Asquerosa…
Joe lo detiene.
—Tranquilo, Pollo, tranquilo.
—¿Cómo que tranquilo, Joe? ¡Esa te ha arruinado! Después de todo lo que
pasó, otra denuncia y tendrás que pagar por todo el resto. Irás directamente a la
cárcel.
_____ se queda estupefacta. Eso no lo sabía. Joe calma a su amigo.
—No te preocupes, Pollo. No pasará nada. No iré a la cárcel. Puede que, como
mucho, tenga que presentarme ante el juez. —Luego, dirigiéndose a _____—: Lo que
importa es lo que digas en el proceso cuando te llamen para testimoniar en mi contra.
Ese día tú no dirás mi nombre. Estoy seguro. Dirás que no he sido yo. Que yo no
tengo nada que ver.
_____ lo mira con aire de desafío.
—¿Ah, sí? ¿Estás seguro?
—Por supuesto.
—¿Piensas meterme miedo?
—En absoluto. Ese día, cuando vayamos al juzgado, estarás tan loca por mí que
harás lo que sea con tal de salvarme.
_____ se queda en silencio por un instante, acto seguido suelta una carcajada.
—El que está loco eres tú, si te crees eso. Ese día diré tu nombre. Te lo juro.
Joe le sonríe imperturbable.
—No jures.
Un silbido prolongado y decidido. Todos se dan la vuelta. Es Siga. En el centro
de la carretera hay un hombre bajo de unos treinta y cinco años. Lleva puesta una
cazadora negra de piel. Todos lo respetan, en parte porque se rumorea que lleva
escondida una pistola en su interior. Levanta los brazos. Es la señal. La primera
carrera, la de las camomilas. Joe se vuelve hacia _____.
—¿Quieres venir detrás de mí?
—¿Lo ves como es verdad? Estás loco.
—No, la verdad es otra: tú tienes miedo.
—¡No tengo miedo!
—Entonces pídele prestado el cinturón a Pallina, ¿no?
—Estoy en contra de esas estúpidas carreras.
Una SH azul se para delante de ellos. Es Maddalena. Saluda a Pallina con una
sonrisa, luego ve a _____. Las dos muchachas se miran fríamente. Maddalena se
levanta la cazadora.
—¿Me llevas, Joe? —Enseña el cinturón de Camomilla.
—Claro, pequeña. Apaga la SH.
Maddalena lanza una mirada de satisfacción a _____, luego le pasa por delante
para aparcar la SH un poco más allá. Joe se acerca a _____.
—Qué lástima, te habrías divertido. A veces el miedo es realmente algo terrible.
Te impide disfrutar de los mejores momentos. Si no sabes vencerlo, es como una
especie de maldición.
—Ya te he dicho que no tengo miedo. Vete a hacer tu carrera, si eso te divierte
tanto.
—¿Me animarás?
—Me voy a casa.
—No puedes, después del silbido nadie se puede mover.
Pallina se acerca a ellos.
—Tiene razón. Venga, _____. Quédate aquí conmigo. Vemos esta carrera y luego
nos vamos las dos juntas.
_____ asiente. Joe se le acerca y con un ágil movimiento le quita la bandana que
ella lleva en lugar de cinturón. A _____ no le da tiempo a impedirlo.
—Devuélvemela.
Trata de cogerla. Joe la tiene en alto con la mano. Entonces _____ intenta
golpearle en plena cara, pero Joe es más rápido. Le agarra la mano a mitad camino y
se la aprieta con fuerza. Los ojos azules de _____ brillan. Le está haciendo daño.
Orgullosa como es, no dice una palabra. Joe se da cuenta. Afloja la mano.
—No vuelvas a intentarlo.
Luego la deja marcharse y monta en su moto. En ese momento llega Maddalena
y sube detrás de él. Lo hace al revés, como establece el reglamento, y se ata con su
cinturón Camomilla. La moto da un salto hacia delante justo cuando ella está
acabando de abrocharse el cinturón en el último agujero. Maddalena lleva las manos
hacia atrás y se aferra a su cintura. Las dos muchachas se intercambian una última
mirada.
Luego Joe hace el caballito, Maddalena cierra los ojos sujetándose aún con más
fuerza a él. El cinturón aguanta. Joe vuelve sobre las dos ruedas y acelera para
llegar al centro de la carretera, listo para la carrera. Levanta el brazo derecho. En su
muñeca, llamativa y socarrona, se agita la bandana de _____.
Repentinamente, tres motos salidas de la nada se colocan en el centro de la
carretera. Todas llevan detrás a una chica sentada del revés. Las camomilas miran a
su alrededor. Una multitud de chicos y chicas las rodea. Las miran divertidos.
Algunas las conocen y las señalan gritando sus nombres. Otros las saludan con la
mano tratando de llamar su atención. Pero las camomilas no contestan. Todas tienen
los brazos hacia atrás y se aferran al conductor por miedo al arranque. Siga recoge las
apuestas. Los señores del Jaguar son los que más dinero se juegan. Uno de ellos lo
hace por Joe. El otro por uno que está a su lado con la moto de colores. Recoge el
dinero y se lo mete en el bolsillo delantero de la cazadora, el abolsado. A
continuación levanta el brazo derecho y se lleva el silbato a la boca. Se produce un
momento de silencio. Los chicos sobre las motos miran hacia delante, listos para
partir. Las camomilas están sentadas detrás, mirando hacia el otro lado. Tienen los
ojos cerrados. Todas menos una. Maddalena quiere disfrutar de ese momento. Adora
las carreras. Las motos rugen. Tres pies izquierdos empujan hacia abajo el pedal. Con
un único ruido entran tres primeras. Preparados. Siga baja el brazo y silba. Las motos
arrancan hacia delante, casi de inmediato sobre una sola rueda, veloces y causando
un gran estruendo. Las camomilas se sujetan con fuerza a sus hombres. Con la cara
vuelta hacia el suelo, ven pasar corriendo bajo ellas la carretera, dura y terrible.
Conteniendo el aliento, el corazón a dos mil, el estómago en la garganta. Arrastradas
desde detrás a cien, ciento veinte, ciento cuarenta. El primero a la izquierda se
adelanta. Baja la rueda delantera, tocando el suelo con un golpe fuerte, empujando
sobre los amortiguadores. La horquilla tiembla, pero no sucede nada. El que va a su
lado da demasiado gas. La moto se empina, la muchacha, sintiéndose casi en vertical,
chilla. El chico, asustado, puede que porque, además, sale con ella, reduce gas y
frena. La moto baja delicadamente. Una enorme Kawasaki de casi trescientos kilos
planea dulcemente como teledirigida, baja el morro, tocando el suelo, como un
pequeño avión sin alas. Joe sigue con la carrera, alternando el freno y el acelerador.
Su moto, proyectada hacia delante siempre a la misma altura, parece inmóvil, como
dirigida por un hilo transparente en la oscuridad de la noche. Vuela, pegado a las
estrellas. Maddalena ve pasar la carretera, las bandas blancas casi invisibles se
mezclan unas con otras y aquel gris asfalto asemeja a un mar que blando, liso, sin
olas, navega en silencio por debajo de ella. Joe llega el primero entre los gritos de
alegría de sus amigos presentes y la felicidad del señor que ha apostado por él, no
tanto por el dinero que ha ganado como por haber vencido al amigo que lo ha
llevado a aquel sitio.
Dario, Schello y algún que otro amigo más se precipitan a felicitarlo. Una mano
fraterna difícil de reconocer en medio del grupo le ofrece una cerveza todavía fría.
Joe la coge al vuelo, le da un largo sorbo, luego se la pasa a Maddalena.
—Lo has hecho muy bien, no te has movido ni por un momento. Eres una
camomila perfecta.
Maddalena da un sorbo, después baja de la moto y le sonríe.
—Hay momentos en los que hay que quedarse quietos y otros en los que hace
falta saberse mover. Estoy aprendiendo, ¿no?
Joe sonríe. Es una tía estupenda, esa muchacha.
—Sí, estás aprendiendo.
La mira alejarse. Está también muy buena. Llega Pollo y salta detrás de él en la
moto.
—Venga, coño, vamos a buscar a Siga. ¡A ver cuánto has ganado!
—¡No mucho, era el favorito!
—Coño, has dejado de ser una buena jugada. Deberías perder alguna vez, así
aumentarías la cuota. Podrías incluso caerte y así luego nos jugaríamos todo a la
última, en la que ganarías. Clásico, ¿no? Como los boxeadores americanos en las
películas.
—¡De acuerdo, pero la caída la hago con tu moto!
—¡Eso sí que no! La acabo de arreglar.
—¡Joe! ¡Joe! —Se da la vuelta. Es Pallina que lo llama desde lo alto del muro
que hay junto a la red—. ¡Genial! ¡Eres genial!
Joe le sonríe. Luego ve a _____ a su lado. Alza el brazo derecho mostrándole su
bandana azul.
—¡Ha sido pura suerte! —grita _____ a lo lejos.
Joe mete la primera y, llevando detrás a Pollo, hace una gincana entre la gente
y se aleja para retirar las merecidas ganancias.
Maddalena frena delante de _____ y Pallina. Lleva a una chica rubia un poco
regordeta detrás, sobre su SH. Su amiga tiene los pies sobre los pedales y apenas si se
apoya sobre el sillín, pero, de todos modos, la rueda posterior está prácticamente
clavada en el suelo. Maddalena mastica una Virgosol con la boca abierta.
—No es solo suerte. Es sobre todo valor, huevos. ¿Se puede saber qué hacen dos
cobardes como vosotras en un sitio como este?
La tipa rechoncha que va detrás sonríe.
—Ya, sobre todo, ¿cómo es que vais sin uniforme? ¿No sois dos de esas idiotas
del Falconieri? O, mejor dicho, dos de esas furcias… ¿No es así como os llaman?
¡Dicen que sois todas unas putas!
Pallina se ajusta la gorra.
—¡Oye, gordita! ¿Qué pasa, tienes algo contra nosotras? Si hay algo que te
corroe dilo y basta. Sin dar tantos rodeos.
Maddalena apaga la SH.
—Lo que pasa es que tienes el cinturón de Camomilla y no te lo puedes
permitir.
—¿Y quién lo dice?
—Entonces, ¿cómo es que no has corrido?
—Porque no ha corrido mi novio. Yo corro solo con Pollo. Porque, puede que
no lo sepas —Pallina se dirige a la regordeta que Maddalena lleva detrás—, pero
Pollo y yo salimos juntos.
La muchacha hace una mueca. Aprieta los dientes. Pallina se lo ha dicho
adrede. Sabe que está interesada en la adquisición.
Maddalena señala a _____.
—¿Y ella? ¿Qué hace ella aquí? Ni siquiera lleva el cinturón. ¿No sabes que este
sitio está reservado a las camomilas? O corres o te vas.
_____ se vuelve hacia Pallina suspirando.
—Solo nos faltaba la macarra de turno.
Maddalena se pone tiesa.
—¿Qué has dicho?
_____ le sonríe.
—He dicho que estoy esperando mi turno.
Maddalena permanece impasible. Puede que de verdad no haya oído nada.
_____ abre la cazadora de Pallina.
—Venga, dame ese cinturón.
—¿Qué? ¿Estás bromeando?
—No, vamos, dámelo. Si ser una camomila es tan emocionante, quiero probar.
—Suelta la trabilla. Pallina la detiene.
—Mira que si te lo pones, luego te pueden elegir, tendrás que correr. Una vez
vino hasta aquí una tipa que se había puesto el cinturón de Camomilla por
casualidad, porque le gustaba. Bien, pues la hicieron subir a una moto y tuvo que
correr a la fuerza.
_____ la mira con aire interrogativo.
—¿Y? ¿Cómo acabó la cosa?
—Bueno, no se hizo nada, no se cayó. Creo que la conoces. Es Giovanna
Bardini. La de segundo E.
—¿Quién, esa mema? Entonces lo pueden hacer todas.
Pallina le pasa el cinturón.
—Sí, pero no sé si te has dado cuenta… Giovanna ahora solo usa tirantes.
_____ la mira. Pallina hace un gracioso mohín. Luego las dos se echan a reír. En
realidad, solo tratan de quitar hierro a aquel momento. Maddalena y su amiga las
miran con cara de fastidio. _____ se pone el cinturón.
—¡Qué guay! Ahora yo también soy una camomila.
Un macarra espantoso se planta con la moto delante de ellas. Tiene la parte baja
del pelo prácticamente al ras y un cuello de toro asoma impávido de una cazadora
verde militar con solapas naranja.
—Venga camomila, la de ahí arriba. Sube detrás.
_____ se indica incrédula.
—¿Quién, yo?
—¿Y quién si no? Venga, muévete, dentro de poco empezamos.
—Hola, Madda. —El macarra, además de tener un aspecto terrible, tiene
además otro punto en su contra: es un amigo de Maddalena.
_____ se acerca a Pallina.
—Bueno, yo voy. Luego te contaré cómo es.
—Sí, claro.
Pallina se para delante de ella, preocupada.
—Oye, _____… lo siento.
—No, qué dices. Me parece chulísimo hacer de camomila y quiero probar. Tú
no tienes nada que ver.
Pallina la abraza y le susurra al oído.
—Eres una jefa.
_____ le sonríe, luego se encamina hacia el macarra con la moto. De repente,
recuerda aquella frase. Pallina se la dijo también aquella mañana y luego la Giacci le
puso una nota muy baja. ¿Estará gafada? Maldice a Pallina, a las camomilas, pero
también a ella misma, cuando se le mete entre ceja y ceja ser la jefa.
El macarra da gas sin problemas de consumo. _____ en cambio tiene alguno que
otro para subir detrás en la moto. El macarra la ayuda. _____ se desata el cinturón. El
tipo lo coge, se lo coloca alrededor de la cintura y se lo pone de nuevo en la mano.
_____ apenas consigue llegar al último agujero. Encima gordo. Como si no bastase,
Maddalena da una palmada con fuerza sobre la cazadora del macarra.
A ambos márgenes de la carretera de amplia curva hay mucha gente. Algunos
jeep Patrol con las puertas abiertas disparan música sin cesar. Muchachos con el pelo
rubio teñido, con camisetas y gorras americanas, de físico enjuto, se fingen surfistas y
en poses estatuarias se pasan, obsesionados por el físico, una cerveza. Un poco más
allá, junto a un Maggiolone7 descapotable, otro grupo, mucho más realista, se está
liando un porro.
Más allá, unas personas de cierta edad a la búsqueda de una noche
emocionante, se agrupan alrededor de un Jaguar. Junto a ellos, una pareja de amigos
contempla divertida aquel absurdo torbellino.
Motocicletas sobre una sola rueda, motos que zumban veloces, muchachos que
pasan de pie sobre los pedales mirando a su alrededor para ver si hay alguien que
conocen, saludando a sus amigos.
_____ empieza a subir por la suave pendiente con su Vespa trucada. Una vez en
lo alto, se queda sin habla. Cláxones de todo tipo, agudos y graves, suenan como
enloquecidos. Al estruendo de los motores responden nuevos rugidos. Luces de faros
de diferentes colores iluminan la carretera como si se tratara de una enorme
discoteca.
En una pequeña explanada hay un puesto de esos móviles que venden bebidas
y bocadillos calientes. Está haciendo su agosto. _____ se detiene delante de él y pone el
soporte a la Vespa. La cierra. Una Free sobre una sola rueda le pasa tan cerca que
_____ casi pierde el equilibrio. Un muchacho de unos quince años como mucho vuelve
a caer sobre la rueda delantera riendo groseramente. Frena derrapando y vuelve a
arrancar en sentido inverso. Hace de nuevo el caballito con las piernas fuera de sitio,
ligeramente desequilibrado.
_____ mira distraída en derredor. Luego echa de nuevo a andar, tropieza con un
tipo con el pelo al rape, una cazadora negra de piel y un pendiente en la oreja
derecha. Parece tener una gran prisa.
—Mira por dónde cojones vas, ¿no?
_____ se disculpa. Se vuelve a preguntar qué estará haciendo en aquel sitio. De
repente, ve a Gloria, la hija de los Accado. Está allí, sentada en el suelo, sobre una
cazadora vaquera. A su lado está Dario, su novio. _____ se acerca a ellos.
—Hola, Gloria.
—Hola, ¿cómo estás?
—Bien.
—¿Conoces a Dario?
—Sí, nos hemos visto ya.
Se intercambian una sonrisa tratando de recordar dónde y cuándo.
—Oye, siento lo que le pasó a tu padre.
—¿Ah, sí? Bueno, a mí me importa un comino. Se lo tiene bien merecido. Así
aprende a no meterse donde no le llaman. Siempre tiene que estar en medio, decir lo
que piensa. Finalmente se ha topado con uno que lo ha puesto en su sitio.
—Pero ¡es tu padre!
—Sí, pero es también un coñazo.
Dario se ha encendido un cigarrillo.
—Estoy de acuerdo. Es más, dale las gracias a Joe de mi parte. ¿Sabes que no
me deja subir a su casa? Tengo que esperar siempre abajo, para salir con Gloria. Y no
porque tenga ningún interés en verlo. Es una cuestión de principios, ¿no?
_____ se pregunta a qué principios se referirá. Dario le pasa el cigarrillo a Gloria.
—Claro que si el que le daba el cabezazo era yo, habría visto las estrellas.
Dario suelta una carcajada.
Gloria da una calada, luego mira a _____ sonriendo.
—¿Y qué, estás saliendo con Joe?
—¿Yo? ¡Tú estás loca! Bueno, yo me voy, tengo que encontrar a Pallina.
Se aleja. Se ha equivocado. Los dos están locos. Una hija feliz de que a su padre
lo hayan vapuleado. Su novio disgustado por no haber podido hacerlo él. Increíble.
Sobre una pequeña elevación, detrás de una red agujereada, está Pollo. Está sentado
sobre una gruesa moto y charla alegremente con una chica que tiene abrazada entre
las piernas. La chica lleva una gorra azul con la visera y la inscripción NY delante. El
pelo negro recogido en una cola le sale de la gorra entre el cierre y la costura. Viste
una cazadora con las mangas blancas plastificadas de típica chica pompón
americana. El cinturón doble de Camomilla, un par de mallas azul oscuras y las
Superga a juego la hacen parecer un poco más italiana. Esa loca desenfrenada que se
ríe y mueve divertida la cabeza besando de vez en cuando a Pollo es Pallina. _____ se
acerca. Su amiga la ve.
—¡Eh, hola, qué sorpresa! —Sale a su encuentro y la abraza—. Estoy muy
contenta de que hayas venido.
—Yo para nada. Al contrario, ¡quiero irme lo antes posible!
—Por cierto, ¿qué haces aquí? ¿No es una idiotez venir a las carreras?
—De hecho, eres realmente una idiota. ¡Tu madre ha llamado!
—¿No…? ¿Y tú qué le has dicho?
—Que estabas durmiendo.
—¿Y se lo ha creído?
—Sí.
Pallina silba.
—¡Menos mal!
—Sí, pero me ha dicho que mañana por la mañana te viene a recoger pronto,
que tienes que ir a hacer los análisis y te saltas la primera hora.
Pallina da un salto de alegría.
—¡Yuhuu! —Su entusiasmo, sin embargo, no dura mucho—. Pero mañana a
primera hora tenemos religión, ¿no?
—Sí.
—Qué rabia, ¿no puedo hacer los análisis el viernes que tenemos italiano?
—Bueno, en cualquier caso, pasará a recogerte a las siete, así que trata de volver
pronto, ¿eh?
—¡Quédate, venga! —Pallina coge del brazo a _____ y la arrastra hacia donde
está Pollo—. ¿A qué hora se acaba esto?
Pollo sonríe a _____ que lo saluda resignada.
—Pronto, como mucho en dos horas se habrá acabado todo. Luego nos vamos a
comer una buena pizza, ¿eh?
Pallina mira entusiasmada a su amiga.
—¡Venga, no seas muermo! —dice mientras Pollo sonríe y se enciende un
cigarrillo—. Venga, que está también Joe, se alegrará de verte.
—¡Sí, pero yo no! Pallina, yo me vuelvo a casa. Trata de volver pronto. ¡No
quiero tener problemas con tu madre por tu culpa!
_____ advierte un letrero en el suelo en el borde de la carretera. Es de madera, y
en el centro hay una foto de un chico junto a un círculo mitad negro y mitad blanco.
El símbolo de la vida. Esa misma vida que el chico en cuestión ha dejado de tener. En
él está escrito: «Era rápido y fuerte pero al final el Señor no se comportó con él como
un verdadero señor. No quiso concederle el desquite. Sus amigos.»
—¡Menudos amigos que sois! ¡Y hasta os da por hacer de poetas! Prefiero estar
sola que tener amigos como vosotros que me ayudan a matarme.
—¿Qué coño has venido a hacer aquí si nada te parece bien? —dice Pollo
tirando al suelo el cigarrillo.
Luego, su voz.
—Pero ¿es posible que no consigas llevarte bien con nadie? Tienes realmente un
carácter asqueroso, ¿eh?
Es Joe. Plantado delante de ella con su sonrisa insolente.
—Da la casualidad de que yo me llevo bien con todos. Jamás he tenido una
discusión en mi vida, puede que porque siempre he frecuentado un cierto tipo de
gente. Solo hace poco que mis amistades han empeorado, tal vez por culpa de
alguien… —Mira alusivamente a Pallina, quien a su vez alza la mirada resoplando.
—Ya lo sé, de todos modos, lo mires como lo mires, es siempre culpa mía.
—¿Acaso no he venido hasta aquí solo para avisarte?
—Pero bueno, ¿no has venido por mí? —Joe se pone delante de ella—. Estoy
seguro de que has venido a verme correr…
Su cara se acerca demasiado peligrosamente a la de ella. _____ lo esquiva
haciéndose a un lado.
—Pero si ni siquiera sabía que estabas aquí. —Enrojece.
—Lo sabías, lo sabías. Te has puesto roja como un pimiento. Ves, no te conviene
contar mentiras, no eres capaz.
_____ se calla. Exasperada con aquel maldito rubor y con el corazón que,
desobediente, le late con fuerza. Joe se acerca a ella lentamente. Su cara se encuentra
de nuevo demasiado próxima a la de _____. Le sonríe.
—No entiendo por qué te preocupas tanto. ¿Tienes miedo de decirlo?
—¿Miedo? ¿Miedo yo? ¿Y de quién? Tú no me das miedo. Solo me produces
risa. ¿Quieres saber algo? Esta noche te he denunciado. —Esta vez es ella la que se
acerca a la cara de Joe—. ¿Has entendido? He dicho que has sido tú el que le pegó al
señor Accado. Ese al que diste un cabezazo. Les he dado tu nombre. Imagínate, pues,
el miedo que te tengo…
Pollo baja de la moto y se dirige deprisa hacia _____.
—Asquerosa…
Joe lo detiene.
—Tranquilo, Pollo, tranquilo.
—¿Cómo que tranquilo, Joe? ¡Esa te ha arruinado! Después de todo lo que
pasó, otra denuncia y tendrás que pagar por todo el resto. Irás directamente a la
cárcel.
_____ se queda estupefacta. Eso no lo sabía. Joe calma a su amigo.
—No te preocupes, Pollo. No pasará nada. No iré a la cárcel. Puede que, como
mucho, tenga que presentarme ante el juez. —Luego, dirigiéndose a _____—: Lo que
importa es lo que digas en el proceso cuando te llamen para testimoniar en mi contra.
Ese día tú no dirás mi nombre. Estoy seguro. Dirás que no he sido yo. Que yo no
tengo nada que ver.
_____ lo mira con aire de desafío.
—¿Ah, sí? ¿Estás seguro?
—Por supuesto.
—¿Piensas meterme miedo?
—En absoluto. Ese día, cuando vayamos al juzgado, estarás tan loca por mí que
harás lo que sea con tal de salvarme.
_____ se queda en silencio por un instante, acto seguido suelta una carcajada.
—El que está loco eres tú, si te crees eso. Ese día diré tu nombre. Te lo juro.
Joe le sonríe imperturbable.
—No jures.
Un silbido prolongado y decidido. Todos se dan la vuelta. Es Siga. En el centro
de la carretera hay un hombre bajo de unos treinta y cinco años. Lleva puesta una
cazadora negra de piel. Todos lo respetan, en parte porque se rumorea que lleva
escondida una pistola en su interior. Levanta los brazos. Es la señal. La primera
carrera, la de las camomilas. Joe se vuelve hacia _____.
—¿Quieres venir detrás de mí?
—¿Lo ves como es verdad? Estás loco.
—No, la verdad es otra: tú tienes miedo.
—¡No tengo miedo!
—Entonces pídele prestado el cinturón a Pallina, ¿no?
—Estoy en contra de esas estúpidas carreras.
Una SH azul se para delante de ellos. Es Maddalena. Saluda a Pallina con una
sonrisa, luego ve a _____. Las dos muchachas se miran fríamente. Maddalena se
levanta la cazadora.
—¿Me llevas, Joe? —Enseña el cinturón de Camomilla.
—Claro, pequeña. Apaga la SH.
Maddalena lanza una mirada de satisfacción a _____, luego le pasa por delante
para aparcar la SH un poco más allá. Joe se acerca a _____.
—Qué lástima, te habrías divertido. A veces el miedo es realmente algo terrible.
Te impide disfrutar de los mejores momentos. Si no sabes vencerlo, es como una
especie de maldición.
—Ya te he dicho que no tengo miedo. Vete a hacer tu carrera, si eso te divierte
tanto.
—¿Me animarás?
—Me voy a casa.
—No puedes, después del silbido nadie se puede mover.
Pallina se acerca a ellos.
—Tiene razón. Venga, _____. Quédate aquí conmigo. Vemos esta carrera y luego
nos vamos las dos juntas.
_____ asiente. Joe se le acerca y con un ágil movimiento le quita la bandana que
ella lleva en lugar de cinturón. A _____ no le da tiempo a impedirlo.
—Devuélvemela.
Trata de cogerla. Joe la tiene en alto con la mano. Entonces _____ intenta
golpearle en plena cara, pero Joe es más rápido. Le agarra la mano a mitad camino y
se la aprieta con fuerza. Los ojos azules de _____ brillan. Le está haciendo daño.
Orgullosa como es, no dice una palabra. Joe se da cuenta. Afloja la mano.
—No vuelvas a intentarlo.
Luego la deja marcharse y monta en su moto. En ese momento llega Maddalena
y sube detrás de él. Lo hace al revés, como establece el reglamento, y se ata con su
cinturón Camomilla. La moto da un salto hacia delante justo cuando ella está
acabando de abrocharse el cinturón en el último agujero. Maddalena lleva las manos
hacia atrás y se aferra a su cintura. Las dos muchachas se intercambian una última
mirada.
Luego Joe hace el caballito, Maddalena cierra los ojos sujetándose aún con más
fuerza a él. El cinturón aguanta. Joe vuelve sobre las dos ruedas y acelera para
llegar al centro de la carretera, listo para la carrera. Levanta el brazo derecho. En su
muñeca, llamativa y socarrona, se agita la bandana de _____.
Repentinamente, tres motos salidas de la nada se colocan en el centro de la
carretera. Todas llevan detrás a una chica sentada del revés. Las camomilas miran a
su alrededor. Una multitud de chicos y chicas las rodea. Las miran divertidos.
Algunas las conocen y las señalan gritando sus nombres. Otros las saludan con la
mano tratando de llamar su atención. Pero las camomilas no contestan. Todas tienen
los brazos hacia atrás y se aferran al conductor por miedo al arranque. Siga recoge las
apuestas. Los señores del Jaguar son los que más dinero se juegan. Uno de ellos lo
hace por Joe. El otro por uno que está a su lado con la moto de colores. Recoge el
dinero y se lo mete en el bolsillo delantero de la cazadora, el abolsado. A
continuación levanta el brazo derecho y se lleva el silbato a la boca. Se produce un
momento de silencio. Los chicos sobre las motos miran hacia delante, listos para
partir. Las camomilas están sentadas detrás, mirando hacia el otro lado. Tienen los
ojos cerrados. Todas menos una. Maddalena quiere disfrutar de ese momento. Adora
las carreras. Las motos rugen. Tres pies izquierdos empujan hacia abajo el pedal. Con
un único ruido entran tres primeras. Preparados. Siga baja el brazo y silba. Las motos
arrancan hacia delante, casi de inmediato sobre una sola rueda, veloces y causando
un gran estruendo. Las camomilas se sujetan con fuerza a sus hombres. Con la cara
vuelta hacia el suelo, ven pasar corriendo bajo ellas la carretera, dura y terrible.
Conteniendo el aliento, el corazón a dos mil, el estómago en la garganta. Arrastradas
desde detrás a cien, ciento veinte, ciento cuarenta. El primero a la izquierda se
adelanta. Baja la rueda delantera, tocando el suelo con un golpe fuerte, empujando
sobre los amortiguadores. La horquilla tiembla, pero no sucede nada. El que va a su
lado da demasiado gas. La moto se empina, la muchacha, sintiéndose casi en vertical,
chilla. El chico, asustado, puede que porque, además, sale con ella, reduce gas y
frena. La moto baja delicadamente. Una enorme Kawasaki de casi trescientos kilos
planea dulcemente como teledirigida, baja el morro, tocando el suelo, como un
pequeño avión sin alas. Joe sigue con la carrera, alternando el freno y el acelerador.
Su moto, proyectada hacia delante siempre a la misma altura, parece inmóvil, como
dirigida por un hilo transparente en la oscuridad de la noche. Vuela, pegado a las
estrellas. Maddalena ve pasar la carretera, las bandas blancas casi invisibles se
mezclan unas con otras y aquel gris asfalto asemeja a un mar que blando, liso, sin
olas, navega en silencio por debajo de ella. Joe llega el primero entre los gritos de
alegría de sus amigos presentes y la felicidad del señor que ha apostado por él, no
tanto por el dinero que ha ganado como por haber vencido al amigo que lo ha
llevado a aquel sitio.
Dario, Schello y algún que otro amigo más se precipitan a felicitarlo. Una mano
fraterna difícil de reconocer en medio del grupo le ofrece una cerveza todavía fría.
Joe la coge al vuelo, le da un largo sorbo, luego se la pasa a Maddalena.
—Lo has hecho muy bien, no te has movido ni por un momento. Eres una
camomila perfecta.
Maddalena da un sorbo, después baja de la moto y le sonríe.
—Hay momentos en los que hay que quedarse quietos y otros en los que hace
falta saberse mover. Estoy aprendiendo, ¿no?
Joe sonríe. Es una tía estupenda, esa muchacha.
—Sí, estás aprendiendo.
La mira alejarse. Está también muy buena. Llega Pollo y salta detrás de él en la
moto.
—Venga, coño, vamos a buscar a Siga. ¡A ver cuánto has ganado!
—¡No mucho, era el favorito!
—Coño, has dejado de ser una buena jugada. Deberías perder alguna vez, así
aumentarías la cuota. Podrías incluso caerte y así luego nos jugaríamos todo a la
última, en la que ganarías. Clásico, ¿no? Como los boxeadores americanos en las
películas.
—¡De acuerdo, pero la caída la hago con tu moto!
—¡Eso sí que no! La acabo de arreglar.
—¡Joe! ¡Joe! —Se da la vuelta. Es Pallina que lo llama desde lo alto del muro
que hay junto a la red—. ¡Genial! ¡Eres genial!
Joe le sonríe. Luego ve a _____ a su lado. Alza el brazo derecho mostrándole su
bandana azul.
—¡Ha sido pura suerte! —grita _____ a lo lejos.
Joe mete la primera y, llevando detrás a Pollo, hace una gincana entre la gente
y se aleja para retirar las merecidas ganancias.
Maddalena frena delante de _____ y Pallina. Lleva a una chica rubia un poco
regordeta detrás, sobre su SH. Su amiga tiene los pies sobre los pedales y apenas si se
apoya sobre el sillín, pero, de todos modos, la rueda posterior está prácticamente
clavada en el suelo. Maddalena mastica una Virgosol con la boca abierta.
—No es solo suerte. Es sobre todo valor, huevos. ¿Se puede saber qué hacen dos
cobardes como vosotras en un sitio como este?
La tipa rechoncha que va detrás sonríe.
—Ya, sobre todo, ¿cómo es que vais sin uniforme? ¿No sois dos de esas idiotas
del Falconieri? O, mejor dicho, dos de esas furcias… ¿No es así como os llaman?
¡Dicen que sois todas unas putas!
Pallina se ajusta la gorra.
—¡Oye, gordita! ¿Qué pasa, tienes algo contra nosotras? Si hay algo que te
corroe dilo y basta. Sin dar tantos rodeos.
Maddalena apaga la SH.
—Lo que pasa es que tienes el cinturón de Camomilla y no te lo puedes
permitir.
—¿Y quién lo dice?
—Entonces, ¿cómo es que no has corrido?
—Porque no ha corrido mi novio. Yo corro solo con Pollo. Porque, puede que
no lo sepas —Pallina se dirige a la regordeta que Maddalena lleva detrás—, pero
Pollo y yo salimos juntos.
La muchacha hace una mueca. Aprieta los dientes. Pallina se lo ha dicho
adrede. Sabe que está interesada en la adquisición.
Maddalena señala a _____.
—¿Y ella? ¿Qué hace ella aquí? Ni siquiera lleva el cinturón. ¿No sabes que este
sitio está reservado a las camomilas? O corres o te vas.
_____ se vuelve hacia Pallina suspirando.
—Solo nos faltaba la macarra de turno.
Maddalena se pone tiesa.
—¿Qué has dicho?
_____ le sonríe.
—He dicho que estoy esperando mi turno.
Maddalena permanece impasible. Puede que de verdad no haya oído nada.
_____ abre la cazadora de Pallina.
—Venga, dame ese cinturón.
—¿Qué? ¿Estás bromeando?
—No, vamos, dámelo. Si ser una camomila es tan emocionante, quiero probar.
—Suelta la trabilla. Pallina la detiene.
—Mira que si te lo pones, luego te pueden elegir, tendrás que correr. Una vez
vino hasta aquí una tipa que se había puesto el cinturón de Camomilla por
casualidad, porque le gustaba. Bien, pues la hicieron subir a una moto y tuvo que
correr a la fuerza.
_____ la mira con aire interrogativo.
—¿Y? ¿Cómo acabó la cosa?
—Bueno, no se hizo nada, no se cayó. Creo que la conoces. Es Giovanna
Bardini. La de segundo E.
—¿Quién, esa mema? Entonces lo pueden hacer todas.
Pallina le pasa el cinturón.
—Sí, pero no sé si te has dado cuenta… Giovanna ahora solo usa tirantes.
_____ la mira. Pallina hace un gracioso mohín. Luego las dos se echan a reír. En
realidad, solo tratan de quitar hierro a aquel momento. Maddalena y su amiga las
miran con cara de fastidio. _____ se pone el cinturón.
—¡Qué guay! Ahora yo también soy una camomila.
Un macarra espantoso se planta con la moto delante de ellas. Tiene la parte baja
del pelo prácticamente al ras y un cuello de toro asoma impávido de una cazadora
verde militar con solapas naranja.
—Venga camomila, la de ahí arriba. Sube detrás.
_____ se indica incrédula.
—¿Quién, yo?
—¿Y quién si no? Venga, muévete, dentro de poco empezamos.
—Hola, Madda. —El macarra, además de tener un aspecto terrible, tiene
además otro punto en su contra: es un amigo de Maddalena.
_____ se acerca a Pallina.
—Bueno, yo voy. Luego te contaré cómo es.
—Sí, claro.
Pallina se para delante de ella, preocupada.
—Oye, _____… lo siento.
—No, qué dices. Me parece chulísimo hacer de camomila y quiero probar. Tú
no tienes nada que ver.
Pallina la abraza y le susurra al oído.
—Eres una jefa.
_____ le sonríe, luego se encamina hacia el macarra con la moto. De repente,
recuerda aquella frase. Pallina se la dijo también aquella mañana y luego la Giacci le
puso una nota muy baja. ¿Estará gafada? Maldice a Pallina, a las camomilas, pero
también a ella misma, cuando se le mete entre ceja y ceja ser la jefa.
El macarra da gas sin problemas de consumo. _____ en cambio tiene alguno que
otro para subir detrás en la moto. El macarra la ayuda. _____ se desata el cinturón. El
tipo lo coge, se lo coloca alrededor de la cintura y se lo pone de nuevo en la mano.
_____ apenas consigue llegar al último agujero. Encima gordo. Como si no bastase,
Maddalena da una palmada con fuerza sobre la cazadora del macarra.
SandyJonas
Re: Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú]
Capítulo 23:Parte 2
—Venga, ve a por todas. ¡Estoy segura de que vais a ganar! —A continuación,
sonríe a _____—: Verás cómo te diviertes aquí detrás. Danilo hace el caballito de
maravilla.
_____ no tiene tiempo de contestarle. El macarra da gas y arranca hacia delante.
¡Danilo! De modo era a él a quien se refería la D de su manzana. D. Como Danilo. O
peor, como destino. La moto frena. _____ rebota y se da contra la espalda de Danilo.
—Tranquila, pequeña.
La voz cálida y profunda del macarra que, según él, debería tranquilizarla,
produce sobre ella el efecto contrario. Dios mío, piensa _____. Tranquila, pequeña.
Tiene que ser una pesadilla. Este cinturón de Camomilla que me aprieta la cintura.
Yo el Camomilla no me lo he puesto nunca, ni siquiera cuando estaba de moda. Debe
de ser una especie de castigo. Un tipo con una banda sobre un ojo y una moto
amarilla frena a su izquierda. Hook. Lo ha visto ya alguna que otra vez en la plaza
Euclide. A sus espaldas va una chica con el pelo rizado y un pintalabios
excesivamente llamativo. Está encantada de hacer la camomila. La chica la saluda.
_____ no le contesta. Tiene la garganta seca. Se vuelve hacia el otro lado. Un chico alto
y atractivo, con el pelo más largo y una pequeña pluma de pájaro como pendiente, se
para a su derecha. Tiene el depósito de la moto pintado con aerógrafo. Un atardecer
con un gran sol en el centro, olas sobre la playa. Un tipo que hace surf. Seguro que
hacer surf es menos peligroso que hacer de camomila. Debajo está escrito: «El
Balle…» _____ se inclina hacia delante, pero no consigue leer más. Los 501 del tipo
tapan el resto de la inscripción. El chico saca del bolsillo de la cazadora un trozo de
papel. Apoya los pies en el suelo y se acerca al espejito. Lo gira hacia lo alto. La luna
se asoma allí dentro. _____ mira el depósito. Ahora se puede leer bien lo que hay
escrito: «El Ballerino». Ah, sí, ha oído hablar de él. Dicen que se droga. El Ballerino
tira el contenido de la papelina sobre el espejito. La redonda palidez de la luna queda
cubierta por el blanco de un polvo menos inocente. El Ballerino se inclina hacia
delante. Apoya encima un rulo de diez euros e inspira. La luna vuelve
repentinamente a reflejarse. El Ballerino pasa el dedo por el espejito, recoge los
últimos restos de aquella felicidad artificial y se los pasa por los dientes. Sonríe sin
ningún motivo real. Químicamente feliz. Se enciende un cigarrillo. La muchacha
detrás de él tiene el pelo recogido con una cinta y no parece haberse dado cuenta de
nada. Acepta, sin embargo, un cigarrillo. No es válido. No se puede correr drogados.
No es deportivo. Si luego le hacen el antidoping lo descubrirán. Pero ¿qué estoy
diciendo? ¡Esto no es una carrera de caballos! No hay nada lícito. Aquí uno se puede
hasta drogar. Se va a ciento cincuenta sobre una sola rueda con una desgraciada
detrás. Y yo soy ahora esa desgraciada.
Le entran ganas de llorar. ¡Maldita Pallina!
Mientras Joe se mete en el bolsillo los cincuenta euros, Pollo le da un codazo.
—Eh, mira quién está ahí. —Pollo indica las motos listas para arrancar—. ¿Esa
que va detrás en la moto de Danilo no es la amiga de Pallina?
Joe mira en esa dirección. No es posible. Es _____.
—Es cierto. —Agita el brazo con la bandana y grita su nombre—. ¡_____! —Oye
que la llaman. Es Joe. Lo reconoce, allí al fondo justo delante de ella. La está
saludando.
«Tiene mi bandana —se susurra a sí misma—. Te lo ruego, Joe, hazme bajar,
ayúdame. ¡Joe! ¡Joe!» Luego suelta la mano para decirle que se acerque. En ese
mismo momento, Siga silba. El público chilla. Es casi un estruendo. Las motos saltan
hacia delante bramando. _____ se aferra de nuevo inmediatamente a Danilo,
aterrorizada. Las tres motos hacen el caballito. _____ se encuentra con la cabeza hacia
abajo. Le parece que casi toca el suelo. Ve el asfalto correr veloz por debajo de ella.
Prueba a gritar mientras la moto ruge y el viento la despeina. No le sale nada. El
cinturón le aprieta fuertemente la tripa. Le entran ganas de vomitar. Cierra los ojos.
Es aún peor. Le parece que va a desmayarse. La moto sigue corriendo mientras hace
el caballito. La rueda de delante baja un poco. Danilo da más gas. La moto se empina
de nuevo, _____ se encuentra aún más cerca del asfalto. Cree que se va a dar la vuelta.
Un toque al freno y la moto desciende ligeramente. Va mejor. _____ mira en derredor.
La gente no es ya sino un grupo lejano, abigarrado, levemente borroso. A su
alrededor, silencio. Solo el viento y el ruido de las otras motos. El Ballerino está a su
derecha, casi detrás de ellos. Su pelo largo se tiende al viento y la rueda de delante
está casi inmóvil. Hook los sigue una cierta distancia.
Danilo está ganando. Ella está ganando. Maddalena tiene razón. «Hace el
caballito de maravilla.» _____ está aturdida. Siente un ruido a su derecha. Se vuelve. El
Ballerino ha dado más gas reduciendo la marcha. La moto se empina demasiado. Un
golpe seco al freno. La rueda de delante baja demasiado deprisa. La moto rebota, el
Ballerino prueba a sujetarla. Se le escapa el manillar. La moto se desplaza hacia la
izquierda, deslizándose de lado, y luego de nuevo a la derecha, coleando. El
Ballerino y la muchacha que va detrás son derribados por aquel caballo de motor
encolerizado, hecho de pistones y de cilindros enloquecidos. Acaban en el suelo
todavía atados. Luego el cinturón se rompe, resbalan, juntos por un poco más de
tiempo, rebotando y arañándose la piel, de un lado a otro de la carretera. La moto, ya
liberada, sigue veloz su carrera. Después cae hacia un lado, se desliza sobre el asfalto,
lanza chispas, tropieza, rebota varias veces. Al final hace una especie de cabriola,
vuela cerca de _____, alta en la oscuridad de la noche. Salta en el cielo, durante al
menos cinco metros, con el faro todavía encendido ilumina todo a su alrededor, traza
un arco luminoso. Después, con un último impulso inconexo, cae al suelo rebotando
y rompiéndose, dejando tras de sí miles de pequeños pedazos de acero y de cristales
de colores. Sutiles destellos de fuego siempre más débiles la acompañan hasta el final
de su carrera. Hook y Danilo se detienen. El público permanece por un momento en
silencio antes de precipitarse en aquella dirección. Subidos a Vespas, Sì, SH 50,
Peugeot robados, motos de pequeña y gruesa cilindrada, Yamaha, Suzuki, Kawasaki,
Honda.
Un ejército de motos avanza con gran estruendo. Todos se apresuran a llegar al
lugar del accidente. El Ballerino se ha levantado. Se arrastra sobre una sola pierna. La
otra sobresale fuera de sus vaqueros desgarrados, herida y en mal estado, perdiendo
sangre por la rodilla. Una llamativa hinchazón en lo alto de la cazadora indica que el
hombro se le ha salido, mientras un chorro de sangre oscura se desliza desde su
frente por todo el cuello. El Ballerino mira su moto destrozada. Una parte de la playa
ha quedado borrada por los arañazos. El surfista ha desaparecido, transportado por
esa ola mucho más dura que es el asfalto incandescente.
La chica está tendida en el suelo. El brazo derecho le cuelga como muerto a un
lado. Está roto. Llora asustada, sollozando con fuerza. _____ se quita el Camomilla.
Baja de la moto. Se tambalea al andar. Las piernas le tiemblan a causa de la emoción.
Se adentra en la multitud. No conoce a nadie. Siente los quejidos de la chica tumbada
en el suelo. Busca a Pallina. De repente, oye otro silbido. Más prolongado. ¿Qué es?
¿Empieza otra terrible carrera? No entiende. La gente empieza a correr en todas
direcciones. Tropiezan con ella. Las motos la rozan. Se oyen sirenas. No demasiado
lejos aparecen unos coches. Sobre sus techos luces de color azul claro. La policía. Lo
que faltaba. Tiene que llegar hasta su Vespa. A su alrededor no hay sino muchachos
que escapan. Alguno grita, otros chocan peligrosamente. Una chica cae con la moto a
pocos metros de ella. _____ echa a correr. Varios coches de la municipal se detienen a
su alrededor. Ahí está. Ve su Vespa parada delante de ella, a pocos metros de
distancia. Está salvada. De repente, algo la detiene a mitad camino. Alguien la ha
cogido por la melena. Un policía. Tira con fuerza de ella haciéndola caer al suelo,
sujetándola por el pelo. _____ grita de dolor, la arrastra sobre el asfalto, arrancándole
algunos mechones. Repentinamente, el policía la suelta. Una patada en plena cara lo
ha obligado a doblarse soltando a su presa. Es Joe. El policía prueba a reaccionar.
Joe le da un violento empujón que lo hace caer al suelo. Luego ayuda a _____ a
levantarse, la hace subir detrás en su moto y parte a toda velocidad. El policía se
recupera, sube a un coche que hay allí cerca con uno de sus colegas al volante, y se
ponen a perseguirlos. Joe pasa fácilmente entre la gente y las motos paradas por la
policía municipal. Algunos fotógrafos advertidos de la redada llegan y sacan algunas
fotos. Joe hace el caballito y acelera. Adelanta a otro policía que con el disco rojo le
hace una señal para que se detenga. A su alrededor, flashes enloquecidos. Joe apaga
las luces y se agacha sobre el manillar. El coche de la policía municipal con el guardia
que la ha golpeado adelanta al grupo por un lado y, haciendo sonar la sirena, los
alcanza casi de inmediato.
—Tapa la matrícula con el pie.
—¿Qué?
—Tapa el último número de la matrícula con el pie.
_____ echa la pierna derecha hacia atrás tratando de cubrir la matrícula. Se le
resbala dos veces.
—No puedo.
—Déjalo estar. ¿Es posible que no sepas hacer nada?
—Da la casualidad de que nunca he tenido que escapar en una moto. Y puedes
estar seguro que hoy también me habría gustado evitarlo.
—¿Tal vez preferías que te dejara en manos de ese policía que quería tu cuero
cabelludo?
Joe reduce y gira a la derecha. La rueda de detrás se desliza ligeramente
derrapando en el asfalto. _____ se abraza más fuerte a él.
—¡Frena! —grita.
—¿Estás bromeando? Si esos nos pillan ahora me secuestran la moto.
El coche de la municipal emboca detrás de ellos el callejón dando bandazos.
Joe baja volando por él. Ciento treinta, ciento cincuenta, ciento setenta… Se oye la
sirena retumbar a lo lejos. Se están acercando. _____ piensa en lo que le dijo su madre.
«No te atrevas a subir detrás de ese chico. Mira cómo conduce… Es peligroso.»
Tiene razón. Las madres tienen siempre razón. Sobre todo la suya.
—Frena. No quiero matarme. Ya me imagino lo que leeré mañana en los
periódicos. Joven muerta en una persecución policial. Frena, te lo suplico.
—Pero si mueres, ¿cómo harás para leer el periódico?
—¡Párate, Joe! ¡Tengo miedo! Puede que esos nos disparen.
Joe reduce de nuevo y gira repentinamente a la izquierda. Salen a una
carretera en el campo casi desierta. Hay algunas casas con un muro alto y una valla.
Tienen unos segundos. Joe frena.
—Baja, deprisa. Espérame aquí y no te muevas. Paso a recogerte apenas los
pierda de vista…
_____ se apresura a bajar de la moto. Joe vuelve a partir a toda velocidad. _____
se aplasta contra el muro cercano a la verja de la casa. Justo a tiempo. El coche de la
policía municipal aparece en ese preciso momento. Pasa derrapando por delante de
la casa y se aleja detrás de la moto. _____ se tapa los oídos y cierra los ojos para dejar
de oír el sonido lacerante de aquella sirena. El coche desaparece a lo lejos, detrás del
pequeño faro rojo. Es la moto de Joe que, con los faros apagados, solo de nuevo,
corre veloz en la oscuridad de la noche.
—Venga, ve a por todas. ¡Estoy segura de que vais a ganar! —A continuación,
sonríe a _____—: Verás cómo te diviertes aquí detrás. Danilo hace el caballito de
maravilla.
_____ no tiene tiempo de contestarle. El macarra da gas y arranca hacia delante.
¡Danilo! De modo era a él a quien se refería la D de su manzana. D. Como Danilo. O
peor, como destino. La moto frena. _____ rebota y se da contra la espalda de Danilo.
—Tranquila, pequeña.
La voz cálida y profunda del macarra que, según él, debería tranquilizarla,
produce sobre ella el efecto contrario. Dios mío, piensa _____. Tranquila, pequeña.
Tiene que ser una pesadilla. Este cinturón de Camomilla que me aprieta la cintura.
Yo el Camomilla no me lo he puesto nunca, ni siquiera cuando estaba de moda. Debe
de ser una especie de castigo. Un tipo con una banda sobre un ojo y una moto
amarilla frena a su izquierda. Hook. Lo ha visto ya alguna que otra vez en la plaza
Euclide. A sus espaldas va una chica con el pelo rizado y un pintalabios
excesivamente llamativo. Está encantada de hacer la camomila. La chica la saluda.
_____ no le contesta. Tiene la garganta seca. Se vuelve hacia el otro lado. Un chico alto
y atractivo, con el pelo más largo y una pequeña pluma de pájaro como pendiente, se
para a su derecha. Tiene el depósito de la moto pintado con aerógrafo. Un atardecer
con un gran sol en el centro, olas sobre la playa. Un tipo que hace surf. Seguro que
hacer surf es menos peligroso que hacer de camomila. Debajo está escrito: «El
Balle…» _____ se inclina hacia delante, pero no consigue leer más. Los 501 del tipo
tapan el resto de la inscripción. El chico saca del bolsillo de la cazadora un trozo de
papel. Apoya los pies en el suelo y se acerca al espejito. Lo gira hacia lo alto. La luna
se asoma allí dentro. _____ mira el depósito. Ahora se puede leer bien lo que hay
escrito: «El Ballerino». Ah, sí, ha oído hablar de él. Dicen que se droga. El Ballerino
tira el contenido de la papelina sobre el espejito. La redonda palidez de la luna queda
cubierta por el blanco de un polvo menos inocente. El Ballerino se inclina hacia
delante. Apoya encima un rulo de diez euros e inspira. La luna vuelve
repentinamente a reflejarse. El Ballerino pasa el dedo por el espejito, recoge los
últimos restos de aquella felicidad artificial y se los pasa por los dientes. Sonríe sin
ningún motivo real. Químicamente feliz. Se enciende un cigarrillo. La muchacha
detrás de él tiene el pelo recogido con una cinta y no parece haberse dado cuenta de
nada. Acepta, sin embargo, un cigarrillo. No es válido. No se puede correr drogados.
No es deportivo. Si luego le hacen el antidoping lo descubrirán. Pero ¿qué estoy
diciendo? ¡Esto no es una carrera de caballos! No hay nada lícito. Aquí uno se puede
hasta drogar. Se va a ciento cincuenta sobre una sola rueda con una desgraciada
detrás. Y yo soy ahora esa desgraciada.
Le entran ganas de llorar. ¡Maldita Pallina!
Mientras Joe se mete en el bolsillo los cincuenta euros, Pollo le da un codazo.
—Eh, mira quién está ahí. —Pollo indica las motos listas para arrancar—. ¿Esa
que va detrás en la moto de Danilo no es la amiga de Pallina?
Joe mira en esa dirección. No es posible. Es _____.
—Es cierto. —Agita el brazo con la bandana y grita su nombre—. ¡_____! —Oye
que la llaman. Es Joe. Lo reconoce, allí al fondo justo delante de ella. La está
saludando.
«Tiene mi bandana —se susurra a sí misma—. Te lo ruego, Joe, hazme bajar,
ayúdame. ¡Joe! ¡Joe!» Luego suelta la mano para decirle que se acerque. En ese
mismo momento, Siga silba. El público chilla. Es casi un estruendo. Las motos saltan
hacia delante bramando. _____ se aferra de nuevo inmediatamente a Danilo,
aterrorizada. Las tres motos hacen el caballito. _____ se encuentra con la cabeza hacia
abajo. Le parece que casi toca el suelo. Ve el asfalto correr veloz por debajo de ella.
Prueba a gritar mientras la moto ruge y el viento la despeina. No le sale nada. El
cinturón le aprieta fuertemente la tripa. Le entran ganas de vomitar. Cierra los ojos.
Es aún peor. Le parece que va a desmayarse. La moto sigue corriendo mientras hace
el caballito. La rueda de delante baja un poco. Danilo da más gas. La moto se empina
de nuevo, _____ se encuentra aún más cerca del asfalto. Cree que se va a dar la vuelta.
Un toque al freno y la moto desciende ligeramente. Va mejor. _____ mira en derredor.
La gente no es ya sino un grupo lejano, abigarrado, levemente borroso. A su
alrededor, silencio. Solo el viento y el ruido de las otras motos. El Ballerino está a su
derecha, casi detrás de ellos. Su pelo largo se tiende al viento y la rueda de delante
está casi inmóvil. Hook los sigue una cierta distancia.
Danilo está ganando. Ella está ganando. Maddalena tiene razón. «Hace el
caballito de maravilla.» _____ está aturdida. Siente un ruido a su derecha. Se vuelve. El
Ballerino ha dado más gas reduciendo la marcha. La moto se empina demasiado. Un
golpe seco al freno. La rueda de delante baja demasiado deprisa. La moto rebota, el
Ballerino prueba a sujetarla. Se le escapa el manillar. La moto se desplaza hacia la
izquierda, deslizándose de lado, y luego de nuevo a la derecha, coleando. El
Ballerino y la muchacha que va detrás son derribados por aquel caballo de motor
encolerizado, hecho de pistones y de cilindros enloquecidos. Acaban en el suelo
todavía atados. Luego el cinturón se rompe, resbalan, juntos por un poco más de
tiempo, rebotando y arañándose la piel, de un lado a otro de la carretera. La moto, ya
liberada, sigue veloz su carrera. Después cae hacia un lado, se desliza sobre el asfalto,
lanza chispas, tropieza, rebota varias veces. Al final hace una especie de cabriola,
vuela cerca de _____, alta en la oscuridad de la noche. Salta en el cielo, durante al
menos cinco metros, con el faro todavía encendido ilumina todo a su alrededor, traza
un arco luminoso. Después, con un último impulso inconexo, cae al suelo rebotando
y rompiéndose, dejando tras de sí miles de pequeños pedazos de acero y de cristales
de colores. Sutiles destellos de fuego siempre más débiles la acompañan hasta el final
de su carrera. Hook y Danilo se detienen. El público permanece por un momento en
silencio antes de precipitarse en aquella dirección. Subidos a Vespas, Sì, SH 50,
Peugeot robados, motos de pequeña y gruesa cilindrada, Yamaha, Suzuki, Kawasaki,
Honda.
Un ejército de motos avanza con gran estruendo. Todos se apresuran a llegar al
lugar del accidente. El Ballerino se ha levantado. Se arrastra sobre una sola pierna. La
otra sobresale fuera de sus vaqueros desgarrados, herida y en mal estado, perdiendo
sangre por la rodilla. Una llamativa hinchazón en lo alto de la cazadora indica que el
hombro se le ha salido, mientras un chorro de sangre oscura se desliza desde su
frente por todo el cuello. El Ballerino mira su moto destrozada. Una parte de la playa
ha quedado borrada por los arañazos. El surfista ha desaparecido, transportado por
esa ola mucho más dura que es el asfalto incandescente.
La chica está tendida en el suelo. El brazo derecho le cuelga como muerto a un
lado. Está roto. Llora asustada, sollozando con fuerza. _____ se quita el Camomilla.
Baja de la moto. Se tambalea al andar. Las piernas le tiemblan a causa de la emoción.
Se adentra en la multitud. No conoce a nadie. Siente los quejidos de la chica tumbada
en el suelo. Busca a Pallina. De repente, oye otro silbido. Más prolongado. ¿Qué es?
¿Empieza otra terrible carrera? No entiende. La gente empieza a correr en todas
direcciones. Tropiezan con ella. Las motos la rozan. Se oyen sirenas. No demasiado
lejos aparecen unos coches. Sobre sus techos luces de color azul claro. La policía. Lo
que faltaba. Tiene que llegar hasta su Vespa. A su alrededor no hay sino muchachos
que escapan. Alguno grita, otros chocan peligrosamente. Una chica cae con la moto a
pocos metros de ella. _____ echa a correr. Varios coches de la municipal se detienen a
su alrededor. Ahí está. Ve su Vespa parada delante de ella, a pocos metros de
distancia. Está salvada. De repente, algo la detiene a mitad camino. Alguien la ha
cogido por la melena. Un policía. Tira con fuerza de ella haciéndola caer al suelo,
sujetándola por el pelo. _____ grita de dolor, la arrastra sobre el asfalto, arrancándole
algunos mechones. Repentinamente, el policía la suelta. Una patada en plena cara lo
ha obligado a doblarse soltando a su presa. Es Joe. El policía prueba a reaccionar.
Joe le da un violento empujón que lo hace caer al suelo. Luego ayuda a _____ a
levantarse, la hace subir detrás en su moto y parte a toda velocidad. El policía se
recupera, sube a un coche que hay allí cerca con uno de sus colegas al volante, y se
ponen a perseguirlos. Joe pasa fácilmente entre la gente y las motos paradas por la
policía municipal. Algunos fotógrafos advertidos de la redada llegan y sacan algunas
fotos. Joe hace el caballito y acelera. Adelanta a otro policía que con el disco rojo le
hace una señal para que se detenga. A su alrededor, flashes enloquecidos. Joe apaga
las luces y se agacha sobre el manillar. El coche de la policía municipal con el guardia
que la ha golpeado adelanta al grupo por un lado y, haciendo sonar la sirena, los
alcanza casi de inmediato.
—Tapa la matrícula con el pie.
—¿Qué?
—Tapa el último número de la matrícula con el pie.
_____ echa la pierna derecha hacia atrás tratando de cubrir la matrícula. Se le
resbala dos veces.
—No puedo.
—Déjalo estar. ¿Es posible que no sepas hacer nada?
—Da la casualidad de que nunca he tenido que escapar en una moto. Y puedes
estar seguro que hoy también me habría gustado evitarlo.
—¿Tal vez preferías que te dejara en manos de ese policía que quería tu cuero
cabelludo?
Joe reduce y gira a la derecha. La rueda de detrás se desliza ligeramente
derrapando en el asfalto. _____ se abraza más fuerte a él.
—¡Frena! —grita.
—¿Estás bromeando? Si esos nos pillan ahora me secuestran la moto.
El coche de la municipal emboca detrás de ellos el callejón dando bandazos.
Joe baja volando por él. Ciento treinta, ciento cincuenta, ciento setenta… Se oye la
sirena retumbar a lo lejos. Se están acercando. _____ piensa en lo que le dijo su madre.
«No te atrevas a subir detrás de ese chico. Mira cómo conduce… Es peligroso.»
Tiene razón. Las madres tienen siempre razón. Sobre todo la suya.
—Frena. No quiero matarme. Ya me imagino lo que leeré mañana en los
periódicos. Joven muerta en una persecución policial. Frena, te lo suplico.
—Pero si mueres, ¿cómo harás para leer el periódico?
—¡Párate, Joe! ¡Tengo miedo! Puede que esos nos disparen.
Joe reduce de nuevo y gira repentinamente a la izquierda. Salen a una
carretera en el campo casi desierta. Hay algunas casas con un muro alto y una valla.
Tienen unos segundos. Joe frena.
—Baja, deprisa. Espérame aquí y no te muevas. Paso a recogerte apenas los
pierda de vista…
_____ se apresura a bajar de la moto. Joe vuelve a partir a toda velocidad. _____
se aplasta contra el muro cercano a la verja de la casa. Justo a tiempo. El coche de la
policía municipal aparece en ese preciso momento. Pasa derrapando por delante de
la casa y se aleja detrás de la moto. _____ se tapa los oídos y cierra los ojos para dejar
de oír el sonido lacerante de aquella sirena. El coche desaparece a lo lejos, detrás del
pequeño faro rojo. Es la moto de Joe que, con los faros apagados, solo de nuevo,
corre veloz en la oscuridad de la noche.
SandyJonas
Re: Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú]
Aleee... un capitulito maas... la cosa se pone interesanteeee xD
SandyJonas
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