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Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú]
juro que odie a Joe cuando la empujo en la calle, que poco hombre!!! Como puede hacerle eso a una chica?
SEGUILA!
Patu
Re: Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú]
Holaaa...
sorry, ayer no os puedo subir cap... tenía muchas cosas que hacer... u.uu
Pero ahora mismo os subo unoo =)
sorry, ayer no os puedo subir cap... tenía muchas cosas que hacer... u.uu
Pero ahora mismo os subo unoo =)
SandyJonas
Re: Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú]
Capítulo 11
Dos rayos de sol atraviesan la habitación. Suben por los bordes de la cama, por el edredón, por su pelo dorado, por sus brazos destapados. Al sentir el cálido toque del nuevo día, _____ abre los ojos. El despertador todavía no ha sonado. Tira del edredón y se tapa por debajo de la barbilla. Permanece con los ojos todavía
entornados, con las manos sobre la tripa, con las piernas quietas, inmóvil.
Repentinamente, suena el despertador. Molesto e insistente, precedido de un pequeño clic. _____ se mueve desganada en la cama, alarga el brazo, buscando a tientas el despertador sobre la mesita. Tropieza con Siddharta de Hesse, un libro de
Yourcenar dejado a la mitad y Ballo di famiglia. Encuentra el despertador, lo apaga.
Después enciende la radio. Ya está sintonizada sobre el 103.10 y, como todas las mañanas, Branko está dando el horóscopo.
—Géminis. También hoy una situación estacionaria. La luna pasa por vuestro signo. Sus influjos os harán sentiros particularmente nerviosos.
¡Pues vaya, si a papá ya no lo soporto normalmente, imagínate ahora con el influjo de la luna!
—Cáncer. Para los nacidos bajo este signo… —Lo escucha distraída, sin prestar demasiada atención a lo que dice. ¿Quién es cáncer? ¿Pallina? No, nació en mayo.
Mayo debe de ser Tauro o Piscis. No, Piscis es en marzo.
Lentamente cierra los ojos y se vuelve a dormir. Se abandona así, en aquella especie de duermevela ligero y agradable, todavía caliente y aturdida, recién llegada de quién sabe qué mundo. Tal vez sea a causa de un ruido lejano, de un perfume diverso, de una sensación de responsabilidad, el caso es que abre los ojos de repente y se vuelve rápida hacia el despertador. Todavía son las 7:20. Menos mal. Apenas han pasado unos segundos pero, quién sabe por qué, le han parecido eternos.
—Virgo. Para los nacidos en este período… —_____ se gira hacia la radio particularmente interesada. Es su signo. Seis de septiembre—, el paso de Venus procurará momentos particularmente felices a la vida de los enamorados. —
¡Enamorados! Antes tengo que encontrar uno justo. No uno que escapa y me deja tirada en medio de la calle. Sale de la cama. Luego oye ruidos en la habitación vecina, corre hacia el baño pero Daniela es más rápida que ella y le cierra la puerta casi en las narices.
—Venga, Dani, déjame entrar, son ya las siete y media…
—Sí, y así ocupas el lavabo para ti sola como siempre. Ni lo sueñes.
—Venga, no seas tonta, te dejo sitio. —Daniela abre la puerta, _____ entra.
—Por lo visto no te han bastado los guantazos de ayer por la noche. —Daniela le responde con una mueca, luego se alternan lavándose a trozos, un poco cada una, sin vergüenza y, sobre todo, sin hablar. Por la mañana, _____ es intratable hasta que no se toma el café, como su madre. Daniela prueba de todos modos.
—¿Qué te parece ese que te acompañó anoche? ¿Te gusta?
_____ dice algo extraño. No puede contestar, se está lavando los dientes. Mira a su hermana a través del espejo con los ojos en blanco, luego se enjuaga rápidamente la boca.
—¿Me gusta? ¿Bromeas? ¿Estás loca? ¿Cómo puede gustarme uno así? Es un bestia. ¿Sabes lo que hizo ayer por la noche? Él y sus amigos destrozaron el coche de
Brandelli, después empezaron a golpear a Chicco; entonces se detuvo el señor
Accado que pasaba por allí y trató de separarlos y ese tipo, ese animal, le pegó también a él. ¿Cómo puede gustarme uno que usa la cabeza para golpear con ella la cara de los demás en lugar de para pensar?
—Puede, pero ¡a todas nosotras nos gusta!
—¿A vosotras? ¿A quién?
—A mí, a Giuli, a Giovanna, a Stefania…
—Sí, cuatro gallinas tontas que adoran a estos que… El mito de los gamberros, de los idiotas, me dirás. Me gustaría saber qué gusto le encuentran a ir por ahí destruyendo todo, a armar siempre gresca, a pegar a la gente…
—Él y sus amigos tienen un montón de chicas guapas, las cambian cómo y cuándo quieren.
—¡Me imagino qué tipo de chicas!
—No, las hay también muy finas. Piensa que incluso Gloria, la hija de los
Accado, sale con Dario, uno de los amigos de Joe.
—¿Joe?
—Sí, Joseph Jonas, el que te acompañó. Giulia y yo lo llamamos 10 y matrícula de honor, pero todos lo llaman Joe.
—¿Joe? ¿Paso? En lo que a mí concierne, debería dar muchos, uno detrás de otro, y tirarse al río. Venga, date prisa, no quiero oír gritar a papá como de costumbre porque llegamos tarde.
_____ vuelve a la habitación y se apresura a vestirse. El uniforme está allí, sobre la silla. Aunque llegaron muy tarde, lo preparó la noche anterior. Se ha convertido ya en una costumbre. Se pone la camisa celeste, luego la falda.
Joe. Qué nombre tan idiota. Aunque, bien pensado, le va como anillo al dedo.
_____ se dirige a la cocina.
—Hola, mamá.
_____ besa a Raffaella en la mejilla. Como todas las mañanas, le impresiona el sabor a leche de su crema Revlon.
—Hola, _____.
Raffaella bebe su café negro sin azúcar. Los ojos desmaquillados y todavía somnolientos no están acostumbrados a la luz. La cocina, de hecho, está en penumbra. _____ se sienta frente a ella. Llega Daniela y toma asiento a su lado. _____ se sirve café con leche y echa dentro un poco de Dietor.
También Daniela se sirve café con leche, pero se pone azúcar moreno. Cada uno con sus propias costumbres, el propio sitio, la propia taza.
—Mamá, podrías comprar esos flanes de arroz y leche de Danone con sabor a chocolate. ¡Están buenísimos!
Daniela mira a _____ buscando una aprobación que no encuentra.
—A mí en cambio, mamá, deberías comprarme más galletas integrales, se están acabando.
—Si no lo escribís no compro nada.
Daniela se levanta y añade a la lista de la compra que se encuentra sobre una repisa cercana sus flanes y las galletas dietéticas de su hermana.
—Te advierto, Daniela, que si esta vez los dejas caducar de nuevo los pagarás tú.
—Pero, mamá, ¿por qué me dices eso?
—Porque los últimos yogures de fruta que te gustaban tanto los tuve que tirar.
—¡Buenos días a todas! ¿Cómo están mis espléndidas mujercitas? —Claudio besa a sus dos hijas. Se sienta también en su sitio, a la cabecera de la mesa, junto a Raffaella.
—Muy mal, no entiendo por qué por la mañana se tiene que hablar siempre tanto de cosas inútiles. Establezcamos una regla: no hablar por la mañana. Raffaella se sirve un poco más de café y luego se levanta.
—Bueno, yo me vuelvo a la cama. A vosotras dos os veo a la salida del colegio.
Por cierto, decidle a Giovanna que hoy no la quiero esperar. Ha dicho la mamá que si no viene enseguida se va. —Da un beso en la mejilla a Claudio y con un «¡Hasta luego, cariño!», se marcha.
Claudio coge la cafetera. La abre y mira dentro.
—Pero ¿es posible que no me dejéis nunca un poco de café?
Claudio tira la cafetera sobre el platito de madera.
—Todas las mañanas la misma historia. Pero bueno, ¡no es posible!
_____ coge la cafetera.
—¿Te preparo uno, papá?
—No tengo tiempo, me lo tomaré por ahí, como siempre. Pero ¿por qué no hacemos una cafetera más grande?
Daniela mete las tazas en la pila.
—Porque no la tenemos.
—Entonces la compramos. —Daniela le pone delante la lista de la compra.
—¿Qué pasa?
—Ten, escribe. Mamá no quiere tener que acordarse de nada. Lo que queremos, hay que escribirlo.
Claudio toma el folio de las manos de Daniela. Lo lee y escribe bajo «galletas dietéticas» seguido entre paréntesis por «_____», «cafetera para veinte», seguido entre paréntesis por «Claudio, que no consigue nunca beberse un café».
—¡Hecho! —Cierra el bolígrafo y lo arroja sobre la mesa. Luego se levanta tirando al suelo el taburete dentro del cual, como todas las mañanas, ha acabado su pierna—. ¡Malditos taburetes! —Sale por la puerta de casa dejándola abierta. _____ y FEDERICO
Daniela se miran.
—Esperemos que haga bien la maniobra. Esta mañana me parece particularmente nervioso.
—Es el influjo de la luna. Hoy ha pasado por su signo. Date prisa más bien.
—Sí, date prisa, date prisa, pero la que ordena soy siempre yo.
—Ah, sí, ¿y quién puso anoche la mesa…?
_____ coge la bolsa de los libros y sale. Pero las palabras de Branko no han caído en saco roto. Mientras baja las escaleras, trata de recordar su horóscopo. ¿Qué decía la luna? Ah, sí. Cuidado con los posibles encuentros.
Dos rayos de sol atraviesan la habitación. Suben por los bordes de la cama, por el edredón, por su pelo dorado, por sus brazos destapados. Al sentir el cálido toque del nuevo día, _____ abre los ojos. El despertador todavía no ha sonado. Tira del edredón y se tapa por debajo de la barbilla. Permanece con los ojos todavía
entornados, con las manos sobre la tripa, con las piernas quietas, inmóvil.
Repentinamente, suena el despertador. Molesto e insistente, precedido de un pequeño clic. _____ se mueve desganada en la cama, alarga el brazo, buscando a tientas el despertador sobre la mesita. Tropieza con Siddharta de Hesse, un libro de
Yourcenar dejado a la mitad y Ballo di famiglia. Encuentra el despertador, lo apaga.
Después enciende la radio. Ya está sintonizada sobre el 103.10 y, como todas las mañanas, Branko está dando el horóscopo.
—Géminis. También hoy una situación estacionaria. La luna pasa por vuestro signo. Sus influjos os harán sentiros particularmente nerviosos.
¡Pues vaya, si a papá ya no lo soporto normalmente, imagínate ahora con el influjo de la luna!
—Cáncer. Para los nacidos bajo este signo… —Lo escucha distraída, sin prestar demasiada atención a lo que dice. ¿Quién es cáncer? ¿Pallina? No, nació en mayo.
Mayo debe de ser Tauro o Piscis. No, Piscis es en marzo.
Lentamente cierra los ojos y se vuelve a dormir. Se abandona así, en aquella especie de duermevela ligero y agradable, todavía caliente y aturdida, recién llegada de quién sabe qué mundo. Tal vez sea a causa de un ruido lejano, de un perfume diverso, de una sensación de responsabilidad, el caso es que abre los ojos de repente y se vuelve rápida hacia el despertador. Todavía son las 7:20. Menos mal. Apenas han pasado unos segundos pero, quién sabe por qué, le han parecido eternos.
—Virgo. Para los nacidos en este período… —_____ se gira hacia la radio particularmente interesada. Es su signo. Seis de septiembre—, el paso de Venus procurará momentos particularmente felices a la vida de los enamorados. —
¡Enamorados! Antes tengo que encontrar uno justo. No uno que escapa y me deja tirada en medio de la calle. Sale de la cama. Luego oye ruidos en la habitación vecina, corre hacia el baño pero Daniela es más rápida que ella y le cierra la puerta casi en las narices.
—Venga, Dani, déjame entrar, son ya las siete y media…
—Sí, y así ocupas el lavabo para ti sola como siempre. Ni lo sueñes.
—Venga, no seas tonta, te dejo sitio. —Daniela abre la puerta, _____ entra.
—Por lo visto no te han bastado los guantazos de ayer por la noche. —Daniela le responde con una mueca, luego se alternan lavándose a trozos, un poco cada una, sin vergüenza y, sobre todo, sin hablar. Por la mañana, _____ es intratable hasta que no se toma el café, como su madre. Daniela prueba de todos modos.
—¿Qué te parece ese que te acompañó anoche? ¿Te gusta?
_____ dice algo extraño. No puede contestar, se está lavando los dientes. Mira a su hermana a través del espejo con los ojos en blanco, luego se enjuaga rápidamente la boca.
—¿Me gusta? ¿Bromeas? ¿Estás loca? ¿Cómo puede gustarme uno así? Es un bestia. ¿Sabes lo que hizo ayer por la noche? Él y sus amigos destrozaron el coche de
Brandelli, después empezaron a golpear a Chicco; entonces se detuvo el señor
Accado que pasaba por allí y trató de separarlos y ese tipo, ese animal, le pegó también a él. ¿Cómo puede gustarme uno que usa la cabeza para golpear con ella la cara de los demás en lugar de para pensar?
—Puede, pero ¡a todas nosotras nos gusta!
—¿A vosotras? ¿A quién?
—A mí, a Giuli, a Giovanna, a Stefania…
—Sí, cuatro gallinas tontas que adoran a estos que… El mito de los gamberros, de los idiotas, me dirás. Me gustaría saber qué gusto le encuentran a ir por ahí destruyendo todo, a armar siempre gresca, a pegar a la gente…
—Él y sus amigos tienen un montón de chicas guapas, las cambian cómo y cuándo quieren.
—¡Me imagino qué tipo de chicas!
—No, las hay también muy finas. Piensa que incluso Gloria, la hija de los
Accado, sale con Dario, uno de los amigos de Joe.
—¿Joe?
—Sí, Joseph Jonas, el que te acompañó. Giulia y yo lo llamamos 10 y matrícula de honor, pero todos lo llaman Joe.
—¿Joe? ¿Paso? En lo que a mí concierne, debería dar muchos, uno detrás de otro, y tirarse al río. Venga, date prisa, no quiero oír gritar a papá como de costumbre porque llegamos tarde.
_____ vuelve a la habitación y se apresura a vestirse. El uniforme está allí, sobre la silla. Aunque llegaron muy tarde, lo preparó la noche anterior. Se ha convertido ya en una costumbre. Se pone la camisa celeste, luego la falda.
Joe. Qué nombre tan idiota. Aunque, bien pensado, le va como anillo al dedo.
_____ se dirige a la cocina.
—Hola, mamá.
_____ besa a Raffaella en la mejilla. Como todas las mañanas, le impresiona el sabor a leche de su crema Revlon.
—Hola, _____.
Raffaella bebe su café negro sin azúcar. Los ojos desmaquillados y todavía somnolientos no están acostumbrados a la luz. La cocina, de hecho, está en penumbra. _____ se sienta frente a ella. Llega Daniela y toma asiento a su lado. _____ se sirve café con leche y echa dentro un poco de Dietor.
También Daniela se sirve café con leche, pero se pone azúcar moreno. Cada uno con sus propias costumbres, el propio sitio, la propia taza.
—Mamá, podrías comprar esos flanes de arroz y leche de Danone con sabor a chocolate. ¡Están buenísimos!
Daniela mira a _____ buscando una aprobación que no encuentra.
—A mí en cambio, mamá, deberías comprarme más galletas integrales, se están acabando.
—Si no lo escribís no compro nada.
Daniela se levanta y añade a la lista de la compra que se encuentra sobre una repisa cercana sus flanes y las galletas dietéticas de su hermana.
—Te advierto, Daniela, que si esta vez los dejas caducar de nuevo los pagarás tú.
—Pero, mamá, ¿por qué me dices eso?
—Porque los últimos yogures de fruta que te gustaban tanto los tuve que tirar.
—¡Buenos días a todas! ¿Cómo están mis espléndidas mujercitas? —Claudio besa a sus dos hijas. Se sienta también en su sitio, a la cabecera de la mesa, junto a Raffaella.
—Muy mal, no entiendo por qué por la mañana se tiene que hablar siempre tanto de cosas inútiles. Establezcamos una regla: no hablar por la mañana. Raffaella se sirve un poco más de café y luego se levanta.
—Bueno, yo me vuelvo a la cama. A vosotras dos os veo a la salida del colegio.
Por cierto, decidle a Giovanna que hoy no la quiero esperar. Ha dicho la mamá que si no viene enseguida se va. —Da un beso en la mejilla a Claudio y con un «¡Hasta luego, cariño!», se marcha.
Claudio coge la cafetera. La abre y mira dentro.
—Pero ¿es posible que no me dejéis nunca un poco de café?
Claudio tira la cafetera sobre el platito de madera.
—Todas las mañanas la misma historia. Pero bueno, ¡no es posible!
_____ coge la cafetera.
—¿Te preparo uno, papá?
—No tengo tiempo, me lo tomaré por ahí, como siempre. Pero ¿por qué no hacemos una cafetera más grande?
Daniela mete las tazas en la pila.
—Porque no la tenemos.
—Entonces la compramos. —Daniela le pone delante la lista de la compra.
—¿Qué pasa?
—Ten, escribe. Mamá no quiere tener que acordarse de nada. Lo que queremos, hay que escribirlo.
Claudio toma el folio de las manos de Daniela. Lo lee y escribe bajo «galletas dietéticas» seguido entre paréntesis por «_____», «cafetera para veinte», seguido entre paréntesis por «Claudio, que no consigue nunca beberse un café».
—¡Hecho! —Cierra el bolígrafo y lo arroja sobre la mesa. Luego se levanta tirando al suelo el taburete dentro del cual, como todas las mañanas, ha acabado su pierna—. ¡Malditos taburetes! —Sale por la puerta de casa dejándola abierta. _____ y FEDERICO
Daniela se miran.
—Esperemos que haga bien la maniobra. Esta mañana me parece particularmente nervioso.
—Es el influjo de la luna. Hoy ha pasado por su signo. Date prisa más bien.
—Sí, date prisa, date prisa, pero la que ordena soy siempre yo.
—Ah, sí, ¿y quién puso anoche la mesa…?
_____ coge la bolsa de los libros y sale. Pero las palabras de Branko no han caído en saco roto. Mientras baja las escaleras, trata de recordar su horóscopo. ¿Qué decía la luna? Ah, sí. Cuidado con los posibles encuentros.
SandyJonas
Re: Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú]
“cuidado con los posibles encuentros” eso suena interesante
Sabes que seria aun mas interesante? Que subieras otro cap! :P
Patu
Re: Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú]
SIGUELA...
SIGUELA.....
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https://onlywn.activoforo.com/t7470-asi-lo-quiso-el-destino-un-jonas-y-tu#561518
SIGUELA.....
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jamileth
Re: Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú]
Capítulo 12
En el patio del colegio, bajo la copa de un gran sauce, apoyadas contra un largo muro de mármol blanco, algunas chicas copian frenéticas los deberes.
—Pero ¿qué pone aquí? ¿Igual…?
—¡X menos uno! Pero ¿es que ni siquiera eres capaz de copiar?
—Pero ¡mira cómo escribes!
—¡Lo que faltaba! No haces nunca nada en casa y encima te quejas de cómo escribo. ¡Menuda cara!
—Cuidado, llega Catinelli.
Pallina cierra el cuaderno de matemáticas y corre a saludar a Catinelli junto con otras muchachas, todas posibles candidatas a la interrogación de latín.
—Venga, Ale, date prisa que dentro de nada suena el timbre, danos la traducción de latín. —Las chicas esperan delante de Catinelli.
—No, ni hablar.
—¿Cómo que ni hablar?
—¿Qué pasa, no me habéis oído? No quiero que copiéis mi traducción. ¿Vale?
No entiendo por qué no podéis hacerla vosotras en casa por vuestra cuenta, como hacen todas.
Pallina se le acerca.
—Venga, Ale, no hagas eso. Perdona, hoy la Giacci me pregunta seguro y también a Festa.
Una chica del grupo con el uniforme más desaliñado que el del resto de sus compañeras, al igual que sus deberes, asiente.
—¡Danos la traducción, venga! ¡Que si no esa se enfada!
—No insistas, Pallina.
—¿Qué pasa, Pallina? ¿Sobre qué estás insistiendo?
—Ah, hola, _____. Ale no quiere darnos la traducción. ¿Tú la has hecho?
Por un momento, Catinelli deja de ser el centro de la atención.
—No, solo la mitad. Pero creo que ni siquiera está bien. Es que a mí ya me ha preguntado. He controlado, hoy debería tocaros a ti y a Silvia Festa y luego vuelve a dar la vuelta. Aunque normalmente pregunta a quien no ha aprobado.
Catinelli prueba a alejarse. Pallina le tira de la chaqueta.
—¿Has oído? ¡Venga, no puedes dejarnos así, serás nuestra ruina!
—No entiendo por qué no hacéis como Gianetti. Ella la hace y luego me llama por teléfono y la repasamos juntas… Así se la prepara y el día después va bien. ¿Para qué sirve lo que hacéis vosotras?
—¿Y a ti qué te importa? El latín no sirve para nada. En fin, ¿nos la das o no, esa traducción?
—Te he dicho ya que no. Que os la pase Giannetti.
Pallina resopla.
—Sí, esa llega siempre en el último momento… Dentro de cinco minutos sonará el timbre. Venga, solo por hoy… Es la última vez, te lo prometo.
—Siempre decís lo mismo. No, esta vez es que no. ¡No os la doy!
Catinelli se marcha.
—Menuda gilipollas. Y además es un monstruo. Por eso está tan amargada.
Nadie quiere salir con ella. Es evidente. Al menos nosotras gustamos y nos divertimos. —Silvia Festa se acerca a Pallina.
—Sí, pero no creo que a mi madre le guste mucho el tres que nos pondrá la
Giacci si no tenemos la traducción.
—Ten, toma la mía. —_____ saca de la bolsa su cuaderno de latín y abre la última página—. Al menos podréis decir que lo habéis intentado. Está a la mitad pero siempre es mejor que nada. Decid que os habéis parado en esperavisse. Es un verbo que no tengo ni la más remota idea de dónde viene. Lo busqué durante un cuarto de hora en el Il sin conseguir encontrarlo. Luego me harté y me fui a merendar. Un yogur desnatado, sin azúcar, terrible. Casi más ácido que Catinelli. —Todas se echan a reír.
Pallina coge el cuaderno y lo apoya sobre el muro. Lo pone en medio de sus compañeras.
—En cualquier caso, es verdad, estudiar engorda. Siempre lo digo: si hubiera hecho el lingüístico pesaría seguro cuatro kilos menos. —Pallina empieza a copiar seguida de Silvia y otras chicas, todas posibles víctimas de la terrible Giacci.
A través de los grandes ventanales de la clase se pueden ver los prados cercanos. Algunos niños, vestidos de idéntico modo, juegan corriendo entre la hierba.
Una maestra ayuda a levantarse a un niño que se ha manchado de verde su delantal blanco. El sol cae de lleno sobre los pupitres. _____ mira distraída la clase. Benucci ha resistido menos de lo habitual. Tiene las manos bajo el pupitre, ocupadas en un trozo de pizza. Arranca un trocito y, con los dedos cubiertos de tomate, se lo lleva rápidamente a la boca. Después empieza a masticar fingiendo indiferencia, con la boca cerrada, escuchando la lección como si nada. _____ presta un momento de atención a la explicación de la Giacci. Una joven del siglo diecinueve que no sabía montar a caballo decidió hacerlo a pesar de ello. Y se cayó. _____ no ha estado lo suficientemente atenta como para saber si se hizo daño o no. La única cosa segura es que alguien, realmente carente de ideas, escribió sobre ello una especie de novela.
—Bien. Esta oda, A Luigia Pallavicini caduta da cavallo, me la traéis el lunes. —La otra cosa segura es que ellas tendrían que estudiarla. Suena el timbre. La Giacci cierra el libro.
—Voy a la sala de profesores a coger el libro de latín. Os dejo solas. Portaos bien.
Las chicas abandonan sus pupitres. Antes de que la profesora se vaya, tres de ellas consiguen arrancarle el permiso para ir al baño. En realidad, solo una de ellas va por razones fisiológicas. Las otras dos entran en un único baño y comparten felices el mismo vicio. Un agradable Merit a despecho de todos aquellos que lo indican como el cigarrillo más nocivo de todos.
Regresa la Giacci. Las muchachas vuelven a sus asientos. Escuchan atentas sus explicaciones sobre métrica latina. Alguna marca los acentos y copia la frase escrita en la pizarra. Otra, convencida de que le preguntarán, repasa la traducción.
Benucci no consigue resistirlo. Desenvuelve de nuevo la pizza. Dos muchachas a sus espaldas mastican unas Virgosol. Tratan de ocultar el olor a nicotina. Otra, al fondo de la clase, sigue tranquila la lección. Su dolor de tripa ha desaparecido.
—Entonces, para el miércoles que viene haréis de la página 242 a la página 247: traducción y lectura en métrica con conocimiento perfecto de las reglas de los acentos.
_____ abre el diario y marca los deberes para el miércoles. A continuación, casi inconscientemente, lo hojea, yendo hacia atrás. Páginas pintadas y completamente escritas desfilan ante sus ojos. Fiestas, cumpleaños, frases simpáticas de Pallina, notas de los deberes de clase. Opiniones sobre películas vistas en el cine, amores posibles, imposibles, pasados.
«Marco te quiere.» Se detiene. Mira aquellas palabras en rojo, allí, al fondo de la página. Seguidas de un pequeño corazón. Noviembre. Sí, era noviembre. Y ella estaba locamente enamorada.
Noviembre. Un año antes.
—Mamá, ¿no ha llegado nada para mí?
—Sí, hay una carta en la cocina. Te la he puesto sobre la mesa.
_____ se dirige corriendo a la cocina, encuentra la carta. Reconoce la letra y la abre feliz. Hace cuatro meses que están juntos. Su historia más larga. Prácticamente la única historia, en realidad. Lee la carta.
Querida _____:
En este día tan importante (¿el descubrimiento de América? ¡Más aún! ¿El prime hombre sobre la luna? ¡Mucho más! ¿La inauguración del Gilda? ¡Casi, casi!)… Eh, pequeña, ¡es una broma! Hoy hace cuatro meses que estamos juntos y he decidido que tiene que ser un día especial, feliz, precioso, romántico. ¿Estás lista? Coge la Vespa del garaje y sal. Porque ha empezado tu «caza del tesoro». «Tesoro» en el sentido de amor.
Justo lo que siento por ti.
Marco.
P.D: El primer mensaje es: «Una villa que frecuentas, / mas de noche ni lo intentas, / on the left, el tercer tree, / en inglés, claro que sí. / Es posible que algo halles, / cuando bajo el árbol caves. ¿Preparada? ¡Vamos, ya!»
_____ cierra la carta y piensa. La villa es Villa Glori, adonde va siempre a correr.
¿En inglés? ¿Por quién me toma? Desde luego es fácil, el tercer árbol apenas se entra a la izquierda.
—Salgo, mamá.
—¿Adónde vas?
—Tengo que llevarle una cosa a Pallina.
_____ se pone la cazadora de ante.
—¿A qué hora vuelves?
—A la hora de cenar. Estudio en su casa.
Raffaella se asoma a la puerta.
—No vuelvas tarde, por favor.
—Si cambia algo te llamo por teléfono.
_____ sale deprisa, luego se detiene en la puerta y retrocede. Besa apresurada a su madre en la mejilla y escapa. Una vez en el patio, abre lentamente sin hacer ruido el cierre metálico del garaje. Saca la Vespa; después, sin encenderla, baja la cuesta.
Pero justo cuando gira, alza la mirada. Raffaella está asomada al balcón, sus miradas se cruzan.
—En autobús tardo mucho, mamá.
—Coge al menos una bufanda.
—Me subo el cuello de la cazadora, no tengo frío, de verdad. Adiós.
_____ mete la segunda. La Vespa frena ligeramente, luego se pone en marcha de golpe y parte hacia delante con el motor encendido. _____ inclina la cabeza y pasa rozando por debajo de la barra que Fiore se ha apresurado a levantar. Por la avenida de Francia, llega hasta Villa Glori. Pone la Vespa sobre el soporte y entra rápidamente en la villa. Algunas mujeres pasean a sus hijos. Algún atlético muchacho hace footing. _____ se acerca al tercer árbol que hay a la izquierda. Abajo, junto a las raíces, hay un pequeño arbusto. Lo aparta. Bajo él hay escondido un sobre de plástico. Lo coge. Cómplice y feliz vuelve a su Vespa. Lo abre. Dentro hay una bufanda preciosa de cachemira azul claro y una nota:
No lo niegues, no la tienes, / no es normal que no la lleves. / La garganta siempre roja, / natural, pues, que uno tosa. / Bien tapada hasta el gran centro, / de la RAI, sí, justo dentro. / En el patio hay un caballo, / a qué esperas, ¡como un rayo! / Al llegar, cuando allí estés, / lo verás justo a sus pies.
_____ monta sobre la Vespa y sonríe divertida por aquel romántico juego. Se echa al cuello la bufanda. Abriga y es suave. Realmente un bonito regalo. Y útil, visto el frío que hace. Mamá tiene razón. Marco es de verdad un tesoro. Aunque ha sido un poco imprudente. ¿Y si la hubiese encontrado alguien? Pero ha salido bien. Pone en marcha la Vespa y se dirige a toda velocidad hacia la plaza Mazzini. Se para delante del pequeño patio rodeado por una alta verja eléctrica. _____ baja de la moto y entra. El portero la mira con curiosidad. Luego se concentra en un señor con un maletín que le pide una información. _____ se aprovecha. Se acerca al caballo. En la barriga han dibujado una flecha con tiza blanca que apunta abajo. Piensa que Marco está loco. Mira mejor. Hay otro paquete. Lo coge. El portero no se ha dado cuenta de nada. Esta vez encuentra un par de gafas. Unas Ray‐Ban preciosas último modelo, pequeñas y rectangulares. Naturalmente, hay otra nota. La próxima etapa es una dirección. Calle Cola di Rienzo, 48. La Vespa arranca a toda velocidad. En parte gracias al colector que Daniela acaba de cambiar, como hacen todos para que vaya más rápida, pero también a causa de la curiosidad que va en aumento.
_____ llega a la nueva dirección. Es una tienda. La mira estupefacta. Una tienda de ropa interior. Sus sencillos conjuntos de algodón blanco se los compra siempre su madre. _____ entra indecisa. Mira en derredor. Una dependienta joven está detrás del mostrador ordenando unos conjuntos de raso gris recién llegados. _____ vuelve a leer el final de la nota.
Si tu nombre les dirás, / ropa nueva lucirás.
La dependienta se acerca a ella al verla.
—¿Puedo ayudarla?
—Creo que sí, soy _____ _____*.
—Ah, sí. —La dependienta le sonríe, simpática—. La estábamos esperando. —
Va detrás del mostrador—. Estos son para usted. Elija el que más le guste. —Pone tres conjuntos de ropa interior sobre el mostrador. Los tres son de raso. El primero es un body negro, con dibujos transparentes sobre el pecho y unos finos tirantes. El segundo es un dos piezas rosa pálido con dibujos transparentes ligeramente más claros. El último es de color ciruela, con unos tirantes ligeros y la braguita con la pernera alta. _____ los mira. Se detiene en cada uno de ellos sin atreverse a levantar la cabeza. Tiene vergüenza. La dependienta lo advierte y trata de echarle una mano.
—Creo que este es el más adecuado para usted. —Coge la parte de arriba del conjunto rosa pálido y se lo enseña—. Tiene usted la piel muy clara, le quedará muy bien.
_____ alza tímidamente la mirada.
—Sí, estoy de acuerdo. Entonces me quedo con este. Gracias. —_____ se aleja del mostrador esperando que aquella dependienta tan solícita se lo envuelva; mira a su alrededor en la tienda. Un frío maniquí luce un conjunto muy sexy. _____ se imagina con él puesto. Le parece natural, después de aquella dramática elección.
—¿Señorita? —_____ se vuelve hacia la dependienta—. El muchacho que vino, que imagino es su novio…
—Sí, en cierto modo.
—Me dijo que, después de haber elegido el conjunto tenía usted que ponérselo.
—Pero… ¿de verdad…?
—Si no, me prohibió terminantemente que le diera el próximo mensaje. Eso me dijo…
—Entiendo. Gracias.
_____ coge el conjunto rosa y se dirige al probador. La dependienta atraviesa la tienda y le da una bolsa.
—Tenga, puede meter aquí dentro el que lleva puesto.
_____ se cambia. A continuación se mira al espejo. La dependienta tenía realmente razón. Aquel dos piezas le sienta de maravilla. Un pensamiento le cruza la mente. ¿Qué dirá mi madre cuando vea esto entre la ropa para lavar? Tengo que decir que el regalo me lo ha hecho Pallina, así, para bromear. Tal vez con Cristina y con alguna amiga más. _____ se viste de nuevo y sale del probador. La dependienta se fía. Sin mirar dentro de la bolsa, le da el nuevo mensaje. La dependienta, soñando con los ojos abiertos, la contempla mientras se aleja. Es lo bastante guapa como para que alguien quiera hacer con ella también aquel juego divertido. Tal vez aquella noche reproche a su novio no tener toda aquella fantasía. En cualquier caso, hay que darse prisa. Ciertas locuras solo son verdaderamente divertidas a una cierta edad.
A _____ le cuesta un poco entender cuál es la siguiente etapa. Al final, va a Due
Pini. En el jardín que hay junto a su colegio hay un banco donde a menudo se ha besado con Marco. Allí abajo encuentra un sobre con un billete de la lotería de
Agnano y con un nuevo mensaje. La caza continúa. Va a una pequeña joyería del centro y allí se ve obligada a cantar una canción delante de algunos clientes. Una dependienta le entrega unos pendientes preciosos de turquesas con otra nota. En
Benetton le espera una chaqueta con una falda burdeos. El mensaje siguiente la conduce hasta una tienda de la calle Veneto donde, resolviendo un acertijo, recibe un par de preciosos zapatos de piel a juego con el vestido. De aquí la caza la lleva hasta la calle de Vigna Stelluti. La vieja florista que hay antes de la plaza a la derecha le tiende una bella orquídea y otro mensaje. En Euclide, allí cerca, le han pagado su pastel preferido. Mientras _____ se come una de aquellas tartas con la crema y los trozos de fruta por encima, la cajera le da la última nota:
Engullida ya la tarta, / ¿hay quizá algo que falta? / ¿O estás ya un poco harta? / Si es el centro de tu vida, / vete al punto de partida.
_____ se traga el último trozo de tarta, el central, el que tiene en medio un grano de uva. Se limpia la boca antes de salir. Pone en marcha la Vespa y desciende por la
calle Vigna Stelluti. Si su madre la viera ahora, casi no podría reconocerla. Lleva puesto un traje burdeos precioso, unos elegantes zapatos de piel, unas Ray‐Ban pequeñas, unos pendientes espléndidos de turquesas, una orquídea en el pelo y en el bolsillo una posible riqueza: el billete de la lotería. Ahora _____ lleva también una cálida bufanda de cachemira alrededor del cuello. _____ da la vuelta en la plaza
Euclide y se para delante de la verja de Villa Glori. Justo donde ha empezado la caza del tesoro. Reconoce el GT azul. Se apresura a entrar. Marco está allí, apoyado en un árbol. _____ llega corriendo hasta él y lo abraza. Marco saca de detrás de la espalda una rosa que había tenido escondida hasta aquel momento.
—Ten, tesoro. Buen mesiversario.
_____ mira encantada la rosa. Luego le rodea de nuevo el cuello con los brazos y lo besa apasionadamente. Está realmente enamorada. ¿Cómo no estarlo después de todo aquello? Marco la aparta ligeramente, sujetándola por los hombros.
—Déjame ver… Estás guapísima vestida así. Estás muy elegante. Pero ¿quién te ha elegido todas estas cosas?
Marco le arregla la bufanda azul alrededor del cuello. _____ lo mira sonriendo con sus grandes ojos azules.
—Tú, cariño.
Marco la abraza y se encaminan hacia la salida.
—¿Puedes dejar la Vespa aquí?
—¿Por qué, adónde vamos?
—A tomarnos un aperitivo y luego tal vez a comer algo.
—Tengo que avisar a mi madre.
_____ sube al GT. Marco se ocupa amablemente de poner el seguro en la rueda delantera de la Vespa. Luego sube al coche y se aleja veloz en el tráfico de la noche.
_____ llama a su madre. Está jugando a las cartas en casa de los Bonelli. Raffaella está tan concentrada en el juego que escucha distraída lo que le dice _____. Van a comer una pizza. Va Marco con ella pero, por supuesto, también un grupo de amigos. Deja la Vespa en casa de Pallina, la recogerá mañana. Marco le ha regalado una bufanda.
Puede que sea justo esta última noticia la que pone contenta a Raffaella. _____ tiene permiso para ir.
Comen en el Matriciano, una pizzería‐restaurante en la calle de los Gracchi en
Prati, muy famoso porque lo frecuentan actores y personajes famosos.
Hablan de la caza al tesoro. _____ le dice cuánto se ha divertido. Cuánto le ha gustado todo, cuánto la habrían envidiado sus amigas. Marco le resta importancia, pero no consigue ocultar hasta qué punto aquella idea le hace sentirse orgulloso.
Bromea contándole que fue a Villa Glori, preocupado por que ella no hubiera entendido algún mensaje y por que no llegara nunca. _____ finge ofenderse. Marco le sonríe. _____ se toca el pelo. Él le acaricia la mano. Entra un actor conocido con una guapa muchacha que todavía no es famosa. Lo será muy pronto, al menos en
«Novella 2000», a juzgar por cómo se comporta. Un camarero saluda al actor y le encuentra de inmediato un sitio. _____ nota su presencia. Se gira varias veces para mirarlo y se lo dice también a Marco. Él le llena la copa fingiendo suficiencia e indiferencia ante la noticia. La mayor parte de las personas del local se reprime y se comporta como Marco. Alguno no lo resiste y se vuelve a mirarlo. Algún otro lo saluda, jactándose de que es amigo suyo. El actor devuelve los saludos, luego confiesa a su bella acompañante que no conoce a aquella gente. Ella ríe más o menos sincera. Tal vez llegue de verdad a ser una discreta actriz. Muchos siguen comiendo como si lo vieran todos los días. En realidad no se entiende muy bien por qué el
Matriciano tiene tanto éxito. La gente va para ver a los famosos pero luego, cuando estos llegan, hacen como que no los ven.
Más tarde dan un breve paseo por el centro. Entran en Giolitti y se toman un helado. _____ casi riñe con el camarero para que le ponga doble ración de nata. Marco paga un suplemento con tal de contentarla. Después, hablando aún sobre el helado, el camarero, Giolitti y la ración doble de nata acaban casi sin darse cuenta en casa de
Marco. Abren con cuidado la puerta para no despertar a sus padres. Andan de puntillas hasta su habitación. Cierran la puerta y con un poco de tranquilidad encienden la radio. Mantienen bajo el volumen. Un tierno beso los lleva hasta la cama. En Tele Radio Stereo una cálida voz femenina anuncia otro disco romántico.
Un poco de luna entra insolente por la ventana. En aquella mágica penumbra, _____ se deja acariciar. Lentamente, Marco recupera el vestido que le ha regalado. Ella se queda en ropa interior. Él la besa entre el cuello y los hombros, acariciándole el pelo, le roza el pecho, el vientre pequeño y liso. Luego se incorpora y la mira.
_____ está allí, bajo él. Tímida y ligeramente asustada, lo mira. Marco le sonríe.
Sus dientes blancos se asoman en la penumbra.
—Estaba seguro de que elegirías este conjunto. Es precioso.
_____ abre los labios. Marco se inclina sobre ella para besarla. Ella, casi inmóvil, delicada y suave, acoge su beso. Aquella noche, en Tele Radio Stereo, ponen las canciones más bonitas que jamás se hayan compuesto. O, al menos, así les parece a ellos. Marco es dulce y tierno e insiste un buen rato para obtener algo más. En vano.
Solo tiene el placer y la suerte de ver cómo está sin la parte de arriba, eso es todo.
Más tarde la lleva a casa. La acompaña hasta la puerta y la besa tiernamente disimulando aquella extraña rabia. Después regresa conduciendo veloz en la noche.
Recuerda aquella canción de Battisti que hablaba de una muchacha que es igual a una tarta de nata montada. Una muchacha feliz de que no se la hayan comido.
—Sí, prácticamente como ella, y yo he probado solo una cucharada.
Piensa en toda la caza al tesoro, en lo que se ha gastado. El tiempo que ha empleado para componer aquellas frases en rima. Los sitios que ha elegido y todo lo demás. Entonces da la vuelta y decide ir al Gilda. Otro pensamiento acaba barriendo hasta el último escrúpulo. Por si fuera poco, _____ ha conseguido incluso el helado con la doble ración de nata.
En el patio del colegio, bajo la copa de un gran sauce, apoyadas contra un largo muro de mármol blanco, algunas chicas copian frenéticas los deberes.
—Pero ¿qué pone aquí? ¿Igual…?
—¡X menos uno! Pero ¿es que ni siquiera eres capaz de copiar?
—Pero ¡mira cómo escribes!
—¡Lo que faltaba! No haces nunca nada en casa y encima te quejas de cómo escribo. ¡Menuda cara!
—Cuidado, llega Catinelli.
Pallina cierra el cuaderno de matemáticas y corre a saludar a Catinelli junto con otras muchachas, todas posibles candidatas a la interrogación de latín.
—Venga, Ale, date prisa que dentro de nada suena el timbre, danos la traducción de latín. —Las chicas esperan delante de Catinelli.
—No, ni hablar.
—¿Cómo que ni hablar?
—¿Qué pasa, no me habéis oído? No quiero que copiéis mi traducción. ¿Vale?
No entiendo por qué no podéis hacerla vosotras en casa por vuestra cuenta, como hacen todas.
Pallina se le acerca.
—Venga, Ale, no hagas eso. Perdona, hoy la Giacci me pregunta seguro y también a Festa.
Una chica del grupo con el uniforme más desaliñado que el del resto de sus compañeras, al igual que sus deberes, asiente.
—¡Danos la traducción, venga! ¡Que si no esa se enfada!
—No insistas, Pallina.
—¿Qué pasa, Pallina? ¿Sobre qué estás insistiendo?
—Ah, hola, _____. Ale no quiere darnos la traducción. ¿Tú la has hecho?
Por un momento, Catinelli deja de ser el centro de la atención.
—No, solo la mitad. Pero creo que ni siquiera está bien. Es que a mí ya me ha preguntado. He controlado, hoy debería tocaros a ti y a Silvia Festa y luego vuelve a dar la vuelta. Aunque normalmente pregunta a quien no ha aprobado.
Catinelli prueba a alejarse. Pallina le tira de la chaqueta.
—¿Has oído? ¡Venga, no puedes dejarnos así, serás nuestra ruina!
—No entiendo por qué no hacéis como Gianetti. Ella la hace y luego me llama por teléfono y la repasamos juntas… Así se la prepara y el día después va bien. ¿Para qué sirve lo que hacéis vosotras?
—¿Y a ti qué te importa? El latín no sirve para nada. En fin, ¿nos la das o no, esa traducción?
—Te he dicho ya que no. Que os la pase Giannetti.
Pallina resopla.
—Sí, esa llega siempre en el último momento… Dentro de cinco minutos sonará el timbre. Venga, solo por hoy… Es la última vez, te lo prometo.
—Siempre decís lo mismo. No, esta vez es que no. ¡No os la doy!
Catinelli se marcha.
—Menuda gilipollas. Y además es un monstruo. Por eso está tan amargada.
Nadie quiere salir con ella. Es evidente. Al menos nosotras gustamos y nos divertimos. —Silvia Festa se acerca a Pallina.
—Sí, pero no creo que a mi madre le guste mucho el tres que nos pondrá la
Giacci si no tenemos la traducción.
—Ten, toma la mía. —_____ saca de la bolsa su cuaderno de latín y abre la última página—. Al menos podréis decir que lo habéis intentado. Está a la mitad pero siempre es mejor que nada. Decid que os habéis parado en esperavisse. Es un verbo que no tengo ni la más remota idea de dónde viene. Lo busqué durante un cuarto de hora en el Il sin conseguir encontrarlo. Luego me harté y me fui a merendar. Un yogur desnatado, sin azúcar, terrible. Casi más ácido que Catinelli. —Todas se echan a reír.
Pallina coge el cuaderno y lo apoya sobre el muro. Lo pone en medio de sus compañeras.
—En cualquier caso, es verdad, estudiar engorda. Siempre lo digo: si hubiera hecho el lingüístico pesaría seguro cuatro kilos menos. —Pallina empieza a copiar seguida de Silvia y otras chicas, todas posibles víctimas de la terrible Giacci.
A través de los grandes ventanales de la clase se pueden ver los prados cercanos. Algunos niños, vestidos de idéntico modo, juegan corriendo entre la hierba.
Una maestra ayuda a levantarse a un niño que se ha manchado de verde su delantal blanco. El sol cae de lleno sobre los pupitres. _____ mira distraída la clase. Benucci ha resistido menos de lo habitual. Tiene las manos bajo el pupitre, ocupadas en un trozo de pizza. Arranca un trocito y, con los dedos cubiertos de tomate, se lo lleva rápidamente a la boca. Después empieza a masticar fingiendo indiferencia, con la boca cerrada, escuchando la lección como si nada. _____ presta un momento de atención a la explicación de la Giacci. Una joven del siglo diecinueve que no sabía montar a caballo decidió hacerlo a pesar de ello. Y se cayó. _____ no ha estado lo suficientemente atenta como para saber si se hizo daño o no. La única cosa segura es que alguien, realmente carente de ideas, escribió sobre ello una especie de novela.
—Bien. Esta oda, A Luigia Pallavicini caduta da cavallo, me la traéis el lunes. —La otra cosa segura es que ellas tendrían que estudiarla. Suena el timbre. La Giacci cierra el libro.
—Voy a la sala de profesores a coger el libro de latín. Os dejo solas. Portaos bien.
Las chicas abandonan sus pupitres. Antes de que la profesora se vaya, tres de ellas consiguen arrancarle el permiso para ir al baño. En realidad, solo una de ellas va por razones fisiológicas. Las otras dos entran en un único baño y comparten felices el mismo vicio. Un agradable Merit a despecho de todos aquellos que lo indican como el cigarrillo más nocivo de todos.
Regresa la Giacci. Las muchachas vuelven a sus asientos. Escuchan atentas sus explicaciones sobre métrica latina. Alguna marca los acentos y copia la frase escrita en la pizarra. Otra, convencida de que le preguntarán, repasa la traducción.
Benucci no consigue resistirlo. Desenvuelve de nuevo la pizza. Dos muchachas a sus espaldas mastican unas Virgosol. Tratan de ocultar el olor a nicotina. Otra, al fondo de la clase, sigue tranquila la lección. Su dolor de tripa ha desaparecido.
—Entonces, para el miércoles que viene haréis de la página 242 a la página 247: traducción y lectura en métrica con conocimiento perfecto de las reglas de los acentos.
_____ abre el diario y marca los deberes para el miércoles. A continuación, casi inconscientemente, lo hojea, yendo hacia atrás. Páginas pintadas y completamente escritas desfilan ante sus ojos. Fiestas, cumpleaños, frases simpáticas de Pallina, notas de los deberes de clase. Opiniones sobre películas vistas en el cine, amores posibles, imposibles, pasados.
«Marco te quiere.» Se detiene. Mira aquellas palabras en rojo, allí, al fondo de la página. Seguidas de un pequeño corazón. Noviembre. Sí, era noviembre. Y ella estaba locamente enamorada.
Noviembre. Un año antes.
—Mamá, ¿no ha llegado nada para mí?
—Sí, hay una carta en la cocina. Te la he puesto sobre la mesa.
_____ se dirige corriendo a la cocina, encuentra la carta. Reconoce la letra y la abre feliz. Hace cuatro meses que están juntos. Su historia más larga. Prácticamente la única historia, en realidad. Lee la carta.
Querida _____:
En este día tan importante (¿el descubrimiento de América? ¡Más aún! ¿El prime hombre sobre la luna? ¡Mucho más! ¿La inauguración del Gilda? ¡Casi, casi!)… Eh, pequeña, ¡es una broma! Hoy hace cuatro meses que estamos juntos y he decidido que tiene que ser un día especial, feliz, precioso, romántico. ¿Estás lista? Coge la Vespa del garaje y sal. Porque ha empezado tu «caza del tesoro». «Tesoro» en el sentido de amor.
Justo lo que siento por ti.
Marco.
P.D: El primer mensaje es: «Una villa que frecuentas, / mas de noche ni lo intentas, / on the left, el tercer tree, / en inglés, claro que sí. / Es posible que algo halles, / cuando bajo el árbol caves. ¿Preparada? ¡Vamos, ya!»
_____ cierra la carta y piensa. La villa es Villa Glori, adonde va siempre a correr.
¿En inglés? ¿Por quién me toma? Desde luego es fácil, el tercer árbol apenas se entra a la izquierda.
—Salgo, mamá.
—¿Adónde vas?
—Tengo que llevarle una cosa a Pallina.
_____ se pone la cazadora de ante.
—¿A qué hora vuelves?
—A la hora de cenar. Estudio en su casa.
Raffaella se asoma a la puerta.
—No vuelvas tarde, por favor.
—Si cambia algo te llamo por teléfono.
_____ sale deprisa, luego se detiene en la puerta y retrocede. Besa apresurada a su madre en la mejilla y escapa. Una vez en el patio, abre lentamente sin hacer ruido el cierre metálico del garaje. Saca la Vespa; después, sin encenderla, baja la cuesta.
Pero justo cuando gira, alza la mirada. Raffaella está asomada al balcón, sus miradas se cruzan.
—En autobús tardo mucho, mamá.
—Coge al menos una bufanda.
—Me subo el cuello de la cazadora, no tengo frío, de verdad. Adiós.
_____ mete la segunda. La Vespa frena ligeramente, luego se pone en marcha de golpe y parte hacia delante con el motor encendido. _____ inclina la cabeza y pasa rozando por debajo de la barra que Fiore se ha apresurado a levantar. Por la avenida de Francia, llega hasta Villa Glori. Pone la Vespa sobre el soporte y entra rápidamente en la villa. Algunas mujeres pasean a sus hijos. Algún atlético muchacho hace footing. _____ se acerca al tercer árbol que hay a la izquierda. Abajo, junto a las raíces, hay un pequeño arbusto. Lo aparta. Bajo él hay escondido un sobre de plástico. Lo coge. Cómplice y feliz vuelve a su Vespa. Lo abre. Dentro hay una bufanda preciosa de cachemira azul claro y una nota:
No lo niegues, no la tienes, / no es normal que no la lleves. / La garganta siempre roja, / natural, pues, que uno tosa. / Bien tapada hasta el gran centro, / de la RAI, sí, justo dentro. / En el patio hay un caballo, / a qué esperas, ¡como un rayo! / Al llegar, cuando allí estés, / lo verás justo a sus pies.
_____ monta sobre la Vespa y sonríe divertida por aquel romántico juego. Se echa al cuello la bufanda. Abriga y es suave. Realmente un bonito regalo. Y útil, visto el frío que hace. Mamá tiene razón. Marco es de verdad un tesoro. Aunque ha sido un poco imprudente. ¿Y si la hubiese encontrado alguien? Pero ha salido bien. Pone en marcha la Vespa y se dirige a toda velocidad hacia la plaza Mazzini. Se para delante del pequeño patio rodeado por una alta verja eléctrica. _____ baja de la moto y entra. El portero la mira con curiosidad. Luego se concentra en un señor con un maletín que le pide una información. _____ se aprovecha. Se acerca al caballo. En la barriga han dibujado una flecha con tiza blanca que apunta abajo. Piensa que Marco está loco. Mira mejor. Hay otro paquete. Lo coge. El portero no se ha dado cuenta de nada. Esta vez encuentra un par de gafas. Unas Ray‐Ban preciosas último modelo, pequeñas y rectangulares. Naturalmente, hay otra nota. La próxima etapa es una dirección. Calle Cola di Rienzo, 48. La Vespa arranca a toda velocidad. En parte gracias al colector que Daniela acaba de cambiar, como hacen todos para que vaya más rápida, pero también a causa de la curiosidad que va en aumento.
_____ llega a la nueva dirección. Es una tienda. La mira estupefacta. Una tienda de ropa interior. Sus sencillos conjuntos de algodón blanco se los compra siempre su madre. _____ entra indecisa. Mira en derredor. Una dependienta joven está detrás del mostrador ordenando unos conjuntos de raso gris recién llegados. _____ vuelve a leer el final de la nota.
Si tu nombre les dirás, / ropa nueva lucirás.
La dependienta se acerca a ella al verla.
—¿Puedo ayudarla?
—Creo que sí, soy _____ _____*.
—Ah, sí. —La dependienta le sonríe, simpática—. La estábamos esperando. —
Va detrás del mostrador—. Estos son para usted. Elija el que más le guste. —Pone tres conjuntos de ropa interior sobre el mostrador. Los tres son de raso. El primero es un body negro, con dibujos transparentes sobre el pecho y unos finos tirantes. El segundo es un dos piezas rosa pálido con dibujos transparentes ligeramente más claros. El último es de color ciruela, con unos tirantes ligeros y la braguita con la pernera alta. _____ los mira. Se detiene en cada uno de ellos sin atreverse a levantar la cabeza. Tiene vergüenza. La dependienta lo advierte y trata de echarle una mano.
—Creo que este es el más adecuado para usted. —Coge la parte de arriba del conjunto rosa pálido y se lo enseña—. Tiene usted la piel muy clara, le quedará muy bien.
_____ alza tímidamente la mirada.
—Sí, estoy de acuerdo. Entonces me quedo con este. Gracias. —_____ se aleja del mostrador esperando que aquella dependienta tan solícita se lo envuelva; mira a su alrededor en la tienda. Un frío maniquí luce un conjunto muy sexy. _____ se imagina con él puesto. Le parece natural, después de aquella dramática elección.
—¿Señorita? —_____ se vuelve hacia la dependienta—. El muchacho que vino, que imagino es su novio…
—Sí, en cierto modo.
—Me dijo que, después de haber elegido el conjunto tenía usted que ponérselo.
—Pero… ¿de verdad…?
—Si no, me prohibió terminantemente que le diera el próximo mensaje. Eso me dijo…
—Entiendo. Gracias.
_____ coge el conjunto rosa y se dirige al probador. La dependienta atraviesa la tienda y le da una bolsa.
—Tenga, puede meter aquí dentro el que lleva puesto.
_____ se cambia. A continuación se mira al espejo. La dependienta tenía realmente razón. Aquel dos piezas le sienta de maravilla. Un pensamiento le cruza la mente. ¿Qué dirá mi madre cuando vea esto entre la ropa para lavar? Tengo que decir que el regalo me lo ha hecho Pallina, así, para bromear. Tal vez con Cristina y con alguna amiga más. _____ se viste de nuevo y sale del probador. La dependienta se fía. Sin mirar dentro de la bolsa, le da el nuevo mensaje. La dependienta, soñando con los ojos abiertos, la contempla mientras se aleja. Es lo bastante guapa como para que alguien quiera hacer con ella también aquel juego divertido. Tal vez aquella noche reproche a su novio no tener toda aquella fantasía. En cualquier caso, hay que darse prisa. Ciertas locuras solo son verdaderamente divertidas a una cierta edad.
A _____ le cuesta un poco entender cuál es la siguiente etapa. Al final, va a Due
Pini. En el jardín que hay junto a su colegio hay un banco donde a menudo se ha besado con Marco. Allí abajo encuentra un sobre con un billete de la lotería de
Agnano y con un nuevo mensaje. La caza continúa. Va a una pequeña joyería del centro y allí se ve obligada a cantar una canción delante de algunos clientes. Una dependienta le entrega unos pendientes preciosos de turquesas con otra nota. En
Benetton le espera una chaqueta con una falda burdeos. El mensaje siguiente la conduce hasta una tienda de la calle Veneto donde, resolviendo un acertijo, recibe un par de preciosos zapatos de piel a juego con el vestido. De aquí la caza la lleva hasta la calle de Vigna Stelluti. La vieja florista que hay antes de la plaza a la derecha le tiende una bella orquídea y otro mensaje. En Euclide, allí cerca, le han pagado su pastel preferido. Mientras _____ se come una de aquellas tartas con la crema y los trozos de fruta por encima, la cajera le da la última nota:
Engullida ya la tarta, / ¿hay quizá algo que falta? / ¿O estás ya un poco harta? / Si es el centro de tu vida, / vete al punto de partida.
_____ se traga el último trozo de tarta, el central, el que tiene en medio un grano de uva. Se limpia la boca antes de salir. Pone en marcha la Vespa y desciende por la
calle Vigna Stelluti. Si su madre la viera ahora, casi no podría reconocerla. Lleva puesto un traje burdeos precioso, unos elegantes zapatos de piel, unas Ray‐Ban pequeñas, unos pendientes espléndidos de turquesas, una orquídea en el pelo y en el bolsillo una posible riqueza: el billete de la lotería. Ahora _____ lleva también una cálida bufanda de cachemira alrededor del cuello. _____ da la vuelta en la plaza
Euclide y se para delante de la verja de Villa Glori. Justo donde ha empezado la caza del tesoro. Reconoce el GT azul. Se apresura a entrar. Marco está allí, apoyado en un árbol. _____ llega corriendo hasta él y lo abraza. Marco saca de detrás de la espalda una rosa que había tenido escondida hasta aquel momento.
—Ten, tesoro. Buen mesiversario.
_____ mira encantada la rosa. Luego le rodea de nuevo el cuello con los brazos y lo besa apasionadamente. Está realmente enamorada. ¿Cómo no estarlo después de todo aquello? Marco la aparta ligeramente, sujetándola por los hombros.
—Déjame ver… Estás guapísima vestida así. Estás muy elegante. Pero ¿quién te ha elegido todas estas cosas?
Marco le arregla la bufanda azul alrededor del cuello. _____ lo mira sonriendo con sus grandes ojos azules.
—Tú, cariño.
Marco la abraza y se encaminan hacia la salida.
—¿Puedes dejar la Vespa aquí?
—¿Por qué, adónde vamos?
—A tomarnos un aperitivo y luego tal vez a comer algo.
—Tengo que avisar a mi madre.
_____ sube al GT. Marco se ocupa amablemente de poner el seguro en la rueda delantera de la Vespa. Luego sube al coche y se aleja veloz en el tráfico de la noche.
_____ llama a su madre. Está jugando a las cartas en casa de los Bonelli. Raffaella está tan concentrada en el juego que escucha distraída lo que le dice _____. Van a comer una pizza. Va Marco con ella pero, por supuesto, también un grupo de amigos. Deja la Vespa en casa de Pallina, la recogerá mañana. Marco le ha regalado una bufanda.
Puede que sea justo esta última noticia la que pone contenta a Raffaella. _____ tiene permiso para ir.
Comen en el Matriciano, una pizzería‐restaurante en la calle de los Gracchi en
Prati, muy famoso porque lo frecuentan actores y personajes famosos.
Hablan de la caza al tesoro. _____ le dice cuánto se ha divertido. Cuánto le ha gustado todo, cuánto la habrían envidiado sus amigas. Marco le resta importancia, pero no consigue ocultar hasta qué punto aquella idea le hace sentirse orgulloso.
Bromea contándole que fue a Villa Glori, preocupado por que ella no hubiera entendido algún mensaje y por que no llegara nunca. _____ finge ofenderse. Marco le sonríe. _____ se toca el pelo. Él le acaricia la mano. Entra un actor conocido con una guapa muchacha que todavía no es famosa. Lo será muy pronto, al menos en
«Novella 2000», a juzgar por cómo se comporta. Un camarero saluda al actor y le encuentra de inmediato un sitio. _____ nota su presencia. Se gira varias veces para mirarlo y se lo dice también a Marco. Él le llena la copa fingiendo suficiencia e indiferencia ante la noticia. La mayor parte de las personas del local se reprime y se comporta como Marco. Alguno no lo resiste y se vuelve a mirarlo. Algún otro lo saluda, jactándose de que es amigo suyo. El actor devuelve los saludos, luego confiesa a su bella acompañante que no conoce a aquella gente. Ella ríe más o menos sincera. Tal vez llegue de verdad a ser una discreta actriz. Muchos siguen comiendo como si lo vieran todos los días. En realidad no se entiende muy bien por qué el
Matriciano tiene tanto éxito. La gente va para ver a los famosos pero luego, cuando estos llegan, hacen como que no los ven.
Más tarde dan un breve paseo por el centro. Entran en Giolitti y se toman un helado. _____ casi riñe con el camarero para que le ponga doble ración de nata. Marco paga un suplemento con tal de contentarla. Después, hablando aún sobre el helado, el camarero, Giolitti y la ración doble de nata acaban casi sin darse cuenta en casa de
Marco. Abren con cuidado la puerta para no despertar a sus padres. Andan de puntillas hasta su habitación. Cierran la puerta y con un poco de tranquilidad encienden la radio. Mantienen bajo el volumen. Un tierno beso los lleva hasta la cama. En Tele Radio Stereo una cálida voz femenina anuncia otro disco romántico.
Un poco de luna entra insolente por la ventana. En aquella mágica penumbra, _____ se deja acariciar. Lentamente, Marco recupera el vestido que le ha regalado. Ella se queda en ropa interior. Él la besa entre el cuello y los hombros, acariciándole el pelo, le roza el pecho, el vientre pequeño y liso. Luego se incorpora y la mira.
_____ está allí, bajo él. Tímida y ligeramente asustada, lo mira. Marco le sonríe.
Sus dientes blancos se asoman en la penumbra.
—Estaba seguro de que elegirías este conjunto. Es precioso.
_____ abre los labios. Marco se inclina sobre ella para besarla. Ella, casi inmóvil, delicada y suave, acoge su beso. Aquella noche, en Tele Radio Stereo, ponen las canciones más bonitas que jamás se hayan compuesto. O, al menos, así les parece a ellos. Marco es dulce y tierno e insiste un buen rato para obtener algo más. En vano.
Solo tiene el placer y la suerte de ver cómo está sin la parte de arriba, eso es todo.
Más tarde la lleva a casa. La acompaña hasta la puerta y la besa tiernamente disimulando aquella extraña rabia. Después regresa conduciendo veloz en la noche.
Recuerda aquella canción de Battisti que hablaba de una muchacha que es igual a una tarta de nata montada. Una muchacha feliz de que no se la hayan comido.
—Sí, prácticamente como ella, y yo he probado solo una cucharada.
Piensa en toda la caza al tesoro, en lo que se ha gastado. El tiempo que ha empleado para componer aquellas frases en rima. Los sitios que ha elegido y todo lo demás. Entonces da la vuelta y decide ir al Gilda. Otro pensamiento acaba barriendo hasta el último escrúpulo. Por si fuera poco, _____ ha conseguido incluso el helado con la doble ración de nata.
SandyJonas
Re: Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú]
Aquí les dejo un cap largo, ehh? x)
ACLARACIÓN: Cuando pone _____* es el apellido...
ACLARACIÓN: Cuando pone _____* es el apellido...
SandyJonas
Re: Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú]
me eknto el cap....
siguela..... :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce:
:D
https://onlywn.activoforo.com/t7470-asi-lo-quiso-el-destino-un-jonas-y-tu
siguela..... :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce: :bounce:
:D
https://onlywn.activoforo.com/t7470-asi-lo-quiso-el-destino-un-jonas-y-tu
jamileth
Re: Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú]
me encanto el cap! Que atento fue Marco pero me alegro que la rayis no hiciera nada con el.
Para eso esta Joe
seguilaaa
Patu
Re: Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú]
Capítulo 13
Los recuerdos…
De repente, se produce un extraño silencio. La clase está como paralizada, suspendida en el aire. _____ mira a las chicas que tiene a su alrededor, sus amigas.
Simpáticas, antipáticas, delgadas, gordas, guapas, feas, monas. Pallina. Alguna hojea apresurada un libro, otras releen preocupadas la lección. Una, particularmente nerviosa, se restriega los ojos y la frente. Otra se agacha a un lado tratando de esconderse. Ha llegado el momento de la interrogación. La Giacci pasa su índice punitivo sobre la lista. Puro teatro. Sabe ya dónde pararse. «¡Gianetti!» Una muchacha se alza dejando en el banco sus esperanzas y algo de color. «Festa.»
También Silvia coge su cuaderno. Ha conseguido copiar la traducción por un pelo.
Avanza entre dos filas de pupitres, se dirige a la mesa de la profesora y le entrega el cuaderno. También ella se coloca junto a la puerta, al lado de Gianetti. Las dos se miran desconsoladas, tratando de darse ánimos en aquella dramática suerte común.
La Giacci levanta la cabeza de la lista y mira en derredor. Algunas alumnas le sostienen la mirada para demostrar que están tranquilas y seguras. Una falsamente preparada fanfarronea vistosamente, casi ofreciéndose. Todos los corazones aprietan un poco sobre el acelerador.
«Lombardi.»
Pallina se levanta. Mira a _____. Como si se estuviera despidiendo de ella para siempre. Luego se dirige hacia la mesa, condenada ya al suspenso.
Pallina se coloca entre Gianetti y Silvia Festa, que le sonríe. Después le susurra un «Tratemos de ayudarnos», que hace aumentar al máximo la ansiedad de Pallina.
La primera en ser interrogada es Gianetti. Traduce un trozo del texto tropezando con algún acento. Busca desesperadamente las palabras más apropiadas en español. No encuentra nunca de qué verbo viene un difícil pasado remoto. Adivina casi por casualidad el participio futuro pero no recuerda nunca el gerundio. Silvia Festa prueba con la primera parte de la traducción, la más fácil. No acierta un verbo, ni siquiera se aproxima. Admite prácticamente haber copiado la traducción. Cuenta acto seguido una extraña historia sobre su madre que, por lo visto, no se encuentra demasiado bien al igual que ella, por otra parte, en aquel momento. Sin saber cómo, declina perfectamente un nombre de la tercera. Pallina hace mutis. Le ha tocado la tercera parte del texto, la más difícil. La lee rápidamente, sin errar un solo acento.
Pero se detiene ahí. Aventura una posible traducción de la primera frase. Pero un
acusativo en el lugar equivocado produce una interpretación quizá excesivamente
fantasiosa. _____ mira preocupada a su amiga. Pallina no sabe qué hacer. En su sitio,
_____ abre el libro. Lee el fragmento. Controla la frase traducida correctamente en el cuaderno de la compañera empollona. A continuación, con un leve susurro, llama la atención de Pallina. La Giacci, con aire de desdén mira por la ventana, esperando unas respuestas que no llegan.
_____ se extiende sobre el banco y, ocultándose tras la compañera que se sienta delante, sopla a su amiga del alma la perfecta traducción del texto. Pallina le manda un beso con la mano, luego repite en voz alta, en el orden exacto, todo aquello que _____ le acaba de indicar. La Giacci, al oír repentinamente una serie de palabras justas y en el lugar justo, se vuelve hacia la clase. Es demasiado perfecto como para que sea solo una casualidad. En el aula todo ha vuelto a la normalidad. Todas las alumnas están en su sitio, inmóviles. _____, correctamente sentada, mira a la maestra con ojos ingenuos e inocentes. Pallina, casi desafiando a la suerte, sonríe. «Disculpe, maestra, me he confundido un poco, me he atascado, pero eso les pasa incluso a los mejores, ¿no?» Después de la traducción, generalmente vienen las preguntas sobre los verbos
y sobre eso Pallina se siente más segura. Lo peor ha pasado. La Giacci sonríe. «Muy bien, Lombardi. Escuche, tradúzcame todavía un trozo, hasta habendam.» Pallina vuelve a caer en el más absoluto desaliento. Lo peor está todavía por llegar.
Afortunadamente, la Giacci vuelve a mirar fuera. _____ lee la traducción de la nueva
frase, luego espera algunos segundos. Todo está tranquilo. Se tumba sobre el pupitre
para soplarle de nuevo a su amiga. Pallina controla una última vez a la Giacci. Acto
seguido, mira hacia _____ lista para repetir el juego. Pero justo en ese momento la
profesora se da lentamente la vuelta. Se inclina hacia delante sobre la mesa y pilla a
_____ en el preciso momento en el que le sopla a su amiga. Con la mano alrededor de
la boca. _____, como si sintiera que la han descubierto, se vuelve de golpe. La ve. Sus
miradas se cruzan a través de los hombros de algunas compañeras inmóviles. La
Giacci sonríe satisfecha.
—Ah, muy bien. Tenemos una alumna verdaderamente preparada en esta clase. _____*, visto que lo sabe tan bien, venga usted a traducir el resto del texto.
Pallina, sintiéndose culpable, interrumpe a la Giacci.
—Maestra, disculpe, es culpa mía, soy yo la que le ha pedido que me lo dijera.
—Muy bien, Lombardi, lo aprecio. Es muy noble por su parte. Nadie pone en
duda, de hecho, que usted no sepa absolutamente nada. Pero ahora me gustaría oír a _____*. Venga, venga, por favor.
_____ se levanta pero permanece en su sitio.
—Maestra, no estoy preparada.
—Está bien, pero venga usted de todos modos, venga.
—No veo por qué tengo que ir hasta ahí para decirle la misma cosa. No estoy preparada. Perdone pero no he podido estudiar. Póngame una mala nota.
—Perfectamente de acuerdo, entonces le pongo un dos, ¿está contenta?
—¡Casi tanto como Catinelli cuando no pasa sus traducciones! —Toda la clase se echa a reír. La Giacci da un golpe con la mano sobre la lista.
—Silencio. _____*, tráigame el cuaderno: quiero ver si también se pone contenta con la comunicación que tendrá que hacer firmar en casa. Y sobre todo, cuénteme lo contenta que se pone su madre. —_____ le lleva el cuaderno a la profesora quien escribe algo apresuradamente y con rabia. Luego lo cierra y se lo
devuelve.
—Mañana lo quiero ver firmado. —_____ piensa que hay cosas peores en la vida, pero tal vez sea mejor no dar demasiada publicidad a este pensamiento. Vuelve en silencio a su sitio. Silvia Festa consigue un cinco. Es hasta demasiado para lo escueto de sus respuestas. Aunque tal vez aquel sea el premio a sus excusas. También en estas, sin embargo, tienen que mejorar. Con todas a aquellas desgracias, su madre va
a acabar por morirse un día de verdad.
Pallina vuelve a su asiento con un bonito cuatro que de noble tiene bien poco.
Gianetti consigue arrancar por un pelo el aprobado. La Giacci, al ponerle la nota, le
dedica incluso un proverbio latino. Gianetti hace una extraña mueca disculpándose
por no saber bien qué decir. En realidad no entiende una palabra. Más tarde, su
compañera de pupitre, Catinelli, se lo traduce. Es la macabra historia de un tuerto
que vive feliz en un lugar lleno de ciegos. _____ abre el diario. Va hasta el final, a las
últimas páginas. Junto a la lista alfabética de sus compañeras ha metido las hojas
donde marca todas aquellas que son interrogadas. Mete los últimos puntos en la hoja
de latín a Gianetti, Lombardi y Festa. Con la de Silvia termina la segunda vuelta de
interrogaciones. _____ pone también un punto junto a su nombre. La primera
interrogada de la nueva vuelta. Nada mal empezar con un dos. Menos mal que las
otras notas son altas. La media matemática debe darle todavía un seis. Cierra el
cuaderno. Una compañera de la fila de al lado le lanza un mensaje sobre el pupitre.
_____ lo esconde de inmediato. La Giacci está eligiendo el nuevo texto para la semana
siguiente. _____ lo lee.
¡Muy bien! Estoy orgullosa, de tener una amiga como tú. Eres una jefa.
P.
_____ sonríe, entiende enseguida a quién corresponde aquella P. Se vuelve hacia
Pallina y la mira. Es demasiado simpática. Mete el mensaje dentro del diario. Luego,
repentinamente, recuerda la comunicación. Se apresura a leerla.
Querida señora _____*. Su hija ha venido a la lección de latín sin haberla
preparado en lo más mínimo. Como si esto no bastase, al ser interrogada me ha contestado
en modo impertinente. Deseo que usted esté al corriente de semejante comportamiento.
Reciba un cordial saludo,
A. Giacci.
_____ cierra el cuaderno. Mira a la maestra. Es realmente una gilipollas. Acto
seguido piensa en su madre. ¡Una nota así! Probablemente la castigará. Organizará
una historia inacabable. Y quién sabe qué otra cosa más. Una cosa es segura. Su
madre no le dirá nunca: «Muy bien, _____, eres una jefa.»
Los recuerdos…
De repente, se produce un extraño silencio. La clase está como paralizada, suspendida en el aire. _____ mira a las chicas que tiene a su alrededor, sus amigas.
Simpáticas, antipáticas, delgadas, gordas, guapas, feas, monas. Pallina. Alguna hojea apresurada un libro, otras releen preocupadas la lección. Una, particularmente nerviosa, se restriega los ojos y la frente. Otra se agacha a un lado tratando de esconderse. Ha llegado el momento de la interrogación. La Giacci pasa su índice punitivo sobre la lista. Puro teatro. Sabe ya dónde pararse. «¡Gianetti!» Una muchacha se alza dejando en el banco sus esperanzas y algo de color. «Festa.»
También Silvia coge su cuaderno. Ha conseguido copiar la traducción por un pelo.
Avanza entre dos filas de pupitres, se dirige a la mesa de la profesora y le entrega el cuaderno. También ella se coloca junto a la puerta, al lado de Gianetti. Las dos se miran desconsoladas, tratando de darse ánimos en aquella dramática suerte común.
La Giacci levanta la cabeza de la lista y mira en derredor. Algunas alumnas le sostienen la mirada para demostrar que están tranquilas y seguras. Una falsamente preparada fanfarronea vistosamente, casi ofreciéndose. Todos los corazones aprietan un poco sobre el acelerador.
«Lombardi.»
Pallina se levanta. Mira a _____. Como si se estuviera despidiendo de ella para siempre. Luego se dirige hacia la mesa, condenada ya al suspenso.
Pallina se coloca entre Gianetti y Silvia Festa, que le sonríe. Después le susurra un «Tratemos de ayudarnos», que hace aumentar al máximo la ansiedad de Pallina.
La primera en ser interrogada es Gianetti. Traduce un trozo del texto tropezando con algún acento. Busca desesperadamente las palabras más apropiadas en español. No encuentra nunca de qué verbo viene un difícil pasado remoto. Adivina casi por casualidad el participio futuro pero no recuerda nunca el gerundio. Silvia Festa prueba con la primera parte de la traducción, la más fácil. No acierta un verbo, ni siquiera se aproxima. Admite prácticamente haber copiado la traducción. Cuenta acto seguido una extraña historia sobre su madre que, por lo visto, no se encuentra demasiado bien al igual que ella, por otra parte, en aquel momento. Sin saber cómo, declina perfectamente un nombre de la tercera. Pallina hace mutis. Le ha tocado la tercera parte del texto, la más difícil. La lee rápidamente, sin errar un solo acento.
Pero se detiene ahí. Aventura una posible traducción de la primera frase. Pero un
acusativo en el lugar equivocado produce una interpretación quizá excesivamente
fantasiosa. _____ mira preocupada a su amiga. Pallina no sabe qué hacer. En su sitio,
_____ abre el libro. Lee el fragmento. Controla la frase traducida correctamente en el cuaderno de la compañera empollona. A continuación, con un leve susurro, llama la atención de Pallina. La Giacci, con aire de desdén mira por la ventana, esperando unas respuestas que no llegan.
_____ se extiende sobre el banco y, ocultándose tras la compañera que se sienta delante, sopla a su amiga del alma la perfecta traducción del texto. Pallina le manda un beso con la mano, luego repite en voz alta, en el orden exacto, todo aquello que _____ le acaba de indicar. La Giacci, al oír repentinamente una serie de palabras justas y en el lugar justo, se vuelve hacia la clase. Es demasiado perfecto como para que sea solo una casualidad. En el aula todo ha vuelto a la normalidad. Todas las alumnas están en su sitio, inmóviles. _____, correctamente sentada, mira a la maestra con ojos ingenuos e inocentes. Pallina, casi desafiando a la suerte, sonríe. «Disculpe, maestra, me he confundido un poco, me he atascado, pero eso les pasa incluso a los mejores, ¿no?» Después de la traducción, generalmente vienen las preguntas sobre los verbos
y sobre eso Pallina se siente más segura. Lo peor ha pasado. La Giacci sonríe. «Muy bien, Lombardi. Escuche, tradúzcame todavía un trozo, hasta habendam.» Pallina vuelve a caer en el más absoluto desaliento. Lo peor está todavía por llegar.
Afortunadamente, la Giacci vuelve a mirar fuera. _____ lee la traducción de la nueva
frase, luego espera algunos segundos. Todo está tranquilo. Se tumba sobre el pupitre
para soplarle de nuevo a su amiga. Pallina controla una última vez a la Giacci. Acto
seguido, mira hacia _____ lista para repetir el juego. Pero justo en ese momento la
profesora se da lentamente la vuelta. Se inclina hacia delante sobre la mesa y pilla a
_____ en el preciso momento en el que le sopla a su amiga. Con la mano alrededor de
la boca. _____, como si sintiera que la han descubierto, se vuelve de golpe. La ve. Sus
miradas se cruzan a través de los hombros de algunas compañeras inmóviles. La
Giacci sonríe satisfecha.
—Ah, muy bien. Tenemos una alumna verdaderamente preparada en esta clase. _____*, visto que lo sabe tan bien, venga usted a traducir el resto del texto.
Pallina, sintiéndose culpable, interrumpe a la Giacci.
—Maestra, disculpe, es culpa mía, soy yo la que le ha pedido que me lo dijera.
—Muy bien, Lombardi, lo aprecio. Es muy noble por su parte. Nadie pone en
duda, de hecho, que usted no sepa absolutamente nada. Pero ahora me gustaría oír a _____*. Venga, venga, por favor.
_____ se levanta pero permanece en su sitio.
—Maestra, no estoy preparada.
—Está bien, pero venga usted de todos modos, venga.
—No veo por qué tengo que ir hasta ahí para decirle la misma cosa. No estoy preparada. Perdone pero no he podido estudiar. Póngame una mala nota.
—Perfectamente de acuerdo, entonces le pongo un dos, ¿está contenta?
—¡Casi tanto como Catinelli cuando no pasa sus traducciones! —Toda la clase se echa a reír. La Giacci da un golpe con la mano sobre la lista.
—Silencio. _____*, tráigame el cuaderno: quiero ver si también se pone contenta con la comunicación que tendrá que hacer firmar en casa. Y sobre todo, cuénteme lo contenta que se pone su madre. —_____ le lleva el cuaderno a la profesora quien escribe algo apresuradamente y con rabia. Luego lo cierra y se lo
devuelve.
—Mañana lo quiero ver firmado. —_____ piensa que hay cosas peores en la vida, pero tal vez sea mejor no dar demasiada publicidad a este pensamiento. Vuelve en silencio a su sitio. Silvia Festa consigue un cinco. Es hasta demasiado para lo escueto de sus respuestas. Aunque tal vez aquel sea el premio a sus excusas. También en estas, sin embargo, tienen que mejorar. Con todas a aquellas desgracias, su madre va
a acabar por morirse un día de verdad.
Pallina vuelve a su asiento con un bonito cuatro que de noble tiene bien poco.
Gianetti consigue arrancar por un pelo el aprobado. La Giacci, al ponerle la nota, le
dedica incluso un proverbio latino. Gianetti hace una extraña mueca disculpándose
por no saber bien qué decir. En realidad no entiende una palabra. Más tarde, su
compañera de pupitre, Catinelli, se lo traduce. Es la macabra historia de un tuerto
que vive feliz en un lugar lleno de ciegos. _____ abre el diario. Va hasta el final, a las
últimas páginas. Junto a la lista alfabética de sus compañeras ha metido las hojas
donde marca todas aquellas que son interrogadas. Mete los últimos puntos en la hoja
de latín a Gianetti, Lombardi y Festa. Con la de Silvia termina la segunda vuelta de
interrogaciones. _____ pone también un punto junto a su nombre. La primera
interrogada de la nueva vuelta. Nada mal empezar con un dos. Menos mal que las
otras notas son altas. La media matemática debe darle todavía un seis. Cierra el
cuaderno. Una compañera de la fila de al lado le lanza un mensaje sobre el pupitre.
_____ lo esconde de inmediato. La Giacci está eligiendo el nuevo texto para la semana
siguiente. _____ lo lee.
¡Muy bien! Estoy orgullosa, de tener una amiga como tú. Eres una jefa.
P.
_____ sonríe, entiende enseguida a quién corresponde aquella P. Se vuelve hacia
Pallina y la mira. Es demasiado simpática. Mete el mensaje dentro del diario. Luego,
repentinamente, recuerda la comunicación. Se apresura a leerla.
Querida señora _____*. Su hija ha venido a la lección de latín sin haberla
preparado en lo más mínimo. Como si esto no bastase, al ser interrogada me ha contestado
en modo impertinente. Deseo que usted esté al corriente de semejante comportamiento.
Reciba un cordial saludo,
A. Giacci.
_____ cierra el cuaderno. Mira a la maestra. Es realmente una gilipollas. Acto
seguido piensa en su madre. ¡Una nota así! Probablemente la castigará. Organizará
una historia inacabable. Y quién sabe qué otra cosa más. Una cosa es segura. Su
madre no le dirá nunca: «Muy bien, _____, eres una jefa.»
SandyJonas
Re: Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú]
me enknto el cap....
pobre rayis que la castiguen x ayudar :roll: a Pallina
siguela.................
siguela...........
siguela..
https://onlywn.activoforo.com/t7470-asi-lo-quiso-el-destino-un-jonas-y-tu#561518
pobre rayis que la castiguen x ayudar :roll: a Pallina
siguela.................
siguela...........
siguela..
https://onlywn.activoforo.com/t7470-asi-lo-quiso-el-destino-un-jonas-y-tu#561518
jamileth
Re: Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú]
que hija de mil esa profesora la odieeee!!! :evil:
Pobre rayis, ojala no la castiguen
seguilaaa
Patu
Página 4 de 16. • 1, 2, 3, 4, 5 ... 10 ... 16
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