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El secreto de Joe (TERMINADA)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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El secreto de Joe (TERMINADA)
Nombre: El secreto de Joe
Adaptación: Si
Género: Romance y HOT
Advertencias: No
Otras Páginas: Ps...quizas hayan
Sipnosis
Muchas veces, las cosas no son lo que parecen.
_________ Peale estaba desesperada por ayudar a su familia, pero su exiguo sueldo no le daba para mucho. Entonces conoció a Joe Jonas y creyó que su nuevo amigo era un sencillo, rudo y honesto vaquero en el que se podía confiar.
Pero Joe no era un trabajador de rancho, sino un millonario perteneciente a una de las familias más poderosas de Montana y, cuando _________ descubrió quién era realmente, no le cupo ninguna duda de que el arrogante millonario sólo estaba jugando con ella.
Joe tendría que convencerla de que era el hombre que ella creyó ver en un principio: un diamante en bruto.
Adaptación: Si
Género: Romance y HOT
Advertencias: No
Otras Páginas: Ps...quizas hayan
Sipnosis
Muchas veces, las cosas no son lo que parecen.
_________ Peale estaba desesperada por ayudar a su familia, pero su exiguo sueldo no le daba para mucho. Entonces conoció a Joe Jonas y creyó que su nuevo amigo era un sencillo, rudo y honesto vaquero en el que se podía confiar.
Pero Joe no era un trabajador de rancho, sino un millonario perteneciente a una de las familias más poderosas de Montana y, cuando _________ descubrió quién era realmente, no le cupo ninguna duda de que el arrogante millonario sólo estaba jugando con ella.
Joe tendría que convencerla de que era el hombre que ella creyó ver en un principio: un diamante en bruto.
Última edición por ♫ Laura Jonas ♥ el Sáb 12 Nov 2011, 5:13 pm, editado 1 vez
♫ Laura Jonas ♥
Re: El secreto de Joe (TERMINADA)
ommmmm......primera lectora......
pon el primer cap .......................
pon el primer cap .......................
jamileth
Re: El secreto de Joe (TERMINADA)
mell_jonatik escribió:ommmmm......primera lectora......
pon el primer cap .......................
Muchisimas grax!!!!!!!!!!!!
si tengo otra lectora subo el primer capi :D :D
BIENVENIDA!!!!!!!!!!!!!! :cheers: :cheers: :cheers:
♫ Laura Jonas ♥
Re: El secreto de Joe (TERMINADA)
pon cap plis...............................................................
jamileth
Re: El secreto de Joe (TERMINADA)
ya pues pon el 1er cap...............
i no c t pasas x mi nove..... :oops:
https://onlywn.activoforo.com/t7470-asi-lo-quiso-el-destino-un-jonas-y-tu
i no c t pasas x mi nove..... :oops:
https://onlywn.activoforo.com/t7470-asi-lo-quiso-el-destino-un-jonas-y-tu
jamileth
Re: El secreto de Joe (TERMINADA)
BIENVENIDA #Ale
Primer capi COMPLETO DISFRUTENLO
Y recuerden: COMENTAR ES GRATIS!!!
Primer capi COMPLETO DISFRUTENLO
Y recuerden: COMENTAR ES GRATIS!!!
♫ Laura Jonas ♥
Re: El secreto de Joe (TERMINADA)
Capítulo 1
Aquel pueblecito, Hollister, no era mucho mayor que Medicine Ridge, en Montana, donde Joe Jonas y su hermano Kevin tenían un rancho muy grande. Pero habían decidido que no era muy inteligente pasarse toda la vida confinados en una zona. Necesitaban salir un poco, tal vez intentar hacer algo diferente. En su rancho se ocupaban de los toros de raza y de su cría con la tecnología más moderna. Joe y Kevin habían decidido probar algo nuevo allí, en Hollister: un rancho que se dedicaría exclusivamente a los toros jóvenes utilizando la última tecnología en crecimiento, peso y aumento de musculatura, entre otras cosas. Además, iban a probar nuevos programas de crecimiento que combinaban grasas orgánicas con proteínas y pienso para mejorar la producción de ganado.
Una de las principales revistas agrícolas del país había publicado un artículo sobre sus últimas innovaciones. Kevin había salido en la foto con sus hijas y su nueva esposa. Joe, que estaba en una feria de ganado, se había perdido la sesión de fotos. No le importaba. Nunca le había gustado la publicidad. Ni tampoco a Kevin, pero no podían dejar pasar la oportunidad de dar a conocer su ganado, que era genéticamente superior.
Joe era el que solía viajar para exhibir los toros, pero estaba empezando a cansarse de pasarse la vida en la carretera. Ahora que Kevin se había casado con Kasie, su antigua secretaria, y que las hijas que Kevin tuvo en su primer matrimonio, Bess y Jenny, estaban en el colegio, Joe se sentía más solo que nunca. La nueva boda de Kevin le había hecho ser consciente del paso del tiempo. Ya había pasado los treinta y, aunque salía con chicas, nunca había conocido a ninguna mujer que deseara conservar. También comenzaba a oxidarse en el rancho familiar.
Por eso se presentó voluntario a ir a Hollister a reconstruir el antiguo rancho de ganado que Kevin y él habían comprado y que deseaban convertir en una instalación puntera de la cría de ganado de raza.
La casa, que Joe sólo había visto en fotos aéreas, era un desastre. El antiguo dueño no le había hecho mantenimiento durante años. Las vallas estaban rotas y el ganado se escapaba, el pozo se había secado, el corral se había venido abajo… El dueño decidió finalmente vender el rancho a precio de saldo, y los hermanos Jonas se lo habían comprado.
Ahora Joe tenía una visión de primera mano de la monumental tarea que lo esperaba. Tendría que contratar mano de obra, construir una cuadra y un establo, gastarse varios miles de dólares en la reconstrucción de la casa, construir un pozo, levantar de nuevo las vallas, comprar equipo… Aquello le llevaría muchos meses. Y había que hacerlo antes de llevar el nuevo ganado. En el corral había dos caballos, era todo lo que quedaba de los Appalossas del antiguo dueño. Corría prisa construir un establo; ésa era, junto con la casa, su prioridad. Joe estaba durmiendo por el momento en el suelo con un saco de dormir. Se calentaba el agua para afeitarse con un camping gas y se bañaba en el arroyo. Afortunadamente, era primavera. Compraba la comida en el único café del pueblo, donde comía dos veces al día.
Era una vida dura para un hombre acostumbrado a hoteles de cinco estrellas y a comer en los mejores restaurantes. Pero él lo había decidido así.
Conducía hasta el pueblo en una camioneta de gama media. Ningún signo exterior mostraba su riqueza, y no tenía amigos por allí. Sólo conocía a los vaqueros que iban a empezar a trabajar para él. La gente del pueblo ni siquiera sabía todavía cómo se llamaba.
El sitio por el que debía empezar, se dijo, era el almacén de piensos. Vendía suministros para ranchos, arreos incluidos. Tal vez el dueño supiera dónde encontrar un constructor bueno.
Se detuvo frente a la puerta principal y entró. Era un lugar bastante polvoriento. Al parecer, sólo había un empleado, una joven de cabello oscuro y ondulado y bonita figura que llevaba un jersey de ochos con pantalones vaqueros gastados y botas.
Estaba clasificando unas bridas, pero alzó la mirada cuando lo vio acercarse. Como los viejos vaqueros, Joe llevaba botas con espuelas que tintineaban al caminar. También llevaba un viejo Colt del 45 en una cartuchera que le colgaba en las caderas bajo la camisa vaquera abierta que llevaba con vaqueros y camiseta negra. Aquella parte de Montana era una zona peligrosa y no pensaba salir sin algún medio de protección contra potenciales depredadores.
La joven se quedó mirándolo fijamente de un modo extraño. Joe no era consciente de que tenía el aspecto de una estrella de cine. El cabello negro que asomaba bajo el ala del sombrero de vaquero brillaba como el sol, y tenía un rostro muy atractivo. Poseía el cuerpo de un jinete: alto, elegante y musculado, pero sin excesos.
—¿Qué demonios estás haciendo? —preguntó una voz furiosa desde la parte de atrás—. Te dije que metieras esos sacos nuevos de grano antes de que la lluvia los estropee, no que jugaras con los arreos. ¡Mueve tu perezoso trasero, chica!
La joven se sonrojó. Parecía asustada.
—Sí, señor—dijo rápidamente, dirigiéndose a hacer lo que le habían pedido.
A Joe no le gustó el modo en que aquel hombre le había hablado. Era muy joven, probablemente no habría cumplido los veinte años. Ningún hombre debería hablarle así a una chica. Joe se acercó a él con expresión neutral, pero sus ojos azules brillaban de ira.
El hombre, que estaba obeso y era mayor que Joe, se giró al verlo acercarse.
—¿En qué puedo ayudarlo? —preguntó con voz aburrida, como si no le importara hacer negocio.
—¿Es usted el dueño? —quiso saber Joe.
—Soy el encargado. Me llamo Bill Tarleton.
—Necesito alguien que me construya una cuadra —dijo Joe echándose el sombrero hacia atrás.
El encargado arqueó las cejas y deslizó la mirada por los gastados vaqueros de Joe y su ropa barata. Se rió y compuso una expresión burlona.
—¿Tiene un rancho por aquí cerca? —preguntó con desconfianza.
Joe contuvo la furia.
—Mi jefe tiene uno —dijo siguiendo un impulso—. Está contratando gente. Acaba de comprar el rancho Bradbury.
—¿Esa ruina? —Tarleton torció el gesto—. Bradbury no hizo absolutamente nada por conservarlo en buen estado. Nadie entiende por qué. Hace años tenía buen ganado, venía gente de Oklahoma y de Kansas para comprarle.
—Se hizo viejo —respondió Joe.
—Supongo que sí. Una cuadra —murmuró el encargado—. Bueno. Jackson Hewett tiene una empresa de construcción. Hace casas, pero supongo que podría construir una cuadra. Vive justo a las afueras del pueblo, cerca de la antigua estación de tren. Su teléfono viene en la guía local.
—Gracias —dijo Joe.
—Su jefe necesitará pienso y arreos, ¿no? —Preguntó Tarleton—. Lo que no tenga aquí puedo encargarlo.
—Lo tendré en mente —contestó Joe—. Ahora mismo lo que necesito es una buena caja de herramientas.
—¡____________! —Gritó el otro hombre—. ¡Trae una de las cajas que habíamos empezado a colocar!
—¡Sí, señor! —se escuchó el sonido de unas botas.
—No me sirve de mucha ayuda —murmuró el encargado—. A veces falta al trabajo. Tiene a su madre con cáncer y una hermana pequeña de seis años que adoptó su madre.
—¿Y la madre no recibe ninguna ayuda del gobierno? —preguntó Joe con curiosidad.
—No mucha —le contó Tarleton—. Antes de enfermar tampoco trabajaba. __________ es la única que lleva dinero a casa. Su padre se marchó hace años con otra mujer. Al menos, tienen una casa. No es gran cosa, pero es un techo.
Joe sintió una punzada en el corazón al ver a la joven cargando con una pesada caja de herramientas. Apenas parecía tener fuerzas para levantar unas bridas.
—Espera, deja que te ayude —dijo Joe colocando la caja sobre el mostrador y abriéndola. Alzó las cejas mientras examinaba las herramientas—. Está muy bien.
—Es cara, pero vale la pena —le dijo Tarleton.
—El jefe quiere abrir una cuenta a su nombre, pero esto lo pagaré en efectivo —dijo Joe sacando la cartera—. Me dio dinero suelto para pagar lo esencial.
Los grandes ojos de Tarleton se hicieron todavía más grandes cuando Joe empezó a sacar billetes de veinte dólares.
—De acuerdo. ¿A nombre de quién pongo la cuenta?
—Jonas —le dijo John sin vacilar—. Kevin Jonas.
—Sí, he oído hablar de él —contestó Tarleton—. Tiene un rancho enorme en Medicine Ridge.
—Ese mismo —respondió Joe algo inquieto—. ¿Lo ha visto alguna vez en persona?
—¿Yo? —el encargado se rió—. No señor, yo no me muevo en esos círculos. Por aquí somos gente de pueblo, no millonarios.
Joe sintió que sería una ventaja que la gente del lugar no supiera quién era realmente. Al menos, por el momento. Estaría bien ser uno más por una vez. Su riqueza solía atraer a los oportunistas, sobre todo en el caso de las mujeres. Interpretaría el papel de vaquero.
—Dígale al señor Jonas que aquí le conseguiremos todo lo que necesite —aseguró Tarleton con una sonrisa—. Ahora mismo le abro la cuenta. ¿Y usted se llama…?
—Joe Adam —respondió él dando su segundo nombre como apellido.
La joven seguía al lado del mostrador. Joe le pasó los billetes de la caja de herramientas y ella los metió en la caja registradora y le devolvió el cambio.
—Gracias —dijo él sonriendo.
—De nada —respondió ella sonriendo a su vez con timidez. Tenía los ojos verdes y cálidos.
—Vuelve al trabajo —le ordenó Tarleton.
—Sí, señor —se giró y volvió a centrarse en los sacos que tenía que cargar sobre la plataforma.
Joe frunció el ceño.
—¿No es demasiado menuda para cargar con sacos de pienso de ese tamaño? —preguntó.
—Forma parte del trabajo —respondió el encargado a la defensiva—. Aseguró que podría hacerse cargo, y por eso la contraté.
—Volveré —dijo Joe agarrando la caja de herramientas y mirando a la joven, que estaba luchando con un pesado saco. Luego salió del almacén con gesto contrariado.
Se detuvo sin saber por qué. Volvió a mirar hacia el almacén y vio al encargado al lado de la plataforma de carga mirando cómo la joven cargaba los sacos de pienso. No era una mirada propia de un jefe a una empleada. Joe entornó los ojos. Iba a hacer algo al respecto.
Uno de los vaqueros que había contratado y que, como la mayoría de ellos, había trabajado con anterioridad en el rancho, lo estaba esperando en la casa cuando llegó con la caja de herramientas. Se llamaba Chad Dean
—Vaya, está muy bien —aseguró el vaquero—. Tu jefe debe de ser muy rico.
—Lo es —murmuró Joe—. Y también paga muy bien. Oye, ¿conoces a una joven llamada _________? Trabaja para Tarleton en el almacén.
—Sí —respondió Dean tenso—.Él está casado, pero le tira los tejos a __________. Ella necesita el dinero. Su madre se está muriendo y, además, tiene que cuidar de la niña de seis años. No sé cómo diablos se las arregla con lo poco que gana. Y encima tiene que aguantar el acoso de Tarleton. Mi mujer le dijo que podía denunciarlo a la policía, pero __________ dice que no puede permitirse perder el empleo. Este es un pueblo muy pequeño, y nadie la contrataría. Tarleton se encargaría de eso si se le ocurre dejar el trabajo.
—¿Cuántos años tiene? —preguntó Joe tras pensárselo un instante.
—Dieciocho o diecinueve, creo. Acaba de terminar el instituto.
—Eso me pareció —Joe estaba desilusionado, no sabía por qué—. De acuerdo, esto es lo que vamos a hacer por el momento con las vallas…
En los dos días siguientes, Joe llamó a un detective privado que trabajaba para los Callister en asuntos de negocios y le pidió que investigara a Tarleton. No tardó mucho en recibir respuesta. El encargado del almacén se había visto obligado a dejar un trabajo en Billings por razones desconocidas, pero el detective averiguó que se había tratado de acoso sexual a una compañera. No lo acusaron formalmente. Se trasladó con su familia a Hollister y consiguió trabajo en el almacén como encargado. El dueño era un hombre llamado Jake McGuire.
—Todos los que lo conocen dicen que es un tipo decente —le aseguró el detective por teléfono—. En otras palabras, no saben que Tarleton está acosando a la joven.
—¿Crees que a McGuire podría interesarle vender su negocio? —preguntó Joe.
—Está perdiendo dinero a espuertas en ese almacén. Creo que hasta pagaría por deshacerse de él. Tengo aquí su teléfono.
Joe lo apuntó y a la mañana siguiente llamó a Empresas McGuire. Tras una larga conversación en la que puso al tanto al dueño del perfil de acosador de su encargado, se ofreció a comprarle el negocio y sacarlo a flote. McGuire no quería vender el negocio que su padre había puesto en marcha cuarenta años atrás, pero se comprometió a alquilárselo al saber que estaba tratando con los hermanos Callister, y se comprometió además a mantener en secreto la identidad de Joe.
—¿Tiene en mente a alguien que pueda ocuparse del almacén cuando despida a Tarleton? —preguntó McGuire.
—La verdad es que sí —respondió Joe—. Se trata de un ejecutivo retirado que se aburre. Tiene una mente privilegiada y es capaz de hacer dinero de la arena del desierto.
Cuando Joe colgó el teléfono se sintió mejor por la joven. No esperaba que Tarleton dejara el trabajo por las buenas, pero confiaba en que bastaría con amenazarlo con destapar sus pecados del pasado.
Luego telefoneó al arquitecto y le pidió que fuera al día siguiente al rancho para hablar de los planos del establo y la cuadra. Contrató a un electricista para que revisara la instalación de la casa, y también contrató a seis nuevos vaqueros y a un ingeniero. Luego se dirigió a Hollister para ver cómo iban las cosas en el almacén. Su detective había encontrado otros tres cargos de acoso contra Tarleton que no llegaron a convertirse en denuncias. En cuanto entró, supo que iba a haber problemas. El encargado le dirigió una mirada asesina a Joe.
—¿Qué diablos le contó tu jefe al mío? —inquirió furioso acercándose a él—. Dice que va a alquilar la tienda pero que la única condición que le ha puesto es que yo no forme parte del trato.
—No es problema mío —dijo Joe con los ojos brillantes—. Ha sido decisión de mi jefe.
—¡No tenía derecho a despedirme! —Aseguró Tarleton rojo de ira—. ¡Voy a demandarlo!
Joe se acercó más al otro hombre y se inclinó, enfatizando su ventaja respecto a la altura.
—Como quieras. Mi jefe irá a hablar con el fiscal de Billings y le entregará la documentación de tu último acoso sexual.
El rostro de Tarleton pasó del rojo al blanco en cuestión de segundos.
—Sigue mi consejo —continuó Joe—. Lárgate de aquí mientras puedas. Firma una carta de renuncia que incluye tu traslado a Billings y un sueldo entero.
El encargado sopesó sus opciones. Finalmente miró a Joe con arrogancia.
—Qué diablos —dijo con frialdad—. De todas formas, no me gusta vivir en este pueblo minúsculo.
Se dio la vuelta y se marchó. ___________ contemplaba la escena con abierta curiosidad. Joe alzó una ceja, y ella se sonrojó y volvió rápidamente al trabajo.
Aquel pueblecito, Hollister, no era mucho mayor que Medicine Ridge, en Montana, donde Joe Jonas y su hermano Kevin tenían un rancho muy grande. Pero habían decidido que no era muy inteligente pasarse toda la vida confinados en una zona. Necesitaban salir un poco, tal vez intentar hacer algo diferente. En su rancho se ocupaban de los toros de raza y de su cría con la tecnología más moderna. Joe y Kevin habían decidido probar algo nuevo allí, en Hollister: un rancho que se dedicaría exclusivamente a los toros jóvenes utilizando la última tecnología en crecimiento, peso y aumento de musculatura, entre otras cosas. Además, iban a probar nuevos programas de crecimiento que combinaban grasas orgánicas con proteínas y pienso para mejorar la producción de ganado.
Una de las principales revistas agrícolas del país había publicado un artículo sobre sus últimas innovaciones. Kevin había salido en la foto con sus hijas y su nueva esposa. Joe, que estaba en una feria de ganado, se había perdido la sesión de fotos. No le importaba. Nunca le había gustado la publicidad. Ni tampoco a Kevin, pero no podían dejar pasar la oportunidad de dar a conocer su ganado, que era genéticamente superior.
Joe era el que solía viajar para exhibir los toros, pero estaba empezando a cansarse de pasarse la vida en la carretera. Ahora que Kevin se había casado con Kasie, su antigua secretaria, y que las hijas que Kevin tuvo en su primer matrimonio, Bess y Jenny, estaban en el colegio, Joe se sentía más solo que nunca. La nueva boda de Kevin le había hecho ser consciente del paso del tiempo. Ya había pasado los treinta y, aunque salía con chicas, nunca había conocido a ninguna mujer que deseara conservar. También comenzaba a oxidarse en el rancho familiar.
Por eso se presentó voluntario a ir a Hollister a reconstruir el antiguo rancho de ganado que Kevin y él habían comprado y que deseaban convertir en una instalación puntera de la cría de ganado de raza.
La casa, que Joe sólo había visto en fotos aéreas, era un desastre. El antiguo dueño no le había hecho mantenimiento durante años. Las vallas estaban rotas y el ganado se escapaba, el pozo se había secado, el corral se había venido abajo… El dueño decidió finalmente vender el rancho a precio de saldo, y los hermanos Jonas se lo habían comprado.
Ahora Joe tenía una visión de primera mano de la monumental tarea que lo esperaba. Tendría que contratar mano de obra, construir una cuadra y un establo, gastarse varios miles de dólares en la reconstrucción de la casa, construir un pozo, levantar de nuevo las vallas, comprar equipo… Aquello le llevaría muchos meses. Y había que hacerlo antes de llevar el nuevo ganado. En el corral había dos caballos, era todo lo que quedaba de los Appalossas del antiguo dueño. Corría prisa construir un establo; ésa era, junto con la casa, su prioridad. Joe estaba durmiendo por el momento en el suelo con un saco de dormir. Se calentaba el agua para afeitarse con un camping gas y se bañaba en el arroyo. Afortunadamente, era primavera. Compraba la comida en el único café del pueblo, donde comía dos veces al día.
Era una vida dura para un hombre acostumbrado a hoteles de cinco estrellas y a comer en los mejores restaurantes. Pero él lo había decidido así.
Conducía hasta el pueblo en una camioneta de gama media. Ningún signo exterior mostraba su riqueza, y no tenía amigos por allí. Sólo conocía a los vaqueros que iban a empezar a trabajar para él. La gente del pueblo ni siquiera sabía todavía cómo se llamaba.
El sitio por el que debía empezar, se dijo, era el almacén de piensos. Vendía suministros para ranchos, arreos incluidos. Tal vez el dueño supiera dónde encontrar un constructor bueno.
Se detuvo frente a la puerta principal y entró. Era un lugar bastante polvoriento. Al parecer, sólo había un empleado, una joven de cabello oscuro y ondulado y bonita figura que llevaba un jersey de ochos con pantalones vaqueros gastados y botas.
Estaba clasificando unas bridas, pero alzó la mirada cuando lo vio acercarse. Como los viejos vaqueros, Joe llevaba botas con espuelas que tintineaban al caminar. También llevaba un viejo Colt del 45 en una cartuchera que le colgaba en las caderas bajo la camisa vaquera abierta que llevaba con vaqueros y camiseta negra. Aquella parte de Montana era una zona peligrosa y no pensaba salir sin algún medio de protección contra potenciales depredadores.
La joven se quedó mirándolo fijamente de un modo extraño. Joe no era consciente de que tenía el aspecto de una estrella de cine. El cabello negro que asomaba bajo el ala del sombrero de vaquero brillaba como el sol, y tenía un rostro muy atractivo. Poseía el cuerpo de un jinete: alto, elegante y musculado, pero sin excesos.
—¿Qué demonios estás haciendo? —preguntó una voz furiosa desde la parte de atrás—. Te dije que metieras esos sacos nuevos de grano antes de que la lluvia los estropee, no que jugaras con los arreos. ¡Mueve tu perezoso trasero, chica!
La joven se sonrojó. Parecía asustada.
—Sí, señor—dijo rápidamente, dirigiéndose a hacer lo que le habían pedido.
A Joe no le gustó el modo en que aquel hombre le había hablado. Era muy joven, probablemente no habría cumplido los veinte años. Ningún hombre debería hablarle así a una chica. Joe se acercó a él con expresión neutral, pero sus ojos azules brillaban de ira.
El hombre, que estaba obeso y era mayor que Joe, se giró al verlo acercarse.
—¿En qué puedo ayudarlo? —preguntó con voz aburrida, como si no le importara hacer negocio.
—¿Es usted el dueño? —quiso saber Joe.
—Soy el encargado. Me llamo Bill Tarleton.
—Necesito alguien que me construya una cuadra —dijo Joe echándose el sombrero hacia atrás.
El encargado arqueó las cejas y deslizó la mirada por los gastados vaqueros de Joe y su ropa barata. Se rió y compuso una expresión burlona.
—¿Tiene un rancho por aquí cerca? —preguntó con desconfianza.
Joe contuvo la furia.
—Mi jefe tiene uno —dijo siguiendo un impulso—. Está contratando gente. Acaba de comprar el rancho Bradbury.
—¿Esa ruina? —Tarleton torció el gesto—. Bradbury no hizo absolutamente nada por conservarlo en buen estado. Nadie entiende por qué. Hace años tenía buen ganado, venía gente de Oklahoma y de Kansas para comprarle.
—Se hizo viejo —respondió Joe.
—Supongo que sí. Una cuadra —murmuró el encargado—. Bueno. Jackson Hewett tiene una empresa de construcción. Hace casas, pero supongo que podría construir una cuadra. Vive justo a las afueras del pueblo, cerca de la antigua estación de tren. Su teléfono viene en la guía local.
—Gracias —dijo Joe.
—Su jefe necesitará pienso y arreos, ¿no? —Preguntó Tarleton—. Lo que no tenga aquí puedo encargarlo.
—Lo tendré en mente —contestó Joe—. Ahora mismo lo que necesito es una buena caja de herramientas.
—¡____________! —Gritó el otro hombre—. ¡Trae una de las cajas que habíamos empezado a colocar!
—¡Sí, señor! —se escuchó el sonido de unas botas.
—No me sirve de mucha ayuda —murmuró el encargado—. A veces falta al trabajo. Tiene a su madre con cáncer y una hermana pequeña de seis años que adoptó su madre.
—¿Y la madre no recibe ninguna ayuda del gobierno? —preguntó Joe con curiosidad.
—No mucha —le contó Tarleton—. Antes de enfermar tampoco trabajaba. __________ es la única que lleva dinero a casa. Su padre se marchó hace años con otra mujer. Al menos, tienen una casa. No es gran cosa, pero es un techo.
Joe sintió una punzada en el corazón al ver a la joven cargando con una pesada caja de herramientas. Apenas parecía tener fuerzas para levantar unas bridas.
—Espera, deja que te ayude —dijo Joe colocando la caja sobre el mostrador y abriéndola. Alzó las cejas mientras examinaba las herramientas—. Está muy bien.
—Es cara, pero vale la pena —le dijo Tarleton.
—El jefe quiere abrir una cuenta a su nombre, pero esto lo pagaré en efectivo —dijo Joe sacando la cartera—. Me dio dinero suelto para pagar lo esencial.
Los grandes ojos de Tarleton se hicieron todavía más grandes cuando Joe empezó a sacar billetes de veinte dólares.
—De acuerdo. ¿A nombre de quién pongo la cuenta?
—Jonas —le dijo John sin vacilar—. Kevin Jonas.
—Sí, he oído hablar de él —contestó Tarleton—. Tiene un rancho enorme en Medicine Ridge.
—Ese mismo —respondió Joe algo inquieto—. ¿Lo ha visto alguna vez en persona?
—¿Yo? —el encargado se rió—. No señor, yo no me muevo en esos círculos. Por aquí somos gente de pueblo, no millonarios.
Joe sintió que sería una ventaja que la gente del lugar no supiera quién era realmente. Al menos, por el momento. Estaría bien ser uno más por una vez. Su riqueza solía atraer a los oportunistas, sobre todo en el caso de las mujeres. Interpretaría el papel de vaquero.
—Dígale al señor Jonas que aquí le conseguiremos todo lo que necesite —aseguró Tarleton con una sonrisa—. Ahora mismo le abro la cuenta. ¿Y usted se llama…?
—Joe Adam —respondió él dando su segundo nombre como apellido.
La joven seguía al lado del mostrador. Joe le pasó los billetes de la caja de herramientas y ella los metió en la caja registradora y le devolvió el cambio.
—Gracias —dijo él sonriendo.
—De nada —respondió ella sonriendo a su vez con timidez. Tenía los ojos verdes y cálidos.
—Vuelve al trabajo —le ordenó Tarleton.
—Sí, señor —se giró y volvió a centrarse en los sacos que tenía que cargar sobre la plataforma.
Joe frunció el ceño.
—¿No es demasiado menuda para cargar con sacos de pienso de ese tamaño? —preguntó.
—Forma parte del trabajo —respondió el encargado a la defensiva—. Aseguró que podría hacerse cargo, y por eso la contraté.
—Volveré —dijo Joe agarrando la caja de herramientas y mirando a la joven, que estaba luchando con un pesado saco. Luego salió del almacén con gesto contrariado.
Se detuvo sin saber por qué. Volvió a mirar hacia el almacén y vio al encargado al lado de la plataforma de carga mirando cómo la joven cargaba los sacos de pienso. No era una mirada propia de un jefe a una empleada. Joe entornó los ojos. Iba a hacer algo al respecto.
Uno de los vaqueros que había contratado y que, como la mayoría de ellos, había trabajado con anterioridad en el rancho, lo estaba esperando en la casa cuando llegó con la caja de herramientas. Se llamaba Chad Dean
—Vaya, está muy bien —aseguró el vaquero—. Tu jefe debe de ser muy rico.
—Lo es —murmuró Joe—. Y también paga muy bien. Oye, ¿conoces a una joven llamada _________? Trabaja para Tarleton en el almacén.
—Sí —respondió Dean tenso—.Él está casado, pero le tira los tejos a __________. Ella necesita el dinero. Su madre se está muriendo y, además, tiene que cuidar de la niña de seis años. No sé cómo diablos se las arregla con lo poco que gana. Y encima tiene que aguantar el acoso de Tarleton. Mi mujer le dijo que podía denunciarlo a la policía, pero __________ dice que no puede permitirse perder el empleo. Este es un pueblo muy pequeño, y nadie la contrataría. Tarleton se encargaría de eso si se le ocurre dejar el trabajo.
—¿Cuántos años tiene? —preguntó Joe tras pensárselo un instante.
—Dieciocho o diecinueve, creo. Acaba de terminar el instituto.
—Eso me pareció —Joe estaba desilusionado, no sabía por qué—. De acuerdo, esto es lo que vamos a hacer por el momento con las vallas…
En los dos días siguientes, Joe llamó a un detective privado que trabajaba para los Callister en asuntos de negocios y le pidió que investigara a Tarleton. No tardó mucho en recibir respuesta. El encargado del almacén se había visto obligado a dejar un trabajo en Billings por razones desconocidas, pero el detective averiguó que se había tratado de acoso sexual a una compañera. No lo acusaron formalmente. Se trasladó con su familia a Hollister y consiguió trabajo en el almacén como encargado. El dueño era un hombre llamado Jake McGuire.
—Todos los que lo conocen dicen que es un tipo decente —le aseguró el detective por teléfono—. En otras palabras, no saben que Tarleton está acosando a la joven.
—¿Crees que a McGuire podría interesarle vender su negocio? —preguntó Joe.
—Está perdiendo dinero a espuertas en ese almacén. Creo que hasta pagaría por deshacerse de él. Tengo aquí su teléfono.
Joe lo apuntó y a la mañana siguiente llamó a Empresas McGuire. Tras una larga conversación en la que puso al tanto al dueño del perfil de acosador de su encargado, se ofreció a comprarle el negocio y sacarlo a flote. McGuire no quería vender el negocio que su padre había puesto en marcha cuarenta años atrás, pero se comprometió a alquilárselo al saber que estaba tratando con los hermanos Callister, y se comprometió además a mantener en secreto la identidad de Joe.
—¿Tiene en mente a alguien que pueda ocuparse del almacén cuando despida a Tarleton? —preguntó McGuire.
—La verdad es que sí —respondió Joe—. Se trata de un ejecutivo retirado que se aburre. Tiene una mente privilegiada y es capaz de hacer dinero de la arena del desierto.
Cuando Joe colgó el teléfono se sintió mejor por la joven. No esperaba que Tarleton dejara el trabajo por las buenas, pero confiaba en que bastaría con amenazarlo con destapar sus pecados del pasado.
Luego telefoneó al arquitecto y le pidió que fuera al día siguiente al rancho para hablar de los planos del establo y la cuadra. Contrató a un electricista para que revisara la instalación de la casa, y también contrató a seis nuevos vaqueros y a un ingeniero. Luego se dirigió a Hollister para ver cómo iban las cosas en el almacén. Su detective había encontrado otros tres cargos de acoso contra Tarleton que no llegaron a convertirse en denuncias. En cuanto entró, supo que iba a haber problemas. El encargado le dirigió una mirada asesina a Joe.
—¿Qué diablos le contó tu jefe al mío? —inquirió furioso acercándose a él—. Dice que va a alquilar la tienda pero que la única condición que le ha puesto es que yo no forme parte del trato.
—No es problema mío —dijo Joe con los ojos brillantes—. Ha sido decisión de mi jefe.
—¡No tenía derecho a despedirme! —Aseguró Tarleton rojo de ira—. ¡Voy a demandarlo!
Joe se acercó más al otro hombre y se inclinó, enfatizando su ventaja respecto a la altura.
—Como quieras. Mi jefe irá a hablar con el fiscal de Billings y le entregará la documentación de tu último acoso sexual.
El rostro de Tarleton pasó del rojo al blanco en cuestión de segundos.
—Sigue mi consejo —continuó Joe—. Lárgate de aquí mientras puedas. Firma una carta de renuncia que incluye tu traslado a Billings y un sueldo entero.
El encargado sopesó sus opciones. Finalmente miró a Joe con arrogancia.
—Qué diablos —dijo con frialdad—. De todas formas, no me gusta vivir en este pueblo minúsculo.
Se dio la vuelta y se marchó. ___________ contemplaba la escena con abierta curiosidad. Joe alzó una ceja, y ella se sonrojó y volvió rápidamente al trabajo.
♫ Laura Jonas ♥
Re: El secreto de Joe (TERMINADA)
siguela ........
me enknto el cap.....
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jamileth
Re: El secreto de Joe (TERMINADA)
Capitulo 2
_________ Peale se dijo que la intensa conversación que había mantenido el nuevo capataz del rancho Bradbury con su jefe no era asunto suyo. El capataz lo había dejado claro con aquel levantamiento de cejas y una mirada glacial. Pero __________ estaba preocupada. No podía quedarse sin trabajo. Su madre y Selene, la niña de seis años que había adoptado su madre, dependían de ella.
Se mordió una uña, aunque ya casi no le quedaban. Su madre, de sesenta y tres años, había tenido a _________ muy tarde. Tuvieron un rancho hasta que su padre se encaprichó con la joven camarera de la cafetería del pueblo. Dejó a su familia y huyó con ella, llevándose consigo todos sus ahorros. Sin dinero para pagar las facturas, la madre de _________ se vio obligada a vender el ganado y la mayor parte de la tierra y a despedir a los vaqueros. Uno de ellos, el padre de la pequeña Selene, se emborrachó presa de la desesperación y cayó al río mientras conducía el coche. Lo encontraron muerto al día siguiente. Había dejado a Selene completamente sola en el mundo.
____________ pensó que su vida era como un culebrón. Incluso había un malo, pensó mirando de reojo al señor Tarleton, que le hacía trabajar como una esclava y que siempre se rozaba «accidentalmente» con ella. Estaba harta de su acoso. Ella ni siquiera había tenido nunca novio. La escuela de aquel pueblecito sólo tenía un aula en el que estaban los niños de todas las edades y un solo profesor. De su edad sólo había dos chicos y tres chicas incluida ella y eran muy guapas, así que nadie le pidió salir nunca. __________ nunca había sentido esas cosas que se decían en las novelas románticas. Nunca la habían besado. Su única experiencia sexual, si es que podía llamarse así, era el acoso al que la sometía el repulsivo aprendiz de Romeo que había detrás del mostrador.
___________ terminó de limpiar las estanterías y deseó que el destino le pusiera delante a un jefe guapo y soltero que la encontrara fascinante. Se habría conformado encantada con el nuevo capataz de Bradbury, pero no parecía que él encontrara nada atractivo en ella. De hecho, la ignoraba.
—Te has dejado una esquina.
___________ se giró y se sonrojó mientras miraba sus ojos azules.
—¿Có-cómo?
Joe se rió. Las mujeres de su mundo eran sofisticadas e incluso pedantes. Aquella florecilla estaba tan poco afectada por el mundo moderno como el almacén en el que trabajaba.
—He dicho que te has dejado una esquina por limpiar —se inclinó hacia delante—. Era una broma.
—Oh —____________ se rió con timidez y miró hacia la estantería—. Seguramente me habré dejado varias. No llego más alto y no hay escalera.
La joven miró con angustia hacia su jefe, que los estaba observando.
—Será mejor que vuelva al trabajo antes de que me despida.
—No puede hacerlo.
Ella parpadeó.
—¿No puede?
—En dos semanas vendrá un nuevo encargado a sustituirlo —aseguró Joe con voz pausada.
A ___________ se le detuvo el corazón.
—Oh, Dios mío…
—No me digas que lo vas a echar de menos, porque no me lo creería —aseguró él con sequedad.
___________ se comió una uña que ya había prácticamente desaparecido.
—No es eso. Es que tal vez el nuevo encargado no querrá que yo siga trabajando aquí.
—Sí querrá —Joe apretó los labios—. El nuevo encargado trabaja para mi jefe, y mi jefe ha dicho que no se eche a ningún empleado.
El rostro de ___________ se relajó un poco cuando volvió a mirar a Tarleton, que le lanzó una mirada furibunda.
—Lo único que tienes que hacer es aguantar las dos próximas semanas —le dijo Joe—. Si tienes algún problema con él, del tipo que sea, puedes llamarme a la hora que sea. ¿Tienes papel y lápiz?
__________ sacó de detrás del mostrador un trozo de papel de estraza y un bolígrafo. Joe escribió el número y se lo pasó.
—No le tengas miedo —añadió—. No te puedo decir más, pero ya tiene bastantes problemas como para buscarse más contigo.
Tarleton observaba la escena desde lejos con ojos asesinos. Así que a ella le gustaba aquel vaquero entrometido, ¿verdad? Eso le ponía furioso. Estaba seguro de que el nuevo capataz del rancho Bradbury había hablado con alguien de él y le había pasado información a McGuire, el dueño del almacén. Iba a perder su trabajo por segunda vez en seis meses. Su esposa estaba harta de tanta mudanza y tal vez lo abandonara. El día que Joe Adam entró en su almacén fue un mal día. Deseó que se cayera en un pozo y se ahogara. Lo deseó de verdad.
Deslizó la mirada por la esbelta figura de __________. Lo excitaba mucho. No era de las que opondrían mucha resistencia, y ese Adam no podía vigilarla día y noche. Tarleton sonrió para sus adentros con frialdad. Si iba a quedarse de todas maneras sin trabajo, no tenía mucho que perder. Así que podía sacar algo en claro de la experiencia.
Algo dulce.
__________ regresó a casa muy cansada al final de la semana. Tarleton le había encargado más trabajo que nunca, sobre todo tareas físicas. Estaba furioso porque lo habían despedido y la miraba todavía más que antes, y de un modo que le hacía sentirse incomodísima.
—Sí, gracias a ti —respondió ella con dificultad mirando al hombre que estaba detrás de él.
Joe se giró hacia Tarleton, que estaba sonrojado porque lo habían pillado in fraganti. Reculó para alejarse del homicida que avanzaba hacia él con una expresión asesina.
Joe lo agarró de la camisa, echó hacia atrás su gigantesco puño y lo mandó hacia el fondo del almacén de un puñetazo. Luego fue detrás de él con sus ojos azules brillando de ira.
—¿Pero qué diablos…? —exclamó una voz asombrada desde la parte delantera de la tienda.
Un hombre de traje contemplaba la escena con las cejas arqueadas.
—¡Se… señor McGuire! —Exclamó Tarleton sentado en el suelo y sujetándose la barbilla—. ¡Me ha atacado! ¡Llame a la policía!
Joe miró a McGuire con los ojos echando chispas.
—Hay una joven de diecinueve años en el cuarto de arreos con la camisa rota.
Los ojos grises de McGuire se llenaron de pronto de furia. Sacó el móvil y marcó un número.
—Vengan inmediatamente —dijo—. Tarleton acaba de atacar a __________. Sí, eso es. No, no saldrá de aquí —colgó el teléfono—. Deberías haber regresado a Billings. Ahora vas a ir a la cárcel.
—¡Ella me estaba provocando! —Protestó Tarleton—. ¡Es culpa suya!
Joe miró a McGuire.
—Y yo soy un elfo verde —murmuró dándose la vuelta para volver al cuarto de arreos.
__________ estaba llorando apoyada contra una silla de montar y tratando de abrocharse la destrozada camisa, por la que se le asomaba el gastado sujetador. Le daba vergüenza que Joe lo viera.
Él se quito la camisa de algodón que llevaba puesta encima de la camiseta negra. Apartó las manos de __________ de la blusa destrozada y se las puso en la camisa, que todavía conservaba el calor de su cuerpo. Se la abrochó hasta arriba. Luego le sujetó el rostro húmedo con sus grandes manos y se lo alzó. Joe dio un respingo; tenía una herida en su hermosa boquita, el cabello revuelto y los ojos hinchados y rojos.
—Yo y mi maldita cuadra —murmuró—. Lo siento.
—¿Por qué? —sollozó ella—. No es culpa tuya.
—Lo es. Debí suponer que sucedería algo así.
Sonó el timbre de la puerta y se escucharon unos pasos pesados sobre la madera. Hubo una conversación puntualizada por las protestas de Tarleton.
Un hombre alto y delgado vestido de policía llamó a la puerta rota y entró. Joe se giró para que viera cómo estaba ____________.
El policía apretó los labios y sus ojos oscuros echaron fuego.
—¿Te encuentras bien, __________? —le preguntó con voz grave.
—Sí, jefe Graves —respondió ella con la voz rota—. ¡Me ha atacado! —exclamó mirando a Tarleton. Vino por detrás mientras yo estaba colocando la mercancía y me agarró. Me besó y me rompió la blusa —se le rompió la voz—. Trató de… de…
No fue capaz de verbalizarlo.
—No volverá a tocarte jamás, te lo prometo —aseguró Graves—. Necesito que vengas a mi oficina cuando te sientas un poco mejor para que pongas una denuncia. ¿Lo harás?
—Sí, señor.
El policía miró a Joe.
—¿Le has pegado? —preguntó girando la cabeza hacia Tarleton, que seguía sentado en el suelo de la otra habitación.
—Por supuesto que sí —respondió Joe desafiante.
El jefe Graves miró a ___________ y se estremeció. Luego se dio la vuelta y se acercó a Tarleton. Lo agarró del brazo, obligándolo a ponerse de pie, y lo esposó mientras le leía sus derechos.
—¡Suélteme! —Gritó Tarleton—. Regreso a Billings dentro de dos días. ¡Ella miente! No quería hacerle daño, sólo la he besado. ¡Me ha seducido! Y quiero que arresten a ese maldito vaquero. ¡Me ha pegado!
Nadie le estaba prestando la más mínima atención. De hecho, parecía como si el jefe de policía quisiera golpear a Tarleton con sus propias manos. El aspirante a Romeo terminó callándose.
—Después de esto, no volveré a contratar a nadie más mientras viva —le dijo McGuire al policía.
—A veces las serpientes no parecen serpientes —le dijo Graves—. Todos cometemos errores. Vamos, señor Tarleton. Tenemos una celda nueva muy bonita en la que va a vivir hasta que se celebre el juicio.
—¡Ella miente! —bramó Tarleton con el rostro enrojecido.
__________ salió del cuarto con Joe detrás. La traumática experiencia por la que había pasado resultaba tan evidente que los hombres de la sala torcieron el gesto nada más verla.
—¿Le importa si le digo algo al encargado, jefe Graves? —preguntó _________ con tono áspero.—En absoluto —respondió el policía.
_________ Peale se dijo que la intensa conversación que había mantenido el nuevo capataz del rancho Bradbury con su jefe no era asunto suyo. El capataz lo había dejado claro con aquel levantamiento de cejas y una mirada glacial. Pero __________ estaba preocupada. No podía quedarse sin trabajo. Su madre y Selene, la niña de seis años que había adoptado su madre, dependían de ella.
Se mordió una uña, aunque ya casi no le quedaban. Su madre, de sesenta y tres años, había tenido a _________ muy tarde. Tuvieron un rancho hasta que su padre se encaprichó con la joven camarera de la cafetería del pueblo. Dejó a su familia y huyó con ella, llevándose consigo todos sus ahorros. Sin dinero para pagar las facturas, la madre de _________ se vio obligada a vender el ganado y la mayor parte de la tierra y a despedir a los vaqueros. Uno de ellos, el padre de la pequeña Selene, se emborrachó presa de la desesperación y cayó al río mientras conducía el coche. Lo encontraron muerto al día siguiente. Había dejado a Selene completamente sola en el mundo.
____________ pensó que su vida era como un culebrón. Incluso había un malo, pensó mirando de reojo al señor Tarleton, que le hacía trabajar como una esclava y que siempre se rozaba «accidentalmente» con ella. Estaba harta de su acoso. Ella ni siquiera había tenido nunca novio. La escuela de aquel pueblecito sólo tenía un aula en el que estaban los niños de todas las edades y un solo profesor. De su edad sólo había dos chicos y tres chicas incluida ella y eran muy guapas, así que nadie le pidió salir nunca. __________ nunca había sentido esas cosas que se decían en las novelas románticas. Nunca la habían besado. Su única experiencia sexual, si es que podía llamarse así, era el acoso al que la sometía el repulsivo aprendiz de Romeo que había detrás del mostrador.
___________ terminó de limpiar las estanterías y deseó que el destino le pusiera delante a un jefe guapo y soltero que la encontrara fascinante. Se habría conformado encantada con el nuevo capataz de Bradbury, pero no parecía que él encontrara nada atractivo en ella. De hecho, la ignoraba.
—Te has dejado una esquina.
___________ se giró y se sonrojó mientras miraba sus ojos azules.
—¿Có-cómo?
Joe se rió. Las mujeres de su mundo eran sofisticadas e incluso pedantes. Aquella florecilla estaba tan poco afectada por el mundo moderno como el almacén en el que trabajaba.
—He dicho que te has dejado una esquina por limpiar —se inclinó hacia delante—. Era una broma.
—Oh —____________ se rió con timidez y miró hacia la estantería—. Seguramente me habré dejado varias. No llego más alto y no hay escalera.
La joven miró con angustia hacia su jefe, que los estaba observando.
—Será mejor que vuelva al trabajo antes de que me despida.
—No puede hacerlo.
Ella parpadeó.
—¿No puede?
—En dos semanas vendrá un nuevo encargado a sustituirlo —aseguró Joe con voz pausada.
A ___________ se le detuvo el corazón.
—Oh, Dios mío…
—No me digas que lo vas a echar de menos, porque no me lo creería —aseguró él con sequedad.
___________ se comió una uña que ya había prácticamente desaparecido.
—No es eso. Es que tal vez el nuevo encargado no querrá que yo siga trabajando aquí.
—Sí querrá —Joe apretó los labios—. El nuevo encargado trabaja para mi jefe, y mi jefe ha dicho que no se eche a ningún empleado.
El rostro de ___________ se relajó un poco cuando volvió a mirar a Tarleton, que le lanzó una mirada furibunda.
—Lo único que tienes que hacer es aguantar las dos próximas semanas —le dijo Joe—. Si tienes algún problema con él, del tipo que sea, puedes llamarme a la hora que sea. ¿Tienes papel y lápiz?
__________ sacó de detrás del mostrador un trozo de papel de estraza y un bolígrafo. Joe escribió el número y se lo pasó.
—No le tengas miedo —añadió—. No te puedo decir más, pero ya tiene bastantes problemas como para buscarse más contigo.
Tarleton observaba la escena desde lejos con ojos asesinos. Así que a ella le gustaba aquel vaquero entrometido, ¿verdad? Eso le ponía furioso. Estaba seguro de que el nuevo capataz del rancho Bradbury había hablado con alguien de él y le había pasado información a McGuire, el dueño del almacén. Iba a perder su trabajo por segunda vez en seis meses. Su esposa estaba harta de tanta mudanza y tal vez lo abandonara. El día que Joe Adam entró en su almacén fue un mal día. Deseó que se cayera en un pozo y se ahogara. Lo deseó de verdad.
Deslizó la mirada por la esbelta figura de __________. Lo excitaba mucho. No era de las que opondrían mucha resistencia, y ese Adam no podía vigilarla día y noche. Tarleton sonrió para sus adentros con frialdad. Si iba a quedarse de todas maneras sin trabajo, no tenía mucho que perder. Así que podía sacar algo en claro de la experiencia.
Algo dulce.
__________ regresó a casa muy cansada al final de la semana. Tarleton le había encargado más trabajo que nunca, sobre todo tareas físicas. Estaba furioso porque lo habían despedido y la miraba todavía más que antes, y de un modo que le hacía sentirse incomodísima.
—Sí, gracias a ti —respondió ella con dificultad mirando al hombre que estaba detrás de él.
Joe se giró hacia Tarleton, que estaba sonrojado porque lo habían pillado in fraganti. Reculó para alejarse del homicida que avanzaba hacia él con una expresión asesina.
Joe lo agarró de la camisa, echó hacia atrás su gigantesco puño y lo mandó hacia el fondo del almacén de un puñetazo. Luego fue detrás de él con sus ojos azules brillando de ira.
—¿Pero qué diablos…? —exclamó una voz asombrada desde la parte delantera de la tienda.
Un hombre de traje contemplaba la escena con las cejas arqueadas.
—¡Se… señor McGuire! —Exclamó Tarleton sentado en el suelo y sujetándose la barbilla—. ¡Me ha atacado! ¡Llame a la policía!
Joe miró a McGuire con los ojos echando chispas.
—Hay una joven de diecinueve años en el cuarto de arreos con la camisa rota.
Los ojos grises de McGuire se llenaron de pronto de furia. Sacó el móvil y marcó un número.
—Vengan inmediatamente —dijo—. Tarleton acaba de atacar a __________. Sí, eso es. No, no saldrá de aquí —colgó el teléfono—. Deberías haber regresado a Billings. Ahora vas a ir a la cárcel.
—¡Ella me estaba provocando! —Protestó Tarleton—. ¡Es culpa suya!
Joe miró a McGuire.
—Y yo soy un elfo verde —murmuró dándose la vuelta para volver al cuarto de arreos.
__________ estaba llorando apoyada contra una silla de montar y tratando de abrocharse la destrozada camisa, por la que se le asomaba el gastado sujetador. Le daba vergüenza que Joe lo viera.
Él se quito la camisa de algodón que llevaba puesta encima de la camiseta negra. Apartó las manos de __________ de la blusa destrozada y se las puso en la camisa, que todavía conservaba el calor de su cuerpo. Se la abrochó hasta arriba. Luego le sujetó el rostro húmedo con sus grandes manos y se lo alzó. Joe dio un respingo; tenía una herida en su hermosa boquita, el cabello revuelto y los ojos hinchados y rojos.
—Yo y mi maldita cuadra —murmuró—. Lo siento.
—¿Por qué? —sollozó ella—. No es culpa tuya.
—Lo es. Debí suponer que sucedería algo así.
Sonó el timbre de la puerta y se escucharon unos pasos pesados sobre la madera. Hubo una conversación puntualizada por las protestas de Tarleton.
Un hombre alto y delgado vestido de policía llamó a la puerta rota y entró. Joe se giró para que viera cómo estaba ____________.
El policía apretó los labios y sus ojos oscuros echaron fuego.
—¿Te encuentras bien, __________? —le preguntó con voz grave.
—Sí, jefe Graves —respondió ella con la voz rota—. ¡Me ha atacado! —exclamó mirando a Tarleton. Vino por detrás mientras yo estaba colocando la mercancía y me agarró. Me besó y me rompió la blusa —se le rompió la voz—. Trató de… de…
No fue capaz de verbalizarlo.
—No volverá a tocarte jamás, te lo prometo —aseguró Graves—. Necesito que vengas a mi oficina cuando te sientas un poco mejor para que pongas una denuncia. ¿Lo harás?
—Sí, señor.
El policía miró a Joe.
—¿Le has pegado? —preguntó girando la cabeza hacia Tarleton, que seguía sentado en el suelo de la otra habitación.
—Por supuesto que sí —respondió Joe desafiante.
El jefe Graves miró a ___________ y se estremeció. Luego se dio la vuelta y se acercó a Tarleton. Lo agarró del brazo, obligándolo a ponerse de pie, y lo esposó mientras le leía sus derechos.
—¡Suélteme! —Gritó Tarleton—. Regreso a Billings dentro de dos días. ¡Ella miente! No quería hacerle daño, sólo la he besado. ¡Me ha seducido! Y quiero que arresten a ese maldito vaquero. ¡Me ha pegado!
Nadie le estaba prestando la más mínima atención. De hecho, parecía como si el jefe de policía quisiera golpear a Tarleton con sus propias manos. El aspirante a Romeo terminó callándose.
—Después de esto, no volveré a contratar a nadie más mientras viva —le dijo McGuire al policía.
—A veces las serpientes no parecen serpientes —le dijo Graves—. Todos cometemos errores. Vamos, señor Tarleton. Tenemos una celda nueva muy bonita en la que va a vivir hasta que se celebre el juicio.
—¡Ella miente! —bramó Tarleton con el rostro enrojecido.
__________ salió del cuarto con Joe detrás. La traumática experiencia por la que había pasado resultaba tan evidente que los hombres de la sala torcieron el gesto nada más verla.
—¿Le importa si le digo algo al encargado, jefe Graves? —preguntó _________ con tono áspero.—En absoluto —respondió el policía.
♫ Laura Jonas ♥
Re: El secreto de Joe (TERMINADA)
nueva lectora!!!!!!!!!
me gusto muchoooo!!!
cuando vuelves a subir cap????
me gusto muchoooo!!!
cuando vuelves a subir cap????
Julieta♥
Re: El secreto de Joe (TERMINADA)
julieta_black escribió:nueva lectora!!!!!!!!!
me gusto muchoooo!!!
cuando vuelves a subir cap????
Bienvenida!!!!!!!!!
Pues trato de subir capis todos los dias, claro cuando puedo
Y dependiendo de cuantos comments me dejen si no subo :D :D
Y BIENVENIDA!!!!!!!!!!!!! (otra vez) :afro: :afro:
♫ Laura Jonas ♥
Re: El secreto de Joe (TERMINADA)
me nknto el cap...
siguela....
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siguela....
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jamileth
Re: El secreto de Joe (TERMINADA)
Capitulo 2 (parte 2)
—En absoluto —respondió el policía.
_________ se acercó a Tarleton. Los ojos verdes le brillaban de furia. Echó hacia atrás la mano y le dio un bofetón en la boca lo más fuerte que pudo. Luego se giró sobre los talones, se acercó al mostrador, agarró el saco de semillas de maíz que había dejado cuando comenzó el forcejeo y se dispuso a trabajar.
Los tres hombres miraron hacia Tarleton con idéntica expresión reflejada en sus rostros.
—Conseguiré un buen abogado —aseguró el encargado desafiante.
—Lo necesitarás —replicó Joe con tal carga amenazante que el hombre dio un paso atrás.
Graves se llevó a Tarleton. Joe se giró hacia McGuire, que tenía las manos en los bolsillos del traje y una expresión desolada.
—Nunca conseguiré compensarla por esto —dijo con pesadumbre.
—Tal vez podría decirle que va a recomendar que le suban el sueldo —replicó Joe.
—Es lo menos que puedo hacer —reconoció el otro hombre.
Joe asintió y miró hacia donde __________ estaba trabajando.
—Tiene que verla un médico.
—El doctor Bates tiene una clínica al lado de la oficina de correos —aseguró McGuire—. Él la examinará. Ha sido el médico de su familia desde que __________ era una niña.
—La voy a llevar ahora mismo.
__________ alzó la vista cuando Joe se acercó. Tenía un aspecto terrible, pero ya no lloraba.
—¿Va a despedirme el señor McGuire? —le preguntó a Joe.
—¿Por qué? ¿Por haber estado a punto de ser violada? —exclamó él—. Por supuesto que no. De hecho, ha mencionado que te va a subir el sueldo. Pero ahora mismo lo que quiere es que vayas a ver al médico para que te haga un reconocimiento.
—Estoy bien —protestó ella—. Y tengo mucho trabajo. No quiero ver al doctor Bates.
—Está decidido. Y no creo que te guste cómo manejo yo los motines.
__________ se puso en jarras.
—¿Ah, sí? ¿Y cómo los manejas?
Joe sonrió. Antes de que ella pudiera decir una palabra más, la agarró en brazos con delicadeza y salió por la puerta de entrada con ella.
Capítulo 3
—¡No puedes hacer esto! —protestó __________ mientras cruzaba la calle con ella en brazos para alborozo de un cliente madrugador que había delante de la tienda de comestibles.
—No querías ir por tu propio pie —aseguró Joe. Bajó la vista para mirarla y sonrió—. Eres muy guapa, ¿lo sabes?
Ella dejó de protestar.
—¿Có-cómo?
—Guapa —repitió Joe—. Y, además, tienes agallas. Ojalá hubieras cerrado el puño cuando golpeaste a Tarleton. Ese tipo debería permanecer encerrado de por vida.
___________ se le colgó del cuello con sus manitas.
—No lo vi venir —aseguró todavía conmocionada—. Me empujó al cuarto de arreos y cerró la puerta. Creí que nunca podría escapar. Luché con todas mis fuerzas… —__________ tragó saliva—. Los hombres son muy fuertes, incluso los que son fofos como él. Pero tú me salvaste.
Joe se miró en sus grandes ojos verdes.
—Sí. Yo te salvé.
—Es curioso —murmuró ella con una sonrisa débil—. Justo antes le estaba contando a Selene, la niña que adoptó mi madre, que un príncipe azul vendría algún día a rescatarme. Y tú tienes aire de príncipe —aseguró observando su hermoso rostro. Joe alzó las cejas.
—Soy demasiado alto. Los príncipes suelen ser bajitos y rechonchos.
—En las películas no.
—Pero yo digo en la vida real.
—Apuesto a que no conoces ni a un solo príncipe.
Se habría llevado una sorpresa. Joe y su hermano se habían codeado con cabezas coronadas de Europa en muchas ocasiones. Pero no iba a admitirlo, por supuesto.
—Puede que tengas razón —se limitó a decir.
Se inclinó para abrir la puerta con una mano. Entró en la sala de espera del médico con __________ todavía en brazos y se acercó a la recepcionista que estaba detrás del panel de cristal.
—Es una emergencia —dijo en voz baja—. Ha sido víctima de un ataque.
—¿___________? —Exclamó la recepcionista, que había sido compañera de clase de ___________—. Pasad por aquí, iré a buscar al doctor Bates.
El médico era un anciano malhumorado, pero tenía buen corazón. Le pidió a Joe que esperara fuera mientras examinaba a la paciente. Joe se quedó en el pasillo y, poco tiempo después, se abrió la puerta y el médico le hizo un gesto para que entrara.
—A excepción del lógico estrés emocional y unos cuantos cardenales, no está herida —aseguró el médico girándose hacia _________, que estaba pálida y callada—. Voy a inyectarte un calmante. Quiero que te vayas a casa y pases el resto del día tumbada —alzó una mano al ver que ella iba a protestar—. Selene está en el colegio y tu madre se las arreglará.
Mientras el médico le daba instrucciones a la enfermera. Joe se metió las manos en los bolsillos de los vaqueros y miró a ___________. La admiraba por su coraje, y también la encontraba muy guapa, aunque ella no parecía darse cuenta. El único obstáculo real era su edad. Joe torció el gesto al darse cuenta de que era demasiado joven para él. Una lástima. Llevaba toda su vida buscando una mujer que le cayera bien y además la deseara.
Entornó los ojos mientras observaba la figura menuda de ____________. Tenía un cuerpo muy sensual. Le encantaban los senos menudos y coquetos que se adivinaban bajo la camisa de algodón. Pensó en lo doloridos que estarían por culpa de los dedos de Tarleton y le entraron ganas de volver a golpear al hombre. Sabía que ___________ era virgen. Tarleton le había robado sus primeros momentos de intimidad, los había ensuciado.
____________ observó su expresión y se sintió incómoda. ¿Estaría pensando que era responsable del ataque? Se estremeció y bajó los ojos avergonzada. El médico regresó con una jeringuilla, le subió la manga, le mojó el antebrazo con una bola de algodón y le inyectó. __________ ni siquiera se movió. Luego se bajó la manga.
—Vete a casa antes de que haga efecto o te quedarás dormida en el camino —bromeó el médico antes de mirar a Joe—. ¿Usted podría…?
—Por supuesto —aseguró él sonriendo a __________, que dejó entonces a un lado sus miedos respecto a su actitud—. Vamos, te llevaré a casa.
___________ iba sentada a su lado en la cabina de la camioneta, fascinada con los detalles de alta tecnología.
—Esto es increíble —comentó pasando la mano por el salpicadero de cuero—. Nunca había visto una camioneta con tantos botones. Parece una nave espacial.
Joe podría haberle dicho que su recién adquirido Jaguar estaba más en esa línea, con cámaras traseras, asientos calientes y un motor espectacular. Pero se suponía que él no podía permitirse esos lujos, así que cerró la boca.
—Es una camioneta de rango medio —aseguró—. Pero lo cierto es que nuestros jefes no reparan en gastos en lo que a equipamiento de trabajo se refiere. Y eso incluye al almacén de piensos.
Ella lo miró con sus ojos verdes, que cada vez se iban volviendo más somnolientos.
—En absoluto —respondió el policía.
_________ se acercó a Tarleton. Los ojos verdes le brillaban de furia. Echó hacia atrás la mano y le dio un bofetón en la boca lo más fuerte que pudo. Luego se giró sobre los talones, se acercó al mostrador, agarró el saco de semillas de maíz que había dejado cuando comenzó el forcejeo y se dispuso a trabajar.
Los tres hombres miraron hacia Tarleton con idéntica expresión reflejada en sus rostros.
—Conseguiré un buen abogado —aseguró el encargado desafiante.
—Lo necesitarás —replicó Joe con tal carga amenazante que el hombre dio un paso atrás.
Graves se llevó a Tarleton. Joe se giró hacia McGuire, que tenía las manos en los bolsillos del traje y una expresión desolada.
—Nunca conseguiré compensarla por esto —dijo con pesadumbre.
—Tal vez podría decirle que va a recomendar que le suban el sueldo —replicó Joe.
—Es lo menos que puedo hacer —reconoció el otro hombre.
Joe asintió y miró hacia donde __________ estaba trabajando.
—Tiene que verla un médico.
—El doctor Bates tiene una clínica al lado de la oficina de correos —aseguró McGuire—. Él la examinará. Ha sido el médico de su familia desde que __________ era una niña.
—La voy a llevar ahora mismo.
__________ alzó la vista cuando Joe se acercó. Tenía un aspecto terrible, pero ya no lloraba.
—¿Va a despedirme el señor McGuire? —le preguntó a Joe.
—¿Por qué? ¿Por haber estado a punto de ser violada? —exclamó él—. Por supuesto que no. De hecho, ha mencionado que te va a subir el sueldo. Pero ahora mismo lo que quiere es que vayas a ver al médico para que te haga un reconocimiento.
—Estoy bien —protestó ella—. Y tengo mucho trabajo. No quiero ver al doctor Bates.
—Está decidido. Y no creo que te guste cómo manejo yo los motines.
__________ se puso en jarras.
—¿Ah, sí? ¿Y cómo los manejas?
Joe sonrió. Antes de que ella pudiera decir una palabra más, la agarró en brazos con delicadeza y salió por la puerta de entrada con ella.
Capítulo 3
—¡No puedes hacer esto! —protestó __________ mientras cruzaba la calle con ella en brazos para alborozo de un cliente madrugador que había delante de la tienda de comestibles.
—No querías ir por tu propio pie —aseguró Joe. Bajó la vista para mirarla y sonrió—. Eres muy guapa, ¿lo sabes?
Ella dejó de protestar.
—¿Có-cómo?
—Guapa —repitió Joe—. Y, además, tienes agallas. Ojalá hubieras cerrado el puño cuando golpeaste a Tarleton. Ese tipo debería permanecer encerrado de por vida.
___________ se le colgó del cuello con sus manitas.
—No lo vi venir —aseguró todavía conmocionada—. Me empujó al cuarto de arreos y cerró la puerta. Creí que nunca podría escapar. Luché con todas mis fuerzas… —__________ tragó saliva—. Los hombres son muy fuertes, incluso los que son fofos como él. Pero tú me salvaste.
Joe se miró en sus grandes ojos verdes.
—Sí. Yo te salvé.
—Es curioso —murmuró ella con una sonrisa débil—. Justo antes le estaba contando a Selene, la niña que adoptó mi madre, que un príncipe azul vendría algún día a rescatarme. Y tú tienes aire de príncipe —aseguró observando su hermoso rostro. Joe alzó las cejas.
—Soy demasiado alto. Los príncipes suelen ser bajitos y rechonchos.
—En las películas no.
—Pero yo digo en la vida real.
—Apuesto a que no conoces ni a un solo príncipe.
Se habría llevado una sorpresa. Joe y su hermano se habían codeado con cabezas coronadas de Europa en muchas ocasiones. Pero no iba a admitirlo, por supuesto.
—Puede que tengas razón —se limitó a decir.
Se inclinó para abrir la puerta con una mano. Entró en la sala de espera del médico con __________ todavía en brazos y se acercó a la recepcionista que estaba detrás del panel de cristal.
—Es una emergencia —dijo en voz baja—. Ha sido víctima de un ataque.
—¿___________? —Exclamó la recepcionista, que había sido compañera de clase de ___________—. Pasad por aquí, iré a buscar al doctor Bates.
El médico era un anciano malhumorado, pero tenía buen corazón. Le pidió a Joe que esperara fuera mientras examinaba a la paciente. Joe se quedó en el pasillo y, poco tiempo después, se abrió la puerta y el médico le hizo un gesto para que entrara.
—A excepción del lógico estrés emocional y unos cuantos cardenales, no está herida —aseguró el médico girándose hacia _________, que estaba pálida y callada—. Voy a inyectarte un calmante. Quiero que te vayas a casa y pases el resto del día tumbada —alzó una mano al ver que ella iba a protestar—. Selene está en el colegio y tu madre se las arreglará.
Mientras el médico le daba instrucciones a la enfermera. Joe se metió las manos en los bolsillos de los vaqueros y miró a ___________. La admiraba por su coraje, y también la encontraba muy guapa, aunque ella no parecía darse cuenta. El único obstáculo real era su edad. Joe torció el gesto al darse cuenta de que era demasiado joven para él. Una lástima. Llevaba toda su vida buscando una mujer que le cayera bien y además la deseara.
Entornó los ojos mientras observaba la figura menuda de ____________. Tenía un cuerpo muy sensual. Le encantaban los senos menudos y coquetos que se adivinaban bajo la camisa de algodón. Pensó en lo doloridos que estarían por culpa de los dedos de Tarleton y le entraron ganas de volver a golpear al hombre. Sabía que ___________ era virgen. Tarleton le había robado sus primeros momentos de intimidad, los había ensuciado.
____________ observó su expresión y se sintió incómoda. ¿Estaría pensando que era responsable del ataque? Se estremeció y bajó los ojos avergonzada. El médico regresó con una jeringuilla, le subió la manga, le mojó el antebrazo con una bola de algodón y le inyectó. __________ ni siquiera se movió. Luego se bajó la manga.
—Vete a casa antes de que haga efecto o te quedarás dormida en el camino —bromeó el médico antes de mirar a Joe—. ¿Usted podría…?
—Por supuesto —aseguró él sonriendo a __________, que dejó entonces a un lado sus miedos respecto a su actitud—. Vamos, te llevaré a casa.
___________ iba sentada a su lado en la cabina de la camioneta, fascinada con los detalles de alta tecnología.
—Esto es increíble —comentó pasando la mano por el salpicadero de cuero—. Nunca había visto una camioneta con tantos botones. Parece una nave espacial.
Joe podría haberle dicho que su recién adquirido Jaguar estaba más en esa línea, con cámaras traseras, asientos calientes y un motor espectacular. Pero se suponía que él no podía permitirse esos lujos, así que cerró la boca.
—Es una camioneta de rango medio —aseguró—. Pero lo cierto es que nuestros jefes no reparan en gastos en lo que a equipamiento de trabajo se refiere. Y eso incluye al almacén de piensos.
Ella lo miró con sus ojos verdes, que cada vez se iban volviendo más somnolientos.
♫ Laura Jonas ♥
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