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-No puedo creerlo... Eres tú- Murmuré, asombrado.

Tanto tiempo viéndola a través de los videos y ahora la tengo en frente de mí, cara a cara.

-Hm... Sí, soy yo- Soltó una risita. Adorable. Es igual a como la recuerdo, cabello rubio con puntas marrones, ondulado. Ojos claros, sonrisa despampanante. - Ahora, ¿me devuelves mi maleta?

-Eh, sí- Estoy confundido.

Me adentre a la sala, tome la roja maleta con la tarjeta verde y rosa, llegue a la puerta y se la entregue. Dijo "Gracias" y se fue.

¿Por qué se fue? ¿Por qué no me sonrío como en los videos? ¿Por qué se comporto tan indiferente e incomoda?

Y ahí fue cuando me dí cuenta de la realidad que azoto en mi cara.

Ella no me conocía.

Pero estaba decidido a que me conociera.

Me encontraba en la casa de mi abuela, en Los Ángeles, arreglándome para ir a un concierto, mientras hacia una lista mental en mi cabeza sobre todo lo que tenia que llevar;
Cartera, listo.
Dinero, listo.
Chaqueta de cuero negra, listo.
Máscara para pestañas, listo.
Lápiz labial rojo, listo.
Celular, listo.
Audífonos, listo.
IPod, listo.
Cámara, listo.
Si, creo que esta todo.

Me mire al espejo de cuerpo completo por última vez. Me veía bien, una remera negra cortada un poco mas arriba del ombligo, shorts de jeans gastados, pantis negras transparentes y -un clásico infaltable de mi parte- mis converse modelo 2004 negras. Maquillaje natural, salvo por la sombra negra suave en mis ojos y mi labial rojo cereza entonando mis labios "Si que sirvió la academia de belleza de Madam Dudu" ese era el apodo de la señora Brenighan, la loca que dirigía la "cárcel" en la que pase un verano completo, UN VERANO, encerrada con dos mil chicas mas aprendiendo la diferencia entre el rojo cereza y el rojo rubí. "Que perdida mas grande de tiempo" pensé, pero bueno, al menos aprendí a maquillarme.

Tome mi bolso y baje, al ir por las escaleras escuche risas, una la reconocía bien, era la de mi abuela, pero ¿y la otra?. Termine de bajar y vi a un señor mayor, como de unos sesenta y tantos, cabello canoso, corto y con pequeños rulos, ojos verdes con un peculiar brillo, una sonrisa gastada, pero igual de agradable y encantadora, pero por favor, quiten le unos cuarentas años y me lo como con salsa. Permanecimos unos minutos así, mirándonos fijamente, hasta que mi abuela se dio cuenta de mi presencia y nos presento.

-Oh Harry, bueno esta es mi nieta, Catherine, tus modales- dijo la anciana, tan educada como siempre.

-Un gusto señor... -le di mi mano para estrecharla con la suya, dejándola en el aire hasta que la tomo diciendo su nombre.

-Styles, Harry Styles- termino de estrechar mi mano - Tu abuela me ha hablado mucho de ti, dice que eres su nieta favorita- termino sonriendo.

-Ay Hazza no digas eso -hablo mi abuela sonrojada, esperen un momento. Mi abuela. Sonrojada. Por un hombre. Esto es extraño, realmente extraño. La ultima vez que ella se sonrojo fue cuando el abuelo Frank estaba vivo, deben de ser buenos amigos, o algo mas.

Bueno, creo que esto me dará algo de que pensar en el camino al concierto, del cual ya debería estar cerca.

-Bueno no quiero ser mal tercio, y ademas, ya debería de estar de camino al concierto- tome las manos de mi abuela y le dije -Abue, te quiero mucho, cuídate ¿Si? Nada de andar tomando cerveza ni whisky ni nada de esas cosas que toman los jóvenes de hoy para pasarla bien ¿Okay? -bromee. A lo que ellos rieron.

-Te cuidas mi niña ¿Ya?- me dio un pequeño apretón en las manos, y procedí a despedirme de Harry, digo, el Sr. Styles.

-Un gusto haberlo conocido Sr. Styles, cuide a mi abuela, sino, todos recordaran al Sr. Styles como un hombre que desapareció de la nada

¿Me entendió?-

-Entendido mi Capitán- hizo un saludo como de la marina. Sostuve una sonrisa con él, le respondí su saludo con un "Descanseeeeen tropas" mientras que mi abuela reía entretenida con la situación de un Sr de sesenta y tantas primaveras y una chica rebelde -pero no tanto- de dieciocho años jugando al Capitán y al cadete.

-Bueno, creo que ya ha sido mucho y me debo ir dirigiendo ya al concierto para juntarme con Anto y con Rebeka- anuncie.

-¿Anto?- pregunto el Sr Styles.

-Si, se llama Antonia Malik ¿por qué? ¿Acaso conocen a la abuela?- bromee con lo ultimo, de hecho seria muy gracioso que eso pasa, yo mejor amiga de una conocida de mi abuela.

-De hecho, si- contesto mi abuela.

-¿En serio?

-Si- hablo esta vez el Sr Styles- pero nosotros conocemos al abuelo, Zayn Malik, que en paz descanse- agacho la cabeza con lo ultimo, debieron de haber sido muy buenos amigos para cambiar rápidamente su estado de ánimo.

-Ya. Me voy sino llegare tarde, tendré que irme corriendo- me despedí y salí corriendo de la casa.

Al salir, recordé que tal vez se me hallan olvidado los audífonos que tenia que llevarle a la Anto, porque el otro día los dejo en mi casa. Revisaba mi bolso, tal vez los halla dejado ahí y me olvide, cruce la calle, por suerte el estadio en donde se daría el concierto estaba a solo 6 cuadra de la casa de mi abuela.

-¡Cuidado!- grito alguien, gire mi cabeza en la dirección del grito y vi una motocicleta, y a los pocos segundos todo se volvió negro.

Harry, Avril y Amelia acabaron de cumplir 18, 17 y 16 años respectivamente, en edad para vivir su "Rumspringa", una etapa en su vida en la que la sociedad Amish los deja vivir 1 año completo en el mundo exterior, para que al volver de ese año, en el que fueron libres de tradiciones, decidan si quieren bautizarse en la sociedad y seguir su vida como siempre lo han hecho, o traicionar a la sociedad en la que estuvieron toda su vida, y ser libres y hasta rechazados por su comunidad, sin oportunidad de ver a su familia nunca más.

Para Harry esta decisión estaba más que clara, volver con su familia, casarse con Nora -la chica que él piensa es el amor de su vida- y seguir un vida tranquila en Pennsylvania Dutch Country (Pennsylvania, USA). Avril, en cambio, desde muy pequeña, ha querido ser modelo. Salir en portadas de revistas de moda, en la TV promocionando un perfume, o simplemente estar en la pasarela vistiendo ropa de diseñador excesivamente cara, un sueño que siempre ha sido opacado, ¿Cómo e posible que una chica Amish, criada en la sencillez y humildad, tenga una aspiración tan egoísta? Simplemente no puede y no debe. Amy, a sus dulces 16, no tiene claro que hacer con su vida. Ama a su familia, aunque sea estricta, pero experimentar en el mundo exterior es una fascinación para ella. Usar ropa nueva, que no haya sido cosida por su madre o heredada de su hermana, ver televisión, tener electricidad, simples cosas que en la vida de uno son pan de cada día, pero que para ella con objetos totalmente extraordinarios.

Alice al contrario, siempre vivió con toda la tecnología que una persona normal quisiere. Celulares, televisores, computador, notebooks y montones de cosas más que los Amish calificarían como "Chatarra distractora". Además de tecnología, Alice siempre ha tenido lo que ha querido e aspirado, una familia que la quiere, bienestar económico, y un novio que la ama. Bueno, lo último no tanto, porque un día antes de su cumpleaños número 18, se entera de que su "amado" novio, la ha estado engañando desde que se conocieron.

Dos personas, completamente distintas, de dos mundos totalmente diferentes. Aunque uno no sabe si el destino esta haciendo lo correcto ¿o sí?

Cuando la estudiante de primer año Natalie -O Dra. Afrodita-, como ella misma se llama cuando escribe en su columna de relaciones para el periódico escolar
es acusada de no saber nada sobre los chicos y dar malos consejos sobre relaciones a las chicas, ella decide investigar lo que los chicos realmente piensan y quieren. Pero los chicos en su clase no le dan respuestas directas o serias.
¿La única solución? Disfrazarse como un chico y pasar una semana en la Academia Underwood, la escuela privada para varones en la ciudad. Ahí ella aprenderá mucho sobre los chicos y las chicas en maneras que ella nunca esperó
especialmente cuando se enamora de su compañero de habitación de ensueño, Liam. ¿Cómo puede mostrarle a él que le gusta sin ser descubierta?

En la ciudad de Moscú, Rusia, existe una leyenda que hace 5 años comenzó a divulgarse por las frías calles de esta ciudad. Según muchos, era para asustar a los jóvenes, y según otros, era verdad.
Pero, vamos al punto. Cuenta la leyenda que, exactamente el 01 de Enero, a las cero horas, ocho parejas adolescentes se besaron, pero todas aquellas parejas quedaron malditas. Malditas, porque jugaron con el amor. Malditas, porque traicionaron a una persona. Aquellos chicos decidieron jugar con el bendito amor, y prometer estar para siempre con sus supuestas enamoradas. Pero las adolescentes no están libres de culpa, pues ellas, prometieron amar por y para siempre a estos chicos.
Luego de una larga separación, estos chicos se encontraran de nuevo, pero ambos han cambiado, ha cambiado su forma de ser, su aspecto físico, y también el punto de vista sobre el amor. Y es que, algunos quedaron esos cinco años sin amor, pensando en la otra persona, y los demás, se trataban de desquitar con cualquiera, para olvidar y no regresar al pasado.
Y es que esa leyenda es verdad, pero, también la leyenda afirma que para romper la maldición, ambos chicos deben juntarse nuevamente, y completar su historia de amor.
Como dice la frase, “En cada historia hay un final, en cada amor hay un desamor, y en cada encuentro hay una ilusión.”

-¿No te acuerdas de mí?

Fruncí el ceño al ver a aquel chico de pelo rizado.

-No.

-Te daré una pista: Marcel.