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Mensaje por {@idrunkniall.} Dom 16 Oct 2011, 11:29 am

¡¡ S I G U E L A !!
{@idrunkniall.}
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Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú] - Página 5 Empty Re: Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú]

Mensaje por Camilita :) Dom 16 Oct 2011, 12:34 pm

Seguila! :D
Camilita :)
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Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú] - Página 5 Empty Re: Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú]

Mensaje por SandyJonas Lun 17 Oct 2011, 2:43 pm

Capítulo 14

Un perro lobo corre veloz por la playa con un palo en la boca. Agrupa las patas y enseguida las lanza de nuevo, casi rozando la arena, levantando salpicaduras de ella. Llega hasta Joe. Se deja quitar el palo de la boca babeando un poco. Luego se acuclilla, con la cabeza doblada entre las patas anteriores, unidas, extendidas junto al suelo. Joe finge tirar el palo a la derecha. El perro da un salto, pero luego se da cuenta que no serviría de nada. Joe finge de nuevo.
Al final lanza el palo lejos, en el agua. El perro parte. Se arroja al mar de inmediato. Con la cabeza levantada avanza entre alguna que otra ola pequeña y una leve corriente. El trozo de madera flota un poco más allá. Joe se sienta a mirar. Es un día precioso. Todavía no hay nadie. Repentinamente, un fuerte ruido. Una gran luz.
El perro desaparece. El agua también, el mar, las montañas lejanas, las colinas a la derecha, la arena.
—¿Qué puñetas pasa?
Joe se da la vuelta en la cama, tapándose la cara con el almohadón.
—¿A qué coño viene esta invasión? —Pollo, después de haber levantado la persiana, abre la ventana.
—¡Madre mía, menuda peste! Será mejor que abramos un poco. Ten, te he traído unos sándwiches. —Pollo le tira la bolsa verde de Euclide sobre la cama. Joe se incorpora y se estira un poco.
—¿Quién te ha abierto? ¿Maria?
—Sí, está haciendo el café.
—Pero ¿qué hora es?
—Las diez.
Joe se levanta de la cama.
—Maldita sea, ¿no podías dejarme dormir un poco más? —Joe se dirige al baño. Levanta la tapa del váter que golpea las baldosas con un ruido seco. En la otra habitación, Pollo abre el Corriere dello Sport y alza un poco la voz.
—Me tienes que acompañar a recoger la moto al garaje de Sergio. Me ha llamado para decirme que ya está lista. Oh, ¿has visto que el Lazio ha confirmado a
Stam, el defensa del Manchester? Genial, Jaap.
Pollo se pone a leer un artículo, luego al oír que Joe no da muestras de acabar:
—Eh, pero ¿qué pasa? ¿Te has bebido un río?
Joe tira de la cadena. Vuelve a la habitación, coge el paquete de Euclide.
—Solo te justifica haberme traído esto. —Acto seguido, se dirige a la cocina, seguido de Pollo. La cafetera aún humeante está posada sobre un platito de madera.
Cerca hay un cacito con leche caliente y, en el habitual brik azul claro, algo más de leche fría, del tipo entera.
Maria, la mujer de la limpieza, es una señora menuda de unos cincuenta años.
Sale del cuarto contiguo, donde apenas ha acabado de planchar.
—¿Ve a este, Maria? —Joe indica a Pollo—. Haga lo que haga o diga lo que diga, no debe entrar en esta casa antes de las once. —Maria lo mira un poco preocupada.
—Le he dicho que usted quería dormir. Pero ¿sabe lo que me ha contestado?
Que si no le abría tiraba abajo la puerta. —Joe mira a Pollo.
—¿Le has dicho eso a Maria?
—Bueno, la verdad… —Pollo sonríe. Joe finge que se enfada.
—¿Le has dicho eso? ¿Amenazas a Maria…? —Joe agarra al vuelo el cuello robusto de Pollo y se lo mete bajo el brazo, inmovilizándole la cabeza—. Te comportas como un nazi en mi casa y ahora pagarás por ello. —Coge el jarro de leche hirviendo y se lo acerca a la cara.
Pollo advierte el calor y grita exagerando.
—Ay, Joe, quema… Venga, coño, que me haces daño. —Joe aprieta un poco más.
—Ah, dices también palabrotas, entonces es que estás loco. Discúlpate enseguida con Maria. Venga, pídele disculpas. —Maria mira preocupada la escena.
Joe acerca un poco más el jarro a la cara de Pollo.
—Ay, me has quemado. Perdone, Maria, perdone. —Maria se siente culpable de todo lo que está pasando.
—Déjelo, Joe. Me he equivocado. No ha dicho que tiraba abajo la puerta. Le he entendido mal. Ha dicho que pasaría más tarde, eso es. Sí, ahora me acuerdo, ha dicho justo eso. —Joe deja a Pollo. Los dos amigos se miran. Luego estallan en carcajadas. Maria los mira sin entender muy bien lo que pasa. Pasado un momento,
Joe recupera la compostura.
—Está bien, Maria. Gracias. Es que a este tipo le vendría muy bien una lección.
Puede irse. Verá que a partir de hoy se porta mejor.
Maria mira disgustada a Pollo. Con una mirada trata de hacerle entender que le gustaría que las cosas no hubieran llegado tan lejos. Luego coge la ropa recién planchada y se la lleva. Joe, divertido, la contempla mientras se aleja. A continuación, se vuelve hacia Pollo.
—¿Eres idiota? Venga, ¿me aterrorizas a la mujer de la limpieza?
—Pero es que esa no me quería abrir.
—Vale, pero tú se lo puedes pedir por favor, ¿no? ¿Qué haces, le dices que tiras la puerta abajo? La próxima vez te quemo de verdad esa cara que tienes.
—Entonces déjame las llaves, ¿no?
—Sí, y así, cuando no esté en casa, me la limpias.
—¿Estás bromeando? ¿De verdad piensas que sería capaz de hacer una cosa así?
—No, puede que no. Pero, ante la duda, mejor no darte la posibilidad.
—Qué canalla eres, devuélveme enseguida los sándwiches.
Joe sonríe y hace desaparecer inmediatamente uno devorándolo. Pollo abre el periódico y simula estar enojado. Joe se sirve café, añadiéndole un poco de leche caliente y después un poco de leche fría. A continuación, mira a Pollo.
—¿Quieres un poco de café?
—Sí, gracias —le contesta con fingida indiferencia. Todavía no está dispuesto a ceder del todo. Joe le sirve un poco en una taza.
—Venga, me ducho y te acompaño a recoger la moto. —Pollo bebe un poco de café.
—Hay solo un pequeño problema. Me faltan doscientos euros.
—Pero ¿cómo es posible, con todo lo que robaste ayer por la noche?
—Tenía un montón de deudas. He tenido que pagar la comida, la tintorería y, además, tenía que devolverle dinero a Furio, el del Toto.
—¿Cómo coño se te ocurre jugar al Toto negro si no tienes nunca ni un euro?
—Por eso, trato de tener un golpe de suerte. En cualquier caso, he dejado ciento cincuenta euros para la moto. Pero Sergio me ha llamado y me ha dicho que ha tenido que cambiar también el otro pistón, los rodamientos y todo lo demás. Luego cambio del aceite completo y otras cosas que no recuerdo. Moraleja: cuatrocientos euros. Necesito la moto, coño. Esta noche hay carreras, espero sacar un buen pico. Tú qué haces, ¿vienes?
—No lo sé. Entretanto tenemos que encontrar doscientos euros.
—Ya. Si no, no vamos a ninguna parte.
—Tú no vas a ninguna parte. —Joe le sonríe antes de encaminarse hacia la habitación de Paolo, su hermano. Empieza a hurgar en las chaquetas. Abre los cajones del armario. Luego pasa a la mesita. Pollo lo mira desde la puerta. Controla a su alrededor. Joe se da cuenta.
—¿Qué haces ahí plantado? ¿Te pones a vigilar en mi propia casa? Ven, échame una mano.
Pollo no se lo hace repetir dos veces. Se dirige al otro lado de la cama. Abre el cajón de la otra mesita de noche.
—Un tipo prudente, tu hermano, ¿eh? —Pollo mira a Joe. Lleva en la mano una caja de Settebello y una sonrisa tonta en la cara.
—¡Prudentísimo! Es tan prudente que ni siquiera deja medio euro suelto.
—Bueno, no le falta razón. Después de todas las veces que lo hemos saqueado… —Pollo se mete tres preservativos en el bolsillo antes de volver a poner en su sitio la caja. A pesar de todo, es un optimista. Joe sigue buscando un posible escondite.
—Nada que hacer, no hay nada. Yo no tengo ni siquiera un euro para prestarte.
—Por la puerta pasa Maria con algunas camisetas y sudaderas de Joe en la mano derecha y las camisas de Paolo perfectamente planchadas en la izquierda.
Pollo la señala con la cabeza.
—¿Y a ella? ¿Podemos pedírselos?
—¡Déjala! Le debo todavía el dinero de los periódicos de la semana pasada.
—¿Qué hacemos entonces?
—Estoy pensando. El Siciliano y el resto están peor que nosotros, así que con ellos no se puede contar. Mi madre está fuera.
—¿Dónde?
—En Canarias, creo, o en las Seychelles. De todos modos, aunque estuviera aquí no le podríamos pedir nada. —Pollo asiente. Está al corriente de la relación que hay entre Joe y su madre.
—¿Y tu padre? ¿No te los podría prestar?
Joe coge una camiseta recién planchada y la coloca sobre la cama donde ha preparado ya un par de calzoncillos negros y un par de pantalones vaqueros.
—Sí, hoy voy a comer con él. Me llamó ayer para decirme que quería hablar conmigo. Tanto, ya sé lo que me va a decir. Me preguntará qué tengo intención de hacer con la universidad y todo lo demás. Y yo, ¿qué crees que puedo hacer entonces? En lugar de contestarle le digo: papá, dame doscientos euros que tengo que recoger la moto de Pollo, ¿eh? Creo que es mejor que no. ¡Maria! —La mujer se asoma a la puerta—. Perdone, ¿dónde está la cazadora azul?
—¿Cuál, Joseph?
—La que es igual que la verde militar, solo que azul oscura, me la compré el otro día. Se parece a las que llevan los policías.
—Ah, ya sé, la he puesto en el recibidor, en el armario de su hermano. Pensaba que era de él. —Joe sonríe. Paolo con una cazadora así. Sería todo un número. Él y sus trajes de chaqueta. Joe se dirige al pasillo. Ahí está su cazadora. Es la única entre todas aquellas chaquetas a cuadros y aquellos trajes de chaqueta grises.
Joe aprovecha y, de paso, los registra también sin encontrar nada. Vuelve a la habitación. Pollo está echado en su cama. Tiene la cartera abierta. Repasa sus finanzas esperando un milagro que no se ha producido. La cierra desconsolado.
—¿Entonces?
—Alégrate. He encontrado la solución.
Pollo mira esperanzado a su amigo.
—¿Cuál es?
—El dinero nos lo dará mi hermano.
—¿Y por qué debería dárnoslo?
—Porque yo le haré chantaje.
Pollo parece más tranquilo.
—¡Ah, claro!
Por otro lado, para él chantajear a un hermano es la cosa más normal del mundo. Por un momento lamenta ser hijo único.


______________________
CONTINUARÁ... hahahaa
SandyJonas
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Mensaje por jamileth Lun 17 Oct 2011, 3:21 pm

jamileth
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Mensaje por Patu Lun 17 Oct 2011, 3:33 pm



mmm que estará tramando Joe??? xD pobre de su hermano

SEGUILA!

Patu
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Mensaje por Camilita :) Mar 18 Oct 2011, 1:01 pm

Seguila! :)
Camilita :)
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Mensaje por SandyJonas Mar 18 Oct 2011, 1:56 pm

Buenoo... voy a daros un regalito porque estoy de buen humor... hahahaaa...
OS VOY A PONER A LOS PERSONAJES PRINCIPALES (Que han salido hasta ahora o saldrán prontoo)
:lol!:
SandyJonas
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http://twitter.com/ItsSandyJonas

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Mensaje por SandyJonas Mar 18 Oct 2011, 2:26 pm

Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú] - Página 5 Joe-jonas-new-photoshoot
Joe Jonas...

Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú] - Página 5 730_IMG_5460
_____ _____*

Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú] - Página 5 Nq8nqt
Pallina (mejor amiga de _____)

Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú] - Página 5 8%2B-%2B%25C3%25A1lvaro%2Bcervantes
Pollo (mejor amigo de Joe)

Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú] - Página 5 1297789507778_f
Rafaella (la madre de _____)

Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú] - Página 5 Padre
Claudio (el padre de _____)

Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú] - Página 5 T4_4042_1_1
Dani (la hermana pequeña de _____)

&

Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú] - Página 5 Kevin+Jonas+2011+NewFront+Conference+x_ylixSovDjl
Kevin (el hermano mayor de Joe)

8) por ahora dejo estos personajees... =)
SandyJonas
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Mensaje por SandyJonas Mar 18 Oct 2011, 2:51 pm

Capítulo 15

Kevin, el hermano de Joe, está en su despacho. Vestido elegantemente, sentado en un escritorio que no le desmerece, controla algunos expedientes del señor Forte, uno de los clientes más importantes de la financiera. Kevin ha estudiado en la Bocconi. Diplomado con matrícula de honor, volvió de Milán y encontró de inmediato un magnífico puesto como asesor fiscal.
La verdad es que fue su padre quien, bien relacionado, lo recomendó en su momento, pero lo cierto es que el hecho de que aún conserve el puesto y la estima es todo mérito suyo. Aunque también hay que reconocer que en aquella financiera no han despedido nunca a nadie.
Una joven secretaria con una camisa de seda color crema, tal vez demasiado transparente para aquel mundo de impuestos y desgravaciones fiscales donde la transparencia no está precisamente al orden del día, entra en el despacho de Kevin.
—¿Señor?
—Sí, dígame. —Kevin deja de revisar las cartas para dedicarse por completo al sostén de la secretaría y, acto seguido, a aquello que le tiene que decir.
—Ha venido su hermano con un amigo. ¿Los dejo entrar?
Kevin no tiene tiempo de inventar una excusa. Joe y Pollo irrumpen en el despacho.
—Claro que me deja entrar. ¡Soy su hermano, coño! Sangre de su sangre, señorita. Nosotros compartimos todo. ¿Ha entendido? Todo. —Joe toca el brazo de la secretaria aludiendo de este modo a la eventual aunque remota posibilidad de que a Kevin aquella joven y atractiva muchacha, además de los expedientes y la lista de las llamadas, le pase algo más—. De manera que yo siempre puedo entrar aquí, ¿verdad Kev? —Kevin asiente.
—Claro. —La secretaria mira a Joe; a pesar de estar acostumbrada a tratar con señores más mayores, falsos y encorbatados, lo trata con respeto.
—Lo siento. No lo sabía.
—Bueno, pues ahora lo sabe. —Joe le sonríe. La secretaria mira el brazo de Joe.
—¿Puedo irme ya?
Kevin que, a pesar de sus nuevas gafas, no se ha dado cuenta de nada, le da permiso.
—Claro, gracias, puede irse ya, señorita.
Una vez a solas, Pollo y Joe se sientan en dos sillones giratorios de piel que hay delante del escritorio de Kevin. Joe se arrellana. Luego se da un empujón con el pie.
—Caramba, eliges bien a tus secretarias. —Joe da una vuelta completa y se vuelve a colocar frente a su hermano—. Di la verdad, te la has tirado, ¿verdad? O te la has tirado o lo has intentado y ella no ha querido. En este caso, despídela, qué más te da.
Kevin lo mira molesto.
—Joe, ¿es posible que te tenga que repetir siempre las mismas cosas? Cuando entras aquí, ¿no podrías evitar los tacos, organizar menos lío? Yo trabajo aquí. Todos me conocen.
—¿Por qué? ¿Qué he hecho? ¿He hecho algo, Pollo? Dile tú también que yo no he hecho nada.
Pollo mira a Kevin tratando de poner una cara lo más convincente posible.
—Es verdad, no ha hecho nada.
Kevin suspira.
—Tanto, es inútil hablar con vosotros, es una pérdida de tiempo. Como ayer por la noche. Te he dicho mil veces que entres con cuidado cuando vuelves tarde, pero tú como si nada. Haces siempre un ruido de mil demonios.
—No, Kev, perdona. Ayer cuando volví tenía hambre. ¿Qué podía hacer, quedarme sin comer? Solo me preparé un filete.
Kevin sonríe irónico a su hermano.
—No es que no quiera que comas. El problema es cómo lo haces, cómo haces todo… ¡Siempre haciendo ruido, cerrando de golpe las puertas, la nevera, sin importarte que yo esté durmiendo, que me tenga que levantar pronto! Pero claro, ¿a ti qué más te da? Te levantas cuando te parece… A propósito, sé que hoy vas a comer con papá.
Joe cambia de postura y se sienta mejor.
—Sí, ¿por qué? ¿Habéis hablado de mí?
—No, me lo ha dicho él. Me ha llamado antes. Figúrate si hablamos de ti, yo no me entero nunca de nada. —Kevin mira mejor a su hermano—. Solo sé que vas siempre como un zarrapastroso, con esas cazadoras oscuras, los vaqueros, las zapatillas de tenis. Pareces un gamberro.
—Pero es que yo [/i]soy[i] un gamberro.
—Joe, deja ya de hacer el imbécil. Dime mejor a qué has venido. En serio… ¿Hay algún problema?
Joe mira a Pollo, luego de nuevo al hermano.
—Ningún problema, me tienes que dar trescientos euros.
—¿Trescientos euros? ¿Te has vuelto loco? ¿Acaso crees que yo el dinero me lo saco de la manga?
—Vale, en ese caso, dame doscientos.
—Ni lo sueñes, no te pienso dar nada.
—¿Ah, no? —Joe se inclina hacia él sobre el escritorio. Kevin, asustado, retrocede. Joe le sonríe—. Eh, hermano, calma, no te haría nunca nada, lo sabes. — Luego aprieta el interfono conectado con la secretaria—. Señorita, ¿puede venir un momento?
La secretaria no presta atención a la diferencia de voz.
—Voy enseguida.
Joe se arrellana en el sillón, le sonríe a Kevin.
—Entonces, querido hermanito, si no me das enseguida doscientos euros cuando entre tu secretaria le arranco las bragas.
—¿Qué? —Kevin apenas tiene tiempo de decir nada más. La puerta se abre. La secretaria entra.
—¿Sí, señor?
Kevin trata de salvarse.
—Nada, señorita, puede marcharse.
Joe se levanta.
—No, señorita, perdone, espere un momento. —Joe se acerca a la secretaria. La muchacha se queda mirando a los tres en silencio sin saber muy bien qué hacer.
Aquella situación es algo distinta a las tareas que normalmente tiene que desempeñar. La secretaria mira a Joe con aire interrogativo.
—¿Qué pasa? —Joe la mira sonriendo.
—Quisiera saber cuánto cuestan las bragas que lleva puestas.
La secretaria lo mira avergonzada.
—Pero, realmente…
Kevin se levanta.
—¡Joe, ahora basta! Se puede marchar ya, señorita… —Joe la sujeta por un brazo.
—Espere solo un momento, perdone. ¿Kevin? Dale a Pollo lo que le debes y luego la señorita se podrá marchar. —Kevin extrae la cartera del bolsillo interior de la chaqueta, saca de ella algunos billetes de cincuenta euros y se los da a Pollo. Pollo los cuenta, luego indica a Joe con un gesto que es justo. Joe deja marcharse a la secretaria con una sonrisa…—. Gracias, señorita, es usted el máximo de la eficacia.
Sin usted no habríamos sabido verdaderamente qué hacer.
La secretaria se aleja molesta. No es completamente estúpida y, sobre todo, no le divierte en absoluto ir por ahí contando lo que cuesta su ropa interior. Kevin se levanta del sillón y da la vuelta al escritorio.
—Bien, ya tenéis vuestro dinero. Ahora fuera de aquí, ya me habéis dado bastante la lata. —Hace ademán de empujarlos, pero se lo piensa dos veces, es mejor agredirlos verbalmente—. ¡Si sigues así, Joe, acabarás metido en un buen lío!
Joe mira a su hermano.
—¿Bromeas? ¿Qué lío? Yo no me meto nunca en líos. Yo y los líos somos dos cosas que no se han encontrado jamás. El dinero se lo tengo que prestar a un amigo, uno que tiene un pequeño problema, eso es todo.- Pollo sonríe agradecido a Joe al oír que hace alusión a él—. Y además, Kevin, ¿qué imagen le estás dando a Pollo? Solo son doscientos euros. Ni que te hubiera pedido una suma exorbitante. Menuda historia estás montando. —Kevin se sienta sobre el borde del escritorio.
—No sé qué pasa pero contigo siempre soy yo el que se equivoca…
—No digas eso, tal vez a fuerza de estar en este despacho, entre tanto dinero, os entra una especie de enfermedad que os impide dar, prestar algo.
—Entonces, ¿se trata de un préstamo?
—Claro, siempre te he restituido todo, ¿no? —Kevin pone cara de no estar muy convencido. Las cosas no han ido precisamente de ese modo. Joe hace como que no se da cuenta—. Entonces, ¿de qué te preocupas? Te devolveré también estos. Más bien deberías relajarte un poco. Divertirte. Estás muy pálido… ¿Por qué no vienes a dar una vuelta en moto conmigo?
Kevin, en un arranque de simpatía, se quita las gafas.
—¿Qué? ¿Estás bromeando? Jamás. Antes muerto. Hablando de muerte… ya que se libró por un pelo. Ayer por la noche fui al Tartarughino y, ¿sabes a quién vi?
Joe lo escucha distraído. Al Tartarughino no irá nunca nadie que le interese.
Aun así, decide dar aquel pequeño gusto a su hermano. A fin de cuentas, le acaba de dar doscientos euros.
—No, ¿a quién?
—A Giovanni Ambrosini.
Joe se estremece. Un sobresalto. La rabia se apodera inmediatamente de él pero disimula.
—¿Ah, sí?
Kevin prosigue con su relato.
—Estaba con una mujer muy guapa, una mucho mayor que él. Al verme miró preocupado a su alrededor. Parecía aterrorizado. Creo que tenía miedo de que estuvieras también tú. Luego, al comprobar que no era así, se calmó. Hasta me sonrió. Si así se puede llamar a una especie de mueca. La mandíbula no le ha vuelto al sitio. Aunque lo sabes mejor que yo. ¿Se puede saber por qué lo golpeaste de aquel modo? Nunca me lo has dicho…
Es verdad, piensa Joe. Él no lo sabe. Nunca ha sabido nada. Joe coge a Pollo del brazo y se encamina hacia la salida. Una vez en la puerta, se vuelve. Mira a su hermano. Está sentado en el escritorio. Con sus gafitas redondas, el pelo bien cortado y perfectamente peinado, vestido de modo impecable con una camisa planchada justo en el modo en el que él mismo le ha enseñado a Maria. No, no debe enterarse nunca. Joe le sonríe.
—¿Quieres saber por qué pegué a Ambrosini?
Kevin asiente.
—Sí, tal vez.
—Porque siempre me decía que tenía que vestir mejor.
Salen tal y como han entrado. Descarados y alegres. Con aquel modo de balancearse al andar, un poco de duros. Pasan junto a la secretaria. Joe le dice algo.
Ella se lo queda mirando. Luego cogen el ascensor. Llegan a la planta baja. Joe saluda al portero.
—Hola, Martinelli. Ofrécenos dos cigarrillos, venga.
Martinelli saca del bolsillo de la chaqueta un paquete blando de cigarrillos baratos. Empuja con la mano hacia lo alto haciendo asomar algunos. Pollo y Joe saquean el paquete. Cogen más de lo debido. Acto seguido, sin esperar a que el portero se los encienda, se alejan. Martinelli mira a Joe. No se parece en nada a su hermano. Kevin da siempre las gracias, por cualquier cosa.
En ese momento suena el telefonillo que hay en la garita. Martinelli mira dentro. Es el del despacho del hermano de Joe. Martinelli conecta el enchufe.
—Dígame, señor Jonas.
—¿Puede venir un momento a mi despacho, por favor?
—Por supuesto, voy enseguida.
—Gracias.
Martinelli coge el ascensor y sube al cuarto piso. Kevin lo espera en la puerta de su despacho.
—Venga, Martinelli, entre. —Kevin le hace entrar y luego cierra la puerta. El portero permanece frente a él, de pie, ligeramente confuso. Kevin se sienta—. Por favor, Martinelli, siéntese. —Martinelli toma asiento en el sillón que hay frente a Kevin, sentándose con respeto, casi en el borde, tratando de no ocupar demasiado sitio. Kevin junta las manos. Le sonríe. Martinelli le devuelve la sonrisa pero está en ascuas. Necesita saber el porqué de aquel encuentro. ¿Ha hecho algo malo? ¿Se ha equivocado? Kevin suspira. Parece decidido a desvelarle el misterio—. Escuche, Martinelli, quisiera pedirle un favor. - Martinelli sonríe relajado. Se tranquiliza y ocupa más sitio en su asiento.
—Dígame, señor. Estoy dispuesto a hacer lo que usted quiera, siempre que esté en mis manos.
Kevin se apoya en el respaldo.
—No quiero que vuelva a dejar entrar aquí a mi hermano. Martinelli abre los ojos desmesuradamente.
—¿Qué, señor? ¿Realmente quiere que no lo vuelva a dejar entrar? ¿Y qué le digo? Si ese se enfada haría falta Tyson a la puerta para sujetarlo. —Kevin mira mejor a aquel señor pacífico, su vestido gris a juego con el color de su pelo y con el de toda una vida. Imagina a Martinelli deteniendo a Joe en la puerta: «Disculpe, he recibido instrucciones. No puede entrar.» La discusión. Joe que se altera. Martinelli que levanta la voz. Joe que se rebela. Martinelli que lo aparta. Joe que lo coge por la chaqueta, lo estampa contra la pared y luego seguramente el resto, como era de prever…
—Tiene razón, Martinelli. No es una buena idea. Déjelo estar, ya me ocuparé yo. Hablaré con él en casa. —Martinelli se levanta.
—Cualquier otra cosa, señor, la hago con mucho gusto. De verdad, pero esta…
—No, no, tiene razón. No debería habérselo pedido. Gracias, gracias igualmente. —Martinelli sale del despacho. Coge el ascensor y vuelve a la planta baja. Las ha pasado moradas. ¿Quién para a un energúmeno así? Saca la cajetilla.
Decide celebrar con un buen cigarrillo que el peligro se haya alejado. Menos mal que el señor es un tipo comprensivo. No como su hermano. Joe le ha birlado medio paquete y ni siquiera le ha dado las gracias. Ni siquiera una vez.
Y luego dicen que el de portero es un oficio tranquilo. Martinelli suspira, luego
se enciende un MS.
En el cuarto piso, Kevin mira por la ventana. Siente una extraña satisfacción. En el fondo, ha hecho una buena acción. Le ha salvado la vida a Martinelli. Vuelve a sentarse. Bueno, sin exagerar. Le ha ahorrado un montón de problemas. Entra la secretaria con algunos expedientes.
—Tenga, estos son los asuntos que me ha pedido…
—Gracias, señorita.
La secretaria lo mira por un instante.
—Su hermano es un tipo extraño. Ustedes dos no se parecen mucho.
Kevin se quita las gafas, en el vano intento de resultar más fascinante.
—¿Es un cumplido?
La secretaria miente.
—En un cierto sentido sí. Espero que usted no vaya por ahí preguntando a las chicas el precio de sus bragas…
Kevin sonríe avergonzado.
—Oh, no, eso claro que no.
A pesar de que sin las gafas no ve demasiado, sus ojos acaban inevitablemente sobre su blusa transparente. La secretaria lo advierte pero no hace absolutamente nada.
—Ah, su hermano me ha dicho que le diga que es usted demasiado bueno conmigo, que no debería haberle dado el dinero y así él habría hecho esa cosa. —La secretaria se vuelve extrañamente insistente—. Si me permite la pregunta… ¿a qué se refería, señor?
Kevin mira a la secretaria. Su bonito cuerpo. La falda perfecta e impecable que cubre sus piernas torneadas. Tal vez su hermano tenga razón. Imagina a la secretaria medio desnuda y a Joe arrancándole las bragas. Se excita.
—Nada, señorita, era solo una broma.
La secretaria se marcha ligeramente desilusionada. Kevin apenas tiene tiempo de ponerse de nuevo las gafas y de enfocar aquellas nalgas provocantes que se alejan con mayor o menor profesionalidad.
¡Qué gilipollas! Debería haberle obligado a hacerlo. Si Joe no le devolvía el dinero, aquel iba a ser su peor negocio de los últimos años. No, no el peor. Ese lo ha hecho el señor Forte. Ha confiado sus graves problemas fiscales a un asesor que todavía tiene por resolver sus problemas familiares. Uno no se puede pasar la mañana discutiendo con el propio hermano y acabar pagándole para evitar que le quite las bragas a la secretaria.
Con un cierto sentimiento de culpa, Kevin se concentra de nuevo en los documentos del señor Forte.
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Mensaje por jamileth Mar 18 Oct 2011, 3:42 pm

jamileth
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Mensaje por Patu Mar 18 Oct 2011, 5:02 pm



Joe es un desubicado, pobre secretaria!!! :oops: Pero ahora que lo pienso, hizo todo eso por su amigo, asi que esta perdonado xD

seguilaaa

Patu
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Mensaje por Camilita :) Vie 21 Oct 2011, 9:42 pm

Seguila! :)
Camilita :)
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Mensaje por .Lu' Anne Lovegood. Vie 21 Oct 2011, 9:49 pm

Nueva Lectora!!

Aww me ha gustado mucho tu nove, ya lei los caps anteriores y me gustaron mucho, espero y la sigas prontoo!!

¡¡cuidatee!! :D
.Lu' Anne Lovegood.
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Mensaje por jamileth Vie 21 Oct 2011, 10:05 pm

siguela...
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