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Noches de baile en el infierno
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: Noches de baile en el infierno
Invitado y los carontes
1
gimnasio", pensé mientras observaba los cuerpos moverse en medio del desconcertante
caos resultante de la inexperta y reprimida lujuria adolescente. Nada como dejar que el
colegio Covington convirtiera el baile de fin de cursos en un mal chiste. Por no hablar de
mi decimoséptimo cumpleaños. ¿Qué estaba haciendo allí? Se suponía que los bailes
consistían en vestidos de verdad y una banda de música, y no en vestidos alquilados,
música grabada y serpentinas. Y se suponía que mi cumpleaños iba a ser... cualquier cosa
menos aquello.
—¿Seguro que no quieres bailar? —me gritó Louis en el oído, empapándome con su
aliento dulzón.
Intenté no responderle con una mueca. Mantuve la vista fija en el reloj situado junto
al marcador del gimnasio mientras calculaba si una hora más de fiesta sería tiempo
suficiente para que mi padre no me interrogara. La música era machacona: un mismo pulso
rítmico que se repetía sin cesar. Nada nuevo en los anteriores cuarenta minutos. Y el bajo
estaba demasiado fuerte.
—Sí —contesté, apartándo al compás de la música al notar que intentaba tomarme
por la cintura—. Sigo sin querer bailar.
—Qué tal algo de beber? -insistió él, y, tras ladear la cadera, crucé los brazos para
ocultar mi escote. A pesar de que mi desarrollo no fuera, en lo referente a los pechos, nada
espectacular, el corsé del vestido me los levantaba de un modo artificial y exagerado, y
estaba cohibida.
—No, gracias —contesté con un suspiro.
A pesar de que seguramente no me oyó, captó el mensaje y recorrió el gimnasio con
la mirada. Los vestidos de noche y los recortadísimos disfraces de tabernera se mezclaban
con bravucones piratas y marineros. Aquél era el tema al que se había dedicado- la fiesta:
los piratas. ¡Dios! Yo había pasado dos meses trabajando en el comité organizador de mi
escuela anterior. La fiesta iba a ser fuera de serie, con una barcaza a la luz de la luna y un
conjunto musical, pero nooo. Mamá había dicho que a papá le haría bien pasar un tiempo
conmigo. Que estaba atravesando la crisis de los cuarenta y que necesitaba rescatar algo de
su pasado con lo que no tuviera que discutir. Creo que se había asustado cuando me vio
escabullirme de casa para ir a tomar un capuchino tardío, y por eso me había enviado de
vuelta, con papá, sabiendo que yo le hacía más caso a él. De acuerdo, pasaban
de las doce. Y era probable que fuera en busca de algo más que simple cafeína. Y sí, ya
estaba castigada por haber llegado tarde la semana anterior; precisamente por ese motivo
me estaba escapando.
Mientras toqueteaba el duro encaje de mi vestido colonial, me pregunté si aquella
gente tenía siquiera una idea de lo que era una verdadera fiesta. Quizá les daba igual.
Louis estaba frente a mí, moviendo la cabeza al son de la música y, por lo visto, con
muchas ganas de bailar. No muy lejos, junto a la mesa donde habían dispuesto la comida,
estaba el tipo que se había colado detrás de nosotros. Miraba en nuestra dirección, y yo le
clavé los ojos sin saber si se interesaba por Louis o por mí. Al verme observándolo, se dio la
vuelta. Volví la mirada hacia Louis, que había empezado a bailar tímidamente, a medio
camino entre el lugar donde yo estaba y la masa de danzarines. Mientras saltaba y se
sacudía, pensé que, en realidad, su vestimenta —el típico traje de general británico, rojo y
blanco, con charreteras y una espada de juguete— le sentaba bien a su complexión, delgada
y torpe. Seguro que había sido idea de su padre, el más gordo de los peces gordos del
centro de investigación, que había conservado a su personal cuando la base militar se había
mudado acá. Aun así, se complementaba muy bien con mi extravagante vestidito.
—Vamos, anímate. Todo el mundo baila —insistió al descubrirme mirándolo, pero
yo, casi sintiendo lástima por él, le dije que no con la cabeza. Me recordaba a uno de esos
tipos del club de fotografía que cerraban la puerta del cuarto oscuro con intenciones de
aprovecharse un poco de la situación. Qué injusticia. Me había pasado tres años tratando de
ponerme al nivel de las chicas guapas, para terminar aquí, comiendo pastelitos en un
gimnasio. Y por si fuera poco, el día de mi cumpleaños.
—No —contesté. En realidad, lo que quería decir era: "Lo siento, no me interesas.
Convendría que me dejaras en paz".
Incluso Louis, el chico de gafas terco y torpe, pudo entenderlo. Dejó de bailotear y
me clavó dos ojos muy azules.
—Dios, eres una bruja, ¿sabías? Te pedí que vinieras conmigo porque mi padre me
obligó. Si quieres bailar, estaré por allí.
Me quedé sin respiración, boquiabierta, como si me hubiera dado un puñetazo en el
vientre. Él alzó las cejas con vehemencia y se alejó con las manos en los bolsillos y la
barbilla bien alta. Dos chicas se apartaron para dejarlo pasar y, tras perderlo de vista, me
miraron y comenzaron a cotorrear.
"Oh, no. Soy una pareja de baile desastrosa." Parpadeé varias veces y aguanté la
respiración, empeñada en que no se me humedecieran los ojos. Qué calamidad. No sólo era
la nueva, ¡sino también una compañera fatal! Mi padre se había portado muy bien con su
jefe, y éste le había dicho a su hijo que viniera conmigo al baile.
"Mierda y gusanos podridos", susurré, preguntándome si de verdad todo el mundo
me estaba mirando o sólo era mi imaginación. Me acomodé un mechón de cabello detrás
de la oreja y me acerqué a la pared, en la que me apoyé con los brazos cruzados fingiendo
que Louis se había ido a buscar unos refrescos. Pero me sentía mal por dentro. Acababan
de dejarme tirada como una colilla. No: un cretino me había dejado tirada como una
colilla.
"Y lo que te falta, Invitado", me dije, dolida, ante la sola idea de los chismes del
lunes. Divisé a Louis en las cercanías de la mesa, ignorándome a propósito. El chico
disfrazado de marinero que había entrado detrás de nosotros estaba hablando con él. Yo no
sabía si eran amigos. El marinero le daba codazos para señalarle los cortísimos vestidos
que apenas cubrían a las chicas que bailaban frente a ellos. Era lógico que no lo
reconociera, por la sencilla razón de que no estaba contenta en mi nuevo hogar y no me
importaba que los demás se dieran cuenta; había estado evitando a todo el mundo.
A pesar de que había pertenecido al club de fotografía en mi antiguo hogar, yo no
era ni una chica vanidosa ni tampoco una mojigata. Mis esfuerzos no habían dado
resultado y no había logrado estar a la altura de las verdaderas triunfadoras. Y tampoco era
gótica, pastillera, un cerebrito ni una de ésas que jugaban a ser científicas imitando lo que
hacían papá y mamá en el centro de investigación. No encajaba en ningún lugar.
"Error —me dije mientras Louis y el marinero se reían—: encajo con las brujas."
El marinero hizo que Louis se fijara en otro grupo de chicas, que soltaron risitas por
algo que les dijo. El marinero en cuestión llevaba el cabello castaño y rizado apretado bajo el gorrito, y el blanco de su indumentaria le daba el mismo aspecto que tenían todos los que
habían rechazado el disfraz de soldado en favor del de marinero. Era alto, y había una
elegancia sutil en sus gestos que revelaba que había dejado de ser un niño. Parecía mayor
que yo, pero seguramente no lo era por mucho. Al fin y al cabo, él también había venido al
baile.
"Y yo no tengo que estar aquí", pensé de repente, apartándome de la pared con los
codos. Louis debía acompañarme a casa, pero si lo llamaba, mi padre vendría a recogerme.
La preocupación hizo que mi camino entre el gentío hasta las puertas de salida
perdiera impulso. Mi padre me preguntaría por qué no me había llevado Louis. Podía
soportar su sermón sobre la obligación de ser agradable e integrarme, pero la vergüenza…
era demasiado.
Al levantar la mirada, me topé con los ojos de Louis. El marinero trataba de llamar
su atención, pero él me observaba a mí. Se burlaba.
Con eso fue suficiente. De ninguna manera llamaría a mi padre. Y tampoco me
subiría en el coche de Louis. Me iría caminando. Los ocho kilómetros enteros. Con tacones.
Una húmeda noche de abril. Enfundada en el vestido. ¿Qué era lo peor que me podría
pasar? ¿Encontrarme con una vaca despavorida? Cuánto extrañaba mi coche.
—Hora de irse —murmuré con la cabeza baja, aferrándome a mi decisión, y
también al vestido, mientras golpeaba con los hombros a quienes estorbaban mi camino.
No tenía nada que hacer en aquel lugar. La gente hablaba entre sí, pero me daba igual. No
necesitaba tener amigos. Los amigos estaban sobrevalorados.
La música aceleró el ritmo y la gente, con cierta torpeza, trató de amoldarse a él.
Salí de mi ensimismamiento cuando advertí que estaba a punto de chocar con alguien.
—¡Perdona! —grité, intentando que me escuchara, y luego me quedé pasmada.
"Vaya, vaya. Aquí tenemos al señor Capitán de los Piratas. ¿Dónde habrá estado
estas últimas tres semanas? Y, sobre todo, ¿habrá más como él en algún lugar?"
Nunca lo había visto. Jamás desde que estaba empantanada en aquel pueblo. De lo
contrario, me acordaría. Y no era así, por mucho que me esforzara. Sonrojándome, solté la
falda y me cubrí las clavículas con la mano. Así vestida, me sentía como una fulana
pechugona. Él llevaba un disfraz de pirata, negro y ceñido, y un dije oscuro en el pecho, a
medias descubierto. Un antifaz semejante al del Zorro le cubría el rostro. Colgaban de él
unos flecos de seda que se mezclaban con el cabello, oscuro, ondulado y exuberante. Era
unos cuantos centímetros más alto que yo y, mientras recorría su cuerpo oscuro con la
mirada, me pregunté dónde se había estado escondiendo aquel monumento.
"Desde luego, no en el aula de música ni en la clase de Política que imparte la profesora
Fairel", pensé mientras las luces se proyectaban intermitentes sobre él.
—Disculpa —dijo, tomándome de la mano.
Se me cortó la respiración, no tanto por el contacto como por su acento, que no
pertenecía al Medio Oeste: una especie de cadencia lenta y suave en la que se intercalaba la
tajante exactitud del buen gusto y la sofisticación. Casi podía distinguir en él los tintineos
del cristal y la armonía de la risa, los mismos sonidos reconfortantes que tantas veces me
habían ayudado a conciliar el sueño mientras las olas rompían en la playa.
—No eres de por aquí —le espeté mientras me acercaba para oírlo mejor.
Vi crecer una sonrisa en medio del bálsamo que constituían aquella piel morena y
los cabellos oscuros, que tan familiares me resultaban en medio de las caras pálidas y las
cabelleras rubias que dominaban mi prisión del Medio Oeste.
—Vine a pasar una temporada —explicó—. Estoy de intercambio, digamos. Igual que tú —le
lanzó una mirada desdeñosa a la gente de alrededor, que se movía con escaso sentido del
ritmo y aún menos originalidad—. En este lugar hay demasiadas vacas, ¿no crees?
Me reí, y al mismo tiempo rogué no parecer una presumida descerebrada.
—¡Sí! —celebré casi a gritos, jalándolo hacia abajo para hablarle al oído—. Pero
no estoy aquí de intercambio. Me mudé de Florida. Mi madre vive allí, no lejos de la costa,
pero ahora vivo en la casa de mi padre. Estoy de acuerdo contigo. Esto es espantoso. Al
menos tú puedes irte a casa.
"¿Y dónde está tu casa, señor Capitán de los Piratas?"
Un tenue indicio de marea baja y canales de agua vino hasta mí, como un recuerdo,
procedente de él. Y, aunque a algunos no les pareciera agradable, hizo que se me saltaran
las lágrimas. Extrañaba mi escuela anterior. Extrañaba el coche. Extrañaba a mis amigos.
¿Por qué mamá se había puesto así?
—Cierto —convino él, con una sonrisa irresistible. Se pasó la lengua por los labios
y se irguió—. Deberíamos salir de la pista de baile. Estamos en medio de la... fiesta.
Se me aceleró el corazón. No quería moverme. Corría el riesgo de que se fuera o,
aún peor, de que alguien se adueñara de él pasándole el brazo por los hombros.
—¿Quieres bailar? —le pregunté, nerviosa—. No es que lo haga muy bien, pero
esta música tiene ritmo.
Su sonrisa se amplió y mi pulso por poco se desboca. "Oh, Dios. Creo que le
gusto." Me soltó la mano, asintió y, tras alejarse un paso, comenzó a moverse.
Por un momento, olvidé acompañarlo y me dediqué a alegrarme la vista con su
figura. No hacía extravagancias. Al contrario, su estilo era otro... Con aquellos
movimientos lentos, resultaba mucho más impactante que si se hubiera puesto a girar como
un trompo.
Al notar que lo miraba, me sonrió por debajo de la misteriosa máscara, y sus ojos,
de un color a medio camino entre el marrón y la miel, me devolvieron la mirada y me invitaron
a acercarme. Tomé aire, deslicé mi mano en la calidez de la suya y permití que me pusiera
en movimiento.
Bailaba siguiendo los matices de la música, y yo me esforcé tratando de imitar sus
pasos. Vibrábamos; notábamos el cambio de cada sonido. Me permití relajarme un poco y
dedicarme sencillamente a bailar, y resultó que era más fácil si dejaba de pensar en ello.
Sentía cada uno de los golpes de cadera y cada giro de los hombros, y la ilusión de algo
nuevo comenzó a tomar forma en mi interior.
Mientras quienes nos rodeaban seguían efectuando bruscos y rápidos aspavientos,
nosotros danzábamos con lentitud, cada vez más cerca el uno del otro, mirándonos con
intensidad creciente a medida que yo tomaba confianza. Él me guiaba a través del ritmo de
la música, y de pronto los latidos de mi corazón se amoldaron a él.
—Por aquí casi todos me llaman Zayn —anunció, casi arruinando el momento, pero
después me rodeó la cintura y me atrajo hacia sí. Oh, sí: aquello estaba mejor.
—Invitado—le respondí, disfrutando de lo que sentía al bailar más despacio que
los demás. Y, sin embargo, la música aceleraba y hacía que la sangre se me apresurara en
las venas. Cuanto más grande era el contraste, más atrevido me parecía lo que hacíamos—.
Nunca te había visto, ¿estás en el ultimo año?
Los dedos de Zayn apretaron el fino algodón de mi vestido, o tal vez me condujeron
más cerca de él.
—El primero de la clase —respondió, agachándose para no tener que gritar.
Las luces de colores jugueteaban sobre su piel, y a mí me pareció flotar. Por mí, Louis podía
irse a freír espárragos. Esto sí era lo que un baile debía ser.
—Comprendo —dije, mirándolo a los ojos intentando reconocerlos—. Yo estoy en
un curso inferior.
Me sonrió sin separar los labios, y me sentí pequeña y protegida. Mi sonrisa iba
creciendo. Notaba que la gente empezaba a mirarnos, que dejaban de bailar y se volvían.
Deseé que Louis estuviera entre ellos. A. ver si se atrevía, a seguir llamándome bruja, ¿eh?
Alcé la barbilla y me atreví a eliminar la escasa distancia que todavía me separaba
de Zayn. Nuestros cuerpos se tocaban y volvían a apartarse. El corazón estaba a punto de
salírseme por la boca, pero yo quería que Louis sufriera. Quería los rumores del día
siguiente, que lo consideraran idiota por haberme dejado plantada. Quería... algo.
Las manos de Zayn, jamás impertinentes o acuciantes, se me paseaban suavemente
por la cintura sin por ello impedirme bailar a mis anchas, y me dejé llevar hacia una
dimensión sensual que todos aquellos brutos simplones no habían visto más que en la
televisión. Mis labios se crisparon cuando vi a Louis y al marinero con el que había estado
hablando hasta entonces. El rostro de Louis estaba rojo de ira, y le dediqué una sonrisa
afectada.
Carstairs
Re: Noches de baile en el infierno
—¿Quieres que se entere de que no estás con él? —dijo Zayn, pensativo, y lo
miré—. Te hizo daño —agregó, haciéndome una caricia en la barbilla que me dejó
hormigueos—. Deberías mostrarle lo que perdió.
Sabía que era producto del rencor pero, aun así, estuve de acuerdo.
Zayn se quedó quieto y me abrazó con un gesto continuo y fluido. Iba a besarme. Lo
supe. Todos sus movimientos tenían un algo especial. Con el corazón palpitándome bajo
las costillas, incliné la cabeza hacia arriba justo en el momento en que posaba sus labios en
los míos y las rodillas se me quedaron tiesas. Alrededor, la gente se detenía a observar,
algunos riéndose y otros con envidia. Cerré los ojos y me balanceé para continuar el baile
mientras nos besábamos.
Aquello era todo lo que yo podría desear. Allí donde me tocaba, surgía una ola de
calor que me recorría, cada vez más ardiente a medida que sus caricias subían de
intensidad. Nadie me había besado de aquel modo, y de tanto miedo que me daba
estropearlo, apenas podía respirar. Le rodeaba la cintura con las manos, y se la estreché aún
más cuando él tomó mi rostro entre sus manos y lo sostuvo como si se fuera a romper. Sus
besos tenían un sabor parecido al del humo de la madera. Yo quería más de aquello que no
conocía.
Un sonido grave se elevó detrás de él, tan leve como el rumor de un trueno distante.
Apretó las manos, y la adrenalina me inundó de arriba abajo. Los besos se habían vuelto
diferentes.
Asustada, retrocedí un paso. Aunque me había quedado sin aliento, me sentía
entusiasmada e impaciente. Los temperamentales ojos de Zayn me miraban con aquella
expresión un tanto burlona que yo había alejado de mí. Aparté la vista de él, pero seguí
apoyándome en su cintura para mantener el equilibrio. Las mejillas de Louis estaban
encendidas, y su expresión era de enojo.
Alcé las cejas.
—Vamos —dije, tomando a Zayn del brazo. Me pareció imposible que alguien se
acercara con intenciones de arrebatarme el puesto. No después de aquel beso.
Confiada, eché a andar con Zayn a mi lado. La gente nos abrió paso, y me sentí
como una reina. A pesar de que la música retumbaba y resonaba, todos nos observaron
caminar sin impedimento hasta las puertas, decoradas con papel para que parecieran los
portones de roble de un castillo.
"Plebeyos", pensé cuando Zayn empujó la puerta y recibí la fresca corriente de aire del pasillo.
La puerta se cerró detrás de nosotros y la música quedó amortiguada.
Arrastrando los tacones por las baldosas, fui reduciendo la velocidad hasta detenerme.
Junto a la pared había una mesa cubierta con un mantel de papel, ante la cual estaba
sentada una mujer de aspecto cansado, la encargada de los boletos. Más lejos, en la
entrada, tres chicos remoloneaban junto a la puerta principal. El recuerdo de nuestros besos
se abrió paso en mi mente y, de pronto, me puse nerviosa. Aquel chico era increíble. ¿Por
qué estaba conmigo?
—Gracias —murmuré, mirando hacia arriba y luego más allá. Cuando me dí cuenta
de que podía pensar que lo había dicho por los besos, me sonrojé—. Es decir, por sacarme
de allí con el orgullo a salvo —agregué, notando que me ardían las mejillas.
—Vilo que hizo —Zayn me invitó a seguir caminando y recorrimos el pasillo hasta
llegar al estacionamiento—. Era eso o acabarías tirándole el ponche encima. Y tú... —
esperó a que nuestras miradas se encontraran—... tú querías una venganza fría, sutil.
No pude evitar una sonrisa un tanto boba.
—¿Tú crees?
Actuando como alguien mucho mayor, inclinó la cabeza.
—¿Tienes cómo volver a casa?
Me detuve. Él dio un paso más antes de darse la vuelta y mirarme con ojos
alarmados. Sentí frío.
—Lo... lo siento —dijo, parpadeando—. No quería decir que... Me quedaré contigo
hasta que alguien venga a buscarte. Para ti soy un desconocido.
—No, no es eso —me apresuré a decir, avergonzada por el repentino malentendido.
Observé que la encargada de las entradas nos estaba mirando con perezoso interés—. Es
que debo llamar a mi padre; contarle lo que pasó.
La sonrisa de Zayn dejó a la vista una blanca hilera de dientes.
—Por supuesto.
Hurgué en el bolso que había comprado junto con el vestido. Mientras sacaba el
teléfono y trataba de recordar el número de mi padre, él esperó a unos metros. Nadie
respondía, y los dos nos volvimos al oír el ruido que dejó escapar la puerta del gimnasio al
abrirse. Era Louis. Apreté la mandíbula.
Se puso el contestador automático y, apresurada, farfullé: "Hola, papá. Soy
Invitado. Me va a llevar a casa Zayn...". Le hice una seña para que me dijera cómo se
apellidaba.
—Malik—respondió él a media voz, mirando fijamente a Louis tras la máscara y
unas largas y voluptuosas pestañas.
"Zayn Malik—dije—. Resulta que Louis es un imbécil. Estaré en casa en unos
minutos, ¿de acuerdo?" Sin embargo, dado que en mi casa no había nadie, difícilmente iba
a obtener una respuesta de mi padre. Esperé un momento, como si me hubiera detenido a
escuchar. Luego, añadí: "Yo estoy bien. Louis es un imbécil. Nada más. Nos vemos
enseguida".
Satisfecha, plegué el teléfono y lo guardé. Me enganché al brazo de Zayn y ambos
nos volvimos en dirección a la puerta del gimnasio para esperar a que Louis, taconeando con
sus zapatos de fiesta, llegara hasta donde estábamos.
—Invitado... —estaba molesto, lo cual contribuyó a incrementar mi satisfacción.
—¡Hola, Louis! —dije con alegría. Se detuvo a mi lado y noté la tensión que
emanaba de él—. Ya tengo con quien ir a casa, gracias —"por nada', añadí para mis
adentros como consecuencia del enojo que todavía me duraba. Tanto por su culpa como por la de mi padre, quien, al fin y al cabo, había organizado todo aquello.
—Invitado, espera.
Me tocó el hombro y me di la vuelta. Louis se quedó helado y me soltó.
—Eres un imbécil —le espeté, echándole un vistazo a su indumentaria, que
entonces juzgué pobre—. Y yo no soy una bruja. Por mí, te puedes ir... por ahí —agregué,
conteniéndome para que Zayn no pensara que era una malhablada.
Tras alargar un brazo, Louis me tomó de la cintura y tiró de mí.
—Escúchame —me ordenó, y el miedo que vi en sus ojos me impidió
responderle—. No conozco a ese tipo. No seas idiota. Déjame llevarte a casa. A tus amigos
puedes contarles lo que quieras; a mí me da igual.
Traté de bufar para expresar mi desdén pero, como el corsé no me lo permitía, alcé
la barbilla. Él sabía que no tenía amigos.
—Llamé a mi padre. No pasa nada —afirmé, mirando, más allá de él, al alto
marinero, que había seguido a Louis hasta allí.
Sin embargo, Louis no estaba dispuesto a dejarme ir. Molesta, giré el brazo y,
cuando estaba por agarrarle la muñeca para defenderme, él lo adivinó y me soltó de pronto.
Con la preocupación en el rostro, retrocedió un paso.
—Pues entonces los seguiré hasta que estés en casa —prometió, dirigiéndole a Zayn
una mirada fugaz.
—Como quieras —repuse sacudiéndome el pelo, feliz al comprobar que, después
de todo, Louis no era tan mal tipo—. Zayn, ¿tienes el coche en el estacionamiento trasero?
Zayn se acercó con una gracia y un refinamiento que contrastaban con el soso
aspecto de Louis.
—Por aquí, Invitado.
Creí distinguir en sus ojos un brillo de satisfacción cuando me tomó del brazo. No
me extrañó. Obviamente había venido solo al baile y, tal como estaban las cosas, Zayn sería
el que se iría solo.
En un gesto de feminidad confiada, me puse a hacer sonar los tacones mientras
recorríamos el vestíbulo hacia las puertas del extremo opuesto. El vestido me hacía sentir
elegante, y Zayn estaba fantástico. Louis y su silencioso compañero trotaron detrás de
nosotros como los extras de una película de Hollywood.
Zayn abrió la puerta y me dejó pasar, pero los otros dos tuvieron que esperar a que
él la traspusiera. El aire refrescaba, y deseé haberle pedido a mi padre otros cincuenta
dólares para comprar un chal que hiciera juego con el conjunto. Consideré la posibilidad de
quejarme para que Zayn me ofreciera su abrigo.
La luna era una mancha difuminada tras las nubes y, mientras Zayn me escoltaba
escaleras abajo, oí que Louis hablaba con su compañero en tono furtivo y burlón. Apreté las
mandíbulas y seguí a Zayn hasta un estilizado auto negro que estaba estacionado junto a la
acera. Era convertible, y al imaginarme en el asiento bajo el cielo nublado, no pude evitar
una sonrisa de oreja a oreja. Tal vez pudiéramos dar un paseo antes de ir a mi casa. Pese al
frío, quería que me vieran sentada en aquel coche, junto a él, mientras el viento me
agitaba el cabello y la música sonaba en los altavoces. Seguro que tenía un gusto
musical excelente.
—Invitado... —dijo Zayn, abriendo la puerta.
Sintiéndome torpe y especial a la vez, me acomodé en el asiento del copiloto y noté
que el algodón del vestido resbalaba sobre el cuero. Zayn esperó a que yo acomodara el
resto del vestido en el interior y luego cerró la puerta con suavidad. Me coloqué el
cinturón de seguridad mientras él rodeaba el automóvil. Las luces de emergencia arrancaban un
brillo tenue a la carrocería negra. Sonreí al ver a Louis que correteaba hacia su coche.
Zayn me asustó, pues apareció de repente en el asiento del conductor sin que la
puerta hiciera ruido alguno. Encendió el motor, y me agradó el potente bramido que éste
emitía. En la radio empezó a sonar algo contundente. La letra era extranjera, y eso le
añadía atractivo. Louis encendió las luces de su coche, y Zayn, con una sola mano en el
volante, se puso en marcha.
Mientras lo miraba en la penumbra, se me aceleró el pulso. El aire fresco se me
pegaba a la piel y, a medida que ganábamos velocidad, el viento comenzó a colarse entre
mis cabellos.
—Mi casa está hacia el sur —le comuniqué cuando llegamos a la carretera
principal, y él tomó la dirección correcta. Las luces del coche de Louis giraron detrás de
nosotros, y yo me hundí en el asiento lamentando que Zayn no me hubiera ofrecido su
abrigo. Sin embargo, desde que estábamos en el coche no me había mirado ni me había
dicho nada. Su confianza y audacia se habían transformado en... ¿ansiedad? Sin saber a qué
se debía, una sensación de alarma empezó a crecer lentamente en mi interior.
Como si lo hubiera notado, Zayn me miró. Conducía sin mirar la carretera.
—Ya es tarde —me dijo a media voz, para mi sorpresa—. Fue fácil. Les dije que
sería más sencillo mientras fueras joven y estúpida. Casi no valió la pena el esfuerzo.
Desde luego, no fue divertido.
Sentí la boca seca.
—¿Cómo dices?
Después de inspeccionar la carretera, Louis volvió a dirigirme la mirada. Estaba
acelerando, y me agarré al descansabrazos de la puerta, tratando de apartarme de él.
—No es nada personal, Invitado. Sólo que tu nombre aparece en una lista, digamos
que de almas que hay que robar. Un nombre importante, el tuyo, pero, a fin de cuentas,
nada más que un nombre. Decían que era imposible, pero serás la llave que me abrirá las
puertas de una corte más alta; tú y tu pequeña vida, que ha llegado a su fin.
¿Qué diablos era aquello?
—Louis—dije, volviéndome, mientras Zayn seguía pisando el acelerador—. Nos
sigue. Además, mi padre sabe dónde estoy.
Zayn sonrió, y el rayo de luna que se le reflejó en los dientes me hizo estremecer.
Todo lo demás estaba perdido en sombras neblinosas y en el silbido del viento.
—¿Insinúas que eso constituye algún impedimento?
Dios mío. Estaba en un buen lío. Se me congelaron las entrañas.
—Detén el coche —le exigí, aferrándome a la puerta con una mano y apartándome
los mechones de cabello de la cara con la otra—. Detén el coche y déjame bajar. No puedes
hacer esto. ¡La gente sabe dónde estoy! ¡Detén el coche!
—¿Que detenga el coche? —se burló—. Detendré el coche.
Zayn clavó los frenos y dio un volantazo. Grité y me sujeté como pude. El mundo
daba vueltas. Vacié los pulmones de un grito cuando percibí un gran estruendo
acompañado de una sensación de ingravidez. Nos habíamos salido de la carretera. La
gravedad se había invertido. Me asaltó el pánico cuando comprendí que el coche se estaba
volcando.
Maldición. Era un convertible.
Me encogí, me cubrí la nuca con las manos y empecé a rezar. Sentí una fuerte
sacudida y la oscuridad me envolvió. El golpe me había dejado sin aire. Me pareció estar
cabeza abajo. Después, salí despedida en la dirección contraria. Volví a ver el gris del cielo y tuve el tiempo suficiente de tragar una bocanada de aire antes de que el coche diera un
nuevo vuelco ladera abajo.
La negrura se me echó encima y el coche chocó contra el suelo.
—¡No! —aullé, desesperada, y luego gemí cuando, con una última sacudida, el
coche se detuvo sobre las cuatro ruedas. Salí catapultada hacia adelante, y el cinturón de
seguridad se me hundió en el torso.
Me quedé inmóvil. Me dolía respirar. Dios, me dolía todo y, mientras resollaba,
observé el parabrisas, hecho pedazos. El resplandor de la luna titilaba en las astillas, y
seguí con la mirada la quebrada línea de cristales hasta descubrir que Zayn no estaba en su
asiento. Sentía un dolor interno. No veía sangre, pero pensé que seguramente me había roto
algo. ¿Estaba viva?
—¡Invitado! —oí que una voz gritaba en la distancia—. ¡Invitado!
Era Louis, y agucé la vista tratando de distinguir algo en la cima de la pendiente,
donde brillaban dos puntos de luz. Una figura comenzaba a descender: Louis.
Tomé aire, preparándome para llamarlo, pero alguien me sujetó la cabeza y me la
volvió en la dirección opuesta.
—¿Zayn? —susurré. Parecía haber salido ileso. Estaba de pie, junto al coche
destrozado, vestido con su traje de pirata. La luna arrancaba destellos plateados a sus ojos y
al dije que colgaba de su cuello.
—Sigo vivo —dijo, y las lágrimas me resbalaron por las mejillas. No podía
moverme, pero como el dolor era agudo y generalizado, me pareció que no me había
quedado paralítica. Vaya cumpleaños. Papá me mataría.
—Estoy herida —anuncié con un hilo de voz y, de inmediato, pensé que lo que
acababa de decir era una estupidez.
—No tengo tiempo para esto —contestó Zayn, exasperado.
Asustada, vi cómo sacaba una hoz de entre los pliegues de su vestimenta. Quise
gritar, pero él levantó la hoja como si fuera a asestarme una bofetada y me faltó la
respiración. El filo, manchado de sangre, refulgía.
Genial. Allí me encontraba yo con un psicópata. Había salido del baile con un
psicópata armado con una hoz. Desde luego, me había lucido con la elección.
—¡No! —grité, levantando los brazos, pero la hoja, siseando, cayó sobre mí y me
atravesó sin hacerme daño. Me miré el cuerpo, incrédula. El vestido no estaba roto y no
salía sangre por ningún lado, no obstante, sabía que la hoz me había traspasado. De hecho,
había llegado hasta el asiento.
Sin comprender, alcé la mirada y vi a Zayn, que me observaba tras haber retirado la
hoz.
—¿Qué... ? —inquirí, advirtiendo que el dolor físico había desaparecido. Pero me
había quedado sin voz. Él arqueó las cejas con desprecio. Me quedé estupefacta al sentir el
primer indicio de la nada más absoluta, a la vez desconocida y familiar como un recuerdo
hacía tiempo perdido.
Aquella aterradora sensación fue ganando terreno, devorando todos los
pensamientos que se me iban ocurriendo. Esponjoso y confuso, el vacío comenzó a operar
desde los límites de mi existencia y se movió hacia dentro. Se llevó la luna, luego la noche,
después mi cuerpo y, por último, el coche. Los gritos de Louis se desvanecieron en un sordo
silencio rasgado en el que sólo persistieron los ojos de Zayn.
Zayn se dio la vuelta y se alejó.
—¡Madison! —oí débilmente, y luego sentí una levísima caricia en la mejilla. Pero
también eso se evaporó, tras lo cual no quedó nada.
miré—. Te hizo daño —agregó, haciéndome una caricia en la barbilla que me dejó
hormigueos—. Deberías mostrarle lo que perdió.
Sabía que era producto del rencor pero, aun así, estuve de acuerdo.
Zayn se quedó quieto y me abrazó con un gesto continuo y fluido. Iba a besarme. Lo
supe. Todos sus movimientos tenían un algo especial. Con el corazón palpitándome bajo
las costillas, incliné la cabeza hacia arriba justo en el momento en que posaba sus labios en
los míos y las rodillas se me quedaron tiesas. Alrededor, la gente se detenía a observar,
algunos riéndose y otros con envidia. Cerré los ojos y me balanceé para continuar el baile
mientras nos besábamos.
Aquello era todo lo que yo podría desear. Allí donde me tocaba, surgía una ola de
calor que me recorría, cada vez más ardiente a medida que sus caricias subían de
intensidad. Nadie me había besado de aquel modo, y de tanto miedo que me daba
estropearlo, apenas podía respirar. Le rodeaba la cintura con las manos, y se la estreché aún
más cuando él tomó mi rostro entre sus manos y lo sostuvo como si se fuera a romper. Sus
besos tenían un sabor parecido al del humo de la madera. Yo quería más de aquello que no
conocía.
Un sonido grave se elevó detrás de él, tan leve como el rumor de un trueno distante.
Apretó las manos, y la adrenalina me inundó de arriba abajo. Los besos se habían vuelto
diferentes.
Asustada, retrocedí un paso. Aunque me había quedado sin aliento, me sentía
entusiasmada e impaciente. Los temperamentales ojos de Zayn me miraban con aquella
expresión un tanto burlona que yo había alejado de mí. Aparté la vista de él, pero seguí
apoyándome en su cintura para mantener el equilibrio. Las mejillas de Louis estaban
encendidas, y su expresión era de enojo.
Alcé las cejas.
—Vamos —dije, tomando a Zayn del brazo. Me pareció imposible que alguien se
acercara con intenciones de arrebatarme el puesto. No después de aquel beso.
Confiada, eché a andar con Zayn a mi lado. La gente nos abrió paso, y me sentí
como una reina. A pesar de que la música retumbaba y resonaba, todos nos observaron
caminar sin impedimento hasta las puertas, decoradas con papel para que parecieran los
portones de roble de un castillo.
"Plebeyos", pensé cuando Zayn empujó la puerta y recibí la fresca corriente de aire del pasillo.
La puerta se cerró detrás de nosotros y la música quedó amortiguada.
Arrastrando los tacones por las baldosas, fui reduciendo la velocidad hasta detenerme.
Junto a la pared había una mesa cubierta con un mantel de papel, ante la cual estaba
sentada una mujer de aspecto cansado, la encargada de los boletos. Más lejos, en la
entrada, tres chicos remoloneaban junto a la puerta principal. El recuerdo de nuestros besos
se abrió paso en mi mente y, de pronto, me puse nerviosa. Aquel chico era increíble. ¿Por
qué estaba conmigo?
—Gracias —murmuré, mirando hacia arriba y luego más allá. Cuando me dí cuenta
de que podía pensar que lo había dicho por los besos, me sonrojé—. Es decir, por sacarme
de allí con el orgullo a salvo —agregué, notando que me ardían las mejillas.
—Vilo que hizo —Zayn me invitó a seguir caminando y recorrimos el pasillo hasta
llegar al estacionamiento—. Era eso o acabarías tirándole el ponche encima. Y tú... —
esperó a que nuestras miradas se encontraran—... tú querías una venganza fría, sutil.
No pude evitar una sonrisa un tanto boba.
—¿Tú crees?
Actuando como alguien mucho mayor, inclinó la cabeza.
—¿Tienes cómo volver a casa?
Me detuve. Él dio un paso más antes de darse la vuelta y mirarme con ojos
alarmados. Sentí frío.
—Lo... lo siento —dijo, parpadeando—. No quería decir que... Me quedaré contigo
hasta que alguien venga a buscarte. Para ti soy un desconocido.
—No, no es eso —me apresuré a decir, avergonzada por el repentino malentendido.
Observé que la encargada de las entradas nos estaba mirando con perezoso interés—. Es
que debo llamar a mi padre; contarle lo que pasó.
La sonrisa de Zayn dejó a la vista una blanca hilera de dientes.
—Por supuesto.
Hurgué en el bolso que había comprado junto con el vestido. Mientras sacaba el
teléfono y trataba de recordar el número de mi padre, él esperó a unos metros. Nadie
respondía, y los dos nos volvimos al oír el ruido que dejó escapar la puerta del gimnasio al
abrirse. Era Louis. Apreté la mandíbula.
Se puso el contestador automático y, apresurada, farfullé: "Hola, papá. Soy
Invitado. Me va a llevar a casa Zayn...". Le hice una seña para que me dijera cómo se
apellidaba.
—Malik—respondió él a media voz, mirando fijamente a Louis tras la máscara y
unas largas y voluptuosas pestañas.
"Zayn Malik—dije—. Resulta que Louis es un imbécil. Estaré en casa en unos
minutos, ¿de acuerdo?" Sin embargo, dado que en mi casa no había nadie, difícilmente iba
a obtener una respuesta de mi padre. Esperé un momento, como si me hubiera detenido a
escuchar. Luego, añadí: "Yo estoy bien. Louis es un imbécil. Nada más. Nos vemos
enseguida".
Satisfecha, plegué el teléfono y lo guardé. Me enganché al brazo de Zayn y ambos
nos volvimos en dirección a la puerta del gimnasio para esperar a que Louis, taconeando con
sus zapatos de fiesta, llegara hasta donde estábamos.
—Invitado... —estaba molesto, lo cual contribuyó a incrementar mi satisfacción.
—¡Hola, Louis! —dije con alegría. Se detuvo a mi lado y noté la tensión que
emanaba de él—. Ya tengo con quien ir a casa, gracias —"por nada', añadí para mis
adentros como consecuencia del enojo que todavía me duraba. Tanto por su culpa como por la de mi padre, quien, al fin y al cabo, había organizado todo aquello.
—Invitado, espera.
Me tocó el hombro y me di la vuelta. Louis se quedó helado y me soltó.
—Eres un imbécil —le espeté, echándole un vistazo a su indumentaria, que
entonces juzgué pobre—. Y yo no soy una bruja. Por mí, te puedes ir... por ahí —agregué,
conteniéndome para que Zayn no pensara que era una malhablada.
Tras alargar un brazo, Louis me tomó de la cintura y tiró de mí.
—Escúchame —me ordenó, y el miedo que vi en sus ojos me impidió
responderle—. No conozco a ese tipo. No seas idiota. Déjame llevarte a casa. A tus amigos
puedes contarles lo que quieras; a mí me da igual.
Traté de bufar para expresar mi desdén pero, como el corsé no me lo permitía, alcé
la barbilla. Él sabía que no tenía amigos.
—Llamé a mi padre. No pasa nada —afirmé, mirando, más allá de él, al alto
marinero, que había seguido a Louis hasta allí.
Sin embargo, Louis no estaba dispuesto a dejarme ir. Molesta, giré el brazo y,
cuando estaba por agarrarle la muñeca para defenderme, él lo adivinó y me soltó de pronto.
Con la preocupación en el rostro, retrocedió un paso.
—Pues entonces los seguiré hasta que estés en casa —prometió, dirigiéndole a Zayn
una mirada fugaz.
—Como quieras —repuse sacudiéndome el pelo, feliz al comprobar que, después
de todo, Louis no era tan mal tipo—. Zayn, ¿tienes el coche en el estacionamiento trasero?
Zayn se acercó con una gracia y un refinamiento que contrastaban con el soso
aspecto de Louis.
—Por aquí, Invitado.
Creí distinguir en sus ojos un brillo de satisfacción cuando me tomó del brazo. No
me extrañó. Obviamente había venido solo al baile y, tal como estaban las cosas, Zayn sería
el que se iría solo.
En un gesto de feminidad confiada, me puse a hacer sonar los tacones mientras
recorríamos el vestíbulo hacia las puertas del extremo opuesto. El vestido me hacía sentir
elegante, y Zayn estaba fantástico. Louis y su silencioso compañero trotaron detrás de
nosotros como los extras de una película de Hollywood.
Zayn abrió la puerta y me dejó pasar, pero los otros dos tuvieron que esperar a que
él la traspusiera. El aire refrescaba, y deseé haberle pedido a mi padre otros cincuenta
dólares para comprar un chal que hiciera juego con el conjunto. Consideré la posibilidad de
quejarme para que Zayn me ofreciera su abrigo.
La luna era una mancha difuminada tras las nubes y, mientras Zayn me escoltaba
escaleras abajo, oí que Louis hablaba con su compañero en tono furtivo y burlón. Apreté las
mandíbulas y seguí a Zayn hasta un estilizado auto negro que estaba estacionado junto a la
acera. Era convertible, y al imaginarme en el asiento bajo el cielo nublado, no pude evitar
una sonrisa de oreja a oreja. Tal vez pudiéramos dar un paseo antes de ir a mi casa. Pese al
frío, quería que me vieran sentada en aquel coche, junto a él, mientras el viento me
agitaba el cabello y la música sonaba en los altavoces. Seguro que tenía un gusto
musical excelente.
—Invitado... —dijo Zayn, abriendo la puerta.
Sintiéndome torpe y especial a la vez, me acomodé en el asiento del copiloto y noté
que el algodón del vestido resbalaba sobre el cuero. Zayn esperó a que yo acomodara el
resto del vestido en el interior y luego cerró la puerta con suavidad. Me coloqué el
cinturón de seguridad mientras él rodeaba el automóvil. Las luces de emergencia arrancaban un
brillo tenue a la carrocería negra. Sonreí al ver a Louis que correteaba hacia su coche.
Zayn me asustó, pues apareció de repente en el asiento del conductor sin que la
puerta hiciera ruido alguno. Encendió el motor, y me agradó el potente bramido que éste
emitía. En la radio empezó a sonar algo contundente. La letra era extranjera, y eso le
añadía atractivo. Louis encendió las luces de su coche, y Zayn, con una sola mano en el
volante, se puso en marcha.
Mientras lo miraba en la penumbra, se me aceleró el pulso. El aire fresco se me
pegaba a la piel y, a medida que ganábamos velocidad, el viento comenzó a colarse entre
mis cabellos.
—Mi casa está hacia el sur —le comuniqué cuando llegamos a la carretera
principal, y él tomó la dirección correcta. Las luces del coche de Louis giraron detrás de
nosotros, y yo me hundí en el asiento lamentando que Zayn no me hubiera ofrecido su
abrigo. Sin embargo, desde que estábamos en el coche no me había mirado ni me había
dicho nada. Su confianza y audacia se habían transformado en... ¿ansiedad? Sin saber a qué
se debía, una sensación de alarma empezó a crecer lentamente en mi interior.
Como si lo hubiera notado, Zayn me miró. Conducía sin mirar la carretera.
—Ya es tarde —me dijo a media voz, para mi sorpresa—. Fue fácil. Les dije que
sería más sencillo mientras fueras joven y estúpida. Casi no valió la pena el esfuerzo.
Desde luego, no fue divertido.
Sentí la boca seca.
—¿Cómo dices?
Después de inspeccionar la carretera, Louis volvió a dirigirme la mirada. Estaba
acelerando, y me agarré al descansabrazos de la puerta, tratando de apartarme de él.
—No es nada personal, Invitado. Sólo que tu nombre aparece en una lista, digamos
que de almas que hay que robar. Un nombre importante, el tuyo, pero, a fin de cuentas,
nada más que un nombre. Decían que era imposible, pero serás la llave que me abrirá las
puertas de una corte más alta; tú y tu pequeña vida, que ha llegado a su fin.
¿Qué diablos era aquello?
—Louis—dije, volviéndome, mientras Zayn seguía pisando el acelerador—. Nos
sigue. Además, mi padre sabe dónde estoy.
Zayn sonrió, y el rayo de luna que se le reflejó en los dientes me hizo estremecer.
Todo lo demás estaba perdido en sombras neblinosas y en el silbido del viento.
—¿Insinúas que eso constituye algún impedimento?
Dios mío. Estaba en un buen lío. Se me congelaron las entrañas.
—Detén el coche —le exigí, aferrándome a la puerta con una mano y apartándome
los mechones de cabello de la cara con la otra—. Detén el coche y déjame bajar. No puedes
hacer esto. ¡La gente sabe dónde estoy! ¡Detén el coche!
—¿Que detenga el coche? —se burló—. Detendré el coche.
Zayn clavó los frenos y dio un volantazo. Grité y me sujeté como pude. El mundo
daba vueltas. Vacié los pulmones de un grito cuando percibí un gran estruendo
acompañado de una sensación de ingravidez. Nos habíamos salido de la carretera. La
gravedad se había invertido. Me asaltó el pánico cuando comprendí que el coche se estaba
volcando.
Maldición. Era un convertible.
Me encogí, me cubrí la nuca con las manos y empecé a rezar. Sentí una fuerte
sacudida y la oscuridad me envolvió. El golpe me había dejado sin aire. Me pareció estar
cabeza abajo. Después, salí despedida en la dirección contraria. Volví a ver el gris del cielo y tuve el tiempo suficiente de tragar una bocanada de aire antes de que el coche diera un
nuevo vuelco ladera abajo.
La negrura se me echó encima y el coche chocó contra el suelo.
—¡No! —aullé, desesperada, y luego gemí cuando, con una última sacudida, el
coche se detuvo sobre las cuatro ruedas. Salí catapultada hacia adelante, y el cinturón de
seguridad se me hundió en el torso.
Me quedé inmóvil. Me dolía respirar. Dios, me dolía todo y, mientras resollaba,
observé el parabrisas, hecho pedazos. El resplandor de la luna titilaba en las astillas, y
seguí con la mirada la quebrada línea de cristales hasta descubrir que Zayn no estaba en su
asiento. Sentía un dolor interno. No veía sangre, pero pensé que seguramente me había roto
algo. ¿Estaba viva?
—¡Invitado! —oí que una voz gritaba en la distancia—. ¡Invitado!
Era Louis, y agucé la vista tratando de distinguir algo en la cima de la pendiente,
donde brillaban dos puntos de luz. Una figura comenzaba a descender: Louis.
Tomé aire, preparándome para llamarlo, pero alguien me sujetó la cabeza y me la
volvió en la dirección opuesta.
—¿Zayn? —susurré. Parecía haber salido ileso. Estaba de pie, junto al coche
destrozado, vestido con su traje de pirata. La luna arrancaba destellos plateados a sus ojos y
al dije que colgaba de su cuello.
—Sigo vivo —dijo, y las lágrimas me resbalaron por las mejillas. No podía
moverme, pero como el dolor era agudo y generalizado, me pareció que no me había
quedado paralítica. Vaya cumpleaños. Papá me mataría.
—Estoy herida —anuncié con un hilo de voz y, de inmediato, pensé que lo que
acababa de decir era una estupidez.
—No tengo tiempo para esto —contestó Zayn, exasperado.
Asustada, vi cómo sacaba una hoz de entre los pliegues de su vestimenta. Quise
gritar, pero él levantó la hoja como si fuera a asestarme una bofetada y me faltó la
respiración. El filo, manchado de sangre, refulgía.
Genial. Allí me encontraba yo con un psicópata. Había salido del baile con un
psicópata armado con una hoz. Desde luego, me había lucido con la elección.
—¡No! —grité, levantando los brazos, pero la hoja, siseando, cayó sobre mí y me
atravesó sin hacerme daño. Me miré el cuerpo, incrédula. El vestido no estaba roto y no
salía sangre por ningún lado, no obstante, sabía que la hoz me había traspasado. De hecho,
había llegado hasta el asiento.
Sin comprender, alcé la mirada y vi a Zayn, que me observaba tras haber retirado la
hoz.
—¿Qué... ? —inquirí, advirtiendo que el dolor físico había desaparecido. Pero me
había quedado sin voz. Él arqueó las cejas con desprecio. Me quedé estupefacta al sentir el
primer indicio de la nada más absoluta, a la vez desconocida y familiar como un recuerdo
hacía tiempo perdido.
Aquella aterradora sensación fue ganando terreno, devorando todos los
pensamientos que se me iban ocurriendo. Esponjoso y confuso, el vacío comenzó a operar
desde los límites de mi existencia y se movió hacia dentro. Se llevó la luna, luego la noche,
después mi cuerpo y, por último, el coche. Los gritos de Louis se desvanecieron en un sordo
silencio rasgado en el que sólo persistieron los ojos de Zayn.
Zayn se dio la vuelta y se alejó.
—¡Madison! —oí débilmente, y luego sentí una levísima caricia en la mejilla. Pero
también eso se evaporó, tras lo cual no quedó nada.
Carstairs
Re: Noches de baile en el infierno
Patricia escribió:Hola! :D
Hemos estado hablando y no he comento sobre los capítulos!!
Son historias, seguidas como un conjunto de novelas?
La primera me encanto :3 mato al vampiro (aunque fuera mi Lucho L ) y se quedó con el chico (mi Hazza :3 ) (Todos son “MI” xd)
El Ramillete se basa en la Pata de Mono, verdad?
LLORÉ!
SI LLORÉ!, cuando paso lo de la muerte de mi Niall LLORÉ, de verdad L , cuando me di cuenta que se parecía a La pata de mono estaba: quenosemueraNiallquenosemueraNiall
Y cuando salió de la casa estaba: nosalgasnoslagasporelamordediosnosalgas
OPD! Están ldsjerjrfwl, es un poco masoquista pero me encanto, la has adaptado MUY BIEN
Ay Dios! Cuando pidió los deseos estaba OMG! Yo sí creo que si le hubiera abierto la puerta :/ nose :? Es raro pero… ay Dios no, pobre mi bebe L
Ya quiero saber las sobre las otras historias
SIGUELAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!
ahhh hola jajajaja es verdad.
sisi, son 5 historias, una para cada uno de ellos.
jajaja si son tuyos, al menos las historias dicen que si :chkt: y me dio cosa matar a Louis pero tenia que hacerlo. Faltan la que estoy subiendo ahora, verdades y el infierno en la tierra.
Siii, es otra vercion de la pata de mono, awww no llores es que el también tenia que matarlo porque la historia es asi!!!! le hubieras abierto? yo no se, osea se cayo de un precipicio y se estaba pudriendo, yo no creo que le habrá.
Muchas gracias, es el primer libro que adapto y no se a veces es raro porque los libros como estan traducido en gallego hay palabras que no entiendo :/
Carstairs
Re: Noches de baile en el infierno
vicky Salvatore escribió:Patricia escribió:Hola! :D
Hemos estado hablando y no he comento sobre los capítulos!!
Son historias, seguidas como un conjunto de novelas?
La primera me encanto :3 mato al vampiro (aunque fuera mi Lucho L ) y se quedó con el chico (mi Hazza :3 ) (Todos son “MI” xd)
El Ramillete se basa en la Pata de Mono, verdad?
LLORÉ!
SI LLORÉ!, cuando paso lo de la muerte de mi Niall LLORÉ, de verdad L , cuando me di cuenta que se parecía a La pata de mono estaba: quenosemueraNiallquenosemueraNiall
Y cuando salió de la casa estaba: nosalgasnoslagasporelamordediosnosalgas
OPD! Están ldsjerjrfwl, es un poco masoquista pero me encanto, la has adaptado MUY BIEN
Ay Dios! Cuando pidió los deseos estaba OMG! Yo sí creo que si le hubiera abierto la puerta :/ nose :? Es raro pero… ay Dios no, pobre mi bebe L
Ya quiero saber las sobre las otras historias
SIGUELAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!
ahhh hola jajajaja es verdad.
sisi, son 5 historias, una para cada uno de ellos.
jajaja si son tuyos, al menos las historias dicen que si :chkt: y me dio cosa matar a Louis pero tenia que hacerlo. Faltan la que estoy subiendo ahora, verdades y el infierno en la tierra.
Siii, es otra vercion de la pata de mono, awww no llores es que el también tenia que matarlo porque la historia es asi!!!! le hubieras abierto? yo no se, osea se cayo de un precipicio y se estaba pudriendo, yo no creo que le habrá.
Muchas gracias, es el primer libro que adapto y no se a veces es raro porque los libros como estan traducido en gallego hay palabras que no entiendo :/
Lo sospeche desde un principio okno xd
SI todos mios
Si :S es feito
Ohhh es tan intrigante ya quiero saber de que van tratando :jiji:
No lo se me has hecho pensar :whatever: , pero venia en son de paz así que no se?? me gustan los zombies xd
Si hay palabras que te quedas WTF! :skip:
Bueno esta historia me ha tenido asi :buho:
Primero dije sera la historia de mi Louis, pero como que lo rechazo dije, no creo, y salio Zayn y dije OH ES DE MI ZAYN ( si seguimos con los mi xd)
Pero como paso tooodo eso dije y ahora con quien se queda?? xd
Es muy loco pero había algo raro en Zayn
QUIERO QUE LA SIGAS!!
ME DEJAS EN LA DUDA??
Porque no acaba ahí? oh si? nahh no creo :lovely:
SIGUELAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!
Invitado
Invitado
Re: Noches de baile en el infierno
2
La nada fue retrayéndose poco a poco de mi ser, sustituida por una dolorosa serie de pinchazos y el clamor de dos personas que discutían. Me sentía mal, no tanto por el dolor
de espalda, que apenas me dejaba respirar, sino por el miedo que las voces, quedas y
huidizas, convocaban entre mis recuerdos. Casi pude oler la enmohecida pelusa de mi
conejo de peluche cuando me acurruqué para escapar de aquellas voces, que me aterraban
más allá de lo imaginable. Que me hubieran dicho que no era culpa mía no habría aliviado
mi pesar. Un pesar que me proponía almacenar en mi interior hasta que se convirtiera en
parte de mí. Un dolor que calaba los huesos. Llorar en brazos de mi madre significaría que
la quería más. Llorar en el hombro de mi padre significaría que lo quería más. Vaya forma
de crecer tan difícil.
Sin embargo, aquello.., aquello no era una discusión entre mis padres. Parecía
tratarse de una pareja de chicos jóvenes.
De pronto descubrí que respiraba mejor. Los últimos jirones de niebla desaparecían
dejando algún hormigueo a su paso, y los pulmones, doloridos como si alguien se hubiera
sentado sobre ellos, volvían a moverse. Al comprender que tenía los ojos cerrados, los abrí
y me encontré con una mancha oscura. Olía a plástico.
—Tenía dieciséis cuando se subió al coche. Es culpa tuya —dijo una acalorada voz
joven y masculina en la distancia. Tuve la impresión de que la discusión había comenzado
hacía un rato, pero sólo lograba recordar retazos inconexos e intercalados entre molestos
lapsos de nada.
—No podrás echarme la culpa de esto —afirmó otra voz, esta vez de una chica, y
tan resuelta y amortiguada como la anterior—. Tenía diecisiete en el momento de entregar
el alma. El problema es tuyo, no mío. Vamos, ¡si ocurrió en tus narices! ¿Cómo pudiste no
darte cuenta?
—¡No me di cuenta porque no tenía diecisiete! -rezongó la voz masculina—.
Cuando él la recogió, tenía dieciséis. ¿Cómo iba a saber que iría por ella? ¿Cómo es
posible que tú no estuvieras allí? Fue una metedura de pata gigantesca, pero fue tuya.
La chica bufó, ofendida. Hacía frío. Tomé aire y me sentí un poco mejor. Los
hormigueos disminuían, y los dolores crecían. Me encontraba en un ambiente sofocante,
envuelta en mi propio aliento. Aquella oscuridad no era natural: había algo que la
provocaba.
—¡Eres un cabeza hueca! —le espetó la chica—. No me digas que metí la pata.
Murió a los diecisiete años. Por eso yo no estaba allí. Ni siquiera me notificaron.
—Los dieciséis no son asunto mío —repuso él con ira—. Creí que estaba ligando
con ese tipo.
De repente, noté que el velo de oscuridad que retenía mi respiración era, en
realidad, una cubierta de plástico. Alcé las manos y, presa del miedo, la arañé. El pánico
hizo tratar de incorporarme.
¿Estaba sobre una mesa? En cualquier caso, me hallaba sobre algo bastante duro.
Me quité el plástico de encima. Junto a unas puertas blancas y descascarilladas vi a dos
chicos que me miraban con gesto sorprendido. El pálido rostro de la chica se sonrojó, y el
chico dio un paso atrás, avergonzado, como si lo hubieran descubierto discutiendo con ella.
-¡Ah! —exclamó la chica, echando hacia atrás la larga trenza que formaban sus
oscuros cabellos—. Estás despierta. Bueno, pues hola. Soy Lili, y éste es Liam .El chico se miró los pies y levantó tímidamente una mano para saludarme.
—¿Qué tal? —dijo—. ¿Cómo te va?
—Tú eras el que estaba con Louis —afirmé, señalándolo con un dedo tembloroso.
Él asintió, aunque siguió sin dirigirme la mirada. Su disfraz desentonaba junto a los
pantalones cortos y la camiseta sin mangas que llevaba ella. Ambos llevaban colgada del
cuello una piedra negra. Ésta no tenía nada de especial, pero, como era lo único común en
su aspecto, me llamó la atención. En todo caso, también coincidían en que estaban
enfadados y en que me miraban con expresión estupefacta.
—¿Dónde estoy? —pregunté, y Liam golpeó las baldosas del suelo con el pie—
. ¿Dónde está Louis? —agregué, notando que debía de encontrarme en un hospital, pero...
un momento: ¿estaba metida en una bolsa para cadáveres?—. ¿Esto es una morgue? —
inquirí—. ¿Qué hago yo en una morgue?
Con movimientos espasmódicos saqué las piernas de la bolsa y me puse de pie. Los
talones emitieron un chasquido al tocar el suelo. Tenía una etiqueta sujeta a la muñeca con
una banda de goma, y me la arranqué con violencia. Se me había roto la falda, que,
además, estaba cubierta de manchas de grasa. Mi cuerpo estaba salpicado de pegotes de
hierba y mugre, y apestaba a antisépticos y a sudor. Aquello era demasiado.
—Esto es un error —dije mientras me guardaba la etiqueta en el bolsillo.
Lili resopló.
—De Liam —señaló, y el aludido dio un respingo.
—¡No es culpa mía! —se defendió, gesticulando—. Ella tenía dieciséis cuando se
subió a ese coche. ¿Cómo iba yo a saber que aquel día era su cumpleaños?
—Mira, no sé. Pero lo que cuenta es que murió a los diecisiete, ¡de manera que es
tu problema!
¿Muerta? ¿Estaban ciegos?
—¿Saben qué? —exclamé, tratando de serenarme—. Por mí, pueden seguir
discutiendo hasta el fin de los tiempos, pero yo tengo que llamar y decir que estoy bien.
Dicho lo cual, me encaminé a la puerta, taconeando.
—Invitado, espera —dijo Liam—. No puedes hacer eso.
—¿Conque no puedo? —respondí—. Pues mira: la furia de mi padre debe ser
monumental.
Seguí caminando, alejándome de ellos, y cuando me encontraba a unos cuantos
metros, me asaltó la impresión de estar desconectándome. Mareada y confusa, apoyé una
mano en una mesa de metal cercana, pero el contacto con ella hizo que se me acalambrara,
como si la frialdad de su superficie me hubiera llegado hasta el hueso. Me sentía...
esponjosa. Ligera. El suave rumor del sistema de ventilación comenzó a apagarse. Incluso
los latidos de mi corazón se volvieron distantes. Me volví, con una mano en el pecho en un
vano intento por hacer que la extraña sensación desapareciera.
—¿Qué... ?
En el otro extremo de la habitación, Liam se encogió de hombros.
—Estás muerta, Invitado. Lo siento. Si te alejas demasiado de nuestros amuletos,
empezarás a perder sustancia.
Señaló la camilla.
Me quedé sin respiración. Me fallaron las piernas y estuve a punto de caerme. Yo
estaba allí. Es decir, seguía en la camilla. Yacía en la bolsa de plástico, pequeña y pálida,
con el vestido arremangado en un elegante despliegue de gracia atemporal y olvidada.
¿Estaba muerta? ¡Pero si el corazón seguía latiéndome!
Noté que iba a desplomarme.
—Estupendo. La señorita se va a desmayar —observó Lili con sequedad.
Liam se adelantó de inmediato para sostenerme. Me rodeó con los brazos, y la
cabeza se me ladeó. Sin embargo, su contacto trajo de vuelta la actividad: los sonidos, los
olores, incluso el pulso cardíaco. Los párpados se me contrajeron. Los apretados labios de
Liam se hallaban a escasos centímetros de mí. Estaba muy cerca, y de él emanaba un
aroma que me hizo pensar en girasoles.
—¿Por qué no cierras el pico? —le sugirió a Lili mientras me ayudaba a sentarme
en el suelo—. ¿Qué tal si practicas un poco la sensibilidad, eh? No olvides que es tu
trabajo.
El frío de las baldosas me recorrió el cuerpo y me aclaró la vista. ¿Cómo iba a estar
muerta? ¿Desde cuándo los muertos se desmayaban?
—No estoy muerta —afirmé, titubeante, y Liam me ayudó a apoyar la espalda
en una de las patas de la mesa.
—Sí, has muerto —se acuclilló a mi lado y me inspeccionó con preocupación. Con
sincera preocupación—. Lo siento muchísimo. Creí que su objetivo era Louis. No es normal
que dejen pruebas, como la de ese coche destrozado. Tu caso debe de ser de los pocos
descuidos en su historial.
Recordé el accidente, y me llevé una mano al estómago. Louis había estado presente.
Me acordaba de eso.
—Él también cree que estoy muerta. Es decir, Louis.
—Es que estás muerta —intervino Lili con sequedad.
Dirigí la mirada hacia la camilla, pero Liam se interpuso para impedirme ver.
—¿Quiénes son ustedes? —le pregunté, al tiempo que el mareo se me pasaba.
Liam se levantó.
—Pues, bueno, trabajamos en Cuadros de Avistamiento, Recuperación,
Organización y Normalización de Tránsitos Erróneos.
Medité sobre ello. Cuadros de avistamiento, recuperación, organización...
¿CARONTE?
¡Horror! La adrenalina se me disparó. Me puse en pie de un salto y miré a la parte
de mí que estaba en la camilla.
—¡Trabajan para la muerte! —grité, situándome detrás de la mesa. Noté que las
puntas de los dedos comenzaban a entumecérseme y, tras clavar los ojos en el amuleto de
Liam, me detuve—. Dios mío, estoy muerta —susurré—. No puede ser. Todavía no
estoy preparada. ¡Me queda mucho por hacer en la vida! ¡Sólo tengo diecisiete años!
—Oye, nosotros no somos carontes grises —se defendió Lili, de brazos
cruzados—. Somos carontes blancos. Los carontes oscuros matan a las personas antes de
que les dé tiempo de entregar su alma, los blancos tratan de salvarlas y los grises son unos
traidores peligrosos y fanfarrones que tienen los días contados.
Liam parecía avergonzado.
—Los carontes grises son, en realidad, carontes blancos que cayeron en la trampa y
se pasaron... al otro lado. No hacen mucho daño, ya que los carontes blancos no los
dejamos, pero si hay una crisis de mortalidad repentina y aguda, siempre aparecen y se
llevan unas cuantas almas antes de tiempo, de la manera más trágica posible. Son unos
piratas. Carecen de honor —concluyó con voz amarga.
Seguí apartándome de ellos, paso a paso, sin entender la rivalidad de la que
hablaban, hasta que volví a sentirme mal. Miré los amuletos, me acerqué un poco a ellos y
la sensación se evaporó.
—Ustedes asesinan a la gente. Eso es lo que dijo Zayn. ¡Habló de robar almas!
¡Ustedes son unos asesinos!
Liam se acarició la nuca.
—Pues no. Casi nunca asesinamos a nadie —intercambió una mirada con Lili—.
Zayn es un caronte oscuro. Nosotros sólo nos presentamos cuando ellos apresan a alguien
demasiado pronto o cuando se produce un error.
—¿Un error? —alcé los ojos, esperanzada. ¿Eso querría decir que podían
devolverme al mundo?
Lili dio unos pasos para acercarse.
—A ver: tú no ibas a morir. Pero un caronte oscuro te atrapó antes de que te hubiera
legado el momento de entregar el alma. Nuestro trabajo consiste en detenerlos, pero a ve-
ces fallamos. Hemos venido a presentar una disculpa formal y a conducirte a donde debes
ir —miró a Liam—. Y tan pronto como él reconozca que todo fue culpa suya, yo podré
largarme de aquí.
Traté de no mirar mi cuerpo, tendido en la camilla, y me enderecé.
—Yo no voy a ninguna parte. Se trata de un error, ¿no? Pues no pasa nada.
¡Devuélvanme a mi lugar! Quiero recuperar mi vida —aterrada, di un paso al frente—.
Pueden hacerlo, ¿verdad?
El rostro de Liam se contrajo
—Es que ya es un poco tarde para eso. Todo el mundo sabe que has muerto.
—¡Me da igual! —grité. De pronto palidecí. Mi padre. Él creía que yo estaba...—.
Papá... —murmuré con espanto. Tomé una bocanada de aire y, tras volverme hacia las
puertas, eché a correr.
—¡Espera! ¡Invitado! —bramó Liam, pero yo embestí las puertas con todas
mis fuerzas y a duras penas logré atravesarlas, a pesar de que no se habían abierto lo
suficiente para permitirme el paso.
Llegué a otra estancia. Acababa de atravesar unas puertas. Era como si mi cuerpo
no existiera.
Había un señor gordo sentado ante una mesa. Se sobresaltó al oír el leve chirrido
que emitieron los goznes de las puertas. Abrió sus ojillos de rata y suspiró. Me señaló con
un dedo.
—Se trata de un error —le espeté, preparándome para seguir mi camino a través de
un tenebroso pasillo abovedado—. No estoy muerta.
Sin embargo, la misteriosa sensación estaba volviendo a adueñarse de mí. Me sentí
ingrávida y difusa. Estirada. Los sonidos me llegaban deformados, y una cortina gris
comenzaba a empañarme la visión.
A mis espaldas, Liam empujó las puertas y entró. Todo volvió a la normalidad
como por arte de magia. Mis fuerzas dependían del amuleto. Tenía que conseguir uno para
mí.
—Sí que está muerta —corrigió él, que había seguido avanzando hasta que me
agarró de la muñeca—. Esto es una alucinación. Ella no está aquí. Y yo tampoco.
—¿De dónde salieron? —preguntó el tipo, con los ojos como platos—. ¿Cómo
entraron?
Lili entró dándole un golpazo a las puertas que provocó que el tipo de la mesa y
yo diéramos un respingo.
—Invitado, basta de tonterías. Tienes que ponerte en marcha.
Aquello fue demasiado para el tipo de la mesa, que alargó un brazo para levantar el
auricular del teléfono.
Pese a mis intentos de zafarme, Liam seguía sujetándome de la muñeca.
—¡Tengo que hablar con mi padre! —protesté, y él me empujó.
—Nos vamos —dijo con ojos amenazadores—. Ahora mismo.
Frenética, le di un pisotón. Liam aulló y, doblándose de dolor, me soltó la
muñeca. Lili se rió de él, y yo salí disparada por el corredor. "Intenten detenerme", pensé,
pero enseguida tropecé con algo grande, cálido y que desprendía un olor sedoso. Retrocedí,
asustada, al reconocer a zayn. Después de intentarlo lanzando el coche por una pendiente,
había logrado matarme con una hoz que no causaba heridas. Era un caronte oscuro. Era mi
muerte.
—¿Por qué vinieron dos? —inquirió mirando a Liam y Lili. La cadencia de
su voz me resultaba familiar pero, al tiempo, me hacía daño oírla. Además, el olor a mar se
había podrido—. Muy bien —agregó, mirándome de nuevo—. Falleciste el día del
aniversario de tu nacimiento. Dos carontes. Ay, ay, ay. Eres la reina del drama, Invitado.
Me alegra verte de pie. Es hora de irse.
Apocada y aprensiva, me retiré.
—No me toques.
—¡Invitado! —gritó Liam—. ¡Corre!
Claro, pero sólo podía correr hacia la morgue. Lili se colocó delante de mí con los
brazos extendidos, como si se creyera capaz de detener a Zayn con la sola fuerza de su
voluntad.
—¿Tú qué haces aquí? —le dijo con voz trémula—. Ella ya está muerta. No puede
entregar el alma dos veces.
Confiado, Zayn se le acercó arrastrando los pies.
—Yo recibí su alma, como dices, así que puedo hacer con ella lo que me plazca.
Liam palideció.
—Ustedes nunca vuelven a buscarlos, ustedes... —en ese momento se fijó en la
piedra que colgaba del cuello de Zayn—. Pero tú no eres un caronte oscuro, ¿verdad?
Zayn sonrió como si acabaran de contarle un chiste.
—No. Soy un poquito más que eso. Algo a lo que no puedes enfrentarte. Vete
Liam. Limítate a irte. De ese modo no saldrás mal parado.
Impotente, miré a Liam. Él comprendió que estaba aterrada y se envalentonó.
—¡Liam! —chilló Lili—. ¡No!
Pero Liam se lanzó contra la oscura figura vestida de seda negra. Con horrible
indiferencia, Zayn le propinó tal bofetada, que hizo que saliera despedido por el
aire hasta chocar contra la pared. Resbaló hasta el suelo, inconsciente.
—¡Corre! —insistió Lili, empujándome hacia la morgue—. No te apartes del sol y
no permitas que te toquen los alas negras. Pediré ayuda. Alguien irá a buscarte. ¡Vete de
aquí!
—¿Cómo? —exclamé—. Él está cerrando la única salida.
Zayn volvió a moverse, esta vez para golpear a Lili. Ésta se derrumbó, de modo
que sólo quedaba yo, ya que el tipo de la mesa debía de estar muerto o escondido en algún
rincón. Me erguí en toda mi estatura —que no era mucha— y me alisé el vestido. La cosa
iba de mal en peor.
—Ella estaba intentando decirte —explicó Zayn, con una voz a la vez conocida y
ajena— que corrieras a través de las paredes. Tienes más oportunidades al sol, con los alas
negras, que conmigo, bajo tierra.
—Pero si no puedo... —dije, y en ese instante recordé lo que había ocurrido con las
puertas. Las había atravesado, estaba segura. ¿En qué me había convertido? ¿En un
fantasma?
La sonrisa de Zayn me heló la sangre.
—Me alegro de verte, Invitado, ahora que puedo... verte tal como eres —se quitó la
máscara y la dejó caer. Su rostro era hermoso, como de piedra cincelada.
Me pasé la lengua por los labios y me quedé helada al acordarme de que lo había
besado. Abrazándome el pecho, comencé a alejarme con el propósito de distanciarme
suficiente de la influencia de Lili y Liam. Así podría atravesar las paredes. Si aquel
espantajo pensaba que podía hacerlo, sería porque era cierto.
No obstante, Zayn me vigilaba de cerca.
—Nos iremos juntos —dijo—. Nadie creerá que robé tu alma si no te llevo hasta
ellos.
Pero yo seguí retrocediendo. Miré fugazmente a Liam y a Lili, ambos tirados
sobre las baldosas.
—Prefiero quedarme aquí, gracias —le contesté.
Me topé con el muro, casi con el corazón en la boca. Se me escapó un chillido.
Había salido del campo de acción de los amuletos pero, aun así, no ocurría nada. Observé a
Zayn y vi la piedra negra que llevaba colgada. Eso lo explicaba todo. ¡Maldición!
—No tienes alternativa —afirmó—. Yo te maté. Eres mía. Me sujetó por la
muñeca. Me inundó una oleada de adrenalina, y luché por soltarme.
—Con un demonio —le espeté, tras lo cual le di una patada en la espinilla.
Él gimió y se inclinó, pero seguía teniéndome presa. Pese a ello, había puesto el
rostro a mi alcance y, tras sujetarlo por el cabello, le aplasté la nariz de un rodillazo. Sentí
los cartílagos romperse, y el estómago me dio un vuelco.
Tras proferir una maldición en una lengua que me provocó un estremecimiento, me
soltó y cayó.
Tenía que salir de allí. Y necesitaba hacerlo en buenas condiciones, o nunca lo
lograría. Con el corazón en un puño, le quité el dije; me quemó la mano como si hubiera
sido fuego. Dispuesta a sufrir lo que fuera necesario, lo apreté entre los dedos.
Desde el suelo y con la cara ensangrentada, Zayn me miraba sin salir de su asombro.
Debía pensar que se había dado de bruces con una pared transparente.
—Invitado... —Liam arañó el suelo.
Su mirada, perdida y atenazada por el sufrimiento, iba en mi dirección.
—Corre —masculló.
Con el amuleto de Seth en la mano, me volví hacia el pasillo.., y corrí.
Carstairs
Re: Noches de baile en el infierno
PERDON!!!!!!!!!! estuve muy ocupada con el colegio mira mi carita que te suplica perdon!!!Patricia escribió:vicky Salvatore escribió:Patricia escribió:Hola! :D
Hemos estado hablando y no he comento sobre los capítulos!!
Son historias, seguidas como un conjunto de novelas?
La primera me encanto :3 mato al vampiro (aunque fuera mi Lucho L ) y se quedó con el chico (mi Hazza :3 ) (Todos son “MI” xd)
El Ramillete se basa en la Pata de Mono, verdad?
LLORÉ!
SI LLORÉ!, cuando paso lo de la muerte de mi Niall LLORÉ, de verdad L , cuando me di cuenta que se parecía a La pata de mono estaba: quenosemueraNiallquenosemueraNiall
Y cuando salió de la casa estaba: nosalgasnoslagasporelamordediosnosalgas
OPD! Están ldsjerjrfwl, es un poco masoquista pero me encanto, la has adaptado MUY BIEN
Ay Dios! Cuando pidió los deseos estaba OMG! Yo sí creo que si le hubiera abierto la puerta :/ nose :? Es raro pero… ay Dios no, pobre mi bebe L
Ya quiero saber las sobre las otras historias
SIGUELAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!
ahhh hola jajajaja es verdad.
sisi, son 5 historias, una para cada uno de ellos.
jajaja si son tuyos, al menos las historias dicen que si :chkt: y me dio cosa matar a Louis pero tenia que hacerlo. Faltan la que estoy subiendo ahora, verdades y el infierno en la tierra.
Siii, es otra vercion de la pata de mono, awww no llores es que el también tenia que matarlo porque la historia es asi!!!! le hubieras abierto? yo no se, osea se cayo de un precipicio y se estaba pudriendo, yo no creo que le habrá.
Muchas gracias, es el primer libro que adapto y no se a veces es raro porque los libros como estan traducido en gallego hay palabras que no entiendo :/
Lo sospeche desde un principio okno xd
SI todos mios
Si :S es feito
Ohhh es tan intrigante ya quiero saber de que van tratando :jiji:
No lo se me has hecho pensar :whatever: , pero venia en son de paz así que no se?? me gustan los zombies xd
Si hay palabras que te quedas WTF! :skip:
Bueno esta historia me ha tenido asi :buho:
Primero dije sera la historia de mi Louis, pero como que lo rechazo dije, no creo, y salio Zayn y dije OH ES DE MI ZAYN ( si seguimos con los mi xd)
Pero como paso tooodo eso dije y ahora con quien se queda?? xd
Es muy loco pero había algo raro en Zayn
QUIERO QUE LA SIGAS!!
ME DEJAS EN LA DUDA??
Porque no acaba ahí? oh si? nahh no creo :lovely:
SIGUELAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!
hay a mi no me gustan los zombies salvo nicholas hoult, si se tansforma como el si
no, claro que falta, esta bien te lo digo NO ME PRESIONES!!! (? jajaja es de Liam, amo esta historia para liam, es la mejor!!!
espero que logres perdonarme te hago un super sensual baile para que lo hagas
Carstairs
Re: Noches de baile en el infierno
vicky Salvatore escribió:
PERDON!!!!!!!!!! estuve muy ocupada con el colegio mira mi carita que te suplica perdon!!!
hay a mi no me gustan los zombies salvo nicholas hoult, si se tansforma como el si
no, claro que falta, esta bien te lo digo NO ME PRESIONES!!! (? jajaja es de Liam, amo esta historia para liam, es la mejor!!!
espero que logres perdonarme te hago un super sensual baile para que lo hagas
OKOKOK te perdono :jum: (lasuperbotadaxd) jajaja okno si se como es colegio , una shit, también estoy atorada con eso :S bueno este año acabo asi que YEEESSSSSSSSS!!! Aunque voy a extrañar mi cole :S y a mis amigos aunque siempre habrá tiempo para verlos no será lo mismo nooooo ya me entro la nostalgia :sad:
Ohh Nicholas oh yeah jajaja xd
OHH sii va a ser largo!!! :abby: DE LIAM :timon: jfhkfsdhbfhe me muero
UY NO!!! por ese baile lo perdono todo xd ,dhjkfehkshefk jajaja xd
Quiero MMMAAAASSSS!!!! no hace falta que lo diga pobre Zayn xd PERO SE LO MERE CHICO MALO XD
CORRE PATRICIA CORRE!! :buho:
SIGUELAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!
Dios necesito saber que pasa :S
Invitado
Invitado
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