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Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú]
Sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue Sigue sigue sigue sigue sigue sigue Sigue sigue sigue sigue sigue sigue Sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue Sigue sigue sigue sigue sigue sigue Sigue sigue sigue sigue sigue sigue Sigue sigue sigue sigue sigue sigue Sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue Sigue sigue sigue sigue sigue sigue Sigue sigue sigue sigue sigue sigue Sigue sigue sigue sigue sigue sigue Sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue Sigue sigue sigue sigue sigue sigue Sigue sigue sigue sigue sigue sigue Sigue sigue sigue sigue sigue sigue Sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue Sigue sigue sigue sigue sigue sigue Sigue sigue sigue sigue sigue sigue Sigue sigue sigue sigue sigue sigue Sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue Sigue sigue sigue sigue sigue sigue Sigue sigue sigue sigue sigue sigue Sigue sigue sigue sigue sigue sigue Sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue Sigue sigue sigue sigue sigue sigue Sigue sigue sigue sigue sigue sigue Sigue sigue sigue sigue sigue sigue Sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue sigue Sigue sigue sigue sigue sigue sigue Sigue sigue sigue sigue sigue sigue Sigue sigue sigue sigue sigue sigue Sigue sigue sigue
Me encanta muchisimo esta novela quiero saber que pasa con ____ y joe, y que le hara la giacci a ___.
Me encanta muchisimo esta novela quiero saber que pasa con ____ y joe, y que le hara la giacci a ___.
Lisdi
Re: Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú]
Capítulo 42
Más tarde, después de que sus padres hayan salido, Joe la pasa a recoger. El grupo al completo los espera: Schello, Lucone, Dario y Gloria, el Siciliano, Hook, Pollo y Pallina y otros tipos en un Golf con un par de chicas. Van con las motos hasta Prima Porta, luego se desvían a la derecha en dirección a Fiano. Cuando llegan, _____ está ya muerta de frío. El sitio se llama Il Colonnello y está muy lejos. _____ no puede entender por qué han elegido un sitio como ese para comer. Dos salas enormes con el horno a la vista y unas mesas corrientes y molientes. «Puede que sea barato», piensa.
Un camarero joven llega para tomar nota. Son quince y todos cambian de opinión menos ella que, desde un principio, ha elegido una ensalada mixta con poco aceite. El pobre camarero está hecho un lío. De cuando en cuando trata de recapitular los primeros para poder pasar al segundo, pero cuando llega el momento de elegir la guarnición alguien ha vuelto otra vez a cambiar de idea.
—Oye, jefe, prepara dos lasañas con jabalí.
—Para mí también. —Unos cuantos se adhieren de inmediato. Y acto seguido otros dos deciden pedir polenta o carbonara. Es el grupo más indeciso que _____ ha visto en su vida. Por si fuera poco, Pollo trata de echarle una mano repitiendo cada vez todo lo que piden, lo que crea aún más confusión. Al final todos acaban riéndose divertidos. Se ha convertido en una especie de juego. El pobre camarero se aleja aturdido. Lo único que ha sacado en claro es que tiene que llevarles catorce jarras de cerveza clara y una… ¿qué es lo que ha pedido esa rubia tan guapa de ojos azules?
Repasa de nuevo el bloc de notas lleno de tachones y entra en la cocina recordando que tiene que servir también una Coca‐Cola Light.
La cena prosigue en medio de un total alboroto. Cada vez que les traen un plato, ya sea jamón, mozzarella o pan tostado, se produce un auténtico abordaje, todos se abalanzan sobre la comida y en un dos por tres los platos se vacían.
Unas chicas con los ojos pintarrajeados se ríen divertidas. _____ mira a Pallina en búsqueda de un poco de comprensión. Pero, a esas alturas, su amiga parece haberse integrado ya perfectamente en el grupo. Ha llegado su ensalada mixta con poco aceite. La situación no es, desde luego, de las más alegres. Luego llega el momento de la historia del Siciliano. Su protagonista es un tal Francesco Costanzi. Tuvo la mala
idea de molestar a su antigua novia. Ni siquiera su novia, piensa _____. Su ex. Qué locura.
Pero todos lo escuchan interesados y ninguno parece compartir su objeción. Así que, piensa _____, puede que tenga razón él. La loca soy yo.
—Entonces, ¿sabéis lo que hice? —El Siciliano da un sorbo a su cerveza—. Fui con Hook a casa de Marina, que estaba sola.
Al otro lado de la mesa, Hook, con el parche en el ojo, sonríe. Es el centro de la atención y está recibiendo, como corresponde, su parte de gloria. El Siciliano prosigue.
—Entonces le hice llamar a ese gilipollas de Costanzi. Así que va y lo llama y le pide que pase a verla. ¿Y sabéis lo que hizo ese canalla?
_____ mira al grupo estupefacta. Da la impresión de que realmente no lo saben.
Prueba a adivinar la respuesta.
—Fue. —El Siciliano se vuelve hacia ella. Parece ligeramente molesto.
—Muy bien, _____. Precisamente. ¡Ese canalla vino! —Ella sonríe. Al advertir la mirada de fastidio que le lanza Joe, abre los brazos. El Siciliano, sin darse cuenta de nada, prosigue divertido con su relato—. Ahora viene la parte mejor. Cuando el tipo llegó, Marina le hizo subir. Apenas metió el pie en la casa, Hook y yo nos abalanzamos sobre él y lo inmovilizamos. Luego, qué risa, lo desvestimos y lo atamos a una silla. ¡Oh! Teníais que haberle visto la cara. Desnudo como un gusano. Después cogí un cuchillo de cocina y se lo metí entre las piernas. El tipo se puso a gritar. ¡Hook dice que porque el cuchillo estaba helado! Luego entró Marina. La habíamos obligado a vestirse de pies a cabeza de encaje transparente. Bueno, pues entonces yo puse algo de música y ella empezó a hacer un striptease. Y yo le digo al tipo: si veo que esa cosa da alguna señal de vida te juro que te la corto. Marina se queda en sostén y bragas y el tipo ni se inmuta, ¿lo entendéis?, esa cosa estaba como muerta.
Todos se ríen como locos. Una muchacha al fondo de la mesa casi se atraganta.
También Joe parece divertirse. _____ no da crédito a sus oídos.
—Silencio, silencio —dice el Siciliano—. Llegado un momento, oímos un ruido en la puerta. ¿Podéis creer que eran los padres de Marina? Hook y yo nos precipitamos fuera y esos va y pillan in fraganti al tipo desnudo sentado en la silla y a
Marina medio en pelotas. Os lo juro, una escena increíble, para morirse. Teníais que haber visto sus caras.
—¿Y qué le hicieron al tipo?
_____ mira a Pallina. Hasta es capaz de hacer preguntas como esa.
—Bah, no lo sé. Nosotros salimos pitando de allí. Solo sé que ese canalla ahora está con una y tiene serios problemas para tirársela… Después de lo que le hicimos ha perdido la costumbre. Ve a una desnuda y la cosa no se le levanta.
Es la apoteosis. Se produce un estallido de carcajadas. Acto seguido sucede, sin que se sepa muy bien por qué. Un trozo de pan sale volando. No tarda en convertirse en una lluvia, en una auténtica batalla de restos de carne, patatas y cerveza. Se tiran de todo. Las chicas son las primeras en abandonar sus puestos. _____ y Pallina se alejan rápidamente de la mesa seguidas de las otras. Ellos siguen tirándose unos a otros comida, con fuerza, con rabia, sin importarles las otras mesas, dar a los clientes más próximos. El colmo tiene lugar cuando el pobre camarero trata de detenerlos. Un trozo de pan mojado le da en plena cara. Se produce una especie de ovación. Es la primera vez que aquel desgraciado conoce un éxito semejante. Luego llega la cuenta.
Pollo se ofrece a recoger el dinero. Joe agarra a _____ del brazo y la conduce fuera del restaurante. Uno tras otro, los demás salen también. _____ saca la cartera.
—¿Cuánto te debo?
Joe le sonríe.
—¿Bromeas? Déjalo estar.
—Gracias.
—No es a mí a quien tienes que dar las gracias. Sube.
Joe enciende la moto. _____ sube detrás de él.
—Entonces, ¿a quién tengo que darle las gracias? Pollo está recogiendo el dinero.
—No, esa es la frase que hemos acordado. —Justo en ese momento, Pollo sale como una flecha del restaurante y salta sobre su moto—. ¡Vamos, tíos! —Todos arrancan derrapando a toda velocidad. Las motos inician la marcha con los faros apagados. Del restaurante sale corriendo el camarero y alguno más. Gritan mientras tratan en vano de leer las matrículas.
El estruendo de las motos retumba en los angostos callejones de Fiano. Uno tras otro, inclinados a toda velocidad, salen del pueblo atravesando sus calles, gritando y riéndose, tocando el claxon. Luego, casi volando, entran en la Tiberina, envueltos en el frío de la carretera, en el verde húmedo de los bosques cercanos. Solo entonces vuelven a encender los faros. Pollo alcanza a Joe y se pone a su lado.
—Vaya, hay que reconocer que no se come mal en el Colonnello ese…
—No, la comida es buena.
—En cualquier caso, querían cuarenta euros por cabeza…
—¡Entonces has hecho lo que debías!
Pollo da gas y riéndose groseramente se aleja con Pallina. _____ se inclina hacia delante.
—¿Eso quiere decir que no hemos pagado?
—¿Te parece mal?
—¿Mal? ¿Te das cuenta que nos pueden denunciar? Pueden haber leído alguna de las matrículas.
—Con los faros apagados es imposible. Oye, lo hacemos siempre y nunca nos han pillado. ¡Así que no seas gafe!
—Yo no soy gafe. Solo estoy tratando de hacerte razonar. A mí también me parece muy difícil pero ¿por qué no piensas en los del restaurante? Esa es gente que trabaja, que se pasa todo el día en la cocina sudando delante de los hornillos, que te pone la mesa, que te sirve la comida, que quita la mesa, que limpia, ¡y tú no tienes por ellos la más mínima consideración!
—¡Cómo que no la tengo! ¡Hasta te he dicho que me ha gustado mucho cómo se come en ese sitio!
_____ enmudece. Es inútil. Se impulsa hacia atrás en el sillín apartándose un poco de él. A su alrededor, el viento de la noche y la humedad de los bosques le rozan produciéndole escalofríos. Pero no es solo eso. Está con uno que no entiende, que no puede entender. Alza la mirada. El cielo está despejado. Las estrellas brillan a lo lejos. Pequeñas nubes transparentes acarician la luna. Todo podría ser maravilloso si solo…
—Eh, Joe. —Hook se pone a su lado—. ¿Apuestas cincuenta euros por el que sea capaz de llegar hasta el centro sobre una sola rueda?
Joe no se lo hace repetir dos veces.
—Hecho. —Reduce y da gas. La moto se levanta. _____ apenas tiene tiempo de sujetarse. ¡De nuevo! No lo soporto más. ¡Al menos esta vez no está girada boca abajo!
—¡Joe! ¡Joe! —grita descargando fuertes puñetazos sobre su espalda—. ¡Para!
Baja. —Joe frena paulatinamente. La moto toca tierra con las dos ruedas. Hook canta victoria todavía durante un buen rato.
—Pero ¿qué te pasa? ¿Te has vuelto loca?
—Basta de hacer el caballito, de vapulear a la gente, de salir corriendo, no lo soporto más, ¿lo entiendes? —_____ está gritando—. Quiero una vida normal, tranquila. De gente que va en moto como los demás. No quiero escapar de los restaurantes, quiero pagar como todos. No quiero que le pegues a la gente. No quiero oír que uno de tus amigos ha metido un cuchillo entre las piernas de uno solo porque el tipo en cuestión ha llamado a su ex novia, ¡no querría oírlo aunque saliera con él!
Odio la violencia, los matones, los arrogantes, la gente que no sabe vivir, hablar, discutir, que no tiene respeto por los demás. ¡La odio!
Permanecen durante un rato en silencio, dejándose mecer por la velocidad constante de la moto, por el viento que parece irla calmando poco a poco. Joe se echa a reír de repente.
—¿Se puede saber qué es lo que encuentras tan divertido?
—¿Sabes en cambio lo que odio yo?
—No, ¿qué?
—Perder cincuenta euros.
Más tarde, después de que sus padres hayan salido, Joe la pasa a recoger. El grupo al completo los espera: Schello, Lucone, Dario y Gloria, el Siciliano, Hook, Pollo y Pallina y otros tipos en un Golf con un par de chicas. Van con las motos hasta Prima Porta, luego se desvían a la derecha en dirección a Fiano. Cuando llegan, _____ está ya muerta de frío. El sitio se llama Il Colonnello y está muy lejos. _____ no puede entender por qué han elegido un sitio como ese para comer. Dos salas enormes con el horno a la vista y unas mesas corrientes y molientes. «Puede que sea barato», piensa.
Un camarero joven llega para tomar nota. Son quince y todos cambian de opinión menos ella que, desde un principio, ha elegido una ensalada mixta con poco aceite. El pobre camarero está hecho un lío. De cuando en cuando trata de recapitular los primeros para poder pasar al segundo, pero cuando llega el momento de elegir la guarnición alguien ha vuelto otra vez a cambiar de idea.
—Oye, jefe, prepara dos lasañas con jabalí.
—Para mí también. —Unos cuantos se adhieren de inmediato. Y acto seguido otros dos deciden pedir polenta o carbonara. Es el grupo más indeciso que _____ ha visto en su vida. Por si fuera poco, Pollo trata de echarle una mano repitiendo cada vez todo lo que piden, lo que crea aún más confusión. Al final todos acaban riéndose divertidos. Se ha convertido en una especie de juego. El pobre camarero se aleja aturdido. Lo único que ha sacado en claro es que tiene que llevarles catorce jarras de cerveza clara y una… ¿qué es lo que ha pedido esa rubia tan guapa de ojos azules?
Repasa de nuevo el bloc de notas lleno de tachones y entra en la cocina recordando que tiene que servir también una Coca‐Cola Light.
La cena prosigue en medio de un total alboroto. Cada vez que les traen un plato, ya sea jamón, mozzarella o pan tostado, se produce un auténtico abordaje, todos se abalanzan sobre la comida y en un dos por tres los platos se vacían.
Unas chicas con los ojos pintarrajeados se ríen divertidas. _____ mira a Pallina en búsqueda de un poco de comprensión. Pero, a esas alturas, su amiga parece haberse integrado ya perfectamente en el grupo. Ha llegado su ensalada mixta con poco aceite. La situación no es, desde luego, de las más alegres. Luego llega el momento de la historia del Siciliano. Su protagonista es un tal Francesco Costanzi. Tuvo la mala
idea de molestar a su antigua novia. Ni siquiera su novia, piensa _____. Su ex. Qué locura.
Pero todos lo escuchan interesados y ninguno parece compartir su objeción. Así que, piensa _____, puede que tenga razón él. La loca soy yo.
—Entonces, ¿sabéis lo que hice? —El Siciliano da un sorbo a su cerveza—. Fui con Hook a casa de Marina, que estaba sola.
Al otro lado de la mesa, Hook, con el parche en el ojo, sonríe. Es el centro de la atención y está recibiendo, como corresponde, su parte de gloria. El Siciliano prosigue.
—Entonces le hice llamar a ese gilipollas de Costanzi. Así que va y lo llama y le pide que pase a verla. ¿Y sabéis lo que hizo ese canalla?
_____ mira al grupo estupefacta. Da la impresión de que realmente no lo saben.
Prueba a adivinar la respuesta.
—Fue. —El Siciliano se vuelve hacia ella. Parece ligeramente molesto.
—Muy bien, _____. Precisamente. ¡Ese canalla vino! —Ella sonríe. Al advertir la mirada de fastidio que le lanza Joe, abre los brazos. El Siciliano, sin darse cuenta de nada, prosigue divertido con su relato—. Ahora viene la parte mejor. Cuando el tipo llegó, Marina le hizo subir. Apenas metió el pie en la casa, Hook y yo nos abalanzamos sobre él y lo inmovilizamos. Luego, qué risa, lo desvestimos y lo atamos a una silla. ¡Oh! Teníais que haberle visto la cara. Desnudo como un gusano. Después cogí un cuchillo de cocina y se lo metí entre las piernas. El tipo se puso a gritar. ¡Hook dice que porque el cuchillo estaba helado! Luego entró Marina. La habíamos obligado a vestirse de pies a cabeza de encaje transparente. Bueno, pues entonces yo puse algo de música y ella empezó a hacer un striptease. Y yo le digo al tipo: si veo que esa cosa da alguna señal de vida te juro que te la corto. Marina se queda en sostén y bragas y el tipo ni se inmuta, ¿lo entendéis?, esa cosa estaba como muerta.
Todos se ríen como locos. Una muchacha al fondo de la mesa casi se atraganta.
También Joe parece divertirse. _____ no da crédito a sus oídos.
—Silencio, silencio —dice el Siciliano—. Llegado un momento, oímos un ruido en la puerta. ¿Podéis creer que eran los padres de Marina? Hook y yo nos precipitamos fuera y esos va y pillan in fraganti al tipo desnudo sentado en la silla y a
Marina medio en pelotas. Os lo juro, una escena increíble, para morirse. Teníais que haber visto sus caras.
—¿Y qué le hicieron al tipo?
_____ mira a Pallina. Hasta es capaz de hacer preguntas como esa.
—Bah, no lo sé. Nosotros salimos pitando de allí. Solo sé que ese canalla ahora está con una y tiene serios problemas para tirársela… Después de lo que le hicimos ha perdido la costumbre. Ve a una desnuda y la cosa no se le levanta.
Es la apoteosis. Se produce un estallido de carcajadas. Acto seguido sucede, sin que se sepa muy bien por qué. Un trozo de pan sale volando. No tarda en convertirse en una lluvia, en una auténtica batalla de restos de carne, patatas y cerveza. Se tiran de todo. Las chicas son las primeras en abandonar sus puestos. _____ y Pallina se alejan rápidamente de la mesa seguidas de las otras. Ellos siguen tirándose unos a otros comida, con fuerza, con rabia, sin importarles las otras mesas, dar a los clientes más próximos. El colmo tiene lugar cuando el pobre camarero trata de detenerlos. Un trozo de pan mojado le da en plena cara. Se produce una especie de ovación. Es la primera vez que aquel desgraciado conoce un éxito semejante. Luego llega la cuenta.
Pollo se ofrece a recoger el dinero. Joe agarra a _____ del brazo y la conduce fuera del restaurante. Uno tras otro, los demás salen también. _____ saca la cartera.
—¿Cuánto te debo?
Joe le sonríe.
—¿Bromeas? Déjalo estar.
—Gracias.
—No es a mí a quien tienes que dar las gracias. Sube.
Joe enciende la moto. _____ sube detrás de él.
—Entonces, ¿a quién tengo que darle las gracias? Pollo está recogiendo el dinero.
—No, esa es la frase que hemos acordado. —Justo en ese momento, Pollo sale como una flecha del restaurante y salta sobre su moto—. ¡Vamos, tíos! —Todos arrancan derrapando a toda velocidad. Las motos inician la marcha con los faros apagados. Del restaurante sale corriendo el camarero y alguno más. Gritan mientras tratan en vano de leer las matrículas.
El estruendo de las motos retumba en los angostos callejones de Fiano. Uno tras otro, inclinados a toda velocidad, salen del pueblo atravesando sus calles, gritando y riéndose, tocando el claxon. Luego, casi volando, entran en la Tiberina, envueltos en el frío de la carretera, en el verde húmedo de los bosques cercanos. Solo entonces vuelven a encender los faros. Pollo alcanza a Joe y se pone a su lado.
—Vaya, hay que reconocer que no se come mal en el Colonnello ese…
—No, la comida es buena.
—En cualquier caso, querían cuarenta euros por cabeza…
—¡Entonces has hecho lo que debías!
Pollo da gas y riéndose groseramente se aleja con Pallina. _____ se inclina hacia delante.
—¿Eso quiere decir que no hemos pagado?
—¿Te parece mal?
—¿Mal? ¿Te das cuenta que nos pueden denunciar? Pueden haber leído alguna de las matrículas.
—Con los faros apagados es imposible. Oye, lo hacemos siempre y nunca nos han pillado. ¡Así que no seas gafe!
—Yo no soy gafe. Solo estoy tratando de hacerte razonar. A mí también me parece muy difícil pero ¿por qué no piensas en los del restaurante? Esa es gente que trabaja, que se pasa todo el día en la cocina sudando delante de los hornillos, que te pone la mesa, que te sirve la comida, que quita la mesa, que limpia, ¡y tú no tienes por ellos la más mínima consideración!
—¡Cómo que no la tengo! ¡Hasta te he dicho que me ha gustado mucho cómo se come en ese sitio!
_____ enmudece. Es inútil. Se impulsa hacia atrás en el sillín apartándose un poco de él. A su alrededor, el viento de la noche y la humedad de los bosques le rozan produciéndole escalofríos. Pero no es solo eso. Está con uno que no entiende, que no puede entender. Alza la mirada. El cielo está despejado. Las estrellas brillan a lo lejos. Pequeñas nubes transparentes acarician la luna. Todo podría ser maravilloso si solo…
—Eh, Joe. —Hook se pone a su lado—. ¿Apuestas cincuenta euros por el que sea capaz de llegar hasta el centro sobre una sola rueda?
Joe no se lo hace repetir dos veces.
—Hecho. —Reduce y da gas. La moto se levanta. _____ apenas tiene tiempo de sujetarse. ¡De nuevo! No lo soporto más. ¡Al menos esta vez no está girada boca abajo!
—¡Joe! ¡Joe! —grita descargando fuertes puñetazos sobre su espalda—. ¡Para!
Baja. —Joe frena paulatinamente. La moto toca tierra con las dos ruedas. Hook canta victoria todavía durante un buen rato.
—Pero ¿qué te pasa? ¿Te has vuelto loca?
—Basta de hacer el caballito, de vapulear a la gente, de salir corriendo, no lo soporto más, ¿lo entiendes? —_____ está gritando—. Quiero una vida normal, tranquila. De gente que va en moto como los demás. No quiero escapar de los restaurantes, quiero pagar como todos. No quiero que le pegues a la gente. No quiero oír que uno de tus amigos ha metido un cuchillo entre las piernas de uno solo porque el tipo en cuestión ha llamado a su ex novia, ¡no querría oírlo aunque saliera con él!
Odio la violencia, los matones, los arrogantes, la gente que no sabe vivir, hablar, discutir, que no tiene respeto por los demás. ¡La odio!
Permanecen durante un rato en silencio, dejándose mecer por la velocidad constante de la moto, por el viento que parece irla calmando poco a poco. Joe se echa a reír de repente.
—¿Se puede saber qué es lo que encuentras tan divertido?
—¿Sabes en cambio lo que odio yo?
—No, ¿qué?
—Perder cincuenta euros.
SandyJonas
Re: Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú]
ashhhhh a veces joe es muy estupido!!
como se puedieron ir sin pagar la cuenta!!
siguela!!!
como se puedieron ir sin pagar la cuenta!!
siguela!!!
jamileth
Re: Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú]
mell_jonatik escribió:ashhhhh a veces joe es muy estupido!!
como se puedieron ir sin pagar la cuenta!!
siguela!!!
es que Joe es un malotee!! hahaah xD :twisted:
SandyJonas
Re: Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú]
Capítulo 43
Frente a la gasolinera de la plaza Euclide un grupo de jóvenes está escuchando a un tipo muy divertido. Tendría éxito en un pequeño teatro de cabaret. En cambio, se ha obstinado en hacer economía y comercio a pesar de que delante de sus profesores no dice ni pío. Un poco más allá, delante de Pandemonium, se han citado unos chicos algo más mayores. Llega un BMW Z3. Del coche baja una morena con las medias tan perfectas como sus piernas. Lleva una chaqueta negra y unas bermudas plisadas de seda opaca. El coche es azul celeste y un publicista no sería capaz de idear nada mejor. Al bajar él, sin embargo, la magia se desvanece. Tiene cuatro pelos en la cabeza y una barriga incipiente. Un creador como es debido no lo elegiría nunca. Algo más allá, frente al quiosco, hay parada una camioneta. Dos policías controlan sin demasiada convicción la documentación de algunos de los muchachos que hay por allí, luego se marchan.
Un coche pasa veloz tocando el claxon. Una chica rubia se asoma a la ventanilla, saluda a alguien y desaparece derrapando a la derecha, por la calle Siacci. Una morena entra en el café Shop a comprar tabaco.
Luego van llegando todos, paulatinamente. Tocando el claxon y reduciendo gas. Algunos suben a la acera con la moto, otros la aparcan enfrente de la puerta metálica cerrada del Euclide. _____ baja de la moto de Joe, se tira el pelo hacia atrás con la mano. En ese momento llega a su lado Pallina.
—Genial, ¿no?
—¿El qué?
—Bueno, que nos hayamos escapado así, en medio de la noche, sin pagar. Yo no lo había hecho nunca. Vamos, es demasiado divertido. Y, además, son simpáticos, ¿no?
—No. Yo no me he divertido para nada.
—Venga, por una vez…
—No es solo una vez, lo sabes de sobra. Para ellos es una costumbre. No lo entiendes, Pallina. Es como si robaras. Comiendo sin pagar, tú has robado.
—¡Pues sí que…! Un plato de pasta y una cerveza. ¡El robo del siglo!
—Pallina, cuando no quieres entender algo no hay nada que hacer, ¿eh?
Repentinamente, una mano le da dos golpes no precisamente ligeros sobre el hombro: es Maddalena. Mastica chicle y la mira sonriendo.
—Mira que tú aquí no puedes venir.
—¿Por qué?
—Porque yo no quiero.
—No me parece que este sitio sea tuyo, así que no puedes prohibírmelo.
_____ se vuelve hacia Pallina dando por zanjada la discusión. Trata de iniciar una conversación cualquiera. Pero esta vez un violento tirón le obliga a darse la vuelta.
—A lo mejor no me has entendido. Tienes que irte. —Maddalena da una palmada sobre el hombro de _____—. ¿Lo entiendes?
_____ suspira.
—Pero ¿se puede saber qué es lo que quieres de mí? ¿Quién te conoce? ¿Quién eres?
Maddalena alza el tono. Enrojece.
—Soy una que te va a partir la cara. —Luego se acerca y le grita a un palmo de la cara—. ¿Lo has entendido?
_____ hace una mueca de desprecio. A su alrededor, alguno se ha vuelto para mirar lo que está pasando. Poco a poco, la gente deja de hablar y les hace corro.
Todos saben lo que está a punto de suceder. También _____ lo sabe. Intenta zafarse de ella. Maddalena está cerca, demasiado.
—Oye, déjalo ya. No me gustan los escándalos.
—Ah, no te gustan, ¿eh? Entonces es mejor que te quedes en casa…
Maddalena avanza amenazadora. _____ extiende las manos y se las pone sobre los hombros tratando de mantenerla a una cierta distancia.
—Oye, ya te he dicho que no quiero discutir…
—¿Qué haces? —Maddalena mira la mano de _____ sobre su hombro—. ¿Me pones las manos encima? ¡Aparta enseguida esa mano de ahí! —Y asesta un fuerte golpe en el brazo de _____.
—Está bien, me voy. ¿Joe?
_____ se da la vuelta para buscarlo. Pero en ese preciso momento siente arder el pómulo derecho. Algo le ha golpeado. Se da la vuelta. Maddalena está frente a ella. Tiene los puños en alto, cerrados y desafiantes, y sonríe. Ha sido ella la que le ha pegado. _____ se lleva la mano a la mejilla. El pómulo está ardiendo y le hace daño.
Maddalena le da una patada en la tripa. _____ retrocede. Maddalena le alcanza de refilón pero le hace igualmente daño. _____ se da la vuelta para marcharse.
—¿Adónde crees que vas, gilipollas?
Una patada desde detrás le da de lleno en el culo, empujándola hacia delante.
_____ logra mantener el equilibrio. Tiene los ojos anegados en lágrimas. Sigue andando lentamente. A su alrededor siente el jaleo, caras que se ríen, otras que la miran en silencio, alguno la señala.
Unas chicas la miran preocupadas. El ruido del tráfico lejano. Luego ve a Joe. Delante de ella. Inesperadamente, oye correr a sus espaldas. Es Maddalena. Cierra los ojos y agacha levemente la cabeza. Le va a pegar de nuevo. Siente que le tiran del pelo desde detrás, que casi la arrastran. Gira sobre sí misma para no caerse. Acaba corriendo con la cabeza gacha, tirada por Maddalena, por aquella furia que no deja de chillar y le llena de puñetazos la cabeza, el cuello, la espalda. Parece que le vaya a arrancar el pelo y un dolor atroz le llega hasta el cerebro haciéndole enloquecer.
Trata de desasirse. Pero cada tirón es un pinchazo agudo más, un dolor desgarrador.
Entonces se pone a correr hacia ella como si la estuviera persiguiendo. _____ extiende las manos y agarra su cazadora, empujándola con todas sus fuerzas, cada vez más cerca, más rápido, sin ver adónde va, sin entender. Se produce un fuerte ruido de hierro, de metal que retumba. Se ve repentinamente liberada. Maddalena ha ido a parar contra unas motos, se ha caído al suelo, arrastrando al hacerlo una SH 50 y un viejo Free. Y ahora está ahí parada mientras una rueda sucia, con los rayos oxidados, sigue girando, y un pesado chasis y un manillar le impiden moverse. _____ siente que la rabia se apodera de ella, como una marea, como una enorme ola de odio. Siente su cara congestionada, su respiración entrecortada, el dolor en el pómulo, su cabeza dolorida y, en un visto y no visto, se abalanza sobre ella. Empieza a golpearla dando patadas como un animal, irreconocible. Maddalena prueba a levantarse. _____ se inclina sobre ella y le asesta puñetazos, dándole en todas partes, chillando, arañándola, tirándole del pelo, dibujando sobre su cuello largas líneas irregulares de sangre. Dos manos fuertes la levantan por detrás. _____ se encuentra de repente dando patadas al aire, forcejeando para poder desasirse y poder volver a pegar, morder, hacer daño. Al alejarse, una última patada precisa, aunque no del todo intencionada, da de lleno en otra moto. Una SH 50 cae lenta junto a Maddalena, ya exhausta.
—Oh, mi moto —protesta un inocente.
Mientras la arrastran fuera de allí, _____ mira a la multitud. Ya no se ríen. La observan en silencio. Le abren paso. Se echa hacia atrás abandonándose a la persona que se la lleva. Y una risa nerviosa sale de su interior en dirección al cielo. Recuerda a aquella maleducada que presidía la mesa. Sigue riéndose cada vez más fuerte, pero no oye salir nada más de su boca.
El viento fresco le acaricia la cara. Cierra los ojos. La cabeza le da vueltas. El corazón le late con fuerza. Su respiración es entrecortada y arranques violentos de rabia, aún sin aplacar, la sacuden de cuando en cuando. Algo bajo ella se detiene.
Está sobre la moto. Joe la ayuda a bajar.
—Ven aquí.
Están sobre el puente de la avenida de Francia. Sube las escaleras. Se acerca a la fuente. Joe moja su bandana y se la pasa por la cara.
—¿Va mejor?
_____ asiente con la cabeza. Joe se sienta sobre el muro que hay allí cerca, con las piernas colgando abiertas. La mira risueño.
—¿Quién eras tú? ¿La que odia a los matones? ¿A los violentos? ¡Menos mal! Mira que si no te llego a apartar, habrías acabado por matar a esa desgraciada.
_____ da un paso hacia él, luego se echa a llorar. Repentinamente, de manera convulsiva. Como si algo se hubiera roto, un dique, una barrera, liberando aquel torrente de lágrimas y sollozos. La mira, abriendo las manos, sin saber muy bien qué hacer. Luego abraza aquellos pequeños hombros temblorosos.
—Venga, no llores. No es culpa tuya. Ella te provocó.
—Yo no quería pegarle, no quería hacerle daño. En serio… No quería.
—Sí, lo sé.
Joe le pone una mano bajo la barbilla. Recoge una diminuta lágrima salada, luego le levanta la cara. _____ abre los ojos, sorbiendo por la nariz, parpadeando, sonriendo y riéndose, aún nerviosa. Joe se acerca lentamente a sus labios y la besa.
Bajo la suya, su boca le parece más blanda de lo habitual, cálida y dócil, ligeramente salada. Ella se abandona buscando consuelo en aquel beso, dulcemente al principio, más y más fuerte después hasta que, desesperada, se esconde en su cuello. Y él siente entonces cómo se refugian en él sus mejillas mojadas, su piel fresca, sus pequeños sollozos.
—Ahora basta. —La aparta—. Venga, deja ya de llorar. —Joe se sube al muro—. Si no dejas de llorar me tiro. En serio… —Da algunos pasos vacilantes sobre el borde de mármol. Abre los brazos tratando de mantener el equilibrio—. Entonces qué haces, paras o me tiro…
Muchos metros más abajo, el río tranquilo y oscuro, el agua teñida de negro por la noche, las orillas llenas de matorrales. _____ lo mira preocupada, sin dejar de sollozar.
—No hagas eso… por favor.
—¡Deja de llorar!
—No depende de mí…
—Entonces adiós…
Joe da un salto y, gritando, se arroja al vacío. _____ corre hacia el borde del muro.
—¡Joe! —No se ve nada, solo el lento fluir del río arrastrado por su corriente.
—¡Buuu!
Joe se asoma desde debajo del muro y la agarra al vuelo por la cazadora. _____ grita.
—Te lo habías creído, ¿eh? —La besa.
—Solo me faltaba esto. Me ves así y me gastas incluso estas bromas.
—Lo he hecho adrede. Necesitabas un buen susto para olvidarlo todo.
—Eso es para el hipo.
—¿Y qué, acaso tú no tenías hipo? Venga, ven aquí. —La ayuda a saltar el muro. Están fuera del puente, sobre una pequeña cornisa.
Bajo ellos, el río, un poco más allá, la Olímpica iluminada. Envueltos en la oscuridad y en el lento fluir de la corriente, se vuelven a besar. Apasionados, embargados de deseo. Él le levanta la camiseta y lleva las manos hasta sus senos, liberándolos. Luego se desabrocha la camisa y apoya su piel suave contra su pecho. Permanecen así, respirando su mutuo calor, escuchando sus corazones, sintiendo cómo el viento fresco de la noche acaricia la piel de ambos.
Más tarde, sentados sobre el borde del muro, contemplan el cielo y las estrellas.
_____ está tumbada, ya serena, con la cabeza apoyada sobre las piernas de Joe. Él le acaricia el pelo. En silencio. _____ ve una pintada.
—Tú no harías nunca algo así por mí.
Joe mira en derredor. Un espray romántico ha salpicado una frase de amor: «Cervatilla, te amo.»
—Es verdad. Yo no sé escribir, lo dices tú.
—Bueno, podrías pedirle a alguien que lo hiciera por ti. —_____ echa hacia atrás la cabeza, sonriéndole al revés.
—Ja, ja… bueno, si yo lo hiciera, escribiría algo de ese tipo, me parece mucho más apropiado para ti.
Sobre una de las columnas que hay justo frente a ellos hay otra pintada: «Cathia tiene el segundo culo más bonito de Europa.» «Segundo» ha sido añadido entre paréntesis. Joe sonríe.
—Es una pintada mucho más sincera. Entre otras cosas, porque el tuyo es el primero.
_____ baja rápidamente del muro y le da un pequeño puñetazo.
—¡Cerdo!
—¿Qué haces? ¿Me pegas también a mí? Por lo visto tienes ese vicio…
—No me gusta esa broma…
—Está bien, olvídala. —Joe trata de abrazarla. _____ se escabulle—. ¿No me crees? Te lo prometo…
—Claro… ¡porque si no te pego!
Frente a la gasolinera de la plaza Euclide un grupo de jóvenes está escuchando a un tipo muy divertido. Tendría éxito en un pequeño teatro de cabaret. En cambio, se ha obstinado en hacer economía y comercio a pesar de que delante de sus profesores no dice ni pío. Un poco más allá, delante de Pandemonium, se han citado unos chicos algo más mayores. Llega un BMW Z3. Del coche baja una morena con las medias tan perfectas como sus piernas. Lleva una chaqueta negra y unas bermudas plisadas de seda opaca. El coche es azul celeste y un publicista no sería capaz de idear nada mejor. Al bajar él, sin embargo, la magia se desvanece. Tiene cuatro pelos en la cabeza y una barriga incipiente. Un creador como es debido no lo elegiría nunca. Algo más allá, frente al quiosco, hay parada una camioneta. Dos policías controlan sin demasiada convicción la documentación de algunos de los muchachos que hay por allí, luego se marchan.
Un coche pasa veloz tocando el claxon. Una chica rubia se asoma a la ventanilla, saluda a alguien y desaparece derrapando a la derecha, por la calle Siacci. Una morena entra en el café Shop a comprar tabaco.
Luego van llegando todos, paulatinamente. Tocando el claxon y reduciendo gas. Algunos suben a la acera con la moto, otros la aparcan enfrente de la puerta metálica cerrada del Euclide. _____ baja de la moto de Joe, se tira el pelo hacia atrás con la mano. En ese momento llega a su lado Pallina.
—Genial, ¿no?
—¿El qué?
—Bueno, que nos hayamos escapado así, en medio de la noche, sin pagar. Yo no lo había hecho nunca. Vamos, es demasiado divertido. Y, además, son simpáticos, ¿no?
—No. Yo no me he divertido para nada.
—Venga, por una vez…
—No es solo una vez, lo sabes de sobra. Para ellos es una costumbre. No lo entiendes, Pallina. Es como si robaras. Comiendo sin pagar, tú has robado.
—¡Pues sí que…! Un plato de pasta y una cerveza. ¡El robo del siglo!
—Pallina, cuando no quieres entender algo no hay nada que hacer, ¿eh?
Repentinamente, una mano le da dos golpes no precisamente ligeros sobre el hombro: es Maddalena. Mastica chicle y la mira sonriendo.
—Mira que tú aquí no puedes venir.
—¿Por qué?
—Porque yo no quiero.
—No me parece que este sitio sea tuyo, así que no puedes prohibírmelo.
_____ se vuelve hacia Pallina dando por zanjada la discusión. Trata de iniciar una conversación cualquiera. Pero esta vez un violento tirón le obliga a darse la vuelta.
—A lo mejor no me has entendido. Tienes que irte. —Maddalena da una palmada sobre el hombro de _____—. ¿Lo entiendes?
_____ suspira.
—Pero ¿se puede saber qué es lo que quieres de mí? ¿Quién te conoce? ¿Quién eres?
Maddalena alza el tono. Enrojece.
—Soy una que te va a partir la cara. —Luego se acerca y le grita a un palmo de la cara—. ¿Lo has entendido?
_____ hace una mueca de desprecio. A su alrededor, alguno se ha vuelto para mirar lo que está pasando. Poco a poco, la gente deja de hablar y les hace corro.
Todos saben lo que está a punto de suceder. También _____ lo sabe. Intenta zafarse de ella. Maddalena está cerca, demasiado.
—Oye, déjalo ya. No me gustan los escándalos.
—Ah, no te gustan, ¿eh? Entonces es mejor que te quedes en casa…
Maddalena avanza amenazadora. _____ extiende las manos y se las pone sobre los hombros tratando de mantenerla a una cierta distancia.
—Oye, ya te he dicho que no quiero discutir…
—¿Qué haces? —Maddalena mira la mano de _____ sobre su hombro—. ¿Me pones las manos encima? ¡Aparta enseguida esa mano de ahí! —Y asesta un fuerte golpe en el brazo de _____.
—Está bien, me voy. ¿Joe?
_____ se da la vuelta para buscarlo. Pero en ese preciso momento siente arder el pómulo derecho. Algo le ha golpeado. Se da la vuelta. Maddalena está frente a ella. Tiene los puños en alto, cerrados y desafiantes, y sonríe. Ha sido ella la que le ha pegado. _____ se lleva la mano a la mejilla. El pómulo está ardiendo y le hace daño.
Maddalena le da una patada en la tripa. _____ retrocede. Maddalena le alcanza de refilón pero le hace igualmente daño. _____ se da la vuelta para marcharse.
—¿Adónde crees que vas, gilipollas?
Una patada desde detrás le da de lleno en el culo, empujándola hacia delante.
_____ logra mantener el equilibrio. Tiene los ojos anegados en lágrimas. Sigue andando lentamente. A su alrededor siente el jaleo, caras que se ríen, otras que la miran en silencio, alguno la señala.
Unas chicas la miran preocupadas. El ruido del tráfico lejano. Luego ve a Joe. Delante de ella. Inesperadamente, oye correr a sus espaldas. Es Maddalena. Cierra los ojos y agacha levemente la cabeza. Le va a pegar de nuevo. Siente que le tiran del pelo desde detrás, que casi la arrastran. Gira sobre sí misma para no caerse. Acaba corriendo con la cabeza gacha, tirada por Maddalena, por aquella furia que no deja de chillar y le llena de puñetazos la cabeza, el cuello, la espalda. Parece que le vaya a arrancar el pelo y un dolor atroz le llega hasta el cerebro haciéndole enloquecer.
Trata de desasirse. Pero cada tirón es un pinchazo agudo más, un dolor desgarrador.
Entonces se pone a correr hacia ella como si la estuviera persiguiendo. _____ extiende las manos y agarra su cazadora, empujándola con todas sus fuerzas, cada vez más cerca, más rápido, sin ver adónde va, sin entender. Se produce un fuerte ruido de hierro, de metal que retumba. Se ve repentinamente liberada. Maddalena ha ido a parar contra unas motos, se ha caído al suelo, arrastrando al hacerlo una SH 50 y un viejo Free. Y ahora está ahí parada mientras una rueda sucia, con los rayos oxidados, sigue girando, y un pesado chasis y un manillar le impiden moverse. _____ siente que la rabia se apodera de ella, como una marea, como una enorme ola de odio. Siente su cara congestionada, su respiración entrecortada, el dolor en el pómulo, su cabeza dolorida y, en un visto y no visto, se abalanza sobre ella. Empieza a golpearla dando patadas como un animal, irreconocible. Maddalena prueba a levantarse. _____ se inclina sobre ella y le asesta puñetazos, dándole en todas partes, chillando, arañándola, tirándole del pelo, dibujando sobre su cuello largas líneas irregulares de sangre. Dos manos fuertes la levantan por detrás. _____ se encuentra de repente dando patadas al aire, forcejeando para poder desasirse y poder volver a pegar, morder, hacer daño. Al alejarse, una última patada precisa, aunque no del todo intencionada, da de lleno en otra moto. Una SH 50 cae lenta junto a Maddalena, ya exhausta.
—Oh, mi moto —protesta un inocente.
Mientras la arrastran fuera de allí, _____ mira a la multitud. Ya no se ríen. La observan en silencio. Le abren paso. Se echa hacia atrás abandonándose a la persona que se la lleva. Y una risa nerviosa sale de su interior en dirección al cielo. Recuerda a aquella maleducada que presidía la mesa. Sigue riéndose cada vez más fuerte, pero no oye salir nada más de su boca.
El viento fresco le acaricia la cara. Cierra los ojos. La cabeza le da vueltas. El corazón le late con fuerza. Su respiración es entrecortada y arranques violentos de rabia, aún sin aplacar, la sacuden de cuando en cuando. Algo bajo ella se detiene.
Está sobre la moto. Joe la ayuda a bajar.
—Ven aquí.
Están sobre el puente de la avenida de Francia. Sube las escaleras. Se acerca a la fuente. Joe moja su bandana y se la pasa por la cara.
—¿Va mejor?
_____ asiente con la cabeza. Joe se sienta sobre el muro que hay allí cerca, con las piernas colgando abiertas. La mira risueño.
—¿Quién eras tú? ¿La que odia a los matones? ¿A los violentos? ¡Menos mal! Mira que si no te llego a apartar, habrías acabado por matar a esa desgraciada.
_____ da un paso hacia él, luego se echa a llorar. Repentinamente, de manera convulsiva. Como si algo se hubiera roto, un dique, una barrera, liberando aquel torrente de lágrimas y sollozos. La mira, abriendo las manos, sin saber muy bien qué hacer. Luego abraza aquellos pequeños hombros temblorosos.
—Venga, no llores. No es culpa tuya. Ella te provocó.
—Yo no quería pegarle, no quería hacerle daño. En serio… No quería.
—Sí, lo sé.
Joe le pone una mano bajo la barbilla. Recoge una diminuta lágrima salada, luego le levanta la cara. _____ abre los ojos, sorbiendo por la nariz, parpadeando, sonriendo y riéndose, aún nerviosa. Joe se acerca lentamente a sus labios y la besa.
Bajo la suya, su boca le parece más blanda de lo habitual, cálida y dócil, ligeramente salada. Ella se abandona buscando consuelo en aquel beso, dulcemente al principio, más y más fuerte después hasta que, desesperada, se esconde en su cuello. Y él siente entonces cómo se refugian en él sus mejillas mojadas, su piel fresca, sus pequeños sollozos.
—Ahora basta. —La aparta—. Venga, deja ya de llorar. —Joe se sube al muro—. Si no dejas de llorar me tiro. En serio… —Da algunos pasos vacilantes sobre el borde de mármol. Abre los brazos tratando de mantener el equilibrio—. Entonces qué haces, paras o me tiro…
Muchos metros más abajo, el río tranquilo y oscuro, el agua teñida de negro por la noche, las orillas llenas de matorrales. _____ lo mira preocupada, sin dejar de sollozar.
—No hagas eso… por favor.
—¡Deja de llorar!
—No depende de mí…
—Entonces adiós…
Joe da un salto y, gritando, se arroja al vacío. _____ corre hacia el borde del muro.
—¡Joe! —No se ve nada, solo el lento fluir del río arrastrado por su corriente.
—¡Buuu!
Joe se asoma desde debajo del muro y la agarra al vuelo por la cazadora. _____ grita.
—Te lo habías creído, ¿eh? —La besa.
—Solo me faltaba esto. Me ves así y me gastas incluso estas bromas.
—Lo he hecho adrede. Necesitabas un buen susto para olvidarlo todo.
—Eso es para el hipo.
—¿Y qué, acaso tú no tenías hipo? Venga, ven aquí. —La ayuda a saltar el muro. Están fuera del puente, sobre una pequeña cornisa.
Bajo ellos, el río, un poco más allá, la Olímpica iluminada. Envueltos en la oscuridad y en el lento fluir de la corriente, se vuelven a besar. Apasionados, embargados de deseo. Él le levanta la camiseta y lleva las manos hasta sus senos, liberándolos. Luego se desabrocha la camisa y apoya su piel suave contra su pecho. Permanecen así, respirando su mutuo calor, escuchando sus corazones, sintiendo cómo el viento fresco de la noche acaricia la piel de ambos.
Más tarde, sentados sobre el borde del muro, contemplan el cielo y las estrellas.
_____ está tumbada, ya serena, con la cabeza apoyada sobre las piernas de Joe. Él le acaricia el pelo. En silencio. _____ ve una pintada.
—Tú no harías nunca algo así por mí.
Joe mira en derredor. Un espray romántico ha salpicado una frase de amor: «Cervatilla, te amo.»
—Es verdad. Yo no sé escribir, lo dices tú.
—Bueno, podrías pedirle a alguien que lo hiciera por ti. —_____ echa hacia atrás la cabeza, sonriéndole al revés.
—Ja, ja… bueno, si yo lo hiciera, escribiría algo de ese tipo, me parece mucho más apropiado para ti.
Sobre una de las columnas que hay justo frente a ellos hay otra pintada: «Cathia tiene el segundo culo más bonito de Europa.» «Segundo» ha sido añadido entre paréntesis. Joe sonríe.
—Es una pintada mucho más sincera. Entre otras cosas, porque el tuyo es el primero.
_____ baja rápidamente del muro y le da un pequeño puñetazo.
—¡Cerdo!
—¿Qué haces? ¿Me pegas también a mí? Por lo visto tienes ese vicio…
—No me gusta esa broma…
—Está bien, olvídala. —Joe trata de abrazarla. _____ se escabulle—. ¿No me crees? Te lo prometo…
—Claro… ¡porque si no te pego!
SandyJonas
Re: Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú]
Capítulo 44
—¿Alessandri?
—Presente.
—¿Bandini?
—Presente.
La Boi está pasando lista. _____, sentada en su pupitre, controla preocupada su justificación. Ya no le parece tan perfecta. La Boi se salta un apellido. Una alumna que está en el aula y que tiene a gala su propia identidad se lo hace notar. La Boi se disculpa y después inicia de nuevo a pasar lista desde donde se ha equivocado. _____ se tranquiliza un poco. Con una maestra así es probable que su justificación pase inobservada. Cuando llega el momento, lleva el diario a la mesa junto a las otras dos alumnas que han faltado el día anterior. Se queda allí, de pie, con el corazón a mil por hora. Pero todo sale a pedir de boca.
_____ vuelve a su asiento y sigue el resto de la lección relajada. Le llega una nota. Pallina le sonríe desde su pupitre. La ha lanzado ella. Es un dibujo. Una muchacha tirada en el suelo y otra en pose de boxear. Arriba del dibujo, un gran título: «_____ III». Es la parodia de Rocky. Arriba está también el nombre de Maddalena con la palabra hortera entre paréntesis. Junto a la otra muchacha, en cambio, figura una frase: «_____, sus puños son de granito, sus músculos de acero. Cuando llega ella toda la plaza Euclide tiembla y las horteras, finalmente, ponen pies en polvorosa.» _____ no puede por menos que echarse a reír.
Justo en ese momento suena el timbre. La Boi, después de haber recogido sus cosas con cierta dificultad, sale de la clase. La Giacci entra en ella antes de que a sus alumnas les dé tiempo a salir. Todas vuelven silenciosas a sus asientos. La profesora se dirige a su mesa. _____ tiene la sensación de que la Giacci, al entrar, mira a su alrededor como si estuviera buscando algo. Luego, al verla a ella, parece aliviada y esboza una sonrisa. Mientras se sienta, _____ piensa que se trata solo de una sensación. Tiene que dejar de pensar en ello, se está obsesionando. En el fondo, la Giacci no tiene nada contra ella.
—¡_____*! —_____ se levanta. La Giacci la mira risueña—. Venga, venga, _____*. —_____ abandona su pupitre. Por lo visto era algo más que una mera sensación. En historia ya le han preguntado. La Giacci tiene algo contra ella—. Traiga también su cuaderno. —Al oír esa frase, el corazón le da un vuelco. Cree que se va a desmayar. La clase parece empezar a dar vueltas a su alrededor. Mira a Pallina.
También ella ha palidecido. _____, con el cuaderno en las manos, terriblemente pesado, insostenible casi, se acerca a la mesa. ¿Por qué quiere su libreta? Su mala conciencia parece no tener nada que sugerirle. De repente se enciende una pequeña luz. Puede que solo quiera volver a controlar la nota firmada. Se aferra a esa esperanza, a esa improbable ilusión. Pone el cuaderno sobre la mesa.
La Giacci lo abre, sin quitarle ojo.
—Ayer no vino al colegio, ¿verdad?
Aquel pequeño hilo de esperanza se desvanece también.
—¿Puedo saber por qué?
—No me encontraba bien. —En ese momento se encuentra fatal. La Giacci se aproxima peligrosamente a la página de las justificaciones. Encuentra la última, la culpable.
—Imagino que esta es la firma de su madre, ¿verdad? —La profesora le pone el cuaderno bajo los ojos. _____ mira su intento de imitación. Repentinamente, le parece terriblemente falso, increíblemente tembloroso, manifiestamente artificial. Un «sí» sale de sus labios, tan débil que apenas se puede oír.
—Qué extraño. Acabo de hablar con su madre por teléfono y no estaba al corriente de su ausencia. Menos aún de haber firmado algo. En estos momentos, viene hacia aquí. No parecía muy contenta. Usted ha acabado con este colegio, _____*. Será expulsada. Una firma falsa, en caso de ser denunciada a quien corresponde como tengo la intención de hacer, supone la expulsión definitiva. Qué lástima, _____*, podría haber sacado una buena nota en la selectividad. Tendrá que esperar al año que viene. Tenga.
_____ coge de nuevo el cuaderno. Ahora lo encuentra increíblemente ligero. De repente, todo le parece diferente, sus movimientos, sus pasos. Tiene la impresión de estar flotando en el aire. Al volver a su sitio advierte las miradas de sus compañeras, aquel extraño silencio.
—¡Esta vez, _____*, es usted la que se ha equivocado!
No consigue entender muy bien lo que sucede a continuación. Se encuentra en una habitación con unos bancos de madera. Su madre chilla. Llega la Giacci con la directora. Le hacen salir. Discuten un buen rato mientras ella las espera en el pasillo.
Una monja pasa por allí. Se intercambian una mirada que no va aparejada a ningún tipo de sonrisa o saludo. Finalmente, sale su madre. Se la lleva de allí tirándole del brazo. Está furibunda.
—¿Me expulsan, mamá?
—No, mañana por la mañana vuelves al colegio. Puede que haya una solución pero antes quiero saber lo que piensa tu padre, si también él está de acuerdo.
¿Qué solución será, que requiere el consentimiento de su padre? Después de comer, se entera. Es solo cuestión de dinero. Tendrán que pagar. Lo bueno de los colegios privados es que todo se puede resolver fácilmente. El único gran problema es «cuánto» fácilmente.
Daniela entra en la habitación de su hermana con el móvil en la mano.
—Ten, es para ti. —_____, cansada de tanto acontecimiento, se ha quedado dormida.
—¿Sí?
—Hola, ¿salimos? —Es Joe. _____ se incorpora en la cama. Completamente despierta.
—Me encantaría, pero no puedo.
—Venga, vamos al Parnaso, o al Pantheon si prefieres. Te invito a un granizado de café con nata en la Tazza de Oro. ¿Lo has probado ya? Está buenísimo.
—Estoy castigada.
—¿Otra vez? ¿No se había acabado?
—Sí, pero hoy la maestra ha pillado la firma falsa y se ha organizado un buen lío. Esa no me puede ver. Ha informado a la directora. Por poco repito todo el año. Pero mi madre, al final, lo ha resuelto.
—¡Bien por ella! Tiene un carácter tremendo… pero consigue siempre lo que quiere.
—Bueno, la cosa no se ha resuelto precisamente así. Ha tenido que pagar.
—¿Cuánto?
—Cinco mil euros. Para obras de caridad…
Joe silba.
—¡Coño! Menuda demostración de bondad. —Sigue un silencio embarazoso—. ¿_____?
—Sí, estoy aquí.
—Pensaba que se había cortado la línea.
—No, estaba pensando en la Giacci, mi profesora. Tengo miedo de que la historia no se acabe aquí. La puse en evidencia delante de toda la clase y me la quiere hacer pagar como sea.
—¿Más de cinco mil euros?
—Esos los ha desembolsado mi madre, claro… son algo así como una especie de donación. Ahora arremeterá contra mí. ¡Menudo coñazo! Con las buenas notas que tengo la selectividad habría sido pan comido.
—¿Entonces no puedes venir?
—No, ¿estás loco?, si llama mi madre y no me encuentra sucede una catástrofe.
—En ese caso, voy yo a tu casa. —_____ mira el reloj. Son casi las cinco. Raffaella no volverá hasta mucho más tarde.
—Está bien, ven. Te invito a un té.
—¿No podría ser una cerveza?
—¿A las cinco?
—No hay nada mejor que una cerveza a las cinco y, además, hay otra cosa: odio a los ingleses. —Cuelga.
—Dani, voy un momento a la tienda, ¿necesitas algo?
—No, nada, ¿quién viene? ¿Joe?
—Vuelvo enseguida. —Compra dos tipos de cerveza, una lata de Heineken y otra de Peroni. Si se hubiera tratado de vino habría entendido algo más. De cerveza no tiene ni idea. Vuelve a subir a casa rápidamente y las mete en la nevera. Poco después suena el telefonillo.
—¿Sí?
—Soy yo, _____.
—Primer piso. —Aprieta dos veces el botón y se encamina hacia la puerta. No puede evitar mirarse en el reflejo de un cuadro. Todo está bien. Abre la puerta. Lo ve subir corriendo por las escaleras. Se detiene solo en el último momento, justo para dedicarle esa sonrisa que a ella le gusta tanto.
—Hola. —_____ se aparta para dejarlo pasar. Él entra y a continuación saca de debajo de la cazadora una caja.
—Ten, son galletitas inglesas de mantequilla. Las he comprado aquí cerca, son estupendas.
—Galletitas inglesas de mantequilla… Entonces sí que hay algo que te gusta de los ingleses…
—La verdad es que no las he probado nunca. Pero a mi hermano le privan. Y él está obsesionado con tartas de manzana y cosas por el estilo así que tienen que estar buenísimas. A mí me gustan solo las cosas saladas. Hasta para desayunar como siempre un sándwich o un bocadillo. Dulces casi nunca.
_____ sonríe. Ligeramente preocupada por lo distintos que son, incluso en las cosas más insignificantes.
—Gracias, me las comeré enseguida.
En realidad, está a dieta y esos pequeños rectángulos de mantequilla desmenuzables deben de tener unas cien calorías cada uno. Joe va tras ella, él también ligeramente preocupado. Las galletas no las ha comprado, las ha cogido en su casa. Pero luego lo piensa mejor y se tranquiliza. En el fondo, le está haciendo un favor a Kevin. Un poco de dieta no le vendrá mal. Daniela sale adrede de su habitación para verlo.
—Hola, Joe.
—Hola. —Él le da la mano sonriente, parece no haber prestado demasiada importancia al hecho de que ella sepa su apodo. _____ fulmina con la mirada a su hermana. Daniela, pillando al vuelo sus intenciones, finge coger algo y regresa de inmediato a su habitación. Poco después, el agua empieza a hervir. _____ coge una caja de color rosa. Con una cucharita vierte diminutas hojas de té en el cacito.
Lentamente, un perfume ligero inunda la cocina.
Luego van al salón. Ella con una taza de té a la cereza humeante entre las manos, él con las dos cervezas, resolviendo de este modo cualquier posible duda.
_____ coge un álbum de fotografías de la librería y se las enseña. Puede que sea la Heineken, o también la Peroni, pero el caso es que se está divirtiendo. Escucha las historias entusiastas que vienen a continuación de cada fotografía, un viaje, un recuerdo, una fiesta.
Esta vez no se duerme. Foto a foto, la ve crecer, ojeando aquellas páginas con celofán. La contempla cuando le salen los primeros dientes, cuando apaga una velita, cuando va en bicicleta y luego, un poco más mayor, en el tiovivo con su hermana.
Sobre el trineo con Papá Noel, en el zoo con un cachorro de león entre los brazos.
Poco a poco, su rostro adelgaza, su pelo se aclara, su pequeño pecho aumenta de tamaño y, de repente, tras aquella página, se ha convertido ya en una mujer. Atrás queda el chicote enfurruñado en bañador con las manos sobre las caderas. Un pequeño bikini cubre el cuerpo moreno de una bonita muchacha, de piernas lisas, ahora delgadas y más largas. Sus ojos claros son ya capaces de entender, su inocencia una elección. Sentada sobre un patín, unos hombros delgados, puede que demasiado angulosos, se asoman dorados por entre los últimos mechones de pelo aclarado por el mar. Al fondo, unos bañistas desenfocados ignoran que han sido inmortalizados.
A medida que pasan las páginas, ella se va pareciendo cada vez más al original que está sentado a su lado. Joe, interesado en aquellas historias, observa aquellas fotos, se bebe la segunda cerveza, hace de tanto en tanto alguna pregunta. _____, de repente, sabiendo ya lo que viene a continuación, trata de saltar una página.
Joe, divertido por aquel millar de pequeñas versiones suyas, se le adelanta.
—Eh, no, quiero verlo.
Simulan una lucha, solo para abrazarse un poco y sentirse más cerca. Luego él, después de haber ganado, suelta una carcajada. Ahí está, cómica y haciendo una mueca con los ojos torcidos, en medio de la página. A _____ nunca le ha gustado aquella foto.
—Extraño, es la que más se parece a ti. —Ella, fingiendo ofenderse, le pega.
Luego pone el álbum en su sitio, coge su taza, las dos latas de cerveza ya vacías y va hasta la cocina. Joe, a solas, da vueltas por el salón. Se para delante de algunos cuadros de autores que desconoce. Sobre una mesa ancha de patas cortas hay toda una serie de cajitas y ceniceros de plata, colocados al azar, que habrían hecho las delicias de sus amigos.
_____ lava su taza y tira las dos latas de cerveza vacías en la basura que hay bajo la pila, cubriéndolas con un brik de leche vacío y con unos pañuelos de papel arrugados. No debe dejar ningún rastro. Al volver al salón, Joe ha desaparecido de verdad.
—¿Joe? —No hay respuesta. Se dirige a su habitación—. ¿Joe? —Lo ve. Está de pie junto a su escritorio ojeando su diario.
—No está bien leer las cosas de los demás sin su permiso. —_____ le arranca el diario de las manos. Él la deja hacer. De todos modos, ya ha leído lo que le interesa.
Lo memoriza.
—¿Por qué, acaso hay algo escrito que podría hacerme enfadar?
—Son cosas mías.
—Espero que no haya mensajes o partes dedicadas a ese memo del BMW.
—No, esa fue una historia un poco así, un pequeño flirt. —Se divierte pronunciando exageradamente la palabra extranjera.
—Un pequeño flirt —la imita Joe.
—Por supuesto, nada que ver con la historia que hubo entre tú y esa loca furiosa.
—¿A quién te refieres? —Joe finge no entenderla.
—¡Venga, sabes de sobra a quién me refiero! A esa morena, la bravucona que ayer puse en su sitio. No me digas que esa se me tiró encima solo para divertirse. Entre vosotros hay algo más que un flirt…
Joe se ríe y se acerca a ella, la besa, arrastrándola hasta la cama. Luego empieza a subirle la camiseta.
—Quieto, venga. Si llegan mis padres y nos pillan se enfadarán, y si, además, nos encuentran en mi habitación, se organizará una buena.
—Tienes razón. —Joe la coge y la levanta con facilidad, acostumbrado a barras mucho más pesadas que aquel delicado cuerpo—. Es mejor que vayamos allí. —Sin darle tiempo a responder, se mete en la habitación de los padres de _____ y cierra la puerta. Luego la coloca suavemente sobre la cama y, besándola en la penumbra del dormitorio, se extiende junto a ella.
—Estás loco, lo sabes, ¿verdad? —le susurra al oído. Él no responde. Un pequeño rayo del último sol se filtra a través de la persiana bajada e ilumina su boca.
Puede ver aquellos dientes blancos y perfectos sonreírle y entreabrirse antes de perderse en un beso. Luego, sin saber cómo, se encuentra entre sus brazos desnuda de cintura para arriba. Siente su piel acariciarle, sus manos apoderarse dulcemente de su pequeño seno. _____ tiene los ojos cerrados, sus labios suaves se abren y se cierran con un ritmo constante, cambiando un poco de cuando en cuando, pequeña fantasía del beso. Inesperadamente, se siente más tranquila, más libre. La mano de Joe se adueña en silencio de su cinturón.
Desabrocha el cierre. En la oscuridad de la habitación, _____ oye el crujido del cuero, el ruido de la hebilla metálica. Con los cinco sentidos puestos en ello, sin dejar de besarlo. La habitación parece suspendida en el vacío. Solo el lento tictac de un despertador lejano, su respiración cercana, ahora entrecortada por el amor. Un ligero apretón. El cinturón se cierra un poco más y el clavo abandona el tercer agujero de bordes oscuros, el más estropeado, el más gastado, fruto de su estricta dieta. En un abrir y cerrar de ojos, sus Leviʹs se abren. Los botones de plata, antes aprisionados, se ven liberados por el toque mágico de sus dedos. Uno tras otro, cada vez más abajo, mientras aumenta el peligro. _____ contiene la respiración y algo sucede de repente en medio del encanto de aquellos besos. Un leve cambio, casi imperceptible. Aquel suave hechizo parece desvanecerse. A pesar de que siguen besándose, entre ellos se produce algo parecido a una silenciosa espera. Joe trata de percibir algo, una señal, una muestra de su deseo. Pero _____ permanece inmóvil, sin dejar traslucir nada. De hecho, todavía no ha tomado ninguna decisión. Nadie había llegado antes hasta aquel punto. Siente sus vaqueros abiertos y la mano de él sobre el borde de la pierna.
Sigue besándolo, sin querer pensar, sin saber muy bien qué hacer. En ese momento, la mano de Joe decide correr el riesgo. Se mueve lentamente, con delicadeza pero, a pesar de ello, ella puede sentirla de todos modos. Entorna los ojos exhalando un suspiro. Los dedos de Joe sobre su piel, sobre aquel borde rosa fruncido, sus bragas.
El elástico se aleja un poco de su vientre y casi de inmediato resbala de su mano para volver veloz a su sitio. Un segundo intento más decidido. Bajo sus vaqueros, la mano de Joe aprisiona su cadera y allí, insolente y resuelta, pasa por debajo del elástico. Se desliza hacia abajo, hacia el centro, acariciándole la tripa, más y más abajo, hasta aquel contorno rizado, frontera aún inexplorada.
Pero entonces sucede algo. _____ le sujeta la mano. Joe la mira en la penumbra.
—¿Qué pasa?
—Chss. —_____ se incorpora sobre un lado, aguzando los oídos para tratar de oír lo que pasa más allá de la habitación, del cierre metálico, abajo, en el patio. Un ruido repentino, una aceleración familiar. Esa marcha atrás.
—¡Mi madre! Rápido, tenemos que darnos prisa. —Se visten en menos que canta un gallo. _____ tira de la colcha. Joe acaba de meterse la camisa en los pantalones. Alguien llama a la puerta de la habitación. Se quedan paralizados por un momento. Es Daniela.
—_____, mira que mamá ha vuelto. —No le da tiempo a acabar la frase. La puerta se abre.
—Gracias, Dani, lo sé.
_____ sale arrastrando a sus espaldas a Joe. Él se resiste un poco.
—No, quiero hablar, ¡quiero aclarar de una vez por todas esta situación!
De nuevo, en su cara, esa sonrisa insolente.
—Déjate de bromas. No sabes lo que mi madre sería capaz de hacerte si te encontrara aquí. —Se dirigen al salón—. Rápido, sal por ahí, así no te cruzarás con ellos. —_____ abre la cerradura de la puerta principal. Sale al rellano. El ascensor da directamente al patio. Lo llama. Se intercambian un beso apresurado.
—Quiero una cita con Raffaella.
Ella lo empuja dentro del ascensor.
—¡Desaparece!
Joe aprieta el botón de la planta baja y, con una sonrisa, sigue el consejo de _____. Justo en ese momento, la otra puerta, la de servicio, se abre. Entra Raffaella.
Apoya algunas bolsas sobre la mesa de la cocina. Entonces tiene como una especie de presentimiento, siente que algo flota en el aire, puede que el golpe que da la otra puerta al cerrarse.
—¿Eres tú, _____? —Va de inmediato al salón. _____ ha encendido la televisión.
—Sí, mamá, estoy mirando televisión. —Pero un leve enrojecimiento la traiciona. A Raffaella le basta simplemente eso. Se asoma sin perder tiempo a la ventana que da al patio. El ruido de una moto que se aleja, unas hojas de yedra que todavía se mueven en una esquina. Demasiado tarde. Cierra la ventana. Se cruza con Daniela en el pasillo.
—¿Ha venido alguien a casa?
—No sé, mamá, yo he estado todo el tiempo estudiando en mi habitación.
Raffaella decide dejarlo estar. Con Daniela no sirve de nada insistir. Va a la habitación de _____, la recorre con la vista. Todo parece estar en su sitio. No hay nada extraño. Incluso la colcha está perfecta. Entonces, procurando que nadie la vea, pasa la mano por encima de ella. Está fría. Nadie se ha tumbado encima. Exhala un suspiro de alivio y va a su habitación. Se quita el traje de chaqueta, lo cuelga de una percha. Luego coge un suéter de angora y una cómoda falda. Se sienta en la cama y se la pone. Ignorante y tranquila, sin que ni siquiera se le pase por la cabeza que, justo allí, poco antes, estaba su hija. Abrazada a ese chico que ella no soporta. Ahí, donde ahora está sentada ella, sobre aquella colcha que aún conserva el calor de tempranas e inocentes emociones.
Claudio llega algo más tarde. Habla largo y tendido con _____, sobre la firma falsa, los cinco mil euros que ha tenido que pagar, sobre su comportamiento de los últimos días. Luego se sienta delante del televisor, finalmente tranquilo, esperando a que la cena esté lista. Pero justo en ese momento Raffaella lo llama desde la cocina.
Claudio se dirige allí sin perder tiempo.
—¿Qué pasa ahora?
—Mira… —Raffaella le señala las dos latas de cerveza que se ha bebido Joe.
—Cerveza, ¿qué pasa?
—Estaba escondida en el cubo de la basura debajo de unos Scottex.
—¿Y qué?, habrán bebido un poco de cerveza. ¿Qué hay de malo?
—Ese chico ha estado aquí esta tarde. Estoy segura…
—¿Qué chico?
—El que pegó a Accado, el mismo con el que tu hija se escapó del colegio. Joseph Jonas, Joe, el novio de _____.
—¿El novio de _____?
—¿No ves cómo ha cambiado? ¿Es posible que no te des cuenta de nada…? Y todo por culpa suya. Va a hacer carreras de motos, firma justificaciones falsas… Y, además, ¿has visto el morado que tiene bajo el ojo? Yo creo que incluso le pega.
Claudio se queda sin saber qué decir. Nuevos problemas. ¿Será posible que haya pegado a _____? Tiene que hacer algo, intervenir. Se enfrentará a él, sí, lo hará.
—Ten. —Raffaella le tiende un trozo de papel.
—¿Qué es?
—La matrícula de ese chico. Llama a nuestro amigo Davoni, se la dices, consigues su dirección y vas a hablar con él.
Ahora sí que no le queda más remedio que hacerlo. Se agarra a un clavo ardiendo.
—¿Estás segura de que es la suya?
—La leí el otro día delante del colegio de _____. La recuerdo perfectamente.
Claudio se mete el trozo de papel en la cartera.
—¡No la pierdas! —Aquellas palabras de Raffaella son más una amenaza que un consejo. Claudio vuelve al salón y se deja caer sobre el sofá delante de la tele. Una pareja habla de sus asuntos delante de una mujer de maneras quizá demasiado masculinas. ¿Cómo pueden tener ganas de ir a discutir delante de todos en televisión? Él apenas si puede soportarlo en su casa, entre las cuatro paredes de su cocina. Y ahora le toca ir a hablar con ese muchacho. Le atizará también a él. Piensa en Accado. Puede que acabe en la misma habitación de hospital. Se harán compañía.
Tampoco eso lo anima. Accado no le cae demasiado bien. Claudio saca la cartera y se dirige al teléfono. Joseph Jonas, Joe. Ese chico le ha costado ya cinco mil euros y dos cervezas. Coge la nota con la matrícula de la moto y marca el número de su amigo Davoni. Luego, mientras espera a que alguien le conteste al otro lado de la línea, piensa en su mujer. Raffaella es increíble. Apenas ha visto una o dos veces la moto de ese chico y recuerda perfectamente la matrícula. Él hace un año que tiene el Mercedes y todavía no se sabe de memoria la suya.
—¿Sí, Enrico?
—Sí.
—Hola, soy Claudio _____*.
—¿Cómo estás?
—Bien, ¿y tú?
—Estupendamente… me alegro de oírte.
—Oye, perdona que te moleste, pero necesito un favor. —Por un momento, Claudio espera que Enrico no sea excesivamente amable.
—¡Claro! Cuéntamelo todo.
No hay duda, cuando menos necesitas un favor, más gente encuentras dispuesta a hacértelo.
SandyJonas
Re: Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú]
Bueno, y ahí os lo dejo, eh? Que soy muy buena.. xDD
Ya sabéis, comentad mucho, que no cuesta nadaa!! :D
Se os quiere, readers!!! <3
Ya sabéis, comentad mucho, que no cuesta nadaa!! :D
Se os quiere, readers!!! <3
SandyJonas
Re: Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú]
=(
Pobre rayis, le pegan una buenaa... u_u
pero menos mal que ahí está Joe.. :arre:
Síguelaa :D
Pobre rayis, le pegan una buenaa... u_u
pero menos mal que ahí está Joe.. :arre:
Síguelaa :D
TeenageDreamJB❤
Re: Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú]
joe y la rayis ksi lo hacen..pro interrumpio la mam
:/ bueno siguela que ya quiero saber que es lo
que va a pasar con la conversacion del papa de la
rayis y joe..
ahhhhh
siguela!!!!
:/ bueno siguela que ya quiero saber que es lo
que va a pasar con la conversacion del papa de la
rayis y joe..
ahhhhh
siguela!!!!
jamileth
Re: Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú]
Chicass!!!!
He empezado una nueva novela, que es una adaptación!!
Aviso que es muy hot, por si la queréis leer, este es el link: https://onlywn.activoforo.com/t9755-boy-toys-nick-joe-jonas-y-tu-hot
Gracias por leer mis noves, os quieroo!! <3
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Gracias por leer mis noves, os quieroo!! <3
SandyJonas
Re: Tres metros sobre el cielo [Joe&Tú]
Capítulo 45
No alcanza a comprender si aquel leve repiqueteo sobre la persiana es sueño o realidad. Podría tratarse del viento. Se mueve en la cama. Lo oye de nuevo. Un poco más fuerte, preciso, casi una señal. _____ baja de la cama. Se acerca a la ventana. Mira a través de las rendijas. Lo ve, iluminado por la luz de la luna llena. Es él. Levanta sorprendida la persiana tratando de hacer el menor ruido posible.
—Joe, ¿qué haces aquí? ¿Cómo has hecho para subir?
—Facilísimo. He saltado el muro y luego he trepado por las cañerías. Venga, vamos.
—¿Adónde?
—Nos esperan.
—¿Quién?
—Los demás. Mis amigos. Venga, no te hagas la remolona, ¡vamos! Que esta vez, si nos pillan tus padres, se organizará una buena.
—Espera, me pongo algo.
—No, vamos aquí cerca.
—Pero no llevo nada debajo del camisón.
—Mejor.
—Venga, cretino. Espera un momento. —Entorna la ventana, se sienta en la cama y se viste rápidamente. Sostén, bragas, una sudadera, un par de vaqueros, las Nike y de nuevo a la ventana.
—Vamos, pero por la puerta.
—No, bajemos por aquí, es mejor.
—Pues sí, ¿estás de broma? Tengo miedo. Si me caigo desde aquí me mato. Si mis padres se despiertan con un grito y el golpe, ¿qué hacemos? Venga, ven conmigo… pero ¡con cuidado!
Lo guía en la oscuridad de aquella casa dormida, dando pequeños pasos sobre la moqueta mullida y procurando que los picaportes de las puertas se doblen sin hacer ruido. Quita la alarma, coge las llaves y sale. Un pequeño tirón a la puerta que se cierra tras ellos, acompañada hasta el último momento, para no hacer ruido.
Luego, por las escaleras, hasta el patio, sobre la moto, cuesta abajo, con el motor apagado para que no los oigan. Superada la verja, Joe arranca, mete la segunda y da gas. Se alejan a toda velocidad, ya seguros, libres de ir juntos a donde quieran, mientras todos piensan que están durmiendo en la cama.
—¿Qué hay aquí?
—Sígueme y verás. No hagas ruido, por favor. —Están en la calle Zandonai, sobre la iglesia. Entran por una pequeña puerta. Recorren un sendero a oscuras rodeado de algunos arbustos—. Aquí, pasa por debajo. Joe levanta un trozo de red que ha sido arrancada en la base. _____ se agacha teniendo mucho cuidado de no engancharse. Poco después caminan a oscuras sobre la hierba recién cortada. La luna ilumina todo cuanto hay a su alrededor. Están en el interior de una urbanización.
—Pero ¿adónde vamos?
—Chsss. —Joe le hace una señal para que se calle.
Luego, tras saltar un muro bajo, _____ oye ruidos. Carcajadas a lo lejos. Joe le sonríe y le coge la mano. Tras pasar un seto, aparece ante sus ojos. Está allí, bajo la luz de la luna, azul y transparente, en calma, bordada por la noche. Una gran piscina.
Dentro hay algunos muchachos. Se mueven nadando sin hacer demasiado ruido.
Unas olas pequeñas rebosan sus bordes yendo a morir sobre la hierba que la rodea.
Se siente como una extraña respiración, el agua que va y viene, perdiéndose en el vacío de una pequeña rejilla.
—Ven. —Algunos de los presentes la saludan.
_____ reconoce sus caras mojadas. Los amigos de Joe. Se sabe ya algunos nombres: el Siciliano, Hook, Bunny. Son más fáciles de recordar que los que suelen decirse en las presentaciones normales donde todos se llaman Guido, Fabio,
Francesco. Están también Pollo y Pallina, quien se acerca hasta la orilla nadando.
—Caramba, estaba convencida de que no vendrías. He perdido la apuesta.
Pollo la aparta del bordillo.
—¿Has visto? ¿Qué te había dicho? —Se ríen.
Pallina prueba a hundirlo, sin conseguirlo.
—Ahora te toca pagar.
Se alejan salpicándose y besándose. _____ se pregunta lo que se habrán apostado y se le ocurre alguna que otra cosa.
—Joe, pero yo no llevo el bañador.
—Yo tampoco. Solo los calzoncillos. Qué más te da, nadie lo lleva puesto.
—Pero hace frío…
—He traído unas toallas para luego, también una para ti. Venga, no le des tantas vueltas.
Joe se quita la cazadora. Poco después, el resto de su ropa está en el suelo.
—Mira que si te tiro vestida es peor. Sabes que soy capaz de hacerlo. —Ella lo mira.
Es la primera vez que lo ve desnudo. El reflejo plateado de la luna sobre su cuerpo hace resaltar aún más su musculatura. Abdominales perfectos, pectorales cuadrados y compactos. _____ se quita la sudadera. Su apodo le va como anillo al dedo, piensa. Se merece, por lo menos, el 10 y la matrícula de honor. Pocos minutos después, los dos están ya en el agua. Nadan uno junto a otro. Un escalofrío la hace estremecerse.
—Brrr, hace frío.
—Ahora entrarás en calor. Procura no ir bajo el agua con los ojos abiertos. Está llena de cloro. Es la primera piscina abierta de la zona, ¿lo sabías? Se trata de algo así como una especie de inauguración. Dentro de nada estaremos ya en verano. Bonita,
¿no?
—Magnífica.
—Ven aquí.
Se acercan al bordillo. Hay botellas flotando por doquier.
—Ten, bebe.
—Pero yo soy abstemia.
—Te quitará el frío. —_____ coge la botella y da un trago. Siente aquel líquido fresco, ligeramente ácido y burbujeante, bajarle por la garganta. Está bueno. Suelta la botella y se la pasa a Joe.
—No está mal, me gusta.
—No lo dudo, es champán. —Joe da un largo sorbo. _____ mira a su alrededor.
¿Champán? ¿De dónde lo habrán sacado? Lo más probable es que lo hayan robado también—. Ten. —Joe le vuelve a pasar la botella. Ella decide que es mejor no pensar y da un nuevo sorbo. Casi se atraganta y el champán le sale con todas sus burbujitas por la nariz. Se echa a toser. Joe suelta una carcajada. Espera a que se recupere. Luego nadan juntos hacia el otro lado. Un seto algo más grande los protege de los rayos de la luna. Tan solo deja pasar algunos reflejos plateados que no tardan en apagarse sobre su pelo mojado. Joe la mira. Es guapísima. Besa sus labios y se abrazan. Sus cuerpos desnudos se rozan completamente por primera vez. Envueltos en aquella agua fría, buscan y encuentran en ellos el calor, se van conociendo, se emocionan, se separan de cuando en cuando para que la situación no llegue a ser demasiado comprometida. Joe se aleja de ella, da una pequeña brazada lateral y vuelve al poco tiempo con una nueva presa.
—Esta está todavía llena.
Otra botella. Están rodeados. _____ sonríe y bebe, esta vez lentamente, con cuidado para no atragantarse. Le parece mejor. Después busca de nuevo sus labios.
Siguen besándose en aquel modo, efervescentes, mientras ella se siente flotar sin entender muy bien la razón. ¿Será el efecto normal del agua o el del champán? Deja caer dulcemente la cabeza hacia atrás, la apoya en el agua y, por un momento, esta deja de darle vueltas. Oye y no oye los ruidos que hay a su alrededor. Sus oídos, acariciados por minúsculas olas, acaban de vez en cuando bajo el agua y extraños y agradables sonidos silenciosos la alcanzan aturdiéndola todavía más. Joe la tiene entre sus brazos, la hace dar vueltas alrededor de él, arrastrándola. Ella abre los ojos.
Breves encrespamientos de corriente le acarician las mejillas y diminutas y desdeñosas salpicaduras alcanzan de cuando en cuando su boca. Le entran ganas de reír. En lo alto, nubes plateadas se desplazan con parsimonia en el azul infinito. Se incorpora. Abraza sus hombros robustos y lo besa con pasión. Él la mira a los ojos.
Posa una mano mojada sobre su frente y, acariciándola, le aparta el pelo hacia atrás, dejando al descubierto su rostro terso.
Luego desciende por la mejilla, hasta llegar al mentón, por el cuello y, después, aún más abajo, hasta llegar al sitio donde él ha sido el primero, él y solo él, que se ha atrevido a acariciarla. Ella lo abraza con mayor intensidad. Apoya la barbilla sobre su hombro y con los ojos entornados mira a lo lejos. Una botella medio vacía flota cerca de ellos. Sube y baja. Piensa en el mensaje enrollado que lleva en su interior:
«Socorro. Aunque prefiero que nadie me salve.» Cierra los ojos y empieza a temblar, no solo a causa del frío. Mil emociones se apoderan de ella. De repente, lo entiende.
Sí, está naufragando.
—_____, _____. —Oye que la llaman de repente y que la sacuden con fuerza.
Daniela está frente a ella.
—¿Qué pasa, no has oído el despertador? Venga, muévete que llegamos tarde.
Papá está casi listo.
Su hermana sale de la habitación. _____ se da la vuelta en la cama. Piensa en la noche anterior. Joe entrando en su casa a escondidas. La huida en la moto, el baño en la piscina con Pallina y los demás. La borrachera. Él y ella dentro del agua. Su mano. Tal vez se hay a imaginado todo. Se toca el pelo. Está completamente seco.
Lástima, ha sido un sueño precioso, pero solo un sueño. Saca la mano de la colcha y busca a tientas la radio. La encuentra y la enciende. Animada por la nueva canción alegre de los Simply Red, Fake, baja de la cama. Todavía no se ha despertado del todo y le duele un poco la cabeza. Se acerca a la silla para vestirse. El uniforme está apoyado en ella pero no ha preparado el resto de las cosas. Qué extraño, piensa, me he olvidado. Es la primera vez. Mis padres tienen razón. Tal vez sea verdad que estoy cambiando. Acabaré siendo como Pallina. Es tan desordenada que se olvida de todo. Bueno, eso significa que seremos aún más amigas. Abre el primer cajón. Saca un sostén. Luego, mientras hurga en la ropa interior buscando un par de bragas, encuentra una dulce sorpresa. Escondidos al fondo, dentro de una pequeña bolsa de plástico, hay un sostén y un par de bragas mojados. Llega hasta ella un ligero olor a cloro. No ha sido un sueño. Anoche puso ese conjunto sobre la silla, como siempre, solo que luego lo usó como traje de baño. Sonríe. Recuerda entonces haber estado entre sus brazos. Es cierto, ha cambiado. Mucho. Se viste y, al final, mientras se pone los zapatos, toma una decisión. No le volverá a permitir que vaya más allá. Resueltas ya sus dudas, se mira al espejo. Su pelo es el de siempre, sus ojos los mismos que se pintó hace algunos días. Hasta la boca es la que es. Se peina sonriendo, pone el cepillo en su sitio y sale corriendo de la habitación para desayunar. No sabe que, muy pronto, volverá a cambiar de nuevo. Tanto que cuando pase delante de aquel espejo no será capaz de reconocerse.
No alcanza a comprender si aquel leve repiqueteo sobre la persiana es sueño o realidad. Podría tratarse del viento. Se mueve en la cama. Lo oye de nuevo. Un poco más fuerte, preciso, casi una señal. _____ baja de la cama. Se acerca a la ventana. Mira a través de las rendijas. Lo ve, iluminado por la luz de la luna llena. Es él. Levanta sorprendida la persiana tratando de hacer el menor ruido posible.
—Joe, ¿qué haces aquí? ¿Cómo has hecho para subir?
—Facilísimo. He saltado el muro y luego he trepado por las cañerías. Venga, vamos.
—¿Adónde?
—Nos esperan.
—¿Quién?
—Los demás. Mis amigos. Venga, no te hagas la remolona, ¡vamos! Que esta vez, si nos pillan tus padres, se organizará una buena.
—Espera, me pongo algo.
—No, vamos aquí cerca.
—Pero no llevo nada debajo del camisón.
—Mejor.
—Venga, cretino. Espera un momento. —Entorna la ventana, se sienta en la cama y se viste rápidamente. Sostén, bragas, una sudadera, un par de vaqueros, las Nike y de nuevo a la ventana.
—Vamos, pero por la puerta.
—No, bajemos por aquí, es mejor.
—Pues sí, ¿estás de broma? Tengo miedo. Si me caigo desde aquí me mato. Si mis padres se despiertan con un grito y el golpe, ¿qué hacemos? Venga, ven conmigo… pero ¡con cuidado!
Lo guía en la oscuridad de aquella casa dormida, dando pequeños pasos sobre la moqueta mullida y procurando que los picaportes de las puertas se doblen sin hacer ruido. Quita la alarma, coge las llaves y sale. Un pequeño tirón a la puerta que se cierra tras ellos, acompañada hasta el último momento, para no hacer ruido.
Luego, por las escaleras, hasta el patio, sobre la moto, cuesta abajo, con el motor apagado para que no los oigan. Superada la verja, Joe arranca, mete la segunda y da gas. Se alejan a toda velocidad, ya seguros, libres de ir juntos a donde quieran, mientras todos piensan que están durmiendo en la cama.
—¿Qué hay aquí?
—Sígueme y verás. No hagas ruido, por favor. —Están en la calle Zandonai, sobre la iglesia. Entran por una pequeña puerta. Recorren un sendero a oscuras rodeado de algunos arbustos—. Aquí, pasa por debajo. Joe levanta un trozo de red que ha sido arrancada en la base. _____ se agacha teniendo mucho cuidado de no engancharse. Poco después caminan a oscuras sobre la hierba recién cortada. La luna ilumina todo cuanto hay a su alrededor. Están en el interior de una urbanización.
—Pero ¿adónde vamos?
—Chsss. —Joe le hace una señal para que se calle.
Luego, tras saltar un muro bajo, _____ oye ruidos. Carcajadas a lo lejos. Joe le sonríe y le coge la mano. Tras pasar un seto, aparece ante sus ojos. Está allí, bajo la luz de la luna, azul y transparente, en calma, bordada por la noche. Una gran piscina.
Dentro hay algunos muchachos. Se mueven nadando sin hacer demasiado ruido.
Unas olas pequeñas rebosan sus bordes yendo a morir sobre la hierba que la rodea.
Se siente como una extraña respiración, el agua que va y viene, perdiéndose en el vacío de una pequeña rejilla.
—Ven. —Algunos de los presentes la saludan.
_____ reconoce sus caras mojadas. Los amigos de Joe. Se sabe ya algunos nombres: el Siciliano, Hook, Bunny. Son más fáciles de recordar que los que suelen decirse en las presentaciones normales donde todos se llaman Guido, Fabio,
Francesco. Están también Pollo y Pallina, quien se acerca hasta la orilla nadando.
—Caramba, estaba convencida de que no vendrías. He perdido la apuesta.
Pollo la aparta del bordillo.
—¿Has visto? ¿Qué te había dicho? —Se ríen.
Pallina prueba a hundirlo, sin conseguirlo.
—Ahora te toca pagar.
Se alejan salpicándose y besándose. _____ se pregunta lo que se habrán apostado y se le ocurre alguna que otra cosa.
—Joe, pero yo no llevo el bañador.
—Yo tampoco. Solo los calzoncillos. Qué más te da, nadie lo lleva puesto.
—Pero hace frío…
—He traído unas toallas para luego, también una para ti. Venga, no le des tantas vueltas.
Joe se quita la cazadora. Poco después, el resto de su ropa está en el suelo.
—Mira que si te tiro vestida es peor. Sabes que soy capaz de hacerlo. —Ella lo mira.
Es la primera vez que lo ve desnudo. El reflejo plateado de la luna sobre su cuerpo hace resaltar aún más su musculatura. Abdominales perfectos, pectorales cuadrados y compactos. _____ se quita la sudadera. Su apodo le va como anillo al dedo, piensa. Se merece, por lo menos, el 10 y la matrícula de honor. Pocos minutos después, los dos están ya en el agua. Nadan uno junto a otro. Un escalofrío la hace estremecerse.
—Brrr, hace frío.
—Ahora entrarás en calor. Procura no ir bajo el agua con los ojos abiertos. Está llena de cloro. Es la primera piscina abierta de la zona, ¿lo sabías? Se trata de algo así como una especie de inauguración. Dentro de nada estaremos ya en verano. Bonita,
¿no?
—Magnífica.
—Ven aquí.
Se acercan al bordillo. Hay botellas flotando por doquier.
—Ten, bebe.
—Pero yo soy abstemia.
—Te quitará el frío. —_____ coge la botella y da un trago. Siente aquel líquido fresco, ligeramente ácido y burbujeante, bajarle por la garganta. Está bueno. Suelta la botella y se la pasa a Joe.
—No está mal, me gusta.
—No lo dudo, es champán. —Joe da un largo sorbo. _____ mira a su alrededor.
¿Champán? ¿De dónde lo habrán sacado? Lo más probable es que lo hayan robado también—. Ten. —Joe le vuelve a pasar la botella. Ella decide que es mejor no pensar y da un nuevo sorbo. Casi se atraganta y el champán le sale con todas sus burbujitas por la nariz. Se echa a toser. Joe suelta una carcajada. Espera a que se recupere. Luego nadan juntos hacia el otro lado. Un seto algo más grande los protege de los rayos de la luna. Tan solo deja pasar algunos reflejos plateados que no tardan en apagarse sobre su pelo mojado. Joe la mira. Es guapísima. Besa sus labios y se abrazan. Sus cuerpos desnudos se rozan completamente por primera vez. Envueltos en aquella agua fría, buscan y encuentran en ellos el calor, se van conociendo, se emocionan, se separan de cuando en cuando para que la situación no llegue a ser demasiado comprometida. Joe se aleja de ella, da una pequeña brazada lateral y vuelve al poco tiempo con una nueva presa.
—Esta está todavía llena.
Otra botella. Están rodeados. _____ sonríe y bebe, esta vez lentamente, con cuidado para no atragantarse. Le parece mejor. Después busca de nuevo sus labios.
Siguen besándose en aquel modo, efervescentes, mientras ella se siente flotar sin entender muy bien la razón. ¿Será el efecto normal del agua o el del champán? Deja caer dulcemente la cabeza hacia atrás, la apoya en el agua y, por un momento, esta deja de darle vueltas. Oye y no oye los ruidos que hay a su alrededor. Sus oídos, acariciados por minúsculas olas, acaban de vez en cuando bajo el agua y extraños y agradables sonidos silenciosos la alcanzan aturdiéndola todavía más. Joe la tiene entre sus brazos, la hace dar vueltas alrededor de él, arrastrándola. Ella abre los ojos.
Breves encrespamientos de corriente le acarician las mejillas y diminutas y desdeñosas salpicaduras alcanzan de cuando en cuando su boca. Le entran ganas de reír. En lo alto, nubes plateadas se desplazan con parsimonia en el azul infinito. Se incorpora. Abraza sus hombros robustos y lo besa con pasión. Él la mira a los ojos.
Posa una mano mojada sobre su frente y, acariciándola, le aparta el pelo hacia atrás, dejando al descubierto su rostro terso.
Luego desciende por la mejilla, hasta llegar al mentón, por el cuello y, después, aún más abajo, hasta llegar al sitio donde él ha sido el primero, él y solo él, que se ha atrevido a acariciarla. Ella lo abraza con mayor intensidad. Apoya la barbilla sobre su hombro y con los ojos entornados mira a lo lejos. Una botella medio vacía flota cerca de ellos. Sube y baja. Piensa en el mensaje enrollado que lleva en su interior:
«Socorro. Aunque prefiero que nadie me salve.» Cierra los ojos y empieza a temblar, no solo a causa del frío. Mil emociones se apoderan de ella. De repente, lo entiende.
Sí, está naufragando.
—_____, _____. —Oye que la llaman de repente y que la sacuden con fuerza.
Daniela está frente a ella.
—¿Qué pasa, no has oído el despertador? Venga, muévete que llegamos tarde.
Papá está casi listo.
Su hermana sale de la habitación. _____ se da la vuelta en la cama. Piensa en la noche anterior. Joe entrando en su casa a escondidas. La huida en la moto, el baño en la piscina con Pallina y los demás. La borrachera. Él y ella dentro del agua. Su mano. Tal vez se hay a imaginado todo. Se toca el pelo. Está completamente seco.
Lástima, ha sido un sueño precioso, pero solo un sueño. Saca la mano de la colcha y busca a tientas la radio. La encuentra y la enciende. Animada por la nueva canción alegre de los Simply Red, Fake, baja de la cama. Todavía no se ha despertado del todo y le duele un poco la cabeza. Se acerca a la silla para vestirse. El uniforme está apoyado en ella pero no ha preparado el resto de las cosas. Qué extraño, piensa, me he olvidado. Es la primera vez. Mis padres tienen razón. Tal vez sea verdad que estoy cambiando. Acabaré siendo como Pallina. Es tan desordenada que se olvida de todo. Bueno, eso significa que seremos aún más amigas. Abre el primer cajón. Saca un sostén. Luego, mientras hurga en la ropa interior buscando un par de bragas, encuentra una dulce sorpresa. Escondidos al fondo, dentro de una pequeña bolsa de plástico, hay un sostén y un par de bragas mojados. Llega hasta ella un ligero olor a cloro. No ha sido un sueño. Anoche puso ese conjunto sobre la silla, como siempre, solo que luego lo usó como traje de baño. Sonríe. Recuerda entonces haber estado entre sus brazos. Es cierto, ha cambiado. Mucho. Se viste y, al final, mientras se pone los zapatos, toma una decisión. No le volverá a permitir que vaya más allá. Resueltas ya sus dudas, se mira al espejo. Su pelo es el de siempre, sus ojos los mismos que se pintó hace algunos días. Hasta la boca es la que es. Se peina sonriendo, pone el cepillo en su sitio y sale corriendo de la habitación para desayunar. No sabe que, muy pronto, volverá a cambiar de nuevo. Tanto que cuando pase delante de aquel espejo no será capaz de reconocerse.
SandyJonas
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