don't leave her alone. {zayn malik.

El chico suspiró fuertemente y consumido por el cansancio.
Como cada mañana, Zayn se encontraba adentrándose en aquel pulcro hospital. El ambiente tan tenso y entristecido lo hacía sentir incómodo. Aunque no era así en todo el hospital, solo en la parte que el frecuentaba, donde muy seguido podías ver a familias llorando por una pérdida. Y ya estaba cansado de ver como su madre estaba cada vez más débil en esa blanca y pequeña cama. Pero lo que lo animaba para seguir viéndola día a día era que ella y su fuerza de voluntad continuaban siendo como todo el tiempo que lo crió; fuerte, completamente fuerte.
El entraba a la habitación 914 día tras día, siempre temiendo lo peor, pero nunca se había encontrado con algo distinto a la sonrisa de su madre, alentándole a sonreírle de vuelta.
Se acomodó la chaqueta y comenzó caminar por los rectos pasillos del lugar hasta encontrar la habitación de su madre, cuando iba a abrir la puerta, algo lo detuvo
—Disculpe, señor. —le tocó el hombre una joven enfermera, quizás unos pocos años mayor que él, pero sin ninguna mala intención. —Todavía no es horario de visitas.
—¿Qué? —Zayn llevó los ojos al reloj y en realidad ni siquiera se había dado cuenta de que era tan temprano. —Oh, disculpe.
La mujer le sonrió sin rencores y le aconsejó ir a la sala de espera, cosa que el moreno hizo a los segundos.
Sentado en una de esos incómodos asientos, Zayn esperaba impacientemente la hora de visitas, aunque faltaban aproximadamente unos veinte minutos, y él había llegado hace bastante tiempo.
Con el estómago vacío, decidió dirigirse a la pequeña cafetería que había en el hospital y no se ubicaba muy lejos.
Comenzaba a llegar gente, por lo que chocó con unas pocas personas para luego disculparse.
Se frotó las manos debido al frío. Londres era un lugar donde el calor no era un clima frecuente, pero ese día parecía hacer más frío de lo normal, por lo que cuando Zayn llegó a la cafetería pidió un café y un sándwich de queso derretido, lo cual disfrutó y le dio una sensación de calor, activándolo más en esa fría mañana del día Sábado.
Pagó lo que debía, y volvió a dirigirse a la sala de espera, sin saber que después algo, o mejor dicho, alguien, lo haría sorprenderse completamente.


Bradley estiró sus pantalones al sentarse y luego comenzó a acomodar una gran cantidad de papeles sobre sus piernas.
Dejó escapar un suspiro, debía terminar de llenar toda esa cantidad de documentos para ser transferida a una nueva universidad, ¿por qué? Porque Bradley quería empezar desde cero. Quería alejarse de su antigua vida con la única persona que la acompañaba, su pequeña hermana Constance, de catorce años.
Pero le era bastante difícil por las situación en la que se encontraba Connie, la iba a visitar muy seguido, en realidad, todas las tardes, pero ese día tuvo que ir en la mañana debido a que estaría ocupada rellenado los documentos, y prefería empezar cada día ir a verla durante la madrugada, para que le alegrara un poco la existencia y tuviera fuerzas para semejante trabajo.
Como llegó un poco anticipada al horario de visitas, decidió comenzar en ese mismo momento su estresante trabajo.
Se sentía completamente sola y desamparada, no tenía familia, y ahora tampoco tenía amigos. Padres muertos, hermana en coma, amigos falsos. Eso era lo que quedaba de la rota realidad de Bradley Dawson.
Segundos después, el moreno vuelve a entrar a la sala de espera, sentándose, sin darse cuenta, en el asiento que se encontraba más alejado de la muchacha, mientras comenzaba a mover su pierna con aburrimiento.
Hasta que quiso levantar la vista.
Quizás fue una buena decisión, y después al pasar del tiempo terminaría completamente feliz por haberla tomado.
Una chica rubia escribía sobre una montaña de papeles, aunque se notaba que mantenía todo completamente ordenado. Su boca se abrió ligeramente por la sorpresa.
—Bradley Dawson. —susurró para sí mismo.
Ni siquiera había pasado mucho desde el extraño encuentro, o bueno, en realidad habían pasado unos dos meses. Pero él no había olvidado a aquella chica, y no esperaba encontrársela esa fría mañana de Invierno en el hospital donde técnicamente vivía su madre.
« Seguramente viene a ver a su hermana Connie. » fue lo único que le vino a la cabeza, pues recordaba que la chica tenía una hermana en coma.
Se levantó guiado por sus impulsos, y comenzó a caminar hacia donde ella se encontraba sentada.
La rubia al sentir unos pasos que cada vez se acercaban más levantó la mirada de los papeles y se encontró con el chico entrometido que si no se equivocaba se llamaba Zayn.
Se sentía algo arrepentida de su carácter aquel día, se había salido de control y el moreno estaba intentando ayudarla. Solo una palabra salió de su boca:
—Eh.
O más bien, fue una especie de murmullo, pero para ella no era muy fácil expresarse, y menos con desconocidos.
—¿Eh? —preguntó Zayn enarcando una ceja, y sentándose a su lado.
—Eh. —afirmó Bradley, sin saber que decir.
—¿Seguiremos diciendo ‘eh’ o haremos otra cosa? —exclamó el chico con algo de diversión, para luego volver a frotarse los brazos debido al frío.
—Hola. —limitó a decir la rubia, y a Zayn se le formó una sonrisa en el rostro.
—Hola. —le respondió, y luego se quedaron callados.
Bradley Dawson continuó con el papeleo mientras Zayn observaba atentamente cada uno de sus más mínimos movimientos.
Era una muchacha preciosa. Cuando Malik desvió la mirada para posarla en el rostro de la chica sintió que era la chica más hermosa que había visto en su vida. Lo que más le gusto de ella posiblemente fueron sus ojos. De un color verde completamente único, pues era de distintas tonalidades, de manera que impresionó a Zayn.
Bradley frunció el entrecejo.
—¿Por qué me estás mirando tanto? —y no le pudo responder correctamente, porque él tampoco sabía la razón.
—No lo sé. —miró la hora en su reloj como lo había hecho anteriormente. —Al parecer, ya es horario de visitas. Nos vemos, Dawson. —se levantó del asiento y se despidió de ella con un gesto de mano.
—Nos vemos, Malik. —le respondió ella de la misma manera.
El chico se sorprendió al darse cuenta de que Bradley recordaba su apellido.
Caminó una vez más hacia la sala donde se encontraba hospitalizada su madre, esta vez sin ninguna enfermera obstruyendo su camino. Cuando legó a la puerta, anotó su nombre en la lista de visitas y se adentró en la habitación individual.
—Zayn. —sonrió con esfuerzo su madre, pero aún así, él notó que era una sonrisa verdadera.
—Mamá. —sus ojos se iluminaron como si de linternas se trataran.
Se posó a su lado y le tomó delicadamente la mano, la abrazaría, pero ese era un lujo que hace tiempo no podía darse.
Tricia Army se encontraba algo frágil debido al Cáncer de Pulmón, pero mejoraba. Con anterioridad no podía levantarse, casi no podía moverse. Le costaba comer, y estaba todo el día conectada a un respirador, aunque pronto la someterían a una operación quirúrgica. Pues a pesar de eso, estaba fortaleciéndose, ya que antes a Zayn le costaba incluso mirarla normalmente con lo delgada que estaba. No podía ni reconocerla.
Ahora se encontraba mucho mejor, estaba recuperándose, pues su madre era una luchadora.
—¿Cómo estás hoy, pequeño? —le preguntó con dulzura la mujer. El chico le dedicó su mejor sonrisa.
—Bien, ahora mis hermanas viven conmigo. —y eso lo hacía muy feliz. Solían estar solas casi todo el tiempo, pues Yaser estaba realizando unos importantes viajes de trabajo seguido y ellas quedaban en casa sin cuidado, por lo que Zayn le preguntó a su padre si se las podía llevar con él, a lo que el hombre respondió encantado ya que también lo preocupaba el hecho de dejarlas sin supervisión bastante tiempo, y él consideraba a su hijo una persona responsable, por lo que no tuvo problema alguno.
—Oh, me alegro muchísimo. —le dijo Tricia, pues sabía las circunstancias y tampoco le agradaba en nada. —¿Ya conseguiste alguna chica, jovencito? —Zayn se sonrojó. Su madre tenía la manía de siempre preguntarle si había conseguido una novia, o alguien que le gustara. —Por esa mirada, algo me dice que sí.
—¡Que no, mamá! —replicó el moreno riendo. —No hay nadie, y tampoco espero que lo haya.
—Zayn, dime de inmediato quien es esa chica. —habló con voz dura, y Zayn no quería que insistiera, por lo que debía decirle de alguien. El problema es que el moreno no sentía nada por ninguna chica. O eso creía, pues por un momento se le vino a la cabeza la imagen de la chica con la que había hablado hace solo unos minutos.
—Su nombre es Bradley. —la mujer levantó las cejas. —Pero no insinúes cosas, es casi una desconocida, ni siquiera me gusta; simplemente me agrada.
—Entiendo. —le dijo su madre. —Supongo que es una chica agradable.


Bradley hizo una mueca al ver el cuerpo de su hermana recostado en esa cama con los ojos cerrados, como si estuviera durmiendo. Pero ella claramente no lo estaba haciendo, estaba en un estado crítico entre la vida y la muerte, y Bradley lo sabía.
Se acercó a ella y comenzó a acariciarle la fría mano.
—Te extraño tanto. —murmuró, sintiéndolo de verdad. Un año y dos meses sin escuchar su voz era bastante tiempo. Y ahora que había perdido a sus padres, no tenía prácticamente a nadie.
« Si tan solo Dylan estuviera aquí. » pensó la chica. ¡Ah! Pero el también se había ido. Todos se habían ido. Todos habían dejado a Bradley sola.
Apretó los labios algo frustrada y le depositó un ramo de rosas rojas —ya que Bradley odiaba las rosas blancas— en el pequeño florero ubicado en el único velador de la habitación.
Luego de eso, se sentó en un sillón que se encontraba ubicado junto a la cama de su hermana y comenzó a hacer lo mismo que siempre hacía; leerle. En esta ocasión se decidió por unos capítulos de Hamlet.


La chica se lanzó sobre el sillón con un suspiro de frustración.
Para ella todo se hacía cada vez más difícil, como si no tuviera alguna salida de lo que era en ese momento su pesadilla de vida.
Bradley se sentía una niña pequeña en su primer día de escuela; perdida, completamente perdida.
« La vida no es un pasillo recto y fácil que recorremos libres y sin obstáculos, si no un laberinto lleno de pasadizos. » fue un pensamiento que rondó por su mente, y así era. La rubia sabía que la vida no era fácil, pero no entendía porque la suya precisamente tenía que ser tan difícil. Las personas normales no tenían que lidiar con todo lo que ella estaba lidiando, ni tenían que sufrir lo que ella estaba sufriendo. Nadie a su alrededor se sentía y estaba tan solo como ella.
Es entonces cuando ese Sábado se volvió lluvioso además de frío. Las ventanas y espejos estaban empañados por lo que Bradley sonrió. Le gustaban los días de lluvia, no entendía porque la gente lo relacionaba con días deprimentes.
O quizás ella era tan deprimente que no notaba lo deprimente que eran los días lluviosos.
De cualquier manera, era algo que la relajaba, y en ese momento era lo que más necesitaba.
Se dirigió a la cocina y comenzó a preparar una sopa de pollo, nada mejor que tomar en un día así.
Hasta que la puerta sonó, extrañando a Bradley, porque a decir verdad nadie la visitaba además de su mejor amiga Amber, pero ella tenía llaves de su departamento y se tenían tanta confianza que ni siquiera se molestaba en golpear la puerta.
Bradley se dirigió a la puerta principal, y no se esperaba aquello.
—Eres un psicópata, Zayn Malik.
Sonrió, como no había sonreído en algún tiempo, divertida por la situación. Zayn al instante pensó que sonriendo se veía aún más hermosa de lo que él había pensado.
—Entra. —le dijo, abriendo la puerta de par en par, logrando visualizar más al mojado moreno que se encontraba allí. En realidad no le importaba dejarlo entrar, aunque quizás el chico fuera cualquier cosa, a ella no le interesaba. Hace mucho le habían dejado de interesar muchas cosas. No tenía nada que perder.
Zayn se adentró al departamento, limpiándose los zapatos antes de hacerlo. Pidió permiso educadamente mientras Bradley se dirigía nuevamente a la cocina, por lo que Zayn cerró la puerta.
Era un lugar completamente acogedor, pero se sentía algo vacío. La verdad es que era un ambiente bastante cálido, más comparado con el de afuera.  
—Me pregunto qué haces aquí. —se escuchó la voz de Bradley desde la otra habitación, pero obviamente iba dirigida hacia el moreno.
La chica volvió a aparecer por la puerta, pero esta vez con dos vasos de cafés, con una expresión que daba a conocer completamente lo que quería decir. “Estamos a mano”
—Es que…—no sabía que decir, ¿tenía razones? En realidad no, se le había dado la gana.
Quizá el por qué de su interés por ella era simplemente curiosidad, una gran curiosidad. La verdad, Zayn no lo sabía. No sabía exactamente la razón de por qué sus pensamientos solo se dedicaban a ella, quería sacarla de su cabeza, pero no podía. Lo único de lo que Malik estaba completamente seguro, era de que era un sentimiento auténtico e inigualable, que no podría sentir lo mismo por otra persona. O eso suponía, pues la conocía hace poco. Aunque era algo extraño para él que una desconocida se adueñara de sus pensamientos y que cuando su imagen se posara en su cabeza su corazón latiera desenfrenadamente. Casi una película.
—Es que…—repitió. —Era muy peligroso conducir con este clima y paré aquí.
—¿De casualidad en mi departamento? —Bradley levantó las cejas divertida y de su boca Zayn pudo leer un inaudible ‘wow’. —Es una buena excusa.
—No es una excusa. —se limito a decir el moreno. Mentiroso.
—Sí lo es. —le replicó ella. Entonces Zayn no se esmero más en negar lo innegable.
—Vale, lo es. —y a continuación se rió de sí mismo por lo ridículo que estaba siendo.
—Entonces, ¿cuál es tu verdadero propósito? Porque la verdad es que eres algo escalofriante, y en cualquier momento puedo llamar a la policía para que te pongan una orden de restricción y te metan preso. —el moreno también rió con eso. ¿Quién va a la casa de una chica que acaba de conocer y no sabe más que su nombre sin malas intenciones? Al parecer solo él.
—Tranquila, no vengo a matarte. —levantó las manos expresando inocencia.
—Si vinieras a hacerlo tampoco lo dirías.
Zayn puso los ojos en blanco, pero obviamente bromeando. No quería que Bradley lo echara a patadas de su vivienda.
—Está bien, tú ganas.
Bradley hizo una mueca y suspiró.
—Si no te molesta, estaré en la cocina. Puedes hacer lo que quieras, creo. —dijo la rubia para luego volver a irse, dejando solo al moreno, quien al minuto tomó su celular.
—¿Zayn? —se escuchó la voz femenina casi instantáneamente. —¿En dónde estás?
—Con una amiga.
—Ah…—dejó sus palabras en el aire, pero el chico se apresuró en aclarar las cosas.
—No esa clase de amigas, Waliyha. —su hermana soltó un suspiro.
—Está bien, ¿Cómo a qué hora vuelves? Sé que es temprano, casi hora de almuerzo, pero está lloviendo mucho. —Zayn observó el reloj ubicado en la parte superior de la pared, dándole a entender que Waliyha estaba en lo cierto. El tiempo para él había pasado extremadamente rápido.
—En un rato más, no te preocupes. —murmuró el moreno, tranquilizándola.
—Vale, entonces nos vemos. —y la comunicación se cortó.
Sonrió, pensando en cómo su hermana crecía cada vez más rápido.
—¿Te gusta la sopa, Malik? —se escuchó el medio grito de Bradley, en dirección a él.
—¡Sí! —le devolvió, y esta vez dirigiéndose hacia donde ella se encontraba.
La cocina era bastante amplia, incluso tenía un pequeño comedor allí. Estaba todo ordenado pulcramente, cada cosa en su lugar o despensa. Bradley se encontraba preparando la sopa que tenía planeada, porque con ese frío, se le apetecía.
—Bueno, cómo tú querías saber de mí, creo que es justo que yo quiera saber de ti. —habló la rubia.
Dejó la sopa hirviendo y se sentó en el comedor. Zayn se sentó frente a ella.
—Ahora, cuéntame de ti.